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Comentario de Eclesiastés 1:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Eclesiastés 1:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Las palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén:

Palabras del Predicador. Ecl 1:12; Ecl 7:27; Ecl 12:8-10; Neh 6:7; Sal 40:9; Isa 61:1; Jon 3:2; 2Pe 2:5.

rey en Jerusalén. Ecl 1:12; 1Re 11:42, 1Re 11:43; 2Cr 9:30; 2Cr 10:17-19.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

El Predicador enseña que todo lo que hace la humanidad es vanidad, Ecl 1:1-3;

porque todos son impacientes, Ecl 1:4-8,

no hay nada nuevo, todo lo viejo se olvida, Ecl 1:9-11;

y porque así lo descubrió en su búsqueda de sabiduría, Ecl 1:12-18.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

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ESTE LIBRO DE ECLESIASTÉS ES UNO DE LOS LIBROS MÁS MALENTENDIDOS de la Biblia. Los cristianos han tendido a ignorar su mensaje o a considerarlo como el testimonio de un hombre cuya vida se aparta de Dios. Esto resulta lamentable ya que el libro plantea preguntas relevantes e inquisitivas acerca del sentido de la vida y declara la absoluta futilidad de una existencia sin Dios. Al igual que todas las Escrituras, el libro de Eclesiastés beneficia y edifica al pueblo de Dios.

Las descripciones negativas como «cínico», «fatalista» o «existencialista» no hacen justicia al libro de Eclesiastés. Hay abundante evidencia de una alegría vigorosa a lo largo de sus páginas. «Por tanto, alabé yo la alegría» (Ecl 8:15), es un tema recurrente que penetra el libro; en efecto, las palabras hebreas que se traducen «alegría», «alegre», «contento», «feliz», «gustoso» y «regocijado» aparecen diecisiete veces en Eclesiastés. El estado de ánimo que subyace en el libro es el gozo: encontrar placer en la vida a pesar de los problemas que a menudo la embargan. Aquellos que temen y adoran a Dios deben experimentar este gozo; deben regocijarse en los dones que Dios les ha dado.

Probablemente Salomón escribió este libro hacia el final de su vida, luego de arrepentirse por su idolatría y por haber ido tras esposas extranjeras. De este modo, el libro de Eclesiastés es tanto un monumento al retorno de Salomón al Dios vivo, como una guía para otros a través de las dificultades y peligros de la vida.

En efecto, es posible que Salomón escribiera este libro de sabiduría como un manual para otras naciones. Eso explicaría porqué no escribió acerca de la Ley y porqué usó el título divino Elohim, que significa: «Dios exaltado», en lugar del nombre Yahvé, que se relaciona con el pacto (Éxo 3:14, Éxo 3:15). Salomón recibió a muchos dignatarios de otras naciones, incluyendo a la reina de Sabá. Es posible que las preguntas de la reina relativas al sentido fundamental de la vida lo hubieran motivado a escribir este libro para instruir a los gentiles acerca del Dios vivo y de la necesidad de adorarlo sólo a Él. Algunos siglos antes Moisés hizo el mismo tipo de llamado a las naciones paganas (Deu 4:6-8). Las naciones que habían oído sobre el éxito de Israel necesitaban saber acerca del Dios vivo y exaltado que había bendecido a Israel con riqueza y sabiduría.

A veces es mejor leer el final de un libro para comprender mejor la orientación que lleva. Esto es indudablemente cierto en Eclesiastés. El libro debe interpretarse a la luz de su conclusión. «Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre» (Ecl 12:13). Temer a Dios significa reverenciarle, adorarle y servirle: Dejar el mal atrás y alabar con reverencia al Dios vivo. Esta fue la actitud de Abraham (Gén 22:12), Job (Job 1:1, Job 1:8, Job 1:9; Job 2:3) y de las parteras egipcias (Éxo 1:17, Éxo 1:21). Esto no supone pavor sino el apropiado respeto y obediencia hacia nuestro Creador. ¿Por qué debemos respetar y obedecer a Dios? El libro del Eclesiastés responde a esta pregunta en su último versículo (Ecl 12:14): Dios juzgará a cada uno, tanto al justo como al malvado. La vida no puede vivirse con abandono, como si Dios no viera o recordara los actos del pasado. Porque en el día final, Él llamará a todo hombre y mujer para rendir cuentas de sus acciones. La exhortación a temer a Dios y la expectativa del juicio divino son los dos grandes temas que cierran el libro y proveen un marco interpretativo para el resto del mismo (Ecl 12:13, Ecl 12:14).

El viaje de Salomón hacia su conclusión de «temer a Dios» se basa en la búsqueda humana de un sentido para la vida. En Ecl 3:11 Salomón expresa elocuentemente el dilema de la humanidad. Dios ha puesto eternidad en nuestro corazón. Una búsqueda de verdadero sentido en esta vida a través del dinero o la fama, por ejemplo, nos dejará con las manos vacías, ya que nuestra alma anhela algo perdurable. Nuestra frustración emerge de un hambre de comunión con nuestro eterno Creador, el único que puede dar sentido a nuestra vida. En Eclesiastés, Salomón nos lleva en un recorrido por toda la vida y concluye que todo en ella es vanidad. Los placeres y las riquezas sólo conducen al aburrimiento y la desesperación. Solo una relación con aquel que nos creó y que continúa preocupándose por nosotros nos dará una verdadera satisfacción. Los problemas y la incertidumbre seguirán invadiéndonos, pero aun en esos momentos podemos encontrar alegría en una segura confianza en nuestro Padre.

El escritor dice que era «hijo de David, rey en Jerusalén» (Ecl 1:1, Ecl 1:12, Ecl 1:16), palabras que han llevado a muchos a asumir que el autor fue Salomón. La evidencia en el libro mismo apunta a Salomón.

(1) el autor ha «crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes» que él (Ecl 1:16; 1Re 3:12);

(2) reúne para sí mismo «plata y oro, y tesoros preciados de reyes» (Ecl 2:8; 1Re 10:11-23);

(3) dice «compré siervos y siervas» en grandes cantidades (Ecl 2:7; 1Re 9:20-23);

(4) se embarcó en amplios proyectos constructivos (Ecl 2:4-6; 1Re 9:1-19);

(5) desarrolló una gran comprensión de las plantas, las aves y los fenómenos de la naturaleza (Ecl 2:4-7; 1Re 4:33);

(6) declaró: «no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque» (Ecl 7:20; 1Re 8:46); e

(7) «hizo escuchar, e hizo escudriñar, y compuso muchos proverbios» (Ecl 12:9; 1Re 4:32).

No obstante, algunos eruditos argumentan que Salomón no es el autor. Apuntan a dos pasajes para construir su caso: Ecl 1:12 y Ecl 1:16. El tiempo pasado del verbo en Ecl 1:12. «Yo … fui rey sobre Israel en Jerusalén», puede llevar al lector a pensar que el autor ya no era rey cuando escribió su obra. Pero el verbo puede denotar un estado de acción que comienza en el pasado y continúa en el presente. Así, Ecl 1:12 podría traducirse por: «Yo he sido (y soy) rey. Asimismo, la frase en Ecl 1:16 sugiere que hubo muchos reyes en Jerusalén antes de Salomón. Dado que David fue el primer rey hebreo en Jerusalén, prosigue el argumento, el escritor debió vivir muchas generaciones después del tiempo de David. Con todo, debiéramos recordar que la historia de Jerusalén puede rastrearse hasta los primeros asentamientos cananeos. Podría muy bien incluirse entre los reyes de Jerusalén a Melquisedec (Gén 14:18), Adonisedec (Jos 10:1) y Abdi-Khepa (mencionado en las Cartas de Amarna), por nombrar sólo algunos. Por consiguiente, puede afirmarse razonablemente que Salomón es el autor de este maravilloso aunque atípico libro.

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Bosquejo

I. Prólogo Ecl 1:1-11

II. La búsqueda del bien supremo en la sabiduría y el placer Ecl 1:12-18; Ecl 2:1-26

A. La búsqueda de la sabiduría y el placer Ecl 1:12-18; Ecl 2:1-11

B. La comparación entre la sabiduría y el placer Ecl 2:12-26

III. La búsqueda del bien supremo en los negocios Ecl 3:1-22; Ecl 4:1-16; Ecl 5:1-20

A. La intervención de Dios en la búsqueda Ecl 3:1-22; Ecl 4:1-16; Ecl 5:1-20

B. La injusticia y perversidad humanas Ecl 3:16-22; Ecl 4:1-3

C. Las rivalidades humanas Ecl 4:4-8

D. Cinco ejemplos de un camino mejor: la cooperación Ecl 4:9-16

E. La adoración a Dios Ecl 5:1-7

F. La confianza en el Señor Ecl 5:8-20

IV. La búsqueda del bien supremo en la riqueza Ecl 6:1-12; Ecl 7:1-29; Ecl 8:1-15

A. La búsqueda de la riqueza Ecl 6:1-12

B. La búsqueda mezquina del dinero Ecl 7:1-29; Ecl 8:1-15

V. La conclusión de la búsqueda del bien supremo Ecl 8:16-17; Ecl 9:1-18; Ecl 10:1-20; Ecl 11:1-10; Ecl 12:1-8

A. La futilidad de la sabiduría Ecl 8:16-17; Ecl 9:1-6

B. La futilidad del placer Ecl 9:7-12

C. La futilidad de los negocios y sus recompensas Ecl 9:13-18; Ecl 10:1-20

D. El bien supremo en el uso juicioso y el disfrute de la vida presente Ecl 11:1-8

E. El bien supremo en la fe en la vida venidera Ecl 11:9-10; Ecl 12:1-7

VI. Epílogo Ecl 12:8

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

El título Predicador denota una función o una profesión. Literalmente significa: «aquel que convoca» o «aquel que reúne personas». De este modo la palabra se refiere a Salomón como una persona que convoca a una asamblea de sabios para investigar de una manera formal el sentido de la vida. Quizás sería mejor transliterar la palabra hebrea Qohelet antes que traducirla, porque parece ser el seudónimo de escritor de Salomón.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Introducción a Eclesiastés

Bosquejo

Título (Ecl 1:1)

I. Introducción: La vanidad general de la vida (Ecl 1:2-11)

II. La vanidad de la vida egoísta ilustrada por la experiencia personal (Ecl 1:12-18; Ecl 2:1-26)

A. La ineficacia de la sabiduría y la filosofía humanas (Ecl 1:12-18)

B. La futilidad del placer y la riqueza (Ecl 2:1-11)

C. La vanidad de los grandes logros (Ecl 2:12-17)

D. La desigualdad del trabajo duro (Ecl 2:18-23)

E. Conclusión: El gozo viene sólo de Dios (Ecl 2:24-26)

III. Varias reflexiones sobre las experiencias de la vida (Ecl 3:1-22; Ecl 4:1-16; Ecl 5:1-20; Ecl 6:1-12; Ecl 7:1-29; Ecl 8:1-17; Ecl 9:1-18; Ecl 10:1-20; Ecl 11:1-6)

A. Perspectivas sobre el orden creado (Ecl 3:1-22)

1. Tiempo creado para todo (Ecl 3:1-8)

2. La belleza de la creación (Ecl 3:9-14)

3. Dios es juez de todo (Ecl 3:15-22)

B. Experiencias vanas de la vida (Ecl 4:1-16)

1. La experiencia de la opresión (Ecl 4:1-3)

2. La obra competitiva (Ecl 4:4-6)

3. La falta de amigos (Ecl 4:7-12)

4. El no admitir consejo (Ecl 4:13-16)

C. Advertencias al lector (Ecl 5:1-20; Ecl 6:1-12)

1. Sobre el acercarse a Dios (Ecl 5:1-7)

2. Sobre la acumulación de posesiones (Ecl 5:8-20)

3. Sobre la vida y la muerte (Ecl 6:1-12)

D. Proverbios misceláneos sobre la sabiduría (Ecl 7:1-29; Ecl 8:1)

E. Asuntos de justicia (Ecl 8:2-17; Ecl 9:1-12)

1. Obediencia al rey (Ecl 8:2-8)

2. Crimen y castigo (Ecl 8:9-13)

3. El problema de la justicia verdadera (Ecl 8:14-17)

4. Justicia final para todos (Ecl 9:1-6)

5. El remedio de la fe (Ecl 9:7-12)

F. Más proverbios misceláneos sobre la sabiduría (Ecl 9:13-18; Ecl 10:1-20; Ecl 11:1-6)

IV. Exhortaciones finales (Ecl 11:7-10; Ecl 12:1-14)

A. Regocíjate en tu juventud (Ecl 11:7-10)

B. Acuérdate de Dios en tu juventud (Ecl 12:1-8)

C. Afórrate a un solo libro (Ecl 12:9-12)

D. Teme a Dios y guarda sus mandamientos (Ecl 12:13-14)

Autor : Salomón

Tema : La vanidad de la vida aparte de Dios Fecha: ca. 935 a.C.

Trasfondo

El título de este libro en el AT hebreo es qohelet (de heb. qaJial, «reunir en asamblea»); literalmente significa «uno que convoca una asamblea y se dirige a ella». Esta palabra ocurre siete veces en el libro (Ecl 1:1-2; Ecl 1:12; Ecl 7:27; Ecl 12:8-10) y por lo general se traduce «predicador» o «maestro». La palabra correspondiente en la Septuaginta es ekklesiastes, de la cual se deriva el título castellano Eclesiastés. Toda la obra, por lo tanto, es una serie de enseñanzas dadas por un orador famoso.

Se cree generalmente que el autor es Salomón, aunque su nombre no aparece en este libro como en Proverbios (e.g., Pro 1:1; Pro 10:1; Pro 25:1) y el Cantar de los Cantares de Salomón (cf. Cnt 1:1). Varios pasajes, sin embargo, sugieren su paternidad literaria.

(1) El autor se identifica como un hijo de David que fue rey en Jerusalén (Ecl 1:1; Ecl 1:12).

(2) Se refiere a sí mismo como el gobernante más sabio del pueblo de Dios (Ecl 1:16) y el escritor de muchos proverbios (Ecl 12:9).

(3) Su reino fue famoso por su riqueza y grandeza (Ecl 2:4-9). Todos estos elementos corresponden a la descripción bíblica del rey Salomón (cf. 1Re 2:9; 1Re 3:12; 1Re 4:29-34; 1Re 5:12; 1Re 10:1-8). Además, se sabe que Salomón en ocasiones reunía una asamblea de israelitas y se dirigía a ellos (e.g., 1Re 8:1). La tradición judía adscribe el libro a Salomón. Por otra parte, el hecho de que su nombre no se menciona de modo explícito en Eclesiastés (como en sus otros dos libros) puede sugerir que alguien más participó en la recopilación del libro. Es mejor considerar el libro como venido de la mano de Salomón, pero quizá recopilado en su forma actual por otra persona después de él, de manera semejante a como se recopilaron ciertas partes del libro de Proverbios (cf. Pro 25:1).

En el aspecto litúrgico, el libro de Eclesiastés llegó a ser uno de los cinco rollos de la tercera parte de la Biblia hebrea, los hagiógrafos («Escritos Santos»), cada uno de los cuales se leía en público cada año en una de las fiestas judías. La lectura de Eclesiastés se asignó a la fiesta de los Tabernáculos.

Propósito

Según la tradición judía, Salomón escribió el Cantar de los Cantares durante su juventud, Proverbios en su edad adulta, y Eclesiastés durante los últimos años de su vida. El efecto acumulativo de la decadencia espiritual de Salomón, la idolatría, y la vida de complacencia lo dejaron al fin desilusionado del placer y el materialismo como la manera de lograr la felicidad. Eclesiastés registra sus reflexiones cínicas acerca de la futilidad y vacuidad de la búsqueda de la felicidad en la vida aparte de Dios y su Palabra. Él había tenido riqueza, poder, honra, fama y placeres sensuales, en gran abundancia, pero al fin resultaron en futilidad y desilusión: «Vanidad de vanidades, todo es vanidad» (Ecl 1:2). Su propósito principal al escribir Eclesiastés pudo haber sido trasmitir, antes de morir, su testimonio y sus desengaños personales, a fin de que los demás, sobre todo los jóvenes, no cometieran los mismos errores. Él confirma para siempre la absoluta futilidad de basar los valores personales de la vida en las posesiones terrenales y la ambición. Aunque los jóvenes deben disfrutar de su juventud (Ecl 11:9-10), es más importante consagrarse a su Creador (Ecl 12:1) y resolverse a temer a Dios y guardar sus mandamientos (Ecl 12:13-14). Esa es la única senda al verdadero significado de la vida.

Visión panorámica

Es difícil proveer un análisis ordenado del contenido de Eclesiastés; ningún bosquejo relaciona con facilidad todos los versículos o párrafos. En cierta manera, Eclesiastés reza como extractos del diario de un filósofo durante los últimos años desilusionados de su vida. Comienza por declarar su tema subyacente de que toda la vida es vanidad y fastidio de espíritu (Ecl 1:1-11). La primera parte del libro es estrictamente autobiográfica; Salomón describe lo más destacado de su vida intensamente egoísta de riqueza, placer y éxito mundano (Ecl 1:12-18; Ecl 2:1-23). La búsqueda de la felicidad por esos medios había terminado para él en insatisfacción y vacuidad. La mayor parte del libro contiene una serie de pensamientos tomados al azar que subrayan la futilidad y perplejidad de la vida que no tiene a Dios en su centro. La vida «debajo del sol (una frase que ocurre veintiocho veces en el libro) es la vida vista por medio de los ojos de las personas no redimidas y se caracteriza por las desigualdades, las incertidumbres, los cambios incalculables de fortuna, y las violaciones de la justicia. Salomón puede hallar un significado fundamental en la vida sólo cuando mira «más allá del sol» a Dios. La búsqueda del placer es superficial e insensata; la juventud de uno es demasiado breve y la vida demasiado fugaz para desperdiciarla neciamente. La inconstancia de la vida y la certeza de la muerte vuelven a Salomón cínico acerca del propósito y los caminos de Dios. El libro concluye diciendo a los jóvenes que se acuerden de Dios en su juventud, para que no envejezcan con desengaños amargos y la triste tarea de dar cuenta a Dios de una vida malgastada.

Características especiales

Cinco aspectos o énfasis principales caracterizan Eclesiastés:

(1) Es un libro muy personal, pues el autor con frecuencia usa la forma verbal de primera persona del singular a través de los primeros diez capítulos.

(2) Mediante el pesimismo subyacente del autor, el libro revela que la vida aparte de Dios es incierta y llena de vanidad la palabra «vanidad» aparece 35 veces). Salomón observa con cinismo las distintas paradojas y perplejidades de la vida (véanse, e.g., Ecl 2:23 y Ecl 2:24; Ecl 8:12 y Ecl 8:13; Ecl 7:3 y Ecl 8:15).

(3) La esencia del consejo de Salomón en el libro ocurre en los últimos dos versículos: «Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre» (Ecl 12:13).

(4) El estilo literario del libro es incoherente; su vocabulario y sintaxis están entre el hebreo más difícil en el AT y no se acomodan con facilidad a ninguna era particular de la literatura hebrea.

(5) Contiene la alegoría más pintoresca de la Biblia acerca del envejecimiento de una persona (Ecl 12:2-7).

Cumplimiento en el Nuevo Testamento

Aunque sólo un pasaje de Eclesiastés se cita en el NT (Ecl 7:20 en Rom 3:10, sobre la universalidad del pecado), parece que hay varias alusiones: Ecl 3:17; Ecl 11:9; Ecl 12:14 en Mat 16:27; Rom 2:6-8; 2Co 5:10; 2Ts 1:6-7; Ecl 5:15 en 1Ti 6:7. Jesús recalcó la conclusión del autor acerca de la futilidad de la búsqueda de posesiones mundanas cuando dijo que:

(1) no se deben acumular tesoros en la tierra (Mat 6:19-21; Mat 6:24), y

(2) no tiene sentido ganar todo el mundo y perder el alma (Mat 16:26). El tema de Eclesiastés, es decir, que la vida aparte de Dios es vanidad y futilidad, prepara la escena para el mensaje de gracia del NT: El gozo, la salvación y la vida eterna vienen sólo como un regalo de Dios (cf. Jua 10:10; Rom 6:23).

De varias maneras, este libro preparó el camino para la revelación del NT a la inversa. Sus referencias frecuentes a la futilidad de la vida y la certeza de la muerte preparan al lector para la respuesta de Dios a la muerte y el juicio, es decir, la vida eterna por medio de Jesucristo. Como el hombre más sabio del AT fue incapaz de hallar respuestas satisfactorias a los problemas de la vida mediante su búsqueda de placeres egoístas, riqueza y acumulación de conocimientos, se debe buscar las respuestas en Aquel de quien el NT dice que es «más que Salomón» (Mat 12:42), es decir, en Jesucristo, «en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento» (Col 2:3).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

1. Preliminares, Vanidad de la Ciencia.

Título. Tema general (1:1-2).
1 Razones del Cohelet, hijo de David, rey de Jerusalén. 2 Vanidad de vanidades, dijo el Cohelet; vanidad de vanidades; todo es vanidad.

Comienza el prólogo del Eclesiastés presentando el título de la obra y el tema general o tesis fundamental de la misma. Aquél es enunciado en los términos: Razones del Cohelet, hijo de David, rey de Jerusalén. En la introducción dejamos indicada la significación del término Cohelet y hemos señalado la ficción literaria por la que el autor se presenta como el sabio rey Salomón. Por lo que al término con que se designa el contenido de la obra se refiere, ninguna versión mejor que la propuesta en el texto, dado que es un conjunto de sentencias y razonamientos con los que Cohelet intenta probar su tesis, que queda expresada en el repetido vanidad de vanidades del v.2. El término hebreo correspondiente significa soplo, hálito, vapor tenue que desaparece rápidamente, algo sin consistencia, sin duración. La repetición es un superlativo hebreo como cantar de los cantares o santo de los santos y significa suma vanidad. El dijo el sabio parece indicar se trata de una sentencia de Cohelet que introdujo un discípulo suyo, y el perfecto indicaría una acción que comienza y perdura, de modo que podría traducirse “doctrina de Cohelet.”
Vanidad de vanidades y todo vanidad es el pensamiento con que el Eclesiastés abre su libro, el que irá aplicando a lo largo del libro a aquellas cosas que prometen al hombre la felicidad, y con el que pondrá punto final a su obra. “Si los poderosos – comenta San Juan Crisóstomo -, los que gozan de autoridad, comprendieran la verdad que esta sentencia del sabio encierra, lo escribirían en todas las paredes y en sus mismos vestidos; en las portadas de sus casas la harían grabar. Porque son muchas las meras apariencias, las imágenes falsas que engañan a los incautos, es preciso recordar cada día este verso saludable, y en los banquetes y en las reuniones susurrarlo cada uno a su prójimo y escucharlo con gusto de él, porque realmente vanidad de vanidades y todo vanidad.”1 Vatablo añade que esta sola sentencia basta para condenar las opiniones de cuantos ponen su felicidad en cualquier cosa que no sea Dios 2.

Consideración Preliminar.

El hombre pasa, mientras la tierra y los elementos permanecen (1:3-11).
3 ¿Qué provecho obtiene el hombre de todo por cuanto se afana debajo del sol? 4 Pasa una generación y viene otra, pero la tierra es siempre la misma. 5 Sale el sol, se pone el sol y se apresura a llegar al lugar de donde vuelve a nacer. 6Tira el viento al mediodía, gira al norte, va siempre dando vueltas y retorna a sus giros. 7 Los ríos van todos al mar, y la mar no se llena; al lugar de donde ellos vinieron tornan de nuevo para volver a correr. 8Todas las cosas trabajan más que cuanto el hombre puede ponderar; no se sacia el ojo de ver ni se harta el oído de oír. 9Lo que fue, eso será; lo que ya se hizo, eso es lo que se hará; no se hace nada nuevo bajo el sol. 10Si de algo se dice: “Mira, esto es nuevo,” aun eso fue ya en los siglos anteriores a nosotros. 11No hay memoria de los antiguos, ni de los que vendrán después habrá memoria en los que serán después.

Sigue al título y enunciación del tema general esta consideración preliminar a sus observaciones sobre la vanidad de las cosas. La idea central de la misma parece ser la siguiente: las generaciones humanas pasan, mientras que la tierra permanece y los elementos de la naturaleza perseveran en un círculo monótono que los hace volver, recorrido su camino, al punto de partida para volver a recorrer aquél; y esto de una manera indefinida, de modo que en realidad no hay nada nuevo bajo el sol. Cierto que las generaciones se suceden unas a otras; pero los hombres, que son los que viven y buscan ansiosamente la felicidad, duran un día y mueren para no volver. No pueden, por lo mismo, contemplar más que el presente; ignoran el pasado y el porvenir, que no pueden, en consecuencia, ordenar a su propio gusto en orden a conseguir la felicidad.
A la pregunta con que comienza la perícopa: ¿Qué provecho obtiene el hombre por cuanto se afana debajo del sol? da todo el libro la respuesta negativa que ella deja ya entrever. No quiere decir el autor que todo esfuerzo del hombre sea completamente inútil. Expresiones como ésta han de ser tomadas con cierta reserva, dado que él mismo, razonando después, se encarga de mitigarlas. Por lo demás, advirtamos ya desde el principio, con Girotti, que, si Dios daba al Eclesiastés, y con él a los hombres de su tiempo, la sensación intensa de la vanidad del mundo presente, era sólo para despertar en ellos el anhelo por otro más estable y duradero, y si le invitaba a reflexionar sobre la incapacidad de las cosas de la tierra para proporcionar la verdadera felicidad que el corazón humano ansia, era para irlos preparando a la revelación de los bienes ultraterrenos en que aquélla se encuentra 3. Y, en efecto, constata el autor con cierto dejo de amargura el hecho de que los hombres se encuentren en continuo caminar hacia su ocaso, para dejar sus bienes a los venideros, mientras que la tierra, creada precisamente para él, permanece, gozando el señor de menor estabilidad que la servidora. “¿Puede haber mayor vanidad que ésta – exclama San Jerónimo -, que perdure la tierra, creada por causa del ser humano, y el ser humano, señor de la tierra, se convierta tan presto en polvo?” Evidentemente no se trata en este verso de la inmovilidad local de la tierra respecto del sol, que afirmaban los antiguos, ni, por supuesto, de su eternidad, como podía dar lugar a entender la versión de la Vulgata: “in aeternum” – cosas de que prescinde Cohelet aquí -, sino sencillamente de la permanencia en su duración frente a las generaciones que pasan. No fue oportuno aducir este texto contra Galileo.
Los tres versos siguientes presentan otros tantos elementos de la naturaleza que, estando en continuo y uniforme movimiento, perseveran lo mismo que la tierra. Así, el sol sale por oriente, cubre su carrera sobre el firmamento y desaparece en occidente. Pero a través de sendas misteriosas desconocidas para los antiguos volvía al punto de origen para emprender al día siguiente idéntica carrera. Pensaban ellos que el sol durante la noche retornaba a su lugar de origen a través de caminos subterráneos, como afirma el Targum. También el viento se dirige hacia el sur, vuelve hacia el norte para dirigirse de nuevo al mediodía, sujeto a la misma actividad monótona e incesante del sol. Igualmente los ríos: corren mansa o presurosamente hacia el mar, sin que éste jamás se llene; de donde vinieron las aguas de allí surgen de nuevo para mantener su incesante carrera hacia el océano. La idea principal de estos versos no es la vanidad de estos elementos, que han de comenzar siempre de nuevo su actividad como si nada hubieren hecho, que sería secundaria en este pasaje, sino desarrollar el pensamiento del v.4, haciendo resaltar más la caducidad del hombre, que vive un día y muere para no volver jamás, con la permanencia de la tierra y los elementos de la naturaleza, que en su movimiento continuo perseveran perpetuamente.
Todas estas cosas y otras que podría enumerar, desarrollan una actividad incesante mayor que cuanto el hombre, que ha de entremezclar el trabajo con el descanso, puede ponderar. Pero también con la actividad humana ocurre algo parecido: el hombre lleva impreso en su alma el deseo de saber, y su ojo no se sacia de ver ni su oído de oír, de modo que también se da en el hombre, en cierto sentido, esa repetición indefinida de una misma actividad. Los autores de vida espiritual utilizan estos pensamientos para probar que las cosas materiales no pueden llenar el alma, que, cuando las comprende con la inteligencia o las posee con el corazón, jamás queda saciada. San Agustín lo expresó magistralmente en sus Soliloquios: “Cuando el alma desea la criatura, tiene un hambre continua, porque, aunque llegue a conseguir lo que desea de las criaturas, permanece insaciada, pues nada hay que pueda llenarla sino tú, Señor, a cuya imagen fue creada.”4
Lo que antes ha expresado con ejemplos lo formula ahora en un principio general: lo que fue, eso será, que algunos refieren a los fenómenos naturales; lo que ya se hizo, eso es lo que se hará, que los mismos entienden de las acciones del hombre; no se hace nada nuevo bajo el sol (v.8), que comprende unos y otras y resume la idea central de la perícopa que sirve de base a su razonamiento. Es claro que la frase no ha de entenderse en un sentido absoluto, sino que se aplica sólo a ese conjunto de fenómenos y hechos que se desarrollan conforme a leyes uniformes y monótonas a que antes ha aludido. Pero muchas veces oímos decir: “He aquí una cosa nueva.” Así lo parece, mas en realidad no es así. Todo aquello que nos causa maravilla por su supuesta novedad, ha tenido lugar ya en tiempos anteriores. El presente es una repetición del pasado, y el futuro lo será del presente. Y no sólo de las cosas, incluso de las generaciones humanas pasadas, no queda memoria en las que vienen después 5.

1 Paraenetica ad Eutropium. – 2 Citado por A Lapide, Commentaria in S. S. In Ecclesiasten et Canticurn Canticorum (París 1891) p.is. – 3 Sapienziali. Ecclesiaste (Marco M. Sales-G. Girotti, La Sacra Bibbia, VI) (Tu-rín 1938) p.139, a los v.2-3. – 4 Soliloquios 0.30. – 5 El texto hebreo dice rishomm. El masculino se refiere a las personas (Deu 19:14). El femenino designa las cosas antiguas (Isa 41:22; Isa 42:9; Isa 43:9.18; Isa 46:9). Interpretamos por ello, con la mayoría de los comentaristas, no de las cosas, como la Vulgata, sino de las generaciones humanas, lo que está más de acuerdo con el final del verso. – 6 1Re 3:12.16-28; 1Re 4:29-34; . – 7 No pésima, como traduce la Vulgata acentuando el pesimismo. – 8 Han discutido mucho los exegetas sobre la etimología del término hebreo re’úth, que no se encuentra en la Biblia fuera del Eclesiastés. Algunos lo derivan de r,” romper, quebrantar, y traducen quebranto, aflicción de espíritu (Peshita, Targum, Vulg.). Otros derivan de rá’áh, apacentar, e interpretan apacentarse de viento (Símaco, Colunga); opinan algunos comentaristas que de ese sentido pasó al de “complacerse, rebuscar, pretender,” y tradujeron por deseo o persecución del viento (Delatre, Siecfried, Mcneile). Hay quienes creen que la raíz rá’ah significa propiamente “ir detrás, seguir,” por lo que traducen: “carrera tras el viento, persecución del viento” (Nowack, Zapletal). – 9 Cf. 12:3; Amo 8:5 (defectos físicos); Job 8:3; Job 24:12 (defectos morales). – 10 Es conocida la versión de San Jerónimo, que interpreta en sentido exclusivamente moral: difícilmente se corrigen los perversos y es infinito el número de los necios. Tradujo como masculinos los participios “torcido” y “falto”; suavizó la primera expresión y exageró la segunda., cuyo participio entendió “falto de mente.”

Cuerpo de la Obra (1:12-12:8).
Primera Parte (1:12-2:26).

Vanidad de la ciencia (1:12-18).
2 Yo, el Cohelet, he sido rey de Israel, en Jerusalén, 13 y apliqué mi mente a hacer con sabiduría investigaciones y pesquisas sobre todo cuanto hay bajo los cielos. Es una dura labor dada por Dios a los hijos de los hombres, para que en ella se ocupen. 14 Miré todo cuanto se hace debajo del sol, y vi que todo era vanidad y apacentarse de viento. 15 Lo torcido no puede enderezarse, y lo que falta no se puede contar. 16 Y dije para mí: Heme aquí engrandecido y crecido en sabiduría, más que cuantos antes de mí fueron en Jerusalén, y hay en mi mente mucha ciencia y sabiduría. 17 Di, pues, mi mente a conocer la sabiduría y la ciencia y a entender la locura y los desvarios, y vi que también esto es apacentarse de viento, 18 pues donde hay mucha ciencia hay mucha molestia, y creciendo el saber crece el dolor.

Una mirada superficial sobre el mundo y sobre la misma vida y actividad humana convence de la vanidad de las cosas en orden a proporcionar al hombre su plena felicidad. Tal vez una más atenta consideración de las mismas, un estudio más profundo y filosófico, pueda penetrar en las leyes que rigen los acontecimientos y disponerlos en orden a conseguir aquélla. Para ello Cohelet somete a examen todas aquellas cosas en las que el hombre suele buscar su gozo y satisfacción, comenzando por la ciencia. Mediante una ficción literaria que dejamos consignada al tratar la “atribución salomónica” del libro, el Eclesiastés se presenta de nuevo como rey de Israel en Jerusalén. La razón es clara: Salomón pasó a la posteridad como el tipo de rey sabio por excelencia 6 y había tenido oportunidad como nadie de experimentar si la sabiduría puede dar al hombre o no la suprema felicidad. En su búsqueda afirma haberse dado a la ciencia, no precisamente a la sabiduría que investiga las últimas causas de las cosas, sino a la sabiduría práctica, que investiga las leyes que regulan la actividad humana, y cuyo conocimiento le permitiría orientarla siempre certeramente hacia el éxito. Pero pronto cayó en la cuenta de que ello supone una labor dura, que exige mucho esfuerzo7. No hay en la afirmación queja alguna contra Dios; jamás Cohelet deja escapar una palabra contra El. Por lo demás, si esa ocupación resulta penosa, no lo es por voluntad antecedente de Dios, sino consiguiente al pecado original, en que el hombre, por su culpa, perdió el clon de ciencia, con lo que el Señor quiso dejar muchas cosas ocultas a la inteligencia humana con el fin de que así reconociese su impotencia y se humillase ante su Creador. Pero, además de penosa, tal investigación resulta vana e ineficaz, lo que expresa el autor con una fórmula sumamente gráfica: la actividad del hombre por alcanzar la sabiduría que le pudiera conducir a la felicidad plena es vanidad y persecución del viento: si quiero con mi mano coger el aire, éste escapa de entre ella, resultando inútil tal pretensión 8. Así de ineficaces son los esfuerzos del hombre en la búsqueda de la ciencia propuesta. Lo explica Cohelet todavía con un proverbio: Lo torcido no puede enderezarse, ni lo que falta puede contarse (v.15). La primera expresión podría entenderse de los defectos físicos y de los morales, dado que el término hebreo puede significar unos y otros 9. La segunda significa que lo que carece de existencia no puede contarse; contar es para el semita algo positivo que no puede verificarse sobre lo que no existe. La idea es en ambos casos la misma: los esfuerzos del hombre no pueden corregir los defectos inherentes a las cosas creadas, y menos todavía crear lo que les falta. Se trata de esas innumerables deficiencias que, como consecuencia del pecado original, advertimos en el orden físico y en el orden moral, respecto de las cuales nada podemos nosotros hacer 10.
Hasta aquí Cohelet ha considerado las cosas del mundo y la actividad humana, teniendo como instrumento de investigación su sabiduría, encontrándolo todo vano. Ahora va a reflexionar sobre su propia sabiduría, que afirma mayor que la de cuantos le precedieron en Jerusalén, conforme a la ficción literaria antes indicada, si es que no se trata de una expresión hecha para poner de relieve la grandeza de su ciencia y sabiduría, dado que a Salomón sólo precedieron en el trono Saúl y David. La ciencia podría designar el conocimiento práctico, por el que distinguimos el bien del mal, y la sabiduría el especulativo, que investiga el conocimiento de las causas. También podría tratarse de dos términos sinónimos, cuya repetición tendría por objeto poner más de manifiesto la amplitud de los conocimientos de Cohelet. Y, no contento con esto, el Eclesiastés, en su afán de profundizar en sus investigaciones, se ha dado a la locura y la necedad (v.17), pues las cosas se ilustran mejor con la consideración de sus contrarias, y así el conocimiento de éstas le dará un mejor discernimiento entre la sabiduría y la necedad, con la consiguiente mejor apreciación de aquélla. Pero también sobre ella Cohelet hace recaer su juicio inexorable: persecución del viento. Y da la razón: donde hay mucha ciencia hay mucha molestia. Para saber poco, dice el proverbio vulgar, es preciso estudiar mucho, y la experiencia constata que apenas hay proporción entre el esfuerzo que el estudio supone y los frutos intelectuales que aquél reporta. Por lo demás, cuanto más se investiga, más se descubre la ignorancia en que nos encontramos tanto respecto de los múltiples misterios de la naturaleza física como los que encierra el orden religiosa. Y “una ciencia siempre imperfecta – escribe el P. Colunga -, que ofrece más dificultades angustiosas que soluciones tranquilizadoras, es molesta para el hombre.” Así concluye su primer razonamiento Cohelet. Después volverá sobre estas mismas ideas, temperando un poco estas expresiones duras, que no pueden entenderse en todo su rigor, sino que han de ser interpretadas en el contexto de todo el libro.

Fuente: Biblia Comentada

El libro de Eclesiastés

Título

El título en español, Eclesiastés, viene de las traducciones griega y latina del libro de Salomón. La LXX usó el término griego ekkle-siaste-s para su título. Quiere decir «predicador», derivado de la palabra ekkle-sia, traducida «asamblea» o «congregación» en el NT. El título tanto de la versión griega como de la latina deriva del título hebreo, Qoheleth, que quiere decir «uno que llama o congrega» al pueblo. Se refiere al que se dirige a la asamblea; de aquí, el predicador (cp. Ecl 1:1-2; Ecl 1:12; Ecl 7:27; Ecl 12:8-10). Junto con Rut, Cantar de los cantares, Ester y Lamentaciones, Eclesiastés es parte de los libros del AT del Megillot o «cinco rollos». Más adelante los rabinos leían estos libros en la sinagoga en cinco ocasiones especiales durante el año. Eclesiastés se leía en Pentecostés.

Autor y fecha

El perfil autobiográfico del escritor del libro sin duda alguna apunta a Salomón. La evidencia abunda: 1) el título encaja con Salomón, «hijo de David, rey en Jerusalén» (Ecl 1:1) y «rey sobre Israel en Jerusalén» (Ecl 1:12); 2) la odisea moral del autor relata la vida de Salomón (1Re 2:1-46; 1Re 3:1-28; 1Re 4:1-34; 1Re 5:1-18; 1Re 6:1-38; 1Re 7:1-51; 1Re 8:1-66; 1Re 9:1-28; 1Re 10:1-29; 1Re 11:1-43); y 3) el papel de uno que «enseñó sabiduría al pueblo» y escribió «muchos proverbios» (Ecl 12:9) corresponde a su vida. Todos estos apuntan a Salomón, el hijo de David, como el autor.

Una vez que Salomón es aceptado como el autor, la fecha y ocasión se vuelven claras. Salomón lo escribió probablemente en sus últimos años (no más tarde de alrededor el 931 a.C.), primordialmente para advertir a los jóvenes de su reino, sin omitir a otros. Él les advirtió que evitaran caminar en la vida por el camino de la sabiduría humana; él los exhortó a vivir por la sabiduría revelada de Dios (Ecl 12:9-14).

Contexto histórico

La reputación de Salomón por poseer sabiduría extraordinaria encaja con el perfil de Eclesiastés. David reconoció la sabiduría de su hijo (1Re 2:6; 1Re 2:9) antes de que Dios le diera a Salomón una medida adicional. Después de que recibió un corazón «sabio y entendido» del Señor (1Re 3:7-12), Salomón ganó renombre por ser inmensamente sabio al emitir decisiones (1Re 3:16-28), una reputación que atrajo a «todos los reyes de la tierra» a sus cortes (1Re 4:34). Además, él compuso canciones y proverbios (1Re 4:32; cp. Ecl 12:9), actividad para la cual estaban calificados solo los mejores sabios. La sabiduría de Salomón, tal como la riqueza de Job, sobrepasó la sabiduría «de todos los orientales» (1Re 4:30; Job 1:3).

El libro es aplicable a todos los que escuchen y se beneficien, no tanto de las experiencias de Salomón, sino de los principios que extrajo como resultado. Su objetivo consiste en responder a algunas de las preguntas más desafiantes de la vida, particularmente donde parecen ser contrarias a las expectativas de Salomón. Esto ha llevado a que algunos, no sabiamente, tomen la perspectiva de que Eclesiastés es un libro de escepticismo. Pero a pesar de la conducta y la manera de pensar asombrosamente no sabias, Salomón nunca dejó su fe en Dios (Ecl 12:13-14).

Temas históricos y teológicos

Tal como es verdad con la mayoría de la literatura bíblica de sabiduría, poca narración histórica se lleva a cabo en Eclesiastés, fuera del peregrinaje personal de Salomón. El sabio real estudió la vida con grandes expectativas pero repetidamente lamentó sus fracasos, los cuales él reconoció que se debían a la maldición (Gén 3:14-19). Eclesiastés representa la dolorosa autobiografía de Salomón quien, durante gran parte de su vida, desperdició las bendiciones de Dios en su placer personal en lugar de la gloria de Dios. Él escribió con el objetivo de advertir a las generaciones siguientes para que no cometieran el mismo error trágico, en gran parte de la misma manera en la que Pablo escribió a los corintios (cp. 1Co 1:18-31; 1Co 2:13-16).

La palabra clave es «vanidad», la cual expresa el intento fútil por estar satisfecho de manera independiente de Dios. Esta palabra es usada treinta y siete veces expresando las muchas cosas difíciles de entender acerca de la vida. Todas las metas y las ambiciones terrenales, cuando son buscadas como fin en sí mismas, únicamente producen vacío. Pablo probablemente estaba haciendo eco de la insatisfacción de Salomón cuando escribió: » … la creación fue sujetada a vanidad» (la «vanidad» de Salomón; Rom 8:19-21). La experiencia de Salomón con los efectos de la maldición (vea Gén 3:17-19) lo llevaron a ver la vida como «perseguir el viento».

Salomón preguntó: «¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo … ?» (Ecl 1:3), una pregunta que él repitió en el Ecl 2:24 y en el Ecl 3:9. El rey sabio enfocó una considerable porción del libro a dirigirse a este dilema. La imposibilidad de descubrir tanto las operaciones internas de la creación de Dios como la providencia personal de Dios en la vida de Salomón también fueron profundamente problemáticas para el rey, como lo fueron para Job. Pero la realidad del juicio para todos, a pesar de muchos elementos desconocidos, emergió como la gran certeza. A la luz de este juicio por parte de Dios, la única vida de satisfacción es la que es vivida en reconocimiento apropiado de Dios y servicio a Él. Cualquier otro tipo de vida es frustrante y sin sentido.

Un equilibrio apropiado del tema preeminente de «disfruta la vida» con el del «juicio divino» dirije al lector hacia el Dios de Salomón con el cordón seguro de la fe. Por un tiempo, Salomón sufrió por el desequilibrio de tratar de disfrutar la vida sin considerar el temor del juicio de Yahweh sosteniéndolo en el camino de la obediencia. Finalmente, él llegó a entender la importancia de la obediencia. Los resultados trágicos de la experiencia personal de Salomón, junto con el entendimiento de una sabiduría extraordinaria, hacen de Eclesiastés un libro a partir del cual todos los creyentes pueden ser advertidos y crecer en su fe (cp. Ecl 2:1-26). Este libro muestra que si una persona percibe cada día de existencia, trabajo y provisión básica como un regalo de Dios, y acepta lo que Dios le da, entonces esa persona vive una vida abundante (cp. Jua 10:10). No obstante, uno que busca estar satisfecho fuera de Dios vivirá con futilidad independientemente de lo que acumule.

Retos de interpretación

La declaración del autor de que «todo es vanidad» encierra el mensaje primario del libro (cp. Ecl 1:2; Ecl 12:8). La palabra traducida «vanidad» es usada por lo menos en tres maneras a lo largo del libro. En cada caso, ve la naturaleza de la actividad del hombre «bajo el sol» como: 1) «pasajera», lo cual considera la naturaleza transitoria de la vida, semejante al vapor (cp. Stg 4:14); 2) «fútil» o «sin significado», lo cual se enfoca en la condición maldecida del universo y los efectos debilitadores que tiene sobre la experiencia terrenal del hombre; o 3) «incomprensible» o «enigmática», lo cual considera las preguntas sin respuesta de la vida. Salomón emplea estos tres significados en Eclesiastés.

Mientras que en cada caso el contexto determinará en cuál significado se está enfocando Salomón, el significado de vanidad que más se repite es «incomprensible» o «imposible de conocer», refiriéndose a los misterios de los propósitos de Dios. La conclusión de Salomón de «Teme a Dios, y guarda sus mandamientos» (Ecl 12:13-14) es más que el resumen del libro. Es la única esperanza de la buena vida y la única respuesta razonable de fe y obediencia al Dios soberano. Él lleva a cabo de manera precisa todas las actividades debajo del sol, cada una de ellas a su tiempo de acuerdo a su plan perfecto, pero también revela únicamente tanto como su sabiduría perfecta dicta y hace responsables a todos los hombres. Aquellos que se niegan a tomar a Dios y a su Palabra seriamente están condenados a una vida de la vanidad más severa.

Bosquejo

El libro relata las investigaciones y conclusiones de Salomón con respecto a la obra de la vida del hombre, las cuales combinan toda su actividad y resultados potenciales incluyendo satisfacción limitada. El papel de la sabiduría en experimentar éxito sale a la superficie de manera repetida, particularmente cuando Salomón debe reconocer que Dios no ha revelado todos los detalles. Esto lleva a Salomón a la conclusión de que los problemas primordiales de la vida después de la caída edénica involucran bendiciones divinas a ser disfrutadas y el juicio divino para el cual todos deben prepararse.

Bosquejo

I) Introducción (Ecl 1:1-11)

A) Título (Ecl 1:1)

B) Poema: Una vida de actividad que parece cansada (Ecl 1:2-11)

II) La investigación de Salomón (Ecl 1:12-18; Ecl 2:1-26; Ecl 3:1-22; Ecl 4:1-16; Ecl 5:1-20; Ecl 6:1-9)

A) Introducción: El rey y su investigación (Ecl 1:12-18)

B) Investigación de búsqueda de placer (Ecl 2:1-11)

C) Investigación de sabiduría e insensatez (Ecl 2:12-17)

D) Investigación de trabajo y recompensas (Ecl 2:18-26; Ecl 3:1-22; Ecl 4:1-16; Ecl 5:1-20; Ecl 6:1-9)

1. Uno tiene que dejárselas a otro (Ecl 2:18-26)

2. Uno no puede encontrar el tiempo correcto para actuar (Ecl 3:1-22; Ecl 4:1-6)

3. Uno frecuentemente debe trabajar solo (Ecl 4:7-16)

4. Uno puede fácilmente perder todo lo que adquiere (Ecl 5:1-20; Ecl 6:1-9)

III) Las conclusiones de Salomón (Ecl 6:10-12; Ecl 7:1-29; Ecl 8:1-17; Ecl 9:1-18; Ecl 10:1-20; Ecl 11:1-10; Ecl 12:1-8)

A) Introducción: El problema de no saber (Ecl 6:10-12)

B) El hombre no siempre puede descubrir que ruta es la más exitosa que él puede tomar porque su sabiduría es limitada (Ecl 7:1-29; Ecl 8:1-17)

1. De la prosperidad y adversidad (Ecl 7:1-14)

2. De la justicia e impiedad (Ecl 7:15-24)

3. De las mujeres y la insensatez (Ecl 7:25-29)

4. Del hombre sabio y el rey (Ecl 8:1-17)

C) El hombre no sabe lo que vendrá después de él (Ecl 9:1-18; Ecl 10:1-20; Ecl 11:1-6)

1. Él sabe que morirá (Ecl 9:1-4)

2. Él no tiene conocimiento en la tumba (Ecl 9:5-10)

3. Él no conoce su tiempo para morir (Ecl 9:11-12)

4. Él no sabe lo que sucederá (Ecl 9:13-18; Ecl 10:1-5)

5. Él no sabe qué mal vendrá (Ecl 10:16-20; Ecl 11:1-2)

6. Él no sabe qué bien vendrá (Ecl 11:3-6)

D) El hombre debe disfrutar la vida, pero no el pecado, porque el juicio vendrá sobre todos (Ecl 11:7-10; Ecl 12:1-8)

IV) El consejo final de Salomón (Ecl 12:9-14)

ANEXOS.

Las «vanidades» de Eclesiastés (Ecl 1:2 ; Ecl 12:8 )

Referencia
1. Sabiduría humana Ecl 2:14-16
2. Esfuerzo humano Ecl 2:18-23
3. Logro humano Ecl 2:26
4. Vida humana Ecl 3:18-22
5. Rivalidad humana Ecl 4:4
6. Sacrificio humano egoísta Ecl 4:7-8
7. Poder humano Ecl 4:16
8. Avaricia humana Ecl 5:10
9. Acumulación humana Ecl 6:1-12
10. Religión humana Ecl 8:10-14

___________

Salomón reflexiona en Génesis
Cerca del fin de su vida, el rey Salomón penitente ponderó la vida a la luz de la caída y la manifestación del pecado del hombre. Salomón llegó a las siguientes conclusiones, posiblemente a partir de su propio estudio de Génesis: 1. Dios creó los cielos y la tierra con leyes de diseño y regularidad (Ecl 1:2-7; Ecl 3:1-8; cp. Gén 1:1-31; Gén 8:22). 2. El hombre es creado del polvo y regresa al polvo (Ecl 3:20; Ecl 12:7; cp. Gén 2:7; Gén 3:19). 3. Dios colocó su aliento que da vida en el hombre (Ecl 12:7; cp. Gén 2:7). 4. Tal como Dios lo ordenó, el matrimonio es una de las bendiciones que más se disfruta en la vida (Ecl 9:9; cp. Gén 2:18-25). 5. El juicio divino es el resultado de la caída (Ecl 3:14-22; Ecl 11:9; Ecl 12:14; cp. Gén 2:17; Gén 3:1-19). 6. El efecto de la caída en la creación es «vanidad», esto es, futilidad (Ecl 1:5-8; cp. Gén 3:17-19). 7. El trabajo después de la caída es difícil y produce poca utilidad (Ecl 1:3; Ecl 1:13; Ecl 2:3; Ecl 3:9-11; cp. Gén 3:17-19). 8. La muerte alcanza a todas las criaturas después de la caída (Ecl 8:8; Ecl 9:4-5; cp. Gén 2:17; Gén 3:19). 9. Después de la caída, el corazón del hombre es perverso por completo (Ecl 7:20; Ecl 7:29; Ecl 8:11; Ecl 9:3; cp. Gén 3:22; Gén 6:5; Gén 8:21). 10. Dios retiene cierto conocimiento y sabiduría del hombre por razones sabias, pero no expresadas, que Él tiene (Ecl 6:12; Ecl 8:17; cp. Gén 3:22).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Palabras. Los temas del libro son las cuestiones cruciales de la fe de Salomón. Se parecen al tema de los Sal 39:1-13; Sal 49:1-20. del Predicador. El título de uno que reúne a la asamblea para dar enseñanza. Vea la Introducción: Título.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Nota del editor; Esta sección pertenece LA ETAPA DEL REINO UNIDO (1 de Samuel 8-31; 2 de Samuel; 1 de Reyes 1-11; 1 de Crónicas; 2 de Crónicas 1-9; Salmos; Proverbios; Eclesiastés; Cantar de los Cantares)

III. El libro de Eclesiastés.

Introducción:

1. El significado de la palabra es «predicador», uno que habla o se dirige a una asamblea.

2. El propósito del libro:

a. «Eclesiastés tuvo como propósito convencer a los hombres de la inutilidad de toda perspectiva o punto de vista que no esté situada por encima del horizonte del hombre mismo. Pronuncia el veredicto “vanidad de vanidades” sobre cualquier filosofía de la vida que considere al mundo creado y al placer humano como un fin en sí mismos.» (Gleason L. Archer, Reseña crítica de una Introducción al A.T, 2a ed., Editorial Portavoz, p. 523.)

b. «No es necesario alejarnos de la Biblia para encontrar una filosofía puramente humana de la vida. Dios nos ha dado en el libro de Eclesiastés el registro de todo lo que el pensamiento humano y la religión natural han podido descubrir concerniente al significado y la meta de la vida. Los argumentos del libro, por lo tanto, no son los argumentos de Dios, sino el relato que hace Dios de los argumentos del hombre. Esto explica por qué tales pasajes como Ecl 1:15, Ecl 2:24, Ecl 3:3-4, Ecl 3:8, Ecl 3:11, Ecl 3:19-20; Ecl 8:15 están en abierta contradicción con el resto de la Biblia.» (Henrietta Mears, Lo que nos dice la Biblia, Editorial Vida, p. 200.)

3. ¿Enseñó Salomón que no hay vida después de la muerte? La respuesta es ¡no! (Véanse Ecl 3:16; Ecl 11:9; Ecl 12:14.)

4. Las palabras clave en Eclesiastés son: hombre (usada cuarenta y siete veces), trabajo (treinta y seis), debajo del sol (treinta), y vanidad (treinta y siete).

5. El libro de Eclesiastés puede ser resumido mediante dos declaraciones, una hecha por un obrero que cuida del alcantarillado de Chicago, y la otra hecha por un conocido abogado agnóstico. Ambas declaraciones son en respuesta a preguntas sobre su filosofía personal de la vida.

«Hay una declaración en la Biblia que resume mi vida: “Toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado…”» (Luc 5:5). —Clarence Darrow

«He cavado la zanja para conseguir el dinero para comprar el alimento para recuperar las fuerzas para cavar la zanja.» —Obrero del Servicio de Alcantarillado y Desagües.

A. La búsqueda: Los problemas del hombre son expuestos (Ecl 1:1-182).

Salomón tiene dudas aun antes de empezar la búsqueda. En su opinión:

Todo parece tan vano (Ecl 1:2).

Las generaciones vienen y pasan, pero no parece que haya gran diferencia (Ecl 1:4).

Sale el sol y se pone, el viento va y viene, pero no parece que se llegue a ninguna parte ni se logre ningún propósito (Ecl 1:5-6).

Los ríos corren al mar, pero este nunca se llena. El agua vuelve otra vez a los ríos y de nuevo va al mar (Ecl 1:7).

Todo parece muy monótono y agotador (Ecl 1:8).

Ningún hombre parece satisfecho, independientemente de todo lo que haya visto y oído (Ecl 1:8).

La historia se repite continuamente, absolutamente nada nuevo ocurre bajo el sol (Ecl 1:9-10).

Todo lo que suceda hoy, sin importar lo que ocurra, habrá sido olvidado en cien años más (Ecl 1:11).

¿Era así la vida realmente en todas partes? ¿Podía un hombre sabio y rico encontrar, buscando a lo ancho y largo de la tierra, paz y propósito? Salomón lo intentó. Lo hizo diligentemente bebiendo con gran deseo en los siguientes pozos:

1. La sabiduría humana.

«Hablé en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia. Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de espíritu» (Ecl 1:16-17).

Salomón tuvo la capacidad natural de acumular y aplicar más conocimiento sobre hechos que ningún otro hombre (aparte de Cristo), pero concluye tristemente:

«Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor» (Ecl 1:18).

2. El placer (Ecl 2:1-3).

«La filosofía ha fracasado, dice el predicador, de modo que veamos qué ofrece la alegría. La música, el baile, el vino (no en exceso), los cuentos graciosos, el diálogo inteligente: ahora cultiva estas cosas. Vienen bufones al palacio, donde antes sólo cabía la seria filosofía. Las salas del palacio resuenan con risas y diversión.» (Henrietta C. Mears, Lo que nos dice la Biblia, p. 192, 193).

Pero la risa y el licor no podían bajo ningún concepto satisfacer el alma humana.

Notemos la triste conclusión del rey: «A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto?» (Ecl 2:2). (Véase también Ecl 8:15.)

3. El alcohol (Ecl 2:3).

«Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino…»

4. Los grandes proyectos de edificaciones (Ecl 2:4).

«Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas…»

Salomón intenta ahora llenar el vacío de su corazón lanzándose a un gran programa de obras públicas. Pronto se destacan en el paisaje palestino las siluetas de acueductos, estanques, palacios y grandes edificios. Los bufones palaciegos ceden el lugar a los arquitectos. Pero pronto también empieza a cansar aquella campaña de edificaciones y es poco a poco abandonada.

5. Los parques y jardines hermosos (Ecl 2:4 b – Ecl 2:5-6).

«Planté para mí viñas; me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto. Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles» (Ecl 2:4-6).

Repentinamente empezaron a surgir deliciosos jardines de flores exóticas y plantas tropicales. Jerusalén y sus alrededores florecieron como si fueran el huerto del Edén. Pero no pasó mucho tiempo sin que el cansancio y el desinterés malograra también esta ilusión.

6. La complacencia personal (Ecl 2:7).

«Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa…» (Ecl 2:7).

El rey tenía ahora un siervo para cada deseo. Pero nada podía satisfacer su anhelo de propósito y paz interior.

7. El sexo.

«Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas…» (1Re 11:3).

8. Las grandes riquezas.

«… también tuve posesión grande de vacas y ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén. Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias…» (Ecl 2:7-8).

9. El prestigio internacional.

«Y dijo [la reina de Sabá] al rey: Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; pero yo no lo creía, hasta que he venido, y mis ojos han visto que ni aun se me dijo la mitad; es mayor tu sabiduría y bien, que la fama que yo había oído» (1Re 10:6-7).

10. La crianza de ganado (Ecl 2:7).

Grandes rebaños de vacas, bueyes, ovejas, cabras y otros animales pastaban ahora en los verdes prados de Palestina. Pero aunque las pieles y las carnes de estos animales podían vestir y alimentar al hombre exterior, la persona interior permanecía desnuda y hambrienta.

11. La música (Ecl 2:8).

«… me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música.»

Pero la nota pérdida del contentamiento no se podía encontrar por medio de la música, por muy grande que fuera el talento de los músicos y bellas sus composiciones.

12. La literatura.

«Y compuso tres mil proverbios, y sus cantares fueron mil cinco» (1Re 4:32).

13. Las ciencias naturales.

«También disertó sobre los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que nace en la pared. Asimismo, disertó sobre los animales, sobre las aves, sobre los reptiles y sobre los peces» (1Re 4:33).

14. El poder militar.

«Además de esto, Salomón tenía cuarenta mil caballos en sus caballerizas para sus carros, y doce mil jinetes» (1Re 4:26).

«Hizo también el rey Salomón naves… en la ribera del mar Rojo…» (1Re 9:26).

B. La reflexión: Los problemas humanos son estudiados (Ecl 3:1-22Ecl 10:1-20).

Después de completar una jornada exhaustiva (y sin duda agotadora), Salomón vuelve a casa (Ecl 4:1) y reflexiona sobre sus viajes. Saca en conclusión que la vida aparte de Dios es:

1. Completamente vana (Ecl 2:11).

2. Llena de repetición (Ecl 3:1-8).

3. Saturada de aflicción (Ecl 4:1).

4. Dolorosa y frustrante (Ecl 2:17).

5. Incierta (Ecl 9:11-12).

6. Sin propósito (Ecl 4:2-3; Ecl 8:15).

7. Incurable (Ecl 1:15).

8. Injusta (Ecl 7:15; Ecl 8:14; Ecl 9:11; Ecl 10:6-7).

9. Está al nivel de la existencia animal (Ecl 3:19).

C. Lo mejor: La solución de los problemas del hombre (Ecl 11:1-10Ecl 12:1-14).

Salomón llega a la conclusión de que, incluso con Dios, la vida es un misterio, pero sin Dios es una horrible pesadilla. Por tanto, es mucho mejor para el hombre:

1. Encontrar a Dios cuanto antes en la vida (Ecl 11:9-10; Ecl 12:1-2).

2. Temer a Dios a lo largo de toda la vida (Ecl 12:13-14).

J. Vernon McGee resume los versículos Ecl 12:1-7 del capítulo Ecl 12:1-14 de la siguiente manera:

Versículo Ecl 12:2 : «Cuando la vista falla parece como si el sol, la luna y las estrellas se fueran oscureciendo. El tiempo vuela y una experiencia triste sigue a la otra; las nubes vuelven después de la lluvia.»

Versículo Ecl 12:3 : «Cuando temblarán los guardas de la casa» se refiere a las piernas. El anciano empieza a tambalearse. «Hombres fuertes» se refiere a los hombros que ya no pueden mantenerse derechos. «Muelas» se refiere a los dientes. «Los que miran por las ventanas» habla de pérdida de la vista.

Versículo Ecl 12:4 : La frase «puertas de afuera se cerrarán» indica que ya no se oye bien. «Por lo bajo del ruido de la muela» se refiere a la lengua. La voz de los ancianos pierde fuerza.

«Cuando se levantará a la voz del ave»: antes era necesario un despertador para despabilarlo, pero ahora el canto de un pájaro perturba su sueño.

«Todas las hijas del canto serán abatidas», se refiere a que ya no puede cantar en el coro porque le tiembla la voz y no puede mantener el tono.

Versículo Ecl 12:5 : «temerán de lo que es alto», de las cosas que antes no le producían temor. «Habrá terrores en el camino», ya no disfruta de los viajes. «Florecerá el almendro», el pelo del anciano se está tomando gris, si es que no se le ha caído. «La langosta será una carga», aun las cosas pequeñas serán como una montaña. «Perderá el apetito», no tendrá deseo sexual. «Porque el hombre va a su morada eterna», la muerte está cerca.

Versículo Ecl 12:6 : «Cadena de plata», la espina dorsal.

«Cuenco de oro», la cabeza.

«El cántaro», los pulmones.

«La rueda», el corazón.

Fuente: Auxiliar Bíblico Portavoz

Nota del editor; Esta sección pertenece LA ETAPA DEL REINO UNIDO (1 de Samuel 8-31; 2 de Samuel; 1 de Reyes 1-11; 1 de Crónicas; 2 de Crónicas 1-9; Salmos; Proverbios; Eclesiastés; Cantar de los Cantares)

III. El libro de Eclesiastés.

Introducción:

1. El significado de la palabra es «predicador», uno que habla o se dirige a una asamblea.

2. El propósito del libro:

a. «Eclesiastés tuvo como propósito convencer a los hombres de la inutilidad de toda perspectiva o punto de vista que no esté situada por encima del horizonte del hombre mismo. Pronuncia el veredicto “vanidad de vanidades” sobre cualquier filosofía de la vida que considere al mundo creado y al placer humano como un fin en sí mismos.» (Gleason L. Archer, Reseña crítica de una Introducción al A.T, 2a ed., Editorial Portavoz, p. 523.)

b. «No es necesario alejarnos de la Biblia para encontrar una filosofía puramente humana de la vida. Dios nos ha dado en el libro de Eclesiastés el registro de todo lo que el pensamiento humano y la religión natural han podido descubrir concerniente al significado y la meta de la vida. Los argumentos del libro, por lo tanto, no son los argumentos de Dios, sino el relato que hace Dios de los argumentos del hombre. Esto explica por qué tales pasajes como Ecl 1:15, Ecl 2:24, Ecl 3:3-4, Ecl 3:8, Ecl 3:11, Ecl 3:19-20; Ecl 8:15 están en abierta contradicción con el resto de la Biblia.» (Henrietta Mears, Lo que nos dice la Biblia, Editorial Vida, p. 200.)

3. ¿Enseñó Salomón que no hay vida después de la muerte? La respuesta es ¡no! (Véanse Ecl 3:16; Ecl 11:9; Ecl 12:14.)

4. Las palabras clave en Eclesiastés son: hombre (usada cuarenta y siete veces), trabajo (treinta y seis), debajo del sol (treinta), y vanidad (treinta y siete).

5. El libro de Eclesiastés puede ser resumido mediante dos declaraciones, una hecha por un obrero que cuida del alcantarillado de Chicago, y la otra hecha por un conocido abogado agnóstico. Ambas declaraciones son en respuesta a preguntas sobre su filosofía personal de la vida.

«Hay una declaración en la Biblia que resume mi vida: “Toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado…”» (Luc 5:5). —Clarence Darrow

«He cavado la zanja para conseguir el dinero para comprar el alimento para recuperar las fuerzas para cavar la zanja.» —Obrero del Servicio de Alcantarillado y Desagües.

A. La búsqueda: Los problemas del hombre son expuestos (Ecl 1:1-182).

Salomón tiene dudas aun antes de empezar la búsqueda. En su opinión:

Todo parece tan vano (Ecl 1:2).

Las generaciones vienen y pasan, pero no parece que haya gran diferencia (Ecl 1:4).

Sale el sol y se pone, el viento va y viene, pero no parece que se llegue a ninguna parte ni se logre ningún propósito (Ecl 1:5-6).

Los ríos corren al mar, pero este nunca se llena. El agua vuelve otra vez a los ríos y de nuevo va al mar (Ecl 1:7).

Todo parece muy monótono y agotador (Ecl 1:8).

Ningún hombre parece satisfecho, independientemente de todo lo que haya visto y oído (Ecl 1:8).

La historia se repite continuamente, absolutamente nada nuevo ocurre bajo el sol (Ecl 1:9-10).

Todo lo que suceda hoy, sin importar lo que ocurra, habrá sido olvidado en cien años más (Ecl 1:11).

¿Era así la vida realmente en todas partes? ¿Podía un hombre sabio y rico encontrar, buscando a lo ancho y largo de la tierra, paz y propósito? Salomón lo intentó. Lo hizo diligentemente bebiendo con gran deseo en los siguientes pozos:

1. La sabiduría humana.

«Hablé en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia. Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de espíritu» (Ecl 1:16-17).

Salomón tuvo la capacidad natural de acumular y aplicar más conocimiento sobre hechos que ningún otro hombre (aparte de Cristo), pero concluye tristemente:

«Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor» (Ecl 1:18).

2. El placer (Ecl 2:1-3).

«La filosofía ha fracasado, dice el predicador, de modo que veamos qué ofrece la alegría. La música, el baile, el vino (no en exceso), los cuentos graciosos, el diálogo inteligente: ahora cultiva estas cosas. Vienen bufones al palacio, donde antes sólo cabía la seria filosofía. Las salas del palacio resuenan con risas y diversión.» (Henrietta C. Mears, Lo que nos dice la Biblia, p. 192, 193).

Pero la risa y el licor no podían bajo ningún concepto satisfacer el alma humana.

Notemos la triste conclusión del rey: «A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto?» (Ecl 2:2). (Véase también Ecl 8:15.)

3. El alcohol (Ecl 2:3).

«Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino…»

4. Los grandes proyectos de edificaciones (Ecl 2:4).

«Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas…»

Salomón intenta ahora llenar el vacío de su corazón lanzándose a un gran programa de obras públicas. Pronto se destacan en el paisaje palestino las siluetas de acueductos, estanques, palacios y grandes edificios. Los bufones palaciegos ceden el lugar a los arquitectos. Pero pronto también empieza a cansar aquella campaña de edificaciones y es poco a poco abandonada.

5. Los parques y jardines hermosos (Ecl 2:4 b – Ecl 2:5-6).

«Planté para mí viñas; me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto. Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles» (Ecl 2:4-6).

Repentinamente empezaron a surgir deliciosos jardines de flores exóticas y plantas tropicales. Jerusalén y sus alrededores florecieron como si fueran el huerto del Edén. Pero no pasó mucho tiempo sin que el cansancio y el desinterés malograra también esta ilusión.

6. La complacencia personal (Ecl 2:7).

«Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa…» (Ecl 2:7).

El rey tenía ahora un siervo para cada deseo. Pero nada podía satisfacer su anhelo de propósito y paz interior.

7. El sexo.

«Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas…» (1Re 11:3).

8. Las grandes riquezas.

«… también tuve posesión grande de vacas y ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén. Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias…» (Ecl 2:7-8).

9. El prestigio internacional.

«Y dijo [la reina de Sabá] al rey: Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; pero yo no lo creía, hasta que he venido, y mis ojos han visto que ni aun se me dijo la mitad; es mayor tu sabiduría y bien, que la fama que yo había oído» (1Re 10:6-7).

10. La crianza de ganado (Ecl 2:7).

Grandes rebaños de vacas, bueyes, ovejas, cabras y otros animales pastaban ahora en los verdes prados de Palestina. Pero aunque las pieles y las carnes de estos animales podían vestir y alimentar al hombre exterior, la persona interior permanecía desnuda y hambrienta.

11. La música (Ecl 2:8).

«… me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música.»

Pero la nota pérdida del contentamiento no se podía encontrar por medio de la música, por muy grande que fuera el talento de los músicos y bellas sus composiciones.

12. La literatura.

«Y compuso tres mil proverbios, y sus cantares fueron mil cinco» (1Re 4:32).

13. Las ciencias naturales.

«También disertó sobre los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que nace en la pared. Asimismo, disertó sobre los animales, sobre las aves, sobre los reptiles y sobre los peces» (1Re 4:33).

14. El poder militar.

«Además de esto, Salomón tenía cuarenta mil caballos en sus caballerizas para sus carros, y doce mil jinetes» (1Re 4:26).

«Hizo también el rey Salomón naves… en la ribera del mar Rojo…» (1Re 9:26).

B. La reflexión: Los problemas humanos son estudiados (Ecl 3:1-22Ecl 10:1-20).

Después de completar una jornada exhaustiva (y sin duda agotadora), Salomón vuelve a casa (Ecl 4:1) y reflexiona sobre sus viajes. Saca en conclusión que la vida aparte de Dios es:

1. Completamente vana (Ecl 2:11).

2. Llena de repetición (Ecl 3:1-8).

3. Saturada de aflicción (Ecl 4:1).

4. Dolorosa y frustrante (Ecl 2:17).

5. Incierta (Ecl 9:11-12).

6. Sin propósito (Ecl 4:2-3; Ecl 8:15).

7. Incurable (Ecl 1:15).

8. Injusta (Ecl 7:15; Ecl 8:14; Ecl 9:11; Ecl 10:6-7).

9. Está al nivel de la existencia animal (Ecl 3:19).

C. Lo mejor: La solución de los problemas del hombre (Ecl 11:1-10Ecl 12:1-14).

Salomón llega a la conclusión de que, incluso con Dios, la vida es un misterio, pero sin Dios es una horrible pesadilla. Por tanto, es mucho mejor para el hombre:

1. Encontrar a Dios cuanto antes en la vida (Ecl 11:9-10; Ecl 12:1-2).

2. Temer a Dios a lo largo de toda la vida (Ecl 12:13-14).

J. Vernon McGee resume los versículos Ecl 12:1-7 del capítulo Ecl 12:1-14 de la siguiente manera:

Versículo Ecl 12:2 : «Cuando la vista falla parece como si el sol, la luna y las estrellas se fueran oscureciendo. El tiempo vuela y una experiencia triste sigue a la otra; las nubes vuelven después de la lluvia.»

Versículo Ecl 12:3 : «Cuando temblarán los guardas de la casa» se refiere a las piernas. El anciano empieza a tambalearse. «Hombres fuertes» se refiere a los hombros que ya no pueden mantenerse derechos. «Muelas» se refiere a los dientes. «Los que miran por las ventanas» habla de pérdida de la vista.

Versículo Ecl 12:4 : La frase «puertas de afuera se cerrarán» indica que ya no se oye bien. «Por lo bajo del ruido de la muela» se refiere a la lengua. La voz de los ancianos pierde fuerza.

«Cuando se levantará a la voz del ave»: antes era necesario un despertador para despabilarlo, pero ahora el canto de un pájaro perturba su sueño.

«Todas las hijas del canto serán abatidas», se refiere a que ya no puede cantar en el coro porque le tiembla la voz y no puede mantener el tono.

Versículo Ecl 12:5 : «temerán de lo que es alto», de las cosas que antes no le producían temor. «Habrá terrores en el camino», ya no disfruta de los viajes. «Florecerá el almendro», el pelo del anciano se está tomando gris, si es que no se le ha caído. «La langosta será una carga», aun las cosas pequeñas serán como una montaña. «Perderá el apetito», no tendrá deseo sexual. «Porque el hombre va a su morada eterna», la muerte está cerca.

Versículo Ecl 12:6 : «Cadena de plata», la espina dorsal.

«Cuenco de oro», la cabeza.

«El cántaro», los pulmones.

«La rueda», el corazón.

Fuente: Auxiliar Bíblico Portavoz

INTRODUCCIÓN

1. Características literarias

El libro de Eclesiastés es una auténtica joya literaria que recoge las experiencias, reflexiones, consejos e invitaciones del sabio Cohélet y forma parte de la tercera gran colección de la Biblia Hebrea, los llamados Escritos. Dentro de ella y junto con Rt, Ct, Lm y Est, forma el pequeño conjunto de los (cinco) rollos (en hebreo meguillot). En la versión griega de los LXX (y posteriormente en la Vulgata latina) ocupó una posición diferente, entre Proverbios y Cantar, formando con ellos el conjunto de “libros salomónicos”.

El título Eclesiastés es la forma latinizada del griego ekklesiastés, que traduce el título hebreo Cohélet, nombre dado al supuesto autor del libro (Ecl 1:1; Ecl 1:12; Ecl 7:27; Ecl 12:8-10). Aunque se descarta que sea un nombre propio, sin embargo, no está claro si tal título corresponde a un sobrenombre o apodo, a un seudónimo o a un cargo o función, a saber, el que convoca o dirige una asamblea. No sabemos tampoco a qué tipo de “asamblea” (religiosa, política, profesional, etc.) se refiere el título, aunque podría tratarse de una escuela sapiencial (según parece sugerir Ecl 12:9). La identificación del autor como hijo de David (Ecl 1:1) y rey de Israel en Jerusalén (Ecl 1:12) hizo prosperar desde muy pronto la atribución del libro a Salomón. Hoy se acepta de forma unánime que tal identificación es un mero recurso literario que el autor explota sólo al principio de su obra (Ecl 1:1-18Ecl 2:1-26), pues a partir del cp. Ecl 3:1-22, abandona esta “ficción literaria” que la nota biográfica final (Ecl 12:9-14) también ignora.

El libro apenas ofrece datos seguros sobre la identidad del autor. Los leves indicios y las vagas alusiones dispersas por la obra y la breve nota biográfica final (Ecl 12:1-14; Ecl 9:1-18; Ecl 10:1-20) nos permiten deducir que Cohélet fue judío, conocedor de las tradiciones culturales y religiosas de su pueblo y sensible a las corrientes internacionales. Como un sabio profesional, se dedicó especialmente a la enseñanza y a la actividad literaria.

La variedad y alternancia de formas literarias presentes en el libro de Eclesiastés impide que podamos hablar de un solo género. Así se lo ha definido como testamento real (sobre todo en Ecl 1:1-18Ecl 2:1-26), tratado, ensayo, diatriba, instrucción, diario de reflexiones, etc. Cohélet conoce y usa formas y expresiones características de los escritos sapienciales, como el dicho simple o proverbio, el consejo, la instrucción y el relato didáctico breve. Entre las formas más peculiares y características del libro, hay que destacar el dicho truncado, el relato autobiográfico y la pregunta retórica. El llamado dicho truncado o distorsionado consiste en la alteración voluntaria de un dicho tradicional, poniendo de relieve al mismo tiempo su parte de verdad y su aspecto falible o cuestionable (ver Ecl 4:5-6). El relato autobiográfico aparece en la “ficción salomónica” (Ecl 1:1-18Ecl 2:1-26) y en otros lugares de la obra. La pregunta retórica le sirve a Cohélet para polemizar con la sabiduría tradicional. A menor escala aparecen otras formas también típicas como la anécdota, la parábola breve, la maldición y la bendición, alguna lista onomástica, etc.

Resulta llamativo el uso de la primera persona, tras la que el autor transmite sus experiencias de observación y reflexión y que da a todo el conjunto el aspecto de monólogo interior o de memoria; sólo ocasionalmente entra en escena la segunda persona a la que van dirigidos algunos consejos, advertencias y exhortaciones. Estrechamente vinculado a este rasgo aparece el uso predominante de verbos relacionados con la actividad sapiencial (mirar, ver, observar, buscar, descubrir, pensar, reflexionar, decir, etc.). Otro rasgo destacado es el predominio de la prosa, que se alterna con el verso y la prosa rítmica. Además de los tres poemas reconocidos (Ecl 1:4-11; Ecl 3:1-8; Ecl 12:1-7), encontramos amplias secciones de proverbios construidos en paralelismo y frecuentes repeticiones de palabras, frases, fórmulas fijas y estribillos que dan a toda la obra un aspecto cadencioso y unitario.

Entre el título (Ecl 1:1) y el apéndice (Ecl 12:9-14), probablemente añadido por algún discípulo, encontramos un doble marco y el cuerpo del libro. El doble marco está formado por el estribillo o “leitmotiv” (tema central) del libro (Ecl 1:2; Ecl 12:8) y dos poemas: uno sobre el devenir de la realidad (Ecl 1:4-11) y otro sobre el ocaso de la vida (Ecl 12:1-7), que hacen de prólogo y epílogo. El cuerpo del libro se extiende desde Ecl 1:12 hasta Ecl 11:10 y presenta algunas dificultades de división. Porque el autor da sensación de desorden: aborda temas que, aparentemente cerrados, vuelven a reaparecer más tarde para ser corregidos o matizados. Siguiendo la metodología del autor y algunos indicios literarios significativos, proponemos una división del cuerpo en cuatro partes, todas ellas estructuradas de forma parecida:

Título (Ecl 1:1)

I. — LAS QUIMERAS DEL SABIO (Ecl 1:2Ecl 2:26)

II. — EL TIEMPO Y LA MUERTE (Ecl 3:1-22Ecl 5:2-20)

III. — UN DESTINO COMÚN E IGNOTO (Ecl 6:1Ecl 9:10)

IV. — ANTE LA HORA FINAL (Ecl 9:11Ecl 12:8)

Epílogo sobre la obra de Cohélet (Ecl 12:9-14)

2. Contexto histórico de Eclesiastés

No es fácil determinar la época de composición del libro. La mayoría de los indicios lingüísticos (hebreo tardío — próximo al rabínico — , abundancia de arameísmos, vocabulario peculiar) y socio-culturales (posibles contactos con corrientes griegas, alusiones a determinadas formas de gobierno), así como el propio lugar del libro en la historia de las ideas (crisis ideológica y consiguiente ruptura con la tradición sapiencial judía y con las culturas circundantes) parecen apuntar al siglo III a. C. y, más concretamente, a la primera fase del proceso de helenización de Palestina, cuando aún no se han desatado las tensiones y enfrentamientos que culminarían en la rebelión macabea. Era conocido en Qumrán (hacia la mitad del siglo II a. C.) y, en cambio, tuvo problemas de aceptación canónica por parte de algunos círculos judíos.

También presenta dificultades la identificación del lugar de composición del libro. Con todo, y a pesar de los diversos intentos por situarlo en alguna comunidad judía de la diáspora, hay evidentes indicios que nos remiten a Palestina y, más concretamente, a Jerusalén. En resumen, el ambiente en que se mueven Cohélet y sus destinatarios es, muy presumiblemente, la Jerusalén del siglo III a. C.; cabe pensar particularmente en sus clases media y alta, acosadas por preocupaciones y contradicciones económicas, sociales y religiosas, que sin renegar de sus antiguas tradiciones religiosas y culturales han acogido las nuevas aportaciones del helenismo, contrastando la sabiduría autóctona israelita con el acervo sapiencial del antiguo Oriente Próximo.

Si bien el libro ofrece claros síntomas de ruptura con el movimiento sapiencial israelita y pone en cuestión los grandes principios y pretensiones de la sabiduría tradicional, no se puede entender el libro al margen de la corriente sapiencial de Israel y de las grandes tradiciones del AT. En efecto, Cohélet no sólo utiliza las formas literarias típicas de la literatura sapiencial, sino que también cita y asume determinados proverbios bien representativos de la sabiduría convencional. Igualmente, demuestra conocer los grandes temas de esta sabiduría: la creación, el orden del mundo, la justicia divina y la retribución intramundana, el valor y la utilidad de la sabiduría, del trabajo y de la religiosidad, la concepción de la muerte como último acto de la vida sin otra perspectiva ultramundana, etc. Además, Cohélet cita o alude a otras tradiciones bíblicas, como Gén 2:1-25Gén 3:1-24, y comparte una actitud de rechazo hacia la injusticia y la opresión muy parecida a la encontrada en Profetas, Salmos y Job.

La conclusión que se impone es que Cohélet, como sabio e hijo de su tiempo, estuvo abierto a determinadas corrientes culturales e ideológicas extrabíblicas (dado el carácter internacional del fenómeno sapiencial); pero, en cuanto sabio israelita, compartió la herencia legada por los sabios de Israel y con sus propias aportaciones contribuyó decisivamente al progreso y evolución de la tradición sapiencial.

3. Perspectivas teológicas

Cohélet parte de un interrogante programático: ¿Qué ganancia saca el ser humano de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? (Ecl 1:3 y paralelos); a partir de ahí, va encadenando sus reflexiones sobre los principales valores y pretensiones de la tradición sapiencial: sabiduría, trabajo, riqueza, hacienda, placeres, fama, religiosidad, justicia, dominio de la obra de Dios o descubrimiento de la ocasión propicia. En todas estas reflexiones subraya la cara negativa y los límites de estas realidades tradicionalmente valoradas como positivas y portadoras de sentido. Su diagnóstico, en abierta oposición a la sabiduría clásica, no puede ser más desalentador: el ser humano no logra en ello provecho o beneficio alguno, porque todo es ilusión, vanidad, vacío, absurdo; porque todo esfuerzo humano se demuestra estéril, a la postre; porque la muerte insoslayable se encarga de desmentir cualquier pretensión de superioridad de sabios, justos, ricos, seres humanos, respecto de sus opuestos necios, malvados, pobres, animales. De esta manera, hasta la doctrina de la retribución, tan sólida y ampliamente establecida en la sabiduría tradicional, queda radicalmente negada o, al menos, puesta en entredicho, como ya sucedía, desde perspectivas distintas, en el libro de Job.

Es verdad que Cohélet concede ciertas ventajas a la sabiduría sobre la necedad y la insensatez; al trabajo diligente sobre la pereza y el abandono; a la riqueza provechosa sobre la riqueza sin rentabilidad ni provecho; y a la religiosidad moderada sobre sus extremos, la impiedad o la beatería. Pero no pasan de ser consuelos menores, pues no dejan al individuo más resquicio que aferrarse a su “único bien”, la repetida “mínima felicidad” que la vida ofrece en contadas dosis, reconociendo que, a la postre, son don de Dios y una precaria recompensa a tantos trabajos, fatigas, sufrimientos y decepciones.

En cuanto a su concepto de Dios, hay que decir, de entrada, que Cohélet es creyente y que hace continuas referencias a Dios (32 veces en 12 capítulos). No es el Dios de las grandes tradiciones históricas y proféticas del AT; ni siquiera el de Job o el de los últimos libros sapienciales. El Dios de Cohélet es, ante todo, el creador del mundo, totalmente trascendente, distante e incluso escondido a la búsqueda ansiosa del ser humano. Desde esa clave, el autor nos habla de las obras de Dios, inaccesibles a los humanos; de su gobierno del tiempo y de la eternidad, que el simple mortal no logra desentrañar; de su juicio misterioso e impredecible sobre las acciones humanas, aunque sin perspectiva trascendente; y de los sencillos bienes que otorga, según su libre voluntad, como recompensa. Por ello, la actitud adecuada de la persona humana ha de consistir en el reconocimiento de la distancia existente entre criatura y Creador, en la aceptación de las propias limitaciones, en el agradecimiento sincero por los dones recibidos, en la permanente actualización de su memoria (Ecl 12:1) y en la religiosidad contenida en la noción de “respeto de Dios” (o “respeto a Dios”), fórmula esta con que hemos preferido traducir habitualmente la más clásica y literal de “temor de Dios”.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

— rey de Jerusalén: Lit. rey en Jerusalén. La doble identificación, hijo de David y rey, sólo es aplicable a Salomón, prototipo de rey sabio y rico, y da pie a la ficción que se desarrollará en los capítulos Ecl 1:1-18; Ecl 2:1-26.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Título

El heb. de Predicador es Qohelet, que es un participio heb. En relación con el significado ver la Introducción.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

1.1 El autor, Salomón (el «rey sobre Israel, en Jerusalén», véase 1.12) se refiere a sí mismo como el Predicador, o líder de la asamblea. Estaba tanto reuniendo a la gente para escuchar el mensaje, como recopilando dichos sabios (proverbios). Salomón, una persona de la Biblia que lo tuvo todo (sabiduría, poder, riquezas, honor, reputación, favor de Dios), fue el que habló sobre el vacío final de todo lo que este mundo tiene para ofrecer. Trató de destruir la confianza que la gente tenía en sus propios esfuerzos, habilidades y rectitud, y dirigirla hacia el compromiso con Dios como la única razón para vivir.1.1-11 Salomón tenía una razón para escribir en forma escéptica y pesimista. Cerca del final de su vida analizó todo lo que había hecho, y casi todo parecía sin sentido (vanidad). Era una creencia común que sólo los buenos prosperaban y que sólo los malos sufrían, pero esta demostró ser falsa en su experiencia. Salomón escribió este libro después de que lo intentó todo y de que logró mucho, sólo para descubrir que nada aparte de Dios lo había hecho feliz. Quería evitarles a sus lectores esta misma búsqueda sin sentido. Si tratamos de encontrar significado en nuestros logros en vez de encontrarlos en Dios, nunca estaremos satisfechos, y todo lo que tratemos de lograr se volverá tedioso y molesto.1.2 El reino de Salomón, Israel, estaba en su época de oro, sin embargo Salomón quería que el pueblo viera que el éxito y la prosperidad no duran mucho (Psa 103:14-16; Isa 40:6-8; Jam 4:14). Todos los logros humanos desaparecerán algún día, y debemos mantener esto en nuestra mente para poder vivir con sabiduría. Si no lo hacemos, nos podemos volver soberbios y autosuficientes cuando tengamos éxito o profundamente desilusionados cuando fracasemos. La meta de Salomón era mostrar que las posesiones terrenales y los logros a la larga carecen de sentido. Sólo la búsqueda de Dios nos proporciona verdadera satisfacción. Debemos incluirlo en todo lo que digamos, pensemos y hagamos.1.8-11 Mucha gente se siente intranquila e insatisfecha. Se pregunta: (1) si estoy dentro de la voluntad de Dios, ¿por qué me siento tan cansado e insatisfecho? (2) ¿Cuál es el significado de la vida? (3) Cuando mire hacia atrás, ¿me sentiré feliz con mis logros? (4) ¿Por qué me siento consumido, desilusionado, seco? (5) ¿Qué será de mí? Salomón pone a prueba nuestra fe, al retarnos para que encontremos el significado verdadero y perdurable únicamente en Dios. Si usted echa un vistazo severo a su vida, como lo hizo Salomón, verá cuán importante resulta el servicio a Dios sobre las otras opciones. Quizá Dios le está pidiendo que piense una vez más en su propósito y dirección en la vida como lo hizo Salomón en Eclesiastés.1.12-15 «Lo torcido no se puede enderezar» se refiere a la perplejidad y confusión final que tenemos por todas las preguntas acerca de la vida no contestadas. Salomón, al escribir acerca de su propia vida, descubrió que ni sus logros ni su sabiduría lo hicieron feliz. La verdadera sabiduría se encuentra en Dios y la verdadera felicidad viene cuando le agradamos a El.1.16-18 Mientras más entendimiento tenga, experimentará más sufrimiento y más dificultades. Por ejemplo, mientras más sepa, más imperfecciones verá alrededor de usted. Y mientras más observe, la maldad se hará más evidente. Cuando usted, como Salomón, quiera encontrar el significado de la vida, deberá estar listo para sentir más, pensar más, cuestionar más, sufrir más y hacer más. ¿Está listo para pagar el precio que exige la sabiduría?1.16-18 Salomón pone énfasis en dos tipos de sabiduría en el libro de Eclesiastés: (1) el conocimiento, razonamiento o filosofía humanos y (2) la sabiduría que proviene de Dios. En estos versículos Salomón está hablando acerca del conocimiento humano. Cuando el conocimiento humano deja fuera a Dios, sólo saca a relucir nuestros problemas debido a que no puede proporcionar las respuestas sin una perspectiva y una solución eternas de Dios.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

NOTAS

(1) Título “Eclesiastés.” Heb.: Qo·hé·leth. En heb. este libro deriva su nombre del participio activo del verbo qa·hál: “congregar; reunir en asamblea”. Aunque el término Qo·hé·leth es fem., el rey Salomón se lo aplicó a sí mismo en Ecl 1:1. Gr.: Ek·kle·si·a·stés; lat.: Lí·ber Ec·cle·si·á·stes.

(2) O: “que reúne en asamblea; que convoca”, M; LXXVg: “Eclesiastés”, es decir, miembro de una ecclesía (congregación; asamblea).

REFERENCIAS CRUZADAS

a 0 1Re 8:1; 1Re 8:22; 2Cr 5:2; Ecl 12:10

b 1 1Re 2:12; 2Cr 9:30

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

INTRODUCCIÓN AL LIBRO DE ECLESIASTÉS

AUTOR: Salomón

Fecha: ca. 935 a.C.

Título El título hebreo es Qohelet, que significa «el que reúne y habla a la congregación» o «un eclesiástico» o «predicador». El equivalente griego, Eclesiastés, también significa «predicador» y se deriva de la palabra «asamblea».

Paternidad literaria Si bien no se especifica que fuese Salomón, el autor se identifica a sí mismo como «el hijo de David, rey de Jerusalén» (Ecl 1:1). Las referencias en el libro a la indiscutible sabiduría del autor (Ecl 1:16), incomparable riqueza (Ecl 2:7), oportunidades de placer (Ecl 2:3) y la ejecución de obras de edificación (Ecl 2:4-6) todas señalan a Salomón, puesto que ningún otro descendiente de David reunió esos requisitos. La tradición judía de manera explícita dice que Salomón fue el autor. Siguiendo a Martín Lutero, muchos han abandonado el punto de vista tradicional de que Salomón fue el autor del libro sobre la premisa de que fue escrito después del cautiverio por un autor desconocido quien usó a Salomón como el personaje principal. Se dice que la evidencia lingüística exige una fecha post-exílica, pero tal evidencia es inconclusa. Los fragmentos de Eclesiastés encontrados en Qumrán refutan cualquier fecha posterior al año 150 a.C.

Mensaje El mensaje del libro podría expresarse en la forma de tres proposiciones:

(1) Cuando miras a la vida con sus aparentes ciclos imprecisos (Ecl 1:4 ss) y sus inexplicables paradojas (Ecl 4:1; Ecl 7:15; Ecl 8:8), podría concluirse que todo es inútil puesto que es imposible discernir propósito alguno en el orden de los sucesos.

(2) Sin embargo, la vida debe disfrutarse al máximo, comprendiendo que es un don de Dios (Ecl 3:12-13; Ecl 3:22; Ecl 5:18-19; Ecl 8:15; Ecl 9:7-9).

(3) El hombre sabio vive su vida en obediencia a Dios, reconociendo que Dios a la postre juzgará a todos los hombres (Ecl 3:16-17; Ecl 12:14).

Los versículos de este libro que se citan con más frecuencia son Ecl 1:2; Ecl 3:1; Ecl 4:12; Ecl 11:1; Ecl 12:1; Ecl 12:13.

BOSQUEJO DE ECLESIASTÉS

I) Prólogo: El autor y la tesis, Ecl 1:1-3

II) La tesis demostrada, Ecl 1:4Ecl 2:26

A) La frivolidad de los ciclos de la vida, Ecl 1:4-11

B) La frivolidad de la sabiduría humana, Ecl 1:12-18

C) La frivolidad de los placeres y las riquezas, Ecl 2:1-11

D) La frivolidad del materialismo, Ecl 2:12-23

E) Conclusión: Goza y conténtate con las providencias de Dios, Ecl 2:24-26

III) El diseño de Dios para la vida, Ecl 3:1-22

A) El provee el orden y los sucesos de la vida, Ecl 3:1-11

B) El provee los buenos dones de la vida, Ecl 3:12-13

C) El provee el sentido del juicio futuro, Ecl 3:14-21

D) Conclusión, Ecl 3:22

IV) La frivolidad de las distintas circunstancias de la vida, Ecl 4:1Ecl 5:20

A) La opresión, Ecl 4:1-3

B) El trabajo, Ecl 4:4-12

C) El éxito político, Ecl 4:13-16

D) La falsa adoración, Ecl 5:1-7

E) La acumulación de riquezas, Ecl 5:8-17

F) Conclusión, Ecl 5:18-20

V) La frivolidad de las riquezas, Ecl 6:1-12

VI) Consejos para la vida, Ecl 7:1Ecl 12:8

A) Consejo a causa de la maldad humana, Ecl 7:1-29

B) Consejo a causa de las inescrutables providencias de Dios, Ecl 8:1Ecl 9:18

C) Consejo a causa de las incertidumbres de la vida, Ecl 10:1-20

D) Consejo a causa de los procesos envejecedores de la vida, Ecl 11:1Ecl 12:8

VII) Conclusión, Ecl 12:9-14

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

el Predicador. Salomón usa reiteradamente ese apelativo para referirse a sí mismo. Lo designa como alguien que convoca y habla a la congregación. Dirige la palabra a una asamblea de sabios que, en el Israel antiguo, fue un medio por el cual Dios comunicó Su verdad al hombre (Jer 18:18).

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

las palabras… Puede interpretarse como las reflexiones; Qohélet… Esto es, el rey Salomón. Heb. qohéleth = el que convoca a la asamblea (con el propósito de comunicar verdades divinas).

Fuente: Biblia Textual IV Edición

Es decir, reflexiones.

1.1 Heb. qohéleth = el que convoca a la asamblea (con el propósito de comunicar verdades divinas).

Fuente: La Biblia Textual III Edición

[1] Predicador de la divina sabiduría, que lleva la palabra en la asamblea o congregación.[6] Ninguno de estos cuerpos traspasa las leyes que les puso Dios. Solamente el hombre las traspasa para ir en pos de la vanidad.[17] Las ciencias y doctrinas humanas, si no van acompañadas del temor de Dios, en sí mismas no son más que vanidad.

Fuente: Notas Torres Amat