Comentario de Gálatas 2:16 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

pero sabiendo que ningún hombre es justificado por las obras de la ley, sino por medio de la fe en Jesucristo, hemos creído nosotros también en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley. Porque por las obras de la ley nadie será justificado.

2:16 — sabiendo que el hombre no es justificado (declarado inocente, no culpable) por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, — » los de la fe», 3:9; «la fe», 3:25; tales expresiones se refieren al evangelio, la salvación hecha posible por la muerte de Cristo. Otras versiones dicen «por la fe en Jesucristo», es decir, por la fe obediente, la fe en Cristo que obedece al evangelio (Rom 1:5, «para la obediencia a la fe»; 16:26, «para que obedezcan a la fe»). No somos justificados por «las obras de la ley», sino por «la obediencia a la fe» (por obedecer al evangelio, 2Ts 1:7-8; 1Pe 4:17).

— nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. — 3:2, 5, 10. Muchos entienden mal la ley de Moisés y tienen conceptos negativos de ella. Al citar este texto y otros que dicen que las obras de la ley no salvan, no nos olvidemos de los profetas y muchísimos fieles que vivieron y murieron bajo la ley de Moisés y que seguramente fueron salvos. Parece que algunos consideran la ley simplemente como un sistema legal, desprovisto de gracia, misericordia y perdón, pero leamos Éxo 20:6, «y hago misericordia a millares; a los que me aman y guardan mis mandamientos»; 34:6, 7, «¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado»; véanse también Deu 10:12-13; Deu 30:6-10; Miq 6:8, etc. El salmo más largo

— el capítulo más largo — de la Biblia es el Sal 119:1-176 y todo el capítulo se dedica a alabar y elogiar la ley de Dios.

Estos textos demuestran que para los fieles (los que creyeron a Dios como su padre Abraham creyó a Dios) la ley era un sistema de fe y gracia; es decir, los fieles obedecieron y practicaron la ley de Moisés como demostración de su fe en Dios y su deseo de obtener su perdón y bendiciones. Básicamente los judíos fieles fueron salvos de la misma manera que nosotros: por creer a Dios, por amarle y obedecerle de corazón. Cristo es el Salvador de los fieles que vivieron bajo el Antiguo Testamento (Heb 9:15-16). Al ofrecer sacrificios de animales los fieles miraban hacia Cristo y Dios les perdonó. El Cordero «fue inmolado desde el principio del mundo» (Apo 13:8); es decir, ante los ojos de Dios la muerte de Cristo siempre ha sido una realidad y, por eso, cuando Isaías habló de Cristo dijo, «herido fue por nuestras rebeliones» (53:5) como si ya hubiera acontecido. Así, pues, cuando los fieles que vivieron bajo el Antiguo Testamento ofrecieron sacrificios por sus pecados, fueron perdonados por la sangre de Cristo. Por lo tanto, si la ley se usaba correctamente, era santa y el mandamiento santo, justo y bueno (Rom 7:12).

Pero muchos judíos del tiempo de Jesús y Pablo abusaban de la ley de Moisés, convirtiéndola en un sistema legal desprovisto de misericordia y perdón. La «justicia» de los tales era una justicia humana (Flp 3:9; Gál 6:13). Por ejemplo, el fariseo del cual Jesús habla en Luc 18:9-14 : ¿confesó pecados? ¿Pidió perdón? ¿Buscó misericordia? Nada de eso. El publicano sí pero el fariseo no. El fariseo de este texto es un ejemplo claro de la actitud de los judíos que confiaban en «las obras de la ley» y, por eso, «confiaban en sí mismos como justos».

Es indispensable que se entienda, pues, que el apóstol Pablo usó los términos ley y obras de la ley en el sentido en que los usaban los judíos (y también los judaizantes de la iglesia), como un sistema legal desprovisto de gracia (misericordia, perdón). Para estos judíos el fin de la ley no era Cristo (Rom 10:4), sino la ley misma. A los tales Pablo dijo que la ley bendice solamente a los que la guardaban perfectamente (3:10; 5:3). En este sentido «la ley no es de fe». A estos Pablo dijo que si confiaran en tal sistema para la salvación, entonces deberían vivir sin pecar ni una sola vez, porque si no guardaban todas las cosas escritas en la ley estarían bajo maldición (3:10).

Los fieles (por ejemplo, los de Heb 11:1-40) que vivieron bajo la ley de Moisés reconocieron que ellos no guardaron perfectamente la ley y, por eso, siempre buscaron la misericordia y perdón de Dios. Estos no abusaron de la ley.

La gracia (1:6; 2:21; 5:14) ha traído la salvación por medio del evangelio de Cristo (Tit 2:11); es el favor de Dios no merecido, pero sí condicional. Desde luego, si la salvación es por gracia (favor no merecido), sería imposible merecerla. Por eso, al decir que la obediencia del hombre es esencial, no menospreciamos la gracia.

(Véase el versículo 21, un estudio sobre la gracia).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

que el hombre no es justificado. Gál 2:19; Gál 3:10-12; Gál 5:4; Job 9:2, Job 9:3, Job 9:29; Job 25:4; Sal 130:3, Sal 130:4; Luc 10:25-29; Hch 13:38, Hch 13:39; Rom 3:19, Rom 3:20, Rom 3:27, Rom 3:28; Rom 4:2, Rom 4:13-15; Flp 3:9.

sino por la fe de Jesucristo. Gál 3:13, Gál 3:14, Gál 3:22-24; Gál 4:5; Rom 1:17; Rom 3:21-26, Rom 3:28, Rom 3:30; Rom 4:5, Rom 4:6, Rom 4:24, Rom 4:25; Rom 5:1, Rom 5:2, Rom 5:8, Rom 5:9; Rom 8:3, Rom 8:30-34; 1Co 6:11; 2Co 5:19-21; Flp 3:9; Heb 7:18, Heb 7:19.

hemos creído en Jesucristo. Gén 2:20; Jua 6:68, Jua 6:69; Jua 20:31; Hch 4:12; 1Pe 1:2, 1Pe 1:8, 1Pe 1:9, 1Pe 1:18-21; 1Pe 2:24; 1Pe 3:18; 2Pe 1:1; 1Jn 1:7; 1Jn 2:1, 1Jn 2:2; Apo 7:9, Apo 7:14.

por cuanto por las obras de la ley. Gál 3:11; Sal 143:2.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Por la gracia de Dios (v. Gál 2:21), la única forma de ser justificado (declarado justo o perdonado) es mediante la fe en Jesucristo. Ninguna otra forma permite que las obras, ya sea que guarden la ley de Moisés o en general realicen buenas acciones, jueguen un rol en la justificación. Este es el principal punto de la carta de Pablo a los gálatas: la salvación o la justicia no se puede lograr por la obediencia a la Ley. La salvación es sólo por la fe en Jesucristo (Rom 3:20).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

JUSTIFICADOS POR LA FE. Aquí Pablo aborda el tema de la justificación de los pecadores, es decir, el perdón de sus pecados, su aceptación por Dios y su relación correcta con Él. Eso no sucederá mediante «las obras de la ley» sino por la fe viva en Jesucristo (véase el ARTÍCULO TÉRMINOS BÍBLICOS DE LA SALVACIÓN, P. 1572. [Rom 1:16]).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

obras … fe. Tres veces en este versículo Pablo declara que la salvación solo es por fe en Cristo y no por la ley. La primera es general («el hombre no es justificado»), la segunda es personal («nosotros también … para ser justificados»), y la tercera es universal («nadie será justificado»). justificados. Esta palabra se empleaba en la jurisprudencia griega para describir cómo un juez declaraba no culpable a una persona acusada, como resultado de lo cual se consideraba inocente ante la ley. En todas las Escrituras se refiere a la declaración que Dios hace de un pecador como no culpable, sino justo por completo ante Él, al imputar a favor de esa persona la justicia divina de Cristo al mismo tiempo que imputa el pecado de ese individuo a su Salvador libre de pecado, quien recibe a su vez todo el castigo correspondiente (vea las notas sobre Rom 3:24; Flp 3:8-9). las obras de la ley. Guardar la ley es inaceptable como medio para alcanzar salvación porque la raíz de la pecaminosidad está en la condición caída del corazón humano, no en sus acciones. La ley sirvió como un espejo para revelar el pecado, mas nunca como su cura definitiva (vea las notas sobre Gál 3:22-24; Rom 7:7-13; 1Ti 1:8-11).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

2:16 — sabiendo que el hombre no es justificado (declarado inocente, no culpable) por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, — » los de la fe», 3:9; «la fe», 3:25; tales expresiones se refieren al evangelio, la salvación hecha posible por la muerte de Cristo. Otras versiones dicen «por la fe en Jesucristo», es decir, por la fe obediente, la fe en Cristo que obedece al evangelio (Rom 1:5, «para la obediencia a la fe»; 16:26, «para que obedezcan a la fe»). No somos justificados por «las obras de la ley», sino por «la obediencia a la fe» (por obedecer al evangelio, 2Ts 1:7-8; 1Pe 4:17).
— nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. — 3:2, 5, 10. Muchos entienden mal la ley de Moisés y tienen conceptos negativos de ella. Al citar este texto y otros que dicen que las obras de la ley no salvan, no nos olvidemos de los profetas y muchísimos fieles que vivieron y murieron bajo la ley de Moisés y que seguramente fueron salvos. Parece que algunos consideran la ley simplemente como un sistema legal, desprovisto de gracia, misericordia y perdón, pero leamos Éxo 20:6, «y hago misericordia a millares; a los que me aman y guardan mis mandamientos»; 34:6, 7, «¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado»; véanse también Deu 10:12-13; Deu 30:6-10; Miq 6:8, etc. El salmo más largo — el capítulo más largo — de la Biblia es el Sal 119:1-176 y todo el capítulo se dedica a alabar y elogiar la ley de Dios.
Estos textos demuestran que para los fieles (los que creyeron a Dios como su padre Abraham creyó a Dios) la ley era un sistema de fe y gracia; es decir, los fieles obedecieron y practicaron la ley de Moisés como demostración de su fe en Dios y su deseo de obtener su perdón y bendiciones. Básicamente los judíos fieles fueron salvos de la misma manera que nosotros: por creer a Dios, por amarle y obedecerle de corazón. Cristo es el Salvador de los fieles que vivieron bajo el Antiguo Testamento (Heb 9:15-16). Al ofrecer sacrificios de animales los fieles miraban hacia Cristo y Dios les perdonó. El Cordero «fue inmolado desde el principio del mundo» (Apo 13:8); es decir, ante los ojos de Dios la muerte de Cristo siempre ha sido una realidad y, por eso, cuando Isaías habló de Cristo dijo, «herido fue por nuestras rebeliones» (53:5) como si ya hubiera acontecido. Así, pues, cuando los fieles que vivieron bajo el Antiguo Testamento ofrecieron sacrificios por sus pecados, fueron perdonados por la sangre de Cristo. Por lo tanto, si la ley se usaba correctamente, era santa y el mandamiento santo, justo y bueno (Rom 7:12).
Pero muchos judíos del tiempo de Jesús y Pablo abusaban de la ley de Moisés, convirtiéndola en un sistema legal desprovisto de misericordia y perdón. La «justicia» de los tales era una justicia humana (Flp 3:9; Gál 6:13). Por ejemplo, el fariseo del cual Jesús habla en Luc 18:9-14 : ¿confesó pecados? ¿Pidió perdón? ¿Buscó misericordia? Nada de eso. El publicano sí pero el fariseo no. El fariseo de este texto es un ejemplo claro de la actitud de los judíos que confiaban en «las obras de la ley» y, por eso, «confiaban en sí mismos como justos».
Es indispensable que se entienda, pues, que el apóstol Pablo usó los términos ley y obras de la ley en el sentido en que los usaban los judíos (y también los judaizantes de la iglesia), como un sistema legal desprovisto de gracia (misericordia, perdón). Para estos judíos el fin de la ley no era Cristo (Rom 10:4), sino la ley misma. A los tales Pablo dijo que la ley bendice solamente a los que la guardaban perfectamente (3:10; 5:3). En este sentido «la ley no es de fe». A estos Pablo dijo que si confiaran en tal sistema para la salvación, entonces deberían vivir sin pecar ni una sola vez, porque si no guardaban todas las cosas escritas en la ley estarían bajo maldición (3:10).
Los fieles (por ejemplo, los de Heb 11:1-40) que vivieron bajo la ley de Moisés reconocieron que ellos no guardaron perfectamente la ley y, por eso, siempre buscaron la misericordia y perdón de Dios. Estos no abusaron de la ley.
La gracia (1:6; 2:21; 5:14) ha traído la salvación por medio del evangelio de Cristo (Tit 2:11); es el favor de Dios no merecido, pero sí condicional. Desde luego, si la salvación es por gracia (favor no merecido), sería imposible merecerla. Por eso, al decir que la obediencia del hombre es esencial, no menospreciamos la gracia.
(Véase el versículo 21, un estudio sobre la gracia).

Fuente: Notas Reeves-Partain

En este versículo aparece un tema fundamental de la teología paulina. Tanto la forma de traducir el versículo como su interpretación son controvertidos. El traductor o traductora debe cuidarse de que la propia tradición eclesiástica no determine su propuesta de traducción. La idea central de este versículo es que el hecho de ser puesto en la correcta relación con Dios (“ser justificado”), incluso en el caso de los judíos, no se logra mediante el cumplimiento de lo que la ley prescribe, sino sólo por poner la fe en Jesucristo.

Varias versiones traducen este versículo junto con el versículo Gál 2:15, como una sola oración larga, lo cual, en efecto, es posible por la estructura gramatical del texto griego. Otras versiones prefieren iniciar una frase nueva para evitar una oración demasiado larga y difícil de traducir. Esta segunda opción nos parece más conveniente. La traducción literal del original es como sigue: “Y sabiendo que no es justificado un hombre por obras de ley, sino sólo mediante la fe de Cristo Jesús”.

El verbo “justificar” está en voz pasiva (es justificado), lo cual implica que el sujeto de la acción es Dios. En la teología de Pablo, “justificar” significa “ser puesto en la correcta relación con Dios”. Se refiere a una acción de Dios en la que éste no toma en cuenta una falla humana, reivindicando así a la persona como justa. Algunas versiones traducen, literalmente, «justificado» (RV95, BJ) o usan la forma nominal «justificación» (también BJ). La mayoría intenta hacer más claro el sentido traduciendo en forma dinámica: «Es reconocido como justo» (DHH96), «llega a ser justo» (BL), «alcanza la justicia» (BP), «es rehabilitado» (NBE), “se hace fiel a Dios” (Vidal: 89).

No se debe traducir el hombre, literalmente, sino de una manera más general e incluyente como “persona” o “ser humano”, para que quede claro que la justificación es también para las mujeres.

Respecto a la expresión obras de la ley, el texto original dice “obras de ley”, expresión que para Pablo significa “hacer lo que la ley exige” en referencia a algunos mandamientos y regulaciones de la ley judía cuya intención era ganar la aprobación de Dios. Las versiones generalmente enfatizan el sentido de exigencia presente en el cumplimiento: «Obedecer la ley» (TLA), «cumplir la ley» (DHH96), “obras que demanda la ley”. Varios especialistas contemporáneos proponen traducir el genitivo original de manera literal como “obras de ley”, no con un sentido negativo, sino neutral: “Actos que la ley requiere”, “acciones propias del pueblo judío”, “cumplir las instrucciones que la ley enseña”.

También se discute el sentido de la frase sino por la fe de Jesucristo, pues el genitivo del original puede referirse tanto a la fe propia de Jesucristo como a la fe que los creyentes ponen en Jesucristo como salvador. Nosotros preferimos la segunda opción, pues está más de acuerdo con la lógica de la teología paulina. La mayoría de las versiones traducen en este sentido: «Gracias a la fe en Jesucristo» (DHH96), «mediante la fe en Jesucristo» (BA), «mediante la fe en Cristo Jesús» (BL), «por creer en Jesucristo» (BP). TLA ofrece una traducción que recoge muy bien el sentido del original: «Sabemos muy bien que Dios sólo acepta a los que confían en Jesucristo». Aún más explícito es “gracias a que Dios nos ha ayudado a creer en Jesucristo como salvador”, “sino porque creemos que Jesucristo nos pone a buenas cuentas con Dios”.

La segunda parte del versículo expresa la consecuencia de la primera, por lo que en ambas partes deben utilizarse los mismos términos. Pablo está diciendo que “fe en Jesucristo” y “obras de ley” son dos caminos diferentes: el primero es válido, pero el segundo ya no lo es: «Por esto, también nosotros hemos creído en Jesucristo, para que Dios nos reconozca como justos, gracias a esa fe y no por cumplir la ley» (DHH96), «y nosotros hemos creído en Cristo Jesús para obtener la salvación por medio de esa fe en Cristo y no por el cumplimiento de la ley» (BA), “y por eso, también nosotros nos hicimos creyentes en Cristo Jesús, para convertirnos en fieles a Dios por medio de la fe en Cristo, y no por la observancia de la ley” (Vidal: 89).

El giro “ninguna carne” del original es una expresión idiomática del hebreo que significa nadie, “ningún ser humano”, “ninguna persona”, “ningún mortal”. La frase final del versículo es una cita modificada, tomada de Sal 143:2, señalada en algunas versiones con cursivas o entre comillas: «pues por cumplir la ley nadie alcanza la justicia» (BP), «pues por observar la Ley “no será rehabilitado ningún mortal”» (NBE).

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Gál 3:11; Rom 1:17; Rom 3:20; Rom 3:28; Rom 4:5; Rom 9:30; Rom 11:6.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

— Dios restablece en su amistad: Con este giro se ha traducido en este pasaje, y en general en toda la carta, los términos griegos dikaio, dikaiosine, que aparecen varias veces en este pasaje y en el cp. siguiente (Gál 2:16-17; Gál 2:21 y Gál 3:8; Gál 3:11) y que lit. equivaldrían a: justificar, justicia. Unos términos que, según se explica en nota a Rom 1:16, deben entenderse no en el ámbito de la justicia vindicativa, sino en el ámbito de la salvación.

— fe en Jesucristo: Lit. fe de Jesucristo. Se trata de un genitivo que puede entenderse en sentido objetivo, como en la traducción adoptada. Pero hay también otras posibilidades: la fe que nos comunica Cristo; o la total fe/confianza que Jesús tiene en su Padre y que le lleva a cumplir su misión salvadora con respecto a la humanidad (ver Rom 5:19).

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

NOTAS

(1) Lit.: “está siendo justificado”. Gr.: di·kai·óu·tai.

REFERENCIAS CRUZADAS

p 90 Sal 143:2; Hch 13:39; Rom 8:33

q 91 Rom 1:17; Rom 3:22; Stg 2:23

r 92 Rom 5:17; 1Co 6:11; Heb 7:19

s 93 Rom 3:20; Gál 3:19

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

justificado. Un término legal que significa « declarado justo» (v. coment. en Ro 3:24). Este vers. bien pudiera considerarse como el vers. clave de la epístola a los gálatas, porque rechaza la falsa tesis de los judaizantes que enseñaban que la justificación se obtenía por medio de la ley. Pero Pablo insistió en que la justificación se logra sólo por medio de la fe en Cristo Jesús y que la ley no puede justificar a nadie.

Fuente: La Biblia de las Américas

16 (1) Lit., fe de Jesucristo. Véase la nota 22 (1) de Ro 3. La fe en Jesucristo denota una unión orgánica con El por el creer. Esto está relacionado con el aprecio que los creyentes tienen de la persona del Hijo de Dios, a quien consideraban el más valioso. A los creyentes se les infunde la preciosidad de Cristo a través del evangelio que se les predica. Por el aprecio que tienen por El, este Cristo llega a ser en ellos la fe con la cual creen y también su capacidad de creer. Esta fe produce una unión orgánica en la cual ellos y Cristo son uno.

16 (2) Aquí carne denota el hombre caído, que se ha vuelto carne ( Gén_6:3). Ningún hombre caído será justificado por las obras de la ley.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

justificado. I.e., declarado justo a los ojos de Dios y vindicado de toda acusación de pecado en conexión con el fracaso en cumplir la ley de Dios.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

justo…Sal 143:2; Rom 3:20; Rom 3:22; fe de CRISTO… Esto es, la doctrina de CRISTORom 6:17; 2Ti 1:13; ninguna carne… M↓ nadie.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

R752 Cuando aparece la construcción οὐ … πᾶς, el negativo va con el verbo. Una declaración negativa se hace en cuanto a πᾶς. El resultado es el mismo como si hubiera usado οὐδείς con un verbo. La idea es: ninguna carne; no: no toda carne.

R796 En general cuando νόμος no tiene artículo en los escritos de Pablo, se refiere a la ley mosaica, como en este versículo.

R1025 El uso de ἐὰν μή parece que es adversativo y no exceptivo (pero sólo -MT241).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., ninguna carne

Fuente: La Biblia de las Américas

g Sal 143:2; Rom 3:20.

2.16 Lit. excepto.

2.16 g Rom 3:22.

2.16 M i registran nadie.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

?V. 16:? ?Sabiendo empero que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de? ?Jesucristo, nosotros también hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo y no? ?por las obras de la ley.?«Somos justos» -dice- «como que somos judíos de nacimiento; no somos pecadores como los gentiles. Pero nuestra justicia se basa en obras de la ley; y mediante esta justicia, nadie es hecho justo ante? ?Dios. Por esto también nosotros buscamos ser justificados por la fe en Cristo, al igual que los gentiles,? ?teniendo por basura nuestra justicia propia (?Fil. 3?:8). Somos ahora pecadores juntamente con los gentiles,? ?y juntamente con ellos somos justificados, dado que `Dios no hizo ninguna diferencia entre nosotros y ellos? ?purificando por la fe sus corazones, como dice Pedro en ?Hechos 15? (v. 9) «. Pero como este pasaje les? ?parece carente de sentido a los que aún no están familiarizados con la teología de Pablo -al mismo San? ?Jerónimo le cuesta un trabajo enorme entenderlo- discutiremos algo más detalladamente el tema que ya? ?habíamos iniciado al hablar de las tradiciones de los padres.?48? Pues entre los autores existentes no puedo? ?hallar a ninguno que trate este pensamiento con la solvencia suficiente, a excepción de Agustín; y tampoco? ?lo que dice él es siempre satisfactorio, salvo donde discute con los pelagianos,?49? los enemigos de la gracia? ?de Dios. Leyendo estos pasajes de Agustín verás facilitado el acceso a San Pablo.?Pues bien: ante todo es preciso saber que hay dos maneras como el hombre es justificado, y estas? ?dos maneras son diametralmente opuestas la una a la otra.?Existe, en primer lugar, una manera exterior, a raíz de las obras, proveniente de las fuerzas propias.A este tipo pertenecen las justicias humanas, adquiridas por el uso (como dicen) y por el hábito. Es el tipo? ?de justicia descrito por Aristóteles otros filósofos,?50? la justicia que es producida por las leyes civiles y? ?eclesiásticas en diversidad de ceremonias, la que resulta como fruto de los dictados de la razón y de la? ?prudencia. Se cree, en efecto, que al practicar lo que es justo se llega a ser justo, al practicar la moderación? ?se llega a ser moderado, y por el mismo estilo también en otros órdenes de cosas. Esta justicia la produce? ?también la ley de Moisés, incluso el propio Decálogo, a saber, allí donde se sirve a Dios por temor al? ?castigo o por la promesa de una recompensa, donde no se jura en el nombre de Dios, donde se honra a los? ?padres, donde no se comete homicidio ni hurto ni adulterio, etc. Tal justicia es una justicia servil, justicia de? ?jornalero,?51? fingida, hermosa a la vista,?52? exterior, temporal, mundanal, humana. No es de provecho alguno? ?para la gloria que ha de venir, sino que el que la practica recibe ya en esta vida presente su recompensa:? ?gloria, riquezas, honra, poder, amistad, bienestar, o al menos paz y tranquilidad, y una medida menor de? ?males que los que actúan de otra manera. Así es como Cristo retrata a los fariseos, y San Agustín a los? ?romanos en el libro I cap. 8 de la «Ciudad de Dios».?53? Es asombroso cómo esta justicia engaña aun a? ?hombres sabios y eminentes si no poseen un buen conocimiento de las Sagradas Escrituras.??En ?Jeremías 2? (v. 13) se llama a esta justicia una «cisterna rota» porque no retiene el agua; y sin? ?embargo induce a los hombres a considerarse libres de pecados, como se afirma en el mismo capítulo (v.?35). Es en todo similar a los gestos que observamos en un mono cuando imita a los hombres, o en los? ?actores enmascarados en los escenarios y representaciones teatrales. Por donde se la mire, es una actitud? ?propia de hipócritas e ídolos. Por esto las Escrituras la llaman mentira e iniquidad; de ahí el nombre de «Bet-avén», casa de iniquidad.?54? A este género pertenecen también aquellos engañadores de almas de hoy día, los cuales, confiando en su libre albedrío, provocan dentro de sí mismos lo que ellos llaman una «buena intención», y habiendo arrancado a sus propias facultades naturales el «acto» de amar a Dios sobre todas las cosas, presumen con la mayor infamia de haber obtenido la gracia de Dios.?55? Son éstos los que se empeñan en sanar con sus obras a la mujer que padece de flujo de sangre (vale decir, a la conciencia? ?culpable), y después de gastar todos los recursos de ella, sólo logran que su estado empeore ( ?Mr. 5: 25?, ?26? ?) .?La segunda manera de ser justificado es la justificación desde dentro, por la fe, por la gracia. Ésta? ?ocurre cuando el hombre desespera completamente de aquella primera justicia, conceptuándola como la? ?impureza de la mujer en el período de la menstruación; cuando el hombre se arroja a los pies de Dios, gime? ?humildemente, confiesa ser pecador y dice como el publicano del Evangelio: «Dios, sé propicio a mí,? ?pecador» (?Le. 18:13?). «Éste» -dice Cristo- «descendió a su casa justificado» (v. 14). Pues esta justificación? ?no es otra cosa que la invocación del nombre de Dios. El nombre de Dios empero es misericordia, verdad,? ?justicia, poder, sabiduría, y una acusación dirigida contra nuestro propio nombre. Nuestro nombre por su? ?parte es pecado, mentira, vanidad, necedad, conforme a aquel veredicto del Salmo: «Todo hombre es mentiroso, vanidad es todo hombre que vive» ( ?Sal. 116: 11?; ?39: 5? ).?Mas la invocación del nombre de Dios, si de veras fue hecha en lo profundo del corazón y de todo? ?corazón, pone de manifiesto que el corazón del hombre y el nombre de Dios están en la más íntima unión? ?el uno con el otro.?56? Es por lo tanto imposible que el corazón no tenga parte en las virtudes en que abunda el nombre de Dios. Ahora bien: lo que une al corazón humano y al nombre del Señor es la fe. Y la fe a su vez «es por la palabra de Cristo» (?Ro. 10:17?) por medio de la cual es predicado el nombre del Señor. Así está escrito: «Anunciaré tu nombre a mis hermanos» (?Sal. 22: 22?) , y en otro pasaje: «… Para que publiquen en Sion el nombre del Señor» (?Sal. 102: 21?). Por consiguiente: así como el nombre del Señor es puro, santo, justo, veraz, bueno, etc., así este nombre convierte en enteramente igual a él mismo al corazón que es tocado por el y por el cual él es tocado (lo que ocurre mediante la fe). Así sucede que a los que creen en el nombre del Señor se les perdonan todos los pecados y se les atribuye la justicia «por amor de tu nombre, oh Señor» (?Sal. 25:11?); y ello se debe al hecho de que este nombre es bueno, no al hecho de que ellos lo hayan merecido, pues ni siquiera habrían merecido oír el nombre del Señor. Mas justificado así el corazón mediante esa fe que es confianza en el nombre del Señor, Dios da a los hombres «potestad de ser hechos hijos suyos» (?Jn. 1:12?). Pues al instante «derrama en sus corazones el Espíritu Santo» (?Ro. 5:5?) para que los llene con su amor y los haga disfrutar de paz y gozo, los haga practicar todo lo bueno, vencer todo lo malo, e incluso despreciar la muerte y el infierno. Aquí ha llegado el punto final para todas las leyes y para todas las obras que las leyes demandan: todo es ahora libre y lícito, y la ley ha sido cumplida mediante la fe y el amor.??He aquí, esto es lo que Cristo ha obtenido para nosotros: que se nos predique el nombre de Dios (esto es, la misericordia y la verdad de Dios); y el que creyere en este nombre, será salvo. Por lo tanto: si tu conciencia te atormenta, si eres pecador y buscas cómo poder llegar a ser justo, ¿qué harás? ¿Mirarás en torno tuyo para ver qué obras podrías hacer o a dónde podrías ir? No. Antes bien, procura oír o recordar el nombre de Dios, a saber, que Dios es justo, bueno y santo, y luego aférrate a él sin demora, y cree firmemente que él es para contigo tal como su nombre lo indica: justo, bueno y santo; creyendo esto, tú también ya eres justo, bueno y santo, al igual que él. En ningún lugar empero verás el nombre de Dios con mayor claridad o que en Cristo: allí verás cuán bueno, tierno, justo y veraz es Dios -¡tanto que no escatimó ni a su propio Hijo (?Ro. 8:32?)! Por medio de este Cristo, Dios te traerá a su lado (?Jn. 6:44?). Sin esta justicia no es posible que el corazón sea puro; por esto mismo, es imposible que la justicia de los hombres sea una justicia verdadera. Pues aquí (donde se posee la justicia dada por Dios) se usa el nombre del Señor al servicio de la verdad, allá (donde sólo se posee la justicia humana) se lo toma en vano (?Éx. 20:7?), porque aquí el hombre da a Dios la gloria y a sí mismo la confusión de rostro (?Dn. 9:7?), allá en cambio da la gloria a sí mismo, y a Dios la afrenta. Esta es la verdadera «cábala»?57? del nombre del Señor, no la del Tetragrámaton,?58? acerca del cual circulan entre los judíos las más burdas supersticiones. La fe en el nombre del Señor, digo, es el entendimiento genuino de la ley, es el fin de la ley, es absolutamente todo en todo.??Este nombre suyo empero lo depositó Dios en Cristo, tal como lo predijo por boca de Moisés (?Dt. 18:18?, ?19?). Esta justicia es abundante, gratuita e inamovible; es una justicia interior, eterna, verdadera, celestial y divina; una justicia que en esta vida no acumula ningún mérito, ni recibe nada ni busca nada. Y no es eso? ?sólo: del hecho de que esté dirigida hacia Cristo y su nombre, el cual es «Justificación» (?1 Co. 1:30?) -de este hecho resulta que la justicia de Cristo y la del cristiano sea una y la misma, unida la una con la otra de una manera que no se puede expresar en palabras. Pues Cristo es la fuente de la cual esta justicia emana y fluye, según sus propias palabras en ?Juan 4? (v. 14): «El agua que yo le daré será en él una fuente de agua viva que salte para vida eterna». Así sucede que como por un pecado ajeno, todos fueron hechos pecadores, también por una justicia ajena todos son hechos justos, como lo hace notar San Pablo en ?Romanos 5? (v. 19) : «Así como por la desobediencia de un solo hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la justicia de este solo hombre Cristo los muchos son hechos justos».?59? Esta (justicia) es aquella misericordia que fue predicha por todos los profetas; es la bendición prometida a Abrahán y su simiente, como veremos más adelante.?Volviendo ahora a nuestro texto, nos damos cuenta de lo acertado que está el apóstol al decir:? ?«Sabiendo empero que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino -y precisamente- por la fe de? ?Jesucristo, nosotros también hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Jesucristo, y no por las obras de la ley». Con estas palabras, Pablo caracteriza cada una de estas justicias. La primera la? ?rechaza, para abrazar la segunda. Haz tú lo mismo, queridísimo hermano: en primer lugar, oye que «Jesús» significa Salvación, y «Cristo», Unción con misericordia, y cree firmemente en esta inaudita salvación y? ?misericordia, y serás justificado. Esto es: cree que Cristo será para ti Salvación y Misericordia, y así será, sin duda alguna. Es, pues, un acto de abierta impiedad y extremo paganismo hacer caso omiso de esta doctrina de la fe en Cristo y enseñar que el perdón de pecados se obtiene mediante algunas obritas de satisfacción, por contribuciones forzadas, como lo viene sosteniendo la gran masa de ineptos comentaristas de nuestros días en sus lucubraciones teológicas.?60? Es de notar sin embargo que el apóstol no rechaza aquí las obras de la ley -lo mismo enseña también San Jerónimo respecto de este pasaje- sino el depositar en ellas su confianza; es decir: no niega que estas obras existan, sino que niega que el hombre pueda ser justificado por medio de ellas. Es preciso, pues,? ?poner mucho cuidado al leer las palabras del apóstol para ver en qué recae el énfasis. En efecto: cuando? ?Pablo afirma: «El hombre no es justificado por las obras de la ley», lo que quiere decirnos es: «No tengo? ?nada en contra de que se hagan las obras de la ley; digo, sin embargo, que por ellas el hombre no es? ?justificado, a no ser ante sí mismo y los demás hombres y en relación a una recompensa en esta vida. Que? ?existan obras de la ley -muy bien; pero no hay que olvidar que ante Dios son pecados, y no auténticas obras? ?de la ley.» Y así, el apóstol destruye radicalmente la confianza en nuestra propia justicia, haciéndonos ver? ?que por encima de todas las obras de la ley es necesaria una justicia muy diferente, a saber, la justicia? ?proveniente de las obras de Dios y de la gracia.?Habrás de notar además que Pablo habla de «obras de la ley» en general; se refiere no sólo a las? ?obras que tienen que ver con la ley ceremonial, sino también a todas las que demanda el Decálogo, sin? ?exceptuar ninguna. Pues incluso éstas, si fueron hechas al margen de la fe y de la verdadera justicia de? ?Dios, adolecen de insuficiencia, y además, producen en los hipócritas una confianza engañosa por su buena? ?apariencia. El que quiera ser salvo, tendrá que desesperar por lo tanto completamente de todas las fuerzas,? ?obras y leyes.?Además, deberás poner atención en una forma de hablar que es característica de este apóstol: él no? ?llama, como suelen hacerlo otros, «obras de la ley» a aquellas obras por las cuales realmente es cumplida la ley; y este concepto diferente que tiene Pablo es el motivo de que la mayoría no lo entienda. Ellos no? ?pueden imaginarse las obras de la ley sino como justas y buenas, ya que la ley misma es buena y justa (?Ro. 7:12?). Consecuentemente, se ven obligados a entender por «ley» solo las leyes ceremoniales; éstas, opinan,? ?habrían sido por aquel entonces leyes malas y muertas. Pero se equivocan: la ley ceremonial sigue siendo? ?ahora tan buena y santa como lo era antes, puesto que fue Dios mismo quien la implantó.?El apóstol no se cansa de aseverar que la ley es cumplida sola y exclusivamente por la fe, y no por? ?las obras. Como el cumplimiento de la ley es lo mismo que justicia, y como la justicia no es cosa de las? ?obras sino de la fe, no es posible que Pablo entienda por «obras de la ley» un tipo de obras con que se? ?puedan satisfacer las exigencias de la ley. ¿En qué tipo de obras piensa entonces? La regla del apóstol es? ?ésta: No son las obras las que producen el cumplimiento de la ley, sino que es el cumplimiento de la ley?61? ?el que produce las obras. No se es hecho justo por hacer obras justas, sino que el que ha sido hecho justo? ?hace obras justas. La justicia y el cumplimiento de la ley vienen primero, antes de que se hagan obras, pues? ?las obras emanan de la justicia. Por ende, el apóstol usa para estas obras la designación «obras de la ley»?para diferenciarlas de las «obras de la gracia» u «obras de Dios»; porque dichas «obras de la ley» son? ?verdaderamente de la ley, no nuestras, puesto que no son producidas por un acto de la voluntad nuestra,? ?sino que son producidas por la ley que las arranca mediante amenazas o las hace aflorar mediante promesas.?Pero lo que se hace no por voluntad nuestra, por libre decisión, sino por exigencia de otro, ya no es? ?obra nuestra sino obra del que plantea la exigencia; pues las obras pertenecen a aquel por cuyo mandato son? ?hechas. Mas el caso es que son hechas por mandato de la ley, no porque así le plazca a nuestra voluntad.?Esto lo demuestra con suficiente claridad el hecho de que si el hombre tuviera la libertad de vivir sin ley,? ?jamás haría por su propia voluntad las obras de la ley. Por esto Isaías llama. a la ley un «opresor» cuando? ?dice en el capítulo 9 (v. 4) : «La vara de su hombro, su pesado yugo y el cetro de su opresor quebraste como? ?en el día de Madián». Pues sólo por «el Niño que nos es dado» (?Is. 9:6?) y en quien creemos, somos hechos? ?libres y voluntariosos para cumplir la ley, y ya no seguimos siendo propiedad de la ley sino que la ley es? ?propiedad nuestra. Y las obras por su parte ya no pertenecen a la ley sino a la gracia de la cual ahora brotan? ?espontánea y gozosamente, mientras que antes la ley las «exprimía» con rudeza y violencia.?Llegarás a comprender esto si agrupas las obras en cuatro categorías: 1) Obras del pecado: las que? ?son hechas bajo el dominio de los malos deseos, sin que la gracia ofrezca resistencia. 2) Obras de la ley: las? ?que son hechas en circunstancias en que los malos deseos son refrenados exteriormente, pero en el interior? ?arden con tanta más violencia y odian la ley; quiere decir, son obras buenas según su apariencia, pero nulas? ?en el corazón. 3) Obras de la gracia: las que son hechas en contra de la oposición de los malos deseos, pero? ?de tal manera que sale vencedor el espíritu de la gracia. 4 ) Obras de la paz y de la salud perfecta: las que,? ?extinguidos ya los malos deseos, son hechas con la más completa facilidad y el más perfecto placer. Esto? ?sucederá en la vida futura; aquí sólo ::e experimentan los comienzos.??V. 16b:? ?Por cuanto por las obras de la ley nadie?62? será justificado.??A la misma conclusión llega San Pablo también en ?Romanos 3? (v. 20), donde esta sentencia es el? ?final de una larga argumentación (v. 9 y sigtes.) a base del Salmo 13:63 «No hay justo, no hay quien haga lo? ?bueno». Así que las obras de la ley necesariamente tienen que ser pecados; de lo contrario tendrían por? ?cierto la virtud de ,justificar al que las hace. Y así resulta evidente que la justicia cristiana y la justicia? ?humana no sólo son dos justicias completamente distintas, sino también diametralmente opuestas, ya que? ?en el primer caso (en el de la justicia humana), la justicia viene de las obras, y en el segundo, las obras? ?vienen de la justicia. No es nada extraño, pues, que la teología paulina haya quedado marginada por completo? ?y ya no haya sido comprendida una vez que la instrucción de los cristianes pasó a manos de hombres que? ?difundieron la tremenda mentira de que la ética de Aristóteles está en perfecto acuerdo con la doctrina de? ?Cristo y de Pablo, como que demostraron no haber entendido en lo más mínimo ni a Aristóteles ni a Cristo.?Lo cierto es que la justicia nuestra mira desde el cielo y desciende sobre nosotros; aquellos impíos en? ?cambio presumieron de ascender al cielo con su propia justicia v de traernos desde allá la verdad que creció? ?entre nosotros aquí en la tierra.?Por lo tanto, la aserción de Pablo permanece firmemente en pie: «Nadie es justificado por las obras? ?de la ley», como también el Salmo (143:2): «No será justificado delante de ti ningún viviente». Queda? ?como único resultado final que las obras de la ley no son obras de la justicia -salvo de una justicia fabricada? ?por nosotros mismos.?

Fuente: Comentario de Gálatas por Martin Lutero

Biblia Peshitta 2006 Notas:

[2] 2.16 Arameo, jaimanuta du180?u205?shu Mu180?shija. No se refiere aquí al acto de creer en o creerle a Jesucristo, sino al Evangelio mismo, la vida y la obra de Jesucristo, su doctrina y su práctica. El creer es para todo el mundo, pero el tener la fe de Jesucristo pertenece sólo a los que por la gracia han sido perdonados y han nacido de nuevo, cuya vida es el Evangelio y la obediencia a éste. Ver nota a Mar 11:22.

Fuente: Peshitta en Español