Comentario de Hechos 1:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
En el primer relato escribí, oh Teófilo, acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,
1:1 — En el primer tratado, — el Evangelio según Lucas. Véase Luc 1:1-4. El libro de Lucas fue dirigido a «Teófilo» (Luc 1:3). El libro de Hechos fue dirigido también a Teófilo (Hch 1:1). El «primer tratado» registra la vida de Jesucristo, desde su nacimiento hasta su ascensión: en él «hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba». El autor de los dos tratados era Lucas. Los pasajes en Hechos que dicen «nosotros» incluyen a Lucas (16:10, 11; 20:5, 6). Era compañero de Pablo desde Troas (Hch 16:10) y estaba con él como ayudante en Roma (2Ti 4:11; Flm 1:24). Se llama «Lucas el médico amado» (Col 4:14,).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
En el primer tratado. Luc 1:24.
oh Teófilo. Luc 1:3.
de todas las cosas. Hch 2:22; Mat 4:23, Mat 4:24; Mat 11:5; Luc 7:21-23; Luc 24:19; Jua 10:32-38; Jua 18:19-21; 1Pe 2:21-23.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
RESUMEN DE HECHOS
Los Hechos de los Apóstoles son una parte muy valiosa de la revelación divina; e, independientemente de su recepción universal en la iglesia cristiana, como una producción auténtica e inspirada, posee la evidencia interna más satisfactoria de su autenticidad y verdad. La larga asistencia de San Lucas a San Pablo, y el haber sido testigo de muchos de los hechos que ha registrado, independientemente de su inspiración Divina, lo convierten en un historiador muy conveniente y creíble; y su conocimiento médico, porque se le permitió haber sido médico, les permitió a ambos formar un juicio adecuado sobre las curas milagrosas que realizó San Pablo, y darles un detalle auténtico y circunstancial de ellas. La sencillez y la simplicidad de la narración son también circunstancias fuertes a su favor. La historia de los Hechos es una de las partes más importantes de la Historia Sagrada, ya que sin ella ni los Evangelios ni las Epístolas podrían haberse entendido tan claramente; pero con la ayuda de esto, todo el esquema de la revelación cristiana se presenta ante nosotros en una visión clara y útil.Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Jesucristo, preparando a sus apóstoles para que contemplaran su ascensión, los reúne en el monte de los Olivos, ordenándoles que esperen en Jerusalén la venida del Espíritu Santo, promete enviarlo después de no muchos días, y asciende al cielo a la vista de ellos, Hch 1:1-9.
Después de su ascensión ellos son animados por dos ángeles a seguir adelante, y poner el enfoque en su segunda venida, Hch 1:10, Hch 1:11.
De acuerdo con esto, regresaron y se entregaron a la oración, escogiendo a Matías como apóstol en lugar de Judas, Hch 1:12-26.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
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LA CONTAGIOSA NOTICIA SURGIÓ EN JERUSALÉN Y LUEGO SE ESPARCIÓ rápidamente de persona a persona y de ciudad en ciudad. Dondequiera que fue halló oposición. Pero el mundo estaba mal equipado para combatirla. Potenciados por el Espíritu Santo, los seguidores de Cristo transmitían las buenas nuevas acerca de Jesús por todas partes. En menos de treinta y cinco años el evangelio alcanzó ciudades desde Jerusalén hasta Roma.
Lucas escribió el libro de los Hechos para mostrar el cumplimiento de las palabras de Jesús. «Edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (Mat 16:18). Antes de su ascensión al cielo, Jesús mandó a sus seguidores que hicieran discípulos a todas las naciones (Luc 24:46-49). Lucas comienza Hechos con la reiteración de esa comisión y una descripción del modo en que se llevaría a cabo (Hch 1:8). Esta comisión no sólo enlaza el libro de los Hechos con el Evangelio de Lucas; además provee un bosquejo del libro: el testimonio en Jerusalén y Judea (Hch 1:1-26; Hch 2:1-47; Hch 3:1-26; Hch 4:1-37; Hch 5:1-42; Hch 6:1-7); el testimonio en Judea y Samaria (Hch 6:8-15; Hch 7:1-60; Hch 8:1-40; Hch 9:1-31), y el testimonio hasta lo último de la tierra (Hch 9:32-43; Hch 10:1-48; Hch 11:1-30; Hch 12:1-25; Hch 13:1-52; Hch 14:1-28; Hch 15:1-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-28; Hch 19:1-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35; Hch 24:1-27; Hch 25:1-27; Hch 26:1-32; Hch 27:1-44; Hch 28:1-31).
El libro de los Hechos comienza en Jerusalén con los discípulos apiñados en una habitación el día de Pentecostés. Luego el Espíritu Santo vino sobre ellos y les dio autoridad para ser sus testigos. El resto de Hechos describe el efecto de onda expansiva de ese gran acontecimiento. Los seguidores de Jesús primero dieron testimonio a los judíos en Jerusalén, con Pedro en el centro del movimiento. Luego estalló la persecución (Hch 7:60), que dispersó a los creyentes hacia Samaria y al resto del mundo conocido. Saulo de Tarso, quien fuera líder de la persecución, se convirtió en líder de los perseguidos. En el capítulo Hch 11:1-30, el foco del libro de los Hechos se desplaza del ministerio de Pedro a los judíos al ministerio de Saulo a los gentiles. Bajo su nombre más conocido, Pablo, el perseguidor convertido estableció iglesias en Asia Menor y Europa. El libro de los Hechos registra tres de los viajes misioneros de Pablo y su viaje a Roma para someterse a juicio. El libro termina abruptamente cuando Pablo está bajo arresto domiciliario en Roma. El final es adecuado porque todo el libro de Hechos es en sí un prólogo. Jesús no ha terminado su tarea sobre la tierra. El relato que inició Lucas en este libro no terminará hasta que Jesucristo venga por segunda vez, en gloria (Hch 1:11; 1Co 15:28).
El libro de los Hechos da una historia condensada de la Iglesia en el primer siglo, un relato de un testigo de la milagrosa extensión del evangelio desde Jerusalén a Roma. Detalla cómo el Espíritu Santo dio autoridad a nuestros antepasados espirituales para llevar a cabo el mandato de Jesús de ser sus testigos alrededor del mundo. Los relatos en Hechos incluyen estimulantes ejemplos que podemos seguir, pero el tema recurrente del libro de los Hechos es que el Espíritu Santo dotó de poder a nuestros padres espirituales. Ese mismo poder está a nuestra disposición. Dios no nos dejó a merced de nuestras debilidades; envió su Espíritu Santo para ayudarnos a seguir el ejemplo de ellos (Efe 5:17, Efe 5:18), para ser testigos de Jesús en toda la tierra.
El libro de los Hechos es un relato histórico, pero al mismo tiempo tiene una profunda significación teológica. La fe del creyente se basa en hechos históricos: la vida, muerte y resurrección de Jesús. Estos acontecimientos los registró Lucas en su Evangelio para provocar fe. Si el hecho histórico de la resurrección de Cristo no es verdad, la fe del creyente carece de fundamento. Como afirma Pablo: «Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados» (1Co 15:17). El libro de los Hechos asegura al creyente que su fe se basa en hechos. El crecimiento extraordinario de la iglesia primitiva se fundaba directamente sobre el Cristo resucitado. Su mandamiento y el poder que el Espíritu Santo dio a los discípulos es la única explicación razonable de la rápida e increíble difusión del evangelio en el primer siglo. Los cristianos primitivos no eran testigos de un Cristo muerto, sino de un Cristo vivo a quien habían visto con sus propios ojos (Hch 1:1-5; Luc 24:36-53; 2Pe 1:16). Lo mismo tiene vigencia para nosotros. Jesús vive y sigue su obra por medio de la Iglesia.
Hechos comienza con una referencia del autor a su «primer tratado», escrito para un hombre llamado Teófilo (Hch 1:1), en una clara referencia al Evangelio de Lucas (Luc 1:3). Aun cuando el autor no se menciona por nombre en su evangelio ni en Hechos, la tradición primitiva señala a Lucas como el autor de ambos libros. Ya en el segundo siglo, autores antiguos como Ireneo (ca. 180 d.C. indican esto.
Llamado «médico amado» por Pablo (Col 4:14), Lucas era un doctor que Pablo conoció en Troas (Hch 16:8-11). Cuidó a Pablo en las enfermedades que sufrió durante sus viajes misioneros. Las referencias de Pablo a Lucas en 2Ti 4:11 y Filemón Flm 1:24 presentan a Lucas como fiel compañero de viaje de Pablo. Después de conocerse en Troas, Lucas se incluye en el equipo misionero que se registra en Hechos (Hch 16:10, donde comienza la sección «nosotros» del libro). La fiel amistad de Pablo y Lucas continuó hasta la muerte de Pablo en Roma, porque Lucas fue una de las pocas personas que no lo abandonaron (2Ti 4:11).
El libro de los Hechos no registra la muerte de Pablo. Termina abruptamente durante la estancia de Pablo en Roma (Hch 28:30). El arresto domiciliario de Pablo en Roma ocurrió alrededor del año 61 d.C. lo que marca la fecha más antigua posible de la terminación del libro. Hechos no hace referencia a la caída de Jerusalén en el año 70 d.C. ni a la persecución de Nerón contra los cristianos después del incendio de Roma el año 64 d.C. Seguramente Lucas mencionaría estos hechos significativos si hubieran ya ocurrido cuando escribió. Además, las muchas referencias a la vindicación de Pablo ante las autoridades romanas no tendrían sentido si Nerón hubiera ya comenzado su vehemente persecución de los cristianos. Por lo tanto, es razonable suponer que Hechos fue escrito entre los años 60 y 64 d.C.
Bosquejo
I. Testimonio de los apóstoles en Jerusalén Hch 1:1-26; Hch 2:1-47; Hch 3:1-26; Hch 4:1-37; Hch 5:1-42; Hch 6:1-7
A. Los hechos del Espíritu Santo Hch 1:1-26
B. El nacimiento de la Iglesia Hch 2:1-47
C. La sanidad del cojo Hch 3:1-26
D. En ningún otro hay salvación Hch 4:1-37
E. Arresto de Pedro y Jua 5:1-42
F. Líderes de la Iglesia incipiente Hch 6:1-7
II. La Iglesia incipiente da testimonios en toda Judea y Samaria Hch 6:8-15; Hch 7:1-60; Hch 8:1-40; Hch 9:1-31
A. Defensa y martirio de Esteban Hch 6:8-15; Hch 7:1-60
B. La Iglesia se dispersa Hch 8:1-40
1. Ministerio de Felipe en Samaria Hch 8:1-24
2. Encuentro de Felipe con el etíope Hch 8:25-40
C. Conversión de Saulo Hch 9:1-31
1. Visita desde el cielo Hch 9:1-19
2. Obediencia de Saulo a Jesús Hch 9:20-31
III. Testigos hasta lo último de la tierra Hch 9:32-43; Hch 10:1-48; Hch 11:1-30; Hch 12:1-25; Hch 13:1-52; Hch 14:1-28; Hch 15:1-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-28; Hch 19:1-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35; Hch 24:1-27; Hch 25:1-27; Hch 26:1-32; Hch 27:1-44; Hch 28:1-31
A. Extensión de la verdad a los gentiles Hch 9:32-43; Hch 10:1-48; Hch 11:1-30
1. Visión de Pedro Hch 9:32-43; Hch 10:1-22
2. Inclusión de los gentiles Hch 10:23-48
3. Explicación de Pedro a los creyentes en Jerusalén Hch 11:1-18
4. La iglesia en Antioquía Hch 11:19-30
B. El milagroso escape de Pedro de la prisión Hch 12:1-25
C. El primer viaje misionero de Pablo Hch 13:1-52; Hch 14:1-28
D. La conferencia de Jerusalén respecto al tema de los gentiles en la iglesia Hch 15:1-35
E. El segundo viaje misionero de Pablo Hch 15:36-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-22
F. El tercer viaje misionero de Pablo Hch 18:23-28; Hch 19:1-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-26
G. El viaje de Pablo a Roma Hch 21:27-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35; Hch 24:1-27; Hch 25:1-27; Hch 26:1-32; Hch 27:1-44; Hch 28:1-31
1. El arresto de Pablo en Jerusalén Hch 21:27-40
2. La defensa de Pablo frente a los judíos Hch 22:1-29
3. La defensa de Pablo frente al Sanedrín Hch 22:30; Hch 23:1-10
4. La soberana protección de Dios a Pablo Hch 23:11-35
5. La defensa de Pablo frente a Félix Hch 24:1-27
6. La defensa de Pablo frente a Festo Hch 25:1-27
7. La defensa de Pablo frente a Agripa Hch 26:1-32
8. La travesía de Pablo a Roma Hch 27:1-44
9. Pablo sobrevive en Malta Hch 28:1-16
10. Llegada de Pablo a Roma Hch 28:17-31
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Lucas dirige su Evangelio al «excelentísimo Teófilo» (Luc 1:3). La utilización de este título indicaba el alto rango de Teófilo. El título formal se inserta en esta parte. Es posible que Teófilo fuera un alcalde, un gobernador o alguna otra clase de funcionario público. También es probable que Teófilo se convirtiera al cristianismo en algún instante entre la escritura del Evangelio de Lucas y la del libro de los Hechos, por lo tanto, estaría dirigido a un hermano cristiano.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
EN EL PRIMER TRATADO. En el Evangelio según San Lucas se narra todo lo que Jesús comenzó a hacer y a enseñar en el poder del Espíritu Santo (Luc 4:1; Luc 4:18). En Hechos de los Apóstoles aparece la continuación de la historia de cómo los seguidores de Jesucristo, en el mismo poder del Espíritu proclamaron el mismo evangelio, obraron el mismo tipo de milagros y llevaron la misma clase de vida. El Espíritu Santo reproduciendo la vida y el ministerio de Jesucristo por medio de la iglesia es la nota teológica clave de Hechos. Se le pudiera llamar al libro «Hechos del Espíritu Santo». Obsérvese lo siguiente respecto al registro inspirado del Espíritu Santo en el libro de Hechos:
(1) Todas las Escrituras, incluso las narraciones históricas en Hechos, tienen importancia didáctica (i.e., en la enseñanza) y teológica. Eso está confirmado por dos hechos:
(a) La declaración bíblica de que «toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para ensenar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia» (2Ti 3:16);
(b) La declaración de Pablo de que las narraciones históricas del AT tienen entre sus propósito enseñar e instruir (1Co 10:11). El sostiene que esas historias son ejemplos con aplicación práctica y teológica para el creyente (Rom 15:4). Lo que es cierto para las narraciones históricas en el AT también lo es para Hechos.
(2) El registro inspirado de Lucas sobre la historia de la iglesia primitiva proporciona:
(a) un modelo definitivo de la actividad del Espíritu Santo que ha de seguirse durarte toda la época de la iglesia,
(b) información para desarrollar una doctrina del Espíritu Santo y
(c) indicaciones acerca de cómo el ministerio del Espíritu debe relacionarse con la vida de los creyentes en Cristo. Nótese de modo específico dos elementos en este libro que son normativos en la teología y en la práctica:
(i) el bautismo en el/el ser Ileno del Espíritu Santo, la promesa de Dios para todos los creyentes (véase Hch 2:39, nota; cf. Hch 1:5; Hch 1:8; Hch 2:4; Hch 4:8; Hch 4:31; Hch 8:15-17; Hch 9:17; Hch 10:44-46; Hch 13:9; Hch 13:52; Hch 15:8; Hch 19:1-6); (!i) las numerosas actividades del Espíritu que le dieron a la iglesia las normas de justicia, testimonio y poder que Dios desea para su pueblo en los últimos días (i.e., la época de la iglesia).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Introducción a Hechos
Bosquejo
Introducción (Hch 1:1-11)
I. El derramamiento del Espíritu Santo (Hch 1:12-26; Hch 2:1-41)
A. Preparación para la promesa (Hch 1:12-26)
B. El día de Pentecostés (Hch 2:1-41)
II. Los primeros días de la iglesia en Jerusalén (Hch 2:42-47; Hch 3:1-26; Hch 4:1-37; Hch 5:1-42; Hch 6:1-15; Hch 7:1-60; Hch 8:1 a)
A. Características de la iglesia apostólica después del derramamiento del Espíritu (Hch 2:42-47)
B. Un gran milagro y sus efectos (Hch 3:1-26; Hch 4:1-31)
C. Continuación del experimento de la participación comunal (Hch 4:32-37; Hch 5:1-11)
D. Más sanidades y la resistencia de la religión oficial (Hch 5:12-42)
E. La selección de los siete diáconos (Hch 6:1-7)
F. Esteban: El primer mártir cristiano del que se tiene noticia (Hch 6:8-15; Hch 7:1-60; Hch 8:1 a)
III. La persecución conduce a la expansión (Hch 8:1-40; Hch 9:1-31)
A. Los creyentes dispersados por Judea y Samaria (Hch 8:1-4)
B. Felipe: El ministerio de un evangelista (Hch 8:5-40)
C. Saulo de Tarso: La conversión de un perseguidor (Hch 9:1-31)
IV. El cristianismo se extiende a los gentiles (Hch 9:32-43; Hch 10:1-48; Hch 11:1-30; Hch 12:1-25)
A. El ministerio de Pedro en Lida y en Jope (Hch 9:32-43)
B. La misión de Pedro a los gentiles en Cesárea (Hch 10:1-48)
C. El informe de Pedro a la iglesia de Jerusalén y la aprobación de su decisión (Hch 11:1-18)
D. Antioquía: La primera iglesia entre los gentiles (Hch 11:19-30)
E. Persecución de Herodes Agripa I (Hch 12:1-23)
F. Resumen del progreso de la iglesia (Hch 12:24-25)
V. Primer viaje misionero de Pablo (Hch 13:1-52; Hch 14:1-28)
A. Pablo y Bernabé comisionados por la iglesia local de Antioquía (Hch 13:1-3)
B. Evangelización del territorio (Hch 13:4-52; Hch 14:1-28)
VI. El concilio de Jerusalén (Hch 15:1-35)
VII. El segundo viaje misionero de Pablo (Hch 15:36-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-22)
A. Desacuerdo entre Pablo y Bernabé (Hch 15:36-40)
B. Otra visita al antiguo territorio (Hch 15:41; Hch 16:1-5)
C. Evangelización del nuevo territorio (Hch 16:6-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-21)
D. Regreso a Antioquía de Siria (Hch 18:22)
VIII. Tercer viaje misionero de Pablo (Hch 18:23-28; Hch 19:1-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-16)
A. En ruta a Éfeso (Hch 18:23)
Paréntesis: El ministerio de Apolos (Hch 18:24-28)
B. Un ministerio extenso en Éfeso (Hch 19:1-41)
C. A Macedonia, Grecia y otra vez a Macedonia (Hch 20:1-5)
D. Viaje de regreso a Jerusalén (Hch 20:6-38; Hch 21:1-16)
IX. Arresto de Pablo y su ministerio durante el encarcelamiento (Hch 21:17-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35; Hch 24:1-27; Hch 25:1-27; Hch 26:1-32; Hch 27:1-44; Hch 28:1-31)
A. En Jerusalén (Hch 21:17-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35)
B. En Cesárea (Hch 24:1-27; Hch 25:1-27; Hch 26:1-32)
C. En ruta a Roma (Hch 27:1-44; Hch 28:1-15)
D. En Roma (Hch 28:16-31)
Autor: Lucas
Tema : La expansión triunfante del evangelio mediante el poder del Espíritu Santo
Fecha : ca. 63 d.C.
Trasfondo
El libro de Hechos, al igual que el Evangelio según San Lucas, se dirige a «Teófilo» (Hch 1:1). Aunque no se menciona al autor en ninguno de los libros, el testimonio unánime de la iglesia primitiva y la corroboración de la evidencia interna de ambos libros señalan a Lucas, «el médico amado» (Col 4:14), como el autor.
El Espíritu Santo inspiró a Lucas a escribirle a Teófilo con el fin de satisfacer la necesidad de la iglesia de los gentiles de un recuento completo del origen del cristianismo:
(1) el «primer tratado», que es su evangelio de la vida de Jesús, y
(2) este libro, que es su relato del derramamiento del Espíritu en Jerusalén y el desarrollo posterior de la iglesia primitiva. Es evidente que Lucas era un escritor experto, un historiador esmerado y un teólogo inspirado.
Hechos cubre de modo selectivo los primeros treinta años de la historia de la iglesia. El historiador de la iglesia, Lucas, sigue la expansión del evangelio desde Jerusalén hasta Roma, y menciona no menos de 32 países, 54 ciudades, 9 islas del Mediterráneo, a 95 personas y a varios funcionarios y administradores con sus títulos precisos. La arqueología no ha dejado de confirmar la asombrosa precisión de Lucas en todos los detalles. Como teólogo, Lucas describe con destreza la importancia de varias experiencias y acontecimientos de los primeros años de la iglesia.
En sus primeras etapas, las Escrituras del NT comprendían dos colecciones:
(1) los cuatro evangelios y
(2) las cartas de Pablo. Hechos desempeñó una función indispensable como eslabón entre las dos colecciones y está bien puesto en su orden canónico actual. Los caps. Hch 13:1-52; Hch 14:1-28; Hch 15:1-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-28; Hch 19:1-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35; Hch 24:1-27; Hch 25:1-27; Hch 26:1-32; Hch 27:1-44; Hch 28:1-31 proporcionan el marco histórico necesario para entender mejor el ministerio y las cartas de Pablo. Los pasajes en que Lucas emplea «nosotros» en Hechos (Hch 16:10-17; Hch 20:5-38; Hch 21:1-18; Hch 27:1-44; Hch 28:1-16) revelan su participación en los viajes de Pablo.
Propósito
Lucas tiene por lo menos dos objetivos al relatar el origen de la iglesia.
(1) Muestra que el evangelio avanzó triunfante desde las estrechas fronteras del judaismo hasta el mundo gentil, a pesar de la oposición y la persecución.
(2) Revela la función del Espíritu Santo en la vida y la misión de la iglesia, destacando el bautismo en el Espíritu como la provisión de Dios para capacitar a la iglesia para proclamar el evangelio y continuar el ministerio de Jesús. Lucas incluye tres ocasiones en que al bautismo del Espíritu lo acompañó el hablar en lenguas (Hch 2:4 ss; Hch 10:45-46; Hch 19:1-7). El contexto de esos pasajes indica que eso era común en el cristianismo antiguo y que es el patrón constante de Dios para la iglesia.
Visión panorámica
Mientras que el Evangelio según San Lucas relata «las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar» (Hch 1:1), Hechos describe lo que Jesús continuó haciendo y enseñando después de su ascensión, mediante el poder del Espíritu Santo obrando en sus apóstoles y en la iglesia primitiva, y por medio de ellos. Cuando Jesús ascendió al cielo (Hch 1:9-11), la última orden a sus discípulos fue que esperaran en Jerusalén hasta que fueran bautizados con el Espíritu Santo (Hch 1:4-5). El versículo clave de Hechos (Hch 1:8) contiene un resumen teológico y geográfico del libro: Jesús les promete a los discípulos que recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ellos para poder ser sus testigos (cap. Hch 1:1-26) «en Jerusalén» (caps. Hch 1:1-26; Hch 2:1-47; Hch 3:1-26; Hch 4:1-37; Hch 5:1-42; Hch 6:1-15; Hch 7:1-60),
(2) «en toda Judea, en Samaria» (caps. Hch 8:1-40; Hch 9:1-43; Hch 10:1-48; Hch 11:1-30; Hch 12:1-25), y
(3) «hasta lo último de la tierra» (caps. Hch 13:1-52; Hch 14:1-28; Hch 15:1-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-28; Hch 19:1-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35; Hch 24:1-27; Hch 25:1-27; Hch 26:1-32; Hch 27:1-44; Hch 28:1-31).
Hechos contiene una combinación de la acción divina y la humana. Todos los creyentes, no sólo los apóstoles, «predicaban la palabra por dondequiera que iban» (Hch 8:4). Los diáconos como Esteban y Felipe (Hch 6:1-6) se volvieron poderosos en el Espíritu Santo y en la fe, realizando «grandes prodigios y señales» (Hch 6:8) y conmoviendo aun ciudades enteras con el evangelio (véase Hch 8:5-13). Las personas piadosas oraban con fervor, veían ángeles, tenían visiones, eran testigos de señales y prodigios, expulsaban demonios, sanaban a los enfermos y proclamaban el evangelio con gran valor y con autoridad. A pesar de los problemas dentro de la iglesia, tales como la tensión entre los judíos y los gentiles (cap. Hch 15:1-41), y de la persecución persistente de fuera de la iglesia por grupos religiosos y civiles, se ensalzaba el nombre del Señor Jesús en palabra y obra de ciudad en ciudad.
En los caps. Hch 1:1-26; Hch 2:1-47; Hch 3:1-26; Hch 4:1-37; Hch 5:1-42; Hch 6:1-15; Hch 7:1-60; Hch 8:1-40; Hch 9:1-43; Hch 10:1-48; Hch 11:1-30; Hch 12:1-25 el punto de partida para la expansión del evangelio era Jerusalén; el instrumento humano principal que Dios usó para la propagación del evangelio en estos capítulos fue Pedro. En los caps. Hch 13:1-52; Hch 14:1-28; Hch 15:1-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-28; Hch 19:1-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35; Hch 24:1-27; Hch 25:1-27; Hch 26:1-32; Hch 27:1-44; Hch 28:1-31, el punto de partida para la obra misionera era Antioquía de Siria; el instrumento humano principal que Dios usó para la propagación del evangelio a los gentiles fue Pablo. Hechos termina de modo abrupto con Pablo en Roma esperando el juicio ante César. Aunque el resultado del juicio queda en lo incierto, el libro termina con una nota de triunfo, con Pablo, aún prisionero, «predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento» (Hch 28:31).
Características especiales
Los nueve énfasis principales característicos del libro de Hechos son:
(1) la iglesia: Hechos revela la fuente de poder de la iglesia y la verdadera naturaleza de su misión, junto con los principios que deben gobernar la iglesia en cada generación;
(2) el Espíritu Santo: La tercera persona de la Trinidad se menciona cincuenta veces; el bautismo en el Espíritu y su ministerio imparten poder (Hch 1:8), valor (Hch 4:31), temor reverente de Dios (Hch 5:3; Hch 5:5; Hch 5:11), sabiduría (Hch 6:3; Hch 6:10), dirección (Hch 16:6-10) y dones espirituales (Hch 19:6);
(3) los mensajes de la iglesia primitiva: Lucas relata con pericia los inspirados sermones de Pedro, Esteban, Pablo, Santiago y otros, dando así información sobre la iglesia primitiva que no se encuentra en ninguna otra parte del NT;
(4) la oración: Los primeros creyentes se dedicaban con devoción a orar con regularidad y con fervor, algunas veces durante toda la noche, lo cual producía grandes resultados;
(5) señales y prodigios: Esas manifestaciones acompañaban la proclamación del evangelio en el poder del Espíritu Santo;
(6) la persecución: La predicación del evangelio con poder provocaba siempre la oposición y la persecución religiosa y secular;
(7) de judíos a gentiles: En Hechos el evangelio llega primero a los judíos y después a los gentiles;
(8) las mujeres: Se hace mención especial de mujeres que participaban en la obra cotidiana de la iglesia;
(9) el triunfo: Ninguna barrera (nacional, religiosa, cultural o racial), oposición ni persecución pudieron frustrar el avance del evangelio.
Principio hermenéutico
Algunos intérpretes de las Escrituras opinan que el libro de Hechos está bajo otro pacto del NT, en lugar de considerarlo como el modelo para la iglesia y su testimonio durante todo el período de tiempo que el NT denomina «los últimos días» (cf. Hch 2:17, nota). Hechos no es simplemente un relato histórico de la iglesia primitiva, sino un manual para la vida cristiana y para una iglesia llena del Espíritu. Los creyentes deben desear y esperar, como norma para la iglesia de hoy, todos los elementos del ministerio y de la experiencia de la iglesia del NT, (salvo la redacción de nuevas escrituras del NT), que se pueden alcanzar cuando la iglesia se mueve con todo el poder del Espíritu. Nada en Hechos ni en el resto del NT indica que las señales, los prodigios, los milagros, los dones espirituales o las normas de la vida y del ministerio de la iglesia cesarían de una manera repentina o permanente al final de la era apostólica. El libro de Hechos registra lo que la iglesia debe ser y hacer en cualquier generación al continuar el ministerio de Jesús en el poder pentecostal del Espíritu Santo (cf. Hch 7:44, nota).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Introducción, 1:1-11.
Prólogo, 1:1-3.
1 En el primer libro, ¡oh Teófilo!, traté de todo lo que Jesús hizo y enseñó, 2 hasta el día en que fue levantado al cielo, una vez que, movido por el Espíritu Santo, dio sus instrucciones a los apóstoles que se había elegido; 3 a los cuales, después de su pasión, se dio a ver en muchas ocasiones, apareciéndoseles durante cuarenta días y habiéndoles del reino de Dios.
Como hizo cuando el Evangelio, también ahora antepone San Lucas un breve prólogo a su libro, aludiendo a la obra anterior 21, y recordando la dedicación a Teófilo, personaje del que no sabemos nada en concreto, pero que, en contra de la opinión de Orígenes, juzgamos con San Juan Crisóstomo sea persona real, no imaginaria, al estilo de “Filetea” ( – alma amiga de Dios) de que habla San Francisco de Sales. El título de êñáôÞóôå (óptimo, excelentísimo) con que es designado en Lev 1:3, título que solía darse a gobernadores, procónsules, etc., v.gr., a Félix y a Festo, procuradores de Judea (cf. 23:26; 26:25), parece indicar que sería persona constituida en autoridad. Está claro, sin embargo, dado el carácter de la obra, que San Lucas, aunque se dirige a Teófilo, no intenta redactar un escrito privado, sino que piensa en otros muchos cristianos que se encontraban en condiciones más o menos parecidas a las de Teófilo. Esta práctica de dedicar una obra a algún personaje insigne era entonces frecuente. Casi por las mismas fechas, Josefo dedicará sus Antigüedades judaicas (1:8) y su Contra Apión (1:1) a un tal Epafrodito.
Gramaticalmente, la construcción del prólogo es bastante intrincada. Ese “en el primer libro traté de..” parece estar pidiendo un “ahora voy a tratar de..” Es la construcción normal que encontramos en los historiadores griegos, quienes, además, suelen unir ambas partes mediante las conocidas partículas. äå. También Lucas usa la partícula ìåí para la primera parte: ôïí ìåí ðñþôïí ëüãïí. pero falta la segunda, acompañada del habitual äå, como todos esperaríamos. Esto ha dado lugar a una infinidad de conjeturas, afirmando, como hace, v.gr., Loisy, que en la obra principal de Lucas teníamos el período completo con el acostumbrado ìåí. äå, pero un redactor posterior, que mutiló y retocó los Hechos con carácter tendencioso, dándole ese fondo de sobrenaturalismo que hoy tienen, suprimió la segunda parte con su correspondiente äå, en la que se anunciaba el sumario de las cosas a tratar, quedando así truncada la estructura armoniosa de todo el prólogo 22. Naturalmente, esto no pasa de pura imaginación. La realidad es que en Lucas, como, por lo demás, no es raro en la época helenística, encontramos no pocas veces el ìåí solitario, es decir, sin el correspondiente äå (cf. 3:21; 23:22; 26:9; 27:21). Y en cuanto a la cuestión de fondo, nada obligaba a Lucas, como hay también ejemplos en otros autores contemporáneos, a añadir, después de la alusión a lo tratado en su primer libro, el sumario de lo que se iba a tratar en el siguiente. Por lo demás, aunque no de manera directa, en realidad ya queda indicado en los v.3-8, particularmente en este último, en que se nos da claramente el tema que se desarrollará en el libro.
Es de notar la expresión con que Lucas caracteriza la narración evangélica: “lo que Jesús hizo y enseñó,” como indicando que Jesús, a la predicación, hizo preceder el ejemplo de su vida, y que la narración evangélica, más que a la información histórica, está destinada a nuestra edificación. En griego se dice: “comenzó a hacer y a enseñar,” frase que muchos interpretan como si Lucas con ese “comenzó” quisiera indicar que el ministerio público de Jesús 110 era sino el principio de su obra, cuya continuación va a narrar ahora él en los Hechos. Es decir, dan pleno valor al verbo “comenzar.” Ello es posible, pues de hecho la obra de los apóstoles es presentada como continuación y complemento de la de Jesús (cf. 1:8; 9:15); sin embargo, también es posible, como sucede frecuentemente en el griego helenístico y en los evangelios (cf. Mat 12:1; Mat 16:22; Luc 3:8; Luc 14:9; Luc 19:45), que el verbo “comenzó” se emplee pleonástica-mente y venga a ser equivalente a “se dio a..,” pudiendo traducirse: “hizo y enseñó.”
También es de notar la mención que Lucas hace del Espíritu Santo, al referirse a las instrucciones que Jesús da a los apóstoles durante esos cuarenta días 23 que median entre la resurrección y la ascensión, y en que se les aparece repetidas veces (v.3; cf. Luc 24:38-43; Jua 20:27; Jua 21:9-13). Son días de enorme trascendencia para la historia de la Iglesia, las postreras consignas del capitán antes de lanzar sus soldados a la conquista del mundo. De estos días, en que les hablaba del “reino de Dios,” arrancan, sin duda, muchas tradiciones en torno a los sacramentos y a otros puntos dogmáticos que la Iglesia ha considerado siempre como inviolables, aunque no se hayan transmitido por escrito.
Si Lucas habla de que Jesús da esas instrucciones y consignas “movido por el Espíritu Santo,” no hace sino continuar la norma que sigue en el evangelio, donde muestra un empeño especial en hacer resaltar la intervención del Espíritu Santo cuando la concepción de Jesús (Luc 1:15.35.41.67), cuando la presentación en el templo (Luc 2:25-27), cuando sus actuaciones de la vida pública (Luc 4:1-14-18; Luc 10:21; Luc 11:13). Es obvio, pues, que también ahora, al dar Jesús sus instrucciones a los que han de continuar su obra, lo haga “movido por el Espíritu Santo.” Algunos interpretan ese inciso como refiriéndose a la frase siguiente, es decir, a la elección de los apóstoles; y San Lucas trataría de hacer resaltar cómo los apóstoles, cuyas actuaciones bajo la evidente acción del Espíritu Santo va a describir en su obra, habían sido ya elegidos con intervención de ese mismo Espíritu. El texto griego (Ü÷ñé f¡s çìÝñáò ÝíôåéëÜìåíïò ôïÀò ïðôïóôüëïéò äéá ðíåýìáôïò áãßïõ ïõò ÝîåëÝîáôï Üí-åëÞìö3ç) nada tendría que oponer gramaticalmente a esta interpretación, que es posible, igual que la anterior. Y hasta pudiera ser que San Lucas se refiera a las dos cosas, instrucciones y elección, hechas ambas por Jesús “movido por el Espíritu Santo.”
Últimos días de Jesucristo en la tierra,Luc 1:4-8.
4 Y comiendo con ellos, les mandó no apartarse de Jerusalén, sino esperar la promesa del Padre, que de mí habéis escuchado; 5 porque Juan bautizó en agua, pero vosotros, pasados no muchos días, seréis bautizados en el Espíritu Santo. 6 Ellos, pues, estando reunidos, le preguntaban: Señor, ¿es ahora cuando vas a restablecer el reino de Israel? 7 El les dijo: No os toca a vosotros conocer los tiempos ni los momentos que el Padre ha fijado en virtud de su poder soberano; 8 pero recibiréis la virtud del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda la Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra.
Es normal que Jesús, después de su resurrección, aparezca a sus apóstoles en el curso de una comida y coma con ellos (cf. Mar 16:14; Luc 24:30.43; Jua 21:9-13; Hec 10:41). De esa manera, la prueba de que estaba realmente resucitado era más clara. En una de estas apariciones, al final ya de los cuarenta días que median entre resurrección y ascensión, les da un aviso importante: que no se ausenten de Jerusalén hasta después que reciban el Espíritu Santo. Quería el Señor que esta ciudad, centro de la teocracia judía, fuera también el lugar donde se inaugurara oficialmente la Iglesia, adquiriendo así un hondo significado para los cristianos (cf. Gal 4:25-26; Rev 3:12; Rev 21:2-22). Jerusalén será la iglesia-madre, y de ahí, una vez recibido el Espíritu Santo, partirán los apóstoles para anunciar el reino de Dios en el resto de Palestina y hasta los extremos de la tierra (cf. 1:8). Es probable que Lucas, para hacer resaltar esa idea, haya omitido en su evangelio la referencia a las apariciones en Galilea (cf. Luc 24:6-7 = Mat 16:7).
Llama al Espíritu Santo “promesa del Padre,” pues repetidas veces había sido prometido en el Antiguo Testamento para los tiempos mesiánicos (Isa 44:3; Eze 36:26-27; Joe 2:28-32), como luego hará notar San Pedro en su discurso del día de Pentecostés, dando razón del hecho (cf. 2:16). También Jesús lo había prometido varias veces a lo largo de su vida pública para después de que él se marchara (cf. Luc 24:49; Jua 14:16; Jua 16:7). Ni se contenta con decir que recibirán el Espíritu Santo, sino que, haciendo referencia a una frase del Bautista (cf. Luc 3:16), dice que “serán bautizados” en él, es decir, como sumergidos en el torrente de sus gracias y de sus dones 24. Evidentemente alude con ello a la gran efusión de Pentecostés (cf. 11:16), que luego se describirá con detalle (cf. 2:1-4).
La pregunta de los apóstoles de si iba, por fin, a “restablecer el reino de Israel” no está claro si fue hecha en la misma reunión a que se alude en el v.4, o más bien en otra reunión distinta. Quizá sea más probable esto último, pues la reunión del v.4 parece que fue en Jerusalén y estando en casa, mientras que ésta del v.6 parece que tuvo lugar en el monte de los Olivos, cerca de Betania (cf. v.9-12; Luc 24:50). Con todo, la cosa no es clara, pues la frase “dicho esto” del v.9, narrando a renglón seguido la ascensión, no exige necesariamente que ésta hubiera de tener lugar en el mismo sitio donde comenzó la reunión. Pudo muy bien suceder que la reunión comenzara en Jerusalén y luego salieran todos juntos de la ciudad por el camino de Betania, llegando hasta la cumbre del monte Olívete, donde habría tenido lugar la ascensión. La distancia no era larga, sino el “camino de un sábado” (Luc 1:12), es decir, unos dos mil codos, que era lo que, según la enseñanza de los rabinos, podían caminar los israelitas sin violar el descanso sagrado del sábado. En total, pues, poco menos de un kilómetro, si se entiende el codo vulgar (= 0:450 m.), o poco más de un kilómetro, si se entiende el codo mayor o regio (= 0:525 m.). La misma pregunta de si era “ahora cuando iba a restablecer el reino de Israel,” parece estar sugerida por la anterior promesa del Señor de que, pasados pocos días, serían bautizados en el Espíritu Santo.
Hay autores, particularmente entre los que suponen un solo volumen original que incluía tercer evangelio y Hechos, que dicen ser este v.6 el que recoge el hilo de la narración interrumpida en Lev 24:49. Mas sea de eso lo que fuere, es interesante hacer notar cómo los discípulos, después de varios años de convivencia con el Maestro, seguían aún ilusionados con una restauración temporal de la realeza davídica, con dominio de Israel sobre los otros pueblos. Así interpretaban lo dicho por los profetas sobre el reino mesiánico (cf. Isa 11:12; Isa 14:2; Isa 49:23; Eze 11:17; Ose 3:5; Amo 9:11-15; Sal 2:8; Sal 110:2-5), a pesar de que ya Jesús, en varias ocasiones, les había declarado la naturaleza espiritual de ese reino (cf. Mat 16:21-28; Mat 20:26-28; Luc 17:20-21; Luc 18:31-34; Jua 18:36). No renegaban con ello de su fe en Jesús, antes, al contrario, viéndole ahora resucitado y triunfante, se sentían más confiados y unidos a él; pero tenían aún muy metida esa concepción político-mesiánica, que tantas veces se deja traslucir en los Evangelios (cf. Mat 20:21; Luc 24:21; Jua 6:15) y que obligaba a Jesús a usar de suma prudencia al manifestar su carácter de Mesías, a fin de no provocar levantamientos peligrosos que obstaculizasen su misión (cf. Mat 13:13; Mat 16:20; Mar 3:11-12; Mar 9:9). Sólo la luz del Espíritu Santo acabará de corregir estos prejuicios judaicos de los apóstoles, dándoles a conocer la verdadera naturaleza del Evangelio. De momento, Jesús no cree oportuno volver a insistir sobre el particular, y se contenta con responder a la cuestión cronológica, diciéndoles que el pleno establecimiento del reino mesiánico, de cuya naturaleza él ahora nada especifica, es de la sola competencia del Padre, que es quien ha fijado los diversos “tiempos y momentos” de preparación (cf. 17:30; Rom 3:26; 1Pe 1:11), inauguración (Mar 1:15; Gal 4:4; 1Ti 2:6), desarrollo (Mat 13:30; Rom 11:25; Rom 13:11; 2Co 6:2; 1Te 5:1-11) y consumación definitiva (Mat 24:36; Mat 25:31-46; Rom 2:5-11; 1Co 1:7-8; 2Te 1:6-10). En tal ignorancia, lo que a ellos toca, una vez recibida la fuerza procedente del Espíritu Santo, es trabajar por ese restablecimiento, presentándose como testigos de los hechos y enseñanzas de Jesús, primero en Jerusalén, luego en toda la Palestina y, finalmente, en medio de la gentilidad.
Tal es la consigna dada por Cristo a su Iglesia con palabras que son todo un programa: “recibiréis la virtud del Espíritu Santo y seréis mis testigos..,” lo que viene a significar que la Iglesia es concebida como una realización jerárquico-carismastica, que descansa en el principio del envío. El testimonio de esos “testigos” será testimonio del Espíritu Santo (cf. 2:4; 4:31; 5:32; 15:28). Es un mandato y una promesa. Al reino de Israel, limitado a Palestina, opone Jesús la universalidad de su Iglesia y de su reino, predicha ya por los profetas (cf. Sal 87:1-7; Isa 2:2-4; Isa 45:14; Isa 60:6-14; Jer 16:19-21, Sof 3:9-10; Zac 8:20-23) y repetidamente afirmada por él (cf. Mat 8:11; Mat 24:14; Mat 28:19; Luc 24:47).
La ascensión,Luc 1:9-11.
9 Dicho esto y viéndole ellos, se elevó, y una nube le ocultó a sus ojos. 10 Mientras estaban mirando al cielo, fija la vista en El, que se iba, dos varones con hábitos blancos se les pusieron delante, 11 y les dijeron: Varones galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? Ese Jesús que ha sido llevado de entre vosotros al cielo vendrá así, como le habéis visto ir al cielo.
Narra aquí San Lucas, con preciosos detalles, el hecho trascendental de la ascensión de Jesús al cielo. Ya lo había narrado también en su evangelio, aunque más concisamente (cf. Luc 24:50-52). Lo mismo hizo San Marcos (Mar 16:19). San Mateo y San Juan lo dan por supuesto, aunque explícitamente nada dicen (cf. Mat 28:16-20; Jua 21:25).
Parece que la acción fue más bien lenta, pues los apóstoles están mirando al cielo mientras “se iba.” Evidentemente, se trata de una descripción según las apariencias físicas, sin intención alguna de orden científico-astronómico. Es el cielo atmosférico, que puede contemplar cualquier espectador, y está fuera de propósito querer ver ahí alusión a alguno de los cielos de la cosmografía hebrea o de la cosmografía helenística (cf. 2Co 12:2). Los dos personajes “con hábitos blancos” son dos ángeles en forma humana, igual que los que aparecieron a las mujeres junto al sepulcro vacío de Jesús (Luc 24:4; Jua 20:12).
En cuanto a la nube, ya en el Antiguo Testamento una nube reverencial acompañaba casi siempre las teofanías (cf. Exo 13:21-22; Exo 16:10; Exo 19:9; Lev 16:2; Sal 97:2; Isa 19:1; Eze 1:4). También en el Nuevo Testamento aparece la nube cuando la transfiguración de Jesús (Luc 9:34-35). El profeta Daniel habla de que el “Hijo del Hombre” vendrá sobre las nubes a establecer el reino mesiánico (Dan 7:13-14), pasaje al que hace alusión Jesucristo aplicándolo a sí mismo (cf. Mat 24:30; Mat 26:64). Es obvio, pues, que, al entrar Jesucristo ahora en su gloria, una vez cumplida su misión terrestre, aparezca también la nube, símbolo de la presencia y majestad divinas. Los dos personajes de “hábito blanco,” de modo semejante a lo ocurrido en la escena de la resurrección (cf. Luc 24:4), anuncian a los apóstoles que Jesús reaparecerá de nuevo de la misma manera que lo ven ahora desaparecer, sólo que a la inversa, pues ahora desaparece subiendo y entonces reaparecerá descendiendo. Alusión, sin duda, al retorno glorioso de Jesús en la parusía, que desde ese momento constituye la suprema expectativa de la primera generación cristiana, y cuya esperanza los alentaba y sostenía en sus trabajos (cf. 3:20-21; 1Te 4:16-18; 2Pe 3:8-14).
Es claro que, teológicamente hablando, Jesús ha entrado en la Vida desde el momento mismo de la Resurrección, sin que haya de hacerse esa espera de cuarenta días hasta la Ascensión. Lo que se trata de indicar es que Jesús, aunque viviera ya en el mundo futuro escatológico, todavía se manifestaba en este mundo nuestro, a fin de instruir y animar a sus fieles 25.
I. La Iglesia en Jerusalén, 1:12-8:3.
El grupo de los apóstoles, 1:12-14.
12 Entonces se volvieron del monte llamado de los Olivos a Jerusalén, que dista de allí el camino de un sábado. 13 Cuando hubieron llegado, subieron al aposento superior, en donde solían morar Pedro y Juan; Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo y Simón el Zelotes y Judas de Santiago. 14 Todos éstos perseveraban unánimes en la oración, con algunas mujeres, con María, la madre de Jesús, y con los hermanos de éste.
Estos versículos permiten dar una ojeada fugaz al embrión de la primitiva Iglesia. Los apóstoles, desaparecido de entre ellos el Maestro, vuelven del Monte de los Olivos a Jerusalén, “perseverando unánimes en la oración” (v.14; cf. 2:46; 4:24; 5:12), en espera de la promesa del Espíritu Santo hecha por Jesús.
A los apóstoles acompañaban algunas mujeres, que no se nombran, a excepción de la madre de Jesús, pero bien seguro son de aquellas que habían acompañado al Señor en su ministerio de Galilea (cf. Luc 8:2-3), Y aparecen luego también cuando la pasión y resurrección (cf. Mat 27:56; Le 23:55-24:10). Y aún hay un tercer grupo, los “hermanos de Jesús.” De ellos se habla también en el Evangelio, e incluso se nos da el nombre de cuatro: Santiago, José, Simón y Judas (cf. Mat 13:55-56; Mar 6:3). Entonces se habían mostrado hostiles a las enseñanzas de Jesús (Mar 3:21-32; Jua 7:5), pero se ve que, posteriormente, al menos algunos de ellos, habían cambiado de actitud. Parece que, junto con los apóstoles, gozaron de gran autoridad en la primitiva Iglesia, a juzgar por aquella expresión de San Pablo, cuando trata de defender ante los corintios su modo de proceder en la predicación del Evangelio: “¿No tenemos derecho a llevar en nuestras peregrinaciones una hermana, igual que los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas?” (1Co 9:5). Entre estos “hermanos del Señor” destacará sobre todo Santiago, al que Pablo visita después de convertido en su primera subida a Jerusalén (Gal 1:19), y es, sin duda, el mismo que aparece en los Hechos como jefe de la iglesia jerosolimitana (cf. 12:17; 15:13; Mat 21:18; Gal 2:9-12). La opinión tradicional es que este Santiago, “hermano del Señor” y autor de la carta que lleva su nombre, es Santiago de Alfeo, llamado también Santiago el Menor, que aparece en las listas de los apóstoles (cf. Mat 10:2-4; Me 3:16-19; Luc 6:14-16; Hec 1:13). Sin embargo, aunque es la opinión más fundada (cf. Gal 1:19), pruebas apodícticas no las hay, y son bastantes los autores que se inclinan a la negativa.
En cuanto a la expresión “hermanos de Jesús” 26, a nadie debe extrañar, no obstante no ser hijos de María, pues en hebreo y arameo no hay un término especial para designar a los primos y primas, y se les llama en general “hermanos” y “hermanas,” sea cual fuere el grado de parentesco (cf. Gen 13:8; Gen 14:16; Gen 29:15; Lev 10:4; Num 16:10; 1Cr 23:22).
No es fácil saber si ese “aposento superior” donde ahora se reúnen los apóstoles en espera de la venida del Espíritu Santo es el mismo lugar donde fue instituida la eucaristía. El término que aquí emplea San Lucas (õôôåñùïí) es distinto del empleado entonces (ccváycaov: cf. Mar 14:15; Lev 22:12). Sin embargo, la significación de los dos términos viene a ser idéntica, designando la parte alta de la casa, lugar de privilegio en las casas judías (cf. 4 Rev 4:10), más o menos espacioso, según la riqueza del propietario. En el caso de la eucaristía expresamente se dice que era “grande,” y en este caso se supone también que era grande, pues luego se habla de que se reúnen ahí unas 120 personas (cf. 1:15). Además, parece claro que San Lucas alude a ese lugar como a algo ya conocido y donde se reunían los apóstoles habitualmente. Incluso es probable que se trate de la misma “casa de María,” la madre de Juan Marcos, en la que más adelante vemos se reúnen los cristianos (cf. 12:12).
Elección de Matías, 1:15-26.
15 En aquellos días se levantó Pedro en medio de los hermanos, que eran en conjunto unos ciento veinte, y dijo: 16 hermanos, era preciso que se cumpliese la Escritura, que por boca de David había predicho el Espíritu Santo acerca de Judas, que fue guía de los que tomaron preso a Jesús, 17 y era contado entre nosotros, habiendo tenido parte en este ministerio, 18 Este, pues, adquirió un campo con el precio de su iniquidad; y, precipitándose, reventó y todas sus entrañas se derramaron; 19 y fue público a todos los habitantes de Jerusalén, tanto que el campo se llamó en su lengua Hacéldama, que quiere decir Campo de Sangre. 20 Pues está escrito en el libro de los Salmos: “Quede desierta su morada y no haya quien habite en ella y otro se alce con su cargo.” 21 Ahora, pues, conviene que de todos los varones que nos han acompañado todo el tiempo en que vivió entre nosotros el Señor Jesús, 22 a partir del bautismo de Juan, hasta el día en que fue tomado de entre nosotros, uno de ellos sea testigo con nosotros de su resurrección. 23 Fueron presentados dos, José, por sobrenombre Barsaba, llamado Justo, y Matías. 24 Orando dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra a cuál de estos dos escoges 25 para ocupar el lugar de este ministerio y el apostolado de que rechazo Judas para irse a su lugar. 26 Echaron suertes sobre ellos, y cayó la suerte sobre Matías, que quedó agregado a los once apóstoles.
Tenemos aquí la primera intervención de Pedro, quien, en consonancia con lo predicho por el Señor (cf. Mat 16:13-19; Luc 22:32; Jua 21:15-17). Lo mismo sucede en los siguientes capítulos de los Hechos, hasta el 15 inclusive (cf. 2:14.37; 3:5-12; 4:8; 5:3.29; 8:20; 9:32; 10:5-48; 11:4; 12:3; 15:7); posteriormente, San Lucas ya no vuelve a hablar de él, pues restringe su narración a las actividades de Pablo.
La expresión “en aquellos días” (v.15) es una fórmula vaga y, más o menos estereotipada (cf. 6:1; 11:27), que suple la falta de precisiones cronológicas.
Es curiosa esa necesidad, que en su discurso parece suponer Pedro, de tener que completar el número “doce,” buscando sustituto de Judas. Se trataría de una necesidad de orden simbólico, al igual que habían sido doce los patriarcas del Israel de la carne (cf. Rom 9:8; Gal 6:16). Serán ellos, los “Doce,” los que nos engendren para Cristo y constituyan los cimientos del nuevo pueblo de Dios.
Funda la necesidad de esa sustitución en que ya está predicha en la Escritura, y cita los Sal 69:26 y 109:8, fundiendo las dos citas en una. Creen algunos que se trata de textos directamente mesiánicos, alusivos a Judas, que entrega al divino Maestro. Parece, sin embargo, a poco que nos fijemos en el conjunto del salmo, que esos salmos no son directamente mesiánicos, sino que el salmista se refiere, en general, al justo perseguido, concretado muchas veces en la persona del mismo salmista, quejándose ante Yahvé de los males que por defender su causa sufre de parte de los impíos, y pidiendo para éstos el merecido castigo. En los versículos de referencia pide que el impío sea quitado del mundo y quede desierta su casa, pasando a otro su cargo. San Pedro hace la aplicación a Judas, que entregó al Señor. No se trataría, sin embargo, de mera acomodación, sino que, al igual que en otras citas de estos mismos salmos (cf. Jua 2:17; Jua 15:25; Rom 11:9-10; Rom 15:3), tendríamos ahí un caso característico de sentido “plenior.” Esas palabras del salmo, no en la intención expresada del salmista, pero sí en la de Dios, iban hasta los tiempos del Mesías, el justo por excelencia, y con ellas trataba Dios de ir esbozando el gran misterio de la pasión del Mesías, que luego, a través de Isaías, en los capítulos del “siervo de Yahvé,” nos anunciara ya directamente 27. Sabido es que, en los planes de Dios, cual se manifiestan en el Antiguo Testamento, el pueblo judío y su historia no tienen otra razón de ser sino servir de preparación para la época de “plenitud” (cf. Mat 5:17; 1Co 10:1-11; Gal 3:14; Col 2:17). Los judíos, atentos sólo a la letra de la Escritura, no se dan cuenta de esta verdad (cf. 2Co 3:13-18); no así los apóstoles, una vez glorificado el Señor (cf. Luc 24:45; Jua 12:16).
La condición que pone San Pedro es que el que haya de ser elegido tiene que haber sido testigo ocular de la predicación y hechos de Jesús a lo largo de toda su vida pública (v.21-22). Los apóstoles iban a ser los pilares del nuevo edificio (cf. Efe 2:20), y convenía que fueran testigos de visu. De los dos presentados nada sabemos en concreto. Eusebio afirma 28 que eran del número de los 72 discípulos (Luc 10:1-24), cosa que parece muy probable, dado que habían de ser testigos oculares de la vida del Maestro. A nuestra mentalidad resulta un poco chocante el método de las suertes para la elección, pero tengamos en cuenta que era un método de uso muy frecuente en el Antiguo Testamento (cf. Lev 16:8-9; Num 26:55; Jos 7:14; 1Sa 10:20; 1Cr 25:8), en conformidad con aquello que se dice en los Proverbios: “En el seno se echan las suertes, pero es Dios quien da la decisión” (Pro 16:33). Piensan los apóstoles que la elección de un nuevo apóstol debía ser hecha de manera inmediata por el mismo Jesucristo y, acompañando la oración, juzgan oportuno ese método para que diera a conocer su voluntad.
No es fácil concretar el sentido de la expresión aplicada a Judas, de que “prevaricó” para irse a su lugar” (v.25). Generalmente se interpreta como un eufemismo para indicar el infierno (cf. Mat 26:24; Luc 16:28); pero muy bien pudiera aludir simplemente a la nueva posición que él escogió, saliendo del apostolado, es decir, el lugar de traidor, con sus notorias consecuencias, el suicidio inclusive, predichas ya en la Escritura.
En cuanto a la alusión que se hace a su muerte, diciendo que “adquirió un campo.. y precipitándose reventó..” (v. 18-19), Parece difícilmente armonizable con lo que dice San Mateo de que Judas “se ahorcó” y son los sacerdotes quienes adquieren el campo para sepultura de peregrinos (Mat 27:3-8). Para la mayoría de los exegetas modernos se trata de dos relatos independientes el uno del otro, que circulaban en tradiciones orales y que coinciden en lo sustancial, pero no en pequeños detalles. Sin embargo, otros autores, particularmente los antiguos, creen que ambos relatos se pueden armonizar y reconstruyen así la escena: los sacerdotes adquieren el campo con dinero de Judas, al que, por tanto, en cierto sentido, puede atribuirse su adquisición, y sería en ese campo donde habría sido enterrado Judas, el cual habría ido ahí a ahorcarse, como refiere Mateo, pero en el acto de ahorcarse se habría roto la cuerda o la rama a que estaba atada, cayendo el infeliz de cabeza y reventando por medio.
Una tradición antigua coloca este lugar de la muerte de Judas en el valle de Ge-Hinnom o de la Gehenna, al sur de Jerusalén. No está claro si estos dos versículos alusivos a la muerte de Judas forman parte del discurso de Pedro o son un inciso explicatorio de Lucas. Más bien parece esto último, pues interrumpen el discurso y, hablando a un auditorio perfectamente conocedor del hecho, bastaba una simple alusión y no tenía Pedro por qué detenerse en dar tan detallados pormenores. Además, puesto que hablaba en arameo, no tiene sentido eso de “se llamó en su lengua Hacéldama, que quiere decir campo de sangre.” En cambio, todo se explica perfectamente si, parecido a como hace en otras ocasiones (cf. 9:12; Luc 23:51), es Lucas quien inserta esas noticias para ilustrar a sus lectores no pa-lestinenses, ignorantes del hecho y de las lenguas semitas. En cuanto al nombre “Hacéldama,” Lucas parece derivarlo de la sangre de Judas, mientras que Mateo parece que lo deriva del precio con que se compró el campo, que fue la sangre de nuestro Señor. Quizás eran corrientes ambas etimologías.
Fuente: Biblia Comentada
Los Hechos de los apóstoles
TítuloComo el segundo libro que Lucas dirigió a Teófilo (vea Luc 1:3), Hechos originalmente pudo no haber tenido título alguno. Los manuscritos griegos lo titulan «Hechos» y muchos añaden «de los apóstoles». La palabra griega traducida «Hechos» (praxeis) frecuentemente era usada para describir los logros de grandes hombres. Hechos incluye las notables figuras en los primeros años de la iglesia, especialmente Pedro (caps. Hch 1:1-26; Hch 2:1-47; Hch 3:1-26; Hch 4:1-37; Hch 5:1-42; Hch 6:1-15; Hch 7:1-60; Hch 8:1-40; Hch 9:1-43; Hch 10:1-48; Hch 11:1-30; Hch 12:1-25) y Pablo (caps. Hch 13:1-52; Hch 14:1-28; Hch 15:1-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-28; Hch 19:1-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35; Hch 24:1-27; Hch 25:1-27; Hch 26:1-32; Hch 27:1-44; Hch 28:1-31). Pero el libro podría ser llamado de una manera más apropiada «Los Hechos del Espíritu Santo a través de los apóstoles», debido a que su obra soberana de supervisión fue mucho más significativa que la de cualquier hombre. Fue de ministerio, de dirección, de control y de capacitación del Espíritu lo que fortaleció a la iglesia y la hizo crecer en números, poder espiritual e influencia.
Autor y fecha
Debido a que el Evangelio de Lucas fue el primer libro dirigido a Teófilo (Luc 1:3), es lógico concluir que Lucas también es el autor de Hechos, aunque no es nombrado en ninguno de los dos libros. Los escritos de los primeros Padres de la iglesia tales como Ireneo, Clemente de Alejandría, Tertuliano, Orígenes, Eusebio, y Jerónimo afirman que Lucas fue el autor, como también lo hace el canon muratorio (alrededor del 170 d.C.). Debido a que él es una figura relativamente oscura, mencionado únicamente tres veces en el NT (Col 4:14; 2Ti 4:11; Flm 1:24), es poco probable que alguien hubiera falsificado una obra para hacerla aparecer como si fuera de Lucas. Un farsante seguramente habría atribuido su obra a una persona más prominente.
Lucas fue el amigo cercano de Pablo, compañero de viaje, y médico personal (Col 4:14). Él fue un investigador cuidadoso (Luc 1:1-4) y un historiador preciso, desplegando un conocimiento íntimo de leyes y costumbres romanas, como también la geografía de Palestina, Asia Menor e Italia. Al escribir Hechos, Lucas se apoyó en fuentes escritas (Hch 15:23-29; Hch 23:26-30), y sin duda alguna también entrevistó a personas clave, tales como Pedro, Juan, y otros en la iglesia en Jerusalén. El encarcelamiento de Pablo de dos años en Cesarea (Hch 24:27) le dio a Lucas una gran oportunidad de entrevistar a Felipe y a sus hijas (quienes fueron consideradas fuentes importantes de información en los primeros días de la iglesia). Finalmente, el uso frecuente de Lucas del pronombre «nosotros» en primera persona plural (Hch 16:10-17; Hch 20:5-38; Hch 21:1-18; Hch 27:1-44; Hch 28:1-16) revela que él fue un testigo ocular de muchos de los acontecimientos registrados en Hechos.
Algunos creen que Lucas escribió Hechos después de la caída de Jerusalén (70 d.C. Su muerte fue probablemente a mediados de los ochentas). No obstante, es más probable que él escribió mucho antes, antes del final del primer encarcelamiento romano de Pablo (alrededor del 60 62 d.C.). Esa fecha es la explicación más natural para el término abrupto de Hechos, el cual deja a Pablo esperando juicio delante de César. Claro que Lucas, quien enfocó más de la mitad de Hechos al ministerio de Pablo, habría dado el resultado de ese juicio, y descrito el ministerio subsiguiente de Pablo, el segundo encarcelamiento (cp. 2Ti 4:11), y muerte, si esos acontecimientos hubieran sucedido antes de que escribiera Hechos. El silencio de Lucas acerca de acontecimientos tan notables tales como el martirio de Santiago, cabeza de la iglesia de Jerusalén (62 d.C. de acuerdo al historiador judío Josefo), la persecución bajo Nerón (64 d.C.), y la caída de Jerusalén (70 d.C.), también sugiere que escribió Hechos antes de de que esos acontecimientos transpiraran.
Contexto histórico
Tal como Lucas claramente escribe en el prólogo a su Evangelio, él escribió para darle a Teófilo (y a los otros que leerían su obra) «la historia de las cosas» (Luc 1:1) que Jesús había llevado a cabo durante su ministerio terrenal. En línea con este propósito, Lucas escribió en su Evangelio un relato «por orden» (Luc 1:3) de esos importantes acontecimientos. Hechos continúa ese registro, notando lo que Jesús llevó a cabo a través de la iglesia primitiva. Comenzando con la ascensión de Jesús, pasando por el nacimiento de la iglesia en el día de Pentecostés, a la predicación de Pablo en Roma, Hechos narra el esparcimiento del evangelio y el crecimiento de la iglesia (cp. Hch 1:15; Hch 2:41; Hch 2:47; Hch 4:4; Hch 5:14; Hch 6:7; Hch 9:31; Hch 12:24; Hch 13:49; Hch 16:5; Hch 19:20). También registra la oposición que continuamente se incrementaba en contra del evangelio (cp. Hch 2:13; Hch 4:1-22; Hch 5:17-42; Hch 6:9-15; Hch 7:1-60; Hch 8:1-4; Hch 12:1-5; Hch 13:6-12; Hch 13:45-50; Hch 14:2-6; Hch 14:19-20; Hch 16:19-24; Hch 17:5-9; Hch 19:23-41; Hch 21:27-36; Hch 23:12-21; Hch 28:24).
Teófilo, cuyo nombre quiere decir «amante de Dios», es desconocido para la historia fuera de su mención en Lucas y Hechos. Haya sido un creyente a quien Lucas estaba instruyendo, o un pagano a quien Lucas buscó convertir no se sabe. La manera en la que Lucas se refiere a él como «oh excelentísimo Teófilo» (Luc 1:3) sugiere que era un oficial romano de cierta importancia (cp. Hch 24:3; Hch 26:25).
Temas históricos y teológicos
Como la primera obra de historia de la iglesia que jamás se escribió, Hechos registra la respuesta inicial a la Gran Comisión (Mat 28:19-20). Provee información de las primeras tres décadas de la existencia de la iglesia, material que no se encuentra en ningún otro lugar en el NT. Aunque no es primordialmente una obra doctrinal, Hechos enfatiza que Jesús de Nazaret era el Mesías esperado por mucho tiempo por Israel, muestra que el evangelio es ofrecido a todos los hombres (no solamente al pueblo judío), y enfatiza la obra del Espíritu Santo (mencionado más de cincuenta veces). Hechos también hace uso frecuente del AT: p. ej. Hch 2:17-21 (Joe 2:28-32); Hch 2:25-28 (Sal 16:8-11); Hch 2:35 (Sal 110:1); Hch 4:11 (Sal 118:22); Hch 4:25-26 (Sal 2:1-2); Hch 7:49-50 (Isa 66:1-2); Hch 8:32-33 (Isa 53:7-8); Hch 28:26-27 (Isa 6:9-10).
Hechos abunda en transiciones: del ministerio de Jesús al de los apóstoles; del antiguo pacto al nuevo pacto; de Israel como la nación testigo de Dios a la iglesia (compuesta tanto por judíos como gentiles) como el pueblo testigo de Dios. El libro de Hebreos establece la teología de la transición del antiguo pacto al nuevo; Hechos muestra la manifestación práctica del nuevo pacto en la vida de la iglesia.
Retos de interpretación
Debido a que Hechos es primordialmente una narración histórica, no un tratado teológico como Romanos o Hebreos, contiene relativamente pocos retos de interpretación. Aquellos que existen principalmente tienen que ver con la naturaleza de transición del libro (vea Temas históricos y teológicos) e incluyen el papel de las señales y milagros. Estos temas se tratan en las notas de importantes pasajes (esto es: Hch 2:1-47; Hch 15:1-29).
Bosquejo
Prólogo (Hch 1:1-8)
I) El testimonio a Jerusalén (Hch 1:9-26; Hch 2:1-47; Hch 3:1-26; Hch 4:1-37; Hch 5:1-42; Hch 6:1-15; Hch 7:1-60; Hch 8:1-3)
A) La espera de la iglesia (Hch 1:9-26)
B) El establecimiento de la iglesia (Hch 2:1-47)
C) El crecimiento de la iglesia (Hch 3:1-26; Hch 4:1-37; Hch 5:1-42; Hch 6:1-15; Hch 7:1-60; Hch 8:1-3)
1. Apóstoles: Al predicar, sanar y soportar persecución (Hch 3:1-26; Hch 4:1-37; Hch 5:1-42)
2. Diáconos: Al orar, enseñar y soportar persecución (Hch 6:1-15; Hch 7:1-60; Hch 8:1-3)
II) El testimonio a Judea y Samaria (Hch 8:4-40; Hch 9:1-43; Hch 10:1-48; Hch 11:1-30; Hch 12:1-25)
A) El evangelio a los samaritanos (Hch 8:4-25)
B) La conversión de un gentil (Hch 8:26-40)
C) La conversión de Saulo (Hch 9:1-31)
D) El evangelio a Judea (Hch 9:32-43)
E) El evangelio a los gentiles (Hch 10:1-48; Hch 11:1-30)
F) La persecución por parte de Herodes (Hch 12:1-25)
III) El testimonio a los fines de la tierra (Hch 13:1-52; Hch 14:1-28; Hch 15:1-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-28; Hch 19:1-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35; Hch 24:1-27; Hch 25:1-27; Hch 26:1-32; Hch 27:1-44; Hch 28:1-31)
A) El primer viaje misionero de Pablo (Hch 13:1-52; Hch 14:1-28)
B) El concilio de Jerusalén (Hch 15:1-35)
C) El segundo viaje misionero de Pablo (Hch 15:36-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-22)
D) El tercer viaje misionero de Pablo (Hch 18:23-28; Hch 19:1-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-16)
E) Los juicios de Pablo en Jerusalén y Cesarea (Hch 21:17-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35; Hch 24:1-27; Hch 25:1-27; Hch 26:1-32)
F) El viaje de Pablo a Roma (Hch 27:1-44; Hch 28:1-31)
ANEXOS
Ministerios del Espíritu Santo
Miniserio | Referencia |
Medio bautismal | 1Co 12:13 |
Llama al ministerio | Hch 13:2-4 |
Canal de revelación divina | 2Sa 23:2; Neh 9:30; Zac 7:12; Jua 14:17 |
Capacita | Éxo 31:2-3; Jue 13:25; Hch 1:8 |
Llena | Luc 4:1; Hch 2:4; Efe 5:18 |
Garantiza | 2Co 1:22; 2Co 5:5; Efe 1:14 |
Guarda | 2Ti 1:14 |
Ayuda | Jua 14:16; Jua 14:26; Jua 15:26; Jua 16:7 |
Ilumina | 1Co 2:10-13 |
Establece su morada en el creyente | Rom 8:9-11; 1Co 3:16; 1Co 6:19 |
Intercede | Rom 8:26-27 |
Produce fruto | Gál 5:22-23 |
Provee virtud espiritual | Gál 5:16; Gál 5:18; Gál 5:25 |
Regenera | Jua 3:5-6; Jua 3:8 |
Refrena / convence de pecado | Gén 6:3; Jua 16:8-10; Hch 7:51 |
Santifica | Rom 15:16; 1Co 6:11; 2Ts 2:13 |
Sella | 2Co 1:22; Efe 1:14; Efe 4:30 |
Selecciona ancianos | Hch 20:28 |
Fuente de comunión | 2Co 13:14; Flp 2:1 |
Fuente de libertad | 2Co 3:17-18 |
Fuente de poder | Efe 3:16 |
Fuente de unidad | Efe 4:3-4 |
Fuente de dones espirituales | 1Co 12:4-11 |
Enseña | Jua 14:26; Hch 15:28; 1Jn 2:20; 1Jn 2:27 |
Sermones principales en Hechos
Sermón | Tema | Referencia |
Pedro a la multitud en Pentecostés | Explicación por parte de Pedro del significado de Pentecostés | Hch 2:14-40 |
Pedro a la multitud en el templo | El pueblo judío debe arrepentirse por haber crucificado al Mesías | Hch 3:12-26 |
Pedro al sanedrín | Testimonio de que un hombre sin ayuda fue sanado por el poder de Jesús | Hch 4:5-12 |
Esteban al sanedrín | El recuento por Esteban de la historia judía, acusando a los judíos de matar al Mesías | Hch 7:2-53 |
Pedro a los gentiles | Los gentiles pueden ser salvos de la misma manera que los judíos | Hch 10:28-47 |
Pedro a la iglesia en Jerusalén | Testimonio por parte de Pedro de sus experiencias en Jope y una defensa de su ministerio a los gentiles | Hch 11:4-18 |
Pablo en la sinagoga de Antioquía | Jesús era el Mesías en cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento | Hch 13:16-41 |
Pedro al concilio de Jerusalén | Salvación por gracia disponible para todos | Hch 15:7-11 |
Jacobo al concilio de Jerusalén | Los convertidos gentiles no requieren circuncisión | Hch 15:13-21 |
Pablo a los ancianos en Éfeso | Permanezcan fieles a pesar de los falsos maestros y la persecusión | Hch 20:17-35 |
Pablo a la multitud en Jerusalén | Afirmación de Pablo de su conversión y su misión a los gentiles | Hch 22:1-21 |
Pablo al sanedrín | Defensa de Pablo, declarándose a sí mismo fariseo y ciudadano romano | Hch 23:1-6 |
Pablo al rey Agripa | Afirmación por parte de Pablo de su conversión y celo por el evangelio | Hch 26:2-23 |
Pablo a los líderes judíos en Roma | Afirmación por parte de Pablo de su legado judío | Hch 28:17-20 |
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
primer tratado. El Evangelio de Lucas (Luc 1:1-4; vea la Introducción: Contexto histórico). Aquel tratado fue una crónica de la vida y enseñanza de Jesús que incluyó su muerte, resurrección y ascensión (Luc 24:51). Teófilo. Destinatario original de este libro. Vea la nota sobre Luc 1:3. todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar. Jesús enseñó a los discípulos con palabras y acciones la verdad que necesitaban para continuar su obra. Él completó en la cruz la obra de redención pero apenas había comenzado la proclamación de sus glorias.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
1:1 — En el primer tratado, — el Evangelio según Lucas. Véase Luc 1:1-4. El libro de Lucas fue dirigido a «Teófilo» (Luc 1:3). El libro de Hechos fue dirigido también a Teófilo (Hch 1:1). El «primer tratado» registra la vida de Jesucristo, desde su nacimiento hasta su ascensión: en él «hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba». El autor de los dos tratados era Lucas. Los pasajes en Hechos que dicen «nosotros» incluyen a Lucas (16:10, 11; 20:5, 6). Era compañero de Pablo desde Troas (Hch 16:10) y estaba con él como ayudante en Roma (2Ti 4:11; Flm 1:24). Se llama «Lucas el médico amado» (Col 4:14,).
— oh Teófilo — Fueron dirigidos los dos tratados a «Teófilo». Lucas le dice, «oh excelentísimo Teófilo» (Luc 1:3); se supone pues que él era un oficial del gobierno (compárese Hch 23:26; Hch 26:25), pero no tenemos información exacta sobre su identidad. Algunos creen que se omite el título «excelentísimo» en Hch 1:1 porque posiblemente el primer tratado le hubiera convencido y que tal vez hubiera obedecido al evangelio. En tal caso el saludo sería menos formal.
— todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar — ¿Por qué dice «hacer» antes de «enseñar»? Porque Jesús practicó lo que enseñó; lo que enseñó es lo que practicó. «Jesús predicó su propia vida» (Boles).
La expresión «comenzó a hacer» equivale a «hizo» (véase Mar 6:7; también Mar 14:65 y el texto paralelo, Mat 26:67). Al decir «todas las cosas» quiere decir las cosas más importantes. El libro de Lucas es un registro adecuado de los hechos y enseñanzas de Jesús. Compárese Jua 20:30-31; Jua 21:25, «hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir». Sin embargo, es importante observar que Juan habla de lo que Jesús «hizo» y no dice que se han omitido algunas de las enseñanzas de Jesús. No fue necesario registrar todo hecho de Jesús, pero sí fue necesario registrar toda la verdad que El enseñó.
Hechos es la continuación de la historia de «las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar». El evangelio según Lucas pone el fundamento sobre el cual la iglesia se edificó (compárese Mat 16:18). Aun el libro de Hechos no termina la historia, sino que es la historia de los principios del reino. La obra de Jesús continúa en su iglesia (su reino) hasta el fin del mundo. Jesús continúa con sus apóstoles: «he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo», Mat 28:20.
En Luc 4:18 se revela la obra del Señor: dar buenas nuevas a los pobres… sanar a los quebrantados de corazón… pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. «Jesús anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo» (Hch 10:38). Jesús hizo muchas señales y «éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo» (Jua 20:30-31).
En cuanto a su doctrina, Mat 7:28-29 dice, «la gente se admiraba de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas». La doctrina de Jesús es la que recibió del Padre, Jua 17:8; Jua 17:14. Jesús entregó esta doctrina a los apóstoles. (El Espíritu Santo se la reveló, Jua 14:26; Jua 16:3). Si obedecemos la doctrina de Cristo, hacemos la voluntad de Dios (Mat 7:21-23). Es importante observar que Jesucristo predicó su propia vida (lo que El vivió) y vivió su propia doctrina (lo que El enseñó). Su doctrina se encuentra en sus hechos, y sus hechos demuestran sus enseñanzas. Jua 8:46, «¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?» Compárese Hch 7:22, «Moisés… era poderoso en sus palabras y obras». Así también eran los otros grandes personajes de la Biblia. Se observa en Hch 20:18-19; Hch 20:33-34; Hch 26:4 que la vida de Pablo era consecuente con su doctrina.
El libro de Lucas habla de Jesús y Hechos habla de su iglesia. La obra de la iglesia es la extensión de la obra de Cristo.
Fuente: Notas Reeves-Partain
PODER PARA SEGUIR ADELANTE
Hechos 1:1-5
Excmo. Teófilo:
Ya he escrito a VE. un informe completo de la vida y enseñanzas de Jesús hasta el momento en que fue llevado al Cielo después de haber dado instrucciones referentes al Espíritu Santo a los apóstoles que había elegido.
Después de su pasión, Jesús les demostró en muchas ocasiones que estaba vivo; porque durante un período de cuarenta días se les estuvo presentando en persona y hablando con ellos sobre el Reino de Dios.
Una vez que estaba comiendo con ellos les dio instrucciones de que no se marcharan de Jerusalén, sino que esperaran allí la llegada del Que el Padre les había prometido, de Quien ya les había hablado; y les dijo:
Juan bautizaba con agua; pero dentro de no muchos días vais a ser bautizados con el Espíritu Santo.
El Libro de los Hechos es la segunda parte de una historia en dos sentidos: (i) Es el segundo volumen de los dos que le envió Lucas a Teófilo. En el primero, que es el Evangelio, Lucas le había contado la historia de Jesús en la Tierra; y ahora, en el segundo, continúa contándole la historia de la Iglesia Cristiana. (ii) Hechos es el segundo volumen de una historia que no ha terminado. El Evangelio es sólo la historia de lo que Jesús empezó a hacer y a enseñar. Su vida terrenal fue sólo el principio de una actividad que no ha llegado a su fin.
Hay diferentes clases de inmortalidad.
(a) Existe la inmortalidad de la fama. En las Coplas a la Muerte de su Padre, de Jorge Manrique, la Muerte le dice al Condestable:
«No se os haga tan amarga la batalla temerosa que esperáis, pues otra vida más larga de fama tan gloriosa acá dejáis; aunque esta vida de honor tampoco no es eternal ni verdadera, mas con todo es muy mejor que la otra corporal, perecedera.»
No cabe duda de que Jesús ganó tal inmortalidad, como se ve, por ejemplo, en la Historia del Arte; y su nombre no morirá jamás.
(b) Existe también la inmortalidad de la influencia. Algunas personas dejan una estela de influencia y unas consecuencias que no desaparecerán jamás. Miguel de Cervantes es el escritor más famoso de la literatura española, y se da su nombre al premio más apreciado que se otorga a escritores contemporáneos y a los institutos que representan a nuestra lengua en otros países para memoria inmortal de ese nombre glorioso.
(c) Pero, sobre todo, existe la inmortalidad de la presencia y del poder. Jesús no ha dejado solamente un nombre y una influencia inmortales. ¡Está vivo y activo y lleno de poder! No es meramente alguien que fue, sino que es Uno que es, y cuya vida continúa eternamente. En un sentido, el tema y la lección del Libro de los Hechos es que la vida de Jesús se continúa en su Iglesia. John Foster, profesor de Historia de la Iglesia en la universidad de Glasgow y antes misionero en La China, cuenta que un buscador hindú vino una vez a un obispo indio. Sin ayuda de nadie había leído el Nuevo Testamento, y se había sentido atraído irresistiblemente por la Persona de Cristo. Luego había seguido leyendo, y se había encontrado en un nuevo mundo. En los Evangelios se trataba de Jesús, de sus obras y de sus sufrimientos; en los Hechos, de lo que hicieron y pensaron y enseñaron los discípulos de Jesús que ocuparon el lugar que Él había dejado. La Iglesia sigue adelante desde el punto en que Jesús dejó su vida terrenal. «Por tanto -dijo aquel hombre-, yo tengo que pertenecer a la Iglesia que continúa la vida de Cristo.» El Libro de los Hechos nos habla de la Iglesia que continúa la vida de Cristo.
Este pasaje nos cuenta cómo recibió la Iglesia el poder para cumplir su misión: por la obra del Espíritu Santo. Uno de los títulos del Espíritu Santo es El Consolador. Consolar es, según el Diccionario de la Real Academia Española, aliviar la pena o el dolor de alguien. Sería más conforme con la idea original llamarle El Confortador, que viene del latín fortis, valiente, y quiere decir, según el mismo Diccionario, el que da vigor, espíritu y fuerza …. el que anima, alienta o consuela al afligido. En el Libro de los Hechos, y en todo el Nuevo Testamento, es muy difícil separar la obra del Espíritu Santo de la del Cristo Resucitado; y no tenemos qué hacerlo, porque la venida del Espíritu es el cumplimiento de la promesa de Jesús: » Fijaos: Yo estoy con vosotros siempre, hasta el fin del mundo» Mt 28:20 ). No dejemos que se nos pase desapercibida otra cosa: Jesús les dijo a los apóstoles que esperaran la venida del Espíritu. Recibiríamos más poder, valor y paz, si aprendiéramos a esperar. En los trances de la vida tenemos que aprender a estar tranquilos. «Los que esperan en el Señor tendrán nuevas fuerzas» Isa 40:31 ). En medio de la actividad avasalladora de la vida debe haber lugar para una sabia espera. En medio de las luchas de la vida tiene que haber tiempo para recibir.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 1
ASCENSIÓN DE JESÚS
INTRODUCCIÓN. Los Hechos de los apóstoles es uno de los libros del Nuevo Testamento que se leen preferentemente. El que empieza a leer la Biblia con este libro puede comprender y orientarse sobre todos los escritos del Nuevo Testamento. Es fácil formarse una idea de su exposición, su género literario es diáfano, y lo que dice este libro nos hace ver de una forma intuitiva la obra salvífica de Dios en Jesucristo y en la Iglesia por él fundada.
¿Qué pretenden los Hechos de los apóstoles? El título puede engañar. Porque no se trata -como se podría esperar- del destino y de la obra personales de los distintos apóstoles. De los doce que consideramos como apóstoles en un sentido más estricto, solamente se dan los nombres (1,13) y la restauración de su número por medio de la elección de Matías (1,26). Sólo dos de ellos entran en escena, san Pedro y san Juan, e incluso entonces san Juan aparece como una figura concomitante al lado de san Pedro. Pero por otra parte también intervienen en la narración otras personas: los siete primeros colaboradores oficiales de los apóstoles (capítulos 6-8) y muy poco después de ellos san Bernabé y Saulo o Pablo. La parte del libro que es con mucha diferencia la más larga, está dedicada a este último, que por causa de su particular vocación obtuvo el título de apóstol.
¿Cómo entenderemos el titulo de este libro? En los manuscritos griegos más antiguos se dice Praxeis, y con esta palabra el título está en consonancia con otros semejantes de la literatura griega que no forma parte de la Biblia. Puede ser que este título fuera ya puesto en su obra por el autor, que estaba familiarizado con la cultura helenista. Se trata, pues, de «hechos», de «sucesos» o «acontecimientos». También se les ha dado el nombre de «actos», en latín acta. Estos «actos» tienen la característica común de que todos ellos están relacionados con los apóstoles. Se trata de unos «hechos» en que ellos han participado. Jerusalén y Roma son las dos ciudades entre las cuales se extiende el espacio donde se desarrollan estos hechos. Los primeros treinta años después de la ascensión de Jesús forman el marco temporal. No es una crónica que narre los hechos según un orden sucesivo, no es una notificación completa de lo que sucedió. Se colocan ante nuestra mirada distintas escenas, importantes acontecimientos que nos muestran el camino para entender la Iglesia. En situaciones tensas se revela cada vez mejor en una nueva visión de su misterio.
El misterio de esta Iglesia, tal como la ven los Hechos de los apóstoles, es Cristo, el Señor. No solamente está presente al principio con su mensaje y su promesa, sino que siempre se muestra de una forma actual en el Espíritu Santo. El mensaje del Pneuma hagion, el aliento vital y soplo creador de Dios, al mismo tiempo el «espíritu de Cristo» (Rom 8:9), es lo que especialmente quieren transmitir los Hechos de los apóstoles. Con fundamento se les ha también llamado el «Evangelio del Espíritu Santo». Este «Espíritu» es aquella fuerza que desde el principio se infunde en la Iglesia y la preserva de lo puramente humano, y se vuelve eficaz sobre todo en la hora del peligro. Este libro se esfuerza particularmente por mostrar que no obstante las hostilidades y persecuciones, que provienen de fuera, y a pesar de todas las crisis y amenazas, que proceden de dentro -más aún a través de ellas-, la Iglesia va creciendo y se fortalece. El gran encargo que se confía a los apóstoles de dar un testimonio que transforme el mundo, está íntimamente unido con la promesa de la «fuerza del Espíritu Santo que sobre vosotros vendrá» (Rom 1:8).
El autor muestra un interés afectuoso por la formación de la comunidad madre de Jerusalén y por el desarrollo de la Iglesia en la zona de Palestina y Siria. Pero muy pronto dedica por completo su atención al hombre por medio del cual la Iglesia fue conducida, con principios decisivos e iniciativas audaces, desde el principio judeocristiano y la estrechez aneja a tal principio, a la misión que transformaría el mundo. Este hombre fue Saulo (Pablo).
Esto no puede sorprendernos, porque el autor es el médico Lucas, de cuya íntima camaradería con san Pablo dan testimonio las cartas del Apóstol prisionero ( Col 4:14; Flm 1:24; 2Ti 4:11). Su colaboración empezó probablemente cuando san Pablo ejerció su ministerio en Antioquía, la patria de san Lucas según la tradición, y fundó allí la primera comunidad etnicocristiana (2Ti 11:25s). Así entendemos el interés sorprendente de los Hechos de los apóstoles por el rumbo y la obra del Apóstol de las gentes. Desde el capítulo 13 y más todavía desde el 22 en adelante el relato toma el cariz de una apología que procura presentar el gran trabajo misionero y, al mismo tiempo, la integridad, en los aspectos humano, jurídico y político de la persona Apóstol retenido en cautiverio.
¿Cuándo escribió san Lucas su obra? Para comprenderla, la pregunta no carece de importancia. ¿Qué nos dice el mismo libro? Siete capítulos (22-28) informan exclusivamente de las etapas de la instrucción de la causa del Apóstol, la cual dura unos cinco años. Se mencionan los dos últimos años en Roma solamente con pocas palabras. No nos enteramos de nada particular sobre ellos. No se encuentra ninguna palabra ni indicación sobre el desenlace del proceso relatado hasta aquí de una forma tan interesante. ¿No se podría incluso actualmente dar la razón a los que suponen que se escribió nuestro libro cuando aún se tenía que esperar la decisión del tribunal del César, al que había apelado el Apóstol? En el hombre de alta posición, a quien san Lucas dedicó su Evangelio (Luc 1:3) y a quien una vez más nombra explícitamente al principio de los Hechos de los apóstoles, o sea Teófilo, ¿no podía san Lucas ver al amigo de la causa del cristianismo, que también podía estar en condiciones de influir en el apresuramiento y en una solución favorable del juicio que se arrastra durante tanto tiempo? Si se admite esta suposición, el libro de los Hechos de los apóstoles -ésta fue la opinión que prevaleció durante mucho tiempo- se escribió probablemente a fines del año 63.
Con gusto nos adheriríamos a esta opinión, si no se opusieran objeciones (que han de ser tomadas en serio) de investigadores, que no consideran posible un origen tan temprano. Se guían por la convicción de que es imposible que el Evangelio de san Lucas, que precede a los Hechos de los apóstoles, fuera escrito antes de la destrucción de Jerusalén (año 70). Los testimonios externos de la tradición y las características internas del Evangelio parecen atestiguarlo. Si así se establece, los Hechos de los apóstoles sólo pudieron ser escritos después del año 70. Según la mayoría tuvieron su origen hacia el año 80. Si esta opinión fuera acertada, en nuestro libro se tendrían que juzgar muchas cosas, sobre todo el prolijo relato del proceso, con la visión que de ellas se tenía en los años posteriores. ¿Puede esto admitirse de una forma tan convincente como la suposición anterior de que el libro fue escrito todavía en vida del Apóstol?
Unas palabras más sobre la estructura y la disposición externa del libro. Se pueden ver e indicar diferentes motivos para la división del libro. La suposición de que los Hechos de los apóstoles son un díptico literario con una mitad sobre san Pedro y la otra mitad sobre san Pablo tiene de suyo correspondencias sorprendentes en las dos partes. Estas parece que están expuestas incluso conscientemente en la forma de exponer la imagen de los dos apóstoles. Sin embargo esta división podría no corresponder plenamente al contenido del libro. Por eso en nuestra explicación preferimos adoptar una división en tres partes, en la que cada una de ellas supera en extensión a la anterior. Después de las frases introductorias, que se refieren al tercer Evangelio y se apoyan en él (Luc 1:1-11), primero se pone ante nuestra mirada la formación de la Iglesia madre de Jerusalén (,42). Siguen inmediatamente en la segunda parte los relatos que hacen referencia a la formación interna y externa y al desarrollo de la Iglesia fuera de Jerusalén con la actuación de nuevos colaboradores (Luc 6:1-12, Luc 6:25). La tercera parte, que es la más larga (Luc 13:1-28, 31), nos muestra el camino de la Iglesia hacia la misión en el mundo que dirigirá el propio apóstol de los gentiles. El que contempla más de cerca este libro por parte de la técnica literaria puede reconocer esta división en tres partes como querida por el autor. Al principio de cada una de estas tres secciones se nombran los hombres importantes para lo referido en ella: en 1,13 encontramos los nombres (competentes para la comunidad madre) de los doce apóstoles (en conexión con 1,26); en 6,5, los nombres de los siete colaboradores, tan importantes para el ulterior desarrollo de la Iglesia, y en 13,1, los cinco nombres de los dirigentes en Antioquía, el punto de partida y el centro para misionar a los gentiles. En los números simbólicos doce, siete y cinco se puede ver un especial interés del autor. Difícilmente es casual, sino intención literaria, que se muestren siempre en acción solamente dos de las personas nombradas: en la primera sección Pedro y Juan; en la segunda Esteban y Felipe; en la tercera Bernabé y Saulo. También se puede aducir en favor de esta división en tres partes el esquema de desarrollo indicado en 1,8, cuando se dice: «Seréis testigos míos en Jerusalén, y en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» 2.
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2. La transmisión del texto de los Hechos de los apóstoles se ha efectuado en dos formas que muestran entre sí diferencias mayores de las que se dan en los otros libros del Nuevo Testamento, si sólo tenemos en cuenta los textos que hacen al caso. El hecho de que existan estas dos formas de transmisión ha hecho suponer que el mismo san Lucas ha efectuado una doble redacción. Sin embargo esta suposición es muy poco probable. Las variantes, que de hecho son numerosas, y las frecuentes interpolaciones al texto hoy día son reputadas como cambios secundarios, en los cuales quizás todavía se discute en particular cuál es la transmisión fidedigna. Sobre estas cuestiones cf. A. WIKENHAUSER, Introducción al Nuevo Testamento, Herder, Barcelona 2 1966, p. 238 ss; espec. 253-254.
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Parte primera
LA IGLESIA MADRE (JERUSALéN) 1,1-5,42
I. EN ESPERA DEL ESPÍRITU SANTO (1,1-26).
1. PROMESA E INSTRUCCIONES (1,1-11).
El que conoce el Evangelio de san Lucas y recuerda su úItimo capítulo, al leer los primeros once versículos de los Hechos de los apóstoles en seguida echa de ver que se refieren a lo que se dijo en Lc 24. Esta referencia no consiste en una mera repetición, sino en un libre enlace, con ello se destaca con mayor fuerza el propósito del autor.
El propósito del autor está encaminado a la venida del Espíritu Santo, de quien también se habla con ahinco en las últimas palabras de despedida del Señor, que se leen en el Evangelio (Luc 24:49). En estos versículos introductorios relacionados con las últimas palabras del Evangelio, el lector una vez más ha de darse cuenta de que la resurrección no solamente es el término glorioso de la vida de Jesús, sino que al mismo tiempo es el vivificante fundamento salvífico de la Iglesia. La «nueva criatura» (Gal 6:15; cf. Rom 6:4) recibe de este fundamento su realidad y significado. No hay por qué inquietarse si en esta introducción, que hace referencia a Lc 24, no todos los pormenores coinciden exactamente con lo que se dice en aquel capítulo del Evangelio. Lucas, sin dejar de mantener la «solidez» en la retransmisión del mensaje, se acredita como un narrador que describe los sucesos con libre naturalidad. Esto también se puede observar en los relatos paralelos de los Hechos de los apóstoles. Por ello no es necesario postular un lapso de tiempo considerable que hubiera permitido a Lucas enterarse de lo que esta introducción añade al relato del Evangelio o modifica en alguna de sus partes.
a) Mirada retrospectiva al Evangelio (Hch/01/01-03).
1 Escribí mi primer relato, oh Teófilo, acerca de todo lo que Jesús hizo y enseñó 2 hasta el día en que fue arrebatado a lo alto, después de haber dado a los apóstoles, que él se había elegido, instrucciones con referencia al Espíritu Santo.
Conocemos este primer relato o, como también se podría decir, este «primer libro» o sea el Evangelio de san Lucas, que nos es familiar a todos nosotros: Lo tendríamos que leer con atención, si aspiramos a entender más profundamente los Hechos de los apóstoles. Los dos libros no sólo coinciden en la forma literaria -pese a peculiaridades del Evangelio, debidas a las fuentes de información-, sino que también están en armonía en sus fines espirituales y teológicos.
El contenido del Evangelio se compendia en la frase: «lo que Jesús hizo y enseñó.» Es una formulación significativa, que dice mucho en favor de la primitiva tradición. Los hechos y las palabras desde un principio formaron parte de la historia de Jesucristo y, por tanto, de lo que declara el Evangelio. Acá y allá pudo haberse tenido interés, como muestran los modernos hallazgos de manuscritos, en reunir distintas sentencias de Jesús, y entonces en la total proclamación los hechos, por una necesidad interna, se refirieron a las palabras. Puesto que las palabras de Jesús debían significar la verdad y la salvación, también se tenía que decir lo que él era y lo que él hizo que se manifestara en sus acciones. Esto se patentiza de una forma muy intuitiva en el Evangelio según san Marcos, que se suele considerar como el más antiguo de los cuatro evangelios. En él se muestra claramente la primacía de los hechos ante las palabras. Y quien piense que en un principio se dedicaba toda la atención especialmente a la historia de la pasión, también ve en ello el interés de los primeros discípulos por lo que sucedió a Jesús. En este texto se antepone «lo que Jesús hizo» a lo que «enseñó». Ello podría ser una manifestación espontánea de cómo también para san Lucas las acciones del Señor forman parte del Evangelio. El marco indicado brevemente: «hasta el día en que fue arrebatado a lo alto» nos muestra asimismo cómo el evangelista san Lucas está obligado a guardar la limitación observada por la proclamación general del cristianismo primitivo. Volvemos a encontrar este marco en 1,21, y en el esquema fundamental de los cuatro Evangelios aparece claramente que el relato siempre empieza con Juan el Bautista y concluye con el mensaje del Señor glorificado. El hecho de que en el «primer relato» nada se dice de la historia de la infancia de Jesús contenida en el Evangelio de Lucas (Lc 1-2), no autoriza la conclusión de que el evangelista considerara que no tenía importancia. A lo más, sólo significa que no encajaba en el esquema del mensaje de salvación adoptado por la Iglesia primitiva.
El día en que Jesús fue arrebatado a lo alto tiene una característica importante para los Hechos de los apóstoles a causa de las instrucciones dadas a los apóstoles. Por primera vez se nombran los hombres a quienes alude el título del libro. No obtuvieron su oficio por propia decisión, el mismo Jesús «se los había elegido». El evangelista tiene necesidad de decirlo también aquí. En el evangelio nos enteramos de esta elección de los doce, «a los cuales dio el nombre de apóstoles» (Luc 6:12-16). Es significativo que el nombramiento de los apóstoles recaiga en los días del Señor anteriores a la pascua. La obra efectuada por los apóstoles está vinculada de una forma enteramente personal a Jesús en su vida terrena, así como a Jesús glorificado, a su palabra, a su poder y a sus instrucciones.
¿A qué clase de instrucciones se refiere nuestro texto? La expresión deja espacio para todo lo que Jesús transmitió a sus discípulos como testamento después de su resurrección. Si miramos la conexión de nuestro versículo con los siguientes, se suscita la idea de unas instrucciones muy determinadas. También las últimas palabras de Jesús resucitado en el Evangelio nos informan de estas instrucciones, cuando se dice: «Y voy a enviar sobre vosotros lo prometido por mi Padre. Vosotros, pues, permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza de lo alto» (Luc 24:49). Esta fortaleza de lo alto es el Espíritu Santo. A él, pues, se refieren las instrucciones de Jesús, antes de ser «arrebatado a lo alto». También en este pasaje cabe la posibilidad de pensar en estas instrucciones y a entenderlas con referencia al Espíritu Santo. Es cierto que la gramática griega parece recomendar más la traducción de «por medio del (o en el) Espíritu Santo». De este modo se diría que Jesús dio sus instrucciones por estar lleno del Espíritu Santo, y esto daría un sentido favorable a la cristología de san Lucas. Y sin embargo, y a pesar de dificultades de orden gramatical, la otra interpretación parece ser más acertada por parte del texto global y de la referencia al Evangelio: el Espíritu Santo es el contenido y la causa de estas instrucciones dadas el día que el Señor fue arrebatado a lo alto. Los versículos siguientes lo aclaran.
3 También con numerosas pruebas se les mostró vivo después de su pasión, dejándose ver de ellos por espacio de cuarenta días y hablándoles del reino de Dios.
También este versículo remite a lo que se ha dicho en el Evangelio. El proceso contra Jesús, su cruz y su sepelio, resumidos en las palabras «su pasión» fueron superados y apareció su pleno sentido en su resurrección pascual. Es importante para el evangelista poderlo decir, porque la elección de los apóstoles y las instrucciones que les fueron dadas, logran su plena validez por el llamamiento y asistencia del que está verdaderamente vivo. «Vida» quiere decir mucho más que la vida precedente recuperada en la resurrección. La vida aquí está colmada y glorificada por la divina verdad, con la cual Jesús se mostró a los suyos.
El evangelista sabe hablar de numerosas pruebas. Ello supone más apariciones de las que habla el Evangelio (Lc 24). Se puede pensar en los relatos de los otros Evangelios, incluido el de san Juan. Pero sabemos que no se logra saber el número de las apariciones, sumándolas tal como se narran exteriormente. Esto difícilmente podría resultar satisfactorio, dada la índole propia de estos relatos. También san Pablo habría de ser tenido en cuenta con su serie memorable de apariciones de Jesús resucitado (1Co 15:3-7). Y su propio encuentro con el Señor glorificado -aunque tuviera lugar después de los «cuarenta días»- también es una de las apariciones (1Co 15:8s; 1Co 9:1). Porque también san Pablo hace hincapié en que le llamó Jesús resucitado para hacerlo apóstol (cf. Gal 1:1). Aunque no pueda ya rehacerse el curso efectivo de los acontecimientos posteriores a la pascua, nuestro versículo es uno de los muchos testimonios del Nuevo Testamento en favor del conocimiento verídico que tenía la primitiva Iglesia acerca de la realidad de Cristo resucitado, fundamento de todo el mensaje de salvación3.
Por espacio de cuarenta días Jesús se apareció a sus apóstoles. En los Hechos encontramos este dato no solamente aquí. Después se habla de «muchos días» no determinados de una forma más concreta (Gal 13:31). En el Evangelio según san Lucas se narran las apariciones de Cristo resucitado, de tal forma que se podría pensar que todo -incluso la ascensión a los cielos- ha sucedido en un día (Lc 24). En san Juan los encuentros posteriores a la pascua se reparten en un espacio de tiempo de más de una semana. También en 1Co 15:5-7 se supone un tiempo más largo. Si san Lucas en este pasaje -de acuerdo con su manera de exponer ejercitada también en otras ocasiones- aclara la información de Lc 24 con el dato de los «cuarenta días», no estamos por eso forzados a ver en este dato un interés meramente simbólico. Es cierto que el número cuarenta con frecuencia se emplea en la Biblia para caracterizar un espacio de tiempo especialmente importante, como en el diluvio (Gen 8:6), en el encuentro de Moisés con Dios (Exo 24:18) y en el ayuno del primero (Exo 34:28), en la peregrinación de Elías al monte de Dios (lRe 19,8), en la estancia de Jesús durante cuarenta días en el desierto (Luc 4:2; Mat 4:2). Pero con respecto a nuestro versículo la numeración de «cuarenta días» también podría estar determinada por el pensamiento en la fiesta de pentecostés, que recae 50 días después de pascua. Porque con la fiesta de pentecostés está enlazado el acontecimiento (trascendental para los Hechos de los apóstoles), la venida del Espíritu Santo. De este suceso se dice que tendrá lugar «dentro de no muchos días» (Mat 1:5). Con todo, también se puede haber recomendado el número cuarenta, como número memorable transmitido, para caracterizar los días posteriores a la pascua, que fueron decisivos y provechosos para la revelación y la inteligencia del misterio de Cristo.
Porque en estos encuentros con el Señor resucitado se hablaba del reino de Dios. Con esto se indica que Jesús hacía revelaciones esenciales, comunicaba profundos conocimientos del mensaje y de su obra propia, trataba del perfeccionamiento de la fe de los discípulos y de su preparación para dar el testimonio que les estaba reservado (Mat 1:8). Dirigiendo una mirada retrospectiva al Evangelio se pueden ver ejemplos de un tal diálogo del «reino de Dios» en la conversación de Jesús con los discípulos de Emaús (Luc 24:13-31) o en los discursos resumidos del Señor resucitado (Luc 24:44-49). Ante todo es interesante que Jesús a los apóstoles «les abrió la mente para que entendieran las Escrituras» (Luc 24:45). La interpretación del Antiguo Testamento con respecto a Cristo y desde Cristo encontró su principio en estas experiencias y consideraciones posteriores a la pascua 4. En particular formaron parte sin duda de este diálogo «del reino de Dios» las palabras que se refieren al Espíritu Santo, como también denotan los versículos siguientes.
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3. A este propósito se debería leer todo el capitulo 15 de la primera carta a los Corintios. 4. Cf. Jua 2:22; Jua 12:16.
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b) Las instrucciones de Jesús resucitado (Hch/01/04-08).
4 Y en el curso de una comida, les ordenó que no salieran de Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre «de la que me habéis oído hablar; 5 porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en Espíritu Santo dentro de no muchos días».
La escena indicada tiene lugar el día de la ascensión. Se describen más en particular las importantes instrucciones de 1,2. En el Evangelio se dan las mismas instrucciones con palabras algo distintas: «Yo voy a enviar sobre vosotros lo prometido por mi Padre. Vosotros, pues, permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza de lo alto» (Luc 24:49). No nos molesta que el mismo evangelista nos produzca las mismas palabras del Señor con una redacción libre. La Iglesia primitiva no estuvo apegada con recelo a la letra. Lo que le interesaba era el sentido de la tradición. Según el texto aducido esta última reunión con los apóstoles fue una comida comunitaria. También según otros informes Jesús resucitado ha comido delante de sus discípulos y con ellos 5. Ya en su actividad anterior a la pascua Jesús repetidas veces había comunicado, en una comida, especiales revelaciones y consignas6. Pensemos en la última cena antes de la pasión con las recomendaciones e instrucciones dadas en ella por Jesús. La Iglesia primitiva en sus celebraciones eucarísticas en forma de comida también ha conmemorado y mantenido en forma viva la comida comunitaria con el Señor resucitado (Luc 2:46).
Es peculiar de san Lucas la orden de quedarse en Jerusalén. San Lucas también tiene conocimiento de una relación con Galilea (Luc 24:6), pero falta en él toda alusión a un encuentro en Galilea posterior a la pascua, encuentro que es particularmente significativo para los otros evangelistas7. Esta limitación a Jerusalén tiene que verse en relación con el concepto que san Lucas tenía de la importancia de Jerusalén en la historia de la salvación, como ya se hace patente en el Evangelio8. En las profecías del Antiguo Testamento que enlazan con Jerusalén la salvación mesiánica y el especial don salvífico del Espíritu Santo, se puede ver un motivo para esta preferencia de san Lucas por Jerusalén 9. San Lucas sabe que Jerusalén será el punto de partida para la misión universal en el mundo, y por eso le interesa mostrar el camino del Evangelio desde Jerusalén hasta Roma 10.
Los apóstoles han de esperar la promesa del Padre. El contexto pone en claro que con estas palabras se alude al Espíritu Santo. Hacia él apuntan insistentemente todas las demás palabras. El Espíritu Santo es el gran objetivo de Cristo resucitado. Es la «promesa del Padre». Sobre todo por el Evangelio según san Juan conocemos la designación de Dios como «el Padre» absolutamente sin ninguna palabra relativa más circunstanciada 11. ¿Hasta qué punto el Espíritu Santo es la «promesa del Padre»? Se puede pensar en las palabras proféticas del Antiguo Testamento, en las que Dios ha prometido el Espíritu como don de salvación del tiempo mesiánico 12. Jesús en su plática de despedida habló del Espíritu que el Padre enviaría13. De la oración de súplica Jesús había dicho que el «Padre que está en los cielos dará Espíritu Santo a los que le piden» (Luc 11:13). Por tanto, ya antes de la pascua, los apóstoles habían oído hablar de esta «promesa del Padre» por labios de Jesús.
Sorprende que Jesús se apropie las palabras del Bautista sobre la venida del bautismo del Espíritu (Luc 3:16). Juan Bautista había señalado al Mesías como más fuerte: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien ni siquiera soy yo digno de desatarle la correa de las sandalias; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego» (Luc 3:16) 14. La comunicación de las palabras del Bautista también quiere indicar una correspondencia entre la recepción del Espíritu, que el mismo Jesús experimentó al ser bautizado por Juan, y el bautismo del Espíritu que es inminente para los apóstoles y por medio del cual se deben preparar para su ministerio.
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5. Luc 24:30.41s; Mar 16:14; Jua 21:9-13; Hec 10:41.
6. Cf. Luc 7:36-50; Luc 10:38-42; Luc 11:39-52; Mat 9:10-13.
7. Cf. Mar 16:17; Mat 28:7.16-20; Jua 21:1 ss.
8. Luc 9:51; Luc 15:22-33 ss; Luc 18:31; Luc 19:28-41 ss.
9. Cf. Isa 2:1 ss; Isa 44:3; Eze 11:19; Eze 36:26s; Joe 3:1 ss; Zac 12:10; Zac 13:1.
10. Cf. Luc 24:17; Hec 1:8; Hec 23:11; Hec 28:14.
11. Esta designación es poco usada en los Evangelios sinópticos: Mar 13:32; Luc 9:26; Luc 10:22; cf. Hec 1:7.
12. Cf. Isa 44:3; Eze 11:19; Eze 36:26s; Joe 3:1 ss; Hec 2:17 ss; Zac 12:10; Zac 13:1.
13. Cf. Jua 14:15 ss; Jua 14:26; Jua 15:26. 14. En 11,16 Pedro llama la atención sobre la misma palabra como «palabra del Señor». Cuando Jesús aduce la palabra de su precursor, como si hubiese sido dicha por él, se puede pensar como según el Evangelio de san Mateo se pone al pie de la letra en labios de Jesús (Mat 4:17) la llamada del Bautista a la conversión (Mat 3:2).
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6 Los reunidos le preguntaban: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?» 7 él les dijo: «No os corresponde a vosotros saber los tiempos o momentos que el Padre ha fijado por su propia autoridad.»
Difícilmente puede admitirse que se trate de una nueva escena. Se alude a la última reunión (Mat 1:4). Según los datos que siguen, hemos de pensar en el monte de los Olivos como lugar donde se pronunciaron estas palabras de despedida (Mat 1:9.12). Están estrechamente enlazadas en el orden del tiempo con la «ascensión a los cielos». Es verdad que en Luc 24:50 parece que se interponga un cambio de lugar entre las palabras de despedida del Señor y su partida. La cuestión carece de importancia; pero, con todo, nos gustaría disponer de una descripción tan fiel como fuera posible.
La pregunta de los discípulos es significativa. En ella aparece una imagen del Mesías que se apoya en la indigencia política, nacional y religiosa de un pueblo oprimido durante siglos. El sueño de una grandeza pasada y una libertad perdida, y las imágenes prometedoras en los vaticinios mesiánicos de los profetas hicieron surgir esperanzas que tenían que inflamarse en contacto con Jesús. Por el Evangelio conocemos la constante resistencia opuesta por él a todas las exigencias y expectaciones de esta manera tan difundida de pensar de los judíos. Ya en la narración de las tentaciones aparece otra concepción del Mesías (Luc 4:5-8). Incluso para justificar a los apóstoles y su pregunta sobre el restablecimiento del reino de Israel podrían citarse las palabras del ángel Gabriel, que en la anunciación dijo a María: «El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y reinará por los siglos en la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin» (Luc 1:32s).
Dada la manera de pensar de los apóstoles ¿no era muy natural que hicieran esta pregunta? Porque ¿qué otra cosa podía significar para ellos la orden de quedarse en Jerusalén y de esperar el bautismo del Espíritu, sino que entonces llegaba el tiempo final, anunciado por los profetas, con sus grandes dones destinados a la salvación? ¿No es ya Jesús resucitado una señal de que ha empezado la nueva era? Jesús en su respuesta no presta atención a la idea del Mesías, pero sí a la pregunta sobre «ahora».
Esta respuesta es significativa. En ella se alude a un deseo ardiente de la primitiva Iglesia. La expectación del tiempo final, que se imaginaban como la inmediata e inminente «restauración de todas las cosas» (3,21), excitaba los ánimos de los hombres. ¿No hay en el Evangelio palabras de Jesús, que debían nutrir la fe en la proximidad de su gloriosa venida (Mar 9:1; Luc 21:32)? ¿No habla san Pablo, en sus cartas, con palabras que muestran que también él estaba hechizado por la expectación de la próxima venida del Señor (1Te 4:15)? Aunque en la respuesta de Jesús no se da ninguna información inmediata sobre la pregunta de los apóstoles, sin embargo se contiene en ella una instrucción importante para toda clase de preguntas sobre el acontecimiento final de la historia de la salvación. Esta instrucción también la encontramos en las palabras del Señor: «En cuanto al día aquel o la hora, nadie lo sabe, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre» (Mar 13:32). Ante la parusía del Señor que se retrasaba cada vez más claramente, la Iglesia primitiva tenía que humillarse con el reconocimiento respetuoso de la exclusiva competencia y de la ilimitada libertad de la resolución divina. Y sin embargo a la Iglesia primitiva se le dio la orden de esperar vigilante la venida del Señor.
8 »Sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que sobre vosotros vendrá, y seréis testigos míos en Jerusalén, y en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra.»
En este versículo queda patente la finalidad que pretenden los Hechos de los apóstoles. Se muestra el campo de un trabajo universal a los apóstoles, que en su pregunta pensaban en el restablecimiento del «reino a Israel». En tres etapas se desarrolla el espacio: el trabajo de los apóstoles empieza en Jerusalén, enteramente de acuerdo con la importancia histórica de esta capital del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento; «Judea y Samaría» caracterizan el desarrollo: se sobrepasa la estrechez de Israel en el camino del Evangelio «hasta los confines de la tierra». Este camino se pone de relieve en las tres partes (en que se nota un constante progreso) de los Hechos de los apóstoles. En estas últimas palabras del Señor se hace perceptible el llamamiento de Dios a todo el mundo para que obtenga su salvación. Se recordará la consigna dada al siervo del Señor en el libro de Isaías, donde se dice: «Poco es que tú me sirvas para restaurar las tribus de Jacob, y convertir los despreciados restos de Israel: mira que yo te he destinado para ser luz de las naciones, a fin de que mi acción salvadora llegue hasta los últimos términos de la tierra» (Isa 49:6). Los apóstoles, como testigos de Jesús, debían transmitir a los hombres el mensaje de Cristo. En la palabra «testigos» se compendia todo lo que los apóstoles tienen que hacer en el nombre y por orden del Señor. Los apóstoles han de desear lo que Jesús deseó, han de revelar lo que Jesús reveló. Al mismo tiempo se indica algo importante en este encargo de ser testigos. No solamente les será posible transmitir las enseñanzas e instrucciones recibidas de Jesús. Este mismo Jesús vendrá a ser el contenido del testimonio de los apóstoles: la actividad de Jesús, su muerte, su resurrección y ensalzamiento. Es una ley interna de la historia de la salvación que el Cristo anunciante se convertiría en el Cristo anunciado. Aquí no hay una falsificación del Evangelio, sino un desarrollo substancial. En los relatos de los Hechos de los apóstoles siempre veremos a los apóstoles conscientes de su misión de ser testigos.
En este versículo tiene una importancia decisiva que los apóstoles hayan de dar su testimonio con la fuerza que recibirán cuando el Espíritu Santo venga sobre ellos. Esta promesa no hay que abstraerla de lo que les encarga. Este es el sentido del bautismo en Espíritu, que los apóstoles han de recibir «dentro de no muchos días». No han de andar como meros hombres por el camino del testimonio; él mismo, el Señor estará con ellos. Ciertamente también tendrán gran importancia la experiencia personal de los apóstoles y los sucesos que ellos han presenciado personalmente. En 1,21 ésta es condición que se exige para la elección del nuevo apóstol. Sin embargo la promesa de la «fuerza» del Espíritu no está sin motivo delante de la frase que se refiere al testimonio. Está en armonía con la frase del evangelio: «Permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza de lo alto» (Luc 24:49).
En la plática de despedida, que nos refiere san Juan, se dice: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de la verdad, que proviene del Padre, él dará testimonio de mí, y vosotros también daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo» (Jua 15:26s). Es muy natural que se compare este versículo (que determina el camino y la historia de la Iglesia) con lo que nos dicen los otros escritos del Nuevo Testamento. Ya hemos notado la coincidencia con las palabras de Jesús en el Evangelio de san Lucas. Las diferencias de redacción y orden que vemos entre los Hechos de los apóstoles y este Evangelio nos muestran que los evangelistas no intentaban dar una comunicación literal exacta, sino anunciar lo que es esencial en el mensaje.
Esto aún lo vemos más claro cuando en el Evangelio según san Mateo leemos el encargo de misionar ( Mat 28:16-20). En san Mateo la última instrucción del Señor se traslada a una montaña de Galilea, pero el pensamiento y la finalidad de las palabras de Jesús coinciden, a pesar de todas las diferencias de redacción, con lo que también se dice en el texto de los Hechos de los apóstoles. La promesa de la fuerza del Espíritu también la encontramos en san Mateo, cuando el Señor dice: «Mirad: yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mat 28:20). La comparación de estos dos textos nos da un ejemplo instructivo de cómo en la proclamación apostólica las palabras de Jesús fueron transmitidas y divulgadas con una contextura e interpretación libres 15.
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15. Una lectura de Mar 16:15s también nos muestra lo mismo. Y en las palabras de Jua 17:18s y 20,21 ss, con las que Jesús envía a sus apóstoles, percibimos el mismo deseo de Jesús. Incluso Pablo parece querer recordar conscientemente el mismo encargo del Kyrios Jesucristo, cuando dice de él: «Por quien hemos recibido la gracia del apostolado, para conseguir, a gloria por la virtud de su nombre, la obediencia a la fe entre todos los gentiles» (Rom 1:15).
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c) Ascensión y segunda venida de Jesús (Hch/01/09-11).
9 Y dicho esto, a la vista de ellos fue elevado, y una nube lo ocultó a sus ojos.
Este versículo da a conocer un acontecimiento trascendental. Solemos llamarlo la «ascensión del Señor a los cielos». Se describe como un suceso perceptible. También en el Evangelio se habla de ella con esta claridad, aunque con pormenores distintos (Luc 24:50s). Los demás testimonios del Nuevo Testamento se comportan a este respecto con reserva 16,
¿Cómo entiende san Lucas la ascensión de Jesús a los cielos? ¿Es un acontecimiento que tiene validez por sí mismo, que se coloca junto a la resurrección y la complementa y corona? La fiesta de la ascensión de Jesús a los cielos, comprobable desde el siglo cuarto, ha contribuido a dar al acontecimiento un tenor propio. Sin embargo el que lo examina más de cerca, en todos los relatos encontrará que la ascensión a los cielos está íntimamente vinculada con el misterio de la resurrección. Eso también lo sabe san Lucas. El que lee la conversación que refiere este evangelista y que mantuvo Jesús resucitado con los dos discípulos de Emaús (y que sólo se puede comprender como revelación del Señor glorificado y ensalzado), lee la frase terminante: «¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todas estas cosas y entrase así en su gloria?» (Luc 24:26). Las palabras y las instrucciones de Jesús resucitado en Luc 24:44-49 y especialmente en los Hechos de los apóstoles (Luc 1:1-8), son también solamente inteligibles si proceden de labios del Señor ensalzado y del Kyrios provisto de un poder sobrenatural.
Este ensalzamiento debía demostrarse y ser atestiguado a los apóstoles con las apariciones de Cristo resucitado. La fe de los apóstoles, así como su testificación, debían ser robustecidas y profundizadas con dichas apariciones. El acontecimiento de la ascensión a los cielos también es únicamente una manifestación del Señor ensalzado. La ascensión adquiere en san Lucas una especial importancia, porque concluye la serie de apariciones postpascuales de Jesús a sus apóstoles, y por medio de la visible elevación al cielo habilita el camino para el testimonio de los apóstoles y para el nacimiento de la Iglesia de una forma que para ellos era alegórica. De suyo podría unirse esta perceptible apoteosis de Jesús en su subida al cielo con cualquiera de las apariciones de Cristo resucitado. Pero mediante el enlace con la última aparición y las últimas grandes instrucciones esta apoteosis adquirió un especial sentido revelante, como una señal expresiva de la gloria y del poder (que se fundan en la pasión y resurrección) del Señor, quien en adelante actúa invisiblemente en su comunidad y sobre todo en sus apóstoles. Porque ahora empieza el tiempo de la Iglesia, que será sellada con la venida del Espíritu. Mediante los encuentros de Jesús con sus apóstoles los cuarenta días después de pascua, la Iglesia ha recibido revelaciones y órdenes decisivas y vitales. Al mismo tiempo el camino de la Iglesia se ha puesto en profunda relación con el camino y la obra de Jesús durante su vida en la tierra. Si así entendemos la ascensión de Jesús a los cielos, tenemos derecho a celebrar reiteradamente, en la conmemoración litúrgica de este triunfo del Salvador, el misterio de la resurrección y a percibir con los ojos de la fe la imagen de Jesucristo recibido en la gloria de Dios.
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16. La noticia que se da en Mar 16:19s es un fragmento de la conclusión de san Marcos, la cual difícilmente podemos tener por original, y probablemente depende de nuestro relato de san Lucas.
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10 Estaban ellos mirando atentamente al cielo mientras se iba, y de pronto se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, 11 que les dijeron: «Hombres de Galilea, ¿qué hacéis ahí parados mirando al cielo? Este mismo Jesús que os ha sido arrebatado al cielo volverá de la misma manera que le habéis visto irse al cielo.»
No hay que separar de lo que se declara en la Biblia, y en particular en el Evangelio, las figuras celestiales que para abreviar llamamos «ángeles». Se presentan como medianeros e intérpretes de la acción de Dios. Aunque determinados rasgos de su imagen sean imputables al espíritu de la época, no resultaría fiel a la intención del evangelista negar, en nombre de un pensamiento progresivo, la existencia y acción de los ángeles. El evangelista les asigna una tarea importante. Sus palabras se dirigen a los discípulos que miran al cielo. Se tiene que ver su mirada en relación con todas las preguntas y esperanzas, con las que seguían a Jesús antes de la pascua. En los Evangelios siempre notamos la tensión en la que tenía que ponerse el pensamiento y la expectativa tan auténticamente humanas de los apóstoles a la vista de la actitud completamente distinta de Jesús. Esta tensión se nos aclara en el relato sobre los dos discípulos de Emaús. Y al mismo tiempo éstos, así como los apóstoles, que tienen la mirada fija en la nube de la ascensión a los cielos, son símbolo del hombre que desde el terrenal desamparo de su fe y atosigado por un cúmulo de preguntas busca el camino de Cristo.
¿Cuál es la revelación de que se enteran por los hombres celestiales? Consiste en la frase: Este mismo Jesús… volverá. La fe en la segunda venida del Señor pertenece de manera inalienable al mensaje del Evangelio. Así es como esta fe se manifiesta también en las cartas de san Pablo y en todo el testimonio del Nuevo Testamento. Las palabras de despedida de Jesús (1,8) ahora se coronan con una revelación transcendental. Los apóstoles que preguntaron por el restablecimiento del reino de Israel, ahora reciben una respuesta consoladora. Porque cuando vuelva el que ahora les ha dejado, vendrá «del cielo», en el que ha entrado, y eso significa que entonces el reino de Dios obtendrá su última perfección. Al lector atento, la «ascensión de Jesús a los cielos» no es propiamente lo que más interesa en el relato. Solamente se habla de la ascensión para abrir los ojos hacia el Señor que ha de volver del cielo. Empieza el tiempo de la Iglesia. Ella conoce al Señor resucitado y ensalzado, sabe que ella está peregrinando y que, después de sus tribulaciones y necesidades, se encontrará con el Señor de la gloria.
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2. EXPECTACIÓN SUPLICANTE (Hch/01/12-14).
12 Volviéronse entonces a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que sólo dista de Jerusalén lo que se puede andar en sábado.
En este versículo se nos da una noticia suplementaria, que nos nombra por primera vez el escenario de las últimas palabras de Jesús y de su «ascensión» El monte de los Olivos por su inmediata proximidad a Jerusalén y al templo ya desempeña un importante papel en la expectativa judía de la salvación. El Evangelio da informes sobre interesantes escenas de la vida de Jesús, que están vinculadas con este monte. Desde él, Jesús pronunció su discurso sobre el castigo de Jerusalén y sobre el fin del mundo (Mar 13:3). Citemos unas palabras de este discurso: «Entonces verán al Hijo del hombre venir entre nubes con gran poderío y majestad» (Mar 13:26). Estas palabras también las recuerdan los dos ángeles de la ascensión a los cielos. Desde el monte de los Olivos Jesús empezó su misteriosa entrada en Jerusalén (Luc 19:29) y lloró al divisar la ciudad (Luc 19:41). En el huerto de Getsemaní Jesús entró en agonía antes de su pasión, como nos lo describe san Lucas de una forma muy emotiva (Luc 22:39 ss). Tiene un sentido, considerado por los Hechos de los apóstoles con especial atención, el hecho de que descendiera de este monte a Jerusalén el pequeño grupo de personas, que estaban destinadas a llevar el testimonio de Cristo a través de los ámbitos de la tierra y de los siglos de la historia.
Era un camino corto. ¿Se debe tan sólo a la afición por los datos exactos que se calcule la distancia de la ciudad por «lo que se puede andar en sábado»? No es probable que con esta noticia se quiera indicar que la ascensión a los cielos tuvo lugar un sábado. Este pequeño trayecto, que aproximadamente mide un kilómetro ha llegado a tener una importancia decisiva para el camino de la Iglesia. Fue recorrido para obedecer la orden expresa del Señor (Luc 1:4). La Iglesia debía empezar en Jerusalén. Esta Jerusalén, símbolo del pueblo elegido por Dios, también seguirá siendo la imagen simbólica del nuevo pueblo de Dios, incluso cuando en su desarrollo la historia ya no presente tan visiblemente como al principio a Jerusalén como centro efectivo de la cristiandad.
13 Entraron y subieron a la habitación donde solían parar Pedro, y Juan, y Santiago, y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago de Alfeo, y Simón el Zelota, y Judas de Santiago.
No sabemos nada con seguridad sobre esta «habitación». Resulta muy natural que se piense en un lugar que ya era familiar a los discípulos desde los días en que permanecían con Jesús en Jerusalén. Se puede suponer que allí celebraron con su Maestro la memorable última cena. De acuerdo con la instrucción del Señor, Pedro y Juan probablemente habían preparado allí la pascua (Luc 22:8 ss). Por tanto los mismos que están al principio de la lista de los apóstoles. Si así lo consideramos, también hay en esta habitación un simbolismo de la relación histórica entre el tiempo de la Iglesia, que es anterior a la pascua y el que es posterior. En el Evangelio se dice que los apóstoles después de regresar del sitio donde habían presenciado la ascensión a los cielos, «estaban continuamente en el templo» (Luc 24:53). Esta noticia no contradice la suposición de que el aposento (que incluso en el ulterior desarrollo de la comunidad jerosolimitana probablemente servía de punto de reunión) 17 formaba parte de una casa particular fuera del templo. También puede pensarse en los pasajes de la Sagrada Escritura en que se nombra una habitación superior como sitio para orar piadosamente y recibir especiales revelaciones 18. A Pedro recogido en oración se le reveló en una terraza la misión a los paganos (Luc 10:9 ss).
Tiene un sentido profundo que san Lucas enumere los nombres de los apóstoles, aunque ya haya dado en su Evangelio la lista de los mismos (Luc 6:14 ss). Antes de la pascua los apóstoles formaban el séquito particular de Jesús, pero de aquí en adelante se presentan como los hombres a quienes Jesús resucitado ha dado plenos poderes y les ha confiado una misión, y en cuyas manos ha sido puesta la obra salvífica de la Iglesia. Así aparece desde un principio la forma externa y la ordenación de la Iglesia, cuya esencia es invisible y que sólo puede ser interpretada como obra del Espíritu Santo.
Si se compara esta lista con las precedentes, se pueden observar pequeñas diferencias, pero sobre todo la preeminente posición de Juan junto a Pedro. Esta posición corresponde a lo que también nos declara el Evangelio sobre la solidaridad entre los dos 19, y a lo que de ellos nos atestiguan los Hechos de los apóstoles 20. Falta el duodécimo de los apóstoles; la circunstancia de ser sólo once pide la elección de Matías (1,15 ss).
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17. Cf. 2,1.46; 12,12 ss.
18. 1Re 17:19 ss; 2Re 4:10s; 2Re 4:33; Dan 6:10s; cf. también Mat 6:6; Mat 24:26; Luc 12:3.
19. Luc 22:8; cf. Jua 13:23 ss; Jua 18:15; Jua 20:2 ss,Jua 21:20 ss.
202Re 3:1 ss; 2Re 4:13; 2Re 8:14.
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14 Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, con algunas mujeres, con María, la madre de Jesús, y con los hermanos de éste.
La comunidad orante. Los Hechos de los apóstoles nos la ponen siempre ante nuestra mirada 21. En ella, el modelo y las instrucciones del Señor se nos muestran eficaces. Jesús ha asegurado que el Padre escuchará la oración hecha «en mi nombre» (Jua 16:23s). Las cartas de san Pablo también atestiguan con ahínco el poder de la oración comunitaria 22. Es característico de san Lucas que además de los apóstoles nombre las mujeres como miembros de la comunidad orante. Ya en su Evangelio san Lucas ha prestado especial atención a las mujeres que rodeaban a Jesús 23. El mensaje de salvación de la nueva alianza vence prejuicios heredados. San Pablo, aunque guarde mucha reserva, que se explica por la mentalidad de su tiempo, sin embargo también es testigo de una nueva valoración de la mujer 24. Los Hechos de los ap6stoles muestran todavía con mayor frecuencia la vocación y la actividad de la mujer 25.
María, la madre de Jesús, es nombrada aparte, lo cual podría corresponder a la atención que san Lucas en su Evangelio, especialmente en la historia de la infancia, ha prestado a la Madre del Señor 26. En nuestro pasaje solamente se la menciona en la información sobre la Iglesia naciente. María formaba parte del grupo que había de presenciar los siguientes sucesos de pentecostés. Se cita su nombre entre las otras mujeres, cuando empieza la Iglesia. Ya entonces se indica la especial posición de la Madre de Jesús en el nuevo pueblo de Dios.
Pero los datos particulares que las narraciones evangélicas de la pasión dan acerca de las mujeres allí nombradas, podría indicarse que los hermanos de Jesús no son hermanos en el sentido más estricto en que nosotros solemos usar el término. Por la manera general de hablar que se usa en la Biblia y que se basa en la jurisprudencia de la familia en oriente, se puede mostrar cómo el concepto de «hermano» y «hermana» puede designar todos los grados y clases de relaciones de parentesco 27. Tenemos un buen motivo para ver, en los «hermanos» que aquí se nombran, parientes de Jesús que ya antes de la pascua se habían declarado discípulos suyos. ¿Había de ser imposible que los parientes de Jesús fueran llamados como apóstoles? Los lazos naturales de la sangre y de la familia no son motivo ni de un privilegio ni de un obstáculo para la vocación a ser discípulos de Jesús ni tampoco para ser «hermanos» en la unión íntima de la fe.
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21. Cf. 1,24 ss; 2,42; 4,24 ss; 12,5.12; 13,2 20 36
22. Rom 1:9s; Rom 8:26s; 1Co 11:2 ss; 1Co 14:12 ss; 2Co 1:11; 2Co 9:14; E£ 3,14 ssi 5,18 ss; 6,18 ss; Flm 1:3 ss; Col 1:3.9; ITes 1,2s.
23. Cf. 1,5.24.41 ss; 2,36; 4,38s; 7,12 s; 7,36 ss;8,2s;8,40 ss; 10,38 ssi 23,27 ss; 23,49.55; 24,1 ss; 24,10.
24. Cf. 1Co 11:11s; 1Co 7:13 ss; Efe 5:12 ss y las mujeres a quienes san Pablo saluda en Rom 16:1 ss.
252Re 12:12s; 2Re 17:4.12.34; especialmente 18,2.8.26.
26. Cf. Lc 1-2; 8,19 ss; 11,27s; a diferencia de Jua 19:25 ss, Lucas no nombra aparte a María entre las mujeres que estaban junto a la cruz de Jesús.
27. No tiene interés para nuestro texto que apoyemos con más razones lo antedicho. Tampoco se debería seguir precipitadamente la tesis hoy día tan divulgada, según la cual los «hermanos» de Jesús solamente llegaron a creer en Jesús con las apariciones de Jesús resucitado (1Co 15:6), y luego pronto consiguieron una posición de primer orden en la primitiva Iglesia. En Jua 7:5 no se declara que todos sus «hermanos» hayan rehusado creer en Jesús. Para esta cuestión tampoco se debería reivindicar con exceso los textos de Mar 3:21.31. Acerca de toda la cuestión cf. sobre todo J. SCHMID, Los «hermanos» de Jesús, en El Evangelio según san Marcos, Herder, Barcelona 1967, p. 126-128.
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3. LA RESTAURACIÓN DEL GRUPO DE LOS DOCE (1,15-26).
Una doble finalidad impulsa el relato. Una de ellas se refiere al apóstol traidor y pretende iluminar con la fe y superar interiormente esta tenebrosa caída que conmovió profundamente a la primera comunidad. La segunda y la propia finalidad va dirigida a restaurar el orden perturbado por Judas mediante el nombramiento de un nuevo apóstol. Para comprender esta preocupación hay que notar que Jesús con la elección de los doce apóstoles había establecido un orden básico para el pueblo de Dios de la nueva alianza. La Iglesia debía estar edificada «sobre el fundamento de los apóstoles y profetas» (Efe 2:20), como lo ponen de relieve en la exposición del Apocalipsis de san Juan las «doce puertas» y las «doce bases» de la nueva Jerusalén que desciende del cielo (Rev 21:12 ss). La mutua relación de la antigua alianza con su estructura de doce tribus (Rev 26:7) y de la nueva alianza se simboliza con este número doce. En el juicio final, los doce han de estar sentados en doce tronos y juzgar a las doce tribus de Israel (Luc 22:28 ss; Mat 19:27 ss). El número de doce apóstoles tenía, pues, que aparecer a la comunidad primitiva como una disposición esencial para la Iglesia incipiente. Al mismo tiempo esta disposición era especialmente importante con respecto a la recepción del Espíritu que habían de esperar.
a) Mirada retrospectiva al traidor (Hch/01/15-17).
15 En aquellos días se levantó Pedro en medio de los hermanos -era un grupo de personas en total como de ciento veinte y dijo: 16 «Hermanos, era preciso que se cumpliera la frase de la Escritura que el Espíritu Santo por boca de David predijo acerca de Judas, convertido en guía de los que prendieron a Jesús. 17 él pertenecía a nuestro grupo y le había correspondido su puesto en este ministerio.
Pedro no sin razón es el primero en la lista de los apóstoles (Mat 1:13). Lo mismo sucede en las enumeraciones de apóstoles de los Evangelios. Desde el principio es considerado como el dirigente entre los doce. Según declaran unánimemente los Evangelios, este privilegio tiene su origen en la expresa vocación dada por Jesús. Esto también se supone en los Hechos de los apóstoles, cuando se presenta a Pedro como el presidente y director de la comunidad 28. En él precisamente, se muestra la forma de la Iglesia que está jurídicamente determinada y que tiene su origen en Jesús. San Lucas explica el aspecto exterior de esta Iglesia incluso con noticias estadísticas, de las cuales aquí tenemos la primera, que nos dice que se habían reunido unas «ciento veinte» personas 29. Parece que solamente se habían reunido los hombres. En este número que representa el décuplo de doce, ¿hay una relación con los doce apóstoles? En el tratamiento de hermanos, que reproduce la costumbre judía, se denota en el nuevo sentido de la palabra la unión de los fieles en Cristo Jesús, que también llamó «hermanos» a sus discípulos ( Mat 28:10).
San Pablo da la profunda razón de este tratamiento, cuando ve a los cristianos como predestinados por Dios para «reproducir la imagen de su Hijo, para que éste fuera el primogénito entre muchos hermanos» ( Rom 8:29). Así es como hay que entender que los Hechos de los apóstoles ya se haga referencia aquí a un grupo de «hermanos» 30. Las primeras palabras en esta asamblea memorable tratan de la traición de Judas. En eso percibimos cuán dolorosamente pesaban estos sucesos sobre la joven Iglesia. Esto ya lo sabemos por los Evangelios, aunque éstos, solamente con pocas palabras, mencionan la acción de Judas en la historia de la pasión. San Juan es quien se esfuerza por dar una explicación psicológica de esta acción inconcebible 31. Tres veces -prescindimos de la indicación que se hace al enumerar los apóstoles (Rom 6:16)- habla san Lucas de dicha acción en el Evangelio (Luc 22:3 ss.21 ss.47). En nuestro texto se intenta interpretar el suceso mediante la Escritura. Porque en las palabras de Pedro se patentizan la pregunta y la respuesta de la Iglesia primitiva. Aquí tenemos un ejemplo de cómo esta Iglesia se esfuerza por hacer evidente y comprensible la propia experiencia a la luz de la revelación del Antiguo Testamento. Jesús resucitado ya había dicho que tenía «que cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos» (Luc 24:44). Y en la narración sobre los discípulos de Emaús se dice: «Comenzando por Moisés, y continuando por todos los profetas, les fue interpretando todos los pasajes de la Escritura referentes a él» (Luc 24:27).
Fue un proceso fundamental, porque la Iglesia empezó a ver y a comprender los sucesos salvíficos en Cristo de acuerdo con la Sagrada Escritura. Aún encontraremos muchas veces en los Hechos de los apóstoles ejemplos de este modo de ver de la Iglesia. Ya en el judaísmo y en la forma como sus rabinos interpretaban la Escritura, estaba exteriormente preformada la manera como la Iglesia primitiva entendía la Escritura. Los comentarios de la comunidad de Qumrán ofrecen especialmente ejemplos concretos de esta actualización y aplicación de la Escritura del Antiguo Testamento. Así pues, la proclamación del mensaje cristiano -especialmente en el encuentro misional con el judaísmo- quería ver este mensaje y el anuncio de su obra salvífica en las profecías del Antiguo Testamento, y con la ayuda de estas profecías quería poner en claro el mensaje.
Con el concepto de profecías se iba con frecuencia muy lejos para nuestra mentalidad actual. Además de los escritos propiamente proféticos se interpretaron también especialmente los salmos con una visión cristológica. Esto lo vemos en nuestro discurso de Pedro. Porque las palabras de la Escritura que se indican son dos pasajes de los salmos, que han sido yuxtapuestos y se ha supuesto un vínculo entre ellos (1,20). David, a quien se atribuyen los salmos, forma parte de la serie de los profetas 32. Pero por medio de él habla el «Espíritu Santo». Según la concepción teológica de aquel tiempo las palabras de la Escritura son trasladadas desde el sentido literal a un plano superior, y desde allí son conducidas de acuerdo con la intención del comentarista a un nuevo sentido. La exégesis actual no nos permite admitir esta manera de explicar la Escritura. Pero ello no debe impedirnos que pensemos con atención en tales consideraciones de la Iglesia primitiva, para compenetrarse de la amplitud y profundidad de su visión creyente del misterio de Cristo. Nos impresiona el profundo deseo de la primera comunidad de ver y presentar en la historia de la salud la conexión entre las revelaciones antiguas y las nuevas, entre las vaticinadas y las cumplidas 33.
No se necesita ninguna motivación expresa para precaverse de falsas consecuencias, cuando Pedro dice que en Judas tenían que cumplirse las palabras de la Escritura. El sentido de esta afirmación no es que Judas tuvo que hacer la traición porque estaba predicho. Además la alusión a la Escritura no se refiere inmediatamente a la traición, sino (en el sentido de 1,20) a la situación que surgió por la traición y a la necesidad de elegir un apóstol. El cumplimiento del vaticinio no anula la responsabilidad personal de las personas sobre las que recae la predicción.
Pedro designa a Judas como el «guía de los que prendieron a Jesús». Aquí se trasluce el recuerdo personal del apóstol. En los cuatro Evangelios esta captura está relacionada con Jud 1:34. En el relato resulta emocionante la observación: «él pertenecía a nuestro grupo y le había correspondido su puesto en este ministerio.» Judas «pertenecía» al «grupo» de los doce, y aquí se indica la elección incomparable, la unicidad de una vocación. El número doce y su sentido salvador resplandece en esta frase y por lo tanto también, aunque no se diga expresamente, la urgencia de restablecerlo.
En las palabras «su puesto en este ministerio» se describe la pertenencia a los doce en su pleno significado.
Ministerio significa «servicio» y se refiere al oficio de apóstol. Es característico del testimonio de la Iglesia primitiva que al tratar de oficios haga resaltar siempre la vocación al servicio 35. En nuestro texto el panorama también incluye la grandeza y excelsitud de lo que Judas poseyó. Probablemente desde el mismo punto de vista, Jesús, según el Evangelio de san Juan, enlaza con el vaticinio de la traición las siguientes palabras: «El que recibe al que yo envíe, a mí me recibe, y el que a mí me recibe, recibe al que me envió» (Jua 13:20).
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28. Cf. 2,14 ss; 2,38s; 3,1 ss; 4,8 ss; 5,3 ss; 5,29; 8,14 ss; 8,20; 9,32 ss; 10,1 ss; 11,2 ss; 15,7 ss.
29. Cf.2,41; 4,4.
30. Cf. 11,1.29; 14,2; 15,1.23.36; 16.2; 17,10 2Re 14:18, 2Re 14:18; 2Re 21:17. En otras designaciones teológicamente signifi- dativas de los «cristianos» (2Re 11:26) encontramos en nuestro libro los nombres de «creyentes» (2Re 5:14), «discípulos» (2Re 6:1; 2Re 9:1.25.26.38; 2Re 11:26.29; 2Re 13:52; 2Re 14:21; 2Re 16:1; 2Re 18:27; 2Re 20:1; 2Re 21:16), «fieles» (2Re 9:13.32.41)
31. Cf. Jua 6:64 ss; Jua 12:4 ss; Jua 13:2.11.16 ss; Jua 18:2.5.
32. Cf. especialmente 2,30; y además 2,25 ss; 2,34s; 4,25 ss.
33. Esta manera de concebir es muy familiar al lector del Evangelio de san Mateo, que entre todos los Vena- gelios es el que más se acerca a la interpretación judeorrabínica de la Sagrada Escritura. En los primeros fragmentos de los Hch aparece esta manera de interpretar la Biblia, lo cual puede indicar que en ellos se manifiesta una más antigua tradición judeocristiana.
34. Mar 14:43 ss; Luc 22:47s; Mat 26:47 ss; Jua 18:2s; Jua 18:5.
35. Cf. 6,4; 20,24; Rom 11:13; 1Co 12:5; 2Co 3:85, etc.
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b) Fin del traidor (Hch/01/18-19).
18 »Pero adquirió un campo con el precio de la traición y, habiendo caído de cabeza, reventó y se le salieron todas las entrañas. 19 La cosa fue tan notoria para todos los habitantes de Jerusalén, que se le llamó a la finca aquella, en su propia lengua, «Hacéldama», que quiere decir «campo de sangre».
En primer lugar preguntamos: ¿De qué modo está esta noticia en el discurso de Pedro, en el que está englobada? Aunque a primera vista parezca ser muy natural que se entienda esta noticia como comunicación de Pedro que habla a la asamblea, muchas cosas resultan dudosas en esta noticia. Sin embargo tenemos que suponer que los presentes sabían lo que había ocurrido. No es probable que sea conforme con la realidad que Pedro usando la palabra «Hacéldama» se refiera en Jerusalén a la «lengua propia» de los habitantes de esta ciudad, y traduzca dicha palabra al griego, siendo así que todos, incluso como galileos, estaban familiarizados con el dialecto arameo. Por tanto es mejor considerar esta notificación sobre el fin del traidor como noticia incidental (intercalada por el autor en el discurso de Pedro) que el autor tuvo que añadir para que los lectores de los Hechos de los apóstoles comprendieran el contexto. Porque san Lucas en su Evangelio no había notificado nada sobre el destino del traidor. Si se conciben estos versículos como una nota literaria, se juntan por sí solos más estrechamente los versículos 1,16 y 1,20, y por tanto la alusión y la cita de los dos textos de la Escritura.
La narración del fin del traidor parece proceder de una tradición distinta de la que da a conocer san Mateo (Mat 27:3 ss). Sin embargo ambos relatos quieren decir que Judas tuvo un triste fin, y que el nombre «Hacéldama» -según la tradición situado en el valle de Hinnom, en las afueras de Jerusalén- permaneció como una advertencia del fin del apóstol «traidor» (Luc 6:16).
c) Elección de un nuevo apóstol (Hch/01/20-26).
20 »Ahora bien, escrito está en el libro de los salmos: Que se vuelva un desierto su morada, y no haya quien habite en ella (Sal 68:26). Y también: Que su cargo lo reciba otro (Sal 108:8).
A estas dos citas de los Salmos se alude con las palabras: «para que se cumpliera la frase de la Escritura» (Sal 1:16). En estas citas, Pedro ve predicha la situación motivada por el traidor: el sitio que ha quedado vacío en el grupo de los apóstoles, y la necesidad de nombrar otro apóstol para que ocupe este lugar. El que lee las dos citas y las compara con el texto del Antiguo Testamento, no solamente se da cuenta de que se les ha dado otro sentido, sino también del hecho que se ha cambiado el texto original del primer pasaje para que pudiera ser aplicado a la situación del Nuevo Testamento. El texto original dice así: «Queden sus casas devastadas, y no haya quien habite más sus tiendas.» La Iglesia guiada por el Espíritu se sentía autorizada para introducir tales cambios y nuevos sentidos en el texto del Antiguo Testamento, cuando basándose en el acontecimiento salvífico del Nuevo Testamento todo lo refería a Cristo. Recordamos lo que se ha dicho hace poco. El apóstol san Pablo, cuyas epístolas contienen numerosos ejemplos de interpretación bíblica de esta índole, explica esta modalidad cuando dice: «Todo lo que se escribió previamente, para nuestra enseñanza se escribió a fin de que, por la constancia y por el consuelo que nos dan las Escrituras, mantengamos la esperanza» (Rom 15:4). San Pablo habla del «velo» que cubre el Antiguo Testamento y debajo del cual Cristo está oculto (2Co 3:13.16).
En la primera cita de los salmos se podría ver una indicación al «campo de sangre» no frecuentado por los hombres, sin embargo la metáfora parece referirse más propiamente al lugar (destinado al oficio de apóstol) que ha quedado vacío a causa de Judas. No se puede interpretar la segunda parte de la cita como si este lugar ya no pueda ser ocupado de nuevo. Solamente se trata de hacer lo más expresivo posible en la continuación de la metáfora el estado de abandono del sitio, para notificar sin demora en la segunda cita de los salmos la urgencia del nuevo nombramiento.
21 »Conviene, pues, que de entre los hombres que nos han acompañado todo el tiempo en que anduvo el Señor Jesús entre nosotros, 22 a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue arrebatado, uno de éstos sea constituido con nosotros testigo de su resurrección.»
La comunidad está convencida de la necesidad del nombramiento de un nuevo apóstol. El grupo de los doce de nuevo tiene que estar completo. La cita del salmo debe fortalecer este convencimiento. Son significativas las condiciones que se exigen al que hay que elegir. Debe ser «testigo» en el sentido de la última orden del Señor. En particular debe ser testigo de la resurrección. Este es el hecho decisivo de la salvación. De ella dice san Pablo: «Si Cristo no ha sido resucitado, vacía es entonces nuestra proclamación, y vacía también nuestra fe» ( 1Co 15:14). Pero quien quiere dar testimonio de la resurrección, también ha de estar familiarizado por experiencia personal con lo que precede a la resurrección, o sea con el tiempo en que el Señor Jesús estuvo con los hombres como el Salvador acreditado por Dios. Se considera el bautismo de Juan como el principio de este tiempo. Dicho bautismo es más que un término externo. Es la primera revelación del misterio que rodea a Jesús (Luc 3:21s). Entre ella y la resurrección tiene lugar la actuación salvadora del Señor. Es la actuación narrada en el Evangelio. Cuanto refieren los cuatro Evangelios está comprendido entre estos dos hechos. A quien ha de hacerse cargo válidamente del oficio de apóstol, se le exige que pueda atestiguar sobre dicha actuación. Desde un principio la Iglesia estuvo atenta a que su testimonio fuera fidedigno y seguro.
23 Y presentaron a dos: José, de apellido Barsabás, por sobrenombre Justo, y Matías. 24 y puestos en oración dijeron: «Tú, Señor, conocedor de los corazones de todos, indícanos a quién de estos dos has elegido 25 para ocupar el puesto de este ministerio y apostolado, del cual desertó Judas para irse al lugar que le correspondía.» 26 Les echaron suertes, y cayó la suerte sobre Matías, que fue agregado a los once apóstoles.
El relato nos da sintomáticos golpes de vista sobre la manera de ser de la Iglesia. Nos muestra la cooperación de la actividad humana con la acción divina, que en último término es la única decisiva. Dos candidatos son presentados a una elección más restringida. Se supone que también otros hubiesen podido cumplir las condiciones puestas por Pedro. Por la Escritura no llegamos a saber nada en particular de los dos. Se podría pensar que el primer candidato (con los tres nombres que parecen indicar un rango superior) haya tenido una mayor probabilidad. Sin embargo fue elegido el segundo, del cual sólo sabemos el simple nombre, es decir, Matías.
La Iglesia sabe del gobierno divino. Deja en manos de Dios la decisión. La suerte ha de dar a conocer la voluntad de Dios. Debido al culto del templo, para la Iglesia era santa la costumbre de hacer hablar a Dios mediante la decisión de la suerte. En la plegaria que aquí tenemos ante nosotros como primera oración de la Iglesia, ésta denota la fe en el gobierno divino: ¿Se dirige la oración a Dios o de una forma especial a Cristo? El texto original permite ambas soluciones. Además, del tratamiento de «Señor» está también en favor de una oración a Cristo la súplica de que el Señor quiera indicar a quién ha «elegido». Ya al principio de este libro se dice que Jesús «había elegido» a los apóstoles (1,2). Pero quien lee las palabras de Pedro en Hec 15:7 podría sentirse inclinado a considerar nuestra oración como dirigida a Dios según el modo de orar del Antiguo Testamento. Esto también podría sugerirlo la oración comunitaria (Hec 4:24 ss). En la plegaria que como todas las oraciones litúrgicas está compuesta de un reconocimiento y de la súplica que en él se funda, se revela la fe en que Dios ya ha hecho su elección, y en que puede manifestar esta su elección en lo que decida la suerte.
Una vez más aparece en la oración la grandeza y la responsabilidad del oficio de apóstol, de nuevo caracterizado como diakonia, como servicio o ministerio. Y una vez más se hace visible la sombría acción de Judas, cuando de él se dice que desertó del puesto que le estaba reservado «para irse al lugar que le correspondía». «EI hijo del hombre sigue su camino conforme a lo que está determinado; pero ¡ay de ese hombre por quien va a ser entregado!» (Luc 22:22).
La suerte ha decidido. La tablilla que llevaba el nombre de «Matías» fue la primera que saltó fuera al sacudir la vasija. La comunidad lo toma como señal de la voluntad divina. De nuevo está completo el grupo de los doce. Doce apóstoles se mantienen dispuestos a recibir la fuerza del Espíritu prometido y a marcharse para dar el testimonio que les ha sido encargado.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
LA ETAPA DE LA IGLESIA PRIMITIVA
INTRODUCCIÓN A LA ETAPA DE LA IGLESIA PRIMITIVA (Hechos)
Esta etapa abarca un período aproximadamente de treinta y ocho años, desde el milagro de pentecostés hasta el martirio de Pablo. Es una historia admirable de testimonio cristiano. La acción se centra alrededor de dos «cruzadas»; la gran cruzada de Jerusalén (Hch 1:1-26 al Hch 12:1-25), dirigida por Pedro, y la cruzada mundial (Hch 13:1-52 al Hch 28:1-31), dirigida por Pablo. Los asociados que aparecen involucrados en estas campañas son: el apóstol Juan, Esteban, Felipe, Bernabé, Silas, Timoteo y Lucas.
Los registros bíblicos nos hablan de los primeros diáconos (Hch 6:1-5), mártires (Santiago y Esteban; véanse Hch 7:60; Hch 12:2), y misioneros (Hch 13:1-13). Los creyentes fueron llamados cristianos por primera vez durante este período (Hch 11:26).
También se nos habla de las dos últimas resurrecciones bíblicas: Dorcas (Hch 9:40-41) y Eutico (Hch 20:9-12). La predicación del evangelio enfrenta toda suerte de dificultades diabólicas en este período. Satanás intenta impedirlo (Hch 4:18; Hch 5:28), comprarlo (Hch 8:18), y finalmente desacreditarlo (Hch 16:16-18).
Vemos a ángeles y demonios en acción. Un ángel protege a un apóstol (Pedro, Hch 12:7-8) y hiere a un rey (Herodes, Hch 12:23). Los demonios usan a magos (Hch 8:9; Hch 13:6-10), adivinos (Hch 16:16-18), y vagabundos (Hch 19:13-16). Se producen grandes movimientos de conversiones (Hch 19:18-20) y tumultos (Hch 19:28-34).
En esta etapa de la iglesia primitiva aparecen tres conversiones significativas. La primera es la del eunuco (Hch 8:36-38), un descendiente de Cam (Gén 10:6-20); la segunda es la de Saulo (Hch 9:1-6), un descendiente de Sem (Gén 10:21-31); y la tercera es la de Cornelio (Hch 10:44-48), un descendiente de Jafet (Gén 10:2-5).
El número de los convertidos aumenta de 120 (Hch 1:15) a 3.120 (Hch 2:41), a 8.120 (Hch 4:4), a un gran número de hombres y mujeres (Hch 5:14). Pablo predica el evangelio a carceleros (Hch 16:25-34), a filósofos (Hch 17:16-31), a fariseos (Hch 23:6), y a potentados (Hch 24:24-25; Hch 26:24-28).
Y por último, la historia que empieza con una reunión de oración en el aposento alto (Hch 1:14) termina con alabanzas a Dios en la celda de una prisión (2Ti 4:6-8; 2Ti 4:18).
HECHOS DE LOS APÓSTOLES
I. La Tierra Santa: la gran cruzada de Jerusalén, dirigida por Pedro el pescador (Hch 1:1-26 — Hch 12:1-25; Hch 1:1 — Hch 8:40; Hch 9:32 — Hch 11:18; Hch 12:1-24).
A. Las actividades de Pedro:
1. Pedro y los 120 (Hch 1:1-26).
a. Lucas escribe su segunda carta a Teófilo. La primera (el Evangelio de Lucas), la escribió para decir lo que Cristo hizo por medio de su cuerpo físico mientras estaba en la tierra (véase Lev 1:1-4). Su segunda carta (el libro de Hechos) la escribe para decir lo que Cristo, que había ascendido al cielo, estaba haciendo por medio de la Iglesia, su cuerpo espiritual.
b. Comienza recordándole a Timoteo «de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar» (Hch 1:1). Esto estaba en agudo contraste con los fariseos, quienes, según el Salvador, «dicen, y no hacen» (Mat 23:3).
c. Lucas habla de las «muchas pruebas indubitables» que respaldaban la resurrección. Durante ese tiempo nuestro Señor apareció al menos diez veces a sus seguidores.
d. Poco antes de su ascensión Cristo mandó a sus apóstoles que «no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre» (Hch 1:4). Se ha gastado mucha tinta intentando explicar estas cuatro palabras: «la promesa del Padre». Varios pasajes de la Escritura señalan claramente que esta promesa del Padre (Joe 2:28; Hch 2:16), y también del Hijo (Jua 14:16; Jua 14:26; Jua 15:26; Jua 16:7), era una referencia a la venida del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo ya había, por supuesto, ministrado en el Antiguo Testamento, pero ahora su presencia introduciría tres elementos completamente nuevos.
(1) Sería universal. Antes de esta época el Espíritu Santo había limitado su tarea en la humanidad a la nación de Israel. No tenemos evidencia, antes del libro de los Hechos, de que hubiera descendido sobre los griegos, los romanos, babilonios, etc. Pero ahora venía para bendecir a todos los pecadores arrepentidos en todo lugar.
(2) Sería permanente. Aunque el Espíritu Santo había descendido sobre ciertos hombres del Antiguo Testamento, frecuentemente se apartaba de ellos también.
(a) Como lo ilustra Sansón. Este hebreo de gran fuerza gozó de la presencia del Espíritu en varias ocasiones (Jue 14:6; Jue 14:19; Jue 15:14). Pero después, debido a su pecado e inmoralidad, el Espíritu le dejó. Uno de los versículos más tristes de toda la Biblia registra este hecho, cuando Sansón se despierta para oírle decir a Dalila:
« ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se dijo: Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él» (Jue 16:20).
(b) Como lo ilustra Saúl. Al igual que con Sansón, el Espíritu Santo vino sobre Saúl, pero después le dejó:
«.…Y el Espíritu de Dios vino sobre él con poder…» (1Sa 10:10).
«El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl…» (1Sa 16:14).
(c) Como lo ilustra David. El Espíritu de Dios descendió sobre David cuando fue ungido por Samuel (1Sa 16:13) y, en lo que podemos considerar por las Escrituras, permaneció con él hasta su muerte. Pero David se dio cuenta de que podía apartarse de él y, al menos en una ocasión rogó al Señor que no se lo quitara.
«No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu» (Sal 51:11).
Ningún cristiano necesitará hoy jamás orar de este manera (o no debería necesitarlo). Sin embargo, millones de creyentes podrían probablemente beneficiarse si oraran como David en el siguiente versículo: «Vuélveme el gozo de tu salvación…» (Sal 51:12). David elevó esta oración después de su gran pecado con Betsabé.
(3) Sería perfeccionador. Es decir, el nuevo ministerio del Espíritu haría ahora que todos los pecadores arrepentidos crecieran en gracia y fueran semejantes a Jesús. Este no era el caso en el Antiguo Testamento. No tenemos indicaciones claras de que la naturaleza espiritual y moral de Sansón o de Saúl progresaran por la presencia del Espíritu Santo. Aparentemente sólo obtuvieron de él su poder, pero no su pureza.
e. Jesús no respondió a la pregunta de los apóstoles acerca del tiempo preciso cuando Dios restauraría el reino a Israel, pero sí les promete algo mucho más importante poco antes de su ascensión (Hch 1:8):
«Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.»
Notemos que Él los llamaba a ser testigos. No potentados, sicólogos ni promotores, sino testigos.
Este versículo es en realidad un bosquejo divino del contenido del libro de Hechos. Notemos:
(1) Testigos en Jerusalén (Hch 1:1-26; Hch 2:1-47; Hch 3:1-26; Hch 4:1-37; Hch 5:1-42; Hch 6:1-15; Hch 7:1-60).
(2) Testigos en Judea y en Samaria (Hch 8:1-40; Hch 9:1-43; Hch 10:1-48; Hch 11:1-30; Hch 12:1-25).
(3) Testigos hasta lo último de la tierra (Hch 13:1-52; Hch 14:1-28; Hch 15:1-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-28; Hch 19:1-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35; Hch 24:1-27; Hch 25:1-27; Hch 26:1-32; Hch 27:1-44; Hch 28:1-31).
f. Cuando terminó de decir estas palabras, nuestro Señor fue alzado y le recibió la nube de la gloria de Dios (Shekinah) que le ocultó de sus ojos. Esta es la séptima de al menos nueve apariciones de esta divina y deslumbrante nube. Notemos que apareció:
(1) A Israel camino a Palestina (Éxo 13:21; Éxo 14:19-20).
(2) Sobre el Lugar Santísimo en el tabernáculo (Lev 16:2).
(3) Sobre el Lugar Santísimo en el templo (2Cr 5:13-14).
(4) En el tiempo de Ezequiel (Eze 10:1-22).
(5) En el nacimiento de Cristo (Luc 2:9-11).
(6) En transfiguración (Mat 17:5).
(7) Aquí en su ascensión (Hch 1:9).
(8) Aparecerá de nuevo en el rapto (1Ts 4:17).
(9) Aparecerá otra vez durante su Segunda Venida (Mat 24:30).
g. Mientras los discípulos le veían ascender, se aparecieron dos seres celestiales que dijeron:
«Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo» (Hch 1:11).
Estos dos seres pueden haber sido hombres celestiales (como Moisés y Elías; véase Mat 17:3) o ángeles (véanse Luc 24:4; Jua 20:12). En cualquier caso, nos informan de varias cosas concernientes a su regreso:
(1) Su partida fue personal y así lo será también su retorno (1Ts 4:16).
(2) Su ascensión fue visible y así lo será también su regreso (Flp 3:21).
(3) Ascendió desde el monte de los Olivos y allí regresará (Zac 14:4).
h. Los once apóstoles volvieron a Jerusalén donde se unieron con los demás creyentes en asamblea (120 en total) en un amplio aposento alto. Probablemente en el mismo lugar en el que Jesús celebró la Última Cena (Luc 22:12), y donde se les apareció después de su resurrección (Jua 20:19; Jua 20:26). Bien pudo haber sido la casa de la madre de Juan Marcos. (Véase Hch 12:12.) No debemos pensar, sin embargo, que el número de los creyentes estaba limitado en ese tiempo a los 120. (Véase 1Co 15:6.)
i. Se nos dice que «todos éstos [120] perseveraban unánimes en oración y ruego» (Hch 1:14). La palabra «unánimes» proviene de un término griego, homothumadon, que significa «de una sola mente». Se usa doce veces en el Nuevo Testamento, y de ellas once las encontramos en el libro de Hechos. Esta palabra era favorita tanto del pueblo de Dios como de la gente de Satanás.
(1) Usada por el pueblo de Dios (Hch 2:1; Hch 2:46; Hch 4:24; Hch 5:12; Hch 15:25).
(2) Usada por la gente de Satanás (Hch 7:57; Hch 12:20; Hch 18:12; Hch 19:29).
Notamos que los primeros creyentes actuaron unánimes (con una sola mente) en asuntos de:
oración (Hch 1:14)
expectación (Hch 2:1)
comunicación (Hch 2:46)
consagración (Hch 4:24)
separación (Hch 5:12)
cooperación (Hch 15:25)
j. Entre los 120 estaban «las mujeres, y… María la madre de Jesús, y … sus hermanos» (Hch 1:14). Notemos:
(1) Las mujeres: se refiere a aquellas mujeres piadosas que habían seguido a Jesús desde Galilea. Entre ellas estaban, junto con otras:
(a) Juana, esposa de Chuza, el administrador de Herodes (Luc 8:3).
(b) María y Marta (Jua 11:1-57).
(c) María, la madre de Santiago el menor (Mar 15:40).
(d) María Magdalena (Mar 16:9).
(e) Salomé (Mar 15:40).
(f) Susana (Mar 8:3).
(2) María, la madre de Jesús. Esta es la última mención que se hace de María en la Biblia.
(3) Sus hermanos. Estos eran los hijos de José y María (Mat 13:55; Mar 6:3) y hermanastros de Jesús, que no creyeron en él durante su ministerio terrenal (Jua 7:3-5), pero que ahora sí creían. Se piensa que dos de ellos escribieron los libros del Nuevo Testamento que conocemos como epístolas de Santiago y Judas, que llevan sus respectivos nombres.
k. Durante esta reunión de oración Simón Pedro presenta a consideración del grupo la traición y muerte de Judas, lo que requiere la elección de otro apóstol que le sustituya (Hch 1:15-26).
(1) Pedro cita dos pasajes del Antiguo Testamento que muestran que la apostasía de Judas exige que se le reemplace. El Sal 69:25 predice su separación, y el Sal 109:8 su sustitución. Jesús ya había relacionado a Judas con el Sal 41:9 (Jua 13:18-19).
(2) Debemos notar, no obstante, que fue la deserción de Judas y no su muerte lo que ocasionó su sustitución. No se tomó ninguna acción más tarde para reemplazar al martirizado apóstol Santiago (véase Hch 12:2).
(3) Había dos requisitos en relación con la sustitución:
(a) El candidato tenía que haber seguido a Cristo a lo largo de todo su ministerio, no podía ser un recién convertido (véase Jua 15:27).
(b) Tenía que ser un testigo de la resurrección.
l. A este respecto se han formulado dos preguntas:
(1) ¿Fue apropiado el método usado en la elección? Se nos dice que los discípulos «les echaron suertes» (Hch 1:26).
¿Cómo lo hicieron? El doctor Charles Ryrie escribe:
«Luego, echaron suertes sobre los nombres de los dos, puestos en una urna, y el primer nombre que saliera sería considerado como la elección del Señor.» (Los Hechos de los Apóstoles, Editorial Portavoz, p. 14.)
Este método estaba en perfecta armonía con la práctica del Antiguo Testamento. El sumo sacerdote lo usaba para escoger el macho cabrío de la expiación (Lev 16:8), y más tarde para dividir la tierra de Palestina entre las tribus (Núm 26:55).
(2) ¿Fue la elección misma correcta? Algunos dirían que fue un error, pues lo que Dios aparentemente se proponía es que fuera Pablo y no Matías el duodécimo apóstol. Sin embargo, no tenemos pruebas de esto. El título de apóstol no estuvo limitado a los doce, porque Bernabé (Hch 14:14), Santiago (Gál 1:19; 1Co 15:7) y Apolos (1Co 4:6-9) fueron también llamados apóstoles.
m. Debemos notar además que antes de echar las suertes oraron fervientemente.
«Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido» (Hch 1:24).
Quizá en este momento les vino a la mente la experiencia de ungimiento de David por Samuel (1Sa 16:7). Aparentemente sería Matías quien sería incluido en el cumplimiento de las promesas que aparecen en Mat 19:28 y Apo 21:14.
2. Pedro y la multitud de pentecostés (Hch 2:1-47).
a. La cronología de pentecostés. Pentecostés (palabra griega que significa cincuenta) era la tercera de las seis grandes fiestas religiosas israelitas mencionadas en Lev 23:1-44 :
(1) La Pascua, la fiesta de los panes sin levadura (Lev 23:4-8, una referencia al Calvario).
(2) La gavilla de los primeros frutos (Lev 23:9-14, una referencia a la resurrección).
(3) La fiesta de las siete semanas (Lev 23:15-21, una referencia profética a pentecostés).
(4) La fiesta de las trompetas (Lev 23:23-25, una referencia al rapto y a la Segunda Venida de Cristo).
(5) La fiesta de la expiación (Lev 16:1-34; Lev 23:26-32, una referencia a la tribulación venidera).
(6) La fiesta de los tabernáculos (Lev 23:33-43, una referencia al milenio).
b. La comparación de pentecostés:
(1) El pentecostés del Nuevo Testamento puede ser comparado al del Antiguo Testamento:
El pentecostés del Antiguo Testamento ocurrió cincuenta días después que Israel salió de Egipto. Nota: El cordero de la Pascua fue matado el 14 de abril del 1491 a.C., e Israel salió de Egipto a la noche siguiente (Éxo 12:1-2; Éxo 12:6; Éxo 12:12; Éxo 12:31). Exactamente cincuenta días después llegaron al monte Sinaí durante la primera semana de junio (Éxo 19:1).
El pentecostés del Nuevo Testamento tuvo lugar cincuenta días después de la resurrección de Cristo. Nota: Nuestro Señor fue, por supuesto, crucificado durante la semana de la Pascua en el mes de abril (Jua 19:14). Después de la resurrección permaneció cuarenta días con sus discípulos (Hch 1:3). Entonces, diez días más tarde (Hch 1:5; Hch 2:1), aconteció el pentecostés del Nuevo Testamento.
El pentecostés del Antiguo Testamento celebraba un nacimiento, el de Israel como nación (Éxo 19:5).
El del Nuevo Testamento celebró otro nacimiento, el de la Iglesia (Hch 2:41-47).
En el pentecostés del Antiguo Testamento murieron unas 3.000 almas (Éxo 32:28).
En el del Nuevo Testamento se salvaron 3.000 almas (Hch 2:41).
El pentecostés del Antiguo Testamento se inició de una manera poderosa:
«Aconteció que al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento. Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un homo, y todo el monte se estremecía en gran manera» (Éxo 19:16; Éxo 19:18).
El del Nuevo Testamento también se inició con muestras de gran poder:
«Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos» (Hch 2:2-3).
(2) El pentecostés del Nuevo Testamento puede ser comparado con Belén:
En Belén Dios el Padre preparaba un cuerpo para que su Hijo obrara por medio de él.
«Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo» (Heb 10:5).
En pentecostés Dios el Padre pre- paraba un cuerpo para que su Espíritu obrara por medio de él.
«¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?» (1Co 6:19).
«¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo de Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo» (2Co 6:16).
(3) El pentecostés del Nuevo Testamento puede ser comparado con la torre de Babel del Antiguo Testamento:
En Babel nosotros los pecadores actuábamos para nuestra propia gloría (Gén 11:4).
En pentecostés hombres salvos esperaban por la manifestación de la gloria de Dios (Hch 1:14).
En Babel Dios confundió las lenguas humanas (Gén 11:9).
En pentecostés Dios clarificó las lenguas humanas (Hch 2:8).
En Babel Dios esparció a los hombres por todo el mundo (Gén 11:9).
En pentecostés Dios reunía a los hombres en la Iglesia (Efe 1:10).
c. La congregación en pentecostés. «Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo» (Hch 2:5) Poco después las acciones divinas en pentecostés habían reunido a una gran multitud. Todos estaban maravillados porque todos «les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios» (Hch 2:11). No obstante, algunos se burlaron, diciendo: «Están llenos de mosto» (Hch 2:13). Pedro lo negó rápidamente. Sin embargo, podemos establecer una comparación entre estar llenos de vino y estarlo del Espíritu Santo. (Véase Efe 5:18.)
Nota:
(1) Ambos son el resultado de un proceso abrumador (véase Jua 7:37-39).
(2) Ambos dan una nueva osadía a aquel que está bajo su control.
(3) Ambos producen un deseo de más.
d. La clarificación de pentecostés. El apóstol Pedro predica un mensaje para explicar lo que estaba sucediendo y por qué.
(1) Empieza comparando lo que acaba de ocurrir con la profecía de Joel en el Antiguo Testamento acerca del derramamiento del Espíritu de Dios en toda carne (Joe 2:28-32; cp. Hch 2:16-21). Debemos hacer notar, no obstante, que el cumplimiento último de la profecía de Joel ocurrirá durante la tribulación (Hch 2:19-20; cp. Isa 13:10; Eze 32:7; Mat 24:29; Apo 6:12).
(2) Pedro ofrece a continuación una prueba triple de que Cristo es en verdad el Mesías. Esto debido a:
(a) Sus obras (Hch 2:22; Jua 3:2; Jua 12:42-45).
(b) Su resurrección (Hch 2:24). Pedro cita el Sal 16:8-11 para mostrar a Israel que la muerte y resurrección del Mesías estaban también incluidas en la voluntad de Dios. Les señala después que David (el autor del Salmo) no podía haber estado hablando de sí mismo.
(c) El ministerio del Espíritu Santo en pentecostés (Hch 2:33). Pedro finalmente interpreta que el Sal 110:1 habla de Cristo. El Salvador mismo había hecho aquello mientras estuvo en la tierra (Mat 22:41-45).
(3) El apóstol concluye declarando que la resurrección de Cristo era una absoluta necesidad porque:
(a) El poder de la muerte no podía retener al Príncipe de la vida (Hch 2:24).
(b) Dios había prometido a David que de su simiente saldría un Rey y un reino eternos (Hch 2:30).
(4) El mensaje de Pedro estremeció a sus oyentes hasta en lo más profundo de su ser.
«Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?» (Hch 2:37).
Aquí tenemos el primer ejemplo del ministerio de convicción del Espíritu Santo como lo había prometido Jesús en Jua 16:8-9. Para otros ejemplos ver:
(a) Los samaritanos (Hch 8:12).
(b) Saulo (Hch 9:18; Hch 22:16).
(c) Cornelio (Hch 10:47-48).
(d) Lidia (Hch 16:15).
(e) El carcelero de Filipos (Hch 16:33).
(5) Pedro respondió: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hch 2:38). No ha habido quizá ningún otro versículo en toda la Biblia que haya sido objeto de tanta controversia como este. Veámoslo:
(a) Debemos recordar que el libro de los Hechos es un libro dispensacional y, por tanto, transitorio. Este era un mensaje para Israel en relación con el hecho de haber crucificado a su propio Mesías.
(b) La preposición eis, que aquí se traduce «para», se puede también traducir «a causa de», como se hace en Luc 14:35; Mat 3:11; Mat 12:41.
(c) Sea lo que fuere que Pedro quiere decir aquí, debemos entender que las Escrituras no enseñan en ningún lugar que la salvación dependa del agua bautismal (1Co 1:17; cp. 1Co 15:1-4). Pablo indica claramente en las citadas referencias lo que es el evangelio, y él no incluye el bautismo. De manera que aquellos que insisten en el bautismo regenerador lo que literalmente hacen es «robar a Pablo para pagar a Pedro». (Véase también 2Pe 3:15-16.)
e. La comunión en pentecostés (Hch 2:41-47).
(1) Los 3.000 israelitas que respondieron al sermón de Pedro fueron bautizados.
(2) Permanecieron firmes en:
(a) La doctrina.
(b) La comunión.
(c) La Cena del Señor.
(d) La oración.
(e) El bautismo.
(f) La alabanza y el gozo.
(3) Tenían todas las cosas en común (Hch 2:44). Nota: Este sistema de propiedad común de la iglesia primitiva (Hch 2:45) no era comunismo, sino el uso de los bienes en común. Notemos las diferencias:
(a) Los primitivos cristianos decían: «Lo que es mío es tuyo.»
(b) El comunismo dice: «Lo que es tuyo es mío.»
Debemos notar que:
(c) Este sistema fue temporal.
(d) Tenía sus problemas (Hch 5:1; Hch 6:1).
(e) Desapareció pronto (2Ts 3:7-10).
3. Pedro y el hombre cojo (Hch 3:1-11).
a. El milagro (Hch 3:1-11).
(1) Pedro y Juan fueron al templo a orar. (Los judíos observaban tres momentos de oración al día, basado probablemente en el Sal 55:17 y en Dan 6:10. Los cumplían a la tercera hora, las 9:00 A.M.; a la sexta hora, las 12:00 M.; y a la novena hora, a las 3:00 P.M.)
(2) Nada más entrar se encuentran con un inválido que mendigaba allí y les pide una limosna. Pedro le responde:
«No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda» (Hch 3:6).
(3) Aquel hombre quedó sanado instantáneamente y «entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios» (Hch 3:8). Este versículo es un recordatorio de la futura edad de oro de Israel, como la describe Isaías:
«Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad» (Isa 35:6).
Nota: Se dice que en el año 1260, Tomás de Aquino visitó al papa Inocencio IV en Roma, quien le mostró la fabulosa riqueza del papado. Después del recorrido, el Papa le dijo:
«Como puedes ver, buen Tomás, a diferencia del primer papa, no puedo decir: “No tengo plata ni oro.” Tomás asintió en silencio y después respondió suavemente: “Ni tampoco puede usted decir: “En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.’”»
Este es el primero de muchos milagros apostólicos en el libro de los Hechos.
Notemos:
(a) Milagros de Pedro. Sanó a muchos que ponían a su paso en Jerusalén para que al menos su sombra los tocase (Hch 5:15-16).
Curación de Eneas en Lida (Hch 9:32-35).
Resurrección de Dorcas en Jope (Hch 9:40-42).
(b) Milagros de Felipe (Hch 8:6-7; Hch 8:13).
(c) Milagros de Esteban (Hch 6:8)
(d) Milagros de Pablo: dejó ciego a un brujo en Chipre (Hch 13:11-12).
Realizó señales y prodigios en Iconio (Hch 14:3-4).
Curó a un inválido en Listra (Hch 14:8-18).
Liberó a una joven endemoniada en Filipos (Hch 16:18).
Sanó a muchos en Éfeso (Hch 19:11-12).
Resucitó a un muerto en Troas (Hch 20:8-12).
Sanó a muchos en la isla de Malta (Hch 28:8-9).
b. El mensaje (Hch 3:12-26).
Como resultado de este milagro acudió mucha gente al lugar llamado el pórtico de Salomón. Se menciona otra vez este sitio en Hch 5:12. Parece que era un lugar informal de reunión para los primeros cristianos. Jesús también había estado aquí enseñando (Jua 10:23). Pedro usa esta oportunidad para predicar acerca de la cruz.
(1) Los promotores de la cruz: los judíos.
(a) Entregaron a Jesús a Pilato (Hch 3:13).
(b) Le negaron cuando Pilato estaba decidido a soltarle. Pedro mismo, por supuesto, también le había negado una vez (Hch 3:13).
(c) Prefirieron a un homicida antes que a su propio Mesías (Hch 3:14).
(2) La persona en la cruz: el Salvador.
(a) Es el Hijo y Siervo de Dios (Hch 3:13).
(b) Es Jesús (Hch 3:13).
(c) Es el Santo (Hch 3:14).
(d) Es el Justo (Hch 3:14).
(e) Es el Autor de la vida (Hch 3:15).
(f) Es el Cristo (Hch 3:18).
(g) Es el Profeta de Dios (Hch 3:22).
(3) La profecía de la cruz: muchas profecías del Antiguo Testamento (Isa 53:1-12) habían predicho los sufrimientos de un Salvador. Nuestro Señor mismo habló acerca de ello antes y después de su muerte. (Véanse Mat 16:21 y Luc 24:25-27).
Son evidentes los cambios en Pedro, tanto en el hombre como en el mensaje.
(a) El hombre: el mismo hombre que había negado a Cristo delante de una criada (Luc 22:56-57), lo tenemos aquí proclamándole con osadía ante todos.
(b) El mensaje: Pedro se atrevió una vez a corregir a Cristo en relación con las declaraciones del Salvador acerca de la cruz (Mat 16:22).
(4) El poder de la cruz:
(a) En razón de ese poder había sido sanado aquel hombre cojo (Hch 3:16).
(b) Ese poder aseguraba el perdón de pecados para los pecadores arrepentidos (Hch 3:19; Hch 3:26).
(5) El programa de la cruz:
(a) Cristo sufriría y moriría (Hch 3:18).
(b) Dios lo resucitaría (Hch 3:15).
(c) Ascendería a los cielos por un tiempo (Hch 3:21).
(d) Vendrá otra vez (Hch 3:19-20).
(6) El llamamiento de la cruz: «Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados…» (Hch 3:19).
4. Pedro y el sumo sacerdote (Hch 4:1-35).
a. La provocación (Hch 4:1-4).
(1) Arrestan a Pedro y a Juan y los me- ten en la cárcel hasta el día siguiente por predicar a Cristo (Hch 4:1-3).
(2) A pesar de todo, se añaden a la iglesia 5.000 nuevos creyentes (Hch 4:4, véanse también Hch 2:41; Hch 5:14; Hch 6:7; Hch 9:31; Hch 12:24; Hch 16:5; Hch 19:20; Hch 28:31).
b. El interrogatorio (Hch 4:4-22).
(1) Le ordenan a Pedro que explique ante el sumo sacerdote lo que había ocurrido. El sanedrín estaba aquí (independientemente de la motivación) actuando dentro de su jurisdicción, porque la ley de Moisés determinaba específicamente que siempre que alguien realizara un milagro y lo usara como base de enseñanza, tenía que ser examinado y si encontraban que era falso, tenía que ser apedreado (Deu 13:1-5).
(2) Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dice que el milagro fue realizado en el nombre del Mesías, a quien ellos habían crucificado. (Nota: la defensa de Pedro aquí fue un cumplimiento directo de la promesa de Jesús en Mat 10:16-20. Véase también el testimonio de Pedro y su exhortación en 1Pe 3:15.)
(3) Seguidamente asocia a Jesús con la profecía del Antiguo Testamento, mostrando que Cristo es la piedra cabeza del ángulo de la que se habla en el Sal 118:22. Cristo mismo había usado antes este pasaje como refiriéndose a él (Mar 12:10; 1Pe 2:4-8).
(4) Concluye con el recordatorio de que:
«Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hch 4:12).
(5) El sanedrín está sorprendido de la percepción teológica de estos apóstoles sin entrenamiento. Después de mandarlos salir de la sala del tribunal, se preguntan a sí mismos:
«¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por ellos… y no lo podemos negar» (Hch 4:16). Es casi seguro que ellos lo habrían negado si hubiera podido (Mat 28:11-15). No sólo no podían negar el milagro, sino que tampoco podían negar el mensaje de Pedro concerniente a la resurrección de Cristo. No tenemos ninguna indicación de que aquí o en algún otro momento el sanedrín intentara negar el hecho histórico de la resurrección del Señor. Podemos decir de paso que, en relación con el inválido curado, no hay argumentos válidos contra la evidencia de una vida transformada.
(6) Llaman otra vez a Pedro y a Juan y les prohíben predicar o enseñar en el nombre de Jesús. Ambos rehúsan obedecer, alegando: «Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído» (Hch 4:20). (Véanse también 1Co 9:16; Jer 20:9; Amó 3:8; Job 32:18-20.)
c. La exaltación (Hch 4:23-35).
(1) Nada más soltarlos se reúnen con los demás creyentes en un culto de alabanza a Dios. Podemos notar:
(a) «… alzaron unánimes la voz a Dios…» (Hch 4:24).
(b) Reconocieron la soberanía de Dios (Hch 4:24). El título «Soberano Señor» en este versículo es despotees (déspota), que significa «jefe soberano y absoluto». (Véanse también Luc 2:29 y Apo 6:10.)
(c) Descansaron en la verdad de las Escrituras, incluyendo en sus oraciones las palabras del Sal 2:1-12 (Hch 4:25-26).
(d) Pidieron cosas específicas (Hch 4:29-30).
(e) Buscaron sólo la gloria de su Salvador (Hch 4:30).
Esta fue una auténtica oración de fe, porque en esencia lo que estaban diciendo era: «Señor, permítenos hacer más de aquellas cosas que primeramente nos comprometen a nosotros.»
(2) Como resultado de esta reunión de alabanza y oración:
(a) El edificio tembló por el poder de Dios (Hch 4:31).
(b) Los creyentes fueron llenos del Espíritu Santo (Hch 4:31).
(c) Las necesidades de la comunidad cristiana se suplían por la gracia de Dios (Hch 4:32-35).
«Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de los vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.»
5. Pedro, Ananías y Safira (Hch 5:1-16).
a. El engaño (Hch 5:1-2). Ananías y Safira mintieron en relación con la cantidad en que habían vendido una propiedad que habían prometido donar a la iglesia en Jerusalén. Su pecado fue el de tentar a Dios, en querer ver cuán lejos podemos ir dando por sentada la bondad de Dios. (Véanse Mat 4:7; Éxo 17:2; Deu 6:16.)
b. El descubrimiento (Hch 5:3-4). Pedro desenmascara a Ananías y Dios lo castiga por haber mentido al Espíritu Santo. De manera que se convierte en el primer creyente que conocemos que cometiera el pecado de muerte. (Véanse 1Co 11:30-32; 1Jn 5:16.)
c. Las muertes (Hch 5:5-10).
(1) Tres horas más tarde de la muerte de Ananías, Pedro le pregunta a Safira y, después de confesar la misma mentira, es juzgada de la misma manera en que lo había sido su esposo.
(2) Satanás había atacado primeramente a la iglesia desde el exterior, como un león rugiente; pero ahora la atacaba desde dentro, como una serpiente.
6. Pedro y el maestro Gamaliel (Hch 5:12-42).
a. Estas experiencias incrementan tanto la pureza como la autoridad de la iglesia en Jerusalén. Notemos:
«Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo. Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados» (Hch 5:12; Hch 5:16).
b. Por causa de su testimonio los apóstoles son metidos en la cárcel por los saduceos (Hch 5:17-18).
c. El ángel del Señor los libera durante la noche y ellos continúan predicando (Hch 5:19-26).
d. Los vuelven a detener y el sumo sacerdote los acusa de desobediencia civil, quien dice:
«¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre» (Hch 5:28).
Nota: A la luz de Mat 27:20; Mat 27:25 resulta realmente extraña la sensibilidad de los líderes judíos.
e. Simón Pedro habla por los demás y declara: «En necesario obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5:29).
Nota: Pedro cree en la ley y el orden (1Pe 2:13-14), pero siente que debe someterse ante todo a la más alta autoridad de Dios (Hch 4:20).
f. Les acusa otra vez de su crimen contra Jesús: «….A quien vosotros matasteis colgándole en un madero» (Hch 5:30). Nota: el término en griego que traducimos aquí por matar es un verbo poco común y peculiar de Hechos, y aparece sólo otra vez en Hch 26:21. Significa «matar con las propias manos». Lo que Pedro estaba diciendo en realidad es: «Sí, ciertamente, sois culpables de la sangre santa del Salvador, porque fueron vuestras manos, y no otras, las que lo mataron.»
g. Al oír esto, los líderes reunidos se enfurecían y querían matarlos (Hch 5:33). La expresión «se enfurecieron» es muy fuerte y aparece solamente otra vez en Hch 7:54. El sanedrín rechazaba la acusación de haber sido ellos los que mataron a Cristo, pero, no obstante, aquí los hallamos dispuestos a derramar la sangre de sus discípulos también.
h. En este momento, un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley muy respetado por el pueblo, se levanta y les da un buen consejo:
«Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios» (Hch 5:38-39).
Una esposa persa dio una vez un consejo similar a su impío esposo (Est 6:13).
i. El concilio escuchó las palabras de Gamaliel. Mandan azotar a los apóstoles (su primer sufrimiento físico) y después los dejan marchar, no sin antes advertirles de la manera más severa que no vuelvan a hablar en el nombre de Jesús. Su reacción a esta amenaza es la que se esperaba y resulta muy estimulante:
«Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo» (Hch 5:41-42).
7. Pedro y Simón el mago (Hch 8:14-25).
a. Pedro y Juan son enviados por la iglesia de Jerusalén para ayudar con la nueva obra que había empezado en Samaría como resultado de la predicación de Felipe.
b. Pedro y Juan oran por ellos «para que recibiesen el Espíritu Santo» (Hch 8:15). El doctor Homer Kent escribe al respecto:
«¿Por qué fue retenido el Espíritu hasta que llegaran Pedro y Juan? Los ritualistas insisten en que era necesaria la imposición de manos apostólica. Pero Saulo de Tarso recibió el Espíritu por la imposición de manos de Ananías, que no era un apóstol (Hch 9:17). Otros usan este pasaje para mostrar que la recepción del Espíritu es un evento totalmente separado de la regeneración (una segunda bendición), y alegan que una persona puede haber nacido de nuevo y no poseer necesariamente el Espíritu Santo, ignorando pasajes como Rom 8:9.
La respuesta a este problema no debe ignorar la situación social e histórica. Los samaritanos necesitaban ver la verdad de que la salvación procedía de los judíos (Jua 4:22). El cisma que había plagado a judíos y samaritanos habría entrado sin duda también a la iglesia, a menos que se hubiera usado un método que preservara la unidad de la misma. Podían haber surgido fácil- mente judíos cristianos que no tendrían tratos con los cristianos samaritanos (cp. Jua 4:9). Pero al retener el Espíritu hasta la llegada de los apóstoles, Dios aseguraba que el trabajo de Felipe se unía con el de los apóstoles en Jerusalén. Pedro usó las llaves que se le habían entregado (Mat 16:18-19) para abrir oficialmente la puerta a los samaritanos, tal como ya lo había hecho con los 3.000 judíos en el día de Pentecostés, y como lo haría más tarde con los gentiles en la casa de Cornelio (cap. Hch 10:1-48). Sería un grave error, sin embargo, convertir este incidente en Samaria en norma para todos los creyentes subsiguientes. Un examen de cómo vino el Espíritu sobre Saulo (Hch 9:17) y sobre Cornelio (Hch 10:44) nos revela diferencias considerables, de manera que la experiencia samaritana no fue la regla general en el libro de los Hechos.» (Jerusalem to Rome, pp. 79, 80.)
Es emocionante observar que es Juan quien ayuda a Pedro a ministrar a los samaritanos, porque fue él y su hermano Santiago los que una vez le pidieron a Jesús que mandara descender fuego del cielo sobre aquella clase de gente (Luc 9:54).
c. Un charlatán religioso llamado Simón intenta comprarles a Pedro y a Juan con dinero el poder del Espíritu Santo. Esta acción ha dado lugar en el vocabulario de la historia de la iglesia a la palabra «simonía», que denota la intención de comprar o vender privilegios eclesiásticos. Este no era un hombre salvo. Jesús mismo había hablado acerca de esta clase de fe falsa (Jua 2:23-25; Jua 6:26; Jua 6:66).
8. Pedro y Eneas (Hch 9:32-35). Pedro cura instantáneamente en Lida a un hombre paralítico llamado Eneas que llevaba ocho años obligado a permanecer en cama.
9. Pedro y Dorcas (Hch 9:36-43). Pedro resucita en su propio funeral a una mujer piadosa llamada Dorcas que acababa de morir en Jope.
10. Pedro y Cornelio (Hch 10:1-48; Hch 11:1-18).
a. Después de resucitar a Dorcas, Pedro se queda por un tiempo en Jope en casa de un curtidor llamado Simón. Aparentemente la actitud de Pedro a las restricciones del judaísmo era ahora más abierta (aunque todavía necesitaría la visión del lienzo dada por Dios), porque aquí le tenemos hospedado en la casa de un curtidor. Este era un oficio inmundo a los ojos de un judío, porque involucraba el manejo de cuerpos muertos (Hch 9:43).
b. En Cesárea, a unos cuarenta y ocho kilómetros al norte en la costa, un militar ro- mano llamado Cornelio buscaba la salvación. Se nos dicen aquí varias cosas acerca de este hombre:
(1) Era un centurión. Es decir, tenía el mando de cien soldados romanos. Los diferentes centuriones que aparecen en el Nuevo Testamento lo hacen en forma muy positiva. (Véanse Mat 8:5-10; Mat 27:54; Hch 22:25-26; Hch 27:1; Hch 27:3; Hch 27:42-44.)
(2) Era un hombre piadoso. Deseaba conocer a Dios. Jesús dijo una vez: «El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios…» (Jua 7:17).
(3) Estaba, no obstante, perdido. (Cp. Nicodemo, Jua 3:1-36).
c. Le aparece un ángel y le dice que envíe a por Pedro a Jope. Hay tres factores necesarios para la salvación de un pecador.
(1) El Espíritu de Dios (Jua 16:8).
(2) La Palabra de Dios (Rom 10:17).
(3) El ganador de almas de Dios (Rom 10:14).
d. Cornelio envía a dos soldados devotos que tenía a su servicio para que traigan a Pedro. Él, ignorante de todo esto, está esperando la hora de la cena en casa de Simón, cuando Dios le envía la visión del lienzo. Del cielo desciende un lienzo lleno de toda clase de animales, y Dios le manda: «Levántate, Pedro, mata y come» (Hch 10:13).
e. Pedro rehúsa, diciendo: «Señor, no, porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás» (Hch 10:14). Su respuesta manifiesta una gran contradicción, porque si Dios es el Señor, no podemos decirle «no». Y si uno dice «no», entonces él no es el Señor.
f. Dios le responde a Pedro: «Lo que Dios limpió, no lo llames tú común» (Hch 10:15). Jesús ya había enseñado en realidad esa misma verdad (Mar 7:14-23).
g. En este momento llegaron los soldados, y Pedro, dándose cuenta del propósito de la visión, se fue con ellos a encontrarse con Cornelio. Es conmovedor notar cómo Dios prepara a ambos, al pecador y al ganador de almas; porque dondequiera que Él está obrando se halla presente en ambos lados de la línea. El Señor siempre nos prepara para lo que él está preparando para nosotros (Hch 10:17-21). Notemos que esta es la segunda vez en la historia que Dios envía a un misionero judío de Jope para presentar el evangelio a algunos gentiles. (Véase Jon 1:3.)
h. Cornelio recibe a Pedro muy afectuosa- mente e intenta adorarle. Pedro horroriza- do, procura impedirlo: «Levántate, pues yo mismo también soy hombre» (Hch 10:26).
i. Pedro le habla de Cristo a Cornelio (Hch 10:38-43). Le dice:
«Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. A éste levantó a Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.»
j. Cuando Pedro estaba todavía hablando, el Espíritu de Dios descendió sobre los que escuchaban (Hch 10:44). El doctor Homer Kent escribe al respecto:
«Esta experiencia fue la contrapartida gentil de pentecostés, como lo muestra Hch 11:17 claramente, e incluye tanto el bautismo del Espíritu como el ser llenos de él. El fenómeno de hablar en lenguas fue una evidencia de lo último (como en Hch 2:4), aunque no tenemos claro si tuvo lugar en la forma de hablar lenguas extranjeras como en pentecostés (entre la familia y los amigos de Cornelio podía haber personas de varios lugares del imperio), o en la variedad que se conoció en Corinto que requería un intérprete humano. Por las semejanzas, la forma fue quizá más probablemente la de pentecostés, en razón de que no se indica que se necesitara intérprete.» (Jerusalem to Rome, p. 95.)
k. Pedro bautiza a Cornelio y a los convertidos de su familia.
l. Pedro regresa a Jerusalén y explica su experiencia de predicación entre los gentiles a los inquietos cristianos judíos, quienes parecen quedar satisfechos por el momento (Hch 11:1-18).
«Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!» (Hch 11:8).
11. Pedro y el ángel (Hch 12:1-24).
a. Herodes Agripa I, el rey que mandó matar a Juan el Bautista e interrogó a Jesús (Mat 14:1-12; Lev 23:6-12), ordenó de manera repentina y maliciosa la ejecución del apóstol Santiago, y metió también a Pedro en la cárcel con la intención de matarlo. Así es como Santiago se convirtió en el primer mártir cristiano. Su muerte es la única entre los doce que tenemos registrada en las Escrituras, con excepción de la de Judas. Su ejecución fue sin duda un cumplimiento de Mat 20:23; Mar 10:39. Se cree que Juan, el hermano de Santiago, fue el último de los apóstoles en morir.
b. En la víspera de su ejecución Pedro estaba durmiendo en la cárcel (Hch 12:6). Con su actitud parece indicar que tenía plena con- fianza en la promesa de Jesús de que viviría hasta la ancianidad (Jua 21:18).
c. Durante aquella misma noche, en otra par- te de la ciudad, «la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él» (Hch 12:5).
d. Pedro es liberado de manera sobrenatural de la prisión por un ángel, y corre a la casa donde estaban congregados los hermanos orando por él (Hch 12:7-12). El relato que sigue es uno de los más divertidos y también penetrantes que tenemos en toda la Biblia en relación con la oración. Notemos:
«Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando. Cuan- do llamó Pedro a la puerta del patio, salió a escuchar una muchacha llamada Rode, la cual, cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corriendo adentro, dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta. Y ellos le dijeron: Estás loca. Pero ella aseguraba que así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel! Mas Pedro persistía en llamar, y cuando abrieron y le vieron, se quedaron atónitos. Pero él, haciéndoles con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había saca- do de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Y salió, y se fue a otro lugar» (Hch 12:12-17).
Es trágico y a la vez cierto que frecuentemente los más sorprendidos cuando Dios realiza un milagro son aquellos que están orando más fervientemente para que suceda.
e. Herodes ordena que sean ejecutados los soldados encargados de la custodia de Pedro (Hch 12:18-19).
f. Poco después Herodes cayó gravemente enfermo, castigado por Dios, por permitir que algunos ciudadanos de Tiro y Sidón le adorasen como a un dios (Hch 12:20-24).
B. Las actividades de Esteban (Hch 6:1-15; Hch 7:1-60).
1. La queja de algunos de los discípulos (Hch 6:1).
a. Había surgido un problema en la iglesia a causa de su rápido crecimiento. Aquellos judíos que sólo hablaban griego se quejaron de que sus viudas estaban siendo discriminadas.
b. Decían que en la distribución diaria de alimentos se les daba menos a ellas que a las viudas que hablaban hebreo.
2. Los Doce se reúnen para considerarlo (Hch 6:2-4).
a. Los apóstoles entendían que su primera prioridad era persistir continuamente «en la oración y en el ministerio de la palabra» (Hch 6:4).
b. Porque no es apropiado que «dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas» (Hch 6:2). Nota: La palabra para mesas es trapezal, y frecuentemente indica bancos, porque los prestamistas de dinero se sentaban a las mesas para conducir sus negocios (Mat 21:12). Lo que se está proponiendo aquí es que busquen supervisores calificados, no simplemente cocineros y meseros.
c. Se señalan cinco requisitos para estos oficiales.
(1) Tenían que ser hombres.
(2) Tenían que ser convertidos al Señor.
(3) Tenían que tener buena reputación.
(4) Tenían que ser espirituales.
(5) Tenían que ser conocidos por su sabiduría.
Observemos que no había dos clases de normas en la iglesia primitiva, una para pastores y otra para diáconos y demás líderes.
3. La elección de los siete (Hch 6:5-8).
a. Los siete tenían nombres griegos, lo que puede indicar que todos procedían del grupo griego. Si fue así, manifiesta un gesto generoso hacia los que se quejaron.
b. Nada más ser elegidos los siete, los «presentaron ante los apóstoles, quienes, oran- do, les impusieron las manos» (Hch 6:6). Esto lo hacían:
(1) Como un acto de bendición (Mat 19:13; Mat 19:15; Gén 48:14-20).
(2) Con el propósito de curación (Mar 5:23; Mar 6:5).
(3) Para impartir el Espíritu Santo (Hch 8:17; Hch 8:19; Hch 9:17).
(4) Con el propósito de ordenación (Hch 6:6; Hch 13:3; 1Ti 4:14; 2Ti 1:6; Núm 8:9-10).
(5) Para identificación (Núm 8:12).
c. Después de haberlo hecho:
«Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe» (Hch 6:7).
Así que cuando menguaron las quejas crecieron las conversiones (Sal 51:12-13).
d. Dos de los primeros diáconos fueron hombres que hicieron grandes cosas: uno de ellos fue Felipe y el otro Esteban.
4. El sermón de Esteban (Hch 6:9-15).
a. El ministerio de predicación de Esteban había ofendido a algunos de la sinagoga de los libertos, un grupo de antiguos esclavos que aparentemente tenían su propia sinagoga en Jerusalén (Hch 6:9).
b. Incapaces de «resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba», le llevan ante el sanedrín (Hch 6:10; Hch 6:12). Esta bendita sabiduría, imposible de contradecir, era un cumplimiento de las palabras de Jesús en Luc 21:12-15.
c. Le acusan falsamente ante el tribunal de blasfemia:
(1) Contra Dios (Hch 6:11).
(2) Contra el templo (Hch 6:13).
(3) Contra la ley de Moisés (Hch 6:11; Hch 6:13).
d. Su rostro resplandecía mientras estaba en este proceso, «vieron su rostro como el rostro de un ángel» (Hch 6:15; véanse también Éxo 34:29-35; 1Pe 4:14).
e. Esteban empieza trazando brevemente la relación histórica que existió entre:
(1) Dios y Abraham (Hch 7:1-8).
(2) Dios y José (Hch 7:9-19).
(3) Dios y Moisés (Hch 7:20-44).
(4) Dios y David (Hch 7:45-47).
f. Esteban había estado aparentemente enseñando que el templo judío no era ya necesario para la adoración del verdadero Dios. Cristo mismo lo había dicho ya (Jua 4:20-24). Para probar su afirmación señala los siguientes hechos:
(1) Que Dios había bendecido a Abraham y a sus padres aunque no habían vivido en Palestina.
(2) Que durante una buena parte de su historia, aunque habían vivido en la tierra, los israelitas no habían adorado en el templo.
(3) Que el hecho de poseer el templo no había evitado a Israel el ser rebelde y desobediente.
g. Parece que el propósito del discurso fue mostrar a Israel, en razón de su propia historia, que la posesión del templo no había sido una necesidad ni una garantía para la verdadera adoración a Dios.
h. Esteban termina su exposición con una fuerte denuncia de las iniquidades de los mismos líderes de Israel:
«¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros» (Hch 7:51).
Podemos observar aquí que hay tres muertes en la historia de Israel que marcan especialmente su rechazo de la voluntad de Dios:
(1) La muerte de Juan el Bautista, que indica el rechazo del Padre.
(2) La muerte de Cristo, que muestra el rechazo del Hijo.
(3) La muerte de Esteban, demuestra el rechazo del Espíritu Santo.
5. El apedreamiento de Esteban (Hch 7:54-60).
a. Su gran sermón hace que los oyentes se llenen de odio diabólico.
(1) Se enfurecieron en sus corazones (Hch 7:54).
(2) Les crujieron los dientes (Hch 7:54).
(3) Dieron grandes voces (Hch 7:57).
(4) Se taparon los oídos (Hch 7:57).
(5) Arremetieron a una contra él (Hch 7:57). Esta misma expresión se usa acerca de la piara de cerdos que salió del endemoniado y cayó al mar (Mar 5:13). Podemos ver también su uso en Hch 19:29.
b. Todo esto, no obstante, no tuvo efecto sobre Esteban, quien «lleno del Espíritu Santo»:
(1) Puso los ojos en el cielo (Hch 7:55).
(2) Vio la gloria de Dios (Hch 7:55). Notamos que empezó su sermón con el Dios de la gloria (Hch 7:2) y lo terminó con la gloria de Dios.
(3) Vio a Jesús que estaba a la diestra de Dios (Hch 7:55). Esteban es el primero de tres hombres en ver a Jesús después de su ascensión. Los otros dos son Pablo (Hch 9:3-6) y Juan (Apo 1:10; Apo 1:12-16). Nota: Esteban vio a Jesús que estaba de pie (parece, según el autor, que ese es el significado aquí) a la diestra de Dios. Esta es la única referencia a esa posición del Salvador (después de su ascensión) hasta que no llegamos al libro de Apocalipsis. En todas las demás descripciones se le presenta sentado. (Véanse Mat 26:64; Hch 2:34; Col 3:1; Efe 1:20; Heb 1:3; Heb 1:13; Heb 8:1; Heb 10:12.) Quizá es que nuestro Señor se pone en pie para dar la bienvenida a sus santos al hogar celestial.
c. Esteban es apedreado por aquella gente sedienta de sangre. Esto no fue un proceso legal sino un linchamiento, porque la ley judía establecía en este tiempo que en los casos de pena capital se requería una segunda vista del juicio al menos un día más tarde. Después de esto tenían que obtener el permiso de la autoridad romana.
d. Esteban murió a manos de hombres perversos, como sucedió con su Maestro.
(1) Oró a Dios, diciendo: «Señor Jesús, recibe mi espíritu» (Hch 7:59), como también lo hizo Jesús (Luc 23:46).
(2) Oró también por sus enemigos: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado» (Hch 7:60), como también lo había hecho Jesús (Lev 23:34).
Se nos dice que «habiendo dicho esto, durmió» (Hch 7:60). Este es la descripción que hace Dios de la muerte de un creyente (Mat 27:52; Jua 11:11; Hch 13:36; 1Co 15:18; 1Co 15:20; 1Co 15:51; 1Ts 4:13-15; 2Pe 3:4).
C. Las actividades de Felipe (Hch 8:5-13; Hch 8:26-40).
1. Poco después de su elección como diácono, Felipe marcha a Samaria y dirige allí una gran cruzada evangelizadora.
2. Muchos son los convertidos y muchos también los milagros realizados, lo cual resulta en «Gran gozo en aquella ciudad» (Hch 8:8).
3. En el apogeo de su ministerio, Dios instruye a Felipe de esta manera: «Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto» (Hch 8:26). Esta era una antigua ciudad filistea al suroeste de Jerusalén, cerca del mar Mediterráneo.
4. Aquí es dirigido a entrevistarse con un eunuco etíope, un alto funcionario, que servía como tesorero de la reina de Etiopía, y que regresaba de su peregrinación a Jerusalén.
5. Felipe se une a la caravana y nota que el eunuco va leyendo al profeta Isaías y le pregunta: «Pero, ¿entiendes lo que lees?» (Hch 8:30).
6. La respuesta del eunuco refleja la condición trágica de todos los pecadores perdidos: «¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?» (Hch 8:31; véanse Luc 24:32; Luc 24:45; Rom 10:13-15; Rom 10:17).
7. La acción de Felipe es como un bello resumen del método de trabajo del ganador de almas:
«Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús» (Hch 8:35).
8. El eunuco cree y es bautizado. En este momento «el Espíritu del Señor arrebató a Felipe» (Hch 8:39). Este pudo haber sido un traslado milagroso al estilo de los del Antiguo Testamento, como Ezequiel (Eze 3:12; Eze 3:14; Eze 8:3), y Elías (1Re 18:12; 2Re 2:16). En cualquier caso, Felipe fue por la costa hacia el norte, hasta llegar a Cesárea donde se estableció. Como veinte años después aparece otra vez en el libro de Hechos, viviendo todavía en Cesárea, cuando Pablo le visita a él y sus cuatro hijas (Hch 21:8-9). Este eunuco regresa a su tierra con gran gozo.
II. La gran cruzada mundial, dirigida por Pablo (caps. Hch 13:1-52 — Hch 28:1-31; cp. Hch 9:1-31; Hch 11:19-30; Hch 12:25).
A. Su trasfondo.
1. Su linaje y juventud (Hch 21:39; Hch 22:3; Hch 23:34; Rom 11:1; Flp 3:4-5; 2Co 11:22).
a. Nació y se crió en Tarso, de Cilicia (Hch 21:39).
b. Era de la tribu de Benjamín (Rom 11:1).
c. Era «hebreo de hebreos» (Flp 3:5)
2. Educación (Hch 22:3; Hch 23:6; Hch 26:4-5; Gál 1:13-14; Flp 3:5).
a. Se educó con Gamaliel (Hch 22:3).
b. Fue fariseo e hijo de fariseo (Hch 23:6).
3. Carácter (Flp 3:6; 1Ti 1:12-13; 2Ti 1:3).
a. Intentó con todo su corazón cumplir la ley (Flp 3:6).
b. Llevaba a cabo con mucho celo todo lo que hacía (Flp 3:6).
c. Persiguió a la iglesia por ignorancia (1Ti 1:13).
B. Su guerra contra la iglesia.
1. «Guardó las ropas» de aquellos que apedreaban a Esteban y consintió en su muerte (Hch 7:57-58; Hch 8:1-2; Hch 22:20).
2. «Asolaba la iglesia» (Hch 8:3). Esta palabra describe la acción de un cerdo salvaje destruyendo una viña.
3. Entraba en las casas de los cristianos, sacaba a hombres y mujeres y los llevaba a la cárcel (Hch 8:3).
4. Persiguió a los cristianos hasta la muerte en varias ciudades (Hch 22:5).
5. Azotó a los creyentes (Hch 22:19).
6. Dio su voto para que los mataran (Hch 26:10).
7. Intentó hacerlos maldecir a Cristo mediante la tortura (Hch 26:11).
8. Persiguió con violencia a la iglesia y procuró destruirla (Gál 1:13).
C. Su conversión (Hch 9:1-19; Hch 22:5-16; Hch 26:12-20; 1Co 15:7-10; 1Ti 1:12-16).
1. Fue cegado por una luz celestial mientras iba de camino a Damasco para perseguir a los «de este Camino» (Hch 9:2). Esta es la primera de bastantes veces que los creyentes son llamados de esta manera. (Véanse Hch 19:9; Hch 19:23; Hch 22:4; Hch 24:14; Hch 24:22.)
2. Cayó a tierra y escuchó la voz de Cristo que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» (Hch 9:4). También vio a Jesús en este momento. (Véanse Hch 9:17; Hch 9:27; Hch 22:14; Hch 26:16; 1Co 9:1; 1Co 15:8.) Esta es la primera de al menos siete ocasiones cuando Pablo vio al Salvador glorificado. Las otras veces fueron:
a. En Troas (Hch 16:9-10).
b. En Corinto (Hch 18:9-10).
c. En Jerusalén, durante su primera visita como creyente (Hch 22:17-21).
d. En Jerusalén, durante su última visita (Hch 23:11).
e. De camino a Roma (Hch 27:23-24).
f. Cuando fue arrebatado al tercer cielo (2Co 12:1-4).
Notamos también aquí en Hch 9:4 que perseguir a los cristianos es en realidad perseguir a Cristo. Jesús se identifica con su pueblo (Mat 25:1-46; 1Co 12:1-31).
3. Saulo queda gloriosamente transformado en su vida y lo llevan ciego a Damasco, donde permanece solo sin alimento ni agua por tres días.
4. Dios aparece a Ananías, un creyente de Da- masco, y le da la primera «tarjeta de un miembro en perspectiva» de la historia de la Iglesia.
«Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora» (Hch 9:11).
Estas cinco palabras «porque he aquí, el ora», son en sí mismas un resumen de la vida de Pablo.
Aquí le vemos empezar su ministerio en oración, y lo terminó de la misma manera (2Ti 4:16). Pablo literalmente oró en todo tiempo, en todo lugar y por todo. Oró por santos y pecadores, por potentados y carceleros, por judíos y gentiles, por líderes y laicos. (Véanse las siguientes referencias: Hch 16:25; Hch 20:36; Hch 21:5; Hch 22:17; Hch 28:8; Rom 1:9; Rom 10:1; Efe 1:16; Flp 1:4; Flp 1:9; Col 1:3; Col 1:9; 1Ts 1:2; 2Ti 1:3; Flp 1:4.)
Ananías se resiste a ayudar a Saulo por «cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén» (Hch 9:13). Sus objeciones no son acepta- das por Dios, quien le manda:
«Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre» (Hch 9:15-16).
Dios predice en este momento que Pablo será:
a. Un vaso escogido. Pablo más tarde describió cuatro clases de vasos en sus escritos, y son:
(1) Un vaso para honra (Rom 9:21).
(2) Vasos de misericordia (Rom 9:23).
(3) Vasos de barro (2Co 4:7).
(4) Instrumento para honra, santificado (2Ti 2:21).
Pablo mismo llegó a ser todos estos vasos.
b. Un misionero a los gentiles (Hch 13:47; 2Ti 1:11).
c. Un siervo que sufriría. Dudamos que haya habido otro creyente que haya sufrido por Cristo más que Pablo.
(1) Tramaron contra él:
(a) En Damasco, después de su experiencia de salvación (Hch 9:23-25; 2Co 11:32-33).
(b) En Jerusalén, durante su primera visita como creyente (Hch 9:29).
(c) En Macedonia, durante su tercer viaje misionero (Hch 20:3).
(d) En Jerusalén, ante un tumulto judío (Hch 21:30-31).
(e) En Jerusalén, ante el Sanedrín (Hch 23:10).
(f) En Jerusalén, a menos de cuarenta hombres (Hch 23:12-22).
(g) En Cesárea, a manos de algunos judíos (Hch 25:3).
(2) Los creyentes desconfiaban al principio de él (Hch 9:26).
(3) Algunos creyentes le tenían antipatía (Flp 1:14-18).
(4) Sus compatriotas y otros se oponían constantemente a su labor en:
(a) Antioquia (Hch 13:45; Hch 13:50).
(b) Iconio (Hch 14:2-5).
(c) Tesalónica (Hch 17:5; 1Ts 2:2; 1Ts 2:14-16).
(d) Berea (Hch 17:13).
(e) Corinto (Hch 18:6; Hch 18:12).
(f) Éfeso (Hch 19:26)
(5) Le apedrearon y le dieron por muerto (Hch 14:19).
(6) Satanás lo sometió a fuerte presión (Hch 13:8; Hch 16:16-18; 1Ts 2:18; 2Co 12:7).
(7) Le azotaron con varas y le encarcelaron en Filipos (Hch 16:19-24).
(8) Fue ridiculizado en:
(a) Atenas (Hch 17:18; Hch 17:32).
(b) En Cesárea (Hch 26:24).
(9) Le acusaban falsamente con frecuencia (Hch 24:5-9; Hch 25:7).
(10) Sufrió una terrible tormenta en el mar (Hch 27:14-20).
(11) Sufrió la mordedura de serpientes venenosas (Hch 28:3-4)
(12) Lo encarcelaron:
(a) En Cesárea por más de dos años (Hch 24:27).
(b) En Roma (2Ti 1:8; 2Ti 2:9; Efe 6:20; Flp 1:13; Flm 1:9).
(13) Todos le abandonaron (2Ti 4:10; 2Ti 4:16; el testimonio de Pablo sobre sus sufrimientos en general lo encontramos en 2Co 1:6; 2Co 4:8-10; 2Co 6:4-10; 2Co 7:5; 2Co 11:24-28; Flp 3:7-8; Flp 3:10; Rom 8:18).
5. Dios restaura la vista a Saulo cuando Ananías pone sus manos sobre él. El Espíritu Santo desciende sobre él y es bautizado (Hch 9:17-18).
6. Saulo empieza su ministerio en Damasco proclamando la deidad del Salvador Cristo Jesús. Todos los que le escuchan se maravillan. Les resulta difícil creer que este lobo diabólico y sediento de sangre se haya convertido de repente en uno de los pastores más fieles y tiernos de las ovejas de Dios (Hch 9:19-22).
D. La primera parte de su ministerio.
1. Pablo se va a Arabia a un retiro espiritual de tres años, probablemente para entender bien el significado de las Escrituras del Antiguo Testamento a la luz del recién encontrado Salvador (Gál 1:17-18).
2. Al regresar a Damasco se entera de una conjura de los judíos con la intención de matarle, pero logra escapar con la ayuda de sus amigos que le bajan por la muralla de la ciudad en una canasta. Seguidamente lleva a cabo la primera de al menos cinco visitas a Jerusalén después de su conversión.
a. La primera (Hch 9:23-30; Gál 1:18-19).
b. La segunda (Hch 11:30).
c. La tercera (Hch 15:1-30; Gál 2:2-10).
d. La cuarta (Hch 18:21-23).
e. La última (Hch 21:17-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35).
3. Saulo se entrevista con Pedro y Santiago y es respaldado (aunque la mayoría de los discípulos todavía le temen) por Bernabé durante su visita de quince días (Hch 9:26-28; Gál 1:18-19).
4. Sale de Jerusalén para escapar de un intento de los griegos de matarle y regresa a su ciudad natal de Tarso (Hch 9:29-31).
5. Siete años más tarde Bernabé le invita a que le ayude en Antioquia, donde había sido enviado para dirigir la nueva obra allí establecida. En esta ciudad es donde los discípulos son llamados cristianos por primera vez (Hch 11:26; véanse también las otras dos referencias de este título en el Nuevo Testamento en Hch 26:28 y 1Pe 4:16).
6. Bernabé y Pablo visitan de nuevo Jerusalén, y llevan una ofrenda de alimentos para los san- tos allá que sufrían por causa del gran hambre que se padecía. El profeta Agabo había advertido acerca de esto (Hch 11:27-30). Aparece de nuevo en Hch 21:10 advirtiendo acerca de algo diferente.
7. Después de cumplir con la tarea que les había llevado a Jerusalén, Bernabé y Saulo regresan a Antioquia y se llevan con ellos a Juan Marcos, un joven sobrino de Bernabé (Hch 12:25).
E. Su primer viaje misionero (caps. Hch 13:1-52 — Hch 14:1-28).
1. Saulo continúa con su trabajo en Antioquia junto con los demás profetas y maestros de aquella extraordinaria iglesia. Aparecen mencionados en el texto para nuestro conocimiento hoy algunos de estos primeros líderes:
a. Simón, llamado Niger: este hombre pudo haber sido el Simón de Cirene que se menciona en Mar 15:21. «Niger» significa negro, indicando que podía proceder del norte de África.
b. Manaén: El adjetivo que describe a Manaén significa hermano de leche. Lo que quiere decir que él y el malvado rey Herodes el Grande se habían criado juntos en el palacio real.
2. Un día, estando ellos adorando y ayunando, el Espíritu Santo les mandó: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado: (Hch 13:2).
3. Después de un servicio de imposición de manos, la iglesia de Antioquia envió a predicar a los primeros misioneros cristianos. Notemos que esta iglesia local era totalmente independiente de la de Jerusalén y no reconocía ninguna jerarquía eclesiástica. Hallamos aquí una bella cooperación entre una iglesia local y el Espíritu Santo (Hch 13:2-4).
4. En Pafos: Bernabé, Saulo y Juan Marcos fueron predicando por toda la isla de Chipre hasta que llegaron a Pafos, en la costa occidental de la isla. Aquí tuvieron lugar los siguientes eventos (Hch 13:5-13):
a. A Saulo le llaman Pablo por primera vez (Hch 13:9).
b. Pablo realiza su primer milagro conocido dejando temporalmente ciego a un falso profeta judío, que era también brujo, llamado Barjesús, que se oponía activamente al mensaje del evangelio. Su nombre significa «Hijo de salvación», pero Pablo lo llamó por su verdadero nombre: «Hijo del diablo» (Hch 13:10). Véase también Jua 8:44. Tanto Pedro como Pablo obraron milagros similares:
(1) Ambos sanaron a un hombre cojo (Hch 3:1-8; cp. Hch 14:8-12).
(2) Ambos trataron con agentes satánicos que fingían (Hch 8:18-24; cp. Hch 13:4-12).
(3) Ambos fueron liberados de la cárcel milagrosamente (Hch 12:5-10; cp. Hch 16:25-29).
(4) Ambos resucitaron muertos (Hch 9:40; cp. Hch 20:12).
c. El gobernador de Pafos (Sergio Paulo) se convierte (Hch 13:12).
d. Juan Marcos abandona al equipo y regresa a casa (Hch 13:13).
5. En Antioquia de Pisidia (Hch 13:14-50).
a. Les invitan a hablar y Pablo pronuncia el primer sermón suyo que tenemos recogido en las Escrituras. Fue similar al de Esteban en su reflexión histórica retrospectiva, al que probablemente escuchó. Pablo se levantó a predicar (el rabino [maestro] generalmente se sentaba), y una vez que logró captar la atención de los gentiles que estaban presentes, habló sobre:
(1) La liberación del éxodo.
(2) La peregrinación en el desierto.
(3) La conquista de Canaán.
(4) Los reinados de Saúl y David.
(5) El ministerio de Juan el Bautista.
(6) La crucifixión y resurrección del Señor Jesucristo, la simiente de David.
Después dio una invitación:
«Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree» (Hch 13:38-39).
b. Los gentiles invitan a Pablo a volver al sábado siguiente y hablarles de nuevo. El ministerio de Pablo a los gentiles está ahora a plena marcha. (Véanse Hch 9:15; Hch 22:21 —como Dios lo predijo— y Hch 13:47; Hch 14:27; Hch 15:3; Hch 15:12; Gál 2:2; Efe 3:1; Efe 3:6; Col 1:27; 1Ti 3:16; 2Ti 1:11; 2Ti 4:17.)
c. Cuando les predicó otra vez «los gentiles… se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor» (Hch 13:48), pero los judíos «se llenaron de celos, y rebatían lo que Pablo decía» (Hch 13:45). Esto causó que Pablo concluyera tristemente:
«A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles» (Hch 13:46; véanse también Hch 18:6; Hch 28:28).
6. En Iconio (Hch 14:15).
a. Muchos creyeron al mensaje del evangelio aquí, pero los judíos que no creyeron incitaron a los demás y crearon dificultades.
b. Al enterarse de lo que tramaban contra sus vidas, Pablo y Bernabé salieron para Listra.
7. En Listra (Hch 14:6-25(.
a. Pablo sana a un hombre cojo de nacimiento, y la gente maravillada cree que aquella pareja de predicadores cristianos son dioses. A Bernabé le llamaron «Júpiter» y a Pablo «Mercurio». El poeta romano Ovidio (43 a.C.) habla del antiguo mito de la visita de Zeus y Hermes (dos dioses griegos) a esta área, disfrazados de seres humanos. Todos los rechazaron excepto una anciana pareja. Poco después, supuestamente en juicio, sobrevino una inundación que los destruyó a todos excepto a esta pareja.
b. Decididos a no cometer el mismo error, el sacerdote de Júpiter en Listra prepara toros y guirnaldas para ofrecer sacrificios y adorarles.
c. Horrorizados por esto, Pablo y Bernabé rasgaron sus vestiduras y les dijeron:
«Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros…» (Hch 14:15).
Todos los hombres están hechos del mismo material (véanse Stg 5:17; Hch 10:26; Apo 22:9).
d. Después de predicarles a Cristo, Pablo es apedreado y dejado por muerto por la multitud desilusionada que había sido soliviantada por los judíos (que les habían perseguido desde Antioquia e Iconio). Nota: Algunos creen que Pablo realmente murió aquí y que Dios lo resucitó más tarde, disfrutando en este tiempo la experiencia de la visita al cielo a la que se refiere en 2Co 12:1-9. Sin embargo, esa interpretación presenta un problema de tiempo, porque el apedreamiento ocurrió en el 47 ó 48 d.C., y Pablo escribió 2 Corintios unos siete años más tarde en el 55 d.C. Pero en 2 Corintios él dice que dicha experiencia tuvo lugar catorce años antes. En cualquier caso, éste pudo haber sido el momento en que él recibió las marcas del Señor Jesús de las que habla en Gál 6:17. Sea que hubiera muerto o que estuviera simplemente inconsciente, aquí sucedió un milagro, porque se nos dice que inmediatamente «se levantó y entró en la ciudad» (Hch 14:20).
e. La pareja continuó hasta Derbe, y después regresaron a Listra, Iconio y Antioquia, volviendo a visitar a los hermanos y organizan- do nuevas iglesias. Lo lograron mediante:
(1) Confirmación.
(2) Exhortación.
(3) Ordenación.
(4) Encomendándolos al Señor.
El doctor Homer Kent escribe al respecto:
«En cada iglesia que visitaban los creyentes quedaban organizados mediante la elección de ancianos. La palabra “constituir” o “nombrar” u “ordenar”, según la traducción que se escoja (Hch 14:23), traduce una voz griega que originalmente significaba elegir mediante votación a mano alzada. El término también llegó a desarrollar el sentido general de “elegido” u “ordenado”, como indica el verbo compuesto en Hch 10:41.
¿Quiere decir Hch 14:23 que Pablo y Bernabé nombraron los ancianos para cada una de las iglesias, o prevalece el sentido más restrictivo de que los misioneros establecieron ancianos en las iglesias mediante elección congregacional? Aunque no hay duda de que el término permite ambas interpretaciones, los siguientes factores favorecen la interpretación de una elección:
(1) el uso del verbo cheiroteneo en lugar de uno de los muchos términos generales por “nombrar” sugiere que la característica especial de esta palabra es la que debe entenderse.
(2) La otra sola vez que se usa este verbo exacto en el Nuevo Testamento aparece claramente el sentido de elección por la congregación (2Co 8:19).
(3) La elección congregacional fue la práctica apostólica al escoger a los siete diáconos (Hch 6:3).» (Jerusalem to Rome, pp. 118, 119.)
f. Pablo y Bernabé regresan a Antioquia donde con entusiasmo «refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles» (Hch 14:27).
Nota: Algunos creen (M. Tenney, H. Kent, etc.) que Pablo escribió la epístola a los Gálatas en este tiempo. Si así fuera, esta sería la primera carta del Nuevo Testamento.
F. Su papel en el concilio de Jerusalén (Hch 15:1-35).
1. Había surgido un serio problema en la iglesia primitiva acerca de si los convertidos gentiles tenían que someterse al rito judío de la circuncisión. Como se indica Pablo y Bernabé tuvieron «una discusión y contienda no pequeña» con estos legalistas de Antioquia (Hch 15:2). Parece que al principio tanto Pedro como Santiago (el hermano del Señor) habían adoptado esta postura (Gál 2:11-12); pero pronto, no obstante, cambiarían en sus convicciones.
2. Se organizó una conferencia en Jerusalén para solventar la disputa. La reunión consistió al parecer de tres sesiones.
a. La primera sesión pública (Hch 15:4-5).
b. La reunión privada de los apóstoles y ancianos (Hch 15:6).
c. Una segunda sesión pública (Hch 15:7-29).
3. En esta sesión final la asamblea escucha los informes de uno de los apóstoles líderes (Pedro), de los dos misioneros (Pablo y Bernabé), y del pastor de la iglesia de Jerusalén (Santiago, el hermano del Señor, quien era también el presidente de la asamblea).
a. El informe de Pedro (Hch 15:7-11). Les recuerda cómo Dios le había ordenado predicar a los gentiles en la casa de Cornelio y concluye con una amonestación:
«Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos» (Hch 15:10-11).
b. Informe de Pablo y Bernabé (Hch 15:12). Resumen con sencillez las cosas maravillosas que Dios les había permitido llevar a cabo durante su primer viaje misionero.
c. Informe de Santiago (Hch 15:13-21).
(1) Empieza resumiendo el propósito declarado y presente de Dios de visitar a «los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre» (Hch 15:14).
(2) Después les recuerda que cuando esto se complete, Dios ha prometido lo siguiente: «Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído…» (Hch 15:16). Esto, por supuesto, sucederá en el milenio.
(3) Santiago concluye diciendo:
«Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre» (Hch 15:19-20).
Notamos que la decisión final fue tomada por Santiago, el pastor de la iglesia de Jerusalén. Esta decisión (dirigida por el Espíritu Santo, véase v. Hch 15:28) manifiesta gran sabiduría, porque evita ofender indebida e innecesariamente a los judíos inconversos. (Véase también 1Co 10:32-33.)
4. Esta decisión, apoyada totalmente por los participantes en el concilio, fue compartida con las iglesias mediante una carta que enviaron por medio de hombres escogidos; Pablo, Bernabé, Judas y Silas (Hch 15:22-23)
5. Pablo y Bernabé regresan a Antioquia (Hch 15:35).
G. Su segundo viaje misionero (Hch 15:36-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-22).
1. Discusión de Pablo y Bernabé (Hch 15:36-39).
a. Pablo propone un segundo viaje misionero a fin de fortalecer a las iglesias locales establecidas durante el primer viaje. Bernabé acepta rápidamente.
b. Bernabé propone que lleven con ellos otra vez a Juan Marcos. Pablo se niega rotundamente.
c. «Y hubo tal desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del otro…» (Hch 15:39).
(1) Pablo escogió a Silas y se encaminó hacia Siria.
(2) Bernabé tomó a Juan Marcos y se marchó a Chipre. El Nuevo Testamento nos dice que tiempo después Pablo se reconcilió con ambos, Bernabé (1Co 9:6) y Juan Marcos (Col 4:10; Flm 1:24; 2Ti 4:11). Esta es la última mención que se hace de Bernabé en el libro de los Hechos.
2. Los logros de Pablo y de Silas (Hch 15:40-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-22).
a. En Listra (Hch 16:1-5).
(1) Timoteo se une al equipo.
(2) Pablo lo circuncidó debido a que era en parte judío a fin de no ofender innecesariamente a los judíos. Más tarde Pablo rehusó circuncidar a Tito, un gentil (Gál 2:3). Esta era una aplicación del principio declarado por él en 1Co 9:20.
b. En Troas (Hch 16:6-10).
(1) El Espíritu Santo les impide predicar el evangelio en Asia y en Bitinia.
(2) Notamos que la necesidad sola no constituye en sí misma el llamamiento. Podemos también decir que ellos no intentaron anticiparse a Dios. Acababan de llegar procedentes del este y se les había impedido que marcharan al sur o al norte, y ellos esperaron. Encontrar la perfecta voluntad de Dios no es siempre lo más sencillo del mundo, pero una vez que la hemos hallado, es la mayor bendición. (Véanse Mat 7:7-8; Lev 11:9-10.)
(3) Estando en Troas, Pablo tiene la visión de un hombre macedonio que le suplica, diciendo: «Pasa a Macedonia y ayúdanos» (Hch 16:9).
(4) El equipo evangelizador sale inmediatamente para Macedonia, con la ayuda ahora de Lucas, el médico amado. En Hch 16:10 aparece por primera vez el «nosotros» en Hechos. (Véanse también Hch 20:5-6; Hch 21:18; Hch 27:1.)
c. En Filipos (Hch 16:11-40). Este famoso capítulo recoge la conversión de una mujer de negocios, de una joven endemoniada y de un carcelero.
(1) La mujer de negocios (Hch 16:13-15). Pablo predica en un culto de oración a la orilla del rio y lleva a Lidia (una vendedora de ropas de púrpura de Tiatira) a Cristo. Ella es después bautizada junto con su familia y abre su casa para la predicación del evangelio.
(2) La joven endemoniada (Hch 16:16-18). Pablo exorciza a un demonio de una joven esclava que queda liberada. Ella había estado siguiéndoles por la ciudad cantando: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo» (Hch 16:17). Al igual que un demonio había reconocido a Jesús como el Santo de Dios (Mar 1:24), así este demonio reconoció el poder divino en Pablo y sus compañeros.
(3) El carcelero (Hch 16:19-40).
(a) Los amos de la joven esclava, enfurecidos, se vengan de Pablo logrando que él y Silas sean azotados y encarcelados por causar disturbios.
(b) A media noche Pablo y Silas están orando y cantando alabanzas a Dios, y los prisioneros los escuchan (Hch 16:25). Aquí tenemos el primer concierto cristiano escuchado en Europa. Cantaron como lo hizo Cristo en la víspera de la crucifixión (Mat 26:30; Mar 14:26).
(c) Dios envía un terremoto que libera a los prisioneros. Al verlo, el carcelero intenta matarse (temeroso de las consecuencias que podía sufrir por haberse escapado los prisioneros), pero Pablo se lo impide asegurándole que están todos allí. El carcelero hace entonces la pregunta más importante que todo pecador puede jamás hacer: «Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?» (Hch 16:30).
La respuesta de Pablo es en realidad el evangelio resumido: «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa» (Hch 16:31).
(d) El carcelero y su familia creen y son bautizados aquella misma noche. Su primer acto de amor cristiano es lavar las heridas de Pablo y de Silas.
(e) Pablo, Silas y Timoteo salen de Filipos después que los funcionarios municipales les pidieron disculpas, al enterarse los funcionarios de que habían azotado injustamente a dos ciudadanos romanos. Lucas aparentemente se queda en Filipos para supervisar la nueva obra. El «nosotros» no aparece de nuevo hasta el Hch 20:5-6, cuando Pablo regresa a Filipos en su tercer viaje.
d. En Tesalónica (Hch 17:1-9).
(1) Pablo pasa tres semanas en la casa de Jasón (posiblemente un familiar, véase Rom 16:21), organizando una iglesia de judíos convertidos; trabajaba mientras tanto haciendo tiendas para no ser una carga para los creyentes. (Véanse 1Ts 2:9; 2Ts 3:7-12.)
(2) Algunos judíos que no creen al evangelio se oponen a Pablo, y llevan a Jasón a los tribunales intentando encarcelarlo sin éxito.
(3) Pablo, Timoteo y Silas parten de noche para Berea.
e. En Berea (Hch 17:10-14).
(1) Pablo encuentra a las personas aquí más abiertas que en Tesalónica, porque «recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así» (Hch 17:11).
(2) Pablo se ve obligado a huir otra vez de noche a causa de los disturbios que provocan los judíos. Timoteo y Silas se quedan en Berea.
f. En Atenas (Hch 17:15-34).
(1) Pablo predica a diario tanto en la sinagoga como en el mercado público mientras que espera la llegada de Timoteo y Silas.
(2) Algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos le invitan a explicar su mensaje en un foro abierto en el Areópago. El primer grupo llevaba el nombre de su fundador Epicuro (341–270 a.C.). Creían que aunque Dios existía, no tenía interés alguno en los asuntos humanos, y que el fin de la vida era el placer. El segundo grupo fue fundado por Zenón (300 a.C.) y creían que Dios era el alma del mundo la cual moraba en todas las cosas. Sostenían que la meta de la vida consistía en elevarse por encima de todas las cosas y en no mostrar emoción alguna ni ante el dolor ni ante el placer.
Ambos grupos mostraron poco interés por la teología de Pablo, refiriéndose a él como un «palabrero» (Hch 17:18). Esta palabra en el griego es spermologos, y habla literalmente de cuando los pájaros hacen sus nidos.
(3) Pablo les predica. Notemos su introducción llena de tacto:
«Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio» (Hch 17:22-23).
Pablo entonces les presenta cuatro grandes verdades acerca de Dios.
(a) Es el Creador (Hch 17:24-25).
(b) Es quien gobierna (Hch 17:26-29).
(c) Es el Salvador (Hch 17:30).
(d) Es el Juez (Hch 17:31).
En el curso de su discurso (Hch 17:28) Pablo cita a uno de sus propios poetas paganos (Arotus). Véase también Tit 1:12. Concluye su mensaje exhortando a sus oyentes al arrepentimiento.
«Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos» (Hch 17:31).
Si este hecho de que Dios ha establecido un día de juicio fuera bien conocido, el Domingo de Resurrección sería el día más pavoroso de todo el año para los incrédulos (véase Apo 20:11-15).
(4) La reacción al mensaje del evangelio fue, como siempre, mixta.
(a) Algunos se burlaron. En esto estaban ambos grupos, los epicúreos, que no creían en una resurrección literal, y los estoicos, que ridiculizaban la resurrección personal.
(b) Algunos lo aplazaron: «Ya te oiremos acerca de esto otra vez» (Hch 17:32. Cp. con la respuesta de Félix en Hch 24:25).
(c) Algunos creyeron.
g. En Corinto (Hch 18:1-18)
(1) Pablo se encuentra aquí con un cristiano judío llamado Aquila y su esposa Priscila, quienes recientemente habían sido expulsados de Roma por el emperador Claudio a causa de actitudes antisemitas que se habían dado en el imperio. Para alegría de Pablo ellos también hacían tiendas. Esta notable pareja se menciona seis veces en el Nuevo Testamento. Hay inscripciones en las catacumbas que indican que Priscila era de una distinguida familia de alto rango en Roma. Encontramos más tarde que la iglesia en Éfeso se reunía en su casa (1Co 16:19). Aparentemente años después regresaron a Roma (Rom 16:3-5).
(2) Silas y Timoteo logran encontrarse con Pablo en este tiempo.
Nota:
(a) Pablo les había dejado en Berea con instrucciones de que se unieran a él en Atenas, pero el plan no había funcionado (Hch 17:14-16).
(b) Silas había salido de Berea para Filipos a fin de ayudar a Lucas con la nueva iglesia allí (Hch 18:5).
(c) Timoteo, a solicitud de Pablo, había marchado de vuelta a Tesalónica para supervisar la obra allá (1Ts 3:1-2).
(d) Ambos se encuentran ahora con Pablo en Corinto. Silas le lleva una ofrenda de amor de parte de los hermanos filipenses en apoyo de su obra misionera (2Co 11:8-9; Flp 4:15), y Timoteo le da un buen informe en relación con la obra en Tesalónica.
(3) Crispo, el principal de la sinagoga, cree al evangelio junto con otros muchos corintios, todos los cuales son bautizados.
(4) Pablo queda confortado por Dios quien le habla en una visión:
«No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad» (Hch 18:9-10). Todo ministro y misionero que sirve en la perfecta voluntad de Dios puede reclamar osadamente esta promesa preciosa en relación con su campo particular de servicio. Pablo permaneció en Corinto durante dieciocho meses (Hch 18:11). Durante este tiempo escribió las dos cartas a los Tesalonicenses.
(5) Una vez más los judíos incrédulos lograron llevar a Pablo ante el tribunal del procónsul Gallón, acusándole de blasfemia. Galión rehúsa juzgar este caso centrado en cuestiones religiosas.
(6) Un grupo de griegos descontrolados (organizado sin duda por los judíos con la intención de perjudicar a Pablo) se apodera de Sóstenes, el sucesor de Crispo en la sinagoga, y lo golpean fuertemente. Esta experiencia parece que le llevó también a su conversión a Cristo. (Véase 1Co 1:1)
(7) Pablo sale para Éfeso acompañado de Aquila y Priscila. Se nos dice que en estos días se había «rapado la cabeza en Cencrea, porque tenía hecho voto» (Hch 18:18). Mucho se ha debatido acerca de si Pablo estaba perjudicando su testimonio al llevar a cabo esta acción del Antiguo Testamento.
h. En Éfeso (Hch 18:19-21). Queda aquí una corta temporada, declinando la invitación de permanecer por más tiempo, diciendo:
«Es necesario que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene; pero otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere…» (Hch 18:21).
La última frase de Pablo aquí debería ser parte de nuestro vocabulario y condicionar todos nuestros planes (véanse Hch 21:14; 1Co 4:19; 1Co 16:7; Heb 6:3; Stg 4:15).
i. En Antioquia y Jerusalén (Hch 18:22).
H. Su tercer viaje misionero (Hch 18:23-28; Hch 19:1-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-16).
1. Pablo sale para Turquía otra vez, visitando y exhortando a los creyentes allá.
2. Por este tiempo un elocuente maestro de las Escrituras llamado Apolos (nacido en Alejandría, Egipto) llega a Éfeso. Apolos había oído acerca del ministerio y enseñanza de Juan el Bautista mientras estaba todavía en Alejandría, pero no había aprendido más a partir de entonces. Equipado con estos conocimientos limitados, había viajado bastante, proclamando fielmente lo que sabía.
3. En Éfeso le escuchan Aquila y Priscila, quienes: «… le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios» (Hch 18:26).
4. Pasado un tiempo, Apolos se siente llamado a ir a Corinto y marcha allá, llevando consigo cartas de recomendación de los hermanos en Éfeso. Dios lo usa grandemente en Corinto, «porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo» (Hch 18:28). Apolos llegaría a ser más tarde pastor de la iglesia en Corinto (1Co 3:6).
5. Pablo llega a Éfeso. Sus dos años de estadía aquí quedan marcados por tres notables sucesos:
a. Los discípulos de (Jua 19:1-12) Se encuentra con doce seguidores de Juan el Bautista y les pregunta: «¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?» (Hch 19:2). Su respuesta sincera es: «Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo» (Hch 19:2).
Nota: Ellos no ignoraban la existencia del Espíritu Santo, porque Juan lo había enseñado claramente (Mat 3:11; Mat 3:16; Mar 1:8; Mar 1:10; Luc 3:16; Luc 22:1-71), sino que sencillamente no se habían enterado de su bendito ministerio en pentecostés. Pablo actualiza sus conocimientos y bautiza a los doce en el nombre de Jesús. El relato bíblico dice:
«Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban» (Hch 19:6).
Continuó durante tres meses con su ministerio de enseñanza en la sinagoga y, cuando los judíos se opusieron, alquiló una escuela pública y continuó dando testimonio de Cristo. Probablemente enseñaba de 11:00 A.M. a 4:00 p.m., y trabajaba haciendo tiendas antes y después de esas horas. Dios hizo grandes milagros por medio de Pablo en este tiempo:
«De tal manera que aún se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían» (Hch 19:12; cp. Hch 5:15).
b. Las adivinaciones de Esceva (Hch 19:13-20).
Una familia de judíos ambulantes, compuesta de Esceva como principal sacerdote y sus siete hijos, habían estado observando a Pablo hacer sus poderosos milagros y decidieron intentar hacer exorcismos por su cuenta. Al ver a un hombre endemoniado, gritaron: «Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo» (Hch 19:13).
Lo que sigue sería divertido sino fuera trágico: «Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal mañera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos» (Hch 19:15-16; cp. Mat 7:21-23).
El exorcismo es una práctica peligrosa a menos que el exorcista esté ungido por el Espíritu Santo. La noticia de lo sucedido se esparció rápidamente por toda la ciudad y resultó en gran bendición, pues muchos creyentes que habían estado practicando la magia confesaron sus hechos. El valor de los libros sobre magia que entregaron y se quemaron públicamente era de cincuenta mil monedas de plata (el autor le da un valor actual de US$10.000).
c. Los defensores de Diana (Hch 19:21-41). Pablo se sintió dirigido por el Espíritu a regresar a Jerusalén y a hacer planes para visitar Grecia en el viaje de retomo. A este fin envía a Timoteo y a Erasto con antelación con el propósito de encontrarse con él en Grecia.
Por este tiempo se produjo un gran alboroto instigado por un platero llamado Demetrio, cuyo negocio de fabricar templecillos de la diosa Diana se veía amenazado por causa de la predicación de Pablo. No tardando mucho el gran anfiteatro de la ciudad (con capacidad de acomodar a 25.000 personas) se llena de gente que grita histérica durante dos horas ininterrumpidas: «Grande es Diana de los Efesios» (Hch 19:34). El templo de Diana (el nombre griego era Artemis) era una de las siete maravillas del mundo antiguo. La imagen dentro del templo era la de una escultura de mujer con muchos pechos que significaba la fertilidad de la naturaleza. Se decía que la piedra original que había servido para esculpir la imagen había caído del cielo, lo que ha llevado a algunos historiadores a creer que pudo haber sido un meteorito.
Pablo está decidido a aparecer en el anfiteatro, para acompañar a algunos creyentes que habían sido arrastrados allí, pero le persuaden a no hacerlo en el último minuto. Después de un tiempo de razonar, el secretario municipal de Éfeso convence a la multitud a solucionar el pleito en los tribunales y así logra que el populacho se disperse. Pablo escribió en este tiempo 1 y 2 a los Corintios.
6. Pablo en Troas (Hch 20:1-12).
a. El apóstol pasa tres meses en Grecia, y cuando se dispone a embarcarse para Siria se entera de una conjura contra su vida organizada por los judíos, por lo que decide encaminarse al norte hacia Macedonia. Durante este tiempo escribe su carta a los Romanos.
b. Timoteo le acompaña en la primera parte del viaje y recoge a Lucas en Filipos.
c. En Troas un joven llamado Eutico cae accidentalmente y se mata, al quedarse dormido sentado en una ventana durante un sermón de medianoche predicado por Pablo. Para alivio de todos Pablo lo resucita y continúa su sermón. Al amanecer parte para Jerusalén.
Nota: Es especialmente significativa en esta porción de la Escritura la frase «el primer día de la semana» (Hch 20:7). La New Scofield Bible observa:
«Aunque Pablo estuvo en Troas siete días (v. Hch 20:6), parece que ni él ni la iglesia se reunieron para partir el pan hasta el primer día de la semana (v. Hch 20:7).
El hecho de que Pablo y otros asistieran algunas veces a los servicios en la sinagoga judía en sábado (Hch 17:1-3), no prueba que la iglesia apostólica guardara el día séptimo como día especial de adoración. Lo único que muestra es que los primeros misioneros llevaban el mensaje del evangelio a todo lugar donde encontraron personas reunidas (Hch 5:19-20; Hch 13:5; Hch 16:13; Hch 16:25-33; Hch 17:17; Hch 17:19; Hch 17:22; Hch 18:7; Hch 19:9; Hch 25:6; Hch 25:23). Este testimonio era llevado a cabo diariamente (Hch 2:47; Hch 17:17; Hch 19:9) en todas las formas posibles (1Co 9:19-22). Las primeras iglesias fueron advertidas específicamente de no someterse a la esclavitud de ninguna observancia legalista del día sábado (Col 2:16; cp. Gál 4:9-11). Por otro lado, en el ejercicio de su libertad cristiana (Rom 14:5-6), estas mismas iglesias eligieron voluntariamente el primer día de la semana como el tiempo apropiado para la comunión y la adoración (Hch 20:7; 1Co 16:2), el día en que el Señor resucitó y apareció repetidamente a sus discípulos (Jua 20:19-29). Era un día nuevo para un pueblo nuevo que pertenecía a una nueva creación (2Co 5:17), un día de conmemoración y gozo (Mat 28:9), servicio (Mat 28:10), y descanso espiritual (Heb 4:9-10).
La observancia de este primer día de la semana aparece corroborado en los escritos de los primeros padres de la iglesia: Bernabé (100 a.C.), Ignacio (107 a.C.), Justino Mártir (145–150 a. C.), e Ireneo (155–202 a.C.). El edicto de Laodicea (siglo iv a.C.) no cambió el día de adoración del séptimo al primer día de la semana, como algunas veces se ha alegado, sino más bien puso el sello oficial de aprobación a la observancia de una práctica de mucho tiempo en las primeras iglesias.» (New Scofield Bible, pp. 1194, 1195.)
7. Pablo en Mileto (Hch 20:13-38).
a. Estando aquí Pablo envía a llamar a los ancianos de Éfeso, los cuales se apresuran a encontrarse con él en Mileto durante una parada del barco. En esta ocasión Pablo pronuncia su tercer discurso importante que conservamos.
(1) El primero fue dirigido a los judíos en Pisidia (Hch 13:16-41).
(2) El segundo fue a los gentiles en Atenas (Hch 17:22-31)
(3) El tercero lo tenemos aquí, fue dirigido a la iglesia (Hch 20:18-35).
b. Pablo desarrolla su discurso en forma triple:
(1) Repasa el pasado:
(a) Con muchas lágrimas y trabajo había servido al Señor durante tres años en Éfeso (Hch 20:19; Hch 20:31; véase también 2Co 2:4).
(b) Les había enseñado «públicamente y por las casas» acerca de la gracia de Dios para los pecadores y los santos (Hch 20:20-21). Es muy significativo el hecho de que el teólogo más famoso del mundo fue también un gran ganador de almas.
(c) Les había anunciado «todo el consejo de Dios» (Hch 20:27).
(d) «Ni plata ni oro ni vestido de nadie» había codiciado (Hch 20:33). Notemos su testimonio aquí:
«Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir» (Hch 20:34-35). Nota: Esta declaración no la encontramos en el relato de los cuatro evangelios (aunque quizá esté implícita en Lev 14:12). Su propia vida, por supuesto, lo ejemplifica. (Véanse 2Co 8:9; Efe 5:2; Flp 2:5-8; y también Jua 21:25.)
(e) Él podía, por consiguiente, decir con confianza: «Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpió de la sangre de todos» (Hch 20:26).
(2) Examina el presente:
(a) Su situación: «Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer» (Hch 20:22).
(b) La situación de ellos: «Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre» (Hch 20:28).
(3) Contempla el futuro:
(a) Pablo ora para que pueda acabar su carrera con gozo (Hch 20:24). Esto ciertamente fue así (2Ti 4:7).
(b) Entonces les hace una advertencia: «Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos» (Hch 20:29-30).
Pablo le escribiría tiempo después a Timoteo, quien estaba en Éfeso, acerca de estos «lobos rapaces» (1Ti 1:3-7). Su profecía concerniente a la apostasía de algunos de «vosotros mismos» fue tristemente cumplida por hombres como Himeneo, Alejandro, Fileto y otros. (Véanse 1Ti 1:20; 2Ti 2:17.) Pablo seguidamente los encomienda a la gracia de Dios y al Dios de la gracia (Hch 20:32). Después de un emotivo tiempo de oración, se despide de ellos y sube a bordo de la nave.
8. La parada en Tiro (Hch 21:1-6). Pablo tiene que esperar siete días aquí a que descarguen el barco. Fue advertido en este momento por el Espíritu de Dios «que no subiese a Jerusalén» (Hch 21:4).
Parece como si el apóstol no hubiera percibido en este caso la voluntad de Dios, pues ya había sido advertido por el Señor desde el principio de su ministerio: «Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí» (Hch 22:18).
La motivación de Pablo para ir a Jerusalén en esta ocasión parece haber sido su gran amor por su pueblo (Rom 9:1-5), y su esperanza de que la ofrenda de amor de las iglesias gentiles, enviada por medio de él para los creyentes pobres de Jerusalén (Rom 15:25-28 ), abriera los corazones de los creyentes judíos, todavía aferrados a la ley, al evangelio de la gracia de Dios. En cualquier caso, es significativo que esta parada en Jerusalén (aunque breve), es una de las muy pocas en las que no se dio ningún fruto. Después de un tiempo de oración muy valioso, Pablo sale de Tiro y navega para Cesarea.
9. Pablo en Cesárea (Hch 21:7-14).
a. Visita el hogar del evangelista Felipe y sus cuatro hijas solteras, todas las cuales profetizaban. Estas jóvenes son las últimas mencionadas en la Biblia con este don. Otras fueron:
(1) María (Éxo 15:20).
(2) Débora (Jue 4:4).
(3) La esposa de Isaías (Isa 8:3).
(4) Huida (2Re 22:14).
(5) Ana (Luc 2:36).
b. Dios le advierte de nuevo en relación con su viaje a Jerusalén y lo hace ahora por medio del profeta Agabo, que ilustra el trato que Pablo va a recibir allá mediante el acto de atarse los pies y las manos con el cinto del apóstol. Otros creyentes se unen a Agabo para rogar a Pablo que no vaya. c. Conteniendo las lágrimas, les responde: «¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús» (Hch 21:13).
10. Pablo en Jerusalén (Hch 21:15, Hch 23:30).
a. Santiago y los ancianos de la iglesia en Jerusalén se regocijan cuando Pablo relata cómo Dios ha bendecido sus viajes misioneros al mundo gentil.
b. Le informan acerca de un rumor que se había esparcido entre los cristianos judíos en Jerusalén de que él anda enseñando «a todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos, ni observen las costumbres» (Hch 21:21).
c. A fin de probar que aquello no era cierto, le aconsejan que se someta al voto judío de rasurarse la cabeza y ayude con los gastos de cuatro hombres que estaban en la misma situación (Hch 21:22-25).
d. Pablo acepta el consejo, pero cuando días después unos judíos de Asia le ven en el templo con los cuatro hombres sacan la conclusión errónea de que estaba metiendo gentiles en aquel lugar sagrado y organizan un gran alboroto (Hch 21:26-29).
e. El tribuno de la compañía de soldados romanos de la ciudad lo salva de una muerte cierta y lo lleva a la fortaleza (Hch 21:31-34).
f. Después de convencer al tribuno de que él no era un sedicioso egipcio perseguido por la ley, éste le permite hablar a la multitud (Hch 21:35-40). Notemos que Pablo se defiende ante el pueblo en las mismas gradas en las que Pilato había condenado a Jesús veintiséis años atrás. En realidad, los gritos del populacho son parecidos (Luc 23:18, cp. con Hch 21:36).
g. Les relata brevemente su conversión a Cristo en el camino a Damasco.
h. La multitud mantiene un silencio hostil (mientras les habla en hebreo) hasta que menciona su llamamiento divino a los gentiles. Nada más oír aquella aborrecida palabra empiezan a gritar con gran furia (Hch 22:21-23).
i. Meten a Pablo rápidamente dentro de la fortaleza y se disponen a azotarle para hacerle confesar los delitos cometidos, pero se libra de ello al declarar al tribuno que es ciudadano romano (Hch 22:24-29).
j. Al día siguiente llevan a Pablo ante el sanedrín para que se defienda a sí mismo. Notamos ahora:
(1) La represalia contra Pablo (Hch 23:1-2). Por orden del sumo sacerdote, abofetean a Pablo en la boca, como una vez hicieron con el Señor (Jua 18:22).
(2) El desquite del apóstol (Hch 23:3). «¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y quebrantando la ley me mandas golpear?»
La expresión «pared blanqueada» habla de una pared tambaleante cuya situación precaria se ha camuflado mediante una generosa capa de pintura. El sentido es que, aunque él tenía una alta posición, un día caería. Y de hecho, fue asesinado ocho años más tarde.
(3) El pesar de Pablo (Hch 23:4-5). Aparentemente el apóstol no se había dado cuenta del todo de que estaba hablando con el sumo sacerdote, y pide disculpas por haber hablado mal contra él.
(4) El ardid de Pablo (Hch 23:6-10). Se identifica a sí mismo como fariseo y creyente en la resurrección de los muertos, lo que causa inmediatamente una división en el concilio, compuesto de fariseos y de saduceos que negaban la resurrección. Se produce tan gran disensión entre ellos que el tribuno ordena que saquen a Pablo de allí.
(5) La revelación a Pablo (Hch 23:11).
«Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.» Nota: Pablo había expresado frecuente el deseo de ir a Roma (Rom 1:13). En Éfeso llegó a trazar planes concretos para el viaje, pero en este momento no estaba seguro de que saliera vivo de la experiencia de Jerusalén (Rom 15:31-32). Pero ahora, por primera vez, Dios lo había dicho.
(6) El rescate de Pablo (Hch 23:12-30). Un sobrino de Pablo se entera del complot que tramaban cuarenta fanáticos judíos para matar al apóstol, quienes se «juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo» (Hch 23:12). El tribuno ordena trasladar aquella misma noche a Pablo a Cesárea, protegido por 470 hombres armados. Envía antes una carta al gobernador Félix dándole una explicación razonada de lo que pasaba con el prisionero.
11. Pablo en Cesárea (Hch 23:31; Hch 26:32).
a. Ante Félix (Hch 23:31; Hch 24:27). El gobernador era conocido, tanto a nivel oficial como personal, por su mala conducta. El historiador romano Tácito escribió: «Félix, entregándose a toda clase de barbarie y de vicio, ejerció el poder como un rey con el espíritu de un esclavo.» A Félix lo encontraron culpable, tiempo después, del asesinato de Jonatán, el sumo sacerdote judío, hijo de Anás.
(1) El sumo sacerdote judío usa los servicios de Tértulo, un abogado profesional muy astuto, para acusar a Pablo ante Félix. Los cargos de que le acusan son:
(a) Traición. Le acusan de perturbar la paz y crear disensiones políticas no sólo en Jerusalén sino en todo el mundo.
(b) Herejía religiosa.
(c) Profanación del templo.
(2) Le permiten a Pablo responder a estas acusaciones falsas.
(a) Contesta a la primera alegando que había estado en Jerusalén solamente doce días y que no era posible haber creado tanta perturbación en tan poco tiempo.
(b) En relación con la segunda acusación, muestra que él en realidad era más ortodoxo que algunos miembros del sanedrín que negaban la doctrina de la resurrección del Antiguo Testamento (véase Dan 12:2).
(c) Y acerca de la tercera, recuerda al tribunal que los judíos en Jerusalén no pudieron demostrar la veracidad de la misma.
(3) Félix decide aplazar la sentencia hasta que reciba el testimonio oficial de Lisias, el tribuno que había arrestado a Pablo.
(4) Poco después, Pablo tuvo la oportunidad de dar testimonio del evangelio ante Félix y su mujer, Drusila. La joven esposa, de apenas veinte años, era la hija más joven de Herodes Agripa (el asesino de Santiago, Hch 12:1-2), y hermana de Agripa II y de Berenice, mencionados en Hch 25:13. Ella había abandonado a un rey pagano de Siria para casarse con Félix. (Drusila murió veintiún años después en la erupción del Vesubio.) Lucas nos dejó el testimonio escrito de esta predicación:
«Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te Hamaré» (Hch 24:25).
b. Ante Festo (Hch 25:1-12). En el año 58 hubo un tumulto de paganos y judíos en Cesárea, y los soldados de Félix actuaron con tanta violencia que enfureció a los judíos, quienes lograron su destitución. Fue sucedido por Festo.
(1) Festo resistió la presión de los judíos para que llevara a Pablo a Jerusalén, quienes planeaban matarle en el camino.
(2) Una vez más, un equipo de expertos judíos va hasta Cesárea para presentar oficialmente las acusaciones contra el apóstol.
(3) Presintiendo que Festo cedería ante los judíos para llevarle a Jerusalén (lo que significaría sin duda su muerte), Pablo apela a César (Hch 25:11). Al César a quien Pablo apelaba era Nerón, quien empezó a reinar en el 54 a.C. Sus primeros años fueron moderados, y no dio señales de las crueldades que luego mostraría.
c. Ante Agripa (Hch 25:13; Hch 26:32). Agripa II, hijo de Herodes Agripa, y Berenice fueron a Cesárea para saludar a Festo y a Drusila.
Berenice era la hermana de ambos, Drusila y Agripa II.
(1) Al saber acerca de Pablo por medio de Festo, Agripa III solicitó una audiencia con tan famoso prisionero.
En consecuencia, llevan a Pablo encadenado ante Agripa, quien les habla de Cristo. Empieza relatando su experiencia de conversión, que incluye:
(a) Su primera capacitación religiosa en Tarso.
(b) Su terrible persecución de los cristianos.
(c) Su conversión en el camino a Damasco.
(d) Su llamamiento a ser el apóstol de los gentiles. Pablo concluye con las siguientes palabras (Hch 26:22-23):
«Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.»
(2) Festo le interrumpió bruscamente en este momento, diciéndole: «Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco» (Hch 26:24). Pablo pasa rápidamente por alto este arranque y presiona a Agripa a tomar una decisión. El sorprendido rey, responde: «Por poco me persuades a ser cristiano» (Hch 26:28).
Nota: No podemos determinar por este versículo que Agripa había llegado al punto de aceptar a Cristo. El texto griego, dice: «En resumidas cuentas, estás tratando de que me
haga cristiano.» El rey pudo querer decir que no podía quedar convencido en tan poco tiempo.
(3) Cuando ya se habían llevado a Pablo de la sala, Agripa se vuelve a Festo y le dice: «Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César» (Hch 26:32). Esto, por supuesto, no era verdad, porque Festo había ya dado a conocer su plan de llevarlo a Jerusalén (Hch 25:9), lo que hubiera significado la muerte segura de Pablo.
(4) Podemos hacer en este momento una comparación útil entre el Saúl del Antiguo testamento y el Saulo del Nuevo.
(a) El Saúl del Antiguo Testamento era alto e impresionante, pero el Saulo del Nuevo era probablemente pequeño y de poca apariencia (1Sa 9:2; cp. Gál 4:13-14; 2Co 10:10).
(b) Ambos eran de la tribu de Benjamín (1Sa 9:1-2; Flp 3:5).
(c) El Saúl del Antiguo Testamento empezó como amigo de Dios, pero terminó como su enemigo. El Saulo del Nuevo fue lo opuesto (1Sa 10:1-27; 1Sa 31:1-13; Hch 9:1-43; 2Ti 4:1-22).
(d) En la hora de la muerte el Saúl del Antiguo Testamento buscó a la adivina de Endor, mientras que el Saulo del Nuevo clamaba por la Palabra de Dios (1Sa 28:7; 2Ti 4:13).
(e) El Saúl del Antiguo Testamento se quitó la vida llena de temor, mientras que el Saulo del Nuevo dio su vida llena de esperanza (1Sa 31:4; 2Ti 4:6-8).
(f) La vida del Saúl del Antiguo Testamento se caracterizó por la desobediencia, mientras que la del Saulo del Nuevo por la obediencia (1Sa 13:13; 1Sa 15:22-23). «Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial» (Hch 26:19).
12. Pablo de camino a Roma (caps. Hch 27:1-44; Hch 28:1-31).
a. Lucas se une ahora a Pablo, quien es embarcado junto con otros prisioneros en una nave que se dirigía al oeste, bajo la custodia del centurión-Julio, un miembro de la guardia imperial. Este oficial romano trató más tarde a Pablo con respeto y bondad (Hch 27:1-3).
b. Después de una navegación difícil, llegaron a Buenos Puertos, en el sur de Creta.
Ya estaba avanzado el otoño y era el tiempo (14 septiembre all noviembre) en que los antiguos consideraban peligrosa la navegación, y después de esa fecha procuraban no adentrarse en alta mar. A pesar de tal conocimiento y de las protestas de Pablo (quien ya había estado en otros naufragios, véase 2Co 11:25), el patrón de la nave se decide a navegar hasta Fenice para invernar allí.
c. Sin embargo, pronto quedaron atrapados en medio de un viento huracanado llamado Euroclidón. Lucas nos dejó en Hch 27:16-20 uno de las más vividas descripciones de una tormenta en el mar.
(1) La nave fue arrebatada por el viento y llevada mar adentro, quedando descontrolada.
(2) Los atemorizados marineros usaron sogas para reforzar el barco.
(3) Como al día siguiente la tempestad era todavía más fuerte empezaron a arrojar al mar la carga del barco.
(4) Y al tercer día se deshicieron también de los aparejos de la nave.
(5) Después de catorce días de gran peligro, Lucas escribe: «Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos» (Hch 27:20).
d. Repentinamente el valeroso apóstol de Dios se pone en pie en la cubierta y anuncia:
«Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida. Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida en vosotros, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho» (Hch 27:21-25).
e. Más tarde advierte a los marineros que deben quedar abordo (y no intentar escapar en el bote salvavidas), y anima a todos a comer, dando públicamente gracias por su pan. Pronto las 276 personas a bordo empiezan a comer (Hch 27:36).
f. Al amanecer la nave encalla en un banco de arena y queda inmóvil. Julio niega a los soldados el permiso de matar a los prisioneros a menos que intenten escapar, y ordena que todos abandonen la nave y naden hasta la cercana isla de Malta, donde pronto todos se hallan a salvo en la playa (Hch 27:44).
g. La gente de Malta los trata con gran compasión y enciendan una hoguera en la playa para que se calienten.
h. A Pablo le muerde en la mano una serpiente venenosa que estaba escondida entre la leña que había ayudado a recoger para el fuego. Para sorpresa de todos no sufre malestar alguno (Hch 28:6). Este suceso fue un cumplimiento directo de la profecía de Cristo en Mar 16:18 y Luc 10:19.
i. Durante los tres meses que tienen que permanecer allí, Pablo sana a muchos enfermos, incluido el padre de Publio, el gobernador de la isla, que estaba enfermo con fiebre.
j. A principio de la primavera abordan otro barco y emprenden viaje para Roma. Pablo es recibido por algunos creyentes romanos en el Foro de Apio a 43 millas (68 km) de Roma y en Tres Tabernas a 35 millas (56 km) de la capital.
Nota: La frase en Hch 28:15 «salieron a recibirnos», es la misma expresión que encontramos en relación con el rapto de los creyentes que se usa en 1Ts 4:17, donde leemos «para recibir al Señor en el aire». Es el término usado generalmente por una delegación que ha salido a dar la bienvenida a un visitante oficial y a quien acompañan a la ciudad.
k. Pablo al fin llega a Roma y se le concede gran libertad, siendo vigilado solamente por un soldado.
l. Poco después de su llegada reúne a los líderes judíos locales y les explica quién es y por qué está en Roma apelando a César. Los judíos se interesan por escuchar el mensaje acerca de Cristo y como resultado unos lo aceptan y otros, por supuesto, no. Esta sería la última de las siete defensas de su ministerio que hizo el apóstol y que tenemos recogidas en el Nuevo Testamento.
Las otras son:
(1) Ante la multitud en Jerusalén (Hch 22:1-23).
(2) Ante el tribuno (Hch 22:24-30).
(3) Ante el sanedrín (Hch 23:1-10).
(4) Ante Félix (Hch 24:10-23).
(5) Ante Festo (Hch 25:8-12).
(6) Ante Agripa (Hch 26:1-32).
m. Pablo cita Isa 6:9-10 para los judíos que no creen al evangelio, referencia que también fue usada dos veces por Jesús (Mat 13:14-15; Mar 4:12; Luc 8:10) y por Juan (Jua 12:40-41). Pablo ya lo había usado en su epístola a los Romanos (Rom 11:8).
n. Lucas termina su extraordinario relato de la siguiente manera:
«Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos
los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimentos» (Hch 27:30-31). Durante este tiempo Pablo escribe las cartas a los Efesios, Colosenses, Filemón y Filipenses.
Nota: La mayoría de los estudiosos de la Biblia creen que el apóstol quedó en libertad en esta ocasión y viajó una vez más por distintos lugares predicando a Cristo, hasta su arresto final y martirio. Fue durante su segundo encarcelamiento en Roma que escribió 1 y 2 Timoteo y lito.
Fuente: Auxiliar Bíblico Portavoz
LA ETAPA DE LA IGLESIA PRIMITIVA
INTRODUCCIÓN A LA ETAPA DE LA IGLESIA PRIMITIVA (Hechos)
Esta etapa abarca un período aproximadamente de treinta y ocho años, desde el milagro de pentecostés hasta el martirio de Pablo. Es una historia admirable de testimonio cristiano. La acción se centra alrededor de dos «cruzadas»; la gran cruzada de Jerusalén (Hch 1:1-26 al Hch 12:1-25), dirigida por Pedro, y la cruzada mundial (Hch 13:1-52 al Hch 28:1-31), dirigida por Pablo. Los asociados que aparecen involucrados en estas campañas son: el apóstol Juan, Esteban, Felipe, Bernabé, Silas, Timoteo y Lucas.
Los registros bíblicos nos hablan de los primeros diáconos (Hch 6:1-5), mártires (Santiago y Esteban; véanse Hch 7:60; Hch 12:2), y misioneros (Hch 13:1-13). Los creyentes fueron llamados cristianos por primera vez durante este período (Hch 11:26).
También se nos habla de las dos últimas resurrecciones bíblicas: Dorcas (Hch 9:40-41) y Eutico (Hch 20:9-12). La predicación del evangelio enfrenta toda suerte de dificultades diabólicas en este período. Satanás intenta impedirlo (Hch 4:18; Hch 5:28), comprarlo (Hch 8:18), y finalmente desacreditarlo (Hch 16:16-18).
Vemos a ángeles y demonios en acción. Un ángel protege a un apóstol (Pedro, Hch 12:7-8) y hiere a un rey (Herodes, Hch 12:23). Los demonios usan a magos (Hch 8:9; Hch 13:6-10), adivinos (Hch 16:16-18), y vagabundos (Hch 19:13-16). Se producen grandes movimientos de conversiones (Hch 19:18-20) y tumultos (Hch 19:28-34).
En esta etapa de la iglesia primitiva aparecen tres conversiones significativas. La primera es la del eunuco (Hch 8:36-38), un descendiente de Cam (Gén 10:6-20); la segunda es la de Saulo (Hch 9:1-6), un descendiente de Sem (Gén 10:21-31); y la tercera es la de Cornelio (Hch 10:44-48), un descendiente de Jafet (Gén 10:2-5).
El número de los convertidos aumenta de 120 (Hch 1:15) a 3.120 (Hch 2:41), a 8.120 (Hch 4:4), a un gran número de hombres y mujeres (Hch 5:14). Pablo predica el evangelio a carceleros (Hch 16:25-34), a filósofos (Hch 17:16-31), a fariseos (Hch 23:6), y a potentados (Hch 24:24-25; Hch 26:24-28).
Y por último, la historia que empieza con una reunión de oración en el aposento alto (Hch 1:14) termina con alabanzas a Dios en la celda de una prisión (2Ti 4:6-8; 2Ti 4:18).
HECHOS DE LOS APÓSTOLES
I. La Tierra Santa: la gran cruzada de Jerusalén, dirigida por Pedro el pescador (Hch 1:1-26 — Hch 12:1-25; Hch 1:1 — Hch 8:40; Hch 9:32 — Hch 11:18; Hch 12:1-24).
A. Las actividades de Pedro:
1. Pedro y los 120 (Hch 1:1-26).
a. Lucas escribe su segunda carta a Teófilo. La primera (el Evangelio de Lucas), la escribió para decir lo que Cristo hizo por medio de su cuerpo físico mientras estaba en la tierra (véase Lev 1:1-4). Su segunda carta (el libro de Hechos) la escribe para decir lo que Cristo, que había ascendido al cielo, estaba haciendo por medio de la Iglesia, su cuerpo espiritual.
b. Comienza recordándole a Timoteo «de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar» (Hch 1:1). Esto estaba en agudo contraste con los fariseos, quienes, según el Salvador, «dicen, y no hacen» (Mat 23:3).
c. Lucas habla de las «muchas pruebas indubitables» que respaldaban la resurrección. Durante ese tiempo nuestro Señor apareció al menos diez veces a sus seguidores.
d. Poco antes de su ascensión Cristo mandó a sus apóstoles que «no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre» (Hch 1:4). Se ha gastado mucha tinta intentando explicar estas cuatro palabras: «la promesa del Padre». Varios pasajes de la Escritura señalan claramente que esta promesa del Padre (Joe 2:28; Hch 2:16), y también del Hijo (Jua 14:16; Jua 14:26; Jua 15:26; Jua 16:7), era una referencia a la venida del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo ya había, por supuesto, ministrado en el Antiguo Testamento, pero ahora su presencia introduciría tres elementos completamente nuevos.
(1) Sería universal. Antes de esta época el Espíritu Santo había limitado su tarea en la humanidad a la nación de Israel. No tenemos evidencia, antes del libro de los Hechos, de que hubiera descendido sobre los griegos, los romanos, babilonios, etc. Pero ahora venía para bendecir a todos los pecadores arrepentidos en todo lugar.
(2) Sería permanente. Aunque el Espíritu Santo había descendido sobre ciertos hombres del Antiguo Testamento, frecuentemente se apartaba de ellos también.
(a) Como lo ilustra Sansón. Este hebreo de gran fuerza gozó de la presencia del Espíritu en varias ocasiones (Jue 14:6; Jue 14:19; Jue 15:14). Pero después, debido a su pecado e inmoralidad, el Espíritu le dejó. Uno de los versículos más tristes de toda la Biblia registra este hecho, cuando Sansón se despierta para oírle decir a Dalila:
« ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se dijo: Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él» (Jue 16:20).
(b) Como lo ilustra Saúl. Al igual que con Sansón, el Espíritu Santo vino sobre Saúl, pero después le dejó:
«.…Y el Espíritu de Dios vino sobre él con poder…» (1Sa 10:10).
«El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl…» (1Sa 16:14).
(c) Como lo ilustra David. El Espíritu de Dios descendió sobre David cuando fue ungido por Samuel (1Sa 16:13) y, en lo que podemos considerar por las Escrituras, permaneció con él hasta su muerte. Pero David se dio cuenta de que podía apartarse de él y, al menos en una ocasión rogó al Señor que no se lo quitara.
«No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu» (Sal 51:11).
Ningún cristiano necesitará hoy jamás orar de este manera (o no debería necesitarlo). Sin embargo, millones de creyentes podrían probablemente beneficiarse si oraran como David en el siguiente versículo: «Vuélveme el gozo de tu salvación…» (Sal 51:12). David elevó esta oración después de su gran pecado con Betsabé.
(3) Sería perfeccionador. Es decir, el nuevo ministerio del Espíritu haría ahora que todos los pecadores arrepentidos crecieran en gracia y fueran semejantes a Jesús. Este no era el caso en el Antiguo Testamento. No tenemos indicaciones claras de que la naturaleza espiritual y moral de Sansón o de Saúl progresaran por la presencia del Espíritu Santo. Aparentemente sólo obtuvieron de él su poder, pero no su pureza.
e. Jesús no respondió a la pregunta de los apóstoles acerca del tiempo preciso cuando Dios restauraría el reino a Israel, pero sí les promete algo mucho más importante poco antes de su ascensión (Hch 1:8):
«Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.»
Notemos que Él los llamaba a ser testigos. No potentados, sicólogos ni promotores, sino testigos.
Este versículo es en realidad un bosquejo divino del contenido del libro de Hechos. Notemos:
(1) Testigos en Jerusalén (Hch 1:1-26; Hch 2:1-47; Hch 3:1-26; Hch 4:1-37; Hch 5:1-42; Hch 6:1-15; Hch 7:1-60).
(2) Testigos en Judea y en Samaria (Hch 8:1-40; Hch 9:1-43; Hch 10:1-48; Hch 11:1-30; Hch 12:1-25).
(3) Testigos hasta lo último de la tierra (Hch 13:1-52; Hch 14:1-28; Hch 15:1-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-28; Hch 19:1-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35; Hch 24:1-27; Hch 25:1-27; Hch 26:1-32; Hch 27:1-44; Hch 28:1-31).
f. Cuando terminó de decir estas palabras, nuestro Señor fue alzado y le recibió la nube de la gloria de Dios (Shekinah) que le ocultó de sus ojos. Esta es la séptima de al menos nueve apariciones de esta divina y deslumbrante nube. Notemos que apareció:
(1) A Israel camino a Palestina (Éxo 13:21; Éxo 14:19-20).
(2) Sobre el Lugar Santísimo en el tabernáculo (Lev 16:2).
(3) Sobre el Lugar Santísimo en el templo (2Cr 5:13-14).
(4) En el tiempo de Ezequiel (Eze 10:1-22).
(5) En el nacimiento de Cristo (Luc 2:9-11).
(6) En transfiguración (Mat 17:5).
(7) Aquí en su ascensión (Hch 1:9).
(8) Aparecerá de nuevo en el rapto (1Ts 4:17).
(9) Aparecerá otra vez durante su Segunda Venida (Mat 24:30).
g. Mientras los discípulos le veían ascender, se aparecieron dos seres celestiales que dijeron:
«Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo» (Hch 1:11).
Estos dos seres pueden haber sido hombres celestiales (como Moisés y Elías; véase Mat 17:3) o ángeles (véanse Luc 24:4; Jua 20:12). En cualquier caso, nos informan de varias cosas concernientes a su regreso:
(1) Su partida fue personal y así lo será también su retorno (1Ts 4:16).
(2) Su ascensión fue visible y así lo será también su regreso (Flp 3:21).
(3) Ascendió desde el monte de los Olivos y allí regresará (Zac 14:4).
h. Los once apóstoles volvieron a Jerusalén donde se unieron con los demás creyentes en asamblea (120 en total) en un amplio aposento alto. Probablemente en el mismo lugar en el que Jesús celebró la Última Cena (Luc 22:12), y donde se les apareció después de su resurrección (Jua 20:19; Jua 20:26). Bien pudo haber sido la casa de la madre de Juan Marcos. (Véase Hch 12:12.) No debemos pensar, sin embargo, que el número de los creyentes estaba limitado en ese tiempo a los 120. (Véase 1Co 15:6.)
i. Se nos dice que «todos éstos [120] perseveraban unánimes en oración y ruego» (Hch 1:14). La palabra «unánimes» proviene de un término griego, homothumadon, que significa «de una sola mente». Se usa doce veces en el Nuevo Testamento, y de ellas once las encontramos en el libro de Hechos. Esta palabra era favorita tanto del pueblo de Dios como de la gente de Satanás.
(1) Usada por el pueblo de Dios (Hch 2:1; Hch 2:46; Hch 4:24; Hch 5:12; Hch 15:25).
(2) Usada por la gente de Satanás (Hch 7:57; Hch 12:20; Hch 18:12; Hch 19:29).
Notamos que los primeros creyentes actuaron unánimes (con una sola mente) en asuntos de:
oración (Hch 1:14)
expectación (Hch 2:1)
comunicación (Hch 2:46)
consagración (Hch 4:24)
separación (Hch 5:12)
cooperación (Hch 15:25)
j. Entre los 120 estaban «las mujeres, y… María la madre de Jesús, y … sus hermanos» (Hch 1:14). Notemos:
(1) Las mujeres: se refiere a aquellas mujeres piadosas que habían seguido a Jesús desde Galilea. Entre ellas estaban, junto con otras:
(a) Juana, esposa de Chuza, el administrador de Herodes (Luc 8:3).
(b) María y Marta (Jua 11:1-57).
(c) María, la madre de Santiago el menor (Mar 15:40).
(d) María Magdalena (Mar 16:9).
(e) Salomé (Mar 15:40).
(f) Susana (Mar 8:3).
(2) María, la madre de Jesús. Esta es la última mención que se hace de María en la Biblia.
(3) Sus hermanos. Estos eran los hijos de José y María (Mat 13:55; Mar 6:3) y hermanastros de Jesús, que no creyeron en él durante su ministerio terrenal (Jua 7:3-5), pero que ahora sí creían. Se piensa que dos de ellos escribieron los libros del Nuevo Testamento que conocemos como epístolas de Santiago y Judas, que llevan sus respectivos nombres.
k. Durante esta reunión de oración Simón Pedro presenta a consideración del grupo la traición y muerte de Judas, lo que requiere la elección de otro apóstol que le sustituya (Hch 1:15-26).
(1) Pedro cita dos pasajes del Antiguo Testamento que muestran que la apostasía de Judas exige que se le reemplace. El Sal 69:25 predice su separación, y el Sal 109:8 su sustitución. Jesús ya había relacionado a Judas con el Sal 41:9 (Jua 13:18-19).
(2) Debemos notar, no obstante, que fue la deserción de Judas y no su muerte lo que ocasionó su sustitución. No se tomó ninguna acción más tarde para reemplazar al martirizado apóstol Santiago (véase Hch 12:2).
(3) Había dos requisitos en relación con la sustitución:
(a) El candidato tenía que haber seguido a Cristo a lo largo de todo su ministerio, no podía ser un recién convertido (véase Jua 15:27).
(b) Tenía que ser un testigo de la resurrección.
l. A este respecto se han formulado dos preguntas:
(1) ¿Fue apropiado el método usado en la elección? Se nos dice que los discípulos «les echaron suertes» (Hch 1:26).
¿Cómo lo hicieron? El doctor Charles Ryrie escribe:
«Luego, echaron suertes sobre los nombres de los dos, puestos en una urna, y el primer nombre que saliera sería considerado como la elección del Señor.» (Los Hechos de los Apóstoles, Editorial Portavoz, p. 14.)
Este método estaba en perfecta armonía con la práctica del Antiguo Testamento. El sumo sacerdote lo usaba para escoger el macho cabrío de la expiación (Lev 16:8), y más tarde para dividir la tierra de Palestina entre las tribus (Núm 26:55).
(2) ¿Fue la elección misma correcta? Algunos dirían que fue un error, pues lo que Dios aparentemente se proponía es que fuera Pablo y no Matías el duodécimo apóstol. Sin embargo, no tenemos pruebas de esto. El título de apóstol no estuvo limitado a los doce, porque Bernabé (Hch 14:14), Santiago (Gál 1:19; 1Co 15:7) y Apolos (1Co 4:6-9) fueron también llamados apóstoles.
m. Debemos notar además que antes de echar las suertes oraron fervientemente.
«Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido» (Hch 1:24).
Quizá en este momento les vino a la mente la experiencia de ungimiento de David por Samuel (1Sa 16:7). Aparentemente sería Matías quien sería incluido en el cumplimiento de las promesas que aparecen en Mat 19:28 y Apo 21:14.
2. Pedro y la multitud de pentecostés (Hch 2:1-47).
a. La cronología de pentecostés. Pentecostés (palabra griega que significa cincuenta) era la tercera de las seis grandes fiestas religiosas israelitas mencionadas en Lev 23:1-44 :
(1) La Pascua, la fiesta de los panes sin levadura (Lev 23:4-8, una referencia al Calvario).
(2) La gavilla de los primeros frutos (Lev 23:9-14, una referencia a la resurrección).
(3) La fiesta de las siete semanas (Lev 23:15-21, una referencia profética a pentecostés).
(4) La fiesta de las trompetas (Lev 23:23-25, una referencia al rapto y a la Segunda Venida de Cristo).
(5) La fiesta de la expiación (Lev 16:1-34; Lev 23:26-32, una referencia a la tribulación venidera).
(6) La fiesta de los tabernáculos (Lev 23:33-43, una referencia al milenio).
b. La comparación de pentecostés:
(1) El pentecostés del Nuevo Testamento puede ser comparado al del Antiguo Testamento:
El pentecostés del Antiguo Testamento ocurrió cincuenta días después que Israel salió de Egipto. Nota: El cordero de la Pascua fue matado el 14 de abril del 1491 a.C., e Israel salió de Egipto a la noche siguiente (Éxo 12:1-2; Éxo 12:6; Éxo 12:12; Éxo 12:31). Exactamente cincuenta días después llegaron al monte Sinaí durante la primera semana de junio (Éxo 19:1).
El pentecostés del Nuevo Testamento tuvo lugar cincuenta días después de la resurrección de Cristo. Nota: Nuestro Señor fue, por supuesto, crucificado durante la semana de la Pascua en el mes de abril (Jua 19:14). Después de la resurrección permaneció cuarenta días con sus discípulos (Hch 1:3). Entonces, diez días más tarde (Hch 1:5; Hch 2:1), aconteció el pentecostés del Nuevo Testamento.
El pentecostés del Antiguo Testamento celebraba un nacimiento, el de Israel como nación (Éxo 19:5).
El del Nuevo Testamento celebró otro nacimiento, el de la Iglesia (Hch 2:41-47).
En el pentecostés del Antiguo Testamento murieron unas 3.000 almas (Éxo 32:28).
En el del Nuevo Testamento se salvaron 3.000 almas (Hch 2:41).
El pentecostés del Antiguo Testamento se inició de una manera poderosa:
«Aconteció que al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento. Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un homo, y todo el monte se estremecía en gran manera» (Éxo 19:16; Éxo 19:18).
El del Nuevo Testamento también se inició con muestras de gran poder:
«Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos» (Hch 2:2-3).
(2) El pentecostés del Nuevo Testamento puede ser comparado con Belén:
En Belén Dios el Padre preparaba un cuerpo para que su Hijo obrara por medio de él.
«Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo» (Heb 10:5).
En pentecostés Dios el Padre pre- paraba un cuerpo para que su Espíritu obrara por medio de él.
«¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?» (1Co 6:19).
«¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo de Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo» (2Co 6:16).
(3) El pentecostés del Nuevo Testamento puede ser comparado con la torre de Babel del Antiguo Testamento:
En Babel nosotros los pecadores actuábamos para nuestra propia gloría (Gén 11:4).
En pentecostés hombres salvos esperaban por la manifestación de la gloria de Dios (Hch 1:14).
En Babel Dios confundió las lenguas humanas (Gén 11:9).
En pentecostés Dios clarificó las lenguas humanas (Hch 2:8).
En Babel Dios esparció a los hombres por todo el mundo (Gén 11:9).
En pentecostés Dios reunía a los hombres en la Iglesia (Efe 1:10).
c. La congregación en pentecostés. «Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo» (Hch 2:5) Poco después las acciones divinas en pentecostés habían reunido a una gran multitud. Todos estaban maravillados porque todos «les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios» (Hch 2:11). No obstante, algunos se burlaron, diciendo: «Están llenos de mosto» (Hch 2:13). Pedro lo negó rápidamente. Sin embargo, podemos establecer una comparación entre estar llenos de vino y estarlo del Espíritu Santo. (Véase Efe 5:18.)
Nota:
(1) Ambos son el resultado de un proceso abrumador (véase Jua 7:37-39).
(2) Ambos dan una nueva osadía a aquel que está bajo su control.
(3) Ambos producen un deseo de más.
d. La clarificación de pentecostés. El apóstol Pedro predica un mensaje para explicar lo que estaba sucediendo y por qué.
(1) Empieza comparando lo que acaba de ocurrir con la profecía de Joel en el Antiguo Testamento acerca del derramamiento del Espíritu de Dios en toda carne (Joe 2:28-32; cp. Hch 2:16-21). Debemos hacer notar, no obstante, que el cumplimiento último de la profecía de Joel ocurrirá durante la tribulación (Hch 2:19-20; cp. Isa 13:10; Eze 32:7; Mat 24:29; Apo 6:12).
(2) Pedro ofrece a continuación una prueba triple de que Cristo es en verdad el Mesías. Esto debido a:
(a) Sus obras (Hch 2:22; Jua 3:2; Jua 12:42-45).
(b) Su resurrección (Hch 2:24). Pedro cita el Sal 16:8-11 para mostrar a Israel que la muerte y resurrección del Mesías estaban también incluidas en la voluntad de Dios. Les señala después que David (el autor del Salmo) no podía haber estado hablando de sí mismo.
(c) El ministerio del Espíritu Santo en pentecostés (Hch 2:33). Pedro finalmente interpreta que el Sal 110:1 habla de Cristo. El Salvador mismo había hecho aquello mientras estuvo en la tierra (Mat 22:41-45).
(3) El apóstol concluye declarando que la resurrección de Cristo era una absoluta necesidad porque:
(a) El poder de la muerte no podía retener al Príncipe de la vida (Hch 2:24).
(b) Dios había prometido a David que de su simiente saldría un Rey y un reino eternos (Hch 2:30).
(4) El mensaje de Pedro estremeció a sus oyentes hasta en lo más profundo de su ser.
«Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?» (Hch 2:37).
Aquí tenemos el primer ejemplo del ministerio de convicción del Espíritu Santo como lo había prometido Jesús en Jua 16:8-9. Para otros ejemplos ver:
(a) Los samaritanos (Hch 8:12).
(b) Saulo (Hch 9:18; Hch 22:16).
(c) Cornelio (Hch 10:47-48).
(d) Lidia (Hch 16:15).
(e) El carcelero de Filipos (Hch 16:33).
(5) Pedro respondió: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hch 2:38). No ha habido quizá ningún otro versículo en toda la Biblia que haya sido objeto de tanta controversia como este. Veámoslo:
(a) Debemos recordar que el libro de los Hechos es un libro dispensacional y, por tanto, transitorio. Este era un mensaje para Israel en relación con el hecho de haber crucificado a su propio Mesías.
(b) La preposición eis, que aquí se traduce «para», se puede también traducir «a causa de», como se hace en Luc 14:35; Mat 3:11; Mat 12:41.
(c) Sea lo que fuere que Pedro quiere decir aquí, debemos entender que las Escrituras no enseñan en ningún lugar que la salvación dependa del agua bautismal (1Co 1:17; cp. 1Co 15:1-4). Pablo indica claramente en las citadas referencias lo que es el evangelio, y él no incluye el bautismo. De manera que aquellos que insisten en el bautismo regenerador lo que literalmente hacen es «robar a Pablo para pagar a Pedro». (Véase también 2Pe 3:15-16.)
e. La comunión en pentecostés (Hch 2:41-47).
(1) Los 3.000 israelitas que respondieron al sermón de Pedro fueron bautizados.
(2) Permanecieron firmes en:
(a) La doctrina.
(b) La comunión.
(c) La Cena del Señor.
(d) La oración.
(e) El bautismo.
(f) La alabanza y el gozo.
(3) Tenían todas las cosas en común (Hch 2:44). Nota: Este sistema de propiedad común de la iglesia primitiva (Hch 2:45) no era comunismo, sino el uso de los bienes en común. Notemos las diferencias:
(a) Los primitivos cristianos decían: «Lo que es mío es tuyo.»
(b) El comunismo dice: «Lo que es tuyo es mío.»
Debemos notar que:
(c) Este sistema fue temporal.
(d) Tenía sus problemas (Hch 5:1; Hch 6:1).
(e) Desapareció pronto (2Ts 3:7-10).
3. Pedro y el hombre cojo (Hch 3:1-11).
a. El milagro (Hch 3:1-11).
(1) Pedro y Juan fueron al templo a orar. (Los judíos observaban tres momentos de oración al día, basado probablemente en el Sal 55:17 y en Dan 6:10. Los cumplían a la tercera hora, las 9:00 A.M.; a la sexta hora, las 12:00 M.; y a la novena hora, a las 3:00 P.M.)
(2) Nada más entrar se encuentran con un inválido que mendigaba allí y les pide una limosna. Pedro le responde:
«No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda» (Hch 3:6).
(3) Aquel hombre quedó sanado instantáneamente y «entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios» (Hch 3:8). Este versículo es un recordatorio de la futura edad de oro de Israel, como la describe Isaías:
«Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad» (Isa 35:6).
Nota: Se dice que en el año 1260, Tomás de Aquino visitó al papa Inocencio IV en Roma, quien le mostró la fabulosa riqueza del papado. Después del recorrido, el Papa le dijo:
«Como puedes ver, buen Tomás, a diferencia del primer papa, no puedo decir: “No tengo plata ni oro.” Tomás asintió en silencio y después respondió suavemente: “Ni tampoco puede usted decir: “En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.’”»
Este es el primero de muchos milagros apostólicos en el libro de los Hechos.
Notemos:
(a) Milagros de Pedro. Sanó a muchos que ponían a su paso en Jerusalén para que al menos su sombra los tocase (Hch 5:15-16).
Curación de Eneas en Lida (Hch 9:32-35).
Resurrección de Dorcas en Jope (Hch 9:40-42).
(b) Milagros de Felipe (Hch 8:6-7; Hch 8:13).
(c) Milagros de Esteban (Hch 6:8)
(d) Milagros de Pablo: dejó ciego a un brujo en Chipre (Hch 13:11-12).
Realizó señales y prodigios en Iconio (Hch 14:3-4).
Curó a un inválido en Listra (Hch 14:8-18).
Liberó a una joven endemoniada en Filipos (Hch 16:18).
Sanó a muchos en Éfeso (Hch 19:11-12).
Resucitó a un muerto en Troas (Hch 20:8-12).
Sanó a muchos en la isla de Malta (Hch 28:8-9).
b. El mensaje (Hch 3:12-26).
Como resultado de este milagro acudió mucha gente al lugar llamado el pórtico de Salomón. Se menciona otra vez este sitio en Hch 5:12. Parece que era un lugar informal de reunión para los primeros cristianos. Jesús también había estado aquí enseñando (Jua 10:23). Pedro usa esta oportunidad para predicar acerca de la cruz.
(1) Los promotores de la cruz: los judíos.
(a) Entregaron a Jesús a Pilato (Hch 3:13).
(b) Le negaron cuando Pilato estaba decidido a soltarle. Pedro mismo, por supuesto, también le había negado una vez (Hch 3:13).
(c) Prefirieron a un homicida antes que a su propio Mesías (Hch 3:14).
(2) La persona en la cruz: el Salvador.
(a) Es el Hijo y Siervo de Dios (Hch 3:13).
(b) Es Jesús (Hch 3:13).
(c) Es el Santo (Hch 3:14).
(d) Es el Justo (Hch 3:14).
(e) Es el Autor de la vida (Hch 3:15).
(f) Es el Cristo (Hch 3:18).
(g) Es el Profeta de Dios (Hch 3:22).
(3) La profecía de la cruz: muchas profecías del Antiguo Testamento (Isa 53:1-12) habían predicho los sufrimientos de un Salvador. Nuestro Señor mismo habló acerca de ello antes y después de su muerte. (Véanse Mat 16:21 y Luc 24:25-27).
Son evidentes los cambios en Pedro, tanto en el hombre como en el mensaje.
(a) El hombre: el mismo hombre que había negado a Cristo delante de una criada (Luc 22:56-57), lo tenemos aquí proclamándole con osadía ante todos.
(b) El mensaje: Pedro se atrevió una vez a corregir a Cristo en relación con las declaraciones del Salvador acerca de la cruz (Mat 16:22).
(4) El poder de la cruz:
(a) En razón de ese poder había sido sanado aquel hombre cojo (Hch 3:16).
(b) Ese poder aseguraba el perdón de pecados para los pecadores arrepentidos (Hch 3:19; Hch 3:26).
(5) El programa de la cruz:
(a) Cristo sufriría y moriría (Hch 3:18).
(b) Dios lo resucitaría (Hch 3:15).
(c) Ascendería a los cielos por un tiempo (Hch 3:21).
(d) Vendrá otra vez (Hch 3:19-20).
(6) El llamamiento de la cruz: «Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados…» (Hch 3:19).
4. Pedro y el sumo sacerdote (Hch 4:1-35).
a. La provocación (Hch 4:1-4).
(1) Arrestan a Pedro y a Juan y los me- ten en la cárcel hasta el día siguiente por predicar a Cristo (Hch 4:1-3).
(2) A pesar de todo, se añaden a la iglesia 5.000 nuevos creyentes (Hch 4:4, véanse también Hch 2:41; Hch 5:14; Hch 6:7; Hch 9:31; Hch 12:24; Hch 16:5; Hch 19:20; Hch 28:31).
b. El interrogatorio (Hch 4:4-22).
(1) Le ordenan a Pedro que explique ante el sumo sacerdote lo que había ocurrido. El sanedrín estaba aquí (independientemente de la motivación) actuando dentro de su jurisdicción, porque la ley de Moisés determinaba específicamente que siempre que alguien realizara un milagro y lo usara como base de enseñanza, tenía que ser examinado y si encontraban que era falso, tenía que ser apedreado (Deu 13:1-5).
(2) Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dice que el milagro fue realizado en el nombre del Mesías, a quien ellos habían crucificado. (Nota: la defensa de Pedro aquí fue un cumplimiento directo de la promesa de Jesús en Mat 10:16-20. Véase también el testimonio de Pedro y su exhortación en 1Pe 3:15.)
(3) Seguidamente asocia a Jesús con la profecía del Antiguo Testamento, mostrando que Cristo es la piedra cabeza del ángulo de la que se habla en el Sal 118:22. Cristo mismo había usado antes este pasaje como refiriéndose a él (Mar 12:10; 1Pe 2:4-8).
(4) Concluye con el recordatorio de que:
«Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hch 4:12).
(5) El sanedrín está sorprendido de la percepción teológica de estos apóstoles sin entrenamiento. Después de mandarlos salir de la sala del tribunal, se preguntan a sí mismos:
«¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por ellos… y no lo podemos negar» (Hch 4:16). Es casi seguro que ellos lo habrían negado si hubiera podido (Mat 28:11-15). No sólo no podían negar el milagro, sino que tampoco podían negar el mensaje de Pedro concerniente a la resurrección de Cristo. No tenemos ninguna indicación de que aquí o en algún otro momento el sanedrín intentara negar el hecho histórico de la resurrección del Señor. Podemos decir de paso que, en relación con el inválido curado, no hay argumentos válidos contra la evidencia de una vida transformada.
(6) Llaman otra vez a Pedro y a Juan y les prohíben predicar o enseñar en el nombre de Jesús. Ambos rehúsan obedecer, alegando: «Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído» (Hch 4:20). (Véanse también 1Co 9:16; Jer 20:9; Amó 3:8; Job 32:18-20.)
c. La exaltación (Hch 4:23-35).
(1) Nada más soltarlos se reúnen con los demás creyentes en un culto de alabanza a Dios. Podemos notar:
(a) «… alzaron unánimes la voz a Dios…» (Hch 4:24).
(b) Reconocieron la soberanía de Dios (Hch 4:24). El título «Soberano Señor» en este versículo es despotees (déspota), que significa «jefe soberano y absoluto». (Véanse también Luc 2:29 y Apo 6:10.)
(c) Descansaron en la verdad de las Escrituras, incluyendo en sus oraciones las palabras del Sal 2:1-12 (Hch 4:25-26).
(d) Pidieron cosas específicas (Hch 4:29-30).
(e) Buscaron sólo la gloria de su Salvador (Hch 4:30).
Esta fue una auténtica oración de fe, porque en esencia lo que estaban diciendo era: «Señor, permítenos hacer más de aquellas cosas que primeramente nos comprometen a nosotros.»
(2) Como resultado de esta reunión de alabanza y oración:
(a) El edificio tembló por el poder de Dios (Hch 4:31).
(b) Los creyentes fueron llenos del Espíritu Santo (Hch 4:31).
(c) Las necesidades de la comunidad cristiana se suplían por la gracia de Dios (Hch 4:32-35).
«Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de los vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.»
5. Pedro, Ananías y Safira (Hch 5:1-16).
a. El engaño (Hch 5:1-2). Ananías y Safira mintieron en relación con la cantidad en que habían vendido una propiedad que habían prometido donar a la iglesia en Jerusalén. Su pecado fue el de tentar a Dios, en querer ver cuán lejos podemos ir dando por sentada la bondad de Dios. (Véanse Mat 4:7; Éxo 17:2; Deu 6:16.)
b. El descubrimiento (Hch 5:3-4). Pedro desenmascara a Ananías y Dios lo castiga por haber mentido al Espíritu Santo. De manera que se convierte en el primer creyente que conocemos que cometiera el pecado de muerte. (Véanse 1Co 11:30-32; 1Jn 5:16.)
c. Las muertes (Hch 5:5-10).
(1) Tres horas más tarde de la muerte de Ananías, Pedro le pregunta a Safira y, después de confesar la misma mentira, es juzgada de la misma manera en que lo había sido su esposo.
(2) Satanás había atacado primeramente a la iglesia desde el exterior, como un león rugiente; pero ahora la atacaba desde dentro, como una serpiente.
6. Pedro y el maestro Gamaliel (Hch 5:12-42).
a. Estas experiencias incrementan tanto la pureza como la autoridad de la iglesia en Jerusalén. Notemos:
«Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo. Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados» (Hch 5:12; Hch 5:16).
b. Por causa de su testimonio los apóstoles son metidos en la cárcel por los saduceos (Hch 5:17-18).
c. El ángel del Señor los libera durante la noche y ellos continúan predicando (Hch 5:19-26).
d. Los vuelven a detener y el sumo sacerdote los acusa de desobediencia civil, quien dice:
«¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre» (Hch 5:28).
Nota: A la luz de Mat 27:20; Mat 27:25 resulta realmente extraña la sensibilidad de los líderes judíos.
e. Simón Pedro habla por los demás y declara: «En necesario obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5:29).
Nota: Pedro cree en la ley y el orden (1Pe 2:13-14), pero siente que debe someterse ante todo a la más alta autoridad de Dios (Hch 4:20).
f. Les acusa otra vez de su crimen contra Jesús: «….A quien vosotros matasteis colgándole en un madero» (Hch 5:30). Nota: el término en griego que traducimos aquí por matar es un verbo poco común y peculiar de Hechos, y aparece sólo otra vez en Hch 26:21. Significa «matar con las propias manos». Lo que Pedro estaba diciendo en realidad es: «Sí, ciertamente, sois culpables de la sangre santa del Salvador, porque fueron vuestras manos, y no otras, las que lo mataron.»
g. Al oír esto, los líderes reunidos se enfurecían y querían matarlos (Hch 5:33). La expresión «se enfurecieron» es muy fuerte y aparece solamente otra vez en Hch 7:54. El sanedrín rechazaba la acusación de haber sido ellos los que mataron a Cristo, pero, no obstante, aquí los hallamos dispuestos a derramar la sangre de sus discípulos también.
h. En este momento, un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley muy respetado por el pueblo, se levanta y les da un buen consejo:
«Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios» (Hch 5:38-39).
Una esposa persa dio una vez un consejo similar a su impío esposo (Est 6:13).
i. El concilio escuchó las palabras de Gamaliel. Mandan azotar a los apóstoles (su primer sufrimiento físico) y después los dejan marchar, no sin antes advertirles de la manera más severa que no vuelvan a hablar en el nombre de Jesús. Su reacción a esta amenaza es la que se esperaba y resulta muy estimulante:
«Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo» (Hch 5:41-42).
7. Pedro y Simón el mago (Hch 8:14-25).
a. Pedro y Juan son enviados por la iglesia de Jerusalén para ayudar con la nueva obra que había empezado en Samaría como resultado de la predicación de Felipe.
b. Pedro y Juan oran por ellos «para que recibiesen el Espíritu Santo» (Hch 8:15). El doctor Homer Kent escribe al respecto:
«¿Por qué fue retenido el Espíritu hasta que llegaran Pedro y Juan? Los ritualistas insisten en que era necesaria la imposición de manos apostólica. Pero Saulo de Tarso recibió el Espíritu por la imposición de manos de Ananías, que no era un apóstol (Hch 9:17). Otros usan este pasaje para mostrar que la recepción del Espíritu es un evento totalmente separado de la regeneración (una segunda bendición), y alegan que una persona puede haber nacido de nuevo y no poseer necesariamente el Espíritu Santo, ignorando pasajes como Rom 8:9.
La respuesta a este problema no debe ignorar la situación social e histórica. Los samaritanos necesitaban ver la verdad de que la salvación procedía de los judíos (Jua 4:22). El cisma que había plagado a judíos y samaritanos habría entrado sin duda también a la iglesia, a menos que se hubiera usado un método que preservara la unidad de la misma. Podían haber surgido fácil- mente judíos cristianos que no tendrían tratos con los cristianos samaritanos (cp. Jua 4:9). Pero al retener el Espíritu hasta la llegada de los apóstoles, Dios aseguraba que el trabajo de Felipe se unía con el de los apóstoles en Jerusalén. Pedro usó las llaves que se le habían entregado (Mat 16:18-19) para abrir oficialmente la puerta a los samaritanos, tal como ya lo había hecho con los 3.000 judíos en el día de Pentecostés, y como lo haría más tarde con los gentiles en la casa de Cornelio (cap. Hch 10:1-48). Sería un grave error, sin embargo, convertir este incidente en Samaria en norma para todos los creyentes subsiguientes. Un examen de cómo vino el Espíritu sobre Saulo (Hch 9:17) y sobre Cornelio (Hch 10:44) nos revela diferencias considerables, de manera que la experiencia samaritana no fue la regla general en el libro de los Hechos.» (Jerusalem to Rome, pp. 79, 80.)
Es emocionante observar que es Juan quien ayuda a Pedro a ministrar a los samaritanos, porque fue él y su hermano Santiago los que una vez le pidieron a Jesús que mandara descender fuego del cielo sobre aquella clase de gente (Luc 9:54).
c. Un charlatán religioso llamado Simón intenta comprarles a Pedro y a Juan con dinero el poder del Espíritu Santo. Esta acción ha dado lugar en el vocabulario de la historia de la iglesia a la palabra «simonía», que denota la intención de comprar o vender privilegios eclesiásticos. Este no era un hombre salvo. Jesús mismo había hablado acerca de esta clase de fe falsa (Jua 2:23-25; Jua 6:26; Jua 6:66).
8. Pedro y Eneas (Hch 9:32-35). Pedro cura instantáneamente en Lida a un hombre paralítico llamado Eneas que llevaba ocho años obligado a permanecer en cama.
9. Pedro y Dorcas (Hch 9:36-43). Pedro resucita en su propio funeral a una mujer piadosa llamada Dorcas que acababa de morir en Jope.
10. Pedro y Cornelio (Hch 10:1-48; Hch 11:1-18).
a. Después de resucitar a Dorcas, Pedro se queda por un tiempo en Jope en casa de un curtidor llamado Simón. Aparentemente la actitud de Pedro a las restricciones del judaísmo era ahora más abierta (aunque todavía necesitaría la visión del lienzo dada por Dios), porque aquí le tenemos hospedado en la casa de un curtidor. Este era un oficio inmundo a los ojos de un judío, porque involucraba el manejo de cuerpos muertos (Hch 9:43).
b. En Cesárea, a unos cuarenta y ocho kilómetros al norte en la costa, un militar ro- mano llamado Cornelio buscaba la salvación. Se nos dicen aquí varias cosas acerca de este hombre:
(1) Era un centurión. Es decir, tenía el mando de cien soldados romanos. Los diferentes centuriones que aparecen en el Nuevo Testamento lo hacen en forma muy positiva. (Véanse Mat 8:5-10; Mat 27:54; Hch 22:25-26; Hch 27:1; Hch 27:3; Hch 27:42-44.)
(2) Era un hombre piadoso. Deseaba conocer a Dios. Jesús dijo una vez: «El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios…» (Jua 7:17).
(3) Estaba, no obstante, perdido. (Cp. Nicodemo, Jua 3:1-36).
c. Le aparece un ángel y le dice que envíe a por Pedro a Jope. Hay tres factores necesarios para la salvación de un pecador.
(1) El Espíritu de Dios (Jua 16:8).
(2) La Palabra de Dios (Rom 10:17).
(3) El ganador de almas de Dios (Rom 10:14).
d. Cornelio envía a dos soldados devotos que tenía a su servicio para que traigan a Pedro. Él, ignorante de todo esto, está esperando la hora de la cena en casa de Simón, cuando Dios le envía la visión del lienzo. Del cielo desciende un lienzo lleno de toda clase de animales, y Dios le manda: «Levántate, Pedro, mata y come» (Hch 10:13).
e. Pedro rehúsa, diciendo: «Señor, no, porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás» (Hch 10:14). Su respuesta manifiesta una gran contradicción, porque si Dios es el Señor, no podemos decirle «no». Y si uno dice «no», entonces él no es el Señor.
f. Dios le responde a Pedro: «Lo que Dios limpió, no lo llames tú común» (Hch 10:15). Jesús ya había enseñado en realidad esa misma verdad (Mar 7:14-23).
g. En este momento llegaron los soldados, y Pedro, dándose cuenta del propósito de la visión, se fue con ellos a encontrarse con Cornelio. Es conmovedor notar cómo Dios prepara a ambos, al pecador y al ganador de almas; porque dondequiera que Él está obrando se halla presente en ambos lados de la línea. El Señor siempre nos prepara para lo que él está preparando para nosotros (Hch 10:17-21). Notemos que esta es la segunda vez en la historia que Dios envía a un misionero judío de Jope para presentar el evangelio a algunos gentiles. (Véase Jon 1:3.)
h. Cornelio recibe a Pedro muy afectuosa- mente e intenta adorarle. Pedro horroriza- do, procura impedirlo: «Levántate, pues yo mismo también soy hombre» (Hch 10:26).
i. Pedro le habla de Cristo a Cornelio (Hch 10:38-43). Le dice:
«Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. A éste levantó a Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.»
j. Cuando Pedro estaba todavía hablando, el Espíritu de Dios descendió sobre los que escuchaban (Hch 10:44). El doctor Homer Kent escribe al respecto:
«Esta experiencia fue la contrapartida gentil de pentecostés, como lo muestra Hch 11:17 claramente, e incluye tanto el bautismo del Espíritu como el ser llenos de él. El fenómeno de hablar en lenguas fue una evidencia de lo último (como en Hch 2:4), aunque no tenemos claro si tuvo lugar en la forma de hablar lenguas extranjeras como en pentecostés (entre la familia y los amigos de Cornelio podía haber personas de varios lugares del imperio), o en la variedad que se conoció en Corinto que requería un intérprete humano. Por las semejanzas, la forma fue quizá más probablemente la de pentecostés, en razón de que no se indica que se necesitara intérprete.» (Jerusalem to Rome, p. 95.)
k. Pedro bautiza a Cornelio y a los convertidos de su familia.
l. Pedro regresa a Jerusalén y explica su experiencia de predicación entre los gentiles a los inquietos cristianos judíos, quienes parecen quedar satisfechos por el momento (Hch 11:1-18).
«Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!» (Hch 11:8).
11. Pedro y el ángel (Hch 12:1-24).
a. Herodes Agripa I, el rey que mandó matar a Juan el Bautista e interrogó a Jesús (Mat 14:1-12; Lev 23:6-12), ordenó de manera repentina y maliciosa la ejecución del apóstol Santiago, y metió también a Pedro en la cárcel con la intención de matarlo. Así es como Santiago se convirtió en el primer mártir cristiano. Su muerte es la única entre los doce que tenemos registrada en las Escrituras, con excepción de la de Judas. Su ejecución fue sin duda un cumplimiento de Mat 20:23; Mar 10:39. Se cree que Juan, el hermano de Santiago, fue el último de los apóstoles en morir.
b. En la víspera de su ejecución Pedro estaba durmiendo en la cárcel (Hch 12:6). Con su actitud parece indicar que tenía plena con- fianza en la promesa de Jesús de que viviría hasta la ancianidad (Jua 21:18).
c. Durante aquella misma noche, en otra par- te de la ciudad, «la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él» (Hch 12:5).
d. Pedro es liberado de manera sobrenatural de la prisión por un ángel, y corre a la casa donde estaban congregados los hermanos orando por él (Hch 12:7-12). El relato que sigue es uno de los más divertidos y también penetrantes que tenemos en toda la Biblia en relación con la oración. Notemos:
«Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando. Cuan- do llamó Pedro a la puerta del patio, salió a escuchar una muchacha llamada Rode, la cual, cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corriendo adentro, dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta. Y ellos le dijeron: Estás loca. Pero ella aseguraba que así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel! Mas Pedro persistía en llamar, y cuando abrieron y le vieron, se quedaron atónitos. Pero él, haciéndoles con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había saca- do de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Y salió, y se fue a otro lugar» (Hch 12:12-17).
Es trágico y a la vez cierto que frecuentemente los más sorprendidos cuando Dios realiza un milagro son aquellos que están orando más fervientemente para que suceda.
e. Herodes ordena que sean ejecutados los soldados encargados de la custodia de Pedro (Hch 12:18-19).
f. Poco después Herodes cayó gravemente enfermo, castigado por Dios, por permitir que algunos ciudadanos de Tiro y Sidón le adorasen como a un dios (Hch 12:20-24).
B. Las actividades de Esteban (Hch 6:1-15; Hch 7:1-60).
1. La queja de algunos de los discípulos (Hch 6:1).
a. Había surgido un problema en la iglesia a causa de su rápido crecimiento. Aquellos judíos que sólo hablaban griego se quejaron de que sus viudas estaban siendo discriminadas.
b. Decían que en la distribución diaria de alimentos se les daba menos a ellas que a las viudas que hablaban hebreo.
2. Los Doce se reúnen para considerarlo (Hch 6:2-4).
a. Los apóstoles entendían que su primera prioridad era persistir continuamente «en la oración y en el ministerio de la palabra» (Hch 6:4).
b. Porque no es apropiado que «dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas» (Hch 6:2). Nota: La palabra para mesas es trapezal, y frecuentemente indica bancos, porque los prestamistas de dinero se sentaban a las mesas para conducir sus negocios (Mat 21:12). Lo que se está proponiendo aquí es que busquen supervisores calificados, no simplemente cocineros y meseros.
c. Se señalan cinco requisitos para estos oficiales.
(1) Tenían que ser hombres.
(2) Tenían que ser convertidos al Señor.
(3) Tenían que tener buena reputación.
(4) Tenían que ser espirituales.
(5) Tenían que ser conocidos por su sabiduría.
Observemos que no había dos clases de normas en la iglesia primitiva, una para pastores y otra para diáconos y demás líderes.
3. La elección de los siete (Hch 6:5-8).
a. Los siete tenían nombres griegos, lo que puede indicar que todos procedían del grupo griego. Si fue así, manifiesta un gesto generoso hacia los que se quejaron.
b. Nada más ser elegidos los siete, los «presentaron ante los apóstoles, quienes, oran- do, les impusieron las manos» (Hch 6:6). Esto lo hacían:
(1) Como un acto de bendición (Mat 19:13; Mat 19:15; Gén 48:14-20).
(2) Con el propósito de curación (Mar 5:23; Mar 6:5).
(3) Para impartir el Espíritu Santo (Hch 8:17; Hch 8:19; Hch 9:17).
(4) Con el propósito de ordenación (Hch 6:6; Hch 13:3; 1Ti 4:14; 2Ti 1:6; Núm 8:9-10).
(5) Para identificación (Núm 8:12).
c. Después de haberlo hecho:
«Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe» (Hch 6:7).
Así que cuando menguaron las quejas crecieron las conversiones (Sal 51:12-13).
d. Dos de los primeros diáconos fueron hombres que hicieron grandes cosas: uno de ellos fue Felipe y el otro Esteban.
4. El sermón de Esteban (Hch 6:9-15).
a. El ministerio de predicación de Esteban había ofendido a algunos de la sinagoga de los libertos, un grupo de antiguos esclavos que aparentemente tenían su propia sinagoga en Jerusalén (Hch 6:9).
b. Incapaces de «resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba», le llevan ante el sanedrín (Hch 6:10; Hch 6:12). Esta bendita sabiduría, imposible de contradecir, era un cumplimiento de las palabras de Jesús en Luc 21:12-15.
c. Le acusan falsamente ante el tribunal de blasfemia:
(1) Contra Dios (Hch 6:11).
(2) Contra el templo (Hch 6:13).
(3) Contra la ley de Moisés (Hch 6:11; Hch 6:13).
d. Su rostro resplandecía mientras estaba en este proceso, «vieron su rostro como el rostro de un ángel» (Hch 6:15; véanse también Éxo 34:29-35; 1Pe 4:14).
e. Esteban empieza trazando brevemente la relación histórica que existió entre:
(1) Dios y Abraham (Hch 7:1-8).
(2) Dios y José (Hch 7:9-19).
(3) Dios y Moisés (Hch 7:20-44).
(4) Dios y David (Hch 7:45-47).
f. Esteban había estado aparentemente enseñando que el templo judío no era ya necesario para la adoración del verdadero Dios. Cristo mismo lo había dicho ya (Jua 4:20-24). Para probar su afirmación señala los siguientes hechos:
(1) Que Dios había bendecido a Abraham y a sus padres aunque no habían vivido en Palestina.
(2) Que durante una buena parte de su historia, aunque habían vivido en la tierra, los israelitas no habían adorado en el templo.
(3) Que el hecho de poseer el templo no había evitado a Israel el ser rebelde y desobediente.
g. Parece que el propósito del discurso fue mostrar a Israel, en razón de su propia historia, que la posesión del templo no había sido una necesidad ni una garantía para la verdadera adoración a Dios.
h. Esteban termina su exposición con una fuerte denuncia de las iniquidades de los mismos líderes de Israel:
«¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros» (Hch 7:51).
Podemos observar aquí que hay tres muertes en la historia de Israel que marcan especialmente su rechazo de la voluntad de Dios:
(1) La muerte de Juan el Bautista, que indica el rechazo del Padre.
(2) La muerte de Cristo, que muestra el rechazo del Hijo.
(3) La muerte de Esteban, demuestra el rechazo del Espíritu Santo.
5. El apedreamiento de Esteban (Hch 7:54-60).
a. Su gran sermón hace que los oyentes se llenen de odio diabólico.
(1) Se enfurecieron en sus corazones (Hch 7:54).
(2) Les crujieron los dientes (Hch 7:54).
(3) Dieron grandes voces (Hch 7:57).
(4) Se taparon los oídos (Hch 7:57).
(5) Arremetieron a una contra él (Hch 7:57). Esta misma expresión se usa acerca de la piara de cerdos que salió del endemoniado y cayó al mar (Mar 5:13). Podemos ver también su uso en Hch 19:29.
b. Todo esto, no obstante, no tuvo efecto sobre Esteban, quien «lleno del Espíritu Santo»:
(1) Puso los ojos en el cielo (Hch 7:55).
(2) Vio la gloria de Dios (Hch 7:55). Notamos que empezó su sermón con el Dios de la gloria (Hch 7:2) y lo terminó con la gloria de Dios.
(3) Vio a Jesús que estaba a la diestra de Dios (Hch 7:55). Esteban es el primero de tres hombres en ver a Jesús después de su ascensión. Los otros dos son Pablo (Hch 9:3-6) y Juan (Apo 1:10; Apo 1:12-16). Nota: Esteban vio a Jesús que estaba de pie (parece, según el autor, que ese es el significado aquí) a la diestra de Dios. Esta es la única referencia a esa posición del Salvador (después de su ascensión) hasta que no llegamos al libro de Apocalipsis. En todas las demás descripciones se le presenta sentado. (Véanse Mat 26:64; Hch 2:34; Col 3:1; Efe 1:20; Heb 1:3; Heb 1:13; Heb 8:1; Heb 10:12.) Quizá es que nuestro Señor se pone en pie para dar la bienvenida a sus santos al hogar celestial.
c. Esteban es apedreado por aquella gente sedienta de sangre. Esto no fue un proceso legal sino un linchamiento, porque la ley judía establecía en este tiempo que en los casos de pena capital se requería una segunda vista del juicio al menos un día más tarde. Después de esto tenían que obtener el permiso de la autoridad romana.
d. Esteban murió a manos de hombres perversos, como sucedió con su Maestro.
(1) Oró a Dios, diciendo: «Señor Jesús, recibe mi espíritu» (Hch 7:59), como también lo hizo Jesús (Luc 23:46).
(2) Oró también por sus enemigos: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado» (Hch 7:60), como también lo había hecho Jesús (Lev 23:34).
Se nos dice que «habiendo dicho esto, durmió» (Hch 7:60). Este es la descripción que hace Dios de la muerte de un creyente (Mat 27:52; Jua 11:11; Hch 13:36; 1Co 15:18; 1Co 15:20; 1Co 15:51; 1Ts 4:13-15; 2Pe 3:4).
C. Las actividades de Felipe (Hch 8:5-13; Hch 8:26-40).
1. Poco después de su elección como diácono, Felipe marcha a Samaria y dirige allí una gran cruzada evangelizadora.
2. Muchos son los convertidos y muchos también los milagros realizados, lo cual resulta en «Gran gozo en aquella ciudad» (Hch 8:8).
3. En el apogeo de su ministerio, Dios instruye a Felipe de esta manera: «Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto» (Hch 8:26). Esta era una antigua ciudad filistea al suroeste de Jerusalén, cerca del mar Mediterráneo.
4. Aquí es dirigido a entrevistarse con un eunuco etíope, un alto funcionario, que servía como tesorero de la reina de Etiopía, y que regresaba de su peregrinación a Jerusalén.
5. Felipe se une a la caravana y nota que el eunuco va leyendo al profeta Isaías y le pregunta: «Pero, ¿entiendes lo que lees?» (Hch 8:30).
6. La respuesta del eunuco refleja la condición trágica de todos los pecadores perdidos: «¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?» (Hch 8:31; véanse Luc 24:32; Luc 24:45; Rom 10:13-15; Rom 10:17).
7. La acción de Felipe es como un bello resumen del método de trabajo del ganador de almas:
«Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús» (Hch 8:35).
8. El eunuco cree y es bautizado. En este momento «el Espíritu del Señor arrebató a Felipe» (Hch 8:39). Este pudo haber sido un traslado milagroso al estilo de los del Antiguo Testamento, como Ezequiel (Eze 3:12; Eze 3:14; Eze 8:3), y Elías (1Re 18:12; 2Re 2:16). En cualquier caso, Felipe fue por la costa hacia el norte, hasta llegar a Cesárea donde se estableció. Como veinte años después aparece otra vez en el libro de Hechos, viviendo todavía en Cesárea, cuando Pablo le visita a él y sus cuatro hijas (Hch 21:8-9). Este eunuco regresa a su tierra con gran gozo.
II. La gran cruzada mundial, dirigida por Pablo (caps. Hch 13:1-52 — Hch 28:1-31; cp. Hch 9:1-31; Hch 11:19-30; Hch 12:25).
A. Su trasfondo.
1. Su linaje y juventud (Hch 21:39; Hch 22:3; Hch 23:34; Rom 11:1; Flp 3:4-5; 2Co 11:22).
a. Nació y se crió en Tarso, de Cilicia (Hch 21:39).
b. Era de la tribu de Benjamín (Rom 11:1).
c. Era «hebreo de hebreos» (Flp 3:5)
2. Educación (Hch 22:3; Hch 23:6; Hch 26:4-5; Gál 1:13-14; Flp 3:5).
a. Se educó con Gamaliel (Hch 22:3).
b. Fue fariseo e hijo de fariseo (Hch 23:6).
3. Carácter (Flp 3:6; 1Ti 1:12-13; 2Ti 1:3).
a. Intentó con todo su corazón cumplir la ley (Flp 3:6).
b. Llevaba a cabo con mucho celo todo lo que hacía (Flp 3:6).
c. Persiguió a la iglesia por ignorancia (1Ti 1:13).
B. Su guerra contra la iglesia.
1. «Guardó las ropas» de aquellos que apedreaban a Esteban y consintió en su muerte (Hch 7:57-58; Hch 8:1-2; Hch 22:20).
2. «Asolaba la iglesia» (Hch 8:3). Esta palabra describe la acción de un cerdo salvaje destruyendo una viña.
3. Entraba en las casas de los cristianos, sacaba a hombres y mujeres y los llevaba a la cárcel (Hch 8:3).
4. Persiguió a los cristianos hasta la muerte en varias ciudades (Hch 22:5).
5. Azotó a los creyentes (Hch 22:19).
6. Dio su voto para que los mataran (Hch 26:10).
7. Intentó hacerlos maldecir a Cristo mediante la tortura (Hch 26:11).
8. Persiguió con violencia a la iglesia y procuró destruirla (Gál 1:13).
C. Su conversión (Hch 9:1-19; Hch 22:5-16; Hch 26:12-20; 1Co 15:7-10; 1Ti 1:12-16).
1. Fue cegado por una luz celestial mientras iba de camino a Damasco para perseguir a los «de este Camino» (Hch 9:2). Esta es la primera de bastantes veces que los creyentes son llamados de esta manera. (Véanse Hch 19:9; Hch 19:23; Hch 22:4; Hch 24:14; Hch 24:22.)
2. Cayó a tierra y escuchó la voz de Cristo que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» (Hch 9:4). También vio a Jesús en este momento. (Véanse Hch 9:17; Hch 9:27; Hch 22:14; Hch 26:16; 1Co 9:1; 1Co 15:8.) Esta es la primera de al menos siete ocasiones cuando Pablo vio al Salvador glorificado. Las otras veces fueron:
a. En Troas (Hch 16:9-10).
b. En Corinto (Hch 18:9-10).
c. En Jerusalén, durante su primera visita como creyente (Hch 22:17-21).
d. En Jerusalén, durante su última visita (Hch 23:11).
e. De camino a Roma (Hch 27:23-24).
f. Cuando fue arrebatado al tercer cielo (2Co 12:1-4).
Notamos también aquí en Hch 9:4 que perseguir a los cristianos es en realidad perseguir a Cristo. Jesús se identifica con su pueblo (Mat 25:1-46; 1Co 12:1-31).
3. Saulo queda gloriosamente transformado en su vida y lo llevan ciego a Damasco, donde permanece solo sin alimento ni agua por tres días.
4. Dios aparece a Ananías, un creyente de Da- masco, y le da la primera «tarjeta de un miembro en perspectiva» de la historia de la Iglesia.
«Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora» (Hch 9:11).
Estas cinco palabras «porque he aquí, el ora», son en sí mismas un resumen de la vida de Pablo.
Aquí le vemos empezar su ministerio en oración, y lo terminó de la misma manera (2Ti 4:16). Pablo literalmente oró en todo tiempo, en todo lugar y por todo. Oró por santos y pecadores, por potentados y carceleros, por judíos y gentiles, por líderes y laicos. (Véanse las siguientes referencias: Hch 16:25; Hch 20:36; Hch 21:5; Hch 22:17; Hch 28:8; Rom 1:9; Rom 10:1; Efe 1:16; Flp 1:4; Flp 1:9; Col 1:3; Col 1:9; 1Ts 1:2; 2Ti 1:3; Flp 1:4.)
Ananías se resiste a ayudar a Saulo por «cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén» (Hch 9:13). Sus objeciones no son acepta- das por Dios, quien le manda:
«Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre» (Hch 9:15-16).
Dios predice en este momento que Pablo será:
a. Un vaso escogido. Pablo más tarde describió cuatro clases de vasos en sus escritos, y son:
(1) Un vaso para honra (Rom 9:21).
(2) Vasos de misericordia (Rom 9:23).
(3) Vasos de barro (2Co 4:7).
(4) Instrumento para honra, santificado (2Ti 2:21).
Pablo mismo llegó a ser todos estos vasos.
b. Un misionero a los gentiles (Hch 13:47; 2Ti 1:11).
c. Un siervo que sufriría. Dudamos que haya habido otro creyente que haya sufrido por Cristo más que Pablo.
(1) Tramaron contra él:
(a) En Damasco, después de su experiencia de salvación (Hch 9:23-25; 2Co 11:32-33).
(b) En Jerusalén, durante su primera visita como creyente (Hch 9:29).
(c) En Macedonia, durante su tercer viaje misionero (Hch 20:3).
(d) En Jerusalén, ante un tumulto judío (Hch 21:30-31).
(e) En Jerusalén, ante el Sanedrín (Hch 23:10).
(f) En Jerusalén, a menos de cuarenta hombres (Hch 23:12-22).
(g) En Cesárea, a manos de algunos judíos (Hch 25:3).
(2) Los creyentes desconfiaban al principio de él (Hch 9:26).
(3) Algunos creyentes le tenían antipatía (Flp 1:14-18).
(4) Sus compatriotas y otros se oponían constantemente a su labor en:
(a) Antioquia (Hch 13:45; Hch 13:50).
(b) Iconio (Hch 14:2-5).
(c) Tesalónica (Hch 17:5; 1Ts 2:2; 1Ts 2:14-16).
(d) Berea (Hch 17:13).
(e) Corinto (Hch 18:6; Hch 18:12).
(f) Éfeso (Hch 19:26)
(5) Le apedrearon y le dieron por muerto (Hch 14:19).
(6) Satanás lo sometió a fuerte presión (Hch 13:8; Hch 16:16-18; 1Ts 2:18; 2Co 12:7).
(7) Le azotaron con varas y le encarcelaron en Filipos (Hch 16:19-24).
(8) Fue ridiculizado en:
(a) Atenas (Hch 17:18; Hch 17:32).
(b) En Cesárea (Hch 26:24).
(9) Le acusaban falsamente con frecuencia (Hch 24:5-9; Hch 25:7).
(10) Sufrió una terrible tormenta en el mar (Hch 27:14-20).
(11) Sufrió la mordedura de serpientes venenosas (Hch 28:3-4)
(12) Lo encarcelaron:
(a) En Cesárea por más de dos años (Hch 24:27).
(b) En Roma (2Ti 1:8; 2Ti 2:9; Efe 6:20; Flp 1:13; Flm 1:9).
(13) Todos le abandonaron (2Ti 4:10; 2Ti 4:16; el testimonio de Pablo sobre sus sufrimientos en general lo encontramos en 2Co 1:6; 2Co 4:8-10; 2Co 6:4-10; 2Co 7:5; 2Co 11:24-28; Flp 3:7-8; Flp 3:10; Rom 8:18).
5. Dios restaura la vista a Saulo cuando Ananías pone sus manos sobre él. El Espíritu Santo desciende sobre él y es bautizado (Hch 9:17-18).
6. Saulo empieza su ministerio en Damasco proclamando la deidad del Salvador Cristo Jesús. Todos los que le escuchan se maravillan. Les resulta difícil creer que este lobo diabólico y sediento de sangre se haya convertido de repente en uno de los pastores más fieles y tiernos de las ovejas de Dios (Hch 9:19-22).
D. La primera parte de su ministerio.
1. Pablo se va a Arabia a un retiro espiritual de tres años, probablemente para entender bien el significado de las Escrituras del Antiguo Testamento a la luz del recién encontrado Salvador (Gál 1:17-18).
2. Al regresar a Damasco se entera de una conjura de los judíos con la intención de matarle, pero logra escapar con la ayuda de sus amigos que le bajan por la muralla de la ciudad en una canasta. Seguidamente lleva a cabo la primera de al menos cinco visitas a Jerusalén después de su conversión.
a. La primera (Hch 9:23-30; Gál 1:18-19).
b. La segunda (Hch 11:30).
c. La tercera (Hch 15:1-30; Gál 2:2-10).
d. La cuarta (Hch 18:21-23).
e. La última (Hch 21:17-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35).
3. Saulo se entrevista con Pedro y Santiago y es respaldado (aunque la mayoría de los discípulos todavía le temen) por Bernabé durante su visita de quince días (Hch 9:26-28; Gál 1:18-19).
4. Sale de Jerusalén para escapar de un intento de los griegos de matarle y regresa a su ciudad natal de Tarso (Hch 9:29-31).
5. Siete años más tarde Bernabé le invita a que le ayude en Antioquia, donde había sido enviado para dirigir la nueva obra allí establecida. En esta ciudad es donde los discípulos son llamados cristianos por primera vez (Hch 11:26; véanse también las otras dos referencias de este título en el Nuevo Testamento en Hch 26:28 y 1Pe 4:16).
6. Bernabé y Pablo visitan de nuevo Jerusalén, y llevan una ofrenda de alimentos para los san- tos allá que sufrían por causa del gran hambre que se padecía. El profeta Agabo había advertido acerca de esto (Hch 11:27-30). Aparece de nuevo en Hch 21:10 advirtiendo acerca de algo diferente.
7. Después de cumplir con la tarea que les había llevado a Jerusalén, Bernabé y Saulo regresan a Antioquia y se llevan con ellos a Juan Marcos, un joven sobrino de Bernabé (Hch 12:25).
E. Su primer viaje misionero (caps. Hch 13:1-52 — Hch 14:1-28).
1. Saulo continúa con su trabajo en Antioquia junto con los demás profetas y maestros de aquella extraordinaria iglesia. Aparecen mencionados en el texto para nuestro conocimiento hoy algunos de estos primeros líderes:
a. Simón, llamado Niger: este hombre pudo haber sido el Simón de Cirene que se menciona en Mar 15:21. «Niger» significa negro, indicando que podía proceder del norte de África.
b. Manaén: El adjetivo que describe a Manaén significa hermano de leche. Lo que quiere decir que él y el malvado rey Herodes el Grande se habían criado juntos en el palacio real.
2. Un día, estando ellos adorando y ayunando, el Espíritu Santo les mandó: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado: (Hch 13:2).
3. Después de un servicio de imposición de manos, la iglesia de Antioquia envió a predicar a los primeros misioneros cristianos. Notemos que esta iglesia local era totalmente independiente de la de Jerusalén y no reconocía ninguna jerarquía eclesiástica. Hallamos aquí una bella cooperación entre una iglesia local y el Espíritu Santo (Hch 13:2-4).
4. En Pafos: Bernabé, Saulo y Juan Marcos fueron predicando por toda la isla de Chipre hasta que llegaron a Pafos, en la costa occidental de la isla. Aquí tuvieron lugar los siguientes eventos (Hch 13:5-13):
a. A Saulo le llaman Pablo por primera vez (Hch 13:9).
b. Pablo realiza su primer milagro conocido dejando temporalmente ciego a un falso profeta judío, que era también brujo, llamado Barjesús, que se oponía activamente al mensaje del evangelio. Su nombre significa «Hijo de salvación», pero Pablo lo llamó por su verdadero nombre: «Hijo del diablo» (Hch 13:10). Véase también Jua 8:44. Tanto Pedro como Pablo obraron milagros similares:
(1) Ambos sanaron a un hombre cojo (Hch 3:1-8; cp. Hch 14:8-12).
(2) Ambos trataron con agentes satánicos que fingían (Hch 8:18-24; cp. Hch 13:4-12).
(3) Ambos fueron liberados de la cárcel milagrosamente (Hch 12:5-10; cp. Hch 16:25-29).
(4) Ambos resucitaron muertos (Hch 9:40; cp. Hch 20:12).
c. El gobernador de Pafos (Sergio Paulo) se convierte (Hch 13:12).
d. Juan Marcos abandona al equipo y regresa a casa (Hch 13:13).
5. En Antioquia de Pisidia (Hch 13:14-50).
a. Les invitan a hablar y Pablo pronuncia el primer sermón suyo que tenemos recogido en las Escrituras. Fue similar al de Esteban en su reflexión histórica retrospectiva, al que probablemente escuchó. Pablo se levantó a predicar (el rabino [maestro] generalmente se sentaba), y una vez que logró captar la atención de los gentiles que estaban presentes, habló sobre:
(1) La liberación del éxodo.
(2) La peregrinación en el desierto.
(3) La conquista de Canaán.
(4) Los reinados de Saúl y David.
(5) El ministerio de Juan el Bautista.
(6) La crucifixión y resurrección del Señor Jesucristo, la simiente de David.
Después dio una invitación:
«Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree» (Hch 13:38-39).
b. Los gentiles invitan a Pablo a volver al sábado siguiente y hablarles de nuevo. El ministerio de Pablo a los gentiles está ahora a plena marcha. (Véanse Hch 9:15; Hch 22:21 —como Dios lo predijo— y Hch 13:47; Hch 14:27; Hch 15:3; Hch 15:12; Gál 2:2; Efe 3:1; Efe 3:6; Col 1:27; 1Ti 3:16; 2Ti 1:11; 2Ti 4:17.)
c. Cuando les predicó otra vez «los gentiles… se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor» (Hch 13:48), pero los judíos «se llenaron de celos, y rebatían lo que Pablo decía» (Hch 13:45). Esto causó que Pablo concluyera tristemente:
«A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles» (Hch 13:46; véanse también Hch 18:6; Hch 28:28).
6. En Iconio (Hch 14:15).
a. Muchos creyeron al mensaje del evangelio aquí, pero los judíos que no creyeron incitaron a los demás y crearon dificultades.
b. Al enterarse de lo que tramaban contra sus vidas, Pablo y Bernabé salieron para Listra.
7. En Listra (Hch 14:6-25(.
a. Pablo sana a un hombre cojo de nacimiento, y la gente maravillada cree que aquella pareja de predicadores cristianos son dioses. A Bernabé le llamaron «Júpiter» y a Pablo «Mercurio». El poeta romano Ovidio (43 a.C.) habla del antiguo mito de la visita de Zeus y Hermes (dos dioses griegos) a esta área, disfrazados de seres humanos. Todos los rechazaron excepto una anciana pareja. Poco después, supuestamente en juicio, sobrevino una inundación que los destruyó a todos excepto a esta pareja.
b. Decididos a no cometer el mismo error, el sacerdote de Júpiter en Listra prepara toros y guirnaldas para ofrecer sacrificios y adorarles.
c. Horrorizados por esto, Pablo y Bernabé rasgaron sus vestiduras y les dijeron:
«Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros…» (Hch 14:15).
Todos los hombres están hechos del mismo material (véanse Stg 5:17; Hch 10:26; Apo 22:9).
d. Después de predicarles a Cristo, Pablo es apedreado y dejado por muerto por la multitud desilusionada que había sido soliviantada por los judíos (que les habían perseguido desde Antioquia e Iconio). Nota: Algunos creen que Pablo realmente murió aquí y que Dios lo resucitó más tarde, disfrutando en este tiempo la experiencia de la visita al cielo a la que se refiere en 2Co 12:1-9. Sin embargo, esa interpretación presenta un problema de tiempo, porque el apedreamiento ocurrió en el 47 ó 48 d.C., y Pablo escribió 2 Corintios unos siete años más tarde en el 55 d.C. Pero en 2 Corintios él dice que dicha experiencia tuvo lugar catorce años antes. En cualquier caso, éste pudo haber sido el momento en que él recibió las marcas del Señor Jesús de las que habla en Gál 6:17. Sea que hubiera muerto o que estuviera simplemente inconsciente, aquí sucedió un milagro, porque se nos dice que inmediatamente «se levantó y entró en la ciudad» (Hch 14:20).
e. La pareja continuó hasta Derbe, y después regresaron a Listra, Iconio y Antioquia, volviendo a visitar a los hermanos y organizan- do nuevas iglesias. Lo lograron mediante:
(1) Confirmación.
(2) Exhortación.
(3) Ordenación.
(4) Encomendándolos al Señor.
El doctor Homer Kent escribe al respecto:
«En cada iglesia que visitaban los creyentes quedaban organizados mediante la elección de ancianos. La palabra “constituir” o “nombrar” u “ordenar”, según la traducción que se escoja (Hch 14:23), traduce una voz griega que originalmente significaba elegir mediante votación a mano alzada. El término también llegó a desarrollar el sentido general de “elegido” u “ordenado”, como indica el verbo compuesto en Hch 10:41.
¿Quiere decir Hch 14:23 que Pablo y Bernabé nombraron los ancianos para cada una de las iglesias, o prevalece el sentido más restrictivo de que los misioneros establecieron ancianos en las iglesias mediante elección congregacional? Aunque no hay duda de que el término permite ambas interpretaciones, los siguientes factores favorecen la interpretación de una elección:
(1) el uso del verbo cheiroteneo en lugar de uno de los muchos términos generales por “nombrar” sugiere que la característica especial de esta palabra es la que debe entenderse.
(2) La otra sola vez que se usa este verbo exacto en el Nuevo Testamento aparece claramente el sentido de elección por la congregación (2Co 8:19).
(3) La elección congregacional fue la práctica apostólica al escoger a los siete diáconos (Hch 6:3).» (Jerusalem to Rome, pp. 118, 119.)
f. Pablo y Bernabé regresan a Antioquia donde con entusiasmo «refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles» (Hch 14:27).
Nota: Algunos creen (M. Tenney, H. Kent, etc.) que Pablo escribió la epístola a los Gálatas en este tiempo. Si así fuera, esta sería la primera carta del Nuevo Testamento.
F. Su papel en el concilio de Jerusalén (Hch 15:1-35).
1. Había surgido un serio problema en la iglesia primitiva acerca de si los convertidos gentiles tenían que someterse al rito judío de la circuncisión. Como se indica Pablo y Bernabé tuvieron «una discusión y contienda no pequeña» con estos legalistas de Antioquia (Hch 15:2). Parece que al principio tanto Pedro como Santiago (el hermano del Señor) habían adoptado esta postura (Gál 2:11-12); pero pronto, no obstante, cambiarían en sus convicciones.
2. Se organizó una conferencia en Jerusalén para solventar la disputa. La reunión consistió al parecer de tres sesiones.
a. La primera sesión pública (Hch 15:4-5).
b. La reunión privada de los apóstoles y ancianos (Hch 15:6).
c. Una segunda sesión pública (Hch 15:7-29).
3. En esta sesión final la asamblea escucha los informes de uno de los apóstoles líderes (Pedro), de los dos misioneros (Pablo y Bernabé), y del pastor de la iglesia de Jerusalén (Santiago, el hermano del Señor, quien era también el presidente de la asamblea).
a. El informe de Pedro (Hch 15:7-11). Les recuerda cómo Dios le había ordenado predicar a los gentiles en la casa de Cornelio y concluye con una amonestación:
«Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos» (Hch 15:10-11).
b. Informe de Pablo y Bernabé (Hch 15:12). Resumen con sencillez las cosas maravillosas que Dios les había permitido llevar a cabo durante su primer viaje misionero.
c. Informe de Santiago (Hch 15:13-21).
(1) Empieza resumiendo el propósito declarado y presente de Dios de visitar a «los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre» (Hch 15:14).
(2) Después les recuerda que cuando esto se complete, Dios ha prometido lo siguiente: «Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído…» (Hch 15:16). Esto, por supuesto, sucederá en el milenio.
(3) Santiago concluye diciendo:
«Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre» (Hch 15:19-20).
Notamos que la decisión final fue tomada por Santiago, el pastor de la iglesia de Jerusalén. Esta decisión (dirigida por el Espíritu Santo, véase v. Hch 15:28) manifiesta gran sabiduría, porque evita ofender indebida e innecesariamente a los judíos inconversos. (Véase también 1Co 10:32-33.)
4. Esta decisión, apoyada totalmente por los participantes en el concilio, fue compartida con las iglesias mediante una carta que enviaron por medio de hombres escogidos; Pablo, Bernabé, Judas y Silas (Hch 15:22-23)
5. Pablo y Bernabé regresan a Antioquia (Hch 15:35).
G. Su segundo viaje misionero (Hch 15:36-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-22).
1. Discusión de Pablo y Bernabé (Hch 15:36-39).
a. Pablo propone un segundo viaje misionero a fin de fortalecer a las iglesias locales establecidas durante el primer viaje. Bernabé acepta rápidamente.
b. Bernabé propone que lleven con ellos otra vez a Juan Marcos. Pablo se niega rotundamente.
c. «Y hubo tal desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del otro…» (Hch 15:39).
(1) Pablo escogió a Silas y se encaminó hacia Siria.
(2) Bernabé tomó a Juan Marcos y se marchó a Chipre. El Nuevo Testamento nos dice que tiempo después Pablo se reconcilió con ambos, Bernabé (1Co 9:6) y Juan Marcos (Col 4:10; Flm 1:24; 2Ti 4:11). Esta es la última mención que se hace de Bernabé en el libro de los Hechos.
2. Los logros de Pablo y de Silas (Hch 15:40-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-22).
a. En Listra (Hch 16:1-5).
(1) Timoteo se une al equipo.
(2) Pablo lo circuncidó debido a que era en parte judío a fin de no ofender innecesariamente a los judíos. Más tarde Pablo rehusó circuncidar a Tito, un gentil (Gál 2:3). Esta era una aplicación del principio declarado por él en 1Co 9:20.
b. En Troas (Hch 16:6-10).
(1) El Espíritu Santo les impide predicar el evangelio en Asia y en Bitinia.
(2) Notamos que la necesidad sola no constituye en sí misma el llamamiento. Podemos también decir que ellos no intentaron anticiparse a Dios. Acababan de llegar procedentes del este y se les había impedido que marcharan al sur o al norte, y ellos esperaron. Encontrar la perfecta voluntad de Dios no es siempre lo más sencillo del mundo, pero una vez que la hemos hallado, es la mayor bendición. (Véanse Mat 7:7-8; Lev 11:9-10.)
(3) Estando en Troas, Pablo tiene la visión de un hombre macedonio que le suplica, diciendo: «Pasa a Macedonia y ayúdanos» (Hch 16:9).
(4) El equipo evangelizador sale inmediatamente para Macedonia, con la ayuda ahora de Lucas, el médico amado. En Hch 16:10 aparece por primera vez el «nosotros» en Hechos. (Véanse también Hch 20:5-6; Hch 21:18; Hch 27:1.)
c. En Filipos (Hch 16:11-40). Este famoso capítulo recoge la conversión de una mujer de negocios, de una joven endemoniada y de un carcelero.
(1) La mujer de negocios (Hch 16:13-15). Pablo predica en un culto de oración a la orilla del rio y lleva a Lidia (una vendedora de ropas de púrpura de Tiatira) a Cristo. Ella es después bautizada junto con su familia y abre su casa para la predicación del evangelio.
(2) La joven endemoniada (Hch 16:16-18). Pablo exorciza a un demonio de una joven esclava que queda liberada. Ella había estado siguiéndoles por la ciudad cantando: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo» (Hch 16:17). Al igual que un demonio había reconocido a Jesús como el Santo de Dios (Mar 1:24), así este demonio reconoció el poder divino en Pablo y sus compañeros.
(3) El carcelero (Hch 16:19-40).
(a) Los amos de la joven esclava, enfurecidos, se vengan de Pablo logrando que él y Silas sean azotados y encarcelados por causar disturbios.
(b) A media noche Pablo y Silas están orando y cantando alabanzas a Dios, y los prisioneros los escuchan (Hch 16:25). Aquí tenemos el primer concierto cristiano escuchado en Europa. Cantaron como lo hizo Cristo en la víspera de la crucifixión (Mat 26:30; Mar 14:26).
(c) Dios envía un terremoto que libera a los prisioneros. Al verlo, el carcelero intenta matarse (temeroso de las consecuencias que podía sufrir por haberse escapado los prisioneros), pero Pablo se lo impide asegurándole que están todos allí. El carcelero hace entonces la pregunta más importante que todo pecador puede jamás hacer: «Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?» (Hch 16:30).
La respuesta de Pablo es en realidad el evangelio resumido: «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa» (Hch 16:31).
(d) El carcelero y su familia creen y son bautizados aquella misma noche. Su primer acto de amor cristiano es lavar las heridas de Pablo y de Silas.
(e) Pablo, Silas y Timoteo salen de Filipos después que los funcionarios municipales les pidieron disculpas, al enterarse los funcionarios de que habían azotado injustamente a dos ciudadanos romanos. Lucas aparentemente se queda en Filipos para supervisar la nueva obra. El «nosotros» no aparece de nuevo hasta el Hch 20:5-6, cuando Pablo regresa a Filipos en su tercer viaje.
d. En Tesalónica (Hch 17:1-9).
(1) Pablo pasa tres semanas en la casa de Jasón (posiblemente un familiar, véase Rom 16:21), organizando una iglesia de judíos convertidos; trabajaba mientras tanto haciendo tiendas para no ser una carga para los creyentes. (Véanse 1Ts 2:9; 2Ts 3:7-12.)
(2) Algunos judíos que no creen al evangelio se oponen a Pablo, y llevan a Jasón a los tribunales intentando encarcelarlo sin éxito.
(3) Pablo, Timoteo y Silas parten de noche para Berea.
e. En Berea (Hch 17:10-14).
(1) Pablo encuentra a las personas aquí más abiertas que en Tesalónica, porque «recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así» (Hch 17:11).
(2) Pablo se ve obligado a huir otra vez de noche a causa de los disturbios que provocan los judíos. Timoteo y Silas se quedan en Berea.
f. En Atenas (Hch 17:15-34).
(1) Pablo predica a diario tanto en la sinagoga como en el mercado público mientras que espera la llegada de Timoteo y Silas.
(2) Algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos le invitan a explicar su mensaje en un foro abierto en el Areópago. El primer grupo llevaba el nombre de su fundador Epicuro (341–270 a.C.). Creían que aunque Dios existía, no tenía interés alguno en los asuntos humanos, y que el fin de la vida era el placer. El segundo grupo fue fundado por Zenón (300 a.C.) y creían que Dios era el alma del mundo la cual moraba en todas las cosas. Sostenían que la meta de la vida consistía en elevarse por encima de todas las cosas y en no mostrar emoción alguna ni ante el dolor ni ante el placer.
Ambos grupos mostraron poco interés por la teología de Pablo, refiriéndose a él como un «palabrero» (Hch 17:18). Esta palabra en el griego es spermologos, y habla literalmente de cuando los pájaros hacen sus nidos.
(3) Pablo les predica. Notemos su introducción llena de tacto:
«Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio» (Hch 17:22-23).
Pablo entonces les presenta cuatro grandes verdades acerca de Dios.
(a) Es el Creador (Hch 17:24-25).
(b) Es quien gobierna (Hch 17:26-29).
(c) Es el Salvador (Hch 17:30).
(d) Es el Juez (Hch 17:31).
En el curso de su discurso (Hch 17:28) Pablo cita a uno de sus propios poetas paganos (Arotus). Véase también Tit 1:12. Concluye su mensaje exhortando a sus oyentes al arrepentimiento.
«Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos» (Hch 17:31).
Si este hecho de que Dios ha establecido un día de juicio fuera bien conocido, el Domingo de Resurrección sería el día más pavoroso de todo el año para los incrédulos (véase Apo 20:11-15).
(4) La reacción al mensaje del evangelio fue, como siempre, mixta.
(a) Algunos se burlaron. En esto estaban ambos grupos, los epicúreos, que no creían en una resurrección literal, y los estoicos, que ridiculizaban la resurrección personal.
(b) Algunos lo aplazaron: «Ya te oiremos acerca de esto otra vez» (Hch 17:32. Cp. con la respuesta de Félix en Hch 24:25).
(c) Algunos creyeron.
g. En Corinto (Hch 18:1-18)
(1) Pablo se encuentra aquí con un cristiano judío llamado Aquila y su esposa Priscila, quienes recientemente habían sido expulsados de Roma por el emperador Claudio a causa de actitudes antisemitas que se habían dado en el imperio. Para alegría de Pablo ellos también hacían tiendas. Esta notable pareja se menciona seis veces en el Nuevo Testamento. Hay inscripciones en las catacumbas que indican que Priscila era de una distinguida familia de alto rango en Roma. Encontramos más tarde que la iglesia en Éfeso se reunía en su casa (1Co 16:19). Aparentemente años después regresaron a Roma (Rom 16:3-5).
(2) Silas y Timoteo logran encontrarse con Pablo en este tiempo.
Nota:
(a) Pablo les había dejado en Berea con instrucciones de que se unieran a él en Atenas, pero el plan no había funcionado (Hch 17:14-16).
(b) Silas había salido de Berea para Filipos a fin de ayudar a Lucas con la nueva iglesia allí (Hch 18:5).
(c) Timoteo, a solicitud de Pablo, había marchado de vuelta a Tesalónica para supervisar la obra allá (1Ts 3:1-2).
(d) Ambos se encuentran ahora con Pablo en Corinto. Silas le lleva una ofrenda de amor de parte de los hermanos filipenses en apoyo de su obra misionera (2Co 11:8-9; Flp 4:15), y Timoteo le da un buen informe en relación con la obra en Tesalónica.
(3) Crispo, el principal de la sinagoga, cree al evangelio junto con otros muchos corintios, todos los cuales son bautizados.
(4) Pablo queda confortado por Dios quien le habla en una visión:
«No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad» (Hch 18:9-10). Todo ministro y misionero que sirve en la perfecta voluntad de Dios puede reclamar osadamente esta promesa preciosa en relación con su campo particular de servicio. Pablo permaneció en Corinto durante dieciocho meses (Hch 18:11). Durante este tiempo escribió las dos cartas a los Tesalonicenses.
(5) Una vez más los judíos incrédulos lograron llevar a Pablo ante el tribunal del procónsul Gallón, acusándole de blasfemia. Galión rehúsa juzgar este caso centrado en cuestiones religiosas.
(6) Un grupo de griegos descontrolados (organizado sin duda por los judíos con la intención de perjudicar a Pablo) se apodera de Sóstenes, el sucesor de Crispo en la sinagoga, y lo golpean fuertemente. Esta experiencia parece que le llevó también a su conversión a Cristo. (Véase 1Co 1:1)
(7) Pablo sale para Éfeso acompañado de Aquila y Priscila. Se nos dice que en estos días se había «rapado la cabeza en Cencrea, porque tenía hecho voto» (Hch 18:18). Mucho se ha debatido acerca de si Pablo estaba perjudicando su testimonio al llevar a cabo esta acción del Antiguo Testamento.
h. En Éfeso (Hch 18:19-21). Queda aquí una corta temporada, declinando la invitación de permanecer por más tiempo, diciendo:
«Es necesario que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene; pero otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere…» (Hch 18:21).
La última frase de Pablo aquí debería ser parte de nuestro vocabulario y condicionar todos nuestros planes (véanse Hch 21:14; 1Co 4:19; 1Co 16:7; Heb 6:3; Stg 4:15).
i. En Antioquia y Jerusalén (Hch 18:22).
H. Su tercer viaje misionero (Hch 18:23-28; Hch 19:1-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-16).
1. Pablo sale para Turquía otra vez, visitando y exhortando a los creyentes allá.
2. Por este tiempo un elocuente maestro de las Escrituras llamado Apolos (nacido en Alejandría, Egipto) llega a Éfeso. Apolos había oído acerca del ministerio y enseñanza de Juan el Bautista mientras estaba todavía en Alejandría, pero no había aprendido más a partir de entonces. Equipado con estos conocimientos limitados, había viajado bastante, proclamando fielmente lo que sabía.
3. En Éfeso le escuchan Aquila y Priscila, quienes: «… le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios» (Hch 18:26).
4. Pasado un tiempo, Apolos se siente llamado a ir a Corinto y marcha allá, llevando consigo cartas de recomendación de los hermanos en Éfeso. Dios lo usa grandemente en Corinto, «porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo» (Hch 18:28). Apolos llegaría a ser más tarde pastor de la iglesia en Corinto (1Co 3:6).
5. Pablo llega a Éfeso. Sus dos años de estadía aquí quedan marcados por tres notables sucesos:
a. Los discípulos de (Jua 19:1-12) Se encuentra con doce seguidores de Juan el Bautista y les pregunta: «¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?» (Hch 19:2). Su respuesta sincera es: «Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo» (Hch 19:2).
Nota: Ellos no ignoraban la existencia del Espíritu Santo, porque Juan lo había enseñado claramente (Mat 3:11; Mat 3:16; Mar 1:8; Mar 1:10; Luc 3:16; Luc 22:1-71), sino que sencillamente no se habían enterado de su bendito ministerio en pentecostés. Pablo actualiza sus conocimientos y bautiza a los doce en el nombre de Jesús. El relato bíblico dice:
«Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban» (Hch 19:6).
Continuó durante tres meses con su ministerio de enseñanza en la sinagoga y, cuando los judíos se opusieron, alquiló una escuela pública y continuó dando testimonio de Cristo. Probablemente enseñaba de 11:00 A.M. a 4:00 p.m., y trabajaba haciendo tiendas antes y después de esas horas. Dios hizo grandes milagros por medio de Pablo en este tiempo:
«De tal manera que aún se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían» (Hch 19:12; cp. Hch 5:15).
b. Las adivinaciones de Esceva (Hch 19:13-20).
Una familia de judíos ambulantes, compuesta de Esceva como principal sacerdote y sus siete hijos, habían estado observando a Pablo hacer sus poderosos milagros y decidieron intentar hacer exorcismos por su cuenta. Al ver a un hombre endemoniado, gritaron: «Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo» (Hch 19:13).
Lo que sigue sería divertido sino fuera trágico: «Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal mañera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos» (Hch 19:15-16; cp. Mat 7:21-23).
El exorcismo es una práctica peligrosa a menos que el exorcista esté ungido por el Espíritu Santo. La noticia de lo sucedido se esparció rápidamente por toda la ciudad y resultó en gran bendición, pues muchos creyentes que habían estado practicando la magia confesaron sus hechos. El valor de los libros sobre magia que entregaron y se quemaron públicamente era de cincuenta mil monedas de plata (el autor le da un valor actual de US$10.000).
c. Los defensores de Diana (Hch 19:21-41). Pablo se sintió dirigido por el Espíritu a regresar a Jerusalén y a hacer planes para visitar Grecia en el viaje de retomo. A este fin envía a Timoteo y a Erasto con antelación con el propósito de encontrarse con él en Grecia.
Por este tiempo se produjo un gran alboroto instigado por un platero llamado Demetrio, cuyo negocio de fabricar templecillos de la diosa Diana se veía amenazado por causa de la predicación de Pablo. No tardando mucho el gran anfiteatro de la ciudad (con capacidad de acomodar a 25.000 personas) se llena de gente que grita histérica durante dos horas ininterrumpidas: «Grande es Diana de los Efesios» (Hch 19:34). El templo de Diana (el nombre griego era Artemis) era una de las siete maravillas del mundo antiguo. La imagen dentro del templo era la de una escultura de mujer con muchos pechos que significaba la fertilidad de la naturaleza. Se decía que la piedra original que había servido para esculpir la imagen había caído del cielo, lo que ha llevado a algunos historiadores a creer que pudo haber sido un meteorito.
Pablo está decidido a aparecer en el anfiteatro, para acompañar a algunos creyentes que habían sido arrastrados allí, pero le persuaden a no hacerlo en el último minuto. Después de un tiempo de razonar, el secretario municipal de Éfeso convence a la multitud a solucionar el pleito en los tribunales y así logra que el populacho se disperse. Pablo escribió en este tiempo 1 y 2 a los Corintios.
6. Pablo en Troas (Hch 20:1-12).
a. El apóstol pasa tres meses en Grecia, y cuando se dispone a embarcarse para Siria se entera de una conjura contra su vida organizada por los judíos, por lo que decide encaminarse al norte hacia Macedonia. Durante este tiempo escribe su carta a los Romanos.
b. Timoteo le acompaña en la primera parte del viaje y recoge a Lucas en Filipos.
c. En Troas un joven llamado Eutico cae accidentalmente y se mata, al quedarse dormido sentado en una ventana durante un sermón de medianoche predicado por Pablo. Para alivio de todos Pablo lo resucita y continúa su sermón. Al amanecer parte para Jerusalén.
Nota: Es especialmente significativa en esta porción de la Escritura la frase «el primer día de la semana» (Hch 20:7). La New Scofield Bible observa:
«Aunque Pablo estuvo en Troas siete días (v. Hch 20:6), parece que ni él ni la iglesia se reunieron para partir el pan hasta el primer día de la semana (v. Hch 20:7).
El hecho de que Pablo y otros asistieran algunas veces a los servicios en la sinagoga judía en sábado (Hch 17:1-3), no prueba que la iglesia apostólica guardara el día séptimo como día especial de adoración. Lo único que muestra es que los primeros misioneros llevaban el mensaje del evangelio a todo lugar donde encontraron personas reunidas (Hch 5:19-20; Hch 13:5; Hch 16:13; Hch 16:25-33; Hch 17:17; Hch 17:19; Hch 17:22; Hch 18:7; Hch 19:9; Hch 25:6; Hch 25:23). Este testimonio era llevado a cabo diariamente (Hch 2:47; Hch 17:17; Hch 19:9) en todas las formas posibles (1Co 9:19-22). Las primeras iglesias fueron advertidas específicamente de no someterse a la esclavitud de ninguna observancia legalista del día sábado (Col 2:16; cp. Gál 4:9-11). Por otro lado, en el ejercicio de su libertad cristiana (Rom 14:5-6), estas mismas iglesias eligieron voluntariamente el primer día de la semana como el tiempo apropiado para la comunión y la adoración (Hch 20:7; 1Co 16:2), el día en que el Señor resucitó y apareció repetidamente a sus discípulos (Jua 20:19-29). Era un día nuevo para un pueblo nuevo que pertenecía a una nueva creación (2Co 5:17), un día de conmemoración y gozo (Mat 28:9), servicio (Mat 28:10), y descanso espiritual (Heb 4:9-10).
La observancia de este primer día de la semana aparece corroborado en los escritos de los primeros padres de la iglesia: Bernabé (100 a.C.), Ignacio (107 a.C.), Justino Mártir (145–150 a. C.), e Ireneo (155–202 a.C.). El edicto de Laodicea (siglo iv a.C.) no cambió el día de adoración del séptimo al primer día de la semana, como algunas veces se ha alegado, sino más bien puso el sello oficial de aprobación a la observancia de una práctica de mucho tiempo en las primeras iglesias.» (New Scofield Bible, pp. 1194, 1195.)
7. Pablo en Mileto (Hch 20:13-38).
a. Estando aquí Pablo envía a llamar a los ancianos de Éfeso, los cuales se apresuran a encontrarse con él en Mileto durante una parada del barco. En esta ocasión Pablo pronuncia su tercer discurso importante que conservamos.
(1) El primero fue dirigido a los judíos en Pisidia (Hch 13:16-41).
(2) El segundo fue a los gentiles en Atenas (Hch 17:22-31)
(3) El tercero lo tenemos aquí, fue dirigido a la iglesia (Hch 20:18-35).
b. Pablo desarrolla su discurso en forma triple:
(1) Repasa el pasado:
(a) Con muchas lágrimas y trabajo había servido al Señor durante tres años en Éfeso (Hch 20:19; Hch 20:31; véase también 2Co 2:4).
(b) Les había enseñado «públicamente y por las casas» acerca de la gracia de Dios para los pecadores y los santos (Hch 20:20-21). Es muy significativo el hecho de que el teólogo más famoso del mundo fue también un gran ganador de almas.
(c) Les había anunciado «todo el consejo de Dios» (Hch 20:27).
(d) «Ni plata ni oro ni vestido de nadie» había codiciado (Hch 20:33). Notemos su testimonio aquí:
«Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir» (Hch 20:34-35). Nota: Esta declaración no la encontramos en el relato de los cuatro evangelios (aunque quizá esté implícita en Lev 14:12). Su propia vida, por supuesto, lo ejemplifica. (Véanse 2Co 8:9; Efe 5:2; Flp 2:5-8; y también Jua 21:25.)
(e) Él podía, por consiguiente, decir con confianza: «Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpió de la sangre de todos» (Hch 20:26).
(2) Examina el presente:
(a) Su situación: «Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer» (Hch 20:22).
(b) La situación de ellos: «Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre» (Hch 20:28).
(3) Contempla el futuro:
(a) Pablo ora para que pueda acabar su carrera con gozo (Hch 20:24). Esto ciertamente fue así (2Ti 4:7).
(b) Entonces les hace una advertencia: «Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos» (Hch 20:29-30).
Pablo le escribiría tiempo después a Timoteo, quien estaba en Éfeso, acerca de estos «lobos rapaces» (1Ti 1:3-7). Su profecía concerniente a la apostasía de algunos de «vosotros mismos» fue tristemente cumplida por hombres como Himeneo, Alejandro, Fileto y otros. (Véanse 1Ti 1:20; 2Ti 2:17.) Pablo seguidamente los encomienda a la gracia de Dios y al Dios de la gracia (Hch 20:32). Después de un emotivo tiempo de oración, se despide de ellos y sube a bordo de la nave.
8. La parada en Tiro (Hch 21:1-6). Pablo tiene que esperar siete días aquí a que descarguen el barco. Fue advertido en este momento por el Espíritu de Dios «que no subiese a Jerusalén» (Hch 21:4).
Parece como si el apóstol no hubiera percibido en este caso la voluntad de Dios, pues ya había sido advertido por el Señor desde el principio de su ministerio: «Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí» (Hch 22:18).
La motivación de Pablo para ir a Jerusalén en esta ocasión parece haber sido su gran amor por su pueblo (Rom 9:1-5), y su esperanza de que la ofrenda de amor de las iglesias gentiles, enviada por medio de él para los creyentes pobres de Jerusalén (Rom 15:25-28 ), abriera los corazones de los creyentes judíos, todavía aferrados a la ley, al evangelio de la gracia de Dios. En cualquier caso, es significativo que esta parada en Jerusalén (aunque breve), es una de las muy pocas en las que no se dio ningún fruto. Después de un tiempo de oración muy valioso, Pablo sale de Tiro y navega para Cesarea.
9. Pablo en Cesárea (Hch 21:7-14).
a. Visita el hogar del evangelista Felipe y sus cuatro hijas solteras, todas las cuales profetizaban. Estas jóvenes son las últimas mencionadas en la Biblia con este don. Otras fueron:
(1) María (Éxo 15:20).
(2) Débora (Jue 4:4).
(3) La esposa de Isaías (Isa 8:3).
(4) Huida (2Re 22:14).
(5) Ana (Luc 2:36).
b. Dios le advierte de nuevo en relación con su viaje a Jerusalén y lo hace ahora por medio del profeta Agabo, que ilustra el trato que Pablo va a recibir allá mediante el acto de atarse los pies y las manos con el cinto del apóstol. Otros creyentes se unen a Agabo para rogar a Pablo que no vaya. c. Conteniendo las lágrimas, les responde: «¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús» (Hch 21:13).
10. Pablo en Jerusalén (Hch 21:15, Hch 23:30).
a. Santiago y los ancianos de la iglesia en Jerusalén se regocijan cuando Pablo relata cómo Dios ha bendecido sus viajes misioneros al mundo gentil.
b. Le informan acerca de un rumor que se había esparcido entre los cristianos judíos en Jerusalén de que él anda enseñando «a todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos, ni observen las costumbres» (Hch 21:21).
c. A fin de probar que aquello no era cierto, le aconsejan que se someta al voto judío de rasurarse la cabeza y ayude con los gastos de cuatro hombres que estaban en la misma situación (Hch 21:22-25).
d. Pablo acepta el consejo, pero cuando días después unos judíos de Asia le ven en el templo con los cuatro hombres sacan la conclusión errónea de que estaba metiendo gentiles en aquel lugar sagrado y organizan un gran alboroto (Hch 21:26-29).
e. El tribuno de la compañía de soldados romanos de la ciudad lo salva de una muerte cierta y lo lleva a la fortaleza (Hch 21:31-34).
f. Después de convencer al tribuno de que él no era un sedicioso egipcio perseguido por la ley, éste le permite hablar a la multitud (Hch 21:35-40). Notemos que Pablo se defiende ante el pueblo en las mismas gradas en las que Pilato había condenado a Jesús veintiséis años atrás. En realidad, los gritos del populacho son parecidos (Luc 23:18, cp. con Hch 21:36).
g. Les relata brevemente su conversión a Cristo en el camino a Damasco.
h. La multitud mantiene un silencio hostil (mientras les habla en hebreo) hasta que menciona su llamamiento divino a los gentiles. Nada más oír aquella aborrecida palabra empiezan a gritar con gran furia (Hch 22:21-23).
i. Meten a Pablo rápidamente dentro de la fortaleza y se disponen a azotarle para hacerle confesar los delitos cometidos, pero se libra de ello al declarar al tribuno que es ciudadano romano (Hch 22:24-29).
j. Al día siguiente llevan a Pablo ante el sanedrín para que se defienda a sí mismo. Notamos ahora:
(1) La represalia contra Pablo (Hch 23:1-2). Por orden del sumo sacerdote, abofetean a Pablo en la boca, como una vez hicieron con el Señor (Jua 18:22).
(2) El desquite del apóstol (Hch 23:3). «¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y quebrantando la ley me mandas golpear?»
La expresión «pared blanqueada» habla de una pared tambaleante cuya situación precaria se ha camuflado mediante una generosa capa de pintura. El sentido es que, aunque él tenía una alta posición, un día caería. Y de hecho, fue asesinado ocho años más tarde.
(3) El pesar de Pablo (Hch 23:4-5). Aparentemente el apóstol no se había dado cuenta del todo de que estaba hablando con el sumo sacerdote, y pide disculpas por haber hablado mal contra él.
(4) El ardid de Pablo (Hch 23:6-10). Se identifica a sí mismo como fariseo y creyente en la resurrección de los muertos, lo que causa inmediatamente una división en el concilio, compuesto de fariseos y de saduceos que negaban la resurrección. Se produce tan gran disensión entre ellos que el tribuno ordena que saquen a Pablo de allí.
(5) La revelación a Pablo (Hch 23:11).
«Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.» Nota: Pablo había expresado frecuente el deseo de ir a Roma (Rom 1:13). En Éfeso llegó a trazar planes concretos para el viaje, pero en este momento no estaba seguro de que saliera vivo de la experiencia de Jerusalén (Rom 15:31-32). Pero ahora, por primera vez, Dios lo había dicho.
(6) El rescate de Pablo (Hch 23:12-30). Un sobrino de Pablo se entera del complot que tramaban cuarenta fanáticos judíos para matar al apóstol, quienes se «juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo» (Hch 23:12). El tribuno ordena trasladar aquella misma noche a Pablo a Cesárea, protegido por 470 hombres armados. Envía antes una carta al gobernador Félix dándole una explicación razonada de lo que pasaba con el prisionero.
11. Pablo en Cesárea (Hch 23:31; Hch 26:32).
a. Ante Félix (Hch 23:31; Hch 24:27). El gobernador era conocido, tanto a nivel oficial como personal, por su mala conducta. El historiador romano Tácito escribió: «Félix, entregándose a toda clase de barbarie y de vicio, ejerció el poder como un rey con el espíritu de un esclavo.» A Félix lo encontraron culpable, tiempo después, del asesinato de Jonatán, el sumo sacerdote judío, hijo de Anás.
(1) El sumo sacerdote judío usa los servicios de Tértulo, un abogado profesional muy astuto, para acusar a Pablo ante Félix. Los cargos de que le acusan son:
(a) Traición. Le acusan de perturbar la paz y crear disensiones políticas no sólo en Jerusalén sino en todo el mundo.
(b) Herejía religiosa.
(c) Profanación del templo.
(2) Le permiten a Pablo responder a estas acusaciones falsas.
(a) Contesta a la primera alegando que había estado en Jerusalén solamente doce días y que no era posible haber creado tanta perturbación en tan poco tiempo.
(b) En relación con la segunda acusación, muestra que él en realidad era más ortodoxo que algunos miembros del sanedrín que negaban la doctrina de la resurrección del Antiguo Testamento (véase Dan 12:2).
(c) Y acerca de la tercera, recuerda al tribunal que los judíos en Jerusalén no pudieron demostrar la veracidad de la misma.
(3) Félix decide aplazar la sentencia hasta que reciba el testimonio oficial de Lisias, el tribuno que había arrestado a Pablo.
(4) Poco después, Pablo tuvo la oportunidad de dar testimonio del evangelio ante Félix y su mujer, Drusila. La joven esposa, de apenas veinte años, era la hija más joven de Herodes Agripa (el asesino de Santiago, Hch 12:1-2), y hermana de Agripa II y de Berenice, mencionados en Hch 25:13. Ella había abandonado a un rey pagano de Siria para casarse con Félix. (Drusila murió veintiún años después en la erupción del Vesubio.) Lucas nos dejó el testimonio escrito de esta predicación:
«Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te Hamaré» (Hch 24:25).
b. Ante Festo (Hch 25:1-12). En el año 58 hubo un tumulto de paganos y judíos en Cesárea, y los soldados de Félix actuaron con tanta violencia que enfureció a los judíos, quienes lograron su destitución. Fue sucedido por Festo.
(1) Festo resistió la presión de los judíos para que llevara a Pablo a Jerusalén, quienes planeaban matarle en el camino.
(2) Una vez más, un equipo de expertos judíos va hasta Cesárea para presentar oficialmente las acusaciones contra el apóstol.
(3) Presintiendo que Festo cedería ante los judíos para llevarle a Jerusalén (lo que significaría sin duda su muerte), Pablo apela a César (Hch 25:11). Al César a quien Pablo apelaba era Nerón, quien empezó a reinar en el 54 a.C. Sus primeros años fueron moderados, y no dio señales de las crueldades que luego mostraría.
c. Ante Agripa (Hch 25:13; Hch 26:32). Agripa II, hijo de Herodes Agripa, y Berenice fueron a Cesárea para saludar a Festo y a Drusila.
Berenice era la hermana de ambos, Drusila y Agripa II.
(1) Al saber acerca de Pablo por medio de Festo, Agripa III solicitó una audiencia con tan famoso prisionero.
En consecuencia, llevan a Pablo encadenado ante Agripa, quien les habla de Cristo. Empieza relatando su experiencia de conversión, que incluye:
(a) Su primera capacitación religiosa en Tarso.
(b) Su terrible persecución de los cristianos.
(c) Su conversión en el camino a Damasco.
(d) Su llamamiento a ser el apóstol de los gentiles. Pablo concluye con las siguientes palabras (Hch 26:22-23):
«Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.»
(2) Festo le interrumpió bruscamente en este momento, diciéndole: «Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco» (Hch 26:24). Pablo pasa rápidamente por alto este arranque y presiona a Agripa a tomar una decisión. El sorprendido rey, responde: «Por poco me persuades a ser cristiano» (Hch 26:28).
Nota: No podemos determinar por este versículo que Agripa había llegado al punto de aceptar a Cristo. El texto griego, dice: «En resumidas cuentas, estás tratando de que me
haga cristiano.» El rey pudo querer decir que no podía quedar convencido en tan poco tiempo.
(3) Cuando ya se habían llevado a Pablo de la sala, Agripa se vuelve a Festo y le dice: «Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César» (Hch 26:32). Esto, por supuesto, no era verdad, porque Festo había ya dado a conocer su plan de llevarlo a Jerusalén (Hch 25:9), lo que hubiera significado la muerte segura de Pablo.
(4) Podemos hacer en este momento una comparación útil entre el Saúl del Antiguo testamento y el Saulo del Nuevo.
(a) El Saúl del Antiguo Testamento era alto e impresionante, pero el Saulo del Nuevo era probablemente pequeño y de poca apariencia (1Sa 9:2; cp. Gál 4:13-14; 2Co 10:10).
(b) Ambos eran de la tribu de Benjamín (1Sa 9:1-2; Flp 3:5).
(c) El Saúl del Antiguo Testamento empezó como amigo de Dios, pero terminó como su enemigo. El Saulo del Nuevo fue lo opuesto (1Sa 10:1-27; 1Sa 31:1-13; Hch 9:1-43; 2Ti 4:1-22).
(d) En la hora de la muerte el Saúl del Antiguo Testamento buscó a la adivina de Endor, mientras que el Saulo del Nuevo clamaba por la Palabra de Dios (1Sa 28:7; 2Ti 4:13).
(e) El Saúl del Antiguo Testamento se quitó la vida llena de temor, mientras que el Saulo del Nuevo dio su vida llena de esperanza (1Sa 31:4; 2Ti 4:6-8).
(f) La vida del Saúl del Antiguo Testamento se caracterizó por la desobediencia, mientras que la del Saulo del Nuevo por la obediencia (1Sa 13:13; 1Sa 15:22-23). «Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial» (Hch 26:19).
12. Pablo de camino a Roma (caps. Hch 27:1-44; Hch 28:1-31).
a. Lucas se une ahora a Pablo, quien es embarcado junto con otros prisioneros en una nave que se dirigía al oeste, bajo la custodia del centurión-Julio, un miembro de la guardia imperial. Este oficial romano trató más tarde a Pablo con respeto y bondad (Hch 27:1-3).
b. Después de una navegación difícil, llegaron a Buenos Puertos, en el sur de Creta.
Ya estaba avanzado el otoño y era el tiempo (14 septiembre all noviembre) en que los antiguos consideraban peligrosa la navegación, y después de esa fecha procuraban no adentrarse en alta mar. A pesar de tal conocimiento y de las protestas de Pablo (quien ya había estado en otros naufragios, véase 2Co 11:25), el patrón de la nave se decide a navegar hasta Fenice para invernar allí.
c. Sin embargo, pronto quedaron atrapados en medio de un viento huracanado llamado Euroclidón. Lucas nos dejó en Hch 27:16-20 uno de las más vividas descripciones de una tormenta en el mar.
(1) La nave fue arrebatada por el viento y llevada mar adentro, quedando descontrolada.
(2) Los atemorizados marineros usaron sogas para reforzar el barco.
(3) Como al día siguiente la tempestad era todavía más fuerte empezaron a arrojar al mar la carga del barco.
(4) Y al tercer día se deshicieron también de los aparejos de la nave.
(5) Después de catorce días de gran peligro, Lucas escribe: «Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos» (Hch 27:20).
d. Repentinamente el valeroso apóstol de Dios se pone en pie en la cubierta y anuncia:
«Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida. Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida en vosotros, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho» (Hch 27:21-25).
e. Más tarde advierte a los marineros que deben quedar abordo (y no intentar escapar en el bote salvavidas), y anima a todos a comer, dando públicamente gracias por su pan. Pronto las 276 personas a bordo empiezan a comer (Hch 27:36).
f. Al amanecer la nave encalla en un banco de arena y queda inmóvil. Julio niega a los soldados el permiso de matar a los prisioneros a menos que intenten escapar, y ordena que todos abandonen la nave y naden hasta la cercana isla de Malta, donde pronto todos se hallan a salvo en la playa (Hch 27:44).
g. La gente de Malta los trata con gran compasión y enciendan una hoguera en la playa para que se calienten.
h. A Pablo le muerde en la mano una serpiente venenosa que estaba escondida entre la leña que había ayudado a recoger para el fuego. Para sorpresa de todos no sufre malestar alguno (Hch 28:6). Este suceso fue un cumplimiento directo de la profecía de Cristo en Mar 16:18 y Luc 10:19.
i. Durante los tres meses que tienen que permanecer allí, Pablo sana a muchos enfermos, incluido el padre de Publio, el gobernador de la isla, que estaba enfermo con fiebre.
j. A principio de la primavera abordan otro barco y emprenden viaje para Roma. Pablo es recibido por algunos creyentes romanos en el Foro de Apio a 43 millas (68 km) de Roma y en Tres Tabernas a 35 millas (56 km) de la capital.
Nota: La frase en Hch 28:15 «salieron a recibirnos», es la misma expresión que encontramos en relación con el rapto de los creyentes que se usa en 1Ts 4:17, donde leemos «para recibir al Señor en el aire». Es el término usado generalmente por una delegación que ha salido a dar la bienvenida a un visitante oficial y a quien acompañan a la ciudad.
k. Pablo al fin llega a Roma y se le concede gran libertad, siendo vigilado solamente por un soldado.
l. Poco después de su llegada reúne a los líderes judíos locales y les explica quién es y por qué está en Roma apelando a César. Los judíos se interesan por escuchar el mensaje acerca de Cristo y como resultado unos lo aceptan y otros, por supuesto, no. Esta sería la última de las siete defensas de su ministerio que hizo el apóstol y que tenemos recogidas en el Nuevo Testamento.
Las otras son:
(1) Ante la multitud en Jerusalén (Hch 22:1-23).
(2) Ante el tribuno (Hch 22:24-30).
(3) Ante el sanedrín (Hch 23:1-10).
(4) Ante Félix (Hch 24:10-23).
(5) Ante Festo (Hch 25:8-12).
(6) Ante Agripa (Hch 26:1-32).
m. Pablo cita Isa 6:9-10 para los judíos que no creen al evangelio, referencia que también fue usada dos veces por Jesús (Mat 13:14-15; Mar 4:12; Luc 8:10) y por Juan (Jua 12:40-41). Pablo ya lo había usado en su epístola a los Romanos (Rom 11:8).
n. Lucas termina su extraordinario relato de la siguiente manera:
«Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos
los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimentos» (Hch 27:30-31). Durante este tiempo Pablo escribe las cartas a los Efesios, Colosenses, Filemón y Filipenses.
Nota: La mayoría de los estudiosos de la Biblia creen que el apóstol quedó en libertad en esta ocasión y viajó una vez más por distintos lugares predicando a Cristo, hasta su arresto final y martirio. Fue durante su segundo encarcelamiento en Roma que escribió 1 y 2 Timoteo y lito.
Fuente: Auxiliar Bíblico Portavoz
INTRODUCCIÓN
1. Aspectos generales
En la introducción al tercer evangelio quedó claro que el libro de los Hechos de los Apóstoles ha de ser considerado como la segunda parte de una obra conjunta que la tradición cristiana, prácticamente sin fisuras, ha atribuido a un cristiano del último tercio del siglo I llamado Lucas. En consecuencia, lo dicho allí sobre las características generales y estado primitivo de la obra, sobre su finalidad, el autor y los destinatarios es plenamente válido para esta introducción.
Debemos señalar, en primer lugar, que el título que actualmente lleva el libro — Hechos de los Apóstoles — no es original, aunque con ligeras variantes se remonta, como mínimo, a la segunda mitad del siglo II. Por otra parte, dicho título tampoco responde al contenido básico del libro. En efecto, el grupo de los doce apóstoles en conjunto sólo se menciona de pasada en los primeros capítulos. Inmediatamente el protagonismo pasa a Pedro que ocupa el primer plano de la escena en la primera parte de la obra. Del resto de los apóstoles, sólo los hijos de Zebedeo — Juan y Santiago — tienen una cierta y esporádica cabida (siempre a la sombra de Pedro) en el relato (Hch 3:1-4; Hch 3:11; Hch 4:1-15; Hch 4:23; Hch 8:14-17; Hch 8:25; Hch 12:1-2). A partir del capítulo Hch 13:1-52 el protagonista del libro es Pablo, a quien Lucas admira, pero a quien no aplica nunca el apelativo de apóstol. Con razón, pues, se ha dicho que el título adecuado para esta parte de la obra de Lucas podría ser Historia de los Orígenes Cristianos, o bien, Hechos del Espíritu, si consideramos que el Espíritu Santo es, sin lugar a dudas, el verdadero y profundo protagonista de toda la obra lucana.
El texto griego del libro de los Hechos (en adelante se utilizará preferentemente la abreviatura Hch) se ha transmitido en dos principales formas: a) el llamado texto alejandrino o egipcio, representado por importantes y valiosos papiros y códices; es un texto breve y sobrio, los críticos lo consideran más cercano al original, y suele ser utilizado como base para ediciones críticas; y b) el texto llamado occidental (tal vez por haber sido copiado en Occidente y conservado durante varios siglos en Lyón) representado por una tradición manuscrita de menor peso, pero de ninguna manera desdeñable; es un texto que introduce numerosas adiciones con respecto al anterior, trata de corregir inexactitudes, las citas del AT son menos cercanas a los LXX, tiende a resaltar las figuras de Pedro y Pablo, es abiertamente antijudío y subraya más todavía, si fuera posible, la actividad del Espíritu Santo. La inmensa mayoría de las traducciones modernas — y la presente no es una excepción — utilizan el texto alejandrino como principal punto de referencia.
La autoría de Lucas, reconocida de forma unánime por la tradición, ha suscitado últimamente algunas reservas, pero nadie ha presentado una alternativa consistente. La opinión hoy más común es que toda la obra — Evangelio y Hechos — habría sido escrita en la década de los 80 y en un lugar fuera de Palestina, sin que sea posible concretar mucho más.
2. Dimensión literaria. Proceso de composición
La calidad literaria de Hch puede calificarse de excelente. Resiste con holgura la comparación con otros importantes escritos profanos de la época helenística y, dentro del NT, sólo el propio tercer evangelio, el escrito a los Hebreos y algunos pasajes de las cartas paulinas pueden colocarse a su altura. Lucas es un magnífico narrador que, imitando el estilo de los LXX, construye con soltura y elegancia. Sabe alternar oportunamente los diversos niveles del lenguaje, desde el más popular al más elevado, y esto hace que Hch, donde podríamos decir que escribe con más libertad literaria que en el caso del Evangelio, la redacción resulte, si cabe, más pulida y brillante.
Por lo que se refiere al proceso de composición, Hch constituye una novedad dentro de la literatura cristiana del siglo I. Su autor no dispuso de un modelo previo como en el caso del Evangelio, primera parte de la obra. Pero sí tuvo a mano la necesaria información y, dado el método de trabajo que el propio Lucas nos revela en el prólogo a toda su obra (Luc 1:1-4), nos hace suponer que también para componer la segunda parte se sirvió de fuentes que pudieron ser tanto orales como escritas. Entre estas últimas, se sugiere la existencia de una fuente jerosolimitana y otra antioquena para los primeros quince capítulos de libro. Y sobre todo, para la segunda parte del libro (Hch 16:1-40 — Hch 28:1-31), se ha propuesto la utilización por parte de Lucas de un hipotético diario de viajes escrito por el propio Lucas o por otro compañero de Pablo (¿Silas, tal vez?). A este diario pertenecerían las célebres “secciones nosotros”, cuatro pasajes, especialmente relacionados con travesías marítimas (Hch 16:10-17; Hch 20:5-15; Hch 21:1-18; Hch 27:1 — Hch 28:16), en los que el narrador pasa sorprendentemente de narrar en tercera persona a hacerlo en primera persona del plural. Puede pensarse en apuntes del mismo autor del libro que habría formado parte del grupo apostólico de Pablo en estas concretas ocasiones, o tal vez mejor, en apuntes de otro acompañante de Pablo que llegaron a manos del autor de Hch y que este no dudó en utilizar.
En todo caso, el autor de Hch contó con una abundante información, tanto escrita como oral, con la que elaboró un peculiar y personalísimo género literario que podemos denominar historia teológica o teología narrativa. Un género literario al que el autor ha dado forma a base de entretejer hábilmente una amplia serie de relatos, discursos y sumarios. La cuidadosa disposición de estos tres elementos, desiguales en extensión pero igualmente importantes en la estructura global del libro, constituye el hilo conductor de toda la trama.
Los relatos ocupan la mayor parte de la obra — dos terceras partes — , pero no pretenden agotar los acontecimientos que tuvieron lugar en aquellos primeros años de la Iglesia. El autor ha llevado a cabo una significativa selección de los acontecimientos y personajes más representativos desde su particular perspectiva teológica y desde la finalidad que pretende con el libro.
Los discursos (veinticuatro en total, que ocupan casi una tercera parte del libro) son el instrumento a través del cual el autor transmite y explica sus convicciones teológicas. Puestos en boca de todo tipo de personas, y en lugares claves del relato, hacen que el lector profundice en el sentido de los acontecimientos y descubra en ellos el mensaje que se quiere transmitir, a saber, la muerte y resurrección de Jesucristo como fuente y camino de salvación para todos los seres humanos.
Y finalmente los sumarios, breves resúmenes de la vida comunitaria que están presentes sobre todo en la primera parte del libro (Hch 2:42-47; Hch 4:32-35; Hch 5:12-16; Hch 9:31; Hch 6:7; Hch 12:24; Hch 16:5). No cabe duda de que son una elaboración del autor; con ellos quiere, por una parte, ofrecer a los lectores pausas de reflexión para que profundicen en el mensaje; y por otra, los convierte en medios privilegiados para presentar su visión de cómo debería ser la comunidad cristiana ideal, la de entonces y la de todos los tiempos.
3. Valor histórico
Hemos definido Hch como una historia teológica o una teología narrativa. Esto significa que el autor no pretende elaborar sin más una crónica histórica de la primitiva comunidad cristiana, ni buscar información exhaustiva sobre ella. Selecciona, más bien, episodios y personajes, con frecuencia los idealiza y, en otros casos, los simplifica y esquematiza. De ahí que Hch no pueda ser considerado como un simple tratado de historia, y menos aún debe pretenderse que responda a nuestro actual concepto científico de la historia. Tomar siempre al pie de la letra sus “aparentes” informaciones, puede resultar peligroso y desorientador. Por otra parte, no deben pasarse por alto los significativos silencios de Hch. Nada dice, por ejemplo, de la fundación de iglesias tan importantes como la de Alejandría o la de Roma, nada sobre la actividad apostólica de Pedro fuera de Palestina, nada sobre las tormentosas relaciones entre Pablo y las comunidades de Corinto y Galacia. Sean cuales sean los motivos de este silencio, el hecho es incuestionable y demuestra que Hch no es ni una historia total de la primitiva Iglesia cristiana, ni tampoco una biografía completa de Pablo.
Todo esto es cierto, pero en modo alguno debe conducir a posturas extremas que presenten a Hch como una abierta falsificación tendenciosa o, en el mejor de los casos, como una obra con buenas intenciones pero muy mal informada. Frente al radicalismo crítico del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, hoy prevalece la idea de que Hch es, en líneas generales, históricamente fiable; su autor escribe como teólogo, pero también como historiador, pues la auténtica historia es indispensable para una correcta teología.
Por lo que respecta a la imagen de Pablo en Hch, los mismos autores que teóricamente parecen desconfiar de los datos de Hch, luego en la práctica los utilizan con menos reservas de las señaladas en principio. Aunque con ribetes apologéticos y un tanto idealizadores, la figura histórica de Pablo que se desprende de Hch es correcta y coincide substancialmente con la de las propias cartas del Apóstol. A todo esto habría que añadir una amplia serie de datos consignados en Hch que están básicamente de acuerdo con lo que sabemos por otras fuentes no bíblicas sobre el funcionamiento de aquella sociedad grecorromana. No existen, pues, razones de peso para poner en entredicho el valor histórico fundamental de Hch.
4. Mensaje y contenido
Hch es el testimonio documental de cómo, a través de la acción del Espíritu, la salvación traída por Jesucristo se hace presente y operativa en la primitiva Iglesia cristiana, comunidad fraternal de fe, y llega a penetrar en el corazón mismo del mundo pagano. Además de esto, el autor trata de demostrar que la nueva religión — el nuevo “camino” — no pretende conculcar las leyes del imperio romano, sino más bien tender puentes de aproximación y crear lazos de colaboración y entendimiento. La figura y la acción misionera de Pablo es, al respecto, emblemática.
Así pues, Hch es ante todo una especie de memoria-testimonio sobre la obra realizada por el Espíritu Santo en los primeros años de la Iglesia. El Espíritu prometido (Hch 1:5; Hch 2:16-21; ver Luc 24:49) y enviado (Hch 2:1-4) es el verdadero protagonista del libro y el auténtico artífice de la extensión del mensaje cristiano hasta los confines del Imperio. Los personajes — Pedro, Esteban, Felipe, Bernabé, Apolo, Pablo, etc. — , aparecen y desaparecen; el Espíritu está siempre alentando y vivificando a la Iglesia. Con razón podemos hablar de Hch como de Evangelio del Espíritu Santo o Hechos del Espíritu.
Por su parte, la acción del Espíritu consiste primordialmente en hacer de los discípulos de Jesús testigos privilegiados del acontecimiento central de la historia, que no es otro sino la salvación traída por Jesús. A través de estos testigos, que lo son no sólo mediante palabras sino también a través de signos prodigiosos (Hch 3:1-10; Hch 5:1-16; Hch 8:6-7; Hch 9:32-41; Hch 12:6-11; Hch 13:11; Hch 14:8-20; Hch 16:25-26; Hch 20:9-12; ver Luc 24:49), la salvación de Jesús va llegando a los más diversos ambientes y lugares, y se convierte en mensaje que interpela a individuos y grupos. Este ofrecimiento de salvación a través de la predicación apostólica es aceptado por unos y rechazado por otros. En realidad, tanto los apóstoles como los demás misioneros cristianos son plenamente conscientes de que su condición de servidores de la palabra (Hch 6:4) les acarreará permanentes dificultades y sufrimientos. Pero eso no va a ser obstáculo para que, llenos de alegría y sin miedo alguno, proclamen el mensaje de salvación por todas partes, desde Jerusalén hasta Roma, cumpliendo así el encargo de Jesús (Hch 1:8).
El resultado de esta acción conjunta — presencia del Espíritu y actividad misionera de los testigos — es la formación y crecimiento imparable de la Iglesia cristiana como comunidad de salvación. Hch da testimonio de ello desde la primera hasta la última página. Todo en él tiene una referencia comunitaria; todo se hace desde una experiencia de fraternidad y participación (Hch 2:42-46; Hch 4:32-35; Hch 11:27-30). De esta manera la Iglesia nacida en Pentecostés se constituye en el nuevo pueblo adquirido por Dios (Hch 15:14; Hch 18:10), en la comunidad universal de salvación y de fe que se concreta en las múltiples y variopintas iglesias locales: Jerusalén, Samaría, Antioquía, Filipos, Tesalónica, Corinto, Éfeso, Roma.
Subrayemos, finalmente, que el autor de Hch ha querido compendiar todo este proceso de formación y crecimiento de la Iglesia en la preciosa imagen del camino (Hch 9:2; Hch 13:10; Hch 16:17; Hch 18:25-26; Hch 19:9; Hch 19:23; Hch 22:4; Hch 24:14; Hch 24:22). Recuerda así Lucas a los creyentes de entonces y de todos los tiempos la condición itinerante del cristiano: la Iglesia no es una realidad anquilosada e inmóvil, sino dinámica y en permanente actitud de crecimiento y de marcha. La historia que Lucas cuenta no termina en el capítulo Hch 28:1-31 de Hch, que por otra parte no deja de ser un sorprendente final para un relato que parecería tener a Pablo como protagonista. ¿Por qué no nos dice en qué paró la situación de Pablo prisionero y en espera de un juicio ante los tribunales del emperador? Pues porque el verdadero protagonista del libro no es el mensajero, sino el mensaje; y lo mismo que el mensaje tenía que llegar, y llegó, hasta los confines de la tierra, la historia queda abierta para que llegue también, por los “caminos” que Dios quiera, hasta el final de los tiempos, cuando Jesús vuelva a clausurar esa historia de salvación.
5. Estructura y división
En épocas pasadas se ha propuesto dividir el libro de Hch en dos grandes partes atendiendo, bien al programa misionero (misión a los judíos-misión a los paganos) que se sugiere en Hch 2:39, bien a los dos principales protagonistas del libro que son Pedro y Pablo. Estos criterios tienen valor y en cierta manera el autor los ha debido tener en cuenta a la hora de estructurar esta parte de la obra. Pero son insuficientes para explicar el orden interno del libro en su conjunto. Por eso hoy se acude a una combinación de criterios geográficos, literarios y teológicos que tienen como punto de arranque el texto programático de Hch 1:8 con sus tres elementos: la fuerza del Espíritu, los testigos de la palabra, y el camino que ha de recorrer el mensaje. La repetida mención de estos tres elementos en puntos estratégicos del libro, nos conduce a la siguiente división:
— Introducción (Hch 1:1-26)
I. — TESTIGOS EN JERUSALÉN (Hch 2:1 — Hch 8:3)
– Derramamiento del Espíritu en Pentecostés (Hch 2:1-43)
– La primera comunidad cristiana (Hch 2:43 — Hch 5:16)
– Primeras persecuciones (Hch 5:17 — Hch 8:3)
II. — TESTIGOS EN JUDEA Y SAMARÍA (Hch 8:4 — Hch 12:25)
– Evangelización de Samaría (Hch 8:4-40)
– Pablo irrumpe en escena (Hch 9:1-31)
– Actividad misionera de Pedro (Hch 9:32 — Hch 12:25)
III. — TESTIGOS HASTA LOS CONFINES DE LA TIERRA (Hch 13:1-52 — Hch 28:1-31)
– Primer viaje misionero de Pablo (Hch 13:1-52 — Hch 14:1-28)
– Asamblea de Jerusalén (Hch 15:1-35)
– Segundo viaje misionero de Pablo y Bernabé (Hch 15:36 — Hch 18:22)
– Tercer viaje misionero de Pablo (Hch 18:23 — Hch 21:16)
– Pablo arrestado en Jerusalén (Hch 21:17 — Hch 23:22)
– Pablo prisionero en Cesarea del Mar (Hch 23:23 — Hch 26:32)
– Pablo trasladado a Roma (Hch 27:1-44 — Hch 28:1-31)
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Luc 1:1.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— Teófilo: Ver nota a Luc 1:3.
— mi primer libro: Es decir, el tercer evangelio en cuanto primera parte de la obra lucana. Ver Introducción, tanto al evangelio de Lucas como al libro de los Hechos.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Prólogo
1 Con el primer relato sin duda el autor se refiere al Evangelio de Luc. Para detalles sobre Teófilo ver el comentario en Luc. 1:3. Si el primer tomo era sobre todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y enseñar, se implica que en este libro aprenderemos lo que él continuó haciendo y enseñando, por medio de la obra de su iglesia y del Espíritu Santo.
2 Casi siempre Lucas reserva el término apóstoles para los doce, y probablemente ése sea el uso aquí reflejado en las palabras de los ángeles a lo que parece ser el mismo grupo de personas en 1:11. 3 Aunque el versículo habla sólo de un período después de haber padecido, en la oración luego es más claro que habla de pruebas de que se presentó vivo, lo que implica que el autor se refiere al sufrimiento y la muerte. Los cuarenta días no se mencionan específicamente en el relato del Evangelio, pero ciertamente es coherente con los hechos que se describen allí. Jesús habló acerca del reino de Dios, aun cuando sus discípulos al parecer seguían pensando en términos del reino de Israel (v. 6, cf. Luc. 24:21).
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
1.1 El libro de Hechos continúa la historia que Lucas empezó en su Evangelio; abarcando los treinta años posteriores a la ascensión de Jesús. En este corto período, la iglesia se estableció y el evangelio de salvación se llevó por el mundo, inclusive a la capital del Imperio Romano. Los predicadores, gente común con debilidades y limitaciones, fueron revestidos de poder por el Espíritu Santo para difundir las buenas noticias al «mundo entero» (17.6). Por Hechos aprendemos sobre la naturaleza de la Iglesia y también a cómo revertir el mundo.1.1 El primer libro de Lucas fue su Evangelio. Lo dedicó también a Teófilo, nombre que significa «uno que ama a Dios». (Véase nota a Luk 1:3.)1.1ss Los versículos 1 al 11 son el nexo entre los hechos narrados en los Evangelios y los que marcan el comienzo de la iglesia primitiva. Jesús pasó cuarenta días enseñando a sus discípulos, los que experimentaron un cambio total. Antes de esto discutieron unos con otros, abandonaron a su Señor y uno de ellos (Pedro) incluso negó que le conocía. Después de una serie de reuniones con el Cristo resucitado, los discípulos hallaron la respuesta a muchas de sus preguntas; llegaron a convencerse en relación con la resurrección, aprendieron del Reino de Dios y la fuente de su poder: el Espíritu Santo. A través de la lectura de la Biblia podemos sentarnos junto al Cristo resucitado en su escuela de discipulado. Creyendo en El recibimos el poder del Espíritu Santo y nos convertimos en personas renovadas. Al reunirnos con otros cristianos en su Iglesia podemos tomar parte en su obra aquí en la tierra.1.1-3 Lucas dice que los discípulos fueron testigos presenciales de todo lo sucedido a Jesucristo, su vida antes de la crucifixión y los cuarenta días posteriores donde les enseñó más acerca del Reino de Dios. Todavía en la actualidad hay personas que dudan de la resurrección de Jesús. Pero El se apareció a sus discípulos en muchas ocasiones luego de su resurrección, probando que estaba vivo. Note el cambio que la resurrección hizo en la vida de los discípulos. Durante el momento de su muerte estaban temerosos, desilusionados e incluso temían por sus vidas. Luego de la resurrección dejaron de temer y arriesgaron todo por esparcir alrededor del mundo las buenas noticias acerca de El. Enfrentaron prisiones, castigo físico, rechazo y martirio, pero nunca comprometieron su misión. Estos hombres no hubieran arriesgado su vida por algo que fuera un fraude. Sabían que Jesús resucitó de la muerte y la iglesia primitiva se encendió con su entusiasmo para proclamar la noticia a otros. Es importante saber que podemos confiar en su testimonio. Veinte siglos después, todavía podemos tener la certeza de que nuestra fe se basa en hechos.1.3 Jesús explicó que con su venida se inauguró el Reino de Dios. Al ascender a los cielos, el Reino de Dios permanecería en los corazones de todos los creyentes mediante la presencia del Espíritu Santo. Pero el Reino de Dios no se desarrollará por completo hasta que Jesús venga de nuevo a juzgar a todas las personas y a quitar todo lo malo del mundo. Antes de que esto suceda, los creyentes deben ocuparse en proclamar el Reino de Dios alrededor del mundo. El libro de Hechos narra cómo empezó esto. Nosotros debemos continuar el trabajo que la iglesia primitiva comenzó.1.4 La Trinidad es una descripción de la relación única del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Si Jesús hubiera permanecido en la tierra, su presencia física habría limitado la difusión del evangelio, ya que físicamente solo podría estar en un solo lugar al mismo tiempo. Después de su ascensión podría estar presente espiritualmente en todo lugar a través del Espíritu Santo. El Espíritu Santo se envió de manera que Dios estuviera con sus seguidores y en ellos después que Jesús ascendió al cielo. Su Espíritu los reconfortaría y guiaría a la verdad, permaneciendo en ellos las palabras de Jesús, dándoles las palabras oportunas y llenándolos con poder (véase Juan 14-16).1.5 En Pentecostés (2.1-4) el Espíritu Santo estuvo a la disposición de todos los que creyeran en Jesús. Nosotros recibimos el Espíritu Santo cuando recibimos a Jesucristo. El bautismo del Espíritu Santo debe entenderse a la luz de su obra total en los cristianos.(1) El Espíritu Santo marca el comienzo de la experiencia cristiana. No podemos pertenecer a Cristo sin su Espíritu (Rom 8:9); no podemos estar unidos a Cristo sin su Espíritu (1Co 6:17); no podemos ser adoptados como sus hijos sin su Espíritu (Rom 8:14-17; Gal 4:6-7); no podemos estar en el cuerpo de Cristo excepto por el Espíritu (1Co 12:13).(2) El Espíritu es el poder de nuestra nueva vida. Empieza el largo proceso de una vida de cambios para asemejarnos más a Cristo (Gal 3:3; Phi 1:6). Cuando recibimos a Cristo por la fe, empezamos una relación personal e inmediata con Dios. El Espíritu Santo obra en nosotros para ayudarnos a ser como Cristo.(3) El Espíritu une comunidades cristianas en Cristo (Eph 2:19-22). Todos pueden experimentar el Espíritu Santo y El obrar a través de todos (1Co 12:11; Eph 4:4).1.6 Durante los años de ministerio de Jesús sobre la tierra, los discípulos se preguntaban continuamente sobre su Reino. ¿Cuándo vendrá? ¿Cuál sería su papel? Desde el punto de vista tradicional, el Mesías sería un conquistador terrenal, que libraría a Israel de Roma. Pero el reino al que se refería Jesús era uno espiritual, establecido en los corazones y vidas de los creyentes (Luk 17:21). La presencia y el poder de Dios permanecen en los creyentes en la persona del Espíritu Santo.1.6, 7 Como otros judíos, los discípulos vivían disgustados al verse sometidos al Imperio Romano. Querían que Jesús liberara a Israel del poder romano y que luego llegara a ser Rey. Jesús explicó que Dios el Padre establece el tiempo en que deben ocurrir los hechos a nivel personal, nacional o mundial. Si usted quiere cambios y ve que Dios no los hace de inmediato, no se impaciente. Confíe en el tiempo de Dios.1.8 El poder del Espíritu Santo no lo limita la energía ordinaria, involucra valor, entrega, confianza, conocimiento, habilidad y autoridad. Los discípulos necesitarían de todo esto para cumplir con su misión. Si usted cree en Jesucristo, puede experimentar el poder del Espíritu Santo en su vida.1.8 Jesucristo prometió a los apóstoles que recibirían el poder para ser testigos después que recibieran el Espíritu Santo. Note el proceso: (1) recibieron el Espíritu Santo; (2) les dio poder; y (3) fueron testigos con resultados extraordinarios. Nosotros a menudo tratamos de invertir el orden y testificamos dependiendo de nuestro propio poder y autoridad. Testificar no es mostrar lo que podemos hacer por Dios, sino mostrar y decir lo que Dios ha hecho por nosotros.1.8 Jesús instruyó a sus discípulos para que fueran testigos a las personas de todas las naciones acerca de El (Mat 28:19-20). Pero se les dijo que debían esperar antes la venida del Espíritu Santo (Luk 24:49). Dios tiene una labor importante que quiere que usted haga en su nombre, pero debe desarrollarla por el poder del Espíritu Santo. A menudo nos gusta cumplir con la tarea, aunque esto signifique ir delante de Dios. Pero algunas veces la espera es parte del plan de Dios. ¿Está esperando y escuchando las instrucciones completas de Dios o se antepone a sus planes? Necesitamos el tiempo y el poder de Dios para ser en verdad eficaces.1.8 Este versículo describe una serie de círculos concéntricos. El evangelio se esparce, geográficamente, desde Jerusalén hasta Judea y Samaria, y por último se ofrecería a los gentiles en otras partes de la tierra. El evangelio de Dios no ha llegado a su destino final si alguien en su familia, en su centro de trabajo, su colegio o su comunidad no ha oído acerca de Jesucristo. Asegúrese de contribuir, de alguna manera, al círculo de esparcimiento del mensaje de amor de Dios.1.9 Fue importante para los discípulos ver ascender a Jesús. Luego no tendrían ninguna duda de que El era Dios y que su morada está en el cielo.1.9-11 Luego de su resurrección, después de estar cuarenta días con sus discípulos (1.3), Jesús ascendió al cielo. Dos ángeles anunciaron a los discípulos que un día Jesús volvería de la misma forma en que se fue: corporal y visiblemente. La historia no es casual ni cíclica, está en movimiento hacia un punto específico: la venida de Jesús para juzgar y ejercer autoridad sobre la tierra. Nosotros debemos estar listos para esta venida sorpresiva (1Th 5:2), no parados «contemplando los cielos», sino trabajando con ardor en difundir el evangelio de manera que otros sean capaces de recibir las grandes bendiciones de Dios.1.12, 13 Después de la ascensión de Cristo al cielo, los apóstoles regresaron de inmediato a Jerusalén y se reunieron para orar. Jesús les dijo que el Espíritu Santo vendría sobre ellos dentro de no muchos días, de manera que tenían que esperar en oración. Cuando usted enfrente una tarea difícil, una decisión importante, un dilema confuso, su primer paso debe ser orar por el poder y la dirección del Espíritu Santo. No se apresure en el trabajo ni espere que salga como debe. De todos modos, su primer paso debe ser orar a fin de que el poder del Espíritu Santo le guíe.1.13 Un «zelote» quizás signifique cualquier celoso de la Ley judía. Tal vez los zelotes eran los de un partido político radical que trabajó para derrocar al gobernador romano de Israel a través de la violencia.1.14 Los hermanos de Jesús están ahora con los discípulos. Durante la vida de Jesús, no creyeron que El era el Mesías (Joh 7:5), pero su resurrección debió convencerlos. La aparición especial a Jacobo, uno de sus hermanos, debió haber tenido un significado especial que influyó en su conversión (véase 1Co 15:7).1.15-26 Esta fue la primera reunión de negocios de la iglesia. El pequeño grupo de once creció hasta convertirse en más de ciento veinte. El tema principal fue nombrar a un nuevo discípulo o apóstol, como les llamaron a los doce. Mientras los apóstoles esperaban, hacían lo que podían: oraban, buscaban la dirección de Dios y se organizaban. Esperar a Dios para trabajar no significa sentarse sin hacer nada. Debemos hacer lo que podamos, mientras podamos, teniendo cuidado de no adelantarnos a Dios.1.16, 17 ¿Cómo pudo alguien estar a diario con Jesús y traicionarlo? Judas recibió el mismo llamado y enseñanzas como todos los demás. Pero decidió rechazar las advertencias de Cristo así como también sus ofrecimientos de misericordia. Endureció su corazón y se unió a los enemigos de Jesús en un complot para traicionarlo. Hasta el final no se arrepintió y, por último, se suicidó. A pesar de que Jesús predijo que esto sucedería, esa fue la decisión de Judas. Los privilegiados que están cerca de la verdad, no están necesariamente comprometidos a ella. Si desea más información acerca de Judas, véase su perfil en Marcos 14.1.18 Mateo dice que se ahorcó (Mat 27:5), Hechos dice que se cayó. La explicación tradicional es que cuando Judas se ahorcó la rama se rompió, Judas se precipitó en tierra y su cuerpo se reventó.1.21, 22 Fueron muchos los que siguieron a Jesús en forma constante durante su ministerio en la tierra. Los doce apóstoles formaron parte de su círculo íntimo, pero otros tuvieron igual nivel de amor y entrega.1.21-25 Los apóstoles tuvieron que buscar a un creyente que ocupara el puesto vacante de Judas Iscariote. Bosquejaron un criterio específico para hacer la elección. Cuando se eligieron los «finalistas», los apóstoles oraron pidiendo a Dios que los guiara en este proceso de selección. Esto nos da un buen ejemplo de cómo actuar cuando debemos tomar decisiones importantes. Determine un criterio lógico basado en la Biblia, examine las alternativas y ore pidiendo sabiduría y guía en busca de una decisión sabia.1.26 Los discípulos llegaron a ser apóstoles. Discípulo significa seguidor o aprendiz, y apóstol significa mensajero o enviado. Estos hombres tienen ahora una designación especial para esparcir las buenas nuevas de la muerte y resurrección de Jesús.UN VIAJE A TRAVES DEL LIBRO DE HECHOSEmpezando con un breve resumen de los últimos días de Jesús en la tierra con sus discípulos, su ascensión y Matías, el que ocupó el lugar que dejó Judas Iscariote, Lucas aborda enseguida su tema: la difusión del evangelio y el crecimiento de la iglesia. El Pentecostés, célebre por el derramamiento del Espíritu Santo (2.1-13) y el discurso poderoso de Pedro (2.14-42), fue el inicio. Luego la iglesia de Jerusalén comenzó a crecer cada día mediante el testimonio audaz de Pedro y Juan y el amor de los creyentes (2.43-4.37). La iglesia naciente no estaba exenta de problemas, sufrió oposición externa (resultando en prisión, castigo y muerte), engaño y quejas internas. A los creyentes judíos de habla griega los eligieron para ayudar en la administración de la iglesia a fin de liberar a los apóstoles para la predicación. Los primeros diáconos elegidos fueron Esteban y Felipe, de ellos Esteban fue el primer mártir de la Iglesia (5.1-8.3).En lugar de frenar al cristianismo, la oposición y la persecución sirvieron como catalizadores para su difusión. Los creyentes llevaron el mensaje por donde huían (8.4). Muy pronto hubo convertidos en toda Samaria e incluso en Etiopía (8.5-40).En este momento, Lucas nos presenta a un joven judío, celoso defensor de la Ley, que intenta liberar al judaísmo de la herejía de Jesús. Pero en el camino a Damasco, al tratar de capturar a los creyentes, Saulo se convierte, confrontado personalmente por el Cristo resucitado (9.1-9). Mediante el ministerio de Ananías y la recomendación de Bernabé, Saulo (Pablo) fue bien recibido en el compañerismo y enviado a Tarso para su seguridad (9.10-30).Mientras tanto, la iglesia continuaba prosperando en toda Judea, Galilea y Samaria. Lucas se refiere a su predicación y a cómo sanó a Eneas en Lida y a Dorcas en Jope (9.31-43). Mientras estuvo en Jope, Pedro entendió a través de una visión que él podía llevar el evangelio a los «inmundos» gentiles. Pedro así lo entendió y fielmente le predicó a Cornelio que se convirtió, junto a su familia, en creyente (capítulo 10). Esta fue una noticia estremecedora para la iglesia en Jerusalén, pero cuando Pedro narró los hechos, alabaron a Dios por su plan de que todas las personas escucharan las buenas nuevas (11.1-18). Esto impulsó a la iglesia a un círculo mayor, el mensaje se predicó a los griegos en Antioquía, donde Bernabé fue para animar a los creyentes y halló a Pablo (11.20-26).Para complacer a los líderes judíos, Herodes se unió en la persecución de la iglesia en Jerusalén, dio muerte a Jacobo (hermano de Juan) y puso en prisión a Pedro. Sin embargo, Dios liberó a Pedro que caminó desde su prisión hasta una reunión de oración en la casa de Juan Marcos donde se intercedía por él (capítulo 12).Aquí Lucas traslada su enfoque al ministerio de Pablo. Enviado por la iglesia de Antioquía para un viaje misionero (13.1-3), Pablo y Bernabé llevaron el evangelio a Chipre y al sur de Galacia con gran éxito (13.4-14.28). Debido a que la controversia judío-gentil todavía ardía con lentitud y con no pocos gentiles respondiendo a Cristo, amenazó con dividir la iglesia. De manera que se convocó un concilio en Jerusalén para establecer normas con relación a los cristianos gentiles a la luz del Antiguo Testamento y sus leyes. Luego de oír a ambas partes, Jacobo (hermano de Jesús y líder de la iglesia en Jerusalén) resolvió el problema y envió mensajeros a las iglesias para informar la decisión (15.1-31).Después del concilio, Pablo y Silas predicaron en Antioquía. Luego salieron con rumbo a Siria y Cilicia, mientras que Bernabé y Marcos navegaron hacia Chipre (15.36-41). En este segundo viaje misionero, Pablo y Silas pasaron por Macedonia y Acaya, estableciendo iglesias en Filipos, Tesalónica, Berea, Corinto y Efeso, antes de regresar a Antioquía (16.1-18.21). Lucas también se refiere al ministerio de Apolos (18.24-28).En el tercer viaje misionero Pablo y sus compañeros arribaron a Galacia, Frigia, Macedonia y Acaya, animando y enseñando aMientras estuvo en Jerusalén, una turba furiosa acosó a Pablo en el templo y lo pusieron bajo custodia y protección del tribuno romano (21.17-22.29). Ahora vemos a Pablo como prisionero y en proceso ante el concilio judío (23.1-9), el gobernador Félix (23.23-24.27), Festo y Agripa (25.1-26.32). En cada caso, Pablo testifica con firmeza y claridad de su fe en el Señor.Debido a que apeló a César, lo enviaron a Roma para el proceso final de su caso. Pero en el camino, una tormenta destruyó la nave y los tripulantes y prisioneros debieron nadar para llegar a la orilla. Aun en estas circunstancias, Pablo predicó de su fe (27.1-28.11). Al final, el viaje continuó y Pablo llegó a Roma donde vivió en una casa alquilada y bajo custodia, mientras aguardaba el juicio (28.11-31).Lucas finaliza Hechos en forma abrupta, con las estimulantes palabras de que Pablo tenía la libertad en su cautiverio de hablar tanto a visitantes como a su guardia «predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento» (28.31).
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 0 Luc 1:3
b 1 Luc 3:23
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
El primer relato. Referencia al evangelio de Lucas (Lc 1:1– 4) Teófilo. Una persona distinguida o algún oficial romano importante (cp. excelentísimo en Lc 1:3). Posiblemente Lucas escribe para instruir en la fe tanto a Teófilo como a toda la iglesia.
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) Véase la nota 3 (1) de Lc 1.
1 (2) Véase la nota 3 (2) de Lc 1.
1 (3) Véase la nota 1 (4) de Lc 1.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
INTRODUCCIÓN A LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
AUTOR: LucasFECHA: 61
Paternidad literaria Que el autor de Hechos era compañero de Pablo, está claro por los pasajes del libro en que «nosotros» y «nos» se usan (Hch 16:10-17; Hch 20:5 – Hch 21:18; Hch 27:1 – Hch 28:16). Estas secciones eliminan por sí mismas a otros compañeros de Pablo que no sea Lucas; y tanto Col 4:14 como Flm 1:24 apuntan positivamente a Lucas, que era médico. El uso frecuente de términos médicos corrobora también esta conclusión (Hch 1:3; Hch 3:7 ss.; Hch 9:18; Hch 9:33; Hch 13:11; Hch 28:1-10). Lucas respondió con Pablo a la llamada del macedonio, estuvo a cargo de la obra en Filipos durante unos seis años, y más tarde estuvo con Pablo en Roma durante el tiempo del arresto de Pablo en una casa.
Fue probablemente durante este último período cuando el libro fue escrito. Si hubiese sido escrito posteriormente, sería muy difícil explicar la ausencia de menciones acerca de tan importantes acontecimientos como el incendio de Roma, el martirio de Pablo y la destrucción de Jerusalén.
Importancia de libro
(1) Hechos nos da el relato de la extensión del cristianismo desde la venida del Espíritu el día de Pentecostés hasta la llegada de Pablo a Roma para predicar el evangelio en la capital del mundo. En este aspecto, pues, es el relato de la continuación de aquellas cosas que Jesús había comenzado cuando estaba en la tierra y que Él mismo continuó como la resucitada Cabeza de la Iglesia y como el que envió al Espíritu Santo (Hch 1:2; Hch 2:33). El libro es llamado a veces Los Hechos del Espíritu Santo.
(2) Los 30 años que el libro cubre eran importantes años de transición. El evangelio fue primeramente predicado sólo a los judíos, y la Iglesia primitiva se componía principalmente de creyentes judíos. Según iban entrando más y más gentiles, la
Iglesia se iba haciendo distinta del judaísmo.
(3) Las doctrinas que más tarde fueron desarrolladas en las epístolas, aparecen en forma de semilla en Hechos (el Espíritu, Hch 1:8; el reino, Hch 3:21; Hch 15:16; los ancianos, Hch 11:30; la salvación de los de la gentilidad, Hch 15:14). Con todo, el libro enfatiza la práctica de la doctrina más que la definición de la doctrina.
(4) Hechos nos suministra principios para la obra misionera.
(5) El libro revela patrones para la vida eclesial.
(6) Los descubrimientos arqueológicos confirman de un modo relevante la exactitud histórica del escrito de Lucas.
Contenido En los doce primeros capítulos del libro, las figuras importantes son Pedro, Esteban, Felipe, Bernabé y Jacobo. Desde el capítulo Hch 13:1-52 hasta en final, la persona más relevante es Pablo. También podría dividirse el libro de acuerdo con la división geográfica mencionada en la Gran Comisión (Hch 1:8).
BOSQUEJO DE HECHOS
I) El cristianismo en Jerusalén, Hch 1:1 – Hch 8:3
A) El Señor resucitado, Hch 1:1-26
1. El Señor confirma, Hch 1:1-5
2. El Señor comisiona, Hch 1:6-11
3. El Señor escoge, Hch 1:12-26
B) Pentecostés: Nacimiento de la Iglesia, Hch 2:1-47
1. El poder de Pentecostés, Hch 2:1-13
2. La predicación de Pentecostés, Hch 2:14-36
3. Los resultados de Pentecostés, Hch 2:37-47
C) La curación del cojo, Hch 3:1-26
1. El milagro, Hch 3:1-11
2. El mensaje, Hch 3:12-26
D) El comienzo de la persecución, Hch 4:1-37
1. La persecución, Hch 4:1-22
2. La oración, Hch 4:23-31
3. La provisión, Hch 4:32-37
E) Purga y persecución, Hch 5:1-42
1. Purga desde dentro, Hch 5:1-11
2. Purga desde fuera, Hch 5:12-42
F) Escogiendo colaboradores, Hch 6:1-7
G) Esteban, el protomártir, Hch 6:8 – Hch 8:3
1. La agitación del pueblo, Hch 6:8-15
2. El sermón de Esteban, Hch 7:1-53
3. El apedreamiento de Esteban, Hch 7:54 – Hch 8:3
II) El cristianismo en Palestina y Siria, Hch 8:4 – Hch 12:25
A) Los cristianos esparcidos, Hch 8:4-40
1. La predicación en Samaría, Hch 8:4-25
2. La predicación en el camino de Gaza, Hch 8:26-40
B) La conversión de Pablo, Hch 9:1-31
1. El relato de la conversión de Pablo, Hch 9:1-19
2. Consecuencias posteriores de la conversión de Pablo, Hch 9:20-31
C) La conversión de los gentiles, Hch 9:32 – Hch 11:30
1. La preparación de Pedro, Hch 9:32 – Hch 10:22
2. La predicación de Pedro, Hch 10:23-48
3. La apelación de Pedro, Hch 11:1-18
4. La iglesia en Antioquia, Hch 11:19-30
D) Los cristianos, perseguidos por Herodes, Hch 12:1-25
1. La muerte de Santiago, Hch 12:1-2
2. La liberación de Pedro, Hch 12:3-19
3. La muerte de Herodes, Hch 12:20-23
4. La diseminación de la Palabra, Hch 12:24-25
III) El cristianismo hasta los últimos confines del mundo, Hch 13:1 – Hch 28:31
A) El primer viaje misionero, Hch 13:1 – Hch 14:28
1. Acontecimientos en Antioquia, Hch 13:1-3
2. Acontecimientos en Chipre, Hch 13:4-12
3. Acontecimientos en ciudades de Galacia, Hch 13:13 – Hch 14:20
4. Acontecimientos en el regreso a Antioquia, Hch 14:21-28
B) El concilio en Jerusalén, Hch 15:1-35
1. La disensión, Hch 15:1-5
2. La discusión, Hch 15:6-18
3. La decisión, Hch 15:19-29
4. La carta, entregada a Antioquia, Hch 15:30-35
C) El segundo viaje misionero, Hch 15:36 – Hch 18:22
1. El personal escogido, Hch 15:36-40
2. Las iglesias, visitadas por segunda vez, Hch 15:41 – Hch 16:5
3. La llamada a Europa, Hch 16:6-10
4. La obra en Filipos, Hch 16:11-40
5. La obra en Tesalónica, Berea y Atenas, Hch 17:1-34
6. El ministerio en Corinto, Hch 18:1-17
7. El viaje, completado, Hch 18:18-22
D) El tercer viaje misionero, Hch 18:23 – Hch 21:26
1. Éfeso: El poder de la Palabra, Hch 18:23 – Hch 19:41
2. Grecia, Hch 20:1-5
3. Asia Menor: Troas y los ancianos de Éfeso, Hch 20:6-38
4. De Mileto a Cesarea, Hch 21:1-14
5. Pablo con la iglesia en Jerusalén, Hch 21:15-26
E) El viaje a Roma, Hch 21:27 – Hch 28:31
1. Arresto y defensa de Pablo, Hch 21:27 – Hch 22:29
2. Pablo es presentado delante del sanedrín, Hch 22:30 – Hch 23:10
3. Pablo es escoltado a Cesarea, Hch 23:11-35
4. Defensa de Pablo ante Félix, Hch 24:1-27
5. Defensa de Pablo ante Festo, Hch 25:1-27
6. Defensa de Pablo ante Agripa, Hch 26:1-32
7. Viaje de Pablo y naufragio, Hch 27:1-44
8. Pablo en Malta y de allí a Roma, Hch 28:1-16
9. Pablo en Roma, Hch 28:17-31
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
el primer tratado. I.e., el Evangelio de Lucas.
Teófilo significa «querido de Dios» o «amigo de Dios». Probablemente, era un funcionario romano, puesto que el título «excelentísimo» (Luc 1:3) indica en Hch 23:26; Hch 24:3; Hch 26:25 una posición oficial.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
13 (I) Introducción al tiempo de la Iglesia (1,1-26). Todo el cap. 1 constituye una introducción al libro, puesto que fragua la conexión entre el tiempo de Jesús y el tiempo de la Iglesia, que es la razón fundamental por la que el opus lucano se divide en dos partes. La perspectiva dominante de la continuidad entre los dos períodos se pone de manifiesto en la misma estructura de este pasaje, que pasa directamente de la referencia al primer volumen (vv. 1-2) a la narración del segundo (v. 3), sin introducimos al conjunto de los contenidos de éste que los w. 1-2 nos hacen prever. Si hubiera estructurado este prólogo mecánicamente de acuerdo con su forma, es decir, con unos sucesivos resúmenes de ambos libros (cf. P. van der Horst, ZNW 74 [1983] 17-18), Lucas hubiera dado la impresión de que estaba contándonos historias y épocas independientes, cuando lo que pretendía era mostrar que la primera fluye directa y coherentemente hacia la segunda. Así que el relato de Hechos comienza directamente en medio de la retrospección sobre el relato de Jesús, sin ninguna introducción formal. El programa de Hechos puede aparecer, en el mejor de los casos sólo indirectamente, en el testamento final del Kyrios exaltado a los cielos (vv. 7-8), que es el pasaje sobre el que recáe el peso principal de la sección (Pesch, «Anfang» [→ 17 infra] 9).
El eje que une los períodos es, ciertamente, la secuencia formada por la pascua y la ascensión, cuya repetición en los vv. 3-14 resume y al mismo tiempo modifica el contenido de Lc 24,36-53, que ahora se presenta con los matices más propios de un comienzo que de una conclusión. El hecho de que Lucas y Hechos coincidan, en parte, en el relato de la pascua, confirma que no son dos libros independientes que cuentan historias diferentes, sino que se trata de dos entregas, estrechamente conectadas, de una única historia (Dómer, Heil 94-95). El paralelismo con Lc 24 nos garantiza que la cesura de esta primera sección no aparece hasta después del v. 14 (Schneider, Apg.1. 187; Weiser, Apg. 46-47), pues los w. 12-14 son un resumen de Lc 24,52-53. Al dividir el primer capítulo en dos partes, vv. 1-14 y vv. 15-16, nos damos cuenta de que estas dos secciones presentan los dos pasos que son necesarios para incorporar el tiempo de la Iglesia en la más amplia trayectoria de la historia de la salvación: (1) preparación de los testigos y encargo de Cristo, que está a punto de partir; (2) su despliegue como comunidad sagrada, formalmente acreditada, reunida en torno al círculo reconstituido de los doce «testigos de su resurrección» (v. 22).
14 (A) Encargo a los testigos y Ascensión de Jesús (1,1-14).
(a) Prólogo (1,1-8). 1. primer libro: La partícula men, al comienzo de la primera oración, hace que el lector espere el correlativo de, que, posteriormente, introdujera los nuevos contenidos del libro. Sin embargo, el hecho de que no se produzca no es una anomalía sintáctica (cf. el aislado men en 3,21; 4,16; 27,21; 28,22); en ocasiones, a los prólogos secundarios les falta la correspondiente información del contenido sobre lo que sigue tras el resumen de lo que se había contado hasta ese momento (cf. Josefo, Ant. 8.1.1 § 1-2; 13.1.1 § 1-2; Cadbury, The Making 198-99). La recapitulación del evangelio desde el punto de vista de su intento de exhaustividad (peri pantón) nos recuerda la presentación que hace el evangelista de su proyecto en Lc 1,3 (parékolouthékoti anothen pasin). La totalidad del ministerio de Jesús, sus palabras y hechos, constituye el fundamento necesario y el punto de referencia de la gran misión que Hechos contará. Este dato ya nos sugiere que será necesario prestar atención a los paralelos entre los dos libros y sus personajes principales para entender la argumentación desarrollada por el autor, comenzó a hacer y enseñar: En vista del énfasis que da Lucas al «comienzo» de la obra de Jesús, al que remite su relato y sus fuentes (Lc 1,2-3; 3,23; 23,5; Hch 1,22; 10,37), el verbo érxato, «comenzó», no es un mero pleonasmo (Schneider, Apg. 1.19), sino que subraya tanto el ministerio de Jesús en cuanto «comienzo» de la obra que va a continuar tras su ascensión (Marshall, Acts 56), como el hecho de que su primer relato ha cubierto totalmente su materia «desde el comienzo» (Beginnings 4.3). Este segundo sentido haría que esta recapitulación incluyera el término a. quo y el término ad quem entre los que Lucas enmarca el ministerio de Jesús, concretamente, su bautismo y su ascensión (Pesch, «Anfang» [→17 infra] 21; Roloff, Apg. 19). 2. los apóstoles que había elegido: El vb. exelexato evoca Lc 6,13, la elección de los Doce para ser nombrados «apóstoles», pero también se refiere claramente a Lc 24,44-49, donde el círculo más amplio de los «once y los que con ellos estaban» (24,33) recibió la instrucción final del Señor resucitado. Experimentamos aquí la intrigante alternancia del énfasis lucano que recae ora en el grupo más amplio de los testigos de la pascua (Lc 24,9.33; Hch 1,14-15; 2,1), ora en los Doce como «testigos fundamentales de su resurrección» (Hch 1,2.13.21-26; cf. Lohfink, Sammlung 64-67; Dómer, Heil 134). La asociación concéntrica de los Doce y del cuerpo más amplio de discípulos, comenzada en Lc 6,17, no es en ningún momento interrumpida en la secuencia entre los acontecimientos de la pascua y pentecostés, pues representa una especie de anteproyecto de la Iglesia y certifica su linaje directo con Israel (Lc 22,30). fue llevado: A la minoritaria tradición de manuscritos del texto «occidental» contra anelémphthe, como también a la mayoritaria contra Lc 24,51b (→ Lucas, 43:198), le preocupaba la eliminación de las fechas aparentemente conflictivas de la ascensión (Benoit, Jesús [→ 17 infra] 1.237-40). Dado que el ptc. enteilamenos se refiere a Lc 24,44-49, anelémphthe se refiere, ciertamente, a la Ascensión de Jesús (Lc 24,50-53) , al igual que su ptc. en el v. 11. Cf. el mismo vb. aplicado a la Ascensión corporal en los LXX: 2 Re 2,9; 1 Mac 2,58; Eclo 48,9; 49,14. Como en el v. 22, aquí sirve para definir el límite del tiempo de Jesús según el cálculo lucano (cf. Dupont, Études 477-80).
15 3. vivo tras su pasión: En el punto en el que precisamente esperaríamos el programa de este libro, nos encontramos con una oración, relativamente independiente, que prosigue la recapitulación del primer libro. El término «vivo» evoca las palabras del ángel en la tumba (Lc 24,5.23), y se convertirá en una expresión concisa del kerigma pascual en 25,19 (cf. Rom 14,9). Para la expresión completa, cf. 9,41. El uso del infinitivo paschein con la connotación de la experiencia completa de la pasión y muerte de Jesús es característicamente lucano (Lc 22,15; 24,26.46; Hch 3,18; 17,3; 26,23). Pero cf. Heb 9,26; 13,12; 1 Pe 3,18. con muchas pruebas convincentes: Todo el peso de las «pruebas» no debería recaer en las demostraciones físicas que hallamos en el relato pascual (Lc 24,39-43; no obstante Lohfink, Himmelfahrt [-«17 infra] 152-53; Dónner, Heil 112). La articulación de los ptc. «apareciéndoseles» y «hablándoles» refleja la estructura de los dos relatos de aparición de Lc 24, en donde las palabras del Resucitado rescatan a los discípulos de la absoluta perplejidad que les había producido su aparición física (24,25-27.44-49; cf. Dillon, Eye-Witnesses [→17 infra] 198-99). durante cuarenta días: El número tiene claramente un significado simbólico, tanto si Lucas lo recogió de una tradición ya existente relativa a la duración de las apariciones (Haenchen, Acts 174; Pesch, «Anfang» [→ 17 infra] 10.14), como si lo inventó él mismo (Lohfink, Himmelfahrt [→ 17 infra] 176-86; Weiser, Apg. 49-50). Este período se entiende como un tiempo suficiente para la preparación de los testigos (13,31); los LXX nos ofrecen los antecedentes de este período redondeado de preparación, p.ej., Éx 24,18; 34,28 (Moisés); 1 Re 19,8 (Elías); Nm 13,25; 14,34. Cf. también 4 Esd 14,2; 2ApBar 76. Más próximo a este dato se encuentra el período de la tentación de Jesús, que precedió a su primera predicación (Lc 4,2.14-15), aunque el evangelio no acentúa su aspecto preparatorio. El «reino de Dios» es un tema constante en la predicación de Jesús (Lc 4,43; 8,1; 9,11; 16,16), de los setenta y dos (Lc 10,9.11) y, posteriormente, de Pablo (Hch 19,8; 20,25; 28,23). Por consiguiente, tanto esta expresión como también la mención de los «40 días» realzan la tesis lucana de la continuidad directa que existe entre los dos tiempos del mismo mensaje salvífico (Dómer, Heil 113). En el v. 5 («dentro de pocos días») se sugiere una relación entre estos 40 días y los 50 días de pentecostés. 4. mientras estaba comiendo con ellos’. Este sentido del vb. synalizo está garantizado por Lc 24,43 y Hch 10,41 (synephagomen). El número singular y el ptc. presente (de la raíz hals, «sal») que encontramos aquí desaprueba el significado alterno de «reunirse» (BAGD 791). no salgáis de Jerusalén: cf. Lc 24,29. Jerusalén es el símbolo espacial de la continuidad entre el tiempo de Jesús y el de la Iglesia, al igual que los Doce y el permanente grupo de testigos de la pascua que se encontraban en torno a ellos personifican también esa continuidad. Al omitir la huida de los discípulos del lado de Jesús (Mc 14,50-52) y las disposiciones para las apariciones en Galilea (Mc 16,7; cf. Lc 24,7), Lucas convirtió a Jerusalén en el escenario de toda la secuencia transcurrida entre la pasión y pentecostés, y en el lugar estable de Jos principales portadores de la tradición, los Doce (cf. 2,43 Z.v.; 5,16.28; 8,14; 16,4), que permanecerán allí incluso cuando la persecución disperse al resto de la comunidad (8,1). El carácter central que Jerusalén tiene en la historia lucana expresa la continuidad entre Israel y la Iglesia, con una particular referencia al papel histórico que la ciudad había jugado en el asesinato de los profetas (Lc 13,33-35; 18,31 [Mc 10,33]; Hch 13,27-28), lo que la convertirá en el primer lugar de reunión del reclutamiento evangélico de los pecadores arrepentidos (Lc 24,27; Hch 2,36-41; 3,17-21), así como en lugar clave para el inicio de la misión cristiana fertilizada y unlversalizada por las sucesivas persecuciones (cf. Lohfink, Himmelfahrt [→17 infra] 264-65, citando Is 2,3; Dillon, EyeWitnesses [→ 17 infra] 214-15). Sobre las variaciones en la escritura gr. del nombre de la ciudad -bien con la transcripción del nombre sagrado de Ierousalém, o con la forma helenizada Hierosolyma, favorecida por autores profanos gr. (posiblemente inspirada aquí, y en el v. 6, por el estilo formal del prólogo)-, cf. J. Jeremías, ZNW 65 (1974) 273-76; I. de la Potterie, RSR 69 (1981) 57-70. la promesa del Padre: Completa y modifica Lc 24,49. El cumplimiento de la «promesa» (epangelia; cf. Gál 3,14; Ef 1,13) se anunciará en 2,33, como conclusión del discurso que comenzó con su fundamento en la profecía del AT (Jl 3,1-5/2,17-21). La misma «promesa» fue transformada en «logion» de Jesús en Lc 11,13. que oísteis: La indicación no explícita de la transformación del discurso indirecto en directo es una técnica de composición. Cf. Lc 5,14; Hch 14,22; 17,3; 23,22; 25,5, y los paralelos helenistas en J. van der Horst, ZNW 74 (1983) 19-20. Los lectores han olvidado ya el esperado programa explícito del libro, pero, imperceptiblemente, se les está preparando para la presentación indirecta del programa en los w. 6-8. 5. La «promesa» se expresa con el «logion» característico del Bautista en Mc 1,8 (cf. 11,16), que se actualiza mediante la adición de la frase «dentro de pocos días». La analogía entre el baño ritual del Bautista y la efusión del Espíritu Santo sobre los discípulos de Jesús va desde el sentido literal del vb. («sumergir») al metafórico («dotar plenamente»), modificando también el sentido de los dativos instrumentales (por lo cual, con lo cual). La conjunción del bautismo de agua y la efusión del Espíritu (cf. Ez 36,25-26; Jn 7,37-39) volverá a aparecer en 2,38; 8,14-16; 10,47-48; 19,5-6. El recurso a la profecía de Juan Bautista en conexión con Pentecostés, tanto aquí como en 11,16, demuestra precisamente su cumplimiento y hace de Juan Bautista el heraldo de la Iglesia como también del Mesías.
16 6-8. El diálogo que hallamos en estos versículos constituye el centro de gravedad del prólogo. En ellos se plantea la siguiente cuestión: ¿Qué ocurrirá en este nuevo período? La respuesta será el programa del nuevo libro, que se perfila en el esquema geográfico del v. 8b (Haenchen, Acts 145-46; Pesch, «Anfang» [→ 17 infra] 27). El núcleo del v. 7 procede de la tradición cristiana sobre la imposibilidad de concretar la fecha del último día (Mc 13,32; 1 Tes 5,1), y el v. 8, de nuevo, forma parte de la referencia cruzada al relato pascual (Lc 24,48-49). La forma del diálogo, con una cuestión adaptada a la respuesta y al posterior programa del libro (v. 8), muestra que estos versículos son una creación propia de Lucas que no se refieren a ninguna tradición subyacente (Lohfink, Himmelfahrt [→ 17 infra] 154-58; Weiser, Apg. 51-52). 6. La adaptación de la pregunta de los discípulos a la respuesta de Jesús se extiende a las tres fases de la respuesta correctora como también a los presupuestos temporales, personales y espaciales de la pregunta (Dómer, Heil 115-17). Así, la pregunta sobre el tiempo del gran restablecimiento queda descalificada (v. 7); la pregunta sobre lo que hará el Señor se responde en los términos de lo que harán sus «testigos» guiados bajo la acción del Espíritu (v. 8a); y la pregunta por el restablecimiento del reino en Israel se refunde en la perspectiva de su misión «hasta los confines de la tierra» (b. 8b). Ciertamente, el retraso de la parusía forma parte de la preocupación (Conzelmann, TSL 175-96), pero no resulta correcto aislarla de las otros dos. Los que estaban reunidos: El círculo de los testigos parece ampliarse más allá de los once elegidos (v. 2) hasta la galería más extensa (Lc 24,33), de la que serán elegidos los doce apóstoles (w. 21-22). en este momento: La expresión «este momento» debe referirse a la frase «dentro de pocos días» que se encuentra en el v. 5. Se trata del tiempo que comenzará en pentecostés; así que la pregunta se dirige al sentido de ese nuevo período, que será denominado «los últimos días» en 2,17 (Pesch, «Anfang» [→ 17 infra] 28-29). El objetivo de este cambio no parece ser, por tanto, la desescatologización del tiempo de la Iglesia (Lohfink, Himmelfahrt [→ 17 infra] 260-61) restablecer el reino de Israel: cf. Jr 33,7; Sal 14,7; 85,2; Os 6,11; Eclo 48,10. Apokathistanó, «restablecer», relaciona esta expectación con la «restauración de todas las cosas» de 3,21; de aquí que no puedan separarse (no obstante Maddox, Purpose 106-08). Para Lucas, la realización de «la esperanza de Israel», a la que Pablo también se consagrará (28,20), implica el acceso de los gentiles (15,14-19), y, por tanto, todo el proceso de «los últimos días» (Lohfink, Sammlung 79). 7. tiempos o momentos: Las dos palabras gr. (cf. 1 Tes 5,1) denotan, respectivamente, la duración temporal y sus momentos oportunos, que están bajo el dominio de Dios y más allá de la investigación humana. Esta combinación de las perspectivas temporales será posteriormente desplegada en 3,20-21, con un argumento casi paralelo a 1,6-11. 8. pero vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo: La estructura ouch-alla, «no… sino que», de los w. 7-8, centra la cuestión en la tarea de los discípulos, no en la localización de la parusía; así que es inexacto hablar del Espíritu como Ersatz («sustitución») de la parusía, o afirmar, contra 2,17, que dejará de ser la «fuerza del tiempo final» (no obstante Conzelmann, Apg. 27; correctamente Schneider, Apg. 1.202). La comparación de este «bautismo» del Espíritu con el rito de Juan Bautista (v. 5) muestra que se trata del equipamiento para la labor de «los últimos días», no de una mera inmunización contra el juicio (Kremer, Pfingsbericht [→ 17 infra] 186). seréis mis testigos: El contenido completo de su testimonio se indicó en Lc 24,46-48, el relato evangélico donde se formula este compromiso. En él se incluye todo el testimonio cristológico de las Escrituras, con el, todavía futuro, elemento de la misión universal en nombre de Jesús, que excluye toda interpretación del «testigo» como mero «comprobante de hechos» (no obstante Lohfink, Himmelfahrt [→17 infra] 267-70; Kránkl, Jesús 167-75). El testimonio implica una representación personal de Jesús de más amplio alcance, mediante la reconstrucción del «camino» de su vida (cf. 10,39; 13,31), especialmente su culminación en lucha mortal contra los dirigentes de este mundo (Dómer, Heil 135-36; Dillon, Eye-Witnesses [→ 17 infra] 215-17). El hecho de que la función del testigo sólo sea posible con la donación de la fuerza del Espíritu justifica que se no se le mencione antes de Lc 24,48-49, e implica lo que claramente dirá 5,32: el «testigo» comparte la embajada del Señor resucitado con el Espíritu Santo ante los hostiles tribunales del mundo (cf. Lc 12,12). Jerusalén… hasta los confines de la tierra: Este panorama diseña, efectivamente, el movimiento narrativo de Hechos, en el caso de que Roma, la capital imperial, pueda calificarse como «el confín de la tierra». Esta frase anticipa 13,47 con su cita de Is 49,6 (LXX) y su anuncio programático de la misión paulina a los gentiles. Roma, la capital del mundo pagano y destino geográfico del relato lucano, está situada en el «confín de la tierra», en el sentido religioso expresado en los versos paralelos de Is 49,6 (cf. Dupont, Salvation 17-19).
17 (b) La ascensión (1,9-14). El debate sobre si Lucas recogió el dato de una ascensión visible de una tradición cristiana ya existente (así opinan Haenchen, Conzelmann, Schneider; R. Pesch, «Anfang» 16-19) o no (Lohfink, Himmelfahrt 208-10.244.276; Kremer, Weiser) debe regirse por el reconocimiento de la diferencia que existe entre el antiguo kerigma de la exaltación de Cristo al cielo (Flp 2,9-11; Rom 8,34) y la interpretación que se hizo posteriormente en términos de un traslado corporal (Lohfink, Himmelfahrt 74-79). A esta última concepción pertenece la forma literaria cuyos numerosos componentes están representados en Lc 24,49-53 y Hch 1,9-12: el testamento del que parte, el escenario terrestre, la nube transportadora y la presencia de los ángeles que interpretan el acontecimiento. Este pasaje suena con el eco verbal directo de los relatos de la ascensión de Elías en 2 Re 2,9-13 y Eclo 48,9.12, y, conjuntamente con los pasajes del tercer evangelio que muestran paralelos con Elías, manifiesta la deuda que Lucas tenía con los grupos cristianos que celebraban el ministerio terreno de Jesús como clímax de la pintoresca tradición israelita de la profecía carismática. Otras posibles huellas de la historia de la tradición de la ascensión se encuentran en Ef 4,8-10; 1 Tim 3,16; Jn 20,17; Berna 15,9. 9. cuando ellos miraban: Ésta es la primera de las cinco referencias que se hace a la visión de los testigos en sólo los w. 9-11. Lucas defiende la historicidad y visibilidad de la ascensión de Jesús y también la importancia de un elemento esencial del testimonio apostólico (v. 22; Lohfink, Himmelfahrt 269-70); pero el hecho de que se necesite la interpretación de los ángeles (como en Lc 24,4-7; cf. 24,25-27.44.49) nos confirma que la ascensión no se concibe como un acontecimiento que sucede totalmente «dentro de la historia» y que resulta accesible y comprensible en los términos establecidos por sus testigos. 10. dos hombres: Esta forma de referirse a los ángeles (cf. 10, 22.30), junto con la secuencia formada por el reproche y la explicación en su mensaje, sitúa este pasaje en estrecho paralelismo con Lc 24,4-9 (cf. Mc 16,5-8), sugiriéndonos fuertemente su origen redaccional (Lohfink, Himmelfahrt 195-98; Dónner, Heil 120). Cf. también los «dos hombres» y «la nube» en la escena de la transfiguración (9,30.34 [cf. Mc 9,4.7]). El Jesús transfigurado, asistido por el Elías que en otro tiempo había sido elevado (¿y, posiblemente, también Moisés?), era ya entonces una prefiguración del Cristo ascendente: el último de los profetas en la definitiva apoteosis. 11. vendrá del mismo modo: El punto de comparación parece ser el transporte mediante una nube, que iba a ser también el vehículo del Hijo del hombre en su venida (compárese el singular «nube» [Lc 21,27] con el pl. en Mc 13,26; Dn 7,13-14). La correspondencia entre la ascensión de Jesús y su parusía sugiere que estos acontecimientos se circunscriben al período que ya está empezando y que acaba de programarse en el v. 8 (de aquí el reproche que hacen los ángeles). «La ascensión se convierte en la prefiguración de la parusía», y así la conclusión del tiempo de Jesús anticipa la del tiempo de la Iglesia (Lohfink, Himmelfahrt 262). La opinión según la cual la ascensión comienza un período caracterizado por la ausencia de Jesús (3,21), dando lugar a una «cristología de ausencia» en Hechos, que justifica la sustitución mediadora de su presencia (así C. F. D. Moule, StLA 179-80); Bovon, Luc 144-45), parece infravalorar la efectiva praesentia Christi que Lucas subrayará al contar la actividad de sus testigos (cf. Kránkl, Jesús 177-86; R. F. O’Toole, Bib 62 [1981] 471-98). 12. el monte llamado de los Olivos: Este lugar y la Betania de Lc 24,50 estaban contiguos, y según la geografía lucana son intercambiables. La importancia que el monte de los Olivos tenía en la escatología judía (cf. Zac 14,4) explica que se mencione posteriormente tras la evocación de la parusía en el v. 11. la distancia de un camino sabático: E.d., una extensión insignificante (ca. 800 m). Como en Lc 24,13, esta geografía relacional da la impresión de que no se produce un cambio real de lugar. Jerusalén sigue siendo el escenario de todos los acontecimientos pascuales (Cadbury, The Making 248; Lohfink, Himmelfahrt 207). 13. De acuerdo con el modelo de alternancia ya percibido en el v. 2, se vuelve a introducir a los Doce, pero sólo en cuanto parte del grupo más amplio que se despliega en torno a ellos (vv. 14.15). La lista de los nombres es igual que la de Lc 6,14-16 (cf. Mc 3,16-19), excepto la ausencia de Judas y la diferencia en el orden. Encontramos en primer lugar a los tres apóstoles sobre los que se hablará en Hechos: Pedro, Juan (3,1-11; 4,13.19; 8,14; 12,2) y Santiago (12,2). 14. La primera sección del capítulo concluye con un sumario breve que presenta, de forma idealizada, una vida comunitaria en armonía y oración (cf. Lc 24,53; -♦Lucas, 43:198). Homothymadon, «unánimes», es un estribillo que se repite en los sumarios (2,46; 4,24; 5,12). El grupo más amplio en torno a los Once recuerda Lc 23,49; 24,9-10.33. Ya oímos hablar de la madre y los hermanos de Jesús en Lc 8,19-21, pero no volveremos a oír nada más de ellos en el resto de Hechos, con excepción de Santiago, que no se identificará con el hermano de Jesús (cf. Gál 1,19). En la espera del don del Espíritu Santo, la oración de esta asamblea plenaria ejemplifica eficazmente lo que Jesús dice en Lc 11,13 (cf. Mt 7,11; cf. Schneider, Apg. 1.207-08).
(Benoit, P., Jesús and the Gospel [Nueva York 1973] 1.209-53. Brown, S., PerspLA 99-111. Dillon, R., From Eye-Witnesses to Ministers of the Word [AnBib 82, Roma 1978] 157-225. Dómer, Heil 94-122. Fitzmyer, J. A., «The Ascensión of Christ and Pentecost», TS 45 [1984] 409-40. Grásser, E., TRu 42 [1977] 1-6. Kremer, J., Pfingstbericht und Pfingstgeschehen [SBS 63/4, Stuttgart 1973] 179-90. Lake, K., Beginnings 5.1-7.16-22. Lohfink, G., Die Himmelfahrt Jesu [SANT 26, Múnich 1971], Pesch, R., «Der Anfang des Apostelgeschichte», EKKNT Vorarbeiten 3 [Zúrich 1971] 9-35. Van der Horst, P, «Hellenistic Parallels to the Acts… 1,1-26», ZNW 74 [1983] 17-26. Van Stempvoort, P., «The Interpretation of the Ascensión in Luke and Acts», NTS 5 [1958-59] 30-42. Wilson, Gentiles 88-107; «The Ascensión», ZNW 59 [1968] 269-81.)
18 (B) El restablecimiento de los Doce (1,15-26). Esta perícopa está formada por dos componentes que se encuentran hábilmente relacionados: una tradición sobre la muerte de Judas (w. 18-20), cuyas variantes encontramos en Mt 27,3-30 y en un fragmento de Papías citado por Apolinar de Laodicea (SQE 470), y el relato de la elección de su sucesor dentro del círculo de los Doce (vv. 23-26). La comparación con Mateo y Papías muestra que estos dos elementos no estaban relacionados antes de que Lucas escribiera su obra (no obstante M. Wilcox, NTS 19 [1972-73] 452; cf. Holz, Untersuchungen, 46; Weiser, Apg. 64-65). El nexo entre las dos tradiciones se realiza mediante dos citas del Salterio en el v. 20, que, anunciadas en el v. 16, fueron retrasadas para actualizar la historia trágica de Judas. El discurso de Pedro (vv. 16-22) realiza la fusión de las dos historias, ofreciéndonos el primer ejemplo de un discurso de Hechos en sentido estricto. El aviso al lector se encuentra en los w. 21-22, en donde se presenta la teología lucana del apostolado. 15. aquellos días: El episodio se ubica sutilmente entre la ascensión y pentecostés con la intención de resaltar la continuidad entre los períodos delimitados por esos acontecimientos. Cf. la misma información temporal en otras escenas de elección (Lc 6,12; Hch 6,1). se levantó Pedro: El ptc. anastas, un pleonasmo al estilo de los LXX, indica frecuentemente que va a comenzar un discurso (13,16; 15,7; cf. statheis, 2,14). El rápido acceso de Pedro al liderazgo se relaciona con el mandato de Jesús en Lc 22,32 (cf. Dietrich, Petrusbild [→ 19 infra] 173-74). juntos: La frase epi to auto, «en el mismo lugar», «unidos», forma parte del tejido de expresiones miméticas de los LXX que aparecen en este versículo, entre las que se incluyen también anastas, en mesQ, y onoma con el significado de persona. ciento veinte: Este número no parece ser arbitrario, considerando que lo que estaba en juego es el restablecimiento del número doce. Aunque Lucas no haya pensado en los «jefes de diez» del antiguo Israel (Éx 18,12; 1 Mac 3,55), esta estructura décupla de la asamblea apostólica en torno a sus líderes recuerda la relación de los Doce con el círculo más amplio de los discípulos cuando fueron elegidos (Lc 6,17). Lucas pretende demostrar la continuidad con las doce tribus (Lohfink, Sammlung 72; E. Grásser, TRu 42 [1977] 8-9) precisamente en el instante en el que Pedro, «con los once» (2,14), se dirige a «toda la casa de Israel» (2,36). 16. hermanos: Se resalta el carácter de la asamblea como fraternidad, en cuanto se trata de una referencia cruzada a Lc 23,22. El vocativo andres con sustantivos en plural colocados en aposición es una característica estilística de los discursos de Hechos. tenía que cumplirse la Escritura: El término dei, «es necesario», combina en Lucas el sentido gr. de una necesidad inexorable con la convicción bíblica de un Dios personal que, irresistible e incondicionalmente, controla los acontecimientos. La mención de David como autor y el imperfecto edei se refieren al salmo del v. 20a (69,26), no al del v. 20b (109,8), cuyo cumplimiento aún no se había realizado (Dupont, Études 318-19). Tras el paréntesis del v. 17, se narran en los w. 18-19 los acontecimientos que cumplieron el Sal 69,26. Pero este versículo del salmo no puede quedarse aislado en cuanto profecía de David, pues daría la impresión de que nunca podría proveerse el lugar vacante; de aquí que se complemente con (kai) el Sal 109,8, que genera una nueva necesidad no expresada por edei. Esto exige el rápido dei oun del v. 21, que forja una relación entre edei (v. 16) y dei (v. 21), emparejando la combinación de textos del v. 20 y fusionando en la perícopa los episodios de Judas y Matías (Dómer, Heil 126). Todos estos elementos ponen de manifiesto que se está siguiendo un plan de composición, no empalmando arbitrariamente una serie de tradiciones (Dupont, Études 315). 17. era uno de los nuestros: cf. Lc 22,3 (Mc 14,10). La conjunción hoti tiene sentido causal, que apoya la aplicación de la Escritura de David a Judas y su propiedad, mientras que la auténtica cita se pospone favoreciendo un nuevo acercamiento a Judas y su tragedia. 18. cayendo de cabeza: No hay que buscar un extraño significado para preñes. En Papías encontramos el término/? res the is, «hinchado» (cf. 28,6); pero esta versión desarrolla desorbitadamente el repugnante modo en que murió el traidor. Por supuesto, lo que encontramos en el fondo de todas las versiones es la opinión popular del terrible final que encuentran aquellas personas que han vivido de forma infame. Cf. 12,33; 2 Mac 9,7-12; Sab 4,19 (!); Eclo 10,9-18; Josefo, Ant. 17.6.5 § 168-70 (Herodes); Bell. 7.11.14 § 451-53; Beginnings 5.29-38; Benoit, Jesús 1.193-95. 19. en su propia lengua: ¿Necesitamos algún dato más para demostrar que Pedro estaba más bien informando a los lectores de Lucas que a sus propios destinatarios? akeldama: El término gr. es una transliteración del nombre ar. haqél-déma (→ Mateo, 42:158), cuya etiología se basa, en este caso, en la muerte de Judas dentro de su propiedad, no en su compra con el dinero de la traición (Mt). Se trata de la «sangre» del traidor; en Mateo, en cambio, se refiere a la sangre del traicionado. 20. El texto del primer salmo se encuentra entre las maldiciones que el justo sufriente del Sal 69 lanza contra sus enemigos; este salmo influirá además en la tradición de la pasión (vinagre). La tradición prelucana había cambiado las frases para adaptarlo a un solo enemigo y a la propiedad comprada (TM: «su recinto quede hecho un desierto, en sus [pl.] tiendas no haya quien habite»), bien con ayuda de la versión de los LXX (Haenchen, Acts 161) o sin ella (E. Nellessen, BZ 19 [1975] 215-16). su cargo: El Sal 109,8 (LXX) ofrecía el argumento de Escritura que justificaba la sustitución de Judas en el apostolado (episkopé). Este texto podría haber estado relacionado con una tradición original sobre Matías, al igual que su pareja lo estaba con la de Judas (E. Nellessen, BZ 19 [1975] 217); o bien fue Lucas quien lo añadió como un ductus que llevaba desde el destino de Judas hasta el ascenso de Matías (Schneider, Apg. 1.214-15).
19 21. La elección de Matías, uno de los que nos acompañaron: G. Klein, cuya opinión se ha citado frecuentemente, caracterizó los w. 21-22 como la «Carta Magna del apostolado de los doce» (Die Zwólf Apostel [FRLANT 59, Gotinga 1961] 204) y atribuyó casi toda la concepción clásica de apóstol a la invención de Lucas (Haenchen, Acts 124-25), asumiendo que su principal preocupación era definir la fuente de la autoridad y la tradición en la Iglesia. Aunque Pablo no podría haber reivindicado el status de apóstol si la norma de Lucas hubiese tenido vigencia en su época, Lucas no fue quien inició la restricción a los compañeros terrenos de Jesús (cf. Mc 3,14; 6,7.30; Mt 10,2; Ap 21,14), ni tampoco se opone de forma contundente a la pretensión de Pablo (cf. 14,4.14). Su objetivo es distinto. Lo que quería era demostrar, mediante el apostolado de los Doce, la exacta continuidad entre las pretensiones de Jesús y las de la Iglesia sobre «toda la casa de Israel» (2,36; cf. vv. 2.15 supra; Lohñnk, Sammlung 77-84). Las «entradas y salidas» de Jesús con los Doce implicaba el fatídico camino hacia Jerusalén como marco de «todo cuanto hizo en el territorio de los judíos» (10,39), siguiendo la ley que rigió el destino de todos los profetas de Israel (Lc 13,33-35 [cf. Mt 23,37-39]). Ésta es la razón por la que aquellos que «caminaron con él desde Galilea hasta Jerusalén» sean cualificados como «sus testigos ante el pueblo» (13,31, ¡discurso de Pablo!), llamándoles al arrepentimiento (10,41-43) y asumiendo el riesgo de su oposición asesina contra todos los profetas (7,51 – 52). 22. comenzando desde: La delimitación del ministerio terreno de Jesús remite, de forma sintética, a los w. 1-5. testigo de su resurrección: El paralelismo con 13,31 sugiere que podríamos sopesar esta frase con la de «testigos ante el pueblo» que encontramos allí. El requisito lucano para ser un martys pascual (cf. 1 Cor 15,15), vgr., haber contemplado totalmente las obras terrenas de Jesús, indica que, ante todo, no se trata de un testimonio ocular de la resurrección como factum, sino de una confirmación de la identidad entre el Cristo resucitado y el Jesús terreno (Roloff, Apg. 33-34; Schneider, Apg. 1.225), mediante una abierta reconstrucción de la misión al «pueblo» de Israel realizada por Jesús (Dómer, Heil 135-36). El «testimonio» como encarnación del Christus praesens resucitado hace posible la aplicación posterior del término a Esteban (22,20) y Pablo (22,15; 26,16), acusados por los judíos. 23. No volvemos a escuchar más el nombre de los candidatos en ninguna otra parte del NT. La detallada información sobre José Barsabás (tradición palestinense) burla al lector, que esperaba su elección (!). 24-25. La oración, como la de 4,24-30, reviste el argumento del autor con expresiones venerables, tales como «que conoces todos los corazones» (cf. 15,8; Beginnings 4.15). el puesto: El matiz local acentúa el irónico contrapunto entre el oficio que Judas dejó vacante y el funesto «territorio» que adquirió en su lugar. este ministerio y apostolado: El kai es epexegético y evoca el vocabulario del v. 17. Sin embargo, el apostolado como diakonia (1 Cor 12,5.28; Ef 4,11-12) no se considera todavía un oficio eclesiástico. El «servicio» fundamental de los Doce es la «reunificación de Israel», que Jesús había iniciado y que estaba simbolizado, proféticamente, por su propio número (Lohfink, Sammlung 79). 26. echaron suertes: No se trataba de una elección mediante votación, pues «es Dios quien elige» mediante sorteo (Haenchen, Acts 162). Cf. esta antigua institución en Lv 16,7-10; G. Lohfink, BZ 19 (1975) 247-49. con los once apóstoles: El anacronismo resulta evidente al leer 1 Cor 15,5-8.
(Benoit, Jesús, 1.189-207. Dietrich, W., Das Petrusbild der lukanischen Schriften [Stuttgart 1972] 166-94. Dómer, Heil 122-38. Dupont, Études 309-20. Holtz, Untersuchungen 43-48. Lake, K., Beginnings 5.22-30. Nellesen, E., «Tradition und Schrift in der Perikope von der Erwáhlung des Mattias», BZ 19 [1975] 205-18. Zeugnis für Jesús und das Wort [Bonn 1976] 128-78. Wilcox, M., «The Judas-Tradition in Acts 1,15-26», NTS 19 [1972-73] 438-52.)
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
amigo de DIOS… Gr. theófilos = el que ama a Dios → Luc 1:1. Obviamente el Autor Sagrado no dedica su Palabra a ningún mecenas, sino a sus amigos.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
R663 Lucas no usa πρότερος en sus escritos, así que πρῶτον en este caso se refiere al primero de dos (no de tres, comp. MT79; el significado de πρῶτον es ambiguo; o Lucas es culpable de un amaneramiento popular helenístico, o él tenía la intención de escribir tres tomos -T32). [Editor. Puesto que Lucas nunca usó el comparativo de este adjetivo, y en el griego helenístico el superlativo a menudo se usa en lugar del comparativo, parece que nunca pensó en escribir tres tomos.]
R1193 Parece que aquí hay alguna vehemencia o urgencia en el uso de ὦ.
M181 El verbo ἤρξατο tiene un sentido similar a desde el principio (comp. T227).
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Lit., hice
Fuente: La Biblia de las Américas
g Luc 1:1-4. Gr. Teófile = amigo de Dios.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
[1] Explicación adjunta en Luc 1:3.
[2] Arameo Peshitta.
[3] Cuando hay unidad en el pueblo creyente de Israel, el deber principal es la restauración y reunión de las dos casas. Aunque no estaban de acuerdo en muchos asuntos, estaban preocupados todos de que Yahshua estaba regresando al Padre sin que primeramente Efrayím y Judah fuesen unidos de nuevo en la mano de YHWH. Esta pregunta, que apunta hacia el futuro, es evidencia amplia y válida de que la restauración era primordial en el ministerio de Yahshua, y aún no había tomado lugar completamente durante el regreso de los Judíos del exilio Babilónico, ni durante el tiempo de Hezekiah, o durante los días de Josiah como algunos afirman erróneamente.
[4] Mirando hacia el futuro, Yahshua les contesto en los versículos 7-8, ilustrando que Su Padre aún no le había revelado a nadie el tiempo exacto de la futura restauración completa. La pregunta de los discípulos y la respuesta de el Moshiach, descarta para siempre cualquier intento para inventar, o fabricar una reunión previa de las dos casas de Israel que supuestamente había ocurrido unos quinientos años antes de que Yahshua se hizo carne.
[5] Observen que el plan para juntar a Israel está claramente delineado. En este contexto, esta comisión es dada como respuesta a la pregunta de los discípulos de como restaurar a Israel. El les dicho el método en la cual ésto sucederia. El los envío a toda Israel, en toda Judea, en Samaria, y al mundo entero. Hay solamente una Gran Comisión, no tres. Las ovejas perdidas de Israel serán halladas en estas tres areas.
[1] En contexto, un mensajero representando las dos casas que íban a ser unidas a través de la proclamación de las Buenas Nuevas.
[2] Físicamente, corporalmente, y de regreso al Monte de los Olivos.
[3] Determinado por el Sanedrín de aquel entonces. Este concepto se hizo parte de la ley oral de los Judíos.
[4] Este cuarto o habitación en lo alto era el lugar donde tomo lugar la reunión de oración de los líderes de Israel del Pacto Renovado, pero no era el lugar donde cayó el Espíritu. El error de trasladar los eventos del capítulo 2 al cuarto donde tomo lugar esta reunión de oración ha resultado en grave horror, tragedia, y error, como es visto en el supuesto nacimiento de una iglesia gentil.
[5] Ellos oraban y preguntaban porque habían doce discípulos de de cada una de las doce tribus ordenadas para gobernar en el reino. El escogido primeramente tenía que ser fiel y pertenecer a la misma tribu de Judas. Solamente YHWH sabía por seguro.
[6] Opuesto a un Israelita fiel, que es dicho ser juntado a su pueblo.
[4] Jn 14, 16-26.[16] 40, 10.[20] Sal 69 (68), 26; 109 (108), 8.
* Quiere decir: “Alguien que ama a Dios,” ya sea una persona específica, o más de manera genérica. El “libro anterior” que se menciona es el evangelio de Lucas.
Biblia Peshitta 2006 Notas:
Tanto el contexto como el estilo de este libro, así como su referencia al primer relato y sus alusiones a Lucas en las Epístolas de Pablo, dan base para atribuir la autoría a Lucas, el médico amado. No se sabe con precisión la fecha en que fue escrito, pero hay consenso en que su composición fue alrededor del 64 d.C., poco tiempo después del Relato del Evangelio de Lucas. Este libro describe el desarrollo y la expansión de la Iglesia primitiva desde el derramamamiento del espíritu santo hasta la llegada de Pablo a Roma. Aunque el título hace referencia a la obra de los apóstoles (Pracsis du180?shelije, Hechos de los emisarios o apóstoles), más bien debería haber sido titulado «Hechos del espíritu santo», ya que describe el derramamento, la acción constante y la dirección del espíritu santo.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat
Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento
Fuente: Peshitta en Español