Los apóstoles que estaban en Jerusalén, al oír que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan,
8:14-17 — Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. — ¿Qué recibieron los samaritanos en esta ocasión? No fue el bautismo con el Espíritu Santo, porque esta promesa fue solamente para los apóstoles (1:4, 5, 8; 2:1-4) y para Cornelio y su casa (10:45, 46; 11:15, 16). El poder bautismal del Espíritu Santo no se recibió a través de la oración y la imposición de manos (8:17).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
y los apóstoles. Hch 8:1; Hch 11:1, Hch 11:19-22; Hch 15:4; 1Ts 3:2.
recibido la palabra de Dios. Hch 2:41; Hch 17:11; Mat 13:23; Jua 12:48; 1Ts 2:13; 2Ts 2:10.
enviaron allá a Pedro y a Juan. Hch 3:1-3; Gál 2:9.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
los apóstoles … Pedro y Juan: Jesús le dio a Pedro las «llaves del reino» (Mat 16:19). Él abriría las puertas a los judíos (cap. Hch 2:1-47), los samaritanos (cap. Hch 8:1-40) y los gentiles (cap. Hch 10:1-48).
EN PROFUNDIDAD
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Testigos en Samaria
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Jesús dijo a sus discípulos que fueran testigos no sólo en Jerusalén, sino en Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra (Hch 1:8). Tal como comienza el capítulo Hch 8:1-40, posiblemente ya pasaron algunos años y la Iglesia no ha salido de Jerusalén. Ciertamente, fue la persecución la que ocasionó el traslado de la gente para cumplir el mandato.
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¿A qué se debe esto? Jerusalén no era la ciudad natal de los apóstoles. La iglesia no tenía construcciones allí. Las autoridades ciertamente no le darían la bienvenida. ¿Por qué, entonces, esa aversión a marcharse?
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Un factor posible es que los apóstoles crecieron en una cultura dividida profundamente por los límites étnicos. Para ellos, predicar el evangelio a los judíos en Jerusalén era un desafío, pero uno superable. Pero el dar el evangelio a los samaritanos era mucho más difícil. Quizá, eso explica por qué los apóstoles prefirieron permanecer en Jerusalén a pesar de la persecución de Saulo (Hch 8:1).
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Pero un hombre que probablemente era un griego judío (que hablaba griego), Felipe, cruzó la barrera entre judíos y samaritanos. Como veterano de la obra intercultural (Hch 6:1-7), conocía por experiencia propia lo que significaba ser un ciudadano de segunda clase. Cuando dio a conocer la palabra en Samaria, multitudes le respondieron. El evangelio superó la barrera de la separación.
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Las noticias del reavivamiento alcanzaron a los apóstoles en Jerusalén, por lo que mandaron a Pedro y Juan para investigar. Los dos galileos debieron quedar pasmados y, sin dudas, humillados por lo que encontraron. Juan, que una vez pidió mandar fuego del cielo sobre los incrédulos samaritanos (Luc 9:52-54), ahora se une a Pedro en la oración para que el Espíritu Santo venga sobre los nuevos creyentes.
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Irónicamente, Pedro condenó a Simón el mago, por tratar de comprar el poder del Espíritu con dinero. Le dijo: «En hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás» (Hch 8:23). Pero la hiel de amargura y la prisión de maldad también están detrás de los que permiten que las diferencias étnicas eviten que los samaritanos y otros entren en el Reino.
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Pedro y Juan eran diferentes cuando regresaron a Jerusalén. Nótese que finalmente comenzaron a predicar en los poblados samaritanos (Hch 8:25). El muro del odio racial fue derribado. Los samaritanos ahora abrazaban el evangelio, y al fin, dos de los apóstoles comenzaron a abrazar a los samaritanos.
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Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
8:14-17 — Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. — ¿Qué recibieron los samaritanos en esta ocasión?
No fue el bautismo con el Espíritu Santo, porque esta promesa fue solamente para los apóstoles (1:4, 5, 8; 2:1-4) y para Cornelio y su casa (10:45, 46; 11:15, 16). El poder bautismal del Espíritu Santo no se recibió a través de la oración y la imposición de manos (8:17).
