Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina y la instrucción del Señor.
6:4 — «Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos» («Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten», Col 3:21). Hay muchas maneras de provocar a ira o exasperar a los hijos : (1) abusar de la autoridad (ser crueles, abusivos tanto con palabras como con hechos); (2) criticarles, y aun hacer burla de ellos; (3) ser injustos en la disciplina (administrar castigo que no es apropiado, por ser excesivo o inadecuado, o motivado por el enojo); (4) ser parciales (Gén 37:3-4); (5) por usar amenazas huecas; (6) humillarlos y avergonzarlos innecesariamente; (7) usar medios necios para «castigar» (encerrarlos en un cuarto oscuro, o asustarlos con mentiras); (8) no hacerles caso; (9) esperar demasiado de ellos (como si fueran adultos); en fin, los padres mismos, si no son maduros, pueden provocar a ira o exasperar a sus hijos. Muchas veces los padres son más «niños» que los niños.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
padres, no provoqueis a ira. Gén 31:14, Gén 31:15; 1Sa 20:30-34; Col 3:21.
a vuestros hijos. Gén 18:19; Éxo 12:26, Éxo 12:27; Éxo 13:14, Éxo 13:15; Deu 4:9; Deu 6:7, Deu 6:20-24; Deu 11:19-21; Jos 4:6, Jos 4:7; Jos 4:21-24; Jos 24:15; 1Cr 22:10-13; 1Cr 28:9, 1Cr 28:10, 1Cr 28:20; 1Cr 29:19; Sal 71:17; Sal 71:18; Sal 78:4-7; Pro 4:1-4; Pro 19:18; Pro 22:6, Pro 22:15; Pro 23:13, Pro 23:14; Pro 29:15, Pro 29:17; Isa 38:19; 2Ti 1:5; 2Ti 3:15; Heb 12:7-10.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
PADRES…HIJOS. Véase el ARTÍCULO PADRES E HIJOS, P. 1716. [Col 3:21], para un estudio más amplio sobre el papel de los padres en la crianza de los hijos.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
padres. En sentido técnico la palabra solo se refiere a los varones pero también se empleaba para aludir al padre y la madre de un niño. Puesto que Pablo había hablado acerca de ambos padres (vv. Efe 6:1-3) es probable que los tuviera en mente a ambos aquí. La misma palabra se usa en Heb 11:23 para aludir a los padres de Moisés. no provoquéis. En el mundo pagano del tiempo de Pablo, e incluso en muchos hogares judíos, la mayoría de los padres gobernaban el hogar de cada uno de ellos con rigidez y autoridad dominante. Los deseos y el bienestar de la esposa y los hijos eran considerados muy rara vez. El apóstol aclara que la autoridad de un padre cristiano sobre sus hijos no da lugar a exigencias y coacciones irrazonables que podrían despertar enojo, desesperación y resentimiento en los hijos. disciplina y amonestación del Señor. Este es un llamado a la disciplina y la instrucción sistemáticas que capacitan a los hijos para respetar los mandatos del Señor como el fundamento firme para llevar una vida piadosa y bendecida. Cp. Pro 13:24; Heb 12:5-11.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
6:4 — «Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos» («Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten», Col 3:21).
Hay muchas maneras de provocar a ira o exasperar a los hijos : (1) abusar de la autoridad (ser crueles, abusivos tanto con palabras como con hechos); (2) criticarles, y aun hacer burla de ellos; (3) ser injustos en la disciplina (administrar castigo que no es apropiado, por ser excesivo o inadecuado, o motivado por el enojo); (4) ser parciales (Gén 37:3-4); (5) por usar amenazas huecas; (6) humillarlos y avergonzarlos innecesariamente; (7) usar medios necios para «castigar» (encerrarlos en un cuarto oscuro, o asustarlos con mentiras); (8) no hacerles caso; (9) esperar demasiado de ellos (como si fueran adultos); en fin, los padres mismos, si no son maduros, pueden provocar a ira o exasperar a sus hijos. Muchas veces los padres son más «niños» que los niños.
