Comentario de Apocalipsis 12:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol y con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.
¡La Segunda División Mayor De Este Libro! La primera parte del libro (los capítulos 1 al 11) presentan el conflicto entre el pueblo de Dios (la iglesia) y sus perseguidores. Se revela a la iglesia que Dios le asegura la victoria final sobre sus enemigos.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
apareció en el cielo. Apo 12:3; Apo 11:19; Apo 15:1; 2Cr 32:31; Mar 13:25; Hch 2:19.
una gran señal. Mat 12:38; Mat 24:30; Luc 21:11, Luc 21:25.
una mujer. Isa 49:14-23; Isa 54:5-7; Isa 60:1-4; Ose 2:19, Ose 2:20; Jua 3:29; 2Co 11:2; Efe 5:25-27, Efe 5:32.
vestida del sol. Apo 21:23; Sal 84:11; Isa 60:19, Isa 60:20; Isa 61:10; Mal 4:2; Rom 3:22; Rom 13:14; Gál 3:27.
con la luna debajo de sus pies. Gál 6:14; Tit 2:11, Tit 2:12.
sobre su cabeza una corona. Apo 1:20; Apo 21:14; Isa 62:3; Zac 9:16.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Apareció una mujer vestida del sol, Apo 12:1-3.
El gran dragón se para ante ella, listo para devorar a su hijo, Apo 12:4, Apo 12:5;
la mujer, luego de dar a luz, huye al desierto, Apo 12:6.
Miguel y sus ángeles luchan contra el dragón, y prevalecen, Apo 12:7-12.
El dragón, siendo arrojado a la tierra, persigue a la mujer, Apo 12:13-17.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
En Apocalipsis una señal es una persona o acontecimiento que indica más allá de sí hacia algo de mayor significación. En el Evangelio de Juan, cada señal indica la divinidad de Cristo (Jua 2:11). En Apocalipsis, además de las grandes señales adicionales en el cielo (v. Apo 12:3; Apo 15:1), hay una señal demoníaca sobre la tierra (Apo 13:13, Apo 13:14; Apo 16:14; Apo 19:20). La mujer vestida de sol es interpretada por algunos como la Iglesia, por otros como los judíos creyentes, y por otros como israelitas étnicos. La corona de doce estrellas es una referencia a las doce tribus de Israel, o quizás a los doce apóstoles (Apo 21:12-14). Las estrellas recuerdan la visión de José (Gén 37:9-11), que significó la preeminencia de José sobre sus hermanos.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
APARECIÓ EN EL CIELO UNA GRAN SEÑAL. El cap. Apo 12:1-17 presenta cuatro grandes conflictos entre Dios y Satanás: el conflicto de Satanás
(1) con Cristo y su obra de redención (vv. Apo 12:1-5),
(2) con los fieles de Israel (vv. Apo 12:6; Apo 12:13-16),
(3) con el cielo (vv. Apo 12:7-9) y
(4) con los creyentes (vv. Apo 12:10-11; Apo 12:17).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
UNA MUJER. Esta mujer representa a los fieles de Israel por medio de los cuales vino el Mesías (i.e., el niño Jesús, vv. Apo 12:2; Apo 12:4-5) al mundo (cf. Rom 9:5). Esto lo indica no sólo el nacimiento del niño, sino también la referencia al sol y a la luna (véase Gén 37:9-11) y a las doce estrellas, las que naturalmente se refieren a las doce tribus de Israel.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Ejecución de los decretos del librito abierto, 12:1-22:5.
En esta segunda sección profética se desarrollan las predicciones contenidas en el librito recibido por Juan en el capítulo 10:8-11. Todo es concebido desde el punto de vista de la Iglesia y de las luchas que ha tenido que sostener contra el Imperio romano, tipo del anticristo y de todos los poderes enemigos de Dios. El Dragón, es decir, el diablo, declara la guerra a la Iglesia sirviéndose de dos Bestias, que encarnan el poder de Roma y el sacerdocio pagano. Es la gran persecución de tres años y medio, que se terminará con el juicio de los perseguidores l y con la inauguración del reino milenario de Cristo 2. El ejército celestial, teniendo por capitán al Cordero, infligirá al anticristo una derrota completa. La visión del capítulo 20 viene como a resumir todo esto, mostrando que Cristo no ha dejado de reinar nunca desde su encarnación, incluso en medio de las terribles contingencias de su pasión y muerte.
1 Rev 6:12-17. – 2 Rev 7:1-17- – 3 Rev 9:20-21. – 4 Rev 11:13. – 5 Rev 16:19; Rev 17:18; Rev 18:10. – 6 Rev 21:2.10; Rev 22:19. – 7 Así la interpretan Victorino de Pettau y Andrés de Cesárea. – 8 Ez 40:3-42:18; cf. Zac 2:5-9. – 9 Is 34.li. – 10 Cf.2Sa 8:2. – 11 Rev 7:1-8. – 12 Rev 6:9. – 13 Cf. A. Gelin, o.c. p.625; F. Vigouroux, Le Nouveau Testament et les découvertes at-chéologiques modernes (París 1907) 286. – 14 Rev 11:2. – 15 Rev 12:6. – 16 Rev 12:14. – 18 Dan 7:25; Dan 12:7. – 19 Lc 4:25- – 20 Stg 5:17. – 21 Cf. 1Re 18:1. – 22 Cf. S. Bartina, o.c. p.694· – 23 Cf. Mat 16:18. A propósito de la interpretación del c.n, cf. A. Feuillet, Essai d’inter-prétation du chapitren de l’Apocalypse: NTSt 3 (1957-1958) 183-200. – 24 Lev 21:24. – 25 E. B. Allo, o.c. p.149. – 26 Tyconius dice que los dos Testigos es “ecclesia duobus testamentis praedicans et pro-phetans.” – 27 Cf. Jua 8:17. – 28 H. B. Swete, The Apocalypse ofthe Sí. John (Londres 1909), en h.l.; E. B. Allo, o.c. p.157-161. – 29 Mt 17 3ss. – 30 Cf. 2 Grón 36:1355; Mat 23:2955. – 31 Cf. S. bartina, o.c. p.ó99; J. Munck, Pefrus und Paulus in der Offenbarung Johannis. Ein Beitrag zur Auslegung der Apokalypse (Copenhague 1950) 126; D. Haugg, Die zwei Zeugen (Rev 11:2) (Münster 1936); O. J. R. A. Schwarz, Die zwei Zeugen: Kirche und Israel (Rev 11:3): Una Sancta, Hefte 15 (1960) 145-153. – 32 2Re 1:10-12. – 33 Num 16:25-35. – 34 Cf. Libro 4 Esdras 13:10-11; Ascensión de Isaías 4:18. – 35 Jer 5:14. – 36 Eco 48:1. – 37 Mat 5:14-16. – 38 1Re 17:1-2; 1Re 18:41-46; Eco 48:3; Luc 4:25; Stg 5:17. – 39 Exo 7:19-25- – 40 Cf. Ap 13:7- – 41 Rev 11:11-12; Rev 20:4. – 42 Cf. Rev 13:1.18; Rev 17:8. – 43 Dan 7:1-21. – 44 Dan 7:7. – 45 Dan 7.8.19SS. – 46 Cf. M. García Cordero, o.c. p.122. – 47 El P. M. E. Boismard y otros autores suprimen, como una glosa inspirada tal vez en Mat 23:37, la frase donde su Señor fue crucificado, e identifican la gran ciudad con Roma. Gf. M. E. Boismard, L’Apocalypse, en La Sainte Bible dejérusalem p.54. – 48 Mt 23:37- – 49 Sab 19:14-15. – 50 Cf. Rev 16:19; Rev 17:18; Rev 18:10.16-19. – 51 Cf. Am 1-4; Is 13-23; Jer 46-51; Ez 25-32; Nah 1-3. – 52 Me 15:31-32. – 53 Eze 37:7-10. – 54 Rev 12:5; Hec 1:9. – 55 2Re 2:11. – 56 Ant. lud. 4:8:48. – 57 Jos. Flavio, Contra Apionem 1:22; Cf. Clemente Alejandrino, Stromata 6:15: PG 9.355SS. – 58 Rev 20:4. – 59 e. β. Allo, o.c. p.154. – 60 Mat 27:52; cf. Mc 15:33- – 61 Jl 2:2-32. – 62 Lev 23:48. – 63 Rev 8:1. – 64 Rev 4:6-8. – 65 E. B. Allo, o.c. p.168. – 66 Gf. Rev 1:8; Rev 4:8. – 67 Ap 5. – 68 Rev 6:9-10. – 69 Rev 20:7-10. – 70 Rev 20:13-15. – 71 Cf. Rev 14:5; Rev 16:6; Rev 18:20.24. – 72 Cf. Isa 24:1ss; Zac 14:1ss. – 73Jn 1:1 :14. – 74 2Ma 2:5-8. – 75 Rev 8:5 – 76 Rev 16:18.
Capitulo 12.
Visión de la mujer y del dragón,Rev 12:1-18.
El capítulo 12 abre la última sección del libro a manera de grandioso prefacio. San Juan nos mostrará en él que es el odio de Satanás la causa principal de las persecuciones que el Imperio romano había desencadenado contra la Iglesia y sus fieles. Tocamos aquí el punto culminante del Apocalipsis, pues el capítulo 12 es central en este libro sagrado. Contiene una de las escenas más grandiosas del Apocalipsis, y prepara con algunas pinceladas las figuras principales que han de jugar un papel de primer orden en la última sección del libro. Este capítulo constituye el desarrollo del tercer ay! Se puede dividir – el capítulo 12 – en tres partes: la Mujer da a luz un Niño,Rev 12:1-6; Miguel combate contra el Dragón y lo arroja del cielo, 12, 7-12; la Mujer en el desierto,Rev 12:13-18.
La Mujer da a luz a un Niño,Rev 12:1-6.
1 Apareció en el cielo una señal grande, una Mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas, 2 y, estando encinta, gritaba con los dolores de parto y las ansias de parir. 3 Apareció en el cielo otra señal, y vi un gran Dragón, de color de fuego, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre la cabeza siete coronas. 4 Con su cola arrastró la tercera parte de los astros del cielo, y los arrojó a la tierra. Se paró el Dragón delante de la Mujer, que estaba a punto de parir, para tragarse a su Hijo en cuanto le pariese. 5 Parió un varón, que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro, pero el Hijo fue arrebatado a Dios y a su trono. 6 La Mujer huyó al desierto, en donde tenía un lugar preparado por Dios para que allí la alimentasen durante mil doscientos sesenta días.
El vidente de Patmos contempla en el cielo una señal grande. El cielo no es propiamente el escenario de la visión, cuyas fases se desarrollan sobre la tierra, sino que el cielo es más bien la pantalla sobre la cual se proyecta la señal. Esta señal es una mujer vestida de la luz del sol, con la luna por escabel de sus pies y una corona de doce estrellas (v.1). Esta descripción de la mujer con esos atributos radiantes indica su carácter supramundano, santo, puro 3. El resplandor de la Mujer, envuelta en el sol, da relieve a su grandeza y gloria extraordinarias. Este simbolismo era conocido de los judíos, los cuales se sirven de la imagen de la luz para expresar la gloria de Dios 4, e incluso emplean a veces ornamentos astrales para la representación glorificada de grandes personajes o de sublimes realidades. El Cantar de los Cantares también nos describe la esposa rodeada de luz: “¿Quién es esta que se alza como aurora, hermosa cual la luna, espléndida como el sol?” 5 Y el Testamento de Neftalí describe a judá con una imagen bastante parecida a la del Apocalipsis: “Judá se puso resplandeciente como la luna, y bajo sus pies había doce rayos”6. Las doce estrellas designan muy probablemente las doce tribus de Israel. En esto coinciden hoy día casi todos los autores7. Pero también pudieran designar los doce apóstoles 8. Esta imagen nos recuerda el pasaje del Génesis, en el cual se dice que José había visto en sueños que el sol, la luna y once estrellas le adoraban 9.
Los adornos siderales eran atribuidos también a varias divinidades paganas, como a Cibeles, a Isis y a Attis 10. Además, el culto de la diosa madre era muy floreciente en la provincia proconsular de Asia en tiempos de Juan. Por eso, la visión de “la Mujer-Iglesia pudiera muy bien ser – como dice A. Gelin – una réplica plástica de la diosa cuyo culto era necesario combatir.” 11
No obstante la gloria celeste que circunda a esta Mujer extraordinaria, San Juan nos la presenta gritando por los dolores de parto y las ansias de parir (v.2). Estos detalles que nos da el autor sagrado son de capital importancia para individualizar a la misteriosa Mujer. ¿Quién es esa Mujer refulgente de gloria y de esplendor? La respuesta más sencilla para nosotros sería la de afirmar que esa Mujer es María, la Madre de Jesús, ya que en el v.5 se dice con bastante claridad que dio a luz al Mesías. Pero hay varias razones que parecen oponerse poderosamente a esta solución. En primer lugar se dice en nuestro pasaje que la Mujer gritaba en los dolores de parto. Ahora bien, la tradición enseña unánimemente que la Santísima Virgen dio a luz a Jesús de una manera virginal y sin dolor. En segundo lugar, el autor sagrado habla en el v.17 de los descendientes de la Mujer, o sea de otros hijos que habría tenido. Nosotros sabemos por los Evangelios, por la fe y la tradición que María fue siempre Virgen y tuvo un solo Hijo, Jesucristo. Estas razones tan evidentes obligaron a los intérpretes, ya desde antiguo, a buscar otras soluciones. Unos ven en la Mujer el símbolo de Israel; para otros sería la figura de la Iglesia. Y no faltan quienes vean en ella simbolizada de alguna manera a la Santísima Virgen.
Los que ven en la Mujer la representación de Israel se fundan en razones que, a nuestra manera de ver, son de mucho peso. Son muchos los lugares de los profetas del Antiguo Testamento en que Israel es representado bajo la figura de una mujer. Dejando aparte la esposa del Cantar de los Cantares, podemos descubrir esta personificación de Israel en Oseas 12, en Jeremías 13 y en Ezequiel14. Este último nos presenta a las dos hermanas Oola y Ooliba, que representan a los dos reinos de Samaría y Judá 15. Los libros apócrifos siguen también la misma norma, como se puede ver en 4 Esdras 16. Y en el Nuevo Testamento encontramos estas mismas personificaciones 17. Por otra parte, la imagen de Sión en dolores de parto no era desconocida en el Antiguo Testamento. El profeta Miqueas exclama: “Te dueles y gimes, hija de Sión, como mujer en parto porque vas a salir ahora de la ciudad y morarás en los campos y llegarás hasta Babilonia”18. Isaías nos presenta a los israelitas oprimidos que claman a Yahvé: “Como la mujer encinta cuando llega el parto se retuerce y grita en sus dolores, así estábamos nosotros lejos de ti, oh Yahvé!”19 Y en otro lugar, el mismo profeta nos habla de la multiplicación de la nueva Jerusalén en estos términos: “Antes de ponerse de parto ha parido; antes de sentir los dolores dio a luz un hijo. ¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vio nunca tal? ¿Nace un pueblo en un día? Una nación, ¿nace toda de una vez? Pues Sión ha parido a sus hijos antes de sentir los dolores.” 20
Además, el autor del Apocalipsis nos dice expresamente en el v.6 que la Mujer huyó al desierto, en donde fue alimentada por Dios hasta que desapareció el peligro de parte de sus enemigos. Por el libro del éxodo sabemos que Israel huyó de Egipto al desierto del Sinaí, en donde fue alimentado por Dios con el maná caído del cielo hasta que se convirtió en un pueblo bien constituido, capaz de enfrentarse y resistir a los pueblos enemigos. De este paralelo evidente parece seguirse que la Mujer del Apocalipsis representa al pueblo de Dios personificado. Pero ¿qué pueblo es éste? ¿Es acaso el Israel de la Antigua Alianza o más bien el nuevo Israel, es decir, la Iglesia de Cristo? Creemos que la mujer de nuestro texto simboliza en primer lugar al Israel del Antiguo Testamento, del cual nació Jesucristo según la carne. Y en segundo lugar representa al nuevo Israel, o sea a la Iglesia, que será el blanco de todos los ataques del Dragón.
Por el ν. 17 se ve claramente que San Juan mira principalmente a la Iglesia cristiana, ya que presenta a la Mujer como Madre de todos los creyentes en Jesús. Sin embargo, es importante notar la continuidad existente entre el antiguo Israel de las promesas y el nuevo Israel, en el cual se realizaron esas promesas. Son, en efecto, dos fases distintas de una misma realidad, de una misma comunidad: forman una sola y única Iglesia a través de todas las edades. Es la Iglesia histórica que ha dado a luz al Mesías. Este alumbramiento ha sido preparado dolorosamente a través de toda la historia de Israel. Son los dolores de parto y las ansias de parir de que nos habla el Apocalipsis. Estos dolores no pueden referirse evidentemente al nacimiento feliz y virginal del Mesías en Belén. Victorino de Pettau (hacia el año 303) los interpreta de los sufrimientos de los justos del Antiguo Testamento: “Ella es la antigua Iglesia de los patriarcas y profetas, de los santos y de los apóstoles. Tuvo que soportar los gemidos y tormentos de sus anhelos hasta que Cristo, el fruto prometido de su pueblo según la carne, tomó cuerpo de esta misma raza” 21. Los dolores de que nos habla el autor del Apocalipsis tienen una significación simbólica. Según la tradición judía, recogida también en San Mateo 22 y presente en diversos lugares del Apocalipsis, grandes dolores y sufrimientos de Israel, que son comparados con los dolores de parto, habían de preceder la venida del Mesías 23. Los mismos profetas solían anunciar la venida del Mesías en los momentos de las grandes tribulaciones sufridas por el pueblo de Dios. Yahvé sometía el pueblo a dura penitencia en castigo de sus prevaricaciones. Pero cuando mayor era la tribulación y más lejanas las esperanzas humanas de remedio, más fundada se presentaba la esperanza de la salud mesiánica. El nacimiento del Mesías prometido a Israel tendría lugar en los mayores aprietos de la nación. Vendría acompañado de graves dolores de parto. San Pablo nos habla también de estos dolores al fin de los tiempos, antes de la salud definitiva 24. En los libros apócrifos y en la literatura rabínica se ponderan sobremanera los “dolores del alumbramiento del Mesías” 25. Estos dolores serían tan graves, que algunos preferirían renunciar incluso a los bienes me-siánicos por no experimentar calamidades tan terribles 26.
Tal es, sin duda, el sentido de nuestro texto, expresado en estilo muy conforme con el de los antiguos profetas y muy ajustado al lenguaje apocalíptico. El Mesías había de nacer de la nación santa en los momentos de mayor angustia. Por consiguiente, la Mujer del Apocalipsis es la personificación de la Iglesia en sus diversas fases. Primero, en su estadio imperfecto del Antiguo Testamento, y después, en su estadio perfecto del Nuevo Testamento. Uno constituye el perfeccionamiento y la coronación del otro. Porque no hay más que una Iglesia, que ha venido desarrollándose a través dé los siglos.
Por el hecho de ser esta Mujer, tan maravillosamente adornada, la Madre del Mesías (v.5) ha habido muchos autores antiguos y modernos que la identifican con la Virgen María, de quien, en efecto, nació el Salvador. Esta interpretación se puede justificar si tenemos en cuenta que el sentido histórico no agota la riqueza de la Sagrada Escritura tal como nos enseñan a leerla los Santos Padres y la Iglesia. En un sentido literal acomodaticio se puede aplicar este texto a la Santísima Virgen María, Madre del Mesías y de todos los cristianos, siguiendo a San Agustín 27 y a San Bernardo 28. San Pablo, escribiendo a los romanos, contrapone Cristo a Adán en estos términos: “La muerte reinó desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no habían pecado, como pecó Adán, que es tipo del que había de venir. Mas no fue el don como la transgresión. Pues si por la transgresión de uno solo mueren muchos, mucho más la gracia de Dios y el don gratuito, consistente en la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se difundirá copiosamente sobre muchos. Y no fue el don lo que fue la obra de un solo pecador, pues por el pecado de uno solo vino el juicio para condenación; mas el don, después de muchas transgresiones, acabó en justificación.” 29 Esta misma contraposición es desarrollada por el Apóstol en 1Co 15:45-49. Pues esta contraposición entre Adán y Cristo llevó a los Santos Padres a otra, la de Eva y María, que suelen desarrollarla haciendo ver la parte que tomó María en la obra de la redención. Es la aplicación del principio de analogía, que tanto valor tiene en la ciencia teológica.
Pues bien, entre la Mujer del Apocalipsis, el pueblo elegido, la descendencia de Abraham según la fe, de la que salió el Mesías y María, originaria del pueblo electo que le dio a luz, hay una analogía evidente. Si el Apóstol de los Gentiles pudo contar entre las glorias de Israel el que de él procediese Cristo 30, mucho más se puede esto decir de la Madre que le dio a luz, y que por esto mereció el título de Madre de Dios. De igual modo, si el Apóstol dice de Israel, de la descendencia de Abraham según la fe, que es nuestra madre 31, mucho mejor se puede dar este nombre a la que engendró a Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, primogénito entre muchos hermanos32, por quien nosotros hemos recibido la dignidad dé hijos de Dios 33.
Todo esto y mucho más lo conocía San Juan. Por eso es muy posible que el vidente de Patmos aluda de algún modo, en esta visión del Ap 12, a la Santísima Virgen María. El, que conocía a María, la Madre de Jesús; que la había recibido como madre suya en el Calvario, que había cumplido con ella los deberes de un buen hijo, no podía menos de pensar en ella cuando nos habla del nacimiento del Mesías. La liturgia de la Iglesia también entiende esta visión de la Virgen María. A esta aplicación no se opone el que en nuestro texto se hable de los do I ores de parto de la Mujer, ya que esto se podría entender de la compasión de María 34. En estos últimos tiempos se ha escrito mucho sobre el sentido mariano de esta visión del Apocalipsis 35. Los defensores del sentido mariológico ven en la descendencia de la Mujer del v.17, significada la maternidad espiritual de María, que también engendra a los que creen en Jesús 36.
Como contraposición a la imagen radiante de luz de la Mujer, que simboliza a la Iglesia, San Juan contempla un nuevo prodigio: ve en el cielo un gran Dragón de color de fuego, con siete cabezas, diez cuernos y siete coronas (ν.3). Este Dragón representa los poderes del mal, que se levantan contra la Iglesia de Cristo con el propósito de destruirla. Según el v.8, el Dragón es Satanás, la antigua serpiente Π’, por medio de la cual el diablo tentó a Eva. Aquí no persigue a Eva, sino a la Mujer ideal, al Israel de Dios. En el Antiguo Testamento se habla frecuentemente de un monstruo marino 38, que es designado con los nombres de Leviatán, Behemot y Rahab, el cual simboliza las fuerzas enemigas de Dios. El Dragón que aparece en nuestro texto del Apocalipsis es semejante a la Bestia de Rev 13:1 y 17:3. Sin embargo, aquí las cabezas y los cuernos del Dragón no parecen tener el significado preciso que tienen los de la Bestia. Los diez cuernos y las siete coronas del Dragón son símbolos de su poder. Estos elementos están tomados del libro de Daniel 39, en donde los diez cuernos designan a diez reyes de la dinastía de los seléucidas. Las siete cabezas, como las de la hidra de la fábula y las del basilisco de siete cabezas, significan su resistencia a la muerte. Las coronas que adornan las siete cabezas significan su gran poder, ejercido por medio de otros tantos reyes. El Dragón tiene coronas porque es el Principe de este mundo 40, y como tal se presenta a Jesús en el desierto para tentarle41. Las tentaciones de Jesús constituyen un indicio de la lucha sorda y continua que el demonio mantiene contra Dios a través de los siglos. La historia de la humanidad está sembrada de hechos y sucesos que manifiestan bien claramente la lucha entablada desde el principio entre el bien y el mal. El Apocalipsis dramatiza sobremanera esta lucha entre las fuerzas del bien y las del mal, entre Jesucristo y Satanás, que terminará con el triunfo total y definitivo de Cristo.
San Juan nos indica la fuerza maléfica y formidable del Dragón al afirmar que con su cola arrastró la tercera parte de los astros y los arrojó a la tierra (v.4). También en el libro de Daniel se nos habla de un “pequeño cuerno” que creció mucho hacia los cuatro puntos cardinales, “engrandeciéndose hasta llegar al ejército de los cielos, y echó a tierra estrellas y las holló.”42 El profeta Daniel se refiere a Antíoco IV Epífanes, que con su persecución religiosa contra el judaísmo logró la defección de relevantes personajes de la nación hebrea y profanó el templo y todo lo más sagrado de la religión de Yahvé 43. Por eso no sería de extrañar que el autor del Apocalipsis aludiese a la apostasía de altos representantes de la Iglesia de Cristo durante las persecuciones entonces desencadenadas. Sin embargo, según un simbolismo conocido en la literatura apocalíptica 44, las estrellas que caen del cielo representan a los ángeles prevaricadores. Con su poder de persuasión, el Dragón arrastra en pos de sí una buena porción de los ángeles del cielo, y con el mismo poder arrastrará también a muchísimos hombres, como arrastró a nuestros primeros padres en el paraíso.
El Dragón, que había aparecido en el cielo arrastrando a la tercera parte de las estrellas, se para delante de la Mujer, que estaba a punto de dar a luz, para tragarse a su Hijo. La actitud del Dragón nos indica claramente que lo que intenta es acabar con el reino de Dios dando muerte a su fundador. Se da cuenta que el que va a nacer es el Mesías, el cual viene a implantar el reino de Dios en este mundo con el fin de acabar con el imperio del mal. La historia evangélica nos muestra con toda claridad que el demonio atentó desde el principio contra la vida de Jesús y se esforzó por deshacer su obra. A inspiración diabólica obedecían los conatos de Heredes para dar muerte a Jesús recién nacido y, especialmente las tentaciones del desierto con el propósito de anular la misión mesiánica de Jesucristo. Pero, sobre todo, la escena que nos describe el Apocalipsis alude a los esfuerzos de los judíos, estimulados por el demonio 45, para dar muerte a nuestro Señor y acabar con su obra. También podemos ver aquí implícitamente indicados los lazos que el diablo tenderá a todos los cristianos para hacerlos caer, porque la idea del Cristo místico está presente en este relato al lado de la del Cristo personal46.
El Hijo que nace de la Mujer es caracterizado empleando unas palabras del Sal 2:9 : Parió un varón, que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro (v.5). Esta cita de un salmo mesiánico indica claramente que San Juan identifica este Niño varón con el Mesías, es decir, con Jesucristo, considerado tanto en su realidad histórica como mística en los cristianos. El Mesías, según el Antiguo
Testamento, había de apacentar, como soberano y dominador, a Israel y a todas las naciones. Sería como el lugarteniente de Yahvé, que trataría con cetro autoritario y poderoso, o sea con dureza, a los que se sublevasen contra él. La Mujer que le da a luz representa al pueblo elegido, que, en medio de grandes dificultades y crisis de todo género, ha logrado alumbrar al Mesías.
El Dragón no pudo devorar al Niño recién nacido porque fue arrebatado a Dios y a su trono. El autor sagrado alude, sin duda, a la ascensión de Cristo y a su triunfo, que provocará la caída del Dragón. Jesucristo, por su gloriosa ascensión, subió al cielo y ahora reina al lado de Dios Padre por los siglos de los siglos. San Juan pasa de repente del nacimiento de Cristo a su ascensión prescindiendo de todos los hechos de la vida terrestre de Jesús, de su pasión y resurrección. Esto no significa que desconozca esos hechos, a los cuales alude en el ν. 11 y en todo el Apocalipsis 47, sino que pretende mostrar la impotencia de Satanás ante el poder omnipotente de Dios y de su Hijo. San Juan, incluso en su evangelio, pasó por alto la infancia y la juventud de Jesús. Lo que aquí interesa al autor sagrado es la continuación de la lucha entre el Dragón y el Niño, representado en sus seguidores. Cristo es el primogénito de muchos hermanos48 que habían de seguir su misma suerte, dolorosa primero, gloriosa después. Jesucristo es el capitán que dirige los escuadrones de sus seguidores contra las fuerzas de Satanás. La lucha continuará mientras dure el mundo. Pero el Dragón se verá impotente para resistir al ímpetu del ejército celestial. Desfogará su rabia, como la desfoga en nuestro pasaje, ante su impotencia frente a Jesucristo y a la Mujer que lo ha engendrado. El establecimiento de la Iglesia en este mundo exaspera a Satanás, que se da a perseguirla por todos los medios a su alcance.
La Mujer tuvo que huir al desierto (v.6) para librarse de los ataques del Dragón. Es una anticipación de la huida, de la cual se volverá a hablar en los v.13-iy. ¿Qué significa la huida de esta Mujer al desierto para escapar a las acometidas del Dragón? Ante todo hemos de tener presente que el desierto es el refugio tradicional de los perseguidos en el Antiguo Testamento49. Además, San Juan sabía perfectamente que en el desierto halló Israel un refugio contra la persecución de los egipcios y en el desierto fue alimentado por Dios con el maná. En Oseas se dice que Dios llevará a su pueblo al desierto y que allí le hablará al corazón. Este desierto50 no es otro que el retiro del mundo – en el cual reina el Dragón, Satanás – para vivir la vida escondida con Cristo en Dios. En este desierto, la Iglesia de Jesucristo será preservada de la contaminación pagana y podrá llevar una vida espiritual más profunda, de mayor concentración e intimidad con Dios. Y allí, en aquel retiro íntimo con Dios, los cristianos serán alimentados con el agua milagrosa de la palabra divina y con el pan bajado del cielo que es la Eucaristía, figurada por el maná51. Así interpretan este pasaje Primasio, Andrés de Cesárea y San Beda.
