Comentario de Hebreos 12:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos enreda, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante,
Resumen : Este capítulo continúa la exhortación del autor a sus lectores hebreos a perseverar en su carrera cristiana, recordándoles del ejemplo de fe de los muchos testigos mencionados en el capítulo 11. Les exhorta a siempre mirar a Jesús en su carrera (versículo 1:3). Les urge a soportar sus aflicciones y pruebas con resignación paciente, sabiendo que la disciplina de Dios es para el bien de sus hijos (versículo 4-11).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
teniendo en derredor nuestro. Heb 11:2-38.
tan grande nube. Isa 60:8; Eze 38:9, Eze 38:16.
de testigos. Luc 16:28; Jua 3:32; Jua 4:39, Jua 4:44; 1Pe 5:12; Apo 22:16.
dejando todo peso. Mat 10:37, Mat 10:38; Luc 8:14; Luc 9:59-62; Luc 12:15; Luc 14:26-33; Luc 18:22-25; Luc 21:34; Rom 13:11-14; 2Co 7:1; Efe 4:22-24; Col 3:5-8; 1Ti 6:9, 1Ti 6:10; 2Ti 2:4; 1Pe 2:1; 1Pe 4:2; 1Jn 2:15, 1Jn 2:16.
y del pecado que nos asedia. Heb 10:35-39; Sal 18:23.
corramos. 1Co 9:24-27; Gál 5:7; Flp 2:16; Flp 3:10-14; 2Ti 4:7.
con paciencia. Heb 6:15; Heb 10:36; Mat 10:22; Mat 24:13; Luc 8:15; Rom 2:7; Rom 5:3-5; Rom 8:24, Rom 8:25; Rom 12:12; Stg 1:3; Stg 5:7-11; 2Pe 1:6; Apo 1:9; Apo 3:10; Apo 13:10.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Una exhortación a una constante fe, paciencia, y santidad, Heb 12:1-21.
Encomendación del nuevo pacto sobre el antiguo, Heb 12:22-29.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
La nube de testigos se refiere a las personas de fe que se mencionan en el capítulo Heb 11:1-40. Ellos realmente no son espectadores que nos observan; son testigos que testifican de la verdad de la fe (Heb 11:2, Heb 11:4-6).
peso: es cualquier cosa que estorbe a un corredor.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
LA CARRERA QUE TENEMOS POR DELANTE. Esta carrera es la prueba de la fe durante la vida en este mundo (Heb 10:23; Heb 10:38; Heb 11:1-40; Heb 12:25; Heb 13:13). La carrera debe correrse así:
(1) con «paciencia» (gr. jipomone), es decir, con perseverancia y constancia (cf. Heb 10:36; Flp 3:12-14), sabiendo que la manera de alcanzar la victoria es la misma que para los santos del cap. 11, es decir, esforzándose hasta llegar a la meta (cf. Heb 6:11-12; Heb 12:1-4; Luc 21:19; 1Co 9:24-25; Flp 3:11-14; Apo 3:21);
(2) despojándose de los pecados que asedian o demoran y fijando la mirada, la vida y el corazón en Jesucristo y en el ejemplo de obediencia perseverante que dio en la tierra (vv. Heb 12:1-4); y
(3) consciente de que el mayor peligro es la tentación a ceder al pecado (vv. Heb 12:1; Heb 12:4), a regresar a la patria de donde salieron (Heb 11:15; Stg 1:12), y a volver a ser ciudadano del mundo (Heb 11:13; Stg 4:4; 1Jn 2:15; véase Heb 11:10, nota).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
El ejemplo de Cristo, 12:1-3.
1 Teniendo, pues, nosotros tal nube de testigos que nos envuelve, arrojemos todo peso y el pecado que nos asedia, y por la paciencia corramos el combate que se nos ofrece, 2 puestos los ojos en el autor y perfeccionador de nuestra fe, Jesús; el cual, por el gozo que se le proponía, soportó la cruz, sin hacer caso de la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios. 3 Traed, pues, a vuestra consideración al que soportó tal contradicción de los pecadores contra sí mismo, para que no decaigáis de ánimo rendidos por la fatiga.
Los ejemplos anteriormente propuestos, de tantos y tantos justos del Antiguo Testamento, eran aleccionadores; pero faltaba el ejemplo principal, el de Cristo mismo.
El autor presenta este ejemplo de Cristo, valiéndose de una metáfora tomada de los juegos públicos, a los que tan aficionada era la sociedad greco-romana de entonces. Imagina que se hallan, él y los destinatarios, en la arena de un anfiteatro en el momento de iniciar la carrera para conseguir un premio. Allí, en las gradas de ese anfiteatro, está toda una “nube de testigos” contemplando su esfuerzo: son esos antepasados, modelos de fe, que acaba de mencionar (v.1). Como los corredores, añade el autor, también nosotros debemos desprendernos de todo estorbo y del “pecado que nos asedia” (v.1), puestos los ojos en la meta, Jesucristo, el “autor y perfeccionador” de nuestra fe (v.2; cf. 2:10), modelo que no debemos nunca perder de vista, a fin de no decaer “rendidos por la fatiga” (v.3).
No es claro a qué se aluda concretamente con las palabras “pecado que nos asedia” (την ευπερίστατον άμαρτίαν ). Es probable, dado el contexto, que sea una alusión al pecado de apostasía, peligro que se viene combatiendo a partir Deu 10:26. Tampoco es clara la expresión “por el gozo que se le proponía” (αντί της προκειμένης αυτω χαράς ), que otros traducen “en vez del gozo que se le proponía.” Conforme a la primera interpretación, que es la seguida en nuestra traducción, αντί equivale a por razón de o en vista de, y la idea vendría a ser la misma expresada ya por San Pablo en Flp 2:8-9, es a saber, que la pasión era camino para la glorificación; en cambio, según la segunda interpretación, se aludiría a que Cristo, en vez de una vida cómoda y tranquila que hubiera podido elegir, renunció a ello y se abrazó con la cruz. Nos parece más fundada la primera interpretación.
Pedagogía divina,Flp 12:4-13.
4 Aún no habéis resistido hasta la sangre en vuestra lucha contra el pecado, 5 y os habéis ya olvidado de la exhortación que a vosotros como a hijos se dirige: “Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor y no desmayes reprendido por El; 6 porque el Señor, a quien ama le reprende, y azota a todo el que recibe por hijo.” 7 Soportad la corrección. Como con hijos se porta Dios con vosotros. ¿Pues qué hijo hay a quien su padre no corrija? 8 Pero si no os alcanzase la corrección de la cual todos han participado, argumento sería de que erais bastardos y no legítimos. 9 Por otra parte, hemos tenido a nuestros padres carnales que nos corregían y nosotros los respetábamos; ¿no hemos de someternos mucho más al Padre de los espíritus para alcanzar la vida? 10 En efecto, aquéllos, según bien les parecía, nos corregían para proporcionarnos una felicidad de pocos días; pero éste, mirando a nuestro provecho, nos corrige, para hacernos participantes de su santidad. n Ninguna corrección parece por el momento agradable, sino dolorosa; pero al fin ofrece frutos apacibles de justicia a los ejercitados por ella. 12 Por lo cual, enderezad las manos caídas y las rodillas debilitadas, 13 y enderezad vuestros pasos, para que los rengos no se salgan del camino, antes bien sean curados.
Que no se extrañen los destinatarios de la carta de las pruebas por que están pasando; es una señal de que Dios les quiere. Tal es, en sustancia, la idea central de esta perícopa.
El autor comienza poniéndoles por delante que todavía no han llegado las cosas hasta el derramamiento de sangre (v.12), como sucedió con sus antepasados (cf. 10:32-34; 13:7). Por lo demás, que tengan en cuenta que el Señor, conforme dice la Escritura, reprende y azota a los que ama (cf. Pro 3:11-12), de modo que las pruebas de esta vida forman parte de la pedagogía paternal de Dios (v.5-8;cf. Job 5:17; Job 33:19; Sal 94:12; Ecli 23:2). Lo que, siendo niños, han hecho nuestros padres con nosotros, en orden a la educación, eso hace Dios y de modo mucho más perfecto (v.9-10). Ni despreciemos la corrección porque sea amarga, pues eso es momentáneo, mientras que los frutos son apacibles y duraderos (v.11).
Como exhortación final, el autor recomienda que hay que desterrar los decaimientos y flojedades, los propios y los de los demás, procurando que todos vayan por el recto camino (v.12-13; cf. Isa 32:3; Pro 4:26).
Fidelidad a las exigencias de la nueva alianza,Pro 12:14-29.
