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Comentario de Hechos 11:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Hechos 11:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea oyeron que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios.

11:1 — Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. — «Las noticias de Cesarea se difundieron como un incendio forestal entre los cristianos judíos. El caso de los samaritanos era diferente, porque eran medio judíos, aunque odiados. Pero aquí se trataba de verdaderos romanos» (ATR). La iglesia de Jerusalén no tuvo nada que ver con la conversión de los primeros gentiles. No envió a Pedro a la casa de Cornelio. Por lo tanto, la noticia de la conversión de los gentiles les inquietaba.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

y oyeron los apóstoles. Hch 8:14, Hch 8:15; Gál 1:17-22.

que también los gentiles. Hch 10:34-38; Hch 14:27; Hch 15:3; Gén 49:10; Sal 22:27; Sal 96:1-10; Isa 11:10; Isa 32:15; Isa 35:1, Isa 35:2; Isa 42:1, Isa 42:6; Isa 49:6; Isa 52:10; Isa 60:3; Isa 62:2; Jer 16:19; Ose 2:23; Amó 9:11, Amó 9:12; Miq 5:7; Sof 2:11; Sof 3:9; Zac 2:11; Zac 8:20-23; Mal 1:11; Mat 8:11; Mar 16:5; Luc 2:32; Rom 15:7-12.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Pedro, siendo acusado por ir a los gentiles, Hch 11:1-4,

presenta su defensa, Hch 11:5-17;

la cual es aceptada, Hch 11:18.

El evangelio expandiéndose en Fenicia, Chipre y Antioquía, envian a Bernabé a confirmarlos, Hch 11:19-25.

Los discípulos son llamados cristianos por primera vez, Hch 11:26.

Envían ayuda a los hermanos en Judea en tiempo de hambre, Hch 11:27-30.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Los judíos no sentían aprecio por los gentiles. En algunos escritos rabínicos, se considera que Dios creó a los gentiles con el fuego del infierno. A ellos, los llaman perros (Mat 15:26) e inmundos (Hch 10:14). Más adelante veremos a los judaizantes (judíos cristianos) quienes son tan apegados a la Ley que le dirán a los gentiles que deben convertirse en judíos y seguir todos los ritos de Moisés, incluso la circuncisión, antes de poder pertenecer a la Iglesia. Esta es otra señal del prejuicio que sentían los judíos hacia los gentiles.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

La noticia del suceso en Jerusalén, 11:1-18.
1 Oyeron los apóstoles y los hermanos de Judea que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. 2 Pero cuando subió Pedro a Jerusalén disputaban con él los que eran de la circuncisión, 3 diciendo: Tú has entrado a los incircuncisos y has comido con ellos. 4 Comenzó Pedro a contarles por menudo, diciendo: 5 Estaba yo en la ciudad de Joppe orando, y vi en éxtasis una visión, algo así como un mantel grande suspendido por las cuatro puntas, que bajaba del cielo y llegaba hasta mí; 6 y volviendo a él los ojos, vi cuadrúpedos de la tierra, fieras, reptiles y aves del cielo. 7 Oí también una voz que Mc decía: Levántate, Pedro, mata y coMc. 8 Pero yo dije: De ninguna manera, Señor, que jamás cosa manchada o impura entró en mi boca. 9 Por segunda vez me habló la voz del cielo: Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú impuro. 10 Esto sucedió por tres veces, y luego todo volvió al cielo. 11 En aquel instante se presentaron tres hombres en la casa en que estábamos, enviados a mí desde Cesárea. 12 Al mismo tiempo, el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin vacilar. Conmigo vinieron también estos seis hermanos, y entramos en la casa de aquel varón, 13 que nos contó cómo había visto en su casa al ángel, que, presentándosele, dijo: Envía a Joppe y haz venir a Simón, llamado Pedro, 14 el cual te hablará palabras por las cuales serás salvo tú y tu casa. 15 Comenzando yo a hablar, descendió el Espíritu Santo sobre ellos, igual que sobre nosotros al principio. 16 Yo me acordé de la palabra del Señor cuando dijo: “Juan bautizó en el agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo.” 17 Si Dios, pues, les había otorgado igual don que a nosotros, que creímos en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios? 18 Al oír estas cosas callaron y glorificaron a Dios, diciendo: Luego Dios ha concedido también a los gentiles la penitencia para la vida.

Es natural esta reacción de la comunidad cristiana de Jerusalén (v.1-3). Lo realizado por Pedro era algo que se salía totalmente de los cauces por los que había discurrido hasta entonces la predicación evangélica. Propiamente no se le reprocha el que haya predicado a los gentiles, e incluso que los haya bautizado, sino el que haya “entrado a los incircuncisos y comido con ellos” (v.3), promiscuidad humillante para Israel, a quien las Escrituras habían reservado siempre una condición de privilegio. Indirectamente se le reprocha también el que los haya bautizado, no precisamente por razón del bautismo, cosa que se había hecho ya desde un principio en la Iglesia (cf. 6:5), sino por haberlos bautizado siendo impuros, es decir, sin pasar antes por la circuncisión.
El reproche se lo hacen “los que eran de la circuncisión” (v.2), frase cuya amplitud de significado no es fácil de concretar. Desde luego, no puede interpretarse como contraposición a otro grupo que procediese del gentilismo, tal como se usa en Col 4:11, pues no es creíble que en la comunidad de Jerusalén hubiese por esas fechas fieles incircuncisos. Tampoco juzgamos creíble que fuese la iglesia entera de Jerusalén, con los apóstoles a la cabeza, la que de modo poco menos que oficial hiciese ese reproche a Pedro; lo más probable es que se aluda a aquellos fieles de la iglesia jerosolimitana que estaban especialmente apegados a las observancias mosaicas, y cuyas tendencias volverán a aparecer varias veces en esos primeros años de la Iglesia (cf. 15:1.5; Gal 2:4.12). Aunque no debemos olvidar que todos los judío-cristianos, en general, como eran los que componían la comunidad de Jerusalén, estaban dominados más o menos por la misma mentalidad. El caso de Pedro, que en el capítulo precedente hemos comentado, es muy instructivo a este respecto (cf. 10:14-28-34). Y es que era muy difícil a los judíos, aun después de convertidos a la fe, dejar a un lado sus prerrogativas de pueblo elegido, haciendo tabla rasa de todo un sedimento de siglos, para resignarse a una situación de igualdad con los aborrecidos “paganos.” Dios no tiene prisa, y a su hora se conseguirá el objetivo. Para ello, el Espíritu Santo se encargará de ir dando los toques oportunos, como el que acaba de dar a Pedro para la admisión de Cornelio; con todo, deberá pasar aún bastante tiempo hasta que esa verdad adquiera forma clara en el alma de los judíos convertidos a Cristo (cf. 21:20-24).
La defensa de Pedro ante el reproche que le hacen se reduce a hacerles ver que había estado guiado en cada paso por Dios, y que no haber bautizado a Cornelio y los suyos hubiera sido desobedecer a Dios (v.2-17). Su argumentación no tenía réplica; de ahí, la conclusión del relato: “Al oír estas cosas callaron y glorificaron a Dios, diciendo: Luego Dios ha concedido también a los gentiles la penitencia para la vida” (v.18).

Fundación de la iglesia de Antioquía, 11:19-26.
19 Los que con motivo de la persecución suscitada por lo de Esteban se habían dispersado, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no predicando la palabra más que a los judíos. 20 Pero había entre éstos algunos hombres de Chipre y de Cirene que, llegando a Antioquía, predicaron también a los griegos, anunciando al Señor, Jesús. 21 La mano del Señor estaba con ellos, y un gran número creyó y se convirtió al Señor. 22 Llegó la noticia de esto a los oídos de la iglesia de Jerusalén, y enviaron a Antioquía a Bernabé, 23 el cual, así que llegó y vio la gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos a perseverar fieles al Señor; 24 porque era hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe, y se allegó al Señor numerosa muchedumbre. 25 Bernabé partió a Tarso en busca de Saulo, y hallándole, le condujo a Antioquía, 26 donde por espacio de un año estuvieron juntos en la iglesia e instruyeron a una muchedumbre numerosa, tanto que en Antioquía comenzaron los discípulos a llamarse “cristianos.”

