Comentario de Ezequiel 10:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Entonces miré; y he aquí, sobre la bóveda que estaba encima de la cabeza de los querubines, apareció sobre ellos algo como una piedra de zafiro que tenía el aspecto de un trono.
Y miré, y he aquí. Isa 21:8, Isa 21:9; Hab 2:1.
en la expansión. Eze 1:22-26; Éxo 24:10; Apo 4:2, Apo 4:3.
sobre la cabeza de los querubines. Eze 10:20; Eze 11:22; Sal 18:10; Sal 68:17, Sal 68:18; Efe 1:20; 1Pe 3:22.
como semejanza de un trono. Eze 1:22, Eze 1:26; Gén 18:2, Gén 18:17, Gén 18:22, Gén 18:31; Gén 32:24, Gén 32:30; Jos 5:13-15; Jos 6:2; Jer 13:6, Jer 13:8; Jer 13:18-22; Jua 1:18; Apo 1:13.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
La visión de los carbones encendidos, para ser esparcidos sobre la ciudad, Eze 10:1-7.
La visión de los querubines, Eze 10:8-22.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Véase el capítulo Eze 1:1-28 para un mejor entendimiento de varios términos de este versículo. Los querubines son las criaturas vivientes de Eze 1:5.
piedra de zafiro: Probablemente era lapislázuli, una piedra opaca de color azul oscuro encontrada principalmente en Afganistán. Era la piedra preciosa más costosa en tiempos antiguos. El zafiro moderno es un silicato de aluminio azul translúcido, químicamente igual al rubí. Es extremadamente duro y los antiguos artesanos no podían cortarlo ni pulirlo. El lapislázuli es aproximadamente tan duro como el vidrio. [L&T]
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
10. Nueva descripción de la Gloria de Dios.
Este capítulo resulta algo embarazoso y parece que ha sufrido muchos retoques redacciolíales. Por un lado se continúa la escena del capítulo anterior, y por otro se describe una nueva visión de la gloria de Dios, calcada sobre la del capítulo primero, con nuevos detalles.
Destrucción de la ciudad por el fuego (1-7).
1 Y miré, y vi encima del firmamento que estaba sobre las cabezas de los querubines una como piedra de zafiro que aparecía sobre ellos como una semejanza de trono, 2 y habló Yahvé al hombre vestido de lino y le dijo: Ve por entre las ruedas de debajo de los querubines, y llena tus manos de las brasas encendidas que hay entre los querubines y échalas sobre la ciudad, y él fue a vista mía. 3 Los querubines se habían parado al lado derecho de la casa cuando el hombre fue, y una nube había llenado el atrio interior. 4 La gloria de Yahvé se alzó sobre el querubín al umbral de la casa, y ésta se llenó de la nube, y el atrio se llenó del esplendor de la gloria de Yahvé, 5 y el rumor de las alas de los querubines se oía hasta el atrio exterior, semejante a la voz de Dios omnipotente cuando habla. 6 Y como dio la orden al hombre vestido de lino, “toma del fuego de entre las ruedas de en medio de los querubines,” entró él y paróse entre las ruedas, 7 y uno de los querubines tendió la mano al fuego que entre ellos había, y tomó de él y lo puso en las palmas del que estaba vestido de lino, que lo tomó y salió.
Después de haber cumplido la orden de señalar con una tau a los que habían de ser preservados de la catástrofe, Yahvé, que estaba en un trono sobre los querubines, como en la visión del c.1, dio orden al hombre vestido de lino, o ángel director de los destructores, de tomar en sus manos brasas encendidas del fuego que había entre los querubines4 y después lanzarlas sobre la ciudad, sin duda con designios de exterminio. En el v.7 es un querubín el que pone en manos del hombre vestido de lino las brasas destructoras. El texto parece retocado, y de ahí que esté algo confuso. La idea general es clara: Yahvé quiere abandonar su morada y castigar a la Ciudad Santa con el incendio de la guerra. El ejército babilonio invasor será el instrumento de su justicia.
Nueva descripción de los querubines (8-17).
8 Mostróse entonces en los querubines una forma de mano de hombre bajo sus alas. 9 Miré y vi cuatro ruedas junto a los querubines, una rueda al lado de uno y otra al lado de otro querubín. A la vista parecían las ruedas como de turquesa, 10 y en cuanto a su forma, las cuatro eran iguales, como rueda dentro de rueda. 11 Cuando se movían, iban a sus cuatro lados, y no se volvían atrás al marchar. 12 Todo el cuerpo de los querubines, dorso, manos y alas, y las ruedas, estaban todo en derredor llenos de ojos, y todos cuatro tenían cada uno su rueda. 13 A las ruedas, como yo lo oí, las llamaban torbellino. 14 Cada uno tenía cuatro aspectos: el primero, de toro; el segundo, de hombre; el tercero, de león, y el cuarto, de águila. 15 Levantáronse los querubines. Eran los mismos seres vivientes que había visto junto al río Kebar. 16 Al moverse los querubines, se movían las ruedas a su lado, y cuando los querubines alzaban las alas para levantarse de tierra, las ruedas a su vez no se apartaban de su lado; 17 cuando aquéllos se paraban, se paraban éstas, y cuando se alzaban aquéllos, se alzaban éstas con ellos, pues había en ellas espíritu de vida.
De nuevo el profeta detalla las figuras de la visión inaugural5. Se dice que los querubines estaban llenos de ojos, lo que en 1:18 se decía sólo de las ruedas. Parece aludir a las chispas fulgurantes que brillaban sobre el conjunto. Todo parece ser como un continuo despliegue de vislumbres flameantes para encarecer más el carácter majestuoso y trascendente de la gloria de Yahvé. Los relámpagos y el fuego son típicos en la tradición literaria bíblica para describir las teofanías desde los tiempos del éxodo. Por eso, aquí Ezequiel amontona calificativos y detalles relativos al carácter deslumbrante de la figura que aparece sobre el carro triunfal de los querubes. Su imaginación es desbordante y apocalíptica, y por eso no deben urgir se demasiado las enseñanzas doctrinales de los detalles, pues ante todo se quiere impresionar al lector con descripciones deslumbradoras y majestuosas. Las hipérboles son frecuentes: a las ruedas las llamaban torbellino por el fragoso ruido que hacían (v.13): el rumor de las alas de los querubines era semejante a la voz de Dios omnipotente cuando habla (v.5), es decir, como el trueno, que en las tormentas se manifestaba como la voz de Dios, que siempre habla desde el torbellino para impresionar a sus fieles, corno en el Sinaí6.
La gloria de Yahvé abandona el templo (18-22).
18 La gloria de Yahvé se quitó de sobre el umbral de la casa y se puso sobre los querubines, 19 y los querubines tendieron las alas y se alzaron de tierra a vista mía, y con ellos se alzaron las ruedas. Paráronse a la entrada de la puerta oriental de la casa de Yahvé, y la gloria del Dios de Israel estaba arriba sobre ellos. 20 Eran los mismos seres que había visto bajo el Dios de Israel junto al río Kebar, y supe que se llamaban querubines. 21 Cada uno tenía cuatro aspectos, y cada uno cuatro alas, y una semejanza de mano de hombre bajo las alas. 22 La semejanza de sus rostros era la de los que vi junto al río Kebar. Cada uno iba de frente a sí.
El Señor ha actuado en su plena manifestación de majestad como Juez, dando órdenes a sus ministros para castigar a su pueblo desde su misma morada santa. Terminada su función de Juez justo, abandona su sala de justicia, el templo de Jerusalén, y se encamina hacia la puerta oriental (v.19), como dando a entender que abandona a su pueblo a su suerte. En su trono majestuoso, sostenido por los querubines, desaparece sin duda para trasladarse a convivir con los exilados de Babilonia, que iban a constituir el núcleo escogido de resurrección nacional. Ha llegado la hora de la manifestación de la justicia divina, y Yahvé se aleja de su pueblo de Jerusalén para que el ejército de Nabucodonosor, instrumento de su ira vengadora, realice el decreto de exterminio sobre Israel, de forma que no sea cohibido por la presencia divina en el templo.
Con esto Ezequiel da a entender a sus compatriotas, compañeros de cautividad, que no deben hacerse ilusiones sobre la suerte de la Ciudad Santa, ya que está destinada por Dios a la destrucción, y, por otra parte, el único obstáculo para que los enemigos de Sión no entraran en Jerusalén – la presencia de Yahvé en su santuario – ha desaparecido. El profeta describe de nuevo los querubines que con sus cuatro aspectos, de león, de toro, de águila y de hombre, recordaban a los karibu babilónicos que los exilados podían contemplar a la entrada de los palacios asirios y caldeos 7.
1 Exo 28:495; Lev 16; Dan 10:5; Dan 12:6s. – 2 Cf. R. Dussaud, Les inscriptions phéniciennes du tombeau d’Ahiram, roí de Ryblos: “Syria” (1924) 136-157; A. Vaccari, Institutiones Biblicae I ed.5.a (1937) 2193 tab.I. – 3 Cf. Exo 12:13; Job 31:35. – 4 Cf. Eze 1:4. – 5 Cf. Eze 1:8-10. – 6 Cf. Exo 19:16. – 7 Cf. explic. al c.i. Véase RB (1926) p.382.48153.
Fuente: Biblia Comentada
un trono. Se eleva por encima de los siervos angelicales de Dios, los mismos cuatro del capítulo Eze 1:1-28 (Eze 10:20; Eze 10:22), y es el trono de Eze 1:26-28 sobre el cual se sienta Dios (cp. Eze 10:20). Desde allí Él dirige los operativos de su maquinaria de guerra («ruedas», vea la nota sobre Eze 1:15-16) en Jerusalén (v. Eze 10:2). El trono es como un zafiro que brilla en representación de la gloria y la santidad de Dios (Eze 11:22).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Eze 1:22; Eze 1:26.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
le instruye entonces a tomar carbones encendidos de entre los querubines y esparcirlos sobre Jerusalén.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
10.1ss Los capítulos 8 al 11, presentan gráficamente la gloria de Dios saliendo del templo. En 8.3, 4, la gloria de Dios estaba sobre la puerta del norte. Luego se trasladó a la entrada («umbral»; 9.3), luego a la mano derecha de la casa (parte sur del templo; 10.3), a la puerta oriental (10.18, 19; 11.1), y finalmente al monte al oriente de la ciudad (11.23), probablemente al monte de los Olivos. Debido a los pecados de la nación, la gloria de Dios se había ido.10.2 La santidad perfecta de Dios demanda castigo por el pecado. Los querubines son ángeles poderosos. Las brasas encendidas esparcidas sobre la ciudad representan la purga del pecado. Para Jerusalén, esto significaba la destrucción de todo el pueblo que pecó flagrantemente y se negó a arrepentirse. Muy poco tiempo después de esta profecía los babilonios destruyeron Jerusalén con fuego (2Ki 25:9; 2Ch 36:19).10.18 La gloria de Dios se apartó del templo y nunca más estuvo completamente presente otra vez hasta que Cristo mismo lo visitó en los tiempos del Nuevo Testamento. La santidad de Dios requirió que El abandonara el templo porque el pueblo lo había profanado tanto. Dios tuvo que destruir completamente aquello que el pueblo había pervertido a fin de que la verdadera adoración fuera renovada. Debemos comprometernos nosotros mismos, nuestras familias, nuestras iglesias y nuestra nación a seguir a Dios fielmente para que nunca más debamos experimentar el abandono de Dios.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 378 Eze 1:22
b 379 Eze 1:26; Rev 4:3
c 380 Isa 6:1; Rev 4:2
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
el firmamento. Véase coment. en 1:22. Esta descripción abreviada del trono móvil es como la de la primera visión (1:4– 28), pero con más detalles: ahora los seres vivientes son identificados como querubines (vers. 15), y se habla más de los carbones de fuego.
Fuente: La Biblia de las Américas
[2] Ez 1, 4-13.[9] De color dorado. Ez 1, 16-26.[12] En este capítulo se amalgaman la visión tradicional de la gloria de Dios y la del carro que sirve de trono, con sus ruedas y metales brillantes. Ex 16, 10; Num 10, 34; Ez 1, 18.[14] San Jerónimo dice que la palabra querubín está en lugar de buey, aunque ignora el motivo del cambio. Ez 1, 10.