Comentario de Deuteronomio 4:32 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
“Pues pregunta, por favor, a los días antiguos que te antecedieron, desde el día que Dios creó al hombre sobre la tierra, y desde un extremo del cielo hasta el otro, si se ha hecho cosa semejante a esta gran cosa, o si se ha oído de otra como ella.
pregunta ahora. Job 8:8; Sal 44:1; Joe 1:2.
desde un extremo del cielo. Deu 30:4; Mat 24:31; Mar 13:27.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
La revelación de Jehová es una expresión única de su compromiso con su pacto. Moisés habla con notable elocuencia nuevamente sobre la singularidad de la revelación de Dios. Jehová es incomparable (Deu 3:24; Isa 40:25-26). Esto es único porque el paganismo no puede reivindicar la revelación, único porque Dios demostró su amor por Israel al rescatarlo de Egipto, y único porque Israel vivió para ser testigo de la revelación del cielo.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
El creador de toda la tierra es el mismo Dios que habló a los israelitas en el Monte Sinaí.
con pruebas … y hechos aterradores, el Creador demostró su poder en Egipto y lo usó para salvar a los israelitas.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
desde el día que creó Dios al hombre sobre la tierra. En toda la historia humana, ninguna otra nación ha tenido el privilegio que Israel tuvo de oír a Dios hablar, como lo hizo al dar la ley en el Monte Sinaí y sobrevivir una experiencia tan terrible. Ni tampoco pueblo alguno había sido tan bendecido, escogido y liberado de la esclavitud por milagros tan poderosos como Israel vio. Dios hizo esto para revelarles a ellos que solo Él es Dios (vv. Deu 4:35; Deu 4:39).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Una apologética histórica, apelando por la obediencia de la nación a la ley de Dios.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
El amor de Dios por Israel. Moisés concluye su primer discurso resumiendo sus temas principales. No hay dios como el Dios que se ha revelado a sí mismo a Israel, ni hay otro pueblo como Israel, ya que ha sido escogido por este Dios (ver 3:24; 4:7). El los salvó milagrosamente de la esclavitud de Egipto a fin de darles vida y libertad en una tierra donde él sólo sería su rey. Al hacer esto, demostró tanto su amor (v. 37) como su disciplina (v. 36). Estos dos aspectos no pueden separarse; y cuando Israel diligentemente obedeciera la palabra de amor de Dios, entonces tendría vida (v. 40).
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
NOTAS
(1) “Hombre.” Heb.: ’a·dhám.
REFERENCIAS CRUZADAS
j 275 Sal 44:1
k 276 Gén 2:7
l 277 Éxo 15:11
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
ha hecho cosa tan grande. Dios no sólo es compasivo, también tiene una relación especial con Israel. El pacto que Dios ha hecho con él es algo grande, desconocido en la historia humana.
Fuente: La Biblia de las Américas
Pregunta… TM añade porque… ahora. Se sigue LXX → §194.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
Lit., días
O, a Adán
Fuente: La Biblia de las Américas
[.] Jamás hubo una cosa tan extraordinaria (34). Ver el comentario de 4,9. Muchas personas piensan que, para la Biblia, lo importante es «creer en Dios.» Esta expresión se presta mucho a confusión. La fe de la Biblia no está en creer que Dios existe, o que Dios es Poderoso, o que Dios puede ayudarnos. Lo importante, para la Biblia, era que Dios hubiera elegido a Israel para una misión única en el mundo, que Dios fuera el único Dios y que Israel fuera diferente de todos los demás pueblos. RELIGION Y FE Estos dos términos aparecen constantemente cuando hablamos de nuestra relación con Dios. Debemos sin embargo saber lo que entendemos por «religión» y lo que queremos decir cuando hablamos de la fe. Los pueblos de la antigüedad y muchos hombres de hoy en día son «religiosos» creen que el mundo en que viven es obra de un Dios creador «que hizo el cielo y la tierra y todo lo que ellos contienen.» Es por eso que encontramos en todas las religiones de la antigüedad, igual como en las primeras páginas de la Biblia, relatos de la creación que explican el origen del mundo y del hombre. Siendo Dios el autor de la Creación, sólo él puede dar las reglas de su funcionamiento todas las religiones, pues, han asociado muy naturalmente a sus relatos de los orígenes prescripciones de orden moral. El Dios de la religión (o los dioses, pues el politeísmo está muy difundido) es servido por un clero que, en nombre del pueblo, le agradece los bienes que da a los hombres y le ruega para que renueve sus beneficios a lo largo del año que viene. Así es como las fiestas religiosas están constituidas principalmente por acciones de gracias y primicias, como lo vemos también en los textos rituales del Antiguo Testamento. La religión es por naturaleza conservadora, pues asegura la buena marcha del mundo; sin «esperanza» pues el hombre nada tiene de nuevo que esperar, sino sólo aguardar que el mañana le dé como el hoy lo que necesita en este mundo. Al abrir la Biblia y al hacer nuestra «profesión de fe», reconocemos que también somos un pueblo religioso; ¿no decimos acaso «Creo en Dios Todopodero, Creador del cielo y de la tierra»? Pero esta religión que confesamos ha sido totalmente transfigurada por la fe el Dios Creador se ha «revelado», se ha manifestado al pueblo de Israel al que escogió desde toda la eternidad para que fuera su «testigo en medio de las naciones.» A lo largo de los siglos Dios se ha «revelado» incluso en la historia de Israel condujo a su pueblo, como un padre guía a su hijo (Dt 1,31) a una plenitud que el hombre no puede concebir ni siquiera imaginar (Ef 1,15-23; 3,14-21; Col 1,9-14; 1,25-27). Dios se da a conocer tal cual es y lleva al hombre a una comunión de amor eterno con él (Jn 17,21). De ahí que la esperanza, al menos tal cual nos la define Pablo (Rom 8,24-25) está en el corazón mismo de nuestra fe, y si nuestra acción de gracias se eleva siempre a Dios por los bienes que recibimos de él, se eleva mucho más, infinitamente más, hacia el Padre «que nos ha autorizado a participar de la herencia con los santos en la luz», hacia aquel «que nos arrancó del poder de las tinieblas y nos hizo pasar al Reino de su Hijo muy amado» (Col 1,12-13).