Enlazando con 8:1, cuenta aquí San Lucas los orígenes de la iglesia de Antioquía, al afirmar que fueron los dispersados con ocasión de la muerte de Esteban los que evangelizaron esta ciudad (v.1g). Era Antioquía, capital de la provincia romana de Siria, la tercera ciudad del imperio por su importancia, después de Roma y Alejandría. Contaba entonces, a lo que parece, alrededor del medio millón de habitantes, y en ella eran muy numerosos los judíos, que gozaban incluso de bastantes privilegios 98. Eran célebres en el mundo entero sus jardines de Dafne, a unos 10 kilómetros de la ciudad, con sus bosques sagrados y su templo de Apolo.
A esta ciudad llegan esos dispersados con ocasión de la muerte de Esteban (v.1q), al igual que otros se habían dispersado por Judea y Samaría (cf. 8:1.4). En un principio no predican sino a los “judíos” (v.16), pero hubo algunos que comenzaron a predicar también a los “griegos” (v.20). No está claro en el relato de Lucas si estos de los dispersados que predican a los “griegos” constituyen una misión posterior y distinta a la de los que “sólo predicaban a los judíos.” Bien puede ser que sí, pero bien puede ser también que se trate del mismo grupo de “dispersados,” entre los que algunos, de espíritu más universalista, se decidieron a extender su predicación también a los “griegos”. “Lo que sí parece cierto es que antes había tenido lugar ya la conversión de Cornelio (10:1-48), pues San Lucas la ha referido antes, y no hay motivo alguno para negar valor cronológico a la narración. Además, las palabras de Pedro en el concilio de Jerusalén: “Determinó Dios que por mi boca oyesen los gentiles la palabra del Evangelio” (15:7), claramente dan a entender que fue él quien primero dio ese paso de admisión de los gentiles en la Iglesia. La admisión de Cornelio habría sido, pues, el punto de partida para esa nueva orientación que en Antioquía comienza a darse a la predicación del Evangelio. Nunca se dice, es verdad, que los predicadores de Antioquía hubiesen tenido noticia de la conversión de Cornelio, pero ello parece evidente, pues el hecho había tenido enorme repercusión (cf. 11:1-2), y la manera de expresarse de Pedro en el concilio de Jerusalén así lo aconseja.
La predicación obtiene muy halagüeños resultados, pues “la mano del Señor estaba con los predicadores” (v.21), es decir, se notaba a través de diversas señales y prodigios una especial intervención por parte de Dios (cf. 4:30). Llegada la noticia a Jerusalén, envían allá a Bernabé, “hombre bueno y lleno del Espíritu Santo” (v.22-24), del cual ya teníamos referencias en los capítulos anteriores (cf. 4:36-37; 9:27). No se especifica cuál era concretamente la misión de Bernabé; pero, ciertamente, no era sólo en orden a informar a los apóstoles, pues vemos que no regresa a Jerusalén. Más bien debió confiársele el que se hiciese cargo personalmente de la situación, asegurándose de que la doctrina que se predicaba era exacta y procurando evitar los roces con los cristianos procedentes del judaísmo. La misión era en extremo delicada, pero Bernabé la debió llevar a cabo con sumo tacto y clara visión de la realidad, pues, en poco tiempo, una “gran muchedumbre” se convierte al Señor (v.24). Y otro gran mérito suyo fue que, viendo que la mies era abundante, va a Tarso en busca de Saulo, el futuro gran apóstol, a quien sabía libre de prejuicios judaicos y con una misión para los gentiles (cf. 9:15; 22:21), trabajando luego juntos durante un año en Antioquía (v.25-26; cf. 9:30). El había sido quien le había introducido ante los apóstoles (9:27), y él es ahora quien le introduce definitivamente en el apostolado.
El éxito es tal que, desde este momento, el centro de gravedad de la nueva religión, hasta entonces en Jerusalén, puede decirse que comienza a trasladarse a Antioquía. Aquí nos encontramos con una “muchedumbre numerosa” de creyentes (v.26), y de aquí partirán luego las grandes expediciones apostólicas de Pablo por Asia Menor y Europa, que darán ya un carácter plenamente universal a la nueva religión, con comunidades cristianas florecientes en las principales ciudades del imperio (cf. 13:1-21:19). Fue precisamente en Antioquía, a raíz de la predicación de Bernabé y Saulo, donde a los convertidos a la nueva fe comienza a dárseles el nombre de “cristianos” (v.26). Y es que hasta entonces, al menos ante el gran mundo, no se les distinguía de los judíos, dado que la nueva religión se predicaba sólo a judíos, y, para los que se convertían, la Ley y el templo seguían conservando todo su prestigio (cf. 2:46; 3:1; 15:5; 21:20). Es ahora cuando, con la conversión también de gentiles, comienzan a aparecer ante el mundo como algo distinto y adquieren personalidad pública. De ahí la creación de un nombre especial, el de cristianos. Parece que fue el pueblo gentil de Antioquía el que primero comenzó a usar este nombre para designar a los seguidores de la nueva religión, considerando sin duda el apelativo “Cristo” (Ungido) como nombre propio, de donde derivaron el adjetivo “cristiano.” Ni es de creer que este nombre se diese solamente a los fieles de origen gentil, como han afirmado algunos. Lo mismo los textos de los Hechos (11:26; 26:28) que el de la carta de San Pedro (1Pe 4:16), únicos tres lugares de la Escritura en que aparece este nombre, parecen tener claramente sentido general 100.
Según algunos autores, habría sido también en Antioquía donde comienza a dársele a Jesucristo el título de “Señor.” Mientras hasta aquí se habría hablado de Jesús como “Cristo” o “Mesías” (cf. 2:31; 3:20; 4:26; 5:42; 8:5; 9:22), ahora se comenzaría a hablar de él como “Señor.” De hecho, la predicación se hace “anunciando al Señor Jesús” (v.20), y los antioquenos “se convierten al Señor”(v.21.24), y Bernabé les exhorta a “perseverar fieles al Señor” (v.23). Y es que el título “Cristo” (= Mesías) respondía más bien a una concepción judía, y decía muy poco a un auditorio gentil; por eso se habría preferido el de “Señor” (Kúpios), título entonces muy usado para designar ora al emperador (cf. 25:26), ora a otras personas de elevado rango. Con frecuencia se unía también a nombres de divinidades, por lo que, en la mentalidad popular, tal título estaba como revestido de cierto color sagrado, y era muy apto para aplicarlo a Jesucristo.
Creemos, sin embargo, que la conclusión va demasiado lejos. No negamos que ante el auditorio gentil de Antioquía fuera preferido el título de “Señor,” como más expresivo que el de “Mesías”; pero ciertamente no comenzó entonces a aplicarse ese título a Jesucristo, como ya explicamos ampliamente al comentar Hec 2:36.

La iglesia de Antioquía envía limosnas a Jerusalén,Hec 11:27-30.
27 Por aquellos días bajaron de Jerusalén a Antioquía profetas, 28 y levantándose uno de ellos, por nombre Agabo, vaticinaba por el Espíritu una grande hambre que había de venir sobre toda la tierra, y que vino bajo Claudio. 29 Los discípulos resolvieron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea, 30 cada uno según sus facultades, y lo hicieron, enviándoselo a los presbíteros por medio de Bernabé y Saulo.

Varias veces aluden los historiadores romanos a los estragos causados por el hambre en diversas regiones del imperio bajo el reinado de Claudio (41-54). También Josefo se refiere al mismo tema en tres ocasiones, haciendo notar que fue sobre todo en tiempos del procurador Tiberio Alejandro (a. 46-48) cuando más gravemente el hambre afectó a Palestina 101. Está, pues, en perfecta armonía con los documentos profanos esa alusión de Lucas al hambre predicha por Agabo, “… que vino bajo Claudio” (v.28).
Lo que ya no está tan claro es el nexo cronológico entre predicción de Agabo, colecta para Jerusalén y hambre bajo Claudio 102. Desde luego, no creemos, en contra de lo que algunos han querido deducir, que las palabras “la cual vino bajo Claudio” demuestren que, al tiempo de esa predicción, Claudio no reinaba aún y, por tanto, la bajada de Agabo a Antioquía haya de ponerse antes del año 41. Tampoco es necesario que la colecta de Antioquía coincida exactamente con la época de mayor carestía en Palestina, que, al decir de Josefo, habría sido en los años 45-48 bajo los procuradores Cuspio Fado y Tiberio Alejandro. Más bien creemos, atendido el conjunto del relato, que nos hallamos hacia el año 44, pues es el año en que murió Herodes; y la vuelta de Pablo y Bernabé a Antioquía, una vez entregada la colecta en Jerusalén, parece relacionada cronológicamente con la muerte de Herodes (cf. 12:23-25). Habría sido entonces, años 43-44, cuando tuvo lugar la predicción de Agabo y la colecta para Jerusalén. Eran también años de carestía, como, en general, durante todo el reinado de Claudio; aunque el agobio mayor, por lo que se refiere a Palestina, viniera luego en los años 45-48, a cuya etapa más crítica aludiría (en futuro) la profecía de Agabo. Los fieles de Antioquía no habrían esperado a esa etapa más crítica para organizar y enviar su colecta, sino que lo habrían hecho antes, en previsión del futuro; tanto más que, sin duda, tenían noticia de la penuria, agravada ahora por las carestías, en que se desenvolvía la comunidad de Jerusalén, penuria que seguirá también en el futuro y que obligará a San Pablo a organizar frecuentes colectas en su favor (cf. Rom 15:26; 1Co 16:1; Gal 2:10).
Llama la atención que la colecta sea enviada “a los presbíteros” (v.30), sin mencionar para nada a los apóstoles. ¿Quiénes eran estos “presbíteros”? Desde luego, parece claro que se trata de los mismos personajes de que se vuelve a hablar más adelante, juntamente con los apóstoles, y que constituían una especie de colegio o senado que ayudaba a éstos en el gobierno de la comunidad jerosolimitana (cf. 15:2.4.6.22.23; 16:4; 21,18). El hecho de que los “apóstoles” no sean aquí aludidos quizá sea debido a que, por ser tiempos de persecución (cf. 12:1-2), o bien estaban en la cárcel, como expresamente se nos dice de Pedro (12:4), o bien se habían ausentado ya de Jerusalén, como vemos que hace el mismo Pedro, una vez liberado (12:17). También pudiera ser que no se aluda a ellos simplemente porque se trataba de un asunto de orden material, como era la distribución de limosnas, y los apóstoles ya anteriormente habían mostrado su propósito de dejar a otros esos menesteres (cf. 6:2). La cosa es dudosa.
Mas sea como fuere, ciertamente la misión de los “presbíteros” cristianos, que en este lugar aparecen por primera vez, no debe reducirse a funciones exclusivamente de administración temporal, pues poco después les vemos intervenir en funciones de tipo doctrinal y de gobierno (cf. 15:6; 16:4; 21:18-23). Pablo y Bernabé, tomando, sin duda, por modelo lo que se hacía en Jerusalén, los ponen al frente de las comunidades por ellos fundadas (14:23); y en las pastorales se habla de ellos como de algo regularmente establecido en todas las iglesias (cf. 1Ti 5:17-19; Tit 1:5). A estos “presbíteros” hay que equiparar los “obispos,” de que se habla en otros lugares (cf. 20:28; Flp 1:1; 1Ti 3:2; Tit 1:7), pues, según todos los indicios, se trata de términos sinónimos e intercambiables, sin que haya que ver en ellos todavía la diferencia que tales nombres indicarán más tarde. Parece ser que, mientras duró el templo y con él el sacerdocio de la antigua Ley, el término sacerdotes (ιερείς) quedó reservado para los ministros del culto mosaico, adoptando los cristianos para, sus sacerdotes o dignatarios locales el de “presbíteros” u “obispos,” términos de uso entonces bastante corriente en organizaciones judías y griegas. Con esos términos quedarían significados los presbíteros en el sentido actual, es decir, los sacerdotes del segundo grado de la jerarquía;’ los obispos, en el sentido que nosotros entendemos esa palabra, habrá que buscarlos en Tito, Timoteo, Marcos, Lucas y otros colaboradores de los apóstoles, quienes, a juzgar por los datos que nos ofrecen las pastorales, estaban revestidos, al menos al final de la vida de San Pablo, de amplios poderes para establecer “diáconos” y “presbíteros-obispos” en las iglesias particulares 103. El valor prácticamente sinónimo entre “presbítero” y “obispo,” lo mismo en los Hechos que en las Epístolas paulinas, atestigua un período de organización y de jerarquía todavía inicial, pues unos cincuenta años más tarde, en las cartas de San Ignacio de Antioquía, existirá ya una clara distinción de términos, apareciendo el “obispo” en el vértice de la jerarquía, y debajo de él los “presbíteros” y “diáconos” 104.
La colecta es enviada por medio de Bernabé y Saulo (v.âï). Es ésta la segunda ve? que San Pablo visita Jerusalén después de su conversión; suele llamarse “viaje de las colectas.” Anteriormente había hecho ya una primera visita a la ciudad santa, partiendo desde Damasco (cf. 9:26). Hay autores que quieren identificar este “viaje de las colectas” con el de Gal 2:1-10, igual que hemos identificado el que hizo desde Damasco (Gal 9:26) con el de Gal 2:18. Sin embargo, como en su lugar explicaremos, no es con este de las colectas, sino con el que hizo para asistir al concilio de Jerusalén (Gal 15:2-30) con el que debe identificarse el de Gal 2:1-10. Lo que sucede es que, en la carta a los Gálatas, salta del primer viaje (Gal 1:18) al tercero (Gal 2:1), sin mencionar el “viaje de las colectas,” debido a que no pretende dar una lista completa de sus viajes, sino sólo recordar aquellos que interesan a su propósito de hacer ver que no ha recibido su evangelio de los hombres, sino mediante revelación de Jesucristo; y para esa finalidad de nada servía recordar el “viaje de las colectas,” sin alcance alguno doctrinal105.

Fuente: Biblia Comentada

11:1 — Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. — «Las noticias de Cesarea se difundieron como un incendio forestal entre los cristianos judíos. El caso de los samaritanos era diferente, porque eran medio judíos, aunque odiados. Pero aquí se trataba de verdaderos romanos» (ATR). La iglesia de Jerusalén no tuvo nada que ver con la conversión de los primeros gentiles. No envió a Pedro a la casa de Cornelio. Por lo tanto, la noticia de la conversión de los gentiles les inquietaba.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA DEFENSA DE PEDRO

Hechos 11:1-10

Los apóstoles y los miembros de la comunidad cristiana de Judasa se enteraron de que unos que no eran judíos habían recibido el Evangelio. Y, cuando Pedro subió a Jerusalén, los judíos cristianos se pusieron a discutir con él y a decirle:
-¿Qué es eso de que has entrado en casa de paganos incircuncisos y has comido con ellos?
Pedro empezó por el principio, y se lo refirió todo paso a paso.
-Yo estaba orando en la ciudad de Jope -dijo-, cuando tuve un éxtasis y se me presentó una visión. Era algo así como una lona muy grande que bajaban por los cuatro picos hasta dejarla precisamente delante de mí. Yo me la quedé mirando a ver qué era, y vi que estaba llena de cuadrúpedos terrestres, fieras, reptiles y aves. Y oí una voz que me decía: «¡Venga, Pedro, mata y come!» Y yo respondí: «Nada de eso, señor; porque en mi boca no ha entrado jamás nada contaminado ni inmundo.» Entonces me dijo por segunda vez la voz del cielo: «No debes considerar contaminado lo que Dios ha limpiado.» Esto sucedió tres veces, y luego se lo llevaron todo al cielo.

La importancia que le dio Lucas a este incidente se ve por el doble espacio que le dedica. En los tiempos antiguos, el escritor no podía extenderse indebidamente. Todavía no existían los libros en la forma actual. Se usaban rollos de un material que se llamaba papiro, el antepasado del papel, que se hacía de una pasta que se sacaba de las plantas de aquel nombre. Un rollo no era fácil de manejar, y el más largo tendría unos diez metros, la longitud necesaria para contener todo el libro de Hechos. Lucas tendría una cantidad casi ilimitada de historias que hubiera querido incorporar en su libro. Debe de haber hecho la selección de lo que quería incluir con el máximo cuidado; y, sin embargo, consideró que la historia de Pedro y Comelio era tan importante que había que contarla dos veces.

Lucas tenía razón. No solemos darnos cuenta de lo cerca que estuvo el Cristianismo de no pasar de ser una secta judía, o una nueva forma de judaísmo. Todos los primeros cristianos eran judíos, y toda la tradición y el carácter del judaísmo los habría movido a guardar esta nueva maravilla para sí mismos, y a creer que Dios no podía haber pretendido que fuera también para los gentiles. Lucas ve este incidente como un hito importante en la carretera que la Iglesia iba recorriendo en su caminar hacia una concepción de un mundo para Cristo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 11

3. PEDRO SE JUSTIFICA EN JERUSALéN (Hch/11/01-18).

a) La comunidad primitiva censura a Pedro (11,1-3).

1 Oyeron los apóstoles y los hermanos que vivían en Judea que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. 2 Y cuando Pedro subió a Jerusalén, disputaban con él los de la circuncisión, 3 diciéndole: «¡Has entrado en casa de hombres incircuncisos y has comido con ellos!»

Sería extraño que no se hubiesen presentado reparos y críticas sobre estos sucesos de Cesarea. A los miembros de la primitiva comunidad de Jerusalén les sonó como algo inaudito la noticia de que los gentiles habían recibido la palabra de Dios. La nueva se va propagando de boca en boca. Ya antes leímos una noticia semejante: «Enterados los apóstoles en Jerusalén de que había recibido Samaría la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan» (8,14). Ya entonces fue una novedad sorprendente que los semigentiles samaritanos se hubiesen adherido a Cristo. «Recibir la palabra de Dios» es una descripción de profundo sentido para significar que alguien escucha con fe el mensaje de salvación del Señor. Pero ahora sobreviene la notificación (que parece inconcebible) de que los paganos y -así podemos anotarlo para colmo- incluso romanos, personas pertenecientes al poder de ocupación, habían recibido el bautismo. Y esta vez no pudieron, como antes en el caso de Samaría, enviar mandatarios de la comunidad y vigilar. En este hecho había participado el mismo Pedro. Por todos los datos advertimos una vez más lo inaudito y trascendental de lo que había sucedido en Cesarea.

No se habla abiertamente de crítica ni de recusación. Sin embargo, ya se nota muy claramente entre líneas el espíritu de una orientación, que todavía encontraremos más tarde y que en la Iglesia siempre se hará sentir de algún modo. Es la orientación que dentro de poco procurará oponerse con sus exigencias judaizantes a toda libertad de la misión cristiana y, con rivalidad enconada, se esforzará por estorbar e impedir especialmente la obra misional del apostolado. Los inconvenientes que ahora objetan a Pedro con una actitud recelosa, los presentarán e impugnarán más tarde en alta voz formando un frente cerrado en el concilio llamado de los apóstoles (15,1 ss). Quien conozca la carta a los Gálatas, sabe la lucha que Pablo tuvo que sostener con ellos, los llamados judaizantes.

En el acentuado relieve que se da a los conceptos de circuncisión e incircuncisos se indica que también en este caso se trata de miembros de la comunidad que tenían una manera de pensar judaizante. Intencionadamente se les llama «los de la circuncisión». Pablo en la carta a los Gálatas emplea la misma expresión (Gal 2:12), cuando dice quo Pedro se separó de los gentiles dejando de comer con ellos «por miedo a los de la circuncisión». «¡Has entrado en casa de hombres incircuncisos y has comido con ellos!», los de la circuncisión echan en cara a Pedro, que ha regresado a Jerusalén. Se denota la rígida manera de pensar de los judíos que juran por la tradición y por la letra. Es una actitud, cuya superación fue la tarea difícil. ¿Cómo la resolverán Pedro y la Iglesia?

b) Respuesta de Pedro (Gal 11:4-18).

4 Y empezó Pedro a explicárselo punto por punto, diciendo: 5 «Yo estaba orando en la ciudad de Jopa, cuando vi en éxtasis una visión: un recipiente como un mantel grande que descendía, bajado del cielo por sus cuatro puntas, y que llegaba hasta mí. 6 Yo lo consideraba con la vista fija en él, y vi cuadrúpedos de la tierra, bestias, reptiles y aves del cielo. 7 Oí asimismo una voz que me decía: «Anda, Pedro, mata y come.» 8 Pero yo dije: «De ninguna manera, Señor; jamás cosa profana o impura entró en mi boca.» 9 Y me respondió de nuevo la voz del cielo: «Lo que Dios ha declarado puro, tú no lo llames profano.» 10 Esto se repitió hasta tres veces, y de nuevo fue retirado todo al cielo. 11 Al instante se presentaron en la casa donde estábamos tres hombres enviados desde Cesarea en busca de mí. 12 Y el Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar en modo alguno. Vinieron también conmigo estos seis hermanos y entramos en la casa de aquel hombre. 13 él nos contó cómo había visto en su casa al ángel que se le presentó y le dijo: «Envía a Jopa a buscar a Simón, por sobrenombre Pedro; 14 él te dirá palabras en virtud de las cuales serás salvo tú y toda tu casa.» 15 Y en comenzando yo a hablar, descendió el Espíritu Santo sobre ellos, como al principio sobre nosotros. 16 Y recordé la palabra del Señor cuando decía: «Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en Espíritu Santo.» 17 Si, pues, Dios les otorgó el mismo don que a nosotros cuando creímos en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poder impedírselo a Dios?» 18 Al oír esto, se tranquilizaron y glorificaron a Dios diciendo: «Según esto, Dios ha dado también a los gentiles la conversión que conduce a la vida.»

Sorprende que en este fragmento una vez más se cuente con detenimiento lo que ya sabemos por el relato precedente. En esto vemos el estilo literario de san Lucas, que pretende poner ante la mirada de los lectores los decisivos sucesos de la Iglesia primitiva de la forma más fácil de retener en la memoria. Ya hemos señalado un procedimiento semejante en el relato de la vocación de Saulo, que como hemos visto se llega a proponer tres veces, extensamente y con una coincidencia en gran parte literal. Hemos tenido la sensación de que la historia de Cornelio era de trascendental importancia para el camino que debía seguir la Iglesia. Incluso los miembros de la Iglesia judeocristiana tuvieron que notar que en Cesarea había sucedido algo inaudito.

Pedro refuta la ostensible desaprobación. Hace patente una vez más la experiencia que también para él fue emocionante. Pedro como jefe de la comunidad ¿debía dar esta cuenta? ¿Se pueden sacar rápidas conclusiones sobre la posición jurídica de Pedro con respecto a la comunidad por el hecho de que Pedro se sienta movido a rendir cuentas? ¿Debió Pedro emprender el viaje que le condujo a Lida y Jopa, solamente como emisario de la comunidad de Jerusalén? Quizás sería más acertado no ver tanto el asunto bajo el aspecto del interés por la situación constitucional de la Iglesia, cuanto bajo el aspecto de la dirección del Espíritu, a la que también están sometidos Pedro y los apóstoles. Los apóstoles y la comunidad saben que están estrechamente vinculados en el misterio del cuerpo de Cristo, sin detrimento de la ordenación establecida por Cristo, la cual asigna al cargo de apóstol una tarea que está por encima de la comunidad, pero que al mismo tiempo se desempeña en favor de la comunidad y con ella.

No es indispensable exponer detalladamente el contenido del discurso de Pedro. Ya se dijo lo fundamental a propósito de la historia de Cornelio referida en el cap. 10. En el estilo de la exposición de san Lucas se encuentran algunas diferencias con respecto al primer relato, pero no modifican los rasgos fundamentales de la narración. Parece significativa la observación complementaria de que Pedro recordara la palabra del Señor: «Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en Espíritu Santo» (11,16). Porque con esta cita se denota una correspondencia sintomática entre la venida del Espíritu Santo en el pentecostés inicial (2,1 ss) y esta otra venida en Cesarea. Cuando Jesús resucitado pronunció aquellas palabras (1,5), pensaba en el bautismo del Espíritu, que debía tener lugar «dentro de no muchos días», en la fiesta de pentecostés. Así pues, cuando Pedro menciona esta palabra, indica que tanto ahora como entonces se puso un decisivo principio en el camino del mensaje de salvación. Entonces la Iglesia penetró en el pueblo de Dios del Antiguo Testamento, ahora en Cesarea y en su revelación del Espíritu se abre el camino hacia el mundo pagano y por tanto a todo el mundo. Así llegamos a saber con claridad cuán íntimamente se enlaza el misterio de vida del Espíritu Santo con el camino de la Iglesia. Y en las palabras finales de Pedro no queremos hacer caso omiso de cómo la fe «en el Señor Jesucristo» es el principio y la condición de la actividad salvadora de Dios. El Espíritu de Dios y la fe del hombre se apresuran para encontrarse de una manera misteriosa y producen la obra de la salvación. Y cuando este Espíritu se revela tan prodigiosamente, como sucedió en Cesarea, entonces tenemos que acallar las objeciones y dificultades humanas, aunque éstas parezca que se apoyan tanto en doctrinas tradicionales y en una supuesta ortodoxia. La información de Pedro tranquilizó los ánimos excitados de los «de la circuncisión», de tal forma que incluso ellos vieron en lo que sucedió en Cesarea el gobierno de Dios, y tuvieron que convencerse de que también a los paganos se otorgó «la conversión que conduce a la vida».

Se tranquilizaron, dice el texto. ¿Se mantendrán tranquilos definitivamente? Quien conoce la ulterior evolución, sabe que la manera de pensar que movió a los «de la circuncisión» a objetar contra Pedro, pronto volverá a alzarse y una vez más intentará con impetuoso ardor obstaculizar el camino de la libertad cristiana. En la asamblea memorable de la Iglesia en Jerusalén, tal como se expone en los Hechos de los apóstoles (15,1 ss) y en la carta a los Gálatas (Gal 2:1 ss), los dos frentes se encontrarán todavía más cara a cara. Se necesitará la intervención de Pedro, Santiago y Juan, así como de Pablo y Bernabé para obtener y asegurar para el mensaje cristiano la verdad y libertad del Evangelio.

IV. ANTIOQUÍA Y LA PRlMERA COMUNIDAD ETNICO-CRISTIANA (Gal 11:19-30).

La historia de Cornelio nos ha mostrado a manera de ejemplo el paso decisivo de la Iglesia al encuentro del paganismo. A continuación se dirige la mirada al amplio espacio por el que sigue avanzando sin detenerse el mensaje de la salvación. Se nos vuelve a recordar a Esteban y a la persecución, consecuencia de su testimonio y de su muerte. Al referirnos a hechos pasados vemos cuán estrechamente enlazados entre sí están todos los acontecimientos de que tuvimos noticia desde el nombramiento de los siete (Gal 6:1 ss). Por consiguiente, con razón hemos computado la segunda época de la Iglesia a partir de 6,1. Sucesos que tienen lugar al mismo tiempo, están enlazados en los precedentes relatos, de tal forma que no es posible separar claramente el curso de los distintos acontecimientos. Por eso resulta necesario para el autor hacer ahora patente el contexto trayendo a la memoria el principio de la persecución.

1. LOS PERSEGUIDOS, MENSAJEROS DEL EVANGELIO (Hch/11/19-21).

19 Entretanto, los que se habían dispersado a partir de la persecución que sobrevino cuando lo de Esteban, habían llegado hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más que a los judíos. 20 Pero había entre ellos algunos de Chipre y de Cirene que, al llegar a Antioquía, comenzaron a hablar también a los griegos, anunciándoles el Evangelio de Jesús, el Señor. 21 La mano del Señor estaba con ellos, y fue grande el número de los que, abrazando la fe, se convirtieron al Señor.

No solamente se trata de la cuestión del orden temporal en esta noticia introductoria, sino sobre todo de mostrar la relación causal entre la persecución de la Iglesia y su crecimiento externo e interno. Los perseguidos, entre ellos el círculo formado alrededor de «los siete», se convierten en testigos y mensajeros del Evangelio que en ellos se perseguía. Se nombran Fenicia y Chipre como el campo de la misión que aquí se va formando, y con peculiar realce la ciudad de Antioquía de Siria. A ella se dedica la especial atención del siguiente relato. ¿Por qué precisamente a Antioquía? En esto se muestra un interés personal de san Lucas. Según la antigua tradición Lucas es antioqueno. Esta Antioquía era la tercera ciudad del imperio romano. Sólo Roma y Alejandría eran mayores que Antioquía. Esta era una gran urbe, que no solamente tenía importancia económica, sino también cultural y religiosa. Por consiguiente, el encuentro del mensaje cristiano con esta ciudad significaba de nuevo una etapa memorable para el curso de la «palabra» a través del mundo.

En Antioquía debía tener lugar en el dominio de la publicidad lo que se efectuó primeramente en la conversión de Cornelio más bien en la esfera privada y personal: se formó la primera comunidad etnicocristiana. En los relatos de los Hechos de los apóstoles, en que se nos expone la misión universal de Pablo, llegamos a conocer claramente la importancia que este hecho debió tener para la evolución de la Iglesia. Antioquía se convierte en el centro y punto de partida de la misión dirigida a los paganos en gran estilo. Y aunque Jerusalén en adelante retiene la categoría de comunidad madre, y mantendrá su prestigio ante toda la Iglesia, ahora Antioquía entra en funciones de lo que hasta aquel momento representaba Jerusalén.

Así pues, los de Chipre y de Cirene, que en Antioquía por primera vez se pusieron en contacto como mensajeros de la fe, con los «griegos», es decir, con los no judíos, empezaron una obra sumamente trascendental para la historia de la Iglesia. «Anunciándoles el Evangelio de Jesús, el Señor.» En esta fórmula «Jesús, el Señor», Jesús, el Kyrios, tenemos el más breve compendio de la predicación apostólica. Sin embargo, ¿conseguimos abarcar todo lo que expresaba esta fórmula de la primitiva Iglesia? Es una antiquísima confesión, que ya hemos encontrado en el discurso que Pedro pronunció en la fiesta de pentecostés: «Sepa, por tanto, con absoluta seguridad toda la casa de Israe1 que Dios ha hecho Señor y Mesías a este Jesús a quien vosotros crucificasteis» (2,36). Y cuando Pablo en sus cartas menciona la dignidad de Kyrios que tiene Jesús, se da cuenta de que resume en una palabra todo el misterioso poder y grandeza del Cristo glorificado. Escribe Pablo en la carta a los Romanos: «Si confiesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo» (Rom 10:9). Y en la primera carta a los Corintios leemos: «Nadie puede decir: Jesús es el Señor, sino en el Espíritu Santo» (1Co 12:3). Y conocemos la más conmovedora declaración sobre el Kyrios en aquella confesión de Cristo extraordinariamente profunda que se lee en la carta a los Filipenses: «Por lo cual Dios, a su vez, lo exaltó y le concedió el nombre que está sobre todo nombre, para que, en el nombre de Jesús, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en el abismo, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre» (Flp 2:9-11).

Así pues, en el mensaje de Jesús, el Señor, se incluye todo lo que la fe sabe decir de él. El mundo no judío estaba abierto a este mensaje, y la confesión de Jesús como «Señor» se convirtió formalmente en el lema frente a las exigencias de los otros muchos «señores» en los diversos cultos e ideas del tiempo. El Evangelio de Cristo obtuvo un gran éxito entre los «griegos» de Antioquía. «La mano del Señor» estaba con los que por primera vez se resolvieron a anunciar el Evangelio también a los paganos. El Espíritu Santo actuaba con ellos. Se ha formado en el mundo la primera comunidad etnicocristiana. Empieza una Iglesia que ya no aparece como hasta ahora a manera de secta del judaísmo.

2. BERNABé Y SAULO EN ANTlOQUÍA (Hch/11/22-26).

22 Llegó esta noticia a oídos de la Iglesia de Jerusalén y enviaron a Bernabé a Antioquía, 23 el cual, al llegar y ver la gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos a permanecer, con firmeza de corazón, unidos al Señor, 24 pues era Bernabé un hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y se agregó al Señor una gran muchedumbre. 25 Fue entonces Bernabé a Tarso en busca de Saulo; 26 lo encontró y se lo trajo a Antioquía. Durante un año entero convivieron como huéspedes de la Iglesia y enseñaron a una muchedumbre considerable. Y en Antioquía, por primera vez, se llamó cristianos a los discípulos.

Era de esperar quo la evolución que tenía lugar en Antioquía atrajera toda la atención de la comunidad madre de Jerusalén y de los dirigentes de la Iglesia. Dicha comunidad se sentía responsable de todo lo que sucediera en el campo de la misión cristiana. Tras este sentimiento estaba la solicitud por la unidad y la concordia en la fe. Por eso la noticia de la formación de una comunidad etnicocristiana tuvo que conmover a la Iglesia que hasta entonces había sido exclusivamente judeocristiana. Lo vimos claramente en el caso de Cornelio.

Enviaron a Bernabé a Antioquía. Pedro quizás estaba todavía en camino por tierras de Palestina. Y pareció que Bernabé tenía especial vocación para la tarea que le aguardaba. Los que se atrevieron a dar el paso de misionar entre los «griegos», eran «algunos de Chipre y de Cirene». Bernabé también era natural de Chipre (4,36). Y no solamente eso. Bernabé era «un hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe». Así lo dice Lucas, antioqueno, quien, como ya vimos, tenía una gran veneración por Bernabé. Bernabé no era uno de los doce, pero gozaba de un prestigio tan grande que los Hechos de los apóstoles dos veces incluso le dan el nombre de «apóstol» (14,4.14). Como ya dijimos, Bernabé debió ser para Lucas el primer representante que encontraba de la Iglesia dirigente.

Bernabé halla un campo con una copiosa cosecha. Bernabé, «el cual, al llegar y ver la gracia de Dios, se alegró». El texto llama gracia de Dios la obra de los mensajeros de la fe en Antioquía. Es una expresión de profundo sentido. Parece que se está oyendo hablar a Pablo. Nadie ha conocido como Pablo la actuación de la gracia. La «gracia» es una liberación de la «ley». En la carta a los Romanos dice así el Apóstol: «Justificados por la fe, estamos en paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, mediante el cual hemos obtenido, por la fe, incluso el acceso a esta gracia, en la que estamos firmes» (Rom 5, ls). Y en la misma carta dice san Pablo: «No estáis bajo la ley, sino bajo la gracia» (Rom 6:14). Se nos recuerdan las palabras del prólogo de san Juan: «La ley fue dada por medio de Moisés; por Jesucristo vinieron la gracia y la verdad» (Jua 1:17). La salvación en Cristo es pura gracia. Esto puede aplicarse al judío que se vuelve a Cristo, pero aún mucho más claramente puede aplicarse al no judío. De esto se daba cuenta Bernabé, cuando vio la Iglesia que se formaba en Antioquía. Comprendemos la «alegría» que tuvo Bernabé, comprendemos que en vista de la actuación de la gracia, sólo pudiera exhortar «a permanecer, con firmeza de corazón, unidos al Señor». Al pie de la letra se podría traducir: «a quedarse cerca del Señor». Jesús es este «Señor» hacia quien se ha vuelto la comunidad antioquena.

Todo esto lo exponen los Hechos de los apóstoles con pocas palabras. No tenemos ninguna otra noticia de todas las cuestiones y problemas que en el caso de Cornelio han conmovido a Pedro y a la comunidad primitiva. Nada se dice sobre la manera como la Iglesia acogió a los paganos. Podemos estar convencidos de que no fue necesario dar un rodeo pasando por la ley mosaica, sobre todo no se requirió la circuncisión, cuando los antioquenos fueron conducidos a la «gracia de Dios». De este modo, nuestro relato se acomoda, por una vinculación interna, a la historia del bautismo del centurión Cornelio. No carece de cierto aspecto trágico que fuera precisamente en Antioquía, donde más tarde Pedro -debido a su temperamento particular-, juntamente con Bernabé, incurrió en una situación difícil y motivó la censura de Pablo, de la que éste nos informa en la carta a los Gálatas (Gal 2:11 ss). La «gracia de Dios» no elimina la libertad humana, siempre purificará y dirigirá y conducirá al fin el camino de la Iglesia con una fructuosa tensión entre lo humano y lo divino.

«Fue entonces Bernabé a Tarso en busca de Saulo.» Sentimos una sensación de extrañeza, cuando leemos esta frase. ¿Dónde está Saulo? Como hemos visto, Saulo tuvo que abandonar Jerusalén como un fugitivo después de su primer encuentro con la comunidad. Entonces los «hermanos» lo encaminaron a Tarso (Gal 9:23-30). No sabemos exactamente el número de años, que han pasado desde entonces. Nuestro texto cuando menciona a Saulo, lo hace como si se refiriera a una persona desaparecida y olvidada. Parece que la comunidad de Jerusalén no se haya preocupado más por él. Quizás incluso se alegraba de estar lejos de él, como fácilmente sucede, cuando el grupo de los partidarios de las costumbres tradicionales podría ser inquietado por naturalezas demasiado apremiantes y fogosas. ¿Permaneció Saulo enteramente inactivo? Bernabé no se ha olvidado de Saulo. él fue quien entonces en Jerusalén granjeó la confianza de la comunidad madre al recién llegado de Damasco, y dio testimonio a los apóstoles del encuentro de Saulo con el Señor (9,27). Los Hechos de los apóstoles no nos dicen de dónde sacó entonces Bernabé sus conocimientos de Saulo. Una ocasión propicia fue y siguió siendo esta amistad que había entre los dos. El Espíritu que rige la Iglesia, se sirve de los lazos personales que unen a los hombres, para conseguir el mayor bien del conjunto. De nuevo se podría preguntar qué hubiese sucedido, si Bernabé en Antioquía no se hubiese acordado de Saulo. ¿Por qué Bernabé fue en busca de Saulo? Difícilmente puede admitirse que fuera por propio interés. Bernabé pensaba en Saulo. Sabía, así lo podemos suponer, que Saulo tenía que sufrir por estar separado de la obra para la que parecía estar llamado. Bernabé «era un hombre de bien», dice con razón el texto. Bernabé y Saulo ejercieron su ministerio en Antioquía «durante un año entero». La comunidad de fieles creció bajo la acción de su apostolado. Pero este crecimiento y el afianzamiento de la vida eclesial no fueron los únicos frutos cosechados. Para Saulo y también para Bernabé fue un año de maduración de sus conocimientos y de sus ideas, que utilizarían pronto, cuando emprendieran una misión evangelizadora en gran escala entre los paganos. En aquel año en Antioquía se vio, con claridad y seguridad crecientes, cómo la Iglesia se liberaría del aislamiento en que la colocaba la mentalidad legalista judía. De este modo se preparaba algo que determinaría el camino de Saulo y le convertiría en el incomparable heraldo de la salvación cristiana, de la gracia y de la libertad en Cristo. Quizás guarda relación con lo antedicho que en Antioquía se llamara por primera vez cristianos a los discípulos de Jesús. No sabemos si esta designación provino de los que no pertenecían a la Iglesia o si los mismos fieles se dieron este nombre, que se convirtió en el símbolo, en la expresión de la fe en que la salvación de los hombres solamente se encuentra en Cristo Jesús. Tenemos noticia del gran respeto que la antigua Iglesia tenía a este nombre, por la primera carta de san Pedro, en la que se dice: «Bienaventurados vosotros si sois ultrajados por el nombre de Cristo, porque el Espíritu de la gloria, el de Dios, descansa sobre vosotros. Que ninguno de vosotros tenga que sufrir por criminal, o por ladrón, o por malhechor, o por entrometido. Pero, si es por cristiano, no se avergüence, sino dé gloria a Dios por este nombre» (1Pe 4:14-16).

3. AYUDA A LA IGLESIA DE JERUSALéN (Hch/11/27-30).

27 Por estos días llegaron de Jerusalén unos profetas a Antioquía. 28 Y uno de ellos, por nombre Agabo, predecía en virtud del Espíritu que una gran hambre había de venir sobre toda la tierra, hambre que sobrevino en tiempos de Claudio. 29 Entonces los discípulos, cada uno conforme a sus facultades, decidieron enviar ayuda a los hermanos que habitaban en Judea, 30 lo cual hicieron y remitiéronla a los presbíteros por mano de Bernabé y de Saulo.

Esta noticia es interesante bajo muchos aspectos para representarnos a la Iglesia primitiva. Tenemos un ejemplo de los vivos lazos que existían entre la comunidad madre de Jerusalén y las comunidades cristianas extranjeras. Como ya se ha dicho, por razones comprensibles se prestaba una especial atención a la obra de la misión entre los gentiles de Antioquía. «Llegaron de Jerusalén unos profetas a Antioquía.» Por primera vez en los Hechos de los apóstoles tenemos noticia de profetas cristianos. Forman parte de la primitiva Iglesia, como los profetas de la antigua alianza pertenecían al pueblo de Dios de aquel tiempo. Su rango y su tarea, transferidos al terreno cristiano, son aproximadamente los mismos que fueron de la incumbencia de los profetas del Antiguo Testamento. Sin embargo, no se les puede incluir en un esquema determinado. Porque el don profético, aunque muchas veces pueda haber sido propio del que desempeñaba un cargo en la Iglesia, procede de una inmediata vocación divina, de la cual no sólo es propio dar una visión del tiempo futuro, sino toda clase de exhortaciones e instrucciones, inspiradas por el Espíritu, para el camino de la salvación.

En los Hechos de los apóstoles se menciona varias veces a los profetas87. Además de Agab o, que volvemos a encontrar en 21,10, se nombran como profetas a Judas y Silas (15,32). Nos enteramos de que las hijas del evangelista Felipe eran profetisas (21,9). También Pablo posee el don de la profecía (cf. 1Cor 12-14). En la carta a los Efesios nombra Pablo a los profetas junto a los apóstoles, evangelistas, pastores y maestros, todos los cuales están constituidos «para la organización de los santos en orden a la obra del ministerio, la edificación del cuerpo de Cristo» (Efe 4:11 s). Si bien el don de la profecía del primitivo cristianismo fue disminuyendo sin cesar, se reaviva siempre para el mayor bien de la Iglesia, cuando hay alguien que ha sido llamado por Dios independientemente del cargo que desempeñe y de la institución a la que pertenece; cuando hay alguien que está lleno del Espíritu Santo y tiene que cumplir una misión especial en favor de la Iglesia. La historia de la Iglesia sabe de esta reaparición de la profecía y de la grandeza que, de este modo, Dios dio a la Iglesia para la edificación del cuerpo de Cristo.

El hambre que Agabo predijo y acerca de la cual Lucas observa que de hecho tuvo lugar en tiempo del emperador Claudio (41-54 d.C.), también es atestiguada por autores ajenos a la Biblia, por lo menos en el sentido que, en tiempos de este emperador, extensas provincias del imperio fueron agobiadas por el hambre en diferentes tiempos. Tiene especial interés que el historiador judío Flavio Josefo88 habla de que en tiempo de los gobernadores romanos Fado y Tiberio Alejandro (44-48 d.C.) penetró súbitamente en la Judea una gran hambre. Se podría suponer que Agabo habla de esta hambre. También las conexiones temporales concordarían con esta suposición.

La comunidad de Antioquía se decide a prestar una ayuda efectiva. De esta forma se da testimonio de la primera colecta para socorrer a la comunidad madre. También en esto se muestra un rasgo significativo en la imagen de la Iglesia. Esta colecta había de llegar a ser el ejemplo para todas las ulteriores ayudas de la Iglesia en favor de los hermanos menesterosos. En el consorcio de bienes de la primera comunidad ya se reveló el espíritu de amor y de íntima unión entregando incluso la propiedad personal. A Pablo, ante todo, se le otorgó enlazar con su infatigable trabajo de apostolado la solicitud por las necesidades económicas de la comunidad madre 89, Pero al mismo tiempo conocemos por sus cartas cómo el Apóstol cuidaba de mantener alejada de esta obra financiera de la Iglesia todo lo sobrecargante y escandaloso, y sobre todo procuraba liberarse personalmente de cualquier apariencia de utilidad propia. El que tenía derecho a ser alimentado por la comunidad (1Co 9:6), renunció en la mayoría de los casos a este derecho, y ganó lo necesario para sí y para sus compañeros con el trabajo de sus manos 90.

……………

872Re 13:1; 2Re 15:32; 2Re 21:9.10.

88. Antigüedades judías XX, 2,5; 5,2.

89. En 24,17 se nos da esta noticia, así como también en las cartas de san Pablo. Léanse los cap. 8 y 9 de 2Cor, para conocer las profundas razones que le indujeron a efectuar la colecta. Podemos apreciar también la conducta y voluntad de Pablo a este respecto en 1Co 16:1 ss; Gal 2:10 y Rom 15:25 ss.

90. Cf. también 20,34; 2Co 11:7.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Hch 10:1-48.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La escena final de este relato ocurrió más tarde en Jerusalén. Habiendo oído que los gentiles habían recibido la palabra de Dios … contendían contra él los que eran de la circuncisión. Criticaban a Pedro por haber visitado y comido con no judíos. La defensa de Pedro y su respuesta dejó en claro que ellos también estaban inseguros de si los gentiles podían llegar a ser cristianos sin ser también judíos. Pedro les contó todo lo que había pasado y el hecho de que Lucas registra completamente lo que es una repetición de 10:9-48 da la medida de la importancia que tenía para él.

Pedro consideró que el don del Espíritu Santo sobre Cornelio era el mismo que cayó sobre nosotros al principio en Pentecostés (17). El razonamiento era que si Dios había bautizado a esa gente con el don del Espíritu Santo, mostrando así la aceptación divina en el conjunto de los redimidos, ¿quién podría impedir el bautismo con agua y negarles comunión terrenal (8:36; 10:45)? Hacerlo hubiese sido resistir a Dios. Con tales palabras los creyentes circuncisos fueron convencidos y no tuvieron más objeciones pues se calmaron. Una vez más aparece la frase también a los gentiles, pues eso seguía siendo una sorpresa para ellos. ¿Quién hubiera pensado que aun a ellos Dios hubiera dado arrepentimiento para vida?

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

11.1 Gentil era todo aquel que no fuera judío. La mayoría de los judíos creyentes pensaban que Dios ofrecía salvación solo a los judíos porque El les dio su Ley (Exodo 19-20). Un grupo en Jerusalén creía que los gentiles podrían salvarse, pero solo si seguían todas las leyes y tradiciones judías, en esencia, si se convertían al judaísmo. Ambos grupos estaban equivocados. Dios escogió a los judíos y les enseñó sus leyes de manera que llevaran el mensaje de salvación a toda la tierra (véanse Gen 12:3; Psa 22:27; Isa 42:4; Isa 49:6; Isa 56:3-7; Isa 60:1-3; Jer 16:19-21; Zec 2:11; Mal 1:11; Rom 15:9-12).11.2-18 Cuando Pedro trajo la noticia de la conversión de Cornelio a Jerusalén, los creyentes se sorprendieron de que hubiera comido con gentiles. Luego de oír toda la historia, sin embargo, empezaron a alabar a Dios (11.18). Su reacción nos enseña cómo tratar desacuerdos con otros creyentes. Antes de juzgar la conducta de otros creyentes, es importante saber escucharlos. El Espíritu Santo puede enseñarnos algo importante a través de ellos.11.8 Dios prometió mediante las Escrituras que El alcanzaría a los gentiles. Esto empezó con su promesa general a Abraham (Gen 12:3; Gen 18:18) y vino a ser muy específica en la declaración de Malaquías: «Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones» (Mal 1:11). Pero esta fue una verdad extremadamente difícil de aceptar para los judíos e incluso para los creyentes judíos. Estos entendieron cómo ciertas profecías se cumplían en Cristo, pero pasaron por alto otras enseñanzas del Antiguo Testamento. A menudo tendemos a aceptar solo partes de la Palabra de Dios, las que nos interesan, obviando las enseñanzas que no nos agradan. Debemos aceptar toda la Palabra de Dios como verdad absoluta.11.12ss La defensa de Pedro por comer con gentiles fue una declaración simple de lo sucedido. Llevó consigo seis testigos para respaldarle, luego se refirió a la promesa de Jesús acerca de la venida del Espíritu Santo (11.16). Las vidas de los gentiles cambiaron y era toda la evidencia que Pedro y los otros necesitaban. También hoy, las vidas cambiadas son señales poderosas.PABLO Y BERNABE EN ANTIOQUIA : La persecución esparce a los creyentes hacia Fenicia, Chipre y Antioquía, y el Evangelio fue con ellos. La mayoría habló solo a judíos, pero en Antioquía, algunos gentiles se convirtieron. La iglesia envió a Bernabé para que investigara y este se sintió satisfecho con lo que halló. Bernabé fue a Tarso para llevar a Pablo a Antioquía.11.16 Jesús demostró también con claridad que El y su mensaje eran para toda la gente. Predicó en Samaria (Joh 4:1-42); en la región de los gadarenos, poblada por griegos (Mar 5:1-20); y además alcanzó a los romanos (Luk 7:1-10). Los apóstoles no deberían haberse sorprendido de que a ellos se les llamó para hacer lo mismo.11.18 Las cuestiones intelectuales terminaron y la discusión teológica finalizó con el informe de que Dios derramó su Espíritu Santo entre los gentiles. Este era un punto decisivo para la iglesia primitiva. Tenían que aceptar a los que Dios eligió, aunque fueran gentiles. Pero la alegría por la conversión de los gentiles no era unánime. Esto continuó siendo un problema para algunos cristianos judíos del primer siglo.11.19-21 Cuando la iglesia aceptó el testimonio de Pedro de que el evangelio era también para los gentiles, el cristianismo corrió en áreas gentiles y un gran número se convirtió. Las semillas de esta obra misionera se hizo visible después de la muerte de Esteban cuando persiguieron y dispersaron a muchos judíos creyentes, los cuales una vez establecidos difundieron el evangelio.11.20, 21 Fue en Antioquía donde los cristianos comenzaron su misión mundial y donde los creyentes agresivamente predicaron a los gentiles (a los que no eran judíos que no adoraban a Dios). Felipe predicó en Samaria, pero los samaritanos eran en parte judíos (8.5); Pedro predicó a Cornelio, pero él ya rendía culto a Dios (10.2). Los creyentes esparcidos al inicio de la persecución en Jerusalén, difundían el evangelio entre los judíos en los lugares a los que llegaban (11.19). Ahora los creyentes empezaban a anunciar activamente las buenas nuevas con los gentiles.11.22 A excepción de Jerusalén, Antioquía jugó un papel muy importante en la iglesia primitiva, más que cualquier otra ciudad. Después de Roma y Alejandría, Antioquía fue la ciudad más grande en el mundo romano. En Antioquía se fundó la primera iglesia gentil y fue allí donde a los creyentes se les llamó cristianos por primera vez (11.26). Pablo usó la ciudad como punto de partida para sus viajes misioneros. Antioquía era el centro de adoración para varios cultos paganos que promovían la inmoralidad sexual y otras formas de maldad comunes a religiones paganas. También fue un centro comercial vital, la puerta al mundo oriental. Antioquía fue una ciudad clave para Roma y la iglesia primitiva.11.22-26 Bernabé nos da un ejemplo maravilloso de cómo ayudar a los nuevos cristianos. Demostró una fe sólida; ministró con alegría, bondad y estímulo; y les enseñó lecciones acerca de Dios. Tome en cuenta a Bernabé cuando vea nuevos creyentes y piense en cómo ayudarles a crecer en su fe.11.25 A Pablo lo enviaron a su hogar en Tarso para protegerlo del peligro después de que su conversión causó un alboroto entre líderes judíos en Jerusalén (9.30). Allí permaneció algunos años antes de que Bernabé lo fuera a buscar para ayudar a la iglesia en Antioquía.11.26 La joven iglesia de Antioquía fue una mezcla curiosa de judíos (que hablaban griego o arameo) y gentiles. Es significativo que aquí se les llamó por primera vez cristianos a los creyentes, porque todo lo que tenían en común era Cristo. Ni la raza, cultura ni siquiera el idioma. Cristo puede traspasar todos los límites y unificar a las personas.11.26 Bernabé y Pablo permanecieron en Antioquía durante todo un año enseñando a los nuevos creyentes. Pudieron haber ido a otras ciudades nuevas, pero vieron la necesidad de preparar y conservar los resultados. ¿Ha ayudado a alguien para que pueda creer en Dios? Use tiempo en la enseñanza y la motivación que necesita esa persona. ¿Es usted un nuevo creyente? Recuerde, apenas comienza en su vida cristiana. Su fe necesita crecer y madurar a través del estudio y aprendizaje constante de la Biblia.11.27, 28 No solo hubo profetas en el Antiguo Testamento, sino también en la iglesia primitiva. Su papel fue presentar la voluntad de Dios a las personas e instruirlas en la Palabra de Dios. Algunos, como el caso de Agabo, tenían el don de predecir el futuro.11.28, 29 Hubo una seria hambruna durante el reinado del emperador romano Claudio (41-54 d.C.) debido a una sequía que se extendió en gran parte del Imperio Romano durante varios años. Es interesante notar que la iglesia de Antioquía ayudó a la iglesia de Jerusalén. La iglesia hija creció lo suficiente como para ayudar a la iglesia establecida.11.29 La gente de Antioquía se sintió motivada a dar con generosidad porque se encargaron de las necesidades de otros. Esto es lo que la Biblia menciona como «dador alegre» (2Co 9:7). Desinterés en dar refleja la falta de preocupación por las necesidades de otros. Concentre su interés en los necesitados y se verá motivado a dar.11.30 Los ancianos se elegían para dirigir los asuntos de la congregación. En este aspecto, no se sabe mucho acerca de sus responsabilidades, pero al parecer su papel principal era satisfacer las necesidades de los creyentes.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 581 Zac 2:11; Luc 2:32; Hch 14:27

