Cuando los trajeron, los presentaron al Sanedrín, y el sumo sacerdote les preguntó
5:27, 28 — Cuando los trajeron los presentaron en el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre. — ¡Cómo aborrecían a Jesús! No querían ni siquiera pronunciar su nombre! Dicen, «ese nombre» y «ese hombre». No querían ensuciar su boca con el nombre «Jesús». ¡Qué buen testimonio en cuanto al éxito de la predicación de los apóstoles! Hicieron dos acusaciones: (1) Desobedecieron al concilio; y (2) culparon al concilio de haber derramado sangre inocente. Pedro glorifica el nombre de Jesús, pero los oficiales ni siquiera quieren pronunciar el nombre de Jesús; dicen «este hombre». Aquí está la actitud común del pecador: no quiere que nadie le acuse de su pecado o crimen. Con muchas ganas los judíos habían derramado sangre inocente, pero ahora están muy resentidos cuando son acusados de ello.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
los presentaron en el concilio. Hch 4:7; Hch 6:12; Hch 22:30; Hch 23:1; Luc 22:66.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
echar sobre nosotros la sangre de ese hombre: Una respuesta a la acusación de los discípulos de que los líderes judíos crucificaron personalmente a Jesús (v. Hch 5:30 y vea también Hch 4:10). Ellos no se habían librado de Jesús todavía, por lo que se defendían cada vez más. Ellos rehusaban aceptar a Jesús como el Mesías porque no querían perder su autoridad.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
5:27, 28 — Cuando los trajeron los presentaron en el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre. — ¡Cómo aborrecían a Jesús! No querían ni siquiera pronunciar su nombre! Dicen, «ese nombre» y «ese hombre». No querían ensuciar su boca con el nombre «Jesús».
¡Qué buen testimonio en cuanto al éxito de la predicación de los apóstoles! Hicieron dos acusaciones: (1) Desobedecieron al concilio; y (2) culparon al concilio de haber derramado sangre inocente. Pedro glorifica el nombre de Jesús, pero los oficiales ni siquiera quieren pronunciar el nombre de Jesús; dicen «este hombre». Aquí está la actitud común del pecador: no quiere que nadie le acuse de su pecado o crimen. Con muchas ganas los judíos habían derramado sangre inocente, pero ahora están muy resentidos cuando son acusados de ello.
La primera acusación se contesta en el ver. 29. En cuanto a la segunda, ¿no recuerdan estos hombres lo que habían dicho poco antes acerca de la sangre de Jesús? «Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos» (Mat 27:25). ¿Por qué el cambio de parecer? Porque cuando pronunciaron esas palabras no se imaginaban que Jesús resucitaría de entre los muertos, sino que creían que ya estaban acabando con El para siempre. Pero la resurrección de Jesús causó un gran problema para ellos, y ahora cantan otro refrán. ¡Los acusadores ahora son los acusados!
Una prueba principal que confirma que ellos habían derramado sangre inocente fue la resurrección de Jesucristo, porque si Jesús hubiera sido un criminal, ¡Dios no lo habría resucitado de los muertos!
Es interesante observar que lo que dicen aquí indica que en cuanto a la muerte de Jesús, alguien tenía culpa, porque la expresión «echar la sangre sobre» indica una muerte injusta. Judas reconoció esto: «Yo he pecado entregando sangre inocente» (Mat 27:4). Si Cristo hubiera sido un criminal, según la acusación de los gobernantes, entonces, nadie tendría culpa con respecto a su muerte. No se habla de echar sobre alguien la sangre de criminales, porque es justo su castigo, pero si la sangre de Cristo se echa sobre alguien, entonces esto indica que El era inocente y que su muerte fue injusta.
La conducta de los oficiales bien ilustra lo que Pablo dice en 2Ti 3:13 («los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor»). No podían escapar de la sentencia de que eran culpables de la sangre de Cristo, pero en lugar de arrepentirse y obtener el perdón de Dios, iban de mal en peor tratando de destruir a los apóstoles de Cristo (querían derramar más sangre inocente).
Es pecado aborrecer a los judíos, como lo hacen muchos. Siempre han sido una raza perseguida y a veces en forma muy exagerada y escandalosa. Los cristianos deben desear una sola cosa: su salvación (Rom 10:1-2); como dice Pedro en esta misma ocasión: «para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados» (ver. 31). Sin embargo, el Nuevo Testamento afirma con toda claridad el papel de los judíos en cuanto a la muerte de Jesús, y todo esfuerzo hecho hoy en día para negar su culpa es absurdo.
Fuente: Notas Reeves-Partain
el concilio. O sea, el Sanedrín. Véase coment. en 4:5.
Fuente: La Biblia de las Américas
Lit., en
O, Sanedrín