Comentario de Gálatas 5:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no os pongáis otra vez bajo el yugo de la esclavitud.
5:1 — Estad, pues, firmes en (para, ATR) la libertad con que Cristo nos hizo libres, — Este versículo es la continuación del versículo anterior (4:31), «no somos hijos de la esclava, sino de la libre», la libertad, pues, que nos pertenece por ser hijos de la libre; véase margen de LBLA : «Algunos eruditos prefieren unir 4:31 a 5:1, así: pero con la libertad de la libre, Cristo nos hizo libres» de «los rudimentos del mundo» (4:3, 9). Estad (permaneced, LBLA) firmesFuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Estad, pues, firmes. Pro 23:23; 1Co 15:58; 1Co 16:13; Efe 6:14; Flp 1:27; 1Ts 3:8; 2Ts 2:15; Heb 3:6, Heb 3:14; Heb 4:14; Heb 10:23, Heb 10:35-39; Jud 1:3, Jud 1:20, Jud 1:21; Apo 2:25; Apo 3:3.
en la libertad. Gál 5:13; Gál 2:4; Gál 3:25; Gál 4:26, Gál 4:31; Sal 51:12; Isa 61:1; Mat 11:28-30; Jua 8:32-36; Rom 6:14, Rom 6:18; Rom 7:3, Rom 7:6; Rom 8:2; 1Co 7:22; 2Co 3:17; 1Pe 2:16; 2Pe 2:19.
y no estéis … sujetos al yugo. Gál 2:4; Gál 4:9; Mat 23:4; Hch 15:10; Col 2:16-22; Heb 9:8-11.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Él desea que ellos permanezcan en su libertad, Gál 5:1, Gál 5:2,
y que no guarden la circuncisión, Gál 5:3-12;
antes bien el amarse, que es el resumen de la ley, Gál 5:13-18.
Enumera las obras de la carne, Gál 5:19-21,
y el fruto del Espíritu, Gál 5:22-24,
y exhorta a andar en el Espíritu, Gál 5:25, Gál 5:26.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
III. Consecuencias Morales, 5:1-6:10.
Es necesario elegir: o judíos o cristianos, 5:1-12.
1 Para que gocemos de libertad, Cristo nos ha hecho libres; manteneos, pues, firmes y no os sujetéis de nuevo al yugo de la servidumbre. 2 Ved que es Pablo quien os lo dice: Si os circuncidáis, Cristo no os aprovechará de nada. 3 De nuevo declaro a cuantos se circuncidan que se obligan a cumplir toda la Ley. 4 Os desligáis de Cristo los que buscáis la justicia en la Ley; os separáis de la gracia. 5 Mientras que nosotros con seguridad esperamos de la fe, por el Espíritu, los bienes de la justicia. 6 Pues en Cristo Jesús ni vale la circuncisión ni vale el prepucio, sino la fe que actúa por la caridad. 7 Corríais bien: ¿quién os ha impedido obedecer a la verdad? 8 Esa sugestión no procede de quien os llamó. 9 Un poco de levadura hace fermentar toda la masa. 10 Yo confío de vosotros en el Señor que no sentiréis de otro modo. El que os perturba llevará su castigo, quienquiera que sea. 11 Pero yo, hermanos, si aún predicara la circuncisión, ¿por qué soy aún perseguido? ¡Luego se acabó el escándalo de la cruz! 12 ¡Ojalá se castraran del todo los que os perturban!
Comienza aquí la parte parenética de la carta. Demostrada la tesis, siguen ahora las exhortaciones y consejos. En esta primera perícopa, con una serie de frases cortas y tajantes, San Pablo advierte a los gálatas que es necesario elegir entre Cristo y circuncisión, pues ambas cosas son incompatibles.
Primeramente, la afirmación rotunda, consecuencia de cuanto ha venido diciendo, de que “Cristo nos ha hecho libres” (v.1). Esta idea de “liberación,” con referencia a la obra de Jesucristo, es muy cara a San Pablo y está inspirada en la manumisión o rescate de los esclavos (cf. 3:13; Rom 3:24; Col 1:13-14). Que los gálatas, pues, concluye el Apóstol, permanezcan firmes y “no se sujeten de nuevo al yugo de la servidumbre” (v.1). Es curioso ese “de nuevo,” conque San Pablo, por lo que se refiere a esclavitud o servidumbre, asimila en cierto sentido paganismo a judaísmo. Lo mismo había hecho ya anteriormente en 4:9. Con la sujeción a la Ley, los gálatas vuelven a la situación de tutela, anterior a la liberación por Cristo (cf. 4:3-5).
Y que no se hagan ilusiones, como si la circuncisión fuese algo que pudiese separarse del resto de la Ley y compatible con la fe en Cristo. Esto parece que insinuaban en su predicación los agitadores judaizantes, dada la energía con que se expresa San Pablo (v.2-4). Y no, eso no. Es Pablo mismo (v.2), con toda su autoridad de apóstol (cf. 1:11-12) y de celoso en otro tiempo observador de la Ley (cf. 1:13-14), quien se lo dice: Si os circuncidáis, Cristo no os aprovechará de nada (v.2)., os obligáis a cumplir toda la Ley (v.3)., os desligáis de Cristo y os separáis de la gracia (v.4). Son dos las afirmaciones fundamentales que aquí hace el Apóstol: la de que aceptar la circuncisión es obligarse a cumplir toda la Ley (v.3), y la de que quedan desligados de Cristo (v.2.4). En cuanto a quedar obligados a cumplir toda la Ley con sus innumerables prescripciones de descanso, abluciones, alimentos., San Pablo no cree necesario insistir; da por supuesto que quien acepta la circuncisión hace profesión pública de sumisión a la Ley mosaica y, consiguientemente, se obliga a cumplirla. Es el caso del bautismo para el cristiano. Claro es que esto supone que se va a la circuncisión no como a cosa indiferente, que podía a veces ser conveniente por razones prácticas (cf. Hec 16:3), sino como a principio necesario de salud, cual si no bastase la eficacia redentora de la obra de Cristo. Y esto es lo que de ninguna manera podía admitir San Pablo (cf. 2, 3-5). Sostener lo contrario, como sin duda daban a entender en su predicación los judaizantes, era desconocer la verdadera naturaleza de la redención y la unidad absoluta del Redentor; era una injuria para Cristo (cf. 2:21). Por eso dirá a los gálatas que, si se circuncidan, “Cristo no les aprovechará de nada” y que “quedan desligados de Cristo.” Era renunciar a un dogma fundamental: el de que la salud ha de buscarse en Cristo y sólo en Cristo. De otra manera: era renunciar al régimen o obra de la gracia, para buscar la justicia, no como don de Dios, sino como salario de nuestras obras (cf. 2:16; 3:18; Rom 4:2-5); lo que equivalía a quedar separados de Cristo y del régimen de la gracia, pues Cristo niega sus dones a quien busca la salud fuera de El.
En contraste con ese camino equivocado que enseñaban los judaizantes, San Pablo muestra luego cuál es el verdadero camino para conseguir la salud, de modo que Cristo nos aproveche y no quedemos desligados de El: es el camino de la fe, que actúa mediante la caridad, bajo la acción del Espíritu (v.5-6). Sobre el papel de la fe en la obra de la salud, San Pablo ha hablado suficientemente en los capítulos anteriores (cf. 2:16; 3:7-29), y todavía con más detalle en la carta a los Romanos (cf. 1:16-17; 3:21-26; 4:1-25). También ha hablado de la acción del Espíritu en los creyentes (cf. 4:6; Rom 8:1-27). Aquí, con la vista puesta en el caso concreto de los gálatas, recalca que ni circuncisión ni incircuncisión valen para nada en el régimen o economía cristiana; lo único que vale es “la fe que actúa por medio de la caridad” (πίστις δ ‘ αγάπης ενεργούμενη ). Notemos este último inciso, que aclara de modo definitivo cuál sea la naturaleza de esa “fe” justificante, de que tantas veces habla en sus cartas. No se trata de una “fe” muerta, inactiva, sino de una “fe” que, al igual que la exigida por el apóstol Santiago (cf. Stg 2:21-24), ha de ir acompañada de obras, realizadas a impulsos de la caridad 243. La frase que hemos traducido por “bienes de la justicia” (v.5) corresponde en el texto original a “esperanza de la justicia” (. εκ πίστεως ελπίδα δικαιοσύνης άπεκδεχόμε 3α ); y traducimos así, pues parece claro, dado el contexto, que el término “esperanza” no tiene sentido subjetivo, sino objetivo de “cosa esperada” y esa cosa esperada es la “justicia” mesiánica (genitivo epexegético) en su estadio inicial, de progreso y de premio.
San Pablo habla a continuación (v.7-12) del severo castigo que aguarda a los que perturban la fe de los gálatas. Con imagen tomada de los juegos del estadio, cosa que es frecuente en él (cf. 1Co 9:24-26; Flp 2:16; Flp 3:12-14; 2Ti 4:7; Heb 12:1), dice que “corrían bien” por la senda de la verdad cristiana, pero alguien “les ha puesto un obstáculo” en el camino, como a veces sucedía a los corredores (v.7). Ese obstáculo no lo ha puesto el Padre, que es quien “les llamó” a la fe (v.8; cf. 1:6), sino otro que trata de perturbarles y que “tendrá su castigo, quienquiera que sea” (v.10). Aunque el Apóstol habla en singular, parece claro que sus expresiones no tienen sentido individual, sino general, con alusión a los agitadores judaizantes, como insinúa el v.12. Decir, conforme hacen algunos críticos acatólicos, que está refiriéndose a Pedro o a Santiago, que se habrían puesto a la cabeza de la corriente judaizante, es una afirmación gratuita y que se opone al modo de hablar y comportarse de Pablo respecto de esos dos apóstoles (cf. 1:18-19; 2:9), no obstante algunas diferencias con ellos de carácter práctico (cf. 2, 12-14; Hec 21:18-25). También alude a los judaizantes con el proverbio-imagen de la “levadura que hace fermentar toda la masa” (v.9; cf. 1Co 5:6); o quizás, más que a los judaizantes, a los gálatas ya seducidos, como tratando de advertir a aquellas comunidades que no cierren los ojos bajo el pretexto de que el error estaba todavía poco extendido.
Parece que esos agitadores judaizantes, apoyándose quizás en el caso de Timoteo (cf. Hec 16:3), insinuaban maliciosamente en su predicación a los gálatas que también Pablo exigía la circuncisión. Por eso el Apóstol se revuelve airado contra ellos, y dice: si así es, ¿por qué soy aún perseguido? Ya no hay motivo para ello, pues “se ha acabado el escándalo de la cruz” (v.11). En efecto, la animosidad de los judíos contra Pablo era cosa manifiesta (cf. Hec 20:3; Hec 21:28); y esa animosidad se basaba en que Pablo ponía la pasión y muerte de Cristo como fuente única de salud para el mundo, con total independencia de las prácticas mosaicas. Ese era para los judíos el gran escándalo de la cruz (cf. 1Co 1:23). Es posible que no hubieran tenido gran inconveniente en reconocer a Jesucristo resucitado como Mesías, pero a condición de echar un velo sobre sus sufrimientos y de seguir dando valor a las prácticas de la Ley. Mas eso era precisamente lo que no podía admitir Pablo. Cansado, pues, ya de tanto oír hablar de circuncisión y recordando quizás las costumbres de los sacerdotes de Cibeles, que en las fiestas orgiásticas en honor de la diosa, arrebatados de frenesí, se castraban para imitar a Attis, el amante de Cibeles, termina con ese desahogo irónico, muy propio del estilo de Pablo: ¡que lleven las cosas hasta el final y se castren del todo! (v.12).
El precepto de la caridad, plenitud de la Ley,1Co 5:13-15.
13 Vosotros, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; pero cuidado con tomar la libertad por pretexto para servir a la carne, antes servios unos a otros por la caridad. 14 Porque toda la Ley se resume en este solo precepto: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” 15 Pero si mutuamente os mordéis y os devoráis, mirad que acabaréis por consumiros unos a otros.
Es probable que los gálatas, al menos algunos de ellos, se sintiesen inclinados a dar crédito a los predicadores judaizantes y aceptar la Ley mosaica, movidos de una recta aspiración: la de tener una norma para obrar, reguladora de lo que se ha de hacer y de lo que se ha de evitar. Esa “libertad” que predicaba Pablo, ¿no sería un peligro de libertinaje, dejando rienda suelta a los instintos pecaminosos de nuestra carne? De hecho, en las llamadas “religiones de los misterios,” tan de moda en aquella época, se profesaba abiertamente la liviandad moral, y parece que a Pablo se habían hecho acusaciones en ese sentido (cf. Rom 3:8; Rom 6:1). Hay indicios de que, al menos en Corinto, había claro peligro de una desviación del cristianismo en esa dirección licenciosa (cf. 1Co 6:12-13). Sabemos que también posteriormente, a lo largo de la historia de la Iglesia, han surgido no pocas sectas heréticas (montanistas, gnósticos, quietistas) que, aun sin llegar tan lejos, sostuvieron que la libertad espiritual del cristiano llevaba consigo una plena indiferencia en materia de pasiones de la carne. Por eso el Apóstol, en lo que resta de este capítulo, va a tratar de poner las cosas en su punto.
Primeramente, la clara voz de alerta: “cuidado con tomar la libertad por pretexto para servir a la carne” (v.13). Luego, la tesis positiva: “servios unos a otros por la caridad” (v.13), tesis que en seguida declara más, diciendo que en ese solo precepto de la caridad “se resume toda la Ley” (ó iras νόμοβ ττεττλήρωτοα ). Que no teman, pues, los gálatas de que van a quedar sin “ley”; también los cristianos tenemos ley o regla de vida, y esa “ley” es la de la caridad (cf. 6:2), que basta por sí sola a suplir toda la Ley mosaica. En qué sentido el precepto de amor al prójimo, extensión y consecuencia moral del amor a Dios, resuma y sea como la consumación y plenitud de la Ley mosaica, ya lo explicamos al comentar Rom 13:8, pasaje paralelo a éste de la carta a los Gálatas. Aquí nos contentamos con remitir a lo entonces dicho.
A una vida perfecta de caridad, cual la pide la “ley” de Cristo, contrapone San Pablo una vida de discordias y odios, con imagen tomada de las bestias salvajes que “se muerden y devoran” mutuamente (v.15). No es infundado suponer, dada la manera de hablar del Apóstol, que la predicación de los judaizantes había provocado discordias en la comunidad cristiana de Galacia, dando lugar a bandos o facciones que se atacaban mutuamente.
Carne y espíritu,Rom 5:16-26.
16 Os digo, pues: Andad en espíritu y no deis satisfacción a la concupiscencia de la carne. 17 Porque la carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu, y el espíritu tendencias contrarias a las de la carne, pues uno y otro se oponen de manera que no hagáis lo que queréis. 18 Pero si os guiáis por el Espíritu, no estáis bajo la Ley. 19 Ahora bien, las obras de la carne son manifiestas, a saber: fornicación, impureza, lascivia, 20 idolatría, hechicería, odios, discordias, celos, iras, ambiciones, disensiones, facciones, 21 envidias, embriagueces, orgías y otras como éstas, de las cuales os prevengo, como antes lo hice, que quienes tales cosas hacen no herederán el reino de Dios. 22 Los frutos del Espíritu son: caridad, gozo, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza. Contra éstos no hay Ley. 24 Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias. 25 Si vivimos del Espíritu, andemos también según el Espíritu. 26 No seamos codiciosos de la gloria vana provocándonos y envidiándonos unos a otros.
La presente narracion no es sino una ulterior declaración de la anterior. Había dicho el Apóstol que para el cristiano el precepto de la caridad suple la Ley mosaica y es freno suficiente contra las concupiscencias de la carne (v.13-14); ahora va a explicar más esa vida de caridad, cuyo desarrollo se hace posible gracias a la acción del Espíritu, que es quien nos da fuerzas para vencer a la carne (v. 16-26).
Bajo el término “carne” (σαρξ ), varias veces repetido (v. 16.17. 19.24), designa aquí el Apóstol al hombre todo entero, también con sus facultades superiores, en cuanto dominado por la concupiscencia e inclinado al mal a causa del pecado de origen. De hecho, varios de los pecados atribuidos a la “carne,” como, v.gr., la idolatría y el odio (v.20), no son de tipo carnal, sino de orden más bien intelectual. Si el Apóstol habla de “carne,” es debido probablemente a que es en la “carne” o parte material del compuesto humano donde radica principalmente el desorden, como ya explicamos al comentar Rom 8:7. En cuanto al término “espíritu” (πνεύμα ), usado también repetidas veces (v.16.17.18.22.25), es más difícil precisar su significado. Hay casos en que San Pablo parece aludir claramente al “Espíritu” Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad, presente en el alma del justo (v.gr., v.18; cf. Rom 8:14); pero, en cambio, hay otros en que, dado el contraste con la carne, parece más bien aludir al “espíritu” humano, parte más sana y elevada del hombre, que ve las ventajas del bien (cf. v.17). Los exegetas no están de acuerdo en la interpretación, poniendo quien más quien menos mayúsculas, habiendo incluso quienes en toda la historia traducen siempre “espíritu” con minúscula (Lagrange, Buzy, Ricciotti). Es el mismo problema que en Rom 8:2-11. En el fondo la cosa no tiene gran importancia, pues por el modo de hablar de San Pablo, aun tratándose del “espíritu” humano, no sería el espíritu humano a secas, sino el espíritu humano en cuanto se mueve y actúa bajo la acción del Espíritu Santo. En esto todos están de acuerdo.
Comienza el Apóstol haciendo resaltar las opuestas tendencias de la “carne” y del “espíritu,” exhortando a los gálatas a que sigan las del “espíritu” (v. 16-17). Esas tendencias son tan irreductibles, que nunca podremos obrar con pleno consentimiento de todo nuestro ser; pues si queremos hacer el bien protesta la carne, y si queremos hacer el mal protesta el espíritu. Tal parece ser el sentido de ese “de manera que no hagáis lo que queréis” (. ίνα μη α εάν sέλητε ταύτα ποιητε ), con cuya traducción damos a la partícula ίνα sentido consecutivo, y no final, aunque sea éste el suyo más ordinario y que también aquí le aplican bastantes exegetas. Podemos ver en este versículo una base bíblica clara de la teoría cristiana de la abnegación propia, que no podremos evitar mientras nos dure la vida.
Supone San Pablo que, en esta lucha entre “carne” y “espíritu,” los cristianos, cual corresponde a su condición, se dejarán guiar por el Espíritu (la idea no cambia, aunque traduzcamos “espíritu” con minúscula), lo que equivale a decir que “no están bajo la Ley” (v.18). Parece que el Apóstol no hace aquí sino aplicar al orden moral lo dicho antes en 3:23-24 y 4:5-7, es a saber, que puesto que, dada nuestra condición de hijos, poseemos el Espíritu, sigúese que ya no estamos bajo el pedagogo, que es la Ley, destinada a refrenar las concupiscencias de la carne por el temor de la sanción. Nos hallamos bajo la acción de un principio directivo superior, que es el Espíritu, y, por consiguiente, nos sobra el pedagogo. La misma idea se vuelve a repetir al final del v.22.
A continuación, San Pablo, en expresivo díptico de contraste, presenta un catálogo de “obras” de la carne (v. 19-21) y de “frutos” del Espíritu (v.22-23), como tratando de recalcar que el cristiano que se deja guiar por el Espíritu no necesita de la Ley para conocer cuáles son las obras de la carne a las que debe oponerse, pues éstas “son manifiestas” (v.19). Evidentemente no intenta el Apóstol darnos una lista completa de las obras de la carne, como lo prueba ese “y otras como éstas,” que añade al final (v.21). En otros pasajes de sus cartas encontramos también semejantes catálogos de pecados, no siempre los mismos ni en el mismo orden (cf. Rom 1:29-31; Rom 13:13; 1Co 5:10-11; 1Co 6:9-10; 2Co 12:20-21; Efe 4:31; Efe 5:3-5; Col 3:5-9; 1Ti 1:9-10; 2Ti 3:2-5). Ese “no heredarán el reino de Dios” (v.21) es una grave advertencia a los gálatas, que, como ahí dice, ya les había hecho “antes” de palabra cuando estaba entre ellos, con la que les previene de falsas ilusiones respecto al negocio de la salud (cf. v.13). Cierto que el cristiano, mediante la fe en Cristo, es hijo de Dios y heredero según la promesa (cf. 3:26-29; 4:5-7); pero esa fe ha de ser una fe viva, que debe ir acompañada de obras realizadas a impulsos de la caridad (cf. v.6). En cuanto a los “frutos” del Espíritu, San Pablo enumera nueve (v.22), aunque es evídente que, lo mismo que respecto de las “obras” de la carne, tampoco ahora tiene intención de hacer una enumeración completa 244. Se ha hecho notar cómo, en vez del término “obras” que usó respecto de la carne, usa ahora el término “frutos,” o más exactamente, “fruto” en singular (ó δε καρπός του πνεύματος ). Quizá pretenda insinuar que no se trata sino de una fructificación única, la caridad, que se manifiesta en distintas floraciones (cf. 1Co 13:4-7), a las que designa con el término “fruto” por el sabor y deleite que traen al alma, preludio de la eterna bienaventuranza. En frase más concentrada dirá en Rom 8:6 : “las tendencias de la carne son muerte, pero las tendencias del espíritu son vída y paz.”
Hechas estas aclaraciones, San Pablo resume así su exhortación a los gálatas respecto de la carne y el espíritu: “Los que son de Cristo crucificaron la carne.; si vívímos del Espíritu, andemos también según el Espíritu” (v.24-25). Ese crucificaron (έσταυρωσαν ), en pasado, alude al acto del Calvario, al que los cristianos son incorporados mediante el bautismo, muriendo al hombre viejo esclavo del pecado (cf. Rom 6:2-6). Tal muerte, sin embargo, de la que se resurge a nueva vida por el Espíritu (cf. Rom 8:2-4), no anula totalmente en el cristiano la concupiscencia, habiendo de seguir luchando contra las tendencias de la carne, razón por la que el Apóstol intima a los gálatas: “si vivimos del Espíritu, andemos también según el Espíritu” (v.25; cf. Rom 8:13), es decir, que sea también ese Espíritu el que nos impulse a obrar. Y como conclusión general, insistiendo en la misma idea del ν .16, les recomienda la humildad y caridad (v.26). Algunos autores consideran este versículo como formando ya parte del capítulo siguiente. La cuestión no tiene importancia.
Fuente: Biblia Comentada
Pablo continúa el contraste de gracia y ley, obras y fe. Para ello emplea una historia del AT como analogía o ilustración de lo que ha enseñado hasta ahora.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Estad … firmes. Pablo les dice que no se muevan de su posición segura ante Dios, por el beneficio de vivir libres de la ley y la carne como vías de salvación y por la plenitud de bendición que trae la gracia de Dios. libres. La liberación de la maldición que pronuncia la ley sobre el pecador que ha realizado toda clase de esfuerzos infructuosos para alcanzar su propia justicia y rectitud (Gál 3:13; Gál 3:22-26; Gál 4:1-7), pero que ahora se ha acogido a Cristo y ha recibido la salvación que Él le concede por gracia (vea las notas sobre Gál 2:4; Gál 4:26; cp. Rom 7:3; Rom 8:2). otra vez sujetos. Se traduce mejor «quedar bajo el peso de» o «ser oprimidos por», a causa de su asociación con un yugo. yugo de esclavitud. «Yugo» se refiere al aparato que se usaba para controlar animales domésticos. Los judíos se referían al «yugo de la ley» como una cosa buena y la esencia de la religión verdadera. Pablo argumentó que para todos los que la seguían como camino de salvación, la ley era un yugo de esclavitud. Vea la nota sobre Mat 11:28-30.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
5:1 — Estad, pues, firmes en (para, ATR) la libertad con que Cristo nos hizo libres, — Este versículo es la continuación del versículo anterior (4:31), «no somos hijos de la esclava, sino de la libre», la libertad, pues, que nos pertenece por ser hijos de la libre; véase margen de LBLA : «Algunos eruditos prefieren unir 4:31 a 5:1, así: pero con la libertad de la libre, Cristo nos hizo libres» de «los rudimentos del mundo» (4:3, 9).
Estad (permaneced, LBLA) firmes — sin fluctuar — en esta libertad. «Estad firmes» es una exhortación común en el Nuevo Testamento: 1Co 16:13; Efe 6:14; Flp 1:27; Flp 4:1; 1Ts 3:8; 2Ts 2:15.
Jesús dijo, «Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres… si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres» (Jua 8:32; Jua 8:36). ¿Libres de qué? del yugo de la ley de Moisés; «libertados del pecado «, Rom 6:18; del dominio del pecado, Rom 6:12; libres del control de las pasiones carnales (5:19-21); libres de la opresión de tradiciones humanas (Mat 23:4-5); «la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte » (Rom 8:2); «yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios» (Gál 2:19).
— y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. — Ya habían dejado el yugo de la ley de Moisés que esclavizaba (4:9; Hch 15:10) y habían aceptado el yugo de Cristo que es «fácil» (benigno, bien acomodado) (Mat 11:29-30). Habiendo obtenido la libertad, «estad, pues, firmes» en ella. «Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres» (1Co 7:23).
Fuente: Notas Reeves-Partain
UNA HISTORIA ANTIGUA
CON UN NUEVO SIGNIFICADO
Gálatas 4:21-5:1
Decidme, los que queréis someteros a la Ley: Vosotros prestáis atención cuando se os lee, ¿no es eso? Pues bien, en ella está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno fue el hijo de la chica esclava, y el otro, de la mujer libre. El hijo de la chica esclava nació como nacen normalmente todos los niños, mientras que el hijo de la mujer libre nació en relación con una promesa. Ahora bien, en estas cosas hay una alegoría. Porque estas dos mujeres representan los dos pactos. Uno de estos pactos -el que se originó en el Monte Sinaí- engendra hijos en una condición de esclavitud y ese es el que está representado por Agar Ahora bien: Agar representa al Monte Sinaí, que está en Arabia, y que corresponde a la Jerusalén actual; porque esta es esclava, así como sus hijos. Pero la Jerusalén de Arriba es libre, y es nuestra madre. Porque escrito está: «¡Regocíjate, oh estéril, que nunca tuviste hijos! ¡Prorrumpe en gritos de júbilo, oh tú, que no sabías lo que eran los dolores del parto de un niño! Porque los hijos de la que fue abandonada son más que los de la que tuvo marido.» Pero nosotros, hermanos, estamos en la misma posición que Isaac: somos hijos de la promesa. Pero en el tiempo de la antigüedad, el niño que había nacido conforme a la naturaleza humana persiguió ad hijo que nació por una razón espiritual; y exactamente la misma cosa sucede ahora. Pero, ¿qué dice la Escritura? «Despide a la mujer esclava y a su hijo, porque el hijo de la esclava no debe heredar con el hijo de la mujer libre.» Así que nosotros, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre. Es para que tengamos esta libertad para lo que Cristo nos ha libertado. Por tanto, manteneos en ella, y no os dejéis uncir otra vez al yugo de la esclavitud.
Cuando tratamos de interpretar un pasaje como este, debemos recordar que para los judíos devotos y estudiosos, y especialmente para los rabinos, la Escritura tenía más de un sentido; y que el sentido literal se consideraba a menudo el menos importante. Para los rabinos judíos, un pasaje de la Escritura tenía cuatro significados. (i) Peshat, su sentido sencillo y literal. (ii) Remaz, el sentido que sugería. (iii) Derush, el sentido que se deduce mediante la investigación. (iv) Sód, el sentido alegórico. Las letras iniciales de estas cuatro palabras -P R D S- eran las consonantes de la palabra pardés, paraíso; y cuando una persona conseguía penetrar en estos cuatro sentidos diferentes, ¡alcanzaba el gozo del paraíso!
Es de notar que la cima de todos los significados era el sentido alegórico. Por tanto, sucedía a menudo que los rabinos tomaban una porción sencilla de una narración histórica del Antiguo Testamento, y le extraían sentidos ocultos que muchas veces nos parecen fantásticos, pero que eran de lo más convincentes para las personas de su tiempo. Pablo era un rabino instruido; y eso es lo que está haciendo aquí. Toma la historia de Abraham, Sara, Agar, Ismael e Isaac (Génesis, capítulos 16, 17, 21), que es una narración seguida en el Antiguo Testamento, y la alegoriza para ilustrar su punto de vista.
El hilo de la historia es el siguiente: Abraham y Sara eran avanzados en años, y Sara no tenía hijos. Ella hizo lo que cualquier esposa habría hecho en aquellos tiempos patriarcales, y le dio a Abraham a su esclava Agar para que ella le diera un hijo en su representación. Agar tuvo un hijo varón, que se llamó Ismael. Mientras tanto, Dios se había revelado a Sara, y le había prometido que tendría un hijo, lo cual era tan difícil de creer que les pareció imposible a Abraham y a Sara; pero a su debido tiempo nació Isaac. Es decir: Ismael nació como resultado de la unión carnal entre un hombre y una mujer, mientras que Isaac nació porque Dios lo prometió. Y Sara era una mujer libre, mientras que Agar era una esclava. Desde el principio, Agar se mostró inclinada a tenerse por superiora de Sara, porque la esterilidad era una lacra vergonzosa para una mujer; había un ambiente cargado de problemas en la familia. Más tarde, Sara encontró a Ismael » burlándose» (R-V) de Isaac -esto lo relaciona Pablo con la persecución de los cristianos por los judíos- e insistió en que se echara de la casa a Agar para que el hijo de la esclava no tuviera parte en la herencia con su hijo libre. Además, Arabia se consideraba una tierra de esclavos donde vivían los descendientes de Agar.
Pablo toma esa .antigua historia, y la alegoriza. Agar representa el antiguo pacto de la Ley, hecho en el Monte Sinaí, que está de hecho en Arabia, la tierra de los descendientes de Agar. Agar misma era una esclava, y todos sus hijos nacían en la condición de la esclavitud; y ese pacto cuya base es la Ley hace a las personas esclavas de la Ley. El hijo de Agar nació a consecuencia de impulsos meramente humanos; el legalismo es lo mejor que un ser humano puede hacer. Por otra parte, Sara representa el nuevo pacto en Jesucristo, una nueva manera en que Dios se relaciona con las personas, no por la Ley, sino por la Gracia. Su hijo nació libre, y, como resultado de la promesa de Dios -y todos sus descendientes deben de ser libres. Como el hijo de la joven esclava persiguió al hijo de la mujer libre, los hijos de la Ley ahora persiguen a los hijos de la Gracia y de la promesa. Pero, como al final se echó de casa al hijo de la esclava para que no tuviera parte en la herencia, así al final los que son legalistas serán excluidos por Dios, y no tendrán parte en la herencia de la Gracia.
Aunque todo esto nos parezca muy extraño, encierra una gran verdad. La persona que hace de la Ley el principio de su vida se encuentra en la posición de un esclavo; mientras que la persona que hace de la Gracia el principio de su vida es libre porque, como lo expresó un gran santo, la máxima cristiana es: » Ama a Dios, y haz lo que quieras.» Es el poder de ese amor, y no la obligatoriedad de la Ley, lo que nos mantiene en relación con Dios; porque el amor es más poderoso que la Ley.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 5
Parte tercera
LIBERTAD CRISTIANA Y CAMINAR EN EL ESPÍRITU 5,1-6,10
Después de demostrar en la parte segunda de la carta, fundándose en la experiencia cristiana y en la Escritura, que la justicia no proviene de la práctica de las obras de la ley, sino de la fe, Pablo pasa en la parte tercera a aplicar a la vida de las comunidades los hechos establecidos. Por esa razón se puede hablar de una parte ética de su escrito, frente a las consideraciones autobiográficas, apologéticas (parte primera) y doctrinales (parte segunda). Pero para el Apóstol la ética no consiste simplemente en una serie de exhortaciones e indicaciones. La ética cristiana se funda en el ser cristiano. Por eso tuvo Pablo que poner unos cimientos tan amplios y profundos antes de construir sobre ellos el edificio de la vida ética cristiana.
Esta parte de la carta, dedicada a dar instrucciones concretas, muestra continuamente cómo lo que hay que hacer se funda en lo que se es. Empieza con una llamada que resume todo lo anterior. Recoge el tema del último argumento escriturístico: libertad en el Espíritu o esclavitud bajo la ley (5,1-12). Los llamados a la libertad no pueden confundir la libertad con el desenfreno. Cristo nos libera para que amemos al prójimo (5,13-15). Este amor, con sus diversas manifestaciones, es, a su vez, fruto del Espíritu (5,16-14). Por eso el caminar en el Espíritu puede describirse como servicio fraterno (5,25-6,6). Por último, se muestra que la auténtica perfección cristiana no crece sobre el suelo de la carne. La vida eterna del bautizado es la cosecha de lo que el hombre ha sembrado sobre el suelo del Espíritu, sobre el suelo que Dios mismo, por Cristo, ha preparado (6,7-10).
I. CRISTO NOS HA LIBERADO, PERO NO PARA UNA NUEVA ESCLAVITUD (5,1-12).
1. EL YUGO DE LA ESCLAVITUD (5/01-03).
1 Para la libertad nos ha liberado Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis apresar de nuevo por el yugo de una esclavitud.
La libertad es un elemento constitutivo del estado cristiano. Esta fue la última palabra y el resultado del argumento escriturístico precedente. Con esta palabra empieza Pablo esta nueva sección de su carta. Cristo nos ha liberado para el estado de libertad. No se ha limitado a descargarnos por un momento el fardo de la esclavitud; nos ha colocado en estado de libertad. En ella estamos ahora. La «poseemos» en Cristo (2,4).
Cristo nos ha liberado para la libertad, en la que hemos sido constituidos por la muerte redentora de Cristo en la cruz; ahora estamos en ese estado, a merced de la libertad. Se trata de la libertad de la ley, a la que los gálatas querían renunciar sometiéndose a la circuncisión (5,3). Pero, puesto que Pablo usa aquí la palabra «libertad» en sentido amplio, incluye también la libertad del pecado. En el ámbito de la ley, ésta despliega y robustece el pecado. La ley es «la fuerza del pecado» (1Co 15:56). Quien ha escapado a ella ha escapado también al pecado. El que ha sido liberado por Cristo está también libre de la muerte, que es consecuencia del pecado (Rom 5:21) y de la que éste es aguijón (1Co 15:56).
Quien goza de esta libertad en virtud de Cristo debe mantenerse firme en ella; se quedará en ella. Querrá conservar su estado de libertad. Será consciente de su dignidad. Pero a quien se deje apresar por el yugo de la esclavitud le vacilarán las rodillas. Gemirá bajo la esclavitud de la ley, porque no será capaz de soportarla. Esto es lo que les sucederá a los gálatas si retornan a la legalidad en que vivían antaño (1Co 4:9). No deben volver a ella.
2 ¡Mirad! Soy yo, Pablo, el que os lo digo: si os hacéis circuncidar, Cristo no os servirá de nada. 3 Y otra vez lo repito solemnemente a todo el que se circuncida: que queda en situación de deudor con respecto al cumplimiento de toda la ley.
Pablo utiliza todo el peso de su autoridad apostó1ica para explicar a los gálatas, en concreto, lo que significaría buscar la circuncisión. ¡Mirad! Así les hace prestar atención al significado decisivo de sus palabras. Soy yo, Pablo, el que os lo digo; tras él está la responsabilidad apostólica y la autoridad del enviado de Cristo, que antes esperaba también la justificación de la ley.
Al que se circuncida, Cristo no servirá de nada. Si los gálatas eligen la circuncisión como camino para salvarse, se engañan. No progresan hacia un cristianismo pleno, sino que hacen que la obra salvadora de Cristo sea inútil para ellos. Los gálatas no han llegado aún a una decisión, pero, en caso de que se decidan por la circuncisión, la sentencia de Cristo en el juicio no será de justificación.
¿Por qué no puede ser Cristo quien traiga la salvación al cristiano no judío que se circuncide? Pablo testifica solemnemente a todo hombre que se circuncida, es decir, a todo étnicocristiano que, al circuncidarse, se coloca en el camino de la justificación por la ley, que está obligado a cumplir toda la ley. Para los judíos, la circuncisión es el principio de una vida que quiere llegar a la justificación por medio de la ley, cumpliéndola (1Co 5:4). Quien, sometiéndose a la circuncisión, se pasa al orden, ya caducado y superado, de la ley, debe cumplirla atendiendo a sus preceptos, debe cumplir toda la ley.
Esto, seguramente, no se lo han dicho a los gálatas los adversarios de Pablo. No habrán presentado la ley como un yugo, sino que habrán ensalzado la circuncisión como camino para llegar a la auténtica filiación de Abraham y a la herencia del tiempo mesiánico. Pablo, en cambio, muestra a los gálatas que la ley es un yugo (cf. 4,9s) y que hay que cumplir todas sus exigencias (3,10). Ni siquiera los falsos maestros que, como judíos cristianos, ensalzan la ley como camino hacia la justificación, cumplen todo lo que la ley exige (6,13).
2. FE, QUE ES ACTIVA GRACIAS AL AMOR (5/04-06).
4 Habéis sido arrancados de la influencia de Cristo cuantos pretendéis ser justificados a base de la ley; habéis caído fuera de la gracia. 5 Pues nosotros, apoyados en el Espíritu y partiendo de la fe, conservamos pacientemente la esperanza de la justicia.
Quien, siendo cristiano, se pasa, circuncidándose, a] camino de la justificación mediante la ley, queda privado de la ayuda de Cristo y a merced de la maldición de la ley; queda arrancado a la influencia de Cristo. Está desligado de toda vinculación con Cristo, se ha apartado de Cristo, «en quien» estaba por su bautismo (3,27s). La palabra que Pablo usa para designar el «arrancarse» a la influencia de Cristo significa también perderse y aniquilarse. Quien quiere justificarse mediante la ley ha sellado su propia perdición. Ha caído fuera de la gracia. Está desgajado de aquel que le ha llamado a la gracia (1,6). Quien permanece en el Evangelio, se encuentra dentro del ámbito de la gracia divina; quien, en cambio, se pasa a un Evangelio falso, cae fuera de la gracia. El hombre tiene acceso a la gracia en virtud de la fe, y cuando se bautiza pasa a estar en estado de gracia. ¿Quién quiere pasar del reino de la bendición al de la maldición?
¿Cómo esperamos nosotros, los cristianos, la justificación? Lo primero que es digno de notar es que la esperamos. Proviene de Dios como un don, no de nosotros mismos, de nuestras obras. Es un patrimonio que esperamos. Ni siquiera el cristiano creyente y bautizado ha llegado ya a la justificación. El juicio final y la plenitud final no han llegado todavía. Pero el bautizado no espera sin más, no espera algo incierto. Tiene una esperanza fundada: si permanece en la gracia, si se mantiene en la libertad que Cristo nos ha traído, Dios consumará en él la justificación. La plenitud cristiana no es obra nuestra. Es un regalo que Dios nos hará al final, pero para eso hemos de permanecer en la libertad del Evangelio y en la gracia.
La fe es el punto de partida del camino hacia la justificación, camino que hemos de recorrer en el Espíritu. Por eso la vida y la ética cristianas consisten en vivir de la fe. La fe actúa a través del amor. La vida moral del bautizado consiste en vivir la fe y, por tanto, en vivir en el Espíritu, pues el Espíritu de Dios es quien da fuerza para vivirla y llegar así a la justificación.
6 En efecto, en Cristo Jesús no cuentan ni la circuncisión ni la incircuncisión; sino la fe, que actúa a través del amor.
Pablo da una vez más las razones de su afirmación. Muestra por qué nosotros, los cristianos, estamos en lo cierto cuando esperamos la justificación de la fe y por qué aquel que quiere ser justificado por la ley ha caído fuera de la gracia. En Cristo Jesús sólo hay una cosa que conduzca a la justificación: la fe. En el nuevo orden salvífico que ha comenzado con Cristo, la distinción entre circuncisión e incircuncisión ha perdido su fuerza; ya no significa nada en orden a la salvación del hombre. Esta distinción, que en el ámbito de la ley representaba una oposición infranqueable, ya no cuenta en Cristo.
Lo que cuenta es la fe, que actúa a través del amor. Quien cree que la fe es lo que justifica y lo que salva no queda por eso condenado a la inactividad. La fe actúa en el amor. Para el bautizado en Cristo la fe y el amor están íntimamente unidos. No se puede separar la fe del amor; es éste quien la hace activa, quien la traduce en algo real. Y tampoco es posible el amor sin fe, porque la fe es la fuerza inicial de la nueva vida del bautizado. La fe tiene fuerza justificadora 55.
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55. Stg 2:17 llama fe «muerta» a la que no se ejerce en obras. La fe, pues, de la que Pablo habla en Gal 5:6 puede calificarse, usando el vocabulario de la carta de Santiago, de fe «viva».
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3. SED SEGUIDORES DE LA VERDAD (5/07-12).
7 Corríais bien; ¿quién es el que os ha impedido ser seguidores de la verdad? 8 Esta sugerencia no proviene del que os ha llamado.
La descripción de la existencia cristiana ha hecho recordar al Apóstol, con dolor, que los gálatas, hasta la llegada de los judaizantes, corrían bien. Se esforzaban en llevar su fe a la práctica mediante el amor.
Es extraño que se hayan dejado frenar en esta carrera. Es difícil de entender cómo ha podido suceder eso. Pero ha sucedido. Se les impide ser seguidores de la verdad. Quieren abandonar la verdad del Evangelio. No quieren atenerse a lo que son en Cristo. Y no hay ninguna razón válida que justifique tal proceder.
La carrera inicial ha sido frenada por una sugerencia. Esa sugerencia no proviene de la voluntad de Dios. La llamada de Dios de hoy debe coincidir con la de ayer, cuando fueron llamados por primera vez. La llamada a la circuncisión y a la ley no proviene de Dios. Los mensajeros que la proclaman entre los gálatas no son, pues, mensajeros de Dios. El verdadero apóstol, en cambio, Pablo, vuelve a llamar a los hijos de su comunidad a la verdad del Evangelio que antes les predicó.
9 Un poco de levadura hace fermentar a la masa. 10 Yo tengo la íntima convicción, en el Señor, de que vosotros no pensaréis de otro modo. Pero el que cause entre vosotros la confusión, cargará con su condena, quienquiera que sea.
La imagen de la levadura expresa una experiencia humana cotidiana. Aplicada a la situación de los gálatas quiere decir que unos pocos agitadores pueden contagiar a todas las comunidades de Galacia. Les será fácil imponer sus principios a los cristianos, porque éstos buscan en la ley un cristianismo mejor. Hay que impedir que esto suceda. El Apóstol dice que tiene la íntima convicción en el Señor… Confía en que la opinión de los gálatas coincidirá con la suya. Verán con mayor claridad la verdad del Evangelio y, como Pablo, se atendrán a ella. Un voto de confianza que los hijos oyen en boca de su padre puede conseguir más que la exhortación o la amenaza. Y cuando, además, la confianza es en el Señor, éste se encargará de mantener en la verdad a los hijos que se hallan en peligro.
Quien cause la confusión en las comunidades cristianas cargará con la condena de Dios, pues Dios dejará caer la condenación sobre aquel que se dirige a las comunidades de Dios con un mensaje que se opone a su Evangelio. Y en este caso, con mayor razón, pues los agitadores predican su mensaje como si se tratara de otro Evangelio, de un mensaje de Dios (1,6s).
El castigo alcanzará a cada uno de ellos, quienquiera que sea. Entre los agitadores a que Pablo se refiere debía encontrarse alguna persona notable, pero el Apóstol no menciona el nombre de ninguno de sus adversarios. Probablemente no quiso concederles ese honor.
11 En cuanto a mí, hermanos, si todavía proclamo la circuncisión, ¿cómo es que soy perseguido? ¡Habría sido eliminado el escándalo de la cruz!
Pablo se vuelve contra una exposición falsa y perniciosa de su doctrina; tal vez la esparcían sus adversarios para crear confusión. Combatían, por una parte, el mensaje de Pablo diciendo que Pablo no era verdadero apóstol de Jesucristo (cf. 1,11s). Y por otra parte, parece ser que estos agitadores decían que, en el fondo, Pablo exigía también la circuncisión, proclamaba la circuncisión; que Pablo seguía siendo lo que había sido antes: un judío, y que incluso después de convertirse esperaba conseguir la justificación por el camino de la ley y, por tanto, mediante la circuncisión 56. Que éste no es el contenido de la predicación paulina lo demuestra Pablo con dos razones.
Aún se le persigue. Está expuesto a las insidias de sus adversarios desde que dejó de predicar la circuncisión, desde que fue llamado a ser apóstol (2,4). Y sigue estándolo, como lo demuestra la actividad de sus adversarios de Galacia.
Si fuera cierto lo que dicen, habría sido eliminado el escándalo de la cruz. Mientras sus adversarios predican la circuncisión, Pablo proclama a Cristo crucificado, que es un escándalo para los judíos (1Co 1:23). Se escandalizan, porque a sus ojos la cruz es el poste de la vergüenza, que aborrecen. Rechazan el escándalo que les sale al encuentro en la cruz. Persiguen al que pone la palabra de la cruz en el centro de su predicación (1Co 6:14). El hecho de que aún persista el escándalo de la cruz demuestra que Pablo, antes coma ahora, predica al crucificado y no la circuncisión (1Co 6:12).
La cruz es para Pablo el nuevo signo salvador, una vez que la circuncisión ha sido abolida. Es el medio que, en definitiva, conduce a la salvación. Mientras la circuncisión representa el compendio del cumplimiento de la ley como camino hacia la salvación, la cruz es el compendio de la gracia, que rechaza la sumisión a la ley y las prerrogativas adquiridas. Por eso el Apóstol no se gloría en la carne de los suyos, sino «en la cruz de nuestro señor Jesucristo» (1Co 6:13 s).
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56. A esta deformación de la actitud de Pablo contribuyó probablemente el hecho de que el Apóstol, por piadosa atención a los judeocristianos, había hecho circuncidar a Timoteo (Hec 16:3).
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12 ¡A la mutilación total deberían llegar los que os perturban!
La perícopa termina con un deseo sarcástico: ¡A castrarse deberían llegar los que perturban la unidad fraterna de las comunidades! Así, según su opinión, tendrían más motivo para gloriarse en la carne. Irían más Iejos en su piadoso deseo de cumplir la ley que los que «se limitan» a circuncidarse. Pero entonces -y como antiguos judíos lo verían con horror- se excluirían a sí mismos de la comunidad de Dios (cf. Deu 23:2).
Pablo pone la actividad de sus adversarios en relación con el paganismo, pues en el culto de los misterios, que tenía su sede central en la ciudad gálata de Pesinunte, los sacerdotes de Atis y Cibeles se castraban ellos mismos. Cuando Pablo pone la circuncisión en relación con esas aberraciones paganas, no lo hace para burlarse. Esa burla sonaría como una blasfemia a oídos judíos. Lo que quiere es mostrar cómo, en el fondo, coinciden los que ven en la ley judía el camino hacia la salvación y los paganos que, mediante una serie de prácticas, quieren tener favorables a los dioses. En definitiva, ambos siguen el mismo camino equivocado.
II. PRINCIPIO FUNDAMENTAL: SERVIRSE MUTUAMENTE EN AMOR (5/13-15).
Pablo rechaza decididamente todo compromiso entre la ley y la fe (Deu 5:1-12). Usa como argumento, una vez más, la vocación a la libertad que han recibido los gálatas. El apóstol quiere exponer a continuación algunas obligaciones concretas, pero antes menciona el principio fundamental de toda la ética cristiana: el amor (Deu 5:13b-15). El amor al prójimo debe llenar el hueco que la libertad ha creado en torno nuestro.
13a Indudablemente vosotros, hermanos, habéis sido llamados a la libertad.
Los cristianos han sido llamados a la libertad. El Apóstol se dirige a ellos una vez más tratándoles de hermanos. La posibilidad de libertad que abrió para todos la acción redentora de Cristo (Deu 5:1) se hizo realidad entre los gálatas cuando Dios los llamó. Entonces, cuando Dios los llamó por medio de Pablo, los gálatas, como comunidad de Dios, como Iglesia, fueron sacados del mundo antiguo y constituidos en la libertad. Fueron transplantados de este mundo actual y malvado (Deu 1:4) a la nueva creación de Dios (Deu 6:15). Pero la vocación a la libertad no se reduce a eso. Los que han sido liberados deben permanecer del lado de la libertad y a favor de ella.
13b Sólo que esta libertad no dé pretexto para la carne, sino, al contrario, mediante el amor, poneos los unos al servicio de los otros.
En todas partes donde se predica la libertad, puede ser mal entendida. Habrá siempre hombres egoístas que confundan la libertad con la arbitrariedad. La libertad puede convertirse en pretexto para la carne. Los hombres egoístas pueden utilizarla como punto de partida para dedicarse a la carne. Fácilmente pueden llegar a sentirse dentro de esta nueva Iibertad como «señores» y entonces, siguiendo la forma «carnal» de obrar de los hijos de este mundo, intentar rehuir el servicio de Dios. Tales hombres no conocen otro deber que su deseo. Se lanzan unos contra otros como animales de presa, que se muerden e incluso se devoran mutuamente (Deu 5:15).
Parece que el peligro de tal abuso de libertad se cernía sobre los gálatas. Podemos estar seguros de que cuando Pablo llama la atención es porque no se trata sólo de una posibilidad. Puede confirmarlo el hecho de que Pablo se dirige a aquellos mismos a quienes previno de la recaída en la esclavitud de la ley (Deu 5:1). La tiniebla espiritual que resulta de la sumisión a la ley encuentra fácilmente razones para rehuir los deberes de la vida cotidiana. La frivolidad de esos innovadores «idealistas», que sólo buscan su gloria, puede hacer escuela entre los gálatas (Deu 5:26). Eso llevaría inevitablemente a discusiones mutuas y a envidia. La armonía fraterna de las comunidades se convertiría en una lucha de todos contra todos (Deu 5:12).
¡Poneos los unos al servicio de los otros, mediante el amor! El servicio a los hermanos es la forma de vida que está de acuerdo con la libertad en Cristo. La libertad en Cristo es libertad para el amor, porque el amor llena el hueco de la libertad. Es también libertad de amor, porque sólo el amor da al hombre la libertad de hacer lo que quiere 57. El amor es la ley de los cristianos, pero no es ley en cuanto conjunto de normas o preceptos particulares, sino como fundamento de la actividad cristiana.
Este servicio de amor es la esclavitud del cristiano El cristiano no sirve a la carne; es esclavo de su prójimo. Pero al servir así, conserva la libertad; el amor, como servicio, es la plenitud de la libertad en Cristo. El servicio y el sacrificio de Cristo son el prototipo de este servicio a los hermanos.
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57. SAN AGUSTÍN dice: «¡Ama y haz lo que quieras!» La razón que da es que de la raíz del amor no puede brotar más que bien (Tratado 7, 8 a propósito de la primera carta de Juan).
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14 Pues toda la ley queda cumplida en una sola palabra, o sea en aquello de «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lev 19:8).
Por contradictorio que pueda parecer, es cierto, para el cristiano, que si se entiende la libertad como libertad para el amor, en ella, que es al mismo tiempo libertad de la ley, queda cumplida toda la ley. Pablo cita una frase que nunca tuvo un lugar destacado en la ley ni fue especialmente significativa en la ética de la antigua alianza. Se refería al amor a los compatriotas, pero Jesús la amplió, haciéndola extensiva a todos los hombres. La obligación que Jesús impone de amar al prójimo encuentra, además, su más profundo fundamento en la obligación de amar a Dios sobre todas las cosas, que era también fundamental en la antigua alianza (Deu 6:5). Amor a Dios y amor al prójimo son las dos caras de un mismo principio fundamental, que Jesús constituyó en centro de toda la vida moral. No hay mandamiento mayor (Mar 12:28-34). Así se entiende que el amor deba extenderse incluso al enemigo (Mat 5:4348), pues el verdadero hijo del Padre celestial ama en Dios y por Dios a todos los hombres. Pablo, consecuente con las palabras de Jesús, afirma que el cumplimiento de este único mandamiento incluye el cumplimiento de toda la ley 58. A-D/A-H: ¿Qué es lo que pide el mandamiento del amor? Es sugerente el hecho de que Pablo no mencione el aspecto que se refiere a Dios, la obligación de amar a Dios. ¡Amarás a tu prójimo! Sólo así queda completo el amor. Es fácil espiritualizar el amor a Dios y prescindir del prójimo, pero quien cree amar a Dios y prescinde de sus semejantes, de los hombres que están a su lado, de sus vecinos, se engaña, pues el mandamiento del amor, a pesar de ser doble, es indivisible «Si alguien dice: «yo amo a Dios» y odia a su hermano, es un mentiroso» (1Jn 4:20). El amor debe demostrarse en el servicio a aquel que sale a nuestro encuentro necesitado de nuestra ayuda. El amor que uno se tiene a sí mismo puede ayudarnos a entender cómo hemos de amar al prójimo. Todo hombre, por naturaleza, se ama a sí mismo, busca su bien, desea para sí todo lo que es bueno. De igual modo debemos preocuparnos del bien de nuestro vecino, del que encontramos en nuestro camino, del que Cristo envía a nuestra puerta. Debemos amarle como amamos nuestro propio yo. Cristo exige a cada uno de los suyos que ame a su prójimo como a sí mismo. En el sermón de la montaña se comenta así el principio fundamental del amor al prójimo: «Todo cuanto deseéis que os hagan los otros, hacedlo igualmente vosotros con ellos» (Mat 7:12 s). En estas palabras se dice más que en la forma negativa de entender la libertad de aquellos cuyo único objetivo es proteger al individuo de los desmanes de los demás, según el proverbio: No quieras para los demás qo que no quieras para ti.
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58.Cf. también Rom 13:8-10.
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15 Si, pues, os mordéis y os devoráis mutuamente, estad atentos a no destruiros a vosotros mismos.
El «si» con que Pablo inicia la frase no se refiere a un caso meramente posible; habla de lo que en ese momento sucede entre los gálatas. Se lanzan unos contra otros como animales salvajes, que se muerden y se devoran. El celo por la ley, en el que cada uno quiere superar a los demás, y la posesión del Espíritu, entendida falsamente, que desemboca en la falta de consideración y en la vanidad, conducen a la enemistad personal y a la envidia (6,1).
Pablo advierte con amarga ironía adónde conducirá tal forma animal de comportarse: las comunidades que el Apóstol ha edificado se destruirán ellas mismas. Los miembros de la comunidad se destruirán unos a otros, se devorarán mutuamente. A eso es a lo que conduce el fanatismo por la ley. La atención agradecida a la gracia, al contrario, conduce, como demuestra la experiencia, al amor fraterno y a una vida comunitaria floreciente.
III. EL AMOR ES EL PRIMER FRUTO DEL ESPÍRITU (5,16-24).
Pablo pasa ahora a mostrar lo que hay que hacer para permanecer en la libertad del amor. Habla de «caminar en el Espíritu» (5,16), es decir, de vivir la vida guiados por la fuerza y la inspiración del Espíritu de Dios, que ha sido dado a todos los cristianos en virtud de la promesa. Aunque experimenten las «tendencias de la carne» (5,16-18), deben tener confianza en medio de esta lucha, pues al pasar a pertenecer a Cristo «han crucificado la carne con sus pasiones y sus tendencias» (5,24).
En el marco de esta exposición introduce Pablo un catálogo de vicios y otro de virtudes (5,19-21; 22-23). Estos son los ejércitos que se enfrentan en el campo de batalla de la vida. Por un lado está el ejército, ya vencido, de las obras de la carne. No es que el Apóstol crea seriamente que los vicios que aquí enumera se encuentren uno por uno en los gálatas; se los pone ante los ojos a modo de aviso, para que vean adónde puede llevarles la esclavitud de la ley: a quedar excluidos de la herencia del reino.
El primer fruto del Espíritu que Pablo nombra es el amor. Pero el fruto del Espíritu, los dones que puede aportar, son múltiples. Frente a tales dones no hay ley; donde reina el Espíritu está la libertad, y el poder de la ley ha llegado a su fin.
1. LA CARNE TIENE TENDENCIAS CONTRARIAS AL ESPÍRITU (5/16-18).
16 Esto, pues, es lo que os digo: Caminad en el Espíritu y no llevéis a cabo las tendencias de la carne.
Pablo se extiende ahora sobre los conceptos que había indicado antes. Había dicho que no se debía permitir que la libertad fuera pretexto para la carne, que lo que hay que hacer es ponerse unos al servicio de los otros mediante el amor y que los miembros de la comunidad corren el peligro de lanzarse unos contra otros para devorarse. Ahora pasa a exponer el aspecto positivo que le interesa, introduciendo una idea que debía despertar recuerdos aún vivos en las comunidades. Dice: Caminad en el Espíritu. Al hacerse cristianos, los gálatas recibieron el Espíritu de Dios. En el Espíritu ha empezado su camino de cristianos: ¿van a terminarlo en la carne? Han experimentado la acción del Espíritu de Dios en la vida comunitaria. Deben seguir caminando en el Espíritu, avanzar, vivir la vida guiados por la fuerza de ese Espíritu; él es quien les marca la pauta. Deben dejarse guiar por el Espíritu. Utilizar la libertad para el amor, equivale a dejarse guiar por el Espíritu Santo. Esto lo hace el cristiano cuando escucha al Espíritu y le obedece.
Si obra así, no lleva a cabo las tendencias de la carne. No es posible que un cristiano, que vive su vida en el Espíritu, se entregue a las tendencias de la carne. Pablo saca esta certeza del hecho de que los objetivos que persiguen ambos poderes, la carne y el Espíritu, son antagónicos.
Por esta razón el Espíritu, que es Espíritu de Dios, puede acabar con el poder de la carne. Igual que al hablar del Espíritu Pablo no se refiere al espíritu del hombre, tampoco «carne» (sarx) se refiere meramente a nuestra carne. El Apóstol considera la (sarx) como una fuerza personal que extiende su poder sobre todos nosotros. Tiene sus tendencias propias e intenta someter a ellas nuestra voluntad. Pero, puesto que la carne se opone al Espíritu de Dios, no llevaremos a cabo sus tendencias.
17 Pues la carne tiene tendencias contrarias al Espíritu; y las del Espíritu, a su vez, van en contra de la carne. Hay entre ellos un antagonismo irreductible, de suerte que no lográis hacer las cosas que quisierais.
La lucha que se produce en el hombre entre el Espíritu y la carne no hay que entenderla como una rivalidad entre el yo espiritual y el cuerpo del hombre. El hombre cristiano, en su totalidad, es escenario de la batalla entre la carne y el Espíritu. El poder de la carne se alza contra la presencia de Cristo en nosotros. Las tendencias de la carne son expresión de su enemistad hacia Cristo. Pero también el Espíritu va contra ese poder que quiere arrastrar a los hombres tras él. Ambas potencias tienen sus tendencias propias y antagónicas.
No logramos hacer lo que queremos. La carne intenta apartar la voluntad del hombre de aquello a que le guía el Espíritu de Cristo. El Espíritu, a su vez, intenta impedirnos obrar carnalmente, dejándonos arrastrar por las tendencias de la carne.
18 Pero si os dejáis guiar por el Espíritu, es que ya no estáis bajo la ley.
Todo se reduce a que el cristiano se deje llevar por el Espíritu, comprenda cuáles son las intenciones del Espíritu de Dios, se deje guiar por el Espíritu de Cristo. Guiado así por Dios, cumplirá la ley, practicando el amor; vivirá la libertad a la que ha sido llamada, sin erigirse una justicia suya (Flp 3:9).
Es realmente libre, pues ya no está bajo la ley. El Espíritu somete los afanes carnales del hombre, que le llevan a enorgullecerse de haber cumplido la ley o a obrar contra la ley.
2. LAS OBRAS DE LA CARNE CARNE/OBRAS (5/19-21).
19a Ahora bien, las obras de la carne están patentes…
La lucha inexorable entre carne y Espíritu la experimenta el hombre en su corazón, al caer en la cuenta del antagonismo que existe entre las tendencias de ambos. Se hace patente con mayor claridad si observamos la diversidad que existe entre los objetivos que ambos poderes persiguen. Esa diversidad de objetivos está patente cuando las tendencias pasan a ser realidades en la vida humana. Pablo, al exponer ante los gálatas unos cuantos vicios concretos, se refiere a realidades que deben infundir a los cristianos un santo temor. No se limita a pedir a priori que se evite este o aquel vicio. Muestra adónde conducirá la carne al hombre que se confíe a ella.
Lo que Pablo va a exponer a continuación, enumerando quince vicios uno por uno, lo resume en esta expresión: obras de la carne. Al hablar en plural -habla, en cambio, sólo del fruto del Espíritu (Flp 5:22)- quiere mostrar la multiplicidad de las obras de la carne: las obras de la carne forman un montón confuso. Los vicios se mencionan uno tras otro, sin orden: unos, en singular; otros, en plural. Tal es el caos que produce la carne, en oposición al Espíritu de Dios.
No está aún agotado el significado de la palabra obras en el texto paulino. Pablo llama «fruto» a lo que el Espíritu produce en los hombres; la carne, al contrario, produce «obras». La carne produce hechos, de los que el hombre puede gloriarse como propios, pero que, precisamente porque son obras de la carne, terminan en la confusión del vicio. El Espíritu, por el contrario, produce «fruto». En el Espíritu, el hombre actúa dando gracias a Dios por el bien recibido. El cristiano obra guiado por la fuerza del Espíritu de Dios, y así su obrar termina en una maravillosa armonía de dones de Dios, que el amor circunda. El Dios creador crea un mundo de orden y de paz.
19b …a saber: fornicación, impureza, libertinaje, 20 idolatría, magia, enemistades, discordia, celos, animosidades, rivalidades, partidos, sectas; 21a envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes a éstas.
Empieza mencionando como obras de la carne tres ejemplos de desorden sexual: fornicación, impureza, libertinaje. La primera palabra se refiere a la convivencia sexual fuera del matrimonio. La segunda, a la «impureza» moral, que puede derivarse del extravío sexual; el significado exacto de la palabra es más amplio, ya que abarca también los pensamientos impuros. La tercera palabra designa el desenfreno sensual, que casi siempre incluye también el desenfreno sexual. Tal desenfreno era característico del paganismo 60. Las tendencias de la carne no traen consigo sólo desorden sexual, sino también idolatría. También éste es un error típicamente pagano. El error de los paganos consiste en que «trocaron la gloria del Dios inmortal por una imagen que representa un hombre corruptible, aves, cuadrúpedos y reptiles» (Rom 1:23). Mediante el culto a los ídolos, el hombre pagano quiere tener a su disposición lo divino; según Pablo, ésta es otra manifestación de las tendencias de la carne. De esa misma raíz procede la magia. En la magia, el pagano atribuye a las cosas y a las acciones una fuerza divina que no pueden tener en realidad. Sabiendo manipular esas cosas cree poder determinar el obrar de Dios.
Sin orden determinado expone a continuación los vicios que amenazan la vida social. Se trata de pecados que brotan del egoísmo, cuando los hombres sólo se tienen en cuenta a sí mismos. Las enemistades ocasionan la discordia o proceden de ella. A veces proceden de los celos. «Estáis aún en el puro plano humano. Realmente, mientras que entre vosotros haya celos y discordia, no habéis pasado la raya de lo humano y vuestra conducta es puramente humana» (1Co 3:3); así escribe Pablo a la comunidad de Corinto. Las animosidades y las rivalidades son manifestaciones concretas de enemistad. La indignación contenida tiende a salir al exterior continuamente, en estallidos; la enemistad empuja a buscar aliados para planear intrigas. Así, la enemistad es causa de que surjan partidos y sectas. Las obras de la carne culminan en escisión de la comunidad, a causa de los intereses de grupo. Convierten el orden de Dios en un montón de escombros. Con los últimos tres vicios, cuya fuente común es la falta de dominio de sí mismo, vuelve Pablo a tratar de las formas más groseras de libertinaje. La envidia, más exactamente, pues la palabra está en plural, las diversas manifestaciones y formas de la envidia, conducen a aquellos pecados que se cometen en los banquetes: embriaguez y orgías de todo tipo. El catálogo de vicios termina con un giro formulario: «y cosas semejantes a éstas». Significa que a los vicios mencionados se puede añadir aún muchos más. ¡Tan numerosas son, y tan demoledoras, las obras de la carne!
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60. Cf.a este propósito, el texto de Rom 1:24; 1Te 4:3-5; 2Co 12:21.
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21b Acerca de estos vicios os digo que quienes los practican no heredarán el reino de Dios.
Llamando la atención sobre las secuelas inevitables de una vida carnal, el Apóstol espera apartar a los gálatas de las obras de la carne. Por eso se las ha enumerado: para que vean adónde puede llegar un cristiano si se entrega de nuevo a las tendencias de la carne; los que obran así, no heredarán el reino de Dios. Las obras de la carne excluyen del reino de Dios. Quien las practique no será heredero de la salvación plena que se nos dará cuando venga Cristo, pues Cristo no le salvará del juicio de la ira 61.
Pablo les predice esto a los cristianos de Galacia. Ya se lo había predicho cuando aún eran paganos. La palabra de juicio forma también parte del mensaje del Evangelio, sobre todo cuando va dirigido a oyentes paganos. El Apóstol se lo recuerda también a los cristianos para avisarlos. Igual que es cierto que ya han conseguido la justicia por la fe en Jesucristo, lo es también que al final el cristiano será juzgado por sus obras. El que esté o no en estado de justicia será decisivo para su salvación o condenación definitivas. El reino de Dios y la justicia no se consiguen por las obras. Son herencia de los hijos de Dios. Son un regalo de Dios Padre. Así como en los discursos de Jesús la idea de «reino» o de «señorío de Dios» contiene esencialmente el poder de Dios, la idea paulina de «justicia de Dios» está sólidamente anclada en la idea de juicio de Dios sobre los hombres. El reino de Dios y la justicia de Dios son dones, pero son también tareas que se nos imponen.
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61. Cf. 1Co 6:9 s; 1Co 15:50-53.
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3. EL FRUTO DEL ESPÍRITU (5/22-24).
22 Por el contrario, he aquí el fruto del Espíritu: amor, alegría, paz, comprensión, benignidad, bondad, lealtad, 23 mansedumbre, templanza.
La oposición que existe entre las obras de la carne y el fruto del Espíritu es igual a la que existe entre tinieblas y luz, entre caos y orden, entre multiplicidad y unidad. El orden del mundo moral que el Espíritu de Dios crea aparece expresado en el ritmo ternario de la enumeración. Tres tríadas de virtudes constituyen el fruto del Espíritu. La unidad queda clara por el hecho de que el Apóstol dice «fruto», en singular, y no habla de frutos. La vida moral del cristiano es, en realidad, muy sencilla: servir por amor. En el amor al prójimo es donde primero sale a luz y madura la acción del Espíritu. Mientras en la comunidad son los efectos extraordinarios del Espíritu, los carismas, los que testimonian la acción del Espíritu (1Co 3:5), en el individuo, que posee el Espíritu por el bautismo, el fruto de esta posesión aparece como amor. En el Espíritu, el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones. En el amor, la fe pasa a la acción. El amor cristiano se dirige ante todo a Dios, pero Pablo atiende aquí sobre todo al amor al prójimo, por ser un fruto prácticamente visible. Toda obra de un cristiano, en la medida en que no es una obra «carnal», contiene este amor, como fruto del Espíritu.
En segundo lugar nombra el Apóstol la alegría. Se trata de una alegría causada y comunicada por el Espíritu Santo. Su fundamento más profundo lo constituye la esperanza en la proximidad del Señor, esperanza que proviene de la buena nueva del Evangelio. Supera a la alegría natural, porque se alegra de la fe del hermano. Se mantiene en medio de las dificultades y en la aflicción, porque es algo más que un puro sentimiento; es semejante a la alegría del Señor y de su Apóstol 62.
En tercer lugar está la paz. El Espíritu tiende a la paz, a la salvación del hombre, mientras el objetivo final de la carne es la muerte. La paz es un elemento constitutivo del reino de Dios; «no consiste en comer y beber, sino en justicia y paz, y alegría en el Espíritu Santo» (Rom 14:17). La paz, a la que Dios ha llamado a los cristianos y que ha establecido por medio de Cristo, puede, por ser «paz de Dios», «custodiar nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Flp 4:7) 63.
La comprensión, la benignidad y la bondad son las virtudes que en el contacto entre los hombres mantienen la alegría y la paz. Quien es comprensivo soporta a los demás, incluso cuando tiene tentaciones de ira. Se domina a sí mismo con paciencia constante. Es generoso con todos. El ejemplo de Dios, que refrena graciosamente su ira justa, es el que impone a los cristianos la exigencia de una comprensión generosa. La benignidad y la bondad implican un dirigirse positivamente a los hombres, un servirles amistosamente y un salirles al encuentro con benevolencia.
La lealtad, la mansedumbre y la templanza cierran la enumeración, que, por descontado, no pretende ser exhaustiva. La lealtad debe constituir el fundamento de la confianza en la comunidad; la falta de lealtad origina desconfianza, que destruye la comunidad.
Mansedumbre significa suavidad, moderación: lo contrario de altanería. Esa mansedumbre debe ser una de las características de los cristianos; no han de amonestar a sus hermanos con ira ni con acritud arrogante. El cristiano tiene en Cristo un ejemplo de mansedumbre. En último lugar está la templanza, que es algo más que continencia. Se opone, sin duda, a los vicios del desenfreno sensual y del libertinaje desenfrenado. La templanza es fruto del Espíritu, pero hay que adquirirla en la lucha y mediante el ejercicio.
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62. Sobre la alegría, cf. Rom 14:17; Rom 16:19; Flp 1:6; Flp 4:5.
63. Sobre la paz, cf. también Rom 8:6; 1Co 7:15; Efe 2:13 s.
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23b Contra tales cosas nada tiene que decir la ley. 24 Y los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus tendencias.
Contra este fruto del Espíritu no puede haber ninguna ley. Vivir la vida obedeciendo al Espíritu es cumplir la ley (Efe 5:14) y, por eso, frente a esta forma de vivir no hay ninguna ley. Donde reina el Espíritu, el poder de la ley ha llegado a su fin. Con esto, Pablo subraya lo que ya antes había dicho: Si os dejáis guiar por el Espíritu ya no estáis bajo la ley (Efe 5:18). Quien se deja guiar por el Espíritu de Dios no puede ser llamado quebrantador de la ley. Los cristianos han tomado ya en lo esencial su decisión: a favor del Espíritu y contra la carne. Han decidido a favor de Cristo y del Espíritu, han crucificado la carne. Han votado contra la carne. Esto les capacita ya para iniciar la vida en eI Espíritu. Esto es lo que aconteció en el bautismo. En él fueron incorporados sacramentalmente a Cristo y revestidos de él (Efe 3:27 s). Pertenecen a Cristo por el bautismo (Efe 3:29). Pero lo que en el bautismo aconteció una vez para siempre, hay que vivirlo.
Los bautizados han crucificado la carne. La han aniquilado, para que no pueda cumplir en ellos su obra destructora. Antes, el Apóstol había descrito esto como acción de Dios en el bautizado (Efe 2:19). Aquí, la llama obra del hombre. Es porque piensa en la decisión que el mismo bautizado ha tomado y a la que debe atenerse. Al someterse al bautismo, el hombre ha crucificado la carne, cuyas obras se acaban de enumerar, con sus pasiones y sus tendencias. Se ha entregado a Cristo Jesús y, mediante él, al Espíritu: pertenece al mundo de la nueva creación. «En Cristo» es «una nueva criatura» (2Co 5:17).
IV. CAMINAR EN EL ESPÍRITU ES SERVIR A LOS HERMANOS (,6).
Si bien el Apóstol, al mostrar las obras de la carne y, sobre todo, al hacer patente cuál es el fruto del Espíritu, ha puesto ya en claro todo lo necesario, quiere, sin embargo, señalar a continuación algunas particularidades. Quiere mostrar cómo ha de llevar a cabo el caminar en el Espíritu.
1. CAMINAR EN EL ESPÍRlTU (5/25-26).
25 Si, pues, vivimos en el Espíritu, caminemos también en el Espíritu.
Vivimos en el Espíritu. Este es el punto de partida de nuestra vida moral. Hemos recibido nuestra vida por virtud del Espíritu. Se refiere a la vida que ha empezado para nosotros en el bautismo. Cristo vive en nosotros (2,20). Estamos penetrados del Espíritu.
De ahí se sigue que debemos tender hacia el Espíritu. Si no caminamos en el Espíritu, no viviremos de acuerdo con nuestra esencia íntima de cristianos. Pablo designa aquí el caminar con una palabra más precisa que antes (5,16). Allí hablaba simplemente de «caminar» en el Espíritu; aquí, usa una palabra que proviene del lenguaje militar, cuyo significado primitivo es «ponerse en fila, marchar en fila, alinearse». Esta palabra vuelve a repetirse después (6,16), pero allí tiene el significado preciso de «ajustarse» (a una regla, a una medida). El cristiano, como persona que vive en el Espíritu, está llamado a ajustarse a ese Espíritu, a tender hacia ese Espíritu.
26 No nos convirtamos en buscadores de triunfos hueros, provocándonos recíprocamente y envidiándonos unos a otros.
El Apóstol inicia su serie de exhortaciones con una expresión benigna: No nos convirtamos. Su intención no es sólo mostrar que también él va incluido en la exhortación, quiere indicar, además, que los gálatas han de coincidir en este punto con él y gloriarse sólo en la cruz de Cristo. Los alborotadores de Galacia: en cambio, se glorían de sí mismos y buscan hacer un buen papel (6,12s).
El cristiano no busca triunfos hueros. Es cierto que es objeto del amor y que sus hermanos le aprecian como hermano, pero no buscan una gloria vana, vacía, sin fundamento. No quiere que los demás le alaben con vanas lisonjas. No anda buscando gloria y honor, como el hombre carnal.
Quien obra movido por la ambición, provoca a los demás, excita en ellos la misma ansia de gloria. Se llega así a una situación en la que cada uno intenta colocarse por encima de los demás, buscando una gloria que no corresponde a lo que es en realidad.
Por fin, surge la envidia. Se envidian unos a otros por las cosas buenas que cada uno tiene o parece tener. En el Espíritu, en cambio, nadie envidia lo que otro tiene, porque sabe que todo es gracia de Dios.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
Sección Teológica y Argumentativa (Gál 3:1-29; Gál 4:1-31; Gál 5:1-12)
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Entre la esclavitud de la ley y la libertad en Cristo (Gál 5:1-12)
Análisis de discurso
En los últimos versículos del capítulo Gál 4:1-31, Pablo desarrolla el tema de la libertad. A partir de ahora, y hasta el final de la carta, Pablo desarrolla una larga exposición ética sobre la forma de vivir la libertad cristiana, caracterizada por el caminar en el Espíritu. El discurso de estos dos capítulos finales está dominado por la contraposición entre “carne” y “espíritu”, pero siempre en relación con la exhortación a vivir en la “libertad”, la cual debe expresarse, principalmente, como libertad de la ley.
En este pasaje, Pablo procede a discutir el tema desde una perspectiva diferente de la del capítulo anterior. En efecto, inicia ahora con una afirmación acerca de la libertad como un don de Cristo y con una advertencia a sus lectores de no perder esta libertad (v. Gál 4:1). Este versículo funciona como conclusión de la alegoría de Sara y Agar, al mismo tiempo que introduce esta nueva sección. Luego, Pablo pasa a especificar la clase de esclavitud que tiene en mente, esto es, la esclavitud de la ley, de la que la circuncisión es su punto de partida (vv. Gál 4:2-3). Posteriormente, el apóstol plantea a los gálatas una alternativa cristiana decisiva: el cumplimiento de toda la ley, especialmente de la circuncisión, o Cristo (vv. Gál 4:4-6). Dentro de esta alternativa, en el versículo Gál 4:5, Pablo menciona el Espíritu como garantía de la libertad cristiana y como aquel que asegura la práctica del amor comunitario. Decidirse por Cristo posibilita vivir en la libertad del amor y en el ejercicio del amor.
Luego, Pablo cambia un poco repentinamente para recordarles a los gálatas su conducta pasada, antes de que recibieran la influencia de los maestros rivales (vv. Gál 4:7-10). Recurre entonces a dos imágenes o ejemplos muy gráficos, tomados de dos ámbitos diferentes. La primera imagen pertenece a la vida pública y deportiva y compara a los gálatas con buenos corredores en el estadio, que van bien encaminados en su carrera, hasta que empiezan a ser estorbados por alguien (v. Gál 4:7). La segunda imagen es del mundo doméstico y es la cita de un dicho sobre la pequeña cantidad de levadura que fermenta toda la masa (v. Gál 4:9). Vemos, entonces, cómo Pablo pasa de la complicada alegoría del capítulo anterior, muy cargada teológicamente, a dos imágenes muy sencillas, pero con mucha fuerza comunicativa.
Al final de esta sección, Pablo pasa de nuevo a los temas de la relación de la circuncisión con su predicación y de las acusaciones que algunos rivales le dirigen, cuestionando la congruencia de su predicación. Parece ser que Pablo era acusado por algunos de apoyar la circuncisión en algunos casos (cf. Hch 16:3). Como respuesta, Pablo muestra el sinsentido de esta acusación y señala que es perseguido, precisamente, por predicar lo contrario (v. Gál 4:11). El versículo Gál 4:12 cierra la sección con cierta violencia verbal: Pablo pide a los partidarios de la circuncisión que sean consecuentes con sus intenciones y terminen castrándose.
TÍTULO: El tema de la libertad domina este pasaje, y así lo registran todas las versiones: «Libertad en Cristo» (NVI), «Libertad por medio de Jesucristo» (TLA), «La libertad cristiana» (DHH96, BJ); también se registra en forma de exhortación: «Estad firmes en la libertad» (RV95).
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
La libertad es un concepto teológico central en la carta. Pablo contrapone libertad y esclavitud para subrayar una vez más la diferencia entre el buscar una buena relación con Dios por medio de la confianza en Cristo y el hacerlo mediante el cumplimiento de las instrucciones de la ley. Ambos conceptos equivalen también a la vida “según el Espíritu” y a la vida “según las inclinaciones negativas de la naturaleza humana”, respectivamente.
El versículo contiene una afirmación y dos exhortaciones en imperativo. Al inicio, el texto griego dice literalmente: “Para la libertad a nosotros Cristo nos hizo libres”. Algunas versiones traducen así, literalmente, casi palabra por palabra. Otras ofrecen traducciones más dinámicas: «Cristo nos dio libertad para que seamos libres» (DHH96), «para ser libres, nos ha liberado Cristo» (BA), “Cristo nos libertó para vivir en libertad”. TLA enfatiza el tono festivo por medio de dos frases presentadas entre signos de admiración: «¡Jesucristo nos ha hecho libres! ¡Él nos he hecho libres de verdad!»
Pablo se refiere a la libertad de cada persona para relacionarse con Dios en forma directa y sin mediaciones legalistas. No hay que entender que se trata de una esclavitud real, como la de los trabajos forzados, aunque este tipo de esclavitud existía efectivamente en el tiempo de Pablo. Libertad debe ser entendida aquí como libertad respecto del cumplimiento de la ley. Se puede traducir también como sigue: “Cristo nos ha puesto en libertad para que podamos vivir como gente libre”, “Cristo nos liberó de los sistemas legalistas que esclavizan para que disfrutemos la vida como personas libres”.
La segunda parte del versículo contiene los dos imperativos: «Manténganse ustedes firmes en esa libertad y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud» (DHH96). El texto griego dice sólo “estén firmes”, aunque es claro que lo que Pablo pide a los gálatas es que estén firmes en su libertad cristiana. El verbo griego significa también “estar de pie”, una imagen que en algunos contextos latinoamericanos puede comunicarse como “firmes y adelante sin dejarse dominar por nada”.
El segundo imperativo dice “no se dejen sujetar al yugo de la esclavitud”, imagen que la mayoría de las versiones mantiene casi literalmente, con ligeras variantes: No estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud, «no se sometan» (DHH96), «no os dejéis oprimir» (BJ), «no os dejéis atrapar de nuevo» (BP), «no permitan de nuevo» (BA). La imagen del yugo es usada con frecuencia en la antigüedad en relación con la esclavitud. Aquí el texto griego usa un verbo en voz pasiva con dativo, que significa “ser retenido en algo y por algo”, y, en sentido figurado, “estar sometido a una cosa”, “estar encadenado a algo”. Pablo se refiere a “un yugo” y no “al yugo”, porque ahora se dirige a judíos y no judíos, incluyendo toda forma de esclavitud. Senén Vidal, acertadamente, traduce: “No os dejéis someter de nuevo a un yugo de esclavitud” (Vidal: 107).
Con otra vez Pablo deja claro que se refiere a una esclavitud previa a la recepción y aceptación del mensaje cristiano, la cual puede incluir tanto “los elementos del mundo” (Gál 4:8-9) como el sistema legalista judío.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Gál 2:13; Gál 5:13; Jua 8:32-36; Rom 8:2.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Acerca de la circuncisión
La solemne declaración del v. 2 (cf. 2:21), combinada con el atemorizante vocabulario del v. 4 (cf. 1:6), indican no solamente que la circuncisión no tiene poder positivo, sino que para los gálatas, en realidad, es dañina. Desde una perspectiva es indiferente si uno está circuncidado o no (nótese el v. 6 y los paralelos en 6:15 y 1 Cor. 7:19). Que un gen til se sometiera a la circuncisión como señal de sumisión a la ley sería malo y fatal en sí mismo.
Pablo apoya sus enérgicas afirmaciones en dos formas. Primera, en el v. 3 argumenta que el acto inicial de la circuncisión implica un compromiso de hacer todo lo que la ley dice (cf. Stg. 2:10, 11). Cualquiera que confíe en sus propias obras necesita comprender que Dios demanda perfección (Mat. 5:48). El judaísmo de la época de Pablo, hablando en general, no comprendía totalmente este concepto. Muchas interpretaciones rabínicas consistían en intentos de relajar las estrictas demandas de los mandatos bíblicos, con la consecuencia inevitable de que las personas pensaban que podían verdadera mente satisfacer las demandas de Dios con sus propios esfuerzos.
Segunda, en los vv. 5 y 6 Pablo sostiene que la verdadera experiencia cristiana se caracteriza por la fe. Esta es una fe de sólida expectativa: anhela ansiosamente la demostración final de la justicia de Dios, cuando su verdad será reivindicada y su pueblo recibirá el veredicto final de “inocente”. También es una fe generada y sostenida por la presencia del Espíritu; una vez más, Pablo hace hincapié en el papel crucial que desempeña el Espíritu Santo en la vida del cristiano. Por último, esta fe está trabajando activamente por medio del ministerio del amor (el verbo gr. del v. 6, energeo, actúa o “trabajo”). “En toda esta epístola, y en realidad en to das las de Pablo, no existe afirmación más importante para revelar su idea fundamental sobre la naturaleza de la religión” (E. de Witt Burton, A Critical and Exegetical Commentary on the Epistle to the Galatians [T. & T. Clark, 1921], p. 279). No debemos pensar que la oposición entre fe y obras que plantea Pablo signifique que la fe sea pasiva. Por el contrario, la fe hace posible el verdadero trabajo. Este principio prepara el camino para los man datos contenidos en los vv. 13-26.
Pero antes de pasar a ellos, Pablo debe lanzar otra apelación personal. En gran parte, los vv. 7-12 son un ataque a la oposición. Los judaizantes están haciendo tropezar a los gálatas. Sus enseñanzas, que funcionan como levadura, son incompatibles con el llamado divino. Pablo confía en que serán juzgados y hasta pronuncia el deseo de que sean mutilados (posiblemente, una alusión a las prácticas de mutilación de los paganos en Asia Menor, pero muy posiblemente, también, una referencia a la castración, la cual, dicho sea de paso, descalificaba a los hombres judíos para el servicio como sacerdotes). En el v. 11 también se defiende de la aparente acusación de ser incongruente, y de apoyar la circuncisión cuando le conviene (quizá en alusión a haber hecho circuncidar a Timoteo; Hech. 16:1-3).
El “negativismo” de este pasaje no debería ocultar cuál es el propósito principal de Pablo. El desea expresar su confianza en los gálatas. La respuesta inicial de ellos al evangelio (corríais bien, v. 7; cf. 4:13-16) lo anima a creer que ellos no pensarán de ninguna otra manera (10). La única razón por la que han vacilado es a causa de la influencia externa de los judaizantes, así que el Apóstol se consuela con el hecho de que había buenas evidencias del carácter genuino de la fe de los gálatas. (Cf. también las palabras de aliento de Heb. 6:9-12 después de las firmes palabras al comienzo de ese capítulo.)
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
5.1 Cristo murió para libertarnos del pecado y de una lista interminable de leyes y regulaciones. Cristo vino para liberarnos, no para hacer lo que queramos, lo que nos llevaría nuevamente a la esclavitud de nuestros deseos egoístas. Si no que, gracias a Cristo, somos libres y ahora estamos en condiciones de hacer lo que antes era imposible: vivir libre del egoísmo. Aquellos que apelan a su libertad para hacer lo que gusten o ser indulgentes con sus deseos, están cayendo en las garras del pecado. ¿Usa su libertad para sí mismo o en favor de otros?5.2-4 Procurar ser salvos por guardar la ley y ser salvos por gracia son dos formas diferentes de acceso. «De nada os aprovechará Cristo» significa que la provisión de Cristo para nuestra salvación no servirá de nada si procuramos salvarnos a nosotros mismos. Obedecer la ley no le hace las cosas más fáciles a Dios para salvarnos. Todo lo que podemos hacer es aceptar su regalo de gracia por medio de la fe. Nuestras obras de servicio nunca pueden ser utilizadas para tratar de ganar el amor de Dios o su favor.5.3, 4 La circuncisión era un símbolo que indicaba el origen adecuado y que se hacía todo lo que la religión requiere. Ninguna cantidad de trabajo, disciplina o conducta moral puede salvarnos. Si una persona contaba con encontrar el favor de Dios por medio de la circuncisión, debería también obedecer el resto de todas las leyes de Dios. Si tratamos de salvarnos a nosotros mismos guardando todas las leyes de Dios sólo nos separaremos más de El.5.6 Somos salvos por la fe, no por las obras. Por lo tanto, el amor por otros y por Dios son la respuesta de aquellos que han sido perdonados. El perdón de Dios es completo y Jesús dice que aquellos que han sido perdonados mucho amarán mucho más (Luk 7:47). Ya que la fe se expresa a través del amor, usted puede examinar su amor por otros que actúa como reflejo de su fe.5.9 Una pequeña porción de levadura hace que toda la masa se leude. Sólo hace falta una persona mala para infectar a los demás.5.11 La persecución probó que Pablo estaba predicando el evangelio. Si él hubiera predicado lo que los falsos maestros predicaban, nadie se hubiera sentido ofendido; pero como él enseñó la verdad, fue perseguido tanto por judíos como por los judaizantes. ¿Tiene amigos o seres queridos que lo rechazan porque está a favor de Cristo? Jesús dijo que no debiéramos sorprendernos si el mundo nos aborrecía, porque también lo aborrecieron a El (Joh 15:18-19). Así como Pablo fielmente siguió proclamando el mensaje de Jesucristo, siga cumpliendo con lo que Dios le ha encargado hacer, aun a pesar de los obstáculos que otros pudieran poner en su camino.5.13 Pablo hizo una distinción entre la libertad para pecar y libertad para servir. La libertad para pecar no es libertad, porque nos esclaviza a Satanás, a otros o a nuestra propia naturaleza pecaminosa. Los cristianos, por el contrario, no debieran ser esclavos del pecado porque tienen la libertad para hacer lo correcto y glorificar a Dios por medio del servicio amoroso a otros.5.14, 15 Cuando no estamos motivados por el amor, nos convertimos en críticos de otros. Dejamos de buscar lo bueno en los otros y vemos sólo faltas. Muy pronto la unidad de los creyentes se rompe. ¿Ha hablado usted a espaldas de alguien? ¿Ha enfatizado en otros las debilidades antes que sus lados fuertes? Tenga presente el mandato de Jesús de amar a otros de la manera que se ama usted (Mat 22:39). Cuando note que se ha convertido en crítico de alguien, haga una lista de las cualidades positivas de esa persona. Y no diga nada a sus espaldas, si no estuviera dispuesto a decírselo en amor frente a frente.5.16-18 Si sus deseos lo guían a las cualidades mencionadas en 5.22, 23 entonces usted puede deducir que el Espíritu Santo lo está guiando. Al mismo tiempo, debe tener cuidado en no confundir sus sentimientos con la dirección del Espíritu Santo. El ser guiados por el Espíritu Santo involucra el deseo de oír, predisposición para obedecer y la sensibilidad para discernir entre sus sentimientos y su diligencia para actuar. Que el Espíritu Santo guíe y controle su vida cada día. Luego las palabras de Cristo estarán en su mente, el amor de Cristo estará en sus acciones y el poder de Cristo lo ayudará a controlar sus deseos egoístas.5.17 Pablo describe las dos fuerzas conflictivas en nosotros: el Espíritu Santo y la naturaleza pecaminosa (nuestros malos deseos o inclinaciones al mal, véase también 5.16, 19, 24). Pablo no dice que estas fuerzas sean iguales. El Espíritu Santo es mucho más fuerte, pero si nosotros dependemos de nuestra propia sabiduría tomaremos decisiones equivocadas. Si tratamos de seguir al Espíritu Santo en nuestro propio esfuerzo humano, fallaremos. Nuestra única vía a la libertad de nuestros deseos naturales hacia el mal es por medio del poder del Espíritu Santo (véanse Rom 8:39, Eph 4:23-24; Col 3:3-8).5.19-21 Todos tenemos deseos naturales hacia el mal y no los podemos ignorar. A fin de seguir la guía del Espíritu Santo debemos enfrentarlos con decisión (crucificarlos, 5.24). Estos deseos incluyen pecados obvios tales como inmoralidad sexual y hechicería. También incluyen pecados menos obvios como la ambición, el odio y los celos. El ignorar nuestros pecados o rehusar enfrentarlos revela que no hemos recibido el don del Espíritu que guía y transforma nuestra vida.5.22, 23 El fruto del Espíritu es la obra espontánea del Espíritu Santo en nosotros. El Espíritu produce estos rasgos del carácter que se encuentran en la naturaleza de Cristo. Ellos son el producto del control de Cristo, no podemos obtenerlo por tratar de llevarlos sin su ayuda. Si queremos que el fruto del Espíritu se desarrolle en nuestras vidas, debemos unir nuestra vida a la de El (véase Joh 15:4-5); debemos conocerlo, amarlo, recordarlo, imitarlo. El resultado será que cumpliremos con el propósito proyectado de la ley: amar a Dios y al prójimo. ¿Cuál de estas cualidades deseas que el Espíritu produzca en tu vida?5.23 Debido a que el mismo Dios que envió la ley también envió al Espíritu, el resultado de una vida llena del Espíritu estará en armonía perfecta con la intención de la ley de Dios. Una persona que abunda con el fruto del Espíritu cumple la ley mucho mejor que una persona que observa los rituales y que tiene muy poco amor en su corazón.5.24 Si queremos aceptar a Cristo como Salvador, debemos apartarnos de nuestro pecado y clavar voluntariamente nuestros malos deseos naturales a la cruz. Esto no significa, sin embargo, que nunca más volveremos a ver rasgos de estos deseos nuevamente. Como cristianos todavía tenemos la capacidad para pecar pero hemos sido liberados del poder del pecado y no debemos dejarnos dominar por él. Cada día debemos entregarle nuestras tendencias pecaminosas a Dios y a su control, clavándolas en la cruz de Cristo, y momento a momento aspirar el poder del Espíritu para sobreponernos a ellas (véanse 2.20; 6.14).5.25 Dios está interesado en cada parte de nuestras vidas, no sólo espiritual. Al vivir por el poder del Espíritu Santo, debemos rendir cada aspecto de nuestra vida a Dios: emocional, física, social, intelectual, vocacional. Pablo dice: ¡Eres salvo, por lo tanto, vive de acuerdo a esta realidad! El Espíritu Santo es la fuente de su nueva vida, de modo que camine con El. No permita que nada o nadie más determine sus valores y normas en cualquier área de su vida.5.26 Todos necesitamos cierta medida de aprobación de otros, pero aquellos que se apartan de la senda de Dios, en busca de honores o para ganar popularidad, muestran que no son guiados por el Espíritu Santo. Aquellos que esperan la aprobación de Dios no necesitarán envidiar a otros. Por ser hijos e hijas de Dios, tenemos su Espíritu Santo como la garantía amorosa de su aprobación. VICIOS Y VIRTUDESLa Biblia menciona muchas acciones y actitudes específicas que pueden ser correctas o incorrectas. Véase la lista que se da. ¿Hay muchas características de la columna errada que están influenciando en usted?VICIOS (Pasando por alto a Dios y a otros)Inmoralidad sexual (Gálatas 5.19)Lascivia (Gálatas 5.19)Impureza (Colosenses 3.5)Enemistad (Gálatas 5.20)Pleito (Gálatas 5.20)Celo (Gálatas 5.20)Ira (Gálatas 5.20)Contienda (Gálatas 5.20)Disensión (Gálatas 5.20)Herejía (Gálatas 5.20)Soberbia (2 Corintios 12.20)Envidia (Gálatas 5.21)Homicidio (Gálatas 5.21; Apocalipsis 22.12-16)Idolatría (Gálatas 5.20; Efesios 5.5)Hechicería (Gálatas 5.20)Borrachera (Gálatas 5.21)Orgías (Gálatas 5.21)Agravio (1 Corintios 6.8)Adulterio (1 Corintios 6.9, 10)Homosexualidad (1 Corintios 6.9, 10)Avaricia (1 Corintios 6.9, 10; Efesios 5.5)Robo (1 Corintios 6.9, 10)Mentira (Apocalipsis 22.12-16)VIRTUDES (El resultado de vivir para Dios)Amor (Gal 5:22)Gozo (Gal 5:22)Paz (Gal 5:22)Paciencia (Gal 5:22)Benignidad (Gal 5:22)Bondad (Gal 5:22)Fe (Gal 5:22)Mansedumbre (Gal 5:23)Templanza (Gal 5:23)
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
NOTAS
(1) O: “Con la libertad de ella”. Gr.: Tei e·leu·the·rí·ai.
REFERENCIAS CRUZADAS
a 234 Jua 8:32; Rom 6:18
b 235 1Co 16:13; Flp 4:1
c 236 Hch 15:10
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Este vers. resume lo fundamental de la carta: la esclavitud (ley y obras) en contraste con la libertad (gracia y fe). La esclavitud es tratar de obtener la justificación por las obras de la ley, mientras que la libertad es ser justificado por la fe en Cristo Jesús (2:16).
Fuente: La Biblia de las Américas
1 super (1) Libertad de la esclavitud de la ley. Para que nosotros disfrutemos de esta libertad en gracia, Cristo nos libertó por medio de Su muerte redentora y Su resurrección que imparte vida.
1 super (2) Es decir, estad firmes en la libertad, libres de la esclavitud de la ley, sin desviaros de Cristo, sin caer de la gracia.
1 super (3) O, retenidos en una trampa. Desviarse de Cristo para seguir la ley es estar sujeto, o retenido en una trampa.
1 super (4) Este yugo es la esclavitud de la ley, la cual convierte a los que guardan la ley en esclavos bajo un yugo que los ata.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Estad, pues, firmes… Mejor, para la libertad Cristo nos liberó; estad, pues, firmes para no estar de nuevo sujetos al yugo de esclavitud.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
29 (V) Exhortatio: Sección exhortatoria (5,1-6,10). Pablo saca de la exposición precedente algunas conclusiones prácticas. Esta sección tiene tres partes.
(A) Aviso: Conservad la libertad que tenéis en Cristo (5,1-12). 1. para la libertad Cristo nos ha liberado: La posición enfática del dat. de finalidad (eleutheriá) resume la sección doctrinal de la carta: no libertinaje, sino libertad respecto a la ley y sus observancias materiales. 2. Cristo nada puede hacer por vosotros: cf. 2,21. Los gálatas deben escoger una cosa u otra: Cristo y la libertad, o la ley y la esclavitud. 3. la ley entera: Los judaizantes insistían en la adopción de ciertas costumbres judías (→ 7 supra), pero Pablo advierte: si aceptáis el «signo» de un judío, os obligáis a su entera manera de vivir (cf. Sant 2,10). Y eso no es caminar según la verdad del evangelio (2,14). 5. la esperanza de justicia: La medida plena de la justicia humana es algo que todavía pertenece al futuro escatológico (cf. Rom 5,19). Elpis es «algo esperado», y dikaiosynés es un gen. epexegético (ZBG § 46). 6. no importa estar o no circuncidados: Lit., «ni circuncisión ni prepucio». Se podría replicar: «Entonces, ¿por qué oponerse a la circuncisión?». Las palabras de Pablo se tienen que entender a la luz de 5,2 (cf. 3,28). sólo la fe activa en el amor: El principio de la justicia es la fe que actúa mediante el amor al estilo de Cristo mismo (2,20; Rom 5,5-8; → Teología paulina, 82:111). En el griego del NT, energein con suj. impersonal aparece siempre en voz media, de ahí que «la fe se realicen (expresándose) mediante el amor» (BAGD 265; cf. BDF 316.1) 7. corriendo bien: Pablo compara a menudo el esfuerzo cristiano con el de un corredor en una carrera (2,2; 1 Cor 9,24-26). Pero los judaizantes se han cruzado en el camino. Seguir su consejo es hacer caso omiso de la llamada de Dios (véase 1,6). 9. un poco de levadura: Un refrán (cf. 1 Cor 5,6) subraya la capacidad expansiva de la influencia judaizante. 11. si todavía recomiendo la circuncisión: Los judaizantes tal vez afirmaran que Pablo mismo admitía la validez de la circuncisión cuando eso convenía a sus propósitos (1 Cor 9,20). Pablo responde que, si aún mantuviera esa opinión, no se le opondrían los judaizantes (cf. 2,3). el escándalo de la cruz: La predicación de la cruz ha hecho innecesaria la circuncisión, aun cuando resulte un escándalo para los judíos (cf. 1 Cor 1,23, para otra razón; Flp 3,18). 12. más valiera que se mutilaran del todo: El sarcasmo de Pablo (cf. Flp 3,2) tal vez aluda a la emasculación ritual de los galloi, sacerdotes de Cibeles-Atis, conocida sin duda para los gálatas.
30 (B) Advertencia: No caminéis según la carne, sino según el Espíritu (5,13-26).
La admonición de Pablo ilustra el amor del que hablaba en 5,6. 13. estímulo para la carne: Se sobrentiende poieite, «no hagáis de la libertad un estímulo». Aunque se suprima la ley, los cristianos no deben abandonarse a una conducta terrena, material e impía. Su libertad debe ser, más bien, la de un servicio de amor, una libertad para los otros. 14. la ley entera: Véase Lv 19,18. ¿Piensa Pablo directamente en Lv, en un conocido resumen judío (véase Str-B 1. 907-08) o en un resumen de Jesús (Mt 7,12)? Sea cual sea la respuesta, ni aquí ni en Rom 13,8-10 incluye Pablo el amor de Dios. En Lv el «prójimo» es otro israelita; para Pablo «no hay distinción entre judío y griego» (Rom 10,12). 16. vivid según el Espíritu: Lit., «caminad según», en el sentido semítico de «conducirse». El Espíritu, en cuanto principio de la filiación cristiana, es también el principio de la actividad cristiana (5,18; cf. Rom 8,14). 17. no hacéis: El cristiano unido a Cristo y dotado del Espíritu sigue luchando con la «carne» (→Teología paulina, 82:103), símbolo de toda oposición humana a Dios. Véase Rom 7,15-23. 18. guiados por el Espíritu: Bajo la influencia del Espíritu que habita en el cristiano, éste posee un principio interior para contrarrestar la «carne», y no se ve ya meramente enfrentado a la norma extrínseca de la ley. 19-21. Catálogo de vicios (→ Teología paulina, 82:142). 22-23. Catálogo de virtudes (cf. 2 Cor 6,6-7). Nótese cómo Pablo habla de las «obras» (erga) de la carne, pero del «fruto» (karpos) del Espíritu; «fruto» se puede aplicar a la carne, pero «obras» nunca se puede aplicar al Espíritu (cf. Rom 6,21; 7,5). Este catálogo demuestra que las «buenas obras» son importantes en la vida cristiana, contra eso no hay ley: No hay necesidad de promulgar una ley contra tales «frutos», pues la ley fue «añadida por las transgresiones» (3,19). 24. han crucificado la carne: El cristiano, crucificado con Cristo (2,19) en la fe y el bautismo, ha muerto, no sólo a la ley, sino también a la sarx-yo, a sus tendencias terrenas y degradantes (6,14). Pablo habla del plano ontológico, es decir, de la reorientación básica de un cristiano a Dios, y no de una mera conciencia psicológica. Ésa es la razón por la que se deben seguir «mortificando las tendencias del cuerpo» (cf. Rom 6,6; 8,9.13).
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
Para la libertad… Entre los registros de distintos mss., adoptamos el que mejor explica el origen de las diversas variantes de lectura. La abrupta introducción de exhortaciones del apóstol fue suavizada por los copistas insertando vocablos, bien antes o después de eleuthería = libertad, o transfiriendo oun = pues a la cláusula precedente.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
M44 n.2 Parece que τῇ ἐλευθερίᾳ … ἠλευθέρωσεν es un uso enfático del dativo instrumental (un semitismo; esta construcción se deriva del infinitivo absoluto hebreo -T242): Cristo nos libertó completamente.
MT125 El tiempo presente de la prohibición se usa aquí con el sentido de una acción que implica la posibilidad de que no llegue a un fin: no traten de que les carguen otra vez el yugo de esclavitud.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Algunos eruditos prefieren unir 4:31 a 5:1, así: pero con la libertad de la libre, Cristo nos hizo libres.
Fuente: La Biblia de las Américas
Entre los varios registros, el adoptado es el que mejor explica el origen de otras variantes.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
?INTRODUCCION?NOTAS?CAPITULO VV. 1:? ?Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.? ??Sigo insistiendo hasta el hastío en el hecho de que la «libertad» y la «esclavitud» de que se habla aquí son? ?las que se describen en el capitulo 6 de la carta a los Romanos, donde dice (v. 20, 22): «Porque cuando erais esclavos del pecado, erais Libres acerca de la justicia. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado,? ?habéis sido hechos siervos de Dios.» Dispongamos estos conceptos en forma de un diagrama:? ?Libres acerca de la justicia Ser esclavos del pecado? ?Ser esclavos de la justicia Ser libres del pecado? ?Pues el que es libre del pecado, queda hecho un esclavo de la justicia; en cambio, el que es un? ?esclavo del pecado, es libre acerca de la justicia, y viceversa.? ??Repito todo esto porque sé que «por la multitud de las langostas y de los pulgones, los frutos de nuestra? ?tierra fueron devorados de una manera tal» (?Sal. 105:34?, ?35?)?1? que ya nadie entiende qué es aquella esclavitud? ?y libertad. Hasta ese extremo se anidó y se arraigó el invento humano del libre albedrío respecto de? ?cada uno de estos conceptos antagónicos y contradictorios (libertad y esclavitud). Más aun: aquella gente? ?a la cual Pablo se ve obligado a hacer frente en el ya mencionado capitulo 6 de Romanos (v. 12), incluso? ?sustenta una idea carnal en cuanto a la libertad, como si al creyente en Cristo le fuera lícito hacer todo lo? ?que se le antoje. Pero la verdadera libertad es muy distinta: por vivir en ella, hacemos voluntaria y alegremente lo que en la ley se demanda, sin fijarnos en castigos ni recompensas. En cambio, estamos en? ?«esclavitud» cuando hacemos estas cosas por temor servil o deseo pueril.?2? Por lo tanto no importa ni? ?cambia nada el hecho de que uno sea «esclavo del pecado» o «esclavo de la ley», porque el que es esclavo? ?de la ley, invariablemente es un pecador, jamás cumple la ley, a no ser en apariencia, mediante obras? ?exteriores. Y así se le da una recompensa sólo temporal, como a los hijos de las esclavas y concubinas; la? ?herencia empero la recibe el hijo de la mujer libre. «Cristo», dice el apóstol, «nos hizo Ubres con esta? ?libertad.» Es ésta una libertad espiritual, una que debe ser conservada en el espíritu. No es aquella libertad? ?de los paganos, reconocida como insuficiente aun por el mismo pagano Persio.?3? Es libertad de la ley, pero? ?de índole contraria a la que suele practicarse entre los hombres. Pues la libertad humana se caracteriza por? ?el hecho de que son cambiadas las leyes, sin que por ello cambien los hombres. La libertad cristiana por su parte se caracteriza por el hecho de que son cambiados los hombres, sin que cambie la ley, de manera que la misma ley que anteriormente había sido odiosa para el libre albedrío, nos resulta ahora grata «porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones» (?Ro. 5:5?). En esta libertad, nos enseña el apóstol, debemos estar firmes, con valor y persistencia; porque Cristo, que en bien nuestro cumplió la ley y derrotó el pecado, envía el espíritu de amor al corazón de los que creen en él, y así son hechos justos y amantes de la ley, no por sus propias obras, sino porque Cristo en su gracia así se lo concede. Si te apartas de esta libertad, eres desagradecido para con Cristo, y además te muestras orgulloso de ti mismo, puesto que quieres alcanzar la justicia y liberarte de la ley recurriendo a tus propias fuerzas y dejando a Cristo a un lado.? ??Fíjate en el carácter enfático de estas palabras: «no estéis otra vez», «no estéis en esclavitud», «no? ?estéis bajo el yugo de la esclavitud» «no estéis sujetos», o como dice el texto aún más significativamente:? ?“ìÞ ÝíÝ÷åóå (no os dejéis encerrar), expresión similar a la que el apóstol había usado ya en una oportunidad? ?anterior al decir que estábamos como «confinados» en una cárcel (cap. 3:23). Esto es: No os dejéis? ?encerrar por la tan opresiva e insoportable carga de la ley, bajo la cual, a pesar de todo, no podéis llevar otra existencia que la de esclavos y pecadores; no os dejéis poseer por ella, o como dice Erasmo, no os dejéis «enlazar ni envolver»?4? “Ser retenido” no es tan grave; pero “ser retenido en esclavitud”, esto si es duro; y lo más duro es “ser retenido bajo el yugo de la esclavitud”, ante todo si ya se había recibido la libertad.? ??“Estad firmes”, dice Pablo. Con ello atribuye a los gálatas más de lo que realmente encuentra en? ?ellos; es decir, les habla como a «todavía no caídos»; de otra manera habría dicho: «Levantaos». Pero ahora emplea un lenguaje más dulce: «Estad firmes». Esto ha de servir al mismo tiempo como lección: a nadie se le debe cubrir inmediatamente de reproches como si no hubiese ninguna esperanza de que pueda corregirse; antes bien, al censurar a una persona, hay que dar muestras convincentes de que se tiene buena esperanza (de que dicha persona enmiende su conducta). No es así como proceden los lanzarrayos?5? de nuestro tiempo: a ellos les basta con haber aterrado a la gente con demostraciones arbitrarias de su poder.? ?
Fuente: Comentario de Gálatas por Martin Lutero
[3] Circunciso como una precondición hecha por el hombre para la salvación, lo opuesto a un acto de obediencia después de la salvación como Abraham y Moisés.
[4] La primera advertencia es para Judah.
[5] La segunda advertencia es para Efrayím.
[6] Por lo cual la circunsición debe hacerse decentemente y en orden, porque una vez que el sello se recibe, ése Israelita es empujado a un cuimplimiento completo e inmediato, lo cual puede llegar a ser frustrante, de modo que un nuevo convertido puede rendirse y caer apartado de YHWH.
[7] Ninguna ley – incluyendo la Torah de YHWH – puede perdonar pecado. Sólo YHWH El Salvador lo hace. De modo que, la ley del hombre es atadura, y la ley de YHWH es una guía para los redimidos, más no un instrumento de redención.
[8] Algiuien que confíe en la Torah para su salvación, ha caído del favor, simplemente porque no ha entendido el favor, o las Buenas Nuevas. Las Buenas Nuevas es que Yahshua es la Puerta para la vida eternal aparte de las “obras de ley,” o guardar la Torah, la cual fue y siempre será la senda hacia Moshiaj y entonces una guía para Su pueblo redimido.
[9] La resurrección de los muertos y el mundo venidero que viene.
[10] Esto permanence verdadero eternamente. Primero, esa circunsición es un acto de amor para sellar la fe de uno, no para establecerla, y ni los Judios, los circuncisos, ni los akrobustia, los “que desecharon los prepucios” tienen ningún rango, o sitio especial por encima de los otros. Ninguna de las casas de Yisrael debe ver la circuncisión , o la lafalta de ella como un medio de mayor rango espiritual superior a los otros, sino como algo que el individuo en el orden decente de YHWH debe hacer por decisión. La circuncisión no avala nada en el sentido que si se abusa de ella, establece a una parte de Yisrael como amo y maestro y a la otra como esclava. Así que no avala nada en los terminos de la restauración igualitaria en Yisrael, aun así es un mandato al individuo en sí caminar personalmente con YHWH. Moshiaj vino a libertar a ambas casas, y establecer igualdad, no un sistema nuevo de “obras de ley,” o rangos, basados en una respuesta inmediata a la circuncisión física corporativa más que a una circuncisión física personal.
[11] Aquí una pregunta retórica. Obviamente era el club de Jerusalén.
[12] Eran timados y persuadidos por hombres y por el espíritu de Hagar, Ishmael y Roma. No eran guiados por YHWH, quien los había llamado a un entendimiento diferente.
[13] Por lo que Pablo viene con fuerza y nos enseña a sacar fuera a la esclava.
[14] Vendrá juicio sobre aquellos que pervientes la puerta al regreso de Efrayím’s return, y YHWH apela a través de Pablo que todos estemos de acuerdo con la verdad, y no seamos hallados más tarde juzgados con aquellos que han tomado la circuncisión , la cual es sólo parte de las Buenas Nuevas, y la pervierten haciendo a las mismas las Buenas Nuevas.
[15] Si el mensaje es la circuncisión como la hacen aquellos que la colocan antes del crecimiento y la madurez, o antes incluso del mismo mensaje de salvación, entonces ¿Porqué Pablo es perseguido, puesto que eso lo pondría en acuerdo con aquellos que pervierten el mensaje? El está siendo perseguido por poner la sangre de Yahshua antes que la circuncisión.
[1] Un pequeño juego de palabras. El los quiere circuncidados o “cortados” lechos de la presencia de las congregaciones de los Galut-Yah.
[2] El fin del exilio, o galut.
[3] Esta nueva libertad es para traer unidad y armonía entre las dos casas de Israel, para servirnos unos a otros en igualdad y verdad, no como una nueva licencia para comprometerse con los placeres temporales de la carne.
[4] Se resume.
[5] Esta es una síntesis El Espíritu detrás de la verdadera Torah, y no una clase de licencia para ignorar o no hacerle caso al resto de la Torah, como Yahshua personalmente nos advierte sobre ello Mat 5:17-19.
[6] Cuando se busca posición espiritual por medio de “obras de ley,” o por medio de cualquier otra precondición, lo que conlleva ultimadamente es competencia a mordidas, o la sujeción de los creyentes en amos y esclavos. El fin de estas “obras de ley,” no es la restauración, sino la división, y el consumir a los demás en un intento de promover la propia carne de uno ante el hombre.
[7] Una clara referencia a la nomos del “club de la circuncisión,” y/o otros sistemas legales de jerarquía espiritual. El verdadero Espíritu de la Verdad (Torah) le llevará a obedecer la Torah de la Jerusaleñ de arriba, y no de la Jerusaleñ de abajo, la cual es una ley escrita y operada por el espìritu de Ishmael y Esau.
[8] Un anhelo de quebrantar los estándares limpios de la Torah, o o cosas prohibidas.
[9] No en el hombre.
[19] Las uniones fuera del matrimonio y los matrimonios ilegítimos.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat