Comentario de Apocalipsis 19:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Después de estas cosas, oí como la gran voz de una enorme multitud en el cielo, que decía: “¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios.
En este capítulo se presentan: (1) las alabanzas en el cielo a causa de la caída de Babilonia; (2) la cena de las bodas del Cordero; (3) Cristo, el Guerrero victorioso; (4) la gran cena de Dios; y (5) el fin de las dos bestias. 19:1 — Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro —Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Después de esto. Apo 18:1-24.
oí una gran voz. Apo 11:15; Apo 18:20.
Aleluya. Apo 19:3, Apo 19:4, Apo 19:6; Sal 106:1; Sal 111:1; Sal 115:18; Sal 146:1; Sal 148:1; Sal 149:1; Sal 150:1.
Salvación y honra. Apo 4:10, Apo 4:11; Apo 5:9-13; Apo 7:10-12; Apo 11:15; Apo 12:10; 1Cr 29:11; Sal 3:8; Jon 2:9; Mat 6:13; 1Ti 1:16, 1Ti 1:17.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Dios es alabado en el cielo por juzgar a la gran ramera, y vengar la sangre de sus santos, Apo 19:1-6.
Las bodas del Cordero, Apo 19:7-9.
El ángel no será adorado, Apo 19:10-16.
Las aves requeridas para la gran matanza, Apo 19:17-21.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
La gran multitud aquí es la «gran multitud, la cual nadie podía contar» en Apo 7:9. La referencia a la salvación (Apo 7:10) y la referencia posterior a los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes (v. Apo 19:4; Apo 7:11, Apo 7:13) parece apoyar esta interpretación. Sin embargo, algunos contienden que la multitud aquí se refiere a los ángeles.
Aleluya representa la palabra hebrea que significa «alabado sea el Señor». Esta palabra hebrea se conoce bien en el AT. debido a su uso frecuente en los Salmos («alabado sea el Señor» en Sal 150:1, Sal 150:6). La transliteración griega sólo aparece en el AT. en Apocalipsis (vv. Apo 19:1, Apo 19:3, Apo 19:4, Apo 19:6).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
DESPUÉS DE ESTO. El cap. Apo 19:1-21 trata del fin de la tribulación y de la gloriosa segunda venida de Cristo a la tierra para destruir a los impíos y para reinar con su pueblo.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
¡ALELUYA! Esta es la primera de las cuatro veces que ocurre la palabra «aleluya» en el NT (véase vv. Apo 19:1; Apo 19:3-4; Apo 19:6). Se deriva de dos palabras hebreas: halal que significa «alabanza», y jah, que significa «Yahveh» o «Señor»; así que significa: «¡Alabado sea el Señor!» El pueblo en el cielo alaba al Señor porque Dios ha juzgado al mundo y ha vengado a los que sufrieron a manos del mundo, y porque Jesucristo vuelve a la tierra a reinar (vv. Apo 19:6; Apo 19:11; Apo 20:4). Este es el «Coro Aleluya» del cielo.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Capitulo 19.
L a visión de la caída de Roma termina con esta sección, en la que miríadas de bienaventurados celebran el triunfo de la justicia divina (v.1-8). En violento contraste con los lamentos del capítulo precedente, el autor sagrado nos presenta a los habitantes del cielo entonando el cántico de triunfo por la ruina de Babilonia (Roma). Este cántico se desarrolla en torno del trono de Dios y del Cordero. Porque la destrucción de Roma demuestra claramente el triunfo de Dios y del Cordero. “La gloriosa perspectiva de las bodas del Cordero con la Iglesia – dice el P. Alio – se contrapone a las prostituciones de la gran Ramera, por cuya causa fue castigada” 1El aire litúrgico de este pasaje es más acentuado que otros del Apocalipsis.
Cántico triunfal en el cielo, 19:1-10.
1 Después de esto oí una fuerte voz, como de una muchedumbre numerosa en el cielo, que decía: Aleluya, salud, gloria, honor y poder a nuestro Dios, 2 porque verdaderos y justos son sus juicios, pues ha juzgado a la gran ramera, que corrompía la tierra con su fornicación, y en ella ha vengado la sangre de sus siervos. 3 Y por segunda vez dijeron: Aleluya. El humo de la ciudad sube por los siglos de los siglos. 4 Cayeron de hinojos los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes, y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: Amén, aleluya. 5 Del trono salió una voz, que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y cuantos le teméis, pequeños y grandes. 6 Oí una voz como de gran muchedumbre, y como voz de muchas aguas, y como voz de fuertes truenos, que decía: Aleluya, porque ha establecido su reino el Señor, Dios todopoderoso; 7 alegrémonos y regocijémonos, démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa está dispuesta, 8 y fuele otorgado vestirse de lino brillante, puro,* pues el lino son las obras justas de los santos. 9 Y me dijo: Escribe: Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son las palabras verdaderas de Dios.10 Me arrojé a sus pies para adorarle, y me dijo: Mira, no hagas eso; consiervo tuyo soy y de tus hermanos, los que tienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios. Porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía.
La caída de Roma no ha sido descrita, pero se supone ya ejecutada. La tierra se lamentaba de este hecho; en cambio, el cielo lo celebra con cánticos de alegría. El vidente de Patmos oye una voz fuerte, como de una gran muchedumbre, que gritaba: ¡Aleluya! alabad al Señor (v.1). Esta aclamación tan frecuente en los salmos 2 es ésta la única vez que se encuentra en el Nuevo Testamento. La exclamación ¡Aleluya! es un término litúrgico muy usado entre los judíos. Está formada de las palabras hebreas halelú Yah, que significan alabad a Yahvé 3. El término aleluya entró muy pronto en la liturgia cristiana, de modo que todos los lectores del Apocalipsis conocían su significación. Esto explica el que nuestro autor no traduzca el término hebreo.
Sigue a continuación la doxología: Salud, gloria, honor y poder a nuestro Dios, como en Rev 7:10; Rev 11:15; Rev 12:10. Los bienaventurados atribuyen a Dios y al Cordero la salud o salvación que ellos ya han obtenido. En esta salvación y en la destrucción de Roma se ha manifestado patentemente la gloria de Dios y su poder 4. La razón de estas alabanzas que los bienaventurados tributan a Dios se encuentra en la verdad de la justicia divina, manifestada en el castigo de la gran Ramera, la cual con su fornicación idolátrica corrompía la tierra. Dios ha vengado en ella la sangre de sus siervos (v.2), que habían muerto por mantenerse fieles a Cristo. Con la destrucción de Roma, Dios ha salido en defensa del derecho de sus mártires. La sangre de éstos reclamaba la intervención divina en defensa de sus justos derechos conculcados, con el fin de que resplandeciese ante el mundo pagano – -partidario de Roma – la verdad de su causa. En esta manera de proceder de Dios se restablece el orden violado y se manifiesta al mundo un nuevo triunfo de la Iglesia de Cristo.
San Juan oye un segundo aleluya, entonado por los moradores del cielo (ν.β), los cuales añaden a manera de colofón un rasgo nuevo, tomado seguramente de Isa 34:10. El profeta contempla a Edom asolada por la venganza de Yahvé, y añade: “Su tierra será como pez que arda día y noche; nunca se extinguirá, subirá su humo perpetuamente.” 5 Era costumbre de los invasores antiguos entregar a las llamas las ciudades que expugnaban. Así la nueva Babilonia (Roma) es incendiada, y el humo sube al cielo no por un día o una semana, sino por los siglos de los siglos para perenne memoria de la justicia divina. De este modo el autor sagrado expresa la ruina irreparable de Roma, sobre todo en su aspecto de perseguidora de la Iglesia.
A la vista de esta manifestación del poder de Dios, no sólo los millones de ángeles, sino también los veinticuatro ancianos que rodean el trono de Dios y los cuatro vivientes que lo sostienen6, aprueban, en nombre de la Iglesia y de toda la naturaleza, la obra del Señor con un amén y un aleluya (v.4). El término amén sirve para asentir a lo dicho anteriormente por la muchedumbre de bienaventurados. Es una expresión muy empleada en la liturgia, y su presencia en este lugar en unión con aleluya nos demuestra que el autor sagrado concibe la felicidad eterna de los bienaventurados como una liturgia sagrada que se desarrolla ante el trono de Dios y del Cordero.
De nuevo otra voz sale del trono del Señor, proveniente posiblemente de uno de los ángeles más próximos a Dios, la cual invita a todos los fieles de la tierra a asociarse a las alabanzas celestes con ocasión de la ruina de Roma. La voz decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos y cuantos le teméis, pequeños y grandes (v.5). La invitación recuerda el comienzo de ciertos salmos 7, principalmente el Sal 135:1.20. Y se parece también bastante a la exhortación que el diácono o el sacerdote dirigían al pueblo fiel reunido en la iglesia para invitarlo a orar. A esta invitación responde una voz poderosa, como la voz de una ingente multitud, semejante a la voz de las aguas torrenciales que se precipitan en su curso, como el mugido de las olas del mar alborotado o como el fragor de fuertes truenos, que decía: Aleluya, porque ha establecido su reino el Señor, Dios todopoderoso (v.6). La comparación tiene por objeto recalcar la inmensa potencia del cántico aleluyático que dirigen a Dios todos los bienaventurados. Es la voz de la Iglesia universal, que canta el aleluya por el triunfo definitivo de la Iglesia en el mundo. Al fin, el Dios omnipotente ha establecido su reino en la tierra. Este reino no es otro que su Iglesia tan fieramente perseguida por Roma y sus aliados. Alabar a Dios es ensalzar sus atributos de bondad, amor, misericordia, por haber intervenido en favor de los suyos.
Los bienaventurados manifiestan su alegría por la intervención divina, diciendo: Alegrémonos y regocijémonos, démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero (v.7). El autor sagrado anuncia con estas palabras las bodas del Cordero con su Iglesia. Sabido es cuan familiar era a los profetas esta imagen del matrimonio de Dios con Israel 8. Yahvé, esposo de Israel, era una metáfora para expresar la alianza entre Dios y su pueblo. Alianza estrechísima que no permitía ninguna infidelidad por ambas partes. Por esta razón, la idolatría era considerada como un adulterio, una prostitución. En el Nuevo Testamento, Jesucristo es el Esposo de la Iglesia. San Pablo ha tratado maravillosamente el tema del matrimonio místico entre Cristo y su Iglesia 9. La unión íntima que supone ese matrimonio entre Jesucristo y la Iglesia tiene su origen en el rescate que tuvo que pagar por ella: Cristo la compró con su propia sangre 10. Estas bodas ya se han iniciado en la tierra, pero su consumación no tendrá lugar hasta el cielo.