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

65 (v) Pedro cuenta lo sucedido en Jerusa­lén (11,1-18). Esta sección da a la historia de Cornelio su carácter fundacional y la sitúa ple­namente en el contexto lucano. 2. los de la cir­cuncisión: Es decir, los judeocristianos, no una facción (15,5), aunque falte el adj. «cre­yente» (10,45). 3. hubiese comido con ellos: Es­te dato no se mencionó en el cap. 10, pero no significa que se haya eliminado una fase del antiguo relato (así K. Lóning, BZ 18 [1974] 10-11. La comensalidad no es sino la extrema ofensa a la sensibilidad mosaica que comete aquel que acepta ser invitado a la casa de un gentil (10,48). A este mismo problema se refie­re Gál 2,12 (K. Haacker, BZ 24 [1980] 240). 4. por orden: cf. Lc 1,3. Como en el prólogo del evangelio, el «orden» se refiere a la lógica de la historia de la salvación, no a una mera crono­logía. 5-14. La narración de Pedro expone lo sucedido desde su punto de vista, y el autor perfila este informe para hacer su propio ba­lance. 15. apenas había comenzado yo a hablar: Puesto que el discurso que escuchamos en aquella ocasión nos servía como una informa­ción destinada a los lectores, puede omitirse ahora en la revisión de los sucesos esenciales (cf. comentario sobre 10,45). al principio: El acontecimiento de Pentecostés tiene un status de arché comparable al bautismo de Jesús por el Bautista (1,22): en los dos acontecimientos fue el Espíritu quien inauguró las sucesivas fa­ses de la historia lucana. 16. Pedro recuerda la profecía del Bautista que, originalmente, co­nectaba los dos «comienzos» (1,5). 18. también a los gentiles: Aquí encontramos el resultado fi­nal de lo sucedido según la concepción lucana de la historia, es decir, la autorización definiti­va de su nueva fase (Zingg, Wachsen 197).

(Bovon, F., «Tradition et rédaction en Actes 10,1-11, 18», TZ 26 [1970] 22-45. Busse, U., Die Wunder des Propheten Jesús [FB 24, Suttgart 1977] 337-72. Dibelius, Studies 109-22. Dietrich, Petmsbild [→ 19 supra] 256-95. Dupont, Études 75-81; Salvation 24-27. Guelich, G., «The Gospel Genre», Das Evange­lium [ed. P. Suthlmacher] 183-219. Haacker, K., «Di­belius und Cornelius», BZ 24 [1980] 234-51. Lóning, K., «Die Korneliustradition», BZ 18 [1974] 1-19. Nellessen, Zeugnis [->-19 supra] 180-97. Stuhlmacher, P., «Zum Thema: Das Evangelium und die Evangelien», Das Evangelium 1-26; «Das paulinische Evan­gelium», ibid. 158-82; id. (ed.), Das Evangelium und die Evangelien [Tubinga 1983]. Wilckens, Missions­reden 46-50.63-70.)

66 (D) Entre Jerusalén y Antioquía (11,19-12,25). Lucas interrumpió intencio­nalmente el relato de la huida de los helenistas para insertar los acontecimientos a los que dio un significado fundacional para la misión uni­versal: las conversiones de Saulo y Cornelio. Ahora ya puede continuar con la historia de los refugiados, puesto que lo que están a pun­to de comenzar (v. 20) ha sido ya integrado en la «tradición apostólica» mediante el «rodeo» dado en 9,1-11,18. El firme vínculo entre la primera Iglesia gentil, Antioquía, y la Iglesia madre de Jerusalén será el objetivo de la re­dacción lucana en esta nueva sección, en la que vuelve a contar la visita «de inspección» del delegado de Jerusalén, Bernabé, cómo éste condujo a Pablo hasta Antioquía y la posterior misión conjunta llevando la colecta de la nue­va comunidad a Jerusalén. Esta misión en­marca, efectivamente, el relato de la persecu­ción y liberación de la Iglesia apostólica en el cap. 12, franqueado por 11,30 y 12,25. Lucas se apoyará para ello en tradiciones diferentes que integra en un cuadro global; es poco pro­bable que utilizara una sola «fuente antioquena» (no obstante Hengel, Acts 99; cf. Weiser, Apg. 275).

(a) La primera iglesia de la misión gentil (11,19-30). 19. los que se habían dispersado: Co­nexión redaccional con 8,1.4, que retoma el hi­lo del relato sobre los helenistas. Su camino les había conducido hacia la costa mediterránea del norte de Palestina (Fenicia) y a la cercana is­la de Chipre, y, posteriormente, a la capital del gobierno romano de la provincia de Siria, An­tioquía del Orontes, donde había una importan­te comunidad judía (cf. W. A. Meeks y R. Wilken, Jews and Christians in Antioch [SBLSBS 13, Missoula 1978] 1-18). El hecho de que sólo los judíos sean evangelizados es el prólogo con el que Lucas nos prepara para lo que sigue. 20. a los griegos también: A pesar de la fundamen­tada lectura del ms. B, «helenistas», que los co­mentadores rechazan frecuentemente y que, sin embargo, los editores prefieren (p.ej., NestleAland, Novum Testamentum Graece, ediciones 26 y 27), consideramos que la mejor opción es leer hellénas, «griegos», pues establece un ade­cuado contraste con ioudaiois, «judíos», en el v. 19 (Zingg, Wachsen 205-07). Nos encontramos aquí con una información que procede de la fuente de Lucas, puesto que desconoce el pre­cedente de Cornelio. El v. 21 generaliza de for­ma típica la información como testimonio de que es la fuerza divina la que impulsa la misión. 22-24. Bernabé (4,36) realiza la visita que, co­mo en 8,14, asegura la unión de la nueva Iglesia con la Iglesia madre. 25-26. Es difícil dar crédi­to a la noticia de que Bernabé se llevase a Pablo de su ciudad natal; parece, más bien, una estra­tegia con la que Lucas retoma el hilo pendiente de la misión de Pablo (9,30; pero cf. Gál 1,21) y reitera su subordinación a la Iglesia apostólica (cf. 9,27; Schneider, Apg. 2.88.91-92). Sin em­bargo, el hecho de que tanto Bernabé como Saulo se contasen entre los profetas y maestros de Antioquía es un dato que está garantizado por la lista tradicional que encontramos en 13,1. cristianos: El uso de este nombre por per­sonas ajenas al asunto nos confirma que fue en Antioquía donde por primera vez se destacaron los «cristianos» como un grupo distinto del ju­daismo (cf. Meeks y Wilken, Jews 15-16; Zingg, Wachsen 217-22). 27. profetas: Jerusalén es in­cluso la fuente del carisma profético (1 Cor 14,1.3) en la comunidad posterior. Sobre los profetas itinerantes en el cristianismo primiti­vo, cf. G. Theissen, Sociology of Early Palestinian Christianity (Filadelfia 1978). 28. Agabo: cf. 21,10. una gran carestía: Tanto este tema como su dimensión universal responden a las conven­ciones de la profecía apocalíptica; cf. Mc 13,8; Ap 6,8. (Sobre una posible referencia histórica, → Pablo, 79:11.) 30. a los presbíteros: De forma abrupta, sin introducción, nos encontramos con los dirigentes postapostólicos de la Iglesia madre (15,2-6.22-23; 16,4; 21,18). Esta supues­ta visita de Saulo a Jerusalén no debe identifi­carse con la primera (9,26; Gál 1,18) ni con su determinante visita con ocasión del concilio (15,2; Gál 2,1); el relato de Pablo en Gál excluye cualquier otra visita entre estas dos. Es poco probable que esta misión de socorro sea una in­vención de Lucas, pero sí puede serlo el dato de que Pablo participara en ella (→ Pablo, 79:25).

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

estaban… Lit. están; habían recibido… Lit. recibieron.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

T313 El N.T. usualmente quebranta la regla clásica relacionada con palabras neutras plurales que se usan en un sentido personal; así que el verbo en plural aparece con ἔθνη (comp. Hch 4:25).

BD225 En este contexto, κατά simplemente significa: en.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit. están.

11.1 Lit. recibieron.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

[2] Para rescatar a las ovejas perdidas de Israel, que habían venido a ser la plenitud de las naciónes.

[3] Si Judah fue esparcida en estas areas, ¿Cuanto más aún y lechos fue esparcida Efrayím? Fenicia era una colonia muy conocida de Israel en los días de Salomon, como es delineado en las Escrituras y también por el autor Steven Collins en The Ten Lost Tribes of Israel Found.

[4] Para buscar a alguien que en realidad hablaba Griego.

[1] Este término es «Cristiano» como aparece tanto en las versiones Aramea y Griega. Esto era un término deshonroso/despectivo pues aquellos en Antioquía se burlaban de los «moshiajs pequeños.» El hecho de que el Griego preserva este término por medio de transliteración del Arameo y no traducción, es evidencia adicional de que éste era un título asignado «por hombre a hombre,» y nunca por YHWH. Pues cuando YHWH habla, como en Gal 6:16, o a través de la palabra eidta/ekklesia, todos los creyentes en Yahshua son llamados y conocidos como Israel. Si uno es llamado «Cristiano,» es terminología de hombre. Si uno es llamado Israel, el ha adoptado la terminología y punto de vista de YHWH.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[26] Is 65, 15.

Fuente: Notas Torres Amat