— «sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor». La palabra «disciplina» abarca todo el proceso de criar y entrenar a los hijos. Los hijos consentidos tendrán una vida de miseria. «El muchacho consentido avergonzará a su madre» (Pro 29:15). La palabra «consentido» en este texto significa «dejado solo». Dice la Versión Moderna, «dejado al gobierno de sí mismo». En Job 39:5 esta palabra se traduce «echar libre» («¿Quién echó libre al asno montés, y quién soltó sus ataduras?») Los hijos no deben andar libres como el «asno montés»; no les conviene. Pues no es para su bienestar, sino para su ruina.
Los padres, para obedecer este mandamiento, deben poner el buen ejemplo en todo. Los hijos aprenden mucho del ejemplo de sus padres. Deben ser, pues, fieles y constantes siempre en el habla, en la conducta, en la asistencia a las reuniones de la iglesia, en la obra personal, y aun en su actitud.
Debe haber paz y armonía en el hogar, porque el ambiente en el cual se crían nuestros hijos es un factor muy importante en su crianza.
Además, los padres deben instruir con toda diligencia a sus hijos. No deben depender de la iglesia, sino deben aceptar la responsabilidad que Dios les ha dado. Léanse con cuidado los siguientes textos sobre este asunto: Gén 18:19; Deu 6:5-9; 2Ti 1:5; 2Ti 3:14-15. Lo importante es que cada hijo tenga convicciones, que crea de todo corazón y que ame a Dios de todo el corazón, y con toda su alma, y con todas sus fuerzas, y con toda su mente. Debe estar bien doctrinado, para que no caiga en el error sectario. Para estar seguro de esto, los padres deben animar a los hijos a expresarse, a hacer comentarios, a hacer preguntas o a expresar dudas. Muchos padres suponen que sus hijos creen cuando, en realidad, son incrédulos o indiferentes. Léase Job 1:5.
Es muy importante que cada hijo sea enseñado, entrenado y corregido de acuerdo con su propia individualidad. Muchos padres tienen problemas con sus hijos porque no cumplen con este deber. Dice Pro 22:6, «Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él». La expresión «en su camino» puede traducirse «conforme a su camino»; es decir, según la naturaleza del niño, según su edad, su mentalidad, su genio, su disposición y aptitudes. Cada hijo es un individuo, diferente y único; debe ser enseñado y guiado según su propia mentalidad, capacidad (aptitudes) y disposición. Los hijos no se pueden criar «en grupos», sin darles atención individual.
La corrección debe ser estrictamente corrección, ni más, ni menos. Léase otra vez la manera en que los padres pueden provocar a ira a sus hijos. El hijo debe obedecer, y cuando obedece, debe ser alabado y alentado. Debe saber que la obediencia le agrada a Dios y a sus padres. También debe aprender que la desobediencia no se tolera, y que será castigada. Los padres no deben requerir o prohibir alguna cosa si no esperan la obediencia. Un problema muy grande en el hogar es que los padres siempre mandan y prohíben a la ligera, y no exigen que los hijos les hagan caso.
Léanse con cuidado los textos en Proverbios sobre la corrección: 13:24; 19:18; 22:15; 23:13, 14; y 29:15. Son consejos muy prácticos, y buenos comentarios sobre Efe 6:4.
(Las notas presentadas aquí sobre Efe 5:22-33; Efe 6:1-4 se hallan en forma ampliada en un estudio sobre el hogar por este servidor. Se manda gratis a los que lo pidan.)
Fuente: Notas Reeves-Partain
Como hemos notado antes en otros mandatos, también en éste primero se menciona el lado negativo, lo que se ha de evitar, para luego indicar el positivo, lo que sí se debe hacer. Ambos aspectos se complementan y explican mutuamente. Podríamos decir que la mejor manera de no provocar la ira en nuestros hijos es criándolos de acuerdo con las normas que el Señor nos ha encomendado. Sin esta reciprocidad no es posible una buena formación familiar.
Es interesante que la palabra que se usa aquí (gr. patéres) no es la misma que se usó en el v. Efe 6:1 (gr. goneusin). Esta última se usa en un sentido genérico para referirse al padre y a la madre. Parece ser, entonces, que la palabra que se usa en este v. Efe 6:4, patéres, se usa más bien para los padres varones. Lo cual concuerda con lo que sucedía en aquella cultura, en la que los padres varones, como pater familias, eran quienes tenían la autoridad sobre la familia y representaban esa actitud dura, arrogante y exasperante. Sin excluir a las madres, este texto tendría como destinatario principal, aunque no exclusivo, a los padres varones. El uso de un término distinto puede obedecer a razones estilísticas. Es difícil ser dogmático en este caso. El mismo contexto del v. Efe 6:1 indica ambos padres. Puede, sin embargo, tener a propósito tal ambigüedad. Hablar al padre y la madre, pero con cierto énfasis sobre el padre.
Ahora los padres (y en especial los varones) escuchan su deber hacia los hijos. Deben evitar a toda costa provocar la hostilidad y malos sentimientos en sus hijos. La expresión no provoquéis a ira (Rom 10:19; cf. Deu 32:21) apunta a un tipo de educación que debe ser respetuosa de la integridad y personalidad de los hijos. El texto parece señalar acciones duras e injustas de los padres que exasperan a los hijos. Abusos de poder y autoridad a menudo nacidos de la ira, el malestar o incluso el favoritismo. El tiempo presente del verbo señala una acción continua. Como se diría hoy, indica patrones de conducta, en este caso negativa, que se repiten una y otra vez y que provocan resentimientos profundos. Por ello, se puede señalar que el autor tiene en mente actitudes y acciones que por su continuidad y regularidad exasperan a los hijos. No se refiere a acciones esporádicas, comunes en todos los padres, en las que tratan mal a sus hijos y los hacen enojar.
En aquellos días era común castigar corporalmente a los hijos para que aprendieran. Similar al dicho “La letra con sangre entra.” Se tenía una concepción generalmente negativa del niño por su inmadurez (ignorancia, terquedad) y carácter infantil lúdico. Por ello, se creía que una buena educación consistía en moldear a los hijos para que se conformaran a un modelo predeterminado. Esto se lograba con un control férreo y una disciplina estricta. El punto de vista, los sentimientos y las capacidades de los hijos no eran tomados en cuenta. Si era necesario, se empleaba amenazas, castigos, fuerza y la violencia física y verbal para someterlos. Eso era cierto en el hogar y se transfería a las escuelas. Allí el maestro era omnisciente y la enseñanza era unidireccional. Estas actitudes provocaban rebeldía en los hijos, profundos resentimientos y relaciones familiares más bien basadas en el miedo que en el amor. Ese modelo jerárquico y autoritario era como un hábito cultural que se extendía hasta la más alta autoridad política, el Cesar. En ese contexto, cobra relevancia la enseñanza del apóstol que mide la calidad de la educación de los padres en términos del efecto y la reacción emocional de sus hijos. La obediencia lograda por medio de la violencia no es la que Dios quiere. El Señor se ganó nuestra obediencia y devoción dando su vida por nosotros. Así nos conquistó. Y así deben los padres conquistar a sus hijos. Por ello se puede traducir así: “no hagan que sus hijos se llenen de ira con lo que ustedes les dicen o hacen” o “no traten a sus hijos de manera que los llenen de ira”.
Otra nota muy significativa es que el apóstol se refiere a hijos (Efe 6:1, Efe 6:4), término que incluye varones y mujeres. En las culturas greco-romana y judía las hijas estaban excluidas de la educación. Ahora, en la nueva humanidad en Cristo, todos, hijos e hijas, son objeto de la paideia del Señor. Es una educación inclusiva y transformadora.
