EN CONTEXTO

Misericordia al arrepentido

El perdón de Dios siempre requiere arrepentimiento de parte del pecador. Era así en tiempos pasados y lo es aún ahora. En la visión de Ezequiel de Jerusalén, Jehová ordenó a los ejecutores angelicales que pusieran una marca especial en las frentes de los que se arrepentían por las «abominaciones» que se cometían en la ciudad. El resto sería aniquilado (Eze 9:4-7). La justificación para este aniquilamiento era que los pecados de los inicuos, sed de sangre y perversidad (idolatría), eran «grande sobremanera» (Eze 9:9). Por el contrario, los ciudadanos que demostraban una profunda preocupación por la santidad recibían misericordia.

Esta visión trae a la memoria un juicio similar en Egipto, en el que Jehová mató al primogénito de los egipcios, pero perdonó las casas de los hebreos que tenían marcados los postes de las puertas con sangre (Éxo 12:1-36). En ambos casos, Dios separó a quienes mostró misericordia sobre la base de la actitud de su corazón hacia Él.

Es interesante notar que la «señal» a la que alude Ezequiel es la letra hebrea taw, la última del alfabeto hebreo. Hoy día, taw equivale a «T», pero en los días de Jeremías se escribía como una «X» y solía usarse como firma (Job 31:35). Los cristianos primitivos apuntaban a las similitudes entre la «señal» de Ezequiel y el signo de la cruz. Ambos indicaban la misericordia de Dios y la redención de los pecadores.

El juicio previsto en la visión de Ezequiel aplica a las personas de hoy día. Manifiesta que Dios expresa misericordia, pero siempre busca el arrepentimiento. Aquellos que lo resisten y siguen cometiendo pecado pueden esperar su ira. Pero los que «gimen y claman» por sus propios pecados y los de otros conocerán su consuelo y perdón (compárese con Stg 4:8-10).