Comentario de 2 Reyes 10:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Acab tenía setenta hijos en Samaria. Y Jehú escribió cartas y las envió a Samaria a los principales de la ciudad, a los ancianos y a los tutores de los hijos de Acab, diciendo:
setenta hijos. Jue 8:30; Jue 10:4; Jue 12:14.
en Samaria. 2Re 5:3; 1Re 13:32; 1Re 16:28; 2Cr 22:9.
los principales. Deu 16:18; 1Re 21:8-14.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Jehú, por sus cartas, hace que los setenta hijos de Acab fueran decapitados, 2Re 10:1-7.
Él se excusa de este hecho basándose en la profecía de Elías, 2Re 10:8-11.
En la casa de esquileo degolla a cuarenta y dos hermanos de Ocozías, 2Re 10:12-14.
Toma a Jonadab y lo lleva consigo, 2Re 10:15-17.
Con sutilezas destruye a todos los adoradores de Baal, 2Re 10:18-28.
Jehú sigue con los pecados de Jeroboam, 2Re 10:29-31.
Hazael oprime a Israel, 2Re 10:32-33.
Joacaz reina en lugar de Jehú, 2Re 10:34-36.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Los setenta hijos de Acab abarcaban los hijos y probablemente los nietos. Jehú deseaba eliminar todo rival a su reinado.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
JEHÚ ESCRIBIÓ CARTAS. Jehú desafió a los funcionarios de Samaria a que eligieran un rey de los hijos de Acab y entonces se enfrentaran a las consecuencias del conflicto con él mismo (vv. 2Re 10:1-4). Los gobernantes, sin embargo, se aterrorizaron por esa guerra psicológica y le juraron lealtad a Jehú. Luego obedecieron la orden de Jehú de matar a los descendientes de Acab (vv. 2Re 10:5-8).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Matanzas de Jehú (10:1-14).
1 Había en Samaría setenta hijos de Ajab. Jehú escribió cartas, que mandó a Samaría, a los príncipes de la ciudad. En ellas decía: 2 “En cuanto recibáis esta carta, pues que tenéis con vosotros a los hijos de vuestro señor y, además, carros y caballos, ciudades fortificadas y armas, 3 ved cuál de los hijos de vuestro señor queréis mejor y os conviene poner en el trono de su padre, y combatid por la casa de vuestro señor.” 4 Ellos se llenaron de miedo, y se dijeron: “Dos reyes no han podido resistirle, ¿cómo vamos a resistirle nosotros?” 5 Y el mayordomo de palacio, los ancianos y los ayos mandaron a decir a Jehú: “Nosotros somos servidores tuyos y haremos cuanto tú nos digas. No elegiremos a ninguno por rey. Haz tú lo que bien te parezca.” 6 Entonces les escribió Jehú una segunda carta, en que les decía: “Si estáis por mí y dispuestos a obedecerme, tomad las cabezas de esos hombres, hijos de vuestro señor, y venid a mí mañana a estas horas a Jezrael.” 7 Cuando éstos recibieron la carta, cogieron a los hijos del rey, setenta hombres; los degollaron y pusieron sus cabezas en canastillas, y se las mandaron a Jehú a Jezrael. 8 Vino uno a informarle, diciendo: “Han traído las cabezas de los hijos del rey”; y él dijo: “Ponedlas en dos montones a la entrada de la puerta hasta mañana.” 9 Por la mañana salió, y, presentándose ante el pueblo todo, dijo: “Vosotros sois justos. Yo he conspirado contra mi señor y le he dado muerte. Pero ¿quién ha matado a todos éstos? 10 Sabed, pues, que no caerá por tierra ni una de las palabras que Yahvé ha pronunciado contra la casa de Ajab. Yahvé cumple lo que declaró por medio de su siervo Elías.” 11 Y Jehú mató a todos cuantos de la casa de Ajab quedaban en Jezrael, a todos sus parientes, a sus familias y a sus sacerdotes, sin dejar escapar a uno solo. 12 Después se levantó para ir a Samaría, y, llegado a un albergue de pastores que había en el camino, 13 encontró a los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y les preguntó: “¿Quiénes sois vosotros?” Y ellos le dijeron: “Somos los hermanos de Ocozías, que hemos venido a saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina.” 14Jehú dijo: “Cogedlos vivos.” Cogiéronlos vivos y los degollaron, en número de cuarenta y dos, en la cisterna del albergue. Jehú no dejó escapar ni a uno solo.
Los hijos de Ajab y de Joram vivían en Samaría. En cifras redondas, se dice que eran setenta (Gen 46:27; Jue 8:30; Jue 9:2; Jue 12:14). Dado que los reyes disponían de un nutrido harén, era también numeroso el número de hijos. Era costumbre en Oriente exterminar a todos los que tenían algún derecho al trono, con el fin de no tener rival alguno que hiciera peligrar al nuevo monarca (Jue 9:5; 1Re 15:29; 1Re 16:11). La carta de Jehú es lo suficientemente expresiva para que los destinatarios sepan a qué atenerse. La situación de hecho es que Jehú ha matado al rey y de que ocupa ahora él el trono. Reunidos en consejo el mayordomo de la casa real, el gobernador de la ciudad, los ancianos y tutores, decidieron aceptar los dos hechos consumados. Entonces les exigió Jehú la entrega de las cabezas de los hijos y nietos de Ajab. Cumplida la orden, llevaron a Jezrael las cabezas de los muertos, que fueron apiladas en dos montones, junto a las puertas de la ciudad. En algunas representaciones asirías se ven montones análogos de cabezas de enemigos colocadas en la puerta durante la noche l. Por la mañana acudió Jehú a aquel lugar con el fin de tapar la boca a los amigos de comentar desfavorablemente los sucesos de la actualidad. En su alocución quiere probar que la dinastía de Ajab ha desaparecido para siempre y de que tal era la voluntad de Yahvé, de quien Jehú es mero instrumento (1Re 21:19-24). Da garantía al pueblo de que la sangre derramada no caerá sobre la ciudad, porque no reclamará venganza (Gen 9:6; Exo 21:12; Deu 21:1-9). El, con cinismo, únicamente se hace responsable de la muerte de Joram; el pueblo es inocente; del asesinato de los hijos del rey no sabe él nada. ¿Quién los ha matado?
También a los familiares del rey de Judá llegó el castigo. Iba Jehú de Jezrael a Samaría para tomar posesión de la capital, cuando, al llegar a Bet Equed, quizá Bed Qad, cerca de Djenin (Deu 9:27), encontró a una numerosa parentela de Ocozías (2Cr 22:8) que se dirigía a Jezrael para saludar a la familia real de Israel. Es muy probable que esta noticia esté fuera de lugar, ya que, habiendo rebasado ellos la ciudad de Samaría, podían en el camino haberse enterado de los acontecimientos. Por razón de este parentesco se deshace también Jehú de los posibles pretendientes al trono de Israel de parte de Ocozías.
Encuentro con Jonadab (2Cr 10:15-17).
15 Partido de allí, encontró a Jonadab, hijo de Recab, que venía a su encuentro; le saludó y le dijo: “¿Es sincero conmigo tu corazón, como lo es el mío contigo?” Y Jonadab le respondió: “Sincero.” “Si es así -replicó Jehú -, dame la mano.” Jonadab le dio la mano, y Jehú le hizo subir a su carro junto a él, 16 y dijo: “Ven conmigo, y verás mi celo por Yahvé.” Llevólo, pues, en su carro; 17 y cuando llegó a Samaría, mató a cuantos de Ajab quedaban en Samaría, exterminándolos del todo, según la palabra que Yahvé había dicho a Elías.
Jonadab pertenece a la secta de los recabitas (1Cr 2:55); fundador de la misma, según Jeremías (1Cr 35:6). Yahvistas fervientes, veían con malos ojos la vida sedentaria de los hebreos, viviendo en ciudades, cultivando campos y construyendo edificios. Según el texto de Jeremías (1Cr 35:1-11), a los recabitas les estaba totalmente prohibido beber vino, construir casas, sembrar los campos, plantar y poseer viñas. Durante toda su vida debían vivir en tiendas, “con tal de vivir muchos años en la tierra en la que eran peregrinos,” Al llegar Nabucodonosor a Palestina, los recabitas refugiáronse en Jerusalén. La presencia de Jonadab en el carro de Jehú era buen cebo para atraerse la colaboración de los adictos al culto de Yahvé 2.
Degollina de falsos profetas (1Cr 10:18-28).
18 Después reunió a todo el pueblo y le dijo: “Ajab sirvió poco a Baal; Jehú le servirá más. 19 Llamad, pues, a mí a todos los profetas de Baal, a todos los sacerdotes, sin que quede ni uno solo, porque quiero ofrecer a Baal un gran sacrificio. El que falte no vivirá.” Jehú obraba arteramente, para exterminar a los servidores de Baal. 20 Dijo, pues: “Promulgad una fiesta en honor de Baal.” Promulgáronla, 21 enviando mensajeros por todo Israel, y llegaron todos los servidores de Baal, sin que ni uno dejara de venir, y entraron en la casa de Baal, que se llenó de bote en bote. 22 Jehú dijo al que estaba al cuidado del vestuario: “Saca vestiduras para todos los siervos de Baal.” El las sacó, 23 y fue Jehú con Jonadab a la casa de Baal y dijo a los servidores de Baal: “Mirad y ved si por acaso hay aquí entre vosotros algún servidor de Yahvé o si están sólo los servidores de Baal.” 24 Y entró Jehú para ofrecer sacrificios y holocaustos. Había apostado fuera a ochenta hombres, diciéndoles: “Cualquiera que dejare escapar a alguno de estos que yo pongo en vuestras manos, me responderá de su vida con la suya.” 25 Cuando hubo acabado de preparar los sacrificios y holocaustos, Jehú dijo a los de su guardia y a los oficiales: “Entrad y matadlos, sin que ni uno quede.” Los de la guardia y los oficiales pasáronlos a todos a cuchillo. Penetraron luego en el templo de Baal, 26 sacaron fuera el altar de Baal y lo quemaron. 27 Destrozaron los cipos de Baal y, derribando el templo, hicieron de él una cloaca, que todavía subsiste hoy. 28 Así exterminó Jehú a Baal de en medio de Israel.
Aparte del trato de favor con que distinguió a Jonadab, Jehú no había dejado traslucir claramente cuál sería su conducta religiosa. Por lo mismo pudo valerse de una estratagema para acabar con los profetas del dios fenicio, cuyo culto oficial introdujo Ajab por instigación de Jezabel (1Re 16:31; 1Re 18:26; 1Re 19:18; 1Re 22:54). El lugar de reunión fue el templo que Ajab había hecho levantar a Baal (1Re 16:32). Según Lagrange 3, la costumbre de cambiar de vestido para tomar parte en el culto es muy antigua (Gen 35:2), hallándose atestiguada entre los fenicios y árabes paganos. La causa de este cambio de vestido debe buscarse quizá en la creencia de que el vestido del que está en el lugar santo es sagrado y no puede utilizarse para la vida común o profana. Es problemático que Jonadab, ferviente yahvista, entrara en el templo pagano; quizá un escriba introdujo en el texto este detalle. ¿Ofreció Jehú el holocausto? El texto puede entenderse en el sentido de que él tomó parte únicamente en la preparación del holocausto. Llegado el momento del ofrecimiento de las víctimas, confió la tarea de su sacrificio a los sacerdotes de Baal, en tanto que él salía del santuario por una puerta lateral. Terminada la matanza, los oficiales destruyeron los masseboth (1Re 14:23), rompieron las estatuas de Baal y demolieron su templo, cuyo lugar fue dedicado en adelante a vertedero.
Castigo de Jehú (1Re 10:29-36).
29 Con todo, no se apartó Jehú de los pecados con que Jero-boam, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel, y dejó en pie los becerros de oro que había en Betel y Dan. 30 Yahvé dijo a Jehú: “Por haber hecho lo que es recto a mis ojos, haciendo desaparecer a la casa de Ajab, conforme a mi voluntad, tus hijos se sentarán en el trono de Israel hasta la cuarta generación. 31 Pero Jehú no se cuidó de andar con todo su corazón en la Ley de Yahvé, Dios de Israel, ni se apartó de los pecados con que Jeroboam había hecho pecar a Israel. 32 En aquellos días comenzó Yahvé a cercenar el territorio de Israel, y los hirió Jazael en toda la frontera de Israel, 33 desde el Jordán, a oriente, toda la tierra de Galaad, de Gad, de Rubén y de Manases, desde Aroer, que está junto al torrente del Arnón, hasta Galaad y Basan. 34 El resto de los hechos de Jehú, cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? 35 Jehú se durmió con sus padres, y fue sepultado en Samaría. Le sucedió Joacaz, su hijo. 36 Había reinado Jehú veintiocho años sobre Israel en Samaría.
A pesar de su campaña contra el culto de los baales, no destruyó los becerros de oro que puso Jeroboam en Betel y Dan (1Re 12:28-32). En premio de su celo religioso ocupará su descendencia el trono de Israel hasta la cuarta generación. Su dinastía duró desde 841 hasta 743 antes de Cristo. ¿Aprobó Dios las matanzas de Jehú? Para juzgar su conducta deben tenerse presentes los siguientes puntos: 1) La imperfección moral en la antigua economía. Jehú comportóse como solían hacerlo los soberanos de aquel tiempo. Dios, que previo la conducta de Jehú, sirvióse de la misma, dejando que las causas segundas siguieran su camino, para castigar los pecados de Ajab. 2) Jehú se excedió en su cometido, derramando más sangre de la que convenía.
Mayor castigo le esperaba a Jehú desde el exterior. Enterado Jazael de la situación interna de Israel, atacó de improviso su territorio, apoderándose de toda TransJordania, cumpliéndose con ello lo dicho por Elíseo (1Re 8:12). Con el fin de oponerse a la obra de Jazael, buscó Jehú la protección de Salmanasar III, al que envió un tributo para ganarlo a su causa. En el prisma de Salmanasar aparece Jehú postrado ante el rey asirio. Di cese allí que el rey asirio recibía tributo de Tiro y Sidón y de “Ya-ú-a, hijo de Hu-um-rí” (Pritchard, 281), esto es, de Jehú, de la casa de Omri (1Re 16:27). Pero era un enemigo demasiado potente Jazael para que Salmanasar le redujera a silencio. En efecto, según el prisma de Salmanasar, Jazael, “hijo de nadie,” ocupó el reino, y reunió un gran ejército para luchar contra el rey asirio. “Yo – dice Salmanasar en su prisma – luché contra él, tomé sus ciudades fortificadas; él, para salvar su vida, huyó. Le perseguí hasta Damasco, capital del reino.” El año 842 Salmanasar trabó batalla con Jazael en el monte Senir (Sa-ni-ru)t en el Antilíbano, en la que el rey de Damasco perdió mil ciento veintiún carros y cuatrocientos setenta caballos. Encerrado en Damasco, defendióse con éxito, en tanto que Salmanasar recorría y devastaba el territorio hasta el Haurán (Pritchard, 280).
Sin embargo, tanto esta vez como en otra más tarde tuvo Sal-ttianasar que retirarse sin haber doblegado al enérgico y hábil Jazael. Para colmo de sus males, el rey asirio vióse constreñido hacia el año 839 a huir precipitadamente a su tierra, en donde su hijo Assur-danin-apal habíase revelado contra él; murió cercado en Kalah. Jehú encontrábase de nuevo solo ante el temible Jazael. Como dice el texto, apoderóse éste de las tierras del oriente del Jordán.
Fuente: Biblia Comentada
setenta hijos. Los descendientes varones de Acab, tanto hijos como nietos. Acab tuvo varias esposas (1Re 20:5) y por ello muchos descendientes. Por cuanto estos parientes vivos podrían vengar a un pariente muerto dando muerte a la persona responsable de su muerte (cp. Núm 35:12), la vida de Jehú estaba en peligro si sobrevivían descendientes varones de Acab. Samaria. Los miembros supervivientes de la familia de Acab estaban en la capital del reino del norte, situada a unos 40 km al sur de Jezreel. los principales … los ancianos … los ayos. Jehú envió el mismo mensaje (vv. 2Re 10:2-3) en diversas cartas: 1) a los funcionarios reales, que probablemente habían huido de Jezreel a Samaria; 2) a los dirigentes de las tribus de Israel; y 3) a los designados como guardianes y tutores de los hijos del rey.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
1Re 21:21-24; (ver Jue 9:5; 1Re 15:29; 2Re 11:1).
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— setenta hijos: La cifra tiene un más que probable alcance simbólico (ver Gén 46:17; Éxo 1:5) y en todo caso incluye a todos los descendientes directos (hijos, nietos, biznietos).
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
La matanza de los hijos y seguidores de Acab. El texto heb. parece tener un defecto al referirse a cartas enviadas a Jezreel en el v. 1, dado que Jehú ya estaba allí. El texto gr. tiene “a los principales de la ciudad [o sea, Samaria], a los ancianos … ” etc. Probablemente esa fue la lectura original ya que tan solo un pequeño error al copiar la oración en heb. podía producir la referencia a Jezreel.
Jehú desafió a los principales de Samaria a que eligiesen un sucesor de Joram que pudiera luchar para que la dinastía sobreviviera (3). Su objetivo final era la muerte de los 70 posibles sucesores, lo cual obtuvo por medio de coacción. La llegada a Jezreel de las cabezas de los hijos en canastas proveyó la horripilante prueba de que el hecho se había cometido (6-8).
La pregunta de Jehú en el v. 9 (Pero, ¿quién ha matado a todos éstos?) es difícil de interpretar. Parecería que estaba negando tener la responsabilidad directa por la matanza de los príncipes, pero no es claro a quién se la atribuía. ¿Mantenía que tenía sanción divina para todo lo que había hecho de modo que a la larga este derramamiento de sangre era la responsabilidad de Jehovah? ¿O culpaba a los principales de Samaria por esta atrocidad que les había forzado a cometer? Si el primer caso es correcto, su referencia a la profecía de Elías en el v. 10 sigue el mismo tema; si el segundo es correcto, menciona la profecía para apoyar la venganza de Samaria que estaba por conseguir. Sea lo que sea, el objetivo de Jehú fue ganar el apoyo del pueblo (9), que se supone se refiere a los ciudadanos de Jezreel y a los soldados apostados allí.
La próxima fase del derramamiento de sangre por Jehú fue la masacre de todos los parientes y seguidores de la familia real que quedaban en Jezreel (11). Después procedió a Samaria para repetir el mismo proceso allí (17). En camino encontró y mató a 42 parientes de Ocozías, rey de Judá (13, 14). De capricho se le ocurrió matarlos aunque había ordenado a sus soldados que los tomaran vivos. A través de todo esto mantenía que su motivación era el celo por Jehovah (16), una declaración que debemos sospechar en vista del desdeñoso uso de profecía para justificar sus atrocidades (9:25, 26, 36-37). Aunque se dice que al matar a la familia de Acab había actuado conforme a la palabra que Jehovah había hablado a Elías (17), el veredicto final del autor acerca de Jehú (29) pone todo esto en una perspectiva más amplia (ver lo siguiente).
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
10.7 Esto cumple la profecía de Elías de que ningún descendiente varón de Acab sobreviviría (1Ki 21:17-24).10.11 En su celo, Jehú fue más allá del mandato de Dios en este baño de sangre. El profeta Oseas anunció más tarde el castigo sobre la dinastía de Jehú por esta matanza sin sentido (Hos 1:4-5). Muchas veces en la historia, personas «religiosas» han mezclado fe con ambición personal, poder o crueldad, sin el consentimiento ni la bendición de Dios. Es un error usar a Dios o la Biblia para permitir que continúe la opresión. Cuando la gente ataca el cristianismo debido a las atrocidades que los «cristianos» han realizado, ayúdeles a ver que estos hombres y mujeres estaban usando la fe para sus propios fines políticos, y no para seguir a Cristo.10.15 Jonadab fue un hombre que, como Jehú, fue celoso para seguir a Dios. Jonadab, sin embargo, demostró su celo al alejarse él y su familia de la cultura idólatra y materialista. Fundó a un grupo llamado Recabitas (nombrado así por su padre Recab), que luchó para mantener sus vidas puras al vivir apartados de las presiones y tentaciones de la sociedad. Jeremías 35 nos da un ejemplo de su dedicación a Dios. Por eso Dios le prometió que siempre tendrían descendientes que lo adorarían.10.24 Se suponía que Israel fuera intolerante hacia cualquier religión que no adorara al verdadero Dios. Las religiones de las naciones vecinas eran malvadas y corruptas. Estaban diseñadas para destruir la vida, no para sustentarla. Israel era la nación especial de Dios, elegida para ser un ejemplo de lo que era correcto. Pero los reyes, sacerdotes y ancianos de Israel, contaminados por las creencias paganas que la rodeaban, se volvieron tolerantes y apáticos. Debemos ser completamente intolerantes hacia el pecado y erradicarlo de nuestras vidas. Debemos ser tolerantes a los puntos de vista de los demás, pero no debemos tolerar acciones que aparten a la gente de las normas de vida instituidas por Dios.10.28-29 ¿Por qué Jehú destruyó los ídolos de Baal, pero no los becerros que adoraban en Bet-el y Dan? Los motivos de Jehú podían haber sido más políticos que espirituales. (1) Si Jehú hubiera destruido los becerros, su pueblo habría viajado al templo en Jerusalén en el rival reino del sur, y habrían rendido culto ahí (esta es la razón por la que Jeroboam los instaló ahí en primer lugar, véase 1Ki 12:25-33). (2) La adoración a Baal se asociaba con la dinastía de Acab, por lo tanto era políticamente ventajoso destruir a Baal. Los becerros de oro, por otro lado, tenían una larga historia en el reino del norte, y todas las facciones políticas los valoraban. (3) La adoración a Baal estaba contra Dios, pero los becerros de oro, según pensaban muchos, eran representaciones visibles de Dios mismo, aun cuando la Ley de Dios establecía claramente que tal culto era idolatría (Exo 20:3-6). Al igual que Jehú, es fácil denunciar los pecados de los demás mientras que toleramos el pecado en nuestra propia vida.10.30, 31 Jehú hizo mucho de lo que Dios le dijo, pero no lo obedeció con todo el corazón. Se convirtió en un instrumento de Dios para ejercer justicia, pero no llegó a ser su siervo. Como resultado de eso, sólo sirvió a Dios de forma hipócrita porque permitió la adoración de los becerros de oro. Analice la condición de su corazón hacia Dios. Podemos estar activos en nuestro trabajo para Dios y aun así no obedecerlo plenamente como El desea.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
NOTAS
(1) O: “los guardianes de Acab”, M; LXX: “los cuidadores de los hijos de Acab”.
REFERENCIAS CRUZADAS
a 528 Jue 8:30; Jue 12:14
b 529 1Re 16:29
c 530 Deu 16:18
d 531 1Re 21:8
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
setenta hijos. En este número se incluyen todos los herederos de Acab: hijos, nietos y cualquier otro posible pretendiente al trono.
Samaria. Véase coment. en 1 R 16:24.
príncipes de Jezreel. La lectura del texto hebreo sugiere aquí que los oficiales que residían en el palacio real habían huido con los miembros de la familia real a Samaria como lugar más seguro.
Fuente: La Biblia de las Américas
[6] Is 49, 23.[9] 2 Cro 21, 17; 22, 8.[12] Es el nombre de un lugar.[13] 2 Cro 21, 17; 22, 8.[32] Rey de Siria.