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Comentario de Hebreos 9:6 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Hebreos 9:6 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Estas cosas fueron dispuestas así: En la primera parte del tabernáculo entraban siempre los sacerdotes para realizar los servicios del culto.

9:6 — «Y así dispuestas estas cosas, en la primera parte del tabernáculo». Véase versículo 2, comentarios. Este versículo enfatiza lo sagrado y lo exclusivo del Lugar Santísimo por medio de mostrar que en el Lugar Santo entraban diariamente más de un sacerdote, atendiendo al servicio diario en ese departamento del tabernáculo. Ahí quemaban incienso en el altar de oro en la mañana y en la tarde, alistaban las lámparas (Éxo 30:7-8; Luc 1:9), y cambiaban los panes de la proposición cada semana (Lev 24:8). Atendían a las ofrendas por el pecado de individuos, rociando la sangre de un becerro hacia el velo del tabernáculo (Lev 4:6). Pero, al hacer todo esto, no entraban más adentro en el tabernáculo. Oficiaban solamente en el Lugar Santo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

entraban los sacerdotes. Éxo 27:21; Éxo 30:7, Éxo 30:8; Núm 28:3; 2Cr 26:16-19; Dan 8:11; Luc 1:8-11.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Cada mañana y tarde los sacerdotes entraban al lugar santo para encender incienso en el altar de oro y despabilar las lámparas (Éxo 30:7, Éxo 30:8). Cada semana, en el día de reposo, se cambiaban los panes de la proposición (Lev 24:5-8).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

9:6 — «Y así dispuestas estas cosas, en la primera parte del tabernáculo». Véase versículo 2, comentarios. Este versículo enfatiza lo sagrado y lo exclusivo del Lugar Santísimo por medio de mostrar que en el Lugar Santo entraban diariamente más de un sacerdote, atendiendo al servicio diario en ese departamento del tabernáculo. Ahí quemaban incienso en el altar de oro en la mañana y en la tarde, alistaban las lámparas (Éxo 30:7-8; Luc 1:9), y cambiaban los panes de la proposición cada semana (Lev 24:8). Atendían a las ofrendas por el pecado de individuos, rociando la sangre de un becerro hacia el velo del tabernáculo (Lev 4:6). Pero, al hacer todo esto, no entraban más adentro en el tabernáculo. Oficiaban solamente en el Lugar Santo.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL ÚNICO ACCESO A LA PRESENCIA DE DIOS

Hebreos 9:6-10

Una vez preparadas todas estas cosas, los sacerdotes no hacen más que entrar ininterrumpidamente en la primera parte del tabernáculo para llevar a cabo los diferentes actos de culto; pero en la segunda parte, el sumo sacerdote es el único que entra, y sólo una vez al año y no sin sangre, que ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo. Así daba a entender el Espíritu Santo que todavía no estaba abierto el acceso al Lugar Santísimo mientras siguiera en pie el primer tabernáculo. Ahora bien: el primer tabernáculo está por la era presente, según cuya liturgia se ofrecen sacrificios que no pueden perfeccionar la conciencia de los que ofrecen ese culto; y que, como está basado en comidas y bebidas y diversas clases de abluciones, no son más que ordenanzas materiales, establecidas hasta el tiempo en que llegue el nuevo orden de cosas.

Sólo el sumo sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo, y eso sólo el Día de la Expiación. El autor de Hebreos está aquí pensando en las ceremonias de ese día tan especial. No tenía que describírselas a sus lectores porque las conocían muy bien. Para ellos eran las ceremonias más sagradas del mundo. Tenemos que tener en mente su desarrollo y sentido si queremos entender el pensamiento de nuestro autor. La principal descripción del Día de la Expiación está en Levítico 16.

En primer lugar debemos preguntarnos: ¿qué sentido tenía el Día de la Expiación? Como ya hemos visto, la relación entre Israel y Dios era la del Pacto. El pecado por parte de Israel interrumpía esa relación, y todo el sistema sacrificial existía para hacer expiación por el pecado y restaurar la relación perdida. Pero, ¿qué sucedía si quedaban algunos pecados por los que no se había hecho expiación? ¿Y qué sucedía si ni siquiera se era consciente de esos pecados? ¿Qué sucedería si el mismo altar hubiera quedado profanado? Es decir, ¿qué pasaría si todo el sistema sacrificial no estuviera cumpliendo su misión?

El Día de la Expiación se resume en Lv 16:33-34 :

Y hará la expiación por el santuario santo, y el tabernáculo de reunión; también hará expiación por el altar, por los sacerdotes y por todo el pueblo de la congregación. Y esto tendréis como estatuto perpetuo, para hacer expiación una vez al año por todos los pecados de Israel.

Era un gran acto general de expiación por todos los pecados. Era un gran día, en el que todo el pueblo y todas las cosas se limpiaban, para que pudiera continuar la relación entre Dios e Israel. Con ese fin, era un día de humillación. » Afligiréis vuestras almas» (Lv 16:29 ), que era otra manera de decir que ayunaran. Toda la nación ayunaba ese día, hasta los niños; y los judíos realmente devotos se preparaban para ese día ayunando los diez anteriores. El Día de la Expiación es diez días después del día de Año Nuevo del calendario judío, que es a primeros de septiembre del nuestro. Era con mucho el día más importante del año, para el sumo sacerdote especialmente.

Veamos, entonces, lo que sucedía en él. Por la mañana muy temprano, el sumo sacerdote se purificaba con un baño. Se ponía las santas vestiduras impresionantes que sólo usaba ese día, que se nos describen en Exdo 28 y 33: los pantalones de lino fino y la toga larga que le llegaba hasta los pies, tejida de una pieza; el manto del efod, largo, todo de azul oscuro, con una orla en la que se alternaban granadas de azul, púrpura y carmesí con campanillas de oro; sobre este manto se ponía el efod, que era probablemente una especie de túnica de lino, bordada en púrpura, carmesí y oro, con un cinto elaborado. Llevaba en los hombros las dos piedras de ónice en las que estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel, seis en cada una. Llevaba sobre la túnica el pectoral, de un palmo cuadrado, con doce piedras preciosas en las que estaban grabados los nombres de las tribus de Israel. De esta manera llevaba el sumo sacerdote al pueblo sobre sus hombros y sobre su corazón. En el pectoral estaban los Urim y Tumim, que se ha traducido por luces y perfecciones (Ex 28:30 ), pero que no se sabe exactamente qué eran; sólo que el sumo sacerdote los usaba cuando quería consultar la voluntad de Dios. En la cabeza llevaba una mitra alta, de lino fino, en la cual había una lámina de oro sujeta con una cinta azul en la que estaba grabado: «SANTIDAD AL SEÑOR.» Nos podemos figurar el aspecto deslumbrador que tendría el sumo sacerdote ese su gran día.

El sumo sacerdote empezaba por hacer lo que se hacía todos los días. Quemaba el incienso de la mañana, hacía el sacrificio de la mañana, y se encargaba de recortar las mechas de las lámparas del Candelabro de los siete brazos, uno de los grandes símbolos de Israel. Luego se pasaba a la primera parte del ritual especial de ese día. Todavía con sus ropas solemnes, sacrificaba un becerro y siete corderos y un carnero (Nm 29:7-8 ). Entonces se quitaba las ropas solemnes, se lavaba otra vez y se ponía la ropa sencilla de lino blanco. Se le traía un becerro que él había comprado con su propio dinero; colocaba las manos en la cabeza del becerro a la vista de todo el pueblo, y confesaba su propio pecado y el de su casa:

«Ah, Señor Dios, he cometido iniquidad; he cometido transgresión; he pecado, yo y mi casa. Oh Señor, Te suplico que cubras las iniquidades, transgresiones y pecados que he cometido, cometiendo transgresión y pecado delante de Ti, yo y mi casa, como está escrito en la Ley de Tu siervo Moisés: «Porque ese día, Él cubrirá (hará expiación) para ti dejándote limpio. De todas tus transgresiones delante del Señor serás limpiado. «»

Se dejaba un momento el becerro ante el altar; y entonces se procedía con una de las ceremonias únicas del Día de la Expiación. Se presentaban dos machos cabríos, y una urna con dos suertes: una estaba marcada Para Jehová; y la otra Para Azazel -que algunas veces se traduce por chivo expiatorio.

Se echaban las suertes, y se colocaba cada una en la cabeza de cada macho cabrío. Un trozo de tela escarlata, como una lengua, se ponía en el cuerno del macho cabrío para Azazel; y se dejaban los dos un momento. Entonces el sumo sacerdote se volvía hacia el becerro que estaba delante del altar, y lo mataba haciendo una incisión en el cuello y echando la sangre en un cacharro que tenía un sacerdote; había que estar moviendo el cacharro para que no se coagulara la sangre. Entonces llegaba el primero de los grandes momentos: el sumo sacerdote cogía carbones encendidos del altar y los ponía en el incensario; luego cogía incienso, y lo ponía en un recipiente especial; luego entraba en el Lugar Santísimo para quemar el incienso en la presencia de Dios. Estaba estipulado que no debía permanecer más tiempo del necesario » para no hacer que se aterrara el pueblo.» La gente estaba esperando, conteniendo literalmente el aliento; y cuando salía de la presencia de Dios todavía con vida, el suspiro general de alivio producía una ráfaga de aire.

Cuando salía el sumo sacerdote del Lugar Santísimo, cogía el cuenco de la sangre del becerro, volvía a entrar en el Lugar Santísimo y rociaba siete veces por arriba y otras siete por abajo. Salía, mataba el macho cabrío marcado para Jehová, entraba con su sangre otra vez al Lugar Santísimo y rociaba otra vez. Entonces salía, mezclaba las sangres del becerro y del macho cabrío y rociaba siete veces los cuernos del altar del incienso y el mismo altar. Lo que quedaba de la sangre se ponía al pie del altar del holocausto. Así se purificaban el Lugar Santísimo y el altar de cualquier contaminación que pudieran tener.

Y entonces llegaba la ceremonia más conmovedora: se traía el chivo expiatorio; el sumo sacerdote le imponía las manos y confesaba su pecado y el pecado del pueblo, y el chivo era conducido al desierto, » a tierra deshabitada», cargado con los pecados del pueblo, y allí se le soltaba para que se marchara lo más lejos posible, o quedara a merced de las fieras.
Luego, el sumo sacerdote se volvía al becerro y al chivo muertos, y los preparaba para el sacrificio. Todavía vestido de lino leía la Escritura: Levítico 16; 23:27-32, y repetía de memoria Nm 29:7-11 . Entonces oraba por el sacerdocio y por el pueblo. Una vez más se lavaba con agua y se ponía las vestiduras solemnes. Sacrificaba primero un cabrito por los pecados del pueblo; luego hacía los sacrificios normales de la tarde; luego sacrificaba las partes ya preparadas del becerro y del macho cabrío. A continuación se lavaba otra vez, se quitaba las vestiduras solemnes, se ponía las de lino blanco, y entraba por cuarta y última vez en el Lugar Santísimo para retirar el incensario que había estado ardiendo allí todo el tiempo. De nuevo se lavaba, se ponía las vestiduras solemnes, quemaba la ofrenda de incienso de la tarde, recortaba las mechas de las lamparillas del candelabro y daba por terminado su trabajo del día. Por la noche daba una fiesta para celebrar que había estado en la presencia de Dios y seguía vivo.

Ese era el ritual del Día de la Expiación, el día señalado para purificar de pecado todas las cosas y al pueblo. Esto era lo que tenía en mente e iba a explicar a continuación el autor de Hebreos. Pero también estaba pensando en otras cosas.

Todos los años había que repetir esta ceremonia. A todos les estaba prohibido entrar a la presencia de Dios menos al sumo sacerdote, y a él era algo que le producía terror. La purificación era meramente externa, con lavatorios de agua. El sacrificio consistía en animales y en su sangre. Todo aquello era un fracaso, porque tales cosas no pueden expiar el pecado. En todo ello, el autor de Hebreos ve un reflejo difuso de la realidad, una reproducción fantasmagórica del único Sacrificio verdadero: el de Cristo. Era un ritual impresionante, digno y hermoso; pero no era más que una sombra ineficaz. Jesucristo es el único Sacerdote y el único Sacrificio que pueden ofrecer el acceso a Dios a toda la humanidad.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

— primera parte de la Tienda: También llamada “lugar santo” (Éxo 26:33).

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Núm 18:2-6.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

REFERENCIAS CRUZADAS

q 348 Lev 24:3

r 349 Lev 24:4

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

oficiar en el culto. Las funciones levíticas sacerdotales alcanzaban su punto culminante cada año, en el oficio del gran día de la expiación (Lv 16). El escritor enfatiza que los sacerdotes ofician en la tienda exterior (Nm 8:3– 7).

Fuente: La Biblia de las Américas

servicios… Gr. latreía. Otra traducción posible: cultosNúm 18:2-6.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

O, exterior

Fuente: La Biblia de las Américas

g Núm_18:2-6.

Fuente: La Biblia Textual III Edición