Biblia

Comentario de Colosenses 3:10 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Colosenses 3:10 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

y os habéis vestido del nuevo, el cual se renueva para un pleno conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó.

3:10 y revestido del nuevo, — Como la ropa nueva nos agrada a nosotros, el vestido nuevo (espiritual) del cristiano agrada a Dios. «Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Efe 4:24). El nuevo hombre creado según Dios (2:10) es creado o recreado por el evangelio predicado por Pablo. El mismo Pablo es un buen ejemplo de esto. Oyó el evangelio, se arrepintió y se bautizó para lavar sus pecados (el relato de su conversión se halla en Hch 9:1-43; Hch 22:1-30; Hch 26:1-32 y Gál 1:1-24). 2Co 5:17 dice «si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas». Gál 3:27 nos dice cómo estar revestidos: «todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos».

En las palabras despojaos y vestíos se ven los lados negativos y positivos del evangelio. Hay predicadores y otras personas que llenan sus enseñanzas con prohibiciones, condenando la mundanalidad y el error. Otros dan mucha importancia a la predicación positiva, y aun critican a otros por ser tan negativos, no reconociendo que ellos mismos son negativos cuando condenan a otros por ser negativos. Pero la verdad es que el evangelio tiene muchos requisitos tanto negativos como positivos. Ni el uno ni el otro se puede descuidar. No es posible sembrar la semilla sin antes preparar (limpiar) el terreno. No es posible construir un edificio sin limpiar el solar, y esto a veces requiere trabajo difícil y complicado. Dios dijo a Jeremías (1:10), «Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar». Así es nuestro trabajo en el evangelio. No se puede dar una respuesta afirmativa a Cristo sin dar una respuesta negativa a Satanás.

— el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno — La vida nueva en Cristo es un proceso continuo de renovación. Al resucitar de las aguas del bautismo, empezamos este proceso y lo continuamos hasta la muerte, con la esperanza de que después de morir estaremos entre «los espíritus de los justos hechos perfectos» (Heb 12:23). «A los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo» (Rom 8:29); «No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento» (Rom 12:2); «mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen» (2Co 3:18); «aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día» (2Co 4:16); «y renovaos en el espíritu de vuestra mente» (Efe 4:23); «y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno» (Col 3:10); «nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia» (2Pe 1:4).

Muchos bautizados no perseveran, por falta de esta renovación, porque es imposible vivir por Cristo sin la renovación de la mente. Es indispensable que haya cambio de corazón, cambio del entendimiento, cambio de voluntad y cambio de las emociones, en fin, un cambio del carácter y cambio de la disposición (genio). La conversión es una regeneración, una recreación. El individuo es «rehecho», hecho de nuevo. «Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Efe 4:24). La expresión conforme a la imagen del que lo creó se refiere a Gén 1:26 y significa que el nuevo hombre se transforma cada vez más en la semejanza de Dios.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

y revestidos. Col 3:12, Col 3:14; Job 29:14; Isa 52:1; Isa 59:17; Rom 13:12, Rom 13:14; 1Co 15:53, 1Co 15:54; Gál 3:27; Efe 4:24.

del nuevo. Eze 11:19; Eze 18:31; Eze 36:26; 2Co 5:17; Gál 6:15; Efe 2:10, Efe 2:15; Efe 4:24; Apo 21:5.

conforme a la imagen. Gén 1:26, Gén 1:27; Efe 2:10; Efe 4:23, Efe 4:24; 1Pe 1:14, 1Pe 1:15.

se va renovando. Sal 51:10; Rom 12:2; Efe 4:23; Heb 6:6.

hasta el conocimiento pleno. Jua 17:3; 2Co 3:18; 2Co 4:6; 1Jn 2:3, 1Jn 2:5.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

revestido del nuevo: Vístanse a ustedes mismos con el nuevo hombre. El nuevo hombre es la persona que uno es después de que se ha salvado. Se recibe al nuevo hombre de Cristo en el momento del segundo nacimiento, el que es un hombre regenerado, una nueva naturaleza.

renovando: Este tiempo verbal (Gr.  anakaineo) indica la renovación constante. Este es un proceso continuo; el nuevo hombre no ha madurado todavía y está aún en estado de desarrollo.

 EN PROFUNDIDAD

Falsa enseñanza en Colosas

A menudo se tergiversan las verdades de Dios. El apóstol Pablo ocupó mucho tiempo tratando de batallar con esos falsos maestros que venían detrás de él agregándole «de su propia cosecha» al evangelio. Les escribió a los cristianos de Colosas en parte para corregir la herejía sobre Dios y sobre la espiritualidad que comenzaba a echar raíces en ese lugar.

Incluso hasta en la primera etapa de la vida de la Iglesia, antes que cualquiera de las herejías se desarrollara lo suficiente como para ser etiquetada con nombres, el misticismo judío, el legalismo judío y la filosofía griega se mezclaron con la verdadera doctrina cristiana. El tipo de doctrina que infectaría a Colosas se llamaría finalmente gnosticismo. Esta fue la mayor de las herejías cristianas en los siglos segundo y tercero. El gnosticismo postulaba que un alma necesitaba de un conocimiento especial para poder desprenderse del reino físico e ir a un reino espiritual. A medida que crecía esta falsa doctrina, afirmaba que sólo se podía obtener la salvación por medio de ese conocimiento especial. De este modo, los gnósticos reemplazaban la fe por el intelecto.

El gnosticismo seguía la filosofía griega que señalaba que la materia era inherente al mal. Sólo las realidades no espirituales eran buenas. De ahí que los gnósticos no creyesen que Dios creó al mundo, ni que Cristo se hizo hombre. Según los gnósticos, un ángel o un dios secundario creó el universo material. Pablo corrigió este error en Colosas al establecer claramente que Cristo es el Creador y el Sustentador de todo, la Cabeza suprema que está sobre la Iglesia y sobre todas las autoridades.

El gnosticismo afectaba la moralidad de una persona de una o dos maneras. Una tendencia era la indulgencia. Este tipo de gnóstico concluía que si el cuerpo era malo y el espíritu era bueno, nada que pudiera hacer el cuerpo podría lastimar al espíritu. Los gnósticos tendían a entregarse a cada deseo sensual, sin negarse nada a sí mismos. Ellos creían que podían hacer todo lo que quisieran con sus cuerpos debido a que ya contaban con la gracia de Dios y que como sus cuerpos físicos eran de poca importancia, podían hacer lo que quisieran con ellos. El apóstol Juan trató este tipo de gnosticismo en 1 Juan, como lo hizo Pablo en 1 Corintios.

La segunda consecuencia de esta creencia era el ascetismo. El ascetismo creía que como el cuerpo es malo, debe negársele todo tipo de placer. Ellos esperaban que la negación del cuerpo elevara el espíritu. Los oponentes de Pablo en Colosas eran ascéticos. Ellos encontraron tentador el legalismo, y las estrictas leyes judías (Col 2:16) se mezclaron fácilmente con sus rigurosos rituales de autonegación. Pablo advierte a sus lectores que tales rituales eran inútiles y que no tenían valor espiritual (Col 2:20-23).

El principal problema con la herejía en Colosas era la negación de quién era Cristo. Estos falsos maestros rechazaban a Jesús como el Creador que vino en carne, esto es, que Él es Dios que se hizo hombre. El rechazo de la deidad de Cristo los llevó a buscar la salvación mediante el intelecto o por medio del abuso del propio cuerpo. Tales esfuerzos sólo sirven para esconder la verdad, la salvación que sólo se encuentra en Cristo.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

nuevo. La identidad nueva y regenerada que reemplaza al viejo hombre. Esta es la esencia de lo que los creyentes son en Cristo (cp. Efe 4:17; Efe 5:1; Efe 5:8; Efe 5:15). La razón por la que los creyentes pecan todavía se encuentra en su carne no redimida (vea las notas sobre Rom 6:6 ; Rom 6:12 ; Rom 7:5). la imagen del que lo creó. El plan de Dios es que los creyentes progresen a medida que se vuelven cada vez más semejantes a Jesucristo, quien los hizo (cp. Rom 8:29; 1Co 15:49; 1Jn 3:2). Vea las notas sobre Flp 3:12-14 ; Flp 3:19-20. se va renovando. Vea la nota sobre 2Co 4:16; cp. Rom 12:2; 2Co 3:18. Este verbo griego establece un contraste con la realidad anterior. Describe una nueva calidad de vida que nunca antes existió (cp. Rom 12:2; Efe 4:22). Así como un recién nacido está completo pero es inmaduro, el hombre nuevo es completo pero tiene la capacidad y el propósito de crecer. conocimiento. Vea la nota sobre Col 1:9. Un conocimiento profundo y completo sin el cual no puede haber crecimiento ni renovación espiritual (2Ti 3:16-17; 1Pe 2:2).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

3:10 y revestido del nuevo, — Como la ropa nueva nos agrada a nosotros, el vestido nuevo (espiritual) del cristiano agrada a Dios. «Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Efe 4:24). El nuevo hombre creado según Dios (2:10) es creado o recreado por el evangelio predicado por Pablo. El mismo Pablo es un buen ejemplo de esto. Oyó el evangelio, se arrepintió y se bautizó para lavar sus pecados (el relato de su conversión se halla en Hch 9:1-43; Hch 22:1-30; Hch 26:1-32 y Gál 1:1-24). 2Co 5:17 dice «si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas». Gál 3:27 nos dice cómo estar revestidos: «todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos».
En las palabras despojaos y vestíos se ven los lados negativos y positivos del evangelio. Hay predicadores y otras personas que llenan sus enseñanzas con prohibiciones, condenando la mundanalidad y el error. Otros dan mucha importancia a la predicación positiva, y aun critican a otros por ser tan negativos, no reconociendo que ellos mismos son negativos cuando condenan a otros por ser negativos. Pero la verdad es que el evangelio tiene muchos requisitos tanto negativos como positivos. Ni el uno ni el otro se puede descuidar. No es posible sembrar la semilla sin antes preparar (limpiar) el terreno. No es posible construir un edificio sin limpiar el solar, y esto a veces requiere trabajo difícil y complicado. Dios dijo a Jeremías (1:10), «Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar». Así es nuestro trabajo en el evangelio. No se puede dar una respuesta afirmativa a Cristo sin dar una respuesta negativa a Satanás.
— el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno — La vida nueva en Cristo es un proceso continuo de renovación. Al resucitar de las aguas del bautismo, empezamos este proceso y lo continuamos hasta la muerte, con la esperanza de que después de morir estaremos entre «los espíritus de los justos hechos perfectos» (Heb 12:23). «A los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo» (Rom 8:29); «No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento» (Rom 12:2); «mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen» (2Co 3:18); «aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día» (2Co 4:16); «y renovaos en el espíritu de vuestra mente» (Efe 4:23); «y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno» (Col 3:10); «nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia» (2Pe 1:4).
Muchos bautizados no perseveran, por falta de esta renovación, porque es imposible vivir por Cristo sin la renovación de la mente. Es indispensable que haya cambio de corazón, cambio del entendimiento, cambio de voluntad y cambio de las emociones, en fin, un cambio del carácter y cambio de la disposición (genio). La conversión es una regeneración, una recreación. El individuo es «rehecho», hecho de nuevo. «Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Efe 4:24). La expresión conforme a la imagen del que lo creó se refiere a Gén 1:26 y significa que el nuevo hombre se transforma cada vez más en la semejanza de Dios.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA UNIVERSALIDAD DEL CRISTIANISMO

Colosenses 3:9b-13

Despojaos del viejo yo con todas sus tendencias. Asumid el nuevo yo, que se está renovando continuamente hasta llegar a la plenitud del conocimiento, a semejanza de su Creador. En él no cuenta el ser griego o judío, circunciso o incircunciso, bárbaro o escita, esclavo u hombre libre, porque Cristo es todo en todos. Así que, como escogidos de Dios, consagrados y amados, vestíos con un corazón de piedad, amabilidad, humildad, cortesía, paciencia. Aceptaos unos a otros; y si alguno tiene razones para quejarse de otro, perdonaos mutuamente; como os ha perdonado el Señor, así debéis perdonaros unos a otros.

Cuando uno se hace cristiano debe experimentar un cambio total de personalidad. Se despoja del viejo yo y asume un nuevo yo de la misma manera que el candidato al Bautismo se quita la ropa vieja y se pone la túnica blanca nueva. A menudo no tomamos suficientemente en serio la verdad en que insiste el Nuevo Testamento: que un cristianismo que no opere una transformación no es el auténtico. Además, este cambio es progresivo: hace crecer constantemente a la persona en la gracia y en el conocimiento hasta que llega a ser lo que está destinada a ser: humanidad a imagen de Dios.
Uno de los grandes efectos del Cristianismo es que derriba las barreras. En él no cuenta para nada que se sea griego o judío, circunciso o incircunciso, bárbaro, escita, esclavo u hombre libre. El mundo antiguo estaba lleno de barreras. Los griegos miraban por encima del hombro a los bárbaros; y para ellos cualquiera que no hablara griego era un bárbaro, que quiere decir literalmente el que habla diciendo «bar-bar». Se consideraban los aristócratas del mundo antiguo. Los judíos despreciaban a las demás naciones. Eran el pueblo escogido de Dios, y las otras naciones no servían más que para arder en el infierno. Los escitas eran considerados como los más despreciables de los bárbaros; más bárbaros que los bárbaros, los llamaban los griegos; casi bestias salvajes, decía de ellos Josefo. Eran proverbialmente las hordas que amenazaban al mundo civilizado con sus atrocidades bestiales. Los esclavos ni siquiera se consideraban en las leyes antiguas como seres humanos; no eran más que herramientas vivas, sin ningún derecho. El amo podía apalear o marcar o mutilar o hasta matarlos a su capricho. No tenían derecho a casarse. No podía haber ninguna relación en el mundo antiguo entre un esclavo y un hombre libre.
Todas estas barreras se han venido abajo en Cristo. J. B. Lightfoot nos recuerda que uno de los más grandes elogios que se le han hecho al Cristianismo se lo hizo, no un teólogo, sino un lingüista: Max Müller, uno de los grandes expertos en la ciencia del lenguaje. En el mundo antiguo nadie tenía interés en las lenguas extranjeras aparte del griego. Los griegos eran los intelectuales, y no se les ocurría estudiar una lengua bárbara. La ciencia del lenguaje es nueva, como lo es el interés en conocer otras lenguas. Max Müller escribió: » Hasta que la palabra bárbaro se excluyó del diccionario de la humanidad y se sustituyó por la palabra hermano, hasta que se les reconoció el derecho de ser clasificadas como miembros del género humano a todas las naciones del mundo, no podemos buscar ni los primeros principios de la ciencia del lenguaje… Este cambio lo efectuó el Cristianismo.» Fue el Cristianismo lo que aproximó a los hombres lo bastante para hacer que desearan conocer los unos el lenguaje de los otros.

T. K. Abbott indica que este pasaje resume las barreras que derribó el Cristianismo.
(i) Derribó las barreras que proceden del nacimiento y la nacionalidad. Diferentes naciones, que o se despreciaban o se odiaban mutuamente, fueron incorporadas en la misma familia de la Iglesia Cristiana. Personas de diferentes nacionalidades, que se habrían lanzado al cuello los unos de los otros, se sentaban juntas en paz a la Mesa del Señor.
(ii) Derribó las barreras procedentes de las ceremonias y del ritual. Circuncisos e incircuncisos se agrupaban en una misma comunión. Para un judío, un gentil era inmundo; al hacerse cristiano, reconoció a todos los gentiles como hermanos.

(iii) Derribó las barreras entre civilizados e incivilizados.

Los escitas eran los bárbaros ignorantes del mundo antiguo; los griegos eran los aristócratas de la cultura. Los cultos y los incultos se reunían en la Iglesia Cristiana. El mayor intelectual del mundo y el más sencillo hijo de la labor se podían sentar en* perfecta armonía en la Iglesia de Cristo.
(iv) Derribó la barrera entre las clases. El esclavo y el hombre libre se encontraban en la Iglesia. Más aún: en la Iglesia Primitiva se podía dar el caso, y se daba, de que el esclavo fuera el pastor, y el amo un simple miembro. En la presencia de Dios, las distinciones sociales del mundo dejaron de ser relevantes.

EL ATUENDO DE LA GRACIA CRISTIANA

Colosenses 3:9b-13 (conclusión)

Pablo pasa a dar su lista de las grandes gracias con las que deben vestirse los Colosenses. Antes de estudiar la lista en detalle debemos notar dos cosas muy significativas.
(i) Pablo empieza dirigiéndose a los Colosenses como escogidos de Dios, consagrados y amados. Lo significativo es que cada una de estas tres palabras pertenecía en su origen, como si dijéramos, a los judíos. Eran ellos el pueblo escogido, la nación consagrada y los amados de Dios. Pablo, el hebreo de Hebreos, toma estas tres palabras preciosas, que habían sido posesión exclusiva de Israel, y se las aplica a gentiles. Así demuestra que el amor y la gracia de Dios se habían extendido hasta lo último de la tierra, y que ya no había en Su economía «una nación especialmente privilegiada.»

(ii) Es sumamente significativo notar que cada una de las gracias mencionadas tiene que ver con las relaciones personales. No se mencionan virtudes como la eficacia o la inteligencia, ni siquiera la diligencia o la industria -no porque estas cosas no sean importantes. Pero las grandes virtudes cristianas básicas son las que gobiernan las relaciones humanas. El Cristianismo es comunidad. Tiene en su lado divino el inefable don de la paz con Dios, y en su lado humano la solución victoriosa del problema de la convivencia.
Pablo empieza por un corazón de piedad. Si había una cosa que necesitara el mundo antiguo era la piedad. El sufrimiento de los animales no se tenía en cuenta. Los heridos y los enfermos se liquidaban. No se hacía provisión para los ancianos. El tratamiento de los dementes y de los minusválidos era sencillamente despiadado. El Cristianismo trajo la misericordia al mundo. No es pasarse el decir que todo lo que se ha hecho por los ancianos, los enfermos, los minusválidos, las mujeres, los niños, los animales, ha sido bajo la inspiración del Cristianismo.

Está la amabilidad (jréstótés). Trench la llama una palabra preciosa para una cualidad preciosa. Los escritores antiguos definían jréstótés como la virtud de la persona para la que el bien de su prójimo le es tan deseable como el suyo propio. Josefo la usa en la descripción de Isaac, que hacía pozos y luego se los daba a otros para no pelearse con ellos y por ellos (Ge 26:17-25 ). Se usa del vino que ha madurado con la edad y perdido la aspereza. Es la palabra que usa Jesús para decir: » Mi yugo es fácil» (Mt 11:30 ). La bondad es a veces rígida; pero jréstótés es la bondad amable, aquella que mostró Jesús con la mujer pecadora que Le ungió los pies (Lc 7:3750 ). No cabe duda de que Simón el fariseo era un buen hombre; pero Jesús era más que bueno, era jréstós. Algunas versiones lo traducen por benignidad. Una de las características del cristiano es esa bondad amable.

Está la humildad (tapeinofrosyné). Se ha dicho a menudo que la humildad fue elevada a la categoría de virtud por el Cristianismo. En el griego clásico no había una palabra para humildad que no contuviera el matiz de servilismo; pero la humildad cristiana no es nada rastrero. Está basada en dos cosas. Primero, por el lado divino, se basa en el sentimiento de criaturidad de la humanidad. Dios es el Creador, el ser humano es la criatura, y en la presencia del Creador la criatura no puede sentir nada más que humildad. Segundo, por el lado humano, la humildad se basa en la creencia de que todos los seres humanos son hijos de Dios; y no hay lugar para la arrogancia cuando estamos viviendo entre semejantes que son todos de linaje real.

Está la cortesía (praytés). Hace mucho tiempo, Aristóteles definió praytés como el feliz término medio entre la rigidez y el pasotismo. La persona que es prays es la que se controla, porque Dios la controla, y se enoja cuando es debido y nunca cuando no. Tiene al mismo tiempo la firmeza y la dulzura de la verdadera cortesía.

Está la paciencia (makrothymía). Este es el espíritu que no pierde nunca la paciencia con los demás. La torpeza y la insensatez no le producen cinismo o desesperación; los insultos y los malos tratos recibidos no le hacen resentido ni enojado. La paciencia humana es un reflejo de la paciencia divina, que soporta todo nuestro pecado y nunca nos desecha.

Está el espíritu que soporta y perdona. El cristiano soporta y perdona, porque el que ha sido perdonado debe perdonar siempre. Como Dios le perdonó, así debe perdonar a los demás; porque sólo perdonando se puede ser perdonado.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Col 1:15; Gén 1:26-27; 2Co 5:17; Efe 2:15.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

NOTAS

(1) O: “en”.

REFERENCIAS CRUZADAS

v 170 Rom 12:2; Efe 4:24

w 171 Gén 1:27; 1Pe 1:16

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

10 (1) Revestirse del nuevo hombre es como vestirse de una vestidura nueva.

10 (2) Esta palabra griega significa nuevo con relación al tiempo, mientras que la palabra de Efe_4:24 significa nuevo en naturaleza, calidad o forma. Con respecto al nuevo hombre, véase la nota 24 (2) , párr. 1, de Ef 4. Puesto que Cristo constituye el nuevo hombre, nosotros los que formamos el nuevo hombre somos uno con Cristo. Este es el punto básico y crucial de este libro.

10 (3) Se refiere a la imagen de Cristo como la expresión misma de Dios (1:15; Heb_1:3 a).

10 (4) Se refiere a Cristo el Creador, quien creó en Sí mismo al nuevo hombre ( Efe_2:15).

10 (5) El nuevo hombre necesita ser renovado puesto que fue creado a partir de nosotros, los que pertenecemos a la vieja creación ( Efe_2:15). Esta renovación se lleva a cabo principalmente en nuestra mente, como se indica por medio de la expresión hasta el conocimiento pleno. El nuevo hombre fue creado en nuestro espíritu y está siendo renovado en nuestra mente hasta el conocimiento pleno, conforme a la imagen de Cristo.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

del nuevo. i.e., de la nueva naturaleza, o disposición, recibida cuando uno es salvo, con la que uno puede servir a Dios y a la justicia (Rom 6:18). Sin embargo, es necesaria una continua renovación (Rom 12:2), a fin de que la nueva vida ejerza pleno dominio sobre la conducta moral.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

el nuevo… Esto es, el nuevo hombreEfe 4:24; Gén 1:26.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

M59 La frase prepositiva con κατά significa: a la imagen de Dios.

M70 Εἰς significa aquí: con el propósito de, o que resulta en.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

g Efe 4:24.

3.10 g Gén_1:26.

Fuente: La Biblia Textual III Edición