Comentario de Hechos 17:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Atravesaron por Anfípolis y Apolonia y llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos.

17:1

— Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, — Esta ciudad importante existe en la actualidad (se llama Saloniki). «Era un centro estratégico para la difusión del evangelio, como Pablo dijo más tarde, porque fue divulgado desde Tesalónica por toda Macedonia y Acaya (1Ts 1:8)» (ATR).

— donde había una sinagoga de los judíos. — Posiblemente este texto indica que no había sinagoga en las otras dos ciudades. Había gran ventaja en llegar primero a la sinagoga, pues allí se reunían no solamente los judíos sino también los «prosélitos temerosos de Dios» (13:43), «los griegos temerosos de Dios» (17:4), y «mujeres piadosas y distinguidas» (13:50). Los principales de las sinagogas invitaban a Pablo y a sus compañeros a enseñar (13:15).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

llegaron a Tesalónica. Hch 20:4; Hch 27:2; Flp 4:16; 1Ts 1:1; 2Ts 1:1; 2Ti 4:10.

donde estaba la sinagoga. Hch 14:1; Hch 15:21; Hch 16:13.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Pablo predica en Tesalónica, y algunos creen, Hch 17:1-4,

y otros lo persiguen, Hch 17:5-9.

Es enviado a Berea, y allí predica, Hch 17:10-12.

Siendo perseguido por los judíos de Tesalónica, Hch 17:13-15,

llega a Atenas, donde disputa y predica al Dios viviente, que para ellos es desconocido, Hch 17:16-31;

por medio de lo cual, aunque algunos se burlan, muchos se convierten a Cristo. Hch 17:32-34.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

exponiendo por medio de las Escrituras: Existe abundante evidencia en las Escrituras que Pablo pudo utilizar en su argumento. Por ejemplo, el Sal 22:1-31 escrito por David unos mil años atrás, describe la crucifixión del Mesías. También pudo citar a Isa 53:1-12 y a Zac 12:1-14 para demostrar que los profetas anunciaron el sufrimiento, la muerte y la resurrección del Mesías. En el AT. abundan las pruebas del carácter y de la vida del Mesías, que claramente coinciden con las de Jesús (Luc 24:25-27).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

En Tesalónica, 17:1-9.
1 Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de judíos. 2 Según su costumbre, Pablo entró en ella, y por tres sábados discutió con ellos sobre las Escrituras, 3 explicándoselas y probando cómo era preciso que el Mesías padeciese y resucitase de entre los muertos, y que este Mesías es Jesús, a quien yo os anuncio. 4 Algunos de ellos se dejaron convencer, se incorporaron a Pablo y a Silas, y asimismo una gran muchedumbre de prosélitos griegos y no pocas mujeres principales. 5 Pero los judíos, movidos de envidia, reunieron algunos hombres malos de la calle, promovieron un alboroto en la ciudad y se presentaron ante la casa de Jasón buscando a Pablo y a Silas para llevarlos ante el pueblo. 6 Pero no hallándolos, arrastraron a Jasón y a algunos de los hermanos y los llevaron ante los politarcas, gritando: Estos son los que alborotan la tierra. Al llegar aquí han sido hospedados por Jasón, 7 y todos obran contra los decretos del César, diciendo que hay otro rey, Jesús. 8 Con esto alborotaron a la plebe y a los politarcas que tales cosas oían; 9 pero habiendo recibido fianza de Jasón y de los demás, los dejaron ir libres.

De Filipos, siguiendo la vía Egnatia, los dos misioneros marchan a Tesalónica, pasando por Anfípolis y Apolonia (v.1). No parece que se detuvieran a predicar en estas dos últimas ciudades, y si se las menciona es sólo como etapas de viaje hasta Tesalónica, distante de Filipos unos 150 kilómetros.
Era Tesalónica ciudad de gran movimiento comercial, a cuyo puerto llegaban naves procedentes de todos los puntos del Mediterráneo. Era la sede del gobernador romano de la provincia de Macedonia. La ciudad había sido fundada por Casandro, en el 315 a. G., que le dio ese nombre en honor de su mujer Tesalónica, hermana de Alejandro Magno. Ya bajo el dominio romano, Augusto la había declarado “ciudad libre,” como recompensa por la ayuda que le prestó antes de la batalla de Filipos. Estaba gobernada, al igual que toda “ciudad libre” entre los romanos, por una asamblea popular (δήμοε), a cuyo frente estaban cinco o seis magistrados, que San Lucas llama “politarcas” (v.6-8), término que no conocíamos por los autores profanos, pero que ahora las inscripciones arqueológicas han demostrado que era el usual en Macedonia y regiones limítrofes, con lo que se confirma la exactitud histórica de los Hechos y la buena información de San Lucas. Su población era una mezcla de griegos, romanos y judíos, en proporción que no es fácil determinar. Desde luego, la colonia judía debía de ser bastante numerosa, pues poseían una sinagoga (v.1). También en la actual Thessaloniki son muy numerosos los judíos, aunque procedentes en su mayoría de los expulsados de España por los Reyes Católicos.
Los dos misioneros se hospedaron en casa de un tal Jasón (v.6), personaje que debía de ser muy conocido, pues, al contrario que en otras ocasiones (cf. 18:2; 21:16), se introduce su nombre en el relato sin ninguna explicación (v.5). Es posible que sea aquel mismo del que San Pablo envía saludos a los romanos, escribiendo desde Gorinto, y que pone entre sus “parientes,” o sea, de la misma tribu (cf. Rom 16:21). A fin de no ser gravosos a nadie, trabajaban día y noche, como el mismo Pablo recordará más tarde (cf. 1Te 2:9; 2Te 3:8); y ni aun así debía sobrarles mucho, pues hubieron de aceptar ayuda material de los de Filipos (cf. Flp 4:16). Probablemente ese trabajo manual era el de “fabricación de tiendas,” igual que luego en Corinto (cf. 18:3).
Como de costumbre, Pablo comienza su predicación por los judíos, acudiendo durante tres sábados a la sinagoga para “discutir con ellos sobre las Escrituras” (v.2). En tres puntos insistía sobre todo: que el Mesías, contrariamente a las creencias tradicionales judías, tenía que padecer; que debía resucitar; y que ese Mesías era Jesús de Nazaret (v.3). El resultado fue que “algunos de ellos se dejaron convencer, y se incorporaron a Pablo y Silas” (v.4). Entre ellos habrá que poner a Segundo y a Aristarco, que, más adelante, aparecerán como colaboradores de San Pablo (cf. 20:4; Gol 4:10). Sin embargo, no debieron de ser muchos los convertidos, pues las dos cartas que luego escribirá Pablo a esta comunidad de Tesalónica dan la impresión de que estaba compuesta, si no exclusivamente, al menos en su inmensa mayoría, de cristianos procedentes del gentilismo (cf. 1Te 1:9; 1Te 2:14-16).
De éstos dice San Lucas que se convirtió “una gran muchedumbre” (v.4). No es probable que la conversión de esa “muchedumbre” haya tenido lugar únicamente durante ese período de los tres sábados aludidos antes (v.3-4). Creemos que esos “tres sábados” pueden referirse más bien al tiempo de discusión con los judíos, sin que ello implique necesariamente que la permanencia de Pablo en Tesalónica no fuese más larga. Habría sucedido aquí algo parecido a lo que sucedió en Antioquía de Pisidia (cf. 13:46-49) y sucederá también luego en Gorinto (cf. 18:6-7) Y en Efeso (cf. 19:8-10), es decir, que, rechazado por los judíos, Pablo habría seguido en Tesalónica dedicado a la predicación entre los gentiles; pues es difícil que en sólo tres semanas se hubiera formado esa comunidad cristiana tan floreciente, que suponen las cartas a los Tesalonicenses (cf. 1Te 1:3-8). Lucas, sin descender a detalles sobre esta segunda etapa de la labor misional de San Pablo, se habría contentado con añadir que “se convirtió también una gran muchedumbre de prosélitos griegos 156 y no pocas mujeres principales.”
No tardó, sin embargo, en surgir la persecución. Como antes en Antioquía de Pisidia (cf. 13:45), también ahora los judíos “se llenan de envidia” ante el éxito de la predicación de Pablo con los gentiles (v.5). Con pena lo recordará más tarde el Apóstol al escribir a los Tesalonicenses (1Te 2:16). Los hombres de que se valen para provocar el alboroto son esos maleantes, gente desocupada, que merodean por las plazas, dispuestos a ir con el que más pague. Ellos son los que, azuzados por los judíos, se dirigen a la casa de Jasón en busca de Pablo y de Silas, y, al no hallarlos, “arrastran a Jasón y a algunos de los hermanos,” llevándolos ante los “politarcas” o magistrados de la ciudad (v.5-6; cf. 19:31). Las acusaciones, que lanzan, a gritos, son graves: que perturban el orden (v.6; cf. 24:5) y que obran contra los decretos del César, diciendo que hay otro rey, Jesús (v.7; cf. 25:8). En sustancia son las mismas acusaciones que habían sido lanzadas ya contra Jesús mismo (cf. Luc 23:2; Jua 19:12). Es posible que Pablo, en sus predicaciones, hablara alguna vez de reino mesiánico (cf. 19:8; 28:23), o de alguna otra manera se refiriera a Jesús como rey; pero lo que él decía en sentido espiritual, sofísticamente lo convierten en acusación política. Los magistrados, sin embargo, no se precipitan, como antes habían hecho los de Filipos (cf. 16:22). Sin duda se dieron perfecta cuenta del valor de aquellas acusaciones en boca de gente maleante, que muestra tanto celo por la tranquilidad pública y por el César; y como, por otra parte, tampoco podían mostrarse indiferentes ante acusaciones tan graves, se contentan con “exigir fianza de Jasón y de los demás,” y los dejan ir libres (v.8-9). No se dice en qué consistió esa “fianza”; probablemente bastó una promesa formal, con depósito quizá de algún dinero, de que no perturbarían la paz pública ni maquinarían contra el Estado.
Con todo, para evitar nuevos desórdenes, aquella misma noche Pablo y Silas parten para Berea (v.10). Algo se debieron de calmar los ánimos, aunque no del todo; pues, a juzgar por lo que dice el Apóstol en su carta a los Tesalonicenses, la persecución debió de seguir (cf. 1Te 2:14).

En Berea,1Te 17:10-15.
10 Aquella misma noche los hermanos encaminaron a Pablo y a Silas para Berea. Así que llegaron, se fueron a la sinagoga de los judíos. 11 Eran éstos más nobles que los de Tesalónica, y recibieron con toda avidez la palabra, consultando diariamente las Escrituras para ver si era así. 12 Muchos de ellos creyeron, y además mujeres griegas de distinción y no pocos hombres. 13 Pero en cuanto supieron los judíos de Tesalónica que también en Berea era anunciada por Pablo la palabra de Dios, vinieron allí y agitaron y alborotaron a la plebe. 14 Al instante los hermanos hicieron partir a Pablo, camino del mar, quedando allí Silas y Timoteo” 15 Los que conducían a Pablo le llevaron hasta Atenas, recibiendo de él encargo para Silas y Timoteo de que se le reuniesen cuanto antes.

