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Comentario de Hechos 22:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Hechos 22:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

—Hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros.

22:1 — Varones hermanos (se identificaba con ellos) y padres (término de mucho respeto, 7:1) , oíd ahora mi defensa ante vosotros. — Pablo volvió a defenderse ante el concilio (23:1-6), ante el gobernador Félix (24:1-27), ante el rey Agripa y Festo (26:1-32) y ante el emperador (2Ti 4:16), pero este discurso sobre las gradas del templo fue el último sermón que predicó al pueblo. El relato de la conversión de Saulo de Tarso tres veces en este libro (capítulos 9, 22, 26) da énfasis a su gran importancia.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

varones hermanos. Hch 7:2; Hch 13:26; Hch 23:1, Hch 23:6; Hch 28:17.

oid ahora mi defensa. Hch 19:33; Hch 24:10; Hch 25:8, Hch 25:16; Hch 26:1, Hch 26:2, Hch 26:24; Luc 12:11; Luc 21:14; Rom 2:15; 1Co 9:3; 2Co 7:11; 2Co 12:19; Flp 1:7, Flp 1:17; 2Ti 4:16; 1Pe 3:15.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Pablo declara en detalle cómo fue convertido a la fe, Hch 22:1-16,

y llamado al apostolado, Hch 22:17-21.

Al mencionar a los gentiles el pueblo le grita, Hch 22:22, Hch 22:23.

luego se da la orden de cuestionarlo con azotes, Hch 22:24;

pero aduciendo el privilegio de ciudadano romano, es resguardado, Hch 22:25-30.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

oíd ahora mi defensa: Esta es la primera de las cinco defensas que haría Pablo.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Discurso de Pablo al pueblo, 22:1-21.
1 Hermanos y padres, escuchad mi presente defensa ante vosotros. 2 Oyendo que les hablaba en lengua hebrea, guardaron mayor silencio. Y prosiguió: 3 Yo soy judío, nacido en Tarso de Gilicia, educado en esta ciudad e instruido a los pies de Gamaliel, según el rigor de la Ley patria, celador de Dios, como todos vosotros lo sois hoy. 4 Perseguí de muerte esta doctrina, encadenando y encarcelando a hombres y mujeres, 5 como podrá testificar el sumo sacerdote y el colegio de los ancianos, de quienes recibí cartas para los hermanos de Damasco, adonde fui para traer encadenados a Jerusalén a los que allí había, a fin de castigarlos. 6 Pero acaeció que, yendo mi camino, cerca ya de Damasco, hacia el mediodía, de repente me envolvió una gran luz del cielo. 7 Caí al suelo y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 8 Yo respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues. 9 Los que estaban conmigo vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. 10 Yo dije: ¿Qué he de hacer, Señor? El Señor me dijo: Levántate y entra en Damasco, y allí se te dirá lo que has de hacer. n Como yo no veía a causa de la claridad de aquella luz, conducido por los que me acompañaban entré en Damasco. 12 Un cierto Ananías, varón piadoso según la Ley, acreditado por todos los judíos que allí habitaban, 13 vino a mí, y acercándoseme me dijo: Saulo, hermano, recobra tu vista. Y en el mismo instante pude verlo. 14 Prosiguió: El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conocieras su voluntad y vieras al Justo y oyeras la voz de su boca;15 porque tú le serás testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. 16 Ahora ¿qué te detienes? Levántate, bautízate y lava tus pecados, invocando su nombre. 17 Guando volví a Jerusalén, orando en el templo tuve un éxtasis, 18 y vi al Señor que me decía: Date prisa y sal pronto de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio acerca de mí. 19 Yo contesté: Señor, ellos saben que yo era el que encarcelaba y azotaba en las sinagogas a los que creían en ti, 20 y cuando fue derramada la sangre de tu testigo Esteban, yo estaba presente, y me gozaba y guardaba los vestidos de los que le mataban. 21 Pero El me dijo: Vete, porque yo quiero enviarte a naciones lejanas.

Este discurso de Pablo al pueblo de Jerusalén es, en realidad, una autobiografía apologética. Obra maestra de sutileza apostólica, lo que Pablo pretende hacer ver a los excitados judíos es que él no es un enemigo de la Ley, como se le ha acusado (cf. 21:28), sino que siempre fue celoso observador de la misma, y si ahora se ha hecho cristiano y ha extendido su campo de acción a los gentiles, ha sido por expreso mandato del cielo.
Podemos distinguir claramente tres partes: devoción y celo por la Ley antes de su conversión (v.1-5); conversión al cristianismo merced a una intervención expresa del cielo y a los buenos oficios de Ananías, varón muy acreditado entre los judíos (v.6-16); orden de ir a predicar a los gentiles, recibida mientras estaba orando en el templo (v. 17-21). Se ve clara en Pablo la intención de hacer resaltar todo lo que podía elevarle a los ojos de los judíos; de ahí la insistencia en su educación judía, en la intervención de Ananías, y en que fue precisamente estando en el templo cuando recibió el encargo de ir a predicar a los gentiles. También él podía haber añadido algo semejante a lo que dijo Pedro en ocasión parecida: ante tales señales “¿quién era yo para oponerme a Dios?” (11:17).
Para el comentario a los diversos datos sobre su vida que aquí nos ofrece San Pablo, remitimos a 9:1-30. Notemos únicamente que la aludida visión en el templo “al volver a Jerusalén” (v. 17-21), aunque unida literariamente a la escena de la conversión, de hecho tiene lugar a tres años de distancia (cf. 9:23-30; Gal 1:18). En cuanto al efecto del discurso, los judíos parece que escucharon a Pablo con bastante sosiego; fue sólo al hablarles de que se le había ordenado ir a predicar a los gentiles (v.21), cuando estalló el alboroto. Ese era precisamente el punto grave de fricción, y aquel auditorio no estaba aún en condiciones de digerirlo.

Apela Pablo a su condición de ciudadano romano,Gal 22:22-30.
22 Hasta aquí le prestaron atención; pero luego, levantando su voz, dijeron: Quita a ése de la tierra, que no merece vivir. 23 Y gritando tiraban sus mantos y lanzaban polvo al aire. 24 En vista de esto, ordenó el tribuno que lo introdujeran en el cuartel, que lo azotasen y le diesen tormento, a fin de conocer por qué causa gritaban así contra él. 25 Así que le sujetaron para azotarle, dijo Pablo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un romano sin haberle juzgado? 26 Al oír esto el centurión, se fue al tribuno y se lo comunicó, diciendo: ¿Qué ibas a hacer? Porque este hombre es romano. 27 El tribuno se le acercó y dijo: ¿Eres tú romano? El contestó: Sí. 28 Añadió el tribuno: Yo adquirí esta ciudadanía por una gran suma. Pablo replicó: Pues yo la tengo por nacimiento. 29 Al instante se apartaron de él los que iban a darle tormento, y el mismo tribuno temió al saber que, siendo romano, le había hecho atar. 30 Al día siguiente, deseando saber con seguridad de qué era acusado por los judíos, le soltó y ordenó que se reuniesen los príncipes de los sacerdotes y todo el sanedrín, y llevando a Pablo se lo presentó.

Pablo no ha logrado convencer a los judíos. La idea de que los gentiles pudiesen ser equiparados a ellos, los hijos de Abraham, el pueblo elegido, no les cabía en la cabeza. Su protesta no puede ser más teatral: gritos, agitación de los mantos, polvo al aire.., es el desahogo de la ira impotente (v.22-23).
Ante tal actitud de la muchedumbre, el tribuno ve que se complica la situación en vez de aclararse, tanto más que él probablemente no había entendido nada del discurso en arameo de Pablo. Por eso, para abreviar y acabar de una vez con aquellas incertidumbres, ordena que sea metido en la torre Antonia y se recurra al método corriente de los azotes, con lo que el reo no tardará en confesar la verdad (v.24). Este método de la tortura, como medio de inquisición, estaba prohibido por las leyes romanas, al menos desde tiempos de Augusto 191, pero con frecuencia ha sido practicado no sólo en tiempos antiguos, sino también después. Mas, cuando todo estaba preparado para comenzar los azotes, sucede lo imprevisto: el reo declara que es ciudadano romano (v.25).
El estupor primeramente del centurión y luego del tribuno es fácilmente explicable. Lo que menos podían ellos imaginarse es que aquel judío alborotador, a quien se disponían a castigar, fuese un ciudadano romano. Algo parecido había sucedido en Filipos, aunque con la diferencia de que allí Pablo hizo su declaración después de haber sido ya azotado (16:37-39). Las leyes Valeria y Porcia, como entonces explicamos, prohibían atar y someter a los azotes a un ciudadano romano; por eso el tribuno, aun sin haber llegado a los azotes, teme haber incurrido en responsabilidad por el solo hecho de haberle “mandado atar” (v.29).
No es fácil saber cómo los antepasados de Pablo habrían adquirido el derecho de ciudadanía romana, pues él declara tenerla ya por nacimiento (v.28), y Tarso, patria de Pablo, no tenía de iure ese privilegio, como lo tenía, por ejemplo, Filipos (cf. 16:12.21). El tribuno, de nombre Claudio Lisias (cf. 23:26), declara haberla adquirido “por una gran suma” (v.28). Sabemos, en efecto, que en tiempos de Claudio (a.41-54), hubo gran tráfico de ese privilegio, y que Mesalina, mujer de Claudio, se labró con ello una gran fortuna 192; es probable que fuera precisamente entonces cuando la adquirió el tribuno, de ahí su nombre romano de Claudio unido al griego de Lisias. Quizás alguno de los antepasados de Pablo la había adquirido también por compra, pasando a ser un derecho de familia, o quizás esa ciudadanía había tenido origen como recompensa por algún servicio prestado al Estado o por alguna otra causa para nosotros desconocida.
Aclarado lo de ciudadano romano, el tribuno quiere salir cuanto antes de aquella situación embarazosa, y determina llevar a Pablo ante el sanedrín para saber con seguridad de qué era acusado por los judíos (v.30). Así lo hace al día siguiente, para lo cual “soltó a Pablo” de sus cadenas y mandó “reunir el sanedrín” (v.30). No está claro a qué cadenas o ligaduras se alude al decir que “fue soltado,” pues no es creíble que sean aquéllas con que fue atado en orden a la flagelación (v.25), ya que nos hallamos “al día siguiente,” ni de otra parte parece pueda aludirse a las cadenas normales de un preso bajo custodia militaris (cf. 21:33), pues éstas las llevaban siempre los presos, incluso fuera de la cárcel y teniendo que hablar en público (cf. 26:29). Quizás para cuando estaban en la cárcel había otra clase de cadenas más gruesas, y de éstas sería de las que fue soltado, o quizás se trate de las cadenas normales, pero de las que el tribuno habría querido soltar a Pablo en un acto especial de deferencia hacia él, no queriendo que un ciudadano romano compareciese delante de sus enemigos judíos en aquella condición menos digna.

Fuente: Biblia Comentada

La primera de seis defensas de Pablo (cp. Hch 22:30; Hch 23:1-10; Hch 24:10-21; Hch 25:1-12; Hch 26:1-29; Hch 28:17-29).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

22:1 — Varones hermanos (se identificaba con ellos) y padres (término de mucho respeto, 7:1) , oíd ahora mi defensa ante vosotros. — Pablo volvió a defenderse ante el concilio (23:1-6), ante el gobernador Félix (24:1-27), ante el rey Agripa y Festo (26:1-32) y ante el emperador (2Ti 4:16), pero este discurso sobre las gradas del templo fue el último sermón que predicó al pueblo. El relato de la conversión de Saulo de Tarso tres veces en este libro (capítulos 9, 22, 26) da énfasis a su gran importancia.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA DEFENSA DE LA EXPERIENCIA

Hechos 22:1-10

-¡Hermanos y padres: Prestadme atención y dadme oportunidad de defenderme ante vosotros! -empezó a decirles Pablo, y la gente guardó silencio al oírle hablar en hebreo-. Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia pero criado en esta ciudad y educado en la escuela de Gamaliel con todo el rigor que requiere nuestra Ley ancestral, y tomo tan en serio como vosotros las cosas de Dios. He sido perseguidor del Camino hasta tal punto que hubiera querido acabar con todos los que lo siguen; he cargado de cadenas y metido en la cárcel tanto a hombres como a mujeres, de lo cual pueden dar testimonio el Sumo Sacerdote y todos los ancianos del Sanedrín, que me dieron cartas de presentación para los hermanos judíos de Damasco, adonde me dirigí para traer a todos los del Camino que hubiera allí para castigarlos en Jerusalén. Pero cuando estaba llegando al final de mi viaje, hacia el mediodía y cerca de Damasco, de pronto me rodeó una luz intensísima del cielo que me hizo caer a tierra. Y entonces oí una voz que me decía: «¡Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» Y yo le dije: «¿Quién eres Tú, Señor?» Y me dijo: «Yo soy el Jesús de Nazaret al Que tú estás persiguiendo.» Mis compañeros de viaje vieron la luz, pero no oyeron la voz que me hablaba a mí. «¿Qué tengo que hacer ahora, Señor?», le pregunté; y me contestó: «Levántate, entra en Damasco y allí se te dirá lo que te corresponde hacer.»

La defensa de Pablo ante la multitud sedienta de su sangre no consistió en razonamientos, sino en la exposición de su experiencia personal; y eso es algo que no se puede discutir. Esta defensa es una paradoja; Pablo hace hincapié en dos cosas:
(i) Su identidad con los que le estaban escuchando. Pablo era judío, y nunca lo olvidaba (2Co 11:22 ; Fil 3:4 s). Era de Tarso, una gran ciudad y uno de los grandes puertos del Mediterráneo en la desembocadura del río Cidno, y el final de la carretera que venía del lejano Éufrates a través de toda Asia Menor. Era una de las grandes ciudades universitarias del mundo antiguo. Pablo era un rabino, educado «a los pies» -es decir, en la escuela- de aquel Gamaliel que había sido » la gloria de la Ley» y que había muerto hacía cosa de cinco años. Había sido perseguidor del nuevo Camino movido por su celo por la religión tradicional de Israel. En todo esto Pablo estaba completamente identificado con su audiencia de aquel día.

(ii) Hace hincapié en lo que le distingue de su audiencia. La diferencia fundamental era que Pablo veía a Cristo como el Salvador de toda la humanidad, y a Dios como el Que ama a todos los hombres. Su audiencia creía que Dios no amaba más que al pueblo judío. Querían monopolizar los privilegios de Dios exclusivamente para ellos, y consideraban blasfemo al que quisiera extenderlos a los demás pueblos. La diferencia era que Pablo se había encontrado con Jesús cara a cara.
Pablo estaba identificado con los que le escuchaban en un sentido, pero en otro estaba diametralmente separado de ellos. Así sucede con todos los cristianos: vivimos en el mundo, pero Dios nos ha separado y consagrado para una tarea especial.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 22

3. DISCURSO DEL APÓSTOL ANTE LOS JUDÍOS (Hch/21/40-22/21).

40 Y se lo permitió. Pablo, de pie sobre las gradas, hizo señas al pueblo para que callara. Hecho un gran silencio, se puso a hablar en lengua hebrea y dijo: 1 «Hermanos y padres: Escuchadme la defensa que ahora ante vosotros voy a hacer.» 2 Al oír que les hablaba en lengua hebrea, guardaron mayor silencio, y dijo: 3 «Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta misma ciudad, a los pies de Gamaliel, instruido cuidadosamente en la ley patria, lleno de celo por la causa de Dios, como lo sois todos vosotros, hoy, 4 perseguí de muerte este Camino, apresando y encarcelando hombres y mujeres, como puede certificármelo el sumo sacerdote y todo el colegio de ancianos, con cuyas cartas para los hermanos fui a Damasco, con el propósito de conducir a los de allí presos a Jerusalén, para que fueran castigados. 6 »Pero me sucedió que, mientras iba de camino y me acercaba a Damasco, a eso del mediodía, súbitamente me rodeó una gran luz del cielo. 7 Caí a tierra y oí una voz que me decía: «Saulo, Saulo, ¿ por qué me persigues?» 8 Yo respondí: «¿Quién eres tú, Señor?» Y me dijo: «Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues.» 9 Y los que estaban conmigo vieron la luz, pero no entendieron la voz del que me hablaba. 10 Dije, pues: «¿Qué debo hacer, Señor?» Y el Señor me dijo: «Levántate y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está determinado que debes hacer.» 11 Pero como no veía a causa del resplandor de aquella luz, conducido de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco. 12 »Y un tal Ananías, hombre piadoso según la ley, muy bien conceptuado por todos los habitantes judíos 13 vino a mí y, acercándose, me dijo: «Hermano Saulo recobra la vista.» Y yo en el mismo instante la recobré y lo miré. 14 Y me dijo: «El Dios de nuestros padres te ha designado de antemano para conocer su voluntad, ver al Justo y oír la palabra de su boca, 15 porque le serás testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. 16 Y ahora, ¿qué esperas? Anda, bautízate y límpiate de tus pecados, invocando su nombre.» 17 »Y sucedió que, al regresar a Jerusalén y mientras oraba en el templo, tuve un éxtasis, 18 y le vi que me decía: «Apresúrate y sal rápidamente de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio sobre mí.» 19 Yo le dije: «Señor ellos saben que yo me dedicaba a encarcelar y azotar por las sinagogas a los que creían en ti, 20 y cuando se derramaba la sangre de tu testigo Esteban, yo estaba presente y de acuerdo, mientras custodiaba las vestiduras de los que le mataban.» 21 Y me dijo: «Anda, que yo te voy a enviar lejos, a los gentiles.»»

Cuadro impresionante: Pablo, rodeado y protegido por los soldados romanos, está de pie sobre las gradas que conducen a la torre Antonia, y hace señas con la mano pidiendo silencio a la multitud arremolinada, para poder hablar. A sus espaldas está como símbolo del poder romano la fortaleza que en otro tiempo había hecho edificar Herodes el Grande y la había llamado «Antonia» en honor del triunviro romano Marco Antonio; delante de él, el imponente templo de los judíos, que también él mismo venera como el templo de su nación, aunque sabe que esta construcción dedicada a Dios no será signo del nuevo pueblo de Dios. Pablo, que, habiendo nacido en Tarso, habla griego, se sirve ahora deliberadamente de la lengua coloquial hebraica, el arameo, lo cual precisamente movería al pueblo a escucharle.

Comienza su discurso con una impresionante confesión, confesión en que reconoce su judaísmo, reconoce a Jerusalén y a sus maestros, entre los que destaca inteligentemente al prestigioso Gamaliel, que una vez, en el proceso contra los apóstoles, había pronunciado ya unas transcendentales palabras (5,34 ss). Habla de su celo por la ley patria que lo había inducido a perseguir con el mayor encarnizamiento a la Iglesia y también a emprender aquella memorable expedición a Damasco. Y otra vez volvemos a enterarnos de lo que los Hechos de los apóstoles habían referido ya por extenso en 9,1-30. Si ahora, por segunda vez, ponen en boca del Apóstol la descripción detallada del acontecimiento de Damasco y luego vuelve a hacerlo por tercera vez en 26,9-21, no es que se trate de presentar gráficamente en cada caso la situación en que habla Pablo, sino de que el lector cobre conciencia una vez más de cómo Pablo recibió su misión y de cuán decisiva fue esta vocación para la suerte de la Iglesia.

No queremos dar importancia a las pequeñas diferencias que se pueden observar comparando los tres relatos, sino que más bien procuraremos captar lo esencial de esta historia incomparable. La forma libre de la exposición lucana, que no se cuida de cuestiones secundarias, se echa de ver, por ejemplo, en la diferente manera de hablar de la impresión de los acompañantes de Pablo. En 9,7 se dice: «Los hombres que con él viajaban se habían quedado mudos; habían percibido la voz, pero sin ver a nadie.» En nuestro texto se lee: «Y los que estaban conmigo vieron la luz, pero no entendieron la voz del que me hablaba.» Cierto que se puede intentar armonizar los dos pasajes, pero no es precisamente necesario, puesto que en cada formulación se quiere expresar en forma intuitiva lo que para los acompañantes había de incomprensible e inexplicable en el caso. También aquí, como en 9,4 y en 26,14, se halla al comienzo del relato la voz que pregunta «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» En los tres pasajes hallamos el mismo tenor. Parece como si el así llamado hubiese oído durante toda su vida el eco de estas palabras. Por la forma del nombre, «Saulo», se puede ver todavía en el texto griego que el Señor interpeló a su perseguidor en «lengua hebrea» (26,14). Y, como en 9,8, Pablo, cegado por el resplandor de aquella luz, se deja conducir a Damasco para que Ananías le restituya la vista. Se trata de una vista exterior, pero todavía más de una vista interior. Con especial intención se interpreta el sentido del llamamiento en las palabras de Ananías, que aquí difieren de las de 9,10 ss.

Con intención se habla del «Dios de nuestros padres», con intención se habla del «Justo», con intención se dice que Pablo había sido «designado de antemano para ver al Justo y oír la palabra de su boca», para ser «testigo de él ante todos los hombres». Deliberadamente, por consideración con los oyentes judíos, no se emplea luego el nombre de Jesús ni de Cristo. Todas las palabras se mueven completamente en el círculo de los conceptos de la fe judía en Dios y de la expectativa judía de salvación. Hasta qué punto se dejan oír aquí auténticos pensamientos paulinos, se echa de ver por la comparación con Gal 1:15 : «Pero cuando aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, se dignó revelar a su Hijo en mí, para que yo anunciara su Evangelio entre los gentiles…»

Las frases que siguen a continuación contienen una aserción que no se halla en los textos paralelos. Pablo habla de un éxtasis en el templo. Este tuvo lugar «al regresar a Jerusalén». Se trata, por tanto, de la primera visita que hizo a Jerusalén el que había sido llamado para ser testigo de Cristo. En 9,26 ss y en Gal 1:18 s se nos da alguna información sobre esta visita. También allí se dice que sólo permaneció breve tiempo en Jerusalén. Pero sólo aquí se habla del extraordinario encuentro con el Señor.

¿Por qué habla Pablo de esto? Tiene en cuenta los sentimientos judíos. Que orara en el templo debe ser una señal de que Pablo, cristiano y todo, reconocía el santuario de Israel y no tenía la menor intención de profanar el templo, como se le reprochaba. Y precisamente en este templo había hablado con él el Señor. Se refiere al Señor glorificado. Sin embargo, en este contexto, «Señor» puede ser el nombre veterotestamentario de Dios en sentido judío. En esta hora le importa al Apóstol poder atribuir su vocación y misión a la autoridad de Dios, del Dios ante el que también se inclinan los judíos.

4. PABLO ALEGA QUE ES CIUDADANO ROMANO (Hch/22/22-29).

22 Le habían escuchado hasta esta palabra. Pero aquí levantaron la voz, diciendo: «¡Quita del mundo a ese tipo, que no merece vivir!» 23 Y como empezaran a gritar y lanzar sus vestiduras y arrojar puñados de polvo al aire, 24 mandó el tribuno que Pahlo fuera introducido en el cuartel, diciendo que lo sometería a tortura de azotes, para averiguar la causa por la que así gritaban contra él. 25 Cuando le tuvieron ya extendido para los azotes, dijo Pablo al centurión allí presente: «¿Os está permitido flagelar a un hombre romano que no ha sido previamente juzgado? » 26 AI oír esto, el centurión se fue al tribuno y le avisó diciendo: «¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es romano.» 27 Vino, pues, el tribuno y le dijo: «Dime, ¿eres romano tú?» 721 le dijo: «Sí.» 28 y respondió el tribuno: «A mí me costó un gran capital adquirir esa ciudadanía.» Pablo dijo: «Pues a mí sólo nacer.» 29 Al instante se retiraron de él los que se disponían a torturarlo. Y el tribuno tuvo miedo al saber que era romano y que lo había hecho apresar.

Demasiado bien sabían los judíos qué clase de mensaje de salvación llevaba Pablo a los gentiles. Conocían, como se dice en 21,28, su postura con respecto a la ley y a la circuncisión, su contradicción con la doctrina judía de la salvación. En su rígida adhesión a la tradición les exaspera oír decir a Pablo que su misión le ha sido encargada por Dios. La lógica y la psicología pueden muy poco para explicar su reacción; cuando interviene el fanatismo, fracasan la razón y las pruebas, sobre todo en materia religiosa.

¿Habrá que censurar al oficial romano, que hasta aquí se había comportado con lealtad y corrección, si ahora, en vista de la situación turbulenta, se siente inseguro y se cree obligado a entablar una penosa investigación, sometiendo para ello a Pablo a la tortura de la flagelación? Este intento da a Pablo la oportunidad de invocar su derecho de ciudadanía romana, heredado por su mismo nacimiento. Conforme al sentido de los Hechos de los apóstoles, importa una vez más hacer patente la intervención protectora del Espíritu y mostrar a la vez el correcto comportamiento del oficial romano, que tan pronto quedó aclarada la situación, desistió de la flagelación que había ordenado.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Hch 7:2.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Hch 7:2.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

22.3 Gamaliel era el rabí más honorable del primer siglo. Reconocido y respetado como un experto en leyes religiosas (5.34) y como un gran moderador. Pablo mostró sus credenciales como un hombre bien educado y preparado por el rabí judío más respetado.22.3 Al decir que fue celoso de Dios, al igual que sus oyentes, Pablo reconoce sus motivos sinceros al tratar de matarlo y también reconoce que algunos años antes hubiera hecho lo mismo a los líderes cristianos. Pablo siempre procuraba establecer un punto común con su audiencia antes de lanzarse de lleno a la defensa del cristianismo. Cuando testifique de Cristo, identifíquese antes con su audiencia, la cual estará dispuesta a oírle, si ve un enlace común con usted.22.6ss Después de ganar su atención y establecer una base común con su audiencia, Pablo les testificó. Les explicó cómo alcanzó la fe en Cristo. Las palabras que resuenan son buenas, pero es más importante testificar de lo que Cristo ha hecho en nosotros. No importa cómo presentemos nuestro mensaje, no todos lo aceptarán, y Pablo lo sabía. Debemos exponer el evangelio con fidelidad y responsabilidad, y luego dejar el resultado a Dios.22.21, 22 Esta gente escuchó a Pablo a propósito, esperando atraparle y acusarle. La palabra gentil exteriorizaba toda su ira y orgullo. Suponían ser una luz a los gentiles, hablándoles acerca del único Dios verdadero. Pero ellos renunciaron a esa misión por convertirse en separatistas y exclusivistas. El plan de Dios, sin embargo, no se acabó; los gentiles oirían las buenas nuevas mediante cristianos judíos como Pablo y Pedro.22.25-28 La pregunta de Pablo detuvo a los oficiales, porque por ley, un ciudadano romano no podía castigarse sin antes probarse su culpabilidad en un crimen. Pablo era ciudadano romano por nacimiento, mientras que el tribuno tuvo que comprar su ciudadanía. La compra de una ciudadanía era común y una buena fuente de ingresos para el gobierno romano, pero una ciudadanía adquirida se consideraba inferior a la de nacimiento.22.30 Pablo usó la persecución como una oportunidad para testificar. Ahora hasta sus enemigos le prepararon las condiciones para que hablara ante el Sanedrín (concilio judío) en pleno. Si somos sensibles a la dirección del Espíritu Santo, descubriremos muchas oportunidades para comunicar nuestra fe, aun en medio de la oposición.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 1155 Hch 7:2

b 1156 Flp 1:7; 1Pe 3:15

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Hermanos y padres. Esteban usa la misma frase en 7:2. Pablo se dirige como « hermanos» a los de su edad, y como « padres» a los mayores o ancianos.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) Véase la nota 2 (1) del cap.7.

1 (2) Pablo enfrentó sus oponentes de una forma diferente de como lo hizo Cristo. Para efectuar la redención, Cristo fue como un cordero llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió Su boca cuando fue juzgado por los hombres ( Isa_53:7 ; Mat_26:62-63 ; Mat_27:12 , Mat_27:14). Pablo, en cambio, como fiel y osado apóstol enviado por el Señor, tenía que hacer una defensa y proceder con sabiduría para salvar su vida de manos de sus perseguidores y así poder cumplir el curso de su ministerio. Aunque estaba dispuesto y listo para sacrificar su vida por el Señor (20:24; la nota 12 (1) del cap.21; 21:13), se esforzó por vivir más tiempo para llevar a cabo el ministerio del Señor hasta donde fuese posible. Véanse las notas 25 (2) de este capítulo y 3 (1) y 6 (3) del cap.23.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

112 (iii) Defensa de Pablo y apelación a la ley romana (21,37-22,29). La primera de las tres apologiae de Pablo, que aparecen en los ca­pítulos sobre los procesos judiciales (22,3-21; 24,10-21; 26,2-23), está enmarcada por un rela­to introductorio y otro conclusivo que forman una unidad literaria con ella; la mayor parte de su contenido es una creación propia del autor (Weiser, Apg. 606-07). Una serie de revelacio­nes responde inicialmente a la pregunta por la identidad, al igual que el discurso responderá a la otra pregunta sobre su actividad, que el tri­buno ya le había hecho en el v. 33. La unión del discurso y la narración sitúan a Pablo en pie de igualdad con sus acusadores; en esta perspec­tiva encontramos las observaciones sobre su lengua (v. 40), el saludo «hermanos y padres» (22,1) y la afirmación tópica «yo soy judío» (22,3). Pablo afirma que pertenece plenamente a la comunidad sagrada del pueblo elegido, precisamente en este lugar, en el centro histó­rico del judaismo. Más aún, en cuanto judío ri­gorista, Pablo habla a sus iguales, y el peso de su argumentación, desarrollada en tomo al te­ma de la solidaridad, recae en que el aconteci­miento de Damasco, que se repite una segunda vez en 22,6-16, les habría llevado a la misma conclusión que a él, es decir, a la conversión y a la misión cristiana (Lóning, Saulustradition [→ 54 supra] 174-75). 38. el egipcio: La conclu­sión a la que llega el tribuno a propósito del griego utilizado por Pablo suena a una estrata­gema del autor. ¿Recuerda Lucas con ello otros levantamientos judíos contemporáneos para distanciarlos del cristianismo (Conzelmann)? Cf. Ant. 20,8.6 § 169-70; De Bell. 2,13.5 § 254-55; → Historia, 75:179. 39. Tarso: Una ciudad de una provincia romana que tenía el derecho de ciudadanía (→ Pablo, 79:16-17). Por ahora, la ciudadanía romana de Pablo queda sin es­pecificar, para revelarse como clímax al final de la secuencia (22,25). 40. en hebreo: Es decir, en ar., la lengua que se hablaba en la Palestina de esta época (cf. J. A. Fitzmyer, WA 38-43). 22,1. mi defensa: El término apología (vb. apologeisthai en 24,10; 26,1) define el género de los w. 3-21. Cf. Stolle, Zeuge [→ 54 supra] 237-41; F. Veltman, en PerspLA 243-56.

113. Apología de Pablo (22,3-21). El discur­so no responde específicamente a la acusación que provocó el tumulto (21,28-29), sino que contribuye a la comprensión del lector sobre la vocación de Pablo, pues se construye sobre el relato de 9,1-19 (Dibelius, Studies 159-60). Lu­cas aplica en este discurso, y en el cap. 26, su propia perspectiva al acontecimiento de Da­masco, transformando, resueltamente, el relato de conversión en un relato de vocación (→ 53 su­pra). El orador es de nuevo interrumpido en el momento álgido de su intervención (v. 21; cf. 17,31), tal como lo será también en 26,23. Estas correspondencias manifiestan que el discurso del templo defiende la misión de Pablo, como el del cap. 26 lo hará de su mensaje. 3. en esta ciu­dad: No obstante la opinión de M. Hengel (Acts 81-82), este dato no parece ser muy plausible (→Pablo, 79-18). educado: El Pablo lucano ofre­ce una visión «totalmente positiva» de su for­mación judía, en contra de las calificaciones de «inutilidad» y «basura» que hará el mismo apóstol (Flp 3,4-11; Lóning, Saulustradition [→54 supra] 167). La razón de esta diferencia reside en que Lucas identifica ley y promesa (24,14-15; 26,5-7), mientras que Pablo las consi­dera contrarias (Gál 3,16-29; Rom 4,13-17). la ley de nuestros padres: cf. Gál 1,13-14; Flp 3,6. 4-5. Sobre el papel de perseguidor (8,3; 9,1-2), cf. comentario sobre 26,9. 6-8. Cf. comentario so­bre 9,3-5, y nótese el típico aumento de detalles en el «retelling». 9. vieron la luz: A los compa­ñeros les pasó lo contrario en 9,7; oían pero no veían. El cambio obedece a una intención: la luz tiene un carácter más revelatorio que combati­vo, y la voz emite un mensaje que sólo es signi­ficativo para Pablo. La tradición sobre Saulo se está reelaborando hábilmente como un relato del encargo directo que le dio el Cristo resucita­do. 11. el resplandor de aquella luz: Esta des­cripción disminuye, además, la importancia que el relato más antiguo daba al combate divi­no contra el perseguidor, al igual que elimina casi totalmente el dato de la curación (v. 13; cf. 9,17-19). 12. Ananías: Su acreditación judía es novedosa con respecto de 9,10, y está suscitada por el foro y la audiencia del apologeta. 13. Cf. 9,17. 14. para que veas… y oigas: Estas palabras no son una mera anticipación de la visión del templo (v. 18; así Stolle, Zeuge [→ 54 supra] 108), o solamente una interpretación de la visión de Damasco (w. 6-9; así Burchard, Der dreizehnte Zeuge [→ 50 supra] 107-08), sino que se refieren a ambos acontecimientos y establecen una co­nexión entre ellos. Aprendemos así el completo alcance del encargo recibido por Pablo, realiza­do de forma cumulativa mediante estos tres pa­sajes, siendo reservada la conclusión a la propia enseñanza que Pablo recibe del Señor (v. 21; así también 26,15-18). el Justo: cf. 3,14; 7,52. 15. testigo: Esta designación reinterpreta la frase «vasija de elección» de 9,15 en clave judicial. Es constitutivo del papel de «testigo» el status de acusado (Lc 21,12-13), en el que la contra­dicción y el conflicto hacen del testimonio del orador una continuación directa del propio tes­timonio de Jesús (Lóning, Saulustradition [→ 54 supra] 149; Stolle, Zeuge [→ 54 supra] 140-54). La frase «a todos los hombres» como destinata­rios del mensaje se opone al original «testigos ante el pueblo» (13,31), indicando que Pablo ex­tiende el testimonio apostólico a todo el mundo, que es lo que se ordenó en 1,8. 17-21. La visión de Pablo en el templo puede ser una tradición independiente (Burchard, Der dreizehnte Zeuge [→ 50 supra] 163-65), pero difícilmente puede considerarse un rival con pleno derecho a la tra­dición de Damasco (no obstante Conzelmann, Apg. 135). Más bien puede considerarse como una construcción lucana que defiende la legiti­midad histórica de la misión de Pablo a los gen­tiles mediante el mandato que recibió precisa­mente en el corazón religioso del judaismo (Weiser, Apg. 411). El texto presupone 9,19b-30, pero dice algo completamente nuevo con rela­ción a este pasaje. 17. en el templo: El Dios a quien Pablo veneró como judío (v. 14) y aquel que dirige la misión a los gentiles es el único y el mismo (Dibelius, Studies 161). 18. no van a aceptar: El rechazo judío como preludio de la misión a los gentiles es un recurrente argumen­to lucano (13,46-48; 18,6; 28,25-28), y manifies­ta la mano del autor en la elaboración de esta vi­sión. Puesto que la misión de Pablo verificará el oráculo de Isaías sobre la ceguera de Israel (28,26-27), tal vez Lucas quiera evocar con su visión del templo la visión de Isaías (Is 6; así Betz, «Die Vision» [→ 114 infra] 118-20). 19-20. Yo dije: Esta respuesta se encuentra en el lugar de la protesta del sujeto que confiesa su indig­nidad ante un encargo divino (cf. Is 6,5). Sobre la debilidad que Lucas tenía por esta forma lite­raria, cf. T. Mullins, JBL 95 (1976) 603-14; B. Hubbard, en PerspLA 187-98. 20. Esteban, tu testigo: Esta afirmación completa la repetición de 7,58-8,3, y coloca a Esteban en la «posición de testigo» en proximidad con Pablo, al igual que este último estaba en la escena del protomartyrium. 21. a las más remotas naciones: Al igual que 13,47 ó 18,6, esta frase no implica una restricción de la audiencia de Pablo a los genti­les, sino que, más bien, reitera el dinamismo de una misión cada vez más impulsada hacia el ex­terior por el obstinado rechazo de sus primeros destinatarios.

114 Apelación del prisionero a la ley ro­mana (vv. 22-29): 22. hasta esta palabra: La apología de Pablo se completa con «esta pala­bra»; así que la interrupción es una estrategia del historiador. El nuevo grito confirma la pa­labra que el Señor dirigió a Pablo (v. 18). 23. lanzando polvo al aire: cf. Beginnings 5.269-77. 24. que lo sometieran a los azotes para averi­guar: Esta medida, con la que el tribuno que­ría averiguar la verdad, era legal solamente en los casos de extranjeros y esclavos, así que la declaración de Pablo de que era ciudadano ro­mano cancela rápidamente el procedimiento (cf. Beginnings 4.282; 5.305). 25. a azotar a un romano: De nuevo, Pablo apela a la Lex Porcia (cf. comentario sobre 16,37). Entre 21,39 (pro­cedencia de Tarso) y 25,10, apelación al César, se produce una intensificación dramática en la que este texto funciona como baluarte in­termedio. 28. yo la tengo de nacimiento: – Pa­blo, 79:15-17. Pablo tiene incluso una posición más alta que el tribuno en la escala social ro­mana. Dión Casio (Hist. Rom. 60.17.5-6) nos da una idea del desembolso económico que implicaba comprar la ciudadanía.

(Betz, O., «Die Vision des Paulus im Tempel von Jerusalem», Verborum Ventas [Fest. G. Stahlin, ed. O. Bócher et. al., Wuppertal 1970] 113-23. Bur­chard, Der Dreizehnte Zeuge [→ 50 supra]. Jervell, Luke and the People of God [→ 85 supra] 153-83. Loning, Saulustradition [→ 54 supra], Stolle, Zeuge [→ 54 supra].)

115 (iv) Pablo ante el sanedrín (22,30-23,11). En medio de un «haz de improbabili­dades históricas sin paralelos en el resto de la obra de Lucas» (Roloff, Apg. 326), se nos exige aquí un gran esfuerzo para poder entender el recurso del tribuno al sanedrín, su improbable competencia para convocarlo y determinar su orden del día, el carácter de la asamblea (reu­nión o proceso, w. 30.6), el ataque de Pablo y su maldición, y, posteriormente, su increíble protesta de no haber reconocido al sumo sacer­dote y su manipulación del odium theologicum de las distintas facciones para su propio bene­ficio. Cualquiera que sea su fundamento histó­rico, este texto es una clara referencia a los procesos ante el sanedrín que sufrieron Jesús (Lc 22,63-71), Pedro y Juan (4,5-22), los após­toles (5,26-40) y Esteban (6,12-7,60), y forma un continuum histórico con ellos. De este mo­do, el proceso judicial contra el Jesús terreno se prolonga a través de cuatro procesos en He­chos, en los que el acusado es el Cristo del ke­rigma (Stolle, Zeuge [→ 54 supra] 234). 30. a todo el sanedrín: → Lucas, 43:167. 23,1. una buena conciencia: cf. 24,16; 2 Cor 1,12. he vivi­do: El vb. gr. politeuesthai significa «cumplir el propio papel en la sociedad» (cf. Flp 1,27). has­ta el día de hoy: Abarca la vida de Pablo como judío y como cristiano, implicando que no hay ruptura entre las dos fases (v. 6; 26,4-7). 2. sumo sacerdote Ananías: Hijo de Nadabeo, de­sempeñó el cargo entre el 47 y el 59 d.C. (Jose­fo, Ant. 20.5.2 § 103; 20.9.2-3 § 204-08; His­toria, 75:155). 3. Dios te va a golpear a ti: ¿Se escribió esta maldición a posteriori tras el ase­sinato de Ananías a comienzos de la primera rebelión judía (De Bell. 2.17.6 § 429; 2.17.9 § 441)? violando la ley: cf. Lv 19,15. 5. no sabía: Esta respuesta, altamente improbable, con su cita de Éx 22,27, mantiene al héroe lucano en fidelidad a la ley incluso en su enfrentamiento contra la más alta autoridad judía. 6. saduceos y… fariseos: cf. comentario sobre 4,1 .yo soy fa­riseo: Que era judío, el mismo Pablo lo dice (Flp 3,5); pero que sea ya un cristiano es una expresión lucana, que, en beneficio del argu­mento, llegará a su culmen en 26,5-8 (cf. J. Ziesler, NTS 25 [1978-79] 146-48). la esperanza y la resurrección: Es una endíadis; significa que la esperanza de Pablo es la resurrección (24,15; 26,6-8). Vuelve a ilustrar de nuevo la identifi­cación de ley y promesa que Lucas ha realiza­do, y que es contraria a la estricta separación paulina de estos dos conceptos (cf. comentario a 22,3; 24,14-25). 8. no hay resurrección, ni án­geles, ni espíritus: Unicamente la primera nega­ción tiene un fundamento en las fuentes judías (Ant. 18,1.4 § 16; Bell. 2.8.14 § 165); los otros elementos completan el contrapunto al argu­mento de los fariseos a favor de Pablo (v. 9). Puesto que Lucas no explica el fundamento del punto de vista de los saduceos sobre su con­cepción rigorista de la Torá, quedan caracteri­zados como unos racionalistas burlones (cf. Lc 20,27-33). 9. un espíritu o un ángel: Quienes apoyan a Pablo remiten a su visión de Damas­co (22,6-10); el reconocimiento de su realidad está en perfecto acuerdo con su teología (v. 8). 11. el Señor se le apareció: Esta consoladora vi­sión (cf. 18,9; 27,24) erige un mojón funda­mental en el relato lucano: Ha terminado el testimonio de Pablo en Jerusalén, y se deja en­trever la meta de su misión en Roma, contem­pladas ambas bajo la «necesidad» (dei) del ver­dadero plan de Dios (cf. 19,21).

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

BD473(1) Los pronombres no enfáticos se colocan tan cerca del principio de la oración como sea posible, como ocurre aquí con μοῦ.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

[1] Lo Judío de Israel.

[2] No solamente a los paganos, sino a todo hombre llenando las naciones.

[3] Los Israelitas del primer siglo no íban a la iglesia los Domingos, y nosotros tampoco debemos de ir.

[4] A todas las naciones Israelitas, o Efrayím.

[5] La multitud quería que muriera, porque tuvo la atrevimiento de salir y traer a Efrayím devuelta a casa para ser coherederos en Israel. Cuando oyeron del amor de YHWH hacia las naciones, perdieron el control. Lamentablemente, la misma actitud sigue siendo cierto hoy día entre los creyentes e incrédulos de Judah.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero