Comentario de Deuteronomio 17:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

“No sacrificarás para Jehovah tu Dios un toro o un cordero en el cual haya defecto o alguna cosa mala, porque es abominación a Jehovah tu Dios.

No sacrificarás. Deu 15:21; Éxo 12:5; Lev 22:20-25; Mal 1:8, Mal 1:13, Mal 1:14; Heb 9:14; 1Pe 1:19.

alguna cosa mala. Gén 41:3, Gén 41:4, Gén 41:19.

porque es abominación. Deu 23:18; Deu 24:4; Deu 25:16; Pro 6:16; Pro 11:1; Pro 15:8; Pro 20:10.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Las cosas sacrificadas deben estar sanas, Deu 17:1.

Los idólatras deben ser muertos, Deu 17:2-7.

Las controversias difíciles deben ser determinadas por los sacerdotes y los jueces, Deu 17:8-11.

El que se ensoberbece contra esta determinación debe morir, Deu 17:12-13.

La elección, Deu 17:14-15;

y el deber de un rey, Deu 17:16-20.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

En Israel el sacrificio nunca debía mirarse como medio para deshacerse de lo indeseable o innecesario. La fe se demostraba dando al Señor lo mejor de uno. Él se ocuparía de darnos lo apropiado y en abundancia para las necesidades de cada uno.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

17. Ordenaciones Varias.

Prohibición de Víctimas defectuosas para el Sacrificio.
1“No sacrificarás a Yahvé, tu Dios, buey ni oveja que tenga defecto, porque es abominación ante Yahvé, tu Dios.”

Con frecuencia se insiste en la Ley sobre las condiciones de la víctima que ha de ser sacrificada a Yahvé. Ha de ser perfecta, sin defecto, ni coja, ni ciega, ni sarnosa1. Lo contrario es un desprecio y un insulto a la divinidad, es abominación a Yahvé. El profeta Malaquías echa en cara a los sacerdotes de su tiempo (s.v a.C.) el que ofrezcan lo peor de sus ganados, y por eso Dios los desechará y se escogerá una “ofrenda pura desde el orto del sol al occidente.”2 Sin duda que el deuteronomista insiste en esta prescripción levítica porque en su tiempo se cumplían mal estas exigencias, que suponen sacrificio por parte de los oferentes.

Proscripción del Culto Idolátrico (2-5).
2“Si en medio de ti, en alguna de las ciudades que Yahvé, tu Dios, te dará, hubiere hombre o mujer que hiciere lo que es malo a los ojos de Yahvé, tu Dios, traspasando su alianza, 3 yéndose tras otros dioses para servirles y postrarse ante ellos, ante el sol o la luna, o cualquier astro del ejército de los cielos, cosa que yo no he mandado, 4cuando la cosa llegue a ti, harás una escrupulosa investigación; si el rumor es verdadero y el hecho cierto, si se cometió tal abominación en Israel, 5llevarás a tus puertas al hombre o mujer que tal maldad ha cometido y los lapidarás hasta que mueran.”

En el c.13 se trató de este tema con gran detalle, y quizá esta perícopa pertenezca a esa sección, pues interrumpe la ley sobre la administración de la justicia3. En los profetas de la época asiro-babilónica (s.VIII-VII a.C.) leemos varias veces la condenación del culto rendido al ejército de los cielos, es decir, a las divinidades astrales, que, por influencia de los imperios mesopotámicos, se habían introducido en Judá particularmente en tiempos del rey Manasés4. El convicto de esta abominación debe ser lapidado a las puertas de la ciudad (v.5), sin duda porque se le consideraba indigno de morar dentro de la ciudad hebrea, y para escarmiento, en el lugar de más afluencia de gente5. La lapidación como pena de muerte es característica del derecho penal hebreo. Por su forma se prestaba a una manifestación colectiva de repulsa hacia los crímenes de la víctima, siendo los testigos los que habían de tirar la primera piedra.

Necesidad de dos Testigos en las Acusaciones (6-7).
6“Sólo sobre la palabra de dos o tres testigos se condenará a muerte al que haya de ser condenado; no será condenado a muerte sobre la palabra de un solo testigo. 7Las manos de los testigos se alzarán las primeras contra él para hacerlo morir y después seguirán las del pueblo. Has de extirpar el mal de en medio de él.”

Como garantía se exigían dos o tres testigos para condenar a alguno como idólatra. La acusación era gravísima, y era preciso cerrar el paso a odios particulares. Y para mostrar a los testigos la responsabilidad en que incurren en sus acusaciones, se exige que sean los primeros en lanzar las piedras contra el acusado. Matar a un inocente era atraerse la maldición de Dios. En la literatura bíblica abundan las amenazas contra los falsos testigos6. A pesar de esta ley severísima contra los que se entregaban a cultos idolátricos, los hebreos siguieron en su propensión a imitar los cultos gentílicos, como nos narran los profetas, y nunca se habla de la aplicación de la pena de muerte por idolatría. Los profetas amenazan más bien con el castigo de Dios: la guerra, la sequía, el hambre y la deportación. Todo lo cual indica que esta prescripción deuteronómica nunca fue llevada a la práctica, como otras leyes, que se quedaron en pura teoría.

Los Jueces de Apelación (8-13).
8“Si una causa te resultare difícil de resolver sobre delito de sangre, sobre colisión de derechos, sobre heridas, objetos de querella entre tus puertas, te levantarás y subirás al lugar que Yahvé, tu Dios, haya elegido, 9y te irás a los sacerdotes, hijos de Leví, al juez entonces en funciones, y le consultarás; él te dirá la sentencia que haya de darse conforme a derecho. 10Obrarás según la sentencia que te hayan dado en el lugar que haya elegido Yahvé y pondrás cuidado en ajustarte a lo que ellos te hayan enseñado.11Obrarás conforme a la ley que ellos te enseñen y a la sentencia que te hayan dado, sin apartarte ni a la derecha ni a la izquierda de lo que te hayan dado a conocer. 12El que, dejándose llevar de la soberbia, no escuchare al sacerdote que está allí para servir a Yahvé, tu Dios, o no escuchare al juez, será condenado a muerte. 13Así extirparás el mal de en medio de Israel, y tu pueblo, al saberlo, temerá y no se dejará llevar de la soberbia.”

Es esta perícopa una continuación y complemento Deu 16:18-20. Según Exo 18:135, Moisés, siguiendo el consejo de su suegro Jetro, se reservó para sí las causas más graves. En 2Cr 18:45 se cuenta que el rey Josafat, después de haber instituido jueces en las ciudades fuertes de Judá, creó en Jerusalén un doble tribunal de apelación: “Amasias, dice, os presidirá en toda causa tocante a Yahvé, y Zabadías, hijo de Ismael, príncipe de la casa de Judá, en las causas tocantes al rey.” Así, pues, aquí tenemos dos tribunales: uno eclesiástico, presidido por un sacerdote, para todo lo referente al culto y a lo religioso, y otro civil, presidido por un laico, para entender en las causas civiles. A la luz de estos hechos de la época de la monarquía hemos de entender las disposiciones presentes de la ley deuteronómica, en la que también se habla de acudir en las causas difíciles al sacerdote o al juez entonces en funciones, en el lugar que haya escogido Yahvé, es decir, Jerusalén, la capital de la teocracia. Se trata, más que de un tribunal de apelación, de un tribunal técnico especializado en causas más difíciles. Las sentencias pronunciadas por este tribunal eran inapelables y quien se negara a aceptarlas se haría reo de pena capital.

