Comentario de Isaías 6:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

En el año que murió el rey Uzías, vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime; y el borde de sus vestiduras llenaba el templo.

Año 3245 a.C.

En el año. 2Re 15:7.

que murió el rey Uzías. 2Cr 26:22, 2Cr 26:23.

ví yo al Señor. Éxo 24:10, Éxo 24:11; Núm 12:8; Eze 1:1, Eze 1:25-28; Jua 1:18; Jua 12:41; 1Ti 6:16.

sentado. Isa 66:1; 1Re 22:19; Eze 10:1; Dan 7:9; Mat 25:31; Apo 3:21; Apo 4:2, Apo 4:10; Apo 5:1, Apo 5:7; Apo 6:16; Apo 7:15-17.

sobre un trono alto y sublime. Isa 12:4; Isa 57:15; Sal 46:10; Sal 108:5; Sal 113:5; Efe 1:20, Efe 1:21.

y sus faldas llenaban el templo. 1Re 8:10, 1Re 8:11; Apo 15:8.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Isaías, en una visión del Señor en su gloria, Isa 6:1-4,

estando aterrorizado, recibe limpieza, Isa 6:5-7.

Él se ofrece, y es enviado para mostrar la obstinación de la gente que los llevará a su ruina, Isa 6:8-12.

Un remanente será salvado, Isa 6:13.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

El llamado de Isaías a ser profeta de Dios consta de cinco secciones:

(1) la situación histórica (v. Isa 6:1);

(2) la sorprendente visión de Isaías (vv. Isa 6:2-4);

(3) su nuevo interior (v. Isa 6:5);

(4) su llamado (vv. Isa 6:6-8); y

(5) su misión (vv. Isa 6:9-13).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

El rey Uzías murió en el año 740 a.C lo que señala el fin de una era. Este buen rey (2Cr 26:1-15) finalmente fue reemplazado por el malvado rey Acaz (Isa 7:1); lo que cambiaría la relativa prosperidad de la primera mitad del siglo octavo a.C. por las guerras sirio efrainitas y por las campañas asirias en Israel. El rey Uzías se había convertido en uno de los mejores gobernantes de Judá, pero había sucumbido al orgullo (2Cr 26:1-5) lo que lo llevó a su condición de leproso. Cuando se volvió orgulloso, Dios tuvo que disciplinarlo. El trono donde el Señor se sienta, alto y exaltado, representa su gobierno eterno, universal y soberano. Él está por sobre otros reyes, pero al mismo tiempo está consciente del bienestar de su pueblo.

templo quiere decir «palacio», el trono del Señor en la tierra con su contraparte en el cielo.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

EN EL AÑO QUE MURIÓ EL REY UZÍAS. Fue aproximadamente el año 740 a.C. (cf. 2Cr 26:16-21). Aunque Isaías pudiera haber profetizado antes (caps. Isa 1:1-31; Isa 2:1-22; Isa 3:1-26; Isa 4:1-6; Isa 5:1-30), ahora recibió una visión de Dios, fue limpiado de su pecado y se le dio la especifica misión de proclamar la palabra de Dios a un pueblo espiritualmente ciego, sordo e insensible (vv. Isa 6:9-10).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

VI YO AL SEÑOR. Esta visión le dio a Isaías una debida comprensión de su mensaje y llamamiento. Revelaba uno de los principales asuntos del libro, es decir, que la gloria, la majestad y la santidad de Dios exigen que quienes le sirven también deben ser santos. Las iglesias actuales necesitan de igual modo una visión de Dios en medio de ellos como el santo Señor y Juez de todos. El reconocimiento de la necesidad de su obra santificadora en la vida del creyente acompañará inevitablemente tal visión. El resultado pudiera ser parecido al de Isaías: confesión sincera, limpieza gloriosa y capacitación poderosa de Dios con respecto a su voluntad y llamamiento (vv. Isa 6:5-8; cf. Apo 1:13-17).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

6. Teofania en el Templo.
En este capítulo, según común opinión, se narra la visión inaugural en la que Isaías fue solemnemente investido como profeta de Yahvé, al estilo de las vocaciones de Jeremías y Ezequiel 1. Así, pues, cronológicamente este capítulo debiera estar al principio del libro canónico de las profecías de Isaías. Pero quizá esta teofanía fue hecha pública por el profeta después de transcurridos varios años de su ministerio. Algunos creen que ocupa el lugar actual como introducción a la colección de oráculos, comprendidos en el llamado “Libro del Emmanuel” (c.7-9). En todo caso, sabemos que la disposición actual de los oráculos es irregular y no responde siempre a su sucesión cronológica, ni aun lógica muchas veces.

La Aparición de Yahvé (1-7).
1 El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre su trono alto y sublime, y sus haldas henchían el templo. 2 Había ante El serafines, que cada uno tenía seis alas: con dos se cubrían el rostro y con dos se cubrían los pies, 3 y con las otras dos volaban, y los unos y los otros se gritaban y se respondían: Santo, Santo, Santo, Yahvé de los ejércitos! Está la tierra llena de su gloria. 4 A estas voces temblaron las puertas en sus quicios, 5 y la casa se llenó de humo. Yo me dije: “¡Ay de mí, perdido soy, porque, siendo un hombre de impuros labios, que habita en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Yahvé de los ejércitos!” 6 Pero uno de los serafines voló hacia mí, teniendo en sus manos un carbón encendido, que con las tenazas tomó del altar, 7 y, tocando con él mi boca, dijo: “Mira, esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido quitada, y borrado tu pecado.”