Es posible que la intención de Pablo fuera continuar sirviéndose de la vía Egnatia y, una vez evangelizada Tesalónica, seguir hasta Dirraquio y Roma (cf. Rom 1:13; Rom 15:22). Pero la manera como hubo de salir de aquella ciudad habría inducido a los fieles tesalonicenses a “encaminarle hacia Berea” (v.10), ciudad un poco a trasmano, oppidwn devium, como la llama Cicerón 157. Allí, al menos de momento, quedaba más en la sombra, libre de las persecuciones de sus enemigos.
Distaba Berea de Tesalónica unos 8o kilómetros. Un poco más al sur se hallaba el majestuoso Olimpo. Como de costumbre (cf. 13:5), Pablo comenzó por presentarse en la sinagoga, donde fue bien recibido; pues, al decir de San Lucas, los judíos de Berea eran “más nobles de espíritu que los de Tesalónica” y, ávidos de conocer la verdad, “consultaban diariamente las Escrituras” para ver si era así como Pablo decía (v.11).
No sabemos cuánto tiempo duró este apostolado tranquilo en Berea, Lo que sí se nos dice es que el trabajo fue fructífero, y no sólo se convirtieron “muchos judíos,” sino también “mujeres griegas de distinción y no pocos hombres” (v.1a). Entre ellos habrá que poner, sin duda, a Sópatros, que más tarde acompañará a Pablo en un viaje a Jerusalén (cf. 20:4). Pero la consabida persecución de parte de los judíos no podía faltar. Efectivamente, enterados los judíos de Tesalónica de que Pablo estaba predicando en Berea, envían allá comisionados que logran alborotar la ciudad (v.13). A fin de prevenir ulteriores complicaciones, los hermanos de Berea hacen partir a Pablo camino del mar, acompañándole hasta Atenas (v.14-15).
No es fácil concretar si este viaje hasta Atenas fue por mar o por tierra. La frase de San Lucas que en el texto hemos traducido por “camino del mar” (εως επί την Χάλασαν) no resuelve la cuestión. Bien pudo ser que llegaran “hasta el mar,” como parece decir el texto, pero no para embarcarse, sino para tomar la vía que bajaba desde Tesalónica a lo largo de la costa y que luego se internaba en Tesalia y llegaba hasta Atenas 158. Así se explicaría mejor lo que se dice en el versículo siguiente de que “los que conducían a Pablo le llevaron hasta Atenas,” pues tratándose de un viaje marítimo no se ve, una vez tomado el barco, qué razón de ser podía tener ese acompañamiento para tener que volver luego el punto de partida. Con todo, la mayoría de los autores se inclinan a suponer que el viaje fue por mar, dado que para éste bastaban tres días, mientras que por tierra se necesitaban al menos doce. No hay datos suficientes para una solución definitiva.
Una vez en Atenas, Pablo, al despedir a sus acompañantes, les encarga que dijeran a Silas y a Timoteo que vinieran cuanto antes a reunirse con él (v.15). Estos se habían quedado en Berea (v.14), no sabemos por qué. Quizá para terminar de organizar aquella comunidad y para seguir de cerca en contacto con la de Tesalónica, que Pablo llevaba tan en el corazón. Lo cierto es que ahora quiere que vayan cuanto antes a reunirse con él, y así lo encarga.
Pero ¿cuándo se reunieron de hecho con Pablo? Si atendemos a la narración de los Hechos, parece ser que no en Atenas, donde sólo se habla de Pablo (17:16.34; 18:1), sino más tarde, en Corinto (18:5). Sin embargo, a esto parece oponerse lo que el mismo Pablo dice en su carta a los Tesalonicenses: “No pudiendo sufrir más, determinamos quedarnos solos en Atenas, y enviamos a Timoteo.. para confirmaros y exhortaros en vuestra fe” (1Te 3:1-2). Evidentemente se trata de esta estancia en Atenas que siguió a su salida de Berea, y parece claro que Timoteo estaba con él, pues dice que lo envían a Tesalónica, aun a trueque de “quedar solos.” Más aún, el plural “enviamos a Timoteo..” nos inclinaría a suponer que también estaba Silas, pues la carta está escrita en nombre de los tres (cf. 1Te 1:1).
Diversas hipótesis se han propuesto a fin de armonizar estas noticias. Suponen muchos que Timoteo y Silas se reunieron efectivamente con Pablo en Atenas, conforme a la orden recibida; pero después Timoteo fue enviado a Tesalónica, y Silas a otra parte, quizá a Filipos o a Berea, volviendo luego a bajar juntos a encontrarse con el Apóstol, cuyo encuentro habría tenido lugar en Corinto. Desde luego, la hipótesis es posible. Con todo, la noticia de Lucas en 18:5, anunciando la llegada de Timoteo y Silas, parece hacer referencia claramente a 17:14-15, sin dejar lugar al encuentro de Atenas. Por eso, juzgamos más fundado explicar todo suponiendo una contraorden de Pablo, quien, ante nuevas noticias recibidas, habría mandado aviso a Timoteo de que, antes de venir a juntarse con él, fuera a Tesalónica a tranquilizar aquella iglesia. Algo parecido habría hecho con Silas. El plural “enviamos” (1Te 3:2) podría explicarse, aunque esté solamente refiriéndose a Pablo, como acontece en otros lugares (cf. 2Co 10:7-11; 2Co 13:1-6). La misma expresión: “determinamos quedarnos solos..,” tiene así mucha más fuerza que si incluimos también a Silas.

Pablo, en Atenas,2Co 17:16-21.
16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, se consumía su espíritu viendo la ciudad llena de ídolos. 17 Disputaba en la sinagoga con los judíos y los prosélitos, y cada día discutía en la plaza con los que le salían al paso. 18 Ciertos filósofos, tanto epicúreos como estoicos, conferenciaban con él, y unos decían: ¿Qué es lo que propala este charlatán? Otros contestaban: Parece ser predicador de divinidades extranjeras; porque anunciaba a Jesús y la resurrección. 19 Y tomándole, le llevaron al Areópago, diciendo: ¿Podemos saber qué nueva doctrina es esta que enseñas? 20Pues eso es muy extraño a nuestros oídos; queremos saber qué quieres decir con esas cosas. 21 Todos los atenienses y los forasteros allí domiciliados no se ocupan en otra cosa que en decir y oír novedades.

Esta página de los Hechos sobre la estancia de Pablo en Atenas es una de las descripciones más realistas que se conservan sobre la vida de la Atenas de entonces. Aunque había descendido mucho, pues ya no era ni siquiera capital de la provincia romana, la ciudad conservaba aún vestigios de su antigua grandeza. Por todas partes se veían monumentos, templos, estatuas, y a ella acudían extranjeros de todas las partes del mundo, amantes de la cultura 159.
En su agora famosa, situada a los pies del Areópago y próxima a la Acrópolis, se discutía de todo. Allí se encontraba el pórtico, la Estoa, que dio a los estoicos su nombre. De ellos, juntamente con los epicúreos, habla expresamente San Lucas (v.18). Eran dos escuelas filosóficas rivales, entonces muy en boga, los estoicos, que profesaban un panteísmo materialista, penetrados de una elevada idea del deber y aspirando a vivir de acuerdo con la razón, indiferentes ante el dolor, y los epicúreos, también materialistas, pero menos especulativos, que ponían el fin de la vida en buscar prudentemente el placer. A los atenienses agradaba oír estas discusiones de sus filósofos, acudiendo diariamente al agora, donde podían oír además las últimas novedades traídas por extranjeros que allí llegaban. La frase de San Lucas a este respecto, en total armonía con las fuentes profanas 160, es sumamente expresiva: “Todos los atenienses y los forasteros allí domiciliados no se ocupan en otra cosa que en decir y oír novedades” (v.21).
La impresión de San Pablo, al entrar en Atenas, fue de indignación y profundo dolor: “se consumía su espíritu viendo la ciudad llena de ídolos” (v.16). Todos aquellos templos, estatuas y monumentos no eran simplemente creaciones artísticas, como lo son hoy después de haber quedado vaciados de todo contenido religioso, sino que eran testimonios de la idolatría triunfante, ídolos en servicio activo, blasfemias permanentes contra el Dios verdadero, y eso no podía menos de exasperar su espíritu de apóstol de Cristo. Como de costumbre (cf. 13:5), Pablo comenzó su predicación en la sinagoga antes que en ningún otro lugar (v.17), pero parece que los resultados no debieron de ser muy espléndidos, pues el texto no añade dato alguno. Debió de tener más bien una acogida fría, dirigiéndose entonces al agora y hablando a “todos los que les salían al paso” (v.17). Tampoco en estos paseantes del agora debió de encontrar Pablo mucho entusiasmo, dado el silencio de la narración a este respecto y el escaso resultado final con que tuvo que salir de Atenas (cf. v.34). Los únicos que, a título de curiosidad, parecieron interesarse algo por la predicación de Pablo fueron “algunos filósofos epicúreos y estoicos” (v.18), a quienes debían de sonar a nuevo las cosas que Pablo decía. Se le designa con el despectivo nombre de “charlatán” 161, con el que parecen querer dar a entender que, aunque bien provisto de palabras, carecía de verdadero pensamiento filosófico. Sobre todo les sonaba a nuevo eso de “Jesús y la resurrección,” de que hablaba Pablo (v.18), viendo probablemente en esos dos términos (Jesús-Resurrección) una pareja normal de dioses, varón y hembra, análoga a tantas otras de las que poblaban sus templos. Por eso, para poder oírle mejor, libres del ruido de la multitud, le llevan al Areópago, colina situada al sur del agora, donde, según la leyenda, se habían reunido los dioses para juzgar a Marte y donde, en tiempos antiguos, tenía sus sesiones el tribunal supremo de Atenas 162. Es posible que este lugar, entonces solitario, sirviera a estos filósofos corrientemente para sus disputas filosóficas. Ahí va a tener Pablo su discurso. No parece que fueran muchos los oyentes, sino un pequeño grupo de “filósofos epicúreos y estoicos que deseaban saber qué quería decir con esas cosas” que predicaba en el agora (v. 18-20).

Discurso en el Areópago, 17:22-34.
22 Puesto en pie Pablo en medio del Areópago, dijo: “Atenienses, veo que sois sobremanera religiosos; 23 porque al pasar y contemplar los objetos de vuestro culto, he hallado un altar en el cual está escrito: Al dios desconocido. Pues eso que sin conocerlo veneráis es lo que yo os anuncio. 24 El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, ése, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por mano de hombre, 25 ni por manos humanas es servido, como si necesitase de algo, siendo El mismo quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. 26 El hizo de uno todo el linaje humano, para poblar toda la haz de la tierra; El fijó a los pueblos los tiempos establecidos y los límites de su habitación, 27 para que busquen a Dios y siquiera a tientas le hallen, que no está lejos de nosotros, 28 porque en El vivimos y nos movemos y existimos, como algunos de vuestros poetas han dicho: “porque somos linaje suyo.” 29 Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad es semejante al oro o a la plata o a la piedra, obra del arte y del pensamiento humano. 30 Dios, disimulando los tiempos de la ignorancia, intima ahora en todas partes a los hombres que todos se arrepientan, 31 por cuanto tiene fijado el día en que juzgará a la tierra con justicia, por medio de un Hombre, a quien ha constituido juez, acreditándole ante todos por su resurrección de entre los muertos. 32 Guando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se echaron a reír, otros dijeron: Te oiremos sobre esto otra vez. 33 Así salió Pablo de en medio de ellos. 34 Algunos se adhirieron a él y creyeron, entre los cuales estaban Dionisio Areopagita y una mujer de nombre Damaris y otros más.

