Las casadas estén sujetas a sus propios esposos como al Señor,
5:22 — «Las casadas estén sujetas a sus propios maridos». Véanse Col 3:18; Tit 2:5; 1Pe 3:1; 1Pe 3:7. Pablo enseña en estos textos el orden divino para el hogar. El hogar que no respeta este orden está fuera de orden; en tal hogar hay desorden. Es importante que la mujer aprenda esta enseñanza antes de casarse. No debe casarse con algún hombre a quién no pueda sujetarse, porque después de casarse, es muy tarde para decidir que no puede vivir en sujeción al marido. Es lo que «conviene en el Señor» (Col 3:18). Las casadas deben sujetarse a sus maridos para que éstos las amen; y los maridos deben amar a sus mujeres, para que éstas se sujeten a ellosFuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
las casadas estén sujetas a sus propios maridos. Efe 5:24; Gén 3:16; Est 1:16-18, Est 1:20; 1Co 14:34; Col 3:18; 1Ti 2:11, 1Ti 2:12; Tit 2:5; 1Pe 3:1-6.
como al Señor. Efe 6:5; Col 3:22, Col 3:23.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Como Cristo no es inferior al Padre, sino la segunda persona de la Trinidad, las casadas no lo son a sus propios maridos. Sin embargo, en la relación del matrimonio el marido y la mujer tienen diferentes roles.
como al Señor: La sumisión voluntaria de una mujer surge de su sumisión a Cristo.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
LAS CASADAS ESTÉN SUJETAS. Dios da a la esposa la tarea de ayudar y someterse al esposo (Efe 5:22-24). Su obligación con el esposo incluye el amor (Tit 2:4), el respeto (Efe 5:33; 1Pe 3:1-2), la ayuda (Gén 2:18), la pureza (Tit 2:5; 1Pe 3:2), la sumisión (Efe 5:22; 1Pe 3:5), el desarrollo de un espíritu suave y apacible (1Pe 3:4), y el ser una buena madre (Tit 2:4) y ama de casa (1Ti 2:15; 1Ti 5:14; Tit 2:5). Dios considera el sometimiento de una mujer a su esposo como parte de su obediencia a Jesucristo, «como al Señor» (véanse también Gál 3:28, nota; 1Ti 2:13; 1Ti 2:15, notas; Tit 2:4, nota).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Las casadas estén sujetas a sus propios maridos. Tras establecer el principio fundamental de la sumisión (v. Efe 5:21), Pablo lo aplicó primero a la esposa. El mandato no tiene excepciones y se aplica a toda esposa cristiana sin consideración a sus propias capacidades, educación, conocimiento de las Escrituras, madurez espiritual o cualquier otra cualidad que pueda compararse a las de su esposo. La sumisión no es para que el esposo la demande, sino que la esposa debe ofrecerla de forma voluntaria y amorosa. «Sus propios maridos» sirve para limitar la sumisión de la mujer a un solo hombre que Dios ha puesto sobre ella, y también enseña que él pertenece a ella como una posesión personal e íntima (Cnt 2:16; Cnt 6:3; Cnt 7:10). Ella se somete al hombre que posee como su propiedad exclusiva. como al Señor. Debido a que la sumisión espiritual suprema de la esposa es al Señor en obediencia incondicional, su actitud consiste en someterse con amor como un acto de obediencia al Señor quien ha provisto este mandato como su voluntad para ella, sin consideración de la dignidad personal de su marido o su condición espiritual. Cp. los vv. Efe 5:5-9.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
5:22 — «Las casadas estén sujetas a sus propios maridos». Véanse Col 3:18; Tit 2:5; 1Pe 3:1; 1Pe 3:7. Pablo enseña en estos textos el orden divino para el hogar. El hogar que no respeta este orden está fuera de orden; en tal hogar hay desorden. Es importante que la mujer aprenda esta enseñanza antes de casarse. No debe casarse con algún hombre a quién no pueda sujetarse, porque después de casarse, es muy tarde para decidir que no puede vivir en sujeción al marido.
Es lo que «conviene en el Señor» (Col 3:18). Las casadas deben sujetarse a sus maridos para que éstos las amen; y los maridos deben amar a sus mujeres, para que éstas se sujeten a ellos
Además, la hermana en Cristo debe sujetarse al marido incrédulo (1Pe 3:1-4), con tal que no haya conflicto entre la voluntad del marido y la voluntad de Dios (Hch 5:29 «Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres»). Si el marido dice que su esposa no puede bautizarse o que no puede asistir a las reuniones de la iglesia, está en conflicto con Dios, y su esposa debe obedecer a Dios y no al marido.
«Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone… Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios». La esposa que es cristiana fue comprada por Cristo (1Co 6:19-20) y pertenece a El. «Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres» (1Co 7:23). Si el marido incrédulo no consiente en vivir con la creyente y se separa, la hermana debe recordar que no está sujeta a servidumbre en semejante caso; es decir, ella es esclava del Señor Jesús, y no de su «señor terrenal» (su marido) y, por lo tanto, no debe abandonar su fe (que incluye el asistir a las reuniones, etc.) complaciendo al marido para que no la abandone.
¿Puede tal mujer casarse otra vez? De ninguna manera, porque el matrimonio nunca se llama «servidumbre». La palabra «ligar» que Pablo usa con respecto al matrimonio (1Co 7:27; 1Co 7:39; Rom 7:2-3) no se usa en 1Co 7:12-15, sino la palabra común que se refiere a la esclavitud. La cristiana no es esclava de su marido, sea creyente o incrédulo, porque es esclava de Cristo, pero si él se separa, la hermana debe quedarse sin casar o reconciliarse con su marido.
Muchas hermanas han ganado a sus maridos inconversos por su «conducta casta y respetuosa», y su «espíritu afable y apacible» (1Pe 3:1-4). Pero un espíritu rebelde y amargado no los convertirá. Las mujeres amargadas, llenas de resentimientos, causan miseria para sí mismas y para sus familias (véanse Pro 19:13; Pro 21:19). La mujer «rencillosa» es la que critica y regaña a su marido y sus hijos, y se queja constantemente del trabajo que tiene que hacer atendiendo a su familia, y de los problemas de la vida.
Las «feministas» son enemigas no solamente de los hombres, sino también de las mujeres. Tienen espíritu de rebelión contra Dios, y no quieren aceptar el papel que Dios ha dado a la mujer. Pero todo arreglo de Dios es perfecto, y es para la felicidad de todos. La mujer halla el bien máximo desempeñando su papel doméstico (1Ti 2:15). El hogar es su palacio, y aunque muchas mujeres no lo quieran admitir, es el sitio principal de su felicidad.
— «como al Señor». La mujer debe estar sujeta porque el Señor lo requiere. Debe pensar en lo que El quiere, y sujetarse a su marido para cumplir la voluntad del Señor, y no solamente la voluntad del marido. Ella tiene que obedecer al Señor primero, antes que al marido. ¡Qué bendición más grande cuando la voluntad del marido coincide con la del Señor! Y ¡qué fácil es para la mujer cristiana sujetarse a tal marido!
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL VÍNCULO PRECIOSO
Efesios 5:22-33
Esposas, someteos a vuestros maridos como al Señor; porque el marido es el cabeza de la esposa como Cristo es el Cabeza de la Iglesia, aunque existe esta gran diferencia: que Cristo es el Salvador de todo el Cuerpo.
Pero, aun concediendo esta diferencia, como la Iglesia está bajo la autoridad de Cristo, así las esposas deben estar bajo la autoridad de sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras esposas como Cristo amó a la Iglesia y Se entregó a Sí mismo por ella, para poder purificarla y consagrarla por el lavamiento del agua al hacer ella confesión de su fe, para hacer que la Iglesia esté en Su presencia en toda su gloria, sin ninguna mancha que afee ni ninguna arruga que desfigure ni ninguna otra imperfección, sino para que pueda ser consagrada e impecable.
Así deben los maridos amar a sus esposas: amarlas como aman a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa realmente es como si se amara a sí mismo. Porque nadie aborrece nunca su propia carne; más bien la alimenta y cuida. Así es como Cristo ama a la Iglesia, porque somos parte de Su Cuerpo. Por esta causa deja un hombre a su padre y a su madre, y se une con su esposa, y los dos forman una sola carne.
Esto es un símbolo que es sumamente grande -quiero decir, cuando se ve como un símbolo de la relación entre Cristo y la Iglesia. Pero tómese como se tome, que todos y cada uno de vosotros ame a su esposa como a vosotros mismos, y que la esposa respete a su marido.
Leyendo este pasaje en el siglo XX uno no se puede dar cuenta plenamente de lo maravilloso que es. A lo largo de los años, el sentido cristiano del matrimonio se ha llegado a aceptar ampliamente. La mayoría todavía lo reconocen como un ideal aun en estos día permisivos. Incluso cuando en la práctica se está muy lejos de alcanzar ese ideal; siempre ha estado presente en las mentes y en los corazones de las personas que viven en un ambiente cristiano. El matrimonio se considera la unión perfecta de cuerpo, mente y espíritu entre un hombre y una mujer. Pero las cosas eran muy diferentes cuando Pablo escribía. En este pasaje Pablo estaba proponiendo un .ideal que brillaba con una pureza radiante en un mundo inmoral.
Consideremos brevemente la situación en que Pablo escribió este pasaje.
Los judíos tenían una opinión baja de las mujeres. En la oración de la mañana se incluía una frase en la que el varón judío daba gracias a Dios por no haberle hecho «gentil, esclavo o mujer.» Para la ley judía una mujer no era una persona, sino una cosa. No tenía ningunos derechos legales; era posesión absoluta de su marido, que podía hacer con ella lo que quisiera.
Los judíos tenían en teoría el ideal más alto del matrimonio. Los rabinos tenían algunos dichos como estos. «Un judío debe entregar su vida antes que cometer idolatría, asesinato o adulterio.» «El mismo altar vierte lágrimasR cuando un hombre se divorcia de la mujer de su juventud.» Pero en los días de Pablo el divorcio se había generalizado trágicamente.
La ley del divorcio se resume en Dt 24:1 . «Cuando alguien toma una mujer y se casa con ella, si no le agrada por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, se la entregará en mano y la despedirá de su casa.» Está claro que todo dependía de cómo se interpretara la frase alguna cosa indecente. Los rabinos más estrictos, siguiendo al famoso Shammay, mantenían que quería decir adulterio, y nada más; y declaraban que, aunque la mujer fuera tan malvada como Jezabel, su marido no se podía divorciar de ella nada más que por adulterio. Los rabinos más liberales, siguiendo al igualmente famoso Hillel, interpretaban la frase de la manera más amplia posible. Decían que quería decir que un hombre se podía divorciar de su mujer si ella le echaba a perder la comida poniendo demasiada sal, o si salía a la calle con la cabeza descubierta, o si hablaba con otros hombres en la calle, o si hablaba mal de los padres de su marido, o si era alborotadora o rencillosa o pendenciera. Un cierto Rabí Aqiba interpretaba la frase si ella no encuentra gracia en sus ojos en el sentido de que el marido podía divorciarse de su mujer simplemente porque había encontrado otra más atractiva. Es fácil suponer cuál de las dos escuelas de pensamiento tuvo mayor seguimiento.
Dos Hechos ponían las cosas peor en la ley judía. El primero, que la mujer no tenía posibilidad legal de divorciarse, excepto si su marido contraía la lepra, o era apóstata, o se dedicaba a un negocio repugnante, como el de curtidor, que conllevaba el recoger y usar excremento de perro. Hablando en general, el marido, bajo la ley judía, podía divorciarse de su mujer por cualquier razón, pero la esposa no podía divorciarse de su marido por ninguna razón. Segundo, el procedimiento del divorcio era desastrosamente fácil. La ley de Moisés decía que el hombre que quisiera divorciarse de su mujer no tenía que hacer más que entregarle una notificación escrita que dijera: «Que esto sea la nota de divorcio y la carta de despedida y el documento de liberación para que puedas casarte con quien quieras.» Todo lo que el marido tenía que hacer era entregarle en mano a su mujer en presencia de dos testigos esa nota de divorcio, y el divorcio quedaba consumado. La otra única condición era que tenía que devolver la dote de su mujer.
En el tiempo de Jesucristo, el vínculo matrimonial estaba en peligro hasta entre los judíos hasta tal punto que la misma institución del matrimonio estaba amenazada, porque las jóvenes judías se negaban a casarse, ya que su posición como esposas era tan incierta.
EL VÍNCULO PRECIOSO
Efesios 5:22-33 (continuación)
Las cosas estaban todavía peor en Roma; la degeneración era trágica. Durante los primeros quinientos años de la república romana no se había dado ni un solo caso de divorcio. El primero del que se tiene noticia fue el de Spurius Carvilius Ruga, el año 234 a C. Pero en los días de Pablo la vida romana de familia estaba deshecha. Séneca escribe que -las mujeres se casaban para divorciarse y se divorciaban para casarse. Los habitantes de Roma no fechaban los años con Números, sino con los nombres de los cónsules. Séneca dice que las mujeres fechaban los años por los nombres de sus maridos. Marcial cuenta que una mujer había tenido diez maridos; Juvenal refiere que una había tenido ocho maridos en cinco años; Jerónimo dice que era verdad que en Roma había una mujer que se había casado con su vigésimo tercer marido, y ella era su vigésima primera esposa. Nos encontramos con que una mujer le pedía al emperador romano Augusto que se divorciara de Livia porque ella iba a tener un hijo suyo. Encontramos que hasta Cicerón, en su ancianidad, se divorció de su mujer Terencia para casarse con una heredera joven cuyo albacea era él mismo, para disponer de la herencia de ella para pagar sus propias deudas.
Eso no es decir que no existiera la fidelidad. Suetonio cuenta que una dama romana llamada Mallonia se suicidó antes que rendirse al emperador Tiberio. Pero no es demasiado decir que el ambiente general era de adulterio. El vínculo matrimonial estaba en vías de desaparecer.
Ese era el trasfondo cuando Pablo escribía. En este precioso pasaje no estaba exponiendo ideas que todo el mundo aceptara. Estaba llamando a las personas a una nueva pureza y a una relación nueva en su vida matrimonial. No se puede exagerar el efecto purificador del Cristianismo en el hogar en el mundo antiguo, ni los beneficios que trajo a las mujeres.
EL VÍNCULO PRECIOSO
Efesios 5:22-33 (continuación)
La situación era todavía mucho peor en el mundo griego La prostitución era una parte esencial de la vida griega. Demóstenes había establecido lo que era una norma de vida aceptada por todos: » Tenemos cortesanas para el placer, concubinas para la cohabitación diaria, y esposas para tener hijos legítimos y una guardiana en los asuntos de nuestro hogar.» La mujer llevaba una vida totalmente seclusa en las clases respetables. No tomaba parte en la vida pública; no salía nunca sola a la calle; no aparecía en banquetes o en ocasiones sociales; tenía sus habitaciones privadas a las que no tenía acceso nada más que su marido. Y todo esto, como decía Jenofonte, » para que viera lo menos posible, oyera lo menos posible y preguntara lo menos posible.»
Una mujer griega respetable estaba educada de tal manera que resultaban, imposibles la compañía y la conversación en el matrimonio con ella. Sócrates decía: » ¿Hay alguien a quien le confíes cuestiones más serias que a tu mujer? ¿Y hay alguien con quien hables menos?» Vero fue el colega imperial del gran Marco Aurelio. Su mujer le echaba en cara el que se relacionara con otras mujeres, y la respuesta de él era que ella tenía que darse cuenta de que la posición de esposa tenía que ver con el honor, no con el placer. Los griegos esperaban que la esposa gobernara el hogar y se cuidara de los hijos legítimos, pero ellos se buscaban el placer y la compañía en otro sitio.
Lo que ponía las cosas todavía peor era que no había en Grecia un procedimiento legal de divorcio. Como decía alguien, el divorcio era cuestión de capricho. La única seguridad que tenía la esposa era que había que devolver la dote. La vida de hogar y de familia estaba a punto de extinguirse, y la fidelidad ya no existía.
DESARROLLO DEL PENSAMIENTO DE PABLO
Efesios 5:22-33 (continuación)
En este pasaje encontramos la idea final de Pablo acerca del matrimonio. Hay cosas que había escrito acerca del matrimonio que nos sorprenden y nos hacen desear que no las hubiera escrito. Y lo peor es que son esos pasajes los que se suelen citar para mostrar lo que Pablo pensaba del matrimonio.
Uno de los capítulos más extraños es 1 Corintios, 7. Allí Pablo está hablando acerca del matrimonio y de las relaciones entre hombre y mujer. La verdad es que Pablo enseña allí que el matrimonio se permite meramente para evitar algo peor. » A causa de la tentación de la inmoralidad -escribe-, que cada uno tenga su propia mujer, y que cada mujer tenga su propio marido» (1Co 7:2 ). Permite que las viudas se casen otra vez, pero sería mejor si se quedaran como están (1Co 7:39 s). Preferiría que los solteros y las viudas no se casaran; «pero si no se pueden aguantar, deben casarse; porque es mejor casarse que estar ardiendo de pasión» (1Co 7:9 ).
Había una razón para que Pablo escribiera eso. Era porque esperaba la Segunda Venida de Jesús en cualquier momento. Por tanto, estaba convencido de que los creyentes no debían comprometerse con ningún asunto terrenal, a fin de concentrarse en usar todo el tiempo disponible para prepararse para la vuelta del Señor. «El hombre soltero está entregado a los asuntos del Señor, y cómo agradarle; pero el casado está involucrado en los asuntos del mundo, cómo agradar a su mujer» 1Co 7:32 s).
Entre 1 Corintios y Efesios hay un espacio de tiempo de unos nueve años. En esos años, Pablo se dio cuenta de que la Segunda Venida no iba a ser tan pronto como él había creído, que de hecho él y su pueblo estaban viviendo, no en una situación temporal, sino en una situación más o menos permanente. Y es en Efesios donde encontramos la auténtica enseñanza de Pablo sobre el matrimonio: que el matrimonio cristiano es la relación más preciosa de la vida, cuyo único paralelo es la relación entre Cristo y la Iglesia.
También es posible que el pasaje de Corintios esté coloreado por la experiencia personal de Pablo. Parece que cuando era un celoso judío fue miembro del sanedrín. Cuando nos habla de su conducta con los cristianos dice: » Yo daba mi voto contra ellos» Hch 26:10 ). También parece que una de las cualificaciones para ser miembro del sanedrín era estar casado, y que, por tanto, Pablo debe de haber sido casado. Nunca menciona a su mujer. ¿Por qué? Bien puede ser que ella se pusiera en contra suya cuando él se hizo cristianó. Bien puede ser que cuando Pablo escribió Corintios estuviera hablano desde una situación en la que no solo esperaba la vuelta de- Cristo, sino también se encontraba sumido en uno de sus mayores problemas y más dolorosos conflictos en su propio matrimonio; así que veía el matrimonio como un problema para el cristiano.
EL FUNDAMENTO DEL AMOR
Efesios 5:22-33 (conclusión)
Alunas veces se descoloca totalmente el énfasis de este pasaje, y se ve como si su esencia fuera la subordinación de la mujer al marido. La frase: «El marido es el cabeza de la mujer,» se cita a menudo aisladamente. Pero la base del pasaje no es el dominio, sino el amor. Pablo dice ciertas cosas acerca del amor que debe tenerle un marido a su mujer.
(i) Debe ser un amor sacrificial. Debe amarla como Cristo amó a la Iglesia y Se dio a Sí mismo por ella. No debe ser nunca un amor egoísta. Cristo amó a la Iglesia, no para que la Iglesia hiciera cosas por Él, sino para hacer Él cosas por ella. Crisóstomo hace un desarrollo maravilloso de este pasaje: «¿Te has dado cuenta de cuál es la medida de la obediencia? Presta atención también a la medida del amor. ¿Te gustaría que tu mujer te obedeciera como obedece la Iglesia a Cristo? Ten de ella el mismo cuidado que tiene Cristo de la Iglesia. Y, si fuera necesario que dieras tu vida por ella, o que se te descuartizara mil veces, o sufrir lo que fuera por ella, no lo rechaces… Cristo trajo a la Iglesia a Sus pies por medio del gran cuidado que tuvo de ella, no con amenazas ni con temor ni con cosas parecidas; compórtate tú así con tu mujer.»
El marido es el cabeza de la mujer -cierto, Pablo lo dice; pero también dice que el marido debe amar a su mujer como Cristo amó a la Iglesia, con un amor que nunca ejerce una tiranía de control sino que está dispuesto a hacer cualquier sacrificio por el bien de la esposa.
(ii) Debe ser un amor purificador. Cristo limpió y consagró a la Iglesia por medio del agua del Bautismo el día en que cada miembro de la Iglesia hizo su confesión de fe. Bien puede ser que Pablo tuviera en mente una costumbre griega. Una de las costumbres griegas del matrimonio era que, antes de que la esposa fuera llevada a su marido, se bañaba en el agua de una corriente consagrada a algún dios o diosa. En Atenas, por ejemplo, la novia se bañaba en las aguas del Calirroe, que estaba consagrado a la diosa Atenea. Pablo está pensando en el Bautismo. Mediante el agua del Bautismo y la confesión de fe, Cristo buscó hacer una Iglesia para Sí, limpia y consagrada, de tal manera que no le quedara ninguna mancha que la ensuciara ni arruga que la afeara. Cualquier amor que arrastra a una persona .hacia abajo es falso. Cualquier amor que insensibiliza en lugar de suavizar el carácter, que recurre al engaño, que debilita la fibra moral, no es amor. El verdadero amor es el gran purificador de la vida.
(iii) Debe ser un amor que cuida. Un hombre debe amar a su mujer como ama su propio cuerpo. El verdadero amor no ama para obtener servicios, ni para asegurarse la satisfacción de sus necesidades físicas; se preocupa de la persona amada. Hay algo que no es como es debido cuando un hombre considera a su mujer, consciente o inconscientemente, simplemente como la que le hace la comida y le lava la ropa y le limpia la casa y le cuida a los hijos.
(iv) Es un amor inquebrantable. Por este amor un hombre deja padre y madre y se une a su mujer. Ambos llegan a ser una cola carne. Él está unido a ella como los miembros del cuerpo están unidos entre sí; y el separarse de ella sería para él como el desgarrar los miembros de su cuerpo. Aquí tenemos sin duda un ideal para una edad en la que se cambiaba -ose cambia- de cónyuge tan fácilmente como se cambia de ropa.
(v) Toda la relación se realiza en el Señor. En el hogar cristiano Jesús es el Huésped siempre presente, aunque invisible. En un matrimonio cristiano no están implicadas dos personas, sino tres -y la tercera es Cristo.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Sumisión mutua en la pareja, Efe 5:22-33; Efe 6:1-9
Análisis de discurso
Una vez que en el v. Efe 5:21 se ha establecido el principio fundamental de toda esta sección, la “sumisión y servicio mutuos”, el apóstol ahora describe lo que eso significa para cada uno de los miembros de la familia.
Estilísticamente, el párrafo presenta en pares a dichos miembros: esposas-esposos (Efe 5:22-33), hijos-padres (Efe 6:1-4) y siervos-amos (Efe 6:5-9). Se puede notar que primero menciona a la parte de la cual normalmente se esperaría la sumisión y obediencia. Resulta interesante, sin embargo, que al referirse en los tres casos a la segunda parte, es a ésta a la que se le dedica más espacio y se le dan instrucciones más detalladas sobre la manera en que ha de expresar la sumisión, principalmente en el caso de los esposos.
Es también notable que a la luz de las costumbres y valores de las culturas greco-romana y judía, la mujer, los hijos y los esclavos reciban un lugar preponderante y un trato digno como personas, por el hecho simple pero profundamente significativo de referirse a ellos. Ya en la manera de plantearlo, Pablo trata como iguales a cada uno de los miembros de la familia. Todos tienen la obligación de someterse al otro. Si en aquellos días los poderosos escuchaban a los filósofos y poetas decirles sus deberes y lo que su privilegiado estatus les confería, ahora éstos escuchan el mandato que les señala la obligación que tienen ¡de subordinarse a sus subordinados! Estos, por su parte, que ni siquiera eran tomados en cuenta ni eran objeto de instrucciones (pues se daba por sentado que no tenían el estatus de personas y que su deber era obedecer lo que otros decidían por ellos), ahora reciben también el trato digno de personas. Se les dirige también la palabra, tal como a los que tienen el poder en aquella cultura, y se les llama a obedecer voluntariamente por amor a Jesús, su Señor. Y esto, recordando que a ellos también les han de servir sus señores terrenos.
TÍTULO: Hemos colocado como título de esta sección “Sumisión mutua en la pareja”. Se pueden también poner otros títulos que captan bien el sentido de la perícopa, tales como: “Las relaciones entre esposos”; “El trato que se deben dar el esposo y la esposa”; “Cómo se comporta una pareja cristiana”.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
En el texto griego original no aparece ningún verbo en el v. Efe 5:22. La BJ así traduce sin verbo: Las mujeres a sus maridos, como al Señor (también BNM, NBE y BP). El verbo se debe tomar del v. Efe 5:21. De manera que una traducción literal de estos versículos diría: “sujetados unos a otros en el temor de Cristo; las mujeres a sus propios varones, como al Señor”. Esto refuerza el argumento de que la idea de sumisión mutua, establecida en el v. Efe 5:21, domina todo el presente párrafo y que ahora se va a especificar lo que ello significa para cada uno de los miembros de la familia.
Ya se ha explicado anteriormente lo que significa estar sujeto (cf. Efe 1:22). La mujer casada debe renunciar a su propia voluntad para complacer y satisfacer a su marido. Este término de uso militar apunta a la subordinación que es el modus operandi de la cadena de mando. La obediencia absoluta a los superiores es fundamental para el buen funcionamiento y disciplina del ejército. El texto parece indicar que ese tipo de sumisión es la que la mujer le debe al marido. Sin embargo, ya el v. Efe 5:21 ha introducido un elemento extraño al hablar de una sumisión “mutua”. Si bien, en las relaciones familiares debe haber la disciplina y obediencia propias del ejército, como parece sugerir el texto, éstas han de caracterizar a todos los miembros de la familia en la manera en que se relacionan entre sí. Además, al final del versículo Efe 5:22 encontramos una cláusula que arroja luz al presente imperativo. La palabra como indica la manera en que dicha sumisión se lleva al cabo: La mujer se ha de sujetar a su marido como al Señor. Esto significa que la mujer se somete a su esposo como se somete a Jesús, su Señor. Esta es otra indicación de que dicha renuncia a hacer su voluntad por el bien de su esposo es una entrega voluntaria, una expresión de gratitud y una respuesta al amor recibido. En nada se parece a la coerción militar o a la sumisión forzada so pena de castigo severo. La expresión como al Señor, también puede significar que se somete al marido porque así lo desea el Señor.
En un primer nivel de lectura, este mandato no es diferente a lo que encontramos en los códigos de conducta familiar de aquella época. Sin embargo, hay una serie de indicaciones o pequeñas señales que subvierten el sentido de esa lectura y nos llevan a su significado cristiano más profundo. Estas indicaciones empezaron en el v. Efe 5:21. La sumisión es mutua y recíproca. Además, en el v. Efe 5:22, debe ser como la de la iglesia a Cristo, como una entrega voluntaria y agradecida que nace del amor. Así se fundó el reino de Jesús el Mesías (Efe 1:20-23) y así se extenderá por medio de su cuerpo, la iglesia (Efe 4:1-16).
La razón a la que aquí se apela (v. Efe 5:23) se centra en el término cabeza (cf. Efe 1:22). La mujer se debe someter a su esposo porque él es cabeza de su mujer. No en todos los idiomas la palabra cabeza tiene el sentido de jefe, líder o autoridad. El traductor debe buscar algún equivalente en su idioma que comunique la idea de jefe supremo o principal. Lo que es significativo es que a ese enunciado el apóstol de inmediato le coloca otro paralelo: así como Cristo es cabeza de la iglesia (recomendamos al traductor que consulte Efe 1:22 para considerar las sugerencias respecto de la traducción de la palabra “iglesia”). Es decir, el marido debe modelar su función como cabeza, siguiendo el ejemplo de Cristo como cabeza de la iglesia. Eso es lo que indican las palabras así como: “de la misma manera que”.
Lo anterior se refuerza con el siguiente enunciado: la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Ser la cabeza significa también ser el salvador del cuerpo, que es la iglesia. El Cesar se autoproclamaba soter o salvador del imperio. Aquí Pablo nos dice que el salvador de la nueva humanidad, la iglesia, es Cristo. En ese sentido es su protector, sustentador y benefactor por excelencia. Interesantemente, la RV traduce así: «y él es el que da la salud al cuerpo».
Anteriormente (Efe 1:22) hemos indicado que cabeza significa “fuente”, “principio”, “autoridad”. En este pasaje se nos define lo que significa ser cabeza en términos de “buscar el pleno bienestar del otro”. Esta definición se encuentra ampliamente ilustrada en la vida de la cabeza de la iglesia, Jesús el Mesías, que siendo Dios se hizo siervo de nosotros y dio su vida por nuestra salvación. De esa manera, sirviendo y dando su vida, alcanzó su autoridad suprema (Flp 2:1-11).
En el v. Efe 5:24 se recalca lo que los dos versículos anteriores han indicado: el modelo de sujeción y obediencia al esposo se ilustra en la relación de la iglesia con Cristo. Como la iglesia se sujeta a Cristo (entrega voluntaria y total por amor) porque confía en su amor, bondad y sabiduría, así también la mujer se ha de entregar a su marido en todo. Esta última frase tiene un carácter totalizador; señala que la entrega debe ser total e incondicional; ha de manifestarse en todas las áreas de la vida, en todo tiempo, en todas las circunstancias. Nuevamente se escuchan ecos del lenguaje militar. Sin embargo, esta frase, en todo, debe interpretarse en el contexto de los caps. Efe 4:1-32 y Efe 5:1-33, donde hay un fuerte énfasis en la integridad y santidad de vida. La sumisión en todo necesariamente significa en todo aquello que está de acuerdo con la voluntad de Dios. A nadie se le puede dar una obediencia absoluta, excepto al Señor. Además de los sinónimos «sumisa» (BJ), «sometida» (BNM) y «sujeta» (RV95), algunas versiones ofrecen un sentido más atenuado del imperativo: «deben respetar» (LPD) y «dócil».
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
1Co 11:3; Col 3:18.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— respeten: Los términos griegos aquí usados (ver también Efe 5:24; Efe 5:33; Col 3:18) hablan de “sujeción”, “sumisión”, “sometimiento”. El autor de la carta es, sin duda, tributario del contexto sociocultural al que pertenece, pero debe ser interpretado a la luz de otros pasajes paulinos, por ejemplo Gál 3:28, donde se afirma claramente la igualdad radical de derechos y obligaciones de la mujer con respecto al varón.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
REFERENCIAS CRUZADAS
r 301 Col 3:18; Tit 2:5; 1Pe 3:1
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Las mujeres estén sometidas. Este mandamiento es una aplicación específica del principio general expresado en el vers. 21 (v. coment. allí). En un sentido, el amor del esposo por la esposa es también una forma de sumisión cristiana (cp. Gá 5:13, 14). Por tanto, la sumisión de la esposa al esposo no la degrada o la hace inferior, pues ambos deben someterse a Cristo y a su vez la una al otro.
Fuente: La Biblia de las Américas
22 (1) La relación entre las esposas y los maridos está relacionada con ser llenos en el espíritu. Sólo al ser llenos en nuestro espíritu podemos tener una vida matrimonial apropiada, la cual es una figura de la relación que existe entre Cristo y la iglesia.
22 (2) Esta es una especie de sujeción implícita en el v.21. El apóstol en su exhortación con respecto a la vida matrimonial, se dirige primero a las esposas, porque las esposas, como Eva en Gn 3, se desvían del camino correcto más fácilmente que los maridos. En 1Pe_3:7 vemos que la esposa es el vaso más frágil. En las exhortaciones de Pablo con respecto a esposas y maridos, hijos y padres, y esclavos y amos, él cuidó primero del lado frágil y luego del fuerte.
22 (3) La mayoría de las esposas aprecian y respetan a los maridos de otras; por eso, el apóstol exhorta a las esposas a que estén sujetas a sus propios maridos como al Señor sin importar qué clase de maridos tengan ellas. Según el mismo principio, cuando Pablo se dirigió a los maridos, los exhortó a que amaran a sus propias esposas (vs.28,33). Si deseamos vivir conforme a la realidad, por gracia, y en amor y luz, no debemos comparar a nuestro cónyuge con el de otros.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Las casadas deben someterse en la casa al liderato de sus maridos (vv. Efe 5:22; Efe 5:24), han de respetar a sus maridos (v. Efe 5:33); han de amar a sus maridos (Tit 2:4), y vivir con ellos hasta la muerte (Rom 7:2-3).
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
las esposas… M↓ añaden estén sometidas → Col 3:18; 1Pe 3:1.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
g Col 3:18; 1Pe 3:1. M i añaden estén sometidas.