Institución de la Monarquía (14-20).
14“Cuando hayas entrado en la tierra que Yahvé, tu Dios, te dará y te hayas posesionado de ella, y establecido en ella tu morada, si te dices: “Voy a poner sobre mí un rey, como lo tienen todas las naciones que me rodean,” l5pondrás sobre ti al rey que Yahvé, tu Dios, elija; uno de tus hermanos tomarás para hacerle rey sobre ti; no podrás darte por rey un extranjero que no sea tu hermano; 16pero que no tenga gran número de caballos ni pretenda volver al pueblo a Egipto, porque Yahvé, tu Dios, ha dicho: “No volváis nunca jamás por ese camino.” 17Que 110 tenga mujeres en gran número, para que no se desvíe su corazón; ni grandes cantidades de oro y plata. 18En cuanto se siente en el trono de su realeza, escribirá para sí en un libro una copia de esta Ley, que se halla en poder de los sacerdotes levíticos. 19La tendrá consigo y la leerá todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Yahvé, su Dios, y a guardar todas las palabras de esta Ley y todos estos mandamientos, y los ponga por obra, 20 para que no se alce su corazón sobre el de sus hermanos y no se aparte ni a la derecha ni a la izquierda, y así prolongue los días de su reinado, él y sus hijos, en medio de Israel.”

Parece extraño que Moisés se atreva a legislar sobre la creación de una institución que en sus días nadie reclamaba y que había de tardar siglos en introducirse en Israel. En su tiempo, la organización del pueblo era patriarcal. El hombre que nacía en una familia vivía sujeto al jefe de la misma; ésta, con otras emparentadas, constituían una casa o bet, y varias casas constituían una tribu o sebet, que tenía también su jefe. El pueblo lo formaban las diversas tribus, unidas por los lazos de sangre y religión. En los varios textos del Pentateuco estos diversos jefes reciben el nombre de jefes de diez, de cien y de mil, y también de principes de las familias. Semejante organización se mantuvo durante la época de los jueces (s.XII-XI a.C.), los cuales mandaban sobre algunas tribus de Israel, circunstancialmente coligadas ante determinados peligros. Pero ante el empuje de los filisteos, mejor organizados, que querían adueñarse de la zona montañosa de Canaán, donde había aceite y vino, los israelitas se vieron obligados a crear una nueva organización más fuerte y centralista: la monarquía. Concebida por Samuel, fue iniciada por Saúl y perfeccionada con David, llegando al colmo de la centralización en tiempos del megalómano Salomón.
El autor de la ley deuteronómica, pues, parece que conoce ya las ventajas y desventajas de la institución real, y por eso pone ciertas condiciones de austeridad y autenticidad a ella. Primeramente exige que el rey sea israelita, para que vele por los intereses religiosos y civiles del pueblo elegido. Sobre todo había que evitar influencias extranjeras, que pudieran ser perniciosas al yahvismo tradicional. Exige también el deuteronomista que el nuevo rey no vuelva a Israel camino de Egipto (v.16). Durante la peregrinación por el desierto, varias veces los israelitas sintieron nostalgia de la abundancia del país de los faraones, y quisieron volverse; pero Moisés, en nombre de Dios, se opuso, porque sería desconfiar de la Providencia divina y renunciar a las promesas de la posesión de Canaán7. La prohibición deuteronómica se sitúa en esta línea, pero además parece prohibir las relaciones estrechas comerciales y diplomáticas con Egipto. Los profetas echan en cara frecuentemente a los reyes de Judá la propensión que tienen a buscar apoyo en Egipto contra los enemigos asirios y babilónicos8. Esta política de coalición fue de pésimas consecuencias para la vida religiosa de Israel, aparte de que era demasiado humana, ya que suponía desconfianza en la providencia de Yahvé sobre su pueblo. Por eso son frecuentes los oráculos contra Egipto, que solía engañar en su amplia diplomacia a los reyezuelos cananeos, utilizándolos como escudo contra las invasiones de los reyes mesopotámicos.9
Además se inserta otra prohibición característica del Deuteronomio, y que encaja bien dentro del ideal de la predicación profética, supuestos los abusos cortesanos de Salomón, el rey más fastuoso de Israel. Este quería medirse en su boato exterior con las grandes cortes orientales, y por eso compró muchos caballos al faraón10 y organizó un escandaloso y nutrido harén con mujeres de toda procedencia, lo que al fin le atrajo la ruina11. La prohibición de tener muchos caballos tiene por finalidad, en primer lugar, evitar un cortejo innecesario que sirviera para fomentar el orgullo desmesurado, y, por otra parte, evitar la ocasión de empresas bélicas innecesarias, contrarias al espíritu religioso de Israel. Por esta misma razón, el deuteronomista no quiere que el futuro rey acumule demasiadas riquezas.

Primitiva Estructura Político-Social de Israel.
La Organización Nómada De Israel. Los patriarcas de Israel, que por el Génesis nos son conocidos, eran verdaderos jeques nómadas, los cuales ejercían plena autoridad sobre su pueblo, que era su tribu. La misma organización continuó en Israel, aunque modificándose poco a poco por la adopción de la vida agrícola y del régimen monárquico. Ahora bien, en las tierras que rodean la Palestina tenemos todavía hoy multitud de tribus nómadas que no han variado substancialmente el régimen de vida desde la época de los patriarcas. Como en Grecia la unidad política era la ciudad, la polis, así entre los nómadas es la qabilah, la tribu. Los orígenes de las tribus remontan, según la concepción de los árabes, a un solo progenitor, cuyo nombre llevan. Esto no quita que haya sobre los orígenes de las tribus leyendas muy variadas y hasta contradictorias; mas, por encima de todo, el árabe afirmará que la tribu vendrá de un solo antepasado, de aquel de quien recibió el nombre. La tribu se divide en asirás o hámulos, familias, y ahel, casas. Por sabido se calla que las tribus están sometidas a la misma ley que las ciudades. La guerra, que es continua entre ellas; el hambre y la peste, que no deja de visitarlas, acaban muchas veces con tribus, con familias o casas, y otros accidentes dan origen a tribus nuevas, sea por natural crecimiento de una agrupación menor, sea por la unión de agrupaciones diferentes. Sería extraño que en Israel no mediara lo mismo, aunque la Escritura no lo consigne12. La tribu está bajo la autoridad suprema de un jeque, y asimismo al frente de la asiroh, de la ha-mulah y de la ahel hay una cabeza, si bien con autoridad menor y subordinada a la del jeque. La autoridad de éste es hereditaria en su familia. Esto no quiere decir que pase necesariamente de padre a hijo; porque los árabes aspiran ante todo a tener a su cabeza quien sepa cuidarlos en la paz y en la guerra, y, si el hijo mayor del jeque muerto no reúne las debidas condiciones, pondrán los ojos en un hermano suyo menor o en un tío. Y hasta se darán casos en que escojan por jeque a otro individuo extraño a la familia, que se distinga por su prudencia en la paz, por su valentía en la guerra y por su generosidad en todo lugar y tiempo. La autoridad del jeque es suprema sobre todo en la guerra. Pero la ejerce en forma paternal, procurando proteger la tribu y a todos sus individuos, fomentar la paz entre ellos y defenderlos de toda injuria. En muchos casos deberá contar con el consejo de los jeques inferiores.
Israel Bajo Moisés. ¿Cuál era la organización de los hebreos en Egipto? Sin duda que, bajo la autoridad del faraón y de sus funcionarios, Israel vivía allí con cierta libertad y conservaba su antigua organización nomádica. El texto sagrado no dice nada; pero estamos seguros, por la historia subsiguiente, que no había renunciado a su organización tradicional para adoptar la egipcia. Cuando Moisés recibe de Dios la misión de librar a su pueblo y conducirlo a la tierra prometida, recibió una autoridad suprema, que podremos llamar dictatorial. Dictadura ejercida paternalmente y con la frecuente intervención de Dios.
En los comienzos del éxodo se habla del pueblo13 como si formara una unidad. Y, sin duda, Israel era un pueblo, unido por los vínculos de la sangre y por la religión. Algún historiador de Israel nos habla de una federación de las tribus, sin carta alguna escrita, como es claro. Señal de esto será la mención que se hace de los ancianos. Esta palabra “anciano” (zaqen en hebreo) es la equivalente a la de jeque de tribu, o cabeza de las agrupaciones inferiores a la tribu14. Son los representantes del pueblo, los príncipes de la asamblea15. En las tribus árabes, el jeque es el juez de su tribu, pero su autoridad no es tal que los miembros de la tribu no puedan acudir a otros jueces arbitros reconocidos por todos como varones prudentes y conocedores de la complicada jurisprudencia del desierto. Según nos lo presenta el éxodo16, Moisés, por la autoridad de su misión divina y por el crédito de su persona, era el juez a quien acudía el pueblo con todos sus pleitos. Y el pobre caudillo se pasaba los días agobiado por el trabajo de oír la infinidad de prolijos alegatos, para luego dar el correspondiente fallo. Al visitarle su suegro le aconseja cambiar de conducta, y, obediente al consejo, “eligió entre todo el pueblo a hombres capaces, que puso sobre el pueblo como jefes de millar, de centena, de cincuenta y de decena. Ellos juzgaban al pueblo en todo tiempo y llevaban a Moisés los asuntos graves, resolviendo por sí todos los pequeños”17. Esto significa que Moisés encomendó a los jefes de las tribus y de las otras agrupaciones inferiores el entender en los negocios de los suyos, reservándose las causas más graves. De éstos eran, sin duda, aquellos setenta ancianos que con Aarón, Nadab y Abiú acompañaron a Moisés hasta la falda del monte al que Moisés subió para recibir los planes de la organización del culto18. En aquella ocasión delegó el caudillo en Aarón y Hur su autoridad para los negocios graves que pudieran ocurrir.
En Num 11:16 se nos cuenta una nueva insubordinación del pueblo, y el caudillo siente desfallecer su ánimo ante esta actitud sediciosa, y una vez más pide a Dios que le quite una carga que sus hombros no pueden llevar. Dios responde a Moisés proveyéndole de un sostén a su ánimo abatido. “Elígeme -le dice- a setenta varones de los hijos de Israel, de los que tú sabes que son ancianos del pueblo y de sus principales, y tráelos a la puerta del tabernáculo, y que esperen allí contigo. Yo descenderé y hablaré contigo allí, y tomaré del espíritu que hay en ti y lo pondré sobre ellos para que te ayuden a llevar la carga del pueblo y no la lleves tú solo” (Num 11:16s). Y así se cumplió. Los elegidos de Num 11:16ss han de ser ancianos, es decir, jeques, y además que gocen de prestigio. A éstos les comunicará el Señor su espíritu de inteligencia, consejo y fortaleza, como a Moisés, para que ayuden a éste a llevar el gobierno del pueblo. Creemos que estos setenta no son otros que los nombrados en el éxodo. En Deu 29:9 se enumeran así los elementos constitutivos del pueblo: “Los jefes de vuestras tribus, los jueces, los ancianos y los oficiales o escribas, los varones todos de Israel.” La lista se alarga y no es fácil ajustaría a los datos precedentes19.
En el texto los jeques de las tribus no son innominados. Siempre se los menciona por sus nombres propios, y así como Israel es “el ejército de Dios,”20 así estos jeques vienen a ser los generales del cuerpo de ejército que forma su tribu21. Pero Moisés es la suprema autoridad, que recibe las órdenes de Dios, y a su lado, como segundo, está Aarón nada más.
En suma, que es Moisés quien ejerce la autoridad suprema en Israel. Aunque, a la verdad, mejor pudiéramos decir que es Dios mismo el verdadero caudillo de su pueblo por medio de Moisés. Como auxiliares para juzgar al pueblo y para ayudarle en el gobierno están los jueces menores, o los setenta, llenos del espíritu de Dios. De ellos no sabemos qué autoridad pudieron ejercer, pero hemos de pensar que sería, poco más o menos, la que antes de Moisés gozaban. Tenemos, pues, aquí una monarquía teocrática, o, si se quiere, dictadura, templada con la aristocracia, y todo ello en beneficio del pueblo22.
Finalmente, la principal amonestación al futuro rey se refiere a la necesidad de que se adapte a las exigencias de esta Ley, de la que debe tener una copia según el original que está en poder de los sacerdotes levíticos (v.18). Es el libro del que se habla en 31:9-26, confiado por Moisés a los levitas para que lo guarden cuidadosamente junto al arca de la alianza como testimonio contra el pueblo rebelde. El rey debe leer diariamente esta Ley para ser fiel a ella (v.19). El creador de la monarquía israelita, Samuel, expuso al pueblo los derechos de la realeza con sus deberes correspondientes, sin olvidar los peligros de la nueva institución23. Las exigencias de)a ley deuteronómica sobre la realeza están en la misma línea, si bien son más genéricas. La institución monárquica está aquí concebida como una organización que no tiene nada que ver con el despotismo oriental, ya que se ponen cortapisas al rey, que debe vivir conforme a las exigencias de un código jurídico, de forma que no se alce su corazón sobre el de sus hermanos (v.20). ¡Hermosa fórmula para establecer las bases de una institución autoritaria, pero al servicio de Dios y del pueblo!

1 Cf. Lev 22:17-25. – 2 Mal 1:6-10. – 3 Cf. Deu 16:18-20 y 17:8-10. – 4 Cf. 2Re 21:5; 2Cr 33:3. – 5 Cf. Lev 24:14; Num 15:36; Hec 7:58; Heb 13:12. – 6 Cf. Sal 27:12; Sal 35:11; Pro 6:19; Pro 6:28; Mat 26:60-61; Hec 6:11. – 7 cf. Exo 13:17; Exo 14:13. – 8 Cf. Isa 31:35; Isa 36:65; Jer 2:18-56. – 9 Cf. Isa 31:35; Isa 36:65; Jer 2:18.56. – 10 Cf. Is c. 19-20; 30-31; Jer 46; Ez c.29-32. – 11 Cf. 1 Re 11:1s. – 12 A. Jaussen. Coutumes des árabes… 1073. – 13 Exo 4:16-21; Exo 8:20; Exo 9:1. – 14 Exo 3:16-18; Exo 4:29; Exo 17:3. – 15 Exo 16:22; Num 4:34; Jos 9:15-18. – 16 Exo 18:13. – 17 Exo 18:25s; Deu 1:13s. – 18 Exo 24:1; Exo 24:9; Exo 24:14. – 19 Cf. Jos 8:33. – 20 Exo 7:4. – 21 Núm 1; 2; 26. – 22 Cf. Tomás de Aquino, Sum. Theol. 1-2 q.105 2; 1. – 23 Cf. 1Sa 10:25.

Fuente: Biblia Comentada

haya … cosa mala. Traer un sacrificio defectuoso al Señor era traer algo al santuario que era prohibido. Tal sacrificio era una abominación al Señor. Ofrecer menos que lo mejor al Señor era despreciar su nombre (vea Mal 1:6-8). Ofrecer un sacrificio menos que perfecto era, de hecho, no reconocer a Dios como el proveedor definitivo de todo lo que era lo mejor en la vida.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

El corazón de Deuteronomio se encuentra en este largo segundo discurso de Moisés. «Esta, pues, es la ley» (Deu 4:44) la cual Moisés le explicó a Israel (cp. Deu 1:5). Después de una breve introducción (Deu 4:44-49), Moisés le dio al pueblo un entendimiento claro de lo que la ley dirigía con respecto a su relación con el Señor en el tierra (Deu 5:1Deu 26:19), después concluía al relatar las bendiciones o las maldiciones que vendrían sobre la nación como una consecuencia de su respuesta a las estipulaciones de esta ley (Deu 27:1Deu 28:68).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Habiendo delineado los principios generales de la relación de Israel con el Señor (Deu 5:1Deu 11:32), Moisés entonces explicó leyes específicas que ayudarían al pueblo a subordinar cada área de la vida de ellos al Señor. Estas instrucciones fueron dadas para que Israel las pusiera «por obra en la tierra» (Deu 12:1)

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Esta sección lidia con las responsabilidades de los oficiales que debían de mantener adoración pura dentro de la Tierra Prometida y administrar justicia imparcialmente.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Deu 15:21; Lev 22:17-28; Mal 1:8.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

17.1 El hecho de que se haya incluido este mandato indica que algunos israelitas estaban sacrificando a Dios animales imperfectos o deformes. En ese entonces, como ahora, es difícil y caro ofrecer a Dios lo mejor (por ejemplo, la primera parte de lo que ganamos). Siempre resulta tentador engañar a Dios, porque creemos que no seremos sorprendidos. Pero nuestras ofrendas muestran nuestras verdaderas prioridades. Cuando damos a Dios las sobras, obviamente El no está en el centro de nuestra vida. Dé a Dios el honor de ser el primero en recibir su ofrenda, su tiempo y sus talentos.17.6, 7 No se condenaría a muerte a nadie con el testimonio de un solo testigo. Por el testimonio de dos o tres, una persona podía ser condenada y luego sentenciada a muerte por apedreamiento. El condenado era llevado a las afueras de las puertas de la ciudad y los testigos eran los primeros en lanzarle piedras pesadas. Luego los espectadores apedrearían a la persona agonizante. Este sistema quitaría el mal al llevar a la muerte al idólatra. Al mismo tiempo, protegía de dos maneras los derechos de la persona denunciada. Primero, la necesidad de que existieran varios testigos evitaba que un individuo enojado diera «falso testimonio». Segundo, al requerir que el acusador lanzara las primeras piedras, lo hacía pensar dos veces en la acusación injustificada. Eran responsables de terminar lo que habían comenzado.17.14-20 Dios no estaba alentando a Israel para que designara un rey que gobernara la nación. En realidad, Dios estaba en contra de esta idea ya que El era su rey y el pueblo tenía que obedecerlo y seguirlo. Pero Dios sabía que por razones egoístas, algún día el pueblo le pediría un rey. Querrían ser como las naciones vecinas (1 Samuel 8). Si insistían en tener un rey, El quería asegurarse de que escogieran a la persona correcta para ese puesto. Esta es la razón de que incluyera estas instrucciones tanto para el beneficio del pueblo cuando eligiera un rey, como para el propio rey cuando procurara guiar a la nación de acuerdo con las leyes de Dios.17.16, 17 Los reyes de Israel no hicieron caso de esta advertencia y su conducta los llevó a su caída. El rey Salomón lo tenía todo para sí, pero cuando se volvió rico, cuando levantó un gran ejército y cuando se casó con muchas esposas, su corazón le dio la espalda a Dios. Por el pecado de Salomón sobrevinieron la desobediencia, la división y el cautiverio de Israel.17.18-20 El rey tenía que ser un hombre apegado a la Palabra de Dios. Tenía que (1) hacer una copia de la ley para su uso personal, (2) mantenerla a la mano todo el tiempo, (3) leerla todos los días y (4) obedecerla completamente. Por medio de este proceso aprendería el respeto a Dios, evitaría sentirse más importante que los demás y prevendría un rechazo a Dios una vez que estuviera en tiempos de prosperidad. No podemos saber lo que Dios quiere a menos que leamos su Palabra, y su Palabra no impactará nuestras vidas a menos que la leamos y reflexionemos en ella con regularidad. Actualmente, con la gran disponibilidad de Escrituras, no es difícil tener acceso a la fuente de la sabiduría del rey. Lo que sí representa un reto es seguir lo que Dios demandó del rey.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 947 Lev 22:20; Deu 15:21; Mal 1:8

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

El capítulo 17 presenta una variedad de leyes que tratan de la administración de la justicia.

Fuente: La Biblia de las Américas

Lit., cosa mala

Fuente: La Biblia de las Américas

[5] Donde está el tribunal. En cada ciudad, había un sinedrío oconsejo, compuesto de sacerdotes, levitas y hebreos nobles, ricos y sabios.[8] En materias criminales, civiles o del culto.[9] Y presidente del Sanedrín.[14] Moisés predice que un día querrían un rey que los gobernara, como tenían otras naciones. 1 Sam 7, 7.[16] En Canaán y los países vecinos eran raros los caballos, reemplazados por asnos. Por esto es frecuente la expresión aparejó su asno.

Fuente: Notas Torres Amat