Narra Eusebio que, al estallar la guerra judía de los años 66-70 d.C. y antes que Tito sitiase Jerusalén, los fieles cristianos de esta ciudad, en virtud de una revelación divina, se retiraron el año 67 a Pella, en TransJordania, escapando así a los estragos de la guerra 52. No hay inconveniente en admitir que este hecho haya podido sugerir a San Juan esta imagen de la huida al desierto, aunque TransJordania estaba muy lejos de ser un desierto en aquella época.
La permanencia de la Mujer en el desierto durará mil doscientos sesenta días, es decir, tres años y medio, o, en términos apocalípticos, media semana de años. Este período de tiempo representa todo el tiempo que ha de durar la persecución, sea el que fuere. Es una cifra que nos es conocida por Daniel, en donde es equivalente al tiempo que ha de durar la abominación de la desolación del templo de Jerusalén 53 llevada a cabo por Antíoco IV Epífanes. El tiempo que durarán las persecuciones del Dragón contra la Mujer y sus hijos los cristianos será de media semana de años, cifra simbólica, cuyo valor real sólo Dios conoce54. Después de estas persecuciones llegará la victoria definitiva de Cristo55 y el reino de la paz.
La Mujer, huida al desierto, es sustentada por Dios durante todo el tiempo que dure la persecución, o sea, por espacio de tres años y medio. Hay evidentemente aquí una clara alusión a Israel, alimentado en el desierto por el maná que Dios le envió 56. Y posiblemente también se refiera al sustento milagroso con el que Dios fortaleció al profeta Elías para que pudiese caminar y llegar al monte Horeb57. El autor del Apocalipsis suele servirse de hechos y pasajes del Antiguo Testamento para expresar e ilustrar realidades mucho más elevadas del Nuevo Testamento. En esto sigue la misma concepción de San Pablo, para el cual las realidades del Antiguo Testamento eran figuras de otras realidades superiores del Nuevo Testamento.
Miguel combate contra el Dragón y lo arroja del cielo,Sal 12:7-12.
7 Hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles peleaban con el Dragón, 8 y peleó el Dragón y sus ángeles, y no pudieron triunfar ni fue hallado su lugar en el cielo. 9 Fue arrojado el Dragón grande, la antigua serpiente, llamada diablo y Satanás, que extravía a toda la redondez de la tierra, y fue precipitado en la tierra, y sus ángeles fueron con él precipitados. 10 Oí una gran voz en el cielo que decía: Ahora llega la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios de día y de noche. 11 Pero ellos le han vencido por la sangre del Cordero, y por la palabra de su testimonio, y menospreciaron su vida hasta morir. 12 Por eso, regocijaos, cielos y todos los que moráis en ellos. ¡Ay de la tierra y de la mar! porque descendió el diablo a vosotras animado de gran furor por cuanto sabe que le queda poco tiempo.
Como preámbulo a las luchas que el Dragón entablará contra los fieles de Cristo, San Juan nos describe una batalla que tiene lugar en el cielo. Los ángeles buenos se enfrentan con los espíritus reprobos, logrando la victoria sobre éstos. Al frente del ejército de los ángeles buenos está Miguel58. La victoria conseguida por Miguel y los suyos es la victoria de Jesucristo, de la que nos hablan los Evangelios. Jesús, aludiendo a la derrota que infligiría al demonio muriendo sobre la cruz, se expresa en estos términos: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera”59. Y en otra circunstancia decía el mismo Cristo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”60. La expulsión de los malos espíritus de los endemoniados era una victoria sobre el príncipe de las tinieblas y un retroceso de su imperio ante el avance del reino de Dios61. Los cristianos vencerán al demonio por la virtud de Jesucristo, pues Jesús forma un todo con sus fieles. Las persecuciones que El sufrió de parte del mundo y de su príncipe Satanás continuarán contra los suyos, porque el discípulo no puede ser de mejor condición que el maestro 62. Pero la victoria alcanzada por Jesús beneficiará a los suyos, los cuales, con la fuerza del Maestro, serán también vencedores.
El cielo atmosférico es la morada de las potestades aéreas según la concepción antigua63. En él es donde tiene lugar la batalla entre las legiones del Padre celestial64 y las de Satanás (v.4). Miguel, el protector del pueblo de Israel en Daniel65, se convierte en el Apocalipsis en el protector del Israel de Dios, es decir, de la Iglesia de Jesucristo. Es ésta la única vez en todo el Apocalipsis que se da el nombre de un ángel. Miguel es el caudillo de los ejércitos celestiales que pelean contra las fuerzas del Dragón. La batalla que se entabla entre ambos bandos parece como si fuera ocasionada por la ascensión de Cristo al cielo. Jesucristo, sentado en el trono de Dios, recibe de éste la soberanía sobre toda la creación. Satanás y los suyos no quieren aceptarla. Y entonces Cristo, obrando como rey, lanza contra el Dragón el ejército angélico, poniéndole en fuga. Esta desbandada simboliza la derrota de las fuerzas diabólicas por la cruz de Cristo. Las fuerzas del Dragón con su jefe son arrojadas a la tierra, teniendo que abandonar su propia morada del cielo (v.8). Pero en la tierra no dejarán de seguir la lucha, que habían comenzado con tan felices resultados en el paraíso terrenal. San Juan, al hablar de la derrota del Dragón y de su precipitación sobre la tierra, tal vez se inspire en Henoc eslavo, el cual, hablando de los ángeles caídos, dice: “Uno que era extraño a los coros de ángeles. concibió un plan imposible: quiso colocar su trono más alto que las nubes por encima de la tierra con el fin de poder llegar a ser igual en rango a mi poder. Y entonces yo lo arrojé de las alturas junto con sus ángeles, y permaneció volando continuamente en el aire sobre el insondable.”66 Esta concepción parece haber sido la que aceptó en general la teología judía contemporánea 67. También en el Nuevo Testamento la 2Pe 2:4 y Jud 1:6 hablan claramente de la caída de Satanás y de sus ángeles al infierno, considerándolo como un hecho pasado ya muy lejano. Para el autor del Apocalipsis, el descalabro sufrido por el demonio y su caída del cielo tuvo lugar principalmente cuando Jesús triunfó de la muerte en la cruz. Desde entonces, el poder del demonio quedó destruido y su actividad fue grandemente limitada y reducida.
El Dragón es identificado claramente en el v.8. Es la antigua serpiente del Gen 3:1-5, o sea el demonio bajo la forma animal, enemigo de Dios y de la humanidad. La identificación de la serpiente con Satán es también claramente afirmada en el libro de la Sabiduría: “Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo”68. El Dragón es llamado también Diablo y Satanás. El nombre hebreo Satán, que los LXX traducen por Diablo, significa propiamente el acusador, el adversario 69. Es el seductor del capítulo 3 del Génesis, que extravia a toda la redondez de la tierra. Antes de que Cristo triunfase del demonio por la cruz, Satanás gozaba de cierto derecho de acusador de los hombres delante de Dios por haberse hecho sus esclavos mediante el pecado 70. Pero después del triunfo de Cristo sobre el Calvario, el demonio ha quedado derrotado y ha sido arrojado fuera. En adelante ya no tendrá ningún derecho sobre los redimidos por la sangre de Jesucristo.
La derrota decisiva del Dragón provoca una gran alegría en el cielo. Los ángeles o bien las almas de los primeros mártires 71 entonan un cántico de alabanza a Dios y a Cristo (v.10). Porque la victoria de Miguel es en realidad la victoria de Jesucristo. La doxología está inspirada en las aclamaciones imperiales, tan en boga en la época en que escribía San Juan. Los que la cantan son los ángeles o tal vez los mártires. Si fueran estos últimos, se explicaría bien que llamaran hermanos a los fieles que aún vivían en la tierra, cuyo triunfo futuro se considera tan seguro, que se presenta como ya realizado72. Con la derrota del Dragón llega la salvación para todos los que quieran seguir las huellas de Cristo. Y se manifiesta el poder irresistible de Dios, que nadie puede detener, y el reino que ejerce sobre toda la creación sin trabas de ninguna clase. Al mismo tiempo, la autoridad de Cristo sobre el mundo y sobre la Iglesia será reconocida por la humanidad entera.
Los santos cantan el himno de alabanza porque fue precipitado del cielo el acusador que los acusaba delante de Dios constantemente. Esta victoria la han conseguido por la virtud de la sangre del Cordero, que fue derramada por todos, y también por sus propios sufrimientos, al dar testimonio de Cristo con su vida (v.11). Lo que en realidad venció al Dragón fue la cruz de Cristo, y los seguidores de Cristo le vencerán siendo fieles a su Maestro hasta la muerte si fuere preciso. El triunfo del pecado y la salvación eterna por la sangre de Cristo sólo se obtienen por la fidelidad al mensaje de Jesús llevada hasta sus últimas consecuencias.
La victoria de los ejércitos celestiales debe ser motivo de regocijo tanto en el cielo como en la tierra, porque en ambos repercutirá el triunfo favorablemente. Estos cantos de victoria se repiten con frecuencia en todo el resto del libro, porque el autor sagrado quiere fortalecer con ellos el ánimo de los fieles con la esperanza del triunfo. Aquí termina – como sucede con todos los cánticos celestes del Apocalipsis – un pasaje que sirve como de primer acto al segundo bosquejo del drama indicado en el v.6. Es una especie de introducción a lo que sigue, lo mismo que la visión de los sellos, la proclamación del águila en Rev 8:13 y el cántico de los ángeles antes de las copas, Ap 15. El autor sagrado se mueve siempre en el mismo cuadro 73.
El furor del Diablo crece con la derrota tanto más cuanto que sabe le queda poco tiempo para perseguir y hacer daño a la Iglesia de Cristo (v.1a). San Juan, a imitación de los profetas, consideraba como muy próxima la victoria definitiva de Cristo, el fin de las persecuciones y la implantación de su reino de paz sobre la tierra. La lucha durará solamente tres años y medio según la cronología del vidente de Patmos. El tiempo de que dispone el Dragón para hacer daño a los seguidores de Cristo es, pues, muy corto en comparación con la eternidad del triunfo de Jesucristo y de todos los bienaventurados74. Pero la tierra y el mar tendrán que sufrir todavía de los perseguidores de Cristo y de su Iglesia, que, como instrumentos del Dragón, se opondrán con todas sus fuerzas a su implantación en este mundo. El furor de Satanás alcanzará a todos los moradores de la tierra, pero de modo muy diverso. Los idólatras quedarán esclavizados por el diablo y sometidos a los efectos de la justicia divina. Los fieles, en cambio, aunque en apariencia vencidos, conseguirán la victoria bien por medio del martirio o bien por el mérito de las tribulaciones sufridas. El Dragón perseguirá a la Iglesia e inducirá a los hombres a la apostasía. En esta tarea será ayudado por dos Bestias, que provendrán una del mar y la otra de la tierra. Son los últimos asaltos del demonio, que anuncian el tercer ¡ay! el cual abarca todo el resto del Apocalipsis hasta la completa victoria sobre Satán en el capítulo 19.
La Mujer en el desierto,Rev 12:13-18.
13 Cuando el dragón se vio precipitado en la tierra, se dio a perseguir a la mujer que había parido al Hijo varón. 14 Pero friéronle dadas a la mujer dos alas de águila grande, para que volase al desierto, a su lugar, donde es alimentada por un tiempo y dos tiempos y medio tiempo, lejos de la vista de la serpiente. 15 La serpiente arrojó de su boca, detrás de la mujer, como un río de agua para hacer que el río la arrastrase. 16 Pero la tierra vino en ayuda de la mujer, y abrió la tierra su boca, y se tragó el río que el dragón había arrojado de su boca. 17 Se enfureció el dragón contra la mujer, y fuese a hacer la guerra contra el resto de su descendencia, contra los que guardan los preceptos de Dios y tienen el testimonio de Jesús. 18 Se apostó sobre la playa del mar.
Los v.13-14 desarrollan el pensamiento del v.6. El Dragón, al sentirse derrotado y humillado por el ejército de Jesucristo, se revuelve con mayor rabia contra la Mujer. Pero Dios acude en ayuda de la Mujer, y para que pueda huir de las acometidas del Dragón se le dan dos grandes alas. Las alas – figura o metáfora muy conocida en la apocalíptica judía – simbolizan la rapidez y el poderoso auxilio divino dado a la Mujer para que pueda huir al desierto 75. En el Pentateuco se dice que Dios transportó sobre sus alas a Israel desde Egipto al desierto76. Y el profeta Ezequiel compara a Nabu-codonosor, que lleva cautivo al rey de Judá a Babilonia, a un águila poderosa 77. El lugar donde ha de refugiarse la Mujer es el desierto, que, como ya hemos visto, era el refugio tradicional de todos los perseguidos. A él huyó el profeta Elias 78, a él huyeron los Hasidim79 y a él se retiraron también los miembros de la comunidad de Qum-rán 80. La duración de este retiro de la Mujer en el desierto es siempre la misma, aunque expresada en forma nueva: un tiempo y dos tiempos y medio tiempo (v.14). Es decir, tres años y medio, que es la duración simbólica de toda persecución81. En el desierto no hay elementos de vida, pero Dios se encargará de alimentar a la Mujer como alimentó a Israel con el maná y con el agua milagrosa.
No pudiendo el Dragón dar alcance a la Mujer, que se retira al desierto con la velocidad del águila, recurre a un subterfugio: arroja de su boca como un río de agua para que arrastre a la Mujer (v.15). Es muy posible que San Juan piense aquí en algún monstruo acuático, como el Leviatán, o en el cocodrilo o la ballena, que lanzan borbotones de agua al aire 82. El río de agua que el Dragón arroja contra la Mujer simboliza las calamidades y persecuciones que Satanás desencadenará contra la Iglesia para destruirla. En los Salmos y en los Profetas, las persecuciones y tribulaciones que sufren los justos se hallan expresadas a veces por las muchas aguas, que amenazan anegarlos 83. Tal parece ser el origen de esta imagen.
