Por lo tanto, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.
2:19 — «ya no sois extranjeros», que no disfrutan de los privilegios e inmunidades del ciudadano. Ahora son hijos (participantes) y no meramente espectadores, o huéspedes, sino verdaderos miembros de la familia de Dios. No existe en la iglesia «miembros de segunda clase», «miembros inferiores», etc. debido a su raza, color, lengua o pobreza. Todo santo es un soberano bajo Dios por medio de Cristo Jesús (1Pe 2:9; Apo 1:6).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
ya no sois extranjeros. Efe 2:12.
sino conciudadanos de los santos. Efe 3:6; Gál 3:26-28; Gál 4:26-31; Flp 3:20; Heb 12:22-24; Apo 21:12-26.
y miembros de la familia de Dios. Efe 3:15; Mat 10:25; Gál 6:10; 1Jn 3:1.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Cuando los gentiles llegaron a ser uno con el pueblo de Dios, ellos no fueron sólo adosados; al igual que los creyentes judíos, fueron hechos conciudadanos del Reino de Dios y miembros en igual condición de la familia de Dios.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
conciudadanos de los santos. El reino de Dios está conformado por personas de todos los tiempos y épocas que han confiado en Él. Allí no hay extranjeros, forasteros ni ciudadanos de segunda categoría (cp. Flp 3:20). miembros de la familia de Dios. Los pecadores redimidos no solo se convierten en ciudadanos celestiales, sino también en miembros de la familia de Dios. El Padre brinda a los creyentes el mismo amor infinito que da a su Hijo. Vea la nota sobre Efe 1:5; cp. Heb 3:6.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
2:19 — «ya no sois extranjeros», que no disfrutan de los privilegios e inmunidades del ciudadano. Ahora son hijos (participantes) y no meramente espectadores, o huéspedes, sino verdaderos miembros de la familia de Dios.
No existe en la iglesia «miembros de segunda clase», «miembros inferiores», etc. debido a su raza, color, lengua o pobreza. Todo santo es un soberano bajo Dios por medio de Cristo Jesús (1Pe 2:9; Apo 1:6).
— «ni advenedizos», los que moran cerca de otros; los que no son miembros — sino viven cerca — de alguna familia, ciudad, o país. Por cerca que estuviesen los gentiles a Dios, no eran considerados por los judíos como hermanos a menos que se circuncidaran para llegar a ser judíos. Pero ahora en la iglesia tanto los gentiles como los judíos obedientes son la misma ciudad de Dios (Heb 12:22; Apo 21:2; Gál 4:26).
— «conciudadanos», ahora mucho más que huéspedes. Se han «naturalizado» y gozan de plena ciudadanía divina (Flp 3:20). Véase el prefijo «co» empleado en 3:6.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA FAMILIA Y LA MORADA DE DIOS
Efesios 2:19-22
Así es que ya no sois extranjeros ni residentes forasteros en una tierra que no es la vuestra, sino compatriotas del pueblo consagrado a Dios y miembros de la familia de Dios. Es sobre el cimiento-de los profetas y de los apóstoles sobre el que estáis edificados, y la Piedra angular es Jesucristo mismo. Todo el edificio que se está levantando tiene su trabazón en Él, y seguirá creciendo hasta que llegue a ser un templo santo del Señor, un templo de cuya edificación vosotros también formáis parte, para que lleguéis a ser la morada de Dios por obra del Espíritu.
Pablo usa dos ilustraciones gráficas. Dice que los gentiles ya no son extraños, sino miembros en plenitud de derechos de la familia de Dios.
Pablo usa la palabra xenos para extranjero. En todas las ciudades griegas había xenoi (plural), a los que no se les hacía la vida muy fácil que digamos. Uno escribía a su país de origen: «Lo mejor para uno es estar en su propia casa, sea como sea, en vez de en un país extraño.» Al extranjero se le miraba siempre con sospecha y desagrado. No tenemos más que fijar nos en lo que nos sugiere a nosotros la palabra xenofobia, odio al extranjero, y en sus manifestaciones actuales. Pablo usa la palabra pároikos para forastero. El paroikos estaba todavía más lejos de ser aceptado. Era un residente extranjero, uno que vivía en un lugar, pero que no se había nacionalizado; pagaba un impuesto por el privilegio de existir en una tierra que no era la suya. Tanto el xenos como el pároikos siempre eran marginados. Así es que Pablo les dice a los gentiles: «Ya no estáis sin derechos en el pueblo de Dios; ahora sois miembros de la familia de Dios en plenitud de derechos.» Podemos decirlo todavía más sencillamente: por medio de Jesús estamos en casa con Dios.
A. B. Davidson nos cuenta que estaba de pensión en una ciudad extraña. Se sentía muy solo. Solía pasearse por las calles por la tarde. A veces, por una ventana sin visillos veía una familia reunida alrededor de la mesa o cerca de la chimenea; luego se corrían los visillos, y él se sentía solo y excluido.
Eso es lo que no puede suceder en la familia de Dios. Y lo que no debería suceder nunca en la iglesia. Gracias a Jesús hay sitio en la familia de Dios para todo el mundo. Puede que el mundo y la gente levanten barreras; las iglesias puede que celebren la comunión exclusivamente para sus miembros; pero Dios no hace eso nunca. Lo malo es que la iglesia es a menudo exclusivista cuando Dios no lo es.
El segundo ejemplo que usa Pablo es el de un edificio. Ve cada iglesia como una parte de un gran edificio, y a cada cristiano como una piedra de esa iglesia. La Piedra angular de toda la Iglesia es Jesucristo; y la piedra angular es lo que le da unidad al conjunto.
Pablo ve que este edificio se sigue edificando, y que cada parte se va incorporando a Cristo. Figuraos una gran catedral: entre los cimientos puede que haya una cripta visigótica; alguna puerta o ventana será románica; otras, góticas, y otras partes serán de la época renacentista o barroca o aún más recientes. Se combinan toda clase de estilos; pero el edificio es una unidad, porque todo él se ha usado para dar culto a Dios y encontrarse con Jesucristo.
Eso es lo que debe ser la Iglesia. Su unidad no depende de la organización, ni del ritual, ni de la liturgia, sino de Cristo: Ubi Christus, ibi Ecclesia, Donde está Cristo, allí está la Iglesia. La Iglesia solo presentará su unidad cuando se dé cuenta de que no existe para propagar las ideas de un grupo de personas, sino para ofrecer un hogar en el que pueda morar el Espíritu de Cristo y en el que todas las personas que aman a Cristo se puedan reunir en ese Espíritu.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Este versículo introduce el último párrafo del capítulo (Efe 2:19-22). La nota dominante es el “ahora”. Como consecuencia de la obra de Jesús en la construcción de la paz, ahora se introduce una lista de beneficios que tienen su eje y punto de referencia “en Jesús”.
Las primeras palabras son muy importantes. De manera especial ponen énfasis en la idea de una consecuencia de lo anterior. “Por eso”/“así que”/“por tanto”/“así pues”/“por lo tanto”/“de modo que”, son cláusulas que expresan esta idea. Sugerimos que, si es necesario, se usen palabras como estas: “Como resultado”/“en consecuencia”. Lo importante es que quede claro para el lector que este versículo introduce y hace explícitas las consecuencias de la obra de Jesús como hacedor de la paz. Las consecuencias son las siguientes:
Ya no sois extranjeros ni forasteros. La primera palabra, extranjeros, se usó en el v. Efe 2:12 para describir la situación pasada de los efesios (véase también Hch 7:6, Hch 7:29; 1Pe 2:11). Ahora, han dejado de serlo. El término siguiente, ni forasteros, reitera la nueva realidad. La palabra paroikoi literalmente indica a una persona que es de “fuera de la casa” o que no pertenece a la familia.
En el griego, el uso repetido de la palabra oikos en distintas palabras compuestas (en los versículos Efe 2:19-22) nos muestra las diversas dimensiones de la experiencia cristiana: Estábamos “fuera de”/“sin casa”, pero ahora estamos “en la casa de Dios”; somos edificados para ser parte del edificio donde Dios mora; somos parte de la “habitación” donde Dios “habita” por su Espíritu. Así se acentúan las realidades de nuestra nueva “casa”.
En algunos idiomas puede ser difícil expresar esta idea. Sin embargo, siempre existe la realidad de aquellos que pertenecen a un grupo y aquellos que vienen de fuera, los otros, los que son ajenos a una cultura determinada. Ambas palabras abarcan la totalidad de aquellos que pueden representar esa categoría de no-ciudadanos. Es interesante que DHH busca una manera simple de comunicar la idea y traduce así: «ustedes ya no son extranjeros, ya no están fuera de su tierra». El contraste es fuerte y se puede usar una cláusula que ayude a marcarlo, tal como: «al contrario» (así lo hace TLA). La descripción que ahora se introduce va creciendo en intensidad, es un paralelismo progresivo, climáctico. De ciudadanos a miembros de la familia, y de esto a piedras del lugar santísimo.
En aquellos días, como en los presentes, lograr la ciudadanía de un país, sobre todo cuando ese país era próspero e importante, no era asunto menor. Mucho menos tratándose del imperio romano. Los receptores de la carta, habitantes de una provincia romana, no eran, en su mayoría, ciudadanos romanos. Eran miembros de una importante provincia oriental—Asia Menor—, y conocían los enormes privilegios políticos, económicos y sociales que representaba ser ciudadanos del imperio. También sabían de las responsabilidades y compromisos que ello entrañaba.
Ahora los efesios son conciudadanos de los santos. Los privilegios de esa ciudadanía ya se señalaron, aunque de manera negativa en v. Efe 2:12. Ahora están implícitos en este versículo. (Para la expresión “santos” véase el párrafo correspondiente en el comentario a Efe 1:1-6 a).
Además son miembros de la familia de Dios. Se profundiza la idea anterior para indicar la profunda intimidad que ahora tenemos con Dios. Miembros de su propia familia. Hemos llegado al círculo más íntimo de la relación con Dios. Esta expresión se usa también en Gál 6:10; 1Ti 5:8. Está implícita la idea de adopción que ya antes se ha mencionado en la carta (Efe 1:5) y que a la luz de los versículos anteriores (Efe 2:11-12) es más obvia.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
— de un pueblo consagrado: Lit. de los santos. Ver nota a Rom 1:7.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Heb 12:22-23.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
REFERENCIAS CRUZADAS
a 121 Efe 2:12
b 122 Heb 11:13
c 123 Flp 3:20
d 124 Col 1:12
e 125 Isa 56:5; 1Ti 3:15; Heb 3:6
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
19 (1) Esto se refiere a los creyentes gentiles.
19 (2) Los extranjeros son los forasteros, y los advenedizos son los que se alojan entre el pueblo de Israel sin tener derechos de ciudadanía. Aquí los dos se refieren a los gentiles.
19 (3) La expresión conciudadanos de los santos denota el reino de Dios. Todos los creyentes, judíos y gentiles, son ciudadanos del reino de Dios. El reino de Dios es una esfera en la cual El ejerce Su autoridad.
19 (4) La expresión miembros de la familia de Dios denota la casa de Dios. Tanto los creyentes judíos como los creyentes gentiles son miembros de la casa de Dios. La casa de Dios tiene que ver con la vida y el disfrute; todos los creyentes nacieron de Dios en Su casa para disfrutar Sus riquezas. El reino de Dios tiene que ver con el derecho y la responsabilidad; todos los creyentes nacidos en la casa de Dios tienen los derechos civiles y también las obligaciones del reino de Dios. Los santos son individuales; la casa de Dios es corporativa y da por resultado el reino de Dios.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Lit., los de la casa