EN PERSONA

Isaías el profeta

En cierta manera, Isaías rechazó todo lo que sus contemporáneos consideraban valioso: La riqueza, los pactos, la protección y las astutas estrategias militares. Pero aunque fue criticado, permaneció fiel a su palabra.

En una extraordinaria visión de la corte celestial, Dios llamó a Isaías para que fuera mensajero de su pueblo. El nombramiento fue glorioso, pero su tarea, todo un reto. Debía enfrentar a la gente de Judá con la verdad: Habían quebrado el pacto con Jehová, se habían rebelado contra Dios, y debían asumir las consecuencias de sus pecados (2Re 6:1-13; Deu 28:1-68).

Isaías no fue insensible cuando entregó su mensaje de condena. Con el corazón quebrado, gritó: «¿Hasta cuándo, Señor?» (Isa 6:11). ¿Cuánto tiempo más permanecerá Israel rebelde? La hipocresía de Israel le asqueaba, pero no se acobardaba cuando debía compararlos con los gobernadores de Sodoma y Gomorra (Isa 1:10-20). Aún cuando advertía del trágico final del malvado, también instaba al penitente y al afligido a poner sus esperanzas en Dios.

Incluso el nombre de Isaías, que significa «Dios salva», era una señal para la nación (Isa 8:18), tal como los nombres de sus hijos: Sear-Jashub, que significa «un remanente volverá» (Isa 7:3); y Maher-salal-hasbaz, que quiere decir «el despojo se apresura, la presa se precipita» (Isa 8:1-4). Estos nombres apuntan a la salvación de Dios que viene. Aunque la nación enfrente la disciplina del Señor, pronto vendrá la salvación. Un remanente de los israelitas retornará a la tierra y vivirán la bendición del Señor. Ciertamente, todo el libro de Isaías aborda la teología del remanente, el juicio del malvado y la salvación del creyente.

Con una crisis sobre otra, las invasiones asirias y la guerra en contra de Jerusalén, Isaías mantuvo firme el puño en Dios. Consideraba la ayuda humana vana e idólatra por lo que sólo confió en el único Dios para su fortaleza (Isa 30:1-5). Como un vigía de Judá apeló en nombre del pueblo a Jehová (Isa 59:9-15; Isa 62:6, Isa 62:7; Isa 64:1, Isa 64:2). La misma boca que expuso los pecados de la gente, intercedió por ellos fervorosamente. Isaías no fue sólo un mensajero, sino que también fue un guardián consciente que protegió al pueblo de Dios.