Por tanto, sed imitadores de Dios como hijos amados,
Resumen : El capítulo 5 sigue con las exhortaciones prácticas iniciadas en 4:17 acerca de la nueva vida en Cristo 5:1,2 nos exhorta a tener el amor genuino como el de Dios y Cristo. Los vers. 3-17 nos exhortan a dejar las prácticas de las tinieblas. En contraste, debemos alabar a Dios, siendo «llenos del Espíritu», y expresarlo cantando himnos, vers. 18-20. Las mujeres deben estar sujetas a sus maridos, como la iglesia está sujeta a Cristo, vers. 21-24; y los maridos deben amar a sus esposas como Cristo ama a la iglesia, vers. 25-31. La unión entre Cristo y su iglesia (su esposa) ilustrada por la unión del marido con su esposa, vers. 32,33. 5:1 — «Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados». La palabra, «pues», conecta esta exhortación con lo que Pablo dijo en 4:17-32. No hay ningún cambio de tema.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
sed, pues, imitadores de Dios. Efe 4:32; Lev 11:45; Mat 5:45, Mat 5:48; Luc 6:35, Luc 6:36; 1Pe 1:15, 1Pe 1:16; 1Jn 4:11.
como hijos amados. Jer 31:20; Ose 1:10; Jua 1:12; Col 3:12; 1Jn 3:1, 1Jn 3:2.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Después de las exhortaciones generales a amar, Efe 5:1, Efe 5:2;
a huir de la fornicación, Efe 5:3;
y de toda inmundicia, Efe 5:4-6;
a no participar con el malo, Efe 5:7-14;
a andar sabiamente, Efe 5:15-17;
y ser lleno del Espíritu, Efe 5:18-21;
Pablo pasa a los deberes particulares, de cómo las esposas deben obedecer a sus esposos, Efe 5:22-24;
y de cómo los esposos deben amar a sus esposas, Efe 5:25-31,
así como Cristo lo hace con su iglesia, Efe 5:32, Efe 5:33.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Los creyentes deben seguir el ejemplo de Dios en su conducta. Él nos amó mientras éramos aún sus enemigos. Como imitadores de Él, los creyentes deben practicar este amor sacrificado.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Advertencias generales a los cristianos, 5:1-20.
1 Sed, en fin, imitadores de Dios, como hijos amados, 2 y vivid en caridad, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros en oblación y sacrificio a Dios en olor suave. 3 Cuanto a la fornicación y cualquier género de impureza o avaricia, que ni se nombren entre vosotros, como conviene a santos: 4 ni palabras torpes, ni groserías, ni truhanerías, que desdicen de vosotros, sino más bien acción de gracias. 5 Pues habéis de saber que ningún fornicario, o impuro, o avaro, que es como adorador de ídolos, tendrá parte en la heredad del reino de Cristo y de Dios. 6 Que nadie os engañe con razonamientos vanos, pues por esto viene la cólera de Dios sobre los hijos de la rebeldía. 7 No tengáis parte con ellos. 8 Fuisteis algún tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad, pues, como hijos de la luz. 9 El fruto de la luz es todo bondad, justicia y verdad. 10 Buscad lo que es grato al Señor, 11 sin comunicar en las obras vanas de las tinieblas, antes bien, estigmatizadlas; 12 pues lo que éstos hacen en secreto repugna decirlo; 13 y todas estas torpezas, una vez manifestadas por la luz, quedan al descubierto, y todo lo descubierto, luz es. 14 Por lo cual dice: “Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo.” 15 Mirad, pues, que viváis circunspectamente, no como necios, sino como sabios, 16 aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. 17 Por esto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál es la voluntad del Señor. 18 Y no os embriaguéis de vino, en el cual está la liviandad. Llenaos, al contrario, del Espíritu, 19 siempre en salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones, 20 dando siempre gracias por todas las cosas a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Es continuación de la exhortación moral precedente. El Apóstol insiste sobre todo en los pecados de la carne, tan extendidos entre los paganos (cf. Rom 1:24-27; 1Co 5:10), y que los cristianos deben evitar.
Comienza con la recomendación general, propuesta ya antes por Jesucristo, de que los cristianos deben esforzarse por imitar al Padre que tenemos en los cielos (v.1; cf. Mat 5:48). Luego, fijando su mirada en Cristo, dice que la vida del cristiano debe estar totalmente informada por la caridad, a ejemplo de aquel que para demostrarnos su amor se ofreció en sacrificio a Dios por nosostros en suave olor (v.2; cf. Rom 8:32-39; 2Co 5:14; Gal 2:20; Jua 15:13). Evidentemente, es una alusión al sacrificio cruento de la cruz, en el cual Jesucristo fue a la vez víctima y sacerdote (cf. Heb 10:5-14). La expresión “en olor suave,” significando que se trata de víctima agradable a Dios, está inspirada en el humo del incienso en los sacrificios (cf. Gen 8:21; Lev 1:9).
Los pecados enumerados en los ν .3-5 se refieren, en general, a pecados de impureza. Así interpretan muchos incluso el término “avaricia” (πλεονεξία ), que aludiría a esa avidez de gozar más y más propia de los placeres sensuales. Sin embargo, parece más probable, conforme interpretan hoy generalmente los autores, que el término “avaricia” tenga aquí su sentido obvio de avidez en poseer más y más, que convierte al hombre en esclavo del dinero, del que hace su dios (cf. Mat 6:24), y que, junto con la impureza, era otro de los grandes vicios de la sociedad pagana (cf. Rom 1:29; 1Co 5:11; Gol 3:5). Todos estos pecados excluyen del reino de Dios, para el que perdemos el derecho (ν .ζ ), y ni siquiera deben “nombrarse” entre los cristianos (ν .β ). Esta última expresión no es clara. Generalmente es interpretada como modo de hablar hiperbólico para acentuar la recomendación; pero puede también interpretarse en otro sentido, considerando el término “nombre” como sustituido de “cosa,” conforme era corriente entre los semitas (cf. 1:21), y significando simplemente que esos vicios no deben existir entre los cristianos.
Sigue ahora (v.6-20) una serie de consejos que, dada la manera de expresarse del Apóstol, parecen referirse a las reuniones cultuales de los gentiles, donde se daban múltiples abusos, que los cristianos deben evitar, sustituyendo aquellas reuniones orgiásticas y tenebrosas por otras espirituales y llenas de luz. Esos que tratan de arrastrarles a su modo de vivir “con razonamientos vanos” (v.6-7) serían los propagandistas de esos cultos; cultos tenebrosos (v. 11-12), donde abundaba el vino y la liviandad (v.18; cf. 1Co 11:21), a los que el Apóstol contrapone la luminosidad de los cultos cristianos (v.13-14), donde, en vez de vino y liviandad, hay cánticos y acción de gracias a Dios, fruto de la inspiración del Espíritu Santo (v. 18-20; cf. 1Co 14:23-26; Hec 2:15-16). Hermosamente dice de los cristianos que su vida debe ser una irradiación esplendorosa de “bondad, justicia y verdad” (v.9), tres términos en que concreta la imagen del cristiano perfecto (cf. 4:24-25). Este no solamente no debe participar en las obras tenebrosas de los gentiles, sino que debe “estigmatizarlas” (v.11), de modo que aparezcan a todos como son en sí mismas, en su verdadera luz (v.13), y así no sólo se mantenga él en el camino de luz donde le introdujo el bautismo, sin que contribuya a que también los pecadores conozcan su error y pasen de las tinieblas a la luz de Cristo (v.14). Tal parece ser el sentido de la cita de este v.14, tomada, según todas las probabilidades, de algún himno bautismal primitivo, en que se describe el bautismo como una iluminación (cf. Heb 6:4; Heb 10:32) 263. Hay autores, sin embargo, que creen que se trata de una cita combinada de Escritura (cf. Is 6o, i y 26:19), dada la fórmula con que el Apóstol la introduce: “por lo cual dice,” en impersonal, como suele hacer cuando cita las palabras de Dios en la Escritura. Pero es difícil, aun suponiendo que se tratase de una cita hecha libremente, ver ahí una alusión a los textos de Isaías o a otro cualquier pasaje de la Escritura. La recomendación de que no vivan como “necios,” sino como “sabios” (v.15), nos recuerda el pasaje de 1Co 1:17-31, en que los términos “necedad” y “sabiduría” quedan ampliamente explicados. Los “días malos,” a que alude el v.16, son esos tiempos difíciles, de entonces y de ahora, en que domina el pecado y la acción de los hombres perversos, al contrario de lo que sucederá en el siglo futuro o venidero (cf. 1.21; Gal 1:4).
La vida familiar: marido y mujer,Gal 5:21-33.
21 Someteos los unos a los otros en el temor de Cristo. 22 Las casadas estén sujetas a sus maridos como al Señor; 23 porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia y salvador de su cuerpo. 24 Y como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres a sus maridos en todo. 25 Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella 26 para santificarla, purificándola mediante el lavado del agua con la palabra, 27 a fin de presentársela a sí gloriosa, sin mancha o arruga o cosa semejante, sino santa e intachable. 28 Así los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, 29 y nadie aborrece jamás su propia carne, sino que la alimenta y la abriga como Cristo a la Iglesia, 30 porque somos miembros de su cuerpo. 31 “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán dos en una carne.” 32 Gran misterio éste, pero en la perspectiva de Cristo y de la Iglesia. 33 Por lo demás, ame cada uno a su mujer, y ámela como a sí mismo, y la mujer reverencie a su marido.
Hasta ahora el Apóstol había insistido en preceptos generales, aplicables a todos los cristianos; aquí comienza a tratar concretamente las relaciones familiares: marido y mujer, padres e hijos, amos y siervos.
Primeramente, después de una recomendación general aplicable igualmente a todas las categorías sociales de que va a hablar (v.21), se fija en la primera de esas categorías, la de marido y mujer (v.22-33; cf. Col 3:18-19). Es un pasaje bellísimo en que el Apóstol manifiesta bien a las claras su altísima concepción sobre el matrimonio cristiano, completando así lo dicho con otra perspectiva en 1Co 7:1-9. Difícil poder dar, en orden a la vida conyugal, reglas más puras y más sublimes de las trazadas aquí por San Pablo.
Toma como base la unión de Cristo a la Iglesia, con la que pone en paralelismo el matrimonio cristiano. De esta imagen “Iglesia-esposa de Cristo,” ya hablamos en la introducción a la carta. La mujer, dice, debe estar sujeta al marido en todo, como la Iglesia a Cristo; pues “el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia” (v.22-24; cf. 1Co 11:3). De otra parte, el marido debe amar a su mujer como a su propio cuerpo, sacrificándose por ella, como Cristo amó a la Iglesia, su Cuerpo místico, y se entregó en la cruz por ella (v.25-30). La expresión “en todo” (v.24) no arguye despotismo por parte del marido, pues esa autoridad debe modelarse en el ejemplo de Cristo, ni puede ir más allá de lo razonable y sobrepasar las exigencias de los justos fines del matrimonio. Bellísima la descripción que se hace de la entrega de Cristo a favor de la Iglesia, purificándola “mediante el lavado del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo gloriosa., santa e intachable” (v.26-27). La alusión al bautismo, con sus dos elementos constitutivos “lavado de agua” y “palabra” o fórmula bautismal, parece evidente; es mediante el bautismo como se aplican a cada uno los efectos de la muerte redentora de Cristo (cf. Rom 6:3-11; Tit 3:5). Es probable, dado que en el contexto se viene hablando del matrimonio, que ese lenguaje o modo de hablar del Apóstol esté inspirado en las costumbres matrimoniales del antiguo Oriente, donde la desposada, lo mismo entre los griegos que entre los semitas, aunque con ritos muy diferentes, era lavada y cuidadosamente arreglada para ser presentada a su esposo o futuro marido 264. Es lo que hace Cristo con la Iglesia, pero “para presentársela a sí mismo” (v.27).
Hasta aquí el paralelismo establecido por San Pablo entre el matrimonio humano y la unión de Cristo a la Iglesia, a fin de proponer con más fuerza determinadas normas de conducta entre los casados, podría interpretarse simplemente como paralelismo comparativo: como Cristo hace con la Iglesia, su esposa, deben hacer los maridos con sus mujeres. Por lo demás, la imagen del matrimonio para expresar las relaciones de Cristo con la Iglesia es frecuente en el Nuevo Testamento (cf. Mat 9:15; Mat 25:1-10; Jua 3:29; 1Co 6:15-17; 2Co 11:2; Rev 21:2; Rev 22:17); y también en el Antiguo Testamento, para expresar las relaciones de Dios con Israel (cf. Isa 54:5-7; Jer 3:1-14; Eze 16:8-43; Ose 2:4-22). Sin embargo, los v.31-32 parecen pedir algo más que un simple paralelismo comparativo. El Apóstol, en efecto, para probar la unidad entre Cristo y la Iglesia de que habla en los v.29-30, se vale del texto de Gen 2:24, que, en sentido literal, se refiere al matrimonio (cf. Mat 19:5), y añade: “Gran misterio éste, pero en la perspectiva de Cristo y de la Iglesia” (το μυστήριον τούτο μέγα εστίν , εγώ δε λέγω εΐβ Χριστόν και εις την εκκλησίαν ).
No parece caber duda que San Pablo relaciona el texto del Génesis con la unión o desposorios de Cristo con la Iglesia. Pero ¿en qué sentido ? Algunos autores modernos explican esa relación simplemente en el sentido de que el Apóstol ve en aquellas palabras un sentido misterioso y arcano, más profundo del que ordinariamente se les suele atribuir, interpretándolas como alusivas a la unión de Cristo con la Iglesia 265. Esta unión de Cristo con la Iglesia, significada ya en Gen 2:24, sería para San Pablo el “gran misterio” por largo tiempo oculto y ahora revelado, lo mismo que el “misterio” de la salud de judíos y gentiles agrupados en un solo cuerpo, de que habló antes (cf. 1:9-13; 3:3-6). Propiamente, pues, estos dos versículos no se referirían al matrimonio, sino pura y simplemente a la unión de Cristo con la Iglesia, vista bajo la imagen del matrimonio. Sin embargo, la opinión tradicional, y creemos que fundadamente, interpreta el v.31 con referencia al matrimonio, que es el sentido literal del texto del Génesis; y San Pablo lo que añadiría es que esa unión de hombre y mujer en el matrimonio es prefigurativa de la unión de Cristo con la Iglesia, siendo esto precisamente lo que constituye el “gran misterio,” revelado ahora en la época del Evangelio. De una parte, pues, la unión de marido y mujer en el matrimonio sirve para explicar la unión de Cristo con la Iglesia; pero de otra, una vez eso admitido, la unión de Cristo con la Iglesia ofrece un modelo ideal al matrimonio cristiano. El pensamiento de San Pablo, a lo largo de todo el pasaje, cabalga sobre esas dos vertientes, apoyándose unas veces en una y otras en la otra. El hecho de que el matrimonio cristiano deba modelarse conforme al ideal de los desposorios de Cristo con la Iglesia, le da una dignidad y un significado que lo eleva al plano de lo sobrenatural, y está como pidiendo ser vehículo de gracia, como lo es la unión de Cristo con la Iglesia. Finalmente, San Pablo, que es hombre práctico, prescinde de todo simbolismo no siempre fácil de entender, y exhorta llanamente al marido a que ame a su mujer, y la mujer a que reverencie a su marido (v.33).
Fuente: Biblia Comentada
Sed, pues, imitadores de Dios. El cristiano no tiene llamado o propósito más grande que el de imitar a su Señor (vea las notas sobre Efe 3:16 ; Efe 3:19). Ese es el propósito mismo de la santificación, crecer en semejanza al Señor mientras le servimos en la tierra (cp. Mat 5:48). La vida cristiana está diseñada para reproducir la piedad conforme al modelo del Salvador y Señor Jesucristo, en cuya imagen han sido recreados los creyentes mediante el nuevo nacimiento (cp. Rom 8:29; 2Co 3:18; 1Pe 1:14-16). Como hijos amados de Dios, los creyentes deben ser cada vez más como su Padre celestial (Mat 5:48; 1Pe 1:15-16).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Resumen : El capítulo 5 sigue con las exhortaciones prácticas iniciadas en 4:17 acerca de la nueva vida en Cristo 5:1,2 nos exhorta a tener el amor genuino como el de Dios y Cristo. Los vers. 3-17 nos exhortan a dejar las prácticas de las tinieblas. En contraste, debemos alabar a Dios, siendo «llenos del Espíritu», y expresarlo cantando himnos, vers. 18-20. Las mujeres deben estar sujetas a sus maridos, como la iglesia está sujeta a Cristo, vers. 21-24; y los maridos deben amar a sus esposas como Cristo ama a la iglesia, vers. 25-31. La unión entre Cristo y su iglesia (su esposa) ilustrada por la unión del marido con su esposa, vers. 32,33.
5:1 — «Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados». La palabra, «pues», conecta esta exhortación con lo que Pablo dijo en 4:17-32. No hay ningún cambio de tema.
No somos «hijos amados» de Dios si no somos imitadores de Dios. La palabra «hijos» se emplea muchas veces en el Nuevo Testamento para dar énfasis a alguna cualidad de carácter («hijos de luz», «hijos de paz», «hijo de consolación», «hijos de trueno», etc.), y para denotar la imitación. Jesús dijo que los judíos no eran hijos de Abraham, porque no hacían las obras de Abraham (Jua 8:39). Al contrario, dijo que su padre era Satanás (v. 44), porque hacían las obras de él (lo imitaban).
Por lo tanto, los que no practican la justicia, y que no aman a sus hermanos no son hijos de Dios (1Jn 3:10).
«Nosotros le amamos a él, porque nos amó primero» (1Jn 4:19). Los hijos deben ser como sus padres. Deben imitarlos en lo bueno.
Fuente: Notas Reeves-Partain
SIGUIENDO EL EJEMPLO DE DIOS
Efesios 5:1-8
Debéis seguir el ejemplo de Dios de la manera que los hijos bien amados siguen el de sus padres. Debéis vivir en el amor de la manera que Cristo os amó y Se dio a Sí mismo a Dios en sacrificio y ofrenda, un sacrificio que fue el aroma de un perfume agradable a Dios. De la inmoralidad sexual y de la manera sucia de vivir y de los deseos insaciables, ni siquiera habléis entre vosotros; no trae ningún provecho al pueblo consagrado a Dios el hablar de esas cosas. Así que ni se mencione una conducta vergonzosa. Que no haya entre vosotros conversaciones intrascendentes ni chistes que no tienen ninguna gracia, porque estas son cosas que no corresponden a personas como vosotros. Sea vuestro hablar más bien una agradecida alabanza a Dios. Ya sabéis muy bien y estáis percatados de que ninguno que sea inmoral sexual, o que viva suciamente, o que dé rienda suelta a deseos insaciables (que es idolatría) tiene parte en el Reino de Cristo y de Dios. Que nadie os engañe con palabras vacías. Es a causa de estos vicios por lo que viene sobre los hijos desobedientes la ira de Dios. No os asociéis con ellos.
Pablo les pone a sus amigos cristianos el listón más alto del mundo: les dice que deben seguir el ejemplo de Dios. Clemente de Alejandría habría de decir más tarde sin ambages que el verdadero sabio cristiano practica el ser Dios. Cuando Pablo hablaba de seguir el ejemplo estaba usando un lenguaje que debían entender muy bien los sabios de Grecia. Mímésis, imitación, era lo más importante del aprendizaje de un orador. Los maestros de retórica enseñaban que el aprendizaje de la oratoria dependía de tres cosas: teoría, imitación y práctica. La parte principal de su entrenamiento era el estudio y la imitación de los maestros que los hubieran precedido. Es como si Pablo dijera: » Si os estuvierais preparando para ser oradores, se os diría que imitarais a los maestros de la palabra. Como os estáis preparando para la vida, debéis seguir el ejemplo del Señor de la verdadera vida.»
Por encima de todo, el cristiano debe imitar el amor y el perdón de Dios. Pablo usa una frase típica del Antiguo Testamento: » aroma de perfume,» que se remonta a una idea muy antigua, tanto como el sacrificio mismo. Cuando se ofrecía un sacrificio en el altar, el olor de la carne quemada subía al cielo, y el dios al que se le ofrecía el sacrificio se suponía que se deleitaba con ese olor. Un sacrificio que tuviera el aroma de un perfume era especialmente agradable y aceptable al dios al que se le ofrecía.
Pablo toma la frase que el tiempo había consagrado –casi cincuenta veces aparece en el Antiguo Testamento- y se la
aplica al Sacrificio que Jesús Le presentó a Dios en la Cruz.
El Sacrificio de Jesús Le fue sumamente agradable a Dios.
¿Cuál fue ese Sacrificio? Fue una vida de perfecta obediencia a Dios y de perfecto amor a los hombres; una obediencia tan absoluta y un amor tan infinito que aceptaron la Cruz. Lo que dice Pablo es :«Seguid el ejemplo de Dios. Eso lo podéis hacer solamente amando a los hombres con el mismo amor sacrificial con que nos amó Jesús, y perdonándolos por amor como ha hecho Dios con nosotros.»
Pablo pasa a otro tema. Se ha dicho que la castidad fue la única virtud nueva que introdujo el Cristianismo en el mundo. Desde luego, es verdad que el mundo antiguo miraba la inmoralidad con tal ligereza que no la consideraba pecado. Se daba por sentado que un hombre tuviera una querida. En lugares como Corinto, los grandes templos contaban con un personal de centenares de sacerdotisas que eran en realidad prostitutas sagradas, y cuyas ganancias contribuían al mantenimiento del templo.
En su discurso Pro éaelio, Cicerón decía: «Si hubiera alguien que creyera que a los jóvenes había que prohibirles totalmente él amor de las cortesanas, se consideraría que se pasaba de severo. Yo no negaría su principio, pero estaría en desacuerdo, no solamente con la permisividad de nuestra edad, sino también con las costumbres y concesiones de nuestros antepasados. ¿Cuándo no se ha consentido? ¿Cuándo se ha encontrado reprobable? ¿Cuándo se ha negado esa licencia? ¿Cuándo fue ilegal lo que ahora es legal?»
Los griegos decían que Solón había sido el primero que había permitido la introducción de las prostitutas en Atenas, y luego la construcción de burdeles. Y con las ganancias del nuevo negocio se construyó un templo a Afrodita, la diosa del amor. Bien claro deja el punto de vista griego en este asunto el hecho de que no les pareciera mal construir un templo a sus dioses con las ,ganancias de la prostitución.
Cuando Pablo hacía hincapié en la pureza moral, estaba colocando el listón a una altura que los paganos normales no habían soñado jamás. Por eso es por lo que los exhorta tan en serio, y establece la ley de la pureza con tal severidad. Debemos tener presente la clase de sociedad de la que procedían estos conversos cristianos, y la clase de sociedad que los circundaba. No hay nada en toda la Historia semejante al milagro moral que obró el Cristianismo.
BROMEANDO CON EL PECADO
Efesios 5:1-8 (conclusión)
Debemos fijarnos en otras dos advertencias que hace Pablo. (i) Dice que de estos pecados vergonzosos no se debe ni hablar. Los persas, según Heródoto, tenían la regla de «no permitir hablar de las cosas que no estaba permitido hacer.» El hacer chistes de algo, o el usarlo como un tema corriente de conversación es introducirlo en la mente y acercarlo a la práctica. Pablo advierte que algunas cosas son peligrosas hasta en la conversación y en los chistes. Es un hecho sombrío de la naturaleza humana el que muchos libros y comedias y películas se hayan hecho famosos simplemente porque trataban de cosas prohibidas y sucias.
(ii) Dice que sus conversos no se debían dejar engañar con palabras vacías. ¿Qué quiere decir? Había voces en el mundo antiguo, y hasta en la Iglesia Cristiana, que le enseñaban a la gente a pensar con ligereza en los pecados del cuerpo.
En el mundo antiguo hubo una línea de pensamiento llamada el gnosticismo, que partía de la base de que solo el espíritu es bueno, y la materia es siempre mala. En ese caso, resulta que solo hay que valorar el espíritu, y que la materia no es sino despreciable. Ahora bien, una persona se compone de dos partes: es cuerpo y espíritu. Según este punto de vista, el espíritu es lo único que importa; el cuerpo no tiene ninguna importancia. Por tanto, por lo menos algunos de los gnósticos pasaron a defender que no importaba lo que uno hiciera con su cuerpo. No influía para nada el seguir sus caprichos. Los pecados corporales y sexuales no tenían ninguna importancia, porque eran cosas del cuerpo y no del espíritu.
El Cristianismo se enfrentó con esa enseñanza afirmando que tanto el cuerpo como el alma son importantes. Dios es el Creador de ambos, Jesucristo santificó para siempre la carne humana al asumirla, el cuerpo es el templo del Espíritu Santo, y él Cristianismo trata de la salvación de la persona completa, cuerpo, espíritu y alma.
(iii) Ese ataque le llegó a la Iglesia desde fuera; pero otro ataque aún más peligroso vino de dentro. Hubo algunos en la Iglesia que pervirtieron la doctrina de la gracia.
Escuchamos los ecos de la discusión de Pablo con ellos en Romanos 6. La discusión sería algo así:
Objetor.- Acabas de decir que la Gracia de Dios es suficientemente grande para perdonar cualquier pecado.
Pablo.- Y lo mantengo.
Objetor.- Estás diciendo que la Gracia de Dios es la cosa más maravillosa del mundo.
Pablo.- Eso es.
Objetor.- Pues entonces, ¡sigamos pecando! Cuanto más pequemos, más abundará la Gracia. El pecado no importa, porque Dios lo va a perdonar de todas maneras. De hecho, aún podríamos decir más: que el pecado es algo excelente, porque le ofrece a la Gracia una oportunidad de manifestarse. La conclusión de tu razonamiento es que el pecado produce la Gracia; y por tanto tiene que ser una cosa buena, ya que produce la cosa más grande del mundo.
El Cristianismo se enfrentó con ese argumento insistiendo en que la gracia era, no solamente un privilegio y un don; era también una responsabilidad y una obligación. Era verdad que el amor de Dios podía perdonar y perdonaría; pero el mismo hecho de que Dios nos ame nos impone la obligación de hacer todo lo posible por merecer Su amor.
El más grave perjuicio que cualquier persona puede hacerle a un semejante es inducirle a considerar el pecado con ligereza. Pablo exhorta a sus conversos a que no se dejen engañar con palabras vacías que despojan al pecado de su horror.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 5
b) Perdonando, imitáis el amor de Dios y de Cristo (5/01-02),
1 Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos amados: 2 y andad en amor, como Cristo os amó y se entregó él mismo por nosotros como ofrenda y víctima a Dios en olor de suavidad.
Con nuestro perdón podemos imitar a aquel que nos ha perdonado: Dios. Y esto lo hemos de hacer como hijos queridos. Efectivamente, mirar al padre para imitarlo es lo que demuestra la buena calidad de hijo. Sin querer, nos acordamos del punto culminante del sermón de la montaña: «Sed perfectos, como vuestro Padre del cielo es perfecto» (Mat 5:48), y, según Lucas, todavía más cerca de nuestro contexto: «Sed misericordiosos, como es misericordioso vuestro padre» (Luc 6:36). Pero sobre todo esta concepción se expresa en el mandamiento: amad a vuestros enemigos «para que os mostréis verdaderos hijos de vuestro Padre del cielo» (Mat 5:44 s).
Esta vida con la mirada puesta en el Padre es también la imitación de Cristo, en un sentido que, por otra parte, practicaba también Jesús como Hijo en una forma singular: «Nada puede hacer el Hijo por sí mismo, como no vea al Padre hacerlo; porque lo que éste hace, eso igualmente hace también el Hijo» (Jua 5:19). Así el hombre Jesús vivía lo más profundo de la «imitación de Dios», aunque en la Sagrada Escritura apenas se habla de «imitación», sino más bien de «obediencia» y de cumplimiento de la voluntad paterna. De la imitación del Dios perdonador se extiende la consideración a toda la anchura de la vida cristiana, que de nuevo se designa con la palabra «amor» y se fundamenta en el modelo de la entrega amorosa de Cristo. Que la expresión «en amor» realmente comprende toda la anchura de la vida cristiana, se desprende del hecho patente de que esta fórmula es frecuentísima a lo largo de la carta a los Efesios. No solamente se habla de «soportarse en amor» (Jua 4:2), sino que se dice que la vida se vive «en amor» (Jua 5:15); ciertamente, el último fundamento es Cristo mismo, que edifica su cuerpo «en amor» (Jua 4:16), en nuestro amor, en cuanto que realmente actúa en amor recíproco de los creyentes y por éste. Siempre nos tropezamos con el amor fraterno. Así hemos entendido al principio en el mismo sentido la primera actitud y hemos visto que el fin próximo de nuestra elección es precisamente «que seamos santos e inmaculados en amor» (Jua 1:4).
Prototipo de este amor es el amor del crucificado. Esto quiere decir que el amor es sacrificio, servicio, entrega de sí mismo hasta la inmolación: en este sentido es modelo y medida el sacrificio amoroso de Cristo: «Amaos unos a otros, como yo os he amado» (Jua 15:12). De aquí la consecuencia sencillamente contundente y de inmediata eficacia, que los discípulos sacaron del amor: «él ha dado su vida por nosotros. Y nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos» (1Jn 3:16). No al azar usa Pablo para significar la muerte de Cristo en la cruz expresiones tomadas de la terminología sacrificial del Antiguo Testamento, como «entrega», «sacrificio», «a Dios en olor de suavidad». Y así la marcha del pensamiento en estos dos últimos versos se reduce a esto: la imitación de Dios es una consecuencia natural de la imitaci6n de Cristo, y ésta para Pablo consiste no en esta o en aquella virtud, sino en llevar hasta el fondo la perfecta repetición del sacrificio vital de Cristo, y de ese otro sacrificio que día tras día se renueva en las manos del sacerdote y que debe continuar en la vida de todos los que juntamente ofrecen y juntamente son ofrecidos.
V. LA NUEVA VIDA EN PUREZA Y EN LUZ (1Jn 5:3-14)
Pablo toma ahora un nuevo rumbo. Esta vez pone en el centro el vicio capital del paganismo, la lujuria, y sigue con el tema en los próximos cinco versículos.
1. LAS OBRAS DE LAS TINIEBLAS Y SUS CONSECUENCIAS (5/03-08).
a) Los vicios capitales (1Jn 5:3-4).
3 Fornicación o cualquier clase de impureza o codicia ni siquiera se nombren entre vosotros, como corresponde a santos; 4 lo mismo las groserías, estupideces y bufonadas, cosas poco convenientes; sino más bien acción de gracias.
Por «fornicación o cualquier clase de impureza» se entiende todo un sector humano que puede afectar a la vida cristiana: desde el pecado de obra hasta la conversación frívola y la concupiscencia interior, como se deduce del texto paralelo de la carta a los Colosenses: «fornicación, impureza, pasión, deseo malo» (1Jn 3:5). De nuevo aparece aquí la codicia al lado de la impureza, como ordinariamente ocurre en san Pablo. En el citado texto de Colosenses se continúa así: «y la sed de lucro, que es una idolatría». Esta condenación de la codicia como culto idolátrico falta en nuestro texto, pero aparece inmediatamente (1Jn 5:5), cuando junto al «lujurioso» y al «impuro» está el «codicioso», «que es un idólatra». Debido a esta estrecha vinculación conceptual entre fornicación y codicia, algunos han intentado ver, en la palabra griega, algún vicio que tenga que ver con la vida sexual, uniendo ambos conceptos en uno, como puede verse en 4,19; donde el término original que aquí traducimos por «codicia», se tradujo por «frenesí». En ambos casos el Apóstol aplica el término a expresar el deseo desmedido, ya de poseer riquezas, ya de gozar. Sin embargo, para ser justos con el lenguaje propio del Apóstol, hay que dejar a cada vicio en lo que es: la fornicación y la codicia; pero teniendo en cuenta que para Pablo lo decisivo entre ambos es la codicia: codicia en el gozar o codicia en el tener. ésta es la que esclaviza al hombre de igual manera. El objeto de su codicia será su «dios» (Flp 3:19). Y si solamente es la codicia la que se llama idolatría y no la fornicación, esto se debe a que el codicioso es más dueño de sí mismo y realiza sus actos con más consciente reflexión e incluso con frialdad de cálculo.
Estas tres cosas -fornicación, impureza, codicia- «ni siquiera se nombren entre vosotros». El «ni siquiera» muestra claramente que el Apóstol tiene conciencia de lo exagerado de la expresión. Por ello son lícitas las traducciones con un toque de exageración: «ni por asomo…», «ni una sola vez deben ser oídas» o «…conocidas por su nombre». Deberá entenderse que tales cosas no deben ocurrir nunca entre vosotros.
Como fundamento de esta exhortación añade simplemente: «como corresponde a santos». Entre los cristianos surge una honda y viva conciencia de que el bautizado en Cristo y sellado, como una propiedad sagrada, por el Espíritu Santo, pertenece tan íntimamente a Dios en la esfera de lo sagrado, que todo lo que de profano y antidivino introduzca en esta esfera equivale a un robo divino y a una profanación del templo. En la primera carta a los Corintios se hace también referencia a los pecados de la carne y a la profanación del cuerpo humano, utilizando para ello un lenguaje bastante fuerte (1Co 6:12-20).
Otra nueva trilogía añade Pablo, y parece corresponder literalmente a la anterior. Después de haber dicho: «fornicación, impureza o codicia», añade ahora: «groserías, estupideces y bufonadas». No está claro qué se entiende por «grosería»: si una conducta desarreglada o una conversación sucia; algo análogo ocurre con las expresiones siguientes. En todo caso, esta segunda trilogía debe pertenecer al ámbito de la primera, que se reanuda otra vez en el versículo siguiente (1Co 5:5): «fornicario, impuro, codicioso». De las conversaciones sucias ha hablado ya Pablo en 4,29: «Todo lo que sea palabra mala no salga de vuestra boca». Pero allí predomina la atención al prójimo, y así lo contrario de la mala conversación es la buena conversación, que aporta utilidad a los que escuchan. Aquí, por el contrario, a la conversación sucia se opone la acción de gracias: se trata, pues, de la conducta moral del individuo.
Pablo parece sentir muy hondamente el abuso de los dones divinos, como son las valiosas capacidades humanas. Esto puede valer sobre todo con respecto a la lujuria y a la codicia, y se pone aquí de relieve, al tratarse de una cosa tan grave como es el abuso del lenguaje humano, que nos capacita para la pública alabanza divina, pudiendo realizar con ello su más noble y alta tarea. Verdaderamente, ¿quién hubiera imaginado poner la alabanza y la acción de gracias como reverso de las conversaciones sucias? ACCION-DE-GRACIAS: Es sorprendente que aquí surja de pronto la acción de gracias. ésta es para Pablo la postura fundamental del cristiano. Compárese el texto correspondiente de la carta a los Colosenses en que habla de esta acción de gracias: los cristianos deben estar «arraigados y sobreedificados en él (= Cristo) y asidos a la fe… prodigando la acción de gracias» ( Col 2:7). Tomemos también Col 3:15 con la exhortación ex abrupto: «y poneos a dar gracias», y tantos otros pasajes 24, y con todo esto podemos realmente decir: la acción de gracias a Dios es una actitud esencial, tan importante para el Apóstol, que, encaje o no, la urge constantemente.
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24. Cf. sobre todo 1Te 5:18.
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b) Consecuencias de estos vicios (1Te 5:5-7).
…5 Pues tened esto bien entendido: ningún fornicario, impuro o codicioso, que es un idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. 6 Nadie os engañe con palabras vanas: pues por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de la desobediencia. 7 No tengáis, pues, nada común con ellos.
Aquí surge una consideración -no muy frecuente en san Pablo, como motivación moral- sobre las consecuencias, no tomadas en serio suficientemente, de una vida inmoral: la exclusión del reino y de la herencia de Dios 25.
Del «reino de Dios» se había hablado ya en la carta a los Colosenses, cuando se decía: Dios «nos liberó del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor» (1Te 1:13). Aquí también aparece el «reino de Dios» como el ámbito de la soberanía «de su Hijo muy amado» (cf. 1,6). Pero Dios es el que nos ha «redimido» y nos ha trasladado a este reino de su Hijo, como es también Dios el que «lo puso todo debajo de sus pies» (Efe 1:22). En este sentido hay que entender el «reino de Cristo y de Dios». En este ámbito de la soberanía de Cristo, tenemos parte en el reino de Dios, ahora ya de manera inicial y fundamental, aunque todavía oculta (Col 3:3 s). Pero lo que ahora está oculto y más tarde se descubrirá en gloria, no es otra cosa en definitiva sino la vida de Cristo en nosotros. De ambos anuncia Pablo que serán excluidos los pecadores. No heredarán el reino de Dios, porque ya ahora no tienen tampoco ninguna participación en él. Así es como Pablo expresa la realidad de lo que en el lenguaje de la teología (con mucha menos fuerza) se llama el «estado» o la «pérdida de la gracia santificante».
«Nadie os engañe con palabras vanas: pues por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de la desobediencia». Hay, pues, otras voces, que proclaman que la lujuria y la codicia no tienen importancia. No la tiene en sí, pues se trataría simplemente de la forma como la naturaleza del hombre se desarrolla; y tampoco la tienen por las eventuales consecuencias: «Comamos y bebamos, pues mañana moriremos» (1Co 15:32). El mismo Pablo les da la razón a estas voces del mundo, «si realmente los muertos no resucitan». Las «palabras vanas» son palabras detrás de las cuales no hay ninguna realidad, sino un pensamiento que se pierde en el vacío 26. Este es el pensamiento que «el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que actúa ahora entre los hijos de la rebelión» (1Co 2:2), exige con todos los medios a su alcance; el espíritu, que presenta el mundo como un ser autónomo, como si fuera un fin para sí mismo, igualmente que el hombre. «Nadie os engañe», advierte el Apóstol, pues son voces de sirena, tanto más peligrosas cuanto más propenso es el hombre a aceptarlas.
«…estas cosas», que el mundo toma tan a la ligera, son aquellas por las cuales «viene la ira de Dios sobre los hijos de la rebeldía». El que endereza su vida en esta direcci6n, se desvía automáticamente del reino de la luz, en cuyo ámbito salvador había entrado, para caer de nuevo en el poder de las tinieblas y sufrir consiguientemente la condena que sobre estas cosas recaerá. «No tengáis, pues, nada común con ellos»: tan grande es el peligro que los amenaza.
Al mismo tiempo, esta ira de Dios no es solamente futura, sino que ya está actuando desde ahora. Pablo describe esta situación en la carta a los Romanos: «por eso Dios los ha entregado», a saber, en su propio ser y en sus concupiscencias, hasta desembocar en una esclavitud peor y más vergonzosa (cf. Rom 1:21-32).
El Apóstol se está refiriendo claramente a la concepción libertaria en asuntos morales, sobre todo en lo concerniente al sexo. Se trata del libertinaje moral 27. éste puede dar origen a una postura tanto moral como inmoral, según como se tome. Una interpretación gnóstica de lo espiritual puede llevar a considerar a la materia como algo que marcha solo e independiente: ella puede seguir el camino que quiera; lo que cuenta es el espíritu. A un resultado parecido puede llevar una falsa comprensión de la postura del Apóstol frente a la ley y a las «buenas obras». La justificación por la fe sola podría ser mal entendida así: mientras menos obras, mayor es la fe (antinomismo). Lutero experimentó las consecuencias de su paulinismo unilateral en la vida moral del pueblo creyente, y sufrió bastante por ello. ¿Qué reacción produce en nosotros la insistencia incansable con que la Iglesia, a contrapelo de la incomprensión del mundo, nos predica que la lujuria, la impureza, la codicia son cosas por las que aviene la ira de Dios sobre los hijos de la rebeldía»? ¿No tenemos la tentaci6n de echar en cara a la moral católica (moral del sexo, del matrimonio) que nos propone concepciones ya anticuadas? Habrá que recomendar a veces un desplazamiento del acento, pero lo que esta moral dice, debe permanecer intocable. La ira de Dios viene, y viene por estas cosas: «No tengáis, pues, nada común con ellos.»
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25. Cf. para esto también 1Co 6:9; 1Co 15:50; Gal 5:21.
26. Además de 4,17.
27. Habría que comparar los vivos coloquios con esta gente en la primera a los Corintios (6,12-14: 10,23).
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2. VIVID COMO HIJOS DE LA LUZ (5,8-20).
a) Producid frutos de luz (5/08-10).
8 Pues antaño erais tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor; andad, pues, como hijos de la luz, 9 pues el fruto de la luz consiste en toda suerte de bondad y de justicia y de verdad. 10 Discernid lo que es agradable al Señor…
Pocas veces amenaza Pablo con el castigo de Dios, como en el pasaje precedente; lo normal en él es que haga derivar la vida moral del cristiano del mismo ser cristiano. Así también aquí. Empieza subrayando, por medio de un tiempo pasado («erais»), que ya no son lo que eran. No solamente se ha verificado un cambio de ambiente, sino que ellos mismos, que eran tinieblas, se han convertido en luz. Ha surgido una nueva creación: «Andad, pues, como hijos de la luz…» «Hijos de la luz» se llaman los cristianos ya en la primera de las cartas paulinas: «Todos sois hijos de la luz e hijos del día» (1Te 5:5). Este empleo de «hijos» es una expresión semítica para indicar la íntima pertenencia, y será muy útil recordar su origen: el hijo se parece al padre. Con la vida y la existencia recibe también una mentalidad y un estilo de vida. Su procedencia es visible. Lo mismo ocurre aquí. Proceder de la luz, ser luz uno mismo: esto impone una responsabilidad. La luz debe alumbrar, y esta iluminación consiste en todo lo que pueda llamarse «bondad» y «justicia» y «verdad».
Se trata de las tres expresiones más comunes para indicar la perfección moral. Cada una de ellas bastaría ya para abarcar el conjunto. La verdad es la vida que corresponde a la realidad 28. Cuando esta realidad íntima, este ser del cristiano que lo impulsa a su propia afirmación se comprende y se realiza como voluntad de Dios, como ley, entonces lo que antes se llamaba «verdad», ahora se llama «justicia». Finalmente, la expresión «bondad» se refiere de nuevo a la rectitud, con un subrayado al amor y a la misma bondad. Y así estas tres cosas son realmente, no «frutos», sino, como expresamente se dice en nuestro texto, «el fruto» de la luz.
«Discernid lo que es agradable al Señor». Se trataba del «fruto» de la luz. Pero este «fruto» tiene una peculiaridad: no crece por sí mismo en la bondad del árbol, que lo sostiene; sino, al contrario, tiene que intentar la forma de mantenerse, tiene que optar, tiene que discernir lo que es «acepto al Señor». Así pues, la medida de esta opción no es agradarse a sí mismo o a los otros, sino sólo al Señor.
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28. Además de 4,15.
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b) Llevad a la luz los que están en las tinieblas (5/11-14).
…11 y no comulguéis con las obras infructuosas de las tinieblas; antes bien, ponedlas en evidencia; 12 pues las cosas que ellos realizan en oculto, resulta vergonzoso aun el decirlas; 13 pero, una vez puestas en evidencia todas ellas, por la luz quedan al descubierto: pues todo lo que queda al descubierto es luz. 14 Por eso dice: «Despiértate tú, que duermes, y levántate de entre los muertos, y Cristo brillará sobre ti.»
«…las obras infructuosas de las tinieblas». Aquí no se habla de los «frutos» de las tinieblas, como antes se ha hablado de los «frutos» de la luz, ya que sería demasiado honor el uso de esta metáfora. El Apóstol habla sólo de «obras» de las tinieblas y añade que son «obras infructuosas». Desde una perspectiva humana, pueden ser grandes realizaciones y proezas, pero, dado que proceden de las tinieblas, sólo tinieblas propagan, y todo supuesto logro es apariencia engañosa. Que aquí se hable de obras «infructuosas» demuestra que, al hablarse antes del «fruto» de la luz, no se pensaba solamente en su procedencia de la luz, sino en su calidad de «fruto» beneficioso para los demás. Procediendo de la luz, él mismo difunde luz.
«…una vez puestas en evidencia todas ellas, por la luz quedan al descubierto: pues todo lo que queda al descubierto es luz». Partimos del presupuesto de que esta traducción no es muy clara y mucho menos el texto original; lo único posible, pues, es intentar sacar el sentido general partiendo de lo que es seguro, o sea: se nos exige «poner en evidencia» (5,11b), y al final (5,13b) se indica expresamente la finalidad que se intentaba: «pues todo lo que se pone en evidencia es luz». Y este objeto es luz precisamente porque al poner en evidencia queda al descubierto por la luz. Si esta manera de entenderlo tiene sentido, lógicamente con la expresión quedar al descubierto por la luz o llevar a la luz no se quiere decir simplemente que la conversación «convincente» del cristiano abre la oculta vergüenza a la luz del día, poniendo así al descubierto todo su alcance. Efectivamente, ¿quién se atrevería a decir que la vergüenza, por el hecho de haber sido interpelada, se convierta precisamente en luz? Por tanto, parece que la expresión, excesivamente abreviada, se refiere a un poner en evidencia de cuyo resultado la luz -Cristo- aparezca victorioso, conduciendo a la conversión. En esta perspectiva se presenta a Cristo como luz (5,14b). Ciertamente, todavía nos resulta oscuro por qué Pablo pudo formular todo el pasaje en el sentido de que «todo lo que es puesto en evidencia, por la luz queda al descubierto». En todo caso, este sentido es exigido por la explicación que a continuación se añade: «pues todo lo que queda al descubierto es luz». Que Pablo realmente piensa en la conversión de los pecadores, queda definitivamente claro por la cita final:
«Por eso dice: «despiértate tú, que duermes, y levántate de entre los muertos, y Cristo brillará sobre ti».» Se sospecha que esta estrofa pertenece a un himno cantado en la liturgia bautismal y en el que se apostrofaba al neófito. éste sabía que, con el bautismo, entraba en una vida nueva, que se diferenciaba de la existencia anterior como el claro despertar del sueño sepulcral, como la vida resucitada de la muerte, y que todo esto se vivía en un nuevo mundo, a la luz de un nuevo sol, Cristo.
c) Buscad en la sabiduría la voluntad de Dios (5/15-17).
15 Mirad, pues, con cuidado cómo andáis, no como necios, sino como sabios, 16 aprovechando el tiempo, porque los días son malos. 17 Por eso no os volváis insensatos, sino comprended cuál es la voluntad del Señor.
La conjunción «pues» puede muy bien referirse a la experiencia de iluminación que trae consigo el bautismo, y de la que se acaba de hablar. Una vida nueva en una nueva luz, es verdad; pero hay que realizarla con conciencia y responsabilidad. Ya anteriormente se proponía la tarea de decidirse conscientemente a «lo que es acepto al Señor». También aquí ahora el primer pensamiento apunta a una recta comprensión de lo que concretamente es la voluntad del Señor. De aquí la apremiante exhortación: «mirad con cuidado». La cosa no es tan simple. Hay fuerzas de dentro (2,3) y fuerzas de fuera, que están operando para oscurecer la luz, turbar la mirada e impedir o dificultar la recta opción.
Y ya no deben vivir como «necios», puesto que han dejado de serlo al recibir en sí abundantemente la riqueza de la gracia de Dios como suma de toda sabiduría e inteligencia a través de la revelación del misterio de la voluntad de Dios (1,8s). Por el contrario, deben vivir como «sabios». Hay que estar atentos a esta vida, ya que en ella está la verdadera sabiduría. Esta no consiste en una descuidada e irreflexiva improvisación al día, sino en un consciente «aprovechar el tiempo». La palabra griega kairos dice más que «tiempo»: se refiere al contenido de este tiempo, a la situación que este tiempo trae consigo, a las posibilidades que ofrece. Y «aprovechar el tiempo» quiere decir sacar ventaja de estas posibilidades con vistas al fin último, entresacando de cada situación lo mejor.
Esto es sabiduría, y sabiduría urgente, «… pues los días son malos». En la tradición judía y después en el Evangelio, domina la idea de que los últimos tiempos, en su calidad de dolores de parto de un nuevo mundo, traen consigo dolores, necesidades y angustias de toda clase. El maligno es el que con la última proclama de su ya decadente soberanía hace que estos días sean «malos». Este mal, que tan amargas consecuencias puede traer, significa para el hombre impugnación, tentación y peligro. Ver a todo trance la cruz en este mal, ver en esto, que lleva a la aniquilación, el camino para la vida, no puede realizarse sin la ayuda de la sabiduría. El Apóstol exhorta instantemente. De aquí la repetición: «no os volváis insensatos». ¡Sólo la voluntad de Dios! Conocerla es lo contrario de la insensatez. La voluntad de Dios es decisiva para todo lo que hay que hacer, permitir o padecer. ¿A dónde irá el cristiano por este conocimiento de la voluntad de Dios y por la disponibilidad para cumplirla, y cómo podrá afianzarse en ella?
d) Dejaos llenar por el Espíritu (5/18-20).
18 Y no os embriaguéis con vino, pues en él está la perdición, antes bien dejaos llenar por el Espíritu, 19 hablándoos mutuamente con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones; 20 dando constantemente gracias de todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a Dios Padre.
La exhortación a no embriagarse con vino no deja de ser sorprendente. Al continuarse aquí la lista, comenzada anteriormente (4,25), de exhortaciones individuales, cabría esperar que a la embriaguez se le opusiera la templanza; pero lo que se considera como su anverso es la «embriaguez en el Espíritu», y en los versículos siguientes se trata de comunicaciones que difícilmente encajarían sino en la comunidad reunida para celebrar el culto. Pero realmente ¿es posible que una exhortación a dejar la embriaguez del vino pueda llevar a la idea de la «inspiración» de la comunidad reunida? Posiblemente sí. Y precisamente al tratarse de una embriaguez que iba ligada a las comidas comunitarias de los primeros cristianos. En este mismo sentido ya había apuntado Pablo a ciertos inconvenientes en la Iglesia de Corinto: «Mientras uno tiene hambre, otro se embriaga» (1Co 11:21). Así se explica la vinculación entre una embriaguez corporal y una embriaguez espiritual. Así se confirma la sospecha de que aquí Pablo realmente está pensando en la vida comunitaria litúrgica, y precisamente -como se desprende del contexto- en su calidad de espacio en el que el individuo partiendo de la fe de la comunidad, debe renovarse en el Espíritu de su mente (1Co 4:23), y en el que igualmente alcanza aquella inteligencia de la voluntad de Dios, que lo capacita para interpretar «los días malos» de una manera sabia, o sea realmente cristiana.
De la embriaguez se dice que en ella hay asotia, que puede significar ausencia de salvación o de salud, pero también libertinaje, prodigalidad. Habría que pensar en la primera significación, teniendo en cuenta la tentación del hombre a buscar en la embriaguez refugio y salvación en sus necesidades y angustias. Realmente, desaparecen así por un momento las preocupaciones de cada día, proyectándolas a la vida «en otro mundo». Esto es lo que ocurre verdaderamente en el mundo, del que el Espíritu nos arrebata en diversas maneras y grados, como primicias de la vida en Dios, a cuyo encuentro vamos. Aquí, en la reunión cultual, el Espíritu llena los corazones, pero éstos tienen que abrirse a él («dejaos llenar por el Espíritu»), y el mismo Espíritu desata las lenguas en salmos, himnos y cánticos, a través de textos conocidos o quizá en un libre intercambio de aclamaciones y réplicas, en santa rivalidad por una alabanza divina cada vez más alta. Esta manera de cantar se llama «espiritual» en el pleno sentido de su proveniencia del Espíritu, del cual está lleno y cuyo objeto propio constituye.
Pero Pablo no se olvida de añadir: lo que a esta alabanza divina proporciona su verdadero valor no es ni la voz ni la recitación, ni la perfección de la forma. Es el «cantar con el corazón», que presupone la expresión exterior y la acompaña, el cantar interior, que apunta sólo al Señor: «Cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones». Y como si se tratara de comenzar el himno y el cántico, el mismo Pablo da el tono y el tema: «Dando constantemente gracias de todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a Dios Padre».
¿Tiene que ver el verbo eukharistein (dar gracias) aquí con la gran oración eucarística (el prefacio de nuestra misa) y, por consiguiente, con la celebración de la cena? Es muy posible, sobre todo tratándose, como se trata, de una reunión comunitaria y de la celebración del culto. Sin embargo, parece que el pensamiento del Apóstol vuelve aquí a la vida diaria de los cristianos y al talante fundamental de la existencia cristiana, que tan profundamente le preocupa: la postura de acción de gracias y alabanza siempre y en todas partes, y por todo.
El «constantemente» parece referirse a que el recuerdo de la celebración eucarística domina y condiciona esta actitud de acción de gracias. Recuérdese lo que se dice en 1Te 5:16-18 : «Estad siempre alegres. No dejéis nunca de orar, dad gracias en toda ocasión.» También es dudoso si en nuestro pasaje hay que traducir «por todo» o «por todos». Ambas traducciones encierran un profundo significado. Dar gracias «por todos» sería la manera de expresar la conciencia de mutua pertenencia entre los cristianos: la alegre posesión de la salvación inclina a dar gracias por la misma salvación, que se realiza también en el hermano. Pero también la otra traducción «dar gracias por todo» sería la expresión de algo profundamente cristiano: la fe en que detrás de todo está el Padre (nuestra acción de gracias va hacia «Dios Padre»), y en que «para aquellos que aman a Dios, todo redunda en lo mejor» (Rom 8:28).
VI. LA CASA CRISTIANA (,9).
De la reunión cultual pasa Pablo a hablar de la familia cristiana. «Familia», según la manera de concebir de la antigüedad, comprendía la comunidad doméstica de marido y mujer, hijos y esclavos. Para todos ellos vale una ley fundamental, que Pablo pone como título de su exhortación:
21 Someteos los unos a los otros en el temor de Cristo.
Esta exhortación es tan sorprendente como significativa: este epígrafe constituye literalmente el último miembro de la sección anterior. Allí predomina esta idea en forma imperativa: «dejaos llenar por el Espíritu». Esto se especifica más: «hablándoos mutuamente… cantando… dando constantemente gracias…» Y ahora, en la misma línea de pensamiento, se añade: «someteos los unos a los otros». Sin darse cuenta, se pasa del culto a la vida diaria de la familia. No podía Pablo mostrar más claramente cómo casi sin darse cuenta presupone que la vida cristiana es solamente una; que no hay dos esferas diferentes: Iglesia y casa, domingo y días laborables, liturgia y vida. Del culto parte siempre nueva la comprensión de la voluntad de Dios y la fuerza para llevarla a cabo. Y viceversa, la vida vivida -alegría y dolor, éxitos y fracasos, esperanza y preocupación- es lo que el cristiano lleva consigo, cuando juntamente con sus hermanos celebra la liturgia en la presencia de Dios.
En la carta a los Colosenses tenemos un pasaje muy semejante, de suerte que ambos textos se complementan y explican mutuamente: allí la mención de un sentimiento de acción de gracias lleva igualmente a la reunión comunitaria, en la que esta actitud cristiana se exterioriza de forma especial: «enseñándoos mutuamente en toda sabiduría y amonestándoos con salmos, himnos y cánticos inspirados, en la gracia, cantando en vuestros corazones a Dios». Y termina con una alusión, más explícita aún, a toda la anchura y longitud de la vida diaria: «Y todo lo que hagáis en palabra u obra, todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (3,16s). Para Pablo la familia cristiana se construye sobre la recta sumisión de sus miembros. Esto vale también para toda otra familia bien ordenada. Lo específicamente cristiano es que esta sumisión natural o, mejor, exigida por la naturaleza, debe prestarse «en el temor de Cristo», o sea en el santo y respetuoso temor ante la presencia de Cristo el Señor. Este hecho da a toda la vida una nueva consagración y hace que la sumisión, que antes les resultaba tan pesada a los hombres, parezca más ligera. Reconcilia, además, la sumisión con la dignidad de la persona, y da a la recta ordenación un fundamento básico, sobre todo allí donde la cortedad de la parte poseedora del mando pondría en peligro esta ordenación.
1. MUJER Y MARIDO (5,22-33).
a) Las mujeres sométanse a los maridos (5/22-24).
(21 Someteos los unos a los otros en el temor de Cristo.) 22 Las mujeres sométanse a los propios maridos, como al Señor. 23 Porque el marido es cabeza de la mujer, como también Cristo es cabeza de la Iglesia, su cuerpo, del cual es también salvador. 24 Ahora bien, como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo.
Las mujeres deben estar sometidas a sus maridos, como al Señor. Esta conjunción «como» -según el uso del griego- tiene un empleo de analogía de proporción, que aquí está condicionada por la frase «en el temor del Señor»: la mujer se somete al marido precisamente porque, actuando así, se somete al Señor.
«Porque el marido es cabeza de la mujer, como también Cristo es cabeza de la Iglesia, su cuerpo, del cual es también salvador.» El matrimonio debe imitar la relación de Cristo con su Iglesia. Así como Cristo es la cabeza de su Iglesia, así también el marido lo debe ser de su mujer. Con la palabra «cabeza» se quiere indicar ante todo la postura de señor y amor. Cristo es ciertamente, en su calidad de cabeza de la Iglesia, mucho más que eso 29: es fuente de su vida, fundamento y fin de su crecimiento, cosa que no lo es el marido con respecto a su mujer.
Ciertamente Pablo quiere limar esta actitud dominadora del marido, excluyendo toda clase de egoísmo y de abuso de suficiencia. Por eso añade esta sorprendente perícopa: «Cristo, salvador de su cuerpo». La autoridad del marido debe estar toda ella dirigida a la «salvación» de la mujer, en la misma medida en que Cristo adopta esta actitud con respecto a su Iglesia 30.
Así ve Pablo esta relación por parte del marido. Ahora intenta colarse en la perspectiva de la mujer. «Ahora bien, como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo». Indudablemente, al formularse la proposición fundamental por partida doble, se quita la posibilidad de todo equívoco. Al marido atribuye el Apóstol el papel moderador y directivo del matrimonio, mientras que a la mujer la considera como subordinada. Y esta relación vale «en todo», o sea en todas las circunstancias de la convivencia del matrimonio.
Lo nuevo que hay aquí es la perspectiva religiosa. A ambas partes se exhorta a vivir esa ordenación a partir de la fe. El marido debe entender su papel directivo como un camino para la salvación, según el modelo de Cristo; y la mujer debe prestar su obediencia como si fuera un servicio de sumisión hecho directamente a Cristo.
Una verdad religiosa valedera y permanente debemos verla en el hecho de que la vida común en el matrimonio se considera como realización de la fe y de la vida de la gracia. Pero la comparación que Pablo toma de la relación de los sexos y de los cónyuges, debemos entenderla en su condicionamiento histórico y temporal. Corresponde generalmente a la precaria posición de la mujer en el mundo antiguo, y especialmente a la educación rabínica del propio Pablo. Ciertamente en aquel tiempo se abría ya paso una más alta e igualitaria estima de la mujer. En el mismo Jesús aparecen, como podemos fácilmente reconocer, ciertas cosas francamente claras: el hombre y la mujer son, por su propia creación, del mismo valor esencial a los ojos de Dios. Esto, sin embargo, no había sido llevado completamente a la vida práctica en la época apostólica. Pero los versículos siguientes demuestran que Pablo estaba ya en esa dirección.
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29. Para 1,22 y 4,16.
30. Así puede entenderse esta expresión («salvador del cuerpo»). Pero es discutible si con ello queda suficientemente explicada esta fórmula sorprendente. Pues, aunque para nosotros es tan frecuente tratar a Cristo como «Salvador» (soter), en el NT es muy raramente designado con este título; en san Pablo, aparte de las tardías cartas pastorales, solamente aparece en Flp 3:20. Allí es el salvador de los fieles (como Luc 2:11) o el «salvador del mundo» (como Jua 4:42), resultando completamente única la determinación «salvador de su cuerpo».
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b) Maridos, amad a vuestras esposas (5/25-32).
25 Los maridos amad a vuestras esposas, como también Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella, 26 para santificarla, purificándola con el baño de agua en la palabra, 27 para presentársela a sí mismo toda gloriosa, sin mancha, sin arruga o cosa parecida, sino, por el contrario, santa e inmaculada.
Así como para las mujeres Pablo solo tenía una exhortación: «Estad sumisas», así para los maridos no tiene más que una también, fundamental y que lo abarca todo: «Amad a vuestras esposas». Y otra vez Cristo es el modelo: «como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella». Pero aquí también tiene que haber algo más que una simple comparación. La actuación de Cristo por su Iglesia tiene que constituir la base del amor del marido por su mujer: porque Cristo se ha entregado por su Iglesia en amor, y el matrimonio es como la reprodución de la relación de Cristo con su Iglesia, por esto precisamente deben los maridos amar a sus mujeres, y por su parte comunicar este amor en una entrega dispuesta al sacrificio.
El fin, al que debe apuntar la entrega de Cristo en la cruz, es precisamente la liberación del poder de las tinieblas, y del juicio de la ira de Dios, o sea, en una palabra, el perdón de los pecados (Gal 1:4). Aquí se subraya fuertemente el lado positivo de esta obra redentora: la santificación 31; y no tanto la santificación de los individuos, cuanto la santificación de la Iglesia en su conjunto. Esta santificación se logra por el bautismo constante de sus miembros siempre nuevos. Es al mismo tiempo purificación y santificación.
La expresión «baño de agua en la palabra» es equivalente a lo que la teología llama «sacramento»: una «materia», el baño de agua, a la que sobreviene la palabra -la fórmula bautismal- como «forma» que da sentido. «En la palabra» significa según la manera de hablar semítica «juntamente con», «acompañado de».
Ahora se describen los detalles de la santificación. Cristo se ha entregado en la cruz de la Iglesia, «para presentársela a sí mismo toda gloriosa». La palabra «presentar» puede considerarse como expresión técnica del acto de «llevar» a la novia. Así lo emplea también san Pablo cuando se describe como padrino, que «lleva a Cristo la Iglesia de Corinto como una virgen pura» (2Co 11:2). Ahora bien, este «padrinazgo» lleva consigo una tarea de formar, perfilar, perfeccionar y embellecer, como se pone de manifiesto en la manera como Pablo, en la carta a los Colosenses, habla de su trabajo apostólico como un «presentar a todo hombre perfecto en Cristo» (2Co 1:28).
En nuestro pasaje se pone de relieve que Cristo es su propio padrino, o sea que él mismo lleva a la Iglesia como novia gloriosamente. él mismo es el que prepara a la novia, el que hace que esté «sin mancha, sin arruga o cosa parecida, sino, por el contrario, santa e inmaculada».
Pero ¿en qué sentido es realmente la Iglesia tan gloriosa, tan pura, tan inmaculada y virginal? ¿Se quiere indicar con ello a la Iglesia de los últimos tiempos, completamente purificada por las bodas eternas del cordero? Ni mucho menos; por el contrario, siendo ya obra maestra de su esposo, la Iglesia es ya ahora gloriosa e inmaculada. Y lo que después quedará manifiesto, no será más que la belleza, que ya ahora posee escondida. Aún más: Pablo piensa en la Iglesia, tal como surge del bautismo: siempre nueva, radiante y pura. Lo que ella hace por sí misma, no lo dice el Apóstol aquí, ya que está tratando de la comprensión de la entrega sacrificial y del amor de Cristo.
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31. Purificación y santificación juntamente: Tit 2:14.
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28 Así deben también los maridos amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. 29 Pues nadie odió jamás a su propia carne, sino que la nutre y la calienta, como hace también Cristo con la Iglesia, 30 porque somos miembros de su cuerpo.
«Así deben también los maridos amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos.» El pensamiento no es completamente nuevo, ya que se reduce a destacar una dimensión de la actuación ideal de Cristo, de la que se dijo algo antes al presentar a Cristo como salvador de su cuerpo, que es la Iglesia. Aquí emerge claramente la consideración del amor de la cabeza por su propio cuerpo. Esto es lo que debe también valer para los maridos: «el que ama a su mujer, a sí mismo se ama.» Esta consideración le sirve al Apóstol de motivaci6n esclarecedora, que a pesar de la brevedad de su expresión invita a ser llevada a sus más pormenorizadas consecuencias.
«Nadie odió jamás a su propia carne, sino que la nutre y la calienta, como hace también Cris?o con la Iglesia.» «Odiar» no hay que tomarlo en el sentido fuerte que tiene la palabra en castellano: para los semitas «odiar» era lo mismo que «amar menos a uno que a otro»32. Y así uno «odia» en la medida en que no ama, o que descuida a alguno a quien debiera amar, tratándolo fría e indiferentemente. Ahora es cuando vendría bien, como un grado superior, lo que nosotros entendemos propiamente por «odiar»: aversión propiamente dicha, que desea el mal para los otros. Verdaderamente lo único que hace falta es que el marido cultive a su mujer, como cada uno se preocupa por su propio bienestar y su propia salud, evitando el dolor, curando las heridas y eliminando toda incomodidad.
Otra vez Cristo se presenta como ideal de este cultivo y cuidado de su cuerpo (que es la Iglesia). Por tercera vez se emplea la expresi6n fundamental y apremiante: «como también Cristo». Qué quiere Pablo con ese alimentar y calentar, podemos deducirlo de lo que se dice en 4,16: «…del cual todo el cuerpo recibe unidad y cohesión…» En esa obra de unificación y de ajustamiento está él presente actuando y procurando únicamente que el cuerpo crezca y llegue a su madurez en el amor.
Y al tratarse aquí de «alimentar», es posible que se haga alusión al hecho de que Cristo alimenta a este cuerpo consigo mismo, con su carne y sangre eucarísticas, expresión visible y tangible de una vida en Cristo, que nos vitaliza y nos mantiene a todos, «pues somos miembros de su cuerpo».
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32. Cf. Luc 14:26 con el paralelo Mat 10:37.
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31 «Por lo cual dejará el hombre al padre y a la madre, y se unirá a su mujer, y resultarán los dos una sola carne.» 32 Este misterio es grande; me refiero a que se aplica a Cristo y a la Iglesia. 33 En todo caso, también vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo, y la mujer respete a su marido.
Sin una fórmula de introducción, como es corriente cuando aduce una cita de la Escritura, Pablo pone por delante el texto del Génesis: «Por lo cual dejará el hombre al padre y a la madre…» (Gen 2:24). Ordinariamente se entiende este texto del matrimonio natural. No así Pablo. él ve ahí expresado un profundo misterio («este misterio es grande») y añade la razón por qué lo considera tan grande: «…se aplica a Cristo y a la Iglesia.» O sea: yo entiendo esta obra de Dios como realizada en Cristo y en la Iglesia. Directamente se trata de la primera pareja humana. Pero para Pablo Adán es figura de Cristo, el segundo Adán. Lo que vale para el primer Adán, encuentra en el segundo su sublimación y cumplimiento. Así entiende Pablo el texto del Génesis: Cristo y su matrimonio con la Iglesia, y por eso lo presenta verdaderamente como un misterio «grande».
El texto trata también, ciertamente, del matrimonio humano, aunque como dependiente de aquel fundamental matrimonio de Cristo con su Iglesia, al que se refiere esencialmente como trasunto suyo. Siendo esto así, el matrimonio humano es algo más que una mera figura, cuando se realiza entre miembros de Cristo: debe realizar la unión amorosa de Cristo con su Iglesia. Así pues, el matrimonio no es solamente figurativo, sino que es una participación real en lo que Pablo llama el gran misterio: Cristo esposo, un solo cuerpo con su esposa la Iglesia. Esto es lo que hace que el matrimonio sea entendido como un misterio de participación, un instrumento de la gracia y, por lo tanto, un sacramento. Y el que sea un trasunto de la unión de Cristo, el esposo, y de su esposa la Iglesia, esto es lo que diferencia este sacramento de los otros y constituye su cualidad específica.
Desde esta profunda visión del misterio del matrimonio cristiano -ya que se sitúa solamente en una perspectiva- vuelve Pablo finalmente a su exhortación inicial dirigida a los casados. Lo natural sería que después de todo lo dicho la exhortación final empezara con un «por eso» o «por tanto», en calidad de resultado o de consecuencia. Sin embargo, el Apóstol comienza con un sorprendente «en todo caso», con que se prescinde de lo que antecede, como si Pablo quisiera decir: lo hayáis entendido o no, lo decisivo es que obréis rectamente: «En todo caso, también cada uno de vosotros, que ame a su mujer como a sí mismo, y la mujer respete a su marido».
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
Viviendo como hacedores de paz, en la iglesia y ante la sociedad, Efe 4:17-32; Efe 5:1-14
Análisis de discurso
Una vez que el autor ha exhortado a los cristianos a vivir a la altura de su llamado, manteniendo la unidad y colaborando unos con otros para hacer crecer el cuerpo de Cristo, ahora menciona los obstáculos que han de enfrentar y vencer para realizar su misión en este mundo.
En primer lugar (Efe 4:18-24), el autor llama a los cristianos a transformar sus hábitos mentales y su antigua forma de pensar. Los cambios significativos en la vida cristiana empiezan en el mundo del pensamiento. En este caso no se refiere tanto a ciertos pensamientos o ideas equivocadas o pecaminosas que deben abandonarse. El texto va mucho más allá y se refiere a un cambio de cosmovisión. Es decir, habla de una radical transformación de los valores, principios y creencias con respecto a la manera que entendemos a Dios, a nosotros mismos, a nuestro prójimo y al cosmos (como lo hace en Rom 12:1-3).
En otras palabras, los cristianos deben practicar cotidianamente el arrepentimiento, el cambio de su mentalidad (gr. metanoia). Deben dejar a un lado todo el lastre de la vida pasada que aún llevan consigo. La concepción que tenían del mundo, de la sociedad, de Dios y de las personas debe ser transformada radicalmente. Además, deben mantenerse en guardia contra la ideología imperial, cuyo tremendo poder e influencia ganaban las mentes y corazones de la gente. La tarea es permanente y debe realizarse con determinación y disciplina. La mente es el lugar donde la batalla decisiva se lleva al cabo a cada momento de la vida.
Los cristianos deben despojarse, como si fuera un vestido viejo, de una forma de pensar vacía y estéril, y de su vieja cosmovisión (en aquello que ésta se opone al proyecto divino), que tienen como resultado un estilo de vida insensible y perverso que destruye la comunidad, crea divisiones, discrimina a sus semejantes, establece jerarquías entre los seres humanos en base a su raza, cultura, género, religión, nacionalidad, o ideología. En pocas palabras, que deshumaniza y roba a las personas de su dignidad y valor.
Al contrario, los cristianos deben pensar y vivir como Jesús, el Cristo. Han de vestirse de una nueva forma de pensar, como la de Jesús, que fructifique en un estilo de vida caracterizado por la justicia, la integridad y la fidelidad. El autor ya lo había señalado antes: debemos crecer y madurar para alcanzar la estatura de Jesús (Efe 4:13). Esas virtudes son las marcas de quienes constituyen las primicias de la nueva humanidad, creada por Dios para ser artesana de la paz.
En segundo lugar (Efe 4:25-32; Efe 5:1-2), el autor muestra con ejemplos concretos la manera en que se debe mantener la unidad que el Espíritu ha creado en la nueva humanidad en Cristo. El autor pasa de lo general a lo particular y enumera aquellos pecados que se deben evitar a toda costa. Son los que dañan y destruyen la armonía comunitaria, y así, entristecen al Espíritu Santo, que la ha hecho posible.
Por el contrario, en sus relaciones comunitarias deben imitar a Dios, en su amor perdonador hacia quienes le ofenden, y también deben imitar a Jesús, en su entrega sacrificial para buscar el bien de su pueblo. La búsqueda del bien común, que de acuerdo a Aristóteles, era la esencia de la tarea política, encuentra su mejor expresión, según nuestro autor, en Jesús, quién dio su vida por el bien nuestro. Así es como deben vivir quienes llevan su nombre, sometidos mutuamente en amor (Efe 5:21).
Finalmente, el autor exhorta a la comunidad cristiana a vivir de tal manera que su estilo de vida sea una denuncia y desafío a la sociedad que les rodea (Efe 5:3-14). Eso es lo que significa ser luz en medio de las tinieblas. No basta evitar los vicios y actitudes destructoras de los demás; es también nuestra función denunciarlos proféticamente y plantear, con nuestro ejemplo, una alternativa para la restauración de la vida social, para la elaboración de una nueva humanidad.
Debemos cambiar nuestra manera de pensar, Efe 4:17-24
TÍTULO: Hemos titulado este pasaje Debemos cambiar nuestra manera de pensar ya que esta es la idea dominante del mismo, sobre todo en las vv. Efe 4:17-19. También se puede titular llamados a vivir de manera distinta a los demás. Este título pondría énfasis en la segunda parte del pasaje (vv. Efe 4:20-24) que apunta a la conducta. Una idea más es la de la nueva creación que surge al final del pasaje y por ello se podría colocar el título Vivamos como la nueva humanidad creada por Dios.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Maneras concretas de vivir como una nueva humanidad, Efe 4:25-32; Efe 5:1-2
Análisis de discurso
Después del llamado a un cambio de mentalidad y conducta, el autor ilustra su exhortación general con una serie de situaciones concretas en las que se debe trabajar cotidianamente para efectuar el cambio. Después de enunciar los principios que rigen la vida cristiana, se avoca a lo que ellos significan en la práctica. La sociedad alternativa se construye en la vida cotidiana y allí es donde los cristianos deben actuar como nuevas criaturas.
Estilísticamente, encontramos diez mandamientos en Efe 4:25-32; Efe 5:1-2. Los primeros ocho (Efe 4:25-32), son situaciones específicas seguidas en Efe 5:1-2 por dos mandatos más generales que resumen y compendian los primeros ocho. Cada mandato inicia haciendo alusión a la contraparte negativa del mismo, para luego apuntar a la dimensión positiva. Además, cada uno cierra indicando una razón, propósito o modelo que deben alentar y estimular a la obediencia. Es el esquema imperativo-indicativo, donde éste último apunta a alguna realidad que debe motivarnos a obedecer y que de hecho es donde radica el poder para obedecer.
TÍTULO: Hemos titulado este párrafo Maneras concretas de vivir como una nueva humanidad. Este pasaje se caracteriza por lo concreto de las situaciones que plantea. La idea de la nueva humanidad la hemos tomado del pasaje anterior. Se puede también tomar la idea final del pasaje y titular este pasaje Viviendo como Jesús. Incluso se puede tomar la idea de Efe 5:1 y decir: Comportándonos como hijos de Dios.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Dado que el versículo anterior apeló a lo que Dios hizo por nosotros como ejemplo de lo que debemos hacer unos con otros, este versículo reitera esa idea llamándonos a la imitación de Dios (véase Mat 5:48). La palabra pues indica que lo que ahora se va a decir es consecuencia y conclusión de lo anterior. A la vez, tiene la función de iniciar una transición e introduce la siguiente sección parenética.
Este texto apela a la realidad de lo que ya somos: hijos amados. Es decir, Dios nos ha amado y nos ha adoptado como sus hijos (Efe 1:5). Ese amor se ha mostrado de manera contundente en la salvación que obró en nosotros (Efe 2:1-10). Ciertamente hemos sido grandemente amados por Dios. Si eso es así, debemos imitar a nuestro Padre y así mostrar que somos sus hijos y nos parecemos a él. Como modelo de traducción se sugiere seguir aquí a la TLA.
El mandato final repite el verbo clave en toda esta sección: andad (véase la explicación de este verbo en Efe 4:1). Un verbo que señala el estilo de vida, la conducta habitual que ha de caracterizar al cristiano. Ahora, ese estilo de vida se ha de caminar en el ámbito del amor. Ese es el sentido de la preposición griega en con el dativo. Así lo pone de relieve NVI: «y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios».
La otra cláusula que puede presentar problemas al traductor es con la que cierra el pensamiento: ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. Se puede conectar con lo anterior si la comparación implícita se hace explícita y se añaden las palabras: “como su fuera una”, o algo parecido. La imagen alude a la descripción que se usaba para describir las ofrendas del AT (Sal 40:6) que Dios aceptaba y le eran agradables. De acuerdo con algunos comentaristas, ofrenda se refiere a ofrendas vegetales en las cuales no se derramaba sangre y que se usaban para el sostén de los sacerdotes. El segundo término, sacrificio, se refiere a las ofrendas en las que se sacrificaban animales. Ambos términos se usan juntos en Sal 40:6 para referirse a la obediencia del Mesías.
La idea principal de este versículo es que Jesús es nuestro modelo en la manera en que nos relacionamos unos con otros. Así como él dio su vida por nosotros, así nosotros debemos dar la nuestra para beneficio de nuestros hermanos y hermanas. Esa es la marca principal de las relaciones en la comunidad. Así lo expresa DHH: «Traten a todos con amor, de la misma manera que Cristo nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio de olor agradable a Dios». TLA hace explícito el significado del sacrificio: « y murió por nosotros. Su muerte es para Dios ». Estas dos versiones han diluido el sentido de andad limitándolo al trato o a un sentido general del amor. En contraste, BJ le ha recreado la fuerza del verbo traduciéndolo así: «vivid en el amor ». La BL mantiene la metáfora del andar y dice de manera sugestiva: «Sigan el camino del amor, a ejemplo de Cristo que los amó a ustedes». La LPD también le da la fuerza necesaria al verbo y dice: «Practiquen el amor ».
Reflexión bíblica y pastoral
La ética que ha de caracterizar al cristiano se ilustra en este pasaje con una serie de casos y situaciones que reconocen la realidad del pecado en las relaciones interpersonales pero a la vez da las pautas para vencerlos.
El corazón de dicha ética se encuentra en el ejemplo de Jesús y su sacrificio en favor nuestro. Esa debe ser la marca de nuestras relaciones comunitarias. Esa es la única manera en que podemos vivir como la nueva humanidad de Dios. Sólo así se construye cotidianamente el shalom.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Lev 19:2; Mat 5:48.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
5.1, 2 Así como los hijos imitan a sus padres, también debiéramos imitar a Cristo. Su gran amor lo condujo a sacrificarse por nosotros de manera que pudiéramos vivir. Nuestro amor por otros debiera ser de la misma clase, un amor que va más allá del afecto, a un servicio de auto sacrificio.5.4 Las obscenidades o las vulgaridades son tan comunes que empezamos a aceptarlas. La advertencia de Pablo, sin embargo, indica que el vocabulario perverso no será parte del diálogo cristiano porque no refleja la presencia de Dios en nosotros. ¿Cómo podemos alabar a Dios y recordarle a los demás sus bondades cuando nos dedicamos a hablar en forma liviana?5.5-7 Pablo no prohibe el contacto con los inconversos. Jesús enseñó a sus seguidores a ser amigo de pecadores para conducirlos a El (Luk 5:30-32). Más bien Pablo se refiere a pasar por alto o adoptar la forma de vida de quienes se amparan en excusas para conductas negativas y trasmitirlas a otros mientras están en la iglesia o fuera de ella. Ese tipo de personas pueden contaminar con rapidez la iglesia y poner en peligro su unidad y propósito. Debemos ser amigos de los incrédulos si vamos a guiarlos a Cristo, pero debemos actuar con cautela con los viciosos, inmorales o los que se oponen a todo lo que el cristianismo postula. Esa clase de personas tienden más a influir en nosotros con lo malo que lo que podamos hacer para influir en ellos con lo bueno.5.8 Como hijos de luz sus acciones debieran reflejar su fe. Debiéramos llevar vidas morales de modo que reflejemos la bondad de Dios en favor de otros. Esto es lo que destacó Jesús en el Sermón del Monte (Mateo 52Ki 15:16).5.10-14 Es importante evitar «las obras infructuosas de las tinieblas» (todo placer o actividad que derive en pecado), pero debemos ir un poco más allá. Pablo nos instruye a reprenderlos y denunciarlos ya que a menudo nuestro silencio puede interpretarse como aprobación. Dios necesita personas que defiendan lo bueno. Dondequiera que esté, hable con amabilidad de lo que es bueno y verdadero.5.14 Esta no es una referencia directa de las Escrituras, sino que quizás se tomó de un himno muy conocido por los efesios. Tal parece que el himno se basa en Isa 26:19; Isa 51:17; Isa 52:1; Isa 60:1 y Mal 4:2. Pablo apela a los efesios a que despierten y se den cuenta de la condición peligrosa en la que algunos duermen.5.15, 16 Al decir «los días son malos», Pablo comunica su sentido de urgencia debido a lo sutil que es lo malo. Necesitamos el mismo sentido de urgencia porque también nuestros días son difíciles. Debemos mantener nuestras normas en alto, actuar sabiamente y hacer lo bueno, tanto como nos sea posible.5.18 Pablo contrasta la embriaguez con vino, lo que produce una «alegría» temporal, con estar llenos del Espíritu, lo que produce un gozo duradero. La embriaguez con vino se relaciona a la antigua manera de vivir y a los deseos egoístas. En Cristo tenemos un gozo mejor, más alto y perdurable para curar nuestra depresión, monotonía o tensión. Lo que importa no es la cantidad del Espíritu que tengamos, sino cuánto de nosotros tiene de Espíritu Santo. Debemos someternos cada día a su dirección y sumergirnos en su poder.5.20 Cuando se halla decaído es muy difícil dar gracias. Anímese, Dios obra siempre para bien si le amamos y encajamos en sus planes (Rom 8:28). Gracias a Dios, no por sus problemas, sino por la firmeza que se edifica en usted mediante las experiencias difíciles que le tocan enfrentar. Puede estar seguro de que el amor perfecto de Dios lo ayudará.5.21, 22 A menudo, la palabra sumisión se usa mal. No significa convertirse en un una persona de poco carácter. Cristo, ante quien se doblará «toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra» (Phi 2:10), sometió su voluntad al Padre y honramos a Cristo al seguir su ejemplo. Cuando nos sometemos a Dios, tenemos buena disposición de obedecer sus mandamientos relacionados con someternos a otros, o sea, subordinar nuestros derechos a los de ellos. En una relación conyugal, ambos esposos tienen el llamado a someterse. Para la esposa, esto significa sujetarse voluntariamente al liderazgo de su esposo en Cristo. Para el esposo significa echar a un lado sus intereses a fin de cuidar a su esposa. La sumisión rara vez es un problema en hogares en los que los esposos mantienen una sólida relación con Cristo y en el que cada uno está interesado en la felicidad del otro.5.22-24 En los tiempos de Pablo, la mayoría de las mujeres, hijos y esclavos permanecían sumisos a la cabeza de la familia, los esclavos hasta la obtención de su libertad, los hijos varones hasta que crecían y las mujeres toda su vida. Pablo enfatiza la igualdad de los creyentes en Cristo (Gal 3:28), pero no sugiere rebelarse contra la sociedad romana para lograrlo. En cambio, aconseja someterse unos a otros por elección: las esposas a los esposos y también los esposos a las esposas; los esclavos a los amos y también los amos a los esclavos, los hijos a los padres y también los padres a los hijos. Este tipo de mutua sumisión preserva el orden y la armonía en la familia, mientras incrementa el amor y el respeto entre los que la integran.5.22-24 Aunque algunos distorsionaron las enseñanzas de Pablo relacionadas con la sumisión, dando poder sin límites a los esposos, no podemos dar rodeos aquí; Pablo dice a las esposas que deben someterse a sus esposos. El hecho de que una enseñanza no sea popular no es una razón para descartarla. De acuerdo a la Biblia, el hombre es la cabeza espiritual de la familia y su esposa lo acompaña en el liderazgo. Pero el verdadero liderazgo espiritual es servicio. Así como Cristo sirvió a sus discípulos, aun al punto de lavar los pies de ellos, también el esposo debe servir a su esposa. Un esposo sabio que honra a Cristo no sacará ventaja de su papel, y una esposa sabia que honra a Cristo no procurará menospreciar el liderazgo de su esposo. Si esto se toma en cuenta, se evitará la desunión y la fricción en el matrimonio.5.22-28 ¿Por qué Pablo dice a las esposas que se sometan y a los esposos que amen? Quizás porque las mujeres cristianas, nuevas en Cristo, hallaban que la sumisión era difícil; y los hombres cristianos, a la usanza romana, daban poder sin límites a la cabeza de la familia, motivando que las esposas no se trataran con respeto y amor. Naturalmente, tanto esposos como esposas, debieran someterse (5.21) y amarse entre sí.5.25ss Algunos cristianos piensan que la enseñanza de Pablo fue negativa en relación con el matrimonio debido al consejo que dio en 1Co 7:32-38. Estos versículos en Efesios, sin embargo, muestran una visión elevada del matrimonio. Aquí el matrimonio no es una necesidad práctica ni una cura para el deseo sexual, sino una figura de la relación entre Cristo y su Iglesia. ¿Por qué la aparente diferencia? El consejo de Pablo en 1 Corintios se señala debido a un estado de emergencia durante tiempos de persecución y crisis. El consejo de Pablo a los efesios es más el ideal bíblico para el matrimonio. El matrimonio, para Pablo, es una unión santa, un símbolo viviente, una preciosa relación que merece amor, atención autosacrificial.5.25-30 Pablo reitera a los esposos que amen a sus esposas, lo que no hace al pedir a las esposas que se sometan a sus esposos. ¿Cómo debiera amar un hombre a su esposa? (1) Debiera estar dispuesto a sacrificar cualquier cosa por ella. (2) Debiera buscar su felicidad como asunto de primera importancia. (3) Debiera cuidarla como cuida su cuerpo. Ninguna esposa necesita temer someterse a un hombre que la trata así.5.26, 27 La muerte de Cristo santifica y purifica la Iglesia. El nos limpia de la vieja manera de vivir del pecado y nos aparta para un servicio santo especial (Heb 10:29; Heb 13:12). Cristo limpia la iglesia por el «lavamiento» del bautismo. A través del bautismo nos preparamos para formar parte de la iglesia, así como las novias del Cercano Oriente antiguo se preparaban para el matrimonio con un baño ceremonial. Es la Palabra de Dios la que nos limpia (Joh 17:17; Tit 3:5).5.31-33 La unión de esposa y esposo combina dos personas de tal manera que lo insignificante no puede afectar a uno sin que también afecte al otro. La unidad en el matrimonio no significa pérdida de personalidad en la personalidad del otro. En cambio, significa cuidar del cónyuge como se cuida uno mismo, incluye captar las necesidades del otro por anticipado, es ayudar a que la otra persona llegue a ser la totalidad de lo que pueda llegar a ser. La historia de la creación narra el plan de Dios, en el que los esposos debieran ser uno (Gen 2:24) y también Jesús se refiere a este plan (Mat 19:4-6).
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 256 Mat 5:48; Luc 6:36
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
1 (1) ¡Qué hecho tan glorioso que podamos ser imitadores de Dios por ser Sus hijos amados! Como hijos de Dios, tenemos Su vida y naturaleza. Nosotros lo imitamos no por nuestra vida natural sino por Su vida divina. Es por la vida divina de nuestro Padre que nosotros Sus hijos podemos ser perfectos como El ( Mat_5:48).
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
26 (B) Conducta cristiana y no cristiana (4,17-5,20). Esta larga sección parenética contrapone los usos impíos de los gentiles con las consecuencias éticas de la vida desarrollada dentro del cuerpo de Cristo. Las recomendaciones son en buena medida tradicionales y en su mayoría están formuladas como mandatos negativos. Tratan de requisitos generales de la conducta cristiana y no muestran indicio alguno de abordar problemas específicos. 17-19. El pasaje reitera la opinión judía común acerca de la conducta moral pagana; véase Rom 1,21-25. 22-24. despojaos de la humanidad vieja: cf. Col 3,9-10. Con lenguaje bautismal (→ Teología paulina, 82:112-14), el autor exhorta a los lectores a una conducta digna de la humanidad nueva (2,14-16). 4,25-5,2. Estos versículos presentan una serie de exhortaciones morales que ilustran el tipo de conducta propio de cristianos que en el bautismo se han revestido de una naturaleza nueva (4,24). La motivación es la común condición de miembros del único cuerpo (4,25), la solicitud por los pobres (4,28), la edificación del prójimo (4,29) y especialmente la imitación de Dios (5,1) y de Cristo (5,2). 30. no ofendáis al Espíritu Santo: La índole de las exhortaciones, centrada en la comunidad, indica que cualquier ofensa contra otro miembro es una ofensa contra el Espíritu Santo, pues los cristianos constituyen todos juntos un templo vivo en el cual habita el Espíritu (2,21-22). con el cual fuisteis sellados: Véase Ef 1,13. 31. toda agresividad…: Se incorporan a la parénesis elementos de una lista tradicional de vicios; tales listas son corrientes en los tratados morales helenísticos y también en otros lugares del NT (p.ej., Rom 1,29-21; Gál 5,19-21) y en la LQ (p.ej., 1QS 4,3-5; CD 4,17-19; véase S. Wibbing, Die Tugendund Lasterkataloge im Neuen Testament [BZNW 25, Berlín 1959]). Los vicios aquí enumerados son los que subvierten la vida común. 32. perdonaos mutuamente: Esta idea recuerda la petición del Padrenuestro, de que Dios perdone a quienes perdonan a los demás, pero en este caso el imperativo y la condición aparecen invertidos. 5,1. sed imitadores de Dios como hijos queridos: cf. 1 Cor 11,1; 1 Tes 1,6. Hay una manera de vivir que caracteriza la condición de miembro de la familia de Dios (2,19); una de las características que definen a los cristianos como miembros de la familia de Dios es el amor al prójimo según el modelo del amor que el Hijo de Dios manifestó en su muerte sacrificial (5,2). 3-5. Al describir la conducta de quienes están fuera de la familia de Dios, el autor incorpora de nuevo una lista de vicios (véase el comentario a 4,31) que incluye tres hapax legomena del NT: aischrotçs, «obscenidad», môrologia, «estupidez», y eutrapelia, «chocarrería». Cf. 1QS 10,22-24; 7,9.14; véase Kuhn, «The Epistle to the Ephesians» (→ 12 supra) 122. 6-20. Utilizando en los w. 6-17 un vocabulario que recuerda el lenguaje de la LQ, el autor contrapone los hijos de la desobediencia/tiniebla con los hijos de la luz (cf. 1QS 5,1-2; 3,10-11; 1,5; 2,24-25). Como en Qumrán, el dualismo luz-tiniebla es completamente ético y no ontológico como en el gnosticismo posterior. 11. reprendedlos: La responsabilidad de corregir a los pecadores también era importante en Qumrán (1QS 5,24-6,1; cf. Mt 18,15-17). 14. despierta, tú que duermes: Las palabras dio legei, «por eso se dice», introducen lo que parece ser un fragmento de antiguo himno bautismal. 15-17. sabios… necios: cf. 1QS 4,23-24. 18-19. La sección concluye recomendando a los destinatarios que se llenen del Espíritu de Dios y exhortándoles a ejercitarse en prácticas relacionadas con una vida llena de Espíritu (cf. Col 3,16-17).
27 (C) Código de conducta para la familia de Dios (5,21-6,9). Cf. Col 3,18-4,1. Los códigos familiares, que en el NT sólo se encuentran en las cartas deuteropaulinas y en 1 Pe, fueron tomados y adaptados de la filosofía popular grecorromana por algunos autores del NT con el fin de contribuir a la instrucción moral de los cristianos. Dichos códigos presentan la familia cristiana como una unidad social ordenada jerárquicamente, y tal vez desempeñaran la función de responder a la acusación de que el cristianismo socavaba la estructura social al invocar la igualdad entre sus adeptos. En la literatura grecorromana, lo mismo que en este texto de Ef, los códigos familiares trataban de las relaciones entre maridos y mujeres, hijos y padres, y esclavos y amos como relaciones de subordinados con superiores. En el NT, la motivación específicamente cristiana se presenta como base de los imperativos expresados en el código. El código de Ef, semejante al de Col, queda integrado en el pensamiento general de la carta mediante la ampliación de 5,22-23 relativa a Cristo y la Iglesia. El señorío de Cristo sobre el cuerpo se presenta como modelo para el marido en cuanto cabeza de la mujer. Otra ampliación, en los w. 25b-33, se centra en el amor de Cristo a la Iglesia y en la imagen de la Iglesia como novia de Cristo. Sobre el trasfondo del matrimonio sagrado de los dioses en el Próximo Oriente antiguo, el autor presenta a Jesús como el novio (cf. Mc 2,19-20 par.) que purifica a la Iglesia, su novia, en las aguas del bautismo, para que vestida con su dote de santidad y pureza pueda ya aparecer ante él (véase J. P. Sampley, «And the Two Shall Become One Flesh» [SNTSMS 16, Cambridge 1971]). Con la palabra: Tal vez se trate de una alusión a una fórmula bautismal que acompañaba el lavatorio ritual, santa e irreprochable: Véase el comentario a 1,4. 28. los maridos tienen que amar a sus mujeres: El amor de Cristo por su cuerpo, la Iglesia, es el modelo para el amor del marido a su mujer. 31. por eso dejará el hombre: El autor cita Gn 2,24 y continúa con una interpretación parecida a las interpretaciones de la Escritura encontradas en los pĕðârîm de Qumrán. 32. éste es un gran misterio: Los pesarim afirman que los misterios del plan de Dios, que se encuentran ocultos en la Escritura, son revelados a los intérpretes elegidos por Dios. El verdadero significado del pasaje de la Escritura no cabía encontrarlo en su contexto original, sino en el presente o al final de los días. Para el autor de Ef, el verdadero significado del misterio de que los dos lleguen a ser una sola carne, oculto en Gn 2,24, es la unión de Cristo y la Iglesia, que en el código familiar es el modelo para la unión de marido y mujer en una sola carne. 6,1-4. La recomendación dirigida a los hijos queda ampliada por la cita que el autor hace del mandamiento del AT de honrar al padre y a la madre (Éx 20,12; Dt 5,16). La exhortación a los padres a proporcionar a sus hijos una buena educación cristiana indica que la expectativa del regreso inminente de Jesús no brindaba ya la motivación para la instrucción y la conducta. Más bien, la vida cristiana se estaba acomodando a la vida, que se prolongaba, de la colectividad humana. 6,5-9. Aunque los mandatos dirigidos a los esclavos están más desarrollados que los dirigidos a los amos, el autor concluye esta sección recordando a éstos la igualdad de todos a los ojos de Dios.
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
T75 El presente de imperativo περιπατεῖτε significa: continúen caminando.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
[4] El comportamiento, no el individuo.
[5] Con respecto a quién es, y cómo se debe comportar mientras vuelve a Israel.
[6] Los Israelitas que han vuelto tienen como mandamiento orar al Padre en el Nombre de Yahshua, nunca a Yahshua directamente.
[7] En Israel, la comunidad sostiene que la gente se haga responsable.
[1] Aquí está el pashat, o interpretación literal. Dos personas convirtiéndose en una.
[14] Is 9, 2; 26, 19; 60, 1-2.[16] Llenos de peligros y tentaciones.[17] El Evangelio enseña a no irritar a nadie con un celo indiscreto, a sufrirlo todo con paciencia, y a aprovechar el tiempo para nuestra salvación.[31] Gen 2.[32] Cuya unión se representa en el matrimonio.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat