Comentario de Gálatas 2:19 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Porque mediante la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios.

2:19 — Porque yo (ahora usa el «yo» enfático) por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.

— Ahora se refiere específicamente a la relación de él — Pablo — con la ley de Moisés. El no compartía la actitud de Pedro con respecto a la ley. Aparentemente Pedro no era muerto para la ley pero, en cuanto a Pablo, la ley misma

— como ayo fiel, 3:24 — le llevó a Cristo y conforme al diseño de la ley, habiendo cumplido su propósito (Jua 5:39; Jua 5:46) dejó de funcionar como ley. La ley murió y «soy muerto para la ley». Pero la conducta de Pedro y los otros indicaba que querían resucitarla.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

yo por la ley. Gál 3:10, Gál 3:24; Rom 3:19, Rom 3:20; Rom 4:15; Rom 5:20; Rom 7:7-11, Rom 7:14, Rom 7:22, Rom 7:23; Rom 8:2; Rom 10:4, Rom 10:5.

soy muerto. Rom 6:2, Rom 6:11, Rom 6:14; Rom 7:4, Rom 7:6, Rom 7:9; Col 2:20; Col 3:3; 1Pe 2:24.

de vivir para Dios. Gál 2:20; Rom 14:7, Rom 14:8; 1Co 10:31; 2Co 5:15; 1Ts 5:10; Tit 2:14; Heb 9:14; 1Pe 4:1, 1Pe 4:2, 1Pe 4:6.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

SOY MUERTO PARA LA LEY. Véanse Rom 7:4, nota sobre lo que significa morir a la ley; Mat 5:17, nota sobre la relación del creyente con la ley (véase el ARTÍCULO LA LEY DEL ANTIGUO TESTAMENTO, P. 109. [Éxo 20:1-2]).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

muerto para la ley. Cuando un hombre es ejecutado tras ser hallado culpable de un delito capital, la ley no tiene más peso ni reclamo sobre él. Esto mismo sucede con el cristiano que ha muerto en Cristo (quien pagó todo el castigo por sus pecados) y resucita a una vida nueva en Él. La justicia divina ha quedado satisfecha por completo y el creyente queda libre para siempre de cualquier castigo adicional. Vea las notas sobre Rom 7:1-6.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

2:19 — Porque yo (ahora usa el «yo» enfático) por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. — Ahora se refiere específicamente a la relación de él — Pablo — con la ley de Moisés. El no compartía la actitud de Pedro con respecto a la ley. Aparentemente Pedro no era muerto para la ley pero, en cuanto a Pablo, la ley misma — como ayo fiel, 3:24 — le llevó a Cristo y conforme al diseño de la ley, habiendo cumplido su propósito (Jua 5:39; Jua 5:46) dejó de funcionar como ley. La ley murió y «soy muerto para la ley». Pero la conducta de Pedro y los otros indicaba que querían resucitarla.

Fuente: Notas Reeves-Partain

La dificultad principal para traducir este versículo consiste en que Pablo habla metafóricamente. Además, el texto griego es demasiado conciso y deja cierto margen de falta de certeza. Literalmente, el texto griego dice: “Porque por medio de la ley a la ley morí”. En este contexto, “morir para ley” puede indicar, por un lado, no estar ya más tiempo bajo el control de la ley, y por otro lado, haber sido ya condenado por ella. Algunas versiones dan a entender la primera alternativa: «Yo por la Ley morí para la Ley» (RV95), «Sin embargo, la misma ley me ha llevado a romper con la ley» (BA), “En efecto, yo, estando bajo la ley, muriendo me liberé de su dominio” (Vidal: 89). Otras versiones prefieren la segunda posibilidad: Yo por la Ley soy muerto para la Ley, «para la ley estoy muerto, y lo estoy por causa de la ley misma» (TLA), «porque por medio de la ley yo he muerto a la ley» (DHH96), «por mi parte, siguiendo la Ley, llegué a ser un muerto para la Ley» (BL). La idea de fondo es que Pablo ha renunciado a la ley como instrumento válido para poner a una persona en una correcta relación con Dios. Debe quedar claro que la expresión “yo morí” es lenguaje figurado. En algunos contextos es mejor traducir: “Estoy como si ya hubiera muerto”, “la ley ya no tiene validez para mí porque soy como un muerto para ella”, “decidí ya no tomar la ley como base; soy como un muerto para ella”.

La expresión vivir para Dios significa vivir de acuerdo con la voluntad de Dios; aquí es prácticamente un sinónimo de ser justificado o de ser puesto en la relación correcta con Dios. Para Pablo, ya no es suficiente buscar ser puesto en una relación correcta con Dios por medio del cumplimiento de la ley. Ahora hay que vivir bajo el señorío de Dios. Casi todas las versiones traducen literalmente vivir para Dios. Las pocas excepciones son interesantes: «¡Ahora vivo para Dios!» (TLA), “para vivir ahora bajo el señorío de Dios” (Vidal: 89).

Algunas versiones traducen la afirmación “yo he sido crucificado con Cristo” como parte del versículo Gál 2:19 (DHH96, BJ), mientras que otras la ubican como inicio del versículo Gál 2:20 (TLA, RV95). Se trata de una figura de lenguaje. Si se traduce de manera literal podría no ser del todo clara: «Con Cristo he sido crucificado» (DHH96). DHH96 conserva el tiempo perfecto pasivo del texto griego, que indica un acontecimiento puntual y definitivo, pero que tiene consecuencias en el presente. Algunas versiones dan prioridad a este efecto sobre el presente: Con Cristo estoy juntamente crucificado (como parte del v. Gál 2:20), «he quedado crucificado con Cristo» (BP).

Pablo expresa con esta imagen la idea de que la muerte de Cristo trajo el fin de la ley como camino de salvación (cf. Rom 7:4; Rom 10:4; Col 2:14) y que el creyente en Cristo ahora es libre de la ley al participar simbólicamente en la muerte de Cristo (cf. Col 2:20; Gál 3:13). El bautismo es la forma de ritualizar esta muerte con Cristo. Para resaltar el carácter simbólico de esta muerte, se puede traducir como alegoría: “Es como si hubiera muerto con Cristo en la cruz”, “yo morí con Cristo, por decirlo así, cuando él fue crucificado”, “mi antigua forma de vivir murió junto con Cristo en la cruz”.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Gál 6:14; Rom 6:10-11; Rom 7:4-6.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

REFERENCIAS CRUZADAS

y 99 Rom 7:9

z 100 Rom 6:11; Heb 9:14

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

mediante la ley yo morí a la ley. La decisión de Pablo de romper con el sistema legalista que buscaba la salvación mediante la ley estaba basada en la enseñanza de la ley misma (v. 3:21– 25).

Fuente: La Biblia de las Américas

19 super (1) La ley requiere que nosotros, como pecadores, muramos, y bajo tal requisito Cristo murió por nosotros y con nosotros. Así que, por la ley hemos muerto en Cristo y con Cristo.

19 super (2) Significa que fue terminada la obligación que tenemos bajo la ley, la relación con la ley.

19 super (3) Es decir, estar obligado para con Dios en la vida divina. En la muerte de Cristo ya no tenemos nada que ver con la ley; en la resurrección de Cristo somos responsables ante Dios en la vida de resurrección.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

muerto para la ley, porque Cristo pagó la pena por el pecado que la ley exigía. Pablo podía cesar de prestar ulterior atención a la obediencia legal como medio de ganarse la aceptación de Dios.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

R539 Θεῷ se usa como un dativo de ventaja: para Dios.

R796 La palabra νόμος sin artículo se refiere aparentemente a la ley mosaica (comp. el v. 16).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

?V. 19:? ?Porque por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.?También esta expresión figurada la explica el apóstol más ampliamente en el ya mencionado capítulo? ?7 de la carta a los Romanos. Allí (v. 2 y sigs.) nos describe el caso de la mujer supérstite que «queda? ?libre de la ley que la sujetaba a su marido, ahora muerto». Todo esto serán para ti palabras sin ton ni son, a? ?menos que apartes de tu mente todo pensamiento en cuanto a muertes y mutaciones metafísicas. Así como una muerte anula la otra muerte, un pecado el otro pecado, una cautividad la otra cautividad, una libertad la otra, una servidumbre la otra, una vida la otra vida, un bien el otro bien, un mal el otro mal, una maldición la otra, una luz la otra luz, una oscuridad la otra, un día el otro día, una noche la otra, así una ley anula la otra ley. Ejemplos para esto hay muchísimos en las Escrituras, ante todo en las cartas de Pablo.?77? ?Es evidente, pues, que Pablo se refiere a una doble ley. La una es la ley del espíritu y de la fe, por la? ?que el hombre vive para Dios, vencidos ya los pecados y cumplida la ley; de esto ya se habló con suficiente? ?amplitud. La otra es la ley de la letra y de las obras, por la que el hombre vive para el pecado, porque jamás? ?alcanza el cumplimiento de la ley, sino sólo un cumplimiento fingido. Pues la ley despierta odio hacia ella? ?misma, la fe en cambio hace que el corazón se goce en la ley. Por consiguiente, el hacedor de la ley, al? ?guardarla, lo hace con un corazón lleno de odio hacia ella, quiere decir, incurre en el más detestable incumplimiento de la ley, ya que en sus adentros desea una cosa, y por fuera simula otra. En cambio, el espíritu de la fe, al guardar la ley lo hace gozándose en ella, esto es, la cumple en la forma más excelente, y no obstante, por fuera lucha con sus pecados y demuestra con ello que es pecador. Estos dos, pues, son adversario el uno del otro: el «hombre legalista’ peca en su interior, y hacia el exterior luce una pretendida? ?justicia; el «hombre de fe» obra bien en su interior, hacia el exterior lleva sus pecados y los persigue.?Por lo tanto, mediante la ley de la fe, Pablo vive en su interior para Dios, y allí mismo ha muerto? ?para la ley. Mas en la carne todavía no vive para Dios sino que es vivificado por Dios. Todavía no está? ?muerto para la ley sino que va siendo muerto para la ley, y eso durante todo el tiempo en que aún tiene que? ?esforzarse por propagar a su exterior carnal esa pureza que a fe produce en su corazón. Y por este esfuerzo? ?se le otorga la gracia de considerársele un hombre que vive por entero para Dios y que está muerto para la? ?ley, conforme al mismo modo de hablar figurativo con que antes se le llamaba pecador y no pecador,? ?cumplidor y no cumplidor.?78? Pues sólo en la vida eterna sucederá que vivamos plenamente para Dios y? ?estemos completamente muertos para el pecado.?Que el «vivir» y «morir» de que se habla en este pasaje, no se deban tomar en su sentido físico y? ?natural, lo evidencia la misma forma de expresarse del apóstol; pues él no habla de un simple morir y vivir,? ?sino que dice: «soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios». Ahora bien: «vivir para la ley» es estar? ?sujeto a la ley y a su dominio, como se lee en ?Romanos 7? (v. 1): «La ley ejerce dominio sobre el hombre? ?durante todo el tiempo que éste vive». Así como el esclavo, en tanto que no es rescatado, vive para su amo? ?conforme a las normas de la esclavitud y según el derecho civil, así ocurre también con nosotros: en tanto? ?que nos hallamos al margen de la fe, somos esclavos de la ley, dominados por malos deseos, hacemos las? ?obras de la ley sólo por compulsión, y de esta manera en realidad no es tamos cumpliendo la ley; ésta se? ?cumple sólo por el amor que emana de la fe. Por otra parte, «morir para la ley» es ser hecho libre de la ley.?Así como cualquier deudor, una vez muerto, queda libre del acreedor que le acosaba, así también nosotros:? ?cuando por la gracia otorgada al creyente, el viejo hombre comienza a ser muerto, y el pecado que abundaba a causa de la ley comienza a ser destruido, entonces morimos esta santa muerte, es decir, somos vivificados para la justicia. Así lo explica el apóstol en forma muy detallada en Romanos capítulos 6 y 8, donde con el mismo lenguaje figurativo llama a los que han muerto al pecado (?Ro. 6:2?, ?10?, ?11?) «gente que vive para la justicia» (?Ro. 8:10?). Resulta entonces que «vivir para la ley» es no cumplir la ley, y «morir para la? ?ley» es cumplirla. Esto último es echo por la fe en Cristo, aquello otro por las obras de la ley. Véase? ?Romanos 3? ( v. 28 ): «Concluimos pues que el hombre es justificado por la fe» -para «fe», Pablo usa? ?también la expresión «ley de la fe» ( 3:27); e igualmente ?Romanos 8? (v. 2) «La ley del Espíritu de vida -vale? ?decir, la ley de la fe- me ha librado de la ley de la muerte y del pecado», quiere decir, me ha librado de la ley? ?que produce y aumenta la muerte y el pecado, como lo hace toda ley, se« de procedencia divina o humana.?Ya que hemos entrado en el tema, explicaremos aún más claramente estas dos leyes:? ?La ley del Espíritu es urea ley a la que de ninguna manera se le puede dar forma escrita, ni se la? ?puede expresar en palabras, ni idear en la mente, sino que es, propiamente, la voluntad viva, la vida como? ?experiencia inmediata,?79? aquella realidad también que se inscribe en los corazones por el dedo del solo Dios. De esto se habla. en ?Romanos 5? (v. 5): «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» y en ?Jeremías 31? (v. 33) citado por el apóstol en ?Hebreos 8? (v. 10) y 10 (v. 16): «Pondré mis leyes en las mentes de ellos, y sobre su corazón las escribiré». Esta luz del entendimiento en la mente, esta llama en el corazón, digo, es la ley de la fe, la ley nueva, la ley de Cristo, la ley del Espíritu, la ley de la gracia, la ley que lo hace a uno justo, que lo cumple todo, que crucifica los malos deseos de la carne. Muy acertado es también lo que observa S. Agustín respecto de este texto: «El que con amor a la justicia vive justamente, en cierto sentido vive la ley misma».?80? Nótese bien: «con amor a la justicia»; porque este amor es algo que la naturaleza no conoce, la fe en cambio lo obtiene. Así dice en ?2 Corintios 3? ( v. 3) : «Vosotros sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra sino en tablas de carne del corazón».?La ley de la letra es toda ley que se escribe con letras, se expresa en palabras, y se idea en la mente, sea que esto se haga en forma tropológica, alegórica, anagógica, o de cualquier tipo de enseñanza mística.?81? Es ésta la ley de las obras, la ley antigua, la ley de Moisés, la ley de la carne,?82? la ley del pecado, la ley e la ira, la ley de la muerte, que lo condena todo, que hace culpables a todos, que aumenta los malos deseos, y que mata, unto más cuanto más se refiere a cosas espirituales, como aquel mandamiento del «No codiciarás » (?Éx. 20:17?). Pues este mandamiento hace culpables a muchas más personas que el «No matarás» (?Éx. 20: 13?) o el «Circuncidaréis la carne de vuestro prepucio» (?Gn. 17: 11?) u otra ley ceremonial de este género; porque :n la ley del Espíritu ninguna obra se hace bien, sino siempre en forma simulada.?Concluyese de esto que la ley del Espíritu consiste en lo que la ley de la letra exige: me refiero a la? ?buena voluntad de cumplirla. Como pruebas citaré: ?Salmo 1? (v. 2): «Sino que en la ley del Señor está su? ?voluntad»,?83? es decir, su amor. ?Romanos 13? v. 10): «El cumplimiento de la ley es el amor». También ?1? ?Timoteo 1? (v. 5): «El propósito de este mandamiento es el amor». para decirlo de la manera más clara y con? ?términos de uso común:84 La ley de la letra y la ley del Espíritu difieren entre sí del mismo modo que la? ?señal y lo señalado, la palabra y la cosa real. Por eso una vez que se haya alcanzado la cosa real, ya no hace falta la señal; así, pues, «la ley no fue dada para el justo» (?1 Ti. 1:9?) . En cambio, mientras poseamos? ?solamente la señal, se nos enseña a buscar la realidad misma.?Así, Moisés y los profetas, y finalmente también Juan el Bautista, nos dirigen hacia Cristo. La ley? ?enseña lo que debes hacer, y qué te falta: Cristo da lo que debieras hacer y tener. Por lo tanto, los que no dan a la ley el uso exclusivo de señal que los dirige hacia Cristo y los hace conocer su miseria y buscar gracia, hacen cometer con ella un gravísimo abuso. Pues apenas la oyeron, se disponen a cumplir las obras que ella demanda, confiando para ello en su propia capacidad. Buscan en sí mismos la «realidad» de la ley y presumen de poseerla, aun viendo que en sí mismos no pudieron descubrir ni siquiera la «señal», es decir, la ley misma.?Infiérese, además, que toda ley de la letra es espiritual, al menos en la forma en que se puede llamar? ?«espiritual» a la ley. Así dice el apóstol en ?Romanos 7? (v. 14): «Sabemos que la ley es espiritual». Y en? ?ninguna parte de las Escrituras leemos que se llame «carnal» a la ley escrita con letras, por más que un? ?Orígenes se empeñe con frecuencia en afirmarlo, llevado por sus propias ideas. Verdad es que Pablo habla? ?de «la ley en sus miembros» (?Ro. 7:23?) y de los «malos deseos de la carne» (?Col. 3: 5?) . Pero esto no es «la letra»; antes bien, es lo que es señalado y prohibido por la letra de la ley. Por ende, la ley es espiritual? ?porque requiere el espíritu de la fe; quiere decir: es espiritual no a causa de la señal sino a causa de la? ?realidad indicada por la señal, ya que no se puede hacer ninguna obra buena a menos que se la haga de un? ?corazón alegre, voluntario y gozoso, esto es, en el espíritu de libertad. De otra manera, si se debiera llamar? ?ley espiritual sólo a aquella que no prescribe más que obras espirituales, no habría prácticamente ninguna? ?ley espiritual, excepto aquella que, según nuestros teólogos, da prescripciones acerca de los actos que uno? ?arranca de su corazón.?85? Ni siquiera las obras del amor serían entonces espirituales. ¿O acaso el lavar los? ?pies a los huéspedes, socorrer al pobre, amonestar al que está en un error, orar en favor del pecador, soportar la ofensa, no son todo esto actividades corporales? Por supuesto que sí, y no lo son menos que cualquier obra prescripta por las leyes ceremoniales tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Es sola y únicamente el espíritu de la fe el que establece una diferencia entre las obras; otra diferenciación que ésta no existe, ni entre las obras que se pueden hacer con el alma, ni entre las que se pueden hacer con el cuerpo.?Cuando son hechas por compulsión de la ley de la letra, estando ausente la ley del Espíritu, todas las obras? ?son carnales o hechas conforme a la letra; en cambio, cuando al ser hechas está presente la ley del Espíritu, son espirituales. Más adelante tendremos oportunidad de ver algo más acerca de este tema.?Aquí, creo, puedes descubrir también la raíz de donde surge mi indignación contra los tantos preceptos,? ?disposiciones y decretales pontificios, a cuyo tiránico imperio se debe que la iglesia se halle ahora? ?en un estado de postración y sea desolada cada día más. En efecto: ya que «el amor se enfría» (?Mt. 24:12?)? ?y Dios va quitando paulatinamente la ley del Espíritu a causa de nuestros pecados, lo que debía hacerse era? ?barrer también, y completamente, con las leyes que sin este Espíritu no es posible cumplir. Pero en lugar de esto, su número es aumentado cada día para grande ira de Dios. Y así sucede que las autoridades eclesiásticas imponen a los hombres «cargas insoportables (máxime si no cuentas con el dinero necesario para comprar indultos) que ellos ni con un dedo quieren o pueden mover» (?Mt. 23:4?). Entretanto, a esos tan? ?vigilantes pastores de la grey de Cristo no se les ocurre ni en pensamiento apacentar as ovejas con la? ?palabra de la fe y del Espíritu. Esto es lo que deploro: que con tantas leyes inútiles y perjudiciales no se? ?logre otra cosa que multiplicar hasta lo infinito las ofensas de Dios; pues los mandamientos hay que cumplirlos también en el espíritu; sin embargo, no es posible que nos pongamos en posesión del Espíritu por un esfuerzo personal nuestro.?No obstante, por lo pronto quiero al menos dar un consejo. En primer lugar: si tienes el Espíritu, de? ?modo que eres capaz de soportar todo esto sin rebelarte, hazlo, y hazlo de tal manera como si por voluntad? ?de Dios tuvieras que soportar la opresión del turco o de algún otro tirano. Esto sí: la tiranía de las leyes? ?eclesiásticas, por ser una opresión de las conciencias, supera en mucho la tiranía de los turcos, que oprime? ?solamente los cuerpos o ciertas cosas sin importancia que tienen que ver con el cuerpo. Y ni siquiera en este? ?aspecto podríamos decir que los turcos son peores que nosotros, si tienes en cuenta el robo que se comete con los palios y las anatas, y otros negociados intolerables que se hacen con las bulas.?86? Si no estás dispuesto a soportar con paciencia todo esto, ve y compra por dinero o favores,?87? si no es posible hacerlo en otra forma, lo que se te debía dar gratuitamente, y sacude de tu cuello esta carga mediante indultos. Sin embargo, esta instrucción la doy sólo con respecto a aquellos preceptos cuyo cumplimiento no atente contra un caso de real necesidad o contra el amor. Pues en tales casos, de necesidad o de amor, como ya dije antes,?88? esos preceptos deben quebrantarse sin cargos de conciencia, también sin #pagar por ello, después de haber recabado el consejo de un hombre que merezca confianza. Aquí, empero, estoy hablando de preceptos que cumples contra tu voluntad, aun no mediando un motivo fundado en la necesidad o en el amor para dejarlos a un lado. En este caso, en efecto, es mejor que pierdas una módica suma de dinero, antes de que atormentes tu conciencia con el lazo de las leyes. Y no temas que el proceder de este modo configure el delito de simonía.?89? Pues no compras indulto por deseo o voluntad (muy al contrario: preferirías obtenerlo en forma gratuita); antes bien, es como si cedieras, contra tu voluntad, a enfadosas exacciones. Si la falta de dinero o la distancia local te impide obtener indulto, no tengas reparos en observar los preceptos al menos en público, para evitar el escándalo. Mas en tu ámbito propio y privado, consulta el parecer de un hombre de buena reputación, y ten la certeza de que si el pastor que debía cuidarte, te descuidó, Cristo actuará contigo con tanta mayor solicitud y ternura – siempre que rindas a sus mandamientos una obediencia de corazón.?

Fuente: Comentario de Gálatas por Martin Lutero