Comentario de Gálatas 3:22 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

No obstante, la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa fuese dada por la fe en Jesucristo a los que creen.

3:22 — Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. — Rom 11:32, «Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos». La ley encerró a los hombres como prisioneros, condenados por sus pecados, para que la justificación por el evangelio se ofreciera a los que creen. Así es que en lugar de ser antagónica al evangelio la ley recalcó y reveló la bendición del evangelio (McGarvey).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

la Escritura lo encerró todo. Gál 3:8-10, Gál 3:23; Sal 143:2; Rom 3:9-20, Rom 3:23; Rom 5:12, Rom 5:20; Rom 11:32.

para que la promesa. Gál 3:14, Gál 3:17, Gál 3:29; Rom 4:11-16; Rom 5:20, Rom 5:21; 2Ti 1:1; Heb 6:13-17; Heb 9:15; 2Pe 1:4; 2Pe 3:13; 1Jn 2:25; 1Jn 5:11-13.

a los creyentes. Mar 16:16; Jua 3:15-18, Jua 3:36; Jua 5:24; Jua 6:40; Jua 11:25, Jua 11:26; Jua 12:46; Jua 20:31; Hch 16:31; Rom 10:9; 1Jn 3:23, 1Jn 3:24; 1Jn 5:13.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

lo encerró todo bajo pecado. El verbo griego que se traduce «encerró» significa «confinar por todos lados». Pablo representa a toda la humanidad atrapada sin salida en el pecado, como un montón de peces atrapados en una red. Que todos los seres humanos son pecadores es la enseñanza expresa de las Escrituras (vea la nota sobre Rom 3:19; cp. 1Re 8:46; Sal 143:2; Pro 20:9; Ecl 7:20; Isa 53:6; Rom 3:9-19; Rom 3:23; Rom 11:32).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

3:22 — Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. — Rom 11:32, «Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos». La ley encerró a los hombres como prisioneros, condenados por sus pecados, para que la justificación por el evangelio se ofreciera a los que creen. Así es que en lugar de ser antagónica al evangelio la ley recalcó y reveló la bendición del evangelio (McGarvey).

Fuente: Notas Reeves-Partain

Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado. Pablo usa la palabra Escritura, en general, para referirse a un pasaje del Antiguo Testamento, aunque no existe un texto específico que contenga esta afirmación. Los paralelos más cercanos son Deu 27:26 y Sal 143:2. “Encerrar” es un término técnico, usado en referencia a prisioneros, como “confinar” o “encarcelar”. Debe evitarse la idea de que la Escritura funciona como un carcelero que apresa malhechores, por lo cual es mejor optar por una expresión más clara: «Pero, según lo que dice la Escritura, todos son prisioneros del pecado» (DHH96), «la Biblia dice que el pecado nos domina a todos» (TLA).

El texto griego dice, literalmente, “todas las cosas”, y es posible que Pablo esté pensando, en efecto, que todo está dañado por el pecado. Sin embargo, es mejor traducir en términos que limiten la expresión a las personas, pues en algunas culturas sería difícil concebir la idea de que la naturaleza tenga pecado o maldad. NVI mantiene la ambigüedad y permite entender la frase en ambas direcciones: «Pero la Escritura declara que todo el mundo es prisionero del pecado».

“Encerrar bajo pecado” significa “poner bajo el poder del pecado”, lo que puede traducirse en algunos idiomas como “provocar un intenso deseo de actuar mal”. Se puede traducir también: “Según se entiende de la Biblia, todo mundo está como apresado en su intenso deseo de actuar mal”

La segunda parte de la oración explica el sentido de la primera: Para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. La promesa aquí se refiere a la promesa dada a Abraham. El razonamiento consiste en afirmar que si el dominio del pecado es universal, entonces también la promesa está dirigida a todas las personas del mundo.

Jesucristo es descendiente de Abraham por su capacidad de creer. Así, quienes creen en Jesucristo se ponen dentro del mismo linaje de creyentes y se convierten en herederos de la promesa. Por tanto, son liberados del dominio del pecado. En este sentido, varias versiones ayudan mucho como referencia: «Para que quienes creen en Jesucristo puedan recibir lo que Dios ha prometido» (DHH96), «para que el cumplimiento de las promesas fuera en los creyentes el fruto de su fe en Cristo Jesús» (BL).

Se puede subrayar el aspecto de gratuidad de la promesa, traduciéndola como «regalo» (TLA), “don prometido” (Vidal: 97) u “oferta de salvación”. Toda la frase puede traducirse también como sigue: “La Biblia dejó muy claro que todo el mundo está dominado por el pecado, y por eso la promesa de liberación del pecado es válida para todos. Pero es necesario creer en Jesucristo para convertirse en heredero de la promesa que Abraham recibió de Dios”.

Reflexión bíblica y pastoral

Pablo compara dos modelos que son considerados como formas de ganar el favor divino. Los maestros rivales de Pablo se aferran a la ley ―especialmente al mandamiento de la circuncisión como señal de la alianza perpetua entre Dios y su pueblo― como medio para lograr la justicia a los ojos Dios. Para Pablo, la ley y su propósito originario no son malos en sí mismos (cf. Rom 7:12), pero sí son insuficientes para alcanzar la declaración de justicia, la cual sólo se logra por poner la fe en Cristo. Esto lo afirma Pablo reiteradamente y de diversas maneras. Según él, antes que la ley está la promesa hecha a Abraham, tanto en rango como en tiempo.

Las promesas de Dios no se invalidan. Por esta razón, la exhortación de Pablo a los gálatas es que hagan propia esa promesa que Dios otorgó a Abraham porque está vigente y, en Cristo, ha alcanzado su pleno cumplimiento. En efecto, Pablo interpreta que la promesa de bendición dada a Abraham ―que incluía una gran descendencia y el otorgamiento de una tierra próspera, valores muy importantes en el tiempo de Abraham― ya está cumplida en Cristo. La bendición de Dios alcanzaría a todos los pueblos de la tierra, tal como Pablo piensa que está empezando a acontecer con la conversión de los no judíos a la fe en Jesucristo.

Según Pablo, la ley no anula ni va en contra de la promesa, pues también la ley es un don de Dios. Sin embargo, su función es limitada y apunta a algo mayor y más importante que ella misma. En efecto, la ley debería ayudar a reconocer las transgresiones humanas; debería educar al pueblo de Dios y conducirlo hasta el cumplimiento mismo de la promesa, que para Pablo se produce con la venida de Cristo. Al llegar la fe en Cristo, la ley pierde su vigencia, pues ya ha cumplido su función originaria. Por esta razón, nunca es considerada como mala por Pablo. Lo que el apóstol rechaza es el intento de imponerla a los no judíos, haciendo de ella un valor en sí misma.

Esta experiencia de sobrevalorar la ley no fue exclusiva del tiempo de Pablo, ni limitada solamente a la ley de Moisés. En efecto, esta dinámica sigue aconteciendo en la actualidad. Todas las leyes ―ya sean religiosas, económicas, jurídicas― que se convierten en valores absolutos pierden su sentido orientador y regulador originario. Según Pablo, esto precisamente ocurría con la insistencia de los misioneros rivales que pretendían que los cristianos no judíos guardaran la ley. Ellos no se habían dado cuenta de que había irrumpido un nuevo tiempo desde la muerte y resurrección de Jesucristo, nuevo tiempo marcado por la irrupción del Espíritu. En efecto, ahora el Espíritu otorgaba la posibilidad de vivir la vida en libertad plena, como hombres y mujeres declarados justos y justas, y, por tanto, libres de la ley.

En muchas iglesias contemporáneas también se corre el riesgo de ahogar el Espíritu bajo un cúmulo de tradiciones y reglamentos colocado en el centro de la vida religiosa. Las tradiciones y los reglamentos no son malos en sí mismos, y es bueno que existan en las iglesias, pero se debe tener siempre presente que los tales deben ayudar a organizar la convivencia y el trabajo conjunto, y no ser considerados como valores absolutos. El único valor cristiano que reconoce Pablo es la vida humana liberada por la obra de Cristo y bendecida por la presencia del Espíritu.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

— de la fe en Jesucristo: Lit. de la fe de Jesucristo. Ver segunda nota a Gál 2:16.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

REFERENCIAS CRUZADAS

s 155 Mat 11:13

t 156 Rom 3:9

u 157 Rom 4:11

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

encerró todo bajo pecado. Las Escrituras declaran que todo ser humano es pecador (Ro 3:23; 11:32).

Fuente: La Biblia de las Américas

22 super (1) Tal como lo hace un carcelero cuando encierra prisioneros. La Escritura, aquí personificada, ha encerrado a toda la humanidad bajo pecado, no con la intención de que los pecadores encarcelados guarden la ley, sino para que la promesa de Dios sea dada a los creyentes por fe en Cristo. Estar encerrado bajo pecado es estar encerrado bajo la ley, como se revela en el v.23.

22 super (2) Se refiere a toda la humanidad.

22 super (3) O, la fe de Jesucristo. Véase la nota 22 super (1) de Ro 3.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

fe de JESUCRISTO… Esto es, la doctrina de CRISTORom 6:17; 2Ti 1:13.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

T21 El género neutro (τὰ πάντα) puede referirse a una persona, siempre que el hincapié recaiga menos sobre el individuo que sobre alguna cualidad general sobresaliente (la referencia es más general que la de τοὺς πάντας, de Rom 11:32 -BD138[1]). [Editor. El adjetivo neutro τὰ πάντα se refiere a personas, a causa del argumento de Pablo en el contexto (comp. el v. 10) y en el versículo siguiente.]

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

?V. 22:? Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para la promesa que es por la fe en Jesucristo, fuese? ?a los creyentes.?Con esta declaración el apóstol responde a ambas cuestiones a la vez: que la ley fue dada con el? ?propósito de incrementar, trasgresión, y que no obstante la incrementación de las transgresiones, la ley no? ?es contraria a las promesas de Dios. “A todos dice, «los encerró Dios bajo pecado por medio de la? ?Escritura»; esto es: por medio de la ley y de la letra, Dios -evidente que nosotros éramos pecadores, e? ?incapaces de vivir en verdadera justicia o de cumplir la ley. Una vez que así el pecado quedaba de manifiesto? ?mediante la ley, y claramente. mostrada la incapacidad del hombre de cumplirla, Dios quería impeler a? ?los hombres humillados, desesperados de sus propias fuerzas y temblorosos, a refugiarse en la misericordia de Dios ofrecida en Cristo. Y de esta manera, la promesa a Abraham debía ser «dada» como se expresa el apóstol -¡repito: dada, no pagada!- pero dada a personas completamente indignas de ello, y que conforme a la ley habrían merecido lo contrario. Quiere decir: a base de la fe en Cristo, la gracia y la bendición de la justificación debían ser dadas a cuantos creen en él.??Lo mismo se afirma en ?Romanos 11? (v. 32): «Dios encerró a todos bajo pecado para tener misericordia? ?de todos” y que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras? ?de la ley ningún ser humano será justificado delante de él» (?Ro. 3:19?, ?20?). ¿De qué modo «encerró»??Mediante las Escrituras, mediante la ley, mediante la letra. Idéntico pensamiento había expresado Pablo ya? ?(cap. 3:10) con toda energía al citar respecto de las obras la ley lo escrito por Moisés (en ?Dt. 27:26?):?«Maldito todo que no permaneciere en todas las cosas etc.” A lo mismo apunta la categórica declaración en? ?Romanos 3? (v. 9) de que «hemos acusado a judíos y gentiles, que todos están bajo pecado» acompañada del veredicto pronunciado sin titubeo sobre todos los hombres de que «no hay justo, no hay quien entienda;? ?todos se desviaron, a una se hicieron inútiles» conforme al Salmo, 13 (14:3). Y lo mismo hallamos en? ?Romanos 2? (v. 1 y 21) donde Pablo se atreve a declarar culpables nada menos que a los judíos tan confiados en la apariencia exterior de sus obras, apariencia que él mismo considera de ningún valor: «Tú que juzgas» -dice allí- «haces las mismas cosas; tú que predicas que no se ha de hurtar, hurtas a saber, porque das lugar a los malos deseos, etc. ¡Tan seguro estaba Pablo (y en verdad es cosa segura) de que todas las acciones que se hacen al margen de la gracia son pecados y simple hipocresía! Es por eso también que San Agustín, al referirse en el cap. 9 de su «Tratado acerca del espíritu y la letra» a lo dicho en ?Proverbios 31? (v. 26): «la ley y la clemencia están en su lengua?71? hace la muy oportuna observación: «Por eso está escrito de la sabiduría que ‘ella lleva la ley y la clemencia en su lengua’; la ley, para hacer culpables a los soberbios; la clemencia, para hacer justos a los abatidos»?.?72??Permanece inconmovible por lo tanto la sentencia «Todo hombre es mentiroso» (?Sal. 116:11?), e? ?igualmente Inconmovible permanece la otra sentencia «No, se justificará delante de ti ningún ser humano» (?Sal. 143:2?), para que al mismo tiempo permanezcan inconmovibles también la gloria de Dios, la alabanza? ?de su gracia y la magnificencia de su misericordia. «Nuestra es la confusión de rostro, se nos dice en ?Daniel 9? (v. 7), «de nuestro Dios empero es la justicia etc.». Esto te demuestra, Pues, lo que significa ser justificado por medio de la fe en Cristo: Significa conocer mediante la ley tu pecaminosidad y tu incapacidad, y en consecuencia desesperar de ti mismo, de tus fuerzas y de tu saber, de la ley, de las obras, en una palabra: de todo, y clamar con temblor y confianza, humildemente, por la diestra de Cristo y nadie más, la mano del Mediador, creyendo firmemente que obtendrás la gracia, así como lo expresa Pablo en ?Romanos 10? (v. 13) citando al profeta Joel (2:32): «Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo». Y al mismo tiempo se te demuestra que el género humano en. tero, no importa cuán grande sea la sabiduría o la justicia con que brille ante los hombres, no es más que una masa perdida y maldita. Esto se puede deducir también de las palabras la promesa: «En tu simiente serán benditas todas las naciones» (?Gn. 22:18?). Si todas las naciones tienen necesidad de benditas, ¿no implica esto que sin tal bendición, todas las naciones son malditas? Entonces: si las naciones deben ser Justificadas y salvadas, y si se les debe otorgar todo lo que contenido en el término «bendición” ello significa que de otra manera son pecadoras, están perdidas, y están sujetas a lo que está contenido en el término «maldición». Así, pues,, ley ha sido dada para que el pecado aumente. Pero no es la incrementación del pecado lo que se busca, sino también el hombre orgulloso se dé cuenta de este crecimiento delicado, quede aterrado ante las exigencias de la ley, y a desesperar de sí mismo, esté sediento de misericordia como lo expresa el ?Salmo 41? (42:1): «Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía”, y un poco más adelante (v. 3): «Fueron mis lágrimas mi pan mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios”? De ahí venía todo el clamor, gemido y anhelo de los padres y profetas la ansiosa expectación de Cristo y la tan violenta disputa de la carga de la ley.??La ley, por lo tanto, es buena, justa y santa (?Ro. 7:12?), no hace justo a nadie. Al hacer patente mí? ?reacción ante ella me muestra quién soy: me siento irritado por ella y odio la justicia más que antes, y en? ?cambio soy más afecto a la concupiscencia que antes; sólo el miedo ante las amenazas de la ley me detiene de una obra mala, pero nunca de un mal deseo. Podría ilustrártelo mediante una comparación. El agua es buena; pero cuando se la vierte sobre la cal, hace que ésta se encienda. ¿Acaso tiene la culpa el agua de que la cal se caldee? No; el agua simplemente «reveló» a esa cal, aparentemente fría, que tenía en sus adentros.?Así, la ley excita y pone de manifiesto, los malos deseos y sentimientos de odio, pero no los cura. En? ?cambio, si viertes aceite sobre la cal, ésta no se calienta, sino el calor oculto en ella es apagado. De igual? ?manera, la gracia vertida en nuestros corazones por medio del Espíritu extingue el odio y la concupiscencia.?Me explayé muchísimo en explicar todo esto; pero es que todas las palabras son pocas para inculcarlo? ?a la gente de nuestro siglo. Tanto volvió a prevalecer la tiranía de la justicia legalista. Tú empero ten? ?muy en cuenta esto: Si la santísima ley de Dios no nos pudo hacer justos, sino que nos hizo más pecadores, ¿qué harán esos océanos de leyes, tradiciones y ceremonias nuestras en la iglesia, máxime si se las observa con la creencia de que practicándolas uno puede justificarse a sí mismo, y si le impiden a uno saber qué significa Cristo para nosotros y por qué es preciso creer en él? Pues la gente usa estas leyes no para conocer mediante ellas el pecado ni para ejercitar su fe en Cristo mediante un amor desinteresado. Antes bien, confían en que al observarlas, ellos ya son justos, y creen que no les hace falta ninguna otra cosa más. O si imploran la gracia de Cristo, la imploran a los efectos de poder hacer obras de ese género «justificante” no para ser liberados de la corrupción e inmundicia que se halla dentro de su carne. Por esto, como ya lo dije más de una vez, es inevitable que las tantas leyes imprudentes y funestas arrastren a la iglesia a la ruina total si Dios no nos provee un remedio.?

Fuente: Comentario de Gálatas por Martin Lutero

Biblia Peshitta 2006 Notas:

[3] 3.22 Arameo, jaimanuta du180?u205?shu Mu180?shija. Ver nota a Gál_2:16.

Fuente: Peshitta en Español