Algunos autores consideran como probable que San Juan utilice aquí elementos de un mito griego, como el de Latona, que, a punto de dar a luz a Apolo, es perseguida por la serpiente Pitón. Latona huye entonces a la isla Ortigia, en donde da a luz a Apolo sin que se dé cuenta Pitón. Después Apolo matará a la serpiente Pitón 84. Desde el punto de vista de la inspiración e inenarrancia de la Sagrada Escritura, no existe inconveniente alguno en admitir que el autor del Apocalipsis se haya servido de la leyenda griega para su composición escenográfica.
No obstante las artimañas del Dragón para impedir la huida de la Mujer, Dios vela sobre ella, pues el que le había preparado un retiro en el desierto no había de abandonarla en este lance (v.16). Con este fin hace que la tierra se convierta en auxiliar de la Mujer perseguida: la tierra sedienta, a semejanza de los torrentes o wadis resecos de Palestina, se traga totalmente la impetuosa torrentera. El autor sagrado quiere simbolizar con esta imagen las persecuciones del mal contra la Iglesia, semejantes a aguas desbordadas 85. Pero Dios siempre vendrá en ayuda de los suyos, concediéndoles al fin la victoria sobre todos sus enemigos. Los lectores del Apocalipsis debían ver aquí una prueba de la protección divina sobre ellos en las persecuciones que sufrían.
El Dragón, sin embargo, no se da por vencido. Ante el fracaso sufrido en el intento de abatir a Cristo y a la Mujer que lo había engendrado, desfoga su rabia dándose a perseguir a la descendencia de la Mujer (v.17). Las acometidas del Dragón no se dirigen contra los paganos, que son suyos, sino contra los fieles de Jesucristo, contra aquellos que guardan los preceptos de Dios y se mantienen firmes en la fe dando testimonio de Jesús con su vida o con su sangre. Esto último era propio de los confesores de la fe, a quienes la Iglesia dio el nombre de mártires, de testigos de Jesucristo. El martirio es la más alta manifestación de fidelidad a Cristo y a su mensaje de salvación 86. El Dragón hace la guerra a todos los hermanos de Jesús, a toda la Iglesia considerada bajo dos aspectos diferentes: en cuanto conjunto y en sus miembros. Mientras que la Iglesia, la sociedad cristiana, en su esencia es indefectible, sus miembros individuales permanecen expuestos a las persecuciones del demonio. Contra éstos dirige Satanás principalmente sus asaltos.
Las diferencias entre judíos y gentiles que habían preocupado a los apóstoles en el concilio de Jerusalén ya no existían en los días en que San Juan escribía el Apocalipsis. Al menos no aparece reflejada dicha oposición en nuestro libro.
El Dragón, burlado e impotente para herir a la Mujer y a su descendencia, excogita una alianza que le será de gran ayuda para continuar la guerra contra los cristianos. Con este propósito se apostó en la playa del mar (v.18) 87 mirando hacia occidente, hacia Roma, de donde le vendría la ayuda deseada para proseguir la lucha. Y, en efecto, del mar surgirá la Bestia, en la que se encarnará el Dragón para continuar su guerra a muerte contra la Iglesia.
El fin que se propone el Apocalipsis es transmitir a los cristianos atribulados un mensaje de esperanza, alentándolos para que soportasen con fortaleza y constancia las persecuciones que los amenazaban. Esta es la razón de que el autor sagrado inculque constantemente a sus lectores la seguridad del triunfo definitivo de Cristo sobre los poderes del mal. Es la misma finalidad que se percibe en todas las escenas del capítulo 12.
1 Ap 14:6-20:2. – 2 Rev 20:3-6. – 3 Cf. Rev 1:9-16; Rev 10:1-4. – 4 Sal 104:2; Eze 1:265. – 5 Can 6:10. – 6 Testamento de Neftalí 5:5. – 7 Rev 7:4-8; Rev 21:12. – 8 Cf. Rev 21:14. – 9 Gen 37:9-10. – 10 Cf. Daremberg-Saglio, Dict. des antiquités, art. Cibeles, Isis, Attis; F. Cumont, Les religions orientales dans le paganisme romain (París 1929) plancha IV. – 11 A. Gelin, o.c. p.629; P. Touilleux, o.c. p.123-131. – 12 Ose 2:19-20. – 13 Jer 3:6-10. – 14 Eze 16:22. – 17 Gal 4:265; Heb 11:10; Heb 12:22; Heb 13:14; Rev 19:8; Rev 21:11. – 18 Miq 4:10. – 19 Isa 26:17. – 15 16:2-58. – 16 Libro 4 Esrfr. 9:38-10:59. – 20 Isa 66:7-8. – 21 Victorino De Pettau, Scholia in Ap. Beati loannis, h.l.: PL 5:336. – 22 Mt24:8. – 23 Dom M Guiu Camps, o.c. p.soo. – 24 1 Tes 5:3- – 25 Libro 4 Esdr, 16:39-40. – 26 Cf. M. J. Lagrange, Le Messianisme chez les juifs (150 av. J.C. a 200 ap. J.C.) (París 1909) p.iSóss. – 27 San Agustín, De symbolo ad catechumenos 4:1: PL 40:655-656. – 28 San Bernardo, Sermones de B. Virgine: PL 184:1020. – 29 Rom 5:14-16. – 30 Rom 3,iss. – 31 Gal 4:26. – 32 Rom 8:29. – 33 1Jn 2:29. – 34 Cf. Lc 2:35- – 35 Cf. J. M. Bover, El capítulo 12 del Apocalipsis y el 0.3 del Génesis: EstEcl i (1922) 319-336; T. Gallus, Scholion ad mulierem Apokalypseos 12:1: VD 30 (1952) 332-340; B. J. Le Frois, The Woman Clothed with the Sun (Ap 12). Individual or Collective? An Exegetical Study (Roma 1954); P. Bellet, La visión simbólica de la Mujer en el Apocalipsis: CultBib n (19S4) 346-351; Carlos De Villapadierna, La mujer del Apocalipsis 12, ¿es la Virgen María?: CultBib n (1954) 336-345; A. Colunga, La mujer del Apocalipsis (11:19-12:18): Sal 1 (1954) 675-687; J. Giblet, Mulier amicta solé iuxta Ap 12: CollectaneaMechlinensia 24 (1954) 724-726; F. M. Braun, La Femme et le Dragón: BiViChr 7 (1954) 63-72; La Femme vétue de soleil (Ap 12). Etat du probléme: RT 55 (1955) 639-669; L. Cerfaux, La visión de la Femme et du Dragón de l’Apocalypse en rélation avec le Protévangile: Ethl 3 r (1955) 7-33; P. Gaech) Ter, Zur Vision vom sonnenbekleideten Weibe (Ap 12): Natalitium C. Jax i (Innsbruk 1955: 85-88; A. Romeo, La Donna ravvolta dal solé, Madre di Cristo e dei cristiani nel Cielo (Ap 12) Acta Congr. Mariologici-Mariani III (Roma 1955) 216-58; A. M. Dubarle, La Femme couron-née d’étoiles (Ap 12): Mélanges Bibliques redigés en l’honneur de A. Robert (París 1957) 512-518; M. Peinador, Estudio sintético-comparativo de textos que fundamentan las revelaciones entre María y la Iglesia: EstMar 18 (1957) 127-155; A. Trabucco, La Donna ravvolta di solé: Mar 19 (1957) 1-58.289-334; A. Feuillet, Le Messie et sa Mere, d’aprés le chap. 12 de VAp: RB 66 (1959) 55-86; S. Lyonnet, María Santissima nell’Apocalisse: Tabor 27 (1959) 213-222; J. Michl, Die Deutung der apokalyptischen Frau in der Gegenwart: BZ 3 (1959) 301 -310; P. Prigent, Apocalypse 12. Histoire de l’exégése (Tubinga 1959); M. Peinador, Eí problema de María y la Iglesia.: EstMar 10 (1960) 161-194; CultBib (1960) 17755; S. Bartina, Apocalipsis de San Juan, en La Sagrada Escritura. Nuevo Testam. III p.710-713. – 35 Cf. Jua 19:25-27. – 37 Gen 3:1-19. – 38 Isa 27:1; Isa 51:95 Jer 51:34; Eze 29:3-6; Job 3:8; Job 7:12; Job 40:20-41; Job 40:25; Sal 74:14; Sal 104:26. – 39 Dan 7:7; Dan 8:9-10. La Pistis Sofía 66, habla de un basilisco de siete cabezas. – 40 Cf. Jua 12:31; Jua 14:30; Jua 16:11; Efe 2:2. – 41 Mt 4:8-9; Luc 4:5-7. – 42 Dan 8:9-10. – 43 Cf. 1Ma 2:7-13. – 44 Cf. Libro de Henoc 86:1-3. – 45 Luc 23:2.23 – 46 Cf. E. B. Allo, o.c. p.150. – 47 Gf. Rev 1:5.18; Rev 2:8; Rev 5:6-12. – 48 Rom 8:29; Col 1:15. – 49 Gf. 1Re 17:2ss; ig,3ss; 1Ma 2:29-30. El desierto es el lugar tradicional de la vida religiosa profunda y en donde Dios se comunica más íntimamente al alma. Los profetas sentían nostalgia de la vida del desierto al contemplar la corrupción de costumbres de las ciudades (Ose 2:16-17; Jer 2:2-3; Jer 31:2-3). Esto explica que las almas sedientas de una mayor perfección huyesen de la vida paganizada de las ciudades y fuesen al desierto. Así hacían los recabitas (Jer 35:6-το); así hicieron los “monjes” de Qumrán, que se retiraron a las orillas del mar Muerto para estar alejados del sacerdocio corrompido de Jerusalén (cf. 1 95 8,12ss; 9:20). Véase A. G. Lamadrid, Los descubrimientos de Qumrán (Madrid 1956) p. 130-144. También San Juan Bautista inicia su predicación y su misión precursora en el desierto (Mat 3:1-12; Me 1:2-8; Lev 3:3-18). Gf. J. Steinmann, El Bautista y la espiritualidad del desierto (Madrid 1959). – 50 Gf. P. Bonnard, La signification du désert dans le N. T.: Homniage a K. Barth (1946) 9s. – 51Jn 6:31ss. – 52 Eusebio, fííst. Eccl 3:5:3- – 53 Dan 9:27; Dan 9:12, ii. – 54 Mar 13:32ss. – 55 Ap 20. – 56 Exo 16:4-35; Sal 78:24-25; Sal 105:40; Sab 16:20-29. – 57 1Re 19:6-8. – 58 Miguel o Mika’el es un término hebreo compuesto que significa Quien como Dios. – 59 Jua 12:31. – 60 Luc 10:18. – 61 Luc 11:17-20. – 62Jn 1:15 :18-22. – 63 Cf. Efe 2:2. – 64 Mat 26:53. – 65 Dan 10:21; Dan 12:1. – 66 Henoc eslavo 29:4-5. – 67 Cf. Testam. Benjamín 3:4; Ascensión de Isa 4:2; Isa 7:9. – 68 Sab 2:24. Cf. J. M. Bcver, El capítulo 12 del Apocalipsis y el capítulo 3 del Génesis: EstEcl i (1922) 319-336. – 69 Cf. Zac 3:1-2; Job 1:6-12; Job 2:2-6. El carácter de adversario de Dios se irá acentuando en el A. T., hasta terminar por ser el enemigo por excelencia de Dios y el instigador al mal (1Cr 21:1). Cf. J. Bonsirven, Lejudaisme palest. I p.245; Strack-Billerbeck, o.c. I p.138-139.141; III p.814. – 70 Cf. Job 1:6-12; Job 2:2-7. – 71 Gf. Rev 6:11. – 72 A. Gelin, o.c. – 73 E. B. Allo, o.c. – 74 Cf. M. García Cordero, o.c. p.13.” – 75 Gf. Deu 28:49; Jer 4:13; Jer 48:40; Job 9:26. – 76 Exo 19:4; Deu 32:11. – 77 Eze 17:3-7- – 78 1Re 19:4-8. – 79 1Ma 2:29.42. – 80 Gf. i QS8,13. – 81 Cf. Rev 11:3; Dan 7:25; Dan 12:7. – 82 Cf. Job 41:9-12. – 83 Cf. Ose 5:10; Isa 8:6-8; Sal 18:5·17; Sal 32:6; Sal 42:8; Sal 42:124.4- – 84 Cf. Dom M. Guiu Camps, o.c. p.302; A. Gelin, o.c. p.632; E. B. Allo, o.c. p.iSgs; Daremberg-Saglio, Dící. d’Antiq. Gréco-Romaines fig.4358 y 4361. – 85 Cf. Isa 28:15; Nah 1:8; Dan 9:26; Dan 11:22. – 86 Cf. 1Jn 3:23; 1Jn 4:7.21; 1Jn 5:1-15. – 87 Algunos buenos códices tienen έστάβην = “me aposté,” “me coloqué,” en primera persona singular, referido a San Juan. En cuyo caso no sería la Bestia la que se apostó, sino el vidente de Patmos. Y, en efecto, el capítulo 13 comienza diciendo: Vi cómo salía del mar una bestia. (v.1), que parece indicar que San Juan estaba en la playa. Sin embargo, el contexto favorece más la lección en tercera persona, referida a la Bestia.
Fuente: Biblia Comentada
señal. Un símbolo que representa algo diferente al símbolo mismo. Esta es la primera de siete señales en la segunda mitad de Apocalipsis. Cp. el v. Apo 12:3; Apo 13:13-14; Apo 15:1; Apo 16:14; Apo 19:20. una mujer. No es una mujer literal, sino una representación simbólica de Israel, que también se representó en el AT como prometida y esposa de Dios (Isa 54:5-6; Jer 3:6-8; Jer 31:32; Eze 16:32; Ose 2:16). En Apocalipsis aparecen otras tres mujeres simbólicas: 1) Jezabel, quien representa el paganismo (Apo 2:20), 2) la mujer vestida de púrpura y escarlata (Apo 17:3-6) que simboliza la iglesia apóstata, y 3) la esposa del Cordero (Apo 19:7) que es el símbolo de la iglesia verdadera. El contexto deja en claro que esta mujer no representa a la iglesia. vestida del sol … la luna debajo de sus pies … corona de doce estrellas. Cp. Gén 37:9-11. El hecho de que esté «vestida del sol» alude a la gloria, la dignidad y la posición exaltada de Israel, el pueblo de la promesa que será salvo y recibirá de Dios un reino. La imagen de la luna bajo los pies es una posible descripción de la relación de pacto que Dios mantuvo con Israel, ya que las nuevas lunas se asociaban con la adoración (1Cr 23:31; 2Cr 2:4; 2Cr 8:13; Esd 3:5; Sal 81:3). Las doce estrellas representan las doce tribus de Israel.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Esta sección extensa contiene pormenores de los juicios y acontecimientos propios del período de tribulación (vea las notas sobre Apo 3:10) desde su comienzo con la apertura del primer sello (vv. Apo 6:1-2) hasta el séptimo sello y los juicios de trompetas y copas para finalizar con el regreso de Cristo a destruir los impíos (Apo 19:11-21).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
¡La Segunda División Mayor De Este Libro!
La primera parte del libro (los capítulos 1 al 11) presentan el conflicto entre el pueblo de Dios (la iglesia) y sus perseguidores. Se revela a la iglesia que Dios le asegura la victoria final sobre sus enemigos.
Ahora, en la segunda división se identifican los caracteres principales en la lucha entre Cristo y Satanás, entre las fuerzas del bien y del mal, y el destino final de estos oponentes de Cristo y de su iglesia.
En los capítulos 12, 13, y 14 son introducidos el Dragón, la Bestia del mar, la Bestia de la tierra, Babilonia, y los hombres con la marca de la Bestia.
Las visiones que siguen muestran lo que les pasará: a los que tienen la marca de la bestia, capítulos 15 y 16; a la ramera, Babilonia, y a las bestias, capítulos 17 al 19; y finalmente al Dragón, capítulo 20). Luego, en los capítulos 21 y 22 se presenta la gloria eterna de los redimidos después del Juicio Final.
El tema de esta segunda división del libro es: ¡La victoria de Cristo y su iglesia sobre el Dragón y sus aliados!
12:1 — Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas —
— Apareció… señal — «Las señales» son cuadros, a veces detallados, que presentan una lección. Como en el caso de una parábola, no hemos de forzar cada detalle, sino sencillamente ver el punto principal en la lección. Juan vio dos señales (versículos 1,3). ¿Cuál es la lección de cada una?
— una mujer — Ella no representa a María, la madre de Jesús, ni tampoco a la iglesia en el sentido limitado de la gente salvada desde el día de Pentecostés (año 33 d. de J.C.). Esta mujer de la señal representa al remanente fiel del pueblo de Dios, con quien El ha tenido pacto desde el principio. Compárense Miqueas 4:10; 5:2-9; Isa 66:7-9. Ella representa a todo el pueblo fiel de Dios (y no solamente al pueblo del Antiguo Testamento). Véanse HebreOse 9:15 y 11:40.
— vestida…estrellas — El sol, la luna, y las estrellas son la fuente total de luz física (Gén 1:16-18). Ella está vestida de la suma de la luz, que simbólicamente significa que tiene toda la verdad revelada por Dios. Además, reina en gloria (pues tiene una corona de 12 estrellas — el número 12 sugiere las doce tribus de Israel, y los doce apóstoles del Nuevo Testamento).
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA MUJER EMBARAZADA
Apocalipsis 12:1-2
Juan tuvo una visión alucinante, como un cuadro en el Cielo, cuyos detalles derivaban de muchas fuentes. La mujer estaba vestida con el Sol; tenía la Luna por estrado, y estaba coronada con doce estrellas. El salmista dice de Dios que Se cubre de luz como con una túnica (Sal 104:2 ). En el Cantar de los Cantares el poeta describe a su amada como hermosa como la Luna y radiante como el Sol (Song of Cnt 6:10 ). Así es que parte del cuadro de Juan procede del Antiguo Testamento. Pero añadió algo que los paganos de Asia Menor reconocerían como parte de la descripción babilónica de la divinidad:-frecuentemente representaban a sus diosas coronadas con los doce signos del zodíaco, y probablemente Juan también tiene esto en mente. Es como si tomara todos los emblemas al uso de la divinidad y de la belleza de los que pudiera echar mano y los agrupara.
Esta mujer estaba de parto para dar a luz un hijo que es sin duda el Mesías, Cristo (cp. versículo 5, donde se dice que está destinado a regir las naciones con vara de hierro. Es una cita del Sal 2:9 , que los judíos consideraban como una descripción del Mesías). Así es que esta cita nos confirma que la mujer es la madre del Mesías.
(i) Si la mujer es la » madre» del Mesías, una sugerencia obvia sería identificarla con María; pero está tan claro que es una figura sobrehumana que difícilmente se puede identificar con ninguna persona individual.
(ii) La persecución de la mujer por el dragón sugiere su identificación con la Iglesia Cristiana. La objeción es que la Iglesia Cristiana no se podría llamar la madre del Mesías.
(iii) En el Antiguo Testamento, el pueblo escogido, el Israel ideal, la comunidad del pueblo de Dios, se llama a menudo la Esposa del Señor: «Porque tu marido es tu Hacedor» (lsaías 54:5). Es la triste queja de Jeremías que Israel se ha prostituido en su deslealtad al Señor (Jer 3:6-10 ). Oseas oye decir a Dios: «Te desposaré conmigo para siempre» (Os 2:19 s). En Apocalipsis leemos acerca de la fiesta de bodas del Cordero con Su Novia la Iglesia (Ap 19:7 ; Ap 21:9 ). «Os he desposado con Cristo -dice Pablo a la iglesia corintia- para presentaros como novia pura a su Marido» (2Co 11:2 ).
Esto nos ofrece una vía de acceso. Fue del pueblo escogido de donde surgió Jesucristo en cuanto a su linaje humano. Es a la comunidad ideal de los escogidos de Dios a la que representa la mujer. De esa comunidad surgió Cristo, y fue esa comunidad la que experimentó tal sufrimiento a manos de un mundo hostil. Bien podemos llamar a esta la Iglesia, si recordamos que la Iglesia es la comunidad del pueblo de Dios en todas las edades.
De esta figura aprendemos tres grandes cosas acerca de esta comunidad de Dios. Primera, fue de ella de la que vino Cristo; y de ella ha de seguir viniendo Cristo a los que no Le conocen. Segunda, hay fuerzas de maldad, espirituales y humanas, que están empeñadas en la destrucción de la comunidad de Dios. Tercera, por muy fuerte que sea la oposición que se le haga y por muy dolorosos que sean sus sufrimientos, la comunidad de Dios está bajo Su protección y, por tanto, nunca puede ser totalmente destruida.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 12
IV. PARTE ESENCIAL DE LA PROFECÍA APOCALÍPTICA (12,1-14,5)
1. Visión introductoria
El nuevo ciclo de vaticinios (cf. 10,11), que desarrolla en diversos cuadros el contenido de la visión de la séptima trompeta, comienza poniendo al descubierto el fondo último, único sobre el cual se pueden disponer debidamente y hacerse asequibles los combates del espíritu y las sangrientas batallas, como también los procesos positivos y los acontecimientos salvadores en la historia del mundo. Los factores propiamente propulsores de la historia, como de las implicaciones a que está expuesta en ella la Iglesia, se destacan con marcados perfiles en esta visión introductoria. La interpretación de la realidad que aquí se propone es muy diferente de la idea propagada en nuestros días, de la cerrazón y apertura del mundo en sí mismo. «El vidente viene más bien puesto en conocimiento de sus siniestros patios interiores y sus oscuras callejuelas, que no están indicadas en la mayoría de los planos filosóficos de ciudades, sencillamente porque no conviene que existan» 36.
Para hacer comprender la situación de la Iglesia en el mundo, la visión fundamental comienza hablando del íntimo misterio de la Iglesia y de su papel en la historia, resultante de este mismo misterio. Para explicar la experiencia que la Iglesia hace en el mundo y con el mundo es necesario poner en claro la tendencia que va en sentido contrario de su destino e intención, a saber, el papel de Satán en la historia del mundo. El misterio del doloroso enfrentamiento que le viene impuesto se explica así en función de sus primeros orígenes (12, 1-6) y se muestra en su desenlace (12,7-12). El hecho y el modo como la Iglesia, a través de la situación del último tiempo, que humanamente parece desesperada, es salvada hasta el fin y liberada de la amenaza mortal del Anticristo (12,18-13,18), se le garantiza explícitamente al final de la visión (12,13-17). Las secciones proféticas que todavía siguen luego (14, 1-20,10) describen el desarme gradual de los poderes contrarios a Dios y su exclusión final de la creación de Dios para siempre.
a) Dos señales en el cielo (12,1-6)
1 Y apareció una gran señal en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre la cabeza. 2 Está encinta y grita por los dolores del parto y por las angustias del alumbramiento.
Todo lo que sucede en el mundo, incluso lo que no está en regla, sólo puede comprenderse partiendo de Dios; por eso la visión que quiere esclarecer causalmente la disputa entre la Iglesia de Dios y el espíritu y poder del mundo, comienza por el giro más trascendental que ha habido lugar en la historia del mundo, a saber, la encarnación del Hijo de Dios. En él el Creador se interesó como salvador por su mundo que iba de mal en peor; el tiempo final, en el que se lleva adelante su restauración hasta la consumación, comenzó con este hecho; toda la historia de ruina y de salvación del género humano está encerrada con brevedad magistral en los cuadros trazados con gran precisión en el capítulo 12. Con base en dos grandes señales, la contraposición entre la mujer y el dragón, se desarrolla el misterio de la Iglesia, cuyo conocimiento es necesario especialmente para comprender y soportar los últimos tiempos que preceden al fin. La mirada se dirige primeramente al Redentor del mundo, para poder luego resistir mejor el tremendo espectáculo del poder aniquilador del Anticristo.
El vidente contempla, sobre el fondo del cielo estrellado, la primera «señal», una manifestación simbólica, una figura de mujer, radiante de luz. En ella contribuyen todas las fuentes de luz del cosmos: el sol es vestidura, la luna, pedestal, y doce estrellas forman una diadema. En fuerte contraste con este esplendor supraterrestre, oye el vidente a la mujer lanzar gritos de dolor; nota que está encinta y que sufre dolores de parto.
3 Y apareció otra señal en el cielo: un gran dragón de un rojo encendido, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas, siete diademas. 4 Su cola barre la tercera parte de las estrellas del cielo y las arroja a la tierra. El dragón se detuvo ante la mujer que estaba a punto de alumbrar, para devorar a su hijo cuando lo diese a luz.
La segunda «señal» está caracterizada por su color, su figura monstruosa y su acción destructora como un ser salido del abismo, que quebranta el orden y ama el caos y la oscuridad; el dragón es el adversario de Dios, que devasta su mundo y trata de contrariar sus planes de salvación; más adelante se dice expresamente que simboliza al diablo (12,9). La entera catadura del monstruo, en cuyo diseño se utilizaron rasgos tomados del libro de Daniel (Dan 7:7; Dan 8:10), revela por lo demás la tentativa fallida de ser él mismo Dios; así, su aparición se presenta como una imitación del «Cordero», el verdadero Señor de la historia del mundo, desfigurada hasta el extremo de lo grotesco. De los siete ojos, símbolos del Espíritu de Dios (Dan 5:6), se han hecho siete cabezas, los «siete cuernos» (Dan 5:6) se han elevado a diez, y las «muchas diademas» (Dan 19:12) aparecen aquí como siete coronas. Lo desequilibrado y sobrecargado de esta figura muestra claramente que la imitación ha pasado a ser perversión y que el pretendido poder divino se pone en juego como protesta contra el poder de Dios y con objeto de negarlo. Al mismo tiempo no se deben pasar por alto las advertencias insinuadas en el cuadro; el diablo es efectivamente muy fuerte («diez cuernos»), posee una autoridad soberana («siete coronas») -por eso lo llama Jesús «príncipe de este mundo» (Jua 12:31; Jua 14:30; Jua 16:11; cf. Mat 4:8 s)- y está animado de una incoercible furia de destrucción («barre la tercera parte de las estrellas»). Así está el engendro ante la luminosa figura de la mujer indefensa, dispuesto a devorar a su hijo cuando lo diese a luz.
5 Y dio a luz un hijo varón, el que ha de regir a toda las naciones con vara de hierro. Pero su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono.
El hijo viene al mundo; es un varón, cuya identidad y misión se indica con una cita del salmo del rey mesiánico (Sal 2:9); el recién nacido es por tanto el Mesías prometido, constituido por Dios en señor de todos los pueblos, el enviado de Dios por tanto, que ha de arrojar al «príncipe de este mundo» del puesto soberano que ocupa hasta ahora (Jua 12:31). Esto explica la tensión con que el dragón acecha el parto y el afán, procedente de su instinto de conservación, de quitar de delante a su enemigo desde el principio. Todas las circunstancias parecen prometedoras de éxito: un niño recién nacido, expresión del desvalimiento más completo, por un lado, y por otro, el poderoso y furioso dragón, que lucha por su existencia. Sin embargo, sobreviene algo totalmente inesperado: interviene el Omnipotente, Dios mismo; salva al niño y lo constituye en soberano juntamente con él en su trono. Con esta curiosa reducción de la biografía de Jesús al punto inicial y final de su carrera mesiánica se destaca acertadamente lo esencial de su persona y de la obra de su vida. En el fondo, con la interpretación aquí propuesta del misterio de la encarnación se abarcan para el iniciado todas las etapas de la vida y acción de Jesús y se le traen a la memoria: la huida a Egipto, la tentación en el desierto, las expulsiones de demonios y luego la persecución por parte de las autoridades judías hasta la crucifixión en el Calvario por un lado, como también la muerte en cruz, comienzo de su exaltación (Jua 12:31 s), y luego la resurrección y, finalmente, la ascensión, por otro. Sobre todo, precisamente por medio de esta perspectiva contraída se pone de relieve la convicción, importante como motivo de fortalecimiento para el Apocalipsis, que Pablo formula con estas palabras: «Lo que para el mundo es débil, lo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte… lo que no cuenta, Dios lo escogió para destruir lo que cuenta» (1Co 1:27 s).
El débil hijo de los hombres, puesto fuera del alcance de Satán al ser arrebatado y elevado al trono de Dios, pone en la debida luz todos los ataques superados durante su vida, como también sus aparentes derrotas.
6 Y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar dispuesto de parte de Dios, para ser allí alimentada por mil doscientos sesenta días.
No otra será la suerte de la Iglesia, que como una mujer inerme parece entregada sin remedio a la prepotencia de Satán. Dios se interesa por ella lo mismo que por su Ungido, con lo cual quedan condenadas al fracaso todas las grandes posibilidades de su adversario más fuerte que ella. Aunque su marcha por la tierra se parezca a la fuga del primer pueblo de Dios que huye del poder del faraón y a su larga peregrinación por el desierto, sin embargo, viene protegida por Dios y conducida a la meta por su peligroso camino, al igual que el pueblo de Israel. Dios cuida de ella durante todo el tiempo de su indigencia y de su situación apurada; los mil doscientos sesenta días son la época de la ocupación de Jerusalén por los gentiles (1Co 11:2), de la aparición de los dos testigos (1Co 11:3) y de la dominación del Anticristo (1Co 13:5).
La última frase del grandioso cuadro no deja lugar a duda sobre el modo como Juan mismo entendió la «mujer» apocalíptica. Aunque en el diseño de esta figura de mujer, como también en el de la figura del dragón hubiera podido infiltrarse concepciones de mitos paganos, especialmente de la mitología astral, o hubieran podido aportar su contribución especulaciones sobre la sabiduría, de los escritos tardíos del Antiguo Testamento, o hubiera servido de modelo la comparación profética de Israel con una mujer desposada con Yahveh, Juan pudo muy bien utilizar todas estas representaciones para hacer comprensible su enunciado alegórico a aquellos a quienes estaba destinado.
La mujer es la madre del Mesías, y concretamente, por lo menos en primer lugar, no en la persona históricamente única de la virgen María, sino en el pueblo veterotestamentario de la alianza, presentado como una persona colectiva que estaba llamada a dar al mundo el Mesías de Dios como su salvador (cf. Rom 9:5). En este caso también los rasgos particulares del cuadro hallan una interpretación conveniente: las doce estrellas de la diadema remiten al pueblo de las doce tribus; con dolores de parto comparan ya los profetas la historia de Israel en el camino hacia su especial vocación (cf. Isa 66:7-9; Miq 4:9 s), en la literatura rabínica tardía viene a ser una frase hecha la expresión «dolores mesiánicos de parto». Ahora bien, en el ulterior desarrollo de nuestra visión, la madre del Mesías desborda el marco de Israel cuando después del parto huye perseguida al desierto, donde Dios le prepara un asilo durante la época del Anticristo; el pueblo veterotestamentario de la salvación vino a transformarse en el neotestamentario, en la Iglesia de Jesús; ambos juntos forman una unidad orgánica en la historia de la salvación (cf. la asociación de las doce tribus con los doce apóstoles en la descripción simbólica de la Jerusalén celestial, 21,12-14).
Tampoco debe pasarse por alto otra transformación en el desarrollo de la imagen: la luminosa figura de la mujer en el firmamento pasa a ser la pobre mujer perseguida en el desierto. Idea y realidad, ser sobrenatural y manifestación terrestre, vocación eterna y suerte pasajeras de la Iglesia: todo esto se halla encerrado en estos pocos rasgos de la imagen que se va transformando. Es probable que en el trasfondo de esta imagen ejerciera también su influjo una representación del judaísmo tardío, que se puede comprobar especialmente en la apocalíptica judía: todos los bienes de salvación del tiempo mesiánico se hallan ya presentes con Dios en el cielo antes de su realización terrena, y así también la comunidad de salvación del tiempo final en forma de la Jerusalén celestial o «de arriba», idea que también encontramos en el Nuevo Testamento (Gal 4:26; Heb 12:22; Rev 21:2 ss). Así esta imagen de la mujer, «uno de los símbolos más imponentes, de más profundo sentido en el Apocalipsis» (R. Gutzwiller), es una interpretación del pueblo de Dios en toda su extensión, según su idea eterna y su modalidad sobrenatural, como también según su manifestación y experiencia histórica. En la relación tipológica entre María y la Iglesia, que domina ya en la antigua tradición teológica, se basa también su aplicación a María, madre de Dios 37.
b) Caída del dragón (12,7-12)
7 Y hubo una batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles se levantaron a luchar contra el dragón. El dragón presentó batalla y también sus ángeles.
Este cuadro es una continuación del anterior, por cuanto que en un plano supraterrestre completa la motivación tanto de la furia como de la impotencia del dragón; además, en esta visión, la existencia del poder contrario a Dios dentro de su creación se explica todavía con la historia de su origen. Lo que de estas representaciones resulta como personalmente importante para los fieles, viene explicado como conclusión por una voz del cielo. El primer cuadro representaba la tentativa de Satán para impedir la acción redentora de Dios; el segundo cuadro saca a la luz las desesperadas consecuencias que la obra redentora de Cristo tuvo para el adversario de Dios. Esto viene puesto simbólicamente ante los ojos del vidente en una escena de batalla que se desarrolla en el cielo.
En estas descripciones late la idea de una caída de ángeles que los espíritus rebeldes, vencidos por los ángeles fieles en el servicio de Dios, sufrieron en los albores de los tiempos. En este sentido está contenida también implícitamente en su trasfondo una explicación del origen del mal. Este se halla presente en el mundo, no como principio eterno, sino en la figura de ángeles originariamente buenos, de espíritus poderosos que fueron infieles a Dios y por ello fueron a Dios y por eso fueron abatidos. En la historia de la tentación de la primera pareja humana se enuncia también implícitamente la causa de la caída de los ángeles, cuando la serpiente (cf. v. 9) trató de sugerir a Eva su propia ilusión: «Seréis como Dios» (Gen 3:5); lo mismo implica también el nombre del adalid de los ángeles buenos, Miguel («¿Quién como Dios?»), que parece haber sido propiamente la divisa de combate de aquellos ángeles. Los dos lemas contrapuestos en la lucha de los espíritus puros son la más profunda explicación de todos los conflictos tanto en la historia de la humanidad, como en la vida de cada uno.
Ahora bien, lo que en primera línea se muestra a Juan en esta visión es el desarme y desposeimiento del diablo por la acción redentora de Cristo, que por lo demás Jesús mismo había enunciado con la misma imagen (Luc 10:18).
8 Pero no prevaleció, ni hubo lugar para ellos en el cielo. 9 Fue arrojado el gran dragón, la antigua serpiente, el que se llama Diablo y Satán, el que seduce al universo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
La visión no tiene por qué pintar en detalle la batalla misma, ya que de antemano tiene tan pocas perspectivas de éxito como la tentativa del dragón descrita en el primer cuadro (Luc 12:5); basta con hacer constar la derrota de Satán y retener las consecuencias que de ella se derivan. Para el diablo mismo y su séquito significó la caída definitiva e irrevocable. Tres veces se repite en una frase la palabra «arrojado», a manera de un grito de victoria. Se ha quebrado su poder; lo que él ha perdido con la derrota se explica aquí con tres nombres que se dan al dragón. él es «la antigua serpiente» que había logrado seducir a los primeros padres (cf. Gen 3:1-7); su taimado proceder en aquel evento le mereció la designación de «padre de la mentira» y, en consideración de las trágicas consecuencias para el género humano (Gen 3:8-24), la otra de «homicida desde el principio» (Jua 8:44). El segundo nombre, «Diablo», palabra tomada del griego, «causante de desorden, de confusión», «calumniador» (cf. v. 10); a él se remonta toda confusión y desbarajuste en el mundo, todo lo que sea no entenderse y todas las hostilidades entre los hombres. El tercer nombre, «Satán», viene del hebreo y significa adversario, contrincante, antagonista de Dios. Sus maquinaciones contra los hombres se compendian finalmente en la definición: el que seduce al universo entero (cf. Mat 24:23 s).
10a Y oí una gran voz en el cielo, que decía: «Ahora ya llegó la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y el imperio de su Ungido.
Este hecho de salvación, al igual que todos los anteriores, se celebra en un himno del cielo, y en el himno se expone la significación del hecho. Esta vez se hace con un solo, entonado por un representante de la humanidad redimida -sin duda uno de los «ancianos» (cf. comentario a 4,4)- en nombre de todos («nuestros hermanos»). Proclama el nuevo sesgo tomado por la historia de la humanidad, que se produjo con la muerte sacrificial del Mesías e Hijo de Dios («el Cordero»). Con él se ha librado la batalla decisiva que asegura la victoria de Cristo; ha alboreado el tiempo de salvación en el reino de Dios, el cual, si bien no se ha consumado todavía, sin embargo, ya no se ha de interrumpir y avanza necesariamente hacia su consumación.
10b »Porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba ante nuestro Dios. 11 Pero ellos lo han vencido por la sangre del Cordero, y por el testimonio que dieron; pues no amaron su vida tanto que rehuyeran la muerte. 12 Por esto, alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de la tierra y del mar! Porque ha bajado a vosotros el diablo, poseído de gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo.»
Esto significa para la humanidad redimida que la reivindicación de Satán, cuyo origen se remonta a la decisión errada de la primera pareja humana y que Satán hizo valer incesantemente («día y noche») ante Dios, se ha acabado ya (cf. Rom 8:33); se ha extinguido ya la relación de servidumbre. No sólo jurídicamente, sino también prácticamente se ha producido para la humanidad un nuevo giro con la acción redentora de Cristo. «Por la sangre del Cordero», en virtud de la gracia que Cristo les mereció en la cruz, han adquirido ellos mismos la capacidad de ser señores sobre el Maligno; la victoria de Cristo es la victoria de todos. La prueba inmensa, y la más fuerte, de ello la dan los cristianos en la serenidad con que sellan con la muerte su fidelidad a la profesión de fe. En virtud de la gracia de Cristo, ninguna exigencia, ni siquiera la más extrema en el martirio cruento, es para ellos excesiva. Así pues, el objetivo principal de esta visión se cifra en comunicar tal conciencia, intención que se deja sentir hasta en la formulación, cuando en la forma del perfecto profético («lo han vencido») se presenta incluso la victoria particular en la vida de cada cristiano no sólo como posible, sino como lograda ya efectivamente. ¿Por qué tiene el vidente tanto empeño en crear una seguridad inquebrantable en la convicción de sus lectores? Esto lo explican las últimas palabras pronunciadas por la voz del cielo. El «ay» hace de enlace con el cuadro siguiente y conduce todavía más lejos, a los cuadros terroríficos del capítulo siguiente, en el que se muestra en acción al Anticristo. En el enfurecimiento de Satán, cuyo temeroso desencadenamiento se describe allí, brama la desesperación de aquel que ve sellado su destino y ve ya próximo el momento, en que será definitivamente arrojado del mundo de Dios al «abismo»; como a Satán mismo, también al profeta le parece «breve» el espacio de tiempo que media hasta entonces, comparado con la eternidad.
c) Persecución de la mujer y su salvación (Rom 12:13-17)
13 Cuando el dragón se vio arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al varón. 14 Y a la mujer le fueron dadas las dos alas de la gran águila, para que volara al desierto, a su lugar, donde es alimentada por un tiempo y dos tiempos y medio tiempo, lejos de la presencia de la serpiente.
El segundo cuadro ha puesto en claro el poder y los manejos que laten bajo las más amargas experiencias de la Iglesia perseguida en la tierra: la arrogancia de criaturas en el mundo de los espíritus, que trató de usurpar la soberanía del Creador, y la caída que siguió a este desafuero. Para Satán y sus secuaces no hay ya conversión ni marcha atrás posible. Habiendo fracasado en su rebeldía contra Dios y empedernido en su protesta, aprovecha las últimas posibilidades que todavía le quedan, para hacer mostrar su impotente rebeldía, por lo menos, en medio de los hombres. Así pone en juego todos los recursos a fin de perturbar y a ser posible destruir la soberanía de Dios y de su Ungido (d. v. 10) establecida en el mundo por la redención.
Así el combate del cielo se continúa ahora en la tierra, donde los ataques de Satán se dirigen ante todo contra la Iglesia, que ya en el primer cuadro había aparecido bajo la señal de la mujer que huye de él. Con esto (v. 6) empalma directamente el tercer cuadro. El comienzo de la primera frase suena casi a ironía, pues el dragón arrojado parece necesitar algún tiempo para hacerse cargo de su situación; debe primero entrar completamente en sí, antes de emprender la persecución de la mujer. Pero este empeño es no menos desesperado que el primero; esto se describe ahora simbólicamente.
En un cuadro admirable, compuesto a base de relatos sobre la salvación de Israel del faraón y su preservación en su peregrinación por el desierto (Exo 19:4; Deu 32:10-12), se ilustra aquí una vez más la promesa de Cristo tocante a la indestructibilidad de su Iglesia (Mat 16:18), que se había representado ya simbólicamente una vez en el cuadro de la medición del templo (11,ls), y al mismo tiempo también su reiterada predicción de la persecución de sus discípulos (Mat 5:10-12; Mat 10:23; Mat 23:34; Jua 15:20). El pueblo de Dios recibirá durante todo el tiempo de calamidades (tres años y medio) la misma ayuda sobrenatural que Dios le había prestado en su historia desde los comienzos; Dios se reveló a Israel (cf. Deu 32:11) como un águila que mientras vuela lleva a sus crías sobre la espalda para salvarlas; así se demostrará también Dios para con su Iglesia en las peripecias del último asalto de su adversario.
15 La serpiente arrojó de su boca, detrás de la mujer, agua como un río, para hacer que el río la arrastrara.
En la escena de la persecución se presenta la «serpiente» (el diablo) como un monstruo marino que de sus fauces arroja una cantidad de agua semejante a un río detrás de la mujer, a fin de que ésta sea arrastrada por la corriente y se ahogue. Ezequiel compara una vez al faraón, que después de la marcha de Israel quería aniquilarlo en el mar Rojo, con un «cocodrilo en el mar» ( Eze 32:2; cf. también 29,3); aparte de esta sugerencia del Antiguo Testamento, quizá influyeran también tradiciones míticas del contorno pagano en la composición de este cuadro bastante audaz.
16 Pero la tierra ayudó a la mujer. Y la tierra abrió su boca y se tragó el río que el dragón había arrojado de su boca.
Al aparecer aquí inmediatamente la tierra para prestar ayuda y salvar a la mujer, posiblemente se hace alusión al hecho de que Dios asegura la existencia a la Iglesia no sólo con medios ajenos a la naturaleza; el mundo entero le pertenece, y él puede poner en juego las fuerzas de la naturaleza como las potencias espirituales en la humanidad y hacer así sentir a los príncipes de este mundo que él es el Todopoderoso.
17 Y el dragón se enfureció contra la mujer y se fue a hacer la guerra contra los demás de la descendencia de ella, contra los que guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesús.
La Iglesia está en seguridad con la admirable ayuda de Dios; esto no quiere, sin embargo, decir que tenga también tranquilidad y reposo en el mundo. Una vez que la Iglesia, en cuanto tal, está substraída al avasallamiento por Satán, éste recurre incesantemente a la persecución de sus miembros, tratando de menoscabar y mermar así el reino de Dios sobre la tierra.
Los fieles están aquí caracterizados de dos maneras: También ellos son hijos de la mujer que ha engendrado al Mesías Hijo de Dios, y en el mundo se los reconoce por su fe, puesto que «tienen (es decir, lo han recibido) el testimonio de Jesús», y por su obrar en obediencia a los mandamientos de Dios. Ellos han asumido su testimonio, por el que fue a la muerte, y son ahora sus testigos (Hec 1:8; Hec 10:49; Hec 13:31), prontos para este quehacer con una fidelidad hasta el martirio. Por esta razón Antipas (Hec 2:13) fue distinguido por Cristo, «el testigo fiel» (Hec 1:5; Hec 3:14), con el mismo título honorífico, «mi testigo fiel» (Hec 2:13). Así, las persecuciones de Satanás contra los fieles en particular sólo logran en aquellos que lo son de veras lo contrario de lo que quiere el demonio; confieren a su ser de cristianos su última grandeza en la prueba de su entrega a Dios hasta la renuncia de sí mismos en la muerte, y les procuran la mayor semejanza posible con el testigo Jesús, su hermano. El odio de Satán, ebrio de furor, contribuye así a la vivificación y glorificación de la Iglesia de Dios, al crecimiento interno del reino de Dios en la tierra.
En esta visión introductoria se encierra una plétora de profundos pensamientos teológicos: la Iglesia en este mundo; su verdadero misterio es invisible, ella vive bajo la protección del Dios todopoderoso, de la virtud de aquello que Cristo, su Señor, hizo y padeció por ella en su vida terrestre. El acusador que tras el primer pecado no había cesado de acusar a la humanidad delante de Dios (Hec 12:10), ha sido reemplazado por su Redentor, que, exaltado al trono del Todopoderoso, intercede allí por ellos (cf. Heb 9:24). La Iglesia es nuestra madre, y Cristo es nuestro hermano (Heb 12:17; cf. Heb 2:10-18). Como él mismo lo experimentó y lo soportó con constancia hasta el fin, también todos los que están de su parte deben estar dispuestos a ello y aprender a vivir bajo la furia del dragón. Una Iglesia que ya no fuera odiada y perseguida debería preguntarse en serio si era todavía la Iglesia de Jesucristo.
Con la referencia a la persecución, considerada como la cosa más obvia y natural, que constituye el enunciado principal de la última frase, empalma, el cuadro con la visión siguiente, que pone ante nuestros ojos el combate del dragón contra el pueblo de Dios en la tierra, en su punto culminante bajo la figura del Anticristo.
2. LAS DOS BESTIAS: LA AMENAZA MORTAL DE LA IGLESIA (12,18-13,18)
a) Primera bestia, el Anticristo (12,18-13,10)
Los cuadros de la visión introductoria han puesto al descubierto el trasfondo y la causa última del transcurso, en medio de catástrofes, de la historia de la Iglesia en este mundo (12,1-17). Estos cuadros tenían como objeto especial prepararla mediante una explicación para las estremecedoras escenas inmediatamente subsiguientes de la fase final, que tendrá su remate en la segunda venida del Señor y en el juicio universal.
El cuadro de las dos bestias es de los más espeluznantes y siniestros que puede ofrecernos el autor del Apocalipsis. Por eso no quiere que sean considerados aisladamente, sino a la luz de la visión introductoria (12,1-17); así, pese a todos los horrores de los acontecimientos externos, se mantiene imperturbada en la conciencia la convicción decisiva, a saber, que aquí sólo se muestran los combates desesperados que traba para cubrir la retirada un enemigo que está ya seguro de su destrucción; en realidad, precisamente la desesperación a que esto da lugar condiciona la carga desmedida y desenfrenada.
Para comprender más fácilmente este cuadro conviene tener en cuenta la correspondencia en ella subyacente: a la imagen que nos transmite la revelación de Dios, se contrapone su contraria: el proceder del dragón es como una imitaci6n de Dios, a quien al mismo tiempo pretende negar.
Por la intención de Dios para con el mundo y su correspondiente acción acerca de él y en él -primeramente la creación del mundo, luego su redención y finalmente su consumación- se colige también lo que quiere su antagonista y lo que pone en juego a este efecto. Como Dios envió del cielo a su Mesías para redimir a la humanidad, así también Satán suscita del infierno a su «salvador del mundo» para «redimir» a los hombres de Dios y de su Ungido. En la imagen de la imitación negativa del Mesías de Dios mediante la puesta en juego del Anticristo 33 y de sus secuaces se desarrolla en la historia del mundo una corriente contraria a la historia de la salvación; Satán, que no había logrado desbaratar de antemano la obra de la redención (12,5), intenta ahora desvirtuarla y hacer infructuoso su resultado final, procurando para ello ejercer influencia sobre los hombres (12,17). Consiguientemente, el influjo de ese poder contrario a Dios acompaña como oscura sombra a la Iglesia de Jesucristo en su marcha a través de la historia hasta el retorno de su Señor.
Aquí el adversario de Dios aprende tanto de sus éxitos como de sus fracasos; los planes que excogita y las disposiciones que toma se hacen con sus experiencias más ponderados y refinados, hasta que finalmente recoge y encarna todo esto en una manifestación histórica, en la persona y obra del Anticristo. La asociación de poder y espíritu, de coacción mediante violencia externa y de engaño y sorpresa mediante una propaganda seductora -y todo ello intensificado hasta el mayor extremo posible- caracteriza esa última tentativa del «dios de este mundo» (2Co 4:4) para mantenerse en el poder en la historia del mundo.
……………
38. La designación «Anticristo» no se halla en el Apocalipsis de Juan, pero sí en 1Jn 2:18.22; 1Jn 4:2; 2Jn 1:7.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
Cnt 6:10.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— una mujer: Simboliza al pueblo de Dios; primero al pueblo de Israel, que para alumbrar al Mesías ha tenido que pasar por situaciones muy dolorosas; y en segundo lugar, a la Iglesia cristiana que, al ofrecer a Jesucristo al mundo, es también con frecuencia objeto de rechazo y persecución.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
La mujer, el dragón y el libertador
No es difícil reconocer la esencia de la historia cristiana en los vv. 1-6, pero de una cosa podemos estar seguros: ningún cristiano debe resumir el evangelio de Cristo de esta manera, omitiendo toda referencia a la vida y muerte de Cristo. Sin embargo, existen muchos relatos similares en el mundo antiguo sobre el conflicto entre los poderes del cielo y del infierno. El ciclo ugarítico sobre Baal habla de la batalla de Baal, el dios de las tormentas, con Yam, el príncipe del mar. Los babilonios hablan de que Marduc mató a Tiamat, el monstruo de siete cabezas en las profundidades (la madre de Maduc se describe en forma similar a la mujer de 12:1 y se dice que Tiamat, al luchar contra el cielo, hizo caer un tercio de las estrellas). Los persas hablaban del hijo de Ahura luchando contra Azhi Dahaka, el dragón del mal. Los egipcios relataban cómo la diosa Hator (Isis, esposa de Osiris) huyó del dragón rojo Tifón a una isla; éste fue vencido por su hijo Horus y finalmente destruido por el fuego. Los griegos tenían una historia similar en el nacimiento de Apolo de la diosa Leto, que fue perseguida por el gran dragón Pitón, porque éste oyó que su vástago lo mataría. Leto se escondió debajo del mar y el recién nacido Apolo inmediatamente alcanzó la madurez y mató al dragón. Otras variantes y adiciones a la historia eran comunes en el Medio Oriente y algunos judíos veían en ellas notables paralelos con la promesa del Mesías. Un desconocido autor apocalíptico retomó la saga y la adaptó a la esperanza judía agregando en el v. 5 la referencia al hijo varón que ha de gobernar todas las naciones (cf. Sal. 2:9), y la derrota del dragón por medio de Miguel, el ángel guardián y protector de Israel (cf. Dan. 12:1; hay un notable paralelo a los vv. 1-6 en uno de los himnos de acción de gracias de Qumrán). Pareciera que Juan fue llevado a presentar el cumplimiento de estas expresiones de las creencias paganas y la promesa del AT en el Cristo del evangelio por medio de la simple adición de los vv. 10, 11, transformando así la historia en una proclamación de la victoria del Señor crucificado y resucitado sobre los poderes del pecado y de la muerte.
1, 2 Las personas religiosas del mundo antiguo podían contemplar en una parturienta a una diosa coronada con doce estrellas como el zodíaco; un judío la habría entendido como la Madre Sion (ver. Isa. 26:16-27:1; 49:14-25; 57:1-8; 66:7-9), pero para Juan representaba la “Madre” de la comunidad mesiánica, el creyente pueblo de Dios en el viejo y el nuevo pactos. 3 El gran dragón rojo se identifica con Satanás en el v. 9. Es el anticristo del mundo espiritual, así como su agente la “bestia” (13:1) es el anticristo de la tierra. 4 Su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo lo que muestra una victoria del demonio sobre los poderes angelicales, pero para Juan habrá sido simplemente una alusión pictórica al terrible poder del dragón. 5 La afirmación del destino del hijo para guiar todas las naciones (cf. Sal. 2:9) explica el deseo del dragón de devorarlo, pues considera que aquéllas son su legítima presa. Mientras que el arrebatamiento del niño ante Dios y su trono era originalmente para su seguridad, la escena es suficientemente similar a la ascención victoriosa de Cristo como para aplicársela en ese sentido en este pasaje. 6 El pueblo de Dios está seguro de las acechanzas del demonio durante el período del reino del anticristo; esto concuerda con la enseñanza de 7:1-7 y 11:1, 2.
7-9 La guerra en el cielo puede haber significado originalmente un intento de atacar el refugio del niño Redentor. El protagonista celestial es el arcángel Miguel que lleva a las huestes de Dios a derrotar al demonio y su ejército diabólico. Pero la significativa adición del v. 11 transforma el cuadro. El verdadero medio de la derrota del dragón era la obra expiatoria de Cristo; su pueblo comparte la victoria cuando confiesa su fe en el evangelio y da testimonio de él por medio de su palabra y sus hechos. La victoria angelical llega a ser una figura de la victoria de Cristo y sus seguidores.
La canción de los vv. 10, 11 expresa con otras palabras las canciones del cap. 5 que celebran la victoria del Cordero por medio de su muerte en sacrificio y su resurrección. Así es también en el extraordinario paralelo de Juan 12:31, 32, el precipitar a Satanás es el resultado de que Cristo fuera “levantado” en la cruz y por ende al trono de Dios. Las figuras del v. 9, como lo declara el v. 10, indican que Satanás ya no puede acusar falsamente a los santos delante de Dios (ver Job 1 y Zac. 3), dado que Cristo ha asegurado su liberación y los ha reconciliado con Dios por medio de su redención.
13 Ahora el dragón dirige su atención a la mujer, o sea la iglesia, después de fracasar en vencer a su Señor (cf. Juan 15:20). 14-16 Dentro del simbolismo de esta historia, la serpiente dragón es un monstruo marino, de modo que estar en el desierto es estar fuera de su alcance.
El paralelo con Exo. 19:4 sugiere el motivo del segundo éxodo: así como el Señor libró a Israel del tiránico Faraón, cuidó de ellos en el desierto y los guió a la tierra prometida, ahora hará lo mismo para todo su pueblo en la tribulación que lleva al reino final. 15, 16 La serpiente envía una inundación detrás de la mujer, pero la tierra la absorbe y no puede hacer nada más. El cuadro ilustra la seguridad espiritual de los creyentes en relación con todo lo que Satanás pueda hacer contra ellos. 13:1 Subía del mar una bestia para recurrir a un aliado desde el abismo, su propio hogar.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
12.1-14.20 La séptima trompeta (11.15) anuncia los juicios de las copas (15.1-16.21), pero en los capítulos intermedios (12-14), Juan ve el conflicto entre Dios y Satanás. El ve la fuente de todo pecado, maldad, persecución y sufrimiento en la tierra y comprende por qué la gran batalla entre las fuerzas de Dios y Satanás deben tener lugar pronto. En estos capítulos se pone al descubierto la naturaleza del maligno y se ve a Satanás en toda su vileza.12.1-6 La mujer representa al pueblo fiel de Dios que ha esperado al Mesías; la corona de doce estrellas sobre su cabeza representa a las doce tribus de Israel. Dios aparta a los judíos para sí (Rom 9:4-5) y esa nación dio nacimiento al Mesías. El hijo varón (Rom 12:5) es Jesús, nacido a una judía devota, María (Luk 1:26-33). El perverso rey Herodes intentó de inmediato destruir al niño Jesús (Mat 2:13-20). El deseo de Herodes de dar muerte a este «Rey», a quien vio como un peligro para su trono, fue motivado por Satanás (el dragón escarlata) que quiso dar muerte al Salvador del mundo. El espectáculo celestial de Apocalipsis 12 muestra que Cristo, al nacer silenciosamente en el pueblo de Belén, tuvo un significado cósmico.12.3, 4 El enorme dragón escarlata, Satanás, tiene siete cabezas, diez cuernos y siete coronas, que representan su poder y el reino del mundo sobre el que tiene autoridad. Por lo general se consideran las estrellas que cayeron a tierra con él como los ángeles que cayeron con Satanás y que se convirtieron en sus demonios. De acuerdo con la tradición hebrea, una tercera parte de todos los ángeles del cielo cayeron con Satanás. Para mayores detalles sobre demonios, véanse la nota en 9.3ss y Mar 5:1-20.12.6 El desierto representa un lugar de refugio espiritual y protección de Satanás. Al ayudar en la fuga de la mujer hacia el desierto, Dios ofrece seguridad a todo creyente fiel. Satanás siempre ataca al pueblo de Dios, pero Dios los mantiene seguros espiritualmente. Algunos experimentarán daño físico, pero todos serán protegidos de daño espiritual. Dios no permitirá que Satanás tome las almas de sus verdaderos seguidores.12.6 Los 1,260 días (tres años y medio) es la misma duración de tiempo que se le permitió al dragón para dominar la tierra (13.5) y que la ciudad santa fue hollada (véase la nota en 11.3).12.7 Este acontecimiento cumple lo que manifiesta Daniel 12.1ss. Miguel es un ángel de alto rango. Una de sus responsabilidades es proteger a la comunidad de los creyentes en Dios.12.7ss Sucedió mucho más en el nacimiento, muerte y resurrección de Cristo de lo que mucha gente piensa. Una batalla entre las fuerzas del bien y del mal estuvo de por medio. Con la resurrección de Cristo, se aseguró la derrota de Satanás. Algunos creen que la caída de Satanás a la tierra tuvo lugar en la resurrección de Jesucristo o en su ascensión, y que los 1,260 días (tres años y medio) es una forma simbólica de referirse al período intermedio entre la primera y Segunda Venidas de Cristo. Otros dicen que la derrota de Satanás tuvo lugar en el punto medio de una tribulación literal de siete años, seguida del arrebatamiento de la Iglesia y precediendo a la Segunda Venida de Cristo y en el comienzo de su reinado de mil años. Sea como fuere, debemos recordar que Cristo es victorioso, Satanás ha sido derrotado por la muerte de Cristo en la cruz (12.10-12).12.9 Satanás no es un símbolo ni una leyenda; él es muy real. Originalmente fue un ángel de Dios, pero a causa de su orgullo, llegó a corromperse. Satanás es el enemigo de Dios y constantemente procura obstaculizar la obra de Dios, pero está limitado por el poder de Dios y puede hacer solamente lo que se le permite (Job 1.6-2.8). El nombre Satanás significa «acusador» (12.10). Activamente busca personas para atacar (1Pe 5:8-9). Busca por todos los medios creyentes que son vulnerables en su fe, que son débiles espiritualmente o que están alejados de otros cristianos.A pesar de que Dios permite que Satanás haga su obra en este mundo, Dios todavía está en control de la situación. Y Jesucristo tiene poder completo sobre Satanás; lo ha vencido al morir y resucitar por los pecados de la humanidad. Un día Satanás será encarcelado para siempre, y nunca volverá a hacer su obra maligna (véase 20.10).12.10 Muchos creen que hasta este momento, Satanás todavía tenía acceso a Dios (véase la nota sobre Job 1:7ss). Pero aquí su acceso está limitado (véase también 9.1). Ya jamás podrá acusar a su pueblo delante de Dios (véase cómo Satanás hizo acusaciones contra Job delante de Dios en Job 1:6ss).12.11 El golpe crítico a Satanás vino cuando el Cordero, Jesucristo, derramó su sangre por nuestros pecados. Se gana la victoria mediante el sacrificio: la muerte de Cristo en nuestro lugar para pagar por el pecado y los sacrificios que hacemos por nuestra fe en El. Al enfrentarnos a la batalla con Satanás, no debemos temerla ni tratar de huir de ella, sino servir con lealtad a Cristo que trae consigo la victoria (véase Rom 8:34-39).12.12 El diablo empieza a apresurar su persecución porque sabe que le queda «poco tiempo». Vivimos en los últimos días y la obra de Satanás es más intensa. A pesar de que Satanás es poderoso, como lo podemos ver por la condición de nuestro mundo, él está siempre bajo el control de Dios. Una de las razones por la que Dios le permite hacer lo malo y poner tentación es que quienes simulan ser discípulos de Cristo serán separados de los verdaderos creyentes. Satanás sabe que la gran confrontación con Jesucristo está cerca. Por esa razón procura con desesperación reclutar una fuerza enemiga tan grande como le sea posible para la batalla final.12.17 Mientras la mujer (12.1) representa a los judíos fieles y el hijo (12.5) representa a Cristo, los demás hijos podrían ser los judíos creyentes o, más probable, todos los creyentes.12.17 El apóstol Pablo dice que estamos en una lucha espiritual (Eph 6:10-12). Juan dice que la guerra todavía se está librando, pero ya se ha determinado el resultado final. Satanás y sus seguidores han sido derrotados y serán destruidos. Sin embargo, Satanás lucha cada día por aumentar sus tropas y para evitar que los suyos deserten y se acerquen a Dios. Los que pertenecen a Cristo participan en la batalla del lado de Dios y El les ha garantizado la victoria. Dios no perderá la guerra, pero debemos asegurarnos de no perder la batalla por nuestras propias almas. No titubee en entregarse a Cristo. Una gran lucha espiritual se está librando, y no hay tiempo para la indecisión.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 539 Rev 1:1
b 540 Isa 54:1; Isa 54:5; Gál 4:26
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
una mujer. Se ha identificado la mujer como: 1) María. Pero no aparece en otras partes de las Escrituras como la mujer identificada en los vers. 4– 5; ella tampoco experimentó los sucesos del vers. 6; 2) la iglesia. Pero la iglesia no dio a luz a Cristo (vers. 5); 3) Israel. Esta interpretación parece ser la mejor; la mayoría considera que ella representa al fiel Israel, del cual vino el Mesías (cp. vers. 5).
vestida del sol. Ella está vestida con la gloria de su Señor (cp. Sal 84:11); la luna debajo de sus pies habla de su permanencia (cp. Sal 89:37) y la corona de doce estrellas representa a las doce tribus de Israel. Algunos interpretan que el sol y la luna representan a Jacob y Raquel, los padres de José, y las doce estrellas representan los doce hijos de Jacob.
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) La primera sección de este libro, compuesta de los primeros once capítulos, abarca todas las cosas que ocurren desde la ascensión de Cristo hasta el comienzo de la eternidad. La segunda sección, compuesta de los últimos once capítulos, proporciona detalles de los asuntos importantes y cruciales que ocurren desde los últimos tres años y medio de la era presente, lo cual será el período de la gran tribulación, hasta la era eterna del cielo nuevo y la tierra nueva. El primer asunto importante y crucial revelado en esta sección es una mujer que da a luz un hijo varón.
Esta mujer está «vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas». En Gén_37:9 , José en su sueño vio el sol, la luna y once estrellas, lo cual representa a su padre, a su madre y a sus once hermanos. Allí el sol, la luna y las once estrellas, y José mismo, representaban la totalidad del pueblo de Dios en la tierra. Basándonos en el principio establecido por ese sueño, vemos que aquí el sol, la luna y las doce estrellas deben de representar la totalidad del pueblo de Dios en la tierra, el cual es simbolizado aquí por una mujer. La mayor parte de su ser está vestida del sol. El sol representa el pueblo de Dios en la era del Nuevo Testamento. La era previa a la venida de Cristo al mundo constituyó la noche oscura de la era del Antiguo Testamento. Cuando Cristo como el sol naciente vino desde lo alto ( Luc_1:78), llegó la era del sol.
Antes de eso, transcurría la era de la luna, la cual representa el pueblo de Dios en los tiempos del Antiguo Testamento. La luna está debajo de los pies de la mujer, porque la era de la luna equivalía a la de la ley, la cual no debía ser exaltada como lo son las estrellas. Las estrellas, que representan los patriarcas, esto es, el pueblo de Dios antes de que la ley fuese dada, forman una corona sobre la cabeza de la mujer.
Todos aquellos que conforman el pueblo de Dios en estas tres edades constituyen esta mujer y son portadores de luz. Por tanto, ella es la mujer que brilla y resplandece por todas las generaciones.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
una mujer. Representa a Israel, que dio a luz para el mundo a Cristo (v. Apo 12:5), la cual será severamente perseguida durante la tribulación (v. Apo 12:13).
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
43 (ii) Segundo ciclo de visiones (12,1-22,5) . Apenas hay conexión entre el cap. 12 con la serie de las trompetas; por tanto, es preferible considerar las visiones de 12,1-15,4 como la primera serie de un nuevo ciclo, en lugar de relacionarlas con las trompetas. El símbolo del segundo ciclo es el rollo abierto (cf. 10,2).
(1) Visiones simbólicas que revelan los secretos del pasado, presente y futuro (12,1-15,4). Estas visiones no son explícitamente enumeradas. Podemos, no obstante, distinguirlas entre sí tomando nota de la combinación en el uso de las fórmulas visionarias (p.ej., «X apareció» o «Yo vi») y los cambios de personajes o asuntos tratados. Estos aspectos de transición indican que la serie contiene siete visiones.
(a) La mujer y el dragón (12,1-17). Este capítulo no es una composición unitaria, sino que está basado en dos fuentes: un relato que describe el conflicto entre una mujer con su niño y un dragón (w. 1-6 y 13-17) y otro relato que describe una batalla en el cielo (w. 7-9). Es probable que estas fuentes fuesen compuestas por judíos no cristianos, y que Juan las publicase, añadiendo muchas cosas e incluyendo el himno de los w. 10-12 (véase Yarbro Collins, Combat Myth [→ 15 supra] 101-16.
1. Una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza: Éstos atributos son típicos de las grandes diosas del mundo bíblico (ibid. 71-76), como Isis (véase Apuleyo, Metamor. 11,2-6). La identidad de la mujer ha sido muy discutida. Una interpretación católico-romana tradicional es que se trata de María, la madre de Jesús, que es también la nueva Eva. Otras propuestas dicen que es la Jerusalén celeste, la sabiduría personificada, o la iglesia. En la fuente, la mujer personificaba a Israel, cuyos dolores de parto (v. 2) simbolizaban las aflicciones escatológicas que preceden a la llegada del Mesías. En el texto actual, la mujer es el Israel celeste, la esposa de Dios (cf. Os 1,2; 2,4-5; 2,16-17; Is 50,1; 54,5-8). Puesto que Juan reivindica el nombre de «judíos» para los cristianos (2,9; 3,9), no distingue, por tanto, entre Israel y la Iglesia. 3. un enorme dragón de color rojo con siete cabezas y diez cuernos: Este dragón o serpiente marina es un animal mítico, un símbolo muy antiguo del caos. La tradición babilónica cuenta con el motivo de un monstruo serpentino con siete cabezas (ANEP 220, n. 691). Los textos cananeos mencionan una bestia similar (ANET 138). Esta bestia es presentada como adversaria de Dios en el AT (cf. Is 27,1; 51,9; Sal 74,13; 89,11; Job 9,13; 26,12). En la forma final del cap. 12, el dragón es identificado con la serpiente de Gn 3, que, a su vez, es identificada con el diablo y Satanás (v. 9) . Los «diez cuernos» proceden de Dn 7,7. 4. Con su cola barrió un tercio de las estrellas y las arrojó sobre la tierra: Motivo parecido a Dn 8,10. En la tradición gr., el rebelde monstruo del caos ataca las estrellas (véase Nonnos, Dionys. 1.163-64.180-81). el dragón se puso al acecho delante de la mujer… para devorar a su hijo: Podemos encontrar muchos paralelos a elementos individuales del cap. 12 en el AT y en otros textos judíos. El paralelo más cercano, sin embargo, al argumento del relato sobre la mujer y el dragón es una versión grecorromana de la historia del nacimiento de Apolo.
Leto, una diosa, estaba embarazada de Zeus. Pitón, un dragón, advirtió que el hijo de Leto lo desplazaría en el oráculo de Delfos. Así que la persiguió cuando estaba a punto de dar a luz, para matar al hijo. A la orden de Zeus, el viento del norte y Poseidón, dios del mar, ayudaron a Leto. Ella dio a luz a Apolo y Artemisa. Después, Apolo mató a Pitón. Una de las fuentes utilizadas por Juan era una adaptación de esta historia para describir el nacimiento del Mesías. Puesto que algunos emperadores, especialmente Nerón, se relacionaron a sí mismos con Apolo, Juan y su fuente, en oposición a esta propaganda, decían que el Mesías prometido a Israel era quien traería la verdadera edad de oro (véase Yarbro Collins, Combat Myth [→ 15 supra] 61-70.101-45). 10. ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos [y hermanas]: El himno de los w. 10-12 sirve como comentario del relato de los w. 1-9 y 13-17. El dragón o serpiente del relato es identificado en el himno con el «acusador» de los cristianos ante Dios en la corte celeste. Los cristianos son absueltos en el juicio gracias a la muerte de Jesús (cf. 1,5b). La vindicación en la corte celestial es un reverso irónico de la condenación en las cortes terrestres (romanas) («por el testimonio que dieron», v. 11), que les conduce a la ejecución («sin que el amor a su vida les hiciera temer la muerte», v. 11) . Estos cristianos son «el resto de su linaje [de la muerte]» (v. 17), a quienes el dragón persiguió una vez que el niño fue llevado hasta el cielo (v. 5). 18. él [el dragón] se quedó al acecho junto a la orilla del mar. Se trata de una transición a la visión de 13,1-10, y relaciona exactamente el dragón y la bestia que surge del mar (cf. MNT 219-239).
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
una mujer… Esto es, Israel → Gén 37:9-10.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
Lit., y
Fuente: La Biblia de las Américas
g Gén_37:9-10.
12.1 Es decir, apareció en el cielo abierto.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
[6] Quizás una luna creciente, la imágen mundial, o símbolo del Islam, ya apunto de ser puesta bajo los pies de Israel al tiempo que las batallas de la Gran Tribulación comienzan a voltear a favor de Israel.
[7] Israel.
[8] s.a.tan lleva las mismas siete cabezas y diez coronas que lleva la bestia Islámica revivida del capítulo 13:1. Así simbolizando a los 7 reinos basados en Babilonia y a los 10 reyes de esos reinos que la historia mundial ha producido. Véase la nota sobre Rev 13:1.
[9] s.a.tan versus Israel.
[10] Yahshua.
[11] Un remanente de Israel por tres años y medio en el desierto siendo guardado por YHWH.
[12] En realidad ésto tiene un doble significado de Yahshua naciendo en Israel en el pasado, y en un tiempo futuro profético durante la Gran Tribulación, donde a través de la prueba de la resistencia, Su cuerpo verdadero, o hijos de la mancomunidad, serán aún nacidos durante los shivlai haMahshiaj, o dolores de parto de el Moshiach.
[13] Uno de los términos usados como un título para s.a.tan en el Pacto Renovado Arameo es “Akel Kartza.” “Akel Kartza” es un término compuesto. Akel significa “devorar”, o “consumir.” Kartza significa “trozo de pan, criticón, tirando en pedazos, acusación, menosprecio, palabras mordaces, mordaz y destrucción actual.” El Akel Kartza usa palabras mordaces y la acusación para consumir y devorar y destruir. El es un mumurador difamatorio. La Escritura nos advierte que los últimos días s.a.tan hará una guerra especial contra el “remanente,” un grupo que “guardan los mandamientos de YHWH y tienen el testimonio de Yahshua” (Rev 12:17). Aquellos que abogan a Yahshua como el Moshiaj y el cumplimiento de la Torah son por lo tanto blancos especiales del Akel Kartza e informes difamatorios de personas emocionalmente inestables. Como creyentes, debemos tener cuidado de no entretener al Akel Kartza, al entretener el habla malvada.
[1] Como Israel vencemos al Akel Kartza y a su calumnia con la verdad de nuestro testimonio en la sangre de Yahshua, una verdad para la cual s.a.tan no tiene respuesta.
[2] Es posible que YHWH provea un puente aéreo por avión al desierto al guardar a Su novia por tres años y medio.
[3] La inundación denota exilio, o traslado al desierto de la naciones.
[4] En el pasado las naciones gentiles absorbían a Israel y en muchos casos salvaban la vida, al camuflarlos mientras que ellos se hacían uno con e indistinguibles de los gentiles paganos. YHWH, como visto en el versículo 16, finaliza el exilio de los 2,700 años e impide el intento final de s.a.tan de exiliar a Israel una última vez durante la Gran Tribulación. El suelo y la tierra en el versículo 16 son metáforas para la tierra de Israel.
[5] s.a.tan el dragón, levanta al imperio de la bestia de los tiempos finales para destruir a los creyentes en Yahshua, particularmente a los Israelitas Nazarenos, justo antes del fin del exilio para ambas casas de Israel.
[6] Que ésto quede claro. Sólo aquellos que tienen el testimonio de la resurrección y el testigo de la Torah son Su remanente Israel. El resto serán llevados, o tomados. Ore para ser dejado atrás.
[10] Job 1, 6-9; 2, 1-3.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat