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Comentario de Hebreos 4:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Hebreos 4:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Temamos, pues, mientras permanezca aún la promesa de entrar en su reposo, no sea que alguno de vosotros parezca quedarse atrás.

Resumen : Los versículos 1 al 11 continúan la discusión comenzada en el capítulo 3. Se describe el reposo de Dios, y éste se identifica como el estar con Dios en los cielos eternamente. Los del éxodo no entraron en el reposo de Canaán debido a su incredulidad. La aplicación a los hebreos es que tampoco nosotros los cristianos entraremos si no continuamos en la fe de Jesús. El reposo de Dios en el séptimo día, después de la creación, el séptimo día guardado por los judíos bajo la ley de Moisés, y la posesión de la tierra prometida, son figuras o tipos de este reposo de Dios. Es el verdadero reposo que queda para el pueblo (fiel) de Dios. Aun David, en el Sal 95:1-11, escribiendo quinientos años después de la posesión de Canaán, exhorta a los de su generación no ser incrédulos, sino obedecer la voz de Dios que llama al hombre a este reposo. Esto prueba que el reposo de Dios es espiritual, y no material. Los cristianos debemos procurar entrar en él.

Los versículos 12 y 13 recuerdan a los hebreos (y a nosotros también) que Dios no puede ser engañado. Su Palabra penetra hasta las partes más interiores del ser humano y nada se esconde. Nos conviene, pues, ejercer cuidado espiritual y continuar en la fe, en lugar de apostatar.

Los versículos 14 al 16 comienzan una discusión sobre el sacerdocio de Jesús que continúa hasta el capítulo 10. Considerando los hermanos hebreos cómo es este gran sacerdote, querrían acercarse al trono de

Dios por Jesucristo para hallar el oportuno socorro.

4:1 — «Temamos, pues». Los hermanos hebreos estaban en peligro de caer de la gracia de Dios. Por eso les exhorta a temer tal posibilidad. No pudieron entrar en el reposo de Canaán los judíos incrédulos (desobedientes — 3:18,19); la misma falta de fe excluiría ahora a los hebreos cristianos del reposo de Dios, que es la vida eterna en el cielo. A esto se refiere la frase, su reposo, en este versículo 1.

— «alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado». Fallar al no alcanzar el cielo. Dice la versión Hispanoamericana, «Temamos, pues, no sea que tal vez… alguno de vosotros parezca haberse quedado atrás». Dejar la fe de Cristo por el judaísmo sería incredulidad. Por este pecado se quedaron atrás los israelitas salidos de Egipto y no se les concedió entrar en la tierra prometida. Ahora si los hermanos hebreos cometen el mismo pecado, se quedarán atrás y no se les concederá entrar en el cielo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

temamos pues. Heb 4:11; Heb 2:1-3; Heb 12:15, Heb 12:25; Heb 13:7; Pro 14:16; Pro 28:14; Jer 32:40; Rom 11:20; 1Co 10:12.

la promesa de entrar. Heb 4:9; Núm 14:34; 1Sa 2:30; Rom 3:3, Rom 3:4; 2Ti 2:13.

en su reposo. Heb 4:3-5; Heb 3:11.

alguno de vosotros. Mat 7:21-23, Mat 7:26, Mat 7:27; Mat 24:48-51; Mat 25:1-3; Luc 12:45, Luc 12:46; Luc 13:25-30; Rom 3:23; 1Co 9:26, 1Co 9:27.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

El reposo de los cristianos es alcanzado por fe, Heb 4:1-11.

El poder de Dios, Heb 4:12, Heb 4:13.

Por nuestro sumo sacerdote Jesús, el Hijo de Dios, Heb 4:14, Heb 4:15,

podemos y debemos ir confiadamente al trono de la gracia, Heb 4:16.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

En Heb 3:12-19 el que Israel no entre al reposo de Dios representa una advertencia para los cristianos. Ahora el autor explica en qué consiste este reposo y nos explica por qué está disponible para nosotros en la actualidad.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

La trágica incredulidad de la generación que cruzó el desierto (Heb 3:7-19) sirve como advertencia para los creyentes de hoy que desean ingresar al reposo de Dios, que se sigue ofreciendo al fiel (vv. Heb 4:6-11).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

ENTRAR EN SU REPOSO. ALGUNO DE VOSOTROS PAREZCA NO HABERLO ALCANZADO. Si no se persevera en la fe y en la obediencia a Jesucristo, tampoco se logra el prometido reposo eterno del cielo (cf. Heb 11:16; Heb 12:22-24).

(1) Se dice que «temamos» en vista de esa terrible posibilidad y del juicio de Dios.

(2) La perseverancia en la fe requiere que el creyente continúe acercándose a Dios por medio de Cristo con resolución sincera (v. Heb 4:16; Heb 7:25).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Cuidemos de no ser excluidos del descanso de Dios, 4:1-13.
I Temamos, pues, no sea que perdurando aún la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros se encuentre que llega con retraso. 2 Porque igual que a ellos, se dirige también a nosotros este mensaje: y no les aprovechó a aquéllos haber oído la palabra, por cuanto la oyeron sin fe los que la escucharon. 3 Nosotros, pues, los que hemos creído, entramos en el descanso, según que dijo: “Como juró en su cólera: No entrarán en mi descanso,” aunque sus obras estaban terminadas desde la creación del mundo.” 4 Pues en cierto pasaje habla así del día séptimo: “Y descansó Dios en el día séptimo de todas sus obras.” 5 Y en éste dice de nuevo: “No entrarán en mi descanso.” 6 Queda, pues, que algunos han de entrar en el descanso, y no habiendo entrado los primeramente invitados a causa de su incredulidad, 7 de nuevo señala un día, “hoy,” declarando por David, después de tanto tiempo, lo que arriba queda dicho: “Si hoy oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones.” 8 Pues si Josué los hubiera introducido en el descanso, no hablaría (David) de otro día, después de lo dicho. 9 Por tanto, queda otro descanso para el pueblo de Dios. 10 Y el que ha entrado en su descanso, también descansa de sus obras, como Dios descansó de las suyas. 11 Démonos prisa, pues, a entrar en este descanso, a fin de que nadie caiga en este mismo ejemplo de desobediencia. 12 Que la palabra de Dios es viva, eficaz y tajante, más que una espada de dos filos, y penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta las coyunturas y la medula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13 Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia, antes son todas desnudas y manifiestas a los ojos de aquel a quien hemos de dar cuenta.

Continúa la exhortación de la perícopa anterior. La base sigue siendo el salmo 95, invitando a no imitar a los israelitas del desierto, que, por su incredulidad, fueron excluidos de la entrada en el “descanso” de la tierra prometida. A esa cita del salmo 95 se añade ahora otra nueva, la de Gen 2:2, donde se habla del “descanso” de Dios, al terminar la obra de la creación. El autor de esta carta a los Hebreos ve en ese “descanso” de que hablan los textos de la Escritura, no simplemente el de la entrada en la tierra prometida, sino un “descanso” más elevado y noble, al que Dios invita a todos los hombres, incluso a los israelitas que desde tiempos ya de Josué habían entrado en el descanso de la tierra prometida (v.1-10).
Evidentemente el “descanso” aludido, que debemos cuidar mucho de no perder (cf. v.1-2), es el descanso eterno de la gloria, incoado ya acá en la tierra mediante la unión con Dios por la gracia (cf. v.q-10). A las citas de Gen 2:2 y Sal 95:8-11 hemos de aplicar lo que decíamos poco ha, comentando las hechas en 1:5-14. Para el autor de la carta, ese peregrinar de los israelitas hacia el descanso de la tierra prometida sería, en la intención de Dios, “figura” de otro descanso más noble y elevado ofrecido a todos los seres humanos, aquel del que El mismo goza desde la creación del mundo y que ciertamente conseguiremos si permanecemos firmes en la fe en Jesucristo.
Con una especie de peroración (v. 11-13), exhorta de nuevo a evitar el ejemplo de los israelitas del desierto, apresurándonos a responder a la llamada divina, pues “la palabra de Dios” es más eficaz y penetrante que una espada de dos filos, sin que haya posibilidad de eludir nuestra responsabilidad respecto a ella. La “palabra de Dios” (ó Aóyos του Θεοΰ ), que aquí aparece en cierto modo personificada, no es el Verbo o segunda persona de la Santísima Trinidad, conforme interpretaron algunos autores antiguos (Ambrosio, Atanasio, Cirilo Alejandrino), sino la revelación misma de Dios, manifestando a los seres humanos su voluntad, con promesa de premios y amenaza de castigos. Esta “palabra,” en realidad, es intercambiable con Dios mismo, que es el que la pronuncia; de ahí que se comience hablando de la “palabra de Dios” (v.12) y se termine hablando de Dios mismo, como identificando la palabra con El (v.15). Las expresiones “viva, eficaz., tajante., penetra hasta la división de alma y espíritu. 415, coyunturas y medula., discierne pensamientos e intenciones” no pueden indicar más al vivo el poder y eficacia de la palabra que sale de la boca de Dios, que no puede volver vacía, sin conseguir su efecto, y para la cual nada hay oculto (cf. Isa 55:11; Flp 2:16; 1Te 1:13; 2Ti 2:9; 1Co 4:5).

Jesucristo nuestro sumo sacerdote,1Co 4:14-16.
14 Teniendo, pues, un gran Pontífice que penetró en los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, mantengámonos adheridos a la confesión (de nuestra fe). 15 No es nuestro Pontífice tal que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, antes fue tentado en todo a semejanza nuestra, fuera del pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, a fin de recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno auxilio.

Breve y conmovedora exhortación a la confianza. La idea fundamental es que, teniendo un tal Pontífice, Jesucristo, Hijo de Dios, que ha entrado ya en el lugar del descanso e intercede por nosotros ante el trono del Padre, no deben desanimarnos las dificultades. En este sentido, la presente historia es conclusión de lo que precede; así lo insinúa, además, la partícula “pues” del v.14. Sin embargo, no parece caber duda que el autor de la carta está pensando en ofrecer también una especie de introducción al tema que va a desarrollar a continuación, el del sacerdocio de Jesucristo. Es la conocida habilidad para las transiciones, que hemos hecho notar ya en otras ocasiones (cf. 1:4-5; 2:17-3:2).
De Cristo sumo sacerdote se había hablado ya anteriormente, pero como de pasada (cf. 2:17; 3:1); ahora se va a hablar de modo amplio y directo a lo largo de varios capítulos. En esta especie de introducción se le llama “gran sumo sacerdote” (αρχιερέα μέγαν ), título de doble grandeza, y se da a entender ya desde un principio que el santuario donde ejerce su función sacerdotal medianera es el cielo, adonde subió, después de haber padecido y muerto acá en la tierra para llevar a cabo la obra redentora (v.14; cf. 1:3; 8:1-5). Se añade que, no obstante su grandeza (v.14), está lleno de compasión hacia nosotros, dispuesto a ayudarnos en todo, pues en su misma persona pasó por la prueba de nuestras debilidades, excepto la del pecado (v.15; cf. 2:17-18). La conclusión, pues, se impone: con la presencia allí de Jesucristo, acerquémonos con plena confianza al trono de Dios, el cual será para nosotros, no tribunal de justicia, sino “trono de gracia,” de donde derivarán favores y ayudas para cada ocasión y circunstancia (v.16).
Tal es, en resumen, el contenido de esta perícopa. Añadamos únicamente, dada su importancia, un breve comentario a la afirmación de que Jesucristo, nuestro gran sumo sacerdote, fue “tentado en todo (πεπειρασμένον κατά πάντα ) a semejanza nuestra, fuera del pecado” (ν .15). La palabra “tentación” equivale aquí prácticamente a prueba, que al fin de cuentas eso es la tentación: algo que pone a prueba las fuerzas y virtud del hombre (cf. Lev 22:28). Jesucristo, igual que nosotros, padeció las “tentaciones” o pruebas de cansancio, hambre, temor ante el sufrimiento, etc. (cf. Mat 4:2; Mar 14:33-39; Jua 4:6); incluso fue tentado por el diablo (cf. Luc 4:13). Sin embargo, cuando se metía de por medio el pecado, hubo una gran diferencia: la de que El, no solamente no cometió pecado (cf. Jua 8:46; 2Co 5:21; 1Pe 2:22; 1Jn 3:5), sino que ni lo podía cometer, y las tentaciones en este sentido no podían provenir sino del exterior (cf. Mat 4:8-10), nunca de su interior, donde no existía esa lucha entre carne y espíritu que tantas veces a nosotros nos arrastra al pecado (cf. Gál 5:16-25). Mas esa “impecabilidad,” que le coloca aparte y por encima de nosotros, en nada disminuía su “compasión de nuestras flaquezas” (v.15); antes al contrario, más bien la hacía más elevada y pura, ya que jamás podía mezclarse ahí el egoísmo.

Fuente: Biblia Comentada

promesa. Este es el primer uso de esta palabra tan importante en Hebreos. El contenido de esta promesa se define como «entrar en su reposo». su reposo. Vea la nota sobre Heb 3:11. Este es el reposo que Dios da y por eso es llamado «mi reposo» (Sal 95:11) y «su reposo». Para los creyentes, el reposo de Dios incluye su paz, confianza de salvación, seguridad en su fortaleza y certidumbre de un hogar celestial futuro (cp. Mat 11:29). no haberlo alcanzado. Toda la frase podría traducirse «para que no piensen que han llegado demasiado tarde para entrar en el reposo de Dios» (cp. Heb 12:15). Con temor reverente todos deben examinar su propia condición espiritual (cp. 1Co 10:12; 2Co 13:5) y animar a los demás para que se mantengan firmes en su compromiso (cp. Jud 1:23).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Resumen : Los versículos 1 al 11 continúan la discusión comenzada en el capítulo 3. Se describe el reposo de Dios, y éste se identifica como el estar con Dios en los cielos eternamente. Los del éxodo no entraron en el reposo de Canaán debido a su incredulidad. La aplicación a los hebreos es que tampoco nosotros los cristianos entraremos si no continuamos en la fe de Jesús. El reposo de Dios en el séptimo día, después de la creación, el séptimo día guardado por los judíos bajo la ley de Moisés, y la posesión de la tierra prometida, son figuras o tipos de este reposo de Dios. Es el verdadero reposo que queda para el pueblo (fiel) de Dios. Aun David, en el Sal 95:1-11, escribiendo quinientos años después de la posesión de Canaán, exhorta a los de su generación no ser incrédulos, sino obedecer la voz de Dios que llama al hombre a este reposo. Esto prueba que el reposo de Dios es espiritual, y no material. Los cristianos debemos procurar entrar en él.
Los versículos 12 y 13 recuerdan a los hebreos (y a nosotros también) que Dios no puede ser engañado. Su Palabra penetra hasta las partes más interiores del ser humano y nada se esconde. Nos conviene, pues, ejercer cuidado espiritual y continuar en la fe, en lugar de apostatar.
Los versículos 14 al 16 comienzan una discusión sobre el sacerdocio de Jesús que continúa hasta el capítulo 10. Considerando los hermanos hebreos cómo es este gran sacerdote, querrían acercarse al trono de
Dios por Jesucristo para hallar el oportuno socorro.

4:1 — «Temamos, pues». Los hermanos hebreos estaban en peligro de caer de la gracia de Dios. Por eso les exhorta a temer tal posibilidad. No pudieron entrar en el reposo de Canaán los judíos incrédulos (desobedientes–3:18,19); la misma falta de fe excluiría ahora a los hebreos cristianos del reposo de Dios, que es la vida eterna en el cielo. A esto se refiere la frase, su reposo, en este versículo 1.
–«alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado». Fallar al no alcanzar el cielo. Dice la versión Hispanoamericana, «Temamos, pues, no sea que tal vez… alguno de vosotros parezca haberse quedado atrás». Dejar la fe de Cristo por el judaísmo sería incredulidad. Por este pecado se quedaron atrás los israelitas salidos de Egipto y no se les concedió entrar en la tierra prometida. Ahora si los hermanos hebreos cometen el mismo pecado, se quedarán atrás y no se les concederá entrar en el cielo.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL REPOSO QUE NO OSAREMOS PERDER

Hebreos 4:1-10

Es verdad que la promesa que ofrece la entrada en el reposo de Dios todavía nos sigue abierta; pero tened cuidado, no sea que alguno de vosotros se encuentre excluido. Por supuesto, es cierto que a nosotros se nos ha predicado el Evangelio, como a los antiguos; pero a ellos no les sirvió de nada la Palabra que oyeron, porque no les caló hasta las entretelas de su ser median te la fe. Somos nosotros, los que hemos hecho la decisión de la fe, los que entramos en el reposo; porque de aquellos dijo Dios: «Juré en Mi ira: ¡De ninguna manera entrarán en Mi reposo!» Esto dijo Dios, aunque Sus obras estaban concluidas desde la fundación del mundo; porque, en algún lugar de la Escritura se dice así del séptimo día: «Y reposó Dios de todas Sus obras en el séptimo día. » Y dice en este lugar: «De ninguna manera entrarán en Mi reposo.» Entonces, como aún falta que algunos entren, y como no entraron aquellos a los que se predicó el Evangelio en la antigüedad por su falta de confianza, Dios fija otra vez un día cuando dice por medio de David después de un espacio considerable de tiempo: «¡Hoy!» -exactamente como había dicho antes-, «Si oís hoy Mi voz, no endurezcáis el corazón.» Si Josué los hubiera introducido en el reposo, entonces Dios no estaría después hablando de otro día. Así es que queda un reposo sabático para el pueblo de Dios. El que ha entrado en este reposo ha descansado de todas sus obras, como Dios descansó de las Suyas.

En un pasaje tan complicado como éste es mejor tratar de captar las líneas generales del pensamiento antes de mirar algunos de sus detalles. El autor usa la palabra reposo (katá paysis) en tres sentidos diferentes. (i) Como si dijéramos la paz de Dios. Es lo más grande del mundo el entrar en la paz de Dios. (ii) Como la usó en 3:12 queriendo decir La Tierra Prometida. Para los israelitas que llevaban tanto tiempo vagando por el desierto la Tierra Prometida era sin duda el reposo de Dios. (iii) La usa del reposo de Dios después del sexto día de la Creación, cuando terminó todas Sus obras. Esto de usar una palabra en dos o tres sentidos diferentes, jugando con ella hasta sacarle todo su jugo, era característico del pensamiento culto y académico de los días en que escribió el autor de La Carta a los Hebreos.

Ahora, veamos los pasos del argumento. Será más sencillo enumerarlos uno por uno.
(i) La promesa del reposo de Dios todavía sigue abierta para Su pueblo; el peligro consiste en dejar de alcanzarla.
(ii) Los israelitas de la antigüedad dejaron de entrar en el reposo de Dios. Aquí la palabra reposo se usa en el sentido del asentamiento en la Tierra Prometida después de los años del desierto. La referencia esa Números 13 y 14. Estos capítulos cuentan la llegada de los israelitas a la frontera de la Tierra Prometida; la misión de los doce exploradores que habían de inspeccionar la tierra; que diez de los doce volvieron con el veredicto de que la tierra era buena pero las dificultades eran insuperables; que Caleb y Josué solos estaban a favor de entrar a conquistarla en el poder del Señor; que el pueblo siguió el consejo de los cobardes, y que el resultado fue que aquella generación de cobardes desconfiados quedó definitivamente descartada para entrar al reposo y la paz de la Tierra Prometida. No confiaron en que Dios los sacaría con bien de las dificultades que tenían por delante; y, por tanto, no llegaron a disfrutar del reposo que hubiera podido ser suyo.

(iii) Ahora el autor pasa al sentido de la palabra reposo. Es verdad que los del pasado se perdieron el reposo que hubieran podido disfrutar; pero, aunque se lo perdieron, el reposo siguió existiendo. Detrás de este argumento subyace una de las concepciones favoritas de los rabinos. El séptimo día, después que la Creación fue completada, Dios descansó de sus labores. En la historia de la Creación de Génesis 1 y 2, hay un detalle curioso. De los primeros seis días se dice que «fue la tarde y la mañana» -según la manera judía de medir el día, que empezaba a la puesta, no a la salida del Sol-. Es decir: que todos los días tuvieron un principio y un fin. Pero el día séptimo, el del reposo de Dios, no se mencionan la tarde y la mañana. De aquí los rabinos sacaban la conclusión de que, aunque los otros días terminaron, el día del reposo de Dios no tenía fin; el reposo de Dios era para siempre. Por tanto, aunque hacía mucho tiempo los israelitas fracasaron en su oportunidad de entrar en ese reposo, todavía se sigue ofreciendo.

(iv) De nuevo el autor vuelve al sentido del reposo como la Tierra Prometida. Llegó el día, después de cuarenta años de deambular por el desierto, cuando, al mando de Josué, el pueblo de Israel consiguió entrar en la Tierra Prometida. Entonces, la Tierra Prometida fue el descanso, y se podría pensar que entonces se cumplió la promesa.

(v) Pero no; la promesa no se agotó, porque, en el Sal 95:7-11 , David oye la voz de Dios que le dice al pueblo que puede entrar en Su reposo si no endurece el corazón. Es decir: siglos después de que Josué introdujera al pueblo en el reposo de la Tierra Prometida, todavía Dios sigue llamando a entrar en Su reposo. Este reposo ya no se refiere a entrar a vivir en la Tierra Prometida.

(vi) Y aquí llega el llamamiento final. Dios sigue llamando a no endurecer el corazón y a entrar en Su reposo. El «hoy» de Dios no ha terminado, y la promesa sigue abierta; pero «hoy» no va a durar siempre; la vida llega a su fin; uno se puede perder la promesa; por tanto, dice nuestro autor: «¡Aquí y ahora, por la fe, entrad en el verdadero reposo de Dios!»
Hay una cuestión muy interesante de sentido en el versículo 1. Hemos adoptado la traducción: tened cuidado, no sea que alguno de vosotros se encuentre excluido. Es decir: «Tened cuidado, no sea que vuestra desobediencia y falta de fe tenga como consecuencia que se os cierre la entrada en el reposo y la paz que Dios os ofrece.»

Esa puede ser la traducción correcta; pero otra posibilidad muy interesante sería: «Tened cuidado, no sea que creáis que habéis llegado demasiado tarde para entrar a disfrutar ya nunca del reposo de Dios.»
En la segunda traducción hay una advertencia. Es muy fácil llegar a pensar que los grandes días de la religión ya han pasado. Se cuenta que un niño, cuando le contaron alguna de las grandes historias del Antiguo Testamento, dijo con añoranza: «Dios era mucho más emocionante entonces.» Hay una tendencia constante en la iglesia a mirar atrás y pensar que el poder de Dios ha disminuido y que los días dorados se han terminado. El autor de Hebreos nos dirige su toque de atención: «¡No creáis que habéis llegado demasiado tarde! No creáis que los días de las grandes promesas y de las grandes hazañas han quedado atrás. Todavía es «el hoy de Dios». Dios te ofrece una bendición tan grande como las de los santos del pasado, y te propone una aventura tan maravillosa como las de los héroes de la fe del pasado. Nuestro Dios es tan grande como ha sido siempre.»

Hay dos verdades permanentes en este pasaje.

(i) Una palabra, aunque sea muy grande, no sirve para nada a menos que llegue a formar parte de la persona que la oye. Hay muchas maneras de oír en el mundo: indiferente, desinteresada, crítica, escéptica, cínicamente. El oír que importa es el que escucha con interés, cree, y pone en acción. Las promesas de Dios no son meras piezas hermosas de literatura; son promesas en las que a uno le va la vida.
(ii) En el primer versículo, el autor de Hebreos exhorta a sus lectores para que tengan cuidado de no perder la promesa. La palabra que hemos traducido como tener cuidado quiere decir literalmente temer (fobeisthai). Este temor cristiano no es el miedo que le hace a uno salir huyendo de una tarea; ni el que le reduce a uno a una inactividad paralizada; es el temor que le hace a uno poner toda la carne en el asador en un esfuerzo para no perder aquello que de veras vale la pena.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 4

4. REPOSO DE DIOS Y OBRA DE LOS SEIS DÍAS (4/03-05).

1 y 2 en el cap. anterior

3 Porque nosotros, los creyentes, vamos entrando en el reposo, conforme a lo que dijo: «Así que juré en mi ira: Jamás entrarán en mi reposo»; y eso que las obras de Dios estaban terminadas ya desde la creación del mundo, 4 pues del día séptimo la Escritura ha dicho así: «Y en el día séptimo descansó Dios de todas sus obras» (Gen 2:2). 5 Y lo mismo en este pasaje: «Jamás entrarán en mi reposo.»

El concepto de reposo (katapausis), en conexión con el salmo 95, hace pensar en la tierra de Canaán. Allí se habían asentado los israelitas, después de haber errado sin cesar por el desierto, allí habían de vivir en reposo y seguridad al abrigo de sus enemigos. El mismo Dios de la alianza, que había acompañado a su pueblo en la marcha por el desierto, no tenía ya necesidad de morar en una tienda, había hallado en el templo su «lugar de reposo» (cf. Isa 66:1; Sal 131:14 ; Hec 7:49). Evidentemente, la carta a los Hebreos trasladó estas imágenes veterotestamentarias a un más allá celestial. A la comunidad cristiana se le promete un nuevo Canaán supraterreno, donde un día podrá descansar de todas las fatigas y tribulaciones de la vida.

En este pasaje interviene todavía otro motivo: el del descanso de Dios el séptimo día de la creación. Como Dios, al cabo de seis días, descansó de todas sus obras, también los cristianos, los creyentes, descansarán una vez de sus obras (cf. Rev 14:13). Pero el texto quiere decir algo más: no se limita a una mera comparación. Se trata de la calidad misma del reposo al que se retiró Dios después de la creación y al que está llamado el pueblo de Dios que peregrina. A todas luces, la carta no se refiere a una participación en algún atributo o en algún estado de Dios, sino que alude a la misma realidad celestial que en otros lugares se designa como «mundo futuro», «verdadero santuario», «patria celestial» o «ciudad permanente». El lugar de reposo de Dios es por tanto como una tierra que está preparada desde el comienzo mismo del mundo. A nosotros, que conocemos la palabra «reposo» casi exclusivamente por la liturgia de difuntos y le asociamos la idea de un estado intermedio del alma separada del cuerpo (o incluso del cadáver que reposa en el camposanto), puede parecernos un tanto curioso el empleo del término «reposo» para designar la consumación de la salvación cristiana. No obstante, si tenemos en cuenta que nuestra vida, a fuerza de agitación, de desasosiego y de ajetreo, no llega nunca al reposo, también nosotros miraremos al reposo, a la katopausis celestial, como a una meta ardientemente deseable.

5. EXHORTACIÓN FINAL (4/06-11).

6 Y como todavía quedan algunos por entrar en el reposo, e incluso los primeros a quienes fue anunciado el Evangelio no entraron, por causa de su rebeldía, 7 vuelve a fijar un día determinado -hoy-, diciendo por boca de David después de tanto tiempo, conforme a lo ya dicho: «Hoy, si oís su voz, no endurezcáis vuestros corazones». 8 Efectivamente, si Josué los hubiera introducido en el reposo, la Escritura no hablaría ya de un día posterior a esto. 9 Así que aún le queda al pueblo de Dios un reposo sabático16. 10 Porque el que entra en el reposo de Dios, también él descansa de sus obras, como Dios de las suyas propias. 11 Esforcémonos, pues, por entrar en aquel reposo, para que nadie caiga en aquella misma rebeldía.

La homilía vuelve todavía a compendiar, como conclusión, la idea fundamental y pone en guardia con el mayor empeño contra la desobediencia, que a los mismos israelitas del tiempo del desierto les impidió ya entrar en el reposo de Dios. Pero ni siquiera la toma de posesión de la tierra por Josué condujo a la meta anhelada de las promesas. El autor demuestra esta afirmación que a nosotros se nos antoja obvia con un argumento que se encuentra también algunas veces en san Pablo (por ejemplo: Gal 3:17). Las palabras del salmo 95 se pronunciaron mucho tiempo después de la toma de posesión de la tierra de Canaán y por tanto deben referirse a otro acontecimiento, a otro «hoy». Es posible que desde el punto de vista de una exégesis científica sea insostenible esta argumentación; sin embargo, su intención es digna de tenerse en cuenta. En realidad, el Antiguo Testamento entendido en sentido cristiano no quiere informar sobre cosas pasadas, sino que apunta a nuestro futuro, a fin de que nosotros afrontemos el presente, el «hoy»>. Así la carta a los Hebreos nos instruye para que oigamos el Antiguo Testamento como una palabra que va dirigida a nuestra misma vida y nos fuerza a tomar una decisión.

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16.Ya en el Antiguo Testamento se designa el sábado como «día de reposo» (Exo 35:2; 2Ma 15:1, y passim).

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6. HIMNO A LA PALABRA DE DIOS (4/12-13).

12 Porque la palabra de Dios es viva y operante, y más tajante que una espada de dos filos17: penetra hasta la división de alma y espíritu, de articulaciones y tuétanos, y discierne las intenciones y pensamientos del corazón. 13 Nada creado está oculto a su presencia: todo está desnudo y patente a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

PD/FUERZA: El himno se halla al final de la primera parte de la carta y nos hace volver con el pensamiento al comienzo de la misma. Dios habló antes por los profetas, ahora ha hablado por su Hijo. Que nadie tenga en poco su palabra considerándola como mera palabra y no como obra. ¿A un mundo que, por cierto, no puede quejarse por falta de palabras -incluso, y sobre todo, de palabras hermosas, buenas, elevadas y devotas-, no tiene Dios otra cosa que ofrecerle que su palabra? Cierto que Dios no se ha contentado sólo con hablar: calló en la muerte de su propio Hijo, pero este callar sangriento «habla más elocuentemente que la sangre de Abel» (2Ma 12:24), y así se nos remite de nuevo a la palabra, flaca e impotente desde el punto de vista humano. Sólo la fe sabe qué fuerza, qué vida reside en la palabra de Dios, y sabe que esta palabra es el poder decisivo de este mundo. Aunque mil veces sea desoída, ignorada, no se le haga el menor caso y se cometan acciones que la dejen en mal lugar, alguna vez llega para cada cual la hora de la verdad, cuando la palabra humillada y despreciada viene a pedirle cuentas.

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17. También Efe 6:17 compara la «palabra de Dios» con una «espada del Espíritu». Cf. también la espada de dos filos que sale de la boca del Hijo del hombre en el cielo (Rev 1:16).

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Parte segunda

EL SUMO SACERDOCIO DE JESÚS 4,14-10,31

La gran pieza central de la carta está encerrada entre dos paréntesis (4,14-16 y 10,19-31), que sustancialmente suenan lo mismo y que nos dan a conocer las intenciones que persigue el autor con sus reflexiones, en parte bastante difíciles: en la convicción de que tenemos «un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos» (4,14), que con su sangre nos facilitó la entrada al verdadero «lugar santísimo» (10,19-21), debemos «mantener firme nuestra profesión (de la esperanza» (4,14; 10,23), y «acercarnos con confianza al trono de la gracia» (4,16; cf. 10,22). Se trata, por tanto, de nuevo de la firmeza y fidelidad en la fe, de la actuación gozosa en el culto (10,25) y en la corrección fraterna, encaminada al amor y a las buenas obras (10,24).

I JESÚS; NUESTRO SUMO SACERDOTE (4,14-5,10)

1. TENEMOS UN SUMO SACERDOTE QUE SIENTE CON NOSOTROS (4, 14-5, 3).

14 Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, mantengamos firme nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compartir el peso de nuestras debilidades, sino al contrario: tentado en todo, como semejante nuestro que es, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia, para que obtengamos misericordia y hallemos gracia para ser socorridos en el momento oportuno.

5,1 Porque todo sumo sacerdote, tomado de entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en los relaciones con Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. 2 él puede sentir indulgente compasión hacia los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. 3 A causa de ellas, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo.

Nuestra carta no está compuesta como un artículo científico, que va exponiendo una idea tras otra con rigurosa sucesión lógica. La carta se asemeja más bien a una sinfonía, en la que los temas y motivos están entrelazados con maestría. Así, el motivo del sumo sacerdote misericordioso se dejó ya oír brevemente al principio (2,17), luego desapareció, y ahora vuelve a desarrollarse ampliamente como primera motivación del marco parenético en que está encerrada la gran pieza central. Debemos mantener firmemente nuestra profesión y, con confianza, es decir, sin temor, con la seguridad de ser escuchados, acercarnos al trono de la gracia, porque nuestro sumo sacerdote, no obstante su elevación celestial, tiene un corazón que siente con nosotros.

Repetidas veces se ha observado que el autor de la carta a los Hebreos no manifiesta esa entrañable familiaridad con Cristo que distingue tan señaladamente las cartas del apóstol Pablo. La imagen de Cristo de nuestra carta es como un icono: tiene rasgos solemnes, cultuales, parece proceder más de una especulación erudita sobre la Escritura, que de experiencia viva de la fe. Tales observaciones son sin duda alguna exactas, y todavía tendremos ocasión de confirmarlas más de una vez. Sin embargo, es posible que el autor mismo se hiciera cargo de esta deficiencia suya y tratara de remediarla insistiendo con especial ahínco en la misericordia compasiva de Cristo. Mientras que el apóstol Pablo había experimentado en forma muy concreta en el camino de Damasco el amor redentor del Hijo de Dios, el autor de la carta a los Hebreos tuvo que tomar de la tradición su saber acerca de Cristo y reforzarlo con motivos de razón o con pruebas de la Escritura. Por consiguiente, aunque sus consideraciones nos hagan de cuando en cuando la impresión de algo académico, de nosotros depende el actualizarlas.

Entre hombres no sabemos nunca con seguridad cómo enjuician nuestras debilidades, si nos reprueban y condenan severamente o si lo dejan pasar todo con indiferencia. De Jesús sabemos cuál es su posición frente al pecado, pero también sabemos que no rehúsa su ayuda a ningún pecador que se dirija a él.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Heb 3:11; Heb 3:18.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La promesa de entrar en su reposo nos ha sido aportada por el evangelio. Nuestra situación es tan parecida a la de los israelitas en el desierto que el autor puede decir que también a nosotros, como a ellos, nos han sido anunciadas las buenas nuevas. Ellos recibieron la promesa de entrar en la tierra prometida (p. ej. Exo. 3:7-10; 34:10-14) y fueron llamados a vivir por la fe en esa palabra de Dios. En ese sentido el evangelio les fue predicado (fueron “evangelizados”; v. 2, cf. Gál. 3:8, 9). Por lo tanto, siempre que esté en pie la promesa, temamos (DHH, “debemos prestar mucha más atención”) que alguno de vosotros parezca quedarse atrás. Siempre hay la posibilidad de que algún miembro del grupo pueda fallar y no alcanzar el prometido reposo por la misma razón que los israelitas bajo Moisés no llegaron a alcanzar su herencia: de nada les aprovechó el oír la palabra, porque no se identificaron por fe con los que la obedecieron. Esto probablemente se refiere al hecho de que la mayoría no compartió la fe de Josué y Caleb cuando llegó el momento de entrar a la tierra de Canaán (Núm. 14). Todo ello indica que el oír el mensaje con fe es esencial para la salvación (cf. Rom. 10:14).

3-5 Los que hemos creído entraremos en el reposo del cual habla el Sal. 95:11. Dado que los israelitas ya estaban establecidos en Canaán cuando David escribió este Salmo, su advertencia sobre no obtener el reposo de Dios debe referirse a algo más allá de la posesión material. Gén. 2:2, donde se encuentra el verbo “reposó», se usa como llave para abrir el significado del mensaje. El reposo prometido en el Salmo es una forma de participar en el “sábado” del mismo descanso de Dios, luego de su obra en la creación (ver abajo sobre 4:9-11). En el argumento de Heb., el reposo de Dios equivale a “una patria mejor” (11:16), “la Jerusalén celestial” (12:22), el “reino que no puede ser sacudido” (12:28) y otras descripciones de la herencia del cristiano. Desde un punto de vista ese reposo ya existe para nosotros en el cielo y ahora ya puede “entrarse” en él por la fe (v. 3; 12:22). Ha estado en existencia desde la creación del mundo. Según otro punto de vista estamos en una peregrinación hacia la “ciudad permanente” (13:14) y debemos esperar ser dirigidos al “mundo venidero” (2:5). Heb. presenta la misma tensión entre el “ahora” y el “todavía no” que se encuentra en todo el NT. Jesús ha hecho posible que disfrutemos ciertas bendiciones en el presente, como una seguridad de que en el fin poseeremos todo lo que se nos ha prometido (cf. Ef. 1:13, 14).

6-8 El reposo que los israelitas experimentaron en el tiempo de Josué era un anticipo del reposo definitivo y celestial. Heb. sigue argumentando que el camino a esa herencia definitiva ha sido asegurado por el Señor Jesucristo (p. ej. 6:19, 20; 9:15; 10:19-22). Mucho tiempo después de la conquista de Canaán, el Sal. 95 señaló otro día como el día (hoy) para oír su voz y entrar al reposo de Dios. Esto prueba que David tenía en mente un reposo más allá de disfrutar la vida en la tierra de Israel. Si Josué había dado al pueblo su reposo definitivo en el tiempo de la conquista, Dios no hablaría después de otro día. La esperanza del pueblo de Dios es de un reposo celestial y no el restablecimiento del pueblo en la tierra de Israel. Las promesas fundamentales del antiguo pacto son cumplidas en una manera transformada por Cristo.

9-11 Dios desea que su pueblo participe en su propio reposo sabático. Esto involucra descansar de las obras que nos ha encomendado al presente (cf. Apoc. 14:13), así como Dios de las suyas. Sin embargo, no debemos pensar en el reposo de Dios como un descanso en ociosidad. La Escritura deja en claro que él sigue sosteniendo, dirigiendo y manteniendo su creación, habiendo completado la obra de establecerla (p. ej. 1:3; Sal. 104; Juan 5:17). La idea es más bien la de una libertad del esfuerzo y la lucha para gozar con Dios la satisfacción y perfección de su obra al crearnos y redimirnos. Dicho de otra manera, seremos liberados de todas las pruebas y presiones de nuestra actual existencia para servir a Dios sin obstáculos y para vivir con él para siempre (cf. Apoc. 7:13-17). Por lo tanto, hay necesidad de hacer todo esfuerzo para entrar en aquel reposo. Como la fe es el medio por el cual entramos al reposo de Dios (v. 3), el autor está reafirmando claramente la advertencia contra endurecer nuestros corazones en incredulidad. No está diciendo que aseguramos nuestra salvación por medio de buenas obras. Por otro lado, si la fe es genuina, se expresará en obediencia. Por lo tanto, nuestra preocupación debe ser que nadie caiga siguiendo el ejemplo de desobediencia de los israelitas, como se destaca en el Sal. 95:7-11.

12, 13 Este trozo termina con una reflexión sobre la Palabra de Dios (gr. ho logos tou Theou) y lo que ella puede lograr. No hay fundamento en el contexto para identificar esto con la Palabra personal de Dios mencionada en Juan 1:1-14. Es totalmente obvio que la expresión se refiere al evangelio, que se describe en el v. 2 como “las buenas nuevas … oír la palabra” (gr. ho logos tes akoues). El evangelio trae la promesa de salvación así como la advertencia de juicio (cf. 2:1-4). Sin embargo, también es claro que el Sal. 95 puede funcionar como la voz de Dios, llamándonos a la fe y advirtiéndonos sobre el endurecimiento del corazón. Este pasaje es en particular la Palabra de Dios que el autor de Heb. quiere que sus lectores escuchen en los caps. 3 y 4. De modo que lo que se dice en los vv. 12, 13 puede aplicarse también a la palabra de Dios escrita en la Escritura. En un lenguaje que recuerda Isa. 55:11, se dice que la Palabra de Dios es viva y eficaz, dando a entender que logra el propósito para el cual fue dada por Dios. Sin embargo, Heb. no sugiere que todos los que oyen el mensaje creerán automáticamente y así entrarán al reposo de Dios. La metáfora de la espada de dos filos se usa para pintar lo que inicialmente parece una figura atemorizante. La palabra de Dios penetra hasta los pliegues más profundos de nuestro ser, abriendo y juzgando los pensamientos y las intenciones del corazón. Es el “crítico” (gr. kriticoŒs) por el que todos son juzgados. Ciertamente, al confrontarnos con la palabra de Dios, somos confrontados por Dios mismo, y no existe cosa creada que no sea manifiesta en su presencia. Cuando el autor dice que todas (las cosas) están desnudas y expuestas ante los ojos de Dios, el cuadro es el de un animal con la cabeza hacia atrás y el cuello dispuesto para el sacrificio. Dicho simplemente, no podemos esconder nuestro rostro de aquel a quien tenemos que dar cuenta. Si la palabra de Dios tiene un efecto de disección y exposición de nuestras vidas ahora, no debemos endurecernos por el engaño del pecado y venir totalmente sin prepararnos para enfrentarle en el día final del juicio. En un análisis final, pues, este pasaje sugiere que la función negativa o juzgadora de la palabra de Dios puede ser una ayuda para nosotros al continuar nuestro viaje de fe.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

4.1-3 Algunos de los cristianos judíos que recibieron esta carta pudieron haber estado a punto de volver atrás del reposo prometido en Cristo, así como la gente en la época de Moisés dieron la espalda a la tierra prometida. En ambos casos, las dificultades del momento presente ensombrecieron la realidad de la promesa de Dios, y el pueblo dudó de que Dios cumpliera sus promesas. Cuando ponemos nuestra confianza en nuestros propios esfuerzos en lugar de ponerla en Cristo, nosotros también estamos en peligro de darle la espalda. Nuestros esfuerzos propios nunca son suficientes; solo Dios puede vernos a través de la fe.4.2 Los israelitas de la época de Moisés ejemplifican un problema que afrontan muchos de los que llenan nuestros templos hoy. Saben mucho de Cristo, pero no lo conocen personalmente; no combinan su conocimiento con la fe. Deje que las buenas nuevas acerca de Cristo influyan en su vida. Crea en El y respóndale en obediencia. Confíe en Cristo y actúe conforme a lo que usted conoce.4.4 Dios reposó en el séptimo día, no porque estaba cansado sino para indicar que había terminado la creación. El mundo era perfecto y Dios se hallaba muy satisfecho con él. Este reposo es una alegría anticipada de nuestro gozo eterno cuando sea redimida la creación, cuando se destruya todo indicio de pecado y el mundo vuelva a ser perfecto. Nuestra reposo en Cristo comienza cuando confiamos en El para permitirle que haga su obra perfecta y buena en nosotros (véase la nota en 3.11).4.6, 7 Dios les dio a los israelitas la oportunidad de entrar en Canaán, pero ellos fracasaron porque le desobedecieron (Números 14, 15). Ahora Dios nos da la oportunidad de entrar en el lugar supremo de reposo; El nos invita a acudir a Cristo. Para entrar en su reposo, debe creer que Dios tiene esta relación en mente para usted y que debe dejar de tratar de producirlo; debe confiar en Cristo para eso; debe determinar obedecerle. Hoy es el mejor momento para hallar la paz con Dios. Mañana puede ser demasiado tarde.4.8-11 Dios quiere que entremos en su reposo. Para los israelitas de la época de Moisés, este reposo fue la tierra prometida. Para los cristianos, es paz con Dios ahora y vida eterna en una tierra nueva después. No necesitamos esperar hasta la muerte para disfrutar del reposo y de la paz de Dios. ¡Los podemos disfrutar cada día ahora! Nuestro reposo diario en el Señor no termina con la muerte sino que se perfeccionará en un reposo eterno en el hogar que Cristo está preparando para nosotros (Joh 14:1-4).4.11 Si Jesucristo ha provisto para nuestro reposo mediante la fe, ¿por qué dice: «procuremos, pues, entrar en aquel reposo»? Esa no es la lucha de hacer bien a fin de obtener salvación, ni tampoco es una lucha mística para obtener victoria sobre el egoísmo. Se refiere a que debemos esforzarnos por apreciar y beneficiarnos de lo que Dios ya ha provisto. No debe darse por sentado la salvación. El apropiarse del don que Dios ofrece requiere decisión y consagración.4.12 La Palabra de Dios no es simplemente la colección de palabras suyas, un medio de comunicar ideas; es viviente, cambia la vida y es dinámica al obrar en nosotros. Con la agudeza del bisturí de un cirujano, revela lo que somos y lo que no somos. Penetra la médula de nuestra moral y vida espiritual. Discierne lo que está dentro de nosotros, tanto lo bueno como lo malo. No solo debemos oír la Palabra sino que también debemos permitir que moldee nuestra vida.4.13 Nada puede ocultarse de Dios. El ve todo lo que hacemos y tiene conocimiento de todo lo que pensamos. Aun cuando estemos pasando por alto su presencia, El está allí. Cuando procuramos ocultarnos de Dios, El nos ve. No podemos tener secretos para El. Es consolador saber que, aunque nos conoce íntimamente, sigue amándonos.4.14 Cristo es superior a los sacerdotes y su sacerdocio es superior al de los sacerdotes. Para los judíos, el sumo sacerdote era la autoridad religiosa máxima en la tierra. Solo él entraba en el Lugar Santísimo una vez al año para ofrecer sacrificios por los pecados de toda la nación (Levítico 16). Así como el sumo sacerdote, Jesucristo es el mediador entre Dios y nosotros. Como representante del hombre, intercede por nosotros ante Dios. Como representante de Dios, nos asegura el perdón de Dios. Jesucristo tiene mayor autoridad que los sumos sacerdotes judíos porque El es realmente Dios y hombre. A diferencia del sumo sacerdote que podía estar delante de Dios solo una vez al año, Cristo siempre está a la diestra de Dios, intercediendo por nosotros. El siempre está dispuesto a escucharnos cuando oramos.4.15 Jesucristo es como nosotros porque experimentó toda clase de tentaciones. Nos da consuelo saber que Cristo fue tentado en todo, y puede compadecerse de nosotros. Nos anima saber que fue tentado y no cayó en pecado. El nos muestra que no tenemos que pecar cuando nos enfrentamos a la tentación. Jesucristo es el único ser humano que ha vivido sin cometer pecado.4.16 La oración es la forma en que nos acercamos a Dios «confiadamente». Algunos cristianos lo hacen en forma sumisa con la cabeza inclinada, temerosos de pedirle a Dios que supla sus necesidades. Otros lo hacen con ligereza, con poca reflexión. Acuda a El con reverencia, porque El es su Rey; pero acuda también con confianza absoluta porque El es su Amigo y Consejero.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 124 Gén 2:3; Éxo 20:11; Heb 3:11

b 125 Gál 5:4; Heb 3:12; Heb 12:15

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Por tanto, temamos. Cuando los creyentes son desobedientes e incrédulos debe producirse en ellos el temor de no gozar de las bendiciones y la paz que Dios desea dar a sus hijos; así como los Israelitas que no creyeron debieron haber tenido temor de no poder entrar a la tierra prometida.

reposo. se refiere a dos cosas: 1) La entrada de Israel a la tierra prometida donde experimentarían paz, tranquilidad y bendición (cp. Nm 14:23, 30; Dt 12:9– 10 y v. coment. en 3:11); y 2) el reposo del creyente en Cristo, donde en su vida cotidiana puede experimentar paz y descanso (Jn 14:27; Mt 11:28– 30). En este contexto el reposo no es una referencia al estado eterno.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 super (1) Véase la nota 9 super (1).

1 super (2) O, crea haber llegado muy tarde para ello.

1 super (3) Véase la nota 11 super (1).

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Aunque Dios ha prometido hoy a los creyentes que pueden entrar en Su reposo, algunos pueden carecer de esta experiencia a causa de incredulidad.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

22 (B) Advertencia basada en la infide­lidad de Israel (3,7-4,13). 7. el Espíritu San­to: El espíritu de Dios, inspirador de las Escri­turas, habla a través de ellas. No se deben ver en la expresión conceptos trinitarios. El ver­sículo inicia una sección de advertencia basa­da en la experiencia de Israel durante la pere­grinación por el desierto. El argumento se apoya en la primitiva concepción cristiana que ve la redención realizada por Cristo como un nuevo éxodo. En el AT, el éxodo había servido como símbolo del regreso de los judíos del exi­lio de Babilonia (Is 42,9; 43,16-21; 51,9-11); en el NT, la obra redentora era considerada como un nuevo éxodo, experimentado en primer lu­gar por Jesús mismo (Lc 9,31) y después por sus seguidores (1 Cor 10,1-11). Los destinata­rios de Heb están todavía en camino hacia la meta de su éxodo: el santuario celestial adon­de les ha precedido Jesús (6,20). Se han can­sado y están en peligro de interrumpir su via­je. De ahí la advertencia para que no dejen de alcanzar la meta, como aquellos hebreos que se rebelaron contra Dios. La cita de los vv. 7b-11 está tomada de Sal 95,7b-l 1, pero difiere en muchos aspectos de la lectura de los LXX. La diferencia principal es que, mientras que los LXX (y el TM) conectan los «cuarenta años» (v. 10) con la ira de Dios, en este caso van con la frase anterior, «vieron mis obras», aunque en el v. 17 se sigue el orden de los LXX. La ra­zón de la trasposición no está clara. 9. vues­tros padres me pusieron a prueba: cf. Éx 17,7; Nm 20,2-5. 11. Cf. Nm 14,1-23. mi descanso: La tierra de Palestina; cf. Nm 20,12; Dt 12,9. Kasemann considera que el motivo de Heb del viaje del pueblo de Dios hasta su descanso asignado es un tema gnóstico (Wandering [–> 8 supra] 67-75; contra esto, véase C. Colpe, Die religionsgeschichtliche Schule [FRLANT 78, Gotinga 1961]), pero el equivalente veterotestamentario parece ser una explicación satis­factoria de la fuente de la cual echó mano el autor de Heb. (Para la opinión de que a Heb no le interesa el viaje de Israel como tal, sino únicamente la negativa de los hebreos a entrar en la tierra prometida debido al miedo que te­nían de que sus habitantes les dieran muerte [Nm 14,11-12.21-23.27-35], véase O. Hoñus, Katapausis [WUNT 11, Tubinga 1970] 116-46; de manera parecida Strobel, Hebraer 112). 12. el Dios vivo: El calificativo «vivo» aplicado a Dios significa que éste se maniñesta en sus obras (cf. Jos 3,10; Jr 10,10). La expresión «apostatar del Dios vivo» se toma frecuente­mente como indicio de que Heb no fue escrito para cristianos judíos en peligro de recaer en el judaísmo, sino para convertidos paganos; en el caso de un regreso al judaísmo, se argu­ye, no se hablaría de «apostatar del Dios ver­dadero». Sin embargo, el autor no habla sim­plemente del Dios verdadero, sino del Dios verdadero en cuanto vivo, es decir, en cuanto actúa y, concretamente, en cuanto se mani­fiesta en Cristo. Alejarse del cristianismo es, entonces, apostasía del Dios vivo, aun cuando fuera un regreso al judaísmo, donde se pasa por alto el acto supremo de Dios. 13. mientras todavía es hoy: El autor anticipa lo que va a de­cir en 4,2-11. El «descanso» en el que Israel iba a entrar era sólo una prefiguración de aquel descanso al que están llamados los des­tinatarios de la epístola; y todavía está abierto a ellos, siempre y cuando perseveren en la fe con la cual iniciaron su vida como cristianos.
14. hemos llegado a ser compañeros de Cristo: Probablemente la participación significa com­partir el destino común de entrar en el san­tuario celestial.
23 16-19. Cf. Nm 14,1-38; Dt 1,19-40. De­bido al miedo que les producía la perspectiva de entablar batalla con los cananeos, los he­breos se negaron a entrar en la tierra de Canaán. En castigo, el Señor decretó que todos, salvo los exploradores Caleb y Josué y quienes habían nacido después de la salida de Egipto, murieran en el desierto sin llegar a entrar en la tierra prometida. El autor hace hincapié en la conexión entre desobediencia (v. 18) e incre­dulidad (v. 19). 4,2. el evangelio nos ha sido predicado a nosotros lo mismo que a ellos: De­bido a que la promesa hecha a los hebreos de que entrarían en Palestina prefiguraba la pro­mesa hecha a los cristianos de que entrarán en el cielo, el autor utiliza terminología neotestamentaria para describir lo que había oído Is­rael; fue «el evangelio». 3-4. El «descanso» de Dios se ve con una dimensión más honda que no lo limita a Palestina. Sal 95,11 llama a esa tierra descanso de Dios («mi descanso») por­que era el lugar de descanso que iba a dar a su pueblo (contra G. von Rad, que ve la espiri­tualización del concepto en el salmo mismo; véase Gesammelte Studien zum Alten Testa­ment [Múnich 1965] 101-08 [trad. esp.: Estu­dios sobre el Antiguo Testamento (Salamanca 1982]). El autor lo entiende como una partici­pación en el descanso en el que Dios entró des­pués de que la obra de la creación hubiera quedado completada. Quienes sean fieles en­trarán en la morada de Dios, descrita aquí como un lugar de descanso, y no como el san­tuario celestial (modo habitual en que la de­signa el autor) ni como la ciudad permanente (13,14).
24 6-9. El autor intenta encontrar dentro del salmo su personal interpretación del des­canso de Dios. El sustantivo hebr. equivalente a «descanso» en Sal 95,11 es menüha y es dife­rente del vb. «descansar» en Gn 2,2 (sábat), pe­ro los LXX utilizan en ambos casos una pala­bra derivada de la misma raíz gr.: katapausis (Sal 95,11) y katapauó (Gn 2,2). De ahí que el autor de Heb encuentre en el texto del salmo una base para su interpretación. Sostiene él que lo que se les prometió a los hebreos no fue Palestina, sino una participación en el descan­so propio de Dios tras la creación; cf. la idea ju­día de que el sábado, que refleja ese descanso, es «la imagen del mundo venidero» (Gen. Rab.17 [12a]). Debido a su incredulidad, muchos de los hebreos del período del éxodo quedaron ex­cluidos de ese descanso, y ni siquiera los que entraron en Palestina bajo el mando de Josué (v. 8) entraron en el descanso prometido, que es una realidad mayor que la tierra prometida. (Puesto que la forma gr. de «Josué» es la mis­ma que la de «Jesús», el nombre como tal po­ne de relieve tanto la semejanza como el con­traste entre la figura del AT, que condujo a los hebreos a Palestina, y Jesús, que conduce a sus seguidores al descanso celestial de Dios.) Si no fuera así, Dios no seguiría ofreciendo la promesa mucho después de que Palestina hubiera sido ocupada. Sin embargo, sigue haciéndolo, como demuestra el mandato «de David» a los israelitas de su tiempo. Dicho mandato tam­bién va dirigido a los cristianos: «Si hoy escu­cháis su voz, no endurezcáis vuestros corazo­nes» (Sal 95,7-8). Debido a que la promesa sigue en pie, «queda un descanso sabático pa­ra el pueblo de Dios» (v. 9), una participación en el descanso sabático de Dios mismo.
25 11. esforcémonos por entrar: Aunque el vb. spoudazó, «esforzarse», también puede sig­nificar «apresurarse», el contexto no hace pen­sar en este significado. No se trata en absolu­to de darse prisa para entrar en el descanso, sino más bien de perseverar en el esfuerzo ne­cesario para alcanzarlo. 12-13. Estos dos ver­sículos continúan la exhortación a perseverar, pues la palabra de Dios juzga correctamente, dado que nada le es desconocido; a su luz han de ser juzgados dignos o indignos de entrar en el descanso de Dios los miembros de la pre­sente generación. 12. la palabra de Dios: Esto hace referencia al v. 7. Es la Palabra que habla a los seres humanos, invitándoles a la fe y la perseverancia. Es una Palabra salvadora, pero también juzga, puesto que condena a quienes se niegan a escucharla, viva y eficaz: La Pala­bra se describe de una manera calculada para poner de relieve su eficacia: produce vida (cf. Dt 32,47) y consigue su propósito (cf. Is 55,10-11) . No parece que el autor pretenda más que una personificación de la Palabra, aunque al­gunos ven aquí una referencia a la palabra de Dios encarnada en Jesús (cf. H. Clavier, «Ho logos tou theou dans l’épitre aux Hébreux», New Testament Essays [Fest. T. W. Manson, ed. A. J. B. Higgins, Manchester 1959] 81-93; R. Williamson, ExpTim 95 [1983-84] 4-8). más cortante que espada alguna de dos filos: cf. Is 49,2; Prov 5,4; Sab 18,16. El poder de penetra­ción de la Palabra se describe con lenguaje filoniano (cf. Quis rer. div. 130-31), pero en su contexto Filón no habla del poder de la Pala­bra con respecto al juicio, como ocurre aquí. alma y espíritu: Algunos ven en estas palabras una concepción del ser humano como com­puesto de cuerpo, alma y espíritu (E. Schweizer, «Pneuma», TDNT 6.446); es difícil estar de acuerdo con F. F. Bruce en que «sería cierta­mente aventurado sacar de estas palabras conclusión alguna acerca de la psicología de nuestro autor» (Hebrews 82). Estos compo­nentes humanos, como las correlativas «arti­culaciones y médulas», están íntimamente co­nectados, y la declaración de que la Palabra es lo bastante cortante para separarlos se hace simplemente para insistir en su poder de pe­netración. capaz de juzgar las reflexiones y pen­samientos del corazón: El autor atribuye a la Palabra ese conocimiento de los seres huma­nos que sólo tiene Dios (cf. Hch 1,24; 15,8). 13. desnudo y patente: El ptc. gr. tetrachélismena, «patente», guarda relación con el sustanti­vo trachélos, «cuello». El contexto indica que es sinónimo de «desnudo», pero ninguna de las explicaciones de cómo llegó a adoptar ese significado resulta realmente satisfactoria. Las palabras gr. de la última frase de este versículo pueden significar «acerca de quien hablamos» o «a quien hemos de dar cuenta». Esto último se ajusta mejor al contexto. Williamson (véase el comentario al v. 12) considera probable que el significado sea «con quien el Logos (Pala­bra) está presente en favor nuestro», y compa­ra esta frase con Jn 1,1.
26 (C) Jesús, sumo sacerdote miseri­cordioso (4,14-5,10). 14-16. Estos versículos recuerdan 2,16-3,1 y preparan para el desarro­llo que sigue sobre el sacerdocio de Jesús. 14. gran sumo sacerdote: Este es el único lugar de la epístola donde Jesús es denominado así; ha­bitualmente, el autor habla de él como sumo sacerdote o simplemente sacerdote; puede ser que en este momento desee hacer hincapié en la superioridad de Jesús respecto al sumo sacerdote judío con quien lo compara cons­tantemente. Filón aplica esta misma denomi­nación al Logos (cf. De somn. 1.214,219). que atravesó los cielos: Véase el comentario a 1,2; también 2 Hen 3-20. mantengamos nuestra con­fesión de fe: Véase el comentario a 3,2. 15. ten­tado en todo, como nosotros, aunque no pecó: La única diferencia que el autor señala entre las tentaciones de Jesús y las de sus seguidores es que él nunca sucumbió a ellas. 16. el trono de gracia: El trono de Dios (cf. 8,1; 12,2). El reinado del Jesús exaltado es un tema de Heb, como pone de manifiesto el uso frecuente de Sal 110,1, y en 1,8 el autor habla del trono de Jesús. Pero la semejanza entre este versículo y 10,19-22 demuestra que el autor está pensan­do en el acceso confiado a Dios que ha queda­do asegurado por la obra redentora de Jesús: «Por medio de Jesucristo, el verdadero sumo sacerdote, el trono de Dios se ha convertido en el trono de gracia» (Michel, Hebraer 209-10).

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

B224 Μήποτε se usa para introducir una cláusula de complemento directo después del verbo φοβηθῶμεν (esto aparece en los escritos de Lucas, de Pablo y en Hebreos como una peculiaridad semiliteraria, y no como un estilo popular): Por tanto, temamos, no sea que.

BD337(1) Aquí el aoristo de subjuntivo significa: comencemos a temer (de ingreso).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., una

I.e., de Dios

Fuente: La Biblia de las Américas

[8] Otros incrédulos, o Israelitas que retroceden.

[1] Una segunda oportunidad al pueblo endurecido.

[2] El pueblo de YHWH honran esa segunda oportunidad por medio de la obediencia a toda manera de reposo que El ha preparado para nosotros como es testificado por nuestras observancias del Shabát semanal.

[3] Hacer confesión en el Moshiach como el Hijo de YHWH es la parte fácil. Mantenerse a tal confesión sin sucumbir al engaño y enseñanzas seductivas, es el desafío de todo Israel. Terminar la carrera es lo qué determina si entras en el eterno Shabát.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[4] Gen 2, 2.[9] Que es el descanso que tienen los bienaventurados.[11] Por medio de la fe y las buenas obras.

Fuente: Notas Torres Amat

CAPÍTULO 4
4.1–10

4.1 El ejemplo del Israel rebelde en cuanto al no haber podido entrar en Canaán es usado como una severa advertencia para los cristianos que no permanecen en la fe, si ellos no permanecían firmes en la fe, igual no lograrían entrar en el reposo ofrecido por Dios. Este reposo no se refiere específicamente a la tierra de Canaán, como en el 3:18; más bien es usado este hecho histórico de la vida de Israel como un tipo del reposo presente y futuro en los cielos para los hijos de Dios.
4.2 El escuchar el evangelio por si sólo es insuficiente, a más de ello es indispensable una fe obediente hacia este.
4.3, 4 Los creyentes somos quienes lograremos mediante la fe entrar en el reposo al cual no lograron entrar los israelitas incrédulos en el desierto.
4.5-9 Por medio de David, Dios prometió otro reposo diferente, futuro y superior, de lo anterior nuevamente se infiere que el reposo prometido para Israel no fue la tierra de Canaán.
4.10 Al igual que Dios descansó de su obra creadora al séptimo día, quienes hemos depositado nuestra confianza en el Hijo de Dios descasaremos al disfrutar de las bendiciones presentes y futuras celestiales alcanzadas para nosotros por Él en la cruz.

Fuente: Comentario sobre Hebreos