Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve, y sus ojos eran como llama de fuego.
1:14 — su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve sus ojos como llama de fuego — su cabeza… como nieve = símbolo de santidad y gloria. Compárese la descripción del Anciano de días (Dan 7:9). Véase Mat 17:2.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
y sus cabellos eran blancos. Dan 7:9; Mat 28:3.
y sus ojos como llama de fuego. Apo 2:18; Apo 19:12; Dan 10:6.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
La blanca aparición se asemeja a la descripción del «Anciano de días» de Dan 7:9 y a la de Cristo en el monte de la transfiguración (Mat 17:2). Las descripciones similares demuestran la pureza y la eternidad tanto de Dios Padre como de Dios Hijo. Asimismo, los creyentes victoriosos «serán vestido de vestiduras blancas» (Apo 3:5; Apo 19:8) en la presencia de Cristo, lo que simboliza pureza. Los ojos de Cristo como llama de fuego indican su justicia, así como el juicio de todo lo impuro (Dan 10:6; 1Co 3:13).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
blancos como … lana. «Blanca» no se refiere al color, sino a una luz resplandeciente e impecable (cp. Dan 7:9). Como la nube de gloria (Shekiná) es un reflejo de su santidad. ojos como llama de fuego. Como dos rayos láser, los ojos del Señor exaltado atraviesan todas las apariencias para mirar las iglesias en lo más profundo de su ser (Apo 2:18; Apo 19:12; Heb 4:13).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
1:14 — su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve sus ojos como llama de fuego —
— su cabeza… como nieve = símbolo de santidad y gloria. Compárese la descripción del Anciano de días (Dan 7:9). Véase Mat 17:2.
— sus ojos como llama de fuego = símbolo de visión penetrante y de omnisciencia.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA FIGURA DEL CRISTO RESUCITADO
Apocalipsis 1:14-18
Tenía la cabeza y el pelo blancos, tan blancos como la lana, o más, como la nieve; los ojos, como fuego llameante; los pies, como bronce pulido refinado a fuego en un crisol; y Su voz era como el estruendo de muchas aguas; tenía en Su diestra siete estrellas, y Le salía de la boca una espada aguda de doble filo; Su rostro era como el Sol cuando está en la plenitud de su resplandor.
Cuando Le vi, caí como muerto a Sus pies. Y Él me puso encima Su mano derecha y me dijo:
Deja de tener miedo. Yo soy el Primero y el Último; y soy el Viviente, aunque estuve muerto; y he aquí que estoy vivo para siempre jamás; y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
Antes de empezar a estudiar este pasaje en detalle, hay dos Hechos generales que debemos considerar.
(i) Es fácil dejar de ver lo cuidadosamente elaborado que está Apocalipsis. No es un libro que se compusiera precipitadamente; es un conjunto íntimamente entrelazado y literariamente artístico. En este pasaje tenemos toda una serie de descripciones del Cristo Resucitado; y lo interesante es que cada una de las cartas a las Siete Iglesias que aparecen en los dos próximos capítulos, con la sola excepción de la carta a Laodicea, empieza con una descripción del Cristo Resucitado tomada de este capítulo. Es como si en él resonara una serie de temas que llegaran a ser después los textos de las cartas a las Iglesias. Pongamos por orden los principios de las primeras seis cartas para ver cómo se corresponden con la descripción del Cristo Resucitado de este pasaje.
Escribe al ángel de la Iglesia de Éfeso: «Loas palabras del Que sostiene las siete estrellas en Su mano derecha» (2:1).
Escribe al ángel de la Iglesia de Esmirna: «Las palabras del Primero y el último, Que murió y volvió a la vida» (2:8).»
Escribe al ángel de la Iglesia de Pérgamo: «Las palabras del Que tiene la espada aguda de doble filo» (2:12).
Escribe al ángel de la Iglesia de Tiatira: «Las palabras del Hijo de Dios, Que tiene ojos coma fuego llameante y Cuyos pies son como bronce bruñido» (2:18).
Escribe al ángel de la Iglesia de Sardis: «Las palabras del Que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas» (3:1).
Escribe al ángel de la Iglesia de Filadelfia: «Las palabras del Santo y Verdadero Que tiene la llave de David, Que abre y nadie puede cerrar, Que cierra y nadie puede abrir» (3:7).
Esta es artesanía literaria de la mejor calidad.
(ii) La segunda cosa que debemos notar es que Juan toma títulos en este pasaje que se aplican a Dios en el Antiguo Testamento y se los adscribe al Cristo Resucitado.
Tenía la cabeza y el pelo blancos, tan blancos como la lana, o más, como la nieve.
En Dn 7:9 esa descripción corresponde al Anciano de Días.
Su voz era como el estruendo de muchas aguas.
En Ez 43:2 se describe así la voz del mismo Dios.
Tenía en Su diestra siete estrellas.
En el Antiguo Testamento es Dios mismo Quien controla las estrellas. Dios mismo le pregunta a Job: «¿Podrás tú anudar los lazos de las Pléyades, o desatar las ligaduras de Orión?» Job 38:31 ).
Yo soy el Primero y el último.
Isaías oyó decir a Dios: «Yo soy el Primero, y Yo soy el último» Isa 44:6; cp. 48:12).
Yo soy el Viviente.
En el Antiguo Testamento Dios es «el Dios vivo» por antonomasia (Jos 3:10 ; Sal 42:2 ; Os 1:10 ).
Tengo las llaves de la muerte y del Hades.
Los rabinos decían que había tres llaves que Le pertenecían a Dios y que Él no compartiría con ningún otro: las del nacimiento, la lluvia y la resurrección.
No tenía Juan mejor manera de demostrar la reverencia que sentía por Jesucristo. Le aplica nada menos que los títulos que se dan a Dios en el Antiguo Testamento.
De gloria coronado está el Rey y Vencedor Que hubo un día de llevar corona de dolor.
No habrá más digno ni alto honor que el Cielo pueda dar que el que a Jesús correspondió: eterno Rey de Paz.
(Thomas Kelley – Tr. Federico J. Pagura).
LOS TÍTULOS DEL SEÑOR RESUCITADO (1)
Apocalipsis 1:14-18 (continuación)
Consideremos brevemente cada uno de los títulos que corresponden al Señor Resucitado.
Tenía la cabeza y el pelo blancos, tan blancos como la lana, o más, como la nieve.
Esto, tomado de la descripción del Anciano de Días de Dn 7:9 , representa dos cosas. (a) Representa una gran edad; y nos habla de la existencia eterna de Jesucristo. (b) Nos habla de Su pureza divina. La nieve y la lana blanca son los emblemas de la pureza inmaculada. «Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana» Isa 1:18 ). Aquí tenemos los símbolos de la preexistencia y la impecabilidad de Cristo.
Tenía los ojos como fuego llameante.
Juan tiene siempre en mente a Daniel, y esta es parte de la descripción de la figura divina que le trajo la visión a Daniel. «Sus ojos antorchas de fuego» Dn 10:6 ). Cuando leemos la historia evangélica sacamos la impresión de que el que había visto una vez los ojos de Jesús ya no los podía olvidar. Una y otra vez se nos describen recorriendo un círculo de personas Mr 3:34; Mr 10:23 ; 11: Il ); a veces, llameando de ira (Marcos 3: S); a veces, fijándose con amor en alguien Mr 10:21 ); y a veces inundados de dolor por las heridas que Le habían infligido en lo más íntimo Sus amigos Lc 22:61 ).
Tenía los pies, como bronce pulido refinado a fuego en un crisol.
La palabra que traducimos por bronce pulido es jalkola?banon.1Vo se sabe a ciencia cierta qué metal era. Tal vez se trataba del fabuloso compuesto llamado electrum, que los antiguos creían que era una aleación de oro y plata, y más preciosa que cualquiera de los dos. Aquí de nuevo es el Antiguo Testamento el origen de la visión de Juan. En Daniel se nos dice del mensajero divino que eran «sus pies -¿o piernas?como de color de bronce bruñido» Dn 10:6 ); en Ezequiel se dice de los seres angélicos que les centelleaban los pies a manera de bronce muy bruñido (Ez 1:7 ). Puede ser que debamos ver dos cosas en esta figura. El bronce representa la fuerza, la estabilidad de Dios; y los rayos resplandecientes, la velocidad, la prontitud de Dios para venir en ayuda de los Suyos o para castigar el pecado.
Su voz era como el estruendo de muchas aguas.
Esta descripción corresponde a la voz de Dios en Ez 43:2 . Pero puede ser que podamos captar un eco de la isleta de Patmos. Como dice H. B. Swete: «El rugido del Egeo estaba en los oídos del vidente.» Y añade a continuación que la voz de Dios no se reduce a una sola nota. Aquí es como el rugido del mar, pero también puede ser como «el silbo apacible y delicado» 1R 19:12 ), o, como lo interpretó la versión griega del Antiguo Testamento, como una brisa benigna. Puede tronar una reprensión; o musitar consuelo tranquilizador como una nana materna a un bebé inquieto.
Tenía en Su diestra siete estrellas.
De nuevo tenemos aquí algo que es prerrogativa exclusiva de Dios. Pero es también algo precioso. Cuando el vidente cayó de temor reverente ante la visión, el Cristo Resucitado le tendió Su diestra y la puso suavemente sobre él diciéndole que no tuviera n-fiedo. La mano de Cristo es suficientemente poderosa para sostener los cielos, y suficientemente benigna para enjugar nuestras lágrimas.
LOS TÍTULOS DEL SEÑOR RESUCITADO (2)
Apocalipsis 1:14-18 (conclusión)
Le salía de la boca una espada aguda de doble filo.
La espada a la que se hace referencia no era larga y estrecha como la de un esgrimidor, sino corta, con la forma de la lengua, que se usaba en el combate cuerpo a cuerpo. De nuevo vemos que el vidente ha acudido aquí y allá al Antiguo Testamento para encontrar la figura. Isaías decía de Dios: «Herirá la tierra con la vara de Su boca» Isa 11:4 ); y de Su Siervo: «Puso mi boca como espada afilada» (Tsaías 49:2). Este símbolo nos, habla de la cualidad penetrante de la Palabra de Dios. Si la escuchamos, no habrá escudo de autodecepción que la pueda resistir; desnuda nuestros propios engaños y nuestros pecados, y nos conduce al perdón. «La Palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que ninguna espada de doble filo: penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien, todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a Quien tenemos que dar cuenta» (He 4:12 s).
Su rostro era como el Sol cuando está en la plenitud de su resplandor.
En Jueces tenemos un cuadro imponente que bien puede ser que Juan tuviera en mente aquí. Los enemigos de Dios han de perecer, «pero Tus amigos serán como el sol cuando sale en su esplendor» (Jue 5:31 ). Si eso es verdad de los que aman a Dios, ¡cuánto más lo será del amado Hijo de Dios! Swete ve aquí algo todavía más hermoso, nada menos que un recuerdo de la Transfiguración. En aquella ocasión, Jesús se transfiguró en presencia de Pedro, Santiago y Juan, «y resplandeció Su rostro como el sol» (Mt 17:2 ). Nadie que Le hubiera contemplado entonces podría olvidar Su resplandor; y, si el autor de este libro es el mismo Juan, tal vez vio otra vez en el rostro del Cristo Resucitado la gloria que había intuido en el Monte de la Transfiguración.
Cuando Le vi, caí como muerto a Sus pies.
Esta fue también la experiencia de Ezequiel cuando Dios le habló (Ez 1:28 ; Ez 3:23 ; Ez 43:3 ). Pero también podemos recordar otra historia evangélica de la que puede ser reflejo. Aquel día en Galilea cuando pescaron tantos peces y Pedro intuyó Quién era Jesús, cayó de rodillas ante Él abrumado por el sentimiento de que él no era más que un pecador Lc 5:111 ). Hasta el fin de nuestro camino no podemos sentir más que reverencia en la presencia de la santidad y la gloria del Cristo Resucitado.
Deja de tener miedo.
Sin duda aquí nos encontramos también con ren-finiscencias de la historia evangélica, porque estas fueron palabras que los discípulos oyeron más de una vez de los labios de Jesús. Fueron las que les dirigió cuando se dirigió a ellos por el agua (Mt 14:27 ; Mr 6:50 ); y sobre todo fueron las que les habló en el Monte de la Transfiguración, cuando estaban aterrados por haber escuchado la voz divina (Mt 17:7 ). Hasta en el Cielo, cuando lleguemos cerca de la gloria inaccesible, Jesús nos dirá: «Estoy aquí, no tengáis miedo.»
Yo soy el Primero y el último.
En el Antiguo Testamento esta no es sino la descripción que hace Dios de Sí mismo (Isa 44:6 ; Isa 48:12 ). Jesús nos promete que Él está al principio y al final, en el momento del nacimiento y en el de la muerte, cuando iniciamos nuestro camino cristiano y cuando terminamos la carrera.
Soy el Viviente, aunque estuve muerto; y he aquí que estoy vivo para siempre jamás.
Aquí hay tanto la credencial como la promesa de Cristo, la credencial del Que ha conquistado la muerte y la promesa del Que está vivo para siempre para estar con Su pueblo.
Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
La muerte tiene sus puertas (Sal 9:13 ; 107.18; Isa 38:10 ); y Cristo tiene las llaves de esas puertas. Ha habido algunos, y todavía los hay, que han tomado estas palabras como una referencia al descendimiento a los infiernos (1Pe 3:1820 ). La Iglesia antigua tenía la idea de que, cuando Jesús descendió al Hades, abrió sus puertas y sacó de allí a Abraham y a todos los fieles de Dios que habían vivido y muerto en generaciones pasadas; pero nosotros lo tomamos en el sentido aún más amplio de que Jesucristo ha abolido la muerte y sacado a luz la inmortalidad por el Evangelio (2 Timoteo 1:10 ); de que porque Él vive, nosotros también viviremos Jn 14:19 ), y de que, por tanto, para los que Le amamos ya ha pasado para siempre la amargura de la muerte.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
REFERENCIAS CRUZADAS
y 52 Pro 20:29; Dan 7:9
z 53 Rev 19:12
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
14 (1) El cabello blanco indica edad avanzada ( Job_15:10). Aquí denota que el Señor existe desde tiempos inmemoriales. En Cnt_5:11 se le describe con cabello negro, lo que denota Su fortaleza inmarcesible y eterna.
14 (2) La blanca lana es un producto natural de la vida, y la nieve desciende del cielo. Así que, la lana blanca aquí y en Dan_7:9 significa que la antigüedad de Cristo procede de Su naturaleza, y no de Su vejez, mientras que la nieve significa que Su antigüedad es celestial, y no terrenal.
14 (3) En Cnt_5:12 los ojos de Cristo son como palomas; expresan Su amor. Aquí Sus ojos son como llama de fuego, y con ellos observa y escudriña para ejercer juicio mediante la luz que irradian. En este libro El no tiene dos ojos sino siete (5:6). El número siete designa completamiento en el mover de Dios. Por consiguiente, los ojos de Cristo en este libro tienen como fin la obra de Dios. Estos siete ojos Suyos son las siete lámparas de fuego (cfr. Dan_10:6) que arden delante del trono, y éstas son los siete Espíritus de Dios (4:5). El «fuego ardiente» equivale ala «llama de fuego» y su función es observar y escudriñar. Los siete Espíritus de Dios enviados por toda la tierra (5:6) también facilitan el mover de Dios en la tierra. Por tanto, los ojos de Cristo en este libro son los siete Espíritus de Dios que fomentan el mover y la obra de Dios sobre la tierra hoy día.
14 (4) Este libro se caracteriza por el juicio. El fuego es usado en el juicio divino ( 1Co_3:13 ; Heb_6:8 ; 10:27). «Nuestro Dios es fuego consumidor» ( Heb_12:29); Su trono es una llama de fuego y las ruedas del mismo son fuego ardiente, y un río de fuego procede de delante de El ( Dan_7:9-10). Todo esto tiene como fin el juicio. Los ojos del Señor son como llama de fuego y su fin principal es juzgar (2:18-23; 19:11-12). Cuando El venga a tomar posesión de la tierra trayendo juicio sobre ella, hasta Sus pies serán como columnas de fuego (10:1).
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
sus ojos como llama de fuego. Cp. la figura usada en 1Co 3:13 en relación con el juicio.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
cabellos… blancos… → Dan 7:9.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
g Dan 7:9.