Criadlos en disciplina y amonestación del Señor. La educación que los padres deben dar a sus hijos está descrita con términos muy significativos. Criar (cf. Efe 5:29) tiene el sentido de proveer el sustento y nutrición adecuados para que una persona crezca, se desarrolle y madure adecuadamente. Y esto no sólo en un sentido material sino también psicológico, emocional y espiritual. Es suplir todo lo que le haga falta a los hijos para que funcionen debidamente. Incluye su formación intelectual, moral, espiritual y física. Esta palabra implica tanto un tiempo prolongado como adecuado; en otras palabras, tanto un tiempo de “calidad” como de suficiente “cantidad”. Sólo así se puede moldear la conducta, cuando ésta se cultiva con paciencia y cuidado intensos. Ello implica actitudes de tolerancia, amabilidad y cortesía.
Esa crianza se debe realizar en el contexto y ámbitos de los siguientes dos términos que la califican y componen. Son los dos ingredientes fundamentales de una buena crianza: disciplina que se refiere a la educación del niño y amonestación que indica la actitud constante y persistente de guiar por medio de consejos y palabras sabías. Algunos ven en el primer término la educación por medio de acciones y en el segundo la formación por medio de palabras. Muy parecido a lo que se hace en el libro de Proverbios en los primeros 9 capítulos.
La cláusula final es también muy importante: del Señor. Se refiere al origen y procedencia de tal educación, “que provienen del Señor” o “que son propias del Señor”. O bien puede tener el sentido de “tal como el Señor quiere”. El modelo, origen y carácter de la educación cristiana son del Señor, de su Palabra. Él es nuestra fuente, modelo y meta de sabiduría. En ese sentido, este pasaje es paralelo a Deu 6:1-25 donde se describe la educación de los hijos y la importancia de que ellos conozcan la Palabra de Dios, en particular los 10 mandamientos (Deu 5:1-33), que son la guía e instrucción para la vida cotidiana. Cristo es el modelo de ser humano hacia el cual toda educación debe dirigirse, como ya se indicó y resaltó anteriormente. Nuestro crecimiento debe ir en una dirección: ser como Jesús, nuestra cabeza y modelo de lo que significa ser humano (Efe 4:13-15).
Esto se debe resaltar en el contexto de la paideia greco-romana, que era el término con el cual se hacía alusión al currículo educativo de aquella cultura. Era un término muy cargado semánticamente pues se refería al modelo educativo de aquella cultura. Además, uno de los modelos de humanidad por excelencia eran el Cesar y su familia. La familia imperial era descrita como modelo excelso de virtud, moralidad, integridad y perfección. En aquellos días se construyó una nueva imagen, representativa del poder y la virtud, y se hizo alrededor de la figura del emperador y en menor medida de su familia. Esto tenía además connotaciones racistas, de clase y de género. Se pensaba que los no romanos (llamados “bárbaros” entonces), los esclavos y las mujeres eran incapaces de llevar vidas virtuosas ya que por naturaleza eran propensos al vicio y a la inmoralidad, y tenían una debilidad inherente que los hacía presa de sus deseos y concupiscencias (cf. Jennifer W. Knust). Esas actitudes se repiten en cada imperio, hasta nuestros días. Con esto en mente, el autor está apelando a una paideia del Señor, es decir, a una educación alternativa a la de la cultura dominante, en la que los principios fundamentales de la ética cristiana, “servicio y sumisión mutua”, son los que han de normar la educación cristiana y formar el carácter de los hijos (cf. Efe 4:12; Efe 5:2, Efe 5:21). Al mismo tiempo, al hacer de Jesús el modelo de humanidad el autor está desdeñando y socavando el modelo imperial. Como modelo interesante de traducción ponemos el de la BL: «Y ustedes, padres, no hagan a sus hijos unos rebeldes, sino más bien edúquenlos usando las correcciones y advertencias que puede inspirar el Señor».
Reflexión bíblica y pastoral
Las relaciones entre hijos y padres están también caracterizadas por responsabilidades recíprocas. Los hijos deben obedecer a sus padres con la ayuda del Señor porque eso le agrada a Dios. Eso les garantiza una vida dichosa y larga. Los padres deben proveer a sus hijos e hijas una educación cristiana integral: es aquella que sigue el modelo de Jesús de servicio, entrega y sumisión voluntarias a los demás.
No hay duda que una de las crisis contemporáneas es la de la autoridad de los padres. Los hogares sufren embates tremendos como parte de sociedades que viven ajenas a la vida que proviene del Señor. Las familias se desintegran y con ellas la sociedad. Por tal razón, es de suma importancia recordar que Dios está creando una nueva sociedad, una nueva humanidad, con la cual quiere mostrar al mundo la redención que él ofrece. El hogar es un centro misionero por excelencia y es allí donde se libran las batallas más severas de la vida cristiana.
Con su obediencia, los hijos le muestran al mundo lo que significa la sumisión voluntaria nacida de la gratitud y el amor. Y así Dios los bendice con una vida dichosa y profundamente satisfactoria. Lo que ni el dinero, ni la fama, ni el poder pueden darle a la gente, Dios lo da a quienes le obedecen, obedeciendo a sus padres. No hay mejor vocación ni empleo de nuestra vida más fructíferos que la armonía familiar.
Los padres, haciendo del hogar su principal lugar de desempeño y misión, proveen a sus hijos e hijas la educación fundamental con la cual éstos realizarán su misión en el mundo; una educación en los que los valores centrales de la fe cristiana se cultivan con esmero y paciencia: el servicio y la entrega para el bien de los demás. Una educación en la que sus hijos crecen y se desarrollan para parecerse más y más a Jesús, nuestro modelo de vida (Efe 4:13). Las familias que viven así son un testimonio poderosísimo de la gracia de Dios ante la sociedad en que viven (Efe 2:7) y ante los poderes de este mundo (Efe 3:10); son familias artesanas de la paz.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Deu 6:7; Deu 6:20-25; Pro 3:11-12; Pro 19:18; Heb 12:5-13.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
NOTAS
(1) Lit.: “no estén provocando a ira”.
(2) Lit.: “poniendo mente en”.
(3) Véase Ap. 1D.
REFERENCIAS CRUZADAS
g 324 Col 3:21
h 325 Pro 22:6
i 326 Pro 3:11; Pro 13:24; Pro 19:18; 2Ti 3:16
j 327 Deu 4:9; Deu 6:7; Deu 6:20; Pro 2:2; Isa 50:5
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
no provoquéis. Al ser injustos, inflexibles o severos, los padres están en constante peligro de provocar o amargar a sus hijos. Al crecer en un ambiente así, el hijo pudiera adquirir un espíritu de desaliento y rebeldía (Col 3:21).
Fuente: La Biblia de las Américas
4 super (1) Provocar a los hijos a ira les hace daño puesto que incita su carne. No provocar a sus hijos a ira requiere que el padre resuelva el problema de su propia ira dejándola sobre la cruz. De esta manera puede disciplinar apropiadamente a sus hijos.
4 super (2) La amonestación incluye la instrucción. Los padres deben instruir a sus hijos con la Palabra de Dios (Deu 6:6-7), enseñándoles a conocer la Biblia. Sin embargo, la manera en que los hijos se desarrollan, depende de la misericordia de Dios.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
no provoquéis. i.e., no abuséis de vuestra autoridad regañándoles ásperamente.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
Padres… → Col 3:21.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
H311 Ἐκ τρέφω significa: criar. (comp. Efe 5:29).
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
g Col 3:21.