Comentario de Gálatas 3:15 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Hermanos, hablo en términos humanos: Aunque un pacto sea de hombres, una vez ratificado, nadie lo cancela ni le añade.

3:15 — Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade (condiciones, LBLA). — Es acto criminal cambiar el testamento ya ratificado. Este es un argumento sencillo y claro, pero también poderoso y convincente.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

hablo como hombre. Rom 6:19; 1Co 15:32.

un pacto sea de hombre. Heb 9:17.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

El pacto probablemente significa una «última voluntad y testamento», que es inmodificable después de ser ratificado. Muchos de los usos de la palabra en el NT. se refieren a un solemne convenio o contrato que Dios hizo con su pueblo.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Hermanos. Este término familiar revela el amor compasivo de Pablo por los gálatas, el cual ellos habrían podido comenzar a cuestionar ante el despliegue de su reprensión austera (vv. Gál 3:1; Gál 3:3). en términos humanos … pacto … de hombre. Hasta los pactos humanos, una vez confirmados, se consideran irrevocables y sus términos no pueden ser cambiados. Cuánto más un pacto hecho por Dios, quien es inmutable (Mal 3:6; Stg 1:17).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Pablo anticipó y refutó una objeción posible a su uso de Abraham para probar la doctrina de justificación por fe, que la entrega de la ley en el Sinaí después de Abraham introdujo mejoras con un cambio y un método superior de salvación. El apóstol deshizo ese argumento al mostrar la superioridad del pacto de Dios con Abraham (vv. Gál 3:15-18), y la inferioridad de la ley (vv. Gál 3:19-22).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

3:15 — Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade (condiciones, LBLA). — Es acto criminal cambiar el testamento ya ratificado. Este es un argumento sencillo y claro, pero también poderoso y convincente.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL PACTO QUE NO SE PUEDE ALTERAR

Gálatas 3:15-18

Hermanos: No puedo usar nada más que una analogía humana. Aquí tenéis el paralelo. Cuando un pacto está debidamente ratificado, aunque se trate del pacto de una sola persona, nadie lo anula ni le añade cláusulas adicionales. Ahora bien: las promesas se hicieron a Abraham y a su simiente. No dice: «Ya sus simientes, H como si se tratara de muchos, sino: «Y a su simiente,» como si se tratara de uno, y ese Uno es Cristo. Lo que quiero decir es que la Ley, que entró en acción cuatrocientos treinta años más tarde, no puede anular el pacto ya ratificado por Dios, dejando sin efecto la promesa. Porque, si la herencia dependiera de la Ley, dejaría de depender de la promesa; pero fine por medio de la promesa como Dios confirió Su Gracia a Abraham.

Cuando leemos pasajes como este y el próximo, tenemos qúe recordar que Pablo había estudiado la carrera de rabino, y era un experto en los métodos escolásticos de las academias rabínicas. Sabía hacer uso de sus métodos de razonamiento, que serían perfectamente consecuentes para un judío, por muy difícil que nos resulte a nosotros entenderlos.
Su propósito era mostrar la superioridad de la Gracia sobre la Ley. Empieza mostrando que la Gracia es anterior a la Ley. Cuando Abraham emprendió su aventura de la fe, Dios le hizo Su más grande promesa. Es decir: la promesa de Dios fue la consecuencia de un acto de fe; la Ley no empezó a existir hasta el tiempo de Moisés, cuatrocientos treinta años después. Pero -continúa Pablo-, una vez que un pacto o tratado ha sido debidamente ratificado, no se puede alterar ni anular. Por tanto, la Ley posterior no puede alterar la relación anterior de la fe. Fue la fe la que puso a Abraham en relación con Dios; y la fe es todavía el único camino para que una persona se ponga en la debida relación con Dios.
Los rabinos eran muy aficionados a usar razonamientos que dependieran de la interpretación de una palabra aislada; erigían toda una teología sobre una sola palabra. Pablo toma una palabra de la historia de Abraham, y levanta un razonamiento sobre ella. Como la antigua versión Reina-Valera traducía Ge 17:7-8 , Dios le dijo a Abraham: «Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu simiente después de ti,» y dice de Su herencia: «Y te daré a ti, y a tu simiente después de ti.» (Simiente se traduce más claramente por descendiente; las revisiones posteriores de la Reina-Valera ponen descendencia). El razonamiento de Pablo se basa en que simiente se usa en singular y no en plural; y que, por tanto, la promesa de Dios no se refiere a una gran multitud de gente, sino a un único individuo; y -razona Pablo-, la única Persona en Quien el pacto encuentra su consumación es Jesucristo. Por tanto, el camino a la paz con Dios es el de la fe, que fue el que siguió Abraham; y nosotros debemos recorrerlo mirando a Jesucristo por la fe.

Una y otra vez Pablo vuelve a este mismo punto. El problema de la vida humana es llegar a la debida relación con Dios. Mientras Le tengamos miedo, no podemos tener paz. ¿Cómo podemos obtener esta debida relación? ¿Podrá ser por medio de una obediencia meticulosa y casi torturante de la Ley, cumpliendo incontables obras y observando cada norma diminuta que la Ley establece? Si seguimos ese camino, siempre estaremos en deuda, porque la imperfección humana nunca puede satisfacer plenamente la perfección divina; pero, si abandonamos esta lucha desesperada, y nos presentamos con nuestro pecado ante Dios, Su Gracia nos abre Sus brazos, y nos encontramos en paz con un Dios que ya no es Juez, sino Padre. El razonamiento de Pablo es que esto fue precisamente lo que le sucedió a Abraham. Fue sobre esa base como Dios hizo Su pacto con Abraham; y nada que viniera después podía cambiarlo o anularlo, como nada que venga después de un contrato ratificado y sellado puede alterarlo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

La ley no anula la anterior promesa de Dios (Gál 3:15-22)

Análisis de discurso

En esta sección Pablo se concentra en demostrar que la promesa de Dios hecha a Abraham sigue siendo válida, a pesar de la posterior llegada de la ley. Pablo es claro cuando afirma que la promesa mantiene toda su vigencia y que ha llegado a su cumplimiento en Cristo. Pablo se ve obligado a responder a la acusación que le dirigen los maestros rivales de estar atentando contra el carácter sagrado de la ley. La respuesta de Pablo es de una gran dureza, tal vez porque él siente que la oposición contra su persona y enseñanza es, en Galacia, muy fuerte y efectiva.

Según Pablo, la ley debería haber conducido al reconocimiento de Cristo como heredero de la promesa. Esa función ubica a la ley en la categoría de “pedagogo” (v. Gál 3:24), lo cual le resta jerarquía, pero le reconoce aún una función positiva. No obstante, la experiencia misionera ha mostrado al apóstol que en realidad la ley se ha convertido en un obstáculo para que la gente llegue al conocimiento de Cristo. Por esta razón, el énfasis de su estrategia discursiva consiste ahora en intentar demostrar que la promesa es superior a la ley.

Para demostrar su argumento, Pablo recurre a un ejemplo de la vida cotidiana, esto es, el de la validez de un contrato o acuerdo debidamente establecido. En los versículos Gál 3:15-18, Pablo alega que la alianza de Dios con Abraham, al igual que un contrato entre personas, no puede ser alterada, cambiada o anulada posteriormente. En conclusión, tampoco la ley tiene la facultad de anular la promesa, dado que la ley fue dada cuatrocientos treinta años más tarde.

Para Pablo, la promesa que Dios hizo a Abraham funciona como un testamento dirigido a la descendencia de este último, que es Cristo, según la exégesis paulina (vv. Gál 3:15-16). Entonces, resulta claro que la promesa permanece válida a pesar de la llegada de la ley, la cual es buena en su intención, pero ineficaz para conducir la promesa a su cumplimiento. A la ley le toca esta condición de inferioridad por haber llegado más tarde, pero, además, por haber sido entregada por medio de ángeles, y no directamente por Dios, y por su incapacidad de dar vida. Pablo, entonces, no afirma que la ley no sirve para nada, pero sí deja claro que es muy inferior a la promesa y, por tanto, al evangelio que él predica.

La creencia de que Cristo es la descendencia de Abraham formaba parte de la tradición que Pablo aprendió en Antioquía. Aquí el apóstol utiliza dicha tradición para demostrar que los verdaderos descendientes de Abraham son los que están ligados a Cristo y no a Moisés. Pablo quiere refutar la interpretación de los maestros rivales de que la descendencia de Abraham se adquiere por la pertenencia al pueblo de Israel, cuyos miembros portan la circuncisión como señal de la alianza. Por esa razón, Pablo contrapone el argumento de que la descendencia viene de Cristo, portador por excelencia de la descendencia. Por medio de Cristo, los creyentes se convierten en verdaderos descendientes de Abraham, y, por tanto, en receptores de la promesa. La promesa, entonces, es herencia y bendición para todos los pueblos de la tierra, y no un beneficio exclusivo para el pueblo judío.

TÍTULO: El título «La ley y la promesa» (NVI, BP, BA) es demasiado general y no comunica mucho. Mejores opciones son «La ley no anula la promesa» (DHH96, BJ) y «La promesa no depende de la ley» (NBE), puesto que incluyen un factor valorativo. Nuestra propuesta señala, además, la anterioridad de la promesa respecto de la ley, un punto que es central en el argumento de Pablo: “La ley no anula la anterior promesa de Dios”.

Análisis textual y morfosintáctico

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

El vocativo hermanos indica, claramente, que Pablo inicia una nueva argumentación. Es prudente recordar que el llamarse “hermanos” y “hermanas” era de uso común en las primeras comunidades cristianas, como en muchas de la actualidad. Puede usarse también la expresión “compañeros creyentes en Cristo” o “hermanos y hermanas”.

La frase hablo en términos humanos indica, simplemente, que Pablo va a referirse a algo que es de conocimiento común entre sus lectores: «Les voy a hablar con un ejemplo tomado de la vida ordinaria» (BA), «emplearé un lenguaje corriente» (BP), «voy a ponerles ejemplo» (NVI), «les voy a dar un ejemplo que cualquiera puede entender» (TLA).

Varias versiones traducen el término griego diatheke como “testamento”. En el Nuevo Testamento, con una o dos excepciones, se utiliza dicho término como un equivalente de la palabra hebrea traducida como “pacto”. En esta sección de la carta, Pablo no está pensando en la muerte de nadie, razón por la cual es mejor evitar “testamento” y ofrecer palabras más adecuadas como “pacto” o “alianza”, preferidas por varias versiones (BA, NVI, TLA). En algunas culturas se puede usar “acuerdo”, “arreglo” o “entendimiento”.

El texto griego dice, literalmente: “Aunque de hombre, habiendo sido ratificado un pacto, nadie lo anula o le añade”. La idea de fondo es que los acuerdos escritos entre personas no pueden ser modificados una vez que ambas partes han expresado su conformidad por medio de la firma. El verbo “ratificar” incluye y relaciona las acciones de “acordar” y “firmar”, como bien comunican algunas versiones: «Cuando una persona hace un pacto con otra y lo firma» (TLA), «y lo respalda con su firma» (DHH96), «una vez que ha sido ratificado» (NVI).

Es preciso comunicar la idea de que al acuerdo no se le puede quitar ni añadir nada: Nadie lo invalida, ni le añade, «nadie puede anular o modificar» (BA), «nadie puede anularlo ni agregarle nada» (TLA), «ni se le puede añadir una cláusula» (NBE). En un lenguaje más sencillo, podría decirse lo siguiente: “No puede llevar enmiendas ni tachones”, “nadie debe andar haciéndole arreglos”, “todo queda tal como se acordó, sin remiendos ni borrones”.

Este ejemplo muestra a los gálatas que, en efecto, si los pactos entre las personas no pueden modificarse, mucho menos puede modificarse un pacto en el que Dios ha empeñado su palabra.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

El lugar de la ley. Luego de expresarse más bien negativamente en cuanto a la ley, Pablo pudo haber sentido la necesidad de extenderse ex plicando la forma en que la ley se aplica en los propósitos de Dios. ¿Cuál es, en realidad, la relación entre ella y la promesa dada a Abraham? Su respuesta subraya el hecho de que la ley es tanto posterior al pronunciamiento de la promesa (15-18) como anterior al cumplimiento de la promesa (19-25).

Primero, entonces, el Apóstol destaca que el pacto de la ley fue dado por Dios más de cuatro siglos después de establecido el pacto abrahámico. (La palabra que se traduce como pacto significa también “testamento”, pero fue usada en la LXX para traducir la palabra heb. que significa “pacto”. Si Pablo intentaba presentar un doble significado, es difícil de determinar.) Lo que quiere decir es claro: es inconcebible que el pacto posterior anulara el anterior. Pero eso es verdaderamente lo que la ley haría si pudiera ofrecer la herencia de otra forma que no fuera por una promesa dada por gracia. La enseñanza de los judaizantes, en efecto, crea un conflicto insuperable entre ambos pactos (17). La he rencia es recibida por la gracia o por las obras de la ley; y dado que es recibida por gracia, no puede ser recibida por las obras de la ley (18; cf. Rom. 4:5). En el curso de su argumentación Pablo recuerda a los gálatas algo que ellos (y probablemente hasta los judaizantes) aceptaban, eso es, que la promesa a la descendencia de Abraham se cumple en Cristo (16). Este punto será muy importante en la argumentación que sigue.

Segundo, Pablo destaca que la ley vino antes que, y en cierto sentido preparó el camino para, el cumplimiento de la promesa (19-25). El punto principal aquí es el carácter temporario de la ley mosaica. Fue dada por un período, hasta la venida de la descendencia: Cristo (19). Una vez que la realidad de la fe vino en la persona de Cristo, la función de supervisión que tenía la ley cesó (25). En lugar de contradecir la promesa, la ley sirvió a los propósitos de Dios, manteniendo “presos” o “reservados” a sus súbditos pecadores, custodiándolos y limitándolos en forma muy similar a la que, en el mundo romano, el paidagogos (esclavo encargado de supervisar a los niños) corregía a quienes estaban bajo su cuidado. (La palabra gr. paidagogos aparece en los vv. 24 y 25, como tutor. En otras palabras, la administración mosaica estaba subordinada al pacto abrahámico y, en efecto, preparó a quienes estaban bajo ella para la manifestación del evangelio. Esta idea es elaborada con mayor detalle en 4:1-7.

El carácter subordinado de la función de la ley se presenta de diversas maneras en el v. 19. Primera, fue dada (o “añadida”), es decir, no fue el pacto original. Segunda, fue dada por causa de las transgresiones, lo cual puede significar que la ley tenía el fin de limitar el pecado, o más probablemente, de traer a la luz las transgresiones (Rom. 3:19, 20; 4:13-15; 5:13) y aun aumentarlas (en el sentido de Rom. 5:20; 7:7-11). Tercera, fue promulgada por medio de ángeles, por mano de un mediador, lo cual sugiere cierta inferioridad con respecto al pacto abrahámico (la significación precisa del v. 20 no es clara, aun después de muchas discusiones y estudios por parte de los eruditos). En resumen, la ley no puede impartir vida, no puede justificar. Lejos de anular el carácter de gracia de la promesa, la ley promueve los propósitos de Dios y nos enseña a mo rir a esa ley (2:19) para poder ser justificados por fe.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

a 136 Heb 9:17

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

M59 Κατά se usa en un sentido transferido (es decir, de acuerdo con, en virtud de, con respecto a); κατὰ ἄνθρωπον λέγω significa: estoy usando una analogía humana, hablo como un hombre.

T337 Ὅμως … οὐδείς significa: puede ser sólo la voluntad de un hombre, sin embargo, nadie (una transferencia sucede antes de οὐδείς; ὅμως significa: aunque sólo -BD450[2]).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., según el hombre

Lit., de hombre; i.e., entre hombres

Fuente: La Biblia de las Américas

?V. 15:? ?Hermanos, hablo en términos humanos: Un testamento (Lat. testamentum)?,?56? aunque sea de? ?hombre, una vez ratificado, nadie lo desecha, ni le añade.?El apóstol deja inconclusa la frase; en realidad, habría que agregar: «Por lo tanto, mucho menos? ?debe desecharse el testamento de Dios ni añadírsele cosa alguna, una vez que ha sido ratificado».?«En términos humanos» está hablando Pablo, para enseñar a los gálatas, duros de entendimiento,? ?verdades divinas mediante un ejemplo de la vida humana. Así al menos opina Jerónimo.?57? Pero a mi ver, no? ?hay nadie tan inteligente que no necesite de tales ejemplos para aprender a conocer a Cristo. Al contrario: esta comparación o ejemplo fue una imperiosa necesidad. De otro modo, lo que Pablo quiere decir aquí? ?habría sido aún más difícil de entender que el pasaje de ?Romanos 4?, donde discute el mismo tema, pero sin? ?un ejemplo de esta naturaleza. Y hasta ahora no he visto a nadie que haya presentado una explicación? ?satisfactoria. ?Dirijamos pues nuestra mirada a las dos cosas, el ejemplo y la realidad misma. Veremos entonces? ?con cuánta fuerza de argumentación el apóstol vuelve a rebatir la justicia basada en el cumplimiento de la? ?ley. La conclusión a que quiere llegar es ésta: Si nos es posible obtener la justicia por nuestros propios? ?esfuerzos, mediante la ley y sus obras, la promesa de bendición que se hizo a Abraham carece de objeto, ya que podemos llegar a ser justos sin tal promesa, por medio de la ley. O por lo menos aquella promesa es por sí sola insuficiente para justificarnos si necesita como complemento la justicia de la ley. Y con ello, el pacto y la promesa de Dios son o superfluos o deficientes, siendo que hace falta añadirles algo. Pero tanto lo uno como lo otro es lo más detestable que imaginar se pueda. Por consiguiente es verdad lo contrario, a saber, que la justicia de la ley no es ni necesaria ni suficiente. ¡Por cierto, no podría haber argumento más convincente!?Pues bien, miremos las cosas un poco más de cerca: En todo testamento hay cuatro factores: el? ?testador, el beneficiario para quien es hecho el testamento, el testamento mismo, y el bien que es testado o? ?legado. Estos mismos factores se nos presentan también aquí: Dios es el testador; pues él es el que hace la promesa y el legado. Abraham y su simiente son los beneficiarios, aquellos que reciben lo testado como? ?herederos de Dios el testador. El testamento es la promesa misma, Génesis cap. 21 y 17.?58? El bien testado es precisamente el hecho de que ellos son constituidos herederos, o sea, la gracia y justicia de la fe, a saber, la bendición que alcanza a los gentiles en la simiente de Abraham. Ahora bien: la gracia de la promesa y la justicia de Dios han sido producida y puestas a disposición por Cristo, y de esta manera, por la muerte de Cristo el testamento de Dios ha sido no sólo ratificado, sino también ejecutado y distribuido. Si esto no es suficiente a menos que poseas también la justicia de la ley, ¿no resulta entonces que el testamento de Dios, que no es meramente un testamento nuncupativo, sino ratificado y cumplido -que este testamento ha sido invalidado, y se le «ha añadido algo», cosa que ni siquiera debiera ocurrir con un testamento humano? Mas si la gracia es suficiente, y si el testamento de Dios tiene validez, está claro que no hace falta buscar la justicia de la ley. Lo mismo se recalca en ?Romanos 4? (v. 14 ): «Si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa» -pues salta a la vista que si bastara con la justicia de la ley, no habría necesidad de la fe y de la gracia prometida a Abraham.?Todo esto te permitirá comprobar, pues, con cuánta propiedad el apóstol discute las verdades de la? ?Escritura. Tanto es así que por fuerza tienen que resultar ininteligibles para quienes opinan que Pablo habla? ?solamente de la ley ceremonial. Porque con el mismo argumento apunta también a la Justicia del Decálogo: si podemos llegar a ser justos cumpliendo las obras mandadas en el Decálogo, entonces la fe y la rendición? ?cuyo derramamiento sobre los gentiles le fue prometido a Abraham son inútiles; porque de ser así las cosas, ya somos justos sin fe y sin la bendición aquella.

Fuente: Comentario de Gálatas por Martin Lutero