No fue «el don del Espíritu Santo» prometido el día de Pentecostés («Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en le nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» 2:38), porque esta bendición no vino a través de la oración y la imposición de manos. Cuando los samaritanos fueron bautizados, recibieron el don del Espíritu Santo (2:38), porque esta bendición es para todos los que se arrepienten y se bautizan para perdón de pecados. Se debe recalcar que cuando los samaritanos fueron bautizados fueron salvos, porque «El que creyere y fuere bautizado será salvo» (Mar 16:16).
Lo que los samaritanos recibieron no tuvo nada que ver con la remoción del supuesto pecado original. El pecado no es algo que se herede sino la transgresión de la ley (1Jn 3:4).
Lo que los samaritanos recibieron no tuvo nada que ver con la supuesta segunda obra de gracia (una teoría errónea de algunos evangélicos que significa la completa santificación, o sea, que con esta bendición no se vuelve a pecar).
Entonces ¿qué recibieron los samaritanos? En este texto (8:14-17) Lucas se refiere al poder milagroso del Espíritu Santo. Los apóstoles testificaban y hablaban la palabra de Dios (8:25), confirmaban las iglesias (14:22), escogían ancianos en cada iglesia (14:23), etc., y también impartían dones espirituales a los nuevos conversos. Compárese Rom 1:11; Pablo quería ir a Roma para impartirles algún don espiritual. El libro de Hechos es un libro de ejemplos, es decir, tenemos el relato de algunos casos que representan muchos otros casos. Lo que los apóstoles hicieron en esta ocasión representa una práctica común. En estos primeros años de la iglesia no existía el Nuevo Testamento escrito. Por varios años no hubo ningún libro escrito del Nuevo Testamento. Desde luego, Pablo no podía comenzar a escribir cartas a las iglesias antes de establecerlas.
Lo que los samaritanos recibieron cuando Pedro y Juan les impusieron las manos fue algo que Simón podía observar («Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero», ver. 18). Este poder fue semejante al poder que Felipe tenía (y semejante al poder recibido por los efesios cuando Pablo les bautizó y les impuso las manos, 19:6).
Felipe podía hacer milgros pero no podía impartir este poder a otros . Solamente los apóstoles podían impartir este poder a otros (19:6; Rom 1:11; 2Ti 1:6 y probablemente Hch 6:6). El caso de Saulo (9:17, véase notas) no es una excepción. Tampoco el caso de Timoteo (1Ti 4:14). Dice este texto, «No descuides el don que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio». Timoteo no recibió el don de Dios por la imposición de las manos de los ancianos (esto fue hecho de Pablo), sino que le fue dado un don con la imposición de las manos del presbiterio. (Véase Hch 13:3; 1Ti 5:22, la práctica de imponer las manos para seleccionar o encomendar a cierta persona para algún trabajo). Al morir los apóstoles los dones cesaron.
— oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo — Los apóstoles no podían impartir el poder del Espíritu Santo por su propia voluntad, sino que oraron a Dios para que los samaritanos recibiesen este poder. No fue necesario que los apóstoles oraran para recibir ellos mismos el bautismo con el Espíritu Santo (1:4, 8); tampoco fue necesario que oraran para que los bautizados recibieran el don del Espíritu Santo (2:38).
Lucas nos dice (Luc 9:54) que un una ocasión cuando los samaritanos no recibieron a Jesús y sus apóstoles, Jacobo y Juan dijeron, «Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?» Ahora con toda gratitud algunos samaritanos reciben a Pedro y Juan.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LO QUE NO SE PUEDE COMPRAR NI VENDER
Hechos 8:14-25
Cuando los apóstoles oyeron en Jerusalén que Samaria había recibido el Evangelio, comisionaron a Pedro y a Juan para que fueran a ver. Y Pedro y Juan, cuando llegaron, oraron para que los samaritanos convertidos recibieran el Espíritu Santo, porque todavía no había descendido sobre ninguno de ellos, sino solamente se habían bautizado en el Nombre del Señor Jesús. Entonces Pedro y Juan les impusieron las manos, y los convertidos recibieron el Espíritu Santo.
Cuando Simón vio que el Espíritu Santo se impartía mediante la imposición de manos de los apóstoles, les ofreció dinero y les dijo:
-Dadme a mí también este don de hacer que reciban el Espíritu Santo cuando yo imponga las manos.
-¡Tú piérdete con tu dinero, por pensar que puedes comprar lo que Dios otorga gratuitamente! Tú no tienes arte ni parte aquí, porque tu corazón no es como es debido con Dios. ¡Arrepiéntete de tu maldad, y pídele a Dios que te perdone, si es posible, el que se te ocurriera tal cosa! Veo que tienes el corazón más amargo que la hiel y más negro que una mazmorra.
-Pedid vosotros por mí al Señor -dijo Simón-, para que no me suceda nada de lo que habéis dicho.
Pedro y Juan, después de comunicarles a los samaritanos el mensaje del Señor y demostrarles su verdad con pruebas irrefutables, se volvieron para Jerusalén predicando el Evangelio en muchos otros pueblos samaritanos.
Simón no era un tipo tan raro en el mundo antiguo. Había muchos astrólogos, adivinos y magos, y en una época tan crédula ejercían una gran influencia y se ganaban la vida cómodamente. No hay nada de sorprendente en esta historia, cuando aun en nuestros tiempos no se han acabado los adivinos y los astrólogos, como se puede ver en muchas revistas populares. No hay que pensar que Simón y sus congéneres eran timadores profesionales. Muchos de ellos se habían engañado a sí mismos y creían en sus poderes antes de engañar a otros.
Para entender lo que pretendía Simón tenemos que comprender algo del ambiente y de la práctica de la Iglesia Primitiva. La venida del Espíritu Santo sobre una persona se relacionaba con ciertos fenómenos visibles y audibles, sobre todo con el don de lenguas (véase Hch 10:44-46 ). En el judaísmo, la práctica de la imposición de manos era bastante corrien- te, y con ella se creía que se transferían ciertas cualidades de una persona a otra. No tenemos que pensar que esto representara un punto de vista materialista de la comunicación del Espíritu Santo; más bien se pone el acento en el carácter del que impone las manos. Los apóstoles eran respetados hasta tal punto que el mero hecho de sentir el contacto de sus manos era una profunda experiencia espiritual. Si se me permite hacer referencia a una experiencia personal, yo recuerdo que me llevaron a ver a un hombre que había sido uno de los grandes hombres de Dios de la Iglesia. Yo era muy joven, y él muy anciano. Me dejaron a solas con él un momento, y en ese instante puso sus manos sobre mi cabeza y me bendijo. De esto hace más de cincuenta años, pero todavía puedo sentir la profunda impresión de aquel momento. Algo así era la imposición de manos en la Iglesia Primitiva.
A Simón le impresionaban los efectos visibles de la imposición de manos, e intentó comprar la capacidad para hacer lo que hacían los apóstoles. Del nombre de Simón nos ha quedado la palabra simonía, que quiere decir la compra y venta indigna de dignidades eclesiásticas. Simón tenía dos faltas:
(i) No estaba tan interesado en que la gente recibiera el Espíritu Santo como en el poder y prestigio que eso le reportaría a él. Esta exaltación del ego es un peligro que acecha especialmente al pastor y al predicador. Es verdad que deben irradiar luz; pero también lo es -como decía James Denneyque no se puede demostrar que uno es maravilloso y que Cristo es poderoso para salvar.
(ii) Simón olvidó, o no sabía, que ciertos dones dependen del carácter. No se compran con dinero. También aquí deben tener cuidado los predicadores y los pastores. «La predicación es la comunicación de la verdad por medio de la personalidad.» Para comunicar a otros el Espíritu hay que ser, no un hombre rico, sino un hombre controlado por el Espíritu.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
REFERENCIAS CRUZADAS
p 437 Hch 11:1
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
los apóstoles…en Jerusalén. En todo el libro de Hechos, los apóstoles supervisan la iglesia. Cuando oyeron acerca de los eventos en Samaria, enviaron a Pedro y a Juan .
Fuente: La Biblia de las Américas
Aunque los samaritanos habían sido bautizados con agua (v. Hch 8:12), el don del Espíritu Santo fue demorado hasta que vinieron Pedro y Juan y les impusieron las manos. Normalmente, el Espíritu es dado en el momento de creer (Hch 10:44; Hch 19:2; Efe 1:13). No obstante, en este caso era necesario que los samaritanos quedasen así identificados con los apóstoles y con la iglesia de Jerusalén, a fin de que no pudiese surgir una iglesia cristiana en Samaría, rival de la iglesia de Jerusalén.