Comentario de Gálatas 5:26 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

No seamos vanidosos, irritándonos unos a otros y envidiándonos unos a otros.

5:26

— No nos hagamos vanagloriosos, — kenodoxoi. Jactanciosos. Los judaizantes menospreciaban a Pablo para exaltarse a sí mismos (2Co 11:22-23). Flp 2:3, «Nada hagáis por contienda o por vanagloria». No deben gloriarse en sí mismos ni en la carne (6:13), sino en Cristo (6:14; 1Co 1:31; 2Co 2:17). Véanse Pro 16:18; Pro 29:23; Rom 12:3; Rom 12:16

— irritándonos (provocándonos) unos a otros, — prokaleo, llamar fuera, retando al combate.

— envidiándonos unos a otros. Véase el ver. 21, notas.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

no nos hagamos vanagloriosos. Luc 14:10; 1Co 3:7; Flp 2:1-3; Stg 4:16.

irritándonos unos a otros. Gál 5:15; Stg 3:14-16; 1Pe 5:5.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

5:26 — No nos hagamos vanagloriosos, — kenodoxoi. Jactanciosos. Los judaizantes menospreciaban a Pablo para exaltarse a sí mismos (2Co 11:22-23). Flp 2:3, «Nada hagáis por contienda o por vanagloria». No deben gloriarse en sí mismos ni en la carne (6:13), sino en Cristo (6:14; 1Co 1:31; 2Co 2:17). Véanse Pro 16:18; Pro 29:23; Rom 12:3; Rom 12:16
— irritándonos (provocándonos) unos a otros, — prokaleo, llamar fuera, retando al combate.
— envidiándonos unos a otros. Véase el ver. 21, notas.

Fuente: Notas Reeves-Partain

Al hacer la afirmación de este versículo, es muy posible que Pablo tenga en mente la situación planteada en Galacia y esté aplicando sus consejos a la condición actual de las comunidades de esa zona.

Aquí aparece una palabra que se usa sólo una vez en el Nuevo Testamento y significa “vanidoso”, “engreído” o “ansioso de fama”. Se trata de una fama vacía, de donde viene nuestra palabra compuesta “vanagloria”: No nos hagamos vanagloriosos, «no busquemos la vanagloria» (BL), “no andemos diciendo por todos lados lo grandes que creemos ser”.

Las expresiones irritándonos unos a otros y envidiándonos unos a otros también aparecen sólo aquí en todo el Nuevo Testamento. Con ellas Pablo trata de describir una situación dañina generalizada en la comunidad: «Ni sembremos rivalidades y envidias entre nosotros» (DHH96), «ni provoquemos el enojo y la envidia de los demás» (TLA), «provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente» (BJ), “creando disgustos y provocando pleitos”.

Reflexión bíblica y pastoral

Según este pasaje, hay una relación intrínseca entre la libertad y el amor, ya que ambos provienen del Espíritu de Dios. La libertad es un don que se manifiesta frente a Dios y a la comunidad. Por ser un don, no es necesario ganarla por medio del sometimiento a ninguna clase de preceptos legalistas.

Es muy aleccionador que, en la larga lista de virtudes, el amor y la alegría estén en primer lugar. En el amor se llega al cumplimiento de toda la ley. Se trata de un amor que apunta hacia Dios y tiene principalmente en la comunidad su ámbito de realización. Además, el ámbito del Espíritu se manifiesta como un espacio donde reina la alegría.

En ocasiones se cree en las iglesias que ser espiritual implica mantenerse en una actitud de seriedad y guardar cierta distancia de los demás. Se da la impresión que ser espiritual es una empresa difícil y aburrida. Sin embargo, según Pablo, ser espiritual incluye tener la capacidad de amar y ser alegre, lo cual sólo es posible en relación. Con Pablo aprendemos, entonces, que los creyentes en Cristo recibimos de parte del Espíritu libertad, capacidad de amar y alegría de vivir. El Espíritu nos impulsa a relacionarnos constructivamente con la gente que nos rodea.

Para la ley, el mayor criterio de fidelidad a Dios es el amor al prójimo. La persona que dice amar a Dios y es incapaz de amar a sus semejantes es mentirosa. Pablo no está contra la ley, sino contra algunos que la quieren convertir en un valor absoluto y, por tanto, en algo más importante que el ser humano. El Espíritu nos ayuda a descubrir que ninguna mediación que robe al ser humano la libertad es sagrada.

Pablo llama a la forma de vida espiritual libre “andar en el Espíritu”. Esto no significa que la gente espiritual debe desentenderse de lo que pasa en el mundo, sino, más bien, que debe vivir todo con la sabiduría y el amor que el Espíritu otorga. Las virtudes y los vicios son ámbitos en los que se puede realizar o destruir la vida. La libertad del Espíritu incluye también la posibilidad de optar por uno de tales ámbitos. Dios nos da los medios para enfrentar con éxito los riesgos de la libertad.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

NOTAS

(1) O: “forzándonos unos a otros a una confrontación”.

REFERENCIAS CRUZADAS

v 283 Ecl 4:4; 1Co 4:7; Gál 6:4

w 284 Flp 2:3

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

26 super (1) Este es el resultado del andar por el Espíritu que se menciona en el v. 25. La vanagloria, la provocación y la envidia pertenecen a la carne (cfr.v.24). La vanagloria da origen a la provocación y a la envidia. Si por el Espíritu eliminamos la vanagloria, automáticamente se acabarán la provocación y la envidia, lo cual dará por resultado la paz. Estos tres asuntos comprueban de una manera muy práctica, si andamos por el Espíritu o no.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

?V. 26:? No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.??Pablo expone aquí más ampliamente lo que ya había dicho antes. «Andaréis y avanzaréis por el? ?camino correcto en el espíritu», declara, «si vosotros que sois fuertes no os llenáis de soberbia ante los? ?débiles, si no os complacéis en vuestro propio modo de ser, si no miráis con desprecio a los débiles por el? ?hecho de que no sean como vosotros, a la manera del fariseo aquel (?Lc. 18:9? y sigtes.) que glorificó a Dios? ?para realzar su propia gloriosa imagen, y envileció al publicano. Pues si hacéis como éste, irritaréis a los? ?más débiles y provocaréis su envidia con vuestra varia jactancia; y de este modo os hostigaréis recíprocamente, vosotros como provocadores, y ellos como envidiosos, y ni unos ni otros avanzaréis conforme al orden correcto del espíritu. A vosotros el diablo os hará errar el camino por la derecha, y a aquellos por la izquierda; a vosotros a causa de la jactancia, a aquellos a causa de la envidia. ¡Pero no! Conforme al ejemplo de Cristo, vuestra fuerza debiera cargar con la debilidad de aquéllos hasta que también ellos hayan adquirido robustez. Pero si vivimos en espíritu y en amor, no vivimos para nosotros mismos sino para los hermanos; por consiguiente, habremos de hacer lo que es conveniente y necesario para los hermanos.» «No debáis a nadie nada» -el apóstol (?Ro. 13:8?), «sino el amaros unos a otros». «Si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás» (?1 Co. 8:13?). ¿Por qué? Porque amo al hermano, cuya salvación es para mí incomparablemente más importante que esa libertad mía, que me permite hacer cosas que aquél todavía no es capaz de comprender como cosas permitidas. De igual modo, si mi justicia, mi sabiduría, mi poder, o cualquier otra obra que para mí es completamente lícita, llega a ser una ofensa para mi hermano, debo dejar esta obra y servir por amor a mi hermano.?Pero ¡fíjate ahora en los resultados que producen las exenciones, los privilegios, los indultos, los? ?certificados de confesión!?3? ¿Qué se ha hecho de las leyes pontificias? No son otra cosa que redes para? ?recoger dinero, y ofensas para las conciencias. ¿Acaso no resuena por toda Alemania la queja incesante de que durante los días de ayuno se permite el consumo de manteca, y otros productos lácteos a los que han comprado el plomo y la cera de la curia romana??4? ¿Y no hay muchos otros que en su ignorancia creen que no es lícito comer tales cosas ni aun cuando el mismo Papa lo permitiera? ¡Hasta tal extremo se han? ?arraigado en ellos esas leyes hechas por hombres! Pues el homicidio, la fornicación, la ebriedad, la envidia? ?y todas las obras de la carne les parecen de importancia mucho menor que el comer aquella manteca? ?privilegiada. Y no hay nadie entre los jerarcas de la iglesia, o entre los que gozan de privilegios, que se? ?compadezca de esa pobre gente.?5? Al contrario: la increíble avaricia multiplica estos privilegios al infinito? ?y sin medida; y lo único que se logra con ello es que los débiles sean provocados a calumniar, a maldecir y? ?a juzgar. Aquellos fuertes empero, que con el mayor descaro desprecian las leyes, a su vez se engríen? ?grandemente y miran a los débiles por encima del hombro y los llaman «bon christian»,?6? es decir, medio? ?estúpidos. ¡Asta es hoy día la manera cómo se suele cumplir con el amor! ¡Cuánto mejor harían los papas? ?con abolir por completo sus leyes para que todos tomaran conocimiento de la libertad que poseen en Cristo, o con no conceder a nadie esos privilegios que son un verdadero infierno para tantas con ciencias débiles! ¿Cómo quieren rendir cuentas a Cristo por esa inmensidad de ofensas causadas a sus hermanos por quienes Cristo fue a la muerte (?Ro. 14:15?)? Pero su rabiosa avaricia no les permite oír hablar de este amor, ni siquiera desde larga distancia.??Pero lo que acabo de mencionar no son más que puerilidades, cosas de ínfima importancia. Vayamos? ?a lo que causa ofensa aun a los más instruidos y más fuertes (¡tan amplio es el triunfo que el diablo ha? ?obtenido en la iglesia!).??¡Cuán grande es el tumulto, amigo mío, cuán público el rumor, cuán repugnante el hedor que la? ?curia romana , ha originado con los palios y las anatas.?7? con que llevan al agotamiento económico completo a los episcopados y las diócesis de Alemania! ¿Y qué diré de la depredación de que hacen víctima a todas las parroquias, y de cómo tragan y devoran a los monasterios y las iglesias, hasta el punto de que no hay altar, ni siquiera bajo tierra, que no estuviera al servicio total de la avaricia de los muleros?8? romanos? ¡Y entre tanto, hombres eruditos, buenos, hombres de provecho para el pueblo, mueren de hambre y en la indigencia! En verdad, los de la curia romana cosechan nuestros bienes materiales y siembran para nosotros bienes espirituales, es decir, bienes que el viento se lleva, de modo que tenemos que vivir del espíritu y del viento. Pues «espíritu» significa «viento», como leemos en Oseas (12: 1), donde dice que «Efraín se apacienta de viento». No es de extrañar, digo, que ni aun los más robustos sean capaces de soportar todo esto; porque son cosas que sobrepasan toda medida, y que resultan difíciles de soportar incluso para quienes posean la perfección de un apóstol. Pero ninguno de los obispos repara en absoluto en esto; al contrario: hasta parecen alegrarse por el hecho de que nosotros seamos irritados y ellos odiados, y parecen refugiarse en la conocida excusa de aquel César:?9? «No me importa que me odien, con tal que me teman». Pues hay una buena cantidad de tales vejigas infladas cuyo único motivo de gloriarse es su poderío.??Además, ¿quién no es irritado hasta lo sumo por las más grandes de todas las ofensas (porque lo que? ?hemos mencionado hasta ahora, son cosas que sólo afectan la existencia física)? ¡Con cuántas disposiciones se nos inunda respecto de robo, usura, herencias, testamentos, y respecto de toda suerte de reintegraciones, tanto cuestionables como reales, no importa que se trate de efectos pertenecientes al patrimonio de menores de edad o de gente pobre! ¡Y la remisión de pecados horrendos virtualmente nos la endilgan a la fuerza, ni qué hablar de su práctica de venderla con la mayor ligereza tanto a los que no la quieren como a los que la quieren – y todo esto so pretexto de erigir ese solo edificio muerto que es la basílica de San Pedro,?10? o por otro motivo más fútil aún!??Admito: estas cosas hay que soportarlas; no se debe «envidiar» (cap. 5:26) ni «morder» (cap. 5:15).? ?Pero ¿quién nos dará huesos lo suficientemente robustos como para poder soportarlo? ¿O no está permitido lamentar nuestra debilidad? ¿No nos está permitido decir: «Estas cosas hay que soportarlas, pero no somos capaces de hacerlo»? De ninguna manera se puede hablar de calumnia ni de envidia si al imponérseme una carga imposible de llevar, yo levanto mi voz para decir que me faltan las fuerzas para ello. Además, estamos ocupados aquí en el estudio de las Sagradas Escrituras; si en esta tarea censuramos, «mordemos» y denunciamos estos abusos y otros similares, obramos correctamente y conforme a nuestro deber. ¿O por qué aquellos grandes señores, tan eruditos y tan inertes, de nosotros que soportemos esas cosas? ¿No seria mucho mejor que se lo exigieran también a si mismos, para no irritarnos, -máxime teniendo en cuenta que para ido «envidiarlos» nosotros a ellos, corresponde que en primer término ellos desistan de «irritarnos» a nosotros? Además, como por la posición que ocupan, ellos están en mayor obligación para con el amor, tendrían que poner mucho más cuidado en no irritar, que nosotros en no envidiar. Así, nosotros no sedamos irritados por ellos ni ellos envidiados por nosotros. Y entonces, los que «debemos vivir en el espíritu», también podríamos «andar por el espíritu».??Tal vez me dirás, amado lector, que siempre estoy arremetiendo contra la curia romana, empresa? ?hasta ahora por demás insólita. A esto te respondo: Dios es mi testigo de que no lo hago por una aversión? ?personal o de puro gusto; por mi parte no tengo deseo más ardiente que el de permanecer oculto en algún? ?rincón. Pero si he de exponer públicamente las Sagradas Escrituras, como es mi deber, quiero servir a mi,? ?Señor Jesucristo con sinceridad lo mejor que pueda. Pues si al tratar las Sagradas Escrituras se las interpreta sólo con referencia a cosas del pasado, sin aplicarla también a nuestro propio vivir y actuar ¿de qué podrán servirnos? Serán entonces palabras frías, muertas, y ya ni siquiera divinas. Tú mismo ves cuán? ?acertada y cuán vívidamente, más aún: cuán ineludiblemente apunta nuestro pasaje a nuestra era presente.? ?Si otros no tuvieron el coraje o el conocimiento suficiente para hacer esta aplicación al tiempo actual, ¿qué? ?hay de asombroso entonces en el hecho de que los maestros de teología vivan sin ser hostigados? Tengo la plena certeza de que la palabra de Dios no puede ser tratada correctamente sin que de ello resulte odio y? ?peligro de muerte; y estoy igualmente seguro de que la única señal de que la Sagrada Escritura ha sido? ?tratada correctamente es cuando causa ofensa, especialmente entre los grandes y poderosos del pueblo. La palabra de Dios es «la piedra para tropezar» (?Is. 8:14?) «junto a la cual son devorados los jueces de los? ?pueblos» (?Sal. 141:6?; Vulg. 140:6). En fin, la iglesia clama en alta voz que «los príncipes la están persiguiendo » (?Sal. 119: 161?) y «los príncipes» fueron también los que crucificaron a Cristo (?1 Co. 2: 8? ) .?

Fuente: Comentario de Gálatas por Martin Lutero