Es admirable este discurso de Pablo, lo mismo por la doctrina que contiene como por la habilidad con que la presenta. La conclusión a que trata de llegar será la misma de siempre, la de que sus oyentes crean en el mensaje de bendiciones traído por Jesucristo (v.31); pero aquí, al contrario que en sus discursos ante auditorio judío (cf. 13:16-41; 17:3), el camino no va a ser sobre la base de citas de Sagrada Escritura, sino a base de abrir los ojos ante el mundo que nos rodea, creado y ordenado maravillosamente por Dios,
Comienza, conforme era norma en la oratoria de entonces, con una caplatio benevolentiae, elogiando a sus oyentes como “sumamente religiosos” (v.22). Le da pie a ello la inscripción que al pasar por las calles de Atenas acababa de leer en un ara: “Al dios desconocido” (v.23). Esa misma inscripción le sirve también para entrar suavemente en materia: “Eso que sin conocer veneráis es lo que yo os anuncio.”162
Su discurso puede resumirse así: Dios, creador de todas las cosas y de los hombres, puede y debe ser conocido por éstos (v.24-28); pero, de hecho, los hombres no le han conocido, adorando en cambio estatuas de oro, de plata y de piedra (v.29). Son los “tiempos de la ignorancia” (v.30). Dios, sin embargo, y aquí deja Pablo el campo de la razón natural para entrar en el de la revelación sobrenatural, no se ha desentendido del mundo, sino que, fingiendo no ver esos “tiempos de ignorancia” para no tener que castigar, manda a todos los seres humanos que “se arrepientan,” enviando al mundo a Jesucristo, a quien ha constituido juez universal, cuya misión ha quedado garantizada por su resurrección de entre los muertos (v.30-31).
Las dos ideas fundamentales que Pablo hace resaltar en este discurso, conocimiento de Dios por la sola razón natural e importancia de la resurrección de Cristo para la credibilidad del Evangelio, las encontramos de nuevo claramente en sus cartas (cf. Rom 1:19-23; 1Co 15:14-15). También podemos ver en ellas, al menos insinuadas, esas otras ideas subalternas de la unidad de la especie humana y de la providencia de Dios en la historia, señalando a cada pueblo la duración de su existencia y los límites de sus dominios (v.26; cf. Rom 5:12-21; Efe 1:10-11). Parece que, mientras Pablo se mantuvo en el terreno filosófico, como fue a lo largo de toda la primera parte (v.24-29), sus oyentes le escucharon con más o menos curiosidad y atención. Incluso les agradarían esas citas de poetas griegos, de las que se vale para recalcar la idea de que Dios no está lejano a nosotros, como algo a que no es posible llegar, sino que vivimos como inmersos en él y somos linaje suyo v.13. Pero, al entrar en la segunda parte del discurso (v.30-31), que para Pablo era la más esencial, la cosa cambió totalmente. Comenzaba el elemento sobrenatural, y de esto aquellos orgullosos filósofos ni siquiera quisieron oír. La manera como lo cuenta San Lucas no puede ser más expresiva: “Cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se echaron a reír, otros dijeron: Te oiremos sobre esto otra vez” (v.32). Y Pablo ni siquiera pudo continuar el discurso.
La impresión que debió de causar en San Pablo este fracaso de Atenas tuvo que ser tremenda. Era la primera vez que se encontraba el mensaje cristiano con los representantes de la cultura paga-y el encuentro no pudo ser más desesperanzador. Pablo había intentado valerse incluso de las armas del buen decir, como lo muestran el exordio de su discurso y las alusiones a antiguos poetas griegos, y como resultado obtiene, no ya oposición y ataque, cosa que hubiera llevado mejor, sino la indiferencia más absoluta, con ese aire de superioridad despectiva que están rezumando aquellas frases: “unos se echaron a reír, y otros dijeron: Te oiremos sobre esto otra vez.” A buen seguro que este fracaso de Atenas contribuyó grandemente a que, en adelante, rechace en su predicación como inútiles las “artificiosas palabras” y los “persuasivos discursos de sabiduría humana,” pues “plugo a Dios salvar a los hombres por la locura de la predicación” (cf. 1Co 1:17.21; 1Co 2:4).
A pesar del fracaso, todavía logró convertir algunos, entre los cuales “estaban Dionisio Areopagita y una mujer llamada Damaris” (v.34). Nada más sabemos de esta mujer Damaris. Tampoco sabemos apenas nada de Dionisio Areopagita, quien, a juzgar por el sobrenombre, debía de ser miembro del Areópago. Eusebio dice que fue el primer obispo de Atenas 164, y una leyenda posterior lo identificó con otro Dionisio, obispo de París, martirizado en 250. Durante mucho tiempo se le atribuyeron diversos tratados teológico-místicos, que gozaron de gran difusión en la Edad Media, y que aparecen bajo su nombre; pero hoy está demostrado que esos escritos no son anteriores al siglo V.

Fuente: Biblia Comentada

Anfípolis y Apolonia … Tesalónica. Hacia el SO desde Filipos por la Vía Ignacia. Anfípolis quedaba a unos 48 km de Filipos y Apolonia otros 48 km más allá. La narración indica que los viajeros solo se detenían para pasar la noche en esas ciudades. Unos 64 km más allá de Apolonia quedaba Tesalónica, la ciudad capital de Macedonia con una población de 200.000. Era una ciudad portuaria importante y un gran centro comercial. sinagoga. Vea la nota sobre Hch 13:5. Lucas se refiere a una sinagoga solo en Tesalónica, lo cual puede explicar por qué Pablo y sus acompañantes no se quedaron en las otras dos ciudades.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

17:1 — Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, — Esta ciudad importante existe en la actualidad (se llama Saloniki). «Era un centro estratégico para la difusión del evangelio, como Pablo dijo más tarde, porque fue divulgado desde Tesalónica por toda Macedonia y Acaya (1Ts 1:8)» (ATR).
— donde había una sinagoga de los judíos. — Posiblemente este texto indica que no había sinagoga en las otras dos ciudades. Había gran ventaja en llegar primero a la sinagoga, pues allí se reunían no solamente los judíos sino también los «prosélitos temerosos de Dios» (13:43), «los griegos temerosos de Dios» (17:4), y «mujeres piadosas y distinguidas» (13:50). Los principales de las sinagogas invitaban a Pablo y a sus compañeros a enseñar (13:15).

Fuente: Notas Reeves-Partain

EN TESALÓNICA

Hechos 17:1-9

Siguiendo la carretera que pasaba por Anfipolis y Apolonia llegaron a Tesalónica, donde sí había sinagoga. Pablo siguió su costumbre de empezar por la sinagoga, y allí estuvo discutiendo con los judíos tres sábados seguidos acerca de las .Escrituras, explicando y citando pasajes que demostraban que el Mesías tenía que sufrir y volver a la vida después de haber muerto. Y les decía:

-Y este Jesús del Que os estoy hablando es el Mesías.

Algunos de ellos se convencieron y se asociaron a Pablo y Silas; entre ellos había muchos griegos que, sin haber llegado a hacerse judíos, asistían al culto de la sinagoga, y las mujeres de muchos de los hombres importantes de la ciudad.
Los judíos estaban resentidos del éxito de Pablo y Silas, y se buscaron unos cuantos gamberros que amotinaran los bajos fondos para alborotar la ciudad. Asaltaron la casa de Jasón buscando a Pablo y Silas para presentarlos a una asamblea popular; y como no pudieron encontrarlos, trajeron a la fuerza a Jasón y a algunos otros miembros de la comunidad cristiana a los magistrados, gritando:
-¡Los que están trayendo el caos a todo el mundo civilizado han llegado también aquí, y Jasón les ha ofrecido hospitalidad! ¡Su conducta está en total desacuerdo con los decretos del César, porque pretenden que su rey es un tal Jesús!
Tanto la multitud como los magistrados se alarmaron al oírlo, y les hicieron pagar una fianza a Jasón y a los otros antes de dejarlos en libertad.

La llegada del Evangelio a Tesalónica fue un acontecimiento de primera magnitud. La gran calzada romana que iba del Adriático al Oriente Medio se llamaba la Vía Egnatia, y la calle principal de Tesalónica era parte de ella. Si la Iglesia se establecía en Tesalónica, podía extenderse al Este y al Oeste por aquella carretera, convirtiéndola en el camino del avance del Reino de Dios.
El primer versículo de este capítulo es un ejemplo extraordinario de economía verbal. Parece que habla de una agradable excursión cuando, en realidad, Filipos estaba a 50 kilómetros de Anfípolis, ésta a 45 de Apolonia, y Apolonia a 55 de Tesalónica. Es decir, que se despacha un viaje de 150 kilómetros en una frase.
Como era su costumbre, Pablo empezó la labor en la sinagoga. El mayor éxito lo obtuvo no tanto entre los judíos como entre los gentiles «temerosos de Dios». Esto enfureció a los judíos, que consideraban a estos gentiles como su coto privado, y aquí estaba Pablo robándoselos ante sus propios ojos. Los judíos llegaron al colmo de la bajeza para detener a Pablo. Primero, utilizaron a la chusma. Luego, después de arrastrar a Jasón y sus amigos a los magistrados, acusaron a los misioneros cristianos de predicar la insurrección política. Sabían que era una mentira, pero la vistieron en términos muy sugestivos. » ¡Los que están trayendo el caos a todo el mundo civilizado han llegado también aquí!» A los judíos no les cabía la menor duda de que el Evangelio era algo poderosamente efectivo. A T. R. Glover le encantaba citar a un niño que decía que el Nuevo Testamento acaba en Revolution -en vez de Revelation, que quiere decir Apocalipsis. Cuando el Evangelio se pone en acción de verdad tiene que causar una revolución, tanto en la vida individual como social.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 17

4. EN TESALÓNICA (Hch/17/01-09).

a) Primeros éxitos (17,1-4).

1 Pasaron por Anfípolis y Apolonia y llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de judíos. 2 Según su costumbre, Pablo entró allí, y por tres sábados dialogó con ellos a partir de las Escrituras, 3 explicando y probando que era necesario que el Mesías padeciera y resucitara de entre los muertos, y que «éste es el Mesías, este Jesús a quien yo os anuncio». 4 Algunos de entre ellos se dejaron persuadir y se agregaron a Pablo y a Silas, así como una gran muchedumbre de prosélitos griegos y no pocas mujeres principales.

De nuevo está el Evangelio en camino. La repulsa y la oposición se suceden apretadamente de lugar en lugar. Precisamente así es como se propaga el Evangelio. Por la vía Egnacia, la calzada imperial que desde el este conduce por Macedonia a Adria y cuyas etapas marca de nuevo a propósito Lucas, caminan los misioneros y se detienen en Tesalónica. Parece como si el imperio hubiese trazado su red tan ramificada de comunicaciones para preparar el camino al mensaje de la salvación. Aunque sabemos que el imperio ofreció a los pregoneros del Evangelio algo más que sus caminos. La experiencia por que pasa Pablo en Tesalónica se asemeja a lo que ya tenía experimentado antes. De nuevo se presenta en la sinagoga judía, de nuevo echa mano de la Sagrada Escritura veterotestamentaria para trazar por medio de ella la imagen del Mesías. La traza con los rasgos que lleva en sí mismo por su experiencia personal de Cristo. En los testimonios de las Escrituras ve al Salvador que sufrió y resucitó. No se aducen las pruebas en detalle, pero podemos atenernos a lo que conocemos por la predicación de Pedro (2,23 ss; 3,18) y finalmente por la predicación de Pablo en Antioquía de Pisidia (13,27 ss), en materia de pruebas de Escritura en la exégesis especial de la época. En esta profesión solemne: «Este es el Mesías, este Jesús a quien yo os anuncio», se resume todo lo que el kerygma apostó1ico trataba de testimoniar como punto esencial ante los oyentes judíos. Si leemos la primera carta a los Tesalonicenses, nos hallamos con un cuadro movido de los días en que Pablo ejerció su actividad en Tesalónica: «Cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no fue sólo con palabras, sino, además, con obras eficaces, es decir, con el Espíritu Santo y con convicción profunda. Como sabéis ésta fue nuestra actuación entre vosotros en provecho vuestro», dice en 1,5. Y en la misma carta (2,1s) leemos: «Bien sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no fue infructuosa. Al contrario, después de haber sido maltratados e injuriados en Filipos, como sabéis, tuvimos la osadía -apoyados en nuestro Dios- de proclamar entre vosotros el Evangelio de Dios, en medio de una fuerte oposición.» Habría que leer las dos cartas a los Tesalonicenses con todos sus detalles para que cobraran vida para nosotros las líneas de los Hechos de los apóstoles.

b) Perseguido por los judíos (17,5-9).

5 Envidiosos de esto los judíos, reunieron a unos cuantos vagabundos, maleantes y revoltosos, y amotinaron la ciudad. Situados ante la casa de Jasón, intentaban entregarlos al populacho. 6 Pero como no los encontraron, arrastraban a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, vociferando: «Estos son los agitadores del mundo entero, que han llegado hasta aquí, 7 y los hospeda Jasón; todos ellos actúan contra los decretos del César, diciendo que hay otro rey, Jesús.» 8 Y así alborotaron a la multitud y a las autoridades de la ciudad que oyeron esto. 9 Pero recibida fianza de Jasón y de los demás, los dejaron libres.

En la carta que hemos mencionado escribe Pablo: «Realmente, vosotros, hermanos, habéis seguido los pasos de las Iglesias de Dios, congregadas en el nombre de Cristo Jesús, que hay en Judea: también vosotros habéis recibido de vuestros compatriotas los mismos golpes que ellos sufrieron de los judíos. éstos mataron al Señor Jesús y a los profetas, y nos persiguieron a nosotros, perdiendo, con todo ello, el favor de Dios y enfrentándose con todo el mundo, llegando hasta impedirnos predicar a los gentiles para que se salven. Así mantienen siempre llena la medida de sus pecados» (1Te 2:14 ss). Estas líneas se escribieron recordando la dolorosa experiencia de que habla nuestro texto. De nuevo tratan los judíos de obstaculizar la misión del Apóstol. Como en el proceso de Jesús, los dirigentes judíos trasladaban su acusación al plano político (Luc 23:2) y como lo habían hecho las gentes de Filipos, así lo intentaban ahora también los judíos de Tesalónica.

Puede sorprender que las autoridades de Tesalónica se dieran por satisfechas con una fianza de Jasón y no llevaran adelante la grave acusación. ¿Comprendieron los responsables las verdaderas razones que tenían los acusadores judíos, como Pilatos había penetrado las intenciones de las acusaciones contra Jesús (Mar 15:10) y como el procónsul Galión en Corinto no tomó en serio las recriminaciones de los judíos contra Pablo (Mar 18:14 ss)?

5. PERSECUCIÓN TAMBIéN EN BEREA (Hch/17/10-15).

10 En seguida, los hermanos, por la noche, despidieron a Pablo y a Silas hacia Berea, los cuales, apenas llegaron, se fueron derechos a la sinagoga de los judíos. 11 éstos eran de mejor condición que los de Tesalónica, puesto que recibieron con toda avidez la palabra, compulsando día tras día las Escrituras, para ver si era así. 12 Muchos, pues, de entre ellos abrazaron la fe, mujeres griegas distinguidas y no pocos hombres. 13 Pero, cuando supieran los judíos de Tesalónica que también en Berea era anunciada por Pablo la palabra de Dios, también fueron allá, para agitar y sublevar las multitudes. 14 Entonces, los hermanos despidieron en seguida a Pablo para que se fuera hasta las orillas del mar. Silas y Timoteo, en tanto, permanecieron allí. 15 Los que acompañaban a Pablo lo condujeron hasta Atenas, y, con orden para Silas y Timoteo de que cuanto antes se reunieran con él, regresaron.

El Apóstol debe abandonar Tesalónica sin poder llevar a término su obra. Por la carta que escribió desde Corinto a la comunidad sabemos cuánto sufrió su solicitud pastoral a causa de este suceso. En ella leemos: «En cuanto a nosotros, hermanos, separados de vosotros -material, no espiritualmente- por un poco de tiempo, redoblamos nuestros esfuerzos por realizar nuestro ardiente deseo de visitaros. Ciertamente estábamos empeñados en haceros esta visita, al menos yo, Pablo, una y otra vez. Pero se ha interpuesto Satán. Después de todo, ¿qué otra mejor esperanza, o alegría, o corona de gloria pudiéramos desear, sino vosotros mismos, ante nuestro Señor Jesús en su advenimiento? Sí, vosotros sois nuestra gloria y nuestra alegría» (1Te 2:17-20). Con tales sentimientos se despidió Pablo, apremiado por los hermanos, y buscó refugio en la apartada pequeña ciudad de Berea. También aquí le faltó el tiempo para entregarse al trabajo. Los judíos de la sinagoga de este lugar muestran verdadero celo por la salvación y examinan diligentemente el valor de la interpretación de los textos veterotestamentarios indicados por Pablo, y su referencia a Cristo Jesús. También los no judíos afectados a la sinagoga muestran sincero interés. Y una vez más Lucas, con la diligencia en él acostumbrada, menciona la actitud de apertura a la salvación observada en mujeres (cf. Luc 8:2 s; Luc 10:38 ss; Luc 23:49.55s).

A Pablo no le duró, por cierto, mucho tiempo la tranquilidad. Ni siquiera la distancia de 80 km impidió al odio de los judíos de Tesalónica llegar hasta Berea, como durante el primer viaje misionero habían ido los judíos de Antioquía de Iconio a Listra para apedrear a Pablo. Esta vez, sin embargo, alguien salvó a Pablo de aquella amenaza, sacándolo de la zona de peligro y encaminándolo hacia Atenas. Del estado de ánimo del Apóstol arrancado de su trabajo nos enteramos de nuevo por la carta a los Tesalonicenses, en la que escribe: «Por eso, no pudiendo ya más, decidimos quedarnos solos en Atenas, y enviamos a Timoteo, nuestro hermano, colaborador de Dios en el Evangelio de Cristo, para que os conforte y os consuele en vuestra fe, y para que nadie vacile en estas tribulaciones. Porque vosotros mismos sabéis muy bien que para eso estamos. Ya cuando estaba entre vosotros, os dijimos a tiempo que tendríamos que enfrentarnos con la lucha, como así ha pasado y lo estáis viendo. Por esto, no pudiendo ya más, envié a que se informaran sobre vuestra fe, no fuera que el tentador os hubiera tentado y todo mi esfuerzo hubiera resultado vano» (1Te 3:1-5).

¡Cuánto trabajo, cuánta solicitud pastoral y cuánta aflicción humana se oculta en estas sencillas líneas, en un hombre que con ardiente pasión se sentía apremiado a proclamar el mensaje de la salvación y pudo escribir de sí mismo: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1Co 9:16). En verdad que este comienzo de la Iglesia en suelo europeo fue para Pablo una dolorosa cadena de amargas experiencias. Pero él sabía con quién sufría y por quién sufría. «Por eso me complazco, por amor de Cristo, en flaquezas, insultos, necesidades, persecuciones y angustias; porque cuando me siento débil, entonces soy fuerte» (2Co 12:10).

6. EN ATENAS (2Co 17:16-34).

a) Primer contacto con la ciudad (Hc/17/16-18).

16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, se consumía su espíritu en su interior viendo la ciudad repleta de ídolos. 17 Discutía, pues, con los judíos y los prosélitos en la sinagoga, y cada día en el ágora con los que se tropezaba. 18 Incluso ciertos filósofos epicúreos y estoicos dialogaban con él, y algunos decían: «¿Qué querrá decir este charlatán?» Los otros, en cambio: «Parece ser predicador de divinidades extrañas», porque anunciaba a Jesús y la resurrección.

Una vez más los Hechos de los apóstoles ponen de manifiesto cómo el odio y la persecución proporcionan nuevas posibilidades al Evangelio. Pablo llega como fugitivo a Atenas. Aun cuando ha desaparecido de esta ciudad el esplendor de un Pericles y la fama de la escuela de Platón, sin embargo, todavía se le asocia la idea de riqueza cultural y de grandeza espiritual. Los múltiples monumentos dan testimonio de la búsqueda y ansia de hombres dotados de disposiciones religiosas, siquiera se manifieste esto en ideas y fines divergentes entre sí.

Pablo llega con el mensaje del Evangelio. ¡Encuentro memorable! Cierto que nuestro relato menciona también la sinagoga judía, a la que también en Atenas se dirige el Apóstol, fiel a sus más internos compromisos, pero aquí su verdadero interés va dirigido, a todas luces, a los no judíos, al mundo griego. Pablo da un ejemplo de cómo la proclamación de la salvación no debe circunscribirse a un grupo bien perfilado, formado religiosamente, sino que debe estar pronta a abrirse a todos los hombres, sea cual fuera la situación espiritual, cultural y social en que se encuentren.

Pablo no es una persona que aguarda que se presenten los hombres con sus preguntas, sino que se mezcla con las gentes en el ágora, el mercado, en el que, por cierto, más que de bienes económicos de consumo se trata de intercambio de cuestiones de política, de filosofía, de modo de vivir. Los rétores y sofistas todavía caracterizan la imagen espiritual a Atenas. El Apóstol procura entablar diálogo con epicúreos y estoicos, dos corrientes de tendencia diferente. Los epicúreos, empeñados en lo de tejas abajo, cultivando las satisfacciones refinadas de la vida, sin gran interés por lo que se refiere a Dios o a los dioses, buscaban en una concepción naturalista de la vida la felicidad del sabio serenado y el equilibrio imperturbado del alma. Los adeptos de la estoa representan ese tipo de hombres que trata de configurar la vida conforme a la filosofía y de vivir según la naturaleza, somete los afectos e impulsos a la razón, ve en Dios un ser que penetra el universo y que, conforme a un curso de las cosas fijado según un plan, lleva en sí las energías germinales de toda evolución.

¿No era un empeño desesperado anunciar a tales hombres el mensaje de Jesús y de la resurrección? La palabra de salvación del Evangelio, chocando con esta ideología y con esta concepción de la vida, ¿no rebotaría como las gotas de agua sobre el mármol de los templos paganos? Nuestro texto presenta de manera convincente la situación cuando dice que los unos, con una superioridad segura de sí, llamaban a Pablo «charlatán», y los otros -probablemente los representantes de la estoa- mostraban una reserva escéptica. Lo que Pablo, en su calidad de pregonero del Evangelio, experimentó en la plaza de Atenas, lo tiene ante los ojos como dolorosa experiencia de su actividad, cuando escribe en 1Co 1:20 ss: «¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde el investigador de las cosas de este mundo? ¿No convirtió Dios en necedad la sabiduría del mundo? Y porque el mundo mediante su sabiduría, no conoció a Dios en la sabiduría de Dios, quiso Dios, por la necedad del mensaje de la predicación, salvar a los que tienen fe. Ahí están, por una parte, los judíos pidiendo señales, y los griegos, por otra, buscando sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos; necedad para los gentiles; mas, para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios.»

b) Ante el Areópago (Hch/17/19-34).

19 Tomándole de la mano, lo condujeron al Areópago, mientras le decían: «¿Podemos saber cuál es esa doctrina nueva de que tú hablas? 20 Porque tú traes algo extraño a nuestros oídos. Nos gustaría saber lo que es» quiere decir.» 21 Los atenienses todos y los forasteros advenedizos no se ocupaban en otra cosa que en decir o en oír la última novedad.

Pablo es conducido al Areópago. No se trata precisamente de una medida policíaca, sino de ocuparse, con tranquilidad, lejos de la barahúnda del mercado, de lo que tiene que decir el «predicador de divinidades extrañas». Con intención pone Lucas de relieve este Areópago. La palabra designaba en otro tiempo el prestigioso punto de reunión sobre la colina de Ares, pero con el tiempo se asoció más bien el nombre a las autoridades investidas de poderes judiciales, que se ocupaban también en la vigilancia de los discursos públicos. Si en nuestro pasaje adoptamos el segundo significado de la palabra, la situación en que se halla Pablo aparece como una hora memorable. Al mensajero del Evangelio le viene dada la posibilidad de anunciar su mensaje en un marco oficial de representantes de la cultura griega.

Algo extraño tiene que decirles este hombre de Tarso. ¿Era sincero el interés de ellos? El detalle sobre la curiosidad y el gusto de los atenienses por comunicarse novedades, no permite deducir una disposición auténtica con vistas a la salvación. El cuadro de este círculo de Atenas, tan amigo de divagaciones, puede hallarse en todos los tiempos. Se habla y se escribe sobre religión, se cultiva con afán la conversación ingeniosa sobre cuestiones teológicas, pero sin una voluntad auténtica ni interés por una verdad que comprometa ni por la entrega personal.

22 Pablo, entonces, de pie en medio del Areópago, dijo: «Hombres de Atenas, os veo en todo religiosos por demás. 23 Porque, al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, he hallado hasta un altar con esta inscripción: «Al Dios desconocido.» Pues eso que sin conocer veneráis, es lo que os anuncio yo. 24 El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, siendo como es Señor de cielo y tierra, no habita en templos hechos a mano, 25 ni tiene que ser cuidado por manos de hombres, como si necesitara de algo, ya que es él quien da a todos vida, respiración y todas las cosas. 26 él hizo provenir de uno a todo el linaje humano para habitar sobre toda la faz de la tierra y fijó los tiempos determinados y los límites de su habitación, 27 para que busquen a Dios, a ver si a tientas dan con él y lo encuentran, ya que en realidad no está lejos de cada uno de nosotros. 28 Porque en él vivimos, nos movemos y somos, como ya dijeron algunos de vuestros poetas: Porque incluso de su mismo linaje somos. 29 Siendo, pues, del linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad pueda ser semejante al oro, a la plata o a la piedra, escultura del arte y del pensamiento humano. 30 Pues bien, pasando por alto los tiempos de la ignorancia, Dios ahora invita a los hombres a que todos y en todas partes se conviertan, 31 ya que ha establecido un día en el que habrá de juzgar al mundo entero según justicia por medio de un hombre a quien ha designado, para que salga fiador suyo ante todos, al haberlo resucitado de entre los muertos.»

El discurso en el Areópago, que en la forma en que ha sido transmitido es una obra literaria del autor de los Hechos de los apóstoles, reproduce en forma impresionante la situación en que se hallaba el Apóstol. Como ya otra vez en Listra (14,14 ss) había interesado el Apóstol la experiencia y concepción religiosa de los oyentes, a fin de anunciarles el mensaje del «Dios viviente», así lo hizo, en mayor grado todavía aquí. Tenemos ante nosotros una contrapartida del discurso de Pedro ante el círculo que rodeaba al centurión romano Cornelio (10,26-43). Aunque en el discurso en el Areópago presta más atención al pensar de los interpelados que en el discurso de Pedro. Si en nuestro discurso se echa de menos lo propiamente cristiano, hay que tener en cuenta que Pablo, según la exposición de nuestro texto, no pudo llegar al fin de su discurso, en el que con las palabras sobre la resurrección quería proponer el verdadero mensaje de salvación. Así se comprende también que en el discurso falta esa palabra que forma parte esencial del mensaje paulino, como en general del mensaje neotestamentario, la palabra «fe».

En el discurso de 17,22 ss, que se abre con el clásico «hombres de Atenas», Pablo a pesar de que «se consumía… en su interior viendo la ciudad repleta de ídolos» (17,16), encuentra unas palabras elogiosas para ponderar la religiosidad de sus oyentes. Se trata, con toda evidencia, de un recurso psicológico destinado a facilitar un contacto con su auditorio. En la predicación del Evangelio no se debería abordar a las personas con críticas negativas y juicios lesivos, sino que convendría estar dispuestos a ver y reconocer en su búsqueda y en sus empeños lo que para ellos es justo y sagrado. La Iglesia, en el concilio Vaticano II ha vuelto a mostrar esta actitud en su juicio sobre las religiones no cristianas. Sólo cuando el otro sienta que tenemos capacidad y voluntad de mostrarle respeto y comprensión, estará él también dispuesto a acoger nuestras palabras.

Pablo procede con tacto psicológico, sin embestir al oyente con eso que quiere anunciar. Dirige primero su atención al conocimiento de Dios. Sólo cuando la reverencia de Dios se posesiona del hombre, está éste dispuesto a escuchar también el mensaje que le habla en el Evangelio. Nuestro celo por la Iglesia ¿no adolece del efecto de que no pensamos suficientemente en este misterio fundamental de nuestra fe y nos perdemos demasiado en cuestiones secundarias y en problemas teológicos marginales? ¿No empleó Pablo un medio sumamente eficaz cuando refiriéndose al altar del Dios desconocido comenzó a interesar el ansia y la búsqueda de los hombres? No sabemos lo que pensaría el que puso en el altar la inscripción: «Al Dios desconocido.» ¿Estaba movido por el temor de pasar por alto a algún dios entre los numerosos dioses? ¿O se expresa en la inscripción la reverencia del mundo inaccesible de los dioses y de lo divino? 18 No queremos olvidar que ya mucho tiempo antes de Pablo pensadores griegos trataban de avanzar hacia una elevada concepción y enunciación de Dios.

Pablo interpreta la inscripción en sentido del Dios único, del que él sabe por la Biblia, en tanto que judío creyente, y sobre todo como cristiano por el contacto con Cristo glorificado. No habla con sabiduría de escuela, sino como heraldo y testigo. Y sin embargo, recurre a la capacidad mental de sus oyentes, cuando de la omnipotencia absoluta del Creador deduce la gloria soberana de Dios, que no está encerrado en los estrechos límites de templos e imágenes y que, estando exento de necesidades, se abre a todas las necesidades del hombre.

El pensamiento helenístico y el bíblico se entrelazan cuando Pablo hace remontar a Dios la «vida» y «la respiración» de todos los seres. Se nos recuerda el relato bíblico de la creación, pero al mismo tiempo parece que se alude a una interpretación popular del nombre de Zeus, que en un himno viene ensalzado como el «viviente» y como «aliento de todas las criaturas». Pensamos en el Adán bíblico cuando se dice que los hombres proceden «de uno». La fe bíblica y la creencia griega se encuentran cuando se dice que Dios dirige las suertes de los hombres y en medio del cambio de los tiempos y lugares los hace habitar «sobre toda la faz de la tierra». La expresión lucana está en consonancia con unas palabras de Isaías (24,17), se halla también en Luc 21:35.

La más profunda interpretación del sentido de la existencia humana se insinúa con expresa referencia a poetas griegos, cuando se dice que el que viene de Dios tiene un elevado cometido en buscar a Dios, tratar de dar con él a tientas, y encontrarlo 19. Aquí se expresan y se ponen a la luz de la revelación los múltiples intentos del mundo helenístico, de conocer y experimentar a Dios por caminos racionales y místicos. Aquí se habría podido esperar una alusión a la experiencia de Dios en Cristo Jesús, pero el Apóstol, conforme al plan del discurso, se contiene todavía, para seguir interesándose en el modo de pensar de sus oyentes.

En las palabras del Apóstol oímos como un eco de su gran contemporáneo, ·Séneca, que dice: «Dios está cerca de ti, está contigo y hasta está en ti. Por eso debes tú venerarlo en tu interior.» Aunque las palabras de poetas citadas por el Apóstol se apoyan en representaciones panteístas, él las toma y las interpreta en función de la experiencia de Dios en la Biblia y de la revelación de salvación en eI Evangelio 20.

Pensamos en frases de la carta a los Romanos cuando leemos: «Siendo, pues, del linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad pueda ser semejante al oro, a la plata o a la piedra, escultura del arte y del pensamiento humano.» Pablo, bajo el influjo del libro de la Sabiduría, entretejido de pensamientos helenistas, dice en Rom 1:19 ss: «Lo que puede conocerse de Dios está manifiesto entre ellos, ya que Dios se lo manifestó. En efecto, desde la creación del mundo, las perfecciones invisibles de Dios, tanto su eterno poder como su deidad, se hacen claramente visibles, entendidas a través de sus obras; de suerte que ellos no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le dieron gloria como a tal Dios ni le mostraron gratitud; antes se extraviaron en sus varios razonamientos, y su insensato corazón quedó en tinieblas.»

En un juicio sorprendente llama el Apóstol «los tiempos de la ignorancia» a la época anterior del paganismo. Aun cuando reconoce las claras convicciones y profesiones de este paganismo, sin embargo en la idolatría tan propagada y multiforme sólo ve un error y un extravío, como también trata de mostrarlo en forma impresionante en su descripción del mundo no judío (Rom 1:18-32).

Y así como en la carta a los Romanos contrapone al sombrío cuadro de la humanidad extraviada y pecadora el confortante mensaje del tiempo de salvación que alborea (Rom 3:21 ss), así lo hace también aquí en Atenas. Habla de la llamada de Dios, que llama a todos los hombres a la conversión. Todavía no cita ningún nombre, pero habla de un «hombre», por el que «habrá de juzgar al mundo entero según su justicia». Nosotros sabemos a quién se refiere. Y sólo ahora, una vez que ha puesto en tensión la atención de sus oyentes, quiere pasar a proponer el mensaje del Evangelio y a hablar de aquel «a quien (Dios) ha designado, para que salga fiador suyo ante todos, al haberlo resucitado de entre los muertos». Una vez más, como generalmente en sus discursos y en sus cartas, pone ante los ojos de sus oyentes el signo de la resurrección de Jesús como base de la salvación y de la fe que salva, con lo cual el discurso ha llegado a un punto en el que debería seguir el mensaje completo; pero no puede llevarlo adelante porque sus oyentes no están dispuestos a seguir escuchándolo.

……………

18. De la antigüedad sólo se conocen con seguridad inscripciones de este género con la dedicatoria en plural: «A dioses desconocidos», lo cual, sin embargo, no excluye la fiabilidad de nuestra información: «Al dios desconocido.» Pero también esta formulación podría interpretarse en función de las concepciones politeístas. Pablo tiende con ella un puente hacia el concepto judío y cristiano de Dios para empalmar con él su mensaje cristiano de salvación.

19. Hasta qué punto está latente también en estos pensamientos el testimonio de la Biblia lo muestran textos veterotestamentarios, tales como Amo 9:12; Sal 14:2; Sal 53:3; Isa 65:1, etc. Aquí no se trata de un «buscar» a la manera de la investigación intelectual y del empeño científico, sino de una actitud de prontitud de la voluntad, de gratitud, de ansia de Dios y de lo divino.

20. En el v. 28a hay probablemente resonancias de poesía griega, quizá de un himno a Zeus, aunque también en este lugar se dejan oír a la vez pensamientos de la Biblia. La cita: «De su mismo linaje somos», que atribuye a «algunos» poetas griegos, está comprobada en Arato, que vivía en la corte de los Tolomeos, y también en un himno a Zeus del poeta Cleantes. No es posible determinar si Lucas, que fue quien dio forma al discurso, conocía la procedencia de estas palabras o solamente citaba versos que eran del dominio público

……………

32 Al oír «resurrección de muertos», unos se reían, y otros dijeron: «Te oiremos hablar de esto en otra ocasión.» 33 Así salió Pablo de en medio de ellos. 34 Algunos, adhiriéndose a él, abrazaron la fe; entre ellos, Dionisio el Areopagita, y una mujer por nombre Dámaris, y algunos otros con ellos.

En la primera carta a los Corintios escribe Pablo: «Sin embargo, entre los ya perfectos, usamos un lenguaje do sabiduría; pero no de una sabiduría de este mundo, ni de las fuerzas rectoras de este mundo, que están en vías de perecer; sino un lenguaje de sabiduría de Dios en el misterio, la que estaba oculta, y que Dios destinó desde el principio para nuestra gloria; la que ninguna de las fuerzas rectoras de este mundo conoció» (1Co 2:6 ss). Esto lo escribía el Apóstol partiendo de la experiencia por la que, en su calidad de predicador del Evangelio, hubo de pasar en los centros de cultura del mundo de entonces. Precisamente su aparición ante el Areópago es un ejemplo de esto. Cuando lo que mueve a los hombres a ocuparse con el mensaje de salvación es mera curiosidad y avidez de sensación, resulta difícil dar con lo que significa la fe.

En efecto, Jesús mismo había expresado esta experiencia en sus impresionantes palabras de Mat 11:25 ss: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra; porque has ocultado estas cosas a sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así lo has querido tú. Todo me lo ha confiado mi Padre. Y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelárselo.» ¿No se expresa aquí la penuria interior de que sufrimos los cristianos precisamente en nuestros días? ¿No hemos dado quizá demasiada importancia a los métodos de la investigación y del saber humanos en teología y en la interpretación del Evangelio? ¿Por qué los textos sagrados se nos disuelven en gran parte entre las manos, de modo que no nos conducen ya al misterio, que en definitiva sólo se descubre a la fe reverencial? No queremos decir nada contra el sentido y los fueros del empeño racional en torno al contenido del Evangelio. Sin embargo, puede darse muy fácilmente que nos hallemos ante una plétora de opiniones contrapuestas, que nos obstruyan el camino hacia la sabiduría de la fe.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

— Anfípolis y Apolonia: Ciudades de la antigua Macedonia, en la costa norte del mar Egeo.

— Tesalónica: Capital de la provincia romana de Macedonia. Puerto activo y floreciente al fondo del golfo de Termas y en la ruta de la vía Egnatia, una de las más importantes calzadas romanas. Tenía estatuto de “ciudad libre” y habitaba en ella una nutrida colonia judía. Ver Introducción a la primera carta a los Tesalonicenses.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Pablo y Silas en Tesalónica. 1 Viajando a lo largo de la gran ruta romana en esa área, la Vía Ignacia, Pablo y Silas pasaron por varias otras importantes ciudades macedonias y llegaron a la capi tal de la provincia, donde, a diferencia de Filipos, había una sinagoga de los judíos. 2, 3 De acuerdo con su costumbre, Pablo fue a la sinagoga antes que nada, a pesar del rechazo anterior en otras comunidades (ver p. ej. 13:33-48). La afirmación de Lucas de que discutió con ellos, más bien que predicarles, se sostiene por un argumento en dos pasos: primero, que de acuerdo con las Escrituras, el Mesías (o “el Cristo”, gr.) tenía que padecer y resucitar, y segundo, que Jesús de Nazaret era de hecho el Cristo. 4 Algunos judíos fueron ganados, así como algunos de los temerosos de Dios (ver sobre 10:2) y algunas mujeres prominentes, pero los más influyentes de la comunidad judía (los judíos, en contraste con algunos de ellos en el versículo anterior; ver 13:43, 45) se pusieron celosos por su éxito. Su plan era el de comenzar secretamente un pequeño disturbio con algunas personas malas que juntaron con ese fin, como para acusar a los cristianos, incluyendo a Jasón, con quien estaban hospedándose Pablo y Silas, de provocar perturbaciones públicas. El conocimiento que tenían los opositores de la historia hasta ese momento, que distorsionaban ligeramente en su presentación (6, 7), probablemente tenía su origen en sus conversaciones con Pablo y Silas en la sinagoga. 9 El resultado de la reunión fue menos grato de lo que podría parecer a un lector moderno. Al imponer una fianza a Jasón y los demás, probablemente querían asegurarse de que ellos darían fe de la partida de Pablo y Silas, so pena de castigos severos. Es probable que esta decisión sea la mencionada como obra de Satanás en 1 Tes. 2:17, 18: “Pero nosotros, hermanos, apartados de vosotros … quisimos ir a vosotros, pero Satanás nos lo impidió.”

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

17.1 Tesalónica era una de las ciudades más ricas e influyentes de Macedonia. Esta es la primera ciudad que Pablo visitó, donde sus enseñanzas atrajeron a un gran grupo social de prominentes ciudadanos. La iglesia que fundó creció con rapidez, pero un tumulto forzó a Pablo a salir de la ciudad en 50-51 d.C. (17.5, 6, 10). Más tarde Pablo envía a Timoteo de nuevo a Tesalónica para ver cómo andaban los cristianos. Poco después, Pablo escribe 1 y 2 de Tesalonicenses, dos cartas a los creyentes en Tesalónica, animándolos a mantenerse fieles y rechazar el mensaje de los falsos maestros que trataban de refutar sus creencias.MINISTERIO EN MACEDONIA : Lucas permaneció en Filipos mientras Pablo, Silas y Timoteo prosiguieron por la vía Egnacia hacia Anfípolis, Apolonia y Tesalónica. En este último lugar surgieron problemas y tuvieron que huir a Berea. Cuando sus enemigos los persiguieron, Pablo tuvo que viajar por mar a Atenas, dejando a Silas y Timoteo para que animaran a los creyentes.17.1, 2 Una sinagoga, lugar en que se reunía un grupo de judíos para enseñar y orar, podía establecerse donde hubiera diez judíos varones. La práctica regular de Pablo era predicar en las sinagogas en la medida que los judíos lo permitieran. A menudo los que no eran judíos venían a las reuniones para oír el mensaje de Pablo. Para tener una idea de cómo eran los servicios en una sinagoga, véase el comentario a 13.14, 15.17.2, 3 Cuando Pablo habló en la sinagoga, sabiamente partió de los escritos del Antiguo Testamento y explicó cómo el Mesías cumplió lo que decían de El, yendo de lo conocido a la desconocido. Esta es una buena estrategia para nosotros. Cuando testificamos de Cristo, debemos empezar donde la gente está, afirmando la verdad que conocen para luego presentar a Cristo, el Unico que es la verdad.17.5 Los líderes judíos no refutaron la teología de Pablo y Silas, pero sintieron celo de la popularidad de estos predicadores itinerantes. Sus motivos para causar alboroto se debían a celos personales, no a la pureza de la doctrina.17.6 No sabemos mucho de Jasón, excepto que era la persona que hospedaba y apoyaba a Pablo y Silas en esa localidad; de ahí que haya recibido la afrenta por los problemas. Jasón es sencillamente uno de esos muchos héroes desconocidos que cumplió su parte en ayudar a esparcir el evangelio con toda fidelidad. A causa del valor de Jasón, Pablo y Silas ministraron con más eficacia. A lo mejor usted no recibe mucha atención (en realidad quizás solo reciba aflicciones) por servir a Cristo, pero Dios quiere usarlo. Las vidas pueden cambiar gracias a su valor y fidelidad.17.6 ¡Qué reputación la que tuvieron estos primeros cristianos! El poder del evangelio revolucionó vidas, cruzó todas las barreras sociales, abrió las puertas de las cárceles, despertó un genuino interés entre las personas y motivó adoración a Dios. Nuestro mundo necesita cambio y transformación. El evangelio no tiene la simple tarea de hacer programas edificantes y alentar buenas conductas, sino transformar dinámicamente las vidas. Cobre ánimo y pregúntele a Dios cómo predicar sus buenas nuevas alrededor de todo su mundo.17.7 A los líderes judíos les fue difícil inventar una acusación que la escucharan los gobernantes de la ciudad. Los romanos no se mostraron muy interesado en loas desacuerdos teológicos entre los judíos y estos predicadores. La deslealtad, de cualquier naturaleza, era una ofensa seria en el Imperio Romano. A pesar de que Pablo y Silas no eran partidarios de una rebelión en contra de las leyes romanas, su lealtad a otro rey sonaba sospechoso.17.8, 9 «Fianza» no es aquí lo que pensamos: pagar por la libertad de una persona. Jasón prometió el cese del problema o si no perdía su propiedad y tal vez su vida.17.11 ¿Cómo evalúa los sermones y las enseñanzas? Las personas en Berea abrieron las Escrituras y buscaron la verdad para verificar o desaprobar la verdad que escucharon. Siempre compare lo que escucha con lo que la Biblia dice. Un predicador o un maestro que da el mensaje verdadero de Dios nunca entrará en contradicción ni se apartará de la Palabra de Dios. LUCASUna de las cualidades esenciales de un buen médico es la compasión. La gente necesita ver el interés de su médico. Aunque no sepa cuál es el problema ni esté seguro de lo que debe hacer, el verdadero interés es siempre un medicamento eficaz para todo doctor. El doctor Lucas era una persona compasiva.A pesar de que tenemos muy pocos datos de su vida, Lucas nos ha dejado una fuerte impresión de sí mismo por lo que escribió. En su Evangelio enfatiza la compasión de Jesús. De manera vívida narra el poder que Cristo demostró en la vida y el esmero con que trató a la gente. Lucas resalta cuánto apreciaba Jesús a las mujeres. El libro de Hechos está lleno de figuras verbales agudas de gente real, sorprendida en los más grandes acontecimientos de la historia.Lucas era también médico. Practicó la medicina al viajar como compañero de Pablo. Debido a que el evangelio se recibía a menudo con azotes y pedradas, por lo general el doctor no tenía pacientes. También es posible que el «aguijón en la carne» de Pablo fuera algún tipo de dolencia física que requería la atención regular de Lucas. Pablo apreciaba profundamente las habilidades y la fidelidad de Lucas.Dios también usó a Lucas en forma especial como historiador de la iglesia primitiva. Una y otra vez los detalles de la descripción de Lucas muestran precisión. Las primeras palabras en su Evangelio indican su interés en la verdad.La compasión de Lucas refleja la de su Señor. Su habilidad como doctor ayudó a Pablo. Su pasión por los hechos tal como escribió la vida de Cristo, la expansión de la iglesia primitiva y la vida de los misioneros cristianos nos da fuentes confiables para las bases de nuestra fe. Logró todo esto mientras se mantenía fuera de la espectacularidad. Quizás su más grande ejemplo es el desafío de lograr grandezas aun cuando no seamos el centro de atención.Virtudes y logros :– Compañero humilde, fiel y servicial para Pablo– Profesional bien educado y preparado– Historiador preciso y cuidadoso– Escritor del Evangelio de Lucas y del libro de HechosLecciones de su vida :– Las palabras que dejemos para la historia serán la última semblanza de lo que somos– Aun las personas de más éxito necesitan el cuidado personal de otros– La excelencia se muestra por lo que hacemos cuando nadie lo notaDatos vitales :– Lugar: Tal vez se encontró con Pablo en Troas– Ocupación: Médico, historiador, compañero de viaje– Contemporáneos: Pablo, Timoteo, Silas, PedroVersículos clave :»Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido» (Luk 1:1-4).Lucas se incluye en el nosotros de Hechos 16-28. Se menciona además en Luk 1:3; Act 1:1; Col 4:14; 2Ti 4:11 y Phm 1:24.17.15 Atenas, con sus edificios espléndidos y muchos dioses, fue un centro para la cultura griega, la filosofía y la educación. Los filósofos y educadores estuvieron siempre listos a escuchar algo nuevo, así que invitaron a Pablo para que les hablara en el Areópago.17.18 Los epicúreos y los estoicos eran filósofos que dominaban la cultura griega. Los epicúreos creían que buscar la felicidad o el placer era la meta primordial de la vida. En contraste, los estoicos concentraban su pensamiento en los sentimientos y procuraban vivir en armonía con la naturaleza y la razón, reemplazando sus deseos por el placer. Eran muy disciplinados.17.19 Por un tiempo el consejo o concilio (aquí llamado Areópago) se reunió en una pequeña colina de Atenas, cerca de Acrópolis. Cuando Pablo se puso de pie en dicho lugar y habló acerca del único Dios verdadero, su audiencia podía bajar los ojos hacia la ciudad y notar la existencia de muchos ídolos que Pablo reconocía como dioses sin valor.17.22 Pablo estaba bien preparado para hablar a este grupo. Vino de Tarso, un centro educacional, y tenía la instrucción y el conocimiento suficiente como para presentar sus creencias con claridad y persuasión. Pablo era un rabino, instruido a los pies del maestro más sobresaliente de aquellos tiempos, Gamaliel, y pasó mucho de su tiempo pensando y razonando en las Escrituras.No es suficiente enseñar ni predicar con convicción. Como Pablo, debemos estar preparados. Cuanto más sepamos acerca de la Biblia, lo que significa y cómo aplicar su contenido a la vida, nuestras palabras serán más convincentes. Esto no significa que no debamos presentar el evangelio hasta que nos sintamos preparados adecuadamente. Debemos trabajar con lo que sabemos, pero queriendo saber más a fin de abarcar mayor número de personas y contestar sus preguntas y argumentos con mayor eficacia.17.22ss El mensaje de Pablo es un buen ejemplo de cómo comunicar el evangelio. Pablo no empieza recitando la historia judía, como por lo general hacía, hubiera perdido audiencia entre los griegos. Empieza construyendo un caso en favor del único Dios verdadero, usando ejemplos que entendían. Luego establece un punto común, enfatizando en lo que ellos estarían de acuerdo acerca de Dios (17.24-29). Por último, canaliza su mensaje en la persona de Cristo, llamando su atención a la resurrección (17.30, 31). Cuando usted testifica a otros, puede usar el método de Pablo: use ejemplos, establezca un punto común de interés y luego lleve a la gente a hacer una decisión por Cristo.17.23 Los atenienses levantaron un ídolo al dios no conocido por temor a perder bendiciones o recibir algún castigo. El inicio de la declaración de Pablo a los atenienses se relacionaba con su dios desconocido. Pablo no aprobaba este dios, pero usó la inscripción como punto de partida para su testimonio acerca del único Dios verdadero.17.23 Pablo presentó al único Dios verdadero a estos hombres educados de Atenas; a pesar de que eran muy religiosos, no lo conocían. Hoy tenemos una sociedad «cristiana», pero para muchas personas, Dios todavía es desconocido. Necesitamos proclamar quién es Dios y dejar en claro lo que El hizo por la humanidad mediante su Hijo Jesús. No podemos suponer que aun los religiosos que nos rodean conocen en verdad a Jesús ni comprenden la importancia de depositar nuestra fe en El.17.30, 31 Pablo no dejó su mensaje inconcluso. Confrontó a sus oyentes con la resurrección de Jesús y su significado para la gente: bendición o castigo. Los griegos no tenían idea de lo que era el juicio. La mayoría prefería adorar muchos dioses antes que a uno solo, y la idea de la resurrección era increíble y hasta ofensiva para ellos. Pablo no escondió la verdad, no le importó lo que pensaran al respecto. Cambió su exposición a fin de que encajara en su audiencia, pero nunca cambió su mensaje básico.17.32-34 El mensaje de Pablo motivó una reacción mixta: algunos se rieron, otros buscaron más información y un pequeño grupo creyó. No dude en hablar a otros acerca de Cristo porque tema que algunos no le creerán. No espere una respuesta positiva masiva a su testimonio, aunque crean pocas personas, vale la pena el esfuerzo.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 885 1Ts 2:1

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

donde había una sinagoga. Véase coment. en 13:5.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 super (1) Otra ciudad principal, asentada en un golfo de la provincia de Macedonia.

1 super (2) Véase la nota 2 super (1) de Santiago 2.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Tesalónica. Véase Introducción a 1 Tesalonicenses.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

92 (ii) Pablo en Tesalónica y Berea (17,1-15). Viajamos con Pablo a unos 225 km en di­rección sudoeste a lo largo de la Via Egnatia, con la ayuda de la información de los w. la. 10a. 14a. 15. Lucas añadió a este hilo narra­tivo dos escenas, en Tesalónica y en Berea, res­pectivamente, ambas altamente esquemáticas y con una estructura paralela: comienzo habi­tual en la sinagoga, discusión sobre las Escri­turas, éxito (especialmente) con las mujeres de alta posición, estallido de la persecución por instigación de los judíos. Tenemos la impre­sión de que Lucas construye esquemáticamen­te sobre los escasos datos de la fuente, que in­cluía el itinerario y la tradición local sobre el sufrimiento de Jasón (cf. 1 Tes 2,14; Schneider, Apg. 2.222.23). 1. Anfípolis y Tesalónica (la moderna Salónica) eran capitales de distrito según la división romana de Macedonia en el 167 a.C. La última era la ciudad más grande e importante de la provincia (→ 1 Tesalonicen­ses, 46:2). 2. siguiendo su costumbre: cf. co­mentario sobre 13,14. tres sábados: De la es­quematizaron de Lucas obtenemos una estancia máxima de un mes, lo que resulta di­fícilmente armonizable con 1 Tes 1,2-2,9; Flp 4,16. 3. les explicaba y probaba: En su argu­mentación, Pablo desarrolla una inferencia: parte de lo que Escritura decía sobre el desti­no del Mesías y lo aplica al único pretendiente que se ajustaba a este perfil (W. Kurz, CBQ 42 [1980] 179). Cf. 18,28; Lc 24,25-35.44-46. 4. se convencieron: El vb. Epeisthesan corresponde a la apelación lógica y expresa la concepción lu­cana de la fe pascual como adquisición de una nueva percepción sobre el plan divino de sal­vación manifestado plenamente en la Escritu­ra. Las mujeres «temerosas de Dios» siguen destacando en la tumultuosa historia de la mi­sión de Pablo (cf. 13,50; 16,13-14). 5. los ju­díos: Su comportamiento, motivación y poste­riores aliados confirman la consolidación del judaismo como enemigo del evangelio (cf. co­mentario sobre 12,1) y descalifican las acusa­ciones de los w. 6-7. 7. Cf. Lc 23,2-5; Mc 15,2-5. Lucas prosigue con su apologética política (cf. 16,37-39). 11. más educados: Los vv. 1-9 son el telón de fondo para el breve relato de Berea, que funciona solamente como contra­punto de la experiencia tesalonicense (J. Kre­mer, en Les Actes, 12). recibieron la palabra: Es decir, se hicieron creyentes (2,41; 8,14; 11,1). estudiaban las Escrituras: anakrinein tiene aquí el sentido de estudio crítico; en otros pasajes tiene el sentido de investigación judicial (4,9; 12,19; 24,8; 28,18). Los «más educados» con­vertidos de Berea se convierten en modelo de fe cristiana, a la que, con toda razón, pertene­ce el razonamiento crítico y el juicio responsa­ble (J. Kremer, ibid. 19-20). 14-15. Conforme Pablo avanza hacia Atenas, sus compañeros van quedando atrás, un dato que es contrario a 1 Tes 3,1-2, pero que, en su contexto, nos in­troduce a los vv. 16-34.93 (iii) Pablo en Atenas (17,16-34). Tal vez como ningún otro pasaje, éste nos muestra la fuerza del argumento histórico desarrollado mediante los «episodios dramáticos» (→ 6 su­pra). La estructura y división están determina­das por la centralidad del discurso (vv. 22-31), para el que se prepara el escenario (vv. 16-21) y del que surge la conclusión (vv. 32-34). La palabra clave que expresa la duda de los filó­sofos es «extranjero» (vv. 18.20), a la que res­ponde el predicador con las palabras «desco­nocido», «desconocimiento» e «ignorancia» (vv. 23.30). El discurso, al anunciar al verda­dero Dios hasta entonces «desconocido», rea­liza una triple crítica desde un punto de vista compartido con la ilustración helenista: tem­plos (v. 24), sacrificios (v. 25) e ídolos (v. 29). Como M. Dibelius reconoció (Studies 57), el orador es interrumpido precisamente en el centro de su argumentación: «resucitándolo de entre los muertos» (v. 31), el asunto en el que la teodicea propedéutica alcanza al kerig­ma cristiano, y, de igual modo, el asunto en el que, como era de esperar, el kerigma repele a muchos de sus cultos destinatarios (Schnei­der, Apg. 2.223). Una vez más, no es Pablo quien está hablando a los pensadores paganos (no obstante Marshall, Acts 283), sino que es el mismo Lucas quien está instruyendo a sus lec­tores sobre la gran oportunidad y el gran obs­táculo de toda misión a la «intelligentsia» he­lenista. 16-21. El «panorama de la ciudad» de Atenas que se nos presenta supera la misma realidad, con cada de uno de sus elementos perfectamente calibrados con respecto al con­tenido del discurso: el vulgo devoto inquieto que visita los santuarios, los filósofos de las fa­mosas escuelas dialogando en el ágora, la in­troducción de nuevos dioses en el panteón, y una sed general de cosas nuevas y diferentes. Al pintar este cuadro, Lucas depende de la propia visión que se tenía en su época sobre la cultura clásica y su centro neurálgico, no de unas informaciones especiales sobre el minis­terio de Pablo. 16. tan sumida en la idolatría: Sobre impresiones similares que producía la ciudad, cf. Tito Livio, Hist. 45.27; Pausanias 1.17.7; Estrabón, Geogr. 9.1.16. 17. sinagoga: Más que como una referencia al programa de la misión, divinamente establecido, que he­mos observado anteriormente (13,14.46; 17,2), esta primera parada indica la cobertura judía bajo la que se ha desarrollado la adaptación de las ideas bíblicas y filosóficas realizada en el sermón (cf. W. Nauck, J. Dupont). plaza públi­ca: El ágora, cuyas famosas ruinas se encuen­tran al noroeste de la Acrópolis, era el centro comercial y administrativo de la ciudad, y el lugar de encuentro por excelencia para tratar todos los asuntos de la comunidad. 18. filóso­fos epicúreos y estoicos: No son meras figuras decorativas; sus doctrinas están recogidas en la crítica que hace el dicurso a la religión po­pular (Barrett, «Paul’s Speech» 72). Con los discípulos de Epicuro (342-271 a.C.), el predi­cador comparte una apasionada oposición ala burda superstición de la gente (deisidaimonia; cf. v. 22) y la convicción de que los dioses no pueden ser manipulados por los seres huma­nos (v. 25). Con los estoicos, miembros de la escuela del «pórtico pintado» (stoa pokile), fundada por Zenón de Chipre (ca. 320 a.C.), comparte algunas ideas fundamentales, como la unidad de la humanidad (v. 26) y el paren­tesco natural de los seres humanos con Dios (v. 28). charlatán: Lit. «recolector de grano» (spermologos), como pájaro que pica de un la­do y otro, un término que crea la «atmósfera» para el encuentro, predicador de divinidades ex­tranjeras: Evoca la acusación hecha a Sócrates (Platón, Apol. 24b; Jenófanes, Mem. 1.1.1); el discurso responderá a ésta mediante el motivo de la «ignorancia» (vv. 23.30). Jesús y su resu­rrección: Se presagia aquí el clímax del discur­so (w. 30-31; Conzelmann, en StLa 224). ¿Se sugiere que los atenienses entendieron el sus­tantivo femenino anastasis, «resurrección», como el nombre de la consorte de la divinidad extranjera Jesús? 19. Areópago: La «colina de Ares», en la actualidad un promontorio rocoso pelado al oeste de la Acrópolis; antiguamente era el lugar de reunión del Consejo Supremo de Atenas, que también recibía el mismo nom­bre. Lucas se refiere más a la colina que al con­sejo, que, en sus días, se reunía en otro lugar, con funciones principalmente judiciales. El ptc. epilabomenoi significa «llevándolo» (9,27), no «agarrándolo» (16,19). Al discurso no sigue ninguna sentencia o veredicto; su marco es el de la disputa de escuela, no el de la defensa ju­dicial.

94 El discurso de Pablo (vv. 22-31). Pues­to que la composición desarrolla un antiguo esquema que estaba formado por la conversión de la idolatría, la fe en la resurrección y el jui­cio/gobierno del mundo por el Resucitado (cf. 1 Tes 1,9-10; 1 Cor 8,6), la conclusión cristoló­gica no es un apéndice extraño a la teodicea (no obstante Schweizer, en StLA 213), sino el clímax de un kerigma de doble punta, ya pre­viamente fijado, destinado a los paganos, en el que la exhortación al monoteísmo, desarrolla­da por los apologetas judeohelenistas, consti­tuía la premisa fundamental para el anuncio de Cristo (Legrand, «Areopagus Speech» [→ 95 infra] 324-45). La utilización de la teología na­tural como positiva antesala del evangelio con­trasta con su utilización paulina para condenar a la humanidad pecadora en Rom 1,18-32 (P. Vilhauer, en StLA 34-37). 22. extremadamen te religiosos: Aunque aparentemente parece estar alabando a la audiencia, esta calificación im­plica un oculto reproche que se insinuará en lo que sigue (cf. 25,19; comentario sobre el v. 18). 23. al dios desconocido: Las referencias litera­rias a los altares consagrados a los «dioses des­conocidos» (Pausanias 1.1.14; Filóstrato, Vida de Apolonio de Tiana 6.3.5) pueden haber ins­pirado a Lucas su refundición en singular, que suministra un ideal punto de apoyo para la de­fensa contra la acusación de «dioses extraños». 24. el mundo y todo lo que hay en él: Estas pre­dicaciones sobre Dios manifiestan la libertad del predicador, que mezcla conceptos griegos (universo unitario que abarca todo) y bíblicos (universo bipartito). Esta mezcla había sido ya realizada por apologetas judíos como Filón, Aristóbulo y el SeudoSalomón (Sab 9,9-10). Cf. 14,15; Is 42,5 (LXX). no habita en templos: Es­ta crítica se encontraba ya ex principiis en la Stoa, donde las ideas de Dios y del mundo eran coextensivas. La idea se encuentra en el AT (Is 66,1-2), pero el término cheiropoiétos, «hecho a mano», no se relaciona con los «templos» en los LXX. Cf. 7,48; Filón, De Vita Mosis 2.88. 25. Los estoicos, p.ej. Séneca, disputaban sobre la naturaleza de Dios y hasta del culto que se le daba (cf. Dibelius, Studies 53-54; Conzelmann, Apg. 107). da la vida y el aliento: cf. Is 42,5. La idea fundamental de que Dios, en cuanto crea­dor, es dador y no receptor, implica su libertad de toda necesidad, un pensamiento de la filo­sofía griega que remite a la escuela de Elea (Di­belius, Studies 42-43), pero que sólo aparece tardíamente en los LXX como premisa de la acción de gracias por el templo (2 Mac 14,35; 3 Mac 2,9). 26. hizo de uno: El contexto se opone a relacionar modalmente «él hizo» con «habi­tar» («él los hizo habitar»), sino que lo entien­de (en continuidad con el v. 24) en el sentido de «él creó», que, en consecuencia, rige los verbos «habitar» y «buscar» como infinitivos asindéticos de finalidad. Las perspectivas bíblica y es­toica se mezclan en ex henos, «de uno», que po­dría significar «un linaje» (neutro) o «un antepasado» (masculino). Prevalece la alusión al Génesis (Gn 1,27-28). los tiempos y los lími­tes: De acuerdo con la misma fusión de pers­pectivas, estos términos podrían referirse tanto a las épocas y territorios de las naciones de la tierra (punto de vista bíblico; cf. Dn 8; Dt 32,8; Schneider; Wilson, Gentiles 201-05) como al ci­clo de las estaciones y la zona habitable de la tierra (punto de vista filosófico; cf. Dibelius, Studies 29-34; Eltester, Haenchen, Weiser y la mayoría de los especialistas). El contexto y la comparación con 14,17 favorecen la última lectura. 27. con el fin de que buscaran a Dios: Claramente se refiere a la búsqueda intelectual del filósofo (Dibelius, Studies 32-33), no a la ex­presión con la que el AT se refiere a la obe­diencia y el culto (Dt 4,29 etc.). 28. uno de vuestros poetas: Es decir, Arato, en su Phaenomena, probablemente por influencia del anti­guo himno estoico de Cleantes (E. Lohse, New Testament Environment [Nashville 1976] 245). 29. La incongruencia de las imágenes de Dios esculpidas por su afinidad humana refleja de nuevo una mezcla de diferentes ideas: la judía, para la que el Creador no puede representarse en forma creada alguna; y la griega, para la que únicamente los seres vivos pueden representar a un Ser viviente (Conzelmann, en StLA 224). 30. los tiempos de la ignorancia: Como en los discursos a los judíos (3,17; 13,27), el kerigma conlleva el fin de la ignorancia al proponer una opción y confirmar el destino de cada uno en el juicio. 31. cf. 10,42; Sal 9,9; 96,13; 98,9. él ha dado una garantía: La pistis, que se entiende como «prueba» o «garantía», se aleja de su uso paulino referido a la confianza que renuncia a sí misma (Dibelius, Studies 62).

95 Respuesta (w. 32-34). 32. La interrup­ción del orador antes de nombrar al Resucita­do confirma el origen literario del discurso (→ 93 supra). 34. Este discurso, como otros de Hechos, termina con una audiencia dividida. Por tanto, no tiene por qué catalogarse como un fracaso con el objetivo de armonizarlo con 1 Cor 1,18-2,5 (Legrand, «Areopagus Speech» 339). Los nombres de los convertidos proce­den del registro de los viajes de Pablo.

(Barrett, C. K., «Paul’s Speech on the Areopa­gus», New Testament Christianity for Africa and the World [ed. M. Glasswell, Londres 1974] 69-77. Calloud, J., «Paul devant l’Aréopage d’Athénes», RSR 69 [1981] 209-48. Conzelmann, H., en StLA 217-30. Dibelius, Studies 26-83. Dupont, Études 157-60; «Lc discours á l’Aréopage», Bib 60 [1979] 530-46. Eltester, W., «Gott und die Natur in der Areopagrede», Neutestamentliche Studien [Fest. R. Bultmann, ed. W. Eltester, BZNW 21, Berlín 1954] 202-27. Le­grand, L., «The Areopagus Speech», La notion biblique de Dieu [ed. J. Coppens, Lovaina 1976] 337-50. Mussner, F., Praesentia Salutis [Dusseldorf 1967] 235-44. Nauck, W., «Die Tradition und Komposition der Areopagrede», ZTK 53 [1956] 11-52. Schneider, G. , «Apg 17,22-31», Kontinuitat und Einheit [→ 85 supra] 173-78. Taeger, J., Der Mensch und sein Heil [Giittersloh 1982] 94-103. Wilckens, Missionsreden 81-91. Wilson, Gentiles 196-218.)

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

R1126 El participio διοδεύσαντες expresa una idea temporal: Cuando ellos hubieron pasado por.

T171 No hay aparente razón para que se use el artículo con los pueblos que se mencionan como sitios de parada [τὴν … τὴν … εἰς Θεσσαλονίκην]; es algo peculiar en este caso, pero puede referirse al hecho de que estos lugares están en el bien conocido camino que conduce de Filipos a Tesalónica -BD261[2]).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

[6] Como es visto, el no estaba buscando paganos.

[1] Judíos.

[2] Efrayimitas.

[3] Efrayimitas.

[4] Toda la humanidad viene de Adan y Eva, y aún más tarde de Noe. Así que la promesa de llenar todas las naciones con la simiente de un hombre,Jacobo, no deberia ser sorprendente, o asombroso.

[5] Moadim, o fiestas, o tiempos designados.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero