Comentario de Gálatas 2:21 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

No desecho la gracia de Dios; porque si la justicia fuese por medio de la ley, entonces por demás murió Cristo.

2:21 No desecho la gracia de Dios; — Desechar la gracia de Dios es desechar el evangelio puro, el evangelio que Pablo predicaba. Los que judaizaban desechaban la gracia de Dios, pero Pablo seguía deciendo que el evangelio original, el evangelio que él había predicado a los gálatas, es perfecto. Lo que los judaizantes agregaron al evangelio (la circuncisión y el guardar la ley de Moisés) pervirtió al evangelio y, por eso, desechó la gracia de Dios.

— pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo. — La conducta de Pedro, Bernabé y los otros hermanos implicaba que la muerte de Cristo no era necesaria. El hecho de que Cristo murió demuestra la ineficacia de la ley.

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La gracia de Dios

Introducción. La gracia de Dios es su buena disposición o voluntad hacia nosotros o, como decimos frecuentemente, su favor no merecido, para efectuar nuestra salvación (perdonarnos). Dios desea salvarnos, 1Ti 2:4; 2Pe 3:9, y dio su Hijo Unigénito para demostrar su amor hacia nosotros, Jua 3:16.

I. El hombre fue creado a la imagen de Dios.

A. El hombre fue creado a la imagen de Dios, Gén 1:26. Por eso, no es como una criatura de instinto, sino que tiene inteligencia y voluntad. El hombre puede entender y apreciar la moralidad. Puede distinguir entre el bien y el mal y puede escoger el bien. Tiene libre albedrío.

B. La Biblia enseña que el hombre es responsable. Todo mandamiento de Dios implica que el hombre puede obedecer. Toda condición implica que el hombre puede cumplir con esa condición. Toda la Biblia trata al hombre como moralmente responsable. 2Pe 1:4 enseña que Dios espera que seamos participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia. ¡Debemos ser como Dios!

II. Pero todos hemos pecado. ¿Cómo podemos ser como Dios?

A. Ahora estamos llegando al tema de la gracia, Jua 3:16. Cristo murió para expiar nuestros pecados. Cuando obedecemos al evangelio, Dios nos perdona, Hch 2:38. ¿Por qué nos perdona? Porque nos ama, nos quiere. Nadie merece este amor porque todos hemos pecado, pero a pesar de eso, Dios nos quiere. Es el Creador, nos hizo a su imagen y quiere que tengamos comunión con El. Quiere nuestro amor y servicio. No quiere que seamos obligados o forzados a obedecerle, sino que lo hagamos voluntariamente, con fe, amor y gratitud. El quiere que hagamos lo que Jesús dice en Mat 16:24. Cuando Dios nos perdona, los pecados quedan borrados, olvidados, como si nunca existieran. Sal 103:12; Miq 7:19; Heb 8:12.

B. Entonces, habiendo sido perdonados, debemos imitar a Dios, Efe 5:1; 1Pe 1:16; 1Jn 3:1; Deu 10:12; Mat 22:37-39. Imitamos a Cristo quien vino al mundo para revelar al Padre, Jua 14:9; 1Pe 2:21 («que sigáis sus pisadas»). Andamos en la luz, como El está en luz, 1Jn 1:7.

C. Pero ¿qué pasa cuando pecamos otra vez? En primer lugar, al bautizarnos dejamos la práctica del pecado, 1Jn 3:8. Y cuando tropezamos, nos arrepentimos, confesamos los pecados (Stg 5:16; 1Jn 1:9-10; 1Jn 2:1-2) y El nos perdona.

III. «San» Agustín era el principal oponente del libre albedrío.

A. La teología de la mayoría de las denominaciones ha sido afectada fuertemente por el concepto de que el hombre no tiene libre albedrío. La mayoría de los miembros de iglesias evangélicas dirán que el hombre sí tiene libre albedrío. Aun la mayoría de los pastores. Los miembros y pastores que dicen que el hombre sí tiene libre albedrío no siguen los credos oficiales de sus iglesias ni toman en cuenta el origen de varias doctrinas que creen (por ejemplo, la salvación por la fe sola, la perseverancia de los santos, etcétera).

B. Durante los primeros tres siglos los escritores eclesiásticos insistían en que el hombre tiene libre albedrío, pero un hombre famoso llamado Manes o Maniqueo, nacido en Persia en el siglo tercero, enseñó que la materia es mala y que, por eso, el cuerpo es pecaminoso. Tales ideas existían en el tiempo del apóstol Juan y, por esa razón, se enseñaba la herejía de que Cristo no vino en carne (1Jn 4:2-3).

C. El famoso Agustín de Africa (354-430), llamado «San Agustín», obispo de Hippo tuvo mucho que ver con la creencia del mundo religioso de que el hombre no tiene libre albedrío. En primer lugar, cuando era joven, llevó una vida muy pecaminosa y cuando fue convertido, comenzó a estudiar y razonar para entender por qué él había sido un joven tan pecador. Llegó a la conclusión de que desde su niñez había sido moralmente depravado. Luego, otra cosa muy significativa fue que por unos cuantos años él cayó bajo la influencia del maniqueísmo (una forma del gnosticismo) y se convenció de que el cuerpo es malo y que, en realidad, el hombre nace depravado de todo bien y que no tiene libre albedrío.

1. Agustín enseñó que cuando Adán y Eva estuvieron en el Huerto de Edén, y antes de pecar, sí tenían libre albedrío pero que fueron protegidos por lo que él llamó la «gracia» de Dios. El explicó la «gracia» como una «fuerza capacitadora». Al tener esta fuerza también tenían libre albedrío y podían escoger el camino correcto, pero escogieron el mal, perdieron su libre albedrío, y fueron expulsados del huerto, concluyendo que cuando Adán perdió su libre albedrío, toda la humanidad lo perdió.

2. Creyó, pues, que la gracia puede ser restaurada solamente por medio de un acto especial (milagroso) de Dios; es decir, que la gracia significa que el hombre puede ser salvo solamente por tener una «experiencia de gracia», un acto milagroso de Dios. Propagó la enseñanza de que el hombre nace depravado de todo bien y que, por esta causa, no tiene participación alguna en su salvación, que ni siquiera puede querer creer, hasta que Dios mueva su corazón. La «experiencia de gracia» significa que Dios hace algo al corazón humano. ¡Zas! ¡le toca el corazón! El resultado es el nuevo nacimiento, la regeneración, etcétera. El concepto que Agustín tenía de la gracia se ve en lo que dijo al Señor: «Da lo que pides y pide lo que quieras».

3. Agustín creyó también que los infantes deben ser «bautizados» porque si nacen pecadores y si el bautismo es para remisión de pecados, es necesario bautizarlos para quitar el pecado original.

4. Los evangélicos citan Efe 2:8 («Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios») para enseñar que aun la fe es una dádiva de Dios. (Desde luego, Pablo no quiere decir que la fe es don de Dios, sino que la salvación es don de Dios). Pero este error se basa en la idea de Agustín de la necesidad de la «experiencia de gracia» o de «la fuerza capacitadora».

5. El oponente principal de Agustín era Pelagio, un monje de Bretaña. El creía fuertemente en el libre albedrío. Hizo un peregrinaje a Roma y se dio cuenta de que algunos sacerdotes tenían concubinas. Pelagio les exhortó pero ellos, bajo la influencia de la doctrina de Agustín, dijeron que pecaban por causa de su carne, su naturaleza corrupta, y que no podían evitarlo. Pelagio les dijo que sí podían evitarlo. Dijo, «Si el hombre debe hacer algo, lo puede hacer» (es decir, si Dios manda que el hombre haga cierta cosa, entonces el hombre tiene la capacidad para hacerlo). Pero en los debates entre Agustín y Pelagio, Agustín ganó — en parte, debido al extremismo de Pelagio quien enseñó que el hombre puede salvarse solo — pues el partido de Agustín era el partido dominante en la iglesia y prácticamente se destruyó la influencia de Pelagio.

IV. La gracia y los sacerdotes y sacramentos.

A. Para el siglo ocho, la doctrina de Agustín se estaba olvidando y se daba más énfasis a los sacerdotes y sacramentos. Bajo este sistema se enseñaba que la gracia de Dios estaba en los sacramentos que eran administrados por los sacerdotes.

B. Según este falso sistema la gracia de Dios es como si la sangre de Cristo estuviera en una vasija. La Iglesia Católica se considera a sí misma como el depósito por medio del cual la gracia de Dios es repartida. Hay siete agujeros en la vasija (los siete sacramentos). Estos son los medios de gracia según el catolicismo. Por ejemplo, los que quieran gracia para su matrimonio tienen que estar casados por la iglesia. La gracia está amarrada al sacerdocio. Entonces la iglesia enfatizaba obras y más obras, mayormente en los muchos requisitos para la penitencia (yendo arrodillado hacia algún santuario), etcétera.

V. La gracia y los reformadores protestantes .

A. Martín Lutero, alemán reformador protestante, resucitó las enseñanzas de Agustín. Su oponente principal era un holandés llamado Erasmo, pero Lutero derrotó a Erasmo como Agustín derrotó a Pelagio.

B. Juan Calvino desarrolló y sistematizó la doctrina que se llama «el calvinismo». Se aprende fácilmente en inglés en forma acróstica: TULIP (tulipán).

1. T-otal depravity (depravación total). No hay texto que enseñe esta doctrina. El hombre no nace con pecado, sino que comete pecado (1Jn 3:4).

2. U-nconditional election (elección incondicional, que antes de fundar el mundo Dios escogió a los que serán salvos), pero Dios no hace acepción de personas (Hch 10:34-35; Rom 2:11).

3. L-imited atonement (expiación limitada, que Cristo murió solamente por los escogidos), Heb 2:9; Tit 2:11; Rom 5:6. Muchos textos dicen que Cristo murió por todos.

4. I-rresistible grace (gracia irresistible, que Dios hace algo

— ¡Zas! — para salvar a los escogidos). Este punto es la base del pentecostalismo y la llamada «experiencia de gracia» enseñada por los evangélicos en general. Véase 2Co 6:1.

5. P-erseverance of the saints (perseverancia de los santos, que no pueden caer de la gracia). Gál 5:4; 2Pe 2:20-22. ¿Cómo pueden creer que el hombre persevera aunque siga pecando? Inventaron otra doctrina: la supuesta imputación de la justicia personal de Jesús al creyente. Según esta doctrina Dios no ve los pecados del creyente sino solamente la justicia personal de Jesús que le fue contada; se dice que esta justicia es como una túnica que cubre al creyente. Tuercen Rom 4:2-4; Rom 5:18-19 y otros textos para apoyar esta falsa doctrina. Lamentablemente varios hermanos han caído en este error. También la idea que algunos hermanos tienen de que el Espíritu Santo mora personalmente en los cristianos para ayudarles a perseverar, demuestra la influencia del calvinismo aun en la iglesia. La palabra «morar» simplemente indica que el Espíritu Santo nos guía a través de su palabra y que tenemos comunión con El (Rom 8:14; 2Co 13:14), es decir, que participamos en las cosas de Dios.

En esto se puede ver claramente que el calvinismo niega el libre albedrío y, desde luego, niega la gracia de Dios.

C. Un tema muy destacado por los calvinistas es la soberanía de Dios. Los oponentes del libre albedrío dicen que el hombre no puede decir «No» a Dios. Por ejemplo, cuando el niño dice «No» a sus padres, es porque ya perdieron el control sobre él y afirman que Dios nunca pierde el control, que su autoridad es absoluta. Pero ignoran

— o hacen caso omiso de — que Dios quería que el hombre tuviera libre albedrío. Dios quiere el servicio que requiere el libre albedrío. Toda la creación glorifica a Dios, pero Dios quiere que el hombre escoja servirle, que voluntariamente le sirva, y esto sería imposible sin libertad de voluntad. Además de eso, el hombre no puede decir «No» a Dios y escapar de la consecuencia, que es el castigo. Dios es Soberano, tiene todo control. El hombre dará cuenta a Dios en el Día Final.

VI. La gracia y la ley de Moisés (Romanos, Gálatas).

A. Gál 2:16; Gál 2:21; Gál 5:4; Rom 6:14; Rom 10:3, querer justificarse por la ley equivale a establecer su propia justicia (Flp 3:9, «mi propia justicia, que es por la ley»).

B. ¿Por qué no podían justificarse los judíos por la ley de Moisés?

1. Gál 3:10, «Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas». Aunque obedecieran casi todos los mandamientos, preceptos, estatutos, etc., por la transgresión de un solo mandamiento (de los más pequeños), eran transgresores y condenados, y bajo la ley de Moisés no había salvador.

2. Rom 4:4, «al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda», es decir, si alguno hubiera obedecido perfectamente toda ley de Dios, entonces sería justificado, simplemente por no haber pecado. Entonces, en tal caso Dios le debería la recompensa. Pero Rom 3:23 dice que todos pecaron; por eso, nadie puede justificarse de esa manera. Al decir (Rom 4:2; Rom 4:4-5) que Abraham no fue justificado por obras quiere decir que él no esperaba ser justificado por la obediencia perfecta, haciendo caso omiso de la misericordia y perdón de Dios. Rom 4:3 dice que «Creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia» y Rom 4:6 habla de la «justicia sin obras». Estos versículos se explican claramente en los vers. 7, 8. Se refieren al perdón de Dios. Esta es la única justicia verdadera. Los justificados son los perdonados. El perdón de Dios es la gracia de Dios. Esta es justificación o justicia por fe, Rom 4:3; Rom 4:5; Rom 5:1; Efe 2:8; Flp 3:9, es decir, por obtener el perdón de Dios por medio del evangelio de Cristo.

C. El sistema sacrificial bajo la ley no quitaba los pecados, Heb 10:1-4, sino que cada año se hacía memoria de ellos. Los fieles bajo la ley fueron salvos por Cristo, Heb 9:15-16.

VII. Nosotros también estamos bajo ley, Gál 6:2; Rom 8:2; 1Co 9:21; Stg 1:25; Stg 2:12, etcétera.

A. Es una ley aun más estricta

— más exigente — que la ley de Moisés: Mat 5:21-24; Mat 5:28; Mat 5:32-47; Mat 15:18-20; 1Pe 1:15-16; 1Jn 3:15; Col 3:5; etc. Hay aun más culpa bajo la ley de Cristo.

B. La ley de Cristo no ofrece justificación por la obediencia perfecta. ¿No somos salvos por obedecer la ley de Cristo? Sí, pero no por obedecerla perfectamente, sin pecar nunca. ¿No debemos obedecer perfectamente la ley de Cristo? Sí, pero si queremos obedecerla perfectamente obedecemos el mandamiento de confesar pecados y esto indica o implica que hemos pecado (que no hemos obedecido perfectamente) y que buscamos la gracia de Dios. Desde luego, debemos esforzarnos y luchar por ser cumplidos en todo aspecto, pero todos pecamos (1Jn 1:8) y si confesamos los pecados Dios nos perdona (1Jn 1:9-10; 1Jn 2:1-2). ¡Esta es la gracia de Dios! Repito: el que obedece los mandamientos de la ley de Cristo, se arrepiente de sus pecados y es bautizado para perdón de los pecados, desde luego, reconoce y admite que no se está salvando por obedecer perfectamente la ley de Cristo; más bien, reconoce que ha pecado y que quiere el perdón de Dios.

C. Recuérdese Luc 17:10, «cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos». ¡Nadie merece la salvación!

D. Recuérdese también que había judíos que querían justificarse a sí mismos y que estos fueron representados por el fariseo de Luc 18:9-12.

VIII. Entonces, ¿somos o no somos salvos por las obras?

A. Los judíos no podían justificarse por las obras de la ley de Moisés, Rom 3:27-28. Esto se explica claramente en Gál 3:10.

B. Nadie será justificado por las buenas obras que haya hecho aparte de Cristo, Efe 2:9; 2Ti 1:9; Tit 3:5. Es importantísimo que todos entiendan que cuando Pablo dice que no somos salvos por obras, siempre se refiere a las obras hechas aparte del evangelio de Cristo y el perdón que El ofrece; es decir, son las obras que se hacen en lugar de obedecer al evangelio. Recuérdese que cuando Pablo habla de las obras que no salvan, él no habla de la obediencia a la fe (Rom 1:5; Rom 16:26).

C. ¿Puede una persona salvarse si considera que la ley de Cristo es solamente un código de leyes desprovisto de gracia, misericordia y perdón? ¿Cómo podría alguno leer el Nuevo Testamento, aprender aun lo más básico acerca del evangelio de Cristo y creer que la ley de Cristo

— la perfecta ley de libertad — es simplemente un código de leyes que obedecer? «La obediencia a la fe» (Rom 1:5) no es meramente la obediencia a un código de leyes, sino la aceptación de la gracia de Dios que ofrece perdón de pecados.

Si alguno no obedece los mandamientos del Nuevo Testamento de corazón (Rom 6:17-18), es decir, con entendimiento del evangelio, con voluntad buena y con amor, deseando obtener una conciencia limpia, éste no obedece al evangelio (no obedece la ley de Cristo). Si obedece de corazón, no busca justificarse por medio de una obediencia perfecta, porque en ese mismo acto de obediencia reconoce que ha pecado y busca perdón.

Los sectarios

— y algunos hermanos — nos acusan de ser legalistas, perfeccionistas, de que queremos salvarnos solos, que queremos merecer la salvación, etcétera, cuando enseñamos la necesidad de obedecer al evangelio, que se respete la autoridad de Cristo y que se siga el patrón bíblico, que no se tolere el divorcio excepto por causa de la fornicación ni las segundas nupcias no legítimas, etcétera, pero el enseñar de esta manera no significa que queremos salvarnos solos. No significa que no confiamos en la gracia de Dios. No significa que no buscamos el perdón de Dios a través de la sangre de Cristo. Creemos de todo corazón en la gracia de Dios que trae perdón, pero al mismo tiempo sabemos que esta misma gracia enseña todo el consejo de Dios (Tit 2:12; Hch 20:20; Hch 20:27), enfatiza la necesidad de obedecer al evangelio, y requiere que sigamos el patrón bíblico («Retén la forma de las sanas palabras», 2Ti 1:13).

D. Sin embargo, aunque reconocemos que pecamos y que necesitamos del perdón de Dios, recordemos Stg 2:24, «el hombre es justificado por las obras», es decir, las obras enseñadas por el evangelio (Efe 2:10). Esto simplemente significa que el hombre tiene que aceptar la salvación por medio de la obediencia al evangelio y la práctica de buenas obras.

IX. La obediencia y el hacer buenas obras equivalen a aceptar la salvación gratuita.

A. La teología calvinista enseña que todo depende de Dios, pero según la Biblia el hombre es muy responsable, y tiene mucho que ver con su salvación. La Biblia enseña que el hombre puede descuidar o aun abusar de la gracia de Dios: Hch 13:43, «… a que perseverasen en la gracia de Dios»; 2Co 6:1, «… a que no recibáis en vano la gracia de Dios»; Gál 2:21, «no desecho la gracia de Dios»; Gál 5:4, «de la gracia habéis caído «; 2Ti 2:1, » esfuérzate en la gracia»; Heb 12:15, «alguno deje de alcanzar la gracia de Dios»; Jud 1:4, » convierten en libertinaje la gracia». ¿Quién puede leer estos textos y seguir creyendo que el hombre no tiene ninguna responsabilidad ante la gracia de Dios o que la gracia de Dios es incondicional?

B. A través de la Biblia se puede ver que Dios hace su parte y que el hombre tiene que hacer su parte. Cuando esta verdad se presenta, no falta quien haga burla diciendo que para nuestra salvación «Dios hace la mitad y el hombre hace la mitad». No, nada de eso. Desde luego, el hombre no puede hacer la parte de Dios (el hombre no puede proveer un Salvador), pero al mismo tiempo es cierto que Dios no hará la parte que corresponde al hombre. Dios provee el pan, pero el hombre tiene que trabajar para poner el pan sobre la mesa. Recordemos y prediquemos los casos muy conocidos: los muros de Jericó (Dios los hizo caer, pero el pueblo tuvo que obedecer); la lepra de Naamán (Dios la sanó pero ¿si no se hubiera zambullido siete veces en el río Jordán?); Jesús sanó al ciego (Jua 9:1-41), pero éste tuvo que ir al estanque de Siloé para lavarse; Dios nos perdona pero tenemos que ser bautizados. En fin, toda la obediencia y todas las buenas obras son actos necesarios para aceptar la gracia de Dios.

C. Por eso, muchos textos dicen «hacer», «obedecer», «obrar». Mat 7:21; Mat 12:50; Hch 2:40; Gál 5:6; Flp 2:12, y Stg 2:24.

X. ¿Qué enseña la Biblia, pues sobre los temas de recompensa, salario, paga, galardón, etcétera?

A. No merecemos la salvación. Bien entendemos esto, pero Jesús dice de algunos, «andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas», Apo 3:4; también Apo 19:8, «el lino fino es las acciones justas de los santos». Reconocemos que en un sentido somos «siervos inútiles», pero al mismo tiempo nos gozamos al leer Apo 3:4; Apo 19:8, etc.

B. La salvación es la «dádiva de Dios», pero el Nuevo Testamento habla mucho de «recompensa», Mat 6:1; Mat 6:4; Mar 9:41; y «galardón», Mat 5:12; Luc 6:35; Rom 4:4 (paga, salario); Col 2:18; Col 3:24; Heb 10:35; Heb 11:6; 2 Jn. Sin embargo, si tenemos los ojos solamente en la recompensa en lugar de tener los ojos puestos en Jesús, no habrá recompensa.

Conclusión: ¡Sublime gracia! ¡Qué tema más hermoso! Hermanos, prediquemos mucho sobre la gracia de Dios. Los sectarios y algunos de nuestros hermanos dicen que no creemos en la gracia. Son acusaciones completamente falsas. El problema es que muchos aceptan definiciones católicas o evangélicas de la gracia y, puesto que no predicamos la teología de estas religiones falsas, se nos acusa de no predicar sobre la gracia. Dios nos creó a su imagen

— con inteligencia y voluntad — y podemos entender y apreciar la voluntad de Dios. El hombre tiene libre albedrío y es responsable ante Dios. Nadie puede justificarse por obras aparte de Cristo

— aparte del evangelio — pero estamos bajo la perfecta ley de libertad y nos conviene ser cumplidos y hacer buenas obras para glorificar a Dios. Aunque entendemos que en un sentido aun después de hacer todo lo que el Señor requiere somos «siervos inútiles», en otro sentido somos justificados por obras (Stg 2:24) y el Señor nos considera «dignos» de llevar «vestiduras blancas» en su presencia. No desechemos la gracia; no recibamos en vano la gracia; no convirtamos la gracia en libertinaje; no dejemos de alcanzar la gracia, sino más bien, nos esforcemos en la gracia, y ¡Dios nos recompensará!

(Algunos de los datos históricos y otros pensamientos presentados en este estudio se encuentran en el libro sobre la gracia por nuestro amado hermano Robert Turner de Burnet, Texas).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

No desecho la gracia de Dios. Gál 2:18; Sal 33:10; Mar 7:9; Rom 8:31.

la justicia. Gál 2:16; Gál 3:21; Gál 5:2-4; Rom 10:3; Rom 11:6; Heb 7:11.

por demás murió Cristo. Isa 49:4; Jer 8:8; 1Co 15:2, 1Co 15:14, 1Co 15:17.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Si la justicia se logra por guardar la ley de Moisés, el acto de gracia de Dios de enviar a Cristo a morir en la cruz para pagar los pecados fue innecesario e inútil (Rom 3:4-26).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

LA JUSTICIA. El concepto de Pablo de la justificación (vv. Gál 2:16-17) y la justicia incluye más que una simple declaración legal hecha por Dios. La justicia que viene por la fe incluye un cambio moral (v. Gál 2:19), la gracia de Dios (v. Gál 2:21) y una relación con Cristo por la cual se participa en su vida resucitada (v. Gál 2:20). Eso se confirma en Gál 3:21, donde Pablo aclara que la justicia que viene por la fe en Cristo imparte la vida, una vida que da muestras de haber recibido el Espíritu (Gál 3:2-3; Gál 3:14; véase el ARTÍCULO TÉRMINOS BÍBLICOS DE LA SALVACIÓN, P. 1572. [Rom 1:16]).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Pablo llegó a la conclusión de que Pedro, al juntarse con los judaizantes y ponerse así en contra de Cristo, negaba en la práctica cualquier necesidad de la gracia de Dios y en consecuencia anulaba el significado y el beneficio de la muerte de Cristo. justicia. Vea la nota sobre Rom 1:17. por demás murió Cristo. Se traduce mejor «fue innecesario que Cristo muriera». Los que insisten en que pueden ganarse la salvación con sus propios esfuerzos menoscaban el fundamento del cristianismo y declaran que la muerte de Cristo fue inútil.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

2:21 No desecho la gracia de Dios; — Desechar la gracia de Dios es desechar el evangelio puro, el evangelio que Pablo predicaba. Los que judaizaban desechaban la gracia de Dios, pero Pablo seguía deciendo que el evangelio original, el evangelio que él había predicado a los gálatas, es perfecto. Lo que los judaizantes agregaron al evangelio (la circuncisión y el guardar la ley de Moisés) pervirtió al evangelio y, por eso, desechó la gracia de Dios.
— pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo. — La conducta de Pedro, Bernabé y los otros hermanos implicaba que la muerte de Cristo no era necesaria. El hecho de que Cristo murió demuestra la ineficacia de la ley.
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La gracia de Dios
Introducción. La gracia de Dios es su buena disposición o voluntad hacia nosotros o, como decimos frecuentemente, su favor no merecido, para efectuar nuestra salvación (perdonarnos). Dios desea salvarnos, 1Ti 2:4; 2Pe 3:9, y dio su Hijo Unigénito para demostrar su amor hacia nosotros, Jua 3:16.
I. El hombre fue creado a la imagen de Dios.
A. El hombre fue creado a la imagen de Dios, Gén 1:26. Por eso, no es como una criatura de instinto, sino que tiene inteligencia y voluntad. El hombre puede entender y apreciar la moralidad. Puede distinguir entre el bien y el mal y puede escoger el bien. Tiene libre albedrío.
B. La Biblia enseña que el hombre es responsable. Todo mandamiento de Dios implica que el hombre puede obedecer. Toda condición implica que el hombre puede cumplir con esa condición. Toda la Biblia trata al hombre como moralmente responsable. 2Pe 1:4 enseña que Dios espera que seamos participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia. ¡Debemos ser como Dios!
II. Pero todos hemos pecado. ¿Cómo podemos ser como Dios?
A. Ahora estamos llegando al tema de la gracia, Jua 3:16. Cristo murió para expiar nuestros pecados. Cuando obedecemos al evangelio, Dios nos perdona, Hch 2:38. ¿Por qué nos perdona? Porque nos ama, nos quiere. Nadie merece este amor porque todos hemos pecado, pero a pesar de eso, Dios nos quiere. Es el Creador, nos hizo a su imagen y quiere que tengamos comunión con El. Quiere nuestro amor y servicio. No quiere que seamos obligados o forzados a obedecerle, sino que lo hagamos voluntariamente, con fe, amor y gratitud. El quiere que hagamos lo que Jesús dice en Mat 16:24. Cuando Dios nos perdona, los pecados quedan borrados, olvidados, como si nunca existieran. Sal 103:12; Miq 7:19; Heb 8:12.
B. Entonces, habiendo sido perdonados, debemos imitar a Dios, Efe 5:1; 1Pe 1:16; 1Jn 3:1; Deu 10:12; Mat 22:37-39. Imitamos a Cristo quien vino al mundo para revelar al Padre, Jua 14:9; 1Pe 2:21 («que sigáis sus pisadas»). Andamos en la luz, como El está en luz, 1Jn 1:7.
C. Pero ¿qué pasa cuando pecamos otra vez? En primer lugar, al bautizarnos dejamos la práctica del pecado, 1Jn 3:8. Y cuando tropezamos, nos arrepentimos, confesamos los pecados (Stg 5:16; 1Jn 1:9-10; 1Jn 2:1-2) y El nos perdona.
III. «San» Agustín era el principal oponente del libre albedrío.
A. La teología de la mayoría de las denominaciones ha sido afectada fuertemente por el concepto de que el hombre no tiene libre albedrío. La mayoría de los miembros de iglesias evangélicas dirán que el hombre sí tiene libre albedrío. Aun la mayoría de los pastores. Los miembros y pastores que dicen que el hombre sí tiene libre albedrío no siguen los credos oficiales de sus iglesias ni toman en cuenta el origen de varias doctrinas que creen (por ejemplo, la salvación por la fe sola, la perseverancia de los santos, etcétera).
B. Durante los primeros tres siglos los escritores eclesiásticos insistían en que el hombre tiene libre albedrío, pero un hombre famoso llamado Manes o Maniqueo, nacido en Persia en el siglo tercero, enseñó que la materia es mala y que, por eso, el cuerpo es pecaminoso. Tales ideas existían en el tiempo del apóstol Juan y, por esa razón, se enseñaba la herejía de que Cristo no vino en carne (1Jn 4:2-3).
C. El famoso Agustín de Africa (354-430), llamado «San Agustín», obispo de Hippo tuvo mucho que ver con la creencia del mundo religioso de que el hombre no tiene libre albedrío. En primer lugar, cuando era joven, llevó una vida muy pecaminosa y cuando fue convertido, comenzó a estudiar y razonar para entender por qué él había sido un joven tan pecador. Llegó a la conclusión de que desde su niñez había sido moralmente depravado. Luego, otra cosa muy significativa fue que por unos cuantos años él cayó bajo la influencia del maniqueísmo (una forma del gnosticismo) y se convenció de que el cuerpo es malo y que, en realidad, el hombre nace depravado de todo bien y que no tiene libre albedrío.
1. Agustín enseñó que cuando Adán y Eva estuvieron en el Huerto de Edén, y antes de pecar, sí tenían libre albedrío pero que fueron protegidos por lo que él llamó la «gracia» de Dios. El explicó la «gracia» como una «fuerza capacitadora». Al tener esta fuerza también tenían libre albedrío y podían escoger el camino correcto, pero escogieron el mal, perdieron su libre albedrío, y fueron expulsados del huerto, concluyendo que cuando Adán perdió su libre albedrío, toda la humanidad lo perdió.
2. Creyó, pues, que la gracia puede ser restaurada solamente por medio de un acto especial (milagroso) de Dios; es decir, que la gracia significa que el hombre puede ser salvo solamente por tener una «experiencia de gracia», un acto milagroso de Dios. Propagó la enseñanza de que el hombre nace depravado de todo bien y que, por esta causa, no tiene participación alguna en su salvación, que ni siquiera puede querer creer, hasta que Dios mueva su corazón. La «experiencia de gracia» significa que Dios hace algo al corazón humano. ¡Zas! ¡le toca el corazón! El resultado es el nuevo nacimiento, la regeneración, etcétera. El concepto que Agustín tenía de la gracia se ve en lo que dijo al Señor: «Da lo que pides y pide lo que quieras».
3. Agustín creyó también que los infantes deben ser «bautizados» porque si nacen pecadores y si el bautismo es para remisión de pecados, es necesario bautizarlos para quitar el pecado original.
4. Los evangélicos citan Efe 2:8 («Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios») para enseñar que aun la fe es una dádiva de Dios. (Desde luego, Pablo no quiere decir que la fe es don de Dios, sino que la salvación es don de Dios). Pero este error se basa en la idea de Agustín de la necesidad de la «experiencia de gracia» o de «la fuerza capacitadora».
5. El oponente principal de Agustín era Pelagio, un monje de Bretaña. El creía fuertemente en el libre albedrío. Hizo un peregrinaje a Roma y se dio cuenta de que algunos sacerdotes tenían concubinas. Pelagio les exhortó pero ellos, bajo la influencia de la doctrina de Agustín, dijeron que pecaban por causa de su carne, su naturaleza corrupta, y que no podían evitarlo. Pelagio les dijo que sí podían evitarlo. Dijo, «Si el hombre debe hacer algo, lo puede hacer» (es decir, si Dios manda que el hombre haga cierta cosa, entonces el hombre tiene la capacidad para hacerlo). Pero en los debates entre Agustín y Pelagio, Agustín ganó — en parte, debido al extremismo de Pelagio quien enseñó que el hombre puede salvarse solo — pues el partido de Agustín era el partido dominante en la iglesia y prácticamente se destruyó la influencia de Pelagio.
IV. La gracia y los sacerdotes y sacramentos.
A. Para el siglo ocho, la doctrina de Agustín se estaba olvidando y se daba más énfasis a los sacerdotes y sacramentos. Bajo este sistema se enseñaba que la gracia de Dios estaba en los sacramentos que eran administrados por los sacerdotes.
B. Según este falso sistema la gracia de Dios es como si la sangre de Cristo estuviera en una vasija. La Iglesia Católica se considera a sí misma como el depósito por medio del cual la gracia de Dios es repartida. Hay siete agujeros en la vasija (los siete sacramentos). Estos son los medios de gracia según el catolicismo. Por ejemplo, los que quieran gracia para su matrimonio tienen que estar casados por la iglesia. La gracia está amarrada al sacerdocio. Entonces la iglesia enfatizaba obras y más obras, mayormente en los muchos requisitos para la penitencia (yendo arrodillado hacia algún santuario), etcétera.
V. La gracia y los reformadores protestantes .
A. Martín Lutero, alemán reformador protestante, resucitó las enseñanzas de Agustín. Su oponente principal era un holandés llamado Erasmo, pero Lutero derrotó a Erasmo como Agustín derrotó a Pelagio.
B. Juan Calvino desarrolló y sistematizó la doctrina que se llama «el calvinismo». Se aprende fácilmente en inglés en forma acróstica: TULIP (tulipán).
1. T-otal depravity (depravación total). No hay texto que enseñe esta doctrina. El hombre no nace con pecado, sino que comete pecado (1Jn 3:4).
2. U-nconditional election (elección incondicional, que antes de fundar el mundo Dios escogió a los que serán salvos), pero Dios no hace acepción de personas (Hch 10:34-35; Rom 2:11).
3. L-imited atonement (expiación limitada, que Cristo murió solamente por los escogidos), Heb 2:9; Tit 2:11; Rom 5:6. Muchos textos dicen que Cristo murió por todos.
4. I-rresistible grace (gracia irresistible, que Dios hace algo — ¡Zas! — para salvar a los escogidos). Este punto es la base del pentecostalismo y la llamada «experiencia de gracia» enseñada por los evangélicos en general. Véase 2Co 6:1.
5. P-erseverance of the saints (perseverancia de los santos, que no pueden caer de la gracia). Gál 5:4; 2Pe 2:20-22. ¿Cómo pueden creer que el hombre persevera aunque siga pecando? Inventaron otra doctrina: la supuesta imputación de la justicia personal de Jesús al creyente. Según esta doctrina Dios no ve los pecados del creyente sino solamente la justicia personal de Jesús que le fue contada; se dice que esta justicia es como una túnica que cubre al creyente. Tuercen Rom 4:2-4; Rom 5:18-19 y otros textos para apoyar esta falsa doctrina. Lamentablemente varios hermanos han caído en este error. También la idea que algunos hermanos tienen de que el Espíritu Santo mora personalmente en los cristianos para ayudarles a perseverar, demuestra la influencia del calvinismo aun en la iglesia. La palabra «morar» simplemente indica que el Espíritu Santo nos guía a través de su palabra y que tenemos comunión con El (Rom 8:14; 2Co 13:14), es decir, que participamos en las cosas de Dios.
En esto se puede ver claramente que el calvinismo niega el libre albedrío y, desde luego, niega la gracia de Dios.
C. Un tema muy destacado por los calvinistas es la soberanía de Dios. Los oponentes del libre albedrío dicen que el hombre no puede decir «No» a Dios. Por ejemplo, cuando el niño dice «No» a sus padres, es porque ya perdieron el control sobre él y afirman que Dios nunca pierde el control, que su autoridad es absoluta. Pero ignoran — o hacen caso omiso de — que Dios quería que el hombre tuviera libre albedrío. Dios quiere el servicio que requiere el libre albedrío. Toda la creación glorifica a Dios, pero Dios quiere que el hombre escoja servirle, que voluntariamente le sirva, y esto sería imposible sin libertad de voluntad. Además de eso, el hombre no puede decir «No» a Dios y escapar de la consecuencia, que es el castigo. Dios es Soberano, tiene todo control. El hombre dará cuenta a Dios en el Día Final.
VI. La gracia y la ley de Moisés (Romanos, Gálatas).
A. Gál 2:16; Gál 2:21; Gál 5:4; Rom 6:14; Rom 10:3, querer justificarse por la ley equivale a establecer su propia justicia (Flp 3:9, «mi propia justicia, que es por la ley»).
B. ¿Por qué no podían justificarse los judíos por la ley de Moisés?
1. Gál 3:10, «Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas». Aunque obedecieran casi todos los mandamientos, preceptos, estatutos, etc., por la transgresión de un solo mandamiento (de los más pequeños), eran transgresores y condenados, y bajo la ley de Moisés no había salvador.
2. Rom 4:4, «al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda», es decir, si alguno hubiera obedecido perfectamente toda ley de Dios, entonces sería justificado, simplemente por no haber pecado. Entonces, en tal caso Dios le debería la recompensa. Pero Rom 3:23 dice que todos pecaron; por eso, nadie puede justificarse de esa manera. Al decir (Rom 4:2; Rom 4:4-5) que Abraham no fue justificado por obras quiere decir que él no esperaba ser justificado por la obediencia perfecta, haciendo caso omiso de la misericordia y perdón de Dios. Rom 4:3 dice que «Creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia» y Rom 4:6 habla de la «justicia sin obras». Estos versículos se explican claramente en los vers. 7, 8. Se refieren al perdón de Dios. Esta es la única justicia verdadera. Los justificados son los perdonados. El perdón de Dios es la gracia de Dios. Esta es justificación o justicia por fe, Rom 4:3; Rom 4:5; Rom 5:1; Efe 2:8; Flp 3:9, es decir, por obtener el perdón de Dios por medio del evangelio de Cristo.
C. El sistema sacrificial bajo la ley no quitaba los pecados, Heb 10:1-4, sino que cada año se hacía memoria de ellos. Los fieles bajo la ley fueron salvos por Cristo, Heb 9:15-16.
VII. Nosotros también estamos bajo ley, Gál 6:2; Rom 8:2; 1Co 9:21; Stg 1:25; Stg 2:12, etcétera.
A. Es una ley aun más estricta — más exigente — que la ley de Moisés: Mat 5:21-24; Mat 5:28; Mat 5:32-47; Mat 15:18-20; 1Pe 1:15-16; 1Jn 3:15; Col 3:5; etc. Hay aun más culpa bajo la ley de Cristo.
B. La ley de Cristo no ofrece justificación por la obediencia perfecta. ¿No somos salvos por obedecer la ley de Cristo? Sí, pero no por obedecerla perfectamente, sin pecar nunca. ¿No debemos obedecer perfectamente la ley de Cristo? Sí, pero si queremos obedecerla perfectamente obedecemos el mandamiento de confesar pecados y esto indica o implica que hemos pecado (que no hemos obedecido perfectamente) y que buscamos la gracia de Dios. Desde luego, debemos esforzarnos y luchar por ser cumplidos en todo aspecto, pero todos pecamos (1Jn 1:8) y si confesamos los pecados Dios nos perdona (1Jn 1:9-10; 1Jn 2:1-2). ¡Esta es la gracia de Dios! Repito: el que obedece los mandamientos de la ley de Cristo, se arrepiente de sus pecados y es bautizado para perdón de los pecados, desde luego, reconoce y admite que no se está salvando por obedecer perfectamente la ley de Cristo; más bien, reconoce que ha pecado y que quiere el perdón de Dios.
C. Recuérdese Luc 17:10, «cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos». ¡Nadie merece la salvación!
D. Recuérdese también que había judíos que querían justificarse a sí mismos y que estos fueron representados por el fariseo de Luc 18:9-12.
VIII. Entonces, ¿somos o no somos salvos por las obras?
A. Los judíos no podían justificarse por las obras de la ley de Moisés, Rom 3:27-28. Esto se explica claramente en Gál 3:10.
B. Nadie será justificado por las buenas obras que haya hecho aparte de Cristo, Efe 2:9; 2Ti 1:9; Tit 3:5. Es importantísimo que todos entiendan que cuando Pablo dice que no somos salvos por obras, siempre se refiere a las obras hechas aparte del evangelio de Cristo y el perdón que El ofrece; es decir, son las obras que se hacen en lugar de obedecer al evangelio. Recuérdese que cuando Pablo habla de las obras que no salvan, él no habla de la obediencia a la fe (Rom 1:5; Rom 16:26).
C. ¿Puede una persona salvarse si considera que la ley de Cristo es solamente un código de leyes desprovisto de gracia, misericordia y perdón? ¿Cómo podría alguno leer el Nuevo Testamento, aprender aun lo más básico acerca del evangelio de Cristo y creer que la ley de Cristo — la perfecta ley de libertad — es simplemente un código de leyes que obedecer? «La obediencia a la fe» (Rom 1:5) no es meramente la obediencia a un código de leyes, sino la aceptación de la gracia de Dios que ofrece perdón de pecados.
Si alguno no obedece los mandamientos del Nuevo Testamento de corazón (Rom 6:17-18), es decir, con entendimiento del evangelio, con voluntad buena y con amor, deseando obtener una conciencia limpia, éste no obedece al evangelio (no obedece la ley de Cristo). Si obedece de corazón, no busca justificarse por medio de una obediencia perfecta, porque en ese mismo acto de obediencia reconoce que ha pecado y busca perdón.
Los sectarios — y algunos hermanos — nos acusan de ser legalistas, perfeccionistas, de que queremos salvarnos solos, que queremos merecer la salvación, etcétera, cuando enseñamos la necesidad de obedecer al evangelio, que se respete la autoridad de Cristo y que se siga el patrón bíblico, que no se tolere el divorcio excepto por causa de la fornicación ni las segundas nupcias no legítimas, etcétera, pero el enseñar de esta manera no significa que queremos salvarnos solos. No significa que no confiamos en la gracia de Dios. No significa que no buscamos el perdón de Dios a través de la sangre de Cristo. Creemos de todo corazón en la gracia de Dios que trae perdón, pero al mismo tiempo sabemos que esta misma gracia enseña todo el consejo de Dios (Tit 2:12; Hch 20:20; Hch 20:27), enfatiza la necesidad de obedecer al evangelio, y requiere que sigamos el patrón bíblico («Retén la forma de las sanas palabras», 2Ti 1:13).
D. Sin embargo, aunque reconocemos que pecamos y que necesitamos del perdón de Dios, recordemos Stg 2:24, «el hombre es justificado por las obras», es decir, las obras enseñadas por el evangelio (Efe 2:10). Esto simplemente significa que el hombre tiene que aceptar la salvación por medio de la obediencia al evangelio y la práctica de buenas obras.
IX. La obediencia y el hacer buenas obras equivalen a aceptar la salvación gratuita.
A. La teología calvinista enseña que todo depende de Dios, pero según la Biblia el hombre es muy responsable, y tiene mucho que ver con su salvación. La Biblia enseña que el hombre puede descuidar o aun abusar de la gracia de Dios: Hch 13:43, «… a que perseverasen en la gracia de Dios»; 2Co 6:1, «… a que no recibáis en vano la gracia de Dios»; Gál 2:21, «no desecho la gracia de Dios»; Gál 5:4, «de la gracia habéis caído «; 2Ti 2:1, » esfuérzate en la gracia»; Heb 12:15, «alguno deje de alcanzar la gracia de Dios»; Jud 1:4, » convierten en libertinaje la gracia». ¿Quién puede leer estos textos y seguir creyendo que el hombre no tiene ninguna responsabilidad ante la gracia de Dios o que la gracia de Dios es incondicional?
B. A través de la Biblia se puede ver que Dios hace su parte y que el hombre tiene que hacer su parte. Cuando esta verdad se presenta, no falta quien haga burla diciendo que para nuestra salvación «Dios hace la mitad y el hombre hace la mitad». No, nada de eso. Desde luego, el hombre no puede hacer la parte de Dios (el hombre no puede proveer un Salvador), pero al mismo tiempo es cierto que Dios no hará la parte que corresponde al hombre. Dios provee el pan, pero el hombre tiene que trabajar para poner el pan sobre la mesa. Recordemos y prediquemos los casos muy conocidos: los muros de Jericó (Dios los hizo caer, pero el pueblo tuvo que obedecer); la lepra de Naamán (Dios la sanó pero ¿si no se hubiera zambullido siete veces en el río Jordán?); Jesús sanó al ciego (Jua 9:1-41), pero éste tuvo que ir al estanque de Siloé para lavarse; Dios nos perdona pero tenemos que ser bautizados. En fin, toda la obediencia y todas las buenas obras son actos necesarios para aceptar la gracia de Dios.
C. Por eso, muchos textos dicen «hacer», «obedecer», «obrar». Mat 7:21; Mat 12:50; Hch 2:40; Gál 5:6; Flp 2:12, y Stg 2:24.
X. ¿Qué enseña la Biblia, pues sobre los temas de recompensa, salario, paga, galardón, etcétera?
A. No merecemos la salvación. Bien entendemos esto, pero Jesús dice de algunos, «andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas», Apo 3:4; también Apo 19:8, «el lino fino es las acciones justas de los santos». Reconocemos que en un sentido somos «siervos inútiles», pero al mismo tiempo nos gozamos al leer Apo 3:4; Apo 19:8, etc.
B. La salvación es la «dádiva de Dios», pero el Nuevo Testamento habla mucho de «recompensa», Mat 6:1; Mat 6:4; Mar 9:41; y «galardón», Mat 5:12; Luc 6:35; Rom 4:4 (paga, salario); Col 2:18; Col 3:24; Heb 10:35; Heb 11:6; 2 Jn. Sin embargo, si tenemos los ojos solamente en la recompensa en lugar de tener los ojos puestos en Jesús, no habrá recompensa.
Conclusión: ¡Sublime gracia! ¡Qué tema más hermoso! Hermanos, prediquemos mucho sobre la gracia de Dios. Los sectarios y algunos de nuestros hermanos dicen que no creemos en la gracia. Son acusaciones completamente falsas. El problema es que muchos aceptan definiciones católicas o evangélicas de la gracia y, puesto que no predicamos la teología de estas religiones falsas, se nos acusa de no predicar sobre la gracia. Dios nos creó a su imagen — con inteligencia y voluntad — y podemos entender y apreciar la voluntad de Dios. El hombre tiene libre albedrío y es responsable ante Dios. Nadie puede justificarse por obras aparte de Cristo — aparte del evangelio — pero estamos bajo la perfecta ley de libertad y nos conviene ser cumplidos y hacer buenas obras para glorificar a Dios. Aunque entendemos que en un sentido aun después de hacer todo lo que el Señor requiere somos «siervos inútiles», en otro sentido somos justificados por obras (Stg 2:24) y el Señor nos considera «dignos» de llevar «vestiduras blancas» en su presencia. No desechemos la gracia; no recibamos en vano la gracia; no convirtamos la gracia en libertinaje; no dejemos de alcanzar la gracia, sino más bien, nos esforcemos en la gracia, y ¡Dios nos recompensará!
(Algunos de los datos históricos y otros pensamientos presentados en este estudio se encuentran en el libro sobre la gracia por nuestro amado hermano Robert Turner de Burnet, Texas).

Fuente: Notas Reeves-Partain

Según parece, con la afirmación de este versículo Pablo está rebatiendo la acusación de sus oponentes de estar rechazando la gracia de Dios, por lo que afirma: No desecho la gracia de Dios. Algunos especialistas opinan que aquí la gracia de Dios se refiere a la ley misma como regalo de Dios para Israel. Por otro lado, es posible interpretar que dicha frase se refiere al regalo de Dios en Jesucristo, es decir, a la oferta de Dios de la nueva vida. El mérito de esta interpretación es que la misma corresponde mejor a todo el argumento que Pablo ha venido desarrollando, y también a lo que sigue inmediatamente.

El verbo griego de esta frase tiene el sentido de “desechar”, “desligarse de algo o de alguien”, “no tomar en consideración”. Las versiones traducen como «no rechazo» (TLA), «sería como despreciar» (BL), «no tengo por inútil» (BJ), «no anulo» (BP), «no quiero hacer estéril» (BA).

En algunos idiomas el concepto de gracia, en el sentido de “gracia de Dios”, puede expresarse como “amor sin medida”, “amor que no espera nada a cambio”. Es una expresión de sentido muy propio, para la cual no hay un equivalente exacto en español. Las versiones ofrecen buenas opciones: «El amor de Dios» (TLA), «la bondad de Dios» (DHH96), «el favor de Dios» (NBE), “don de la salvación de Dios” (Vidal: 91).

Pablo aquí está afirmando que él no rechaza la gracia de Dios por el hecho de rechazar la ley como recurso de justificación. En efecto, según su argumento, si la ley pudiera asumir esa función, entonces Cristo habría muerto inútilmente: Pues si por la Ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo. Aquí, como en otras partes de la carta, la justicia se refiere a la “justificación” o a la situación de una persona que es puesta en la correcta relación con Dios, la «rehabilitación» (NBE). El uso del modo subjuntivo comunica bien la idea de distanciamiento respecto de una alternativa. Varias versiones lo utilizan, además de conservar la estructura condicional del original: «Si él nos aceptara sólo porque obedecemos la ley, entonces de nada serviría que Cristo haya muerto» (TLA), «si por la ley se obtuviera la justificación, entonces hubiese muerto Cristo en vano» (BJ), «si se obtuviera» (DHH96), «si [ ] se consiguiera» (NBE).

El adjetivo griego utilizado aquí tiene el sentido de “gratis”, “de regalo”, pero también de “inútil”. Las versiones comunican bien este sentido: «De nada serviría que Cristo haya muerto» (TLA), «Cristo habría muerto inútilmente» (DHH96), «Cristo habría muerto en vano» (BA).

Reflexión bíblica y pastoral

Lo que sucedió en Antioquía está narrado como contraste respecto de lo que había sucedido en Jerusalén. En efecto, el primer encuentro terminó en acuerdo, mientras que el segundo encuentro terminó con una reprimenda pública de Pablo a Pedro, aunque sería injusto evaluar la conducta de Pedro sólo a partir de la narración de Pablo, pues tal vez Pedro tendría argumentos que aducir que nosotros desconocemos.

Hemos mencionado que los cristianos de origen judío tenían muchas reservas respecto de tener comunión plena con los cristianos de otro origen. Los judeocristianos no veían la necesidad de abandonar sus tradiciones sagradas por el hecho de creer que Jesús era el Mesías. Pablo mismo nunca planteó esta exigencia. En realidad, Pablo defendía que no se debía obligar a los cristianos de origen no judío a cumplir la ley de Moisés, especialmente la circuncisión, antes de considerárseles miembros del nuevo pueblo de Dios con todos sus privilegios. Esto fue lo acordado en la reunión de Jerusalén, pero, según Pablo, en Antioquía Pedro actuó de manera inconsecuente.

El motivo del conflicto en Antioquía fue un cambio de actitud de Pedro. Al principio, Pedro no tenía reservas de comer en compañía de hermanos y hermanas de origen no judío, pero luego se replegó y dejó de hacerlo, al llegar algunas personas relacionadas con Santiago y la iglesia de Jerusalén. Lo más seguro es que esas personas pertenecían a un grupo muy conservador. Pablo interpretó la actitud de Pedro como miedosa e hipócrita, y por ese motivo lo llamó públicamente a rendir cuentas.

Algo digno de considerar es la sabiduría con la que Pablo trató los diferentes asuntos de los cuáles se referido la Carta. La confrontación con Pedro, Pablo decidió hacerla en público, ya que en este caso se trataba de una situación que afectaba a toda la comunidad. En Jerusalén, en cambio, Pablo decidió exponer su enseñanza a los líderes “en privado”. Vemos, pues, que es preciso también ser prudentes en las comunidades cristianas de hoy para saber cuándo una situación se debe ventilar públicamente y cuándo es más recomendable limitar la participación.

No debe perderse de vista que quien recibe la corrección es Pedro, uno de los líderes con mayor autoridad y prestigio de la joven iglesia. Esto nos enseña que no deben importar las jerarquías: si una persona está actuando de una manera que daña a la iglesia, es necesario señalarlo. En la iglesia se debe confrontar y censurar a cualquier pastor o dirigente espiritual que sea culpable de hipocresía o error.

Pablo se refiere a los recién llegados como “los que pertenecían al grupo de la circuncisión” (Gál 2:12). Esto indica que se trata de cristianos provenientes del judaísmo, que creían que la señal de la circuncisión era aún necesaria. Los mismos también enseñaban que los judíos creyentes en Cristo no debían comer con aquellos creyentes en Cristo de origen no judío que no guardaban las costumbres judías y las restricciones alimenticias.

Pedro, en efecto, sabía que Dios aceptaba sin parcialidad a todas las personas (cf. Hch 10:34-35), pero en esta circunstancia parece estar negando su propia convicción por temor a la crítica y a la posible pérdida de autoridad en la iglesia de Jerusalén. En pocas palabras, por temor al “qué dirán”. Sin embargo, es probable que aquello que Pablo califica como hipocresía fuera para Pedro simplemente una señal de cortesía hacia los hermanos recién llegados, quienes aún no estaban acostumbrados a los nuevos usos. Nuevamente, vemos lo importante que es tratar de entender los diversos puntos de vista antes de lanzar juicios definitivos.

El hecho es que, al retirarse de la comunión de mesa con los creyentes que no eran de origen judío, Pedro estaba poniendo en riesgo la unidad de la única iglesia y generaba la impresión de que había dos cuerpos de Cristo, uno integrado por judíos, y el otro, por no judíos. Pablo consideró fundamental la defensa de la comunión, pues ésta era la principal señal de que Dios no hacía acepción de personas. Ahora Dios ya no declara a nadie “justo” sólo por pertenecer al pueblo judío, sino por aceptar en fe la obra de Cristo.

Sin embargo, con frecuencia hay un largo trecho entre la teología y la práctica. Es fácil ver que el problema que se suscitó en Antioquía sigue siendo actual. En las iglesias a menudo se viven diversas formas de discriminación. La unidad en Cristo sigue siendo, en muchas ocasiones, sólo un eslogan religioso. En la vida cotidiana es muy frecuente ver divisiones de diverso género entre ricos y pobres o entre personas que se consideran más santas y espirituales, o más fieles a Dios que las demás. De igual manera, sigue habiendo gente que vive más preocupada por cumplir tradiciones y reglamentos, que por vivir su libertad cristiana de manera plena y responsable.

En este pasaje, “vivir para Dios” y “ser crucificado con Cristo” se presentan como dos dimensiones complementarias que nos muestran la comprensión que tenía Pablo de la nueva vida. Vivir para Dios es, principalmente, vivir para el prójimo, dejando atrás las tendencias individualistas y egoístas que con frecuencia marcan la conducta humana. Para Pablo, convertirse en creyente en Cristo debe resultar en una manera diferente de vivir, caracterizada por la libertad bajo la guía del Espíritu.

La persona declarada justa por la fe en Cristo reconoce la nueva vida que le ha llegado por el amor de Cristo como algo que se recibe en forma de regalo. La vida recibe una nueva orientación y sentido. Los que tienen fe en Cristo viven en íntima comunión con su Señor, en su muerte y en su resurrección. En efecto, quienes han sido crucificados con Cristo participan también con él de su vida resucitada.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

REFERENCIAS CRUZADAS

f 106 Jua 1:17; Rom 4:5

g 107 Gál 3:21; Heb 7:11

h 108 Tit 3:5

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

nula la gracia de Dios. Insistir en la justificación por medio de la ley y no por la fe es rechazar la gracia que se manifiesta en el sacrificio de Cristo en la cruz (5:2, 4, 11).

Fuente: La Biblia de las Américas

21 (1) La gracia de Dios consiste en que Cristo, la corporificación del Dios Triuno, nos ha impartido la vida divina por medio del Espíritu vivificante. No vivir por este Espíritu es hacer nula la gracia de Dios.

21 (2) Cristo murió por nosotros para que en El tengamos justicia, por medio de la cual podemos recibir la vida divina ( Rom_5:18 , Rom_5:21). Esta justicia no es por la ley sino por la muerte de Cristo.

21 (3) O, sin causa. Si por la ley fuese la justicia, Cristo murió en vano, o sea sin causa. Sin embargo, la justicia viene por medio de la muerte de Cristo, y la muerte de Cristo nos ha separado de la ley.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

No desecho la gracia de Dios. I.e., no la dejo a un lado. Eran los gálatas, no Pablo, los que desechaban la gracia de Dios al querer retener la ley. Si Dios exigía obediencia mediante la ley, ¿por qué había enviado a Su Hijo a sufrir y morir en una cruz?

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

O, innecesariamente

Fuente: La Biblia de las Américas

?V. 21:? ?No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.?El querer justificarse con las obras y fuerzas propias, mediante la ley, constituye una ofensa tan? ?grave que el apóstol la define como un «desechar la gracia de Dios». No la llama: meramente una ingratitud,? ?la que de por sí ya es algo malísimo, sino además un desprecio. El afán supremo del hombre debiera ser? ?el de buscar la gracia de Dios; pero aquellos?94? la rechazan, a pesar de que la habían recibido gratuitamente.?¡En verdad, una muy seria reprensión la de Pablo!Este razonamiento del apóstol de que «si la justicia fuese por la ley», etc., es digno de que se lo? ?examine con toda atención. Aquí se declara sin ambages: o Cristo murió de balde, -lo cual es el colmo de? ?las blasfemias contra Dios-, o por la ley no se tiene más que pecado. Pues a aquellos que introducen en la? ?teología distinciones sacadas de su propia cabeza, hablando de justicia moral, justicia de la fe, y no sé qué? ?otras clases de justicias -a esa gente hay que mantenerla a gran distancia de las Sagradas Escrituras. Concedamos que el Estado tema su justicia particular, que los filósofos tengan la que a ellos les parezca adecuada, y cada cual la suya. Pero aquí tenemos que entender la «justicia» en el sentido que la Escritura le da. Y esta justicia, afirma el apóstol, existe sola y cínicamente por la fe en Jesucristo: todas las demás obras, aun las que emanan de la santísima ley de Dios, no sólo no otorgan justicia, sino que hasta son pecados, y hacen al hombre peor ante los ojos de Dios. Tan pecaminosas son, v tan distantes de la justicia, que el Hijo de Dios tuvo que morir para que a nosotros se nos pudiera regalar la justicia. Por lo tanto, en teología no llames jamás «justicia» a lo que está fuera de la fe en Cristo. Mas si es seguro que no es justicia, es igualmente seguro que es pecado, y pecado merecedor de condenación.?Fíjate pues en la nueva justicia, y en la nueva definición de lo que es justicia. Por lo general se dice:? ?«La justicia es la virtud que da a cada uno lo que le corresponde». Aquí en cambio se dice: «La justicia es? ?la fe en Jesucristo o la virtud por la cual se cree en Jesucristo», como leemos en ?Romanos 10? (y 10): «Con? ?el corazón se cree rara justicia», es decir, si alguien quiere ser justo, debe creer de corazón en Cristo. Y San Jerónimo escribe en el capítulo 3 de su Comentario:95 «Muy acertada es aquella sentencia de un sabio de que no se vive como creyente a causa de la justicia, sino que se vive como justo a causa de la fe, o sea, no se es creyente a causa de la propia justicia, sino que se es justo a causa de la fe». ¡Admirable sentencia, por cierto!?De esto se desprende: si el justificado por la fe da a cada uno lo que le corresponde, no lo da por sí? ?mismo, sino por otro, a saber, por Jesucristo; pues éste solo es tan justo que da a todos lo que se les debe? ?dar; es más: a él todos le deben todo. Mas el que cree en Cristo y ha llegado a ser uno con él por el espíritu? ?de la fe, ya no sólo deja satisfechos a todos, sino que logra además que todos le deban todo, ya que él tiene todas las cosas en común con Cristo. Sus pecados ya no son suyos, sino de Cristo. Pero en Cristo, los pecados ya no pueden vencer la justicia; al contrario, ellos mismos son vencidos: son, pues, destruidos en él. Y viceversa: la justicia de Cristo ya no es sólo justicia de Cristo, sino la justicia de su cristiano. Por lo? ?tanto, el cristiano no puede deber nada a nadie ni puede ser subyugado por sus pecados, ya que es sustentado? ?por una tan grande justicia.?He aquí la inestimable gloria de los cristianos, la inefable solicitud que el amoroso Dios tiene para? ?con nosotros, solicitud por la cual se nos regalan tan grandes y tan preciosos dones. Con toda razón, Pablo? ?exhorta con tanto énfasis a que no se desechen estos dones. Es por esto también que esta justicia es llamada «justicia de Dios» en textos como ?1 Corintios 1? (v. 30): «Cristo nos ha sido hecho por Dios justicia, sabiduría, santificación y redención»; ?Romanos 1? (v. 16): «No me avergüenzo del evangelio; en él se revela la? ?justicia de Dios por fe y para fe, como está escrito: el justo por la fe vivirá»; ?Romanos 10? (v. 3): «Ignorando? ?la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se lían sujetado a la justicia de Dios». En este sentido aparece la expresión también en los Salmos: 30 (31:1): «Líbrame en tu justicia» -de ninguna manera en (o por) la mía propia, porque ésta procede de la ley y no es más que pecado. Además, ?Salmo 142? (143:1): «Escúchame por tu justicia»; ?Salmo 71? (72: 1, 7): «Oh, Dios, da tu juicio al rey, y tu justicia al hijo del rey; florecerá en sus días justicia, y abundancia de paz». Salmo?95? (96: 13): «Juzgará al mundo con justicia».?96? ¿Para qué citar más pruebas? Por «justicia de Dios» las Escrituras entienden casi siempre la fe y la gracia, y rarísima vez la severidad con que Dios condena a los impíos y absuelve (lat. liben at) a los justos, que es el entendimiento que se ha generalizado en nuestros días.?97? Ahora bien: si la justicia de la fe ha de definirse como un dar de nosotros mismos a cada uno lo que le corresponde», mejor será entender que esto se hace mediante la «cesión», como lo llaman, de todos los? ?bienes, tal como el Señor lo enseña en ?Lucas 14? (v. 28 y sigtes.) en la parábola del hombre que quería? ?construir una torre, y del que se aprestaba para luchar contra uno más fuerte que él. Pues «constructores de? ?torres» (..según el ejemplo de los que comenzaron la torre de Babel) son los que confiando en sus propias? ?fuerzas intentan justificarse y salvarse a sí mismos mediante obras de la ley; y con las poquitas tropas de? ?sus obras quieren hacer frente a Cristo cuando éste venga como Juez al que nadie puede resistir. A esta? ?gente, Cristo les da el consejo de que «primero calculen los gastos», y ya verán que nada pueden hacer. Por esto, dejando a un lado todas las presunciones de sabiduría, virtud c justicia, deben «pedir condiciones de paz cuando el otro está todavía lejos»: desesperando de sí mismos, y arrojándose con plena fe a los pies de la misericordia del Rey que viene. Pues así concluye Jesús aquella parábola: «Así, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo» -quiere decir: no serás cristiano en tanto que no te apoyes en la fe sola y rechaces completa y terminantemente tus esfuerzos por lograr una justicia propia.

Fuente: Comentario de Gálatas por Martin Lutero