Yahvé se aparece al profeta en su trono deslumbrante de gloria, rodeado de su escolta de honor, los ángeles; tan memorable teofanía tuvo lugar en el año de la muerte del rey Ozías, es decir, hacia el 740.2 Como un rey oriental, Yahvé viene envuelto en un manto con gran vuelo, signo de majestad, con el que llena la superficie del templo de Jerusalén en un momento en que quizá estaba Isaías en oración.3 El templo era símbolo de la presencia real de Yahvé en su pueblo, como antes lo había sido el tabernáculo del desierto 4. En su escolta de honor figuraban unos seres misteriosos, que el profeta llama serafines5, de forma humana, considerados como seres celestiales. En la Biblia no vuelven a mencionarse estos seres angélicos con dicho nombre de serafines. En la aparición están volando, como formando un cortejo de honor al trono del Señor,6 y con dos de sus alas se cubren la faz en señal de respeto y veneración, pues nadie podía mirar cara a cara a Dios,7 y con otras dos se cubren sus pies, probablemente eufemismo para indicar la desnudez de su cuerpo, y, por fin, con las otras dos se sostienen en el aire, formando como un halo de gloria y majestad. Y a coro responden: Santo, Santo, Santo, lo que es un semitismo para indicar una cosa santísima. 8 No hay, pues, razón para ver aquí, con algunos teólogos antiguos, la revelación de las tres personas de la Santísima Trinidad. Dios es el Santo, el puro, el incontaminado por excelencia, trascendente sobre toda común criatura, y este carácter de deslumbrante pureza es lo que hace temblar a Isaías, lleno de imperfecciones, y que habita además en un pueblo sumamente materialista e imperfecto (v.4). Está la tierra llena de su gloria, es decir, toda la tierra se halla penetrada del sello de la santidad de Dios, ya que la gloria no es sino la manifestación de la misma santidad íntima de Dios, que en la literatura del A.T. es lo característico de la divinidad.
Ante este grito de alabanza temblaron las puertas en sus quicios (v.4), y la casa se llenó de humo, “el humo de la gloria de Dios.” 9 Dios se había manifestado a los padres en el desierto durante el día en forma de nube, y en la noche en forma de fuego para guiarlos. Aquí más bien se destaca la trascendencia de Dios, quien para no dejarse ver totalmente se rodea de una nebulosa humeante, precisamente para que el profeta recobre confianza y no desmaye ante la presencia del Señor. Cuando la dedicación del templo, también la “gloria de Dios” se manifestó en forma de una nube de humo que llenó todo el recinto.10
El profeta quedó aterrado ante la majestad de Dios, y su primera reflexión fue que estaba condenado a muerte, porque había visto al Rey, Yahvé de los ejércitos. Era corriente entre los israelitas creer que nadie podía ver a Dios sin morir al instante n. Esta creencia general impresionó particularmente al profeta, porque se reconocía de labios impuros, es decir, impuro, pecador, y por otra parte se hallaba particularmente solidarizado con un pueblo también de labios impuros. Isaías hubiera querido alternar con los serafines en la proclamación de la santidad de Dios, pero sus labios se hallaban contaminados con mil impurezas, como su pueblo.
Ante esta confesión de su propia impureza, uno de los serafines tomó un carbón encendido y le purificó los labios, limpiándole simbólicamente de todo lo profano que pudiera separarle de la santidad de Dios. Y, sobre todo, lo simbólico de esta acción está en función de la misión de predicar el mensaje de Dios a su pueblo, que se indicará a continuación (v.8). El fuego era símbolo de purificación y de santidad 12, por aquello de que purifica los metales preciosos en el crisol, separando las escorias. Isaías, purificado, era apto para la misión que Dios le iba a confiar, sirviendo de transmisor del mensaje de Yahvé a su pueblo (v.7).

Misión del Profeta (8-10).
8 Y oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré y quién irá de nuestra parte? Y yo le dije: Heme aquí, envíame a mí. 9 Y El me dijo: Ve y di a ese pueblo: Oíd, y no entendáis; 10 ved, y no conozcáis. Endurece el corazón de ese pueblo, tapa sus oídos, cierra sus ojos. Que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni entienda su corazón, y no sea curado de nuevo.

El profeta hasta entonces no había oído la voz de Dios, aunque había sentido sensiblemente su presencia. Una vez que sus labios han sido purificados, se ha hecho digno de entablar diálogo con la misma divinidad, lo que antes no era concebible. Dios aparece en toda su majestad rodeado de su corte celestial con los serafines y ángeles como guardia de corps, y entabla un diálogo en alta voz con ellos: “¿A quién enviaremos de nuestra parte?” No es una locución mayestática, sino coloquial y confidencial, como un rey que trata los asuntos de su reino en un consejo de ministros. Hay una necesidad urgente de predicar un mensaje divino al pueblo escogido, pero es necesario encontrar antes la persona apta que vaya como embajador extraordinario a ganar para Dios a aquel pueblo descarriado. En realidad, la razón última de esta embajada es procurar la gloria de Dios en esa tierra de Israel, y sus servidores los ángeles están muy interesados en la manifestación plena de esta “gloria de Dios,” no sólo en el templo, sino en la vida cotidiana y real de Israel; por eso Dios les habla en términos confidenciales: ¿A quién enviaremos de nuestra parte? 13 Algunos Padres han visto en este plural coloquial de nuestra parte (“nobis” de la Vg) una alusión al misterio de la Trinidad. Pero el contexto se explica perfectamente atribuyendo ese plural a los diversos personajes que intervienen en la visión, sin acudir a nociones que parecen extrañas al autor sagrado en el tiempo de la composición de su libro. Aunque en la locución anterior Dios no se dirigía directamente al profeta, sin embargo, el coloquio con sus ministros lo tiene en alta voz, para que oiga el mismo Isaías y se ofrezca espontáneamente al cumplimiento de esta misión de reavivar la sensibilidad religiosa del pueblo escogido. Por eso el profeta, atónito ante este espectáculo y movido de su profundo espíritu religioso, que le impulsaba a misiones espiritualistas, se ofrece al punto al Señor: Heme aquí, envíame. En realidad no sabía qué misión concreta se le iba a confiar, aunque intuía que se trataba de una acción de apostolado entre su pueblo.
La respuesta está llena de la generosidad y del incondicional abandono en las manos de Dios que caracteriza al gran profeta, el cual nunca protestará de la pesada carga de su misión, como lo hará el afectivo Jeremías, si bien las circunstancias históricas en que se desenvolvió la vida del profeta de Anatot fueron mucho más trágicas y amargas, e incluso su misión más ingrata, ya que ante el pueblo aparecerá siempre como traidor a los intereses nacionales de su patria. Es interesante notar cómo Dios habla de este pueblo, sin decir, como otras veces, “mi pueblo,” lo que parece insinuar un dejo de irritación y de desengaño respecto de la conducta de aquel pueblo que en realidad había escogido como suyo entre todos los pueblos, como instrumento de sus designios providenciales históricos. Así, pues, la expresión este pueblo tiene un matiz de desprecio, como una especie de queja amarga de un amor que no ha sido correspondido. La expresión puede aplicarse a los habitantes de Jerusalén, pero probablemente se refiere a los habitantes del reino de Judá, quizá sin excluir a los del reino del norte 14. Se refiere a la nación en su estado religioso actual. La misión encomendada al profeta es desconcertante: su predicación va a ser la ocasión del endurecimiento de corazón de su pueblo.
Las frases son de lo más duro: di a ese pueblo: endurece el corazón de ese pueblo. para que no vea y sea curado (v.10). A primera vista, estas expresiones parecen indicar que la misión de Isaías era precisamente insensibilizar espiritualmente al pueblo escogido, lo que no es concebible dentro de los designios misericordiosos de la economía divina. Es aquí cuando es necesario acudir a los géneros literarios de los escritores orientales, que no entienden los medios tonos; para dar más vigor a la frase y causar más impresión en los lectores, presentan las cosas con vivos contrastes violentos, buscando las frases absolutas, la paradoja, para resaltar más la idea principal. Es el procedimiento literario que también empleará el Salvador al predicar a las muchedumbres para grabarles más sus ideas: “el que no odiare a su padre y a su madre. no puede ser mi discípulo” (nosotros matizaríamos más el pensamiento: el que antepone los intereses familiares y de sangre a los intereses espirituales no es apto para el reino de los cielos); “si alguno te hiere en la mejilla, vuélvele la otra”; “si te piden tu manto, dales la túnica” (naturalmente, estas frases no podemos entenderlas al pie de la letra, sino que lo que quiere Jesús inculcar es el espíritu de mansedumbre y de desprendimiento en aras de los superiores intereses espirituales, que siempre deben privar entre los ciudadanos del nuevo reino).
Indudablemente que, en el caso de Isaías, Dios quiere ante todo la conversión de Israel, y precisamente la misión histórica de Isaías será una llamada constante al arrepentimiento y al retorno a Dios. Dios no puede desear de un modo directo la perdición del pueblo escogido, pues esto es contrario a su santidad. El autor sagrado, al describir los hechos, suele prescindir de las causas segundas, y por ello asigna como causa inmediata de todos los acontecimientos la intervención directa de Dios. Es la concepción teocrática de la vida. En esas frases absolutas de tipo oriental no podemos exigir la precisión de conceptos de la teología escolástica, que distingue entre decretos permisivos y, decretos impulsivos positivos. Así, Dios en su providencia ordena cosas que accidentalmente pueden tener malas consecuencias por diversas circunstancias, al margen del fin principal buscado. La mentalidad semita no gradúa la diversa causalidad divina, y, puesto que El es omnipotente e inmensamente sabio, esas cosas son queridas e intentadas por Dios, cuando en realidad son sólo permitidas por razones que se escapan a nuestra inteligencia limitada. Así, el hagiógrafo dice que Dios endureció el corazón del faraón, cuando en realidad lo que hizo fue que le dio una ocasión para que el faraón mostrara su obcecación y endurecimiento del corazón. En el Pater noster leemos: “ne nos inducas in. tentationem,” que solemos traducir muy bien por no “nos dejes caer en la tentación.” Así Isaías prevé los males, en concreto el endurecimiento espiritual que se va a seguir en el pueblo israelita con ocasión de su predicación.
Al predicar al pueblo, el profeta busca en realidad su bien espiritual, pero Israel será libre de seguir sus predicaciones. Dios prevé ya la acogida desfavorable que los israelitas van a hacer de esta predicación ordenada por Dios, y por eso, en la amargura de su corazón, como despechado por tanta ingratitud, dice al profeta que predique para que aquéllos no tengan disculpa y pueda descargar ya el peso de su justicia. Así, pues, en frases exageradas y violentas se expresa el resultado de su predicación, que ha sido ocasión de la apostasía del pueblo. Israel será en realidad el responsable del castigo que la justicia divina está dispuesta a enviar por tanta ingratitud 15. “Como los alimentos buenos en sí pueden resultar perjudiciales a un estómago enfermo, indispuesto, así las cosas espirituales más buenas y santas suelen tener efectos contraproducentes para las almas mal dispuestas. Así, el rechazar las gracias no sólo los hace indignos de gracias ulteriores, sino que suele confirmar la voluntad en el mal” 16. En el caso de Isaías, si el pueblo se pierde, es por su causa. Dios prevé la mala acogida que éste dará a las palabras de Isaías, desdeñando al Santo de Israel, y ve como resultado de la predicación de aquél la mayor obcecación de los israelitas, que se confirmará con ocasión de la intervención del profeta. Israel se condenará, pues, a sí mismo, justificando así totalmente la intervención justiciera de Dios. En ese sentido, el endurecimiento de Israel entra dentro de las intenciones de Dios: ve. para que no entienda y sea curado, o, según otros, “no sea que entienda y sea curado”; como si dijera: no sea que me estropee mis planes de castigarle como se merece. La expresión tiene un aire antropomórfico, y se hace hablar a Dios como un juez que tiene decidida la sentencia y tiene miedo de que ésta tenga que ser revocada; y por eso quiere dar una ocasión para que la medida de la culpabilidad del reo se colme totalmente y pueda descargar con mano dura e inflexible. En realidad, en el fondo del contexto se trata de una explosión de un corazón amargado y desengañado por tanta ingratitud; pero lo que desea es ante todo mostrar su benevolencia y misericordia para el Israel descarriado, aunque éste por su conducta se hace más bien digno de la intervención de la justicia divina. Y, en realidad, la abundancia de gracias de Dios concedidas al pueblo elegido será precisamente la causa de que el juicio de Dios vaya a ser más severo que con los otros pueblos, y en este sentido Dios envía a Isaías con una última llamada al arrepentimiento, una gracia más, que, al ser despreciada, será causa de un mayor castigo divino: vete. para que no entiendan. Nosotros diríamos “predica, aunque no te harán caso; pero así no tienen excusa, y yo descargaré mi justicia implacablemente sobre ellos.” Los autores del ν. Τ. recalcarán mucho esta doctrina de que la Ley y el trato favorable dado por Dios a Israel fue la causa – en cuanto que fue la ocasión de mostrar su mayor desagradecimiento – de su reprobación.17

Desolación de Judá (11-13).
11 Y yo le dije: ¿Hasta cuándo, Señor? y respondió: Hasta que las ciudades queden asoladas, sin habitantes, y las casas sin moradores, y la tierra de labor hecha un desierto. 12 Hasta que Yahvé arroje lejos a los hombres y sea grande la desolación en la tierra. 13 Si quedare un décimo, será también para el fuego, como la encina o el terebinto, cuyo tronco se abate.

El profeta está atemorizado ante el anuncio de ese endurecimiento del pueblo, y lanza un grito de angustia: ¿No habrá esperanza de conversión algún día? ¿Hasta cuando durará esta situación y esta sentencia divina? ¿No hay esperanza de conversión del pueblo? La respuesta del Señor es desoladora: no se volverán a Dios hasta que sientan plenamente el peso de la justicia divina, trayendo la desolación y la muerte en el país (v.1:1).18 La nación va a quedar, después de la intervención de la justicia de Dios, como queda el tronco de un árbol después de la poda. Los autores no están concordes al interpretar este verso, pues unos ven aquí una destrucción total, como un árbol cortado; pero otros, en cambio, fijándose en la última frase del TM (que falta en los LXX, y por eso muchos suprimen como glosa), traducida por la Vg: “Semen sanctum quod steterit in ea,” creen que aquí se alude a la idea de un “resto” salvado que aparece ya en Amos y después se convirtió en lugar común de la literatura profética. En ese caso, el profeta, en medio de aquella devastación general, ve un rayo de esperanza, ya que, aunque Israel sea tratado duramente, como el árbol sometido a despiadada poda, al fin volverá a retoñar y a dar una “simiente santa.”19 En el capítulo siguiente encontraremos el nombre de un hijo de Isaías, Sear-Yasub (“un resto volverá”), como símbolo de esperanza de resurrección para el pueblo, y así esta idea se adaptaría bien a la esperanza del retoño de la “simiente santa.”

1 Cf. Eze 3:1s; Jer 1:4ss. – 2 A Ozías se le llama también Azarías (2 Re 15). Las inscripciones cuneiformes hablan de un “Azrijah Jaudaa,” pero parece que es un rey de Jadí (cf. Siria: Κατ 218, 2.a ed.). – 3 1 Re 22.I9SS. – 4 Lev 26:11. – 5 Se discute la etimología de serafín. La mayor parte de los autores la relacionan con la raíz hebrea saraf (“quemar, purificar con fuego”), porque purifican con un carbón ardiente los labios de Isaías (cf. el asirio Sarrapu, “el que quema,” nombre aplicado al dios Nergal, dios del fuego). Otros acuden a la raíz árabe sarufa (ser noble, elevado; de ahí serif); no faltan quienes lo relacionen con el egipcio seréf o Sefr, grifo guardián de las tumbas. Las serpientes que con sus mordeduras producían ardores de fiebre a los israelitas son llamadas serafim (Num 21:6-9; Deu 8:15). En Isa 14:29 y 30:6 se habla del “Saraf volador,” quizá alusión a algún mito. La saraf de bronce aparece en el templo en tiempos de Isaías (2Re 18:4). Cf. Skinner, o.c., p.46. – 6 Algunos códices leen Yahvé en vez de Adonay. – 7 Exo 3:6; 1Re 19:13. – 8 Jer 7:4; 22:29; Eze 21:32 (Vg 27). – 9 Rev 15:8. – 10 2Re 8:10-11. – 11 Cf. Exo 33:20; Jdt 13:22. – 12 Cf. Num 31:23; Mal 3:2. – 13 1Re 22:19; Sal 89:7; Sal 51:13-15. – 14 No es rara esta designación despectiva del pueblo por parte de Dios en el libro de Isaías: cf. 8:6-12; 9:16; 28:11-14; 29:135; véase Driver, o.c., 49. – 15 En este sentido hay que entender la famosa frase del evangelista: “ut videntes non videant et audientes non intelligant,” al hablar del uso de las parábolas por parte de Jesús. – 16 Auge, o.c., 113. – 17 Mat 13:145; Hec 16:26; Rom 11:8; Jua 3:19. – 18 Algunos creen que los v.12-i3 son glosas o ampliaciones del profeta, porque en el v.12 está el verbo en tercera persona con el nombre de Yahvé. En ese caso, las palabras del Señor terminarían con el v. 11. Y lo demás sería amplificación del profeta para explicar el pensamiento. – 19 El texto hebreo dice: “una simiente santa (saldrá) de su tronco”; pero falta en los LXX, y por eso quizá sea glosa. Manteniendo esta lección, el sentido podrá ser: la nación israelita retoñará como una encina que se ha dejado abatida y cortada, pero que de su tronco surgen aún retoños que pueden convertirse en árboles; cf. Eze 5:1-4; Zac 13:8.

Fuente: Biblia Comentada

murió el rey Uzías. Tras cincuenta y dos años en el trono, la lepra ocasionó la muerte de Uzías en 739 a.C. (cp. 2Cr 26:16-23). Isaías comenzó ese mismo año su ministerio profético y recibió las profecías de los primeros cinco capítulos después de su llamado, pero en Isa 6:1 el profeta da a conocer lo que ya ha escrito con la descripción personal de su llamamiento: vi yo. El profeta perdió conciencia del mundo exterior y con sus ojos espirituales vio lo que Dios le reveló. Esta experiencia nos recuerda la visión profética de Juan en Apo 4:1-11. alto y sublime. El trono estaba elevado en las alturas celestiales y esto confirma que se trata del Dios Altísimo. faldas. Esto se refiere al borde de la túnica gloriosa del Señor que llenaba el templo. templo. Aunque es posible que Isaías estuviera en el templo terrenal, esto describe una visión que trasciende esta tierra, porque el trono de Dios se encuentra en el templo celestial (Apo 4:1-6; Apo 5:1-7; Apo 11:19; Apo 15:5-8).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

En preparación del llamamiento de Isaías para ser el profeta que proclamaría el juicio venidero, Dios le dio una visión tan abrumadora de su santidad majestuosa, que lo dejó apesadumbrado con respecto a su propia pecaminosidad.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Isa 6:1-13 : Teofanía y vocación de Isaías: Texto clave del libro de Isaías. En el marco de una teofanía del Señor en el Templo, se describe la vocación del profeta y su misión entre sus compatriotas. Ignoramos por qué el redactor o redactores finales del libro de Isaías prefirieron colocar aquí un oráculo que debería encabezar el libro.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Éxo 40:34-35; 1Re 8:10-12; 1Re 22:19; (ver Eze 1:5-12); Apo 4:2-8.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

— Ozías: La mención de este rey de Judá sitúa la vocación de Isaías en torno al año 740 a. C.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

el Llamado Del Profeta

Es hasta ahora que podemos hacer una pausa para la visión inaugural, tal fue la urgencia del llamado al arrepentimiento y tan necesaria la detallada descripción de la escena de estos capítulos para explicar qué fue lo que arrancó la confesión de Isaías (v. 5) y cuál el contexto del decreto de endurecimiento (vv. 9, 10). En esta visión se disciernen fácilmente las preocupaciones más importantes del li bro: la ineludible santidad de Dios y su sola majestad; la gloria que ha decretado y la limpieza que demanda; la purificación del penitente y la resurgente vida que habrá de brotar del linaje de Israel.

1 El rey Uzías murió después, no antes, del llamado de Isaías, como lo deja entrever claramente 1:1. Si su muerte tiene alguna significación, aparte de la fecha, es que murió leproso, por mofarse de la santidad del culto a Dios cuando “su corazón se enalteció” (2 Crón. 26:16; cf. Isa. 2:17). La referencia a trono, templo, Rey de los vv. 1, 5, sugieren a algunos escritores un festival de entronización divina, pero no hay serias evidencias en favor de esa opinión; su importancia radica, en todo caso, en señalar cuál es la autoridad ante la que deben inclinarse todos los seres humanos.

2 Serafines significa “feroces” o “ardientes”, ajustado epíteto para las serpientes de Núm. 21:6, 8 e Isa. 14:29; 30:6. Aquí, estos seres alados son semejantes a hombres (sus pies; su mano, v. 6), pe ro el objeto de la descripción es hacer nuevamente hincapié en la santidad de Dios, ante cuya presencia aun los seres deslumbrantes e inmaculados quedan abrumados, incapacitados de mirarle ni ser mirados por él pero prontos a servir (v. 2) e incansables en alabarle (v. 3). 3 La antífona, si bien breve, proclama en voz tonante, en la primera línea (cf. v. 4), la naturaleza, el nombre y el poder de Dios (Ejércitos, heb. se ba<ot, son las huestes o recursos que él comanda en el cielo y en la tierra), y en la segunda línea la extensión y el carácter de su dominio. Gloria es la manifestación refulgente de lo que él es y, por lo tanto, de su santidad; toda la tierra, no solamente Israel, fue hecha por y para esto. Lo que se infiere de ello, con respecto al juicio y a la salvación, nos lo da 11:9; 40:5. Núm. 14:21-23; Hab. 2:14. Llena. Obsérvense las variacio nes sobre el tema de la llenura en los vv. 1, 3, 4.

4, 5 El estremecimiento de los fundamentos, la oscuridad y el espanto despiertan reminiscencias del Sinaí (Exo. 19:16-18) y premoniciones de juicio: ver sobre ello el comentario del NT en Heb. 12:28, 29 y obsérvese la relevancia de Mat. 5:8. Forma parte integral del mensaje de Isaías que sus palabras serán las de un hombre perdonado, tan culpable él mismo como aquellos a quienes ofrecerá la vida o la muerte. 6, 7 También es característico que el juicio juega un papel prominente en la purificación. El ardiente mensajero y el carbón encendido deben haber presagiado al principio cualquier cosa menos la salvación (cf. 1:25, 26; 4:4); sin embargo, vino del lugar del sacrificio y habló el lenguaje de la expiación (tu pecado ha sido perdonado proviene del verbo heb. para expiar). El carbón encendido conlleva la total significación del altar del cual provino; que la penalidad por el pecado fue pagada por un sustituto ofrecido en lugar del pecador. El símbolo, aplicado a los labios de Isaías, la región anatómica donde su necesidad era más apremiante, le da la certeza de un perdón personal.

8, 9 La respuesta de Isaías: Heme aquí, envíame a mí, es doblemente notable; en primer lugar por el contraste con su anterior desesperación (v. 5) y con el apocamiento de, digamos, Moisés o Jeremías; y en segundo lugar por el hecho de que esta voz es aceptada en la corte celestial. (Ver en 1 Rey. 22:19-23, y Apoc. 5:1-14, la comparación y el contraste.) 10-13 El decreto de endurecimiento citado en su totalidad o parcialmente por lo menos seis veces en el NT (Mat. 13:14, 15; Hech. 28:26, 27), debería ser leído hasta su conclusión en los vv. 11-13, donde se descubre que el juicio despeja el terreno para el nuevo crecimiento. Isaías cumplió su comisión de enceguecer y ensordecer al pueblo, proclamando (no retaceando) la verdad. Y aquí Dios comparte con el profeta la crítica significación de su ministerio. La pecaminosa Israel ha llegado a un pun to donde un solo nuevo rechazo de la verdad la condenará a un juicio inevitable. El dilema del profeta es que no hay manera alguna de salvar al pecador sino por la verdad cuyo rechazo le condenará totalmente. El único signo de vida (cf. 11:1; Job 14:7-9) está ausente de la LXX, que omite el v. 13c; pero el libro de Isa., entre los Rollos del Mar Muerto confirma nuestro texto, y es inconcebible que la doctrina de Isa. del remanente divino contradijera su comisión inicial (ver 10:20-23). De modo, pues, que la visión termina con esperanza: en lugar de “semilla de malvados” (1:4, BJ) sobrevivirá la simiente santa, expresión de infinita promesa a la luz, tanto del v. 3, respecto de la santidad, como de las repetidas promesas de la “simiente” victoriosa en Gén. 3:15; 22:18; Gál. 3:16.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

6.1 El año de la muerte del rey Uzías fue aproximadamente en 740 a.C. Murió de lepra por tratar de realizar los deberes del sumo sacerdote (2Ch 26:20-21). Si bien fue en general un buen rey y su reino fue largo y próspero, muchas de sus súbditos se apartaron de Dios.6.1ss La visión de Isaías fue su llamado para ser el mensajero de Dios para su pueblo. A Isaías se le encomendó una misión difícil, tenía que decirle a las personas, que se creían bendecidas por Dios, que El las iba a destruir debido a su desobediencia.6.1ss La sublime visión que Isaías tuvo de Dios en 6.1-4 nos da un sentido de la grandeza, misterio y poder de Dios. El ejemplo de Isaías al reconocer su pecaminosidad delante de Dios nos anima a confesar nuestro pecado. Su descripción del perdón nos recuerda que también Dios nos perdona. Cuando reconocemos cuán grande es Dios, cuán pecadores somos y el alcance de su perdón, recibimos poder para hacer su obra. ¿Cómo se mide su concepto de la grandeza de Dios con el de Isaías?6.1-3 El trono, los serafines o ángeles que lo servían y el triple santo enfatiza la santidad de Dios. El serafín era un tipo de ángel cuyo nombre se deriva de la palabra «arder», quizás indicando su pureza como ministro de Dios. En un tiempo donde la decadencia moral y espiritual alcanzó su cima, era importante para Isaías ver a Dios en su santidad. Santidad significa ser moralmente perfecto, puro y apartado del pecado. Nosotros también necesitamos descubrir la santidad de Dios. Las frustraciones diarias, las presiones sociales y los defectos reducen nuestra visión de Dios. Necesitamos tener la visión de un Dios alto y sublime, como el que la Biblia menciona, que nos dé el poder para enfrentar los problemas y las preocupaciones. La perfección moral de Dios vista como es debido, nos purificará del pecado, limpiará nuestra mente de problemas y nos permitirá adorarlo y servirle solo a El y servirle.6.5-8 Viendo al Señor y escuchando la alabanza de los ángeles, Isaías se dio cuenta de que era impuro ante Dios, sin ninguna esperanza para poder alcanzar el nivel de santidad de El. Sin embargo, cuando el carbón encendido tocó sus labios, le dijeron que sus pecados eran pecados. No fue el carbón lo que lo limpió, sino Dios. En respuesta, Isaías se sometió por entero a su servicio. No importaba cuán difícil sería su tarea, dijo: «Heme aquí, envíame a mí». Fue necesario el doloroso proceso de limpieza antes de que Isaías pudiera cumplir la tarea para la que Dios lo llamaba. Antes de aceptar el llamado de Dios para hablar de El a los que nos rodean, debemos estar limpios, como Isaías, confesar nuestros pecados y someternos al control de Dios. Quizás resulte doloroso que Dios nos purifique, pero es necesario a fin de poder representar verdaderamente a Dios, el cual es puro y santo. ISAIASArboles y profetas poseen al menos una característica en común importante: ambos se plantan para el futuro. Aun así, a menudo se pasan por alto a los árboles y profetas jóvenes. Isaías es uno de los mejores ejemplos de esto. La gente de su tiempo podía haberse salvado por sus palabras. Sin embargo, no quiso creer. Con el paso de los siglos, sin embargo, las palabras de Isaías se han proyectado sobre toda la historia.Isaías estuvo activo como profeta durante los reinados de cinco reyes, aunque no se proponía ser profeta. En la época que murió el rey Uzías, lo designaron escriba del palacio real de Jerusalén. Era una profesión respetable, pero Dios tenía otros planes para su siervo. La narración de Isaías acerca del llamado de Dios deja muy pocas dudas acerca de lo que motivó al profeta durante la siguiente mitad del siglo: Su visión de Dios fue inolvidable.El encuentro con Dios impactó para siempre el carácter de Isaías. Reflejó al Dios que representaba. Los mensajes de Isaías, algunos consoladores y otros de confrontación, son tan distintos que algunos se han preguntado si acaso no pertenecen a diferentes escritores. El testimonio de Isaías es que los mensajes procedían del Unico capaz de ser perfecto en justicia y en misericordia: Dios mismo.Cuando llamó a Isaías para ser profeta, Dios no lo alentó con predicciones de gran éxito. Le dijo que el pueblo no lo escucharía. Pero tenía que hablar y escribir sus mensajes de todas formas ya que a la larga alguien sí lo oiría. Dios comparó a su pueblo con un árbol que debe talarse para que otro nuevo crezca de las viejas raíces (Isa 6:13).Nosotros, que somos parte de ese futuro, podemos ver cuántas de esas promesas que Dios nos dio mediante Isaías se han cumplido en Jesucristo. Además, también tenemos la esperanza de saber que Dios está activo en toda la historia, incluyendo la nuestra.Puntos fuertes y logros :– Considerado el profeta más grande del Antiguo Testamento– Citado al menos cincuenta veces en el Nuevo Testamento– Tuvo mensajes poderosos de juicio y esperanza– Llevó a cabo un sólido ministerio a pesar de la poca respuesta positiva de sus oyentes– Su ministerio abarcó los gobiernos de cinco reyes de JudáLecciones de su vida :– La ayuda de Dios es necesaria para enfrentar con eficacia el pecado de la gente, a la vez que se consuela– Uno de los resultados de experimentar el perdón es el deseo de anunciarlo a otros– Dios es puro y perfectamente santo, justo y amorosoDatos generales :– Dónde: Jerusalén– Ocupaciones: Escriba, profeta– Familiares: Padre: Amoz. Hijos: Sear-jasub, Maher-salal-hasbaz– Contemporáneos: Uzías, Jotam, Acaz, Ezequías, Manasés, MiqueasVersículo clave :»Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí» (Isa 6:8).La historia de Isaías se relata en 2 Reyes 19.2-20.19. Se menciona también en 2Ch 26:22; 2Ch 32:20, 2Ch 32:32; Mat 3:3; Mat 8:17; Mat 12:17-21; Joh 12:38; Rom 10:16, Rom 10:20-21. 6.8 Mientras más claramente Isaías veía a Dios (6.5), más consciente estaba de su propia impotencia e insuficiencia para hacer cualquier cosa de valor perdurable sin El. No obstante, estaba dispuesto a ser el vocero de Dios. Cuando El llama, ¿dirá también usted: «Heme aquí. Envíame a mí»?6.9-13 Dios dijo a Isaías que el pueblo oiría, pero no entendería su mensaje porque engrosaron (endurecieron) sus corazones más allá del arrepentimiento. La paciencia de Dios con su rebelión crónica finalmente se agotó y su castigo fue abandonarlos a su rebelión y dureza de corazón. ¿Por qué Dios envió a Isaías si sabía que no le prestarían atención? Si bien la nación sola no se arrepentiría y cosecharían el castigo, algunos sí escucharían. En 6.13 Dios explica su plan para un remanente (simiente santa) de seguidores fieles. Dios es misericordioso aun cuando juzga. Su promesa de preservar a su pueblo nos infunde aliento. Si le somos fieles, podemos tener la certeza de su misericordia.6.11-13 ¿Cuándo oiría el pueblo? Solo cuando llegaran al final y no tuvieran a quien recurrir más que a Dios. Esto sucedería cuando ejércitos invasores destruyeran la tierra y se llevara a la gente al cautiverio. La décima parte quizás se refiera a los que se quedaron en la tierra después del cautiverio o a los que regresaron de Babilonia para reconstruir la nación. Ambos eran aproximadamente una décima parte de la población total. ¿Cuándo oiremos a Dios? ¿Debemos acaso, al igual que Judá, pasar por calamidades antes de escucharlo? Considere lo que quizás El le esté diciéndole y obedézcalo antes de que se le acabe el tiempo.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

NOTAS

(1) Uno de los 134 cambios de YHWH a ’Adho·nái que hicieron los escribas. Véase Ap. 1B.

(2) O: “el palacio”. Heb.: ha·heh·kjál, como en 2Re 20:18; lat.: tém·plum. Véase Mat 23:16, n.

REFERENCIAS CRUZADAS

a 267 2Cr 26:23

b 268 Éxo 33:20; Deu 4:12; Deu 4:15; Jua 1:18; Jua 4:24

c 269 1Re 22:19

d 270 Dan 7:9

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

muerte del rey Uzías. Uzías murió en el 740 a.C. después de haber reinado 52 años.

vi yo al S eñor . Aunque el Señor no puede ser visto por alguien y que éste siga viviendo, (cp. Ex 20:19; 33:20), en el caso de « teofanías» o manifestaciones especiales de Dios (Gn 18:1– 3; 32:24– 30; Ex 20:21; 24:10), pueden ser usadas por Dios para revelar sus propósitos al que El llama para servirle o proclamar su mensaje.

Fuente: La Biblia de las Américas

El rey Uzías murió en el año 740.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

la Casa… TM la orla de su manto.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

[3] La santidad de Dios es uno de los temas centrales de las profecías de Isaías. La triple aclamación es una manera superlativa de indicar que Dios es el absolutamente santo. La gloria de Dios es la irradiación de su santidad sobre el mundo.[5] Isaías se siente abrumado en su condición de pecador y en contraste con la santidad de Dios. Ex 33, 20.[9] Mat 13, 14; Luc 8, 10; Jn 12, 40; Hech 18, 26; Rom 11, 8; 1 Cor 2, 6-8.[10] Se dice en la Escritura que Dios ciega y endurece cuando, poniendo delante de algún hombre luz y auxilio para creer y convertirse al Señor, el pecador se obstina en el mal.LIBRO DEL EMMANUEL 7, 1-12, 6

Fuente: Notas Torres Amat