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Comentario de Job 2:7 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Job 2:7 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Entonces Satanás salió de la presencia de Jehovah e hirió a Job con unas llagas malignas, desde la planta de sus pies hasta su coronilla.

salió Satanás. 1Re 22:22.

sarna maligna, o llagas malignas. Job 30:17-19, Job 30:30; Éxo 9:9-11; Deu 28:27, Deu 28:35; Apo 16:11.

desde la planta del pie. Isa 1:6; Isa 3:17.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Es difícil identificar cual fue la enfermedad que afligió a Job como una sarna maligna desde los pies a la cabeza (Job 29:2). El término es parecido al sarpullido que cayó sobre el pueblo de Egipto (Éxo 9:9-11). La misma frase traducida por maligna pústula en Deu 28:35 nos indica que se trataba de una enfermedad incurable.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

ARTÍCULO

El sufrimiento de los justos

Job 2:7-8 Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de ceniza.

La fidelidad a Dios no es ninguna garantía de que los creyentes serán librados de la dificultad, del dolor y del sufrimiento en su vida (véase Hch 28:16, nota). En realidad, Jesús enseñó que se debe esperar eso (Jua 16:1-4; Jua 16:33; véase 2Ti 3:12, nota). La Biblia proporciona numerosos ejemplos de personas piadosas que experimentaron muchísimos sufrimientos por diversas razones; e.g., José, David, Job, Jeremías y Pablo.

¿POR QUE SUFREN LOS CREYENTES? Hay diversas razones por las que sufren los creyentes.

(1) Los creyentes experimentan el sufrimiento como una continua consecuencia de la caída de Adán y Eva. Cuando el pecado entró en el mundo, el dolor, la tristeza, el conflicto y la muerte entraron en la vida de los seres humanos (Gén 3:16-19). Pablo afirma esto: «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Rom 5:12; véase nota). En realidad, todo el universo creado gime bajo los efectos del pecado y anhela la época del nuevo cielo y la nueva tierra (Rom 8:20-23; 2Pe 3:10-13). Respuesta: Siempre se debe depender de la gracia, de la fortaleza y del consuelo de Dios (cf. 1Co 10:13).

(2) Algunos creyentes sufren por la misma razón que sufren los incrédulos, es decir, como consecuencia de sus propias acciones (véase el ARTÍCULO LA PROVIDENCIA DE DIOS, P. 70. [Gén 45:5]). El principio de que «todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gál 6:7) se aplica en un sentido general a todo el mundo. Si se conduce