14 Procurad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá a Dios; 15 mirando bien que ninguno sea privado de la gracia de Dios, que ninguna raíz amarga, brotando, la impida y corrompa la fe e inficione a muchos. 16 Mirad que ninguno incurra en fornicación, impureza o impiedad, como Esaú, que vendió su primogenitura por una comida. 17 Bien sabéis cómo queriendo después heredar la bendición fue desechado y no halló lugar de penitencia, aunque con lágrimas lo buscó. 18 Que no os habéis allegado al monte tangible, al fuego encendido, al torbellino, a la oscuridad, a la tormenta, 19 al sonido de la trompeta y a la voz de las palabras, que quienes las oyeron rogaron que no se les hablase más; 20 porque no podían oírla sin temor. Si un animal tocaba al monte, había de ser apedreado. 21 Y tan terrible era la aparición, que Moisés dijo: “Estoy aterrado y tembloroso.” 22 Pero vosotros os habéis allegado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial y a las miríadas de ángeles, a la asamblea, 23 a la congregación de los primogénitos, que están escritos en los cielos, y a Dios, Juez de todos, y a los espíritus de los justos perfectos, 24 y al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión de la sangre, que habla mejor que la de Abel. 25 Mirad que no recuséis al que habla, porque si aquéllos, recusando al que en la tierra les hablaba, no escaparon al castigo, mucho menos nosotros, si desechamos al que desde el cielo nos habla, 26 cuya voz entonces estremecía la tierra y ahora hace esta promesa: “Todavía una vez, yo conmoveré no sólo la tierra, sino también el cielo.” 27 Este “todavía una vez” muestra el cambio de las cosas movibles, por razón de haberse ya cumplido, a fin de que permaneciesen las no conmovibles. 28 Por lo cual, ya que recibimos el reino inconmovible, guardemos la gracia, por la cual serviremos agradablemente a Dios con temor y reverencia, 29 porque mostró Dios ser un fuego devorador.
Una serie de recomendaciones, insistiendo en determinadas virtudes cristianas, inicia esta perícopa (v.14-17). Lo de que, sin santidad, “nadie verá a Dios” (v.14), no es más que repetir lo que ya había dicho Jesucristo en las bienaventuranzas (cf. Mat 5:8). Que los destinatarios se preocupen mucho de que ninguno sea privado de la “gracia de Dios” y de no poner en peligro la fe del hermano con el vicio del mal ejemplo (v.15; cf. Deu 29:17; 1Co 5:6). Cuiden no les pase como a Esaú, quien, por el goce de un pequeño bien temporal, renunció a su derecho de primogenitura, que le constituía heredero de las promesas mesiánicas (v. 16-17; Gen 25:27-34; Gen 25:27.30-40).
Hechas esas advertencias, da la razón general del porqué de la exigencia de esa santidad y esmerada vigilancia en la vida del cristiano: la excelencia de la nueva alianza, a la que pertenecemos (ν . 18-29). Mientras que la Ley mosaica fue dada por Dios con un despliegue pavoroso de fuerzas, como para significar que era Ley de temor (v. 18-21; cf. Exo 19:12-24; Deu 9:19), para la promulgación de la ley cristiana, en cambio, que es ley de amor, todo ha sido luz, armonía y perdón (v.22-24; cf. Rom 8:15). Las expresiones monte de Sión, ciudad de Dios, Jerusalén celestial, etc., prácticamente significan lo mismo: la nueva obra glorificada, realizada en la Iglesia (cf. Gál 4:26). Se describe en estos versículos la condición de los cristianos, acercándose al monte de Sión y entrando en la nueva gloria religiosa, como paralela a la de los israelitas, acercándose al Sinaí. Es discutido cómo haya de entenderse aquí la palabra “primogénitos” (v.23). Entre las muchas opiniones que se han propuesto, indicamos dos: los angeles, llamados a constituir los primeros la corte de Dios y de Cristo en la Jerusalén celestial; los cristianos en general, tanto los que han llegado al cielo como los que todavía peregrinan en la tierra, pues en realidad todos recibimos la dignidad y derechos del primogénito de las familias patriarcales (cf. 9:15; 11:40; 12:16-17). Nos inclinamos a esta segunda interpretación. Ni hace dificultad el que se haya hablado de Jerusalén “celestial,” pues ello hace referencia a la Iglesia, lugar del nuevo culto, terrestre y celeste a la vez. Decir que la sangre de Cristo “habla mejor que la de Abel” (v.24) no quiere significar sino que, mientras la sangre de Abel pedía venganza contra Cían (cf. Gen 4:10), la de Cristo, en cambio, pide perdón para todos los creyentes.
Los v.25-29, a modo de conclusión práctica, constituyen una seria advertencia a los destinatarios, haciéndoles ver su obligación, mayor aún que en la Ley antigua, de seguir la llamada de Dios: si entonces, por desechar aquella llamada, fueron castigados, mucho más lo seremos nosotros si desechamos la que ahora se nos hace. La contraposición entre las dos alianzas no puede ser más expresiva: entonces se les “hablaba en la tierra” (v.25; cf· ΕχGen 20:19), ahora “desde el cielo” (v.25; cf·2:2-4); entonces la voz de Dios estremecía “la tierra” (v.26; cf. Exo 19:18), ahora, conforme a lo predicho en Age 2:6-8, estremece “tierra y cielo” (v.26), es decir, toda la creación. Este estremecimiento, tratándose de la Nueva Alianza, ha de tomarse en sentido metafórico; no quiere significar otra cosa sino que habrá una fuerte intervención divina, estableciendo un nuevo régimen (cf. Amo 8:9; Mat 24:29). Este régimen, en contraposición al antiguo, será de carácter “inconmovible” (v.27-28; cf. 8:10-12). Y todavía se recalca al final: comportémonos diligentemente en esa nueva bendicion de gracia, si queremos evitar la severa justicia divina, pues Dios es un “fuego devorador” (v.28-29; cf. Deu 4:24; Deu 9:3).
Fuente: Biblia Comentada
Por tanto. Esta es una expresión crucial de transición que ofrece una conclusión enérgica (cp. 1Ts 4:8) a la sección que comenzó en Heb 10:19. testigos. Los difuntos del capítulo Heb 11:1-40 dan testimonio sobre el valor y la bendición de vivir por fe. La motivación para correr bien «la carrera» no es la posibilidad de recibir alabanza como resultado de haber «observado» con atención a los santos que están en el cielo. Más bien, el corredor es inspirado por los ejemplos de piedad que esos santos establecieron durante su vida. La gran multitud no está compuesta por espectadores, sino por aquellos cuya vida de fe anima y motiva a otros a vivir de esa manera (cp. Heb 11:2; Heb 11:4-5; Heb 11:33; Heb 11:39). despojémonos. Esto se refiere a aquellos hebreos que habían hecho una profesión de creencia en Cristo pero no habían hecho todo de su parte para completar su fe. No habían comenzado a correr la carrera, cuyo punto de partida es la salvación. El escritor los ha invitado a aceptar la salvación en Cristo y sumarse a la carrera. todo peso. Difiere del «pecado» que se menciona a continuación y tiene que ver con el estorbo principal que impedía el progreso espiritual de los hebreos: El sistema levítico con su legalismo asfixiante. En aquel tiempo los atletas se despojaban de todo lo que fuera innecesario para competir en la carrera, y en el caso de los hebreos el sistema levítico no solo impedía su avance, sino que los «enredaba» como una trampa sutil. pecado. En este contexto tiene que ver en primera instancia con el pecado de incredulidad que consiste en negarse a prescindir de los sacrificios del sistema levítico para aceptar el sacrificio perfecto de Jesucristo (cp. Jua 16:8-11), así como otros pecados consentidos por el incrédulo. paciencia. También se traduce «resistencia» y es la determinación constante de seguir adelante sin ceder a la tentación de bajar el ritmo o darse por vencido (cp. 1Co 9:24-25). carrera. La metáfora del atletismo presenta la vida llena de fe como un esfuerzo exigente y agotador. La palabra «agonía» se deriva del término griego que se usa aquí. Vea la nota sobre Mat 7:14.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Resumen : Este capítulo continúa la exhortación del autor a sus lectores hebreos a perseverar en su carrera cristiana, recordándoles del ejemplo de fe de los muchos testigos mencionados en el capítulo 11. Les exhorta a siempre mirar a Jesús en su carrera (versículo 1:3).
Les urge a soportar sus aflicciones y pruebas con resignación paciente, sabiendo que la disciplina de Dios es para el bien de sus hijos (versículo 4-11).
Se les exhorta que renueven su ánimo y sus esfuerzos para andar derechamente en corazón y mente, y que ayuden a los más débiles para que nadie perezca (versículo 12,13).
En los versículos 14 al 17 la exhortación es a andar en paz y pureza de vida, cuidando de no menospreciar sus privilegios y deberes cristianos, porque ya perdidos no habrá cambio de determinación en la mente de Dios para tales almas.
En la última sección (del 18 al 29) les recuerda de la superioridad del Nuevo Pacto sobre el Viejo y mayormente de la permanencia del Nuevo. Menospreciar los privilegios y deberes de membresía en este reino inconmovible, en lugar de servir a Dios con reverencia y temor porque la gratitud en el cristiano así le impulsa, es traer sí la ira del que es fuego consumidor.
12:1 — «Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos». La palabra «nube» simboliza aquí un número inmenso (Eze 38:9).
Los mencionados en el capítulo 11 que alcanzaron testimonio respecto a su fe (11:2,5,39), ahora en 12:1 se presentan como testigos, cuyos hechos de fe están registrados en el Antiguo Testamento para urgirnos a correr fielmente como ellos corrieron. Testifican con sus vidas de fe la eficacia de la fe para alcanzar la salvación eterna y así metafóricamente se presentan como mirándonos en nuestra carrera en la fe.
Estos no nos miran literalmente desde el cielo para ver si estamos corriendo bien, sino como Abel (aunque muerto, como ellos también) por sus hechos registrados en las Escrituras él (y ellos) nos hablan acerca de lo que realiza y logra la fe.
–«despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia». En lugar de «asedia», dice la versión Moderna «cerca», y la Hispanoamericana, «rodea». Como los pesos innecesarios estorban al atleta que corre, así también la incredulidad al cristiano. Los afanes y deseos pecaminosos resultan de la incredulidad. El ejercicio continuo de la fe es la única seguridad de que no perdamos la carrera hacia la vida eterna. (La incredulidad era el pecado que principalmente «cercaba» a los hermanos hebreos. Véanse capítulos 3 y 4).
–«y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante». Compárese 1Co 9:24.
Sobre la «paciencia», véase 10:36, comentarios. La paciencia incluye tanto la persistencia y perseverancia activa como el soporte pasivo. Como los antiguos perseveraban hasta recibir el premio, así corramos nosotros con perseverancia hasta recibir el nuestro. Aquí la paciencia es perseverancia. Muchos comienzan pero no terminan; no perseveran hasta el fin.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA CARRERA Y LA META
Hebreos 12:1, 2
Por tanto, puesto que estamos rodeados de tal nube de testigos, despojémonos de todo peso y desembaracémonos del pecado que nos asedia tan constantemente, ¡y corramos con entereza inalterable la carrera que se nos ha asignado!; y, al hacerlo así, mantengamos la mirada fija en Jesús, en Quien nuestra fe tiene su punto de partida y su meta; Quien, para ganar el gozo que tenía por delante, sufrió la Cruz con entereza, sin dejarse impresionar por la terrible vergüenza que implicaba, y ahora ha ocupado Su puesto ala diestra del trono de Dios.
Este es uno de los pasajes grandes y conmovedores del Nuevo Testamento, en el que su autor nos da un resumen casi perfecto de la vida cristiana.
(i) En la vida cristiana tenemos una meta. El cristiano no es un paseante que anda despreocupadamente por los senderos de la vida, sino un viandante que sabe adónde va. No es un turista que vuelve a pasar la noche a su punto de partida, sino un peregrino que siempre va de camino. La meta es nada menos que la semejanza con Cristo. La vida cristiana tiene un destino, y estaría bien que al final de cada día nos preguntáramos: «¿Cuánto he avanzado?»
(ii) En la vida cristiana tenemos una inspiración. Estamos inmersos en una nube invisible de testigos; y son testigos en un doble sentido: porque han testificado de su fe en Jesucristo, y porque ahora son espectadores de nuestra actuación. El cristiano es como un corredor que compite a la vista del público. Cuando está echando el resto, los espectadores le miran con interés; y esos espectadores son los que han ganado la corona en ocasiones anteriores.
. En la gran obra Tratado acerca de lo sublime, atribuida a Longino, hay una receta para la grandeza en la empresa literaria. «Es bueno formar en nuestras almas la pregunta: «¿Cómo habría dicho esto Homero? ¿Cómo lo habrían elevado Platón o Demóstenes al nivel de lo sublime? ¿Cómo lo habría incluido Tucídides en su Historia?» Porque, cuando los rostros de estas personas se nos representan en nuestro deseo de emularlos, como si dijéramos, iluminan nuestro camino y nos elevan el estándar de perfección que nos hemos imaginado en nuestras mentes. Y aún sería mejor que sugiriéramos a nuestra inteligencia: «¿Cómo le sonaría esto que he dicho a Homero si estuviera aquí presente, o a Demóstenes, y cómo habrían reaccionado?» Realmente, sería la prueba suprema el imaginar tal tribunal y audiencia para nuestras producciones personales y, con la imaginación, someter muestras de nuestros escritos al criterio de tales maestros.»
Un actor representaría su papel con doble autenticidad si supiera que le está escuchando entre los espectadores un famoso maestro del arte dramático. Un atleta se esforzaría doblemente si supiera que el estadio estaba lleno de famosos campeones olímpicos que estaban allí para presenciar su actuación. Es algo esencial en la vida cristiana el hecho de que se vive ante la mirada de los héroes que vivieron, sufrieron y murieron por la fe en su generación. ¿Cómo vamos a dejar de esforzarnos para hacerlo lo mejor posible cuando nos está observando una audiencia tal?
(iii) En la vida cristiana tenemos algo en contra. Es verdad que estamos inmersos en la grandeza del pasado, pero también en los estorbos de nuestro propio pecado y las imperfecciones de nuestro tiempo. Nadie se pondría a escalar el Everest con la mochila cargada de toda clase de cosas pesadas e inútiles. Si queremos llegar lejos tendremos que viajar ligeros. En la vida tenemos muchas veces que desembarazarnos de cosas. Puede que sean hábitos, o placeres, o excesos, o contactos que nos condicionan. Debemos despojarnos de ellos como hace el atleta con el chándal cuando se dirige a la línea de salida; y no será raro que necesitemos la ayuda de Cristo para hacerlo.
(iv) En la vida cristiana necesitamos equilibrio. Eso es lo que quiere decir entereza inalterable. La palabra hypomoné no se refiere a la paciencia que acepta las circunstancias, sino a la que las domina. No es nada meramente romántico lo que nos da alas para sobrevolar las dificultades y los obstáculos, sin prisas pero sin indolencia, sino la determinación que persiste en el esfuerzo y rechaza el desánimo. Los obstáculos no la intimidan, y las dificultades no le quitan la esperanza. Es una entereza inalterable que se mantiene hasta alcanzar la meta.
(v) En la vida cristiana tenemos un ejemplo, que es el mismo Jesús. Para alcanzar la meta que se le había propuesto, lo soportó todo; para llegar a la victoria tenía que pasar por la Cruz. El autor de Hebreos tiene una gran intuición cuando dice de Jesús que no se dejó impresionar por la terrible vergüenza que implicaba la Cruz. Jesús era sensible; nunca ha habido una persona con un corazón más sensible. La Cruz era algo humillante, reservado para los peores criminales y para los que la sociedad consideraba escoria -pero Jesús la aceptó. Felipe Neri aconsejaba spernere mundum, spernere te ipsum, spernere te sperni- «despreciar el mundo, despreciarte a ti mismo y despreciar el hecho de que te desprecien.» Si Jesús lo pudo soportar, nosotros también podremos con Su ayuda.
(vi) En la vida cristiana tenemos una presencia, la presencia de Jesús, Que es al mismo tiempo la meta y el compañero de viaje, hacia el Que nos dirigimos y con Quien vamos. Lo maravilloso de la vida cristiana es que proseguimos adelante rodeados de santos, sin interés en nada más que en la gloria de la meta, y siempre en compañía del Que ha recorrido el camino y alcanzado la meta, Que nos espera para darnos la bienvenida cuando lleguemos al fin de la carrera.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 12
e) Mirada al promotor y consumador de la fe (12,1-3).
1 Así pues, también nosotros, rodeados de tan gran nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos sirve de peso, incluso del pecado que nos acosa, y corramos con constancia la carrera que se nos presenta, 2 fija nuestra mirada en el promotor y consumador de la fe: Jesús. El cual, frente al gozo que se le presentaba 60, soportó la cruz, sin tomar en cuenta la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios. 3 Fijaos bien en él, que soportó tamaña contradicción contra sí mismo por parte de los pecadores, para que no os canséis ni perdáis ánimos.
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60. La carta habla probablemente del gozo, como premio de la victoria que sólo se alcanza con el sufrimiento (cf. 12,11). Otros traducen: «en lugar del gozo»
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Ha terminado la enumeración de los testigos de la fe del Antiguo Testamento, con sus múltiples y variados sufrimientos. La carta se vuelve de nuevo directamente a la comunidad oprimida, con el fin de estimularla a perseverar en el duro combate de la fe. La imagen de la carrera nos es conocida por san Pablo 61, pero también por la literatura profana. Ya en la antigüedad entusiasmaban los deportes a las masas. La nube de testigos nos la debemos quizá imaginar como los espectadores que desde las graderías del estadio siguen las incidencias de la lucha. Aunque sólo sea por razones de sentido común, todo corredor se despojará de todo lo que le pueda ser gravoso o le exponga a caer, pensamiento ascético muy fructuoso, supuesto que exista la voluntad de luchar. Ahora bien, precisamente esto parece faltarle a la comunidad de la carta a los Hebreos: han olvidado que la corona de la victoria sólo se alcanza tras ruda lucha.
Una vez más nos encontramos con el término ya clásico de «constancia» (hypomone, cf. 10,36), y como modelo supremo de tal fe constante, paciente y tolerante debe presentarse a los ojos de los luchadores fatigados y decaídos, la imagen de Jesús crucificado y encumbrado a la diestra de Dios Padre. En él es en quien la fila de los mártires y testigos de la fe veterotestamentarios llega completamente a la meta; él es el «consumador de la fe», porque con su muerte realizó y hasta convirtió en realidad tangible la promesa hecha a la fe. Sin Jesús sería vano todo marchar, correr y luchar; nunca se llegaría a la meta. Ahora bien, Jesús sólo pudo y puede ser consumador de la fe porque él mismo es a la vez su «promotor», es decir, su iniciador e instigador.
L,a palabra griega arkhegos, que hemos traducido por promotor, no sólo describe la función de Jesús, que como guía, conductor, adalid de sus hermanos, los redimidos, los precede hacia la herencia celestial, sino que al mismo tiempo indica también su posición pretemporal de Hijo y mediador de la creación en el mundo arquetípico celestial. Así pues, hablando filosóficamente, es Jesús la razón de que sea posible la existencia de la fe (en sentido de la carta a los Hebreos), y es también el garante de que tal fe no va a parar en el vacío. Con su propio ejemplo nos mostró Jesús cómo el oprobio y la ignominia, la cruz y la muerte sangrienta conducen al gozo y gloria eternos. A los creyentes que corrían peligro de desfallecer debía decirles ya la razón misma que abandonar el campo sería la mayor insensatez. ¿Cómo pueden esperar el gozo eterno sin «soportar contradicción por parte de los pecadores»?
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61. 1Co 9:24-26; Gal 2:2; Flp 2:17; Flp 3:13.14.
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3. SABIDURÍA EDUCATIVA DIVINA (Flp 12:4-11).
4 En vuestra lucha contra el pecado, todavía no habéis resistido hasta derramar vuestra sangre; 5 y habéis olvidado la exhortación que se os dirige como a hijos: «Hijo mío no desdeñes la corrección del Señor ni te desanimes porque te reprenda. 6 Porque el Señor corrige a quien él ama, y castiga a todos los hijos que adopta» (Pro 3:11-12). 7 Para corrección vuestra estáis soportando esto. Dios os trata como a hijos. ¿Y qué hijo hay a quien su padre no corrija? 8 Y si quedáis sin corrección, de la que todos han participado, es que sois bastardos y no hijos. 9 Además, teníamos a nuestros padres carnales que nos corregían, y los respetábamos. ¿No nos someteremos con mayor razón al Padre de los espíritus, y así viviremos? 10 Aquéllos, en efecto, nos corregían, según su manera de ver, para un corto plazo de tiempo; pero él lo hace para nuestro provecho, para que compartamos su santidad. 11 En un primer momento, la corrección no parece agradable, sino dolorosa; pero, a la larga, reporta a los que en ella han sido ejercitados un fruto pacífico de justicia.
Cada vez aparece más claro que la comunidad de la carta a los Hebreos rehuye persecución y sufrimientos. Seguramente se habían imaginado que era cosa más sencilla ser cristianos y habían pensado que un hijo de Dios tiene derecho a la protección de su Padre celestial 62. Contra esta concepción pagana de la relación de padre a hijo entre Dios y el hombre se había pronunciado ya la historia de las tentaciones en los evangelios (Mat 4:1-11; Luc 4:1-13). La preservación de las miserias de la tierra y la salvación maravillosa de los peligros de muerte es -y se comprende muy bien- lo que toda persona devota espera ante todo de su Padre de los cielos. Sin embargo, la suerte de su «promotor y consumador» debían ya dar qué pensar al cristiano. Como el Hijo «aprendió, por lo que padeció, la obediencia» (Luc 5:8), así también educa Dios a sus otros hijos en una dura escuela de sufrimientos. Aunque el contexto daba pie espontáneamente a tal motivación cristológica, e incluso la provocaba, el autor se contenta con la cita, de tenor muy racional, del libro de los Proverbios: Dios procede como todo padre razonable que quiere sacar algo bueno de sus hijos. Así pues, el sufrimiento y la prueba no son señales de la cólera divina, sino pruebas de su amor y solicitud paternal.
Este punto de vista, que el Antiguo Testamento subraya ya en numerosos pasajes 63, no está hoy desgraciadamente muy desarrollado en la actual conciencia cristiana. Con una doctrina exagerada y unilateral del pecado original se presentan con frecuencia todos los sufrimientos y molestias de la vida simplemente como consecuencias de la caída de los primeros padres. Pero esta explicación nada convincente no solamente hace de Dios una figura de cuento de hadas, sino que además quita al sufrimiento humano su carácter de quehacer que hay que asumir con responsabilidad personal. Ahora bien, precisamente esto es a lo que apunta la carta a los Hebreos con su solución del problema del sufrimiento. Los lectores deben sentirse tratados por Dios como hijos con las pruebas que se les imponen, deben saber que la severa disciplina a que los somete el «Padre de los espíritus» 64 es precisamente para su bien personal. Naturalmente, hay en el Nuevo Testamento todavía otros aspectos, que a primera vista pueden parecer más «teológicos»: se habla de las «tribulaciones de los últimos tiempos», de la «participación en los padecimientos de Cristo» o de las consecuencias de pecados personales (por ejemplo: 1Co 11:30); sin embargo, el pensamiento desarrollado por nuestra carta tiene, con todo, la ventaja de estar al alcance de cualquier persona y de poderse realizar sin exageraciones religiosas.
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62. Cf. Sab 2:18 : «Porque si el justo es hijo de Dios, él le acogerá y le librará de las manos de sus enemigos». Así hablan los impíos.
63. Cf. Deu 8:5; Jer 2:30; Jer 5:3; Jer 31:18; Sal 118:18; Job 5:17.18; 2Ma 6:12-16; Sab 12:22.
64. Cf Num 16:22; Num 27:16 : «el Dios de los espíritus y de toda carne». Sin embargo, con toda seguridad, en la carta a los Hebreos, la expresión no se refiere a la paternidad de Dios con respecto a los ángeles, sino con respecto al «espíritu» del hombre (cf. 4,12; 12,23).
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4. CORRESPONSABILIDAD PASTORAL (12,12-17).
12 Por tanto, levantad las manos caídas y enderezad las rodillas vacilantes, 13 y haced los senderos rectos para vuestros pies, a fin de que lo que cojea no se disloque, sino más bien se cure. 14 Buscad la paz con todos, así como la santificación, sin la cual nadie podrá ver al Señor. 15 Estad alerta para que nadie se vea privado de la gracia de Dios y se quede atrás; para que ninguna raíz amarga creciendo rápida, perturbe y contamine la comunidad; 16 para que no haya algún fornicario o profanador, como Esaú, que por un solo plato de comida vendió su primogenitura. 17 Pues bien sabéis que, después, cuando se empeñó en heredar la bendición, fue rechazado, ya que, por más que lo solicitó a lágrima viva, no obtuvo un espacio para penitencia.
La última parte exhortatoria y conminatoria de la carta se dirige de nuevo a la comunidad entera y subraya la corresponsabilidad pastoral de todos los fieles. No solamente cada uno en particular debe aspirar a la fe y a la santificación, sino que la comunidad en cuanto tal tiene el encargo de cuidar de la salud espiritual de sus miembros. Lo que más tarde se concentrará en el cargo del episkopos, el obispo, es aquí todavía asunto de la comunidad entera. El «estar alerta», al igual que toda medida disciplinaria en la Iglesia, tiene por objeto contribuir a sanar y a santificar al miembro enfermo y al mismo tiempo preservar de contagio a los miembros sanos.
Aquí se mencionan tres actitudes defectuosas que, en la actual situación de flaqueza de la comunidad, encierran especial peligro y fácilmente pueden conducir a la reprobación definitiva:
1) «…que nadie, se vea privado de la gracia de Dios Y se quede atrás.» Una vez se puso ya en guardia contra este verse privado o frustrado y llegar tarde o «quedarse atrás» (4,1). Entonces se trataba de la entrada en el reposo de Dios, meta eterna de la promesa. Ahora deben los fieles cuidar de no verse privados de la gracia de Dios, de no quedarse atrás, fórmula un tanto oscura y que suena como algo muy general. Si la exhortación fuera dirigida a los particulares, se podría entender en sentido de una ascética moderna: el cristiano no debe quedarse atrás, desatender las invitaciones de la gracia o no debe excluirse del estado de gracia santificante con pecados graves. Pero nuestra carta habla de un deber de vigilancia de la comunidad, y así parece que la «gracia de Dios» ha de entenderse como una entidad objetivamente verificable. ¿Se puede conjeturar que la gracia de Dios se ha de hallar allí donde está el «trono de la gracia» (4,16) y donde se manifiesta el «espíritu de la gracia» (10,29), o sea, en el culto comunitario? Entonces la exhortación significaría sencillamente: Cuidad de que nadie se excluya de la palabra de la gracia ahora accesible (cf. 10,25), para que más tarde no se quede atrás, cuando Dios, en el juicio, imparta su gracia salvadora, la «bendición».
2),«…para que ninguna raíz amarga creciendo rápida, perturbe y contamine la comunidad.» La imagen se remonta a Deu 29:17, donde el culto de los ídolos se compara con una raíz que produce veneno y degenera en bilis. En lugar de «en bilis» (en khole) se dice en nuestra carta: «perturbe» (enokhle). Con esto se da a entender un comportamiento perturbador, perjudicial para el crédito de la comunidad y que contamina a los otros. Aquí no hay que pensar necesariamente, como en el caso del Deuteronomio, en la apostasía de la fe y la vuelta a la idolatría. «Raíz amarga» puede llegar a ser todo miembro de la comunidad, que con descontento, murmuración y comportamiento indecoroso escandaliza e induce a otros a pecar.
3) «…para que no haya algún fornicario o profanador como Esaú, que por un solo plato de comida vendió su primogenitura.» La fornicación y otros excesos significan muy a menudo en el Antiguo Testamento la idolatría con sus cultos orgiásticos de la fecundidad y sus comilonas y francachelas. Así también aquí se podría poner en guardia contra la apostasía y la vuelta al paganismo. Pero la apostasía no es siempre un simple fenómeno de separación externa voluntaria, de deserción de la Iglesia, sino que puede ir también acompañada de un comportamiento sumamente ruinoso dentro de la comunidad misma. Entonces los responsables de la comunidad tienen el deber de expulsar tales elementos dañinos, caso que no se produzca mejora (cf. Mat 18:15).
Supuesta esta situación de arrepentimiento, tiene también su explicación la dura expresión «no logró un cambio de parecer», aunque «lo solicitó a lágrima viva». En efecto, el topos metanoias, literalmente «lugar» o «espacio de penitencia», considerado como término técnico de la doctrina penitencial, designa una posibilidad de conversión otorgada por Dios. Tal espacio de penitencia está siempre determinado en cuanto al tiempo, sólo Dios fija su comienzo y su fin. Nuestro moderno concepto psicológico del arrepentimiento, que hace que la penitencia dependa de la buena voluntad del hombre, olvida fácilmente este hecho fundamental. Por ello existe un «demasiado tarde», una ocasión dejada pasar, que ni siquiera con lágrimas se puede hacer que vuelva ya. No cabe la menor duda sobre el momento a que se refería nuestra carta. Es el momento del juicio, en el que Dios (= Isaac) otorga su bendición o pronuncia la reprobación. Entonces el cristiano imitador de Esaú implorará todavía con lágrimas y lamentaciones 65 un último «espacio para penitencia», pero Dios no podrá ya otorgarle tal oportunidad. La revelación de Cristo fue el último y definitivo acto de gracia de Dios en favor de la humanidad y la creación entera.
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65. Los llantos de los impíos en el juicio forman parte del esquema fijo de las escenas de reprobación (Sab 5:2; Mat 8:12; Luc 6:21, etc.)
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5 JUICIO Y GRACIA (Luc 12:18-29).
Esta sección se puede llamar sin exageración el punto culminante de la retórica de la carta. La misma estructura formal es sumamente artificiosa y refleja en pequeño la técnica del conjunto. A la exposición teológica (v. 18-24) sigue inmediatamente la aplicación parenética (v. 25-29). Cada una de las dos mitades está a su vez bipartita: el texto teológico contrapone la revelación divina en el Antiguo Testamento y en el Nuevo, la parénesis de la advertencia amenazadora a la promesa estimulante. La misma articulación del período muestra hasta qué punto el autor piensa en contrastes, cómo hace que el entonces y el ahora, la tierra y el cielo, lo transitorio y pasajero y lo que no es susceptible de sacudidas se reúnan en cuadros impresionantes, con el fin de poner claro lo grave de la situación ante los ojos de sus cristianos que se hallan en peligro.
18 Ahora bien, vosotros no os habéis acercado a lo tangible: fuego ardiente, tinieblas, torbellino, 19 sonido de trompeta, estruendo de palabras tales, que los que las oían pedían que se acabaran. 20 Porque no aguantaban esta prescripción dada: «Incluso el animal que toque el monte será apedreado» (Exo 19:13). 21 Y era tan terrible aquel espectáculo, que el mismo Moisés llegó a exclamar: «Estoy aterrado de miedo» (Deu 9:19) y temblando.
Sería demasiado fácil reducir a términos simples la contraposición entre la alianza del Sinaí y la de Sión: allí terror y temor repelente, aquí gracia y gloria que atraen. ¿Por qué, pues, se designa luego a Dios, en medio de los bienes de la salvación neotestamentaria como «juez de todos» los hombres? ¿Por qué, pues, luego en la parte parenética se amenaza a los cristianos desobedientes con un juicio, que todavía será mucho más terrible que el que se fulminó contra los israelitas incrédulos en el desierto? Hace ya mucho tiempo que sabemos que nuestra carta no polemiza contra el judaísmo, sino que trata de poner remedio a la debilidad de la fe de sus lectores cristianos recurriendo para ello a argumentos escriturísticos. Ya en 12,17 nos hemos encontrado con el último juicio bajo la imagen de la bendición de Isaac. También en este pasaje se trata de la manifestación del juicio de Dios. Esta manifestación era pasajera en el Sinaí, a pesar y precisamente a causa de los terrores visibles y perceptibles por los sentidos; en la comunidad cristiana, tal manifestación, a pesar y precisamente por causa de su modalidad invisible, atractiva y celestial, es definitiva y por ello, en el caso de la reprobación, tanto más peligrosa y temerosa. La descripción de la manifestación de Dios en el Sinaí es digna de consideración en más de un aspecto. Cierto que los rasgos particulares están tomados del Antiguo Testamento, pero su elección y composición revelan claramente la intención de reducir la manifestación a un llamativo fenómeno de la naturaleza. Dios mismo ni siquiera es mencionado, queda oculto tras los fenómenos experimentables, que atestiguan y a la vez ocultan su tremendo poder. Igualmente silencia la carta la elevación moral del decálogo y la inmediata proximidad de Dios, a la que fue invitado Moisés. Todo ello es una prueba de que lo que le importaba no era representar exhaustivamente el acontecimiento del Sinaí, sino más bien poner de relieve su carácter principalmente sensible y carnal.
Los terroríficos fenómenos concomitantes de la manifestación de Dios en el Sinaí -fuego, tempestad, temblor de tierra, sonido de trompetas- pertenecen al estilo estereotipado de las teofanías o manifestaciones de Dios en el Antiguo Testamento. También la esperada venida de Dios para el juicio final se describe con parecidos colores. Sobre todo los llamados Salmos de entronización (Sal 93; 96; 97; 99) asocian con los fenómenos de la naturaleza en el Sinaí la intervención judicial de Dios en el presente y en el futuro. Así pues, no tiene nada de extraño que también la carta a los Hebreos interprete el acontecimiento del Sinaí, acortando la perspectiva, como amenaza y ejecución de la sentencia.
La prescripción de mantenerse alejados del monte (Exo 19:12.13), con ser secundaria con respecto a la promulgación de la ley, parece ser considerada por la carta como lo característico de la manifestación veterotestamentaria. El acercarse era propiamente un «no estar permitido acercarse», como también el acercamiento cultual a Dios, debido a la disposición del santuario, dividido en dos partes, debe más bien designarse como un mantenerse lejos y quedarse fuera (Exo 9:7.8). En la reproducción exagerada, unilateral de Exo 19:12-13-el texto menciona a hombres y animales domésticos, la carta a los Hebreos extiende la prohibición incluso a las bestias salvajes- se trata de representar drásticamente la restricción del Antiguo Testamento a la esfera de lo carnal. Pero sobre todo la prohibición era importante para el autor, porque su transgresión acarreaba un castigo inmediato.
22 Pero vosotros os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén de arriba, a millares de ángeles, a una reunión plena, 23 a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, al Dios juez de todos, a los espíritus de los justos llegados a la consumación, 24 a Jesús, mediador de una nueva alianza, y a la sangre rociada, que habla más elocuentemente que la de Abel. 25 Tened cuidado de no eludir al que os habla; pues, si aquellos que eludían al que daba órdenes sobre la tierra no escaparon al castigo, menos escaparemos nosotros si volvemos la espalda al que da órdenes desde el cielo. 26 Su voz, en efecto, sacudió entonces la tierra; pero él ha hecho ahora esta promesa: «Todavía una vez más yo acudiré», no sólo «la tierra», sino también «el cielo» (Age 2:6). 27 Ahora bien, la expresión «todavía una vez más» indica el cambio de las realidades sacudidas, en cuanto creadas, para que permanezcan las no sacudidas. 28 Por tanto, al recibir un reino resistente a toda sacudida, mantengamos esta gracia y, usando de ella, demos a Dios el culto que le agrada, con un religioso temor, 29 pues ciertamente nuestro Dios es un fuego devorador.
Considerar particularmente la manifestación de Dios en el Sinaí desde el punto de vista escatológico de un castigo divino está aquí por completo al servicio del antitipo neotestamentario. Observamos la acumulación de momentos especiales y temporales, de suyo separados entre sí, en un único cuadro grandioso, en una visión de la existencia cristiana. Mientras que tocante al Antiguo Testamento enlazaba el autor con un acontecimiento histórico concreto, ahora sorprende que pase completamente por alto la predicación histórica de Jesús. El que habla desde el cielo es Dios (Age 12:25). Si se hubiese pensado en la mediación por Cristo, lo que conforme a 1,2 no se ha de excluir del todo, se habría transferido la manifestación del Hijo a un presente sin tiempo (cf. 13,8). Pero la alocución celestial de Dios, a que se refiere la carta a los Hebreos, no es un acontecimiento del pasado o de un presente histórico, sino que pertenece todavía al futuro. Es la voz de Dios, que en el juicio final sacudirá el cielo y la tierra, a fin de que el reino que no está expuesto a sacudidas ocupe el lugar de la creación visible desaparecida (12,27). Esta manifestación que todavía está por venir, está ya presente en lo inquebrantable de la promesa. En consideración de la palabra de Dios, todas las diferencias temporales carecen de importancia. En este sentido es significativa la formulación de 12,26b: «Pero él ha hecho [pasado] ahora [presente] esta promesa: Todavía una vez más yo sacudiré…» [futuro]. No así en la comunidad cristiana. Aquí se indica claramente el hecho del pasado: Vosotros os habéis acercado. Sin embargo, más allá del primer contacto con los bienes eternos se ha establecido un enlace permanente, que en la comunión cultual se experimenta constantemente con gratitud (12,28). En ella se realiza ya lo que se aguarda para el día del juicio final: la recepción del reino que no está expuesto a sacudidas. Así también para la comunidad se reúnen en uno el pasado, el presente y el futuro. Su acercarse a Dios con fe ha dejado ya atrás el juicio.y la desaparición del mundo. Su retirada con falta de fe le acarrearía inmediatamente el juicio venidero.
En la fe en la promesa escatológica se decide ya desde ahora la salvación o la perdición. Por esto, para la comunidad que se acerca a Dios se ha efectuado ya la transformación cósmica y ésta cae más allá del mundo visible y perecedero. Así también los apóstatas se ven ahora ya arrastrados a la catástrofe final por el hecho de haberse vuelto de nuevo a las cosas sujetas a sacudidas. Ahora bien, dado que la manifestación neotestamentaria, contrariamente a la veterotestamentaria, tiene preferentemente una forma de juicio recompensadora y conducente a la gloria eterna del reino (cf. Mat 25:34), debe el drama, ahora y en la eternidad, concluir con una acción de gracias cultual (Mat 12:28). Así pues, en el fondo, en nuestro pasaje vuelven a desarrollarse dos acciones, una al lado de la otra (cf. 10,19-21), o mejor, la acción escatológica única se desarrolla de dos maneras: ahora, como representación cultual anticipada; en el futuro, como acontecimiento de la eternidad históricamente definitivo; ahora, como promesa; entonces, como consumación de la salud. Ahora bien, por lo que hace a la única realidad celestial indivisible, no existe diferencia alguna, puesto que la comunidad posee ya ahora una imagen real de las cosas imperecederas, que no están sujetas a sacudidas (10,1). Lo que había estado siempre vivo en la visión cultual, a saber, la presencia de lo futuro, la visibilidad de lo invisible, la unidad de tiempo, lugar y acción, configurada con intuición religioso-poética, esto se ha elevado en el culto cristiano a la categoría de certeza valedera, que se acoge con gratitud y temor reverencial.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
— testigos: A saber, todos aquellos que, según el capítulo precedente, han dado testimonio de su fe.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
1Co 9:24-27; Flp 3:12; 1Ti 6:12.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Un llamado a la perseverancia
El tema de este pasaje es la necesidad de la perseverancia en medio de las pruebas, como lo indica el uso de una terminología similar en los vv. 1, 2, 3 y 7 (cf. 10:32, 36). Desarrollando la imagen de un torneo atlético, el autor urge a sus lectores a mirar tan grande nube de testigos del cap. 11 para alentarnos a que corramos con perseverancia la carrera de la fe (v. 1). Como clímax a su presentación de los grandes héroes de la fe, el autor recuerda la perseverancia de Jesús ante el sufrimiento extremo, el oprobio y la hostilidad y lo relaciona con la situación de los lectores (vv. 2-4). Esto lleva a una meditación sobre la forma en que Dios disciplina a sus hijos por medio de las penurias, basándose en Prov. 3:11, 12 (vv. 5-11). El desafío para nosotros es el de reconocer el significado y propósito de la disciplina de Dios en nuestras vidas, y responder con confianza y sumisión voluntaria. Una apelación final para la perseverancia se hace en un lenguaje que subraya la necesidad de fortalecer a los que están débiles o exhaustos y tentados a abandonar la carrera (vv. 12, 13).
1 El llamado a correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante sugiere que la vida cristiana es más una maratón que una breve carrera. No debemos pensar en la tan grande nube de testigos del cap. 11 como espectadores en un anfiteatro, alentándonos para la carrera de la fe. Es más bien, como dice J. Moffatt: “Lo que vemos en ellos, no lo que ellos ven en nosotros, lo que el autor tiene en mente.” Son testigos (gr. martyres) de la verdadera fe en bien nuestro porque Dios “testificó” (gr. emartyrethesan, 11:2, 4, 5, 39) de su fe en las páginas de la Biblia. Demuestran la naturaleza y posibilidades de la fe para los creyentes de todas las generaciones. Como contendientes en la carrera hemos de considerar su ejemplo para tener aliento. Hemos de despojarnos de todo peso -cualquier asociación o actividad que nos obstaculice- y del pecado que tan fácilmente nos enreda (el autor aquí está preocupado por el pecado en sí, más bien que por algún “pecado muy atrayente” en particular). De otro modo, podemos perder el premio, que es el don de gracia de Dios de la vida eterna para todos los que completan la carrera.
2-4 El mayor aliento llega cuando ponemos los ojos en Jesús (cf. 3:1). Se lo describe como autor y consumador de la fe. El término “fe” debe entenderse en un sentido absoluto o general. Jesús es el ejemplo perfecto de la fe que hemos de expresar. La palabra traducida autor (gr. archegon, como en 2:10) significa lit. que él es el pionero o líder en la carrera de la fe. Sin embargo, el contexto también sugiere que es el autor o iniciador de la verdadera fe dado que abre el camino a Dios y nos permite seguir en sus pisadas. Cuando sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios, alcanzó la meta final de la fe. Es el consumador (DHH, “quien la perfecciona”). Como quien ha ejercido la fe a pleno desde el comienzo hasta el fin, ha cumplido las promesas de Dios para todos los que creen, dando a la fe una perfecta base por medio de su obra como sumo sacerdote. Jesús sufrió (BJ, “soportó”) porque miraba más allá de la vergüenza y sufrimiento de la cruz al gozo que tenía por delante. Debemos tener la misma perspectiva y ser alentados por su perseverancia en soportar tanta hostilidad de pecadores sin que decaiga … el ánimo ni desmayéis. Dada su experiencia pasada, este aliento tendría una relevancia especial para los primeros lectores (cf. 10:32-34), aunque ellos no habían sido llamados aún a resistir hasta la sangre.
5-8 Pero, ¿por qué el pueblo de Dios debería sufrir insultos, rechazo y persecución? El autor se anticipa a esas cuestiones cuando acusa a los lectores de haber olvidado Prov. 3:11, 12. La exhortación se dirige a los creyentes en toda época como hijos de Dios (cf. 2:10-13). Les asegura que la condición de hijos y el sufrimiento van de la mano, porque el Señor disciplina al que ama. Los cristianos son llamados a permanecer bajo la disciplina, reconociéndola como una prueba práctica de su relación especial con Dios (Dios os está tratando como a hijos). La disciplina (en gr. paideia) a veces implica reprensión y castigo, como declara el texto de Proverbios. Pero también incluye la enseñanza y capacitación positivas que los padres amorosos dan a sus hijos en toda la gama de circunstancias como para llevarlos hasta la madurez. Por cierto, en la experiencia humana común y en la relación con Dios, aquellos que no son disciplinados son ilegítimos y no hijos.
9-11 Cuando somos disciplinados adecuadamente por nuestros padres carnales … les respetábamos. ¡Cuánto más aquellos que son disciplinados por el Padre de los espíritus deben aprender a obedecerlo para que vivan! Porque la disciplina de Dios es necesaria para mantenernos en el camino de la vida eterna. La disciplina paterna está limitada a nuestros años infantiles (por pocos días) y quizá no haya sido administrada sabiamente (como a ellos les parecía). Pero Dios, en su infinito amor y sabiduría nos disciplina para bien, a fin de que participemos de su santidad a lo largo de toda nuestra vida. La santidad de Dios es su vida y personalidad distintivas. La compartirá definida y completamente con aquellos a quienes lleve a su reino. Entre tanto, usa varias pruebas para sostener nuestra fe y producir fruto apacible de justicia en aquellos que han sido ejercitados o entrenados por medio de esa disciplina. En otras palabras, por su gracia, podemos empezar a compartir la vida y el carácter santo de Dios aquí y ahora.
12, 13 El llamado a fortalecer las manos debilitadas y las rodillas paralizadas recuerda la figura de un torneo atlético. Es un desafío a abandonar el temor y la desesperación y no llegar a quedar exhaustos en la carrera de la fe (cf. Isa. 35:3, 4). La cita de Prov. 4:26 (enderezad para vuestros pies los caminos torcidos) es una advertencia a seguir el camino que Dios ha preparado sin desviarnos a derecha o izquierda. Es de particular importancia ayudar a aquel que está espiritualmente cojo para que mantenga el camino correcto, de modo que no llegue a tropezar y sea desviado permanentemente, sino más bien sanado. En otras palabras, los cristianos tienen la responsabilidad de cuidarse unos a otros y alentarse entre sí para no caer en el camino. Las implicaciones prácticas de todo esto son reveladas en la sección siguiente.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
12.1 Esta «tan grande nube de testigos» está compuesta de personas que se han mencionado en el capítulo 11. Su fidelidad es un estímulo para nosotros. No luchamos solos ni somos los primeros en luchar con los problemas que afrontamos. Otros también han participado en la carrera y han ganado, y su testimonio nos anima a correr y a ganar. ¡Qué legado tan inspirador el que tenemos!12.1-4 La vida cristiana implica trabajo arduo. Requiere poner a un lado todo lo que ponga en peligro nuestra relación con Dios, correr con paciencia y hacer frente al pecado en el poder del Espíritu Santo. Para vivir con eficiencia esta vida, debemos fijar nuestros ojos en Cristo. Titubearemos si apartamos la mirada de El y si nos miramos a nosotros mismos o contemplamos las circunstancias que nos rodean. Debemos correr para participar en la carrera de Cristo, no en la nuestra, y siempre debemos fijar nuestra mirada en El.12.3 Cuando enfrentamos dificultades y desaliento, es muy fácil perder la perspectiva global. Pero no estamos solos; hay ayuda. Muchos han logrado vencer a lo largo de la vida y en forma constante y en circunstancias mucho más difíciles de las que estamos experimentando. El sufrimiento es el campo de adiestramiento para alcanzar la madurez cristiana. Desarrolla nuestra paciencia y convierte en agradable nuestra victoria final.12.4 Estos lectores enfrentaban tiempos difíciles de persecución, pero ninguno de ellos todavía había muerto por su fe. Como todavía estaban vivos, el escritor les exhorta a continuar su carrera. Así como Cristo no se rindió, tampoco ellos debían rendirse.12.5-11 ¿Quién ama más a sus hijos, el padre que les permite hacer lo que les causa daño o el que los corrige, disciplina y castiga para ayudarles a aprender lo que es correcto? Nunca es agradable ser corregido y disciplinado por Dios, pero su disciplina es un indicio de su amor profundo por nosotros. Cuando Dios le corrige, tómelo como una prueba de su amor y pídale que le muestre lo que está tratando de enseñarle.12.11 Podemos responder a la disciplina de diversas formas: (1) aceptarla con resignación; (2) aceptarla con compasión de sí mismo, pensando que en realidad no lo necesitamos; (3) resentirnos y ofendernos con Dios por eso; o (4) aceptarla con gratitud, como la actitud apropiada hacia un Padre amoroso.12.12, 13 Dios no es sólo un padre que disciplina sino también un instructor exigente que nos estimula a alcanzar lo máximo y demanda una vida disciplinada. Aunque pudiéramos no sentirnos lo bastante fuertes como para alcanzar la victoria, sentiremos la capacidad para continuar a medida que seguimos a Cristo y dependemos de su fortaleza. Así podemos usar nuestras crecientes fuerzas para ayudar a quienes están cerca de nosotros que son débiles y que están luchando.12.12, 13 La expresión «por lo cual» es un indicio de que ¡lo que sigue es importante! No debemos vivir sólo con nuestra propia supervivencia en mente. Otros seguirán nuestro ejemplo y tenemos una responsabilidad con ellos si afirmamos que vivimos por Cristo. ¿Su ejemplo ayuda a otros a creer, seguir y madurar en Cristo, o quienes lo siguen terminan confundidos y extraviados?12.14 Los lectores conocían el ritual de la limpieza que los preparaba para la adoración, y sabían que debían ser «santos» o «limpios» a fin de poder entrar en el templo. El pecado siempre obstaculiza nuestra visión de Dios; por lo tanto, si queremos ver a Dios, debemos obedecerle y renunciar al pecado (véase Psa 24:3-4). Vivir en santidad armoniza con vivir en paz. Una buena relación con Dios conduce a una buena relación con la comunidad de creyentes. Aunque no siempre vamos a sentir amor por todos los creyentes, debemos buscar la paz a medida que logramos ser más semejantes a Cristo.12.15 Así como una raíz pequeña crece hasta convertirse en un gran árbol, la amargura brota en nuestro corazón y eclipsa aun nuestras más profundas relaciones cristianas. Una «raíz de amargura» se apodera de nosotros cuando permitimos que los desacuerdos crezcan hasta volverse resentimiento, o cuando alimentamos rencores por heridas pasadas. La amargura trae consigo celos, disensiones e inmoralidad. Cuando el Espíritu Santo llena nuestra vida, puede sanar la herida que causa la amargura.12.16, 17 La historia de Esaú nos muestra que los errores y pecados a veces tienen consecuencias a largo plazo (Gen 25:29-34; Gen 27:36). Ni siquiera el arrepentimiento y el perdón eliminan las consecuencias del pecado. ¿Con qué frecuencia toma decisiones basadas en qué quiere ahora, y no en lo que necesita a largo plazo? Evalúe los efectos a largo plazo de sus decisiones y acciones.12.18-24 ¡Qué contraste entre el pueblo con miedo de acercarse a Dios en el Monte Sinaí y su acercamiento alegre en el Monte de Sion! ¡Qué diferencia la que Cristo hace! Antes que El viniera, Dios se mostraba distante y aterrador. Después que El vino, Dios nos acoge por medio de Cristo en su misma presencia. ¡Acepte su invitación!12.22 Como cristianos, somos ciudadanos de la Jerusalén celestial ahora mismo. Como Cristo gobierna nuestra vida ahora, el Espíritu Santo está siempre con nosotros, y experimentaremos un compañerismo cercano con otros creyentes. La recompensa total y final y la realidad de la Jerusalén celestial se describen en Apocalipsis 21.12.27-29 Al fin el mundo va a tambalear y sólo el reino de Dios permanecerá. Los que siguen a Cristo son parte de ese reino inconmovible y resistirán la sacudida, el zarandeo y el ardor del fuego. Cuando nos sentimos inseguros con relación al futuro, podemos hallar confianza en estos versículos. Sin que importe lo que suceda aquí, nuestro futuro está edificado sobre un fundamento sólido que no puede ser destruido. No ponga su confianza en lo que será destruido; más bien edifique su vida en Cristo y en su reino inconmovible. (Véase Mat 7:24-29 para ver la importancia de edificar sobre un fundamento sólido.)12.29 Hay una gran diferencia entre la llama de una vela y el devastador fuego de un bosque. No podemos ni acercarnos a un fuego inmenso. A pesar de los equipos modernos para luchar contra el fuego, a menudo este está fuera del control del hombre. Dios tampoco está dentro de nuestro control. No podemos forzarlo a hacer nada mediante nuestras oraciones; pero siente profunda compasión. El nos salvó del pecado y nos salvará de la muerte. Pero todo lo que es indigno y pecaminoso será consumido por el fuego de su ira. Sólo permanecerá lo bueno, lo dedicado a Dios y lo recto.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
NOTAS
(1) “De testigos.” Gr.: mar·tý·ron; lat.: té·sti·um; J17,18,22(heb.): ‛e·dhím.
REFERENCIAS CRUZADAS
a 604 Heb 11:39
b 605 1Co 9:26; Flp 3:13; 1Pe 2:1
c 606 Col 2:8; 1Ti 6:9; Heb 3:12
d 607 1Ti 6:12
e 608 1Co 9:24
f 609 Flp 3:14
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
tan gran nube de testigos. Los testigos son los héroes de la fe mencionados en el cap. 11 que fueron testigos de la fe y que sirven de ejemplo de lealtad y fidelidad a los creyentes del N.T. mientras corren la carrera. La palabra testigo (gr. martúron) significa testificar con veracidad de un asunto y también vino a significar un testigo que muere por su fe, i.e., mártir.
despojémonos…de todo peso. Como uno que corría en una carrera sería estorbado por mucha ropa, así los creyentes también son estorbados por cosas, no necesariamente malas, pero sí dañinas para el progreso espiritual.
del pecado que tan fácilmente nos envuelve. Probablemente el escritor tenga en mente el pecado específico de incredulidad (cp. 3:12, 19; 4:1, 2, 6; 6:12; 10:22, 38, 39; 11:1– 39).
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) La nube guía al pueblo a seguir al Señor ( Núm_9:15-22), y el Señor va en la nube para estar con el pueblo (Éxo_13:21-22).
1 (2) En el griego testigos conlleva el sentido de mártires.
1 (3) O, carga, estorbo. Los que corren una carrera se despojan de todo peso innecesario, de toda carga que estorbe, para que nada les impida ganar la carrera.
1 (4) Aquí el pecado se refiere principalmente a lo que nos enreda y nos impide correr la carrera, tal como el pecado voluntario mencionado en 10:26 que podría impedir que los creyentes hebreos siguieran el camino del nuevo pacto en la economía de Dios. (Véase la nota 26 (1) del cap.10.) Tanto el peso que estorba como el pecado que enreda habrían estorbado a los creyentes hebreos y les habrían impedido correr la carrera celestial en el camino del nuevo pacto, que consiste en seguir a Jesús, quien fue rechazado por el judaísmo.
1 (5) La vida cristiana es una carrera. Después de ser salvos, todos los cristianos deben correr la carrera para ganar el premio ( 1Co_9:24), no una salvación en un sentido general ( Efe_2:8 ; 1Co_3:15), sino un galardón en un sentido especial (10:35; 1Co_3:14). El apóstol Pablo corrió la carrera y ganó el premio ( 1Co_9:26-27 Flp_3:13-14 2Ti_4:7-8).
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
nube de testigos. i.e., los héroes de la fe mencionados en el Cáp. Heb 11:1-40 y otros.
en derredor nuestro. No como espectadores, sino como una galería de cuadros, que nos estimulan a imitarles.
todo peso. Todo lo que impide a un creyente ser un ganador en la carrera.
del pecado que nos asedia. Todo lo que nos acecha y nos enreda, pero especialmente el pecado de incredulidad.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
67 (B) Trato que Dios da a sus hijos (12,1-13). 2-3. Jesús es el modelo de entereza en las dificultades, por el gozo: Algunos entienden que el gr. anti significa «en vez de», y no «por». Pero la exhortación a que los destinatarios de la epístola perseveren a la vista del triunfante final de la carrera hace pensar que el autor entiende el ejemplo de Jesús del mismo modo. 5-6. Cf. Prov 3,11-12. 9. el padre de los espíritus: cf. Nm 16,22; 27,16.
68 (C) Los castigos de la desobediencia (12,14-29). 15. Exhortación a velar unos por otros para conjurar el peligro de apostasía. para que ninguna raíz amarga retoñe ni os turbe: cf. Dt 29,17 LXX. 16. ningún fornicario o irreligioso como Esaú: No es seguro que «fornicario» se refiera a Esaú. Su irreverencia queda demostrada por el hecho de que cedió su derecho de primogenitura por una simple comida (Gn 25, 29-34). 17. Esaú es un ejemplo, no sólo de apostasía, sino de la imposibilidad de arrepentimiento tras ese pecado (cf. 6,4-6). 18-21. Primera parte de una contraposición entre la asamblea de Israel cuando se estableció la antigua alianza y la asamblea de quienes han entrado en la nueva. La primera tuvo lugar en la tierra; para sus imponentes circunstancias, cf. Éx 19,12-13.16-19; 20,18-21. 22. La asamblea del pueblo de la nueva alianza tiene lugar en el cielo. El autor habla a quienes todavía van de camino hacia allí; sin embargo, puesto que ya poseen los beneficios del sacrificio de Jesús, puede hablarles como si ya hubieran llegado.
23. los primogénitos: Éstos pueden ser los ángeles del v. 22 (así Spicq, Hébreux 2.407) o la entera asamblea de los fieles cristianos (así J. Lécuyer, SPC 2.161-68). los espíritus… llegados a la perfección: Los santos del AT; cf. 11,40. 24. La sangre de Abel clamaba pidiendo venganza (Gn 4,10) ; la de Jesús permite acceder a Dios (10,19). 25. Habrá un castigo mayor para quienes rechazan la advertencia hecha por Dios desde el cielo que para quienes rechazan la advertencia que hizo en el Sinaí. 26. Cf. Ag 2,6.
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
que nos asedia… Es decir, del pecado que más nos asedia: la incredulidad. Gr. euperístatos. Expresa al mismo tiempo el acecho y asedio que (cual una jauría) envuelve, enreda y estorba al que corre.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
R432 El capítulo 11 tiene una espléndida conclusión en el Heb 12:1 y sigs., los cuales debieran pertenecer al capítulo 11 como el período de cierre del comentario sobre las promesas (esto representa un estilo fluido de oratoria; τοσοῦτον y ὄγκον son enfáticos -BD473[2]).
R810 Ἀποθέμενοι se usa como un participio en voz media indirecta: despojándose de todo peso.
B160 El verbo τρέχωμεν se usa como un subjuntivo exhortativo, con el significado resultante: corramos con paciencia la carrera que está puesta delante de nosotros.
BD117(1) El doble adjetivo verbal compuesto εὐπερίστατον probablemente signifique: que fácilmente nos rodea, que nos asedia (comp. H282; el manuscrito p46 tiene la variante εὐπερίσπαστον, que significa: fácilmente distraídos, con tendencia a la distracción.)
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
O, perseverancia
Fuente: La Biblia de las Américas
Es decir, del pecado que más nos asedia. Esto es, la incredulidad. Gr. euperístaton. Esta compleja y peculiar palabra expresa al mismo tiempo el acecho y el asedio (cual una jauría) que fácilmente envuelve, enreda y estorba (cual lastre o rémora) al que corre.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
[6] Todo Israel.
[7] Peshitta.
[1] Su batalla contra el pecado causo que Su sangre fuera derramada. Nuestra lucha sobre el pecado a través de la dificultad, tiene todavía que resultar en el mismo alto costo.
[2] La disciplina personal por YHWH en nuestras vidas es una segura señal que somos Israel y no gerim/extranjeros, o goyim/gentiles.
[3] Para hacer que Israel vuelva a la nación original de sacerdotes.
[4] Efrayimitas en la Cristiandad, que no toman seriamente el mensaje de las dos casas y su identidad, actúan de la misma manera. Ya que tienen el derecho de nacimiento, no deberías tomarlo a la ligera, o cambiarla por seudo verdades.
[5] Del primogénito. Efrayím sigue siendo el primogénito eterno de YHWH. No suelte ese derecho.
[6] Restauración y recolección de todos los exiliados en una congregación santa.
[7] De acuerdo a Shemoth/Exo 4:22-23, que la congregación primogénita es eternamente Israel. Deja que tu parte en Israel penetre profundamente.
[8] Los espíritus justificados de los difuntos van al cielo, y el cuerpo y alma, o el ser, va al polvo esperando por el día de la resurrección.
[9] Sólo asuntos eternos y cosas eternas no creadas para corrupción sobrevivirán la final conmoción conocida como “el tiempo de Angustia de Jacob.”
[5] Prov 3, 11; Ap 3, 19.[13] Que se enderece con vuestro buen ejemplo.[16] Y con ella la bendición de su padre y las promesas de Dios.[18] Como los que recibieron la ley de Moisés en el monte Sinaí. Ex 19, 12; Deut 9, 19.[23] Primeros hijos del nuevo testamento o Iglesia de los primeros fieles.[28] Como el de Jesucristo, que comenzamos a poseer ya por la fe.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat