Comentario de Isaías 6:8 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Entonces escuché la voz del Señor, que decía: —¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? Y yo respondí: —Heme aquí, envíame a mí.

Después oí la voz. Gén 3:8-10; Deu 4:33-36; Eze 1:24; Eze 10:5; Hch 28:25-28.

¿A quién enviaré? Éxo 4:10-13; 1Re 22:20; Hch 22:21; Hch 26:16, Hch 26:17.

¿quién irá por nosotros? Gén 1:26; Gén 3:22; Gén 11:7.

Entonces respondí yo. Mat 4:20-22; Hch 20:24; Efe 3:8.

Heme aquí, envíame a mí. Isa 65:1.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

En momentos, se invita a los profetas a participar en la corte celestial (1Re 22:19-22; Jer 23:18, Jer 23:22). Aquí el Señor usa el pronombre nosotros para referirse a Él y a sus ángeles (Gén 3:22; Gén 11:7).

envíame: Antiguamente, en las religiones del Medio Oriente, sólo se enviaban a los seres divinos como mensajeros de los dioses. Pero Dios en las Escrituras, utiliza a los seres humanos para llevar a cabo sus propósitos. Sólo en ciertas ocasiones utiliza a ángeles directamente para revelar su voluntad a la humanidad. El deseo de Isaías vino desde su corazón; él quería servir a Dios quien lo había perdonado (v. Isa 6:7).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

¿A QUIÉN ENVIARÉ… ? Sólo después de recibir su purificación a Isaías se le facultó como profeta (véase el ARTÍCULO EL PROFETA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO, P. 916. [Isa 6:8-9]). Este pasaje les recuerda a los creyentes la Gran Comisión del Señor resucitado de proclamar el evangelio de la salvación a todo el mundo (Mat 28:18-20). Si cautiva el corazón de los creyentes esa orden de ir, ellos deben responder de la misma manera que Isaías: «Heme aquí, envíame a mí.»

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

ARTÍCULO

El profeta en el Antiguo Testamento

Isa 6:8-9 Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis.

EL LUGAR DE LOS PROFETAS EN LA HISTORIA HEBREA.

(1) Los profetas del AT eran hombres y mujeres de Dios que descollaban espiritualmente entre sus contemporáneos. No hay otra categoría de personas en toda la literatura que presente una imagen más dramática que la de los profetas del AT. Sacerdotes, jueces, reyes, sabios consejeros y salmistas tuvieron un lugar distinguido en la historia de Israel, pero ninguno de ellos jamás se elevó a la estatura de los profetas ni siguieron ejerciendo tanta influencia sobre la subsiguiente historia de la redención.

(2) Los profetas ejercieron una influencia importante en la composición del AT mismo. Eso es evidente en la división triple de la Biblia hebrea: la Ley, los Profetas y los Escritos (cf. Luc 24:44). La categoría conocida como «los profetas» contenía seis libros históricos escritos desde una perspectiva profética: Josué, Jueces y 1, 2 Samuel, y 1 y 2 Reyes. Es probable que los autores de estos libros fueran profetas. En segundo lugar, había los dieciséis libros proféticos específicos (de Isaías a Malaquías). Por último, Moisés, el autor de los primeros cinco libros de la Biblia (el Pentateuco), fue profeta (Deu 18:15). De manera que dos terceras partes del AT fueron escritas por profetas.

PALABRAS HEBREAS PARALOS PROFETAS.

(1) Ro « eh. Este nombre hebreo, traducido «vidente» en castellano, indica una capacidad especial para ver el reino espiritual y prever los acontecimientos futuros. El título sugiere que el profeta no era engañado por la apariencia externa de las cosas; más bien, él veía las cosas como realmente eran desde la perspectiva de Dios mismo. Como vidente, el profeta recibía sueños, visiones y revelaciones de Dios que lo capacitaban para trasmitir las realidades espirituales al pueblo de Dios.

(2) Nabi

(a) Esta es la principal palabra hebrea para «profeta», que ocurre 309 veces en el AT (nabiim es su forma plural). Aunque no es claro el origen de esta palabra, el significado del verbo hebreo «profetizar» era: «poner en circulación palabras abundantes de la mente de Dios y por medio del Espíritu de Dios» (Gesenius, Léxico hebreo). Así que un nabi era un portavoz que pronunciaba palabras bajo el poder inspirador del Espíritu de Dios. El término griego profetes, del cual se deriva la palabra castellana «profeta», significa «uno que habla en nombre de otro». Los profetas hablaron en nombre de Dios al pueblo del pacto, a base de lo que ellos oían, veían y recibían de Él.

(b) En el AT, también se le refiere al profeta mediante términos tales como «varón de Dios» (véase 2Re 4:21, nota), «siervo de Dios» (cf. Isa 20:3; Dan 6:20), «hombre del Espíritu» (cf. Isa 48:16; Isa 61:1-3), «atalaya» (Eze 3:17), y «enviado de Jehová» (Hag 1:13). El profeta también interpretaba sueños proféticos (e.g., José, Daniel) y proporcionaba una interpretación de la historia — tanto del presente como del futuro — desde una perspectiva profética.

HOMBRES DEL ESPÍRITU Y DE LA PALABRA.

El profeta no era simplemente otro guía religioso entre muchos en la historia hebrea, sino uno en quien habían entrado y tomado posesión el Espíritu de Dios y la palabra de Dios (Eze 37:1; Eze 37:4). Por cuanto el Espíritu y la palabra estaban en él, el profeta del AT manifestaba las tres características siguientes:

(1) Conocimiento divinamente revelado. El profeta experimentaba el conocimiento dado por Dios con respecto a las personas, a los acontecimientos y a la verdad redentora. El propósito fundamental de ese conocimiento era alentar al pueblo de Dios a permanecer fiel a Él y a su pacto. La característica distintiva de la profecía del AT era que ponía en claro la voluntad de Dios para su pueblo mediante instrucción, corrección y advertencia. Dios usó a los profetas para pronunciar su juicio antes que ocurriera. De la oscura historia de Israel y Judá salió la profecía específica sobre el Mesías y el reino de Dios, así como también la predicción sobre los futuros acontecimientos mundiales.

(2) Poderes divinamente dadas. Los profetas entraban en la esfera de lo milagroso cuando eran llenos del Espíritu de Dios. Por medio de los profetas se manifestaban la vida y el poder de Dios de manera sobrenatural en un mundo de otra manera cerrado a ese poder.

(3) Un estilo de vida característico. Por lo general, los profetas abandonaban las actividades comunes de la vida para vivir exclusivamente para Dios. Protestaban intensamente contra la idolatría, la inmoralidad y toda forma de pecado entre el pueblo de Dios, así como también contra la corrupción en la vida de reyes y sacerdotes. Ellos procuraban cambios santos y justos en Israel. Los profetas, siempre en pro del reino de Dios y su justicia, defendieron la voluntad de Dios sin pensar en el riesgo personal.

OCHO CARACTERÍSTICAS DEL PROFETA DEL ANTIGUO TESTAMENTO. ¿Qué clase de persona era el profeta del AT?

(1) Era una persona que tema una estrecha relación con Dios y que se convertía en confidente de Dios (Jer 23:18; Amó 3:7). El profeta veía al mundo y al pueblo del pacto desde la perspectiva de Dios, no desde un punto de vista humano.

(2) Como estaba cerca de Dios, el profeta simpatizaba con Dios y con lo que Dios estaba sufriendo por causa de los pecados de su pueblo. Como él entendía el propósito, la voluntad y los deseos de Dios mejor que ningún otro, él experimentaba las mismas reacciones emocionales que experimentaba Dios. En otras palabras, el profeta no sólo oía la voz de Dios sino que también sentía lo mismo que El en el corazón (Jer 6:11; Jer 15:16-17; Jer 20:9).

(3) Al igual que Dios, el profeta amaba profundamente al pueblo de Dios. Cuando el pueblo estaba sufriendo, el profeta sentía profundo dolor (véase el libro de Lamentaciones). Él quería lo mejor de Dios para ellos (Isa 35:3; Eze 18:23), y por eso sus mensajes incluían no sólo advertencias sino también palabras de esperanza y consuelo.

(4) El profeta procuraba el supremo bien del pueblo, es decir, total confianza en Dios y fidelidad a Él. Por lo tanto, advertía contra el confiar en otras cosas, tales como la sabiduría humana, las riquezas, el poder u otros dioses (Jer 8:9-10; Ose 10:13-14; Ose 12:8; Amó 6:8). Los profetas exhortaban constantemente al pueblo a vivir conforme a las obligaciones del pacto de Dios a fin de recibir las bendiciones redentoras de Dios.

(5) El profeta tenía una profunda sensibilidad ante el pecado y la maldad (Jer 2:12-13; Jer 2:19; Jer 25:3-7; Amó 8:4-7; Miq 3:8). Era impaciente con la crueldad, el delito, la inmoralidad y la injusticia. Lo que pudiera parecer a la gente común y corriente como una ligera desviación de la ley de Dios, el profeta lo consideraba un desastre. Él era poco tolerante con la transigencia, la complacencia, los pretextos y las excusas (Isa 32:11; Jer 6:20; Jer 7:8-15; Jer 7:21-23; Amó 4:1; Amó 6:1). Él conocía mejor que nadie el amor que Dios le tiene a la justicia y su odio a la iniquidad (cf. Heb 1:9, nota).

(6) El profeta desafiaba constantemente la santidad superficial del pueblo de Dios y trataba desesperadamente de estimular la obediencia sincera a toda palabra que Dios había revelado en su ley. Se dedicaba plenamente a Dios; no le gustaban las medias tintas; aborrecía la entrega fría y exigía absoluta fidelidad a Dios. No aceptaba nada menos que la plenitud del reino de Dios y su justicia manifestada entre el pueblo de Dios.

(7) El profeta tenía una visión para el futuro que se expresaba en predicciones de juicio y destrucción (e.g., Isa 63:1-6; Jer 11:22-23; Jer 13:15-21; Eze 14:12-21; Amó 5:16-20; Amó 5:27), así como también en visiones de restauración y renovación (e.g., Isa 61:1-11; Isa 62:1-12; Isa 65:1-25; Isa 66:1-24; Jer 33:1-26; Eze 37:1-28). Los profetas pronunciaron numerosas profecías con respecto a la venida del Mesías (véase el diagrama PROFECÍAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO CUMPLIDAS EN CRISTO, p. 984).

(8) Por último, a menudo el profeta era un hombre triste y solitario (Isa 6:9-12; Jer 14:17-18; Jer 20:14-18; Amó 7:10-13; Jon 3:1-10; Jon 4:1-11), con frecuencia perseguido por los falsos profetas que estaban profetizando paz, prosperidad y seguridad para el pueblo pecador de Dios (Jer 15:15; Jer 20:1-6; Jer 26:8-11; Amó 5:10; cf. Mat 23:29-36; Hch 7:51-53). Al mismo tiempo, sin embargo, el verdadero profeta era tal hombre de Dios que el pueblo y sus dirigentes no podían pasar por alto su carácter ni su mensaje (Eze 2:6-7; Eze 3:8-11).

EL PROFETA Y EL SACERDOTE. Durante la mayor parte de la historia de Israel, los sacerdotes y profetas estaban invariablemente en conflicto. Dios había tenido el propósito de que trabajaran juntos, pero los sacerdotes tendían a la adaptación al mundo al no oponerse a la corrupción del pueblo de Dios.

(1) Los sacerdotes por lo general se adaptaban al statu quo, encontrando difícil adorar a Dios salvo mediante ceremonias y liturgia. Aunque la moralidad tema un lugar en su teología, no se le daba énfasis en la práctica.

(2) El profeta, por otra parte, ponía énfasis primordial en la manera de vivir, la conducta y las cuestiones morales. Constantemente confrontaba a las personas que dependían del simple cumplimiento de deberes religiosos. Molestaba, aguijoneaba, denunciaba, defendía sin respaldo humano sus justas demandas e insistía en aplicar a la vida los eternos principios de Dios. El profeta era un maestro ético, un reformador moral y un perturbador de la mente humana. Constantemente poma al descubierto el pecado y la apostasía, procurando estimular al pueblo a la vida santa.

EL MENSAJE DE LOS PROFETAS DEL AT. El mensaje de los profetas destacaba tres temas principales:

(1) La naturaleza de Dios.

(a) Ellos revelaron y declararon a Dios como el Creador y Todopoderoso Gobernante del universo (e.g., Isa 40:28), y el soberano Señor de la historia que hace que los acontecimientos de la historia sirvan para sus propósitos supremos de salvación y juicio (cf. Isa 44:28; Isa 45:1; Amó 5:27; Hab 1:6).

(b) Recalcaban que Dios es un Dios santo, recto y justo, que rechaza el pecado, la iniquidad y la injusticia. Como su santidad es atemperada por la misericordia, Él es clemente y lento para actuar con ira y juicio. Por cuanto El es santo por naturaleza, le exige a su pueblo que se consagre como SANTIDAD A JEHOVÁ (Zac 14:20; cf Isa 29:22-24; Jer 2:3). Como el Dios que hizo el pacto con el que entró en una relación exclusiva con Israel, Él le exige a su pueblo que obedezca sus mandamientos como parte de ese contrato.

(2) Pecado y arrepentimiento. Los profetas del AT participaban de la aflicción de Dios

ante la continua desobediencia, infidelidad, idolatría e inmoralidad de su pueblo del pacto y ellos hablaban severas palabras de juicio justo contra ese pueblo. Su mensaje fue igual al mensaje de Juan el Bautista y de Jesús: «Arrepiéntanse o perecerán». Predijeron tales juicios catastróficos como la destrucción de Samaria por Asiria (e.g., Ose 5:8-12; Ose 9:3-7; Ose 10:6-15) y la destrucción de Jerusalén por Babilonia (e.g., Jer 19:7-15; Jer 32:28-36; Eze 5:8-12; Eze 21:24-27

(3) Predicción y esperanza mesiánica.

(a) Aunque el pueblo del pacto en conjunto fue infiel a Dios y a sus promesas solemnes del pacto, los profetas nunca dejaron de tener un mensaje de esperanza. Ellos sabían que Dios cumpliría el pacto y las promesas abrahámicas (vease el ARTÍCULO EL PACTO DE DIOS CON ABRAHAM, ISAAC Y JACOB, P. 44. [Gén 26:3-5]) por medio de un remanente fiel y devoto. Finalmente vendría el Mesías, y por medio de Él Dios ofrecería salvación a todos los pueblos de la tierra.

(b) Los profetas estaban entre el fracaso espiritual de su propia generación y la naciente esperanza de una era mesiánica. La disyuntiva profetica era que ellos tenían que comunicar la palabra de Dios a un pueblo obstinado, aun cuando supieran que sería rechazada y desatendida hasta que surgiera el nuevo orden (cf. Isa 6:9-13). Los profetas eran defensores del antiguo pacto y heraldos del nuevo pacto. Vivieron en el presente pero señalaron hacia el futuro.

LOS FALSOS PROFETAS. Hay numerosas referencias a los falsos profetas en el AT. Por ejemplo, el rey Acab reunió a cuatrocientos falsos profetas (2Cr 18:4-7); la Biblia indica que un espíritu de mentira estaba en la boca de ellos (2Cr 18:18-22). Según el AT, se consideraba falso a un profeta

(1) si desviaba al pueblo del verdadero Dios hacia alguna forma de id (Deu 13:1-5);

(2) si practicaba la adivinación, la astrología, la hechicería, la brujería y cosas por el estilo (véanse Deu 18:10-14, notas);

(3) si sus profecías se desviaban del claro mensajes de Dios en las Escrituras o entraban en conflicto con él (Deu 13:1-5; 1Re 22:17-28; 1Re 22:37);

(4) si no ponía al descubierto los pecados del pueblo de Dios (Jer 23:9-18); o

(5) si predecía cosas específicas que no ocurrían (Deu 18:20-22). En cuanto a este último criterio, nótese que los profetas bajo el nuevo pacto no hablaron con la misma irrevocabilidad o infalibilidad que los profetas del AT, quienes eran la voz principal de la revelación de Dios para Israel. En el NT, el profeta es sólo uno de cinco dones principales de ministerio en la iglesia (véase el ARTÍCULO LOS DONES DE MINISTERIO DE LA IGLESIA, P. 1690. [Efe 4:11]). Los profetas del NT tenían limitaciones que los profetas del AT no tenían (cf. 1Co 14:29-33) por causa de la naturaleza multifacética e interdependiente del ministerio en la época del NT (véase el ARTÍCULO DONES ESPIRITUALES PARA LOS CREYENTES, P. 1632. [1Co 12:7]).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

nosotros. Este pronombre plural no prueba la doctrina de la Trinidad, pero sí apunta con claridad en su dirección (vea Gén 1:26). Heme aquí, envíame a mí. Esta respuesta hace evidente la disposición humilde y la confianza plena del profeta. Aunque estaba muy al tanto de su pecado, estaba disponible para Dios.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Jer 1:5-10; Eze 2:1-7.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

NOTAS

(1) Véase Isa 6:1, n: “Jehová”.

REFERENCIAS CRUZADAS

p 283 Gén 1:26; Gén 3:22; Jua 1:2

q 284 1Sa 3:8; Sal 110:3; Mat 4:20

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

quién irá por nosotros. La palabra « nosotros» sugiere la Trinidad, aunque aquí el « plural de majestad» es también posible (cp. Gn 1:26).

Heme aquí. Isaías pudo responder al llamado de Dios porque el serafín había tocado sus labios con fuego del altar y había sido perdonado su pecado (vers. 6, 7).

Fuente: La Biblia de las Américas

por nosotros. Dios se presenta como un rey presidiendo su consejo. Esta frase ciertamente da lugar para una más completa revelación nuevotestamentaria de la Trinidad.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie