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Comentario de Hebreos 12:5 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Hebreos 12:5 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

¿Y habéis ya olvidado la exhortación que se os dirige como a hijos? Hijo mío, no tengas en poco la disciplina del Señor ni desmayes cuando seas reprendido por él.

12:5,6 — Véase Pro 3:11-12. Compárense Job 5:17; Apo 3:19.

En la sabiduría de Dios las aflicciones sirven buenos propósitos en las vidas de sus hijos. Son una indicación del cuidado paternal de Dios hacia los cristianos. Ahora no aflige Dios a su pueblo por afligirlo, sino hace uso de las aflicciones para corregir, castigar, o disciplinar, con el fin de hacer volver a él a los que andan mal.

La palabra traducida «disciplina» es de la voz griega paideia, y se emplea en los versículos 7 y 8 también. En el versículo 9, aparece la palabra paideutes, que significa «uno que castiga». En la carne tenemos padres, como «castigadores». Dice nuestra traducción en español, «padres terrenales que nos disciplinaban».

El verbo paideuo quiere decir (a) instruir, aconsejar, disciplinar, corregir, y aparece en este sentido en tales textos como Hch 7:22; Efe 6:4; 2Ti 2:25; Tit 2:12; (b) castigar, y aparece en este sentido en tales textos como 1Co 11:32; 2Co 6:9; Heb 12:6; Apo 3:19.

Compárense 2Sa 7:14; 2Sa 12:13-14; Sal 89:31-34.

El castigo que emplea el padre para corregir a su hijo es un acto de amor. El padre lo hace para el bien del hijo. De otra manera, no le amaría (Pro 13:24).

— «desmayes». Es la misma palabra usada en versículo 3.

Los hermanos hebreos, al inclinarse para atrás hacia la Ley de Moisés para evitar la persecución, probaban que estaban olvidando la lección de Pro 3:11-12. Véase también Hch 14:22.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

habéis ya olvidado. Deu 4:9, Deu 4:10; Sal 119:16, Sal 119:83, Sal 119:109; Pro 3:1; Pro 4:5; Mat 16:9, Mat 16:10; Luc 24:6, Luc 24:8.

la exhortación. Heb 12:7; Pro 3:11, Pro 3:12.

no menosprecies la disciplina. Job 5:17, Job 5:18; Job 34:31; Sal 94:12; Sal 118:18; Sal 119:75; Jer 31:18; 1Co 11:32; Stg 1:12; Apo 3:19.

ni desmayes. Heb 12:3, Heb 12:4; Jos 7:7-11; 2Sa 6:7-10; 1Cr 13:9-13; 1Cr 15:12, 1Cr 15:13; Sal 6:1, Sal 6:2; 2Co 4:8, 2Co 4:9; 2Co 12:9, 2Co 12:10.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Los cristianos son los hijos adoptados de Dios por la gran obra sacerdotal de Cristo, el Hijo eterno. Los pecadores que nos persiguen quieren dañarnos (v. Heb 12:3). Pero Dios toma sus persecuciones y las transforma en disciplina, su disciplina paterna que nos lleva a ser como Él.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Pro 3:11, Pro 3:12 enseña que la disciplina divina demuestra el amor divino.

azota quiere decir «castigo correctivo», y se usa figurativamente como corrección. En el contexto de estos versículos, la disciplina incluye la persecución (vv. Heb 12:3, Heb 12:4).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

LA DISCIPLINA DEL SEÑOR. Nótense varios aspectos de la disciplina de Dios para los creyentes y las dificultades y los sufrimientos que permite que sufran.

(1) Son señal de que son hijos de Dios (vv. Heb 12:7-8).

(2) Son la confirmación del amor y del interés de Dios por sus hijos (v. Heb 12:6).

(3) La disciplina del Señor tiene dos fines:

(a) que los creyentes no sean finalmente condenados con el mundo (1Co 11:31-32), y

(b) que participen de la santidad de Dios y persistan en la vida de santidad, sin la cual nadie verá al Señor (vv. Heb 12:10-11; Heb 12:14).

(4) Hay dos posibles consecuencias de la disciplina del Señor:

(a) Pueden soportar los sufrimientos por los cuales los dirige Dios, someterse a su voluntad y permanecer fieles (vv. Heb 12:5-6). Así seguirán viviendo como hijos espirituales de Dios (vv. Heb 12:7; Heb 12:9) y participando de su santidad (v. Heb 12:10), y producirán una cosecha de justicia (v. Heb 12:11).

(b) Pueden menospreciar, es decir, tomar a la ligera la disciplina del Padre (v. Heb 12:5), rebelarse contra Dios por causa del sufrimiento y del dolor, y apartarse así de Dios (v. Heb 12:25; Heb 3:12-14).

(5) Dentro de la voluntad de Dios, las dificultades pueden producirse

(a) como resultado de la guerra espiritual contra Satanás (Efe 6:11-18),

(b) como pruebas para fortalecer la fe (1Pe 1:6-7) y las obras (Mat 7:24-27; 1Co 3:13-15), o

(c) como preparación para consolar a los demás (2Co 1:3-5) y para manifestar la vida de Cristo (2Co 4:8-10; 2Co 4:12; 2Co 4:16).

(6) En toda clase de adversidades deben buscar a Dios, examinar su vida (2Cr 26:5; Sal 3:4; Sal 9:12; Sal 34:17) y renunciar a todo lo que sea contrario a la santidad de Dios (vv. Heb 12:10; Heb 12:14; véanse Sal 60:1-12, nota; Sal 66:18, nota; y el ARTÍCULO EL SUFRIMIENTO DE LOS JUSTOS, P. 657. [Job 2:7-8]).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Aquí el escritor recuerda Pro 3:11-12. Las pruebas y los sufrimientos en la vida del cristiano vienen de Dios, quien los usa para educar y disciplinar a los creyentes con esas experiencias. Ese trato es evidencia del amor de Dios por sus propios hijos (cp. 2Co 12:7-10).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

12:5,6 — Véase Pro 3:11-12. Compárense Job 5:17; Apo 3:19.
En la sabiduría de Dios las aflicciones sirven buenos propósitos en las vidas de sus hijos. Son una indicación del cuidado paternal de Dios hacia los cristianos. Ahora no aflige Dios a su pueblo por afligirlo, sino hace uso de las aflicciones para corregir, castigar, o disciplinar, con el fin de hacer volver a él a los que andan mal.
La palabra traducida «disciplina» es de la voz griega paideia, y se emplea en los versículos 7 y 8 también. En el versículo 9, aparece la palabra paideutes, que significa «uno que castiga». En la carne tenemos padres, como «castigadores». Dice nuestra traducción en español, «padres terrenales que nos disciplinaban».
El verbo paideuo quiere decir (a) instruir, aconsejar, disciplinar, corregir, y aparece en este sentido en tales textos como Hch 7:22; Efe 6:4; 2Ti 2:25; Tit 2:12; (b) castigar, y aparece en este sentido en tales textos como 1Co 11:32; 2Co 6:9; Heb 12:6; Apo 3:19.
Compárense 2Sa 7:14; 2Sa 12:13-14; Sal 89:31-34.
El castigo que emplea el padre para corregir a su hijo es un acto de amor. El padre lo hace para el bien del hijo. De otra manera, no le amaría (Pro 13:24).
–«desmayes». Es la misma palabra usada en versículo 3.
Los hermanos hebreos, al inclinarse para atrás hacia la Ley de Moisés para evitar la persecución, probaban que estaban olvidando la lección de Pro 3:11-12. Véase también Hch 14:22.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA DISCIPLINA DE DIOS

Hebreos 12:5-11

¿Es que habéis olvidado ya lo que se os ha advertido? Una advertencia que se os dirige como a hijos: » Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina que te viene del Señor, ni te desanimes cuando Él te pone a prueba; porque el Señor disciplina al que ama, y castiga a todos los que recibe como hijos.» Debéis soportarlo todo como disciplina. Dios os envía estas cosas porque os trata como a hijos. ¿Qué clase de hijo sería el que no recibiera la educación de su padre? Si se os dejara sin disciplina, esa disciplina que corresponde a todos, sería porque no sois hijos legítimos. Sin duda es verdad que tenemos padres humanos que nos educan, y los respetamos. Pues, cuánto más debemos someternos al Padre de los espíritus humanos; porque ésa es la única manera de encontrar la vida real. Fue sólo durante un poco de tiempo cuando nuestros padres humanos nos educaron, y eso de la manera que les parecía mejor; pero Dios nos educa para nuestro bien supremo, para capacitarnos para que participemos de Su propia santidad. La disciplina no le parece agradable a nadie, especialmente cuando la está pasando; pero después produce un fruto que es para nuestro bien supremo: el fruto de una vida de integridad les está reservado a los que se entrenan con esa disciplina.

El autor de Hebreos establece aún otra razón por la que sus lectores deben estar dispuestos a soportar la aflicción cuando los alcanza. Les ha exhortado a soportarla porque así lo hicieron los grandes santos del pasado. Les ha exhortado a soportarla porque todo lo que tengan que sufrir es poco comparado con lo que Jesucristo sufrió por ellos. Y ahora dice que deben soportar las adversidades porque Dios nos las envía para nuestra educación, sin la que la vida no valdría gran cosa.

Al estudiar este pasaje debemos tener presente la íntima relación que existe entre las palabras disciplina y discípulo y discipulado. Su primer sentido es el de aprendizaje o educación. Es verdad que también tienen el sentido de castigo; pero, como se ve claramente por este pasaje, no es el castigo que la ley penal inflige a los malvados, sino el castigo paterno que tiene por objeto la corrección. En general podemos comprender que disciplina quiere decir educación; pero no una educación permisiva y consentidora, sino que recurre al castigo cuando es necesario para bien del hijo. Es también provechoso considerar el sentido militar y deportivo de la disciplina, que tantas veces se presenta como un ejemplo a considerar en la vida cristiana.

Un padre siempre disciplina a su hijo. No sería señal de amor dejarle hacer lo que le diera la gana sin preocuparse; más bien sería señal de que el padre no considera a esos chicos como sus propios hijos, de los que se siente responsable. Nos sometemos a la disciplina que un padre terrenal nos aplica por poco tiempo, hasta que llegamos a la mayoría de edad, y que a veces es bastante arbitraria. El padre terrenal es aquel al que le debemos nuestra vida física; pero, cuánto más debemos someternos a la disciplina de Dios, a Quien debemos nuestro espíritu, que es inmortal, y Que, en Su sabiduría, no busca sino nuestro bien supremo.
Hay un curioso pasaje en la Ciropedia de Jenofonte. Hay una discusión sobre cuál es más útil al mundo, si el que hace reír a los hombres o el que les hace llorar. Aglaitidas dice: «El que hace reír a sus amigos me parece que les hace un flaco servicio comparado con el que les hace llorar; si lo consideras detenidamente, tú también te darás cuenta de que estoy diciendo la verdad. En cualquier caso, los padres desarrollan el autodominio de sus hijos al hacerles llorar, y los maestros les enseñan buenas lecciones a sus discípulos de la misma manera, y las leyes también hacen que los ciudadanos sigan la justicia haciéndoles llorar. Pero, ¿podrías decir que los que nos hacen reír nos hacen más capaces el cuerpo o la mente para dirigir nuestros asuntos o los del estado?» El punto de vista de Aglaitidas era que es el hombre que impone la disciplina el que de veras hace bien a sus semejantes.

Sin duda este pasaje produciría un doble impacto a los que lo leyeran por primera vez, porque todo el mundo conocía esa cosa tan importante que era la patria potestas, el poder del padre. El padre romano tenía por ley un poder absoluto sobre su familia. Si el hijo se casaba, el padre seguía teniendo poder absoluto sobre él y sobre los nietos que nacieran. Esto empezaba desde el principio: un padre romano podía quedarse con el hijo recién nacido o rechazarle si quería. Podía atar y apalear a su hijo; o venderle como esclavo; o hasta quitarle la vida. Es verdad que, cuando un padre estaba a punto de adoptar serias medidas contra un miembro de su familia, normalmente convocaba una reunión de todos los miembros adultos varones; pero no tenía por qué hacerlo. También es verdad que, más adelante, la opinión pública no permitía que un padre ejecutara a su hijo; pero eso sucedió ya en los tiempos de Augusto. Salustio, el historiador latino, nos cuenta un incidente durante la conspiración de Catilina. Catilina se rebeló contra Roma, y entre los que salieron para unirse a sus fuerzas estaba Aulo Fulvio, hijo de un senador romano. A Aulo Fulvio le arrestaron y trajeron a Roma, y su propio padre le juzgó y condenó a muerte. Para la patria potestas un hijo no alcanzaba nunca la independencia; podía haberse dedicado a la carrera política, estar a cargo de altas magistraturas, ser honrado por todo el país… pero, nada de eso le hacía estar fuera, ni siquiera en parte, de la autoridad de su padre mientras éste viviera. Si ha habido un pueblo que supiera lo que era la disciplina paterna, eran los Romanos; y cuando el autor de Hebreos escribía acerca de la disciplina de un padre terrenal, los destinatarios de su carta sabían muy bien de lo que estaba hablando.

Así que el autor insiste en que debemos ver las pruebas de la vida como la disciplina de Dios, y como enviadas, no para nuestro daño, sino para nuestro bien supremo y último. Para demostrar su argumento cita Pr 3:11-12 . La disciplina que Dios nos manda se puede considerar de muchas maneras.

(i) Se puede aceptar resignadamente. Eso era lo que decían los estoicos. Mantenían que absolutamente nada sucede en el mundo fuera de la voluntad de Dios; por tanto, inferían, no podemos hacer más que aceptarla. Hacer otra cosa sería machacarse la cabeza contra los muros del universo. Es posible que sea ésta la decisión más sabia; pero no se puede negar que se trata de aceptar el poder, y no el amor, del Padre.

(ii) Se puede aceptar la disciplina con el sentido ceñudo de acabar con ella lo más pronto posible. Cierto famoso romano decía: «No voy a dejar que nada me interrumpa la vida.» Si se acepta así la disciplina, se la considera una imposición que hay que pasar a regañadientes, pero no con agradecimiento.

(iii) Se puede aceptar la disciplina con un complejo de víctima que conduce al derrumbamiento final. Hay personas que, cuando se encuentran en una situación difícil, dan la impresión de ser los únicos a los que la vida trata con dureza. Sólo piensan en compadecerse a sí mismos.

(iv) Uno puede aceptar la disciplina como un castigo que se le impone. Es curioso que, por aquel tiempo, los Romanos veían en los desastres personales y nacionales simplemente la venganza de los dioses. Lucano escribió: «¡Feliz sería Roma, y benditos serían sus habitantes, si los dioses estuvieran tan interesados en cuidar de los humanos como parecen estarlo en infligir venganza!» Tácito mantenía que los desastres de la nación eran prueba de que los dioses estaban más interesados en el castigo que en la seguridad de los humanos. Todavía hay quienes consideran vengativo a Dios. Cuando les sucede algo a ellos o a sus seres queridos, se preguntan: «¿Qué he hecho yo para merecer esto?» Y hacen la pregunta en un tono que delata su convicción de que Dios se ha equivocado o pasado en el castigo. Nunca se les ocurre preguntar: «¿Qué está enseñándome Dios mediante esta experiencia?»

(v) Hemos llegado a la última actitud. Se puede aceptar la disciplina porque nos viene de un Padre amoroso. Jerónimo dijo una paradoja que encierra un gran verdad: «La peor ira de Dios sería que dejara de enfadarse con nosotros cuando pecamos.» Quería decir que el supremo castigo sería que Dios nos dejara por imposibles. El cristiano sabe que «la mano del Padre nunca causará a Su hijo una lágrima innecesaria», y que todo vale para hacerle a uno más sabio y mejor persona.

Dejaremos de compadecernos de nosotros mismos si recordamos que no hay disciplina de Dios que no venga del manantial de Su amor y que no sea para nuestro bien.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Pro 3:11-12 (versión griega de los LXX); Apo 3:19.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

NOTAS

(1) Véase Ap. 1D.

(2) Lit.: “siendo censurado”.

REFERENCIAS CRUZADAS

n 617 Mat 5:45

ñ 618 Pro 3:11

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

disciplina…reprendido. Disciplina (gr. paideía) es la instrucción correctiva de enseñar y disciplinar al niño hacia la madurez. El ser reprendido es señal de ser hijo del Padre, que ama a sus hijos lo suficiente para disciplinarlos de modo que lleguen a la madurez.

Fuente: La Biblia de las Américas

5 super (1) O, el castigo. Así también en los vs.7, 8 y 11.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

En estos versículos, el escritor discute las razones por las que los cristianos están bajo disciplina:

(1) Es parte del proceso educacional por el que un creyente está siendo preparado para participar de la santidad de Dios (v. Heb 12:10);

(2) es una prueba de genuina relación de amor entre el Padre Celestial y Sus hijos (vv. Heb 12:6; Heb 12:8);

(3) ayuda a educarlos en la obediencia (v. Heb 12:9); y

(4) produce fruto de justicia en las vidas de ellos (v. Heb 12:11). Para una enseñanza adicional sobre este tema, véase el libro de Job; Rom 8:18; 2Co 1:3-4; 2Co 4:16-17; 2Co 12:7-9; Flp 1:29; 2Ti 3:12.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

Job 5:17; Pro 3:11-12.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

Lit. seas desmayado.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

g Job 5:17; Pro 3:11-12.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

* O “Ustedes han olvidado”.

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento