Pero cuando Pedro vino a Antioquía, yo me opuse a él frente a frente, porque era reprensible.
2:11 — Pero cuando Pedro vino a Antioquía, — Recuérdese que desde Antioquía salieron Pablo y Bernabé para evangelizar a los gentiles (Hch 13:1-3). Era una ciudad clave. Si se podía ganar la ciudad de Antioquía para el judaísmo, entonces sería más fácil ganar otras ciudades.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
a Antioquía. Hch 15:30-35.
le resistí cara a cara. Gál 2:5; 2Co 5:16; 2Co 11:5, 2Co 11:21-28; 2Co 12:11; 1Ti 5:20; Jud 1:3.
porque era de condenar. Éxo 32:21, Éxo 32:22; Núm 20:12; Jer 1:17; Jon 1:3; Jon 4:3, Jon 4:4, Jon 4:9; Mat 16:17, Mat 16:18, Mat 16:23; Hch 15:37-39; Hch 23:1-5; Stg 3:2; 1Jn 1:8-10.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Antioquía era una gran ciudad de la provincia romana de Siria. Llegó a ser un centro misionero para alcanzar las otras ciudades gentiles de Asia Menor y Macedonia (Hch 13:1-3). Después de la primera reunión en Jerusalén (vv. Gál 2:1-10), la conducta de Pedro en Antioquía era contradictoria e hipócrita (vv. Gál 2:12, Gál 2:13). Dada la inmensa influencia de Pedro, Pablo no tenía otra opción sino condenar directamente la hipocresía (vv. Gál 2:11, Gál 2:14). Pablo confronta a Pedro, porque negarse a comer con los gentiles contradecía lo que Pedro hace mucho tiempo había reconocido, que el evangelio también era para los gentiles.
viniesen algunos de parte de Jacobo indica que ellos venían con la autoridad de Jacobo, uno de los líderes de la iglesia de Jerusalén (v. Gál 2:9). No obstante, era improbable que representaran fielmente la opinión de Jacobo (vv. Gál 2:7-10). Todo lo que dicen a Pedro provoca una fuerte reacción, por lo que Pedro se retraía y se apartaba de la mesa de comunión con los gentiles. Aparentemente Pedro tenía miedo de dañar su reputación como apóstol de la circuncisión (Gál 2:7, Gál 2:8).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
LE RESISTÍ CARA A CARA. Se debe confrontar y censurar (cf. 1Ti 5:20) a cualquier pastor o dirigente espiritual que sea culpable de hipocresía y de error (v. Gál 2:13). Esto se debe aplicar sin importar quién sea la persona; hasta el apóstol Pedro, persona prominente a quien Dios usaba con poder, necesitó que se le llamara la atención (vv. Gál 2:11-17; cf. 1Ti 5:20-21). Las Escrituras indican que Pedro reconoció su error y aceptó la censura de Pablo con humildad y arrepentimiento. Más tarde se refiere a Pablo como «nuestro amado hermano Pablo» (2Pe 3:15).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Antioquía. Vea la nota sobre Hch 11:19. El lugar en el que se fundó la primera iglesia gentil. era de condenar. Se traduce mejor «se condenó a sí mismo». Pedro era culpable de pecado por alinearse con hombres quienes según sabía estaban en el error, y a causa del daño y la confusión que ocasionó a sus hermanos gentiles.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Un breve recuento de los días más lóbregos en la historia incipiente del evangelio. Al apartarse de los creyentes gentiles para tener compañerismo con los judaizantes que sostenían una posición la cual sabía que era errónea, Pedro había dado apoyo aparente a su doctrina y anuló con su acción la enseñanza divina de Pablo, en especial la doctrina de la salvación, la cual solo es por gracia y fe. Vea las notas sobre 2Co 6:14-18; 2Jn 1:10-11.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
2:11 — Pero cuando Pedro vino a Antioquía, — Recuérdese que desde Antioquía salieron Pablo y Bernabé para evangelizar a los gentiles (Hch 13:1-3). Era una ciudad clave. Si se podía ganar la ciudad de Antioquía para el judaísmo, entonces sería más fácil ganar otras ciudades.
— le resistí cara a cara, — Este caso demostró claramente que Pablo no era inferior a Pedro como decían los judaizantes. ¿Quién decidió que se debía resistir a Pedro cara a cara? Desde luego, fue decisión de Pablo pero la decisión de Pedro hizo necesaria la decisión de Pablo. ¿Hasta cuándo aprenderá la iglesia que el que anda mal es el que requiere — hace necesaria — la reprensión?
— porque era de condenar. — No Pablo sino Pedro. Pablo no era de condenar por exponer el error de Pedro. Cuando algún hermano comete pecado o error y otro le llama la atención, es importante tener presente cuál de los dos tiene la culpa. Muchísimos hermanos cometen un agravio serio contra los que exponen el pecado y el error, culpando a éstos y hablando del culpable como si fuera víctima de alguna injusticia. Esta es una de las tácticas más potentes de Satanás. Recuérdese que Pedro cometió el error y en realidad se condenó solo (dice el margen de LBLA, «se había condenado a sí mismo»); Pablo solamente le llamó la atención por lo que había pasado. (Recuérdese 1Re 18:17-18).
Otra cosa importante es que Pablo no resistió a Pedro a espaldas (como los judaizantes de Galacia y Corinto hacían con Pablo) sino cara a cara. No estaba enojado con él, no quería tomar venganza, no le representó mal, sino que con todo amor le exhortó porque cometió un error.
¿Por qué era de condenar Pedro? ¿Por la ignorancia? No, él fue el primero que aprendió que ahora los judíos podían y debían comer con los gentiles y fue el primero que lo practicó. Era de condenar porque la presión de los hermanos judíos era más fuerte que la convicción de Pedro. Muchísimos hermanos saben la verdad en cuanto a la naturaleza y obra de la iglesia y saben lo que significa la autonomía de la iglesia local pero los hermanos liberales aplican una presión tremenda sobre ellos y no les quieren resistir. Lo mismo en cuanto al problema del divorcio y segundas nupcias. ¿Quién no puede entender Mat 5:32; Mat 19:9? El problema no es la ignorancia sino que hermanos carnales presionan a otros hermanos y éstos actúan como si no temieran a Dios sino a los hombres, porque la presión es más fuerte que la convicción.
Los evangelistas que se someten a la presión de hermanos infieles y dejan de predicar la verdad y condenar el error darán cuenta a Dios.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA UNIDAD ESENCIAL
Gálatas 2:11-13
Pero cuando Pedro vino a Antioquía, yo me opuse a él cara a cara, porque era de condenar. Antes de que llegaran unos de parte de Santiago, tenía costumbre de comer con los gentiles. Cuando vinieron, se retrajo y se separó, porque les tenía miedo a los del bando de la circuncisión. Los demás judíos también hicieron el hipócrita con él, de tal manera que hasta Bernabé se desvió con ellos en sus posturas hipócritas.
El problema no se había terminado ni muchísimo menos. Una parte importante de la vida de la Iglesia original era una comida en común que llamaban el Agapé, o Fiesta del Amor. En esta fiesta, toda la congregación se reunía para participar de una comida general provista mediante un reparto de los recursos o medios que se tuvieran. Para muchos de los esclavos debe de haber sido la única comida decente que hacían en toda la semana; y expresaba de una manera muy especial la comunión de los cristianos.
Eso parece, a primera vista, una cosa muy hermosa. Pero debemos recordar el exclusivismo rígido de los judíos más fanáticos. Se consideraban el pueblo escogido de tal manera que implicaba el rechazo de todos los demás. «El Señor es misericordioso y lleno de gracia. Pero lo es solamente con los israelitas; a las otras naciones las aterra.» «Los gentiles son como estopa o paja que se quema, o como las motas que dispersa el viento.» «Si un hombre se arrepiente, Dios le acepta; pero eso se aplica solamente a Israel, y no a los gentiles.» «Ama a todos, pero odia a los herejes.» Este exclusivismo entraba en la vida diaria. Un judío estricto tenía prohibido hasta tener una relación comercial con un gentil; no debía hacer un viaje con un gentil; no debía ni dar hospitalidad ni aceptarla de un gentil.
Aquí en Antioquía surgió un problema tremendo: en vista de todo esto, ¿podían sentarse juntos los judíos y los gentiles en una comida congregacional? Si se cumplía la ley antigua, está claro que era imposible. Pedro vino a Antioquía, y, en un principio, apartándose de los antiguos tabúes en la gloria de la nueva fe, participaba de la comida en común entre judíos y gentiles. Entonces llegaron algunos de Jerusalén que eran del bando judío tradicionalista. Usaban el nombre de Santiago, aunque seguramente no representaban su punto de vista, y se metieron tanto con Pedro que acabó por retirarse de la comida congregacional. Los otros judíos se retiraron también con él, y por último hasta Bemabé se vio implicado en esta secesión. Fue entonces cuando Pablo habló con toda la intensidad de que era capaz su naturaleza apasionada, porque vio claramente algunas cosas.
(i) Una iglesia deja de ser cristiana cuando hace discriminación de clases. En la presencia de Dios, una persona no es judía ni gentil, noble ni plebeya, rica ni pobre; es un pecador por quien Cristo murió. Si las personas comparten una común filiación, también tienen que ser hermanas.
(ii) Pablo vio que esa acción intensa era necesaria para contrarrestar la escisión que había tenido lugar. No esperó; intervino. No influía en él el hecho de que estuviera en ello el nombre y la conducta de Pedro. Era algo malo, y eso era todo lo que le importaba a Pablo. Un nombre famoso no puede nunca justificar una acción infame. La acción de Pablo nos da un ejemplo gráfico de cómo un hombre fuerte en su firmeza puede poner en jaque una desviación del curso correcto antes de que se convierta en una riada.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Pablo reprende a Pedro y expone su enseñanza en Antioquía (Gál 2:11-21)
Análisis de discurso
Este pasaje se puede dividir, de manera muy simplificada, en dos secciones. La primera sección abarca los versículos Gál 2:11-14, donde se plantea la circunstancia que originó una reprensión pública de Pablo contra Pedro en Antioquía; la segunda sección abarca los versículos Gál 2:15-21, donde Pablo desarrolla el argumento teológico de la llamada “doctrina de la justificación por la fe”, que se refiere a la nueva situación de las personas ante Dios después de la llegada de la fe en Cristo.
En este esquema, los versículos Gál 2:11-14 están expuestos en forma narrativa, como rememoración de un acontecimiento. En este caso, se trata de un conflicto entre Pablo y Pedro, acerca del cual Pablo ofrece una narración parcial. Pablo no ofrece mucha información, pues, en realidad, lo que más le interesa no es la reconstrucción histórica del episodio, sino presentar su convicción teológica, que es lo que está en discusión, a partir de un caso concreto.
El conflicto, entonces, no sólo se produce entre Pablo y Pedro, sino, más bien, entre dos formas de interpretar el único evangelio de Jesucristo. Para entender mejor la situación, es necesario tener bien claro el significado de las leyes de pureza de los judíos, especialmente las leyes relativas a los alimentos.
En las primeras comunidades cristianas, compuestas por creyentes que provenían tanto del judaísmo como de otros pueblos, no siempre estaban claras las cuestiones prácticas relativas a la convivencia, como la necesidad o no de la circuncisión de los hermanos no judíos (como ya hemos visto) o la libertad o no de comer juntos los creyentes de diversos orígenes étnicos.
A partir de su experiencia en Antioquía, Pablo profundiza su concepción de las leyes alimenticias y de convivencia social. Antioquía era la tercera ciudad en importancia en el Imperio Romano (después de Roma y de Alejandría), y una de las más importantes para el todavía joven movimiento cristiano. Esta ciudad era la base misionera de Pablo, y tal vez allí el apóstol conoció varias tradiciones referentes a Jesús. Parece seguro el hecho que en Antioquía se desarrolló una comunidad cristiana compuesta por judíos y no judíos que compartían la mesa de manera natural, lo cual era un verdadero escándalo para los judíos ortodoxos. Esta situación motivó mucho del pensamiento de Pablo, quien tuvo que desarrollar una argumentación teológica que justificara semejante práctica.
Por algún motivo desconocido para nosotros, Pedro estaba viviendo en Antioquía en la época en que se produjo el conflicto. Al principio, Pedro compartía la mesa con hermanos y hermanas que venían de grupos no judíos, pero después de la llegada de algunos enviados de parte de Santiago ―quien, al parecer, se había convertido en jefe único de la iglesia de Jerusalén― comenzó a apartarse. Pablo interpretó el comportamiento de Pedro como un acto de hipocresía, lo cual explica su fuerte reacción de reprimenda contra él. Sin duda, no se trataba de un detalle insignificante, pues incluso gente de la autoridad de Bernabé había seguido el ejemplo de Pedro. En efecto, la actitud en cuestión representaba una negación práctica del mensaje de Pablo, quien proclamaba que en Cristo se habían derrumbado todas las barreras que separaban a los seres humanos (cf. Gál 3:28). No compartir la mesa significaba no compartir la cena del Señor, y, por tanto, negar la realidad de la iglesia como cuerpo de Cristo (cf. 1Co 10:17). Este razonamiento explica la seriedad con que Pablo abordó el asunto y la intensidad de su argumentación.
En los versículos Gál 2:15-21 se expone lo que se puede considerar como la enseñanza central de Pablo. El apóstol desarrolla su argumento a partir del establecimiento y el desarrollo de contrastes, una de las características principales de su estilo: el pecado (como estado de enemistad con Dios) es contrastado con la “justificación” (estado que supone estar a cuentas con Dios); como consecuencia de lo anterior, la muerte es contrastada con la vida, y se expone la fe como medio para que los seres humanos sean declarados justos por Dios.
En los versículos Gál 2:15-17 predomina el plural “nosotros”, como si Pablo todavía estuviera discutiendo con Pedro y quisiera subrayar los acuerdos alcanzados por los líderes en el encuentro de Jerusalén. Recién a partir del versículo Gál 2:18 Pablo empieza a usar el “yo”, pues ahí argumenta a partir de su propia experiencia. Según parece, Pablo quiere dejar en claro que su teología no es sólo un discurso teórico sino una reflexión que se basa en una experiencia fundamental con Dios. Por esta razón, se percibe un cambio en la forma de expresarse. En los primeros versículos, Pablo usa una terminología demasiado jurídica, en tanto que ahora pasa a otro lenguaje que podría calificarse de “místico”, dado que expresa sus experiencias más profundas, como su “estar crucificado con Cristo” (cf. v. Gál 2:20).
Este pasaje recoge lo que para la mayoría de los estudiosos de Pablo es el núcleo de Gálatas y el corazón de la teología paulina. En efecto, Pablo dice que la declaración de las personas como justas no se deriva del cumplimiento de los mandamientos de la ley, sino que se origina en la fe de Jesucristo. Sin embargo, esta tesis rompe con las convicciones judías fundamentales y representa para el judaísmo ortodoxo una defección incomprensible y un escándalo. Para los judíos del tiempo de Pablo, la ley demostraba la relación especial de Israel con Dios: Dios los había escogido como su pueblo y había establecido con ellos una alianza. Ser justo significaba para ellos vivir en el marco de la alianza, cumpliendo los mandamientos de la ley. Para ningún judío era fácil ver modificada una convicción tan sagrada.
En ocasiones, la forma de argumentar de Pablo parece enredada para lectores y lectoras de la actualidad. Hay que tomar en consideración que Pablo se sirve de recursos propios de la retórica de su tiempo, que ahora pueden parecernos extraños. Uno de los recursos más usuales es la diatriba, que tiene como base principalmente los diálogos ficticios que buscaban demostrar la invalidez de los argumentos de los oponentes. Según parece, Pablo cita en este pasaje frases breves de los maestros opositores y luego presenta la refutación correspondiente. A veces incluye breves eslóganes, de los que es difícil saber si son creaciones propias o citas de otros.
En el versículo Gál 2:21, Pablo asegura que él no está rechazando la gracia de Dios al rechazar la ley como camino para ubicar al ser humano en la correcta relación con Dios. Su argumento es que si la ley pudiera realizar dicha obra, entonces la muerte de Cristo habría sido en vano. Por tanto, según Pablo, quienes en realidad rechazan la gracia de Dios son aquellos que quieren seguir aferrados a la ley y por esa causa no pueden beneficiarse de la obra salvadora de Cristo. Entendido de esta manera, el versículo Gál 2:21 sirve como sumario de la discusión paulina de todo el capítulo 2, a la vez que constituye un buen enlace e introducción para los próximos dos capítulos.
