Comentario de 1 Juan 3:10 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
En esto se revelan los hijos de Dios y los hijos del diablo: Todo aquel que no practica justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.
3:10 — “En esto,” en lo tratado en los versículos anteriores.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
los hijos de Dios. 1Jn 5:2; Luc 6:35; Rom 8:16, Rom 8:17; Efe 5:1.
y los hijos del diablo. Mat 13:38; Jua 8:44; Hch 13:10.
aquel que no hace justicia. 1Jn 3:7, 1Jn 3:8; 1Jn 2:29.
y que no ama. 1Jn 3:14, 1Jn 3:15; 1Jn 2:9, 1Jn 2:10; 1Jn 4:8, 1Jn 4:21.
no es de Dios. 1Jn 4:3, 1Jn 4:4, 1Jn 4:6; 1Jn 5:19; Jua 8:47; 3Jn 1:11.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Los cristianos manifiestan su naturaleza al practicar la justicia (1Jn 2:7). Los hijos del diablo muestran su naturaleza básica por medio del pecado. Los creyentes que pecan no expresan su naturaleza como hijos de Dios; por el contrario, siguen el patrón del diablo.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
HIJOS DE DIOS… HIJOS DEL DIABLO. Esta es la parte principal y la conclusión de la enseñanza de Juan en 1Jn 2:28-29; 1Jn 3:1-10. Él ha advertido a sus lectores que no se dejen engañar acerca de la naturaleza de la salvación (v. 1Jn 3:7). Por eso el creyente debe rechazar cualquier teología o enseñanza que pretenda que uno puede estar fuera de la comunión con Dios (1Jn 1:3), seguir pecando, hacer las obras del diablo (v. 1Jn 3:8), amar el mundo (1Jn 2:15), hacer mal a otros (vv. 1Jn 3:14-18) y todavía ser hijo de Dios salvo y destinado al cielo. En oposición a esa falsa enseñanza, Juan creía sin duda alguna que cualquiera que sigue en pecado (véase v. 1Jn 3:9, nota) «es del diablo» (v. 1Jn 3:8) y «no es de Dios». Si los que viven en el pecado dicen que tienen la vida eterna y son hijos de Dios, están engañados y son mentirosos (cf. 1Jn 2:4). Además, lo que caracteriza a un verdadero hijo de Dios es el amor a Dios que se demuestra en la obediencia a sus mandamientos (1Jn 5:2) y la manifestación de un interés sincero en las necesidades espirituales y físicas de otros creyentes (vv. 1Jn 3:16-17).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Este versículo es clave porque resume la sección de los vv. 1Jn 3:4-10. Solo existen dos clases de hijos en el mundo, los hijos de Dios y los hijos de Satanás. Nadie puede pertenecer de forma simultánea a ambas familias. Cada ser humano o bien pertenece a la familia de Dios y exhibe su carácter justo y recto, o pertenece a la familia de Satanás y exhibe su naturaleza pecaminosa.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
b que no ama a su hermano. Esta frase introduce a los lectores al segundo aspecto de la prueba moral que es la prueba del amor (como en 1Jn 2:7-11). Juan desarrolla este pensamiento a través de los vv. 1Jn 3:11-24. Los falsos maestros no solo tenían una visión errónea de la naturaleza de Cristo y vivían en desobediencia a los mandatos de Dios, sino que también manifestaban una falta característica de amor hacia los creyentes verdaderos que a su vez rechazaban las herejías que trataban de enseñarles.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
3:10 — “En esto,” en lo tratado en los versículos anteriores.
— “se manifiestan los hijos de Dios, y lo hijos del diablo.” Lo que uno practica, o hace habitualmente (la conducta), manifiesta o declara quién es su “padre.” El hijo de Dios practica justicia (2:29) y se purifica a sí mismo (3:3); el del diablo practica el pecado (18).
No hay “medio hermanos;” o somos de un padre o del otro. No había razón, pues, por qué los lectores de Juan fueran engañados por las reclamaciones gnósticas.
Tocante a la frase singular “los hijos del diablo,” compárense el versículo 12; Mat 13:38; Jua 8:44; Hch 13:10.
— “todo aquel que no hace justicia,” = lo del 2:29 declarado al revés. Los versículos l0b a 18 constituyen una sección sobre él amor a los hermanos.
— “el que no ama a su hermano, no es de, Dios.” Véanse los versículos 2:9-11, comentarios. Los gnósticos habían salido de los hermanos 2:18,19), y los aborrecían porque eran de las tinieblas y los fieles de la luz. Véase 4:20,21.
Fuente: Notas Reeves-Partain
CARACTERÍSTICAS DE LOS HIJOS DE DIOS
1 Juan 3:10-18
En esto se distinguen los hijos de Dios de los hijos del Diablo; el que no actúa con integridad, no es de Dios, ni tampoco el que no ame a su hermano, porque el mensaje que hemos oído desde el principio es el mensaje de que debemos amarnos mutuamente, y no ser como Caín, que procedía del Maligno, y mató a su hermano. ¿Y por qué le mató? Porque sus obras eran malvadas, y las de su hermano justas. No os sorprendáis, hermanos, si el mundo os aborrece. Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en muerte. El que odia a su hermano es un asesino. No posee la vida eterna morando en su interior. En esto reconocemos Su amor: en que Él dio Su vida por nosotros; así nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. El que tenga bastantes cosas de este mundo para mantenerse, y vea a su hermano en necesidad, y cierre su corazón contra él, ¿cómo va a morar el amor de Dios en él? Queridos hijos, no hagáis del amor un asunto de conversación y de charla, sino amad de hecho y en verdad.
Este es un pasaje que tiene un tema bien trabado y una especie de paréntesis en medio.
Como decía Westcott: «La vida revela a los hijos de Dios.» No hay manera de decir qué clase de árbol es uno más que por sus frutos, y no hay manera de decir qué es una persona aparte de su conducta. Juan establece que cualquiera que no obre con integridad, demuestra que no es de Dios. De momento omitiremos el paréntesis para proseguir con el tema. –
Aunque Juan es un místico, tiene una mentalidad muy práctica; y, por tanto, no deja la integridad como algo vago e indefinido. Alguien podría decir: «Muy bien, acepto el hecho de que la única cosa que prueba que una persona pertenece a Dios es la integridad de su vida; pero, ¿qué es integridad?» La respuesta de Juan es clara y contundente: Ser íntegro es amar a nuestros hermanos. Eso, dice Juan, es un deber que no deja lugar a dudas. Y pasa a aportar varias razones por las que ese mandamiento es tan central y tan vinculante.
(i) Es una obligación que se ha inculcado en el cristiano desde el momento en que entró en la iglesia. La ética cristiana se puede resumir en una palabra, amor, y desde el momento que una persona se rinde a Cristo se compromete a hacer del amor la línea central de su vida.
(ii) Por esa misma razón, el hecho de que una persona ame a sus hermanos es la prueba definitiva de que ha pasado de muerte a vida. Corno dice A. E. Brooke: «La vida es una oportunidad para aprender a aMarcos» La vida sin amor es muerte. Amar es estar en la luz; aborrecer es continuar en la oscuridad. No necesitamos más pruebas que mirarle a la cara a una persona que esté enamorada, y a otra que esté llena de odio; mostrarán la gloria o la negrura de su corazón.
(iii) Además, no amar es convertirse en asesino. No cabe duda de que Juan está pensando en las palabras de Jesús en el Sermón del Monte (Mt 5:21 s). Jesús dijo que la antigua ley prohibía asesinar, pero la nueva Ley declaraba que la ira y la amargura y el desprecio eran pecados igualmente serios. Siempre que haya odio en el corazón de una persona, la convierte en un asesino en potencia. El permitir que el odio se asiente en el corazón es quebrantar un mandamiento concreto de Jesús. Por tanto, el que ama es seguidor de Cristo, y el que aborrece no es de los Suyos.
(iv) De ahí se sigue todavía otro paso en este razonamiento bien trabado. Alguien puede que diga: «Reconozco la obligación de amar, y trataré de cumplirla; pero no sé lo que implica.» La respuesta de Juan (versículo 16) es: «Si quieres ver lo que es este amor, mira a Jesucristo. En Su muerte por los hombres en la Cruz se despliega plenamente.» En otras palabras, la vida cristiana es la imitación de Cristo. «Haya esta actitud entre vosotros que tenéis en Jesucristo» (Fil 2:5 ). «Nos dejó Su ejemplo para que sigamos Sus pisadas» (1Pe 2:21 ). No hay nadie que pueda mirar a Cristo y decir que no sabe en qué consiste la vida cristiana.
(v) Juan resuelve otra posible objeción más. Alguien podría decir: «¿Cómo puedo yo seguir las pisadas de Cristo? El dio Su vida en la Cruz. Usted dice que yo debería dar mi vida por mis hermanos; pero esas oportunidades tan dramáticas no se dan corrientemente en la vida. ¿Qué tengo que hacer entonces?» La respuesta de Juan es: «Es cierto. Pero cuando veas a tu hermano en necesidad, y tú tengas bastante, el darle de lo que tienes es seguir a Cristo. El cerrarle el corazón y las manos es demostrar que el amor de Dios que se manifestó en Jesucristo no tiene lugar para ti.» Juan insiste en que podemos encontrar innumerables oportunidades para demostrar el amor de Cristo en la vida de todos los días. C. H. Dodd escribe hermosamente sobre este pasaje: «Había ocasiones en la vida de la Iglesia Primitiva, como hay también algunas ocasiones trágicas en el momento presente, para una obediencia casi literal del precepto (es decir, dar la vida por los hermanos). Pero la vida no es siempre tan trágica; y sin embargo el mismo principio de conducta se debe aplicar siempre. Puede movernos sencillamente a gastar algún dinero que hubiéramos podido gastar para nosotros mismos para aliviar la necesidad de otro más necesitado. Es, después de todo, el mismo principio de acción, aunque a un nivel más bajo de intensidad: es estar dispuestos a rendir algo que tiene valor para nuestra propia vida para enriquecer la de otro. Si tal mínima respuesta a la Ley del Amor que nos llega en una situación diaria y normal está ausente, entonces es inútil pretender que formamos parte de la familia de Dios, el reino en el que el amor es operativo como el principio y la señal de la vida eterna.»
Las palabras bonitas nunca ocuparán el lugar de las buenas obras; y ninguna cantidad de palabras sobre el amor cristiano ocupará el lugar de una acción amable, que implique algún sacrificio propio, a una persona en necesidad; porque en esa acción vuelve a estar operativo el principio de la Cruz.
EL RESENTIMIENTO DEL MUNDO
AL CAMINO CRISTIANO
1 Juan 3:10-18 (conclusión)
En este pasaje había un paréntesis; volvamos ahora a él. El paréntesis se encuentra en el versículo 11, y la conclusión a la que conduce, en el 12. El cristiano no debe ser como Caín, que mató a su hermano.
Juan pasa a preguntar por qué mató Caín a su hermano; y su respuesta es que fue porque sus obras eran malvadas, y las de su hermano eran buenas. Y entonces deja caer la observación: «No os sorprendáis, hermanos, si el mundo os aborrece.»
Un malvado aborrecerá instintivamente a un hombre bueno. La integridad provoca siempre hostilidad en aquellos cuyas acciones son viles. La razón es que el hombre bueno es una reprensión andante para el malo. Aunque nunca le diga ni una sola palabra, su vida dicta sentencia callada. Sócrates era un hombre bueno par excellence. Alcibíades era brillante, pero errático y a menudo ,gamberro. Solía decirle a Sócrates: «Sócrates, te odio porque cada vez que me encuentro contigo me haces verme tal como soy.»
La Sabiduría de Salomón tiene un pasaje severo (2:10-20). En él se hace expresar al malvado su actitud ante el bueno: «Montémosle asechanzas al íntegro; porque él no es de los nuestros, y está siempre en contra de nuestras acciones… Se caracteriza por oponerse a nuestros planes. Nos resulta fastidioso hasta contemplarle; porque su vida no es como la de los demás, sus maneras son de otra calaña. Nos considera unos falsos; se desmarca de nuestros caminos como de la peste.» Sólo el ver al hombre bueno hacía que el malvado odiara le odiara.
Dondequiera que esté el cristiano, aunque no diga palabra, actúa como conciencia de la sociedad; y por esa misma razón el mundo le aborrecerá a menudo.
En la antigua Atenas, el noble Arístides fue condenado a muerte injustamente; y, cuando le preguntaron a uno del jurado cómo había sido capaz de dar su voto en contra de tal hombre, su respuesta fue que estaba harto de oír llamar a Arístides » el Justo.» El odio del mundo al cristiano es un fenómeno ubicuo, y se debe al hecho de que el mundano ve en el cristiano su propia condenación: lo que él no es y lo que en lo más íntimo de su corazón sabe que debería ser;, y, como no quiere cambiar, trata de eliminar al que le recuerda su bondad perdida.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
REFERENCIAS CRUZADAS
y 136 1Jn 2:29
z 137 1Jn 4:8
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
10 (1) Practicar o no practicar el pecado, es decir, vivir o no vivir en el pecado, no es asunto de conducta, sino de nuestra filiación, nuestra condición de hijos de Dios o de hijos del diablo. Por lo tanto, es asunto de vida y de naturaleza. Los hombres, como descendientes caídos de Adán, al nacer son hijos del diablo, el maligno ( Jua_8:44), y poseen su vida, participan de su naturaleza y viven en el pecado de modo automático y habitual. Practicar el pecado caracteriza su vida. Pero los creyentes; quienes han sido redimidos de su estado caído y han renacido en su espíritu, son hijos de Dios, y poseen Su vida, participan de Su naturaleza y no viven en el pecado. Practicar la justicia caracteriza su vida. Queda manifiesto si alguien es hijo de Dios o hijo del diablo por lo que practica, ya sea la justicia o el pecado. Un creyente renacido puede cometer pecado, y un hombre que no es salvo puede hacer justicia. Ambas cosas representan sus acciones externas, y no su vivir externo; por tanto, no manifiestan lo que ellos son en su vida y naturaleza interior.
10 (2) La justicia es la naturaleza de los actos de Dios; el amor es la naturaleza de la esencia de Dios. La esencia de Dios es amor; los actos de Dios son justicia. El amor es interior; la justicia es exterior. Por consiguiente, comparado con la justicia, el amor es una manifestación más intensa de que somos hijos de Dios. Así que, desde este versículo hasta el v.24, el apóstol pasa de la justicia al amor en cuanto a la manifestación de los hijos de Dios, como otra condición de la vida que permanece en el Señor.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
practica… → v. 1Jn 3:8.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
Lit., se manifiestan
Fuente: La Biblia de las Américas
practica g v. 8.