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Comentario de Hechos 19:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Hechos 19:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Mientras Apolos estaba en Corinto, aconteció que Pablo, después de recorrer las regiones interiores, bajó a Efeso y encontró a ciertos discípulos.

19:1 — Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos. — Vemos en Hch 16:6 que «les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia»; en 18:21 dice Pablo, «otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere»; ahora llega a Efeso. Lucas relata en pocas palabras el viaje de Pablo desde Efeso a Antioquía y entonces su regreso a Efeso (18:18-23; 19:1). Las regiones superiores se refieren a distritos como Galacia y Frigia.

Se puede observar en algunos textos

— por ej., Mat 14:12; Luc 7:18-19 — que Juan todavía tenía sus propios discípulos, aunque él mismo les guiaba hacia Cristo. Probablemente algunos de ellos se hubieran mudado a otros países y, por eso, no estaban enterados de la muerte y resurrección de Jesús ni de los eventos del día de Pentecostés. Estos sabían solamente lo referente al bautismo de Juan. No hay nada en el texto que indique alguna relación entre estos discípulos y Apolos («Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto…»).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

que Apolos. Hch 18:24-28; 1Co 1:12; 1Co 3:4-7; 1Co 16:12.

Pablo andaba en las regiones. Hch 18:23.

vino a Éfeso. Hch 18:19-21.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

El Espíritu Santo es dado por medio de Pablo, Hch 19:1-7.

Los judíos maldicen su doctrina, la cual es confirmada por milagros, Hch 19:8-12.

Los judíos exorcistas, Hch 19:13-15,

son heridos por el demonio, Hch 19:16-18.

Los libros de magia son quemados, Hch 19:19, Hch 19:20.

Demetrio, por amor a las ganancias, levanta un alboroto en contra de Pablo, Hch 19:21-34;

el cual es apaciguado por el escribano, Hch 19:35-41.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Estos doce hombres (v. Hch 19:7) recibieron el bautismo de Juan el Bautista, pero nunca oyeron hablar del Espíritu Santo. Todos sabían que vendría uno más grande que Juan. Pero no sabían que Jesús, el Mesías, ya había venido. El que murió por nuestros pecados, resucitó de la muerte, ascendió junto al Padre y envió al Espíritu Santo. Ellos necesitaban escuchar el resto del evangelio. Tan pronto como ocurriera este hecho, estos hombres podrían depositar su fe en Cristo y recibir el Espíritu Santo.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

ÉFESO… CIERTOS DISCÍPULOS. Los discípulos de Éfeso ¿eran creyentes en Cristo o discípulos de Juan el Bautista? Es posible cualquiera de las dos opciones.

(1) Algunos creen que ellos eran creyentes en Cristo,

(a) Lucas los llama «discípulos», una palabra que él empleaba comúnmente para referirse a los creyentes. Si Lucas hubiera querido indicar que eran sólo discípulos de Juan el Bautista y no de Cristo, seguramente lo hubiera dicho de modo explícito,

(b) Pablo se dirige a ellos como quienes ya creían (v. Hch 19:2). Se emplea el verbo «creer» cerca de veinte veces en Hechos sin complemento directo. En cada uno de los demás casos, el contexto indica que se refiere a creer en Cristo para salvación (véase la nota que sigue).

(2) Otros sostienen que los discípulos de Éfeso eran discípulos de Juan el Bautista que todavía esperaban al Mesías. Después que oyeron acerca de Jesús por conducto de Pablo, creyeron en Él como el Cristo profetizado y nacieron de nuevo por el Espíritu (vv. Hch 19:4-5).

(3) Cualquiera que sea el caso, queda claro que fueron llenos del Espíritu Santo una vez que creyeron en Cristo, fueron bautizados y se les impuso las manos (vv. Hch 19:5-6).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Pablo en Efeso, 19:1-20.
I En el tiempo en que Apolo se hallaba en Corinto, Pablo, atravesando las regiones altas, llegó a Efeso, donde halló algunos discípulos; 2 y les dijo: ¿Habéis recibido el Espíritu Santo al abrazar la fe? Ellos le contestaron: Ni siquiera hemos oído del Espíritu Santo. 3 Díjoles él: ¿Pues qué bautismo habéis recibido? Ellos le respondieron: El bautismo de Juan. 4 Dijo Pablo: Juan bautizaba un bautismo de penitencia, diciendo al pueblo que creyese en el que venía detrás de él, esto es, en Jesús. 5 Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús. 6 E imponiéndoles Pablo las manos, descendió sobre ellos el Espíritu Santo, y hablaban lenguas y profetizaban. 7 Eran unos doce hombres. 8 Entrando en la sinagoga habló con libertad por tres meses, conferenciando y discutiendo acerca del reino de Dios. 9 Pero así que algunos endurecidos e incrédulos comenzaron a maldecir del camino del Señor delante de la muchedumbre, se retiró de ellos, separando a los discípulos, y predicaba todos los días en la escuela de Tirano. 10 Esto hizo durante dos años, de manera que todos los habitantes de Asia oyeron la palabra del Señor, tanto los judíos como los griegos. 11 Obraba Dios por mano de Pablo milagros extraordinarios, 12 de suerte que hasta los pañuelos y delantales que habían tocado su cuerpo, aplicados a los enfermos, hacían desaparecer de ellos las enfermedades y salir a los espíritus malignos. 13 Hasta algunos exorcistas judíos ambulantes llegaron a invocar sobre los que tenían espíritus malignos el nombre del Señor Jesús, diciendo: Os conjuro por Jesús, a quien Pablo predica. 14 Eran los que esto hacían siete hijos de Esceva, sumo sacerdote judío; 15 pero respondiendo el espíritu maligno, les dijo: Conozco a Jesús y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? 16 Y arrojándose sobre ellos aquel en quien estaba el espíritu maligno, se apoderó de unos y otros y los sujetó, de modo que desnudos y heridos tuvieron que huir de aquella casa. 17 Fue esto conocido de todos los judíos y griegos que moraban en Efeso, apoderándose de todos un gran temor y siendo glorificado el nombre del Señor Jesús. 18 Muchos de los que habían creído, venían, confesaban y manifestaban sus prácticas supersticiosas; 19 y bastantes de los que habían profesado las artes mágicas traían sus libros y los quemaban en público, llegando a calcularse el precio de los quemados en cincuenta mil monedas de plata; 20 tan poderosamente crecía y se robustecía la palabra del Señor.

Era Efeso, capital de la provincia romana de Asia, una de las ciudades más importantes del mundo de entonces, rivalizando con Corinto, Antioquía y Alejandría. A ella venían a confluir las grandes vías procedentes de las regiones interiores de Asia para su comunicación con Occidente, siendo con frecuencia llamada “la gran metrópoli de Asia” (ή πρώτη και μεγίστη μητρόπολις της ασίας).
Entre sus cosas más notables estaba el templo de Artemisa o Diana, considerado como una de las siete maravillas del mundo, verdadero centro de peregrinaciones, y que confería a esta ciudad una autoridad particular en la religiosidad pagana 176. También se distinguía por la abundancia de sus libros de magia, hasta el punto de que tal clase de libros eran conocidos vulgarmente con el nombre de “escritos efesinos” (τα έφέσια γράμματα).
Cuando Pablo llegó a Efeso, Apolo no estaba ya en esta ciudad, sino en Corinto (v.1). Parece que el Apóstol tropezó muy pronto con esos “discípulos” que sólo conocían el bautismo de Juan, y que él acabó de instruir y bautizó (v.1-7). Su situación, en orden a formación religiosa, era muy semejante a la de Apolo (cf. 18:25), aunque no es de creer que formasen parte del mismo grupo, pues en ese caso apenas se concibe que no hubiesen sido ya adoctrinados por Apolo, una vez que lo fue él por Priscila y Aquila. Quizás habían llegado a Efeso posteriormente.
Pablo, en un primer momento, supone desde luego que estos “discípulos” han recibido ya el bautismo (cf. v.3), y su pregunta de “si han recibido el Espíritu Santo” (v.2) se refiere evidentemente a si han recibido además ese “don del Espíritu,” de que ya habló Pedro en su primer discurso del día de Pentecostés (cf. 2:38), y que en el caso de los samaritanos aparece claramente como algo separado del bautismo (cf. 8:16-20). Sobre la naturaleza de este “don” y su relación con el bautismo, hablamos ya al comentar esos dos pasajes. La respuesta de los interpelados: “Ni siquiera hemos oído del Espíritu Santo” (v.2), parece que va más lejos que la pregunta, como diciendo: no ya sólo nada sabemos que se comunique o no se comunique el Espíritu Santo, pero ni siquiera de su existencia. Sin embargo, se hace muy difícil admitir esa consecuencia, si es que tenían algún conocimiento, aunque fuera muy ligero, del Antiguo Testamento. Lo más probable es que se trate, no de la existencia, sino de la efusión de ese Espíritu, es decir, de la realización de las profecías mesiánicas (cf. 2:17-18.33).
Ante la respuesta de que sólo habían recibido el “bautismo de Juan” (v.3), Pablo completa la instrucción de esos “discípulos,” diciendo que el bautismo de Juan era sólo un bautismo de arrepentimiento (βάπτισμα μετανοίας), de carácter provisional, cuya finalidad era preparar al pueblo para recibir a Jesús y el bautismo cristiano. Así instruidos, los “discípulos” se bautizan (v.6); Después Pablo, en acto distinto, como en el caso de los samaritanos (8:16-20), impone las manos sobre los ya bautizados, descendiendo el Espíritu Santo sobre ellos, con la consiguiente manifestación de carismas (v.6).
Simultáneamente a estos hechos, Pablo comenzó, como de costumbre, su actuación en la sinagoga de los judíos, “conferenciando y discutiendo acerca del reino de Dios”; y así, “durante tres meses” (v.8). El resultado, como antes en Corinto (18:6), tampoco aquí fue halagüeño; y Pablo, dejando la sinagoga, se estableció en la “escuela” o auditorium de un tal Tirano, donde no ya sólo los sábados, como en la sinagoga, sino “todos los días” por espacio de “dos años,” predicó el reino de Dios, tanto a judíos como a griegos (v.9-10). La recensión “occidental” añade al final del v.g: “desde la hora quinta hasta la décima” (once de la mañana a cuatro de la tarde), noticia que puede muy bien ser auténtica, y ciertamente es muy verosímil, pues los antiguos eran muy madrugadores (cf. Mar 15:1.25), y esas serían las horas en que Tirano, terminadas sus lecciones, dejaba libre el local. De este Tirano, probablemente algún retórico griego, nada más sabemos; ni si cedía su “escuela” a Pablo gratuitamente o subalquilada. Es muy probable que el resto del tiempo lo dedicase Pablo a su trabajo manual (cf. 20:34).
El apostolado de Pablo en Efeso durante estos “dos años” debió de ser muy intenso. El mismo lo resumirá así más tarde, hablando a los presbíteros de esa iglesia: “Vosotros sabéis bien cómo me conduje con vosotros todo el tiempo desde que llegué a Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, con lágrimas y en tentaciones que me venían de las asechanzas de los judíos; cómo no omití nada de cuanto os fuera de provecho, predicándoos y enseñándoos en público y en privado, dando testimonio a judíos y a griegos sobre la conversión a Dios y la fe en nuestro Señor Jesús” (20:18-21). San Lucas apenas da detalles; pero claramente deja entender que fue un apostolado fecundo, de modo que sus frutos se notaron también fuera de Efeso, en otras ciudades de la provincia de Asia (v.10). Concuerda con esto lo que por estas fechas escribe Pablo mismo a los Corintios: “Me quedaré en Efeso hasta Pentecostés, porque se me ha abierto una puerta grande y prometedora” (1Co 16:8-9); era la puerta que daba hacia el interior de la provincia de Asia, cuya capital era Efeso, a la que constantemente acudían para sus negocios gentes de las otras ciudades de la provincia. Sin duda que muchas de estas gentes, instruidas por Pablo en Efeso, volverían a sus respectivos domicilios difundiendo allí lo que habían aprendido. Tal parece ser el caso de Epafras, fundador de la iglesia de Colosas (cf. Col 1:7; Col 4:12), y el de Filemón, cristiano hacendado de la misma ciudad (cf. Flm 1:1.19). Hasta es posible que, durante esta larga estancia en Efeso, Pablo mismo hiciera breves salidas a las ciudades vecinas para predicar la buena nueva; y si no él, podía mandar a alguno de sus colaboradores, como Timoteo, Erasto, Gayo, etc., que entonces le acompañaban (cf. v.22.29). Desde luego, debió de ser en esta época cuando se fundaron las iglesias de que se habla al principio del Apocalipsis (Ap 2:1-3:22; cf. 1Co 16:19).
Al éxito del apostolado contribuían, sin duda, los “milagros extraordinarios que Dios obraba por mano de Pablo, de suerte que hasta los pañuelos y delantales que habían tocado su cuerpo, aplicados a los enfermos, hacían desaparecer de ellos las enfermedades y salir a los espíritus malignos” (v. 11-12; cf. 5:16; 16:18). Tratábase de esos grandes pañuelos usados en Oriente para secarse la frente o cubrirse la cabeza; y de los delantales que, sujetos a mitad del cuerpo, los trabajadores ponían delante para protegerse durante el trabajo. Con razón, algunos autores han visto aquí un argumento para defender el culto de las reliquias, que más tarde se desarrollará en la Iglesia, pues Dios se vale de esos objetos como instrumentos para obrar milagros por el hecho de estar relacionados con Pablo.
Este poder taumatúrgico de Pablo era demasiado llamativo para que no suscitase intentos de plagio. De hecho, así sucedió. Algunos exorcistas judíos, hijos de un tal Esceva, perteneciente a una de las familias sacerdotales de entre las que se solían elegir los sumos sacerdotes, visto el poder de Pablo sobre los demonios, se imaginaron que podían hacer lo mismo, con tal de emplear en sus exorcismos el nombre de aquel misterioso Jesús predicado por Pablo 177. Así lo intentan hacer (v.13-14), pero con resultados que no esperaban, de modo que, “desnudos y heridos, tuvieron que huir de aquella casa” (v.15-16).
El hecho fue público y conocido en toda la ciudad, tanto por los judíos como por los griegos, “apoderándose de todos un gran temor,” y convenciéndose de la gran potencia del nombre de Jesús, cuyos profanadores eran así castigados (v.17). Una consecuencia ulterior fue lo que a continuación cuenta San Lucas, de que muchos de los que habían creído venían y repudiaban abiertamente sus artes mágicas (v.18), uniéndose a ellos “bastantes profesionales de la magia,” seguramente paganos, que, impresionados por el caso, traían sus libros y los quemaban en público, dispuestos a dejar el oficio (v.19). Añade San Lucas que el precio de los escritos quemados se calculó en unas “cincuenta mil monedas de plata” (v.19), suma elevadísima, que corresponde a unas 46.000 pesetas oro. La cosa, sin embargo, no debe extrañar, dada la enorme difusión, como ya indicamos más arriba, que la magia y la superstición tenían en Efeso. Tratábase generalmente de pergaminos, papiros, tablillas, etc., que contenían fórmulas mágicas para infinidad de circunstancias de la vida, y que los devotos llevaban incluso, a veces, colgadas del cuello como amuletos 178. Parece que los neófitos cristianos seguían sin haberse desvinculados totalmente de esas prácticas, y fue el fracaso de los exorcistas judíos lo que les acabó de abrir los ojos en este punto.

Motín contra Pablo, 19-21-40.
21 Después de esto resolvió Pablo ir a Jerusalén, atravesando la Macedonia y la Acaya, porque se decía: Desde allí iré a Roma. 22 Enviando a Macedonia dos de sus auxiliares, Timoteo y Erasto, él se detuvo algún tiempo en Asia. 23 Pero hubo por aquellos días un alboroto no pequeño, a propósito del camino del Señor, 24 ocasionado por un platero llamado Demetrio, que hacía en plata templos de Artemisa, que proporcionaban a los artífices no poca ganancia; 25 y convocándolos, así como a todos los obreros de este ramo, les dijo: Bien sabéis que nuestro negocio depende de este oficio. 26 Asimismo estáis viendo y oyendo que no sólo en Efeso, sino en casi toda el Asia, este Pablo ha persuadido y llevado tras sí una gran muchedumbre, diciendo que no son dioses los hechos por manos de hombres. 27 Esto no solamente es un peligro para nuestra industria, sino que es en descrédito del templo de la gran diosa Artemisa, que será reputada en nada y vendrá a quedar despojada de su majestad aquella a quien toda el Asia y el orbe veneran. 28 Al oír esto, se llenaron de ira y comenzaron a gritar, diciendo: Grande es la Artemisa de los efesios. 29 Toda la ciudad se llenó de confusión y a una se precipitaron en el teatro, arrastrando consigo a Gayo y Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo. 30 Quería Pablo entrar allá, pero no se lo permitieron los discípulos. 31 Algunos de los asiarcas, que eran sus amigos, le mandaron recado rogándole que no se presentase en el teatro. 32 Unos gritaban una cosa y otros otra. Estaba la asamblea llena de confusión y muchos no sabían ni por qué se habían reunido. 33 En esto, empujado por los judíos, se destacó entre la multitud Alejandro, que con la mano hacía señas de que quería hablar al pueblo; 34 pero en cuanto supieron que era judío, todos a una levantaron la voz, y por espacio de dos horas estuvieron gritando: ¡Grande es la Artemisa de los efesios! 35 Habiendo logrado el secretario calmar a la muchedumbre, dijo: Efesios, ¿quién no sabe que la ciudad de Efeso es la guardiana de la gran Artemisa y de su estatua bajada del cielo? 36 Siendo esto incontestable, conviene que os aquietéis y no os precipitéis. 37 Porque habéis traído a estos hombres que ni son sacrilegos ni blasfemos contra vuestra diosa. 38 Si Demetrio y los de su profesión tienen alguna queja contra alguno, públicas asambleas se celebran y procónsules hay; que recurran a la justicia para defender cada uno su derecho. 39 Si algo más pretendéis, debe tratarse eso en una asamblea legal, 40 porque hay peligro de que seamos acusados de sedición por lo de este día, pues no hay motivo alguno para justificar esta reunión tumultuosa. Dicho esto, disolvió la asamblea.

Habían transcurrido “dos años” (v.10) y “tres meses” (v.8) de estancia en Efeso, cuando Pablo piensa en dejar la ciudad. Sus planes están perfectamente reflejados en los v.21-22: ir a Jerusalén, después de haber visitado las iglesias de Macedonia y Acaya, y luego partir para Roma; pero antes se detendrá todavía “algún tiempo” en Asia, enviando delante, camino de Macedonia, a dos de sus auxiliares, Timoteo y Erasto. Estas noticias se completan con lo que el mismo Pablo dice a los Romanos, de que la visita a Macedonia y Acaya era sobre todo para recoger limosnas en favor de los fieles de Jerusalén (Rom 15:25-28), y que la ida a Roma era ya un antiguo deseo suyo (Rom 1:13-15).
No sabemos con exactitud lo que se prolongaría este “algún tiempo” (v.22) que Pablo se detuvo en Efeso. Es probable que algunos meses, los cuales, añadidos a los “dos años” y “tres meses” anteriores, completarían el trienio, en números redondos, de que habla luego Pablo en su discurso de Mileto (cf. 20:31). Es durante estos meses cuando escribió la actual primera carta a los Corintios (cf. 1Co 16:1-9), aunque anteriormente les había ya escrito otra, hoy perdida (cf. 1Co 5:9). Parece que, durante estos meses, incluso hizo un rapidísimo viaje a Corinto, y a su vuelta escribió una carta severísima “con muchas lágrimas” (cf. 2Co 2:4-11; 2Co 7:8-12; 2Co 13:1-2), que tampoco se ha conservado.
Un incidente imprevisto aceleró su partida de Efeso, el motín de los plateros de la ciudad contra él (v.23-40). El relato de este incidente, unido a lo anterior con la vaga indicación cronológica “por aquellos días” (v.23; cf. 6:1), es una de las páginas más vividas de los Hechos, y de una precisión psicológica admirable: la arenga del platero Demetrio, que ve arruinado el negocio y sabe explotar el sentimiento religioso del pueblo hacia su diosa, la manifestación callejera en que muchos no saben ni por lo que concurren, la frustrada intervención del judío Alejandro para que el furor popular no envuelva a los judíos con los cristianos, el atinado discurso del “secretario” que logra calmar los ánimos de la muchedumbre.., son pinceladas tomadas de la vida real con acierto insuperabLc. Lucas no describe aquí como testigo ocular, pues entonces no se hallaba con el Apóstol en Efeso, pero pudo muy bien recoger estos datos de testigos oculares, tales como Aristarco (v.29), en cuya compañía hará luego el viaje a Roma (cf. 20:4; 27:2), o quizás de Pablo mismo.
Con razón se ha hecho notar, en alabanza de la exactitud histórica de Lucas, la espléndida confirmación que los descubrimientos arqueológicos han suministrado a esta página de los Hechos. Con frecuencia en inscripciones se mencionan corporaciones de obreros (συνεργασίαι), que tenían gran influencia en la vida social de las ciudades griegas; de una de estas corporaciones en Efeso, la de los plateros, debía de ser jefe Demetrio. El objeto principal de su industria eran los “templos en plata de Artemisa” (v.24), es decir, miniaturas del templo de la diosa, que luego vendían a devotos y peregrinos. Son muchos los templos de esta clase, en barro o piedra, que se han encontrado en las excavaciones arqueológicas; si no se han encontrado en plata ni otros metales preciosos, ello es debido, sin duda, a que fueron desapareciendo ya en tiempos antiguos a causa de su valor intrínseco. También aparece siempre en las inscripciones el apelativo de “grande” (μεγάλη) ο “máxima” (μέγιστη) dado a Artemisa, exactamente como la nombran siempre los Hechos (v.27.28.34.35). Igual se diga de la expresión “guardiana (νεωκόρος) de la gran Artemisa” (v.35), título con que se designa a Efeso.
En cuanto a los nombres de “asiarcas” (v.3i) y de “secretario” (v.35), han recibido también espléndida confirmación en las inscripciones. El nombre “asiarca” (ασία άρχω, que manda en Asia) era. el título con que se designaba a los magistrados que regulaban el culto y las fiestas religiosas de la provincia de Asia; con análogas funciones hallamos en la provincia de Galacia los “galatarcas,” en la de Bitinia los “bitinarcas,” etc. Eran personajes de gran importancia social, elegidos entre las personas más influyentes de la provincia; su cargo duraba un año, pero continuaban ostentando este título honorífico también después de haber cesado en sus funciones. El hecho de que algunos de los asiarcas fuesen “amigos” de Pablo (v.31), es indicio de la gran notoriedad de Pablo y del prestigio de que gozaba (cf. v. 10.17.26). El “secretario” o escriba (γραμματεύς) era un alto funcionario, que tenía gran influencia en los acontecimientos de la ciudad, encargado no sólo de dar fe de los actos oficiales, sino de preparar leyes, decretos, y aun de dirigir los asuntos públicos, verdadero lazo de unión entre la ciudad y las autoridades imperiales, de las cuales la principal, en las provincias senatoriales como Asia, era el “procónsul.” También este “secretario,” al igual que algunos de los asiarcas, parece que sentía al menos cierta simpatía por el Apóstol, pues, aunque directamente no habla sino de Gayo y Aristarco (v.37), está claro que, con sus atinadas reflexiones, mira sobre todo a Pablo, que es contra quien se había provocado el alboroto.
El peligro en que Pablo se vio envuelto debió de ser muy grave, y a él parece que alude cuando escribe más tarde a los Corintios: “No queremos, hermanos, que ignoréis la tribulación que nos sobrevino en Asia., al esperar tanto que desesperábamos ya de salir con vida.. y temimos como cierta la sentencia de muerte” (2Co 1:8-9). Es probable que a este mismo incidente aluda también cuando, refiriéndose a Prisa y a Aquila, escribe a los Romanos: “Por salvar mi vida expusieron su cabeza” (Rom 16:4). Quizás este matrimonio, en cuya casa debía estar hospedado Pablo (cf. 18:3.19.26), logró arrancarle de la furia de los agitadores mediante alguna peligrosa estratagema cuando éstos iban en su busca y, al no poder llevarle a él, arrastraron consigo hacia el teatro a Gayo y Aristarco (v.29). Claro que también es posible que todos estos peligros a que Pablo alude, sean anteriores a este motín de los plateros, cosa que no podemos resolver de modo definitivo por falta de datos. Desde luego, ya antes del motín de los plateros debió de estar su vida en peligro (cf. 1Co 15:32); incluso es posible, como suponen bastantes autores, que Pablo pasara algún tiempo en la cárcel de Efeso, pues, escribiendo a los Corintios, habla de sus “encarcelamientos” en plural (2Co 11:23), Y cuando escribe a los Romanos manda saludos para Andrónico y Junia, “mis compañeros de cautiverio” (Rom 16:7); ahora bien, hasta la fecha en que fueron escritas estas dos cartas, la única prisión de Pablo que conocemos es la de Filióos (Rom 16:23-40). Con todo, por lo que toca a concretar una prisión del Apóstol en Efeso, las pruebas no son decisivas y, desde luego, caso de haber tenido lugar, este encarcelamiento debió de ser muy breve, pues, de lo contrario, difícilmente Lucas lo hubiera pasado por alto en su narración.

Fuente: Biblia Comentada

las regiones superiores. El área de Asia Menor al N de Éfeso, donde Lucas dejó a Pablo antes del interludio en el que describe el ministerio de Apolos (Hch 18:23). Al pasar por esa área, Pablo tomó la ruta directa a Éfeso y no la ruta comercial más usada. Efeso. Vea la Introducción a Efesios. ciertos discípulos. Eran discípulos de Juan el Bautista (v. Hch 19:3), indagadores espirituales suscritos al AT. Es evidente que no tenían un entendimiento completo de la fe cristiana por la respuesta que dieron a la pregunta de Pablo (v. Hch 19:2). La palabra «discípulo» significa «aprendiz» o «seguidor» y no siempre se refiere a los cristianos (cp. Mat 9:14; Mat 11:2; Mar 2:18; Luc 5:33; Luc 7:18-19; Luc 11:1; Jua 1:35; Jua 6:66). Los seguidores de Juan el Bautista, como este grupo de discípulos, existieron hasta bien entrado el siglo segundo.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

19:1 — Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos. — Vemos en Hch 16:6 que «les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia»; en 18:21 dice Pablo, «otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere»; ahora llega a Efeso. Lucas relata en pocas palabras el viaje de Pablo desde Efeso a Antioquía y entonces su regreso a Efeso (18:18-23; 19:1). Las regiones superiores se refieren a distritos como Galacia y Frigia.
Se puede observar en algunos textos — por ej., Mat 14:12; Luc 7:18-19 — que Juan todavía tenía sus propios discípulos, aunque él mismo les guiaba hacia Cristo. Probablemente algunos de ellos se hubieran mudado a otros países y, por eso, no estaban enterados de la muerte y resurrección de Jesús ni de los eventos del día de Pentecostés. Estos sabían solamente lo referente al bautismo de Juan. No hay nada en el texto que indique alguna relación entre estos discípulos y Apolos («Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto…»).

Fuente: Notas Reeves-Partain

UN CRISTIANISMO INCOMPLETO

Hechos 19:1-7

Mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo fue a Éfeso por tierra. Allí conoció a un grupo de creyentes, a los que preguntó:
-¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando os convertisteis?
-No -le respondieron-; ni siquiera sabemos qué es eso del Espíritu Santo.
-¿Qué clase de bautismo recibisteis? -les preguntó otra vez.

-El de Juan -le respondieron.

-El bautismo de Juan -les explicó Pablo- era una señal de arrepentimiento. Pero Juan le dijo a la gente que tenían que creer en el Que venía detrás de él, es decir, en Jesús.
Cuando oyeron el Evangelio completo fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús, y Pablo les impuso las manos y el Espíritu Santo vino sobre ellos, y se pusieron a hablar en otras lenguas y a profetizar. Eran unas doce personas.

Pablo se encontró en Éfeso con unos creyentes que se habían quedado a la mitad del camino. Parece ser que habían sido seguidores de Juan el Bautista, pero no habían conocido a Cristo. Habían recibido el bautismo de Juan, pero ni siquiera habían oído hablar del Espíritu Santo en el sentido cristiano.
¿Qué diferencia había entre el bautismo de Juan y el bautismo en el nombre de Jesús? Los relatos acerca de Juan (Mt 3:7-12 ; Lc 3:3-11 ) revelan una diferencia fundamental entre su predicación y la de Jesús. La predicación de Juan era el anuncio del juicio de Dios, mientras que la de Jesús era la Buena Noticia de la Salvación. La predicación de Juan era una etapa del camino. Él mismo sabía que tenía que señalar a Uno Que estaba por venir (Mt 3:11 ; Lc 3:16 ).

La predicación de Juan era la primera etapa de las dos que componen la vida espiritual. La primera es el darnos cuenta de nuestra condición natural y de que merecemos la condenación de Dios. Esta convicción lleva consigo un esfuerzo para mejorar, que fracasa inevitablemente porque sólo se apoya en nuestras fuerzas. La segunda es cuando llegamos a ver que la gracia de Jesucristo nos ofrece la Salvación de la condenación. Esta etapa conlleva el descubrimiento de que nuestros esfuerzos por mejorar reciben la ayuda de la obra del Espíritu Santo, Que nos permite hacer lo que no podíamos hacer solos.
Estos creyentes incompletos conocían la condenación y el deber moral de mejorar; pero no conocían la gracia de Cristo y la ayuda del Espíritu Santo. Su religión era una lucha infructuosa; no los conducía a un estado de paz.
Este incidente nos muestra una gran verdad: que sin el Espíritu Santo no existe el Evangelio completo. Aunque reconozcamos el error de nuestro camino y nos arrepintamos y queramos cambiar, sólo podremos cambiar con la ayuda del Espíritu Santo Que Dios nos da como adelanto de todo lo que Cristo ha ganado para nosotros y nos ofrece en el Evangelio.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 19

2. PABLO EN EFESO (19, 1-40).

a) Encuentro con discípulos de Juan (Hch/19/01-07).

1 Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones altas, llegó a éfeso y encontró a algunos discípulos, 2 a los cuales preguntó: «¿Habéis recibido el Espíritu Santo al abrazar la fe?» Ellos le respondieron: «Ni siquiera hemos oído que exista un Espíritu Santo.» 3 Preguntóles de nuevo: «Pues ¿con qué bautismo habéis sido bautizados?» Respondieron: «Con el bautismo de Juan.» 4 Y dijo Pablo: «Juan bautizó con bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyeran en el que venía detrás de él, es decir, en Jesús.» 5 Al oírlo, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús. 6 E imponiéndoles Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y hablaban en lenguas y profetizaban. 7 En en total unos doce hombres.

Si en el segundo viaje misionero del Apóstol estaba vedado ejercer la actividad en Asia y consiguientemente en éfeso, como se dice en 16,6 (cf. 18,21), ahora, en cambio, está abierto el camino en esta dirección. Durante tres años (19,8.10; 20,31) tomará Pablo la ciudad como centro de misión y al mismo tiempo tratará de ganar también para el Evangelio la tierra circundante. En este período surgieron las Iglesias de Colosas, Laodicea, Hierápolis (Col 4:13) y seguramente algunas otras. También con las comunidades fundadas anteriormente se mantuvo Pablo en animado contacto desde éfeso. Probablemente la carta a los Gálatas fue escrita en éfeso, y con toda seguridad la que llamamos primera a los Corintios. Según 1Co 5:9, ésta fue precedida por otro escrito que no se ha conservado. En 2Co 2:3 s; 2Co 7:8 s se hace alusión a la llamada «carta de las lágrimas»; según 2Co 12:14; 2Co 13:1 hay incluso que suponer que el Apóstol, durante su estancia en éfeso, hizo una breve visita a la comunidad de Corinto en una situación crítica, aunque de ello no se dice nada en los Hechos de los apóstoles. De todo esto se desprende que los tres años de éfeso fueron para Pablo mucho más movidos y llenos de preocupaciones de lo que se puede conjeturar por nuestro relato.

Esta ciudad, de gran importancia económica y cultural, estaba llena de una mezcolanza de gentes de diferentes razas y religiones. Entre ellos se cuentan también los doce hombres con quienes Pablo se encuentra en éfeso. Como Apolo, eran adeptos del Bautista, aunque no por ello dejaban de sentirse cristianos. Difícilmente se explica que no supieran nada del Espíritu Santo. Como discípulos del Bautista, e incluso como judíos, que seguramente eran, debían tener alguna noticia del Espíritu de Dios, siquiera fuera en el sentido que tiene esta expresión en el Antiguo Testamento. Así pues, su respuesta a la pregunta de Pablo habrá sin duda que entenderla en el sentido de que no sabían nada del Espíritu Santo, que como especial don salvífico del Señor exaltado está asociado con el mensaje de salvación del Evangelio. Y dado que este misterio del Espíritu está especialmente vinculado con el bautismo en Cristo, Pablo les pregunta por su bautismo y los hace bautizar «en el nombre del Señor Jesús».

Los discípulos efesinos de Juan reciben el bautismo en el nombre del Señor Jesús. Más desearíamos saber sobre el particular. ¿En qué consistía la instrucción bautismal? La fe en el Señor Jesús constituía sin duda alguna el núcleo de la confesión de fe. Ya en el discurso de Pedro en pentecostés se caracteriza el bautismo de la Iglesia como bautismo «en el nombre de Jesucristo» (2,38). ¿Se quiere con esto testimoniar una fórmula de la administración del bautismo en los primeros tiempos, o únicamente distinguir el bautismo cristiano de otros bautismos? No excluimos la posibilidad de que la fórmula del bautismo «en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo», atestiguada en Mat 28:19, estuviera ya en uso antes de lo que parece.

Con el bautismo y, más en concreto, con la imposición de manos por Pablo, se manifiesta el misterio del Espíritu Santo. No es necesario aplicar a tales textos al modo escolástico el orden conceptual de la doctrina dogmática de los sacramentos. Como ya lo observábamos en el bautismo de pentecostés, no es terminante el enunciado de los Hechos de los apóstoles sobre la conexión entre el bautismo y la recepción del Espíritu Santo. Sin embargo, en todos los pasajes se expresa claramente que el bautismo es el hecho fundamental ordenado al misterio del Espíritu. Al destacar especialmente en nuestro texto la imposición de manos por Pablo, se nos trae a la memoria a Pedro, que, según 8,14, en Samaria, juntamente con Juan, comunicó el Espíritu con la imposición de manos, a los bautizados por Felipe. También aquí muestra Lucas deliberadamente el paralelo entre Pablo y Pedro.

b) Actividad misionera (Hch/19/08-10).

8 Entraba en la sinagoga y hablaba con entereza. Y así, por espacio de tres meses, trataba del reino de Dios e intentaba convencer a los asistentes. 9 Pero como algunos se endurecieran y rechazaran el Camino, hablando mal delante de la concurrencia, él se apartó de ellos, separó a los discípulos y diariamente les hablaba en la escuela de Tirano. 10 Así lo hizo durante dos años, de forma que todos los habitantes de Asia, tanto judíos como griegos, oyeron la palabra del Señor.

El «reino de Dios» es el tema de la predicación de Pablo a los judíos de éfeso. A ellos les es familiar este concepto. La historia de Israel, tal como la describen los libros sagrados, es un único camino hacia el «reino o el reinado de Dios». Leyendo el sermón de Pablo en Antioquía de Pisidia (13,16 ss), podemos formarnos una idea del modo como también en la sinagoga de éfeso habló del reino de Dios. Desde el éxodo en la época faraónica hasta David y finalmente hasta Juan Bautista avanza el camino de la historia de la salvación hacia aquel en el que en la mitad de los tiempos se cumplió la promesa hecha a los padres. La muerte y resurrección de Jesús sería también en éfeso la sustancia del mensaje del Apóstol. Sus oyentes se harían conscientes de la tensión entre ley y fe. Si se puede suponer que la carta a los Gálatas se escribiera en éfeso, quizá en los primeros días de su actividad en esta ciudad, se podrá también conjeturar que los argumentos teológicos de este escrito polémico se desarrollarían en los enfrentamientos con los judíos.

Tres meses se dedicó Pablo a explicar en interpretar el sentido del «reino de Dios». Sin embargo, también en éfeso experimenta lo mismo que en otras partes. De nuevo, como en Corinto (18,6s), abandona la sinagoga y se traslada, para continuar la predicación, a la «escuela» de un cierto «Tirano», del que no tenemos otras noticias22. Que aun después de esta separación crearan los judíos gran dificultad al Apóstol, lo muestran las palabras de despedida a los presbíteros de éfeso en su viaje de regreso. Entonces dijo: «Vosotros sabéis muy bien cómo me he portado con vosotros todo el tiempo, desde el primer día que puse el pie en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, lágrimas y adversidades, ocasionadas por las insidias de los judíos» (20,1 8s).

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22. En lugar de «escuela» se podría traducir también «sala». Según una ampliación del texto, Pablo enseñaba allí «cinco horas» diarias, de las 11 a las 4 de la tarde. Esto significaría que Pablo había elegido deliberadamente las horas en que, por razón del calor. había una pausa en el trabajo y en los negocios, para sí y para sus oyentes (cf. 20,34).

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c) Prodigios ruidosos (Hch/19/11-22).

11 También obraba Dios milagros no corrientes por manos de Pablo, 12 hasta tal punto que se aplicaban a los enfermos pañuelos o delantales tocados por su piel, y desaparecían de ellos las enfermedades y salían los espíritus malos. 13 Intentaron también algunos de los judíos exorcistas ambulantes invocar sobre los poseídos de malos espíritus el nombre del Señor Jesús diciendo: «Os conjuro por ese Jesús a quien predica Pablo.» 14 Eran los que esto hacían siete hijos de un tal Esceva, sumo sacerdote judío. 15 Pero, respondiendo el mal espíritu, les dijo: «A Jesús lo conozco; y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?» 16 y abalanzándose sobre ellos el hombre en quien residía el mal espíritu, los dominó a todos y prevaleció contra ellos, hasta obligarlos a huir de aquella casa desnudos y maltrechos.

El lector notará por sí mismo el paralelo que se establece aquí con lo que en 5,12 ss se dice del poder curativo de Pedro. Allí se lee: «Por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en el pueblo… Hasta el extremo de sacar los enfermos a las plazas y ponerlos sobre lechos y camillas, para que, al paso de Pedro, siquiera su sombra cubriera a alguno de ellos.» Si Lucas, «el médico» (Col 4:14), refiere tales cosas, con ello se adhiere a la idea de la misteriosa fuerza curativa de determinados hombres llenos del Espíritu.

Cierto que a nosotros se nos hace difícil compartir la idea que entonces se tomaba en serio. ¿Obramos con razón? ¿Nos es lícito condenar la creencia en fuerzas misteriosas que se revelan en nuestros textos? ¿Tenemos derecho a negar la cooperación -ciertamente inexplicable- del Espíritu divino con las capacidades humanas, por el hecho de que tales cosas no se pueden clasificar dentro de las experiencias sujetas a normas científicas? ¿Ha muerto quizá en nosotros la facultad de experimentar el mundo de lo suprasensible incluso en lo sensible? ¿No escribió también Lucas en su Evangelio frases que hablan de las fuerzas misteriosas de Jesús? «Todo el pueblo quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que daba la salud a todos», leemos en Luc 6:19. En Luc 8:44 se habla de la mujer cuyo flujo de sangre cesó al contacto con las vestiduras de Jesús. ¿Hemos de atribuir tales noticias a la imaginación legendaria? ¿Hacemos así todavía justicia al testimonio del Evangelio? Tales pensamientos nos asaltan cuando leemos el relato de los exorcistas judíos. Es posible que tal o cual rasgo -hallado quizá ya en la tradición- se aparte de la objetividad de lo histórico y en la descripción detallada exprese demasiado la tendencia del conjunto. Pero ¿nos autoriza esto para negar totalmente la realidad del hecho? Que recorrían el país exorcistas judíos es cosa atestiguada por la historia; entre ellos se puede contar también la figura del mago Elimas Barjesús, del que se hablaba en 13,6s. Lo que quiere mostrarnos el caso de los «hijos de Esceva» -hombre del que no tenemos noticia alguna- es el poder victorioso de Jesús, que se demuestra presente y activo precisamente cuando alguien se cree, sin razón, capaz de disponer de este poder mediante manipulaciones externas. Cuando falta la verdadera fe en el poder curativo de Jesús y uno se rige únicamente por motivos extrínsecos egoístas, entonces el poder oculto en el nombre de Jesús se vuelve contra los que quieren abusar de él.

17 Esto fue un caso notorio a todos los judíos y griegos que habitaban en éfeso, e infundió pavor a todos, con lo que se engrandecía el nombre del Señor Jesús. 18 Y muchos de los que habían creído venían confesando y denunciando sus prácticas supersticiosas. 19 Y bastantes que practicaban artes mágicas, trajeron sus libros y los quemaron delante de todos. Y calcularon su precio en cincuenta mil monedas de plata. 20 Así, poderosamente, crecía y se fortalecía la palabra del Señor.

Al leer este texto se piensa espontáneamente en la historia de Simón el Mago. «Tenía embaucados de mucho tiempo atrás con sus artes mágicas (8,11) a «todos, chicos y grandes (8,10). Entonces le salió al encuentro otro poder, el poder del mensaje «del reino de Dios y del nombre de Jesucristo» (2,12), que desarmó a Simón, el cual se había hecho pasar por un «grande personaje» (8,9). Hay algo muy especial en la magia de la antigüedad. Todavía se conservan muchos de los textos y libros de encantamiento con sus extrañas fórmulas y conjuros. Son testimonios de una mentalidad primitiva de unos hombres que yerran y se engañan, que se debaten en la búsqueda de algo que no hallan. ¿Apuramos con esta enumeración la totalidad del misterio, que envuelve la mente del hombre primitivo? Una cosa se deduce con toda seguridad de nuestro texto: aquellos hombres que arrojaban al fuego sus libros de encantamiento reconocían, como Simón en Samaría, que el hombre que se abre al poder salvador de Cristo y a la fuerza del Espíritu Santo y confía en ella con fe, ya no tiene necesidad de los conjuros de dudosa eficacia de que hasta entonces procuraba servirse en un oscuro barrunto de lo misterioso. Tales testimonios de la acción del Espíritu de Cristo ¿no deberían inducirnos a reflexionar y a reanimar de nuevo nuestra fe recubierta por nuestro pensar racional?

¿No es significativo que estas acciones extraordinarias del Apóstol, sus curaciones, sus expulsiones de espíritus prepararan el camino al mensaje de salvación de Jesús y libraran así a los hombres de su abandono a poderes y representaciones oscuras? «Esto… infundió pavor a todos, con lo que se engrandecía el nombre del Señor Jesús… Así, poderosamente, crecía y se fortalecía la palabra del Señor.» Tales palabras suscitan en nosotros pensamientos inquietantes: nuestro testimonio de esta «palabra del Señor» ¿es todavía suficientemente «poderoso» para interesar eficazmente y mover a conversión y a dar frutos saludables a las personas que oyen nuestro testimonio teológico y kerygmático sobre Jesús?

21 Después de estas cosas, se propuso Pablo atravesar Macedonia y Acaya, y dirigirse a Jerusalén; porque se decía: «Después de estar allí, conviene que yo visite también Roma.» 22 Y envió a Macedonia dos de sus colaboradores, Timoteo y Erasto, mientras él permanecía algún tiempo en Asia.

De manera singular se intercala esta breve noticia en el relato. Todavía no ha terminado Pablo su tarea en éfeso, y ya se ocupa con nuevos planes. Ante sus ojos se extiende un imponente arco desde éfeso, por Macedonia, Grecia y Jerusalén hasta Roma. Una vez más quiere visitar sus fundaciones. Entre ellas está Filipos, su comunidad predilecta, pero sobre todo Corinto, que lo llena de preocupación. Leyendo las cartas a los Corintios se comprende que a Pablo le aguijonee el ansia de volver a estar personalmente allí. Las dos cartas testimonian a la vez que no era sólo la solicitud pastoral lo que le movía a emprender el viaje a Macedonia y Grecia, sino también un asunto muy concreto, a saber, el interés en hacer una colecta para los hermanos de Jerusalén. En 1Co 16:1-4 y sobre todo en 2Cor 8-9 se habla de ello apremiantemente 23. Para Pablo es todavía Jerusalén la iglesia madre de los cristianos.

Inesperadamente se menciona a Roma como meta especial. En 23,11 vuelve a ponerse ante los ojos del Apóstol. Allí dice «el Señor» a Pablo que se halla en prisión: «¡Animo! Como has dado testimonio de mí en Jerusalén, es preciso que lo des también en Roma.» El entero relato de los Hechos de los apóstoles, con su variedad de etapas y experiencias, parece estar orientado a esta única meta: Roma. En su carta a los Romanos revela Pablo su ardiente ansia de encontrarse con la comunidad romana. Si los Hechos de los apóstoles adoptan de forma tan llamativa esta orientación hacia Roma, aunque Pablo sólo fue allá como prisionero, puede deberse esto a consideraciones con los lectores romanos, aunque quizá tuviera también por objeto influir en favor del Apóstol, que se hallaba en prisión preventiva en Roma, supuesto que Lucas escribiera su libro cuando todavía vivía Pablo. Ahora bien, actualmente la exégesis científica propende poco a esta hipótesis.

d) El motín de los plateros (Hch/19/23-40).

23 Sobrevino en aquella ocasión un contratiempo no pequeño en torno al Camino. 24 Porque un tal Demetrio, platero, que fabricaba templetes de Artemis en plata, procuraba a los artesanos una respetable ganancia. 25 Reunió a éstos y a todos los que trabajaban en dicho negocio, les dijo: «Señores, bien sabéis que en esta ganancia se funda nuestro bienestar; 26 y estáis viendo y oyendo cómo este Pablo ha convencido y seducido a una gran muchedumbre, no sólo de éfeso, sino de casi toda el Asia, diciendo que no son dioses los que se hacen a mano. 27 Y esto no sólo entraña el peligro de que se nos vaya a la ruina el negocio, sino también el de que sea estimado en nada el santuario de la gran diosa Artemis, e incluso esté a punto de ser privada de su majestad aquella a quien toda el Asia y el mundo entero venera.» 28 Al oír esto, enardecidos, comenzaron a gritar: «¡Grande es la Artemis de los efesios!» 29 Se llenó de confusión la ciudad y todos a una se precipitaron en el teatro, arrastrando consigo a los macedonios Gayo y Aristarco, compañeros de viaje de Pablo. 30 Quería Pablo meterse entre el gentío, pero no le dejaban los discípulos. 31 Algunos de los asiarcas, que eran amigos suyos, le mandaron aviso de que no se presentara en el teatro. 32 Cada uno gritaba una cosa distinta. Porque estaba revuelta la asamblea y los más no sabían por qué se hallaban reunidos. 33 De entre el gentío destacaron a un tal Alejandro, al que empujaban los judíos. Alejandro imponiendo silencio con la mano, intentaba defenderse ante el pueblo; 34 pero cuando cayeron en la cuenta de que era judío, se produjo un griterío unánime que clamaba por espacio de dos horas: «¡Grande es la Artemis de los efesios!» 35 Acalló a la multitud el secretario, diciendo: «Ciudadanos de éfeso, ¿qué hombre puede ignorar que la ciudad de éfeso se honra con la custodia del templo de la gran Artemis y de su imagen bajada del cielo? 36 Siendo esto indiscutible, conviene que os tranquilicéis y no hagáis nada precipitadamente. 37 Porque habéis traído a unos hombres que ni son sacrílegos, ni blasfemos contra nuestra diosa. 38 Que si Demetrio y sus compañeros artífices tienen algo contra alguien, públicas asambleas se celebran y procónsules hay: entablen proceso unos contra otros. 39 Y si algo más deseáis, en asamblea legal se debe resolver. 40 Si no, corremos peligro de ser culpados de sedición por lo de hoy, no habiendo razón alguna por la que podamos justificar este motín.» Y dicho esto, disolvió la reunión.

Esta sección ofrece una de las escenas descritas con especial prolijidad en los Hechos de los apóstoles. ¿Por qué tal prolijidad? Teológicamente, apenas si ofrece el texto algo especial. Y sin embargo, no querríamos vernos privados de esta pieza llena de colorido. Lucas es heleno, es amigo personal del Apóstol. Tiene interés en diseñar de la manera más gráfica posible el mundo con que se encuentra Pablo, y con él la Iglesia. Aun cuando el cuadro que aquí se nos ofrece acuse en gran manera los rasgos del autor, que sabe describir el hecho con vivacidad y eficacia, el hecho aquí expuesto, como tantas otras cosas en nuestro libro, debe estar basado en una información de toda confianza. ¿No es obvio suponer como garantes a los «macedonios Gayo y Aristarco», mencionados en 19,29 como testigos del hecho? En efecto, en 20,4 se nombra a Aristarco entre los acompañantes del Apóstol, entre los que, por tratarse de una sección «nosotros», hay que contar también a Lucas. Según 27,2, este Aristarco estaba también presente en el traslado de Pablo a Roma, y con él -como deducimos de la sección «nosotros», en conexión con Col 4:10.14- también Lucas. Así Lucas gozaba de buenas posibilidades de información segura sobre el motín de protesta de los plateros de Efeso.

Los testimonios de la literatura y de la arqueología confirman el extenso culto de la Artemis de los efesios, su imponente templo, el Artemision, celebrado como una de las siete maravillas del mundo, y su célebre efigie. En ésta se fundieron rasgos asiáticos de la frigia Cibeles, divinidad materna, con la diosa griega Artemis. Cierto que éfeso tenía todavía otros muchos santuarios, pero el templo de Artemis ofuscaba a todos los demás y atraía cada año con su embrujo a multitudes de peregrinos. La fe de aquellas gentes, alimentada con fuentes antiquísimas, sostenida por el ansia de salvación, buscaba un refugio en el esplendor estremecedor del templo y en su imagen rodeada de un halo legendario.

Y éste es el mundo con que se encuentra Pablo. No es un paganismo primitivo, como pensamos con frecuencia, sino un culto religioso íntimamente vinculado con la vida. Cierto que está asociado con una dudosa creencia mitológica, pero la seriedad y sinceridad de las gentes que entraban en el Artemision, acompañadas de sus preocupaciones y esperanzas, es cosa que no deberíamos poner en duda. Se comprende cuán difícil era la empresa del Apóstol, de anunciar a este mundo con tan honda raigambre religiosa su mensaje de salvación sobre Jesucristo, la cruz y la resurrección. ¿No debía parecer una empresa desesperada? Sin embargo, si su predicación tuvo tanto resultado, se debió en primer lugar a lo que se testimonia en las lineas precedentes: a la virtud del Espíritu Santo que le acompañaba, a sus prodigios ruidosos, a su poder sobre las enfermedades y los espíritus malignos, que rebasaba todo lo que narraban de su diosa los devotos de la Artemis de los efesios.

Lo segundo que resulta tan convincente en nuestro relato es el comportamiento interesado que se manifiesta en Demetrio y en sus compañeros, que explota de manera refinada y calculadora los sentimientos del contorno. En éfeso se había instalado una industria de objetos piadosos -que en todos los tiempos y en todas las culturas sabe posesionarse de las instituciones religiosas- para ofrecer a los peregrinos la oportunidad de procurarse recuerdos de la peregrinación con una reproducción reducida del Artemision y de la efigie de la diosa. Esto se comprende sin necesidad de grandes explicaciones. También es humanamente comprensible que al disminuir la demanda, se reuniera en una manifestación de protesta el gremio que se sentía perjudicado. Lo malo era, sin embargo, que Demetrio pretextara falsos motivos y con habilidad publicitaria pusiera en primer término la solicitud por la diosa Artemis. También en esto hace patente algo que no murió con él y con sus colegas en el negocio y que incluso perdura en nuestros días.

¡Cuántas veces se ha repetido también el cuadro del alborotado motín en el teatro de éfeso! Este se hallaba en el centro de la ciudad, podía contener unas 25.000 personas. Todavía se pueden ver los cimientos. ¿Contra quién protestaban aquellas gentes excitadas? Habían arrastrado a dos compañeros de Pablo. Un judío quiere hablar. ¿Quería quizá distanciarse de Pablo con un discurso en defensa propia? Así parece. Sin embargo, su intento fallido sólo sirve para desencadenar un tremendo griterío en favor de la diosa Artemis. Durante dos horas resonó estruendosamente en el recinto el clamor unánime. E1 anónimo «secretario» de la ciudad, sin duda uno de los funcionarios más destacados, acalló a la multitud con prudencia y energía. Halaga eficazmente el orgullo local de los efesios, toma en consideración su solicitud por el santuario de Artemis y, poniendo ponderadamente en guardia contra el rigor de la administración romana, remite a las vías legales normales para la solución de esta y otras cuestiones. ¿Cómo estaba dispuesto personalmente con respecto a Pablo? ¿Estaba en términos amistosos con él, como los «asiarcas» mencionados en 19,31, que como jefes de la administración provincial velaban por la tranquilidad y el orden en favor de Roma? ¿Tenía Lucas, al destacar el leal comportamiento de los funcionarios efesios la misma intención que cuando en otros casos habla de la buena voluntad de los órganos que están al servicio de la administración romana?

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23. Tocante a esta colecta hay que tener también en cuenta las declaraciones de la carta a los Romanos escrita en Corinto (cf. 15.25s).

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Hch 18:27 (ver nota).

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

— Éfeso: Capital de la provincia romana de Asia (ver nota a Rom 16:5), situada en la costa occidental del Asia Menor. Bella ciudad e importante centro político, comercial y religioso. En la actualidad sólo se conservan sus ruinas. Ver Introducción a la carta a los Efesios.

— discípulos: Ver nota a Hch 6:1.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Ministerio de Pablo en Efeso. El primer episodio de la larga estadía de Pablo en Efeso (casi tres años) fue un encuentro con algunos seguidores de Juan el Bautista. Evidentemente la fama de Juan se había esparcido mucho más allá que Palestina (sobre su importancia ver 1:21, 22; 13:16-25; 18:23-28 y Luc. 20:5-7). El término ciertos discípulos generalmente se refiere a cristianos, pero como esta gente no había recibido el Espíritu Santo, lo más probable es que deben ser considerados discípulos de Juan el Bautista, ya “en camino” pero no demasiado lejos. 2 Como el Espíritu Santo era una parte importante de la enseñanza misma de Juan, la respuesta de estos hombres (ni siquiera hemos oído que haya Espíritu Santo) probablemente significa que habían escuchado una versión del mensaje de Juan más bien que a él mismo, y que los informes que habían oído se concentraban en su enseñanza ética más que en su papel de alguien que preparaba el camino (para un ejemplo de su enseñanza ver Luc. 3:7-14). 3 Esta gente había recibido un bautismo de arrepentimiento, lo que en sí mismo era una buena cosa, pero a diferencia de Apolos (18-25), al parecer no sabían nada sobre Jesús. No se nos dice que Apolos necesitara ser rebautizado (ciertamente Priscila y Aquilas hubieran podido hacerlo, si Ananías pudo bautizar a Pablo, Hech. 9:17-19). La probable diferencia era que Apolos sabía quién era el Mesías y confiaba en él, ya que tenía un conocimiento exacto aunque incompleto sobre él (18:25, 26), y veía su bautismo como algo relacionado con esa fe, mientras que para estos discípulos el bautismo era simplemente una promesa de buena conducta. Aun necesitaban ser bautizados en el nombre del Señor Jesús.

6 Como señal para todos aquellos que estaban relacionados con su aceptación, surgió una demostración bien pública del Espíritu Santo (ver 8:15-17; 10:44-46) y hablaban en lenguas y profetizaban. No es fácil contestar a la pregunta de si tal manifestación debiera ser considerada como algo típico o normal. Ciertamente Lucas no menciona tales dones en todas las conversiones que registra, pero debe reiterarse que tampoco dice que “tal o cual persona no exhibió don alguno”. Sea lo que fuere que creamos que es una conversión “normal”, parece que Lucas puso el énfasis en mencionar estos dones y la recepción del Espíritu Santo, primordialmente en el relato del que sentía que la iglesia o sus lectores necesitaban tener seguridad de que el grupo al cual pertenecían los convertidos era realmente aceptable al Señor como, p. ej. los samaritanos (cap. 8), los gentiles (cap. 10) y estos discípulos de Juan. Como se ha mencionado al comentar los otros pasajes, la forma en que Lucas registra estos hechos sugiere que para él actuaban como una señal especialmente para los misioneros así como para los mismos convertidos.

8-10 El patrón habitual de Pablo (ver sobre 13:46) fue seguido también en Efeso: primero a la sinagoga y luego a los gentiles. En Efeso, hacía uso diariamente de la escuela de Tirano, probablemen te en las horas que no se la usaba para las conferencias habituales. Después de tres meses de reunirse en la sinagoga, probablemente los creyentes quisieron tener su propio lugar de culto, pero el salón de conferencias, así como la sinagoga, pudo haber sido usado para evangelizar.

11, 12 Los relatos siguientes describen la confrontación entre el poder del Dios viviente con una ciudad que estaba profundamente interesada en la magia y el ocultismo. Es en ese marco que Lucas registra lo que llama milagros extraordinarios y se le puede perdonar fácilmente la implicación de que, en comparación, otros milagros eran “ordinarios”. No nos sorprende que Dios sanara por medio de Pablo, ya que él puede hacerlo a la distancia. Pero sí sorprende que usara artificios como pañuelos o delantales que Pablo había tocado. Pero estos objetos probablemente eran empleados debido a la expectativa de la gente más bien que por ser una parte necesaria o efectiva de la curación. De la misma manera, Jesús permitió que una mujer fuera sanada tocando la ropa que estaba en contacto con su cuerpo (Luc. 8:43-48). La encarnación siempre se ha vis to como Dios limitándose a sí mismo en formas dramáticas, a veces casi absurdas a fin de comunicarse con un pueblo caído y absurdo. Ver también sobre 5:12-16 acerca del efecto sanador de la sombra de Pedro y la nota en ese lugar.

13-16 Como si fuera un contraste con la historia anterior, que podría considerarse como mágica, Lucas presenta un intento de los judíos no cristianos de desafiar el poder de Dios (ver también Luc. 11:19, 24-26) por medio del uso del nombre de Jesús (ver Hech. 8:18). Esceva puede haber sido de una familia de sumos sacerdotes, pero quizá usaba el título de principal de los sacerdotes como forma de promocionarse. Todo lo que estaba asociado con la antigua religión “exótica” de los judíos tenía cierta atracción para muchos gentiles, y en muchos documentos mágicos paganos se encuentran nombres y palabras en heb. La fórmula por el Jesús que Pablo predica puede haber sido un intento de dejar en claro al espíritu malo quién era el Jesús que estaba invocando dado que el nombre “Jesús” era común entre los judíos. Este mal espíritu en particular, sin embargo, no necesitaba tal información; había oído tanto de Jesús como de Pablo, ¡pero no de los siete hijos de Esceva! Y para probar que no tenían poder sobre él, les dio una golpiza de tal manera que huyeron de aquella casa. Al margen de las entrelíneas jocosas de la historia, para Lucas aquí hay un punto crucial: al contrario de las creencias comunes entonces (lo que quizá se refleja inconscientemente aun en las frases cristianas sobre el exorcismo) no es el nombre de Jesús lo que actúa de manera mecánica sobre los poderes. El nombre no es una “clave” de clase alguna. Si so mos canales de su poder, no es porque conozcamos su nombre (que también lo conocen los demonios y tiemblan) sino porque le conocemos a él y, lo que es más importante, somos conocidos por él (ver también la nota sobre 5:12-16).

17-20 Mientras tales hechos ocurrían en Efeso, no sorprende que la gente sintiera temor y que el nombre de Jesús era magnificado. La quema de libros de magia y la confesión pública de los hechi ceros es el equivalente gentil de los muchos sacerdotes de Jerusalén que creyeron (6:7). 50.000 monedas de plata era una suma exorbitante, que mostraba claramente la fascinación que tales prácticas ejercían sobre los efesios. La dracma era una moneda de plata que representaba aprox. el pago de un día, de modo que el total equivale a las ganancias de más de 135 años.

21, 22 El éxito de la iglesia, junto con el deseo de Pablo de ir con los regalos de las iglesias gentiles (ver 24:17; 1 Cor. 16:1-4; 2 Cor. 8-9) le ayudaron a comenzar los preparativos para un viaje a Jerusalén, después del cual calculaba hacer otro a Roma. En el texto gr., en el v. 21 está la palabra “espíritu”, pero no es claro si se refiere al espíritu del mismo Pablo o al Espíritu Santo. Sin embargo, a la luz de 20:22, pareciera que la frase se debe traducir simplemente como “Pablo decidió” o sea que equivale a algo como “Pablo decidió en el Espíritu”.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

19.1 Efeso era la capital y el centro comercial principal de la provincia romana de Asia (parte de Turquía hoy). Centro de transporte marítimo y terrestre, a la par de Antioquía en Siria y Alejandría en Egipto, era una de las grandes ciudades en el Mediterráneo. Pablo permaneció poco más de dos años en Efeso. Desde allí escribió su primera carta a los Corintios para enfocar diferentes problemas que enfrentaban. Más tarde, durante su prisión en Roma, Pablo escribió una carta a la iglesia en Efeso (la epístola a los Efesios). AQUILA, PRISCILAAlgunas parejas saben cómo lograr lo máximo de su vida. Se complementan uno al otro, utilizan las virtudes del otro y forman un equipo efectivo. Sus esfuerzos unidos impactan a quienes están a su alrededor. Aquila y Priscila eran de ese tipo de pareja. Nunca se les menciona separados en la Biblia. En el matrimonio y en el ministerio, estuvieron siempre juntos.Priscila y Aquila se encontraron con Pablo en Corinto, mientras el apóstol realizaba su segundo viaje misionero. Acababan de expulsarlos de Roma por el decreto del emperador Claudio en contra de los judíos. Su hogar era tan movible como las tiendas que hacían para mantenerse. Abrieron su hogar a Pablo, quien colaboró con ellos en la fabricación de tiendas. Pablo les abrió su corazón, enseñándoles su riqueza de sabiduría espiritual.Priscila y Aquila hicieron de su educación espiritual lo mejor. Escucharon con atención los sermones y los evaluaban. Cuando oyeron a Apolos hablar, les impresionó su habilidad en la oratoria, pero llegaron a la conclusión de que el contenido de su mensaje no era completo. En lugar de tener una confrontación abierta, la pareja invitó privadamente a Apolos a su hogar y le instruyeron lo que necesitaba saber. Hasta entonces, Apolos sabía lo que Juan el Bautista dijo en su mensaje acerca de Cristo. Priscila y Aquila le hablaron de la vida de Jesús, su muerte y resurrección, y la realidad de la presencia de Dios en el Espíritu. Apolos continuó predicando con poder, pero ahora con la historia completa.Priscila y Aquila siguieron usando su hogar como un lugar agradable de preparación y alabanza. De regreso a Roma, muchos años después, auspiciaron una de las iglesias de hogares que se desarrollaron.En una época en que el enfoque está mayormente en lo que sucede entre esposo y esposa, Aquila y Priscila son un ejemplo de qué puede ocurrir mediante la esposa y el esposo. Su unidad eficaz habla de la relación entre uno y otro. Su hospitalidad abrió la puerta de salvación a muchos. El hogar cristiano es todavía una de las mejores herramientas para difundir el evangelio. ¿Hallan sus invitados a Cristo en su hogar?Puntos fuertes y logros :– Equipo sobresaliente de esposo/esposa que ministró en la iglesia primitiva– Se mantenían haciendo tiendas mientras servían a Cristo– Amigos cercanos de Pablo– Explicaron a Apolos el mensaje completo de CristoLecciones de sus vidas :– Las parejas pueden tener un ministerio eficaz– El hogar es una herramienta valiosa para la evangelización– Cada creyente necesita que lo instruyan bien en la fe, sin importar el papel que desempeñe en la iglesiaDatos generales :– Dónde: Procedentes de Roma, se trasladaron a Corinto, luego a Efeso– Ocupación: Fabricantes de tiendas– Contemporáneos: Emperador Claudio, Pablo, Timoteo, ApolosVersículos clave :»Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles» (Rom 16:3-4).Su historia se narra en Hechos 18. También se mencionan en Rom 16:3-5; 1Co 16:19; 2Ti 4:19.19.2-4 El bautismo de Juan fue una señal de arrepentimiento de pecados solamente, no un indicio de nueva vida en Cristo. Como Apolos (18.24-26), estos creyentes efesios necesitaban más información en cuanto al mensaje y el ministerio de Jesucristo. Por la fe creían en Jesús como el Mesías, pero no entendían el significado de la muerte y resurrección de Cristo ni la obra del Espíritu Santo. Ser cristiano involucra cambio de actitud (arrepentimiento) y volverse a Cristo (fe). Estos creyentes estaban incompletos.Según el libro de Hechos, los creyentes recibieron el Espíritu Santo de diversas formas. Por lo general, el Espíritu Santo llenaba a una persona en cuanto profesaba su fe en Cristo. En este caso, sin embargo, Dios permitió que fuera después porque el conocimiento de estos discípulos era incompleto. Dios le confirmó a estos creyentes, que en un inicio no sabían del Espíritu Santo, que también formaban parte de la iglesia. La plenitud del Espíritu Santo les confirmó como creyentes.El Pentecostés fue el derramamiento formal del Espíritu Santo a la Iglesia. Otros derramamientos en el libro de Hechos fueron la forma de Dios para añadir nuevos miembros a la iglesia. La señal de la verdadera iglesia no es simplemente la buena doctrina, las buenas acciones, sino la obra del Espíritu Santo.PABLO EMPRENDE UN TERCER VIAJE : En cuanto Pablo tuvo la oportunidad, emprendió su tercer viaje, inquietado tal vez por algún malentendido entre las iglesias fundadas. Presuroso fue al norte, luego al oeste, volviendo por las ciudades que antes visitó. En esta oportunidad, sin embargo, siguió en forma más directa la ruta oeste hacia Efeso.19.6 Cuando Pablo impuso sus manos sobre estos discípulos, estos recibieron el Espíritu Santo de la misma forma que los discípulos en Pentecostés. Esto también sucedió cuando el Espíritu Santo vino a los gentiles (no judíos, véase 10.45-47).19.9 Pablo habló en la sala de conferencias de esta escuela, la que por lo general se usaba en la mañana para enseñar filosofía, pero quedaba desocupada durante la parte calurosa del día (entre las once de la mañana y las cuatro de la tarde). Debido a que muchas personas no trabajaban durante esas horas, venían para oír la predicación de Pablo.19.10 «Asia» se refiere a la provincia de Asia Menor, lo que hoy en día es Turquía. Durante este tiempo, Pablo y sus colaboradores difundieron el evangelio a través de esta tierra.19.13 Estos judíos viajaban de ciudad en ciudad diciendo que sanaban y echaban fuera demonios para ganarse la vida. En su conjuro, recitaban a menudo una lista completa de nombres de diferentes deidades para asegurarse de incluir la deidad correcta. Aquí trataban de usar el nombre de Jesús en un esfuerzo de igualar el poder de Pablo.19.13-16 Muchas personas de Efeso participaban de lleno en exorcismo y prácticas ocultistas para su provecho (véase 19.18, 19). Los hijos de Esceva quedaron impresionados con la obra de Pablo, cuyo poder para echar demonios vino del Espíritu Santo, no de brujos y, obviamente, era más poderoso que el de ellos. Descubrieron, sin embargo, que uno no puede controlar ni imitar el poder de Dios. Estos hombres invocaron el nombre de Jesús sin conocerlo. El poder para cambiar personas radica en Cristo. No es suficiente recitar su nombre como un amuleto mágico. El obra solo a través de quienes escoge.19.18, 19 Efeso se consideraba un centro de magia negra y otras prácticas ocultistas. La gente recurría al hechizo en busca de salud, felicidad y éxito en su matrimonio. La superstición y la hechicería eran prácticas comunes. Dios es claro al prohibir dichas prácticas (Deu 18:9-13). Usted no puede ser un creyente y tener contacto con el ocultismo, la magia negra o la hechicería. Una vez que empiece a curiosear en estos campos, es extremadamente fácil que llegue a obsesionarse con ellas porque Satanás es muy poderoso. Pero el poder de Dios es aún mayor (1Jo 4:4; Rev 20:10). Si se ha mezclado con el ocultismo, aprenda una lección de los efesios y apártese de todo lo que lo puede mantener en la trampa de dichas prácticas.19.21 ¿Por qué Pablo dijo que tenía que ir a Roma? Por dondequiera que iba, veía la influencia de Roma. Pablo quiso llevar el mensaje de Cristo al centro de influencia y poder del mundo. APOLOSAlgunas personas tienen un extraordinario talento natural para hablar en público. Unos pocos poseen un gran contenido en su mensaje. Cuando Apolos llegó a Efeso, poco después de la partida de Pablo, de inmediato causó impacto. Habló con denuedo en público, interpretando y aplicando las Escrituras del Antiguo Testamento de manera eficaz. Debatió con los oponentes del cristianismo con energía y eficiencia. Aquila y Priscila no tardaron en observarlo.La pareja rápidamente concluyó que Apolos no conocía la historia completa. Su predicación se basaba en el Antiguo Testamento y en el mensaje de Juan el Bautista. Tal vez instaba a que la gente se arrepintiera y se preparara para la venida del Mesías. Aquila y Priscila lo llevaron a su casa y lo pusieron al tanto de lo sucedido. Luego que le narraron la vida, muerte y resurrección de Cristo y la venida del Espíritu Santo, Apolos debe haber visto con más claridad las Escrituras. Ahora que poseía el evangelio completo se llenó de nuevas energías y denuedo.Apolos de inmediato decidió viajar a Acaya. Sus amigos en Efeso pudieron enviar con él una elogiosa carta de presentación. Muy pronto llegó a ser el campeón verbal de los cristianos en Corinto, debatiendo con los oponentes del evangelio en público. Como suele ocurrir a menudo, las habilidades de Apolos al final crearon problemas. Algunos de los corintios comenzaron a seguir a Apolos en lugar de su mensaje. Pablo tuvo que confrontar a los corintios por su divisionismo. Habían formado pequeños grupos identificándose con el nombre del predicador favorito. Apolos abandonó Corinto y vaciló en regresar. Pablo le escribió a Apolos con mucho amor, como a compañero en el ministerio, como al que «regó» las semillas del evangelio que Pablo plantó en Corinto. Pablo menciona por última vez a Apolos en forma breve cuando escribe a Tito. Todavía era un viajero representante del evangelio que merecía la ayuda de Tito.Sus habilidades naturales pudieron haberlo hecho sentir orgulloso, pero Apolos demostró que estaba dispuesto a aprender. Dios usó a Priscila y Aquila, quienes tenían conocimientos frescos debido a los meses de aprendizaje junto a Pablo, para que dieran a Apolos el evangelio completo. Ya que este no dudó en ser un estudiante, llegó a ser un mejor maestro. ¿Cuánto influye en su disposición a aprender los esfuerzos de Dios en ayudarle a ser todo lo que El quiere que usted sea?Puntos fuertes y logros :– Un predicador dotado y persuasivo y un gran apologista en la iglesia primitiva– Dispuesto a que lo enseñen– Uno de los posibles candidatos del escritor desconocido de HebreosLecciones de su vida :– La comunicación eficaz del evangelio incluye la entrega de un mensaje veraz con el poder de Dios– Una defensa verbal clara del evangelio puede ser un buen medio para animar a los creyentes y, al mismo tiempo, convencer a los incrédulos de la verdadDatos generales :– Dónde: Alejandría, Egipto– Ocupaciones: Predicador viajero, apologista– Contemporáneos: Priscila, Aquila, PabloVersículos clave :»Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios» (Act 18:25-26).La historia de Apolos se narra en Act 18:24-28; Act 19:1. También se menciona en 1Co 1:12; 1Co 3:4-6, 1Co 3:22; 1Co 4:1, 1Co 4:6; 1Co 16:12; Tit 3:13.19.22 Pablo menciona a Timoteo con más detalles en los libros de 1 y 2 Timoteo. Erasto era un seguidor fiel de Cristo y no solo fue un útil colaborador de Pablo, sino también tesorero de la ciudad de Corinto (véase Rom 16:23).19.23 Los del «Camino» se refiere a los seguidores del camino de Cristo: los cristianos.19.24 Diana era una diosa de la fertilidad. La representaba una escultura femenina con numerosos pechos. Una enorme estatua de ella (que se decía venida del cielo, 19.35) estaba en el gran templo de Efeso. Ese templo era una de las maravillas del mundo antiguo. La fiesta a Diana incluía orgías salvajes y juergas. Es obvio que la vida religiosa y comercial de Efeso reflejaba el culto de la ciudad a esta deidad pagana.19.25-27 Cuando Pablo predicó en Efeso, Demetrio y sus colegas plateros no estuvieron de acuerdo con su doctrina. Su enojo era muy grande pues la predicación atentaba contra sus ganancias. Hacían estatuillas de plata de la diosa efesia Diana y si la gente empezaba a creer en Dios y desechaba sus ídolos, su fuente de ingresos sufriría.19.27 La estrategia de Demetrio para alborotar a la multitud fue apelar al amor que la gente tiene al dinero y luego ocultar su codicia tras la máscara del patriotismo y la lealtad religiosa. La turba no distinguía los motivos egoístas de su desenfreno, pero en cambio se veían como héroes por el bien de su tierra y de sus creencias.19.29 A menudo Pablo buscó la ayuda de otros para cumplir con su trabajo. En esta ocasión, sus compañeros de viaje fueron Aristarco (el que lo acompañaría en otros viajes; véanse 20.3, 4 y 27.1, 2) y Gayo (quizás no sea el mismo que se menciona en Rom 16:23 o en 1Co 1:14).19.30 Pablo quiso ir al teatro para hablar y defender a su compañero, pero los demás creyentes se lo impidieron por su seguridad.19.31 Estas no eran autoridades militares, pero sí gubernamentales, responsables del orden religioso y político de la región. El mensaje de Pablo llegó a todos los niveles de la sociedad, cruzó las barreras sociales y le permitió a Pablo tener amigos en la alta esfera.19.33, 34 El populacho se convirtió en antijudío y anticristiano. Quizás los judíos llevaron como orador a este Alejandro para que explicara que los judíos no tenían parte en la comunidad cristiana y, aún más, no tenían que ver con el problema económico de los plateros.19.38 Un procónsul servía como magistrado civil o gobernador de una provincia romana.19.40 La ciudad de Efeso estaba bajo el dominio del Imperio Romano. La responsabilidad principal de los líderes de la ciudad local era simplemente mantener la paz y el orden. Si fracasaban en controlar a las personas, Roma les quitaba el nombramiento oficial del cargo. Una amenaza adicional era que todo el pueblo podría ponerse bajo la ley marcial, despojándole de libertades cívicas.19.41 El alboroto en Efeso convenció a Pablo que era hora de marcharse, pero esto también le mostró que la ley aún daba cierta protección a los cristianos al enfrentar la adoración de la diosa Diana, la religión idólatra más grande en Asia.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 980 Hch 18:24; 1Co 3:5

b 981 1Co 16:8

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

llegó a Efeso. La ciudad llegó a ser el centro de operaciones para el apóstol en su tercer viaje misionero y también el centro de mayor influencia cristiana.

discípulos. Es decir, seguidores de Juan (vers. 3).

Fuente: La Biblia de las Américas

Efeso. Véase la Introducción a Efesios y la nota en Apo 2:1.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

99 (ii) Pablo y los discípulos del Bautista (19,1-7). El episodio de Apolo ilumina esta, por otra parte, incomprensible situación, y vicever­sa. Dado que, de acuerdo con toda la tradición del evangelio, Lucas reconoce a Juan como precursor y heraldo de Jesús (v. 4), no puede admitir, en consecuencia, razón alguna que justifique la existencia de unos discípulos del Bautista que aplicasen a éste el reconocimien­to mesiánico que Juan reservó para Jesús (Lc 3.15-17; Kasemann, ENTT 142-43). Este fenó­meno sólo podría presentarse como expresión de un cristianismo inmaduro característico de «discípulos» (v. 1) que, como Apolo, conocían solamente el bautismo de Juan, pero que, a di­ferencia de él, no habían tenido la experiencia del Espíritu Santo (8,16) y que, por tanto, te­nían que experimentar el bautismo de Jesús. 1. las regiones montañosas: cf. 18,23, donde se interrumpió el itinerario de Pablo con el pa­réntesis sobre Apolo. La mención de Apolo en este versículo subraya su conexión con lo que sigue. 2. ni siquiera hemos oído hablar: Este ti­po de cristianismo, o incluso de secta bautista, es inconcebible. Se trata de una elaboración redaccional lucana: como en el caso de los samaritanos (8,15-16), estos «discípulos» tienen acceso al Espíritu Santo solamente con la en­trada en la comunión apostólica (Kasemann, ENTT 145). 3. en el bautismo de Juan: Circun­loquio lucano que se refiere al seguimiento del Bautista. Al igual que evitó cualquier sugeren­cia de una rivalidad entre Apolo y Pablo, la su­prime también aquí entre el movimiento de Juan y el de Jesús. Ambos estaban relaciona­dos en directa continuidad histórico-salvífica (v. 4), así que los seguidores de Juan se encon­traban ya en el «vestíbulo» de la Iglesia cris­tiana. 4. esto es, en Jesús: La interpretación cristiana aplicaba el anuncio del Bautista so­bre «el que tenía que venir» a Jesús, no a Yah­vé (13,25; Mc 1,7; Lc 3,16); de aquí que la fe en Jesús fuese exigida como acto de obediencia a Juan. 5-6. Cf. comentario sobre 8,14-17; 2,38. No sostiene que los seres humanos controlen o dispensen el Espíritu, sino que este don se otorga en la Iglesia, que comenzó en Jerusalén con la primera efusión del Espíritu (aconteci­miento que se evoca aquí) y que está represen­tada por los apóstoles (8,17) o por testigos acreditados (v. 6; Weiser, Apg. 518). hablar en lenguas: cf. 10,46 y el comentario sobre 2,4.

(Bócher, O. «Lukas und Johannes der Taufer», SNTU A/4 [1979] 27-44. Kasemann, E„ ENTT 136-48.)

100 (iii) El poder de la palabra y milagros de Pablo en Efeso (19,8-20). La sección está for­mada por tres pequeñas unidades; las exterio­res tienen carácter de sumario (vv. 8-12.17-20), la interna presenta una anécdota prelucana con rasgos legendarios y cómicos (Dibelius, Studies 19). Las tres secciones reciben su uni­dad literaria de la relación entre la actividad taumatúrgica de Pablo y la conquista de sus ri­vales que se resume en los w. 18-20. El mate­rial muestra un gran colorido local, pero, dada la larga e importante misión de Pablo, la infor­mación sobre Éfeso no posee la calidad de la que se presenta sobre Corinto en el cap. 18 (Bornkamm, Paúl [→ 97 supra] 78-79). 8. reino de Dios: Según el esquema histórico de Lc 16,16, éste se proclamó tras el ministerio de Juan Bautista, así que este tema resuena aquí intencionalmente tras el bautismo de sus discí­pulos. 9. el camino: Esta expresión sin matiz al­guno, que se aplica a la vida y la enseñanza cristiana, se encuentra en 9,2; 19,9.23; 22,4; 24,14.22. se apartó de ellos: Percibimos clara­mente la estilización esquemática realizada por Lucas: predicación en la sinagoga, oposi­ción, separación y nuevo foro. Todo el desarro­llo de la misión paulina se condensa así en sus fases individuales. Tirano: Fuera de aquí, no se conoce a este mecenas o maestro. A Pablo se le representa como un filósofo itinerante que ha­ce una parada para enseñar. 10. dos años: Esta larga estancia en Éfeso es una información fi­dedigna (→ Pablo, 79:40-42), como también lo es el dato de que desde aquí se procedió a la evangelización de una extensa zona asiática (p.ej., Colosas, Laodicea, Hierápolis). Sin em­bargo, no hay lugar en la historia lineal lucana para la mención de los acontecimientos con­flictivos que se evocarían en la actividad lite­raria de este período: 1-2 Cor, Gál, Flp. 11-12. Como introducción a la anécdota sobre Esceva se encuentra este sumario que presenta al Pa­blo de la leyenda, apreciado por las generacio­nes posteriores, pero que no está en consonan­cia con la presentación que hace de sí mismo (cf. 2 Cor 10,10; Haenchen, Acts 562-63). Cf. 5,12-16, con el que este pasaje comparte el te­ma de la continuidad. 13-17. Puesto que sabe­mos, por otras noticias, que había exorcistas que invocaban el nombre de Jesús fuera del círculo de sus seguidores (Mc 9,38-40), el rela­to original podría no haber incluido a Pablo. Fuera de lo que se dice aquí, desconocemos quién era este sumo sacerdote de nombre lati­no, pero su posición aumenta la desgracia de sus siete hijos. Algunos elementos tópicos del género de los exorcismos experimentan en nuestro texto un nuevo giro: el demonio no co­noce a quienes van a vencerle, anuncia su de­rrota (v. 15) y la aclamación conclusiva (v. 17) nos informa de la paradójica victoria lograda por el mal uso del nombre. El hecho de que es­te nombre no sea automáticamente operativo por cualquiera que lo utilice manifiesta la dis­tancia entre el evangelio y la magia (Conzel­mann, Apg. 120). 18-20. El filo de esta recapi­tulación corta toda posibilidad de sincretismo cristiano. La popularidad de lo mágico y de los libros de fórmulas mágicas (Ephesia gramma­ta) estaba en consonancia con el genius loci de Éfeso (PW 5.2771-73).

101 (iv) Tumulto de los orfebres y partida de Pablo (19,21-40). 21. Roma: El primer anun­cio del fatídico viaje de Pablo a Jerusalén y Ro­ma no es posterior al tumulto sino anterior; por otra parte, podría considerarse como la ra­zón por la que abandonó Éfeso (20,1). 22. a Macedonia: Él camino hacia el martirio y el en­vío de dos mensajeros evocan claramente el momento en el que Jesús se embarca en su viaje final según Lc 9,51-52. El discípulo y el maestro caminan juntos hacia su destino com­partido (Radl, Paulus 103-26). Los factores his­tóricos que mueven a hacer estos viajes (→ Pa­blo, 79:43-44), como la agitación en Corinto (1 Cor 16,5-7) y la colecta para Jerusalén (Rom 15,25-28; 1 Cor 16,1-4), son absorbidos por la perspectiva teológica (dei; cf. 1,16) que impul­sa todo movimiento en el relato lucano. 23. un gran tumulto: Un «episodio dramático» (vv. 23-40), claramente sacado de contexto y animado típicamente por los discursos de sus persona­jes, sirve tanto para ilustrar las tribulaciones de Pablo en Éfeso como para calmarlas (cf. 1 Cor 15,32; 2 Cor 1,8-10). Aristarco (v. 29) cons­tituye un nexo con la historia real; en Flm 24 sele menciona como colaborador del apóstol que ya estaba en prisión; su presencia en este epi­sodio manifiesta que Lucas tenía noticia de otros terribles problemas que acontecieron en Éfeso y sobre los que no informó (cf. Bomkamm, Paul [→ 97 supra] 79-84). En todo caso, parece estar en contra de la hipótesis de que Pablo, que aparece entre bastidores en el rela­to sobre Demetrio, no tuvo nada que ver en él (Weiser, Apg. 543-44; no obstante Roloff). 24. templos en plata de la diosa Artemisa: Se trata de modelos a escala del famoso templo de la diosa, que era una de las siete maravillas del mundo antiguo (cf. Estrabón, Geogr. 14.1.20). Sobre Artemisa, cf. Beginnings 5.251-56; R. Oster, JAC 19 (1976) 24-44. 25-27. El discurso de Demetrio. Lucas interviene ligeramente en es­te discurso con la idea de que la supervivencia del culto a la diosa depende del pingüe comer­cio desarrollado en tomo a éste (cf. 5,1-11;8, 18-20; 16,16-20). Al mismo tiempo, expresa el floreciente poder del evangelio (v. 20), que se ha convertido ya en una amenaza contra la su­pervivencia de los cultos paganos. Sobre el v. 26, cf. 17,24-25; el contenido del v. 27 suele compararse con la declaración que hace Plinio el Joven sobre el impacto del cristianismo en Asia (Ep. 10.96.10). 29. Gayo y Aristarco: cf. 20,4; sobre el último, cf. también 27,2; Flm 24; Col 4,10. 31. asiarcas: Se refiere a líderes o go­bernantes cuyas funciones desconocemos (cf. Beginnings 5.256-62); forman parte del colori­do local del relato y constituyen un argumento a favor de la posición social de Pablo. 33. Ale­jandro: Aunque no sabemos con certeza cuál era su intención, es posible que, puesto que pretendía hacer una defensa (apologeisthai), tratara de rechazar cualquier relación de los judíos con el acusado (cf. 16,20). 35-40. El dis­curso del magistrado de la ciudad. Esta autori­dad expresa claramente la argumentación apo­logética de Lucas: la fe cristiana no supone ninguna subversión del orden público o un sa­crilegio contra las otras religiones. El triunfo de Pablo en Éfeso culmina, por tanto, con este reconocimiento oficial de que no existe ningu­na causa judicial contra él (cf. 16,37-39; 18,12-17; 25-26; Plümacher, Lukas 100).

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

Lit. estar.

19.1 Lit. ir.

19.1 Lit. hallar.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

[1] Dos casas.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[29] Lugar donde se reunía el pueblo.[31] Asiarcas o principales sacerdotes gentiles, que presidían los juegos, espectáculos y demás reuniones.[35] El pueblo creía que aquella imagen no era obra de hombres, sino que había bajado del cielo.

Fuente: Notas Torres Amat