Así que, hermanos, teniendo plena confianza para entrar al lugar santísimo por la sangre de Jesús,
10:19 — El autor ya terminó la parte «doctrinal» (o de argumentación) de su epístola y ahora continúa la parte exhortatoria dejada al final del capítulo 6. En los capítulos del 1 al 3, y del 7 al 10, probó el autor su afirmación de que es superior Cristo a los ángeles, y a Moisés, que su sacerdocio es superior al levítico, y que el sistema levítico de sacrificios era imperfecto mientras que su propio sacrificio alcanza la perfección necesaria. Ahora pasa a las exhortaciones basadas en estas grandes verdades. — «Así que, hermanos, teniendo libertad». Dice la versión Hispanoamericana, «confianza». La palabra griega es parresia. Aparece en el versículo 35; 3:6 y 4:16. La frase griega dice literalmente así: «teniendo confianza para (o, tocante a) la entrada al Lugar Santísimo».Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
teniendo libertad. Heb 4:16; Heb 12:28; Rom 8:15; Gál 4:6, Gál 4:7; Efe 3:12; 2Ti 1:7; 1Jn 3:19-21; 1Jn 4:17.
para entrar. Heb 7:25; Heb 9:3, Heb 9:7, Heb 9:8, Heb 9:12, Heb 9:23-25; Rom 5:2; Efe 2:18; 1Jn 2:1, 1Jn 2:2.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
En estos versículos, el autor de Hebreos demuestra la relación entre fe, esperanza y amor. La fe en Dios conduce a los creyentes a poner sus esperanzas en sus promesas. Restaurar una relación correcta con Dios incita a los creyentes a restaurar sus relaciones con los demás. El amor hacia Dios se demuestra en el amor hacia los demás. El autor exhorta a sus lectores hacia la fe, la esperanza y el amor por medio de tres mandamientos: «acerquémonos» (v. Heb 10:22); «mantengamos firme» (v. Heb 10:23); y «considerémonos» (v. Heb 10:24).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Así que rememora el pues de Heb 4:16. El autor pasó los cinco capítulos explicando la superioridad del sacerdocio de Cristo sobre el sacerdocio levítico y la superioridad del nuevo pacto sobre el Pacto Mosaico. Al contrario de los israelitas, que se acercaban a Dios en el monte Sinaí con temor y temblor (Éxo 20:18-21), los creyentes pueden acercarse a Dios con libertad (Heb 3:6; Heb 4:16; Heb 10:35) porque poseen la justicia de Cristo y no la nuestra. El Lugar Santísimo se refiere a la misma presencia de Dios. En esta tierra, muchos de nosotros no tienen acceso directo a un presidente o monarca. Pero a través de la sangre de Cristo, tenemos acceso permanente a Dios mismo.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
TENIENDO LIBERTAD PARA ENTRAR. En contraste con el acceso limitado a Dios que tenían los israelitas, Cristo, al dar su vida como sacrificio perfecto, ha abierto el camino a la presencia misma de Dios y al trono de la gracia. Por lo tanto, los creyentes pueden con gratitud acercarse constantemente a Dios en oración.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
hermanos. Vea la nota sobre Heb 3:12. Como en la ocasión anterior, el escritor se dirige a sus hermanos judíos con una invitación a dejar atrás el sistema levítico y apropiarse de los beneficios del nuevo pacto en Cristo. libertad. También se traduce «denuedo» o «confianza» que es un aspecto primordial de la epístola (vea la nota sobre Heb 4:16). Gracias al ministerio de Cristo como Sumo Sacerdote y a su sacrificio finalizado, los hebreos pueden entrar con plena confianza a la presencia de Dios.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Por segunda vez (cp. en Heb 8:1-6 la primera), el escritor hace un resumen de los argumentos a favor de la superioridad del ministerio sacerdotal de Cristo.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
10:19 — El autor ya terminó la parte «doctrinal» (o de argumentación) de su epístola y ahora continúa la parte exhortatoria dejada al final del capítulo 6. En los capítulos del 1 al 3, y del 7 al 10, probó el autor su afirmación de que es superior Cristo a los ángeles, y a Moisés, que su sacerdocio es superior al levítico, y que el sistema levítico de sacrificios era imperfecto mientras que su propio sacrificio alcanza la perfección necesaria. Ahora pasa a las exhortaciones basadas en estas grandes verdades.
–«Así que, hermanos, teniendo libertad». Dice la versión Hispanoamericana, «confianza». La palabra griega es parresia. Aparece en el versículo 35; 3:6 y 4:16. La frase griega dice literalmente así: «teniendo confianza para (o, tocante a) la entrada al Lugar Santísimo».
Antes de morir Cristo por los hombres, no había acceso al trono de gracia de Dios. Pero ahora sí hay entrada. Todos pueden hacer uso de esa entrada con confianza, o libertad, para entrar en el cielo.
–«para entrar en el Lugar Santísimo». Véanse 8:2 y 9:1, comentarios sobre «santuario». Compárese 9:12.
–«por la sangre de Jesucristo», que es el medio por el cual tenemos acceso al cielo. Entró en el cielo Cristo una vez, con su propio sacrificio (9:24-26), y a causa de esto podemos tener confianza tocante a entrada al cielo.
Fuente: Notas Reeves-Partain
QUIÉN ES CRISTO PARA NOSOTROS
Hebreos 10:19-25
Así que, hermanos, como podemos entrar confiadamente en el Lugar Santísimo en virtud de lo que la Sangre de Jesús ha hecho por nosotros, por el Camino nuevo y vivo que Jesús ha inaugurado para nosotros a través del Velo -es decir, a través de su humanidad-; y, puesto que tenemos tal Sumo Sacerdote sobre la Casa de Dios, acerquémonos a la presencia de Dios con un corazón en el que more la sinceridad y con la plena convicción de la fe, con el corazón rociado para que esté limpio de toda conciencia de maldad y con el cuerpo lavado en agua pura. Mantengamos firme y sin desviaciones la esperanza de nuestra profesión de fe, porque podemos depender absolutamente del Que nos ha hecho las promesas; y apliquemos nuestra mente a la tarea de estimularnos mutuamente al amor y a las buenas obras. No descuidemos el reunirnos con los hermanos, que es algo que algunos han tomado por costumbre; sino animémonos unos a otros, y mucho más cuando vemos que se acerca el Día.
El autor de Hebreos llega aquí a las consecuencias prácticas de todo lo que ha estado diciendo. De la teología pasa a la exhortación práctica. Es uno de los teólogos más profundos del Nuevo Testamento, pero toda su teología está gobernada por el sentido pastoral. No piensa sólo para sentir la emoción de la aventura intelectual, sino para apelar con más fuerza a los hombres para que entren en la presencia de Dios.
Empieza diciendo tres cosas de Jesús.
(i) Jesús es el Camino vivo a la presencia de Dios. Entramos a la presencia de Dios a través del Velo, es decir, la humanidad de Jesús. Es una idea difícil, pero lo que quiere decirnos es lo siguiente: En el tabernáculo, había un velo delante del Lugar Santísimo que ocultaba la presencia de Dios. Para que los hombres entráramos a esa presencia, el velo tenía que ser rasgado. La humanidad de Jesús era lo que velaba Su divinidad. Fue cuando fue rasgado Su cuerpo físico en la Cruz cuando los hombres pudimos ver realmente a Dios. Jesús mostró a Dios a lo largo de toda Su vida; pero fue en la Cruz donde se reveló a las claras y totalmente el amor de Dios. Como al rasgarse el velo del Lugar Santísimo quedó abierto el acceso a la presencia de Dios, así al rasgarse en la Cruz la humanidad de Cristo se reveló plenamente la grandeza de Su amor y se abrió definitivamente el acceso a Dios.
(ii)Jesús es el gran Sumo Sacerdote sobre la Casa de Dios en el Cielo. Como hemos visto a menudo, la misión del sumo sacerdote era tender un puente entre Dios y el hombre. Esto quiere decir que Jesús, no sólo nos muestra el camino hacia Dios, sino que también nos introduce a Su misma -presencia. Cualquiera puede indicar a otra persona el camino al palacio real, pero no introducirla a la presencia del Rey. Pero Jesús sí.
(iii) Jesús es el único que puede limpiar de veras la mancha del pecado. En el ritual sacerdotal, las cosas santas se purificaban rociándose con la sangre de los sacrificios. El sumo sacerdote se tenía que bañar una y otra vez en el mar de bronce con agua limpia. Pero estas cosas eran ineficaces para quitar la verdadera contaminación del pecado. Jesús es el único que puede limpiar de veras al hombre. La Suya no es una purificación meramente externa; con Su presencia y con Su Espíritu limpia los pensamientos y los deseos más íntimos de una persona hasta que queda totalmente limpia. De aquí pasa el autor de Hebreos a hacer una triple exhortación.
(i) Acerquémonos a la presencia de Dios. Es decir, no nos olvidemos nunca de darle culto. A toda persona humana se le permite vivir en dos mundos: el del espacio y el tiempo, y el de las cosas eternas. Pero corremos peligro de estar tan ocupados en las cosas de este mundo que olvidamos el otro. Al empezar y al terminar el día y de cuando en cuando en medio de nuestras actividades debemos apartarnos, aunque sólo sea un momento, y entrar en la presencia de Dios. Todos llevamos siempre con nosotros nuestro santuario íntimo, así que no nos olvidemos de entrar en él. O, lo que es lo mismo: no Le tengamos esperando indefinidamente a la puerta, como confesaba Lope de Vega en un famoso soneto:
¡Cuántas veces el ángel me decía: -¡Alma, asómate ahora a la ventana, verás con cuánto amor llamar porfía! Y cuántas, Hermosura soberana, -¡Mañana Le abriremos! -respondía, para lo mismo responder mañana.
(ii) Mantengamos firme y sin desviarnos la esperanza de nuestra profesión de fe. Es decir, no nos soltemos de lo que creemos: Voces cínicas tratarán de apartarnos de nuestra fe; los materialistas intentarán con sus argumentos hacer que nos olvidemos de Dios; los azares y avatares de la vida conspirarán para sacudir nuestra fe. Stevenson decía que él creía tanto en la decencia suprema de las cosas que, si se despertara en el infierno, seguiría creyendo igual; debemos mantenernos tan agarrados a la fe que nada nos haga soltarnos.
(iii) Apliquemos nuestra mente ala tarea de estimularnos mutuamente al amor y alas buenas obras. Es decir: acordémonos de que somos cristianos no sólo por cuenta propia, sino también por cuenta ajena. Nadie conseguirá salvarse si no está pendiente nada más que de salvarse; pero muchos se han salvado preocupándose tanto por los demás que se olvidaron de sí mismos. Es fácil acomodarse en un cristianismo fácil; pero el Cristianismo y el egoísmo son incompatibles. El autor de Hebreos pasa a trazar nuestro deber para con los demás de una manera de lo más práctica, en tres direcciones.
(i) Debemos animarnos mutuamente a vivir con nobleza. La mejor manera de hacerlo es con el ejemplo. Podemos hacerlo recordándoles a los otros sus tradiciones, sus privilegios y sus responsabilidades cuando estén en peligro de olvidarlos. Se ha dicho que un santo es alguien en quien Cristo vive otra vez; y debemos tratar siempre de animar a otros a la bondad mostrándoles a Cristo. Acordémonos del soldado moribundo que fijaba la mirada en la enfermera cristiana Florence Nightingale y murmuraba: «Tú eres Cristo para mí.»
(ii) No descuidemos el reunirnos con los hermanos en el culto. Había algunos entre los destinatarios de la Carta a los Hebreos que habían abandonado el hábito de reunirse con los hermanos. Es posible que alguien se considere cristiano y, sin embargo, deje de reunirse con el pueblo de Dios para dar culto a Dios en la casa de Dios en el día de Dios. Puede que trate de ser lo que llamaba Moffatt «una partícula piadosa», un cristiano en solitario. Moffatt especifica tres razones que hacen que una persona deje de reunirse con sus hermanos en el culto.
(a) Puede que no vaya a la iglesia por miedo. Puede que le dé vergüenza que le vean ir a la iglesia. Puede que viva o trabaje con gente que se ríe de los que van. Puede que tenga amigos que no tienen tiempo para esas cosas, y tema sus críticas o burlas. Así es que puede que trate de ser un discípulo secreto; pero se ha dicho con mucha razón que eso es imposible, porque, o «el discípulo» acaba con » el secreto», o » el secreto» acaba con «el discípulo». Debemos tener presente que, aparte de otras cosas, el ir a la iglesia es dar muestras de fidelidad. Aunque los sermones nos parezcan aburridos y los cultos sosos, el asistir nos da ocasión de dar testimonio de nuestra fe.
(b) Puede que no vaya, o que deje de ir, por tiquismiquis. Puede que le fastidie relacionarse con gente que «no es como uno.» Hay iglesias que son más clubes que congregaciones. Puede que estén en barrios que han venido a menos, y a los que siguen siendo miembros no les hace ilusión que vaya todo el mundo; o viceversa, es decir, que los que van a la iglesia son gente vulgar. No debemos olvidar que no hay vulgo para Dios. Fue por todos por los que Cristo murió, y no sólo por la gente respetable.
(c) Puede que no vaya por engreimiento. Puede que se crea que no necesita de la iglesia, o que está por encima de lo que se hace y dice allí. El esnobismo social ya es malo; pero el intelectual, y no se diga el espiritual, son mucho peor. El más sabio sabe que es un ignorante para Dios; y el más fuerte, que es débil ante la tentación. Nadie puede vivir la vida cristiana si descuida la comunión de la iglesia. El que crea que puede, debe recordar que no se va a la iglesia sólo para recibir, sino también para dar. Si cree que la iglesia tiene faltas, su deber sería ir a ayudar a superarlas.
(iii) Debemos animarnos mutuamente. Uno de los deberes humanos más elevados es el del estímulo. Hay una regla en la marina británica que dice: «Ningún oficial dirá nada que infunda desánimo a otro oficial en el cumplimiento de su deber.» Elifaz le reconoció a regañadientes a Job una buena cualidad, que Moffatt tradujo: «Tus palabras han mantenido en pie a otros» Job 4:4 ). Barrie le escribió una vez a Cynthia Asquith: «Tu primer impulso siempre es telegrafiar a Jones para decirle aquello tan bueno que Brown le dijo de él a Robinson. Con eso has sembrado mucha felicidad.» Es fácil reírse de los ideales de otros, o darle un baño de agua fría a su entusiasmo para desanimarlos; pero nosotros tenemos el deber cristiano de animar a los hermanos. Muchas veces una palabra de aprecio o de gracias o de alabanza le ha mantenido a uno en pie. Bienaventurados los que saben decirla.
Por último, el autor de Hebreos dice que el deber que tenemos los unos para con los otros es más urgente porque el tiempo es corto. «Mucho más cuando vemos que se acerca el Día.» Está pensando en la Segunda Venida de Cristo, cuando llegará el fin de las cosas tal como las conocemos ahora. La Iglesia Primitiva vivía con esa expectación. ¿Vivimos nosotros igual? En cualquier caso, debemos darnos cuenta de que ninguno sabemos «el día ni la hora» en que se nos llamará a dar cuenta. Mientras tengamos tiempo tenemos la obligación de hacerles todo el bien que podamos a todas las personas que podamos de todas las maneras que podamos.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Heb 9:12; Heb 9:14.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— la muerte: Lit. la sangre.
— hacia el santuario: Se trata, sin duda, del santuario celestial; propiamente, debería interpretarse como el lugar santísimo, que en este caso se refiere al lugar donde mora Dios en el cielo. En el antiguo Templo, únicamente el sumo sacerdote, y sólo una vez al año, podía entrar en “el lugar santísimo”. Ahora, a través de Cristo, ha quedado abierto de par en par el camino hacia Dios (Heb 4:16; Heb 7:22-25; ver Rom 5:2; Efe 2:18; Efe 3:12; Col 1:22).
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Un llamado a perseverar en los beneficios del nuevo pacto
Esta sección concluye la principal división de Heb. que comenzó con el llamado de 5:11-6:20. Después de varios capítulos de complejos argumentos doctrinales, el autor desarrolla las implicaciones prácticas, repitiendo algunas de las advertencias y alientos dados previamente. Un vínculo estrecho entre la buena teología y una fiel vida cristiana se demuestra de esa manera. La base para nuestra plena confianza como cristianos está en el hecho de que tenemos acceso al lugar santísimo por la muerte de Jesús, y porque él reina como sumo sacerdote sobre la casa de Dios. Esto debe inspirarnos para acercarnos a Dios con la fe de quien asume las promesas del nuevo pacto seriamente, reteniendo firme la confesión de la esperanza sin vacilación, y considerando cómo es mejor que nos estimulemos los unos a los otros al amor y a las buenas obras.
La advertencia que sigue (vv. 26-31) se compara en muchas formas con la enseñanza de 6:4-6 sobre el pecado de apostasía. El argumento de cuánto mayor también recuerda 2:1-5. Si aquellos que rechazaron la ley de Moisés experimentaron el juicio de Dios, ¿cuánto más severamente deben ser castigados los que rechazan al Hijo de Dios y las bendiciones del nuevo pacto? Su sacrificio único provee una sola base para el perdón. Abandonarla es abandonar toda esperanza de salvación. Sin embargo, como en el cap. 6, la advertencia es seguida por el aliento a perseverar (vv. 32-39). Se recuerda a los lectores de los reproches, tribulaciones y conflictos que soportaron poco después de haber llegado a ser cristianos. La confianza que demostraron en ese tiempo y el cuidado que expresaron los unos por los otros debe mantenerse. Con una cita que combina Isa. 26:20 y Hab. 2:2, 3, el autor subraya la necesidad de una fe perseverante, de modo que podamos recibir lo que Dios ha prometido. Esto nos prepara para el desarrollo del tema de la fe y la perseverancia en la siguiente sección principal del argumento (11:1-12:13).
19-21 Estos versículos resumen en términos muy simples el argumento doctrinal de los cap. 7-10. Hay dos cosas que tenemos como hermanos cristianos y sobre la base de ello el autor hace el triple encargo de 10:22-25. En primer lugar, tenemos confianza para entrar al lugar santísimo por la sangre de Jesús. La palabra traducida confianza se encuentra en cuatro contextos importantes en Heb. (3:6; 4:16; 10:19; 10:35). Dios nos da esa confianza por medio del evangelio. Fundamentalmente, es la confianza para entrar al lugar santísimo, basada en el sacrificio único de Jesús (por la sangre de Jesús). Hay una íntima relación entre la entrada de Cristo en el santuario celestial y la nuestra (cf. 4:14-16; 6:19, 20). El abrió un camino nuevo y vivo para que nosotros lleguemos a la presencia de Dios, a través del velo (es decir, su cuerpo) (lit. “su carne”). El velo en el tabernáculo terrenal era el medio de acceso al lugar santísimo para el sumo sacerdote. Hablando metafóricamente, la muerte en sacrificio de Jesús era el velo o medio de acceso al santuario celestial para él y para todos los que confían en él. La segunda cosa que tenemos como hermanos cristianos es un gran sacerdote sobre la casa de Dios. De acuerdo con 3:6, es claro que la “casa de Dios” significa el pueblo de Dios. Nuestro gran sacerdote hace posible que nos acerquemos a Dios en forma conjunta y que compartamos la esperanza de vivir para siempre en su presencia (cf. vv. 22, 23). Pero esta alusión a nuestra experiencia común como cristianos significa también que tenemos responsabilidades los unos con los otros (cf. vv. 24, 25).
22-25 En esos versículos hay tres exhortaciones que muestran cómo debemos responder a las grandes verdades doctrinales de los capítulos anteriores. En gr. están en el tiempo presente, lo que indica que hemos de expresar continuamente la fe (v. 22), la esperanza (v. 23) y el amor (v. 24). El llamado a acercarnos a Dios con corazón sincero, en plena certidumbre de fe recuerda específicamente 4:16 y la enseñanza del autor en forma más general sobre el acercarnos a Dios por medio de Jesucristo (ver notas sobre 7:25). Debemos gozarnos de los beneficios de este sacrificio y el reinado celestial orando con confianza por misericordia y socorro en tiempo de necesidad. Un corazón sincero, en plena certidumbre de fe, es un corazón que demuestra plena confianza y devoción, cumpliendo la promesa de un nuevo corazón para el pueblo de Dios en Jer. 31:33 y Eze. 36:26, 27. Lo que hace que esto sea posible es tener purificados los corazones de mala conciencia. La instalación del antiguo pacto estuvo asociada por el rociamiento con sangre de los israelitas (9:18-20). La sangre de Jesús fue derramada para inaugurar el nuevo pacto y se aplica a nuestros corazones para limpiar nuestras conciencias de pecado cuando creemos en el evangelio y ponemos nuestra confianza en su sacrificio por la expiación de nuestros pecados (cf. 9:13, 14). La expresión lavados los cuerpos con agua pura posiblemente es una referencia al bautismo como señal externa del “rociamiento” de nuestros corazones.
El llamado a retener firme la confesión de la esperanza sin vacilación recuerda 4:14. Es un recordatorio de nuestra salvación que aún ha de ser plenamente realizada (cf. 4:1; 9:28; 10:37-39; 13:14), y de que nuestras vidas deben ser controladas por la esperanza que proclamamos. La relación entre fe y esperanza será analizada en el cap. 11. La base para mantener una confesión de esperanza es porque fiel es el que lo ha prometido.
El tercer llamado de este párrafo es a considerarnos los unos a los otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. Desde que compartimos, como hermanos cristianos, los beneficios de la obra de Cristo como sumo sacerdote, tenemos una responsabilidad de ministrarnos los unos a los otros en amor (cf. 2:12, 13; 12:15, 16). Dos cláusulas en el v. 25 explican cómo podemos provocarnos unos a otros a una vida piadosa. En sentido negativo, podemos cuidarnos unos a otros al no dejar de congregarnos. El autor usa un término para esas reuniones (gr. episynagoge, “asamblea”) que es paralelo en sentido a “iglesia” y sugiere una reunión formal de algún tipo. Algunos pocos de ellos tienen por costumbre el descuido de esa responsabilidad. La advertencia sobre la apostasía que sigue (vv. 26-39) implica que aquellos que deliberada y persistentemente abandonan la comunidad de los creyentes cristianos están en peligro de abandonar al mismo Señor. En sentido positivo, podemos animarnos unos a otros al amor y a las buenas obras por reunirnos para estimularnos. Como en 3:13, tal estímulo se entiende mejor como involucrando una forma de exhortación basada en la Escritura, siguiendo el ejemplo del mismo autor en su “palabra de exhortación” (13:22). La urgencia de esto es subrayada por una alusión a la proximidad del retorno de Cristo y el juicio final (con mayor razón cuando veis que el día se acerca).
26-28 Estos versículos tratan la alusión al juicio de Dios al fin del v. 25 y desarrollan la advertencia sobre la rebelión contra Dios que se encuentra en los pasajes anteriores (cf. 2:1-4; 3:7-4:11; 6:4-8). La declaración sobre si pecamos (BA, “si continuamos pecando”) voluntariamente señala el sentido del participio presente (“pecando” en gr.). Sin embargo, sería un error pensar que esto se refiere sólo a la conducta pecaminosa que es tan evidente en nuestras vidas. El contexto y el paralelo con pasajes previos indican que el autor tiene en vista el pecado específico de la apostasía o continuo rechazo de Cristo. Si, por medio del evangelio, hay personas que han recibido el conocimiento de la verdad y luego dan la espalda a esa verdad, ya no queda más sacrificio por el pecado. No hay un camino alternativo para el perdón y la aceptación de Dios fuera de la muerte de su Hijo. Abandonar ese sacrificio, hecho una vez para siempre, es abandonar toda esperanza de salvación. Todo lo que queda para tales personas es una horrenda expectativa de juicio y de fuego ardiente que ha de devorar a los adversarios de Dios. ¡Su destino es el mismo que el de aquellos que nunca se han vuelto a Cristo o que se oponen activamente al evangelio! Aun bajo el primer pacto, cualquiera que ha desechado la ley de Moisés en una rebelión deliberada ha de morir sin compasión por el testimonio de dos o tres testigos (Deut. 17:2-7). ¿Cuánto más severamente debe ser castigado alguien que renuncia y se opone a las provisiones del nuevo pacto?
29-31 La horrible naturaleza de la apostasía se describe en tres cláusulas paralelas. La persona que se aleja de Cristo de hecho ha pisoteado al Hijo de Dios, tratándole con desprecio al negar su propia naturaleza e identidad. Una persona así también ha considerado de poca importancia la sangre del pacto por la cual fue santificado. La muerte de Cristo inaugura las bendiciones del nuevo pacto y nos lleva a una relación santificada o santa con Dios (cf. 10:10; 13:12). Abandonar esa relación es tratar la sangre de Cristo como algo impuro (gr. koinon, “común, impuro”; ver la nota de la RVA) y no como medio sagrado y elegido por Dios para alcanzar nuestra salvación. La persona que se aparta de Cristo también ha ultrajado al Espíritu de gracia. El Espíritu de Dios nos lleva a confiar en la gracia de Dios y a aferrarnos a los beneficios de la obra de Cristo por nosotros (cf. 6:4, 5). El Espíritu también distribuye los dones de la gracia de Dios, confirmando la verdad del evangelio (cf. 2:4). Lo inevitable del castigo que espera a los cristianos apóstatas se sugiere entonces por dos citas del AT. El papel de Dios es el de venganza o retribución por el pecado de cualquier tipo (Deut. 32:35). Pero Dios ha revelado específicamente que él juzgará a su pueblo (cf. Deut. 32:36), vindicando lo verdadero por medio de la remoción de lo falso. Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo cuando él está actuando como tal en el juicio.
32-34 Como en el cap. 6, una severa advertencia es seguida por palabras de aliento y esperanza. Aquí se nos dan algunas visiones valiosas sobre la experiencia de los primeros lectores, no mucho después de su conversión (después de haber sido iluminados). Son llamados a recordar lo que habían soportado (gr. hypemeinate). En el v. 36 y en 12:1, 2, 3, 7 se usan palabras similares para enfatizar la necesidad de una perseverancia continua. Su experiencia en la persecución se describe con una metáfora deportiva: fue un gran conflicto y aflicciones (cf. 12:1-13). Sufrieron ellos mismos al ser hechos espectáculo público con reproches y tribulaciones, y compartieron con el sufrimiento de otros, manteniéndose como compañeros de los que han estado en tal situación. En la Introducción se planteó el argumento de que esa persecución, que no incluyó el derramamiento de sangre (12:4), podía estar relacionada con los problemas en Roma cuando Claudio llegó a ser emperador. Su simpatía con los que estaban presos y su gozosa aceptación del despojo de sus posesiones se hizo posible por su certeza sobre las promesas de Dios. Ellos sabían que Jesús había hecho posible que heredaran una posesión mejor y perdurable (cf. 13:14) y esto controlaba su pensamiento sobre el presente y sus valores.
35, 36 Este recuerdo de su fe, esperanza y amor en los primeros días llega a ser la base para un llamado: no desechéis, pues, vuestra confianza. La confianza en un acceso libre y abierto a Dios que es dada por “la sangre de Jesús” (v. 19; cf. 4:16) y que debe ser mantenida y expresada abiertamente (3:6; cf. 4:14; 10:23). La confianza en Dios demostrada previamente por los lectores no debe ser abandonada o descartada libremente, sin importar las dificultades que ahora estaban enfrentando. Será recompensada ricamente (cf. 6:10). La salvación no depende del esfuerzo humano, dado que es totalmente una obra de Dios. Pero mientras que la salvación siga siendo una promesa, necesitamos la perseverancia en la fe a fin de cumplir la voluntad de Dios y obtener lo prometido.
37-39 Un aliento especial a perseverar en la fe se encuentra en la seguridad de que Cristo volverá y no tardará en cumplir su plan salvador. El autor cita de Hab. 2:3, 4 en una forma que depende de la traducción gr. del AT (la LXX). Esa versión hace que el sujeto sea una persona, más bien que una visión o revelación como en el texto heb. y en nuestras traducciones. En Heb. se implica que Jesucristo es el que vendrá y no tardará. Las palabras introductoras (Aun un poco, en un poco más) que probablemente provienen de Isa. 26:20, enfatizan ese punto y sugieren que los lectores tenían un problema en cuanto a la necesidad de esperar pacientemente el regreso de Cristo. Esto habría sido especialmente el caso si estaban viendo más persecución y sufrimiento en el horizonte. El autor también ha traspuesto el orden de las cláusulas en Hab. 2:4 para que quedara claro que la persona que vive por la fe (mi justo), más bien que aquel que ha de venir, pueda ser tentado a retroceder. Dios no se agradará con el que se vuelve atrás en incredulidad: será destruido en el juicio venidero. Sin embargo, el autor termina el capítulo con una nota positiva sugiriendo que sus lectores están entre aquellos que tienen fe para la preservación del alma.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
NOTAS
(1) O: “franqueza de expresión”. Lit.: “franqueza”.
(2) Véase Heb 9:8, n.
REFERENCIAS CRUZADAS
e 448 Jua 14:6; Rom 5:2
f 449 Heb 9:8; Heb 9:24
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
confianza para entrar al Lugar Santísimo. Por el sacrificio « una vez para siempre» de Cristo, los creyentes pueden acercarse a Dios con confianza y no con temor como en el sistema levítico.
Fuente: La Biblia de las Américas
19 (1) Hoy en día el Lugar Santísimo está en los cielos, donde está el Señor Jesús (9:12,24). Entonces, ¿cómo podemos entrar al Lugar Santísimo mientras todavía estamos en la tierra? La clave es nuestro espíritu, al cual se hace referencia en 4:12. El propio Cristo que ahora está en los cielos también está en nuestro espíritu ( 2Ti_4:22). Como escalera celestial ( Gén_28:12 ; Jua_1:51), El une nuestro espíritu con el cielo y trae el cielo a nuestro espíritu. Por consiguiente, cada vez que nos volvemos a nuestro espíritu, entramos en el Lugar Santísimo. Allí nos reunimos con Dios, quien está en el trono de la gracia. Véase la nota 16 (1) del cap.4.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
en el… Lit. del.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
BD163 La frase εἰς τὴν εἴσοδον τῶν ἁγίων significa: para entrar en el lugar santo (en vez de εἰς τὰ ἅγια; comp. T212).