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Comentario de 1 Samuel 15:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de 1 Samuel 15:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Samuel dijo a Saúl: —Jehovah me envió para ungirte como rey de su pueblo Israel. Escucha, pues, ahora las palabras de Jehovah.

Año 1079 a.C.

Jehová me envió. 1Sa 17:1-58, 1Sa 18:1-30; 1Sa 9:16; 1Sa 10:1.

está atento a las palabras. 1Sa 15:16; 1Sa 12:14; 1Sa 13:13; 2Sa 23:2, 2Sa 23:3; 1Cr 22:12, 1Cr 22:13; Sal 2:10, Sal 2:11.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Samuel envía a Saúl a destruir a Amalec, 1Sa 15:1-5.

Saúl favorece a los ceneos, 1Sa 15:6.

perdona a Agag y lo mejor del botín, 1Sa 15:7-9.

Samuel denuncia en Saúl la desobediencia a Dios, 1Sa 15:10-23.

la confesión de Saúl, 1Sa 15:24-31.

Samuel mata a Agag, 1Sa 15:32-33.

Samuel y Saúl se apartan, 1Sa 15:34-35.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

La guerra de Israel con los amalecitas (1Sa 14:48) es contada en detalle porque esta abrió la brecha entre Saúl y Samuel y el consecuente rechazo de Saúl como rey. El capítulo 1Sa 15:1-35 es significativo, ya que prepara el camino para la ascensión de David al trono al demostrar la incapacidad de Saúl para reinar.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Jehová me envió: Samuel se refiere a su parte en el nombramiento de Saúl.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Guerra contra Amalee (15:1-9).
1 Samuel dijo a Saúl: “A mí me envió Yahvé para que te ungiera rey de su pueblo, Israel. Escucha, pues, ahora lo que te dice Yahvé: 2 Así habla Yahvé Sebaot: Tengo presente lo que hizo Amalee contra Israel cuando le cerró el camino a su salida de Egipto. Ve, pues, ahora y castiga a Amalee, 3 y da al anatema cuanto es suyo. No perdones: mata a hombres, mujeres y niños, aun los de pecho; bueyes y ovejas, camellos y asnos. 4 Dio, pues, Saúl la orden al pueblo y lo congregó en Telam. Contó doscientos mil infantes y diez mil hombres de Judá. 5 Avanzó Saúl hasta las ciudades de Amalee y puso una emboscada en el torrente; 6 y dijo a los quíneos: “Id, retiraos, salid de en medio de Amalee, no sea que os veáis envueltos con él; pues vosotros tratasteis con benevolencia a los hijos de Israel cuando subían de Egipto.” Retiráronse, pues, de Amalee los quíneos. 7 Saúl batió a Amalee desde E vila hasta Sur, frente a Egipto. 8 Cogió vivo a Agag, rey de Amalee, y dio al anatema a todo el pueblo, pasándolo a filo de espada. 9 Pero Saúl y el pueblo dejaron con vida a Agag y las mejores ovejas y los mejores bueyes, los más gordos y cebados, y los corderos, no dándolos al anatema, y destruyendo solamente lo malo y sin valor.

Los datos sobre esta campaña contra Amalee son imprecisos; la sección sirve de preámbulo a la escena entre Samuel y Saúl, que culminó en el v.28 con el repudio de Saúl como rey de Israel. Existen dos clases de herem: el de consagración, cuando un objeto o persona se consagran a Dios de manera irrevocable, sustrayéndolos a todo uso profano (Lev 27:28; Miq 4:13). En el herem de maldición, la persona o cosa es destruida con el fin de honrar la santidad de Dios y su justicia. De Amalee dijo Dios (Lev 17:14): “Borraré la memoria de Amalee de debajo del cielo.” l Estas palabras debían cumplirse mediante la acción de Saúl. Este congregó al pueblo en Telam, lugar que corresponde a Telera (Jos 15:24), que algunos identifican con Jirbet Umm es-Salafe, a ocho kilómetros al sur de Kurnub. Las cifras de los combatientes son evidentemente exageradas. De la ciudad a que alude el texto nada sabemos. La derrota de los amalecitas fue completa. Su rey Agag cayó vivo en manos de los israelitas, perdonándosele la vida para reclamar por su rescate una cuantiosa suma. También se apoderaron los judíos de los animales que presentaban mejor estampa. Con este proceder se opuso Saúl a las leyes del anatema, que señalaban la destrucción total de los amalecitas y de cuanto les pertenecía. El motivo de la transgresión consiste en haber elegido, oyendo la voz de su pueblo, una manera de honrar a Dios que no se armonizaba con la que le había señalado Samuel. Buscó él un compromiso entre la obediencia a Yahvé y el deseo de satisfacer al pueblo; pero con esta política pendular de querer congraciarse con uno y con otro se atrajo la enemistad de Dios, que se alejó de él a causa de su desobediencia.

Saúl, rechazado por Dios (Jos 15:10-23).
10 Yahvé dirigió a Samuel su palabra, diciendo: 11 “Estoy arrepentido de haber hecho rey a Saúl, pues se aparta de mí y no hace lo que digo.” Samuel se entristeció y estuvo clamando a Yahvé toda la noche; 12 y levantándose de mañana para ir al encuentro de Saúl, supo que había ido al Carmelo, donde se había alzado un monumento, y de vuelta, pasando más allá, había bajado a Gálgala. 13 Dirigióse, pues, a donde estaba Saúl, y le dijo Saúl: “Bendito seas de Yahvé. He cumplido la orden de Yahvé.” 14 Samuel le contestó: “¿Qué es entonces ese balar de ovejas que llega a mis oídos y ese mugir de bueyes que oigo?” 15 Saúl respondió: “Los han traído de Amalee, pues el pueblo ha reservado las mejores ovejas y los mejores bueyes para los sacrificios de Yahvé, tu Dios; el resto ha sido dado al anatema.” 16 Samuel dijo entonces a Saúl: “Basta; voy a darte a conocer lo que Yahvé me ha dicho esta noche.” Saúl le dijo: “Habla.” 17 Samuel dijo: “¿No es verdad que, hallándote tú pequeño a tus propios ojos, has venido a ser el jefe de las tribus de Israel y te ha ungido Yahvé rey sobre Israel? 18 Yahvé te dio una misión, diciéndote: Ve y da al anatema a esos pecadores de Amalee y combátelos hasta exterminarlos. 19 ¿Por qué no has obedecido al mandato de Yahvé y te has echado sobre el botín, haciendo mal a los ojos de Yahvé?” 20 Saúl contestó a Samuel: “Yo he obedecido el mandato de Yahvé y he seguido el camino que me ordenó Yahvé: he destruido a los amalecitas y he traído a Agag, rey de Amalee. 21 El pueblo ha tomado del botín esas ovejas y esos bueyes, como primicias de lo dado al anatema, para sacrificarlos a Yahvé, su Dios, en Gálgala.” 22 Pero Samuel repuso: “¿No quiere mejor Yahvé la obediencia a sus mandatos que no los holocaustos y las víctimas? Mejor es la obediencia que las víctimas. Y mejor escuchar que ofrecer el sebo de los carneros. 23 Tan pecado es la rebelión como la superstición, y la resistencia como la idolatría. Pues que tú has rechazado el mandato de Yahvé, él te rechaza también a ti como rey.”

La gravedad de la falta de Saúl hace que el autor sagrado ponga en boca de Dios la expresión que pronunció con ocasión del diluvio: “Estoy arrepentido de haber hecho rey a Saúl” (Gen 6:6); antropopatismo, figura retórica por la que se aplican a Dios los sentimientos de los hombres. Eligió Dios a Saúl, pero éste se hizo indigno de esta gracia; el cambio de conducta por parte de Saúl determinó que Dios se portara con él de manera distinta que hasta ahora. No sabemos cuándo Samuel recibió esta confidencia divina; acaso de noche, como en su niñez (Gen 3:4).
La gran victoria hizo concebir la idea de levantar un monumento conmemorativo en el Carmelo, lugar que corresponde al actual el-Kurmul, a doce kilómetros al sur de Hebrón (Jos 15:55), a cuya inauguración fue invitado el rey. El texto hebreo dice que se erigió iad – una mano, para significar un monumento igual al de las estelas púnicas, en las que la mano protege al muerto e indica al viandante el lugar donde descansa (2Sa 18:18; Isa 55:5). Acaso se trata de un monumento funerario en memoria de los caídos en la lucha. Debía tratarse de una tosca piedra erigida en forma de menhir, o de una losa con una inscripción.
Regresó Saúl del Carmelo. En el v.13, los LXX han completado el original hebraico. Samuel traía para Saúl un anuncio inesperado que ahogaría en el rey el alborozo del triunfo alcanzado sobre los amalecitas. El balido de las ovejas, el mugir de los bueyes, dieron pie a que Samuel preguntara por la procedencia de aquellos animales. Saúl, inocentemente, creyendo que con aquellos sacrificios agradaba a Dios, le respondió que lo mejor se había reservado para quemarlo en holocausto en honor de Yahvé. Pero no era ésta la orden que le había intimado Samuel, ni era este herem el que debía poner en práctica, sino el anatema de la destrucción, de execración. Trató Saúl de justificar su conducta, pero le atajó Samuel diciéndole que su deber era obedecer. Bien están los sacrificios a su tiempo y con las víctimas apropiadas; pero en esta circunstancia, más que sacrificios, quería Dios que se hiciera su voluntad. La oferta de un sacrificio, dice De Vaux, hecha en contra del querer divino, equivale a un rito idolátrico, al que en nuestro texto se alude con la mención de la superstición de los terafim, dioses a los cuales se confiaba la custodia de las casas (Isa 19:13; Gen 31:19-30). Por haber desobedecido a Yahvé, a quien Saúl debía el reino, Dios le rechaza como rey.

Saúl implora el perdón (Gen 15:24-31).
24 Dijo entonces Saúl a Samuel: “He pecado traspasando el mandamiento de Yahvé y tus palabras; temí al pueblo y le escuché. Perdona, pues, te ruego, mi pecado, 25 y vuélvete conmigo para adorar a Yahvé.” 26 Samuel le contestó: “No me volveré contigo, porque tú rechazaste el mandato de Yahvé, y Yahvé te rechaza a ti para que no reines en Israel.” 27 Volvióse Samuel para irse, pero Saúl le cogió por la orla del manto, que se rompió; 28 y le dijo Samuel: “Hoy ha roto Yahvé de sobre ti el reino para entregárselo a otro mejor que tú; 29 y el Esplendor de Israel no se doblegará, no se arrepentirá, pues no es un hombre para que se arrepienta.” 30 Saúl dijo: “He pecado; pero hónrame ahora, te lo ruego, en presencia de los ancianos de mi pueblo y en presencia de Israel, y ven conmigo a adorar a Yahvé, tu Dios.” 31 Volvióse Samuel y siguió a Saúl, y éste adoró a Yahvé.

Quizá el arrepentimiento de Saúl nacía más del temor de perder el reino que del dolor de haber ofendido a Dios. Trató Saúl de quitar importancia al incidente, rogando a Samuel que no le abandonase. Samuel rechaza tal propuesta, basándose en que por su pecado se han roto las relaciones amistosas que le unían con Dios. Samuel, que en su calidad de profeta es el mensajero y el instrumento de que se sirve Dios, no puede, por lo mismo, continuar sus relaciones amistosas con Saúl, poniéndose de su parte en contra del proceder divino. Al marcharse Samuel, corrió Saúl detrás de él con ánimo de retenerle y ganarlo a su causa; en el paroxismo del dolor y ante el porvenir sombrío que se abría ante él, agarró a Samuel del manto, que cedió, rompiéndose. Esta escena dramática se desarrolló en la intimidad de un rey y de un profeta de Yahvé. Ante la actitud firme de Samuel, le pidió Saúl que no hiciera pública la reprobación merecida por su pecado, rogándole que se comportara con él externamente como si nada hubiera ocurrido. Accedió a ello Samuel; de cara al público no sufrió menoscabo, momentáneamente, la dignidad real que ostentaba Saúl.

Muerte de Agag (15:32-35).
32 Samuel dijo: “Traedme a Agag, rey de Amalee”; y Agag se acercó a él, temblando, y dijo: “¡Qué amarga es la muerte!” 33 Samuel repuso: “Así como a tantas madres privó tu espada de hijos, así será entre las mujeres tu madre privada de su hijo.” Y destrozó a Agag ante Yahvé, en Gálgala. 34 Partióse Samuel para Rama, y Saúl subió a su casa de Gueba de Saúl. 35No volvió Samuel a ver a Saúl hasta el día de su muerte, pero se lamentaba por Saúl de que se hubiera Yahvé arrepentido de haberle hecho rey de Israel.

Agag había sobrevivido al desastre de su pueblo en contra del mandato divino. Al verse ante Samuel, lanzó esta bravata: “Ahora sí que el amargor de la muerte se ha alejado.” Esta lección del texto masorético nos parece la más acertada, por expresar el estado de ánimo de Agag, que, entre burlón y ufano, expresa su satisfacción de poder morir en manos de un profeta y no en manos de cualquiera. A Agag se le aplica la pena del talión: por haber privado a tantas madres de sus hijos, así es descuartizado (waishassef, de shassaf; Vulgata: “Frusta concidit eum Samuel”; LXX: lo degolló) él. Su muerte tuvo lugar “ante Yahvé,” pero no fue un sacrificio humano, sino el cumplimiento de un anatema. Saúl marchó a Gueba, y Samuel a Rama. Según 19,22-24, volvió Saúl a encontrarse con Samuel. Amaba Samuel a Saúl; pero antes debíase a Dios que al rey.

1 Fernández, El herem bíblico: Β 6 (1924) 5-25.
2 SAMtmt 1’5

Fuente: Biblia Comentada

Esta sección del libro se centra en la interacción entre Israel, Samuel y Saúl. Estos capítulos comienzan con la llegada de los ancianos de Israel a Ramá para visitar a Samuel (1Sa 8:4) y concluyen con la marcha de Samuel dejando a Saúl y volviendo a Ramá (1Sa 15:34). Los capítulos 1Sa 8:11Sa 12:25 describen el establecimiento de la monarquía sobre la nación de Israel y la accesión de Saúl como primer rey. Estos capítulos quedan vinculados por la referencia al envejecimiento de Samuel (1Sa 8:1; 1Sa 12:2) y a «oír la voz» del pueblo (1Sa 8:7; 1Sa 8:9; 1Sa 8:19; 1Sa 8:22; 1Sa 12:1; 1Sa 12:14-15). Los caps. 1Sa 13:11Sa 15:35 narran los fracasos de Saúl como rey sobre Israel. Los acontecimientos de estos capítulos presentan intercalaciones de las dos interacciones entre Saúl y Samuel que tuvieron lugar, ambas, en Gilgal (1Sa 13:4; 1Sa 13:7-8; 1Sa 13:12; 1Sa 13:15; 1Sa 15:12; 1Sa 15:21; 1Sa 15:33).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

1Sa 15:1-35 : La unidad ofrece una nueva e independiente versión del rechazo de Saúl (ver 1Sa 13:10-14). El motivo del rechazo es la desobediencia explícita de Saúl a un mandato divino, formulado por Samuel que reaparece en funciones estrictamente proféticas. Como telón de fondo, encontramos una batalla contra Amalec y la primitiva ley del exterminio.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

El rechazo definitivo de Saúl. El propósito del escritor en este detallado relato es confirmar la ineptitud de Saúl para gobernar a Israel, y para confirmar el rechazo de él por parte de Jehovah. Por medio de Samuel, Saúl recibió órdenes explícitas. Las cumplió en parte, pero no vio nada malo en hacer caso omiso de las demás. El v. 24 muestra que él sabía muy bien lo que estaba haciendo (y nos dice la razón por la cual lo hizo), pero dos veces mintió (13, 20), pretendiendo que creía que había cumplido las órdenes. Finalmente, se vio forzado a admitir la verdad y confesar que había pecado, y quebrantado el mandamiento de Jehovah. El resultado fue el rechazo definitivo de él por parte de Dios, y también la ruptura definitiva entre él y Samuel.

Al igual que en el cap. 13, el lector moderno puede tender a simpatizar con Saúl, no por sus mentiras, sino porque quiso salvar la vida de un hombre. Es importante, por lo tanto, saber desde el principio que Saúl no tenía ningún motivo humanitario; esa no era la cuestión. La cuestión, como la ve el autor bíblico, es si el rey de Israel estaba dispuesto o no a obedecer las instrucciones de Dios como las diera por medio del profeta. La obediencia es la virtud clave (22); pero Saúl había demostrado obstinación (23). El ganado evidentemente despertó la codicia de las tropas de Saúl y, sin duda, la de él también. Es menos claro por qué le perdonó la vida a Agag, pero es probable que Saúl haya visto en él alguna ventaja política o financiera, y esperaba poder hacer un trato con los grupos amalequitas.

Los amalequitas eran viejos enemigos de Israel (2), y toda su manera de vivir representaba una amenaza para el pueblo israelita. Tenían algunas ciudades, pero mayormente eran nómadas, atacaban brutalmente por sorpresa saqueando los cultivos y ganados, especialmente en la frontera sur de Israel. Su existencia misma era pues una amenaza permanente para Israel, y era imprescindible y justificado tomar severas medidas contra ellos. Los amalequitas eran un pueblo de pecadores (18).

El mandato de Dios de destruir completamente a los amalequitas (3) se valía de lo que en términos de la jurisprudencia se llama un bando, costumbre practicada ocasionalmente por Israel y sus vecinos. Este voto religioso de destruir totalmente no se utilizaba con frecuencia, ni siquiera en las guerras, y siempre existía una razón especial para valerse de él. Nótese qué cuidadosos debían ser los israelitas en asegurarse que otra tribu, los queneos, no se perjudicaran junto con los amalequitas (6). El hecho de que aun el ganado estaba incluido en el bando muestra que incluía un aspecto de sacrificios; en un sentido, matar a los humanos y animales era una manera de entregárselos a Dios. Debía ser eliminada la amenaza que representaba este pueblo tan pecaminoso. Ellos y todas sus pertenencias, eran, por el bando, entregados aJehovah. Cuando el bando se quebrantaba era por codicia, no por misericordia (9, 19).

El contrapunto del NT a un relato como éste es la batalla espiritual de la cual habla Pablo (Ef. 6:10-18). Pablo aconseja permanecer siempre alertas, porque la codicia, las mentiras y la desobediencia representan un peligro para el pueblo de Dios en todas las épocas.

La importancia histórica de este capítulo explica por qué Jehovah y el profeta Samuel rechazaron a Saúl. Su importancia teológica se nota especialmente en los vv. 22, 23 y 29. Los vv. 22 y 23 ponen en su justa perspectiva los valores relativos de obediencia y adoración a Dios. Es un error humano frecuente creer que Dios pasará por alto y perdonará todos los pecados de uno si uno es cuidadoso en asistir al santuario (o culto de la iglesia) y ofrecer sacrificios (o himnos de alabanza). Varios profetas del AT tuvieron que atacar este razonamiento equivocado; Amós hasta pudo describir a Dios como diciendo “aborrezco” y “rechazo” las festividades religiosas, los sacrificios y las ofrendas (Amós 5:21-24). De la misma manera, tendemos a pensar que la falsa adoración es el peor pecado que puede haber contra Dios; Samuel dijo que la desobediencia arrogante era igual de mala.

El v. 29 nos ofrece una descripción de Dios como alguien que no mentirá (¡al revés de Saúl!) ni se arrepentirá. Dios en su misericordia puede demorar el castigo, o dar oportunidades a hombres y mujeres para que cambien de idea arrepintiéndose; pero no cambia de idea respecto a sus propósitos y planes. Dios había determinado que el futuro de Israel estaría en manos de un hombre mejor, David (28). Los lectores posteriores, sin duda viviendo circunstancias muy diferentes, podían recibir consuelo y seguridad del hecho de que su Dios les hacía promesas, y que sus promesas eran absolutamente veraces y ciertas.

El capítulo termina con una nota triste: Samuel lloraba por Saúl. Y a Jehovah le pesaba. Debía proveer a Israel de un rey mejor que Saúl. El cap. 16 cuenta cómo Dios empezó el proceso de reemplazar a Saúl.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

15.2-3 ¿Por qué ordenó Dios tan tremenda destrucción? Los amalecitas eran una banda de terroristas guerrilleros. Vivían de atacar a otras naciones para apoderarse de sus riquezas y sus familias. Fueron los primeros en atacar a los israelitas cuando estos entraron en la tierra prometida, y siguieron atacando los campos israelitas cada vez que tenían la oportunidad. Dios sabía que los israelitas nunca podrían vivir pacíficamente en la tierra prometida mientras existieran los amalecitas. También sabía que sus prácticas corruptas e idólatras amenazaban la relación de los israelitas con El. La única forma de proteger el alma y el cuerpo de los israelitas era destruir completamente a esa nación guerrera y todas sus posesiones, incluyendo sus ídolos.15.9 Saúl y sus hombres no destruyeron todo el botín de guerra como lo ordenó Dios (15.3). La ley de dedicar algo -apartarlo- enteramente para la destrucción era bien conocida para los israelitas. Cualquier cosa que estuviera bajo la «prohibición» de Dios debía ser completamente destruido (Deu 20:16-18). Dios quería evitar que la idolatría invadiera a Israel, porque muchas de sus cosas de valor eran ídolos. El violar esta ley era castigado con la muerte (Josué 7). Mostraba falta de respeto y total desacato a Dios porque violaba directamente su mandamiento.Cuando encubrimos el pecado para proteger lo que tenemos o para beneficiarnos materialmente, no estamos siendo listos, sino desobedeciendo la ley de Dios. La obediencia selectiva no es más que otra clase de desobediencia.15.11 Cuando Dios dijo que se lamentaba por haber hecho rey a Saúl, ¿estaba diciendo que había cometido un error? El comentario de Dios fue una expresión de tristeza, no el reconocimiento de un error (Gen 6:5-7). Un Dios omnisciente no puede cometer errores; por lo tanto, Dios no cambió de parecer. Sin embargo, sí cambió de actitud hacia Saúl cuando Saúl cambió. El corazón de Saúl ya no pertenecía más a Dios, sino a sus propios intereses.15.12 Saúl construyó un monumento a sí mismo. Qué contraste con Moisés y Josué, quienes le dieron el reconocimiento a Dios.15.13, 14 Saúl pensó que había ganado una gran victoria sobre los amalecitas, pero Dios lo vio todo como un gran fracaso. Saúl lo había desobedecido y luego había mentido a Samuel acerca de los resultados de la batalla. Quizás Saúl pensó que su mentira no sería detectada, o que lo que había hecho no era malo. Saúl se engañaba a sí mismo.La gente que no es veraz llega a creer las mentiras que lanza a su derredor. Después deja de ver la diferencia entre lo que es verdad y lo que es mentira. Al creer sus propias mentiras, se engaña a sí misma, se aísla de Dios y pierde credibilidad frente a los demás. A la larga, la verdad triunfa.15.22, 23 Este es el primero de los numerosos lugares en la Biblia donde se repite el tema «obedecer es mejor que los sacrificios» (Psa 40:6-8; Psa 51:16-17; Pro 21:3; Isa 1:11-17; Jer 7:21-23; Hos 6:6; Mic 6:6-8; Mat 12:7; Mar 12:33; Heb 10:8-9). ¿Estaba diciendo Samuel que el sacrificio no tenía importancia? No, estaba exhortando a Saúl a que analizara las razones por las que hacía el sacrificio y no el sacrificio mismo. Un sacrificio era una transacción ritual entre el hombre y Dios que demostraba físicamente una relación entre ambos. Pero si el corazón de la persona no estaba completamente arrepentido o si no amaba verdaderamente a Dios, el sacrificio era un ritual vacío. Las ceremonias religiosas o los rituales son vacíos a menos que se lleven a cabo con una actitud de amor y obediencia. «Ser religioso» (ir a la iglesia, servir en una actividad, dar limosna) no basta si no practicamos nuestra devoción ni la obediencia a Dios.15.23 La rebeldía y la obstinación son pecados graves. Son algo más que ser independientes y de carácter fuerte. Las Escrituras las compara con la adivinación (hechicería) y la idolatría, pecados que merecen la muerte (Exo 22:18; Lev 20:6; Deu 13:12-15; Deu 13:18-10; Mic 5:10-14).Saúl se volvió rebelde y obstinado, y por lo tanto no nos sorprende que Dios finalmente lo haya rechazado y destituido de su trono. La rebeldía contra Dios es quizá el más serio de todos los pecados, porque en la medida que una persona se rebela, cierra la puerta al perdón y a la restauración ante Dios.15.26 Las excusas de Saúl habían llegado al final. Era el momento de ajustar cuentas. Dios no estaba rechazando a Saúl como persona. El rey todavía podía buscar el perdón y restaurar su relación con Dios, pero ya era demasiado tarde para devolverle su reino. Si usted no es responsable con lo que Dios le ha confiado, a la larga se le agotarán las excusas. Todos nosotros algún día daremos cuenta de nuestros actos (Rom 14:12; Rev 22:12).15.30 Saúl estaba más preocupado por el qué dirán que por el estado de sus relaciones con Dios (15.24). Le rogó a Samuel que lo acompañara a adorar como una demostración pública de que el profeta todavía lo apoyaba. Si Samuel le hubiera dicho que no, probablemente el pueblo hubiera perdido toda confianza en Saúl.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 701 1Sa 9:16; 1Sa 10:1

b 702 Deu 17:20; 1Sa 12:14; Ecl 12:13

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

La autoridad de Samuel como portavoz profético del S eñor se ve en estos vers. La orden de Samuel permite que Saúl muestre obediencia fiel a Dios, lo que era su deber como rey (12:13– 15).

Fuente: La Biblia de las Américas

está atento. I.e., con miras a obedecer.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

Lit., escucha el sonido de

Fuente: La Biblia de las Américas

[2] No sólo los amalecitas habían rehusado el paso de los israelitas al venir de Egipto, sino que habían asesinado a los que medio muertos de hambre y de cansancio se habían quedado detrás del ejército. Atacaron a los israelitas en el desierto, en tiempo de los Jueces y no cesaron después los ataques. Deut 25, 18; Num 14, 45; Jue 3, 13; 6, 3-33.[3] Saúl no ignoraba que Dios le había mandado con el profeta Samuel destruir por entero a los amalecitas. La guerra de exterminio es considerada una empresa sagrada.[6] Descendientes de Jetro, suegro de Moisés.

Fuente: Notas Torres Amat