TÍTULO: Todas las versiones ponen a esta sección títulos que se refieren al conflicto entre Pablo y Pedro, aunque usando diferentes verbos: «Pablo se opone a Pedro» (NVI), «Pablo se enfrenta con Pedro» (BP), «Pablo corrige a Pedro» (TLA), «El conflicto con Pedro» (BL). Algunas versiones ubican el conflicto en Antioquía: «Enfrentamiento con Pedro en Antioquía» (BA), «Pedro y Pablo en Antioquía» (BJ). La propuesta más precisa nos parece la de RV95: «Pablo reprende a Pedro en Antioquía». Nuestra propuesta tiene la ventaja de incluir los dos aspectos principales del pasaje: “Pablo reprende a Pedro y expone su enseñanza en Antioquía”.
Análisis textual y morfosintáctico
Esta sección está directamente conectada con la anterior, pues continúa la narración del encuentro de Antioquía. Varias versiones, sin embargo, le otorgan un título propio y señalan así el énfasis específico del pasaje, lo cual ayuda a captar la atención del lector sobre una importante controversia.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Pero cuando Pedro vino a Antioquía indica con claridad que se trata de una ocasión diferente de la del encuentro de Jerusalén. BL lo deja muy claro: «Cuando más tarde vino [ ]». Algunas versiones agregan lo que el texto original no contiene: «La ciudad de Antioquía» (TLA, DHH96). Debe mantenerse el nombre “Cefas”, por las razones ya expuestas en Gál 1:18 y Gál 2:9.
Pablo utiliza una expresión idiomática para referirse a su acción en relación con Pedro: “Hacia su cara lo resistí, pues en hecho de condenar estaba”. La idea es que se enfrentó abiertamente con Pedro para recriminarle una conducta que le parecía incorrecta: Le resistí cara a cara, «lo reprendí en su propia cara» (DHH96), «me enfrenté con él cara a cara» (BJ), «le hice frente» (BL), «me enfrenté con él abiertamente» (BP), “me opuse a él cara a cara” (Vidal: 85). Se trata de un choque directo y fuerte.
La reprensión de Pablo es dura y acusatoria, y ese tono debe mantenerse en la traducción: Porque era de condenar, «porque lo que estaba haciendo era condenable» (DHH96), «porque era digno de reprensión» (BJ), «pues era censurable» (BP), «su comportamiento condenable» (NVI), «porque se había hecho culpable» (NBE), “porque estaba cometiendo un gran error”, “porque lo que hacía era totalmente reprobable”.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
— Antioquía: se trata de Antioquía de Siria; ver nota a Hch 11:19.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Conflicto en Antioquía. Así como los judaizantes quizá apelaron (equivocadamente) a la conferencia de Jerusalén para que apoyara sus acusaciones, es posible también que quisieran destruir la reputación de Pablo, exagerando la disputa que se produjo en la ciudad gentil de Antioquía. Después de todo, si Pablo había tenido la audacia de refutar públicamente al gran apóstol Pedro, ¿no era eso prueba de que Pablo no estaba de acuerdo con la iglesia de Jerusalén? ¿No era ésta la evidencia más clara posible, de que era un renegado irrespetuoso en quien no se debería confiar?
En respuesta a esto Pablo primero da un breve resumen del incidente (11-14). No niega haber reprendido a Pedro, pero también muestra por qué eso era lo único que se podía hacer si quería actuar correctamente. El acuerdo de Jerusalén había reconocido efectivamente la distinción entre el ministerio a los judíos, que podían continuar practicando el judaísmo aun después de convertirse en cristianos, y el ministerio a los gentiles, quienes no debían ser forzados a convertirse en judíos. Pero ese acuerdo no especificaba qué hacer, en caso de que estos dos principios entraran en conflicto. (Nótese que el así llamado “decreto”, que se menciona en Hech. 15:23-29, también deja este tema en la ambigüedad. Si es la misma reunión a la que Pablo se refiere en este pasaje de Gál., el problema en Antioquía podría entenderse bastante bien de acuerdo con lo expuesto aquí.)
La comunión en la mesa planteaba precisamente ese conflicto. Si el cristiano judío se sentaba a comer con los gentiles, estaba en peligro de violar las leyes ceremoniales concernientes a la comida. Por otra parte, si se negaba a comer con ellos, ese comportamiento podría haber debilitado el principio de que los gentiles deben ser plenamente aceptados como cristianos sin convertirse en judíos. Al no tratar este problema, los apóstoles aparentemente estaban dejando el tema librado a la conciencia de cada creyente. Es claro que los judíos cristianos de Antioquía, en general, eligieron la comunión con los gentiles, reforzando de esa forma la significación de lo que habían hecho los apóstoles de Jerusalén. Pedro, al visitar la ciudad, estuvo feliz de comportarse de esa forma, pero luego, la llegada de algunas personas de parte de Jacobo (12) presentó un serio problema para él.
No es muy clara cuál es la relación entre estos hombres y Jacobo: ¿Fueron realmente enviados por él, o era solamente lo que ellos pretendían? De cualquier forma, eran cristianos de Judea que no tenían que convivir con una fuerte presencia gentil día tras día, y por eso no comprendieron la situación en Antioquía. Naturalmente, habrían interpretado la actitud de Pedro como una negación de la identidad judía, y quizá hasta como una forma de apostasía. Temeroso de ser juzgado por ellos y de las consecuencias que esto traería, Pedro comenzó a distanciarse de los gentiles. Naturalmente, los otros judíos cristianos siguieron su ejemplo. Si evitar a los gentiles hubiera sido característico del comportamiento de Pedro durante todo el tiempo, por razones de conciencia, es posible que Pablo no lo hubiera reprendido. Pero Pedro había mostrado anteriormente que no tenía escrúpulos en cuanto a comer con los gentiles. Su distanciamiento posterior sugería que los gentiles no podían ser recibidos ple namente como pueblo de Dios. En cierto sentido, los estaba obligando a volverse judíos (14).
“Se había producido una seria crisis. Pero Dios no había abandonado a su iglesia. La iglesia fue salvada por intermedio de Pablo … A Pablo le habían sido reveladas las implicaciones totales del evangelio; para él la libertad de los gentiles era una cuestión de principios, y cuando los principios estaban en juego él nunca permanecía callado” (J. Gresham Machen, The Origin of Paul’s Religion [Macmillan, 1921], p. 102). Por tanto, Pablo tomó las medidas extremas que la situación demandaba. No era que Pablo y Pedro tuvieran una diferencia doctrinal, como podrían haber sugerido los judaizantes (y muchos estudiosos modernos están de acuer do); era que la conducta de Pedro no era coherente con sus principios, como lo explica Pablo en los vv. 15-21.
Primero, Pablo señala que Pedro, junto con los demás judíos cristianos, al poner su fe en Cristo Jesús, habían reconocido que la ley judía no podía justificarlos ante Dios (15, 16). Si esto es así, el corolario es que los judíos son tan pecadores como los gentiles, sin nada que pueda colocarlos en una mejor posición frente a Dios. Dado que Pedro reconocía totalmente este hecho, ya no objetaba el relajamiento de las leyes ceremoniales y, por tanto podríamos decir, se comportaba como “un pecador de entre los gentiles” en cuanto a las normas de alimentación y la comunión en la mesa (17a).
Segundo, Pablo niega que este abandono de los ritos judíos haga que el evangelio de Cristo sea instrumento del pecado. Todo lo contrario; sería una seria transgresión si Pablo, habiendo dejado de lado a través del evangelio todos esos ritos, siguiera el ejemplo de Pedro y los reinstaurara (17b, 18).
Tercero, en una de las declaraciones más profundas realizadas en sus cartas, Pablo afirma que es la ley misma, paradójicamente, la que lo ha llevado a seguir este curso de acción: Porque mediante la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios (19). ¡Estoy obedeciendo la ley, insiste Pablo, cuando me separo de ella! Es la ley misma la que me dice que la destruya. ¿Cómo lo hace? Quizá el Apóstol tiene en mente el hecho de que Cristo, en la cruz, quedó bajo la maldición de la ley, y que los cristianos han muerto con él (cf. v. 20; 3:13; Rom. 6:1-4). Más probablemente, está dando un anticipo del argumento que desarrollará en 3:19-25. Por su ministerio de restricción y condenación, la ley nos lleva a la fe en Cristo, quien a su vez nos libera de la maldición y del poder de la ley.
Cuarto, el Apóstol deja perfectamente en claro lo que lo ha motivado a hablar con tanta dureza (20, 21). Es el valor de la muerte de Cristo, y por lo tanto el principio de la gracia, lo que está en juego. Si vivimos para Dios, es sólo porque hemos sido unidos al Cristo crucificado (ver también 6:14). El se dio por nosotros, y él hace posible la vida de fe. Si los judaizantes tuviesen razón, si podemos recibir la justicia cumpliendo la ley, no habría necesidad de la gracia, y la entrega de Cristo habría sido en vano.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
NOTAS
(1) Lit.: “me planté contra”.
REFERENCIAS CRUZADAS
c 76 Jua 1:42
d 77 Hch 11:26; Hch 15:35
e 78 Lev 19:17
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Cefas (Pedro) no estaba predicando una herejía, pero tampoco estaba practicando consecuentemente el evangelio de la gracia. Se retiró de comer con los creyentes gentiles incircuncisos, cuando le apremiaron a hacerlo así algunos de los cristianos hebreos.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
Cefas… Textus Receptus (TR) registra Pedro.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
R608 Εν κατὰ πρόσωπον, la preposición se usa con un sentido local: en su cara.
T58 Καταγινώσκω significa: está condenado.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Lit., Cefas
Lit., uno que estaba condenado o se había condenado a sí mismo
Fuente: La Biblia de las Américas
TR: Pedro.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
?V. 11-13:? ?Pero cuando Pedro vino a Antioquia, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes? ?que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se? ?apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue? ?también arrastrado por ellos a aquella hipocresía.?Ahí está el «Abel»?33? o la gran planicie en la cual chocaron reciamente los dos padres más esclarecidos,? ?Jerónimo y Agustín.?34? Jerónimo apoya su argumentación básicamente en el hecho de que Pablo procedió? ?de idéntica manera (que Pedro) cuando circuncidó a Timoteo «por causa de los judíos que había en? ?aquellos lugares», ?Hechos 16? (v. 3) -y conste que no lo hizo porque la ley lo hubiera obligado a ello, puesto? ?que los apóstoles ya habían resuelto con anterioridad, en el capítulo 15 (v. 28), que a los gentiles no había? ?que gravarlos con el peso de la ley. Y como es sabido, el padre de Timoteo era un gentil (?Hch. 16: 3?). Pero? ?no es sólo esto: en el capítulo citado (16: 4) Pablo enseña que se deben guardar «las ordenanzas y los? ?acuerdos de los apóstoles»- ¡y al mismo tiempo, él adopta una actitud contraria circuncidando a Timoteo!??Asimismo, en Cencrea se rapó la cabeza e hizo un voto, ?Hechos 18? (v. 18). Y en ?Hechos 21? (v. 23 y sigtes.)? ?se nos informa que junto con cuatro hombres que tenían obligación de cumplir un voto, Pablo entró en el? ?templo y se purificó con ellos; además se presentó por él la correspondiente ofrenda. Todo esto se ve? ?apoyado por su propio testimonio en ?1 Corintios 9? (v. 20) : «Me he hecho a los judíos como judío».?Dice por lo tanto San Jerónimo: «¿De dónde se toma Pablo las atribuciones y la autoridad de dar? ?una reprimenda a Pedro por un acto o actos que, según constaba, había cometido también él mismo, y eso? ?que Pedro era el apóstol de la circuncisión, él mismo en cambio el apóstol de los gentiles?» La conclusión? ?a que llega Jerónimo es que Pablo se valió de cierta hipocresía al reprender a Pedro; él cree que como Pedro había puesto en peligro la gracia con su actitud hipócrita, el propósito de Pablo era rectificarlo mediante lo que él (Jerónimo) llama una nueva estratagema, o mediante una nueva hipocresía o «dispensa» contradictoria. ?35? Esta opinión parece que se ve favorecida por el texto griego, que dice “según la apariencia” o “en apariencia”.?36? Pues como explica Erasmo, la preposición «cata>» con el caso acusativo significa «según» o «a causa de», con el caso genitivo en cambio significa «en» o «contra». Y bien: aquí (v. 11) tenemos «le resistí `cataswpou’ (acusativo)», quiere decir, «según la apariencia», «en apariencia», «aparentemente », «ante los demás», como quien con una especie de hipocresía piadosa opina en sus adentros otra cosa. A lo mismo apunta también el texto griego, que no dice «era reprensible» sino «era reprendido».?37? En efecto: Pedro pudo haber sido reprendido por gente débil e ignorante, sin haber merecido en realidad una reprensión.?San Agustín parte de la afirmación que Pablo hizo en el capítulo anterior (1:20) : «En esto que os? ?escribo, he aquí delante de Dios que no miento». Pues bien: Pablo dice que Pedro merecía reprensión, y que él le resistió cara a cara y lo reprendió. Si esto no ocurrió realmente así, sin que mediara hipocresía, Pablo ya no dice la verdad como juró hacerlo, sino que incurre en una mentira, o por lo menos en una mentira oficiosa. Y de esta manera quedará desprestigiada la autoridad de la Escritura entera, si en un solo pasaje se dice una cosa y se piensa en otra.?No hay, pues, otra alternativa: o Pedro fue en verdad reprensible y fue en verdad corregido por? ?Pablo, o Pablo mintió al corregirlo y reprenderlo. Y aunque se pudiera cuestionar la opinión de San Agustín? ?señalando el texto griego que tiene «reprendido» y no «reprensible», como acota también Jerónimo, la? ?verdad innegable sigue siendo, no obstante, que Pedro era reprensible. Así lo demuestra la actitud de Pablo,? ?quien no habría reprendido a uno que no merecía reprensión. Pero echemos una mirada al texto, que sin? ?duda será el mejor juez en esta causa.?En primer lugar: está fuera de dudas que cuando Pablo reprendió a Pedro, no lo hizo porque éste? ?habla vivido a la manera de los gentiles, como lo intenta presentar Jerónimo. (Pues de ser así, la reprensión? ?de Pablo se habría dirigido, de hecho, también contra él mismo, y la opinión de San Jerónimo seguiría? ?siendo enteramente válida. Como se sabe, Jerónimo creía que después de la pasión de Cristo, la práctica de? ?obras legales es ilícita y conduce a la muerte.?38? ?Pero en esto el santo varón se equivocó, inducido al error? ?por alguno de sus predecesores.) Antes bien, lo que Pablo reprende en Pedro es su comportamiento hipócrita.?La hipocresía de Pedro, repito, es lo que Pablo no toleró. Que Pedro había vivido a la manera de los? ?gentiles y después a la manera de los judíos, esto sí lo aprueba; lo que desaprueba es que a consecuencia de la llegada de algunos judíos, Pedro «se retraía y se apartaba» de las comidas en que participaban gentiles.?Y con esta actitud de retraerse dio lugar a que tanto los étnico-cristianos como los judeo-cristianos creyeran? ?que era ilícito vivir a la manera de los gentiles, y necesario vivir a la manera de los judíos; y eso que Pedro? ?sabía muy bien que ambas cosas eran libres y lícitas. Por esto el texto da a entender también que Pedro no? ?ignoraba que a este respecto no existían restricciones; porque dice: «antes comía con los gentiles», y:? ?«tenía miedo de los que habían venido de parte de Jacobo». Luego fue por temor, que actuó de esta? ?manera, y no por ignorancia. Pues Pablo no le pregunta: «¿Por qué vives como los gentiles?» ni «¿por qué? ?retornas al judaísmo?» (tenía libertad de hacer tanto lo uno como lo otro). No; la pregunta de Pablo fue:? ?«¿Por qué obligas a los gentiles a judaizar?» (2:14). Precisamente esta obligación ejercida mediante la? ?actitud hipócrita y el retraerse, fue lo reprensible; pues por ella los gentiles y los judíos llegaron a la? ?(convicción de que la forma de vida judaica era la que debía practicarse necesariamente, quedando prohibida? ?la forma de ‘.’(la propia de los gentiles.?Así es que Pablo no lamenta el hecho de que los otros judíos consintieran en cuanto a la comida, sea? ?a la manera de los gentiles o de los judíos (sabían, en efecto, que lo uno y lo otro les era lícito); lo que? ?lamenta es que hicieran causa común con Pedro en cuanto a su hipocresía y en cuanto a la coacción que? ?ejercía sobre gentiles y judíos para que adoptaran la forma de vivir judaica como algo necesario. Tampoco? ?lamenta que Bernabé haya comido con ellos, sea a la manera judía o gentil, sino que aun Bernabé se haya? ?dejado arrastrar y haya participado en obligar a gentiles y judíos a acomodarse al judaísmo.?Por consiguiente, Pablo lucha en contra de la obligación y a favor de la libertad. Pues para que? ?seamos justos, lo único «obligatoriamente necesario» es la fe en Cristo; todo lo demás queda a nuestra? ?entera libertad, y ya no está sujeto ni a mandatos ni a prohibiciones. Por lo tanto, si Pedro hubiese practicado de la manera correcta ambas formas de vivir, como lo hacía confiadamente Pablo, no habría habido necesidad de reprenderlo.?Respecto de la opinión de Jerónimo podemos decir entonces: debe admitirse que la expresión «fue? ?reprendido» del texto griego hace referencia a los que acusaron a Pedro ante Pablo por haberse retraído de? ?ellos, y con ello indujeron a Pablo a darle a Pedro esta reprensión. No obstante, Pedro en verdad la había? ?merecido.?Además, la cuestión de si Pedro cometió en esta oportunidad lo que suelen llamar un pecado «mortal? ?»,?39? decídanla otros. Lo que yo sé es que si Pablo no hubiese puesto nuevamente en la senda recta a los? ?que fueron obligados a prácticas judaizantes por la hipocresía de Pedro, esta gente habría caído en la? ?perdición, puesto que habían comenzado a buscar su justicia no en la fe en Cristo, sino en las obras de la? ?ley. Así, Pedro junto con los demás causó una grave ofensa, no en lo que atañe a las buenas costumbres,? ?sino en lo que atañe a la fe y a la condenación eterna. Por otra parte, Pablo no le habría resistido tan? ?enérgicamente si se hubiera tratado de un peligro leve y un pecado venial. En efecto, Pablo levanta la queja? ?de que se había hecho abandono de «la verdad del evangelio» (v. 14); mas el no andar conforme a la verdad? ?del evangelio significa haber caído ya, de hecho, en el pecado de la incredulidad.?No me gusta nada ese empeño en excusar y ensalzar desmesuradamente a los santos, sobre todo si? ?con ello se tuercen declaraciones de la Sagrada Escritura. Mejor es tener a Pedro y a Pablo por hombres? ?caídos en infidelidad y hasta «anatematizados», como lo expresara el mismo apóstol (1:8) antes de que? ?perezca una sola tilde del evangelio.?Tampoco puedo aprobar la opinión de que el giro griego ÷áôÜ ðñüóùðïí, «en apariencia,?40? en su? ?cara, de pie para hablar de una «hipocresía» de Pablo. Pablo no actuó como un hipócrita, sino que resistió? ?con sincera convicción a la perniciosa hipocresía de Pedro; y el «en apariencia» es lo mismo que en presencia de todos» o «en público», como lo explica también San Ambrosio.?41? No otra cosa se lee algo más abajo (v. 14): «Dije a Pedro delante de todos». Pues como ya lo hice notar antes»?42? en el uso idiomático de la Escritura, facies, «faz, apariencia», significa lo que está a la vista, en oposición a lo que está oculto; lo que está a la vista lo ve y lo juzga el hombre, lo oculto lo ve y lo juzga Dios. Por lo tanto, la expresión “en su cara» no revela la desvergüenza y la arrogancia de Pablo, como dice el ignorante Porfirio en tono de reproche, sino que describe la situación en que se vio obligado a actuar, y la singular moderación con que procedió. Pues sólo reprendió a Pedro cuando ya todos los demás judíos se habían hecho cómplices de él, cuando también el propio colaborador de Pablo, Bernabé, se había dejado arrastrar por ellos, y cuando ya no quedaba ni uno que defendiera la verdad del evangelio, dándose así el caso de que la actitud de ellos había llegado a constituir un factor de peso en contra de la libertad evangélica. Prueba de la moderación de Pablo es el hecho de que no aplicó la reprensión en forma inmediata, sino que se contuvo hasta que todos habían sido desviados; y prueba de que se hallaba en una situación de apremio es el hecho de que el evangelio ya estaba en vías da ser extinguido. Por otra parte, si uno quiere aferrarse al significado de la palabra griega e insistir en que ÷áôÜ ðñüóùðïí, «según la faz o el aspecto», es enteramente sinónimo de «según la apariencia» tal como esta expresión es usada en ?Juan 7? (v. 24): «No juzguéis según la apariencia», todavía no estamos obligados a admitir que Pablo procedió con hipocresía. Antes bien, el significado real será este: Pablo por cierto actuó con toda seriedad al resistir a Pedro y –al reprenderlo con palabras expresas, pero no actuó con un corazón lleno de maldad, sino a la manera de Eclesiástico 7 (v. 26) donde dice: «¿Tienes hijas? Vela por su cuerpo, y no les muestres un rostro jovial». Así los padres son duros con sus hijas en cuanto a la expresión del rostro, pero no en el sentir de su corazón, y sin embargo, tampoco por hipocresía. Cualquier cristiano puede verse en la obligación de reprender a un hermano y disentir de él en ciertos puntos, siempre que observe la debida dulzura y unidad de corazón. Más aún: del propio Dios se dice en ?Lamentaciones 3? (v. 33): «Pues no de corazón humilla él y rechaza a los hijos de los hombres».?43? ?¿Quién empero querrá decir que Dios actúa hipócritamente al castigar y rechazar a los hombres? Así, Pablo? ?corrigió a Pedro con una reprensión real y verdadera: lo encaró con dureza en el rostro, pero con blandura? ?en el corazón. Real y verdadera era por lo tanto también la culpa de Pedro, y digna de reprensión en el más? ?alto grado; y ni en Pedro ni en Pablo se hallaba esa hipocresía de que habla San Jerónimo. Hubo en cambio? ?una hipocresía precedente: aquella con la cual Pedro hacia hincapié en la obligatoriedad de observar una? ?forma de vida judaica y legalista.?Una pregunta: supongamos que Pedro se haya retraído con santa intención, temiendo causar una? ?ofensa a los débiles; ¿qué haría Pablo si en este mismo caso hubiera débiles por ambas partes, tanto entre? ?los gentiles como entre los judíos? ¿A quién cedería? Porque ponerse de acuerdo con cada parte por separado, esto no crea ningún problema. Digamos que Pablo comía con los judíos: entonces ofendería a los? ?gentiles, como pasó con Pedro; si comía con los gentiles, ofendería a los judíos, lo que en nuestro caso fue? ?el temor de Pedro. En estas circunstancias, lo que hay que hacer es preservar la verdad del evangelio y? ?exponerla dando las debidas explicaciones, tal como lo hizo Pablo en este caso corrigiendo a Pedro en? ?presencia de todos y declarando que es lícito vivir a la manera de los gentiles. Así había procedido también? ?en aquella ocasión anterior (2: 3 y sigtes.) cuando no permitió que se circuncidara a Tito, de origen pagano,? ?y no cedió ni por un momento. Pero si quedan aún judíos débiles que no quieren ajustarse a este modo de? ?proceder, hay que abandonarlos a su propia terquedad. Mejor es que sea conservada una parte junto con la? ?verdad del evangelio, y no que se pierdan ambas partes, y el evangelio también.?¡Cuánto desearía yo que este pasaje del apóstol fuera conocido en cada uno de sus detalles a todos? ?los cristianos, en especial a los miembros de órdenes monásticas, al clero y a no pocos supersticiosos!?44? ?Éstos a menudo destruyen tanto la fe como la caridad evangélica a causa de las leyes papales y sus propias disposiciones. Y no tienen el juicio suficiente como para dejar a un lado las cargas impuestas por ellos mismos si el amor fraternal así lo requiere, a menos que se adquieran de nuevo por dinero sus dispensas e indultos. ¡Y esto que ni los papas ni la iglesia poseen la facultad de establecer decreto alguno a menos que éste tenga por objeto promover el libre ejercicio de la caridad y de la beneficencia mutua! Pues aun admitiendo que el papa tenga la potestad de conceder ciertas dispensas: de existir un motivo para dispensas -sea la utilidad, el honor, o lo que es el motivo más elevado, el amor- ya no tienes necesidad de otra dispensa que no sea la tuya propia. La verdad es que nunca una ley hecha por los hombres tuvo un alcance tal que en casos de esta índole te pudiera atar siquiera con un cabello; al contrario, tales causas la ley humana siempre? ?las tiene que considerar como fuera de su competencia, quiera o no. Mas donde estos motivos no existen,? ?y tú sigues solamente tu propio capricho, la dispensa del papa con toda seguridad os llevará a la ruina y a la? ?perdición tanto a ti corno a él. ¡Ah, cuántos tormentos para las conciencias ocasionó en la iglesia esta? ?ignorancia en cuanto a lo que es la ley de Dios y la ley de los hombres!?No puedo pasar por alto aquella conocida historia que tan bien cabe en el tema que estamos tratando.El libro I de la Historia Tripartita?45? trae el siguiente relato acerca de San Espiridón, obispo de Chipre:? ?Este santo dio albergue a un peregrino, en el tiempo de Cuaresma. Como no tenía otra cosa que ofrecerle,? ?le sirvió carne de cerdo, no sin antes elevar una oración a Dios pidiendo su venia. Mas su huésped rehusó? ?esta comida profesando ser cristiano. El obispo entonces le dijo: «Justamente por eso debes rehusar tanto? ?menos, puesto que para los puros todas las cosas son puras, como nos enseñó la palabra de Dios» (?Tit. 1:? ?15?). No es que yo quisiera que se desprecien en modo alguno los preceptos de nuestros mayores; lo que? ?quiero es que se los entienda correctamente: en piadosa humildad y reverencia se debe infringir un precepto? ?de esta naturaleza si la necesidad y el amor reclaman que se haga lo contrario de lo que el precepto establece, con más razón aún si uno puede apoyarse en el consejo del confesor o de otro hombre de bien; y no hace falta, en este caso, vender o comprar aquellos certificados de confesión?46? e indulgencias. Porque si no hay otro motivo que te autoriza a infringir las leyes, ninguna dispensa, ningún certificado de confesión, ninguna indulgencia te servirá de por sí como justificación suficiente. En cambio, si hay otro motivo, ya no te? ?hace falta todo aquello, como acabo de decir. Sin embargo, yo quisiera pedir muy seriamente a los papas? ?que de una vez se dejen mover a misericordia por los peligros que amenazan a las iglesias, y que abroguen? ?por fin sus leyes. Pues estamos viendo que con ellas no se hace más que echar cadenas a las conciencias e ir a la pesca de dinero. Y por encima se sofoca totalmente la fe en Cristo; esto es: se extermina a los que son cristianos verdaderos, y se llena a la iglesia de hipócritas e ídolos.?