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Comentario de 2 Corintios 3:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de 2 Corintios 3:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O acaso tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de vosotros?

3:1 — Las palabras de 2:14 al 17 no habían de ser tomadas por los corintios como palabras de auto recomendación. Evidentemente los falsos hermanos en Corinto acusaban a Pablo de recomendarse a sí mismo, y que eso evidenciaba que no era apóstol genuino. Pablo supo de tales acusaciones falsas, tal vez por Tito, y por eso repetidas veces hace referencia a ello en esta carta (5:12; 10:12,18; 12:11). Estuvo consciente de la arrogancia de algunos en Corinto (1Co 4:18; 2Co 10:10), quienes eran capaces de representar mal al apóstol Pablo.

— «¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos»? La pregunta implica un «no» como respuesta. La forma gramatical griega de la frase demanda que la respuesta sea «no». Sería falsedad acusar a Pablo de recomendarse a sí mismo.

— «¿O tenemos necesidad… vosotros?» Las recomendaciones por carta eran comunes en ese tiempo, como lo son hoy en día (Hch 15:25; Hch 18:27; Rom 16:1; Col 4:10; 2Ti 4:11; Tit 3:13). Pero tales recomendaciones pueden ser falibles y se puede abusar de ellas (Gál 1:7; Gál 2:12). Los enemigos de Pablo tal vez habían traído de Judea, o de ciertas iglesias, cartas de recomendación. Ellos las necesitaban, pero Pablo, ¡no! Sin esas cartas, ellos no eran nadie; de ellas Pablo no tenía ninguna necesidad. ¡Qué fuerte es la ironía, o el sarcasmo, de Pablo aquí!

Pablo era el padre de los corintios en el evangelio (1Co 4:15; 1Co 3:10). ¿Necesita el padre una recomendación para llegar a sus hijos? Todo lo que tenían los corintios (la conversión a Cristo, los dones milagrosos, etc.), de lo cual hubieran podido hacer una carta de recomendación para otro, lo habían recibido de Pablo. Ahora, podían ellos facilitarle a Pablo alguna carta de recomendación? ¿Necesita el padre una carta de recomendación de sus hijos? Cuando menos para los corintios Pablo ciertamente era apóstol, ¡pues ellos eran el mismo sello de su apostolado! (1Co 9:2).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Comenzamos otra vez. 2Co 2:17; 2Co 5:12; 2Co 10:8, 2Co 10:12; 2Co 12:11, 2Co 12:19; 1Co 3:10; 1Co 4:15; 1Co 10:33.

cartas de recomendación. Hch 18:27; 1Co 16:3.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

A fin de que los maestros falsos no lo acusen de vanagloriarse, les muestra que la fe y la gracia de los corintios son suficiente recomendación de su ministerio, 2Co 3:1-5.

En una comparación entre los ministros de la ley y del evangelio, 2Co 3:6-11,

prueba que su ministerio es hasta aquí, más excelente, como el evangelio de vida y libertad es más glorioso que la ley de condenación, 2Co 3:12-18.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Pablo compara la obra transformadora del Espíritu en la vida de sus lectores con las cartas de recomendación que llevaban otros maestros religiosos (vv. 2Co 3:1-6) y con la ley de Moisés grabada con letras en piedra (vv. 2Co 3:7-18).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Al declarar otra vez su sinceridad (2Co 2:17) Pablo pregunta si era necesario tener una carta de recomendación que lo respalde, como algunos lo hacían. El lenguaje implica que los falsos maestros que se mencionan más tarde en esta carta (2Co 11:13) trataron de ganar la aceptación al usar tales referencias.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Las cartas comendaticias de Pablo, 3:1-3.
1 ¿Voy a comenzar de nuevo a recomendarme a mí mismo? ¿O necesito, como algunos, de cartas que nos recomienden a vosotros o en que vosotros me recomendéis? 2Mi carta sois vosotros mismos, escrita en nuestros corazones, conocida y leída de todos los hombres, 3 pues notorio es que sois carta de Cristo, expedida por nosotros mismos, escrita, no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne que son vuestros corazones.

Sabe el Apóstol que sus adversarios de Corinto, apoyándose quizás en algunas frases de sus escritos (cf. 1Co 4:18-21; 1Co 9:1; 1Co 14:18; 1Co 15:10), le acusaban de arrogancia y ambición (cf. 7:2; 10:10; 11-22-23). Todo para ganarse admiradores. La alabanza que, comparándose con ellos, acababa de hacer de sí mismo (cf. 2:17), podía dar pie a nuevas críticas; por eso sale enseguida al paso, con dos preguntas que están cargadas de ironía (v.1). Son ellos, sus adversarios, los que necesitaron cartas de recomendación. Aquí no les dice más. Volverá a ocuparse de ellos en los c. 10-13. Estas cartas informativas o de recomendación eran corrientes en la diáspora judía (cf. Hch 28:21), y también entre los cristianos (cf. Hec 18:27; Rom 16:1-2).
San Pablo, con una metáfora atrevida, llama a los corintios su “carta” de recomendación (v.2). Quiere decir que su labor en Corinto era como una carta abierta, que todos podían leer, y que estaba indicando a todo el mundo qué clase de apóstol era él. Ya en otra parte había dicho que los cristianos de Corinto eran el “sello de su apostolado” (1Co 9:2). Esta carta la llevaba “escrita en su corazón,” según era el amor y afecto con que siempre los estaba recordando (cf. 7:3). Claro que, más que carta suya, eran “carta de Cristo” (v.3), del que él era simple instrumento (cf. 1 Cor 3:5-p); y había sido escrita, no con tinta, sino con la virtud interna y vivificadora del Espíritu Santo, que es algo mucho más permanente que la tinta. La imagen “tablas de piedra” y “corazones de carne” está tomada del Antiguo Testamento (cf. Exo 24:12; Exo 31:18; Jer 31:33; Eze 36:26), y con ella insinúa ya San Pablo la diferencia entre la Antigua y la Nueva Alianza, de que va a hablar a continuación.

Ministerio de la “letra” y ministerio del “espíritu,” 3:4-18.
4 Tal es la confianza que por Cristo tenemos en Dios: 5 No que nosotros seamos capaces de poner en cuenta cosa alguna como de nosotros mismos, que nuestra suficiencia viene de Dios. 6 El nos capacitó como ministros de la nueva alianza, no de la letra, sino del espíritu, que la letra mata, pero el espíritu da vida. 7 Pues si el ministerio de muerte escrito con letras sobre piedras fue glorioso, hasta el punto de que no pudieran los hijos de Israel mirar el rostro de Moisés a causa de su resplandor, con ser transitorio, 8 ¡cuánto más no será glorioso el ministerio del espíritu! 9 Si el ministerio de condenación es glorioso, mucho más glorioso será el ministerio de la justicia.10 Y en verdad, en este aspecto aquella gloria deja de serlo, comparada con esta otra gloria sobreeminente. 11 Porque si lo transitorio fue glorioso, ¿cuánto más lo será lo que permanece? 12 Teniendo, pues, tal esperanza, procedemos con plena franqueza, 13 y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro para que los hijos de Israel no pusiesen los ojos en una gloria destinada a perecer. 14 Pero sus entendimientos estaban velados y lo están hoy por el mismo velo que continúa sobre la lección de la Antigua Alianza, sin percibir que sólo por Cristo ha sido removido. 15 Hasta el día de hoy, siempre que leen a Moisés, el velo persiste tendido sobre sus corazones; 16 mas cuando se vuelvan al Señor, será corrido el velo. 17 El Señor es espíritu, y donde está el espíritu del Señor, está la libertad. 18 Todos nosotros a cara descubierta reflejamos la gloria del Señor como en un espejo y nos transformamos en la misma imagen, de gloria en gloria, a medida que obra en nosotros el espíritu del Señor.

La idea fundamental de esta perícopa es hacer ver que los predicadores del Evangelio son ministros de una revelación o economía muy superior a la de Moisés. Como punto de partida, San Pablo toma el pensamiento desarrollado en 2:14-16, y dice que una tal “confianza,” es a saber, la de poder considerarse como “buen olor de Cristo” y con capacidad para esa misión, le viene únicamente de la gracia de Dios por los méritos de Jesucristo (v.4). Y lo explica más en los v.5-6: de nosotros mismos no somos capaces de “poner en cuenta” (λογίσασ οα ) cosa alguna, toda nuestra “suficiencia” (ικανότης ) nos viene de Dios, que es quien “nos capacitó” (ίκάνωσεν ήμαβ ) como ministros de la Nueva Alianza 201.
A fin de poner de manifiesto la grandeza de esa Nueva Alianza, y, consiguientemente, la de sus ministros o servidores, San Pablo toma como punto de referencia la Antigua, que Dios había establecido con Israel en el Sinaí (v.6-1:1). De la Antigua dice que era Alianza de “la letra que mata., ministerio de muerte escrito con letra sobre piedras., ministerio de condenación”; de la Nueva, por el contrario, que es Alianza del “espíritu que da vida., Ministerio del espíritu. , Ministerio de la justicia.” Con todas estas expresiones, para nuestra mentalidad literaria bastante extrañas, trata el Apóstol de definir la naturaleza de ambas economías, la mosaica y la cristiana. Son expresiones cargadas de sentido y cuya inteligencia sería muy difícil, de no tener otros escritos del Apóstol que nos las aclaren. Sin duda que eran conceptos corrientes en su predicación, razón por la que fácilmente podrían ser entendidos por los destinatarios de las cartas, aunque a nosotros nos resulten oscuros. Es sobre todo en la carta a los Romanos (c.6-8), donde estas ideas han sido expuestas con más detalle. Conforme a lo que allí dice el Apóstol, lo de “letra que mata” y “ministerio de muerte y condenación,” aplicado a la Ley mosaica, no significa que la Ley no fuera en sí santa y buena, sino que la Ley, en cuanto tal, no sirvió sino para aumentar pecados, pues señalaba desde fuera cuál era la voluntad de Dios, pero no daba fuerza interior para cumplirlo (cf. Rom 7:7-24). Cierto que también hubo justos en el Antiguo Testamento, pero fueron tales, no merced a la Ley, sino merced a la gracia sobrenatural proveniente de los méritos previstos de Cristo, que, de suyo, era algo extrínseco a la Ley. Muy de otra condición es la Ley evangélica. En la economía del Evangelio, sin necesidad de ayuda proveniente de principios extraños, podemos conseguir la “justicia” (cf. Rom 1:17; Rom 3:26), merced a los méritos de Jesucristo y al influjo vivificador del Espíritu que opera sobre nuestras almas, iluminando la mente, corroborando la voluntad y transformando las disposiciones del corazón (cf. Rom 5:5; Rom 8:1-17). Supuesta esta superioridad de la nueva economía sobre la antigua, el Apóstol arguye de la siguiente manera: si el ministerio de los servidores de la antigua economía fue “glorioso,” ¿cuánto más lo será el de los servidores de la nueva, entre los cuales está él? Para probar lo primero se fija en el caso de Moisés, cuya irradiación esplendorosa de gloria, al bajar de comunicar con Yahvé, no podían soportar los hijos de Israel (v.7; cf. éxo 34:29-30). En el hecho de que fuera transitorio aquel resplandor del rostro de Moisés, San Pablo ve como un símbolo del carácter transitorio del régimen del Sinaí, destinado a desaparecer para dar lugar al Evangelio eterno de Cristo (cf. ν .7.1.1). Υ dice que, en realidad, esa “gloria” pasajera de la antigua economía apenas merece llamarse gloria, si se compara con la del Nuevo Testamento (v.10). Algo así como la luz de una lámpara, muy brillante durante la noche, pero que, comparada con la luz del sol, ni siquiera merece llamarse luz,
En los v.12-18, con razonamientos muy del gusto rabínico, San Pablo hace numerosas aplicaciones del hecho de cubrirse Moisés la cara con el velo después de hablar con Dios (cf. Exo 34:29-35). Presenta ese velo como destinado, no tanto para ocultar una claridad que no podían soportar los israelitas, cuanto para impedir que se diesen cuenta de que el resplandor de su rostro iba desapareciendo a medida que pasaba el tiempo desde su última conversación con Dios (v.13). Evidentemente, San Pablo está pensando en el carácter transitorio de la Ley mosaica: ese resplandor del rostro de Moisés que los israelitas creen permanente, pero que desaparece bajo el velo, representa la gloria de la Ley, la cual es transitoria, aunque los judíos no se den cuenta. Y es que también ellos tienen un velo tendido sobre sus corazones cuando leen el Antiguo Testamento, cuyo carácter transitorio, que desemboca en Cristo, no comprenden (v.14-15; cf. Rom 13:8-10). Cuando “se vuelvan” al Señor, aceptando el Evangelio, ya como individuos, ya como nación (cf. Rom 11:1-27), será removido ese velo, al igual que lo removía Moisés cuando volvía a hablar con Dios (v.16; cf. Exo 34:34). Eso, en cuanto a los judíos. Por lo que toca a los cristianos con conciencia de pertenecer a la economía imperecedera del Evangelio, no necesitamos, como necesitaba Moisés, tapar nada, sino que procedemos con absoluta “franqueza” de lenguaje y de acción (v.12); y, a cara descubierta siempre, reflejando a manera de espejos la gloria del Señor, nos vamos asemejando más y más cada día a la imagen reflejada, conforme va operando en nosotros el Espíritu (v.18). ¡Gran dignidad la del cristiano! Nada de velos ni de ocultaciones. Sin velo, como Moisés al hablar con Dios, estamos reflejando en nuestras almas el resplandor o gloria de Cristo, el cual a su vez es imagen de Dios (cf. 4:4; Col 1:15). Y este reflejo de la gloria de Cristo en nosotros es permanente, no transitorio, como era el de Moisés, haciéndonos cada día más conformes a su imagen (cf. Rom 8:29; 1Co 15:49; Flp 3:21), a través de la fe y de la caridad, movidas por el Espíritu 202.
En cuanto a la frase: “El Señor es espíritu, y donde está el espíritu del Señor, está la libertad” (v.17), hay gran variedad de interpretaciones entre los autores 203. Desde luego, el texto no es claro. Lo más probable es que el término “Señor” se refiera a Jesucristo, como es lo ordinario en San Pablo (cf. 1Co 8:6), del que se dice que es “espíritu,” en el mismo sentido en que este término está contrapuesto a “letra” en el v.6. Es decir, Jesucristo es el sentido espiritual y profundo que late bajo la letra del Antiguo Testamento, verdadero espíritu vivificador de la antigua economía, en contraposición a la letra inerte que mata; y donde está el espíritu del Señor está la “libertad,” esa libertad de que gozan los hijos de Dios independizados de la esclavitud del pecado y de la Ley (cf. Rom 8:1-17; Gal 4:21-31) y que el Apóstol poseía a plenitud (cf. v.1a). En su anterior carta a los Corintios, San Pablo había dicho ya de Jesucristo que era “espíritu vivificante” (cf. 1Co 15:45). Todo esto no quiere decir que in obliquo no quede también aludido el Espíritu Santo. Jesucristo y el Espíritu Santo, que ciertamente son dos personas distintas, no tienen intereses contrapuestos en la santificación de las almas, sino perfectamente compenetrados. Podemos muy bien decir, desde el punto de vista espiritual, que vivimos por el Hijo y vivimos por el Espíritu; o, más exactamente, que vivimos del Espíritu enviado por el Hijo. Cristo resucitado es para los cristianos el origen y fuente del Espíritu (cf. 1Co 15:45), de ahí que, en cierto sentido, es la misma cosa recibir a Cristo y recibir el Espíritu. Todo esto resulta más claro si atendemos a que Pablo, como en general la Escritura, mira más al aspecto funcional que al ontológico o metafísico. El Espíritu viene a ser como la presencia actuante del Señor.

Fuente: Biblia Comentada

Por cuanto Pablo no quería que los maestros falsos lo acusaran de ser orgulloso, él comenzó su defensa con dos preguntas, en lugar de hacer afirmaciones directas. ¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? La palabra griega que se traduce «recomendarnos» significa «presentarse». Pablo pregunta a los corintios si era necesario que él se presentara de nuevo como si nunca se hubieran conocido, a fin de demostrar quién era en realidad. La forma de la pregunta demandaba una respuesta negativa. cartas de recomendación. Los maestros falsos también acusaron a Pablo de no poseer documentos adecuados para probar su legitimidad. Ese tipo de cartas se utilizaba para presentar y autenticar a una persona en las iglesias del primer siglo (cp. 1Co 16:3; 1Co 16:10-11). Sin lugar a dudas, los falsos maestros habían llegado a Corinto con esas cartas, las cuales es posible que hubieran falsificado (cp. Hch 15:1; Hch 15:5) u obtenido con engaños de miembros prominentes de la iglesia de Jerusalén. El punto de Pablo es que no necesitaba testimonios de segunda mano porque los corintios tenían pruebas de primera mano sobre su carácter sincero y piadoso, así como sobre la verdad de su mensaje que les había regenerado.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Los falsos maestros en Corinto siempre atacaron la competencia de Pablo como ministro del evangelio, y estos versículos incluyen la defensa del apóstol.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

3:1 — Las palabras de 2:14 al 17 no habían de ser tomadas por los corintios como palabras de auto recomendación. Evidentemente los falsos hermanos en Corinto acusaban a Pablo de recomendarse a sí mismo, y que eso evidenciaba que no era apóstol genuino. Pablo supo de tales acusaciones falsas, tal vez por Tito, y por eso repetidas veces hace referencia a ello en esta carta (5:12; 10:12,18; 12:11). Estuvo consciente de la arrogancia de algunos en Corinto (1Co 4:18; 2Co 10:10), quienes eran capaces de representar mal al apóstol Pablo.
–«¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos»? La pregunta implica un «no» como respuesta. La forma gramatical griega de la frase demanda que la respuesta sea «no». Sería falsedad acusar a Pablo de recomendarse a sí mismo.
–«¿O tenemos necesidad… vosotros?» Las recomendaciones por carta eran comunes en ese tiempo, como lo son hoy en día (Hch 15:25; Hch 18:27; Rom 16:1; Col 4:10; 2Ti 4:11; Tit 3:13). Pero tales recomendaciones pueden ser falibles y se puede abusar de ellas (Gál 1:7; Gál 2:12). Los enemigos de Pablo tal vez habían traído de Judea, o de ciertas iglesias, cartas de recomendación. Ellos las necesitaban, pero Pablo, ¡no! Sin esas cartas, ellos no eran nadie; de ellas Pablo no tenía ninguna necesidad. ¡Qué fuerte es la ironía, o el sarcasmo, de Pablo aquí!
Pablo era el padre de los corintios en el evangelio (1Co 4:15; 1Co 3:10). ¿Necesita el padre una recomendación para llegar a sus hijos? Todo lo que tenían los corintios (la conversión a Cristo, los dones milagrosos, etc.), de lo cual hubieran podido hacer una carta de recomendación para otro, lo habían recibido de Pablo. Ahora, podían ellos facilitarle a Pablo alguna carta de recomendación? ¿Necesita el padre una carta de recomendación de sus hijos? Cuando menos para los corintios Pablo ciertamente era apóstol, ¡pues ellos eran el mismo sello de su apostolado! (1Co 9:2).

Fuente: Notas Reeves-Partain

CARTAS PERSONALES DE CRISTO

2 Corintios 3:1-3

¿Es que estamos empezando a recomendarnos a nosotros mismos? No creeréis que necesitamos -como algunos que andan por ahí- cartas de recomendación para vosotros o de vosotros. Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, que todo el mundo puede conocer y leer. Está a la vista que sois cartas que Cristo ha escrito, expedidas por medio de nuestro ministerio, no escritas con tinta sino con el Espíritu del Dios vivo, no en tablas de piedra sino en las entretelas de corazones humanos que viven y laten.

Detrás de este pasaje subyace la idea de una costumbre muy corriente en el mundo antiguo y en el mundo moderno: la de enviar o dar cartas de recomendación a las personas. Si alguien iba a una comunidad extraña, un amigo suyo que conociera a alguien en esa comunidad le daría una carta de recomendación para presentarle y dar fe de sus buenas cualidades.
Aquí tenemos una de esas cartas, encontrada entre los papiros, escrita por un cierto Aurelio Arquelao, que era beneiciarius, es decir, soldado privilegiado que estaba exento de todos los servicios de cuartel; iba dirigida al comandante en jefe, un tribuno militar llamado Julio Domitio, presentando y recomendando a un cierto Theón: » A Julio Domitio, tribuno militar de la legión, de Aurelio Arquelao, su benefcciarius: ¡Salud! Yate he recomendado antes a mi amigo Theón; y ahora te pido otra vez, señor, que le tengas bajo tu cuidado como harías conmigo. Porque es un hombre que merece que se le quiera; porque ha dejado a su gente, sus bienes y su negocio para venirse conmigo, y me ha mantenido a salvo en todas las circunstancias. Por tanto te ruego que le des permiso para ir a verte. Te podrá contar todo lo de nuestro negocio… Yo le he cogido cariño… Te deseo, señor, mucha felicidad y larga vida con tu familia y buena salud. Ten presente esta carta para que te acuerdes de lo que te digo. Que te vaya bien. Adiós.»

Ese era el tipo de cartas de recomendación, o referencias, que quería decir Pablo. Hay algunos ejemplos de ellas en el Nuevo Testamento. El capítulo 16 de Romanos se escribió para presentar a Febe, miembro de la iglesia de Cencreas, a la iglesia de Roma. Y, por supuesto, aunque es única en su género, la carta de recomendación que escribió Pablo a Filemón a favor del esclavo de éste, Onésimo.

En el mundo antiguo, como en el actual, a veces estos testimonios escritos no querían decir gran cosa. Un individuo le pidió una vez una de esas cartas al filósofo cínico Diógenes, y éste le contestó: » Que eres un hombre, se ve a la legua; pero el que seas bueno o malo ya lo descubrirá la persona a la que te diriges si tiene caletre; y si no lo tiene, no descubrirá la verdad aunque yo se la escriba mil veces.»
Pero en la iglesia cristiana se necesitaban esas cartas; porque hasta Luciano, el satírico pagano, se dio cuenta de que cualquier charlatán podía hacer una fortuna visitando a los ingenuos cristianos que se dejaban engañar tan fácilmente.
Las frases anteriores de la carta de Pablo sonaban un poquito a una recomendación de Pablo a Pablo; así es que declara que no tiene necesidad de tales recomendaciones. Luego echa una ojeada a los que han estado causando problemas en Corinto. «Puede que haya algunos -dice- que os trajeron cartas de recomendación o que os las pidieron.» Es más que probable que se tratara de emisarios de los judíos que habían llegado a deshacerla obra de Pablo y que habían presentado cartas de introducción del sanedrín que los acreditaban. En el pasado, el mismo Pablo, entonces Saulo, había llevado esas cartas cuando estaba haciendo todo lo posible para erradicar la Iglesia (Hch 9:2 ). Ahora dice que su única carta de recomendación son los mismos corintios. El cambio que han experimentado en su vida y carácter es la única recomendación que necesita.

De ahí pasa a hacer una gran afirmación: Cada uno de ellos es una carta de Cristo. Mucho antes, Platón había dicho que un buen maestro no escribe su mensaje con tinta que se pueda borrar; lo escribe en las personas. Eso era lo que había hecho Jesucristo: había escrito Su Mensaje en los corintios por medio de Su amanuense Pablo, no con tinta que se pudiera borrar sino con el Espíritu; no en tablas de piedra como las primeras en que se escribió la ley, sino en las entretelas del corazón.
Hay aquí una gran verdad que es al mismo tiempo una inspiración y una seria advertencia: todos somos cartas abiertas de Jesucristo. Todos los cristianos, nos guste o no, somos un anuncio del Evangelio. El honor de Cristo está en las manos de Sus seguidores. Juzgamos al tendero por la clase de mercancías que vende; al artesano, por los artículos que fabrica; a la iglesia, por la clase de gente que produce; por tanto, juzgamos a Cristo por las personas que se declaran Sus seguidoras. Dick Sheppard, después de años de estar predicando al aire libre a gente de fuera de la iglesia, declaró que «la mayor pega que muchos le encuentran a la iglesia son las vidas contrahechas de muchos que se confiesan cristianos.» Cuando salimos al mundo, tenemos la aterradora responsabilidad de ser cartas abiertas de recomendación de Cristo y Su Iglesia.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 3

d) La comunidad, carta de recomendación del apóstol (3/01-03).

1 ¿Comenzamos de nuevo a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O quizás necesitamos, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros o de parte de vosotros?

Pablo ha hablado de su labor apostólica de la palabra. Pero le asalta la preocupación de que podría ser mal interpretado, como si quisiera recomendarse a sí mismo, o insistir, todavía más en la propia recomendación. Pablo ha tenido que oír, de vez en cuando, observaciones inamistosas en este sentido (5,12). A la pregunta que él mismo se hace responde el apóstol con una nueva pregunta. Los adversarios de Pablo se introducen desde fuera en las comunidades a base de cartas de recomendación y toman consigo cartas de este género cuando van fuera 27. Pero nadie podrá decir de Pablo que se haya servido de tales medios. Pablo tiene muy poca necesidad de cartas de recomendación y se preocupa muy poco de recomendarse a sí mismo. Es incluso posible que los corintios se hayan dejado arrastrar contra Pablo por culpa de algunas cartas de recomendación que sus adversarios llevan consigo.

3 Nuestra carta sois vosotros: escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres.

Pablo no necesita cartas de recomendación de ninguna especie, porque tiene una carta de recomendación de una clase muy diferente y del más alto significado. Es la Iglesia de Corinto, de la que todos saben que Pablo es el fundador y pastor. Pablo acuña una frase expresiva y una imagen gráfica y sensible. Pero, como ocurre con frecuencia en él, no desarrolla la comparación de una forma precisa. Se le comprende con dificultad, porque sugiere, a medida que escribe, nuevos pensamientos y nuevos puntos de comparación. La idea central de la comparación está claramente expresada cuando Pablo dice: «Conocida y leída por todos los hombres.» La afirmación es altiva. Todo el mundo conoce la iglesia de Corinto y sabe que Pablo es su apóstol. Pero en esta línea metafórica no se inserta bien el giro «escrita en nuestros corazones». Si la carta está escrita en el corazón de Pablo, ya no es una prueba visible para los demás hombres. Y, a pesar de ello, la concisa frase tiene un valor inestimable para nosotros. Pablo da a conocer con ella cuán cara y valiosa es para él la Iglesia de Corinto. La lleva en su corazón.

3 Es evidente que sois una carta de Cristo, redactada por nosotros, escrita no con tinta, sino con el espíritu del Dios viviente, no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones de carne.

La imagen continúa. No es Pablo el que ha escrito esta carta. Es una carta de Cristo, testimonio de su poder, porque es Cristo, no el apóstol, quien ha fundado la Iglesia de Corinto. Es Cristo quien ha elegido y llamado a los creyentes, quien ha santificado a los santos y quien los llevará a la plenitud. Pero no es menos cierto que esto aconteció y acontece en la Iglesia y mediante la cooperación del apóstol que, por lo mismo, puede decir de la carta que ha sido escrita mediante su trabajo y sus fatigas.

Una carta de esta clase se diferencia por completo de cualquier tipo de escrito humano. La diferencia radica en dos notas y circunstancias características. No ha sido escrita con tinta, sino con el espíritu del Dios viviente. Doquiera la Iglesia exista, existirá siempre en virtud de la gracia de Dios creadora, no en virtud de la voluntad humana. La Iglesia es siempre «la Iglesia del Dios viviente» (1Ti 3:15).

Para describir la otra característica se acude a reminiscencias veterotestamentarias. La carta no ha sido escrita en tablas de piedra, sino en corazones humanos. Pablo piensa aquí en la contraposición entre antigua y nueva alianza, que expondrá más adelante (1Ti 3:6 s). En el monte Sinaí el dedo de Dios escribió los mandamientos en tablas de piedra (Exo 31:18). Pero ya los profetas advierten que los mandamientos deben escribirse en los corazones. Así, Jeremías dice de la nueva alianza: «Pondré mi ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo» (Jr 31[38],33). El Evangelio fue escrito en los corazones de los corintios, para crearlos de nuevo. Por eso la Iglesia de Corinto, como nueva creación de Dios, ha pasado a ser una carta de recomendación para los apóstoles. Una vez más aparecen unidos Cristo, Espíritu y Dios, en la obra de la redención (véase el comentario a 1,21s).

……………

27. Las cartas de recomendación eran tan usadas en la antigüedad como en nuestros días. El mismo Nuevo Testamento alude a esta costumbre repetidas veces. El perseguidor de los cristianos, Saulo, iba a Damasco con cartas de recomendación del consejo supremo (Hec 9:2; Hec 22:5). Según Hec 15:23-29, Pablo y algunos otros discípulos recibieron cartas de recomendación de Jerusalén para Antioquía. El mismo Pablo escribe cartas de recomendación (la carta a Filemón es de este género) o, al menos, inserta en sus cartas algunas líneas con recomendaciones (2Co 8:16-24; Rom 16:1 s; 1Co 4:17; 1Co 16:3). Por tanto, el Apóstol no reprueba absolutamente la costumbre, pero sí el modo y manera con que lo utilizan sus adversarios.

……………

2. LA ANTIGUA ALIANZA Y LA NUEVA (3/04-18).

En 3,3 se enuncia brevemente el motivo de la contraposición entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. Ahora se amplía este pensamiento y se inserta en el tema central de la carta, que pone de relieve la gloriosa naturaleza del ministerio y del servicio neotestamentario comparándolo con el servicio y el ministerio veterotestamentario

a) La capacidad para el ministerio es un don de Dios (3,4-5).

4 Tal es la confianza que tenernos ante Dios por medio de Cristo. 5 Y no es que por nosotros mismos seamos capaces de poner a nuestra cuenta cosa alguna; por el contrario, nuestra capacidad procede de Dios…

La seguridad del apóstol de que su carta de recomendación es la Iglesia de Corinto no es seguridad nacida de la conciencia de su propia fuerza y de su capacidad humana, sino confianza en Dios.

Pablo se niega incluso a atribuirse la capacidad de idear y planear, y mucho más aún la posibilidad de llevar a cabo lo planeado. Toda capacidad procede de Dios y viene dada a través de Cristo. El mismo Cristo dice: «Sin mí, no podéis hacer nada» ( Jua 15:5).

b) La letra y el espíritu (Jua 3:6-8).

6…que incluso nos capacitó para ser servidores de la nueva alianza, no de letra, sino de espíritu; pues la letra mata, mientras que el espíritu da vida.

Dios ha hecho llegar, en Cristo, el tiempo de la salvación y ha fundado la nueva alianza. Esto es obra de Dios. Y Pablo es su servidor y colaborador, no por sus propias fuerzas, sino porque Dios le ha capacitado para ello.

ALIANZA NUEVA: La expresión nueva alianza procede de la profecía de Jeremías: «Mirad que vienen días -oráculo de Yahveh- en que yo pactaré con la casa de Israel y con la casa de Judá una nueva alianza… los padres rompieron mi alianza y yo hice escarmiento en ellos… Esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel: pondré mi ley en su interior y sobre su corazón la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo» (Jr 31[38],31-34). Este oráculo era mu y conocido justamente en la época neotestamentaria. En la teología judía de aquel tiempo se cita con frecuencia y se comenta en la escuela. El Nuevo Testamento acepta la afirmación del profeta de acuerdo con esta esperanza. El mismo Jesús se refiere a ella, cuando en la cena habla de su sangre derramada como de la «sangre de la alianza» (Mar 14:24). Pablo habla con absoluta claridad de la «nueva alianza» (1Co 11:25; como Luc 22:20). Sirviéndose del relato sobre Moisés () explica aquí Pablo la superioridad de la preeminencia de la gloria del nuevo ministerio apostólico frente al ministerio sacerdotal de la ley veterotestamentaria. Según el relato del éxodo, Moisés recibió en el monte la ley de los diez mandamientos, escrita en tablas de piedra. Moisés descendió del monte con el rostro iluminado por un resplandor divino, de tal modo que los israelitas sintieran temor ante él. Por eso, Moisés tuvo que poner un velo sobre su rostro 28.

De acuerdo con este antiguo relato, Pablo describe el contraste entre la antigua alianza y la nueva primeramente como un contraste entre letra (escritura) y espíritu. Llama a la antigua alianza letra y escritura, aludiendo a que la ley entregada a Moisés estaba escrita en tablas. Estas tablas de piedra contienen, según PabIo, sólo algo escrito y prescrito, pero no la fuerza necesaria para hacer brotar una vida auténtica. Esto era la antigua alianza, con las exigencias de la ley. Contiene muchos preceptos, pero no da fuerzas para cumplirlos. La nueva alianza, en cambio, da también, como un don divino, el espíritu de Dios que, como el espíritu íntimo del hombre, es alegría y fuerza de acción.

Pablo compara el contraste entre la antigua alianza y la nueva con el que existe entre la muerte y la vida. Nadie cumple la ley y nadie puede cumplirla. Pero el que la quebranta es reo de pecado. Es, incluso, reo de muerte ante la santidad y la justicia divina. En última instancia, lo único que puede hacer, siempre, la ley dura y desnuda, es matar. Así, la antigua alianza está siempre en la muerte. Por el contrario, el espíritu que se envía en la nueva alianza, da la vida 29. Que la nueva alianza es fuerza y vida, totalmente distinta de la alianza antigua y de la ley escrita, es algo que supieron ya por propia experiencia los oyentes de Jesús, cuando, según el Evangelio, advirtieron, en la actuación del Señor, que «enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas» (Mat 7:29).

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28. Pablo practica este género de exposición tal como le enseñaron a interpretar el Antiguo Testamento como rabino en su escuela teológica. En el Nuevo Testamento hay algunas pruebas de su sabiduría rabínica. Así, por mencionar sólo algunas de sus interpretaciones, Rom 4:1 25 y Gal 3:6-14, sobre la fe de Abraham; 1Co 10:1-11, sobre la marcha de Israel por el desierto como una exhortación para la Iglesia; Gal 4:21-31, sobre Agar y Sara como imágenes o tipos de Israel y la Iglesia. Similarmente, perícopas como Heb 3:7-11, sobre la marcha de Israel por el desierto como imagen de la peregrinación del pueblo de Dios; ,28, sobre Melquisedec como figura de Cristo. 29. Cf. 1Co 15:56; Gal 3:10; Rom 8:2.

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7 Pues si aquel servicio de la muerte, grabado con letras sobre piedras, fue glorioso, de suerte que los hijos de Israel no podían fijar la vista en el rostro de Moisés, a causa de la gloria de su rostro, a pesar de ser perecedera, 8 ¿cuánto más glorioso será el servicio del espíritu?

También la antigua alianza, la alianza de la ley, tenía su gloria, como nos hace saber aquel antiguo relato. Los israelitas no podían fijar la vista en el rostro glorioso y resplandeciente de Moisés. Con todo, Pablo acentúa: aquella gloria era perecedera. Desapareció, al cabo de algún tiempo, del rostro de Moisés. Cuando se habla de la gloria de Dios se quiere expresar la soberana majestad de Dios. Dios manifestó su gloria en la antigua alianza mediante acciones maravillosas en medio de su pueblo. El dominio soberano de Dios al final de los tiempos manifestará su gloria ante el mundo entero 30. El Nuevo Testamento dice que Cristo volverá de nuevo en su propia gloria y en la del Padre, pero añade, además, que esta gloria se manifestó ya y se manifiesta en Cristo 31. Si la antigua alianza contiene su gloria, ¡cuánto más la contiene la nueva, que es alianza del espíritu y de la vida! El servicio apostólico, que se prolongará en el servicio sacerdotal de la Iglesia, puede contribuir a establecer esta gloria que, ya desde ahora revelada, sigue avanzando y llegará, finalmente, a una plenitud eterna.

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30. Cf. Exo 33:185; Exo 40:34-38; Sal 19:2; Isa 42:8; Sal 57:6; Isa 40:5. 31. Cf. Mat 24:30; Mat 16:27; Jua 1:14.

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c) Condenación y justificación (Jua 3:9-10).

9 Pues, si el servicio de la condenación fue gloria, ¡con cuanta más razón abundará en gloria el servicio de la justificación!

La antigua alianza y la nueva se contraponen, además, entre sí, en cuanto la una es servicio de la condenación y la otra de la justificación. La antigua alianza es alianza de la ley, que pone siempre al hombre frente a sus obligaciones y le obliga a declararse convicto de culpa, porque no alcanza a cumplir su deber. Y así, siempre acaba por condenar al hombre como culpable. Desde luego, tampoco en la nueva alianza puede el hombre justificarse ante Dios por sus propias fuerzas. Pero al hombre que se sabe pecador, le concede Dios la justificación por amor de Cristo, que ha muerto por la ley y el pecado. Ha hecho cuanto era necesario por nosotros y, como hermano nuestro, nos abre de nuevo a la gracia de Dios. Aquí sólo se insinúa la idea, que será desarrollada en todo su alcance y profundidad en la carta de Pablo a los Romanos (Rom 3:21-31). Consiguientemente, la nueva alianza es la alianza de la justificación. La conclusión, una vez más, es ésta: si ya aquella alianza de la condenación tenía su gloria, ¡cuánto más debe tenerla la nueva alianza de la justificación! Pues del mismo modo que se debe privar al pecador de la gloria de Dios, de ese mismo modo debe concederse ésta, como propia, al hombre justificado.

10 Porque lo que entonces [en la antigua alianza] fue glorificado, no quedó glorificado a este respecto, comparado con esta gloria tan extraordinaria [de la nueva alianza].

Pablo intercala una observación. Acaba de decir que también la antigua alianza tuvo su gloria. Pero ahora añade, limitando la afirmación, que, comparada con la extraordinaria gloria de la alianza nueva, no era, en realidad, una verdadera gloria. La antigua alianza queda obscurecida ante la nueva.

d) Lo perecedero y lo verdadero (Rom 3:11).

11 Y si lo que era perecedero se manifestó mediante gloria, ¡con cuánta más razón se manifestará en gloria lo que es permanente!

Desde otro punto de vista, la antigua y la nueva alianza aparecen como lo perecedero y lo permanente, como la verdad preliminar y la verdad definitiva. La antigua alianza llegó a su término en la nueva. La nueva permanecerá para siempre, hasta el final de los tiempos. Si, pues, también la alianza antigua, perecedera, tuvo su gloria, mucho más debe tener su gloria la alianza nueva y verdadera.

e) Ocultación y sinceridad (3,12-13).

12 Teniendo, pues, esta esperanza, actuamos con plena franqueza…

La nueva alianza contiene la gloria y la justificación como bienes ya presentes. Es cierto que por ahora están todavía ocultos y sólo son conocidos en la fe. Con todo, de la fe brota la esperanza de que recibirá también la gloria futura y plena. Apoyado en esta seguridad, la actuación del apóstol se desenvuelve con toda franqueza. Esta palabra indica una abierta sinceridad, tanto ante los hombres como ante Dios. Consciente de ser servidor de Dios, puede el cristiano, y también puede el apóstol, defender su causa ante todos los hombres, con libertad y firmeza. El cristiano tiene el derecho y la posibilidad de decirlo todo, también ante Dios. Como hijo de Dios, se presenta ante él con la confianza de un hijo ante su padre. Puede y se le permite decirlo todo (Efe 3:12; Heb 4:16). Ya desde ahora, y cada día, puede el cristiano tener esta valentía ante Dios, y con esta misma seguridad de la fe podrá presentarse un día ante el juicio divino 32. También Pablo tiene esta sinceridad de poder decirlo todo. La tiene ante los hombres, a quienes anuncia todo el Evangelio abiertamente y sin reservas. La tiene ante Dios, pues puede esperar con confianza la justificación.

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32. Cf. Rom 8:33 s; 1Jn 2:1.

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13 Y no como Moisés, que se ponía un velo sobre el rostro para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el final de una cosa perecedera.

El contraste entre la antigua alianza y la nueva es, en fin, el contraste entre ocultación y sinceridad. Esto se deduce, según Pablo, del relato del éxodo, que narra una vez más que Moisés se puso un velo sobre el rostro. La sinceridad del apóstol se hace bien patente comparándole con Moisés. Según el relato, Moisés ocultó su rostro ante el pueblo. Pablo deduce de aquí algo que la Biblia veterotestamentaria no dice, a saber, que Moisés quiso ocultar ante el pueblo la desaparición del resplandor pasajero de su rostro. Lo cual demuestra, en opinión de Pablo, el carácter caduco y transitorio de toda la alianza antigua, tomada en bloque.

Pablo, en cambio, no tiene necesidad de ninguna clase de ocultación. No tiene temor a que desaparezca la gloria del ministerio apostólico, pues permanece para siempre. El apóstol puede hablar, pues, con toda libertad, a cara descubierta, con la cabeza bien alta.

f) Israel y la Iglesia (1Jn 3:14-18).

14 Pero sus inteligencias fueron embotadas. Porque hasta el día de hoy, en la lectura del Antiguo Testamento, sigue sin descorrerse el mismo velo, porque éste sólo en Cristo queda destruido.

Pablo encuentra que aquel relato revela más cosas todavía. Los israelitas no vieron ni advirtieron que el resplandor del rostro de Moisés era pasajero. Israel estaba y está ciego. No conoció, ni conoce en la actualidad, que toda la gloria de la alianza antigua era transitoria y ha pasado. Desde Moisés hasta el día de hoy -el día de Cristo- Israel sigue padeciendo la misma ceguera. Del mismo modo que entonces había un velo sobre el rostro de Moisés, también ahora hay un velo sobre la Biblia de Israel, sobre el libro del Antiguo Testamento, cuando se Ie lee. Este velo oculta a Israel el conocimiento verdadero de la Biblia. No sabe que la ley veterotestamentaria, como tal, ha pasado. No sabe que el Antiguo Testamento alude a Jesús como Mesías, que lleva a Cristo y encuentra su final en Cristo. El velo encubridor no se alza, a pesar de todo el celo de Israel por la ley, pues sólo se descorre en Cristo.

15 Hasta hay, pues, cuantas veces se lee a Moisés, permanece el velo sobre sus corazones.

Pablo tiene conocimiento de una verdad aún más profunda. Ve el velo primero sobre el rostro de Moisés, luego sobre el Antiguo Testamento, cuando se le lee, y ahora, finalmente, sobre los corazones de los judíos cuando leen a Moisés, de tal modo que no llegan a conocer la verdad. El apóstol recalca siempre lo mismo: que entre Dios y los israelitas se interpone un velo, de suerte que no ven ni entienden.

16 Pero «cuantas veces uno se vuelve al Señor, se quita el velo» (Exo 34:34).

Existe una posibilidad de que se descorra el velo y desaparezca el impedimento. También esto lo encuentra expresado Pablo en la historia de Moisés. De Moisés se dice que cuantas veces hablaba con Dios, se quitaba el velo. Esto significa, para Pablo, que Israel debe convertirse a su Señor con ánimo entero, sincero y creyente. Entonces acabará su ceguera. Se apartará el velo de sus ojos y de su corazón, cuando se vuelva a Cristo. La historia de la salvación se comprende a la luz de la fe.

La interpretación que hace Pablo de la historia de Moisés difiere de nuestra interpretación actual. Pero ¿es que por ser diferente debe ya ser falsa? ¿No puede ocurrir que, a través de lo desacostumbrado, lleguemos también nosotros a un nuevo descubrimiento? Es posible que Pablo parta de lo que veía y oía siempre que entraba en una sinagoga. Por reverencia al sagrado libro los hombres piadosos ponían la Biblia sobre un tapiz y ellos mismos se tapaban la cabeza y el rostro y se cubrían con preciosos mantos para la oración cuando leían los textos sagrados (tal como lo hacen los judíos en la actualidad). Pablo ve aquí una dolorosa realidad: el libro sagrado está encubierto para Israel y el mismo corazón de Israel está velado. ¡Cuántas fatigas se ha impuesto el Apóstol para adoctrinar a Israel y para demostrarle que su esperado Mesías ha llegado ya en Cristo Jesús! Pero toda su fatiga ha sido en vano. Con profundo desengaño y tristeza reconoce Pablo la tragedia del judaísmo. Israel aprecia los escritos sagrados del Antiguo Testamento sinceramente y por encima de todas las cosas. Lee sin cesar el libro sagrado. Se lo explican sin descanso en los servicios litúrgicos. Pero no conoce el verdadero sentido de este libro. Los judías veneran a Moisés como fundador de la antigua alianza, pero no reconocen que Moisés da testimonio de que el Mesías ha llegado en Jesucristo y que es el mismo Moisés el que procura llevar a una alianza nueva. Se niegan a reconocer a aquel que puede quitarle la venda de los ojos y que les llevaría a una gloria mucho mayor que la que tuvieron Moisés y toda la alianza antigua.

Con tenue, pero clara esperanza, que en otras ocasiones expresa con mayor firmeza, prevé aquí Pablo, a pesar de todo, el fin de la ceguera de Israel y su conversión. Existe la posibilidad de que este pueblo cambie. También para Israel existe el reconocimiento de la verdad y la conversión a su Señor, Cristo. De este futuro -acaso lejano- habla la carta a los romanos: «El encallecimiento ha sobrevenido a Israel parcialmente, hasta que la totalidad de los gentiles haya entrado (en la Iglesia). Y entonces todo Israel será salvo» (Rom 11:25-26). ¿Cuándo sucederá esto? Nadie lo sabe. Es derecho exclusivo de Dios alzar el velo y curar la ceguera de Israel, cuando conozca que ha llegado el tiempo de ello.

17 El Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad.

Israel debe convertirse al Señor Cristo. Aquí añade Pablo una observación. Este Cristo no es tan sólo una persona de la historia pasada, sino una realidad actualmente viviente. Tiene poder para actuar sobre aquel que se dirige a él y a él se adhiere. En efecto, Cristo está presente en la Iglesia y en el mundo como el Espíritu que crea la nueva alianza. Volverse al Señor significa, pues, experimentar este Espíritu viviente y darle espacio. Esto es, pues, lo que Israel debe hacer. Debe recibir a este Cristo como al Espíritu. Pero Espíritu significa tiempo nuevo y, por lo mismo, también liberación del yugo de la ley antigua 33.

Cristo no está presente sólo porque se le recuerda, a la manera como están presentes los antepasados en la memoria, llena de admiración y gratitud, de los hombres. Cristo no está presente tampoco porque sus palabras siguen enseñando, o a causa de su ejemplo heroico o santo de fe y de obediencia a Dios, al modo como están presentes en nuestras tradiciones espirituales las grandes figuras de la humanidad. Cristo está presente en todas las épocas como el Espíritu poderoso, real y operante. Y así, él es ahora la justificación, la vida y la plenitud de la Iglesia.

Por eso mismo, Cristo significa también la libertad de la Iglesia y de todos los creyentes que hay en ella. Cristo es la liberación frente a la ley antigua, frente al pecado y frente a la muerte. Es libertad para todo cristiano también como libertad respecto de la letra. Es libertad asimismo frente a cualquier intento de someter a un dominio humano la inmediatez de la fe en Dios y ante Dios. Pero, en la Iglesia, la palabra libertad no debe ser mal entendida. Libertad no es libertinaje. Ya la predicación de la libertad de Pablo fue mal interpretada en este sentido. Su respuesta fue: la libertad no es libertad frente a la ley de Dios, sino libertad para Dios y para el servicio del prójimo (Rom 6:1, Rom 6:15.22). No puede omitirse en la Iglesia la predicación de la libertad. Hay una virtud de la libertad, a la que se debe arriesgar la fe. Lo decisivo aquí no es la prescripción eterna sino la entrega interna. Aquí no vige ya el servicio de los labios, sino la oración del corazón. No la confianza en las obras propias, sino la seguridad en el amor dadivoso de Dios.

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33. El texto 3,17 no se refiere a la tercera Persona de la Trinidad, con todo, véase el comentario a 1,22.

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18 Y nosotros todos, con el rostro descubierto, reflejando como en un espejo la gloria del Señor, su imagen misma, nos vamos transfigurando de gloria en gloria como por la acción del Señor, que es Espíritu.

Al cerrar Pablo la línea de sus pensamientos los amplifica y los corona. Expone lo que aconteció y sigue aconteciendo en la Iglesia, en contraposición al endurecimiento de Israel. La Iglesia no oculta su rostro, sino que puede estar ante el resplandor de Dios con el rostro descubierto. La gloria de Dios se descubre ante ella, y ella la puede soportar sin quedar ciega como los israelitas. Dios está lleno de gracia para ella. Con todo, sigue siendo verdad que Dios es el misterioso, también para sus elegidos. La Iglesia no puede conocerle en su vida y su esencia más íntima. Sólo puede captar su imagen como en espejo y verle en espejo. Dios es el invisible y sólo se le puede ver y conocer a base de imágenes y semejanzas.

El conocimiento de Dios no es una mera aceptación de ideas sobre Dios recibidas de los hombres. Es el mismo Dios viviente el que actúa en el conocimiento. Así, la Iglesia se va transformando y asemejando a la imagen de Dios que está ante ella, no, desde luego, de una vez, sino gradualmente, y tendiendo a esa meta final. Los rasgos del pecado y de la muerte se van borrando. De la filiación divina de Jesús dimana la filiación divina de los creyentes. Todo esto lo lleva a cabo Cristo, que está presente en la Iglesia y el mundo, como Espíritu viviente. Y todo llegará a la plenitud cuando -esto es lo que Pablo quiere decir- en la nueva venida de Cristo, los vivos y los muertos se transformen en la resurrección general y sean recibidos en la gloria de Dios.

Pablo utiliza repetidas veces expresiones como éstas, o parecidas, para describir el futuro, que él creía. Así, por ejemplo: «Nuestra patria está en los cielos, de donde aguardamos que venga como Salvador al Señor, Jesucristo, que transfigurará el cuerpo de esta humilde condición nuestra, conformándolo al cuerpo de su condición gloriosa, según la eficacia de su poder para someter a su dominio todas las cosas» (Flp 3:20-21). O también: «Y como hemos llevado la imagen del hombre terreno, llevaremos también la del celestial… No todos moriremos, pero todos seremos transformados» (1Co 15:49.51) 34.

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34. Para comprender bien las palabras y las imágenes utilizadas por Pablo debería recordarse que el apóstol se acomoda a las ideas de los judíos de su tiempo, referentes al futuro. Así, en el libro de Dan 12:3 se dice que en la plenitud de los últimos tiempos «los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad». También en el libro de Henoc (que no forma parte del canon veterotestamentario) se dice en 38,4 y 10 que en la resurrección y la plenitud «el Señor de los espíritus hará brillar su luz sobre el rostro de los santos, los justos, los elegidos… Serán transformados de belleza en magnificencia, y de luz en resplandor de la gloria». La diferencia entre la esperanza judía y la esperanza de Pablo está en que Pablo no espera la gloriosa renovación sólo como algo futuro, reservado al tiempo de la resurrección y del juicio final. Para él, la plenitud de los últimos tiempos ha comenzado ya y se ha iniciado la transformación, a pesar de todas las deficiencias del ser y el estado cristiano en el mundo. Esto es posible por la fuerza del Espíritu, que ya ha sido dado con abundante plenitud. Y lo que ha comenzado, sea ciertamente llevado a su perfección.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

2Co 5:12; 2Co 10:12; Hch 18:27; Rom 16:1.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

— estamos: Ver nota 2Co 1:4.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Cartas de recomendación

Pablo responde ahora a las críticas por no haber presentado cartas de recomendación cuando llegó a Corinto. Las críticas probablemente provenían de los falsos apóstoles y fueron emitidas en el ataque a Pablo. 1, 2 El Apóstol responde diciendo que era absurdo que se le requirieran cartas de recomendación, ya que vosotros sois nuestra carta. La existencia misma de la iglesia en Corinto era un testimonio de la validez de su ministerio.3 La iglesia era una carta de Cristo. Cristo había confiado a Pa blo la tarea de escribir una “carta viva” en los corazones de los creyentes corintios. Para este ministerio, a Pablo se le había otorgado la tinta del Espíritu. Por gracia de Dios la carta era un elogio del mismo ministerio que la había producido. Aunque hay algunas circunstancias en que un ministerio fiel no es recompensado por resultados visibles, tal observación no debe ser utilizada como excusa para los ministerios ineficaces en otras circunstancias. Normalmente es correcto que nuestros ministerios sean juzgados por sus resultados.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

3.1-3 Algunos falsos maestros llevaban consigo cartas olvidadas de recomendación para incrementar su autoridad. En términos claros, Pablo declara que no necesita ese tipo de cartas. Las vidas de los creyentes, aquellos que él y sus colaboradores habían predicado, eran suficientes como recomendación. Pablo usó cartas de presentación, sin embargo, muchas veces. Por ejemplo, las escribió en favor de Febe (Rom 16:1-2) y Timoteo (1Co 16:10-11). Esas cartas ayudaron a sus amigos y colaboradores confiables a que fueran bien recibidos en varias iglesias.3.3 Pablo usa metáforas poderosas de pasajes famosos del Antiguo Testamento que predicen el día prometido de nuevos comienzos (véanse Jer 31:33; Eze 11:19; Eze 36:26). Este proceso de conversión no debe ser utilizado por ningún ministro para conseguir reputación, ocurre por obra del Espíritu Santo. No llegamos a ser creyentes por seguir las instrucciones de algún manual o por emplear alguna técnica. Nuestra conversión es el resultado de ser sellados por Dios mediante su Espíritu en nuestros corazones, lo que nos da nuevo poder para vivir para El.3.4, 5 Pablo no está alardeando, da a Dios la honra por todos sus logros. Mientras los falsos maestros se sentían orgullosos de su poder y prestigio, Pablo expresa su humildad delante de Dios. Nadie puede considerarse capaz sin la ayuda de Dios. Nadie es competente para cumplir con sus propias fuerzas la responsabilidad para la que Dios nos ha llamado. Sin la habilitación del Espíritu Santo, el talento natural puede llevarnos al fracaso. Como testigos de Cristo, necesitamos el carácter y la fuerza especial que sólo Dios da.3.6 «La letra mata, mas el espíritu vivifica» significa que tratar de ser salvos guardando las leyes del Antiguo Testamento nos conducirá a la muerte. Sólo al creer en el Señor Jesucristo una persona puede recibir vida eterna a través del Espíritu Santo. Nadie, con excepción de Jesús, ha logrado cumplir perfectamente la ley, y por eso todo el mundo está condenado a muerte. La ley hace que la gente tome conciencia de su pecado, pero esto no da vida. Bajo el nuevo pacto, el cual significa promesa o acuerdo, la vida eterna viene del Espíritu Santo. El Espíritu da vida nueva a todos los que creen en Cristo. La ley moral (los Diez Mandamientos) sigue siendo de ayuda para mostrar el pecado e indicarnos cómo llevar una vida que agrade a Dios, pero el perdón viene sólo por medio de la gracia y la misericordia de Cristo (véase Romanos 7.10-8.2).3.7-11 Pablo contrasta la gloria de los Diez Mandamientos con la del ministerio del Espíritu. Si la ley conduce a la muerte, y fue glorioso, ¡cómo no será más glorioso el plan de Dios que nos conduce a la vida! El sacrificio de Jesucristo es mucho más superior que el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento (véase Hebreos 8; 10 para obtener mayor información). Si el cristianismo es superior al judaísmo y al Antiguo Testamento, que fue la más alta expresión de religión en la tierra, sin lugar a dudas es superior a cualquier otra religión que se pueda cruzar en el camino. Ya que comparado con cualquier otro, el plan de Dios es maravilloso, lo debemos aceptar y tomar en serio.3.9 Pablo manifiesta que si el viejo pacto había sido con gloria (y en verdad lo fue), ahora imagínese lo glorioso que será el nuevo. La ley fue maravillosa porque a pesar de condenarnos nos señalaba a Cristo. Pero en el nuevo pacto la ley y la promesa se cumplen. Cristo vino, por fe podemos ser justificados (hechos perfecto delante de Dios).3.13-18 Cuando Moisés bajó del Monte Sinaí con los Diez Mandamientos, su rostro resplandecía por haber estado en la misma presencia de Dios (Exo 34:29-35). Se puso un velo para evitar que la gente se asustara por el esplendor de su rostro. Pablo agrega que su velo evitó que vieran la gloria que se desvanecía. Moisés y su velo ilustran el desvanecimiento del sistema antiguo así como el velo de la mente y el entendimiento de la gente por su orgullo, dureza de corazón y rechazo a arrepentirse. La herencia de los judíos se asemejaba a un velo de orgullo que les impedía entender las referencias a Cristo en las Escrituras. Cuando una persona llega a ser cristiana, Cristo remueve su velo (Exo 3:16) dándole vida eterna y libertad de tratar de salvarse por la ley. Sin el velo podemos ser como un espejo que refleja la gloria de Dios.3.17 Todos aquellos que tratan de ser salvos guardando las leyes del Antiguo Testamento pronto se enredan con reglas y ceremonias. Pero ahora, a través del Espíritu Santo, Dios nos otorga libertad del pecado y la condenación (Rom 8:1). Cuando confiamos Cristo nos salva, El quita nuestra pesada carga de agradarle y nuestro culpa por no lograrlo. Al confiar en Cristo somos amados, aceptados, perdonados y libertados para vivir para El. «Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad».3.18 La gloria que el Espíritu imparte al creyente es superior, en calidad y duración, a la que Moisés experimentó. Al contemplar la naturaleza de Dios sin el velo en nuestra mentes, nos asemejamos a Cristo. En el evangelio vemos la verdad de Cristo y ella transforma nuestra moral en la medida que la entendemos y la usamos. Cuando aprendemos de la vida de Cristo podemos entender lo maravilloso que es Dios y lo que a El en realidad le agrada. En la medida que nuestro conocimiento se profundiza, el Espíritu Santo nos ayuda a cambiar. Llegar a ser como Cristo es una experiencia progresiva (véanse Rom 8:29; Gal 4:19; Phi 3:21; 1Jo 3:2). Cuanto más cerca sigamos a Cristo, más nos asemejaremos a El.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 84 2Co 5:12; 2Co 10:12

b 85 Hch 18:27

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

cartas de recomendación. Cartas de este tipo eran comunes entre griegos y judíos en tiempos de Pablo. Permitían que los portadores fueran recibidos con hospitalidad (cp. Hch 9:2; 22:5; Ro 16:1).

Fuente: La Biblia de las Américas

La obra del Espíritu Santo en las vidas de los corintios era suficiente recomendación del ministerio de Pablo.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

3,1. recomendamos a nosotros mismos: Los adversarios de Pablo lo acusaban de recomendarse a sí mismo, cosa que había hecho para distinguirse de otros predicadores itinerantes (1 Tes 2,1-12), mientras que ellos habían venido recomendados por otra Iglesia, probablemente la de Jerusalén. cartas de recomendación: Ejemplificadas por Rom 16,1-2 y mencionadas en Hch 9,2; 18,27.
2. La existencia de la comunidad garantizaba la autenticidad del ministerio de Pablo (1 Cor 9,2) . escrita en vuestros corazones: «Nuestros corazones», variante que cuenta con abundantes testimonios, no tiene sentido (Barrett, Bultmann). El corazón se entiende como la fuente de toda actividad humana. 3. carta de Cristo: Como esta carta de Pablo es de una clase diferente, procede de una autoridad mucho más alta, escrita por ministerio nuestro: Fórmula vaga que sólo denota mediación, tablas de piedra: Véase Éx 24,12; 31,18. El cambio del esperado «no en pieles» (para guardar correspondencia con «no con tinta») se debe a la insistencia de los adversarios en la ley. corazones de carne: Véanse Ez 11,19; 36,26; Jr 31,33. 5. Dios faculta a Pablo (4,7) para llevar a cabo su misión, que supera la capacidad de la naturaleza humana caída. 6. una nueva alianza, no de la letra, sino del espíritu: Pablo se ve forzado a distinguir dos tipos de nueva alianza (1 Cor 11,25), porque sus adversarios estaban utilizando el tema de la nueva alianza para insistir en la ley (Jr 31,33). En este sentido, la nueva alianza participaba del poder destructivo («la letra mata»; cf. Rom 7,10) de la antigua (3,14). el Espíritu da vida: Cristo (1 Cor 15,45) da la vida nueva (2,16) de la auténtica humanidad.
(Baird, W., «Letters of Recommendation: A Study of 2 Cor 3:1-3», JBL 80 [1961] 166-72. Chan-Hie Kim, Form and Structure of the Familiar Greek Letter of Recommendation [SBLDS 4, Missoula 1972], Kasemann, E., PP 138-68. Kremer, J., «“Denn der Buchstabe tótet, der Geist aber macht lebendig’’», Begegnung mit dem Wort [Fest. H. Zimmermann, ed. J. Zmijewski et al., BBB 53, Bonn 1979] 219-50. Luz, U., «Der alte und der Neue Bund bei Paulus und im Hebráerbrief», EvT 27 [1967] 318-36. Westerholm, S., «Letter and Spirit: The Foundation of Pauline Ethics», NTS 30 [1984] 229-48.)
15 (B) Ministerio: antiguo y nuevo (3,7-4,6). Pablo destaca las características de su ministerio (esplendor, audacia, poder) comparándolo con el de Moisés en Éx 34,27-35. La importancia dada a Moisés se debe probablemente a una insistencia de sus adversarios. No es un midrás en sentido estricto (por el contrario, Windisch), y menos aún un midrás compuesto por Pablo en otras circunstancias (por el contrario, Lietzmann, Fitzmyer); tampoco está corrigiendo un documento preexistente de sus adversarios (por el contrario, Schulz, Georgi).
16 7-11. Con un lenguaje inusitadamente impersonal, Pablo compara el esplendor (doxa) de su ministerio, no de su persona (cf. v. 1), con el del representado por Moisés. 7a. el ministerio de la muerte: Llamado «ministerio de la condenación» en el v. 9. El modo en que los judíos entendían el papel de la ley (Rom 7,10) los dejaba existencialmente «muertos» (véase el comentario a 2,16). 7b. pasajero: Con la excepción del esplendor del rostro de Moisés, lo dicho por Pablo contradice Éx 34,29-35, pero guarda relación con la interpretación de Filón {De vita Mosis 2.70). 8-9. Se explícita la base de la postura de Pablo. Lo que era verdad de lo menor se debe verificar aún más plenamente en lo mayor (en terminología rabínica qal wahómer; cf. H. L. Strack, Introduction to the Talmud und Midrash [Nueva York 1969] 94 [trad. esp.: Introducción a la literatura talmúdica y midrásica, Valencia 1989]). 8. el ministerio del Espíritu: Pablo ha abandonado el concepto de nueva alianza. 9. el ministerio de la justicia: Debido a que está penetrado por el Espíritu, pone a la humanidad en su relación correcta con Dios (5,21). 10. lo que tuvo esplendor dejó de tenerlo: En comparación con la gloria del ministerio del Espíritu, la gloria del ministerio mosaico es tan insignificante como si no existiese. 11. lo que se iba anulando: La gloria pasajera de Moisés se transfiere aquí a la economía entera que él representaba (v. 7). lo permanente: Cristo es la revelación definitiva de Dios (1 Cor 1,24), de manera que cuanto le precedió tuvo que ser intrínsecamente transitorio, por sublime que pudiera ser.
17 12-13. Pablo compara su actitud con la de Moisés; no conviene descartar demasiado a la ligera una intención polémica o apologética. 12. semejante esperanza: la mayor gloria del ministerio cristiano capacita a Pablo para hablar y actuar con una franqueza llena de autoridad {parrhésia). Véase S. B. Marrow, CBQ 44 [1982] 431-46. 13. un velo: El ocultamiento del rostro por parte de Moisés es el único elemento de Ex 34,33-35 conservado por Pablo, cuya interpretación de la actuación de Moisés se basa en su postura en los vv 7-11. Moisés se vio forzado a disimular porque sabía que su ministerio era transitorio. 14-18. En correspondencia con la diferencia entre Pablo y Moisés, existe también una diferencia entre sus seguidores. Un grupo está abierto, el otro cerrado. 14. el mismo velo: Quienes no ven la persona oculta de Moisés son a su vez ciegos, sus inteligencias se embotaron: Véanse Is 6,9-10; 29,10; Dt 29,3; Rom 11,7. la antigua alianza: Esta expresión aplicada a la ley fue inventada por Pablo para subrayar el carácter anticuado de la economía mosaica, en Cristo está siendo anulado: La liberación del cautiverio de la antigua alianza tiene lugar sólo por medio de Cristo y en relación con él. 15. sobre sus corazones: La imagen del velo cambia de nuevo, matizando la crítica hecha a la ley en el v. 14. leen a Moisés: Como en Hch 15,21, éste es un modo de hablar de «el libro de Moisés» (2 Cr 25,4; Neh 13,1; Mc 12,26). 16. se vuelva al Señor: Es decir, se convierta (1 Tes 1,9; cf. Dt 4,30; Eclo 5,7; Is 19,22) al Dios revelado en Cristo (v. 14; 4,6). Sólo desde esta perspectiva se percibe la intención de Dios en su palabra. Se hace una crítica implícita de aquellos (vv. 3-6) que daban a la ley una interpretación que Pablo negaba. 17. el Señor es el Espíritu: Hay división de opiniones, pero es probable que Pablo esté pensando directamente en Dios (pero → Teología paulina, 82:61). Se identifica a Dios con el Espíritu para negar que aquél siga operando a través de la letra de la ley (v. 6). hay libertad: Quienes son conducidos por el Espíritu no se encuentran ya sometidos a la ley (Gál 5,18). La nota polémica resulta evidente. 18. todos nosotros, con el rostro descubierto: Quienes han cumplido la condición del v. 16, es decir, todos los creyentes, y no meramente Pablo y sus colaboradores, contemplamos como en un espejo: Las pruebas lingüísticas (BAGD 424) son contrarias a traducir katoptrizomenoi por «reflejando como en un espejo» (la opinión defendida por J. Dupont, RB 56 [1949] 392-411). la gloria del Señor: En su calidad de último Adán (1 Cor 15,45), Cristo es la imagen y gloria de Dios (1 Cor 11,7). Dios se refleja en Cristo (4,6). nos vamos transformando en esa misma imagen: La salvación es un proceso cuya meta consiste en la conformidad con Cristo (Rom 8,29; para la antítesis, cf. Rom 12,2). La auténtica humanidad de éste debe hacerse progresivamente manifiesta en los creyentes (véase el comentario a 4,10-11) . de gloria en gloria: El significado de doxa cambia de «esplendor» a «gloria que se da» (véase 1 Cor 2,7). A medida que los creyentes se van conformando con Cristo, se hacen cada vez más capaces de rendirle el honor que se debe a Dios, como corresponde a la acción del Señor, el Espíritu: El agente de la transformación es Dios que actúa a través del Espíritu.
(Carrez, M., «Présence et fonctionnement de l’AT dans l’annonce de 1 evangile», RSR 63 [1975] 325-41. Eckert, J., «Die geistliche Schriftauslegung des Apostéis Paulus nach 2 Kor 3:4-18», Dynamik im Wort [ed. Kath. Bibelwerk, Stuttgart 1983] 241-56. Hanson, A. T., «The Midrash in 2 Cor 3: A Reconsideration», JSNT 9 [1980] 2-28. Hickling, C. J. A., «The Sequence of Thought in 2 Cor 3», NTS 21 [1974-75] 380-95. Hugedé, N., La métaphore du miroir dans les épitres de saint Paul aux Corinthiens [Neuchátel 1957]. Lambrecht, J., «Transformation in 2 Cor 3:18», Bib 64 [1983] 243-54. Molina, M. A„ «La remoción del velo o el acceso a la libertad», EstBib 41 [1983] 285-324. Schulz, S„ «Die Decke des Moses», ZNW 49 [1958] 1-30. Ulonska, H., «Die Doxa des Mose», EvT 26 [1966] 378-88. Wagner, G., «Alliance de la lettre, alliance de l’Esprit: Essai d’analyse de 2 Cor 2,14-3,18», ETR 60 [1985] 55-65. Wong, E., «The Lord is the Spirit (2 Cor 3:17a)», ETL 61 [1985] 48-72.)

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

o de vosotros… M↓ o recomendación de vosotros.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

M158 La forma de la pregunta inicial en este versículo no indica claramente qué tipo de respuesta se espera, pero el contexto sí lo indica.

H379 Συστατικῶν significa: recomendatorio.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

M i añaden recomendación.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

[2] Una promesa para Israel hallada en Eze 36:25-27.

[3] No es una comparación entre la ley y la gracia, sino entre la obediencia a la Torah guiada por el Espíritu en contraste con el legalismo mandatorio. El legalismo consisite en las regulaciones impuestas sobre otros, como se halló en Gálatas.

[4] El asunto en el versículo 7 es la belleza en el rostro de Moses que no duró. Esto no dice que la Torah no perdura, o que la Torah estaba pasando ya, como muijos han declarado falsamente. El punto es la disipante nube de belleza, en el rostro de Moisés. Aquí la comparación es entre la belleza del Primer Pacto, comparada con la mayor belleza del Pacto Renovado, puesto que uno es hallado en rostros y tablas, mientras que el otro es hallado en el corazón renovado.

[5] La comparación es entre la mayor belleza del Pacto Renovado versus la belleza que se disipa del Primer Pacto. Lo que se disipaba era la belleza, no la entera Torah.

[6] La belleza de la administración de la condenación no significa que guardar la Torah ni que la Torah misma fatalmente lleve a la muerte. Significa que el conocimiento del pecado el cual lleva a la muerte viene de la Torah. Es la Torah, y no el Pacto Renovado, quien define el pecados. En ese sentido era y continua siendo el instrumento de muerte puesto que define al pecado y la paga del pecado, que es la muerte. La comparación aquí es que si la Torah la cual señalaba nuestros pecados estaba lelna de Su belleza, cuánto mucho más la obra de El Espíritu al escribir la misma Torah en nuetros corazones y Yahshua ofreciendo perdón de nustros pecados. ¿Qué tiene más belleza? ¿El pacto que señala nuestros pecados, o el pacto que se lleva nuestros pecados para siempre? EL pacto que pone la Torah sobre tables de piedra, o que pone le Torah en nuestros corazones? Ese es el punto aquí. La Torah no es el punto. La belleza del pacto que perdona es por definición más lleno de belleza, aún así se reconoce que la Torah tiene también su propia medida de belleza.

[7] La comparación que se esta hacienda es entre las administraciones y no la Torah por si sola. ¿Qué tiene más belleza? ¿La administración que coloca la Torah en tablas de piedra ante Israel por medio de un hombre, o la colocación de la misma Torah en los corazones de los hombres por el Espíritu sin la administración de un hombre? Por lo tanto el asunto es entre las adminstraciones de la Torah y no la Torah misma.

[8] El asunto de nuevo es tifereth/ belleza versus mayor belleza, no gracia versus ley.

[1] La mayor belleza y mayor administración de tal belleza ha excedido la de la entrega en piedra y del dador humano de ley, ya que ahora el dador de ley es YHWH y las tablas son los corazones regenerados.

[2] Kal Vajomer. Si ésto es verdad ¿cuánto más verdadero es aquello? Si ésto está hecho ¿ no estamos nosotros entonces para hacer lo otro aún más? Un principio básico de comprensión e interpretación de la Torah del primer siglo de la escuela de Hillel.

[3] El velo cubría la belleza que estaba por desaparecer, puesto que estaba sobre un ser humano y no sobre la tables internas del corazón, ddonde ahora está siendo guardada y no puede nunca disiparse, o desaparecer.

[4] El velo del enfoque en la belleza menor y temporal ciega a Israel-Judío de ver la mayor belleza, que se ve sólo caudno el velo es quitado por Moshiaj. En otras palabras, el velo de la belleza de la Torah aún cubre la belleza que emana de la Torah, pero solamente Moshiaj puede levantar ese velo para que Israel-Judío vea la todavía mayor belleza del pacto Renovado y su mayor administración por Yahshua. La Torah permanece igual, pero su administración a cambiado.

[5] De modo que no pueden ver la mayor belleza del pacto que quita los pecados, hallado por la violación de la Torah.

[6] Nuestra propia tifereth/belleza vista al mirarnos en un espejo es mayor que la del rostro de Mioisés. ¿Porqué? Porque el administrador es el Espíritu de YHWH, o YHWH, a diferencia de Moisés el hombre.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[5] La capacidad para todo lo bueno o las fuerzas para ello vienen de la gracia de Dios, por los méritos de Jesucristo.[8] La ley evangélica, que es toda dulzura y amor.[15] Que les impide ver a Jesucristo en lo que leen.

Fuente: Notas Torres Amat