La Esposa del Cordero, es decir, la Iglesia, va vestida de lino brillante y puro, que son las obras buenas y justas de los cristianos (v.8), con las cuales las almas buenas ganan el cielo 11. El color blanco en el Apocalipsis suele ser símbolo de triunfo. Aquí designa la victoria que la Iglesia ha obtenido sobre sus más encarnizados enemigos, y, al mismo tiempo, la pureza y la santidad de la Esposa del Cordero. Los adornos de esta Esposa inmaculada contrastan grandemente con el atuendo externo y el sobrecargo de joyas que llevaba la gran Meretriz, o sea la Roma pagana, con las cuales trataba de seducir más fácilmente a los demás pueblos 12.
Jesucristo compara en el Evangelio el reino del cielo a un banquete de bodas. Y San Juan descubre en la destrucción de Roma, la perseguidora de la Iglesia, una especie de preparación de este banquete. La caída de Roma, el enemigo más peligroso de la Iglesia en aquel tiempo, y que parecía absolutamente inconmovible, hace presagiar la salvación que tendrá lugar con el establecimiento definitivo del reino de Dios. Todavía no ha llegado el momento de establecer de una manera definitiva ese reino, porque aún continuarán las luchas contra la Bestia y sus sostenedores. Pero del mismo modo que en los Evangelios la caída de la Jerusalén infiel constituía una garantía de la venida del Hijo del hombre, así la caída de Roma anuncia el establecimiento próximo del reino de Dios 13. El establecimiento del reino es celebrado aquí por anticipación, pues sólo tendrá lugar en el momento de las bodas del Cordero 14. No olvidemos nunca que, para entender bien esto, hay que tener presente que tanto el reino de Dios como la vida eterna abarcan dos etapas: la terrena y la celestial, siendo la primera preparatoria de la segunda, y ésta, consumación de aquélla.
El cántico de alabanza entonado por la muchedumbre de bienaventurados parece sugerir la bienaventuranza del v.9: Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero. Esta es la cuarta bienaventuranza de las siete que encontramos en el Apocalipsis 15. En la expresión se parece bastante al macarismo de San Lucas: “Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios”16. El que pronuncia el macarismo en nuestro pasaje del Apocalipsis es un personaje que no es nombrado, pero que debe de ser el ángel intérprete que acompañaba a Juan. La imagen del banquete para designar la felicidad de los tiempos mesiánicos se encuentra ya en el Antiguo Testamento 17 y en la literatura apócrifa judía 18. Jesucristo emplea frecuentemente la figura del festín nupcial para designar el reino de los cielos 19. En este banquete celestial, la Esposa que se sentará al lado del Esposo, es decir, al lado de Cristo, será la Iglesia considerada como unidad. Los invitados son los individuos, o sea cada uno de los fieles que se sentarán con Cristo por toda la eternidad en el gran festín de bodas del cielo. Esta risueña perspectiva debe servir de consuelo y aliento a los fieles en medio de las pruebas. El ángel, queriendo recalcar aún más la verdad de este mensaje consolatorio dirigido a los cristianos, añade: Estas son las palabras verdaderas de Dios. No se trata de invenciones fantásticas de una imaginación calenturienta, sino que provienen de Dios y, como tales, se cumplirán indefectiblemente.
Al oír San Juan tan consoladoras palabras, se arroja a los pies del ángel que las había dicho para adorarle (v.10). Pero éste rehusa ese honor, declarándose sierro del único Dios y Señor, como Juan y como todos los fieles que en la tierra dan testimonio de Jesucristo. Esta misma escena se repetirá después en Rev 22:8-9. Y se encuentra con bastante frecuencia en los apócrifos, como, por ejemplo, en la Ascensión de Isaías 7:21: “Yo caí rostro a tierra para adorarle, y el ángel que me conducía no me lo permitió, sino que me dijo: No adores ni trono ni ángel que pertenezcan a los seis cielos – de donde he sido enviado para guiarte -, sino únicamente (a aquel) que yo te indicaré en el séptimo cielo.” Con la escena que nos describe San Juan tal vez quiera oponerse y atacar a los excesos de ciertas tendencias judías o judío-cristianas que trataban de dar culto a los ángeles considerándolos superiores a Cristo 20. Y más probablemente trate de oponerse a las prácticas gnósticas contemporáneas, bastante extendidas entre los falsos cristianos de Asia Menor 21. Los judíos llegaron, por su parte, en algunas ocasiones hasta adorar a los ángeles, como testifica expresamente Clemente Alejandrino 22. Sin embargo, el ángel, en nuestro caso, se considera consierfo de Juan y de los demás cristianos, todos ellos siervos de Dios. Por consiguiente, tanto los ángeles como los fieles cristianos son criaturas dependientes de Dios, y como tales inferiores en categoría a la Divinidad.
Las últimas palabras del ángel: el testimonio de Jesús, designan la Palabra de Dios, atestiguada por Cristo, y que todo cristiano posee en sí 23. Es el conjunto de la revelación que Cristo nos comunicó de parte de su Padre. Esta revelación o palabra de Dios es la que inspira a los profetas, a los apóstoles y a todos aquellos que recibieron el encargo de transmitir al mundo el mensaje de Dios. Por consiguiente, la profecía se apoya en el testimonio dado por Jesucristo, y la poseen todos los fieles en mayor o menor grado. El Apocalipsis es, pues, una explicación de las enseñanzas de Cristo, un testimonio dado sobre el Salvador; y de aquí procede su valor 24. El mismo Jesús había dicho que el Espíritu Santo daría testimonio de El por medio de los apóstoles y de los demás fieles en quienes había de morar.
Exterminio de las bestias, 19:11-20:15.
Después de la caída de Babilonia (Roma), profetizada en Rev 14:8, y considerada como realizada en Rev 16:19-20, el vidente de Patmos da un paso más para describirnos el exterminio de la Bestia y de sus aliados, las naciones paganas 25. Vamos a asistir a un triple exterminio: el de los anticristos (Rev 19:17-21), el de Satanás, que era el que les inspiraba (Rev 20:10), y el de la Muerte (Rev 20:14). Cristo en persona se reserva el exterminio de los anticristos. El Mesías, transportado al cielo en el capítulo 12, reaparece triunfante sobre la tierra. Va a dar la batalla definitiva contra todos los anticristos que se oponen al reino de Dios. El ejército del Cordero, acampado frente a las Bestias en el capítulo 14, se lanza, finalmente, a la ofensiva que traerá como consecuencia la destrucción del reino del anticristo. Jesucristo aparece como un caballero sobre un caballo blanco 26, al frente de su ejército. Al otro lado se presenta la Bestia con el seudoprofeta y los reyes que los siguen. Pero Cristo derrota a los ejércitos paganos con la palabra de su boca 27. La Bestia y el seudoprofeta son capturados y lanzados al lago de fuego (v.20), mientras que todos los demás son muertos con la espada del Rey de reyes (v.21). Entonces comienza el reino de mil años del Mesías y de los suyos (Rev 20:1-6). Pero todavía el diablo organiza una nueva conspiración contra el reino de Cristo, que terminará con la victoria de Jesucristo y el juicio final (Rev 20:7-15).
Podemos dividir esta sección del modo siguiente: i) El Rey de reyes aparece con su ejército (v.11-16). 2) Un ángel proclama el exterminio de los enemigos de Cristo (v. 17-18). 3) La Bestia y sus partidarios son vencidos y arrojados al estanque de fuego (v. 19-21). 4) El milenio (Rev 20:1-6). 5) Ultima batalla escatológica de Satán contra la Iglesia (Rev 20:7-10).6) Juicio final delante del trono de Dios (Rev 20:11-15).
El Rey de reyes aparece con su ejército,Rev 19:11-16.
11 Vi el cielo cubierto, y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba es llamado Fiel, Verídico, y con justicia juzga y hace la guerra. 12 Sus ojos son como llama de fuego, lleva en su cabeza muchas diademas, y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino él mismo, 13 y viste un manto empapado en sangre, y tiene por nombre Verbo de Dios. 14 Le siguen los ejércitos celestes sobre caballos blancos, vestidos de lino blanco, puro. 15 De su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones y El las regirá con vara de hierro, y El pisa el lagar del vino del furor de la cólera de Dios todopoderoso. 16 Tiene sobre su manto y sobre su muslo escrito su nombre: Rey de reyes, Señor de señores.
La escena cambia de nuevo, lo mismo que las imágenes. Como otras veces, nuestro autor ve que el cielo se abre y aparece un caballo blanco, símbolo de victoria. Sobre él viene Jesucristo, que, como capitán, se pone al frente de su ejército. El Mesías que aquí aparece tiene el mismo aspecto que el jinete parto de Rev 6:2. El Antiguo Testamento nos ofrece una escena un tanto parecida en el salmo no. Allí un pueblo numeroso como las gotas del rocío se ofrece al Mesías, y éste, seguido de los suyos, domina a sus enemigos y los aplasta, dejando la tierra sembrada de cadáveres. El Jinete misterioso de nuestro pasaje viene del cielo a combatir al Dragón infernal que procedía del abismo. Se le dan varios nombres: Fiel, Verídico 28, porque efectivamente El cumple siempre las promesas que ha hecho a sus fieles servidores 29. Y ahora se dispone a ejecutar lo que tantas veces prometió en este libro: va a juzgar con justicia y a hacer la guerra también con justicia (v.11). Como justo que es, juzga con justicia, como el Emmanuel de Isaías 30, y hace la guerra para aplastar al impío y hacer desaparecer la iniquidad de la tierra. Los fieles servidores de Cristo no quedarán defraudados en sus esperanzas. Todos los que han sufrido por Cristo serán recompensados, pues el Señor nunca deja incumplida su palabra.
La descripción que nos da el autor sagrado de ese Jinete celeste se inspira en la primera visión del Apocalipsis. Sus ojos son como llamas de fuego, que todo lo penetran. Como Rey de reyes 31, lleva ceñidas a la cabeza muchas coronas. El Dragón tenía siete diademas sobre siete cabezas 32, y la Bestia llevaba diez coronas sobre diez cuernos 33; pero Jesucristo lleva muchas más que sus antagonistas, como dominador que es de todos los pueblos. Tiene también un nombre escrito, que nadie conoce, porque, siendo divino, es trascendente y está fuera del alcance de la humana inteligencia (v.12). Lo lleva escrito probablemente en las coronas o en la tiara. Ese nombre es el de Verbo de Dios. El término Logos empleado aquí por el autor sagrado sólo aparece en el Nuevo Testamento en los escritos joánicos 34. Sólo Dios puede conocer su propia esencia, de la cual el nombre es la expresión.
El Verbo de Dios aparece vestido con un manto empapado en sangre (ν.13). Esta imagen puede significar la sangre de los enemigos que ya venció, y es augurio de los que vencerá. Nuestro texto parece inspirarse en Isa 63:1-3, en donde el profeta describe a Yahvé volviendo vencedor de Edom con el manto salpicado de sangre. Pero el manto empapado en sangre tal vez pudiera aludir a la propia sangre de Cristo, derramada por los hombres, y con la cual obtuvo la victoria sobre el poder infernal, victoria que ahora va a manifestarse. El nombre de este Jinete victorioso es el de Verbo de Dios (ó Λόγος του Θεού). Semejante expresión para designar a Jesucristo es juánica y ofrece un fuerte argumento para probar que el autor del Apocalipsis es el mismo que el autor del cuarto evangelio 35 y de la 1 Jn 36. Cristo es el Verbo, la Palabra de Dios, porque es el eterno reverbero del Padre. Es la Palabra que el Padre pronuncia ab aeterno, la segunda persona de la Santísima Trinidad, que se ha revelado al mundo en Jesús. En la teología de San Juan, el Verbo es una persona divina igual al Padre. De modo que ya no se trata de una personificación poética, como la de la Sabiduría en el Antiguo Testamento 37 o la del Memra en la teología judía 38. El término Logos lo debió de tomar San Juan del ambiente judeo-helenístico, pero dándole un sentido nuevo que sobrepasa todas las lucubraciones teológico-filosóficas de Filón 39 y del rabinismo.
Detrás del jinete montado sobre un caballo blanco avanzan los ejércitos celestes 40. Todos montan, como su jefe, caballos blancos y van vestidos con ropa de lino blanco (v.14), que es el vestido común de “todos los justos (en el cielo) desde los tiempos de Adán,” según expresión cíe la Ascensión de Isaías41. Los vestidos blancos y los caballos blancos del ejército de Cristo simbolizan la victoria y la gloria de que gozan en el cielo. Son los santos que lograron triunfar de los enemigos de Dios y de la Iglesia, cuando vivían en este mundo 42. Ahora pelearán a las órdenes de Cristo contra los reyes enemigos, y vencerán 43.
De la boca del Jinete divino, galopando al frente de sus huestes, sale una espada aguda para herir con ella a las naciones (v.15). Es la espada del poder y de la justicia de Dios. Es el símbolo de su poder judicial y del rigor de sus sentencias, con las cuales castigará al impío, según el oráculo de Isaías: “Juzgará en justicia al pobre y en equidad a los humildes de la tierra. Y herirá al tirano con los decretos de su boca, y con su aliento matará al impío.”44 Cristo regirá con cetro de hierro las naciones, como se le promete en el Sal 2:9, y a semejanza de Yahvé, vengador de Edom 45, pisa a sus enemigos amontonados como uvas en el lagar del vino del furor de la cólera de Dios todopoderoso. Dios va a dar a beber a las naciones paganas enemigas de Cristo el vino ardoroso del castigo divino y triturará sus ejércitos como se tritura la uva madura. Todo esto simboliza el gran triunfo de Cristo y de sus seguidores 46.
Jesucristo, durante su vida, no cumplió estas profecías, pues su mesianismo estuvo lleno de dulzura, mansedumbre y sufrimiento. El mesianismo de perspectivas gloriosas, de dominación universal, no se había realizado. Ahora los cristianos esperaban el cumplimiento de esta parte del programa con la parusía de Cristo y el castigo de los enemigos del nombre cristiano47. La concepción de un Mesías dominador y avasallador de sus enemigos, propia del judaísmo del siglo i, debió de persistir por algún tiempo en ciertos ambientes cristianos.
Finalmente, para declararnos quién sea este personaje, cuyo nombre propio, Verbo de Dios, no es inteligible, nos da otro nombre suyo que resultaba más claro e indicaba su alta dignidad. San Juan nos dice que llevaba escrito en su manto y en su muslo, probablemente en la parte del manto que cubre el muslo, el nombre más inteligible por ser más humano: Rey de reyes y Señor de señores (v.16). Rey de reyes designa a un rey que tiene bajo su cetro otros reyes que le reconocen como soberano. Los reyes de Asiría, de Babilonia y de Persia se llamaban “rey de reyes,” porque tenían muchos reyes que les rendían vasallaje. Del Mesías se dice muchas veces que su imperio se extenderá hasta el cabo de la tierra, y que los reyes le rendirán homenaje 48. A un tal Soberano siguieron los ejércitos del cielo, las legiones de ángeles y santos montadas en caballos blancos y vestidos de lino blanco y puro, todo ello en señal de victoria. Este ejército blanco que sigue a su Rey montado sobre un caballo blanco recuerda las entradas triunfales de los emperadores cuando volvían vencedores a Roma. El título de Señor de señores tiene también una significación regia y triunfal. Este título debió de ser usado por la Iglesia primitiva muy pronto, aplicándolo a Cristo para expresar su divinidad y su dignidad de Rey-Mesías 49. Aquí la expresión Señor de los señores indica una soberanía sobre los mismos emperadores romanos.
Un ángel proclama el exterminio de los enemigos de Cristo,Sal 19:17-18.
17 Vi un ángel puesto de pie en el sol, que gritó con una gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan por lo alto del cielo: Venid, congregaos al gran festín de Dios,18 para comer las carnes de los reyes, las carnes de los tribunos, las carnes de los valientes, las carnes de los caballos y de los que cabalgan en ellos, las carnes de todos los libres y de los esclavos, de los pequeños y de los grandes.
San Juan contempla un nuevo ángel de pie sobre el sol, posiblemente para que el sol en su marcha – antiguamente se creía que el sol se movía respecto de nosotros – le transportase sobre toda la tierra50. El ángel lanza con poderosa voz una invitación a todas las aves carnívoras de la tierra, diciéndoles: Venid, congregaos al gran festín de Dios (v.1v). Este festín de Dios es un rasgo apocalíptico que se confunde con el sacrificio de Dios. Recuérdese que, en el Antiguo Testamento, los sacrificios pacíficos iban acompañados de un banquete postsacrificial51. La expresión festíη de Dios también pudiera ser una especie de superlativo para significar la mayor carnicería que la tierra haya visto, ejecutada sobre los enemigos de Dios. Las aves carnívoras que aquí aparecen, invitadas a participar del siniestro festín, es otro detalle propio de la apocalíptica. Los monumentos asírios nos presentan las aves carnívoras sobre los cadáveres tendidos en el campo de batalla.
La invitación que el ángel hace a todas las aves del cielo se inspira en Eze 39:4.17-20. En este pasaje de Ezequiel se describe la gran carnicería ejecutada por Yahvé sobre las huestes de Gog y Magog, las cuales caerán en los montes de Israel con todos los ejércitos y todos los pueblos que les acompañaban. El profeta oye que le ordena el Señor: “Di a las aves de toda especie y a todas las bestias del campo: Reunios y venid. Juntaos de todas partes para comer las víctimas que yo inmolo para vosotras, sacrificio inmenso, sobre los montes de Israel. Comeréis las carnes y beberéis la sangre; comeréis carne de héroes, beberéis sangre de príncipes de la tierra. Carneros, corderos, machos cabríos y toros, gordos como los de Basan. Comeréis gordura hasta saciaros; beberéis sangre hasta embriagaros, de las víctimas que para vosotros inmolaré. Os saturaréis a mi mesa de caballos y jinetes, de héroes y guerreros de toda suerte, dice el Señor, Yahvé.”52
Las expresiones tan fuertes empleadas por San Juan en este pasaje – tomadas en parte de Ezequiel -, tan conformes con el estilo apocalíptico, no hay que tomarlas al pie de la letra. Es conveniente tener presente que las victorias del Verbo de Dios son ante todo espirituales, como lo es también su ejército. El autor sagrado lo que intenta con estas imágenes es anunciar la gran derrota de los enemigos de Dios.
La Bestia y sus partidarios son arrojados al estanque de fuego,Eze 19:19-21.
19 Y vi a la bestia, y a los reyes de la tierra, y a sus ejércitos, reunidos para hacer la guerra al que montaba el caballo y a su ejército. 20 Y fue aprisionada la bestia, y con ella el falso profeta, que hacía señales delante de ella, con las cuales extraviaba a los que habían recibido el carácter de la bestia y a los que adoraban su imagen; vivos fueron arrojados ambos al lago de fuego que arde con azufre. 21 Los demás fueron muertos por la espada que le salía de la boca al que montaba el caballo, y todas las aves se hartaron de sus carnes.
Tenemos en este pasaje la descripción del aniquilamiento de las dos Bestias del capítulo 13. La Bestia salida del mar53, juntamente con el Dragón54, habían logrado extender su dominio sobre el mundo, reuniendo a los reyes en una guerra contra Dios 55. Pero al presente son enteramente derrotados por Cristo y por su ejército. San Juan no se cuida de describirnos la batalla que parece anunciarse. Solamente describe sus efectos, como ya lo había hecho en el caso de la ruina de Roma 56. Y es natural que el autor sagrado no se detenga a narrar la batalla, porque ¿qué lucha va a tener lugar entre el cielo y la tierra, entre Dios y los hombres? San Juan nos presenta reunidos los ejércitos de la Bestia y de los reyes sus aliados, ya preparados para hacer la guerra a Cristo y a sus huestes (v.1q). Pero, de pronto, el vidente de Patmos nos presenta a los dos jefes principales del ejército contrario a Cristo acorralados y sujetados fuertemente. La Bestia, en efecto, cae prisionera, y con ella la otra Bestia57, que aquí es llamada Falso Profeta, que con sus falsos prodigios extraviaba a las gentes, induciéndolas a que adorasen a la Bestia. Ambas son arrojadas vivas al lago de fuego que arde con azufre (v.20). La imagen de este castigo está tomada de Isa 30:33 y, principalmente, de Dan 7:11. La metáfora de que ambas Bestias fueron arrojadas al fuego significa la destrucción total y definitiva de los dos aliados, que representan colectividades más bien que individuos. El que sean cogidos y arrojados al estanque de fuego no obliga a considerarlos como personas, pues en Rev 20:14 también serán arrojadas al fuego el Hades y la Muerte. El Dragón también será arrojado al lago de fuego en Rev 20:10. Era el lugar destinado para el diablo y para todos los secuaces de él58. El estanque de fuego es el equivalente de la gehenna de los evangelios 59. En él ardía continuamente un fuego inextinguible con azufre. Los tormentos que en él recibían los malvados eran indescriptibles60.
De este modo, los dos aliados, es decir, las dos Bestias a las que alentaba el Dragón, quedan fuera de combate, impotentes por ahora para dañar. Y el ejército que los seguía, junto con los reyes que lo mandaban, fue desbaratado, y todos los miembros que lo componían fueron muertos por la espada que salía de la boca del Verbo de Dios, o sea por el poder de su palabra. Y sus cuerpos fueron pasto de las aves carnívoras (v.21). Así termina la lucha tantas veces anunciada. El que se llama Fiel y Verídico cumple su palabra, acabando totalmente con los enemigos y perseguidores de sus fieles. San Juan parece como querer mostrarnos con su descripción que fue cosa fácil para Jesucristo omnipotente vencer a las dos Bestias y a sus secuaces.
1 E. B. Allo, o.c. p.297. – 2 Sal 105:45; 106:1.48; 11:1; 112:1; 113:1; 114:1; 116:1; 117,is; 135:1.21; 146:1, etc. – 3 Halelú es imperativo plural masculino en la forma “Piel” del verbo halal; y Yah es una forma abreviada del nombre santo de “Yahweh.” – 4 Nácar-Colunga añade honor (καΐ ή τιμή), que se encuentra en el siríaco y en algunos autores antiguos. Sin embargo, los mejores Mss no lo tienen y se ha de suprimir. – 5 Isa 34:9-10. – 6 Rev 4:4.6. – 7 Cf. Sal 93:1; Sal 97:1; Sal 97:113, i; Sal 15:13; Sal 118:24. – 8 Ose 2:16.19.21; Isa 50:1-3; Isa 54:6; Jer 2:2-3.1-4; Eze 16:7-8; Sal 45; Cant 1-8. – 9 2Co 11:2; Efe 5:22-32; cf. Mar 2:19-20; Jua 3:29. – 10 Rev 5:6.9; Rev 7:14; Rev 14:3-4- – 11 Cf. Rev 14:13. – 12 Rev 17:4; Rev 18:16. – 13 e. B. Allo, o.c, ρ 299. – 14 Rev 21:2. – 15 Cf. Rev 1:3; Rev 14:13; Rev 16:5; Rev 19:9; Rev 20:6; Rev 22:7.14· – 16 Lev 14:15. – 17 Isa 25:6. – 18 Cf. 4 Esd 2:38. – 19 Mat 8:11; Mat 22:1-14; Luc 22:18.30; Rev 3:20. – 20 Cf. Col 2:18; Heb 1:14. – 21 Cf. 2Pe 2:4-11; Jud 1:6. – 22 Síromata 6:5. – 23 cf. Rev 1:2; Rev 6:9; Rev 12:17. – 24 E. B. Allo, o.c. p.501. – 25 Cf. Rev 14:14-20; Rev 17:12-14. – 26 Cf. Rev 6:2. – 27 En la literatura apocalíptica judía del siglo i también se habla frecuentemente de la fácil victoria del Mesías sobre los ejércitos paganos. Los vence con el fuego salido de su boca o con el imperio de su palabra (Salmos de Salomón 17:2253; 4 Esd 13). Otros apócrifos insisten también en ideas semejantes (Baruc siríaco 36:2-11; 40:1-2; cf. 4 Esd 12:33; Esd 13:6-11. 36-3/)· – 28 cf. Rev 1:5; Rev 3:7-14. – 29 AP2-3. – 30 Isa 11:3-4. – 31 Rev 17:14. – 32 Rev 12:3. – 33 Rev 13:1. – 34 Jua 1:1.14; 1Jn 1:1. – 35 Jua 1:1.14. – 36 1Jn 1:1. – 37 Gf. Pro 8:1-36; Sab 7:24-30. – 38 Gf. Targum Onkelos sobre Deu 33:27; sobre Isa 48:13; Strack-Billerbeck, o.c., Exkurs über den Memra Jahves II p.302-333; Moore, Intermediarles in Jewish Theology: Harvard Theological Review (1932) 4iss; M. Hackspill, Etres intermedian es: RB (1901) 200-215.’ (1902) 58-73- – 39 Gf. M. J. Lagrange, L’évangile Selon St. Jean (París 1947) p.CLXXIII-CLXXXV; M. E. Boismard, Le prologue de St. Jean (París 1953). – 40 Mat 26:53; Rev 17:14. – 41 Ascensión de Isaías 9:7. – 42 Rev 3:4; Rev 6:11; Rev 7:9-14. – 43 Rev 17:14; cf. Sab 3:8; 1Co 6:2. – 44 Isa 11:4. – 45 Isa 63:1-6; cf. Rev 14:20. – 46 Rev 14:10.19-20. – 47 A. Gelin, o.c. p.654s. – 48 Sal 72:8-11. – 49 Mat 24:42; Me 11:3; 12:35-37; Lev 19:16; Hec 7:60; 1Co 12:3; 1Co 16:22-23. Cf. L. Cer-Faux, Le títre de Kyrios et la dignité royale de Jesús: RSPT (1922) 40-71; (1923) 125-153; A. Gelin, o.c. p.655. – 50 Sal 19:7. – 51 A. Gelin, o.c. – 52 Eze 39:17-20. – 53 Rev 13:1. – 54 Rev 13:2. – 55 Rev 16:135. – 56 Rev 18:9-19. – 57 Rev 16:13; Rev 19:20; Rev 20:10. – 58 Rev 14:10-11; Rev 20:10.14-15. – 59 Mat 25:41. – 60 Cf. Strack-Billerbeck, o.c. IV p.823.
Fuente: Biblia Comentada
Después de esto. Esta es una referencia del tiempo cronológico tras la destrucción de Babilonia al final de la gran tribulación, justo antes de que sea establecido el reino (cap. Apo 20:1-15). Esta sección es un puente entre la tribulación y el reino milenario. gran multitud. Puede tratarse de ángeles porque los santos se suman a ellos más adelante (vv. Apo 19:5 ss; cp. Apo 5:11-12; Apo 7:11-12). El regreso inminente del Señor Jesucristo motiva esta profusión de alabanza.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
¡Aleluya! La transliteración de esta palabra hebrea aparece cuatro veces en el NT y todas en este capítulo (vv. Apo 19:1; Apo 19:3-4; Apo 19:6). Esta exclamación significa «alabado sea el Señor» y ocurre con frecuencia en el AT (cp. Sal 104:35; Sal 105:45; Sal 106:1; Sal 111:1; Sal 112:1; Sal 113:1; Sal 117:1; Sal 135:1; Sal 146:1). Hay cinco razones por las que ellos alaban a Dios: 1) ha librado a su pueblo de sus enemigos (v. Apo 19:1), 2) ha administrado justicia (v. Apo 19:2), 3) ha aplastado de forma permanente la rebelión humana (v. Apo 19:3), 4) se ha mostrado soberano (v. Apo 19:6) y 5) ha mantenido la comunión con su pueblo (v. Apo 19:7).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Esta sección extensa contiene pormenores de los juicios y acontecimientos propios del período de tribulación (vea las notas sobre Apo 3:10) desde su comienzo con la apertura del primer sello (vv. Apo 6:1-2) hasta el séptimo sello y los juicios de trompetas y copas para finalizar con el regreso de Cristo a destruir los impíos (Apo 19:11-21).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
En este capítulo se presentan: (1) las alabanzas en el cielo a causa de la caída de Babilonia; (2) la cena de las bodas del Cordero; (3) Cristo, el Guerrero victorioso; (4) la gran cena de Dios; y (5) el fin de las dos bestias.
19:1 — Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro —
El cielo celebra la victoria de Dios sobre Babilonia. Dice, «¡Aleluya!» y atribuye a Dios salvación, honra, gloria y poder. La palabra «Aleluya» es una transliteración de la palabra hebrea que significa «alabad a Jehová». Por ejemplo, en Sal 104:35, nuestra versión dice, al final del versículo, «Aleluya». Otras versiones dicen, por traducción, «Alabad a Jehová». Aquí en 19:1,3,4, es el único lugar en el Nuevo Testamento donde aparece esta palabra.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL TEDÉUM DE LOS ÁNGELES
Apocalipsis 19:1-2
Después de estas cosas oí algo que sonaba como la gran voz de una gran multitud en el Cielo, que decía:
-¡Aleluya! ¡La salvación y la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios, porque Sus juicios son auténticos y justos, porque ÉL ha juzgado ala gran ramera que corrompía el mundo con su fornicación, y ha vengado en ella la sangre de Sus siervos!
. En la descripción de la destrucción total de Babilonia aparecen las palabras: «¡Alégrate sobre ella, oh Cielo, oh santos y apóstoles y profetas, porque Dios ha dictado sentencia a vuestro favor contra ella!» (Ap 18:20 ). Aquí tenemos el regocijo que se ha llamado.
Empieza con el grito de una amplia multitud en el Cielo. Ya nos hemos encontrado dos amplias multitudes en el Cielo: la de los mártires, en 7:9, y la de los ángeles, en 5:11. Aquí se trata muy probablemente de la multitud de los ángeles, primeros en el Tedéum de alabanza.
Este grito de gozo empieza con aleluya, que es una palabra muy corriente en el vocabulario religioso, pero que la única vez que aparece en el Nuevo Testamento es en las cuatro ocasiones de este capítulo. Como Hosanna, es una de las pocas palabras hebreas que se han establecido en el lenguaje religioso ordinario. Probablemente llegó a ser tan bien conocida hasta para el miembro más sencillo de la Iglesia por su uso especial como respuesta de alabanza en el culto de Resurrección.
Aleluya quiere decir literalmente Alabad al Señor. Es palabra hebrea, y está formada por el imperativo plural de halal, que quiere decir alabar, y Yah, forma abreviada del nombre de Dios que figura en nuestras biblias como Jehová. Aunque Aleluya no sale más que aquí en el Nuevo Testamento griego, aparece muchas veces en el Antiguo Testamento. Es la primera frase de los Salmos 106, 111, 112, 113, 117, 135, 146, 147, 148, 149, 150. La serie de Salmos desde el 113 hasta el 118 se llamaban el hallel, el alabad a Dios, y eran parte de la educación religiosa primaria de los niños judíos. Donde aparece aleluya en el Antiguo Testamento quiere decir alabad al Señor; pero aquí se translitera en griego la frase hebrea sin traducir.
Dios es alabado porque a Él pertenecen la salvación, la gloria y el poder. Cada uno de estos tres atributos de Dios debe despertar la alabanza en el corazón humano. La salvación de Dios debe despertar la gratitud; la gloria de Dios debe despertar la reverencia; el poder de Dios es siempre ejercido en amor, y debe por tanto despertar la confianza en nosotros. La gratitud, la reverencia y la confianza son los tres elementos constitutivos de la verdadera alabanza.
Dios es alabado porque ha ejercido Su justo y verdadero juicio en la gran ramera. El juicio es la consecuencia inevitable del pecado. T. S. Kepler comenta: «No se puede quebrantar la ley moral más fácilmente que la ley de la gravedad; solo se puede ilustrar.» Se dice que los juicios de Dios son verdaderos y justos. Dios es el único perfecto en Sus juicios por tres razones. Primera, porque solo Él puede ver los pensamientos y deseos íntimos de una persona. Segunda, porque Él es el único que tiene esa pureza que puede juzgar sin prejuicios. Tercero, El es el único que tiene la sabiduría para encontrar el juicio correcto y que tiene el poder para aplicarlo.
La gran ramera es juzgada porque corrompió al mundo. El peor de todos los pecados es el de enseñar a pecar a otros.
Hay una razón para regocijarse. El juicio de Roma es la garantía de que Dios nunca abandona a los Suyos de manera indefinida.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 19
c) Júbilo en el cielo y en la tierra por el juicio de Dios (19,1-10)
1 Después de esto oí como un gran clamor de numerosa multitud en el cielo, que decía: «¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, 2 porque verdaderos y justos son sus juicios; pues juzgó a la gran meretriz, la que corrompía la tierra con su fornicación, y vengó en ella la sangre de sus siervos.» 3 Y la segunda vez dijeron: «¡Aleluya!» Y su humareda sube por los siglos de los siglos. 4 Los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían: «¡Amén! ¡Aleluya!»
De la asolada Babilonia se eleva ahora la mirada al cielo. Allí, los espíritus bienaventurados, juntamente con los hombres glorificados, celebran con cánticos de victoria la caída de la metrópoli del Anticristo. En tres casos sucesivos se dirige la acción de gracias por ello al que está sentado en el trono, al soberano universal; cada coro comienza con una exclamación de júbilo, el aleluya («¡alabad al Señor!»), que de la liturgia del templo de Jerusalén 68 lo había sin duda tomado ya la comunidad jerosolimitana y así se introdujo tal cual, al igual que el amén, como aclamación en la liturgia cristiana; por lo demás, el aleluya aparece aquí por primera vez en un documento cristiano y por única vez en el Nuevo Testamento. El coro del cielo explica su alabanza de Dios por el hecho de que en el juicio sobre la meretriz se ha revelado como justo; aquélla era, en efecto, el foco de infección para el mundo entero y la verdadera promotora de todas las persecuciones sangrientas contra los cristianos.
El aleluya vuelve a repetirse y se motiva con la declaración de que este «verdadero y justo» juicio de Dios es irrevocable por toda la eternidad (cf. 14,11); con ello la redención definitiva y completa asoma en el horizonte de la, historia universal. Por su parte, los ancianos y los vivientes que están ante el trono del Altísimo, intervienen con el gesto de la adoración en el canto de júbilo y confirman con el amén el cántico de alabanza de los ángeles y hombres bienaventurados (d. 4,10s; 5,8.14; 7,9-12; 11,16; 14,3).
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68. Cf. Sal 104(103)35; 106(105)48; 148, 1, etc.
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5 Y salió del trono una voz que decía: «Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, los que le teméis, pequeños y grandes.» 6 Y oí como clamor de numerosa multitud, como estruendo de muchas aguas y como estampido de poderosos truenos, que decía: «¡Aleluya! Porque ha comenzado a reinar el Señor, nuestro Dios todopoderoso. 7 Alegrémonos, regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. 8 Le ha sido dado vestirse de lino resplandeciente y puro.» El lino significa las obras justas de los santos.
Todavía más poderosamente retumba el tercer aleluya en honor del Todopoderoso; se oye un inmenso coro de multitudes que resuena como las voces reunidas de las más ruidosas fuerzas de la naturaleza, como el estruendoso bramido de imponentes cascadas y como el retumbar de poderosos truenos.
Al requerimiento venido de cerca del trono -sin duda de uno de los seres vivientes («¡a nuestro Dios!»)- responden ahora todos los siervos de Dios en la tierra, toda la Iglesia de Dios que todavía no ha llegado a la meta de la eternidad, todos los fieles sin distinción de rango ni de condición; nadie es pequeño o superfluo delante de Dios. La Iglesia de Dios en la tierra exulta y da gracias sobre todo porque al fin Dios despeja en su juicio lo que había sido obstáculo a la plena manifestación de su soberanía en la tierra. Con la caída de Babilonia ha dado comienzo a su última gran obra, con la que conduce a su creación a la consumación y lleva a su meta la historia de la humanidad.
Todavía se menciona un segundo motivo de júbilo: Ha llegado la hora de las «bodas del Cordero»; éstas se describen por extenso más adelante (21,9 ss). La imagen se remonta originariamente a una representación de los profetas del Antiguo Testamento que enfoca la relación de Dios con su pueblo de la alianza por analogía con la unión del hombre y de la mujer en el matrimonio 70. Jesús utilizó de varias maneras la imagen del banquete nupcial para representar gráficamente la salvación consumada 71. La relación personal en que él se halla con sus elegidos es comparable con la comunidad entre esposo y esposa (cf. 2Co 11:2; Efe 5:25-33).
Cuando los fieles cristianos probados con sufrimientos en la tierra declaran que al fin han llegado «las bodas del Cordero», esto quiere decir que ellos ven que va a cumplirse la promesa de la segunda venida de su Señor. El Señor viene para recoger a su Iglesia en el destierro y conducirla a su gloria. Cuando la Iglesia en la tierra se haya reunido con Cristo, entonces se habrá alcanzado plenamente la meta de su obra redentora 72.
Así está, pues, la Iglesia llena de expectación y de anhelo, en su atavío nupcial, dispuesta a recibir a su Señor. Su vestido nupcial es un presente de Dios («le ha sido dado», cf. comentario a 6,2); Dios mismo la ha engalanado con su gracia. El vestido es sencillo, pero auténtico y fino en comparación con el exagerado y chocante atavío de su competidora, la meretriz Babilonia (cf. 17,4); el color blanco es símbolo de la santidad y de la transfiguración que la aguarda en la gloria de Dios.
En una declaración final se da una segunda explicación de la procedencia del vestido nupcial. Se había explicado ya como presente de la gracia de Dios; ahora se nos dice que está también tejido con las buenas obras de los cristianos. En esta concepción está subyacente la misma definición de la relación entre la gracia y las buenas obras que Pablo aduce más claramente en Flp 2:12-14. Cómo concurren la libre gracia de Dios y la libre cooperación del hombre sigue siendo un misterio, ya que Dios mismo participa en ello directamente(cf. también Efe 2:10). No se debe pasar por alto la llamada moral que se encierra en esta afirmación; aquí se plantea a todo cristiano el quehacer de contribuir con sus buenas obras a tejer el vestido nupcial de la Iglesia y a darle mayor esplendor.
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70. Cf. Isa 54:57; Isa 62:4 s: Eze 16:7 ss: Ose 2:4-25.
71. Mat 22:2-4, ; Luc 12:36; Jua 3:29.
72. Los v. 19,1-8 contienen el último canto de acción de gracias del Apocalipsis. El canto reúne el mensaje central del Apocalipsis (cf. nota 25); la primera parte (v. 1-4), en el aspecto positivo; la segunda (v. 6-8), en el negativo. La primera sección trata de los juicios de Dios y los interpreta como medidas con las que Dios vuelve a abrir una y otra vez el mundo que se le cierra y despeja los obstáculos que el mundo mismo levanta contra el futuro de Dios y consiguientemente contra su propio futuro, que ha tenido ya comienzo en Cristo. La segunda sección canta luego este futuro de Dios, la meta propiamente dicha de la historia, en la toma de posesión de la soberanía de Dios concebida como ya realizada, y mira anticipadamente a la consumación final que acontece con ésta, en la imagen de las «bodas del Cordero»
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9 Y me dice: «Escribe: Bienaventurados los invitados al banquete de las bodas del Cordero.» Y me dice: «éstas son las palabras verdaderas de Dios.» 10 Y caí a sus pies para adorarlo. Y me dice: «No hagas eso. Consiervo tuyo soy y de tus hermanos, que tienen el testimonio de Jesús. A Dios adora.» Pues el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía.
El canto de júbilo con que la Iglesia en la tierra se había unido al himno de acción de gracias del cielo, está todavía en el futuro para los destinatarios del Apocalipsis; para ellos es por ahora únicamente expresión de la esperanza en que viven y por la que están dispuestos a morir. Por esta razón la visión anticipada de la consumación se cierra declarando bienaventurados a los que están llamados a este banquete nupcial (cf. Luc 14:15). La promesa trata de suscitar confianza y resolución, así como ánimos para sufrir en el tiempo de la persecución. A este objeto sigue todavía una confirmación especial. Por inverosímil que esta perspectiva pueda parecer y por incomprensible que sea para la razón humana, es, sin embargo, de fiar; en efecto -explica el ángel- lo que Juan ha visto y oído eran palabras de revelación de Dios, que están, por tanto, respaldadas por la veracidad y fiabilidad de Dios mismo.
Juan, todavía confuso y emocionado por esta visión de futuro, y bajo la impresión de las últimas palabras del ángel, olvida a quién tiene delante. Cae en adoración a los pies del ángel, que lo rechaza con energía, pues sólo a Dios corresponde esta clase de homenaje. él mismo se presenta como uno que, al igual que Juan y que los demás profetas cristianos («que tienen el testimonio de Jesús»; cf. comentario a 1,5), está al servicio de Dios. Con esto reciba Juan de nuevo indirectamente una confirmación de su misión profética; según esto, en lo que en este escrito propone a la Iglesia se oye «el testimonio de Jesús» mismo (cf. 1,1). En efecto, el testimonio de Jesús pervive y se desarrolla en las palabras que el Espíritu sugiere a los hombres destinados a la proclamación profética (cf. Jua 14:26; Jua 15:26 s); al fin y al cabo, el espíritu de Dios es también el Espíritu de Jesús (cf. Jua 16:13 s; Rom 8:9; 2Co 13:17).
Una proclamación que no se refiere en definitiva a Cristo y que no transmite su testimonio en el Espíritu Santo, no es proclamación cristiana.
VI. LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO Y EL JUICIO FINAL (2Co 19:11-20, 15)
1. EL JUICIO SOBRE LA BESTIA Y SUS ADEPTOS (2Co 19:11-21)
La ejecución de la sentencia contra la metrópoli anticristiana había sido adjudicada por designio de Dios (cf. 17, 16s) al Anticristo y a sus aliados. Para juzgar al Anticristo, a sus auxiliares y a sus seguidores aparece Cristo mismo (19,11-21). Después se retira también el poder en la tierra a su comitente, Satán (20,1-6), el cual al fin es desterrado para siempre de la creación de Dios (20,7-10). Con esto queda descartado el factor de perturbación en la historia de la salvación de Dios respecto a los hombres y puede ya comenzar el nuevo orden definitivo; éste viene inaugurado con el juicio final (20,11-15).
a) El jinete vencedor (19,11-16) Es ésta la visión de la parusía de Cristo; la escena está interiormente estrechamente entrelazada con numerosas descripciones precedentes; con frecuencia se ha hablado de la persona del juez y del juicio, que, en cuanto motivos, han desempeñado en la exposición de conjunto el papel de piedra fundamental y angular en un edificio.
Ya en 12,1-12 se había presentado al Mesías como vencedor del dragón y señor del mundo; sin embargo, su victoria estaba de momento oculta todavía en la historia del mundo. Por el contrario, todo parecía indicar que el adversario de Dios era el verdadero señor del mundo. De esto se trató en general en la sección 12,13-17; las imágenes de 13,1-10 aportaron suplementariamente circunstancias y confirmaciones más detalladas.
Así como el Redentor apareció en su primera venida en el desvalimiento de un niño recién nacido que parecía estar a merced del dragón, así también la realidad interna del mundo redimido permaneció oculta y sustraída a la percepción externa en el período comprendido entre su ascensión y su segunda venida. Sólo a los fieles de Cristo era conocida y les estaba presente en la fe, y debía ser mantenida por ellos en virtud de esta fe en medio de las experiencias contrarias de la historia. La época de lo pasajero y provisional del mundo redimido llega ahora a su fin. Con la manifestación de la gloria del Señor exaltado en la parusía ven finalmente los suyos lo que hasta entonces sólo habían creído.
El juicio, que es celebrado por su Señor en su segunda venida, había sido anunciado ya hasta en detalle en 14,6-13 y a continuación había sido expuesto bajo dos aspectos, como acontecimiento de salvación y de ruina en una simbólica composición figurada (14,14-20; cf. también 16,14; 17,14). Por esta razón puede ser relativamente breve la descripción en el momento en que tiene lugar el hecho.
11 Y vi el cielo abierto. Y en esto aparece un caballo blanco. El que lo monta se llama «fiel y veraz»; y juzga y hace guerra según justicia.
Por tercera vez ve Juan abrirse el cielo (cf. 4,1; 11,19); en adelante no volverá ya a cerrarse. En efecto, aquel al que el vidente ve descender del cielo, y entrar en el mundo, no lo abandonará ya más como lo abandonó en otro tiempo en la ascensión que siguió a su resurrección.
La descripción de lo contemplado no comienza por la persona, sino (como en 4,2 y en 14,14) por la cabalgadura que monta. Aquí se trata de un caballo blanco, en lugar del símbolo corriente en los demás casos en que se trata de la venida del juez, a saber, la nube blanca (cf. comentario a 14,14); es que en el marco de nuestro cuadro aparece el juez como jefe de un ejército que triunfa de sus enemigos (19,19-21). Como también es corriente en estos casos, el blanco resplandeciente indica la pertenencia al mundo glorificado del cielo (cf. 3,4s.18; 4,4; 6,11, etc.).
La figura del jinete no se pinta en un principio conforme a su aspecto exterior, sino que se describe desde dentro con indicaciones relativas a su persona y a su modo de obrar. Dos calificativos («fiel y veraz»), que como un nombre expresan su ser, se hallan en cabeza; con las mismas cualidades se había presentado también al Hijo del hombre (1,5; 3,14) en la visión inaugural (1,12-20). Allí, como aquí, hacían referencia a la fiabilidad de sus palabras y de sus promesas. Con su segunda venida se demuestra ahora que el fiel no en vano se había fiado de él y se había mantenido firme en su seguimiento. Así la fórmula que sirve de nombre expresa concisamente a modo de una profesión de fe la relación de Cristo con su Iglesia en la tierra, mientras que la declaración siguiente sobre su actuación judicial pone de manifiesto su actitud frente a los poderes hostiles en el mundo, los cuales habían aparentado ser invencibles (cf. 13,4). Ya en Isaías se profetiza al Mesías como «el que juzga con justicia» (Isa 11:3-5); ahora aparece para hacer justicia a sus fieles ante sus adversarios.
12 Sus ojos son llama de fuego, y en la cabeza lleva muchas diademas, y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino él.
Las breves observaciones sobre el aspecto exterior no son nuevas. Ya en 1,14 se hallaba la misma palabra figurada que atribuía al Hijo del hombre la mirada del Omnisciente, que todo lo ilumina y penetra. Los símbolos de la autoridad soberana no están restringidos como en el dragón (12,3) y en su copia (13,1); el jinete que monta el caballo blanco es omnipotente. El nombre innominado que expresa su ser y que sólo él conoce (cf. 2,17), está suficientemente indicado con estas referencias; es el «nombre que está sobre todo nombre» (Flp 2:9); en la parusía, cuando «lo veremos como es» (1Jn 3:2), se hará patente el misterio de su ser; entonces aparecerá él también al exterior como el que era ya siempre, como el Hijo de Dios.
13 Va envuelto en un manto teñido de sangre. Y su nombre es «La Palabra de Dios».
Cristo viene de la gloria del cielo envuelto en un manto empapado de sangre. Esto veda interpretar este rasgo mediante la imagen del que pisa la uva en el lagar, de Isa 63:1-4, a la que se recurre en 14,20 en el anuncio del juicio sobre los réprobos y en el contexto presente sólo en 19,15. Si Cristo viene del cielo con el manto ensangrentado todavía antes de celebrar el juicio, la sangre de su vestido sólo puede ser su propia sangre, y así la imagen significa lo mismo que el ya conocido «un Cordero como degollado» (5,6), que en 5,9 se interpreta explícitamente en el sentido del efecto de la muerte de Jesús causante de redención. Conforme a esto, la imagen quiere indicar aquí que el juez del mundo es su redentor; precisamente por causa de su acción redentora le corresponde también el oficio de juez.
Con este enfoque casa también el tercer nombre del jinete: «La Palabra de Dios». Aquí no se trata de una comunicación posterior del nombre no mencionado en el v. 12. La designación Palabra (Logos, Verbo) de Dios es conocida por el prólogo del Evangelio de san Juan ( Jua 1:1-18); sin embargo, aquí no se puede explicar ni entender sin más en función de dicho pasaje. En el contexto presente tiene un sentido mucho más fuerte que allí como designación de actividad y tiene por objeto recordar que el que ahora retorna como juez fue enviado la primera vez al mundo como mediador de la revelación y dio testimonio de Dios no sólo con palabras, sino también y sobre todo con su persona y en su historia 73. Así, en las dos últimas indicaciones se destaca la relación en que se halla el juez con el género humano en general y muy en particular con aquellos que han conservado en la fe el testimonio de Jesús (cf. 6,9; 12,17). Con la Parusía viene confirmada plena y totalmente su fe; ahora «la Palabra de Dios» se demuestra «fiel y veraz» ante el mundo entero.
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73. Tampoco en el prólogo del Evangelio de Juan enuncia primeramente el título Logos el ser trascendente de Cristo y su procesión eterna del Padre; también aquí está el concepto de Logos más bien bajo la idea directriz por la que se orienta la revelación bíblica «Todo enunciado teológico y toda revelación sobre la «naturaleza» de Dios están realizados en el marco de la «Economía»» (Y. CONGAR, citado en nota 1). J. DUPONT nota sobre el concepto de Logos en Jn 1: «Cuando san Juan dice que Jesús no es sólo el portador de la palabra de Dios, sino esta misma palabra, no quiere con ello definir la esencia trascendente del Hijo de Dios o determinar el modo y manera como procede de Dios. El concepto de Logos no designa a Cristo como nombre propio personal: Cristo es la palabra de Dios en su relación con el mundo y con los hombres» (p. 58).
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14 Le siguen los ejércitos del cielo sobre caballos blancos, vestidos de lino blanco y puro.
En los cuadros del juicio en la Biblia tienen los ejércitos celestiales un puesto fijo en el acompañamiento del juez (Mar 13:27 par; Mat 25:31; 2Te 1:7 s); aquí se piensa en primer lugar en multitudes angélicas; según 1Co 6:2, también los hombres bienaventurados participan en el acto del juicio.
15 Y de su boca sale una espada aguda para herir con ella a los gentiles. él los regirá con vara de hierro, y él pisa el lagar del vino de la terrible ira del Dios todopoderoso.
Hasta aquí, en la caracterización del juez que viene se destacaba especialmente la relación con los fieles; ahora se desarrolla especialmente con vistas a los «gentiles», es decir, a los incrédulos o infieles. Cristo, en cuanto juez, lleva a su término y consumación no sólo la historia de su Iglesia, sino la del mundo entero.
Tres imágenes veterotestamentarias, todas las cuales se habían utilizado ya también en textos precedentes (cf. comentario a 1,16; 2,27; 12,5; 14,19s) representan a Cristo como el Señor y juez de los gentiles. Su palabra de juez, como espada aguda, pone inmediatamente en obra la sentencia; alcanza a los condenados como golpe con vara de hierro.
16 Y sobre el manto y sobre el muslo lleva escrito un nombre: «Rey de reyes y Señor de señores.»
Para terminar se menciona el nombre que explica la omnipotencia del juez, así como la impotencia de los que son juzgados. Va escrito sobre la parte del cuerpo que salta especialmente a la vista en un jinete, en la parte superior del muslo; el nombre coincide que se había dado ya al Cordero en la predicción de su victoria ( 17,14), y aquí como allí significa que e] juez aparece en la omnipotencia de Dios y, por tanto, en la parusía se manifiesta también a sus enemigos como el que era y es: Señor universal, como Dios mismo.
b) Derrota de la bestia y de sus aliados (19,17-21)
17 Y vi un ángel de pie sobre el sol y gritó con gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en lo más alto le los cielos: «Venid, congregaos para el gran festín de Dios; 18 para comer carne de reyes, carne de jefes militares, carne de poderosos, carne de caballos y de jinetes y carne de todos los hombres, libres y esclavos, pequeños y grandes.
Como en el preludio de un drama se insinúa anticipadamente el desenlace, lo mismo sucede aquí en la invitación del ángel. éste aparece en pie en medio del resplandor del sol (cf. 12,1) e invita a todas las aves carniceras que vuelan por lo alto del cielo a una horrenda comida de cadáveres que Dios les ha preparado. El cuadro es copia de una descripción de Ezequiel (Eze 39:17-20), y aquí se presenta como estremecedora contrapartida del banquete nupcial del Cordero, al que están invitados los elegidos (Eze 19:7-9)
19 Y vi la bestia, y los reyes de la tierra y sus ejércitos, congregados para hacer la guerra contra el que montaba el caballo y contra su ejército. 20 Y fue apresada la bestia y con ella el falso profeta, el que hizo las señales en su presencia, con las que extravió a los que recibieron la marca de la bestia y a cuantos adoraron su imagen. Vivos fueron arrojados los dos al lago de fuego que arde en azufre. 21 Los demás fueron muertos por la espada del que montaba el caballo, por la que salía de su boca. Y todas las aves se hartaron de sus carnes.
Tras el anuncio sigue ahora en el segundo cuadro la realización. Empalmando con una insinuación hecha ya en 16,14 sobre la reunión de todos los reyes de la tierra para el juicio, se hace simplemente constar el triunfo del jinete del Logos sobre todos los enemigos. Hace ya tiempo que el combate quedó dirimido con la muerte de Jesús y decidido victoriosamente con su resurrección (cf. 12,5-12). Por esta razón no se ve aquí ya rastro de enfrentamiento bélico; todos los que habían intervenido en nombre del Anticristo, yacen ya derrocados por el suelo, con armas y bagajes. Una vez que «el león de la tribu de Judá» (5,5) se revela ante todo el mundo como el que hace ya tiempo venció, ya no hay más que sacar las consecuencias de su victoria para la historia del mundo. Esto se hace sin esfuerzo ni aparato. Los que en otro tiempo parecían omnipotentes en la tierra, cuya perniciosa actividad e influjo, que alcanzaba a todas partes, se trae una vez más a la memoria (cf. 13,11-18), se dejan ahora apresar como paralizados por un desmayo. Las dos bestias son devueltas allá de donde habían venido y arrojadas de nuevo al infierno para ser atormentadas eternamente (cf. 14,10s; 20,10.14s; 21,8). La palabra del juez omnipotente conmina a los secuaces de las mismas la sentencia de muerte, que viene ejecutada inmediatamente. Más adelante se volverá a hablar todavía del destino definitivo de los adoradores de la bestia (20,15; 21,8).
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
— ¡Aleluya! Exclamación hebrea que significa: ¡Alaben al Señor!.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Acción de gracias por los juicios sobre Babilonia
Las palabras de alabanza que resuenan desde el cielo por la manifiesta justicia de Dios al destruir la ciudad del anticristo conforman una respuesta al clamor del ángel en 18:20 a alegrarse por lo que Dios ha hecho. Las alabanzas del cielo son registradas en los vv. 1-4 y las de los santos, apóstoles y profetas en los vv. 6-8. El orden de las alabanzas del cielo en el cap. 5 aquí aparece invertido; primero, la multitud de los ángeles hace oír su gozo entusiasta y luego los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes agregan su Amén. El llamado a la alabanza por parte de los siervos de Dios, pequeños como grandes (5) es respondido por el clamor de los redimidos en los vv. 6-8. El cuádruple Aleluya de este pasaje es único en el NT; este término no aparece en otro lugar de sus páginas. Lo conocemos por su uso en los Sal., en particular en los llamados Hallel, o sea los Sal. 113-118, cantado en los festivales de Israel y asociado sobre todo con la pascua.
1, 2 La canción desarrolla 7:10 y es similar en significado a 12:10. La salvación incluye la liberación de los poderes contrarios a Dios y por lo tanto del juicio. Los ángeles celebran lo último, como es característico del Apoc. (cf. 7:9, después del juicio de los sellos; 11:16-18 después del juicio de las trompetas; 15:3, 4 en anticipación del derramamiento de las copas de ira). 3 El segundo Aleluya celebra lo irreversible de la destrucción de Babilonia. Su lenguaje es un eco de Isa. 34:9, 10, el día del Señor sobre Edom, que en sí mismo recuerda la destrucción de Sodoma y Gomorra. La descripción del fuego que no se apaga en el foso ardiente de Edom es seguido, sin embargo, por otro de la tierra que es habitada por aves y bestias salvajes, ligando dos cuadros simbólicos de juicio, que estrictamente son irreconciliables. Del mismo modo, el v. 3 también debe ser calificado por la descripción de la nueva creación hecha por Juan (21:1-5), en la cual no habrá lugar para los fuegos de Babilonia.
5 La voz que salió del trono debe ser de uno de los seres vivientes y no del Cristo glorificado, que difícilmente llamaría al pueblo de Dios diciendo: Load a nuestro Dios. 6-8 Las alabanzas de la iglesia se relacionan con la venida del reino de Dios y las bodas del Cordero más bien que con la desolación de Babilonia. La afirmación de que reina el Señor nuestro Dios Todopoderoso debe ser, como en 11:16, “nuestro Dios Todopoderoso ha comenzado su reinado” (BJ, “ha establecido su reinado”; Besson, “entró en el reinado”), o sea que ha llevado a la perfección su reino de salvación con bendiciones sin límite para la humanidad, por lo tanto, ahora es el tiempo de las bodas del Cordero, en un sentido similar, porque la iglesia ya es la novia de Cristo, pero aún no es “una iglesia gloriosa que no tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que sea santa y sin falta” (Ef. 5:27). El comentario explicativo de que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio. Porque el lino fino es los actos justos de los santos (v. 8), viene claramente de Juan y no es una parte del canto. Note el delicado balance de la gracia de Dios y la respuesta humana que aparece en las declaraciones: Se le ha concedido que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio, porque la santidad es un don de Dios y su novia se ha preparado, ocupándose en los actos justos de los santos. La doble realidad continúa a través de la vida cristiana (cf. Fil. 2 :12, 13).
9 La cuarta bienaventuranza del Apoc. anticipa el clímax de las relaciones de Cristo y su pueblo. Estos son los que han sido llamados a la cena de las bodas del Cordero o sea creyentes, indicando que aquí se emplea un doble simbolismo: la novia y los invitados son lo mismo (cf. 21:9, 10, donde la novia es también la ciudad santa. Estas son palabras verdaderas de Dios; incluyen también a aquellas que hablan del juicio sobre Babilonia y la bienaventuranza de la participación en la boda del Cordero, o sea las visiones de 17:1 hasta este punto. 10 El ángel rechaza la adoración de Juan dado que él también es un consiervo tuyo que mantiene el testimonio de Jesús. Dios es el único que debe ser adorado, porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía. Esa traducción podría significar que el testimonio de Jesús es el “aliento” o principio de la profecía, pero eso es demasiado impersonal. La declaración se aclara cuando se comprende que el nombre favorito de los judíos para el Espíritu de Dios era “el Espíritu de profecía”, por lo cual ello significa “el testimonio presentado por Jesús es la carga del Espíritu que inspira la profecía”, ¡y él glorifica al Señor! Eso expresa perfectamente la enseñanza del Espíritu Santo en los discursos de Juan 14-16 (ver especialmente Juan 14:26; 16:12-15).
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
19.1ss La alabanza es la respuesta sincera a Dios ofrecida por quienes lo aman. Cuanto más lo conozca usted y tome en cuenta lo que ha hecho, tanto mayor será su alabanza. La alabanza es el corazón de la adoración verdadera. Deje que su alabanza a Dios fluya de su reconocimiento de quién es El y de lo mucho que lo ama.19.1, 2 La identidad de esta gran ramera se explica en la nota sobre 17.1ss.19.1-8 Una multitud inmensa inicia el coro de alabanza a Dios por su victoria (19.1-3). Luego los veinticuatro ancianos (identificados en la nota sobre 4.4) se unen al coro (19.4). Por último, el gran coro del cielo una vez más alaba a Dios. Ha llegado la boda del Cordero (19.6-8). Véase Mat 25:1-13, donde Cristo compara la venida de su reino con una boda para la que debemos estar preparados.19.7, 8 Esta es la culminación de la historia humana, el juicio de los impíos y la celebración de las bodas del Cordero y su esposa, la Iglesia. La Iglesia está formada por todos los creyentes fieles de todos los tiempos. La pureza del atavío de la esposa se presenta en contraste con la impureza del vestido de la gran ramera de 17.4 y 18.16. El atavío de la esposa es la justicia de los santos. Estas obras de justicia no son actividades religiosas en que los creyentes participan a fin de alcanzar mérito, sino que reflejan la obra de Cristo al salvarnos (2Ki 7:9, 2Ki 7:14).19.10 El ángel no acepta el homenaje y la adoración de Juan porque solo Dios es digno de adoración. Al igual que Juan, sería fácil para nosotros sentirnos abrumados por este espectáculo profético. Pero Jesucristo es el mensaje principal de la revelación de Dios y su plan de redención (tal como fue anunciado por los profetas). Al leer el libro de Apocalipsis, no se estanque en todos los detalles de las visiones terribles. Tome en cuenta que el tema sobresaliente en todas las visiones es la victoria final de Jesucristo sobre el maligno.19.11 El nombre «Fiel y Verdadero» contrasta con la infidelidad y falsedad de la Babilonia descrita en el capítulo 18.19.11-21 La visión de Juan cambia otra vez. Se abren los cielos y aparece Jesucristo, esta vez no como Cordero sino como guerrero montado en un caballo blanco (símbolo de victoria). Jesucristo vino primero como Cordero para ser inmolado por el pecado, pero volverá como vencedor y Rey para llevar a cabo el juicio (2Th 1:7-10). Su primera venida trajo perdón, su Segunda Venida traerá juicio. La línea de batalla ha sido marcada entre Dios y el maligno, y el mundo está esperando que el Rey cabalgue hacia el lugar de la batalla.19.12 Aunque a Jesucristo se le llama «Fiel y Verdadero» (19.11) el «Verbo de Dios» (19.13) y el «REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES» (19.16), este versículo afirma que ningún nombre le puede hacer justicia. El es más grande que cualquier descripción o expresión que la mente humana pudiera idear para El.19.13 Para mayor información sobre el simbolismo de la ropa de Jesucristo teñida en sangre, véase la segunda nota en 7.14.19.16 Este título indica la soberanía de Dios. Gran parte del mundo está adorando al anticristo, el que creen que tiene todo el poder y autoridad. Luego Cristo viene del cielo cabalgando con su ejército de ángeles: el «REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES». Su entrada marca el final de los poderes falsos.19.17 Esta «gran cena de Dios» es un horrendo contraste con las bodas del Cordero (19.7). Una es celebración; la otra, devastación.19.19 La bestia se identifica en la nota sobre 13.1.19.19-21 Se ha marcado la línea de batalla y está a punto de empezar la mayor confrontación en la historia del mundo. La bestia, el anticristo y el falso profeta han reunido a los gobernantes y ejércitos de la tierra bajo la dirección del anticristo. Ellos creen haber venido por su propia voluntad; en realidad, Dios los ha citado para la batalla a fin de derrotarlos. El hecho de que hayan tenido la presunción de pelear contra Dios demuestra que su orgullo y rebeldía ha pervertido su pensamiento. Sin embargo, no hay una lucha, porque la victoria fue ganada cuando Jesucristo murió en la cruz por el pecado y resucitó de entre los muertos. Así los líderes malignos son apresados de inmediato y enviados a su castigo, y se aniquilan todas las fuerzas del mal.19.20 El lago de fuego es el destino final del impío. Es diferente del pozo del abismo al que se refiere en 9.1. El anticristo y el falso profeta son arrojados en el lago de fuego. Luego su líder, Satanás, es lanzado allí (2Ki 20:10) y, por último, la muerte y el Hades (2Ki 20:14). En otras palabras, todo aquel cuyo nombre no esté registrado en el libro de la vida será enviado al mismo destino (2Ki 20:15).
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
NOTAS
(1) O: “Aleluya”. Gr.: Hal·le·lou·i·á; J22(heb.): ha·lelu·yáh. Compárese con Sal 104:35, n.
(2) “Nuestro Dios”, אACVgSyh; TR y algunos mss cursivos: “el Señor nuestro Dios”; J7,8,13,14,16,17: “Jehová nuestro Dios”.
REFERENCIAS CRUZADAS
a 904 Dan 7:10
b 905 Sal 150:6
c 906 Rev 12:10
d 907 Rev 7:12
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
¡Aleluya! Este capítulo es el único lugar del Nuevo Testamento en que se encuentra la palabra aleluya (de la palabra hebrea que significa « alabad al Señor» ), pero se usa frecuentemente en los Salmos 113– 118 (conocidos como « el Hallel» ) que los judíos usan en la celebración de la Pascua. Ellos también asociaban los Salmos de « aleluya» con la destrucción de los impíos (vers. 1– 3) y en alabanza a Dios (vers. 4– 6).
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) Esta palabra, derivada del hebreo, se compone de dos vocablos: alelu, alabanza, y yah, una forma corta del nombre Jehová; por lo tanto, significa alabad a Jehová. Es usada en Sal_104:35 y al comienzo y al final de los salmos 146-150.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
¡Aleluya! Vocablo hebreo (Hallelu– Yah) que significa «Alabad a Dios». En todo el NT, sólo en este capítulo ocurre dicho término. Se halla, como una breve doxología, en varios salmos, p. ej., Sal 150:1; Sal 150:6.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
55 (3′) Alegría en el cielo (19,1-10). Este pasaje se diferencia del cap. 18 por su fórmula introductoria, «después de esto, oí» (v. 1). Se vincula con él, sin embargo, por el hecho de que 18,20 contiene una invitación a la alegría; 8 es la respuesta a esta invitación. 19,1-10 expresa los temas de la victoria divina y de la salvación del creyente; es paralelo, por tanto, a 17; 11,15-19; 15,2-4; 20,4-6; y 21,1-22,5. Este pasaje tiene tres partes: dos unidades corales (w. 1-5.6-8) y una escena de transición (w. 9-10). 1-5. La estructura de la primera unidad coral está determinada, en parte, por 18,20. En 18,20, la invitación a la alegría está, en primer lugar, dirigida al cielo; 19,1-4 describe la alegría celestial. Después se invita a los santos, apóstoles y profetas. En 19,5 esta invitación a los seres humanos se integra y se extiende a todos los que sirven y temen a Dios. Esta unidad coral se divide en cuatro partes: dos cánticos de victoria (w. 1-2 y 3), una escena de confirmación celestial (v. 4) y una invitación del cielo a la confirmación terrena (v. 5). 1. victoria: Véase el comentario sobre 7,10. 6-8. El estrecho paralelismo verbal entre los w. 1 y 6 sugiere que en el v. 6 comienza una nueva unidad. Los w. 1-5 se centran en la victoria de Dios contra «Babilonia» como juez y guerrero divino; los w. 6-8 se centran en el reinado de Dios y en la boda del Cordero. La secuencia formada por victoria en la batalla, ascensión al trono y matrimonio sagrado corresponde a un modelo mítico antiguo (véase Yarbro Collins, Combat Myth [→ 15 supra] 207-24. Aquí, el matrimonio del Cordero simboliza la unión escatológica del Cristo exaltado con los creyentes, que permanecerá por siempre. La misma idea se expresa con términos diferentes en 22,3-5. 8. vestida de lino puro, brillante: La salvación escatológica es un don (cf. is 61,10). el lino representa las buenas acciones de los creyentes: Los individuos son, no obstante, responsables de sus acciones (cf. 3,4-5.18) . 9-10. Algunos comentadores piensan que la repetición prácticamente igual de esto mismo en 22,8-9 es el resultado de la redacción (Charles, Commentary 2.128-29; Kraft, Offenbarung, 244-45). Pero es más probable atribuirla al plan literario del autor (así Caird, Commentary 237). 10. soy un simple compañero de servicio tuyo y de tus hermanos [y hermanas]: El significado de esta escena de transición parece implicar que los creyentes y los ángeles son iguales.
56 (3) Visiones de las cosas últimas (19,11-22,5). Ésta es la última serie del libro. Como 12,1-15,4, no se enumera, pero, observando sus fórmulas introductorias y cambios de contenido, podemos decir que consta de siete visiones. Las siete visiones se nos cuentan en 19,11-21,8. 21,9-22,5 es una conclusión, similar en forma y función a 17,1-19,10, pero paralelamente antitética a éste en cuanto contenido. En esta última serie, casi desaparece el tema de la persecución (cf. 20,9). Sin embargo, la secuencia juicio/salvación es recapitulada en dos ocasiones (juicio: 19,11-20,3 y 20,7-15; salvación: 20,4-6 y 21,1-22,5).
(a) La segunda venida de Cristo (19,11-16). Este pasaje es una epifanía del Cristo exaltado como juez del mundo. 11. vi luego el cielo abierto: Una fórmula de revelación; cf. Ez 1,1; ApBar (gr) 22,1; Mt 3,16; Hch 7,56; Jn 1,51. Cf. Aunque este pasaje es el comienzo de un nuevo relato del fin, reasume muchos de los pasajes anteriores, fidedigno y veraz: cf. 1,5; 12. sus ojos son como llamas de fuego: Véase 1,14; 2,18. muchas diademas: Estas indican que este juez es superior a Satanás y a la bestia (13,1). El nombre críptico recuerda 2,17 (cf. 3,12). Algunas de estas interconexiones muestran que este juez cósmico es el mismo que el revelador de 1,9-3,22 y de todo el libro (cf. 1,5 y 1,1). Otros sugieren que esta última serie integra y completa lo que anteriormente se dice de forma parcial sobre los últimos acontecimientos. El cap. 12 presentaba la derrota de Satanás en el cielo; en esta serie encontramos su derrota definitiva (20,7-10) . 13. envuelto en un manto empapado de sangre: Esta frase, junto con la del lagar en el v. 15, vincula esta visión con 14,14-20; lo que allí se dijo con unas imágenes determinadas, se dice de nuevo aquí, pero con otras diferentes. Estas observaciones nos indican que Juan esperaba que Is 63,1-6 se cumpliera en el inminente futuro, comprendiendo Edom como otro nombre simbólico de Roma (véase C.-H. Hunzinger, «Babylon ais Deckname für Rom», en H. G. Reventolw (ed.), Gottes Wort und Gottes Land [Gotinga 1965] 67-77. la palabra de Dios: Véase Sab 18,14-16 (→ Juan, 61:21). 14. los ejércitos del cielo, con sus jinetes vestidos de lino blanco purísimo: Estas imágenes corresponden al campo de la guerra santa (cf. 1QM 1; 2 Mac 10,29-31). La tradición de la guerra santa, independientemente del Ap, sugeriría que estos ejércitos celestiales están formados por ángeles (cf. 9,14-16; Mt 13,39-42,49; 16,27; 24,30-31; 25,31). Sin embargo, hay claros indicios de que Juan pensaba que estos ejércitos estaban formados por seres humanos glorificados (los que habían muerto por su fe) y por ángeles. Como ya comentamos más arriba, 17,12-13.16-17 reflejan la expectación de que el Ñero redivivus con sus aliados del este destruirían la ciudad de Roma para conseguir el control sobre todo el Imperio. 17,14, en medio de este relato, es un preanuncio de la posterior batalla entre Nerón, como adversario escatológico (la bestia), y el Cordero y sus ejércitos (vuelto a contar en 19,19-21). La observación de que el Cordero «es Señor de señores y Rey de reyes» (17,14) vincula claramente este versículo con la epifanía de la palabra de Dios en 16. Así, los ejércitos de 19,14 parecen incluir a «los que estaban con él», que son «los llamados, los elegidos y los creyentes» (17,14). Estos términos se aplican a seres humanos, no a ángeles.
57 (b) Invitación al «banquete» (19,17-18). Esta visión es un preludio dramático de la batalla descrita en 19,19-21. Anticipa la matanza de la que nos informa en el v. 21. Fue probablemente inspirada por Ez 39,17-20; en aquel pasaje los cadáveres de los guerreros enemigos y de los caballos se describen como fiesta sacrificial. Is 34,1-7 comparte también la noción de matanza sacrificial con Ez 39,17-20 y Ap 19,17-18. Comparte también con el contexto del último la imagen de espada de Dios (compárese Ap con Is 34,5-6). Is 34,7 vincula la matanza sacrificial con la noción de fertilidad; este arcaico vínculo refleja un antiguo mito (Yarbro Collins, Combat Myth [→ 15 supra] 225).
58 (c) La batalla final (19,19-21). Ésta es la última batalla anterior al reino de mil años de Cristo (20,4-6). Es el acontecimiento al que aludían la quinta y sexta trompeta, fragmentariamente descrito por la sexta copa y 17,14, y descrito en forma velada por 14,14-40. Véase el comentario sobre los w. 13 y 14. 20. la bestia fue apresada: cf. Job 40,25-26. el falso profeta: Es decir, la bestia de la tierra; véase 13,11- el lago ardiente de fuego y azufre: Un lugar para el castigo eterno (compárese 20,14-15 y con 14,10-11). Véase Is 66,24; 1 Hen 16; 108,3-7.15; 2 Esd 7,36-38; sobre las posteriores concepciones del infierno, véase Himmelfarb, Tours of Hell (→ 3 supra).
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
Poesía para ser recitada o cantada → Efe 5:19; Col 3:16.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
gran… Lit. mucha (gr. polús); la salvación… M↓ añaden y la honra; nuestro DIOS… M↓ del Señor Dios nuestro.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
Lit. mucha (gr. pollou251?).
19.1 M i añaden y honra.
19.1 M i insertan del Seu241?or Dios nuestro.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
[7] Arabia Saudita sin duda ha corrompido a todas las naciones con su base de poder de petróleo y la más extensa religión falsa en el mundo. Sin embargo Yahshua viene personalmente a poner un fin a los Jihadistas. ,
[1] Israel.
[2] Toda adoración debe ser dirigida al Padre y sellada en el Nombre de Yahshua. Se nos prohíbe adorar a todos los mensajeros verdaderos y falsos, los que están en el cielo y los que aparecen en la tierra.
[3] A diferencia del Islam.
[4] De aquéllos que fueron tomados.
[5] El Islam versus Israel conducidos personalmente por el Yahshua que regresa.
[6] El milagro falso de hacer que una deidad inexistente aparezca aparezca como que él está hablando y está vivo. Ésta es la manera en la que el profeta falso hace que la bestia tenga una voz, aunque no existe tal deidad llamada Alláh que hable la verdad.
[7] El fin para la deidad falsa y el profeta falso de Meca.
[4] Ap 6, 9.[7] Mat 22, 2.
Biblia Peshitta 2006 Notas:
[10] 19.1 De Halel, que significa «alabar», y Yah, forma abreviada para referirse a Yahweh, que juntas significan imperativamente alaben a Yah. De hecho es una simple fonetización de la expresión imperativa halelu Yah, y que debido a la transcripción griega de la versión de los Setenta derivó en Aleluya, y se convirtió por el uso y la costumbre en una expresión tradicional de alabanza, cuando en realidad es una expresión imperativa.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat
Fuente: Peshitta en Español