Pero Dios, quien es rico en misericordia, a causa de su gran amor con que nos amó,
2:4 — «Pero Dios». Según la descripción de los hombres en 2:1-3, es obvio que los muertos en pecado son destinados a la ruina eterna. «Pero Dios» interviene para evitarlo. «Su gran amor» se demuestra en resucitarnos de los muertos por medio de su poderoso evangelio (Rom 1:16).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Dios, que es rico en misericordia. Efe 2:7; Efe 1:7; Efe 3:8; Éxo 33:19; Éxo 34:6, Éxo 34:7; Neh 9:17; Sal 51:1; Sal 86:5, Sal 86:15; Sal 103:8-11; Sal 145:8; Isa 55:6-8; Dan 9:9; Jon 4:2; Miq 7:18-20; Luc 1:78; Rom 2:4; Rom 5:20, Rom 5:21; Rom 9:23; Rom 10:12; 1Ti 1:14; 1Pe 1:3.
por su gran amor. Deu 7:7, Deu 7:8; Deu 9:5, Deu 9:6; Jer 31:3; Eze 16:6-8; Jua 3:14-17; Rom 5:8; Rom 9:15, Rom 9:16; 2Ts 2:13; 2Ti 1:9; Tit 3:4-7; 1Jn 4:10-19.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
estando nosotros muertos: A causa del pecado de Adán, la raza humana completa está espiritualmente muerta. Sólo Dios puede concedernos vida nueva y salvarnos de esta condición. Más allá de su misericordia, Dios entregó a su hijo por nosotros cuando éramos todavía sus enemigos. Él nos amó mucho antes que nosotros le amáramos a Él (1Jn 4:9, 1Jn 4:10). Además de darnos vida espiritual, determinó que nos sentáramos en los lugares celestiales con Cristo Jesús, nuestro Salvador.
en los siglos venideros: Dios quiere manifestar por toda la eternidad su bondad a través de su hijo Jesucristo. Esto no tiene ninguna relación con nuestros méritos. Es debido sólo a su misericordia y bondad que extiende su brazo para salvarnos.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
misericordia … amor. La salvación es para la gloria de Dios porque despliega su misericordia y amor sin límites hacia aquellos que están muertos en sentido espiritual a causa de su pecaminosidad.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
2:4 — «Pero Dios». Según la descripción de los hombres en 2:1-3, es obvio que los muertos en pecado son destinados a la ruina eterna. «Pero Dios» interviene para evitarlo. «Su gran amor» se demuestra en resucitarnos de los muertos por medio de su poderoso evangelio (Rom 1:16).
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA OBRA DE CRISTO
Efesios 2:4-10
Aunque todos nosotros estábamos en esa condición, digo yo, Dios, porque es rico en misericordia y porque nos ha amado con un amor tan grande, nos dio. la vida en Jesucristo, aun cuando estábamos muertos en transgresiones (es por gracia como habéis sido salvados, y nos resucitó con Cristo, y nos aposentó en los lugares celestiales con Cristo, en virtud de lo que Jesucristo había hecho por nosotros. Esto lo hizo para que en la edad por venir se demostrara la riqueza superabundante de Su gracia en Su benevolencia para con nosotros en Jesucristo. Porque habéis sido salvados por gracia, recibiéndola por la fe, no por nada que hubierais hecho vosotros. Fue una don gratuito de Dios. No fue el resultado de vuestras obras, porque era el designio de Dios que ninguno tuviera motivos para enorgullecerse. Porque nosotros somos Su obra, creados en Jesucristo para buenas obras, obras que Dios preparó de antemano para que nosotros nos condujéramos por ellas.
Pablo había empezado diciendo que nos encontrábamos en una condición de muerte espiritual en pecados y transgresiones; ahora dice que Dios, en Su amor y misericordia, nos ha dado la vida en Jesucristo. ¿Qué quiere decir exactamente con eso? Ya vimos que estaban implicadas tres cosas en estar muertos en pecados y transgresiones. Jesús tiene algo que hacer con cada una de estas cosas.
(i) Ya hemos visto que el pecado mata la inocencia. Ni siquiera Jesús puede devolverle a una persona la inocencia que ha perdido, porque ni siquiera Jesús puede atrasar el reloj; pero lo que sí puede hacer Jesús, y lo hace, es librarnos del sentimiento de culpabilidad que conlleva necesariamente la pérdida de la inocencia.
