Comentario de Hebreos 12:18 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

No os habéis acercado al monte que se podía tocar, al fuego encendido, a las tinieblas, a la profunda oscuridad, a la tempestad,

12:18,19 — — Véanse Exodus 19:1620:19; Deu 4:11; Deu 5:22; Deu 9:15; Deu 18:16.

Los versículos 18 al 20 dan la razón de toda la instrucción y exhortación de lo anterior (versículos 14-17). Urge el autor de esta epístola a sus lectores a no volver a la Ley de Moisés. Con este fin les recuerda de aquello a lo cual no habían llegado (como a cosa perfecta y final y en que quedarse), comparándolo con esto a lo cual sí habían llegado, versículo 22 . La perfección (teleiosis, véase 7:11, comentarios) no se hallaba en la Ley de Moisés. Dicha ley fue añadida (Gál 3:19; Rom 5:20) para propósitos temporarios. Era para los israelitas en la carne solamente. Los cristianos hebreos no habían llegado para quedarse a tal cosa imperfecta y temporaria. Habían llegado al cumplimiento de las promesas hechas a Abraham y cumplidas en Cristo.

Los puntos negativos de los versículos 18-20 dan énfasis a los positivos de los versículos 22-24. Es mucho más superior esto a lo cual habían llegado los hermanos hebreos que aquello de lo cual habían salido y que había sido abolido por la muerte de Cristo (Col 2:14). Las circunstancias que atendían a la presentación de la Ley de Moisés en el Monte Sinaí tenían el diseño de llenar a la gente de admiración y temor para que no apostataran. Pero hay más razón para no apostatar bajo el Nuevo Testamento.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Éxo 19:12-19; Éxo 20:18; Éxo 24:17; Deu 4:11; Deu 5:22-26; Rom 6:14; Rom 8:15; 2Ti 1:7.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

En estos versículos, el autor de Hebreos compara el Pacto Mosaico con el nuevo pacto comparando dos montañas: el Monte Sinaí y el Monte Sion. En el Monte Sinaí, los israelitas recibieron la ley de Dios con temor y temblor, porque Dios mostró en ese tiempo su terrible poder (Éxo 19:10-25; Éxo 20:1-26). En contraste, los creyentes cristianos han venido a una Jerusalén celestial en el Monte Sion por medio de la sangre de Jesús. Esta montaña es una celebración del Santo, presenciada por ángeles, creyentes y personas justas. El autor hace un vívido contraste entre los dos pactos y luego exhorta una vez más a sus lectores a no rechazar la ofrenda de salvación de Cristo (vv. Heb 12:25-29).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

AL MONTE QUE SE PODÍA PALPAR. En estos versículos se contrastan las impresionantes circunstancias de la entrega de la ley (cf. Éxo 19:10-25; Deu 4:11-12; Deu 5:22-26) y las características del evangelio. Las consecuencias del apartarse del evangelio son muchísimo más terribles que las del desprecio de la ley.

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Vea Éxo 19:12-13; Deu 4:11; Deu 5:22.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

El escritor procede a dar una enseñanza basada en el encuentro de Israel con Dios en el Monte Sinaí (vea Éxo 19:1-25; Éxo 20:1-26; Deu 4:10-24).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

12:18,19 – – Véanse Exodus 19:16–20:19; Deu 4:11; Deu 5:22; Deu 9:15; Deu 18:16.
Los versículos 18 al 20 dan la razón de toda la instrucción y exhortación de lo anterior (versículos 14-17). Urge el autor de esta epístola a sus lectores a no volver a la Ley de Moisés. Con este fin les recuerda de aquello a lo cual no habían llegado (como a cosa perfecta y final y en que quedarse), comparándolo con esto a lo cual sí habían llegado, versículo 22 . La perfección (teleiosis, véase 7:11, comentarios) no se hallaba en la Ley de Moisés. Dicha ley fue añadida (Gál 3:19; Rom 5:20) para propósitos temporarios. Era para los israelitas en la carne solamente. Los cristianos hebreos no habían llegado para quedarse a tal cosa imperfecta y temporaria. Habían llegado al cumplimiento de las promesas hechas a Abraham y cumplidas en Cristo.
Los puntos negativos de los versículos 18-20 dan énfasis a los positivos de los versículos 22-24. Es mucho más superior esto a lo cual habían llegado los hermanos hebreos que aquello de lo cual habían salido y que había sido abolido por la muerte de Cristo (Col 2:14). Las circunstancias que atendían a la presentación de la Ley de Moisés en el Monte Sinaí tenían el diseño de llenar a la gente de admiración y temor para que no apostataran. Pero hay más razón para no apostatar bajo el Nuevo Testamento.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL TERROR DEL ANTIGUO PACTO
Y LA GLORIA DEL NUEVO

Hebreos 12:18-24

No es a algo que se puede tocar a lo que habéis venido, ni al fuego llameante, la niebla y la oscuridad y la tempestad terrible, ni a los trompetazos, ni a la voz que decía tales cosas que los que la oían suplicaban que no se les dijera ni una palabra más, porque no podían soportar la orden: «Al que toque el monte, aunque sea sólo un animal, hay que apedrearlo.» Tan aterrador era lo que se veía que Moisés dijo: «Estoy temblando de miedo.» Por el contrario, habéis venido al Monte de Sión y a la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial, con sus miríadas de ángeles reunidos en jubilosa asamblea; habéis venido a la asamblea de los distinguidos cuyos nombres figuran en los registros del Cielo, al Dios que es el Juez de todos, a los espíritus de los justos que han alcanzado la meta para la que fueron creados… ¡y a Jesús, el Mediador del Nuevo Testamento, y a la Sangre rociada, que pregona un Mensaje más glorioso que la sangre de Abel!

En este pasaje se nos presenta el contraste entre el Antiguo Pacto, que se estableció con la promulgación de la Ley en el Monte Sinaí, y el Nuevo Pacto, del que Jesús es Mediador. Hasta el versículo 21 nos llega un eco tras otro de la historia de la promulgación de la Ley, que Dt 4:11 nos describe diciendo: «Y os acercasteis y os pusisteis al pie del monte; y el monte ardía en fuego hasta en medio de los cielos con tinieblas, nube y oscuridad. Y el Señor habló con vosotros desde en medio del fuego.» Ex 19:12-13 habla de aquella terrible montaña inasequible: «Y señalarás término al pueblo en derredor, diciendo: Guardaos, no subáis al monte, ni toquéis sus límites; cualquiera que tocare el monte, de seguro morirá. No lo tocará mano, porque será apedreado o asaeteado; sea animal o sea hombre, no vivirá. Cuando se haga un toque largo de trompeta, subirán al monte.» Dt 5:23-27 cuenta que el pueblo temía tanto oír la voz de Dios directamente, que le pidieron a Moisés que fuera él y les trajera el mensaje de Dios: «Si oímos otra vez la voz del Señor nuestro Dios, nos moriremos.» Dt 9:19 alude al terror de Moisés, pero el autor de Hebreos ha transferido estas palabras a la escena de la promulgación de la Ley, aunque en la historia original las pronunció Moisés cuando bajó de la montaña y se encontró con que el pueblo estaba adorando el becerro de oro. Todo el pasaje hasta el versículo 21 incluye reminiscencias de la historia del Monte Sinaí; y todos los detalles subrayan el horror de la escena. En tres cosas se hace hincapié. (i) La majestad soberana de Dios. Es Su poder lo que se manifiesta, no Su amor. (ii) La absoluta inaccesibilidad de Dios. Lejos de estar abierto el acceso a Dios, el que intente acercarse a Él encontrará la muerte. (iii) El absoluto terror de Dios. Aquí no hay más que un temor sobrecogedor que tiene miedo de mirar y aun de oír.

Y entonces, a partir del versículo 22, vemos la diferencia. La primera sección trata de todo lo que el hombre podía esperar bajo el Antiguo Pacto: un Dios de majestad solitaria, separado absolutamente del hombre y que inspira un terror demoledor. Pero el cristiano ha entrado en un Nuevo Pacto y en una relación nueva con Dios que es amor.

Hebreos hace una especie de lista de las nuevas glorias que esperan al cristiano.

(i) Le espera la Nueva Jerusalén. Se acaba este mundo, con toda su transitoriedad, sus miedos, sus misterios y sus separaciones, y al cristiano se le ofrece una vida nueva.
(ii) Le esperan los ángeles, reunidos en jubilosa asamblea. La palabra es panéguyris, que se usaba para hablar de una jubilosa asamblea nacional en honor de los dioses. Describía para los griegos un día de fiesta muy alegre en el que todo el mundo se lo pasaba estupendamente. Para el cristiano, el gozo del Cielo es tal que hace que hasta los ángeles se pongan jubilosos.

(iii) Le espera el pueblo escogido de Dios. El autor de Hebreos usa dos palabras para describirlo. Dice literalmente que son los primogénitos. Lo que caracteriza al primogénito es que le corresponden la herencia y el honor. Dice que son aquellos cuyos nombres figuran en los registros del Cielo. En la antigüedad, los reyes guardaban un registro de los ciudadanos fieles. Así es que al cristiano le esperan todos los que Dios ha distinguido y ha considerado súbditos fieles de Su Reino.

(iv) Le espera Dios el Juez. El autor de Hebreos no olvida nunca que, al final de todo, el cristiano tendrá que presentarse ante el tribunal de Dios. Allí está la gloria; pero permanece el temor de Dios. El Nuevo Testamento no corre nunca peligro de convertir la idea de Dios en algo sensiblero.

(v) Le esperan los espíritus de los justos que han alcanzado su meta. Antes le rodeaban como una nube invisible; al fin, el cristiano será uno de ellos; se habrá reunido con aquellos cuyos nombres están en el cuadro de honor de Dios.

(vi) Por último, el autor de Hebreos dice que allí le espera Jesús, el Que inició este Nuevo Pacto e hizo posible esta nueva relación con Dios. Fue Él, el Sumo Sacerdote perfecto y el perfecto Sacrificio, el que hizo accesible lo inaccesible, y eso al precio de Su Sangre. Así es que la sección termina con el curioso contraste entre la sangre de Abel y la de Jesús. Cuando Abel fue asesinado, su sangre pedía venganza desde la tierra (Ge 4:10 ); pero cuando Jesús fue asesinado, Su Sangre abrió el camino de la reconciliación. Su Sacrificio hizo que los hombres pudieran ser amigos de Dios.

La humanidad había vivido bajo el terror de la Ley; Dios estaba a una distancia infranqueable de terror paralizador. Pero, cuando Jesús vino y vivió y murió, el Dios tan distante se hizo cercano, y se abrió el acceso a Su presencia.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

— una montaña de esta tierra: La traducción literal sería: una montaña que se pueda tocar. Es preciso tener en cuenta que numerosos mss., entre ellos varios de los más antiguos y mejores, omiten el vocablo montaña. En esta hipótesis, las palabras de esta tierra (o que se pueda tocar ) podrían afectar al substantivo fuego y habría que traducir: no se han acercado a un fuego ardiente y palpable.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Éxo 19:16-21; Éxo 20:18-21; Deu 4:11-12; Deu 5:23-27.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Respondiendo al llamado de Dios

En forma característica, el autor cambia de las advertencias al estímulo, recordando a sus lectores de los privilegios que les pertenecen por la gracia de Dios. Pero tales privilegios exigen una respuesta permanente de fe y obediencia. Cuando Israel se reunió ante el monte Sinaí para escuchar la voz de Dios, fue una ocasión aterrorizadora (vv. 18-21; cf. Exo. 19), moviendo al pueblo a clamar que no se les hablase más. Por lo contrario, los cristianos han llegado por la fe al monte Sion, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, donde él está en el centro de una asamblea de ángeles y de santos perfeccionados de todas las generaciones (vv. 22-24). Aquí el énfasis está en la aceptación por causa de Jesús el mediador del nuevo pacto y su muerte expiatoria. De modo que no tenemos razón para rechazar al que advertía o apartarnos del que advierte desde los cielos (vv. 25-27). La certeza de compartir en el reino inconmovible de Dios debe motivarnos a una vida de gratitud y adoración aceptable (vv. 28, 29).

18-21 Los israelitas se acercaron a Dios en el monte Sinaí para escuchar los términos de su pacto y descubrir lo que significaba servirle como nación santa (Exo. 19:5, 6). Heb. arroja luz sobre los horrores físicos que fueron parte de ese evento. Pero el fenómeno central y más significativo fue la voz que les hablaba (Exo. 19:16-24). Tan aterrador fue el encuentro con Dios que los que lo oyeron rogaron que no se les hablase más (Exo. 20:18, 19). Aun Moisés, el mediador, temblaba de temor (cf. Deut. 9:19).

22-24 El monte Sion, que puede ser entendido como la meta final del pueblo de Dios cuando dejaron Egipto, es el punto al cual los cristianos ya se han acercado. Sin embargo, la ciudad del Dios vivo … la Jerusalén celestial es lo que está indicado más que un destino terrenal (cf. Gál. 4:26; Apoc. 21:2). Los hombres y mujeres de fe en los tiempos del AT miraban con esperanza hacia esta ciudad (cf. 11:10, 13-16), pero aquellos que se han acercado a Dios por medio de Jesucristo (se usa el mismo verbo en 4:16; 7:25; 10:22; 11:6) ahora son parte de la escena celestial. Esta es una forma vívida de decir que tenemos la seguridad de la herencia eterna prometida por medio de la fe en Jesús y en su obra. En esa ciudad celestial hay millares de ángeles unidos en la celebración con la asamblea de los primogénitos que están inscritos en los cielos. Aquí hay una visión de la compañía definitiva y completa del pueblo de Dios, reunido alrededor de Cristo en lugares celestiales (cf. Ef. 2:6, 7; Apoc. 7). Ahora podemos gozar de la membresía de esa asamblea (o “iglesia”) por medio de la fe. Si nuestros nombres están inscritos en el libro de la vida, algún día gozaremos de todos los derechos de la ciudadanía. Dios está allí como el juez de todos, lo que sugiere que el juicio debe tener lugar antes (cf. 9:27). Sin embargo, esta iglesia celestial consiste en los espíritus de los justos ya hechos perfectos, indicando que ellos son los han sido hechos perfectos para siempre por el sacrificio único de Jesucristo (10:14). Como mediador del nuevo pacto, su sangre rociada provee una limpieza perfecta de la contaminación del pecado (9:13-15; 10:22). La sangre de Abel clama por venganza (11:4), pero la sangre de Cristo habla mejor, asegurándonos el perdón y la aceptación. Todos deben enfrentar el juicio de Dios, pero los que confían en el poder expiatorio de la muerte de Jesús pueden mirar hacia adelante confiando en la liberación y en la vida permanente en presencia de Dios.

25-27 La nota de advertencia aquí parece un tanto abrupta después de la seguridad de los vv. 22-24. Pero el punto del autor es que el Dios que habló en el Sinaí (en la tierra rechazaron al que advertía) continúa llamándonos desde la Jerusalén celestial (el que advierte desde los cielos). ¡No debe hacerse una distinción artificial entre el Dios del AT y el del NT! Puesto que Dios nos habla generosamente del perdón y aceptación a través de la sangre de su Hijo, no debemos rechazar al que habla. Si los israelitas no escaparon de la condenación de Dios cuando le dieron la espalda, mucho menos escaparemos nosotros (cf. 2:1-4). Cuando Dios habló desde el monte Sinaí, toda la montaña tembló violentamente (Exo. 19:18). Hag. 2:6 promete que, cuando llegue la hora para el juicio final y el término del actual orden mundial, Dios sacudirá no sólo la tierra, sino también el cielo (v. 26). Sólo quedará lo que no puede ser sacudido (v. 27), o sea, el “reino” que Cristo comparte con aquellos que siguen confiando en él (v. 28).

28, 29 La respuesta apropiada al ofrecimiento de la gracia de Dios de un reino que no puede ser sacudido debe ser la “gratitud” (ver nota de la RVA). Tal gratitud es la base y motivación para la adoración verdadera y aceptable. El verbo gr. (latreuein) que se traduce sirvamos, aparece también en 9:14 y en otras versiones tiene la idea de rendir culto. La adoración cristiana no puede ser restringida a la oración y la alabanza en un contexto congregacional. Como lo ilustra el cap. 13, debemos adorar o servir a Dios por medio de nuestra fidelidad y obediencia a todas las áreas de nuestra vida (nótese especialmente 13:15, 16; cf. Rom 12:1). Sin embargo, el autor también insiste en que la adoración aceptable se caracteriza por el temor y la reverencia, y apoya su desafío con una descripción de Dios como fuego consumidor. Esto alude a Deut. 4:24 (cf. Deut. 9:3; Isa. 33:14), donde se advierte a los israelitas a no ser tolerantes con la idolatría, sino a permanecer fieles al Señor y servirle exclusivamente, para no provocarle a ira. La certeza de la gracia de Dios nunca debe oscurecer la verdad de que un terrible juicio aguarda al apóstata.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

p 647 Éxo 19:12

q 648 Éxo 19:18

r 649 Éxo 19:16

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

El monte Sinaí representa el pacto antiguo donde Moisés recibió la ley (vers. 18– 21), mientras que el monte Sion simboliza la Jerusalén celestial (vers. 22– 25). El primero es preparatorio y conduce al segundo que es final, total y eterno. La nueva época ya se ha hecho presente en la experiencia cristiana; judíos y gentiles son miembros de la iglesia de los primogénitos , (vers. 23).

Fuente: La Biblia de las Américas

18 super (1) Las cosas mencionadas en los vs.18-19 son terrenales y materiales, y representan el lado de la ley donde todos, incluso Moisés, estaban aterrados y temblando (vs.19-21).

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

El antiguo pacto (la ley) y el nuevo pacto (el evangelio) son aquí contrastados mediante una comparación del monte Sinaí, donde fue dada la ley, con el monte Sion, la ciudad espiritual, eterna en los cielos y que es símbolo del evangelio de la gracia (cp. Gál 4:24-26).

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

Se inserta monte para suplir elipsis del original → Éxo 19:16-22; Éxo 20:18-21; Deu 4:11-12; Deu 5:22-27.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

R1118 El participio presente ψηλαφωμένῳ significa: palpable.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

rtf1fbidisansiansicpg1252deff0fonttblf0fromanfprq2fcharset2 Wingdings 3; . monte.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

† Sin duda en este contexto se hace referencia al Monte Sinaí.

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento