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Comentario de Hebreos 9:23 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Hebreos 9:23 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Era, pues, necesario purificar las figuras de las cosas celestiales con estos ritos; pero las mismas cosas celestiales, con sacrificios mejores que éstos.

9:23

— «figuras». Véase 8:5, comentarios.

— «Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así». Se hace referencia al tabernáculo terrenal con sus artículos. Tanto el Lugar Santo como el Santísimo fueron purificados simbólicamente con sangre (versículo 21; Lev 16:11-20).

— «pero las cosas celestiales mismas» incluyen la iglesia sobre la tierra y los redimidos en el cielo en la eternidad, que son el antitipo del tabernáculo mosaico.

— «con mejores sacrificios que estos». El cielo o habitación de Dios nunca ha necesitado ninguna purificación, pues nunca ha sido impuro (Apo 21:27). Quiere decir que el cielo ha sido hecho accesible al hombre pecador. Ha sido hecha posible la entrada al cielo. Ahora puede el hombre perdonado habitar el cielo con Dios. Un lugar santo se considera impuro o contaminado si entra en él un inmundo (pecador). Para que el pecador entre en el cielo puro, Cristo tuvo que entrar primero con el sacrificio de su muerte para hacer satisfacción, y luego puede entrar el pecador perdonado. Esto fue prefigurado por la entrada en el Lugar Santísimo del sumo sacerdote, para santificar el Lugar Santísimo con sangre, y así hacer aceptable el culto del pueblo a Dios. Por la sangre de Cristo la presencia de Dios en el cielo llega a ser el lugar de asamblea para Dios y su pueblo redimido.

La frase «mejores sacrificios» se refiere a la muerte de Cristo. La frase está plural porque la muerte de Cristo (el sacrificio de nuestro Gran Sacerdote) corresponde a los sacrificios plurales mencionados anteriormente en esta frase.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

las figuras. Heb 9:9, Heb 9:10, Heb 9:24; Heb 8:5; Heb 10:1; Col 2:17.

pero las mismas cosas celestiales. Heb 9:11, Heb 9:12, Heb 9:14, Heb 9:24; Heb 10:4, Heb 10:10-17; Luc 24:26, Luc 24:46; Jua 14:3; 1Pe 1:19-21; Apo 5:9.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Si las figuras debían purificarse con sangre, un mejor sacrificio era necesario en la esfera del verdadero santuario.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

figuras. Vea la nota sobre Heb 8:5. El tabernáculo terrenal y sus utensilios solo fueron réplicas simbólicas del tabernáculo celestial verdadero (Heb 8:2), y también fueron sometidos a contaminación por las transgresiones del pueblo (Lev 16:16). las cosas celestiales. Como lo indica el contexto precedente, la inauguración del pacto mosaico por medio de sacrificios fue necesaria (vv. Heb 9:18-21). Ese concepto se aplica aquí al santuario celestial porque es dedicado o inaugurado como el santuario central del nuevo pacto mediante el sacrificio de Cristo. El pacto mejor requería un sacrificio mejor. mejores sacrificios. El sacrificio superior de Cristo es un tema central en Heb 9:13-28; Heb 10:1-18. Los múltiples y reiterados sacrificios del sistema levítico iban a ser superados por sacrificios mejores que quedarían representados en el sacrificio perfecto y único de Cristo que incluye a todos los demás (cp. Heb 10:12). Vea la nota sobre Heb 7:22.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

El ministerio de Cristo como sumo sacerdote es ejercido en el tabernáculo perfecto del cielo. El sumo sacerdote real que ofreció el sacrificio real por el pecado sirve en el tabernáculo real. Él es el cumplimiento definitivo y total de las copias y sombras propias del sistema levítico.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

9:23 — «figuras». Véase 8:5, comentarios.
–«Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así». Se hace referencia al tabernáculo terrenal con sus artículos. Tanto el Lugar Santo como el Santísimo fueron purificados simbólicamente con sangre (versículo 21; Lev 16:11-20).
–«pero las cosas celestiales mismas» incluyen la iglesia sobre la tierra y los redimidos en el cielo en la eternidad, que son el antitipo del tabernáculo mosaico.
–«con mejores sacrificios que estos». El cielo o habitación de Dios nunca ha necesitado ninguna purificación, pues nunca ha sido impuro (Apo 21:27). Quiere decir que el cielo ha sido hecho accesible al hombre pecador. Ha sido hecha posible la entrada al cielo. Ahora puede el hombre perdonado habitar el cielo con Dios. Un lugar santo se considera impuro o contaminado si entra en él un inmundo (pecador). Para que el pecador entre en el cielo puro, Cristo tuvo que entrar primero con el sacrificio de su muerte para hacer satisfacción, y luego puede entrar el pecador perdonado. Esto fue prefigurado por la entrada en el Lugar Santísimo del sumo sacerdote, para santificar el Lugar Santísimo con sangre, y así hacer aceptable el culto del pueblo a Dios. Por la sangre de Cristo la presencia de Dios en el cielo llega a ser el lugar de asamblea para Dios y su pueblo redimido.
La frase «mejores sacrificios» se refiere a la muerte de Cristo. La frase está plural porque la muerte de Cristo (el sacrificio de nuestro Gran Sacerdote) corresponde a los sacrificios plurales mencionados anteriormente en esta frase.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA PURIFICACIÓN INTEGRAL

Hebreos 9:23-28

Así que, si era necesario que las cosas que no son más que copias de las realidades celestiales se purificaran por tales procesos, es necesario que las realidades celestiales mismas se purifiquen por medio de sacrificios más excelentes que los que hemos venido estudiando. No ha sido a un santuario de fabricación humana donde ha entrado Cristo -cosa que no habría sido nada más que un mero símbolo de las cosas reales. ¡Ha sido en el mismo Cielo donde ha entrado, para presentarse esta vez como nuestro representante ante la misma presencia de Dios! Y no va a tener que ofrecerse repetidamente, como entra el sumo sacerdote año tras año en el Lugar Santísimo con sangre que no es suya propia. Si así fuera, Cristo habría tenido que sufrir una y otra vez desde que empezó el mundo. Ahora, de veras, una vez para siempre, al fin del tiempo presente, Él se ha presentado con el Sacrificio de Sí mismo, para cancelar la deuda de nuestros pecados. Y, de la misma manera que está establecido que los hombres no mueran más que una vez por todas para después presentarse ajuicio, así también Cristo, después de ser sacrificado de una vez para siempre para sobrellevar la carga de los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, no ya para resolver el problema del pecado, sino para traer la Salvación a todos los que Le están esperando.

El autor de Hebreos sigue pensando en la suprema eficacia del Sacrificio de Jesús; y comienza con un vuelo de pensamiento que es alucinante hasta para un escritor tan aventurero como él. Recordemos otra vez la idea básica de la carta, de que el culto de este mundo no es más que una copia confusa del Culto real. El autor dice que, en este mundo, los sacrificios Levíticos estaban diseñados para purificar los medios del culto; por ejemplo: los sacrificios del Día de la Expiación purificaban el tabernáculo, el altar y el Lugar Santísimo. Ahora pasa a decir que la Obra de Cristo purifica no sólo la Tierra, sino también el Cielo. Tiene el pensamiento grandioso de una especie de Redención cósmica que purifica todo el universo, visible e invisible.

Así que procede a subrayar una vez más en qué son supremos la Obra y el Sacrificio de Cristo.
(i) Cristo no entró en ningún santuario de fabricación humana, sino en la misma presencia de Dios. Debemos pensar en el Evangelio, no en términos de membresía de una iglesia, sino en términos de íntima comunión con Dios.
(ii) Cristo entró a la presencia de Dios, no solamente por Sí mismo, sino también como nuestro Representante. Entró para abrirnos el camino a nosotros, y para defender nuestra causa. En Cristo se da la paradoja más grande del mundo: la paradoja de la más excelsa gloria y del más humilde servicio, la paradoja de Uno por Quien existe todo el universo y Que existe para el universo, la paradoja del Rey eterno y del eterno Servidor.
(iii) El Sacrificio de Cristo no es necesario que se repita nunca. Año tras año se tenía que seguir el ritual del Día de la Expiación, porque había que expiar nuevamente las cosas que bloqueaban el camino hacia Dios; pero ya, gracias al Sacrificio de Cristo, el camino que conduce a Dios está abierto para siempre. Los hombres siempre han sido pecadores, y siempre lo serán; pero eso no quiere decir que Cristo tenga que seguir ofreciéndose a Sí mismo una y otra vez. El acceso está abierto de una vez para siempre. Podemos poner un ejemplo sencillo: Hacía mucho tiempo que cierta operación quirúrgica se consideraba imposible; pero un buen día, un buen cirujano descubre la manera de salvar las dificultades, y desde ese día el camino está abierto, y la operación es posible. Podemos decir que nunca habrá nada que añadir a la Obra de Cristo para abrir el camino que conduce a los pecadores a la presencia de Dios.
Por último, el autor de Hebreos traza un paralelismo entre la vida del hombre y la vida de Cristo.

(i) El hombre muere, y después viene el juicio. Eso ya era un golpe para los griegos, que pensaban que todo terminaba con la muerte. «Una vez que la tierra bebe la sangre de una persona dijo Esquilo-, ya no hay más que muerte, sin resurrección.» Y Eurípides: «No puede ser que los muertos vuelvan a la luz.» Homero hace decir a Aquiles cuando llega a las sombras: «Preferiría vivir sobre la tierra como jornalero de otro, con alguien que no tenga tierras y que viva con poco, antes que estar a la cabeza de todos los muertos que ya no son.» Mimnermo escribe con desesperación:

¡Oh Amor dorado! ¿Qué vida, qué gozo hay como el tuyo? ¡Venga la muerte cuando te hayas ido! ¡Ponga punto final!

Hay un sencillo epitafio griego:

¡Adiós, tumba de Melité; aquí yace la mejor de las mujeres, que amó a su amante marido Onésimo; tú fuiste la más excelente, por tanto, él te anhela después de tu muerte, porque fuiste la mejor de las esposas! ¡Adiós a ti también, amado esposo! Sólo, ama a mis hijos…»

Como G. Lowes Dickinson hace notar, en griego, la primera y la última palabra de un epitafio es «¡Adiós!» La muerte es el fin. Cuando Tácito está escribiendo su tributo en la biografía del gran Agrícola, lo único que puede decir al final es «Si…»

Si hubiera alguna morada para los espíritus de los justos; si, como desean los sabios, las almas grandes no perecieran con el cuerpo, ¡descansa en paz!

«Si» es la única palabra. Marco Aurelio decía que, cuando muere un hombre y su chispa vuelve a perderse en Dios, todo lo que queda es «polvo, cenizas, huesos y hedor.» Lo significativo de este pasaje de Hebreos es su certeza de que el hombre resucitará; y la advertencia de que resucita para ser juzgado.

(ii) Con Cristo es diferente: murió, resucitó y volverá otra vez, no para ser juzgado sino para juzgar. La Iglesia Primitiva no se olvidó nunca de la esperanza en la Segunda Venida. Latía en toda su fe. Pero para los incrédulos era una perspectiva terrible. Como leemos en Enoc acerca del Día del Señor antes que Cristo viniera: «Para todos vosotros, pecadores, no hay salvación, sino que lo que vendrá sobre vosotros será la destrucción y la maldición.» De alguna manera habrá de venir la consumación. Ese día, si Cristo viene como Amigo, no puede ser más que un día glorioso; si viene como un extraño o como Uno al Que hemos considerado un enemigo, sólo puede ser un día de juicio. Uno puede esperar el fin de todas -las cosas con gozosa expectación, o con desesperado terror. La diferencia sólo depende de cómo estemos con Cristo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

REFERENCIAS CRUZADAS

l 396 Heb 8:5; Heb 9:9

m 397 Lev 16:19; Lev 16:20

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

de las cosas en los cielos…en la presencia de Dios. El ministerio de Cristo abarca no sólo lo que hizo en la tierra sino lo que ha hecho en los cielos (Col 1:20). La obra purificadora de Cristo alcanza hasta la parte del cielo afectado por los espíritus malignos que fueron expulsados de la presencia de Dios (Is 14:12– 17; Ro 8:38– 39; Ef 6:12; Col 2:15). La obra de Cristo también fue efectiva para abrirnos el camino a la presencia del Padre (vers. 24).

Fuente: La Biblia de las Américas

23 super (1) El tabernáculo y todas las cosas relacionadas con él eran rociados y purificados con la sangre de toros y machos cabríos (vs.21-23). Esta figura nos muestra que las cosas celestiales necesitaban ser purificadas por la sangre de mejores sacrificios, los sacrificios de Cristo (7:27; 9:14,28; 10:10,12,14). El cielo y todas las cosas que estaban en el cielo fueron contaminadas por la rebelión de Satanás y de los ángeles caídos, quienes siguieron a Satanás en su rebelión contra Dios. Así que, todas las cosas celestiales necesitaban ser purificadas. Cristo llevó a cabo esta purificación con Su propia sangre, cuando entró en el cielo mismo (v.24).

23 super (2) Cristo se ofreció a Sí mismo como el único sacrificio (v.14; 10:12). Este único sacrificio, visto en sus muchos aspectos, puede ser considerado como muchos sacrificios. Cristo es el eterno Hijo del Dios viviente, quien se encarnó para ser el Hijo del Hombre, y se ofreció a Dios por medio del Espíritu eterno. Por esta razón Sus sacrificios, los cuales son El mismo, son mejores que los sacrificios anímales. Aquellos sacrificios fueron sombras que nunca pudieron quitar los pecados (10:11), No obstante, los sacrificios de Cristo son verdaderos y quitaron el pecado de una vez para siempre (v.26). Así que, El obtuvo una redención eterna para nosotros (v.12).

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Se inserta ritos para suplir elipsis del original.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

Lit., copias

Fuente: La Biblia de las Américas