Lo primero que hace el pecado es producir un sentimiento de alejamiento de Dios. Cuando una persona se da cuenta de que ha pecado, se siente oprimida por un sentimiento de que no debe aventurarse a acercarse a Dios. Cuando lsaías tuvo la visión de Dios, su primera reacción fue decir: «¡Ay de mí, que estoy perdido! Porque soy un hombre de labios inmundos, y vivo entre personas que tienen los labios inmundos» Isa 6:5 ). Y cuando Pedro se dio cuenta de Quién era Jesús, su primera reacción fue: «¡Apártate de mí, porque yo soy un hombre pecador, oh Señor!» (Lc 5:8 ).
Jesús empieza por quitar ese sentimiento de alejamiento. Él vino para decirnos que, estemos como estemos, tenemos la puerta abierta a la presencia de Dios. Supongamos que hubiera un hijo que hubiera hecho algo vergonzoso, y luego hubiera huido porque estaba seguro de que no tenía sentido volver a casa, porque la puerta estaría cerrada para él. Y entonces, supongamos que alguien le trae la noticia de que la puerta la tiene abierta, y le espera una bienvenida cálida en casa. ¡Qué diferentes haría las cosas esa noticia! Esa es la clase de noticia que nos ha traído Jesús. Él vino para quitar el sentimiento de alejamiento y de culpabilidad, diciéndonos que Dios nos quiere tal como somos.
(ii) Ya vimos que el pecado mata los ideales por los que viven las personas. Jesús despierta el ideal en el corazón humano.
Se cuenta de un maquinista negro que trabajaba en un transbordador de un río de Américá, que su embarcación era vieja, y el motor estaba descuidado y asqueroso. Este maquinista experimentó una auténtica conversión. Lo primero que hizo fue volver a su transbordador y limpiar la maquinaria hasta dejarla tan reluciente como un espejo. Uno de los pasajeros habituales comentó el cambio. «¿A qué te has dedicado?» -le dijo al maquinista. «¿Qué te ha hecho limpiar y sacarle brillo a tu vieja maquinaria?» «Señor -respondió el maquinista-, ahora tengo la gloria.» Eso es lo que Cristo hace por nosotros: nos da la gloria.’ ,
Se cuenta que en la congregación de Edimburgo que pastoreaba George Mattheson había una mujeruca que vivía en un sótano en unas condiciones de la mayor sordidez. Al cabo de algún tiempo de estar allí Matheson, estaba próximo el culto de comunión (que en Escocia se solía celebrar bastante de tarde en tarde), y un anciano fue a visitar a aquella mujer en su sótano; y descubrió que ya no estaba allí. Le siguió la pista, y la encontró en una guardilla pobre y sin lujos, pero tan bien iluminada y ventilada y limpia como oscuro y maloliente y sucio había estado el antiguo sótano. «Ya veo que ha cambiado usted de casa» -le dijo. «¡Pues claro que sí! -le contestó ella-. Una no puede oír predicar a George Matheson y vivir en un sótano asqueroso.» El mensaje cristiano había encendido de nuevo el ideal. Como dice un himno:
En el hondón del corazón humano pisoteados todos por el mal yacen los sentimientos enterrados y la gracia los viene a restaurar.
La gracia de Jesucristo enciende de nuevo los ideales que habían extinguido las caídas sucesivas en pecado. Y al encenderse de nuevo, la vida se convierte otra vez en una escalada.
(iii) Por encima de otras cosas, Jesucristo aviva y restaura la voluntad perdida. Ya vimos que el efecto mortífero del pecado es que destruía lento pero seguro la voluntad de la persona, y que la indulgencia que había empezado por un placer se había convertido en una necesidad. Jesús crea otra vez la voluntad.
Eso es de hecho lo que hace siempre el amor. El resultado de un gran amor es siempre purificador. Cuando uno se enamora de veras, el amor le impulsa a la bondad. Su amor al ser amado es tan fuerte que quebranta su antiguo amor al pecado.
Eso es lo que Cristo hace por nosotros. Cuando Le amamos a Él, ese amor recrea y restaura nuestra voluntad hacia la bondad. Como dice el coro:
Cristo rompe las cadenas’y nos da la libertad.
LA OBRA Y LAS OBRAS DE LA GRACIA
Efesios 2:4-10 (conclusión)
Pablo cierra este pasaje con una gran exposición de aquella paradoja que siempre subyace en el corazón de esta visión del Evangelio. Esta paradoja tiene dos caras.
(i) Pablo insiste en que es por gracia como somos salvos. No hemos ganado la salvación ni la podríamos haber ganado de ninguna manera. Es una donación de Dios, y nosotros no tenemos que hacer más que aceptarla. El punto de vista de Pablo es innegablemente cierto. Y esto por dos razones.
(a) Dios es la suprema perfección; y por tanto, solo lo perfecto es suficientemente bueno para él. Los seres humanos, por naturaleza, no podemos añadir perfección a Dios; así que, si una persona ha de obtener el acceso a Dios, tendrá que ser siempre Dios el Que lo conceda, y la persona quien lo reciba.
(b) Dios es amor; el pecado es, por tanto, un crimen, no contra la ley, sino contra el amor. Ahora bien, es posible hacer reparación por haber quebrantado la ley, pero es imposible hacer reparación por haber quebrantado un corazón. Y el pecado no consiste tanto en quebrantar la ley de Dios como en quebrantar el corazón de Dios. Usemos una analogía cruda e imperfecta. Supongamos que un conductor descuidado mata a un niño. Es detenido, juzgado, declarado culpable, sentenciado a la cárcel por un tiempo y/o a una multa. Después de pagar la multa y salir de la cárcel, por lo que respecta a la ley, es asunto concluido. Pero es muy diferente en relación con la madre del niño que mató. Nunca podrá hacer compensación ante ella pasando un tiempo en la cárcel y pagando una multa. Lo único que podría restaurar su relación con ella seria un perdón gratuito por parte de ella. Así es como nos encontramos en relación con Dios. No es contra las leyes de Dios solo contra lo que hemos pecado, sino contra Su corazón. Y por tanto solo un acto de perdón gratuito de la racia de Dios puede devolvernos a la debida relación con 11.
(ii) Esto quiere decir que las obras no tienen nada que ver con ganar la salvación. No es correcto ni posible apartarse de la enseñanza de Pablo aquí -y sin embargo es aquí donde se apartan algunos a menudo. Pablo pasa a decir que somos creados de nuevo por Dios para buenas obras. Aquí tenemos la paradoja paulina. Todas las buenas obras del mundo no pueden restaurar nuestra relación con Dios; pero algo muy serio le pasaría al Cristianismo si no produjera buenas obras.
No hay nada misterioso en esto. Se trata sencillamente de una ley inevitable del amor. Si alguien nos ama de veras, sabemos que no merecemos ni podemos merecer ese amor. Pero al mismo tiempo tenemos la profunda convicción de que debemos hacer todo lo posible para ser dignos de ese amor.
Así sucede en nuestra relación con Dios. Las buenas obras no pueden ganarnos nunca la salvación; pero habría algo que no funcionaría como es debido en nuestro cristianismo si la salvación no se manifestara en buenas obras. Como decía Lutero, recibimos la salvación por la fe sin aportar obras; pero la fe que salva va siempre seguida de obras. No es que nuestras buenas obras dejen a Dios en deuda con nosotros, y Le obliguen a concedernos la salvación; la verdad es más bien que el amor de Dios nos mueve a tratar de corresponder toda nuestra vida a ese amor esforzándonos por ser dignos de él.
Sabemos lo que Dios quiere que hagamos; nos ha preparado de antemano la clase de vida que quiere que vivamos, y nos lo ha dicho en Su Libro y por medio de Su Hijo. Nosotros no podemos ganarnos el amor de Dios; pero podemos y debemos mostrarle que Le estamos sinceramente agradecidos, tratando de todo corazón de vivir la clase de vida que produzca gozo al corazón de Dios.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
En esta segunda parte del párrafo, encontramos tres verbos principales que describen las acciones de Dios en favor nuestro: “nos dio vida” (v. Efe 1:5), “nos resucitó” y “nos sentó con Cristo” (v. Efe 2:6). Estas acciones están acompañadas y calificadas por dos conjuntos de ideas. El primero, vv. Efe 2:4-5, describe la razón y causa de semejantes acciones en favor nuestro: La gracia y el gran amor que Dios nos tiene. El segundo conjunto, v. Efe 2:7, señala el objetivo y propósito de Dios al beneficiarnos. El traductor debe buscar la manera de reflejar esto en su traducción haciendo de los tres verbos principales los ejes alrededor de los cuales giran las demás ideas.
El primer conjunto de ideas, como hemos dicho, nos indica la raíz profunda de lo que Dios ha hecho por nosotros. Apunta en primer lugar a lo que Dios es (rico en misericordia), y en segundo lugar a su gran amor hacia nosotros, (por su gran amor con que nos amó), y esto “a pesar de que” estábamos muertos por causa de nuestras transgresiones contra él (sentido concesivo de esta expresión).
La palabra misericordia aparece aquí en la carta por primera vez. Se refiere a la actitud y acción de Dios en favor nuestro, aun a pesar de nuestras graves ofensas contra él y de nuestra aborrecible condición humana (Efe 2:1-3). Por la enorme e inigualable riqueza de su misericordia nos da vida. Así pues, en este contexto, es sinónimo de gracia, amor y bondad, como el término hebreo jesed. La palabra misericordia en este contexto es lo contrario a la ira de Dios. Lo cual se corrobora plenamente en este pasaje. Misericordia es un término que expresa un acto más que una emoción o disposición, aunque estos no están del todo ausentes de la acción. Y si bien, no se pueden separar, el énfasis recae en la acción. Existe también el elemento de la consideración de la miseria y sufrimiento del otro, que provoca el acto de misericordia. Y también es un término ligado íntimamente a la lealtad a un compromiso o pacto. Por ello, conlleva cierto elemento de obligatoriedad, a la cual a menudo se apela, a pesar de que no se merezca. Allí es donde colinda con la gracia. En el NT la misericordia de Dios se revela por excelencia en Jesús el Mesías. (DTNT). Resulta interesante que la etimología latina del término es “misere, dolor, cordia, corazón.” Es un profundo dolor en el corazón de Dios, causado por el sufrimiento humano, que mueve a Dios a la acción sanadora, redentora y liberadora.
Los estoicos consideraban que este término era indigno de Dios pues caía en el terreno del pathos, de las pasiones, que ellos intentaban a toda costa evitar. De la misma manera, no era una virtud digna de una persona madura.
Ambos enunciados en Efe 2:4 ponen de realce la enormidad del amor de Dios por nosotros. Juntos, intensifican esta idea de manera notable. Incluso el contraste que se establece con el v. Efe 2:5, le añade fuerza y hace brillar aún más el amor infinito de Dios: “a pesar de que estábamos muertos”, y luego se señala la dimensión moral y teológica de nuestra muerte, a causa de nuestras transgresiones (por haber transgredido la ley de Dios). Es decir, esa muerte no era una desgracia o accidente; era fruto de nuestras acciones deliberadas de rebeldía contra Dios. Aún a pesar de ello, Dios nos dio vida. La TLA capta bien esta nota cuando traduce: «Por eso, aunque estábamos muertos por culpa de nuestros pecados, él nos dio vida aunque no lo merecíamos».
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Jua 3:16-17; 1Pe 1:3.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
REFERENCIAS CRUZADAS
i 75 Sal 145:9; Isa 54:10; Rom 10:12
j 76 Rom 5:8; 1Jn 4:9; 1Jn 4:19
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
4 (1) La expresión pero Dios indica el factor que cambió nuestra posición.
4 (2) El objeto del amor debe estar en una condición que inspira amor, pero el objeto de la misericordia siempre está en una situación lastimosa. Así que, la misericordia de Dios va más allá que Su amor. Dios nos ama porque somos el objeto de Su elección. Pero debido a que caímos, llegamos a ser despreciables, incluso muertos en nuestros delitos y pecados; por lo tanto, necesitamos la misericordia de Dios. Debido a Su gran amor, Dios es rico en misericordia para salvarnos de nuestra posición miserable y traernos a una condición que es propicia para Su amor.
4 (3) O, abundante amor; un amor sumamente grande.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
R833 El aoristo ἠγάπησεν se usa para describir una acción que en realidad tal vez no se haya terminado en un momento definido: con el cual él nos amó.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Lit., de su