Comentario de Gálatas 5:2 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
He aquí yo, Pablo, os digo que si os dejáis circuncidar, de nada os aprovechará Cristo.
5:2 — He aquí (Mirad, LBLA), —Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
yo Pablo os digo. 1Co 16:21; 2Co 10:1; 1Ts 2:18; Flm 1:9.
que si os circuncidáis. Gál 5:4, Gál 5:6; Gál 2:3-5; Hch 15:1, Hch 15:24; Hch 16:3, Hch 16:4; Rom 9:31, Rom 9:32; Rom 10:2, Rom 10:3; Heb 4:2.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Los maestros judíos legalistas en Galacia presionaban a los creyentes para que se circuncidaran (Gál 6:12, Gál 6:13). Pero Pablo afirma que la circuncisión cambia todo el sentido de la salvación y la aleja de la gracia de Dios para radicarla en nuestros propios actos. El que se circuncida en un intento de obtener la aceptación de Dios está obligado a guardar toda la ley, cuya historia demuestra que nadie puede hacer tal cosa (Rom 3:10-18). Es una pérdida doble: La ley no puede justificar a nadie (Gál 2:16), y quien intenta hacerlo así, está completamente desligado de Cristo, lo que lleva a no tener provecho de la muerte de Cristo en la cruz para redimirnos.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
os circuncidáis. Vea las notas sobre Gál 2:3. Pablo no tenía objeción alguna en contra de la circuncisión como tal (cp. Hch 16:1-3; Flp 3:5). A lo que se oponía el apóstol era la noción de que tuviera algún beneficio o mérito espiritual ante Dios y que fuera un requisito previo o necesario de la salvación. La circuncisión tuvo significado en Israel mientras fuera el símbolo físico de un corazón purificado (cp. Deu 30:6; Jer 4:4; Jer 9:24-26) y sirvió como un recordatorio de la promesa que Dios hizo de un pacto de salvación por gracia (Gén 17:9-10). de nada os aprovechará Cristo. El sacrificio expiatorio de Cristo no puede beneficiar a alguien que confíe en la ley y el ritual religioso para su salvación.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
5:2 — He aquí (Mirad, LBLA), —
— yo Pablo — Algunos tomaron en poco la autoridad de Pablo. Por eso, dice lo siguiente «Yo Pablo», apóstol verdadero de Cristo, con la autoridad de embajador (2Co 5:20). Véanse también 2Co 10:1; Col 1:23; Efe 3:1; 1Ts 2:18. Si el tono de la carta había sido un poco duro (4:20), ahora se pone aun más duro, porque Pablo expresa una fuerte indignación contra la obra del partido judaizante.
— os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. — Desde luego, no se refiere a la circuncisión del niño judío que se circuncidaba al octavo día, ni tampoco a la circuncisión del judío adulto como en el caso de Timoteo (Hch 16:3), sino a la circuncisión de los hermanos gentiles con el propósito de obtener salvación (Hch 15:1; Hch 15:5).
Antes de venir Cristo los gentiles que querían ser hijos de Dios se circuncidaban. Así pues, después de venir Cristo, si todavía tenían que circuncidarse, entonces Cristo no contaba para nada. Todo seguía igual porque, según los judaizantes, antes y después de venir Cristo era necesario circuncidarse para justificarse.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA RELACIÓN PERSONAL
Gálatas 5:2-12
Fijaos bien en que soy yo, Pablo, el que os estoy hablando; y os digo que, si os circuncidáis, Cristo no os sirve para nada. De nuevo, doy mi palabra a todo el que se circuncide, que está obligado a cumplir toda la Ley. Vosotros, los que tratáis de poneros en relación con Dios mediante el legalismo, os habéis colocado en una posición en la que habéis hecho que sea totalmente ineficaz todo lo que Cristo hizo por vosotros. Habéis caído de la Gracia. Porque es por el Espíritu y por la fe por lo que nosotros aguardamos anhelantes la esperanza de estar en la debida relación con Dios. Porque en Jesucristo, no tiene la menor importancia el que uno esté circuncidado o no. Lo que realmente importa es la fe que actúa por medio del amor. Vosotros corríais bien. ¿Quién os ha comido el coco para que dejéis de obedecer a la verdad? Esa persuasión a la que se os está sometiendo ahora mismo no procede del Que os llama. Un poco de levadura leuda toda la masa. Tengo confianza en vosotros y en el Señor, y estoy seguro de que no vais a seguir otro sistema. El que os está inquietando -quienquiera que seatendrá que asumir su responsabilidad en el juicio. Y, por lo que a mí respecta, hermanos, si yo sigo predicando que la circuncisión es necesaria, ¿por qué me siguen persiguiendo? Así se habría eliminado el escándalo de la Cruz, ¿no es eso? ¡Ojalá que los que os están inquietando llegaran, no solo a circuncidarse, sino a castrarse!
La postura de Pablo era que el camino de la Gracia y el de la Ley se excluían mutuamente. El camino de la Ley hace que la salvación dependa exclusivamente del esfuerzo humano; el que toma el camino de la Gracia simplemente se abandona incondicionalmente a la misericordia de Dios. Pablo pasa a exponer que si uno acepta la circuncisión, que es una parte de la Ley, lógicamente tiene que aceptar toda la Ley.
Supongamos que una persona desea llegar a ser ciudadana naturalizada de un país, y cumple rigurosamente todas las reglas y normas de ese país que se refieren a la adquisición de la nacionalidad. No puede pararse ahí, sino que está obligada a aceptar todas las otras leyes y disposiciones también. Así demostraba Pablo que, si un hombre se circuncidaba, adquiría el compromiso de cumplir toda la Ley a la que la circuncisión era la entrada; y, si aceptaba ese camino, le había vuelto la espalda automáticamente al camino de la Gracia y, por lo que a él le concernía, Cristo podría no haber muerto nunca por él.
Para Pablo, lo único que importaba era la fe que actúa por medio del amor. Esa es sencillamente otra manera de decir que la esencia del Cristianismo no es la Ley, sino una relación personal con Jesucristo. La fe cristiana no se basa en un libro, sino en una Persona; su dinámica no es la obediencia a ninguna ley, sino el amor a Jesucristo.
Antes, los Galátatas habían sabido eso; pero ahora estaban volviendo a la Ley. «Un poco de levadura -decía Pabloleuda toda la masa.» Para los judíos, la levadura representaba casi siempre una mala influencia. Lo que Pablo quiere decir es: «Este movimiento legalista puede que no haya llegado todavía demasiado lejos, pero tenéis que desarraigarlo antes de que destruya toda vuestra vida espiritual.»
Pablo acaba con un dicho muy atrevido. Galacia estaba cerca de Frigia, y el gran culto de esa parte del mundo era el de la diosa Cibeles. Los sacerdotes y los adoradores realmente devotos de Cibeles tenían la costumbre de mutilarse mediante la castración. Pablo dice: » Si seguís por el camino que empieza en la circuncisión, bien podéis acabar castrándoos como esos sacerdotes paganos.» Es una ilustración hosca que hace que una sociedad cortés frunza las cejas; pero todo sería inmensamente real para los Galátatas, que sabían todo eso acerca de los sacerdotes de Cibeles.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Aquí Pablo deja más claro lo que tiene en mente respecto a lo dicho en el versículo anterior: He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. El hecho que Pablo acentúe el carácter personal de esta enseñanza puede indicar que él desea reforzar lo dicho por medio de su autoridad apostólica o que quiere compartir con los gálatas una experiencia propia: «Mirad lo que os digo yo, Pablo» (NBE), «soy yo, Pablo, quien les advierto» (BA). Este inicio de frase se puede traducir también con “¡Escuchen!”, pues en el original es enfático e invita a los lectores a poner atención especial a lo que sigue: “¡Pongan mucha atención a lo siguiente!”, “¡Atiendan lo que les voy a decir ahora!”
Algunas versiones comunican la tesis central de Pablo de la siguiente manera: «Si ustedes se someten al rito de la circuncisión, Cristo no les servirá de nada» (DHH96), «si ustedes se circuncidan, lo que hizo Cristo ya no les sirve de nada» (TLA).
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
REFERENCIAS CRUZADAS
d 237 Hch 15:1; Gál 6:12
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
de nada os aprovechará. Pablo enfatiza el hecho de que la salvación no se obtiene por la circuncisión en obediencia a la ley. La obra de Cristo es sólo eficaz para los que tienen fe en El, y no es de ningún provecho para los que confían en la ley (vers. 4; cp. 1:6; 2:21; 5:11).
Fuente: La Biblia de las Américas
2 (1) Los judaizantes, los hermanos falsos, decían que la circuncisión era un requisito de la salvación (2:3-5; Hch_15:1). Véase la nota 3 (2) del cap.2.
2 (2) Si los creyentes gálatas hubieran recibido la circuncisión, tomándola como requisito de la salvación, de nada les habría aprovechado Cristo, porque al volver a la ley, espontáneamente habrían renunciado a Cristo.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Simplemente, dice Pablo, la ley (circuncisión) y la gracia (Cristo) no pueden mezclarse.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
MT162 La idea pasiva que hay en περιτέμνησθε es la de permitir, o dejar que uno sea.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
?V. 2:? ?He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo.? ??Después de haber aniquilado la justicia de la ley con muchos y muy fuertes argumentos, y de haber? ?dado amplísima cuenta acerca de la fe en Cristo, Pablo se dedica ahora con no menor energía a dar exhortaciones, serias advertencias, amenazas y promesas, regando así lo que acababa de plantar (?1 Co. 3:6? y sigtes.). Con fervor y celo verdaderamente apostólicos recurre a todos los medios posibles y trata de componerlo todo de la mejor manera, de modo que resulta sumamente grato contemplar esa demostración de solicito cuidado con que desempeña su cargo. En primer lugar infunde temor a los gálatas advirtiéndoles? ?que de nada les aprovechará Cristo si se circuncidan, y lo recalca con un «Yo Pablo os lo digo». Repite su? ?nombre para hacer pesar su autoridad. Así también yo por mi parte repito aquí: hacerse circuncidar no es? ?nada malo, pero buscar su Justicia en la circuncisión (y para este fin se hacían circuncidar), esto si es una? ?impiedad. Y en esas obras relacionadas con la ley ceremonial es fácil darse cuenta de que la confianza en la justicia es una confianza falsa -más fácil que en las obras morales exigidas por el Decálogo; porque tampoco en estas se ha de buscar la justicia, sino únicamente en la fe en Cristo. Menciono esto para que nadie tome lo dicho aquí como base para pensar que el apóstol esté luchando sólo contra la ley en su aspecto ceremonial. El caso es que escogió como blanco la obra mas notoria de la ley, pero al mismo tiempo tiene en mente todas las obras de la ley.? ??Parece haber aquí un contraste con ?Romanos 2? (v. 25): «En verdad la circuncisión aprovecha, si? ?guardas la ley». «¿De qué manera aprovecha la circuncisión si guardas la ley», pregunta Jerónimo, «si ni? ?siquiera Cristo aprovecha a los que recibieron la circuncisión?».?6? El mismo santo varón aporta a ese respecto una buena cantidad de consideraciones. Pero digámoslo en breves palabras: Es imposible cumplir la ley sin Cristo, como ya se hizo notar repetidas veces; en efecto, el apóstol considera esto un principio invariable, y lo corroboró con pruebas suficientes. Aquellos empero que guardan la ley, es decir, que por fe poseen a Cristo, el consumador de la ley, tienen plena libertad de hacerse circuncidar o no hacerse circuncidar. A ellos todo les aprovecha, “todas las cosas les ayudan a bien” (?Ro. 8:28?). Mas los que se hacen circuncidar a la manera de un esclavo de la ley y por temor a ella, queriendo con ello satisfacer las exigencias de la ley y alcanzar una justicia que les debe ser adjudicada por obligación, éstos ciertamente “desechan a Cristo y la gracia de Dios” (cap. 2:21), ya que presumen de cumplir la ley de otra manera que por medio de Cristo. A éstos, Cristo no les aprovecha, a causa de la circuncisión; a aquellos otros en cambio, la circuncisión no les perjudica, a causa de Cristo.? ??Por idéntica necedad, o mejor dicho impiedad, son arrastrados a la perdición los que, al ser aterrados? ?por su conciencia, o al hallarse en peligro de una muerte inminente, al fin se han da do cuenta de lo? ?perdidamente mala que es su vida, y que, al ver ahora la. gran distancia que los separa de la ley de Dios, o? ?caen en desesperación, o se entregan a una impiedad similar, a saber intentan hacer satisfacción por sus? ?pecados y guardar de ahí en más la ley para tranquilizar su conciencia, creyendo que llegarán a hacerse? ?buenos si han dado cumplimiento a lo que se prescribe en la ley. Además, por «cumplir» ellos no entienden? ?el puro y simple creer (en Cristo, el Cumplidor de la ley), sino el haber hecho satisfacción a la ley mediante? ?un crecido numero de obras.? ??Tales maneras impías de querer alcanzar la justicia las aprendemos de los decretos de hombres, y de? ?ese monstruo de teología que tiene por cabeza a Aristóteles y por pies a Cristo, ya que estos decretos y esta teología son los que hoy día ejercen el dominio absoluto. ¿Y cómo no habríamos de aprenderlas, si ellos se jactan tanto de sus miserables obras de satisfacción??7? Uno se asombra al ver la importancia que les dan en su comercio de indulgencias. Hacen como si creer en Cristo fuera demasiado poco, cuando en realidad, en esta fe sola reside nuestra justicia, redención y satisfacción, nuestra vida y gloria (?1 Co. 1:30?).? ??Tu, pues, cuando bajo la conducción de la ley hayas llegado al conocimiento de tus pecados, cuídate? ?de no caer de inmediato en la presunción de querer satisfacer de allí en adelante las exigencias de la ley? ?llevando en lo futuro una vida mejor. Antes bien, desespera totalmente de tu vida pasada y futura, y cree? ?valientemente en Cristo. Creyendo empero, y siendo a raíz de ello un hombre justificado y cumplidor de la? ?ley, dama a Cristo para que el pecado sea destruido también en tu carne (?RO. 6:6?), y también allí sea? ?cumplida la ley, así como ya es cumplida en tu corazón por medio de la fe. Y sólo entonces podrás ponerte? ?a hacer «buenas obras» conforme a la ley.? ??Por esto considero muy apropiada la práctica de imprimir en el espíritu de los moribundos nada más? ?que al Cristo crucificado, y de exhortarlos a la fe y a la esperanza. En estos momentos al menos -por más? ?que los engañadores de almas nos hayan burlado durante nuestra vida entera-, en estos momentos al medios se viene abajo el libre albedrío, se vienen abajo las buenas obras, se viene abajo la justicia basada en el cumplimiento de la ley. Lo único que queda es la fe y la invocación de la purísima misericordia de Dios.? ??Esto me hizo pensar ya más de una vez que en el instante de la muerte hay mas cristianos, o por lo menos? ?mejores cristianos, que en la vida. Pues cuanto más libre de obras propias sea la confianza, y cuanto más? ?exclusivamente se aferre a Cristo solo, tanto mejor lo hace al cristiano; y es con miras a esta fe que se deben practicar las buenas obras de toda nuestra vida. Pero actualmente, las neblinas, las nubes y los torbellinos de tradiciones y leyes humanas y también de ignorantes intérpretes de la Escritura y predicadores ineptos, nos empujan hacía nuestros propios méritos. Queremos hacer satisfacción por nuestros pecados con nuestras propias fuerzas, y con las obras que hacemos no tenemos en vista el limpiarnos de los vicios de la carne y el «destruir el cuerpo del pecado» (?Ro. 6:6?); al contrario: como si ya fuésemos limpios y santos, sólo tratamos de acumular estas obras como granos en un depósito, con la intención de convertir con ellas a Dios en deudor nuestro, y de obtener quién sabe qué lugar de privilegio en el cielo. ¡Hombres ciegos, ciegos y otra vez ciegos! A todos ellos Cristo no les aprovecha de nada; ellos conocen otro medio, y se justifican a sí mismos.? ??De esto empero se desprende que las palabras «si os circuncidáis» hacen referencia no tanto a la obra? ?exterior sino más bien al deseo interior que constituye el motivo para la obra. Pues el apóstol habla aquí de? ?algo espiritual, de algo que ocurre en lo intimo de la conciencia. La obra exterior en sí no puede ser? ?diferenciada Como perteneciente a tal o cual categoría, sino que la diferencia radica por entero en la opinión, en la intención, en la conciencia, en el propósito, en el criterio, etc. (que dio origen a la obra). Por lo tanto, si una persona hace obras de la ley porque su conciencia le dice que son necesarias, y porque confía en alcanzar la justicia por medio de ellas, esta persona «anda en consejo de malos y está en camino de pecadores»; y el que enseña tal cosa, «está sentado en silla de pestilencia» (?Sal. 1:1?)?8? En cambio, si son hechas con un piadoso espíritu de amor, en confianza y por libre voluntad, entonces estas obras son méritos de una justicia adquirida ya previamente por medio de la fe. Son hechas empero en un piadoso espíritu de amor si se las hace para socorrer a alguna necesidad o para cumplir algún deseo de otra persona. Pues en este caso no son obras de la ley, sino obras del amor, obras hechas no a causa de la ley que las exige, sino a causa del hermano que las desea o las necesita. Así fue como también las hizo el apóstol mismo.? ??Ésta debe ser para ti la norma invariable que debes aplicar en todas las obras y a cualquier tipo de ley.? ??Así, pues, si un sacerdote o un monje hace las obras que le impone su ceremonial, incluso las obras de la? ?castidad y pobreza, con la intención de convertirse por medio de ellas en justo y bueno, el tal es un impío y? ?niega a Cristo; porque el caso es que estas obras las debe usar el que ya ha sido justificado por medio de la fe, para purgar su carne y su «viejo hombre», a fin de que su fe en Cristo crezca y llegue a ser en él la única fuerza dominante, y se concrete así el reino de Dios. Por esta razón, el justificado por la fe hará tales obras con ánimo alegre, no para acumular muchos méritos, sino para ser purificado. Mas ¡ay, qué enfermedad más grave reina hoy día en aquellas multitudes de monjes y sacerdotes que lo son con el mayor desgano y solamente con miras a la vida presente, y que no tienen la menor Idea de lo que debieran ser, ni de lo que debieran hacer, ni de lo que debieran buscar!? ??Perdóname, lector, por haber gastado tantísimas palabras en este asunto. Es que esos madianitas? ?cayeron sobre la iglesia en tal cantidad que se necesitan seiscientos Gedeones, de las trescientas trompetas, y de los cántaros ni hablemos, para echarlos fuera (?Jue. 7?:16 y sigtes.). Las aguas impetuosas de los asirios llegaron hasta la garganta de Judá, la extensión de sus alas ha llenado la anchura de tu tierra, oh Emanuel, por cuanto hemos desechado las aguas de Siloé, que corren mansamente (?Is. 8:6? y sigtes.). Por ello, con nuestras llaves que atan (?Mt. 16: 19?) no hemos merecido otra cosa que un sinnúmero de lazos para las almas.? ?