EN PERSONA

Acab

Conocido generalmente como el rey más perverso de Israel, Acab en momentos demostró valentía (e incluso humildad) frente a Dios (1Re 21:29). Desgraciadamente, nunca sirvió a Dios del todo.

Tal como muchos en la actualidad, Acab luchaba con su naturaleza indecisa. No es difícil imaginarse que quién lo condujo a la maldad fue su esposa, la conocida Jezabel. El matrimonio con la princesa fenicia era importante políticamente, puesto que demostraba la influencia de la tercera dinastía de Israel. Pero, tal como en el caso de las esposas extranjeras de Salomón, la unión de Acab con una mujer pagana tuvo resultados trágicos.

La influencia de Jezabel en su marido era mayor que la influencia divina del profeta Elías. Es destacable que el rey más perverso de la historia de Israel fuera contemporáneo con el más famoso y asombroso de los profetas de Israel. Los sentimientos de Acab hacia Elías se reflejan en sus comentarios a él: «¿Eres tú el que turba a Israel?» y «¿Me has hallado, enemigo mío?»

A pesar de haber visto cómo el fuego de Dios consumía los sacrificios de Elías en el monte Carmelo, Acab siguió a su esposa en vez de escuchar a Elías y obedecer a Dios. Acab fue muy lejos al combinar la adoración al verdadero Dios con los dioses paganos de los cananeos. Rechazó al Dios vivo cuando adoró y sirvió abiertamente a Baal. Acab llegó al punto de construir un altar, un templo y una imagen para Baal. Al rechazar al Dios verdadero, también rechazó la ley de Dios como guía para su vida. De aquí que nada lo detuviese cuando codició la viña de su vecino y permitió que su esposa matara a Nabot para robarle su tierra. La vida de desobediencia de Acab lo llevó a un trágico final. Murió en la batalla y los perros se bebieron su sangre, tal como se lo profetizaron.

El único legado que dejó Acab fue negativo. Hasta en estos días se le recuerda con las palabras: «Acab, el hijo de Omri, hizo el mal ante los ojos de Dios, más que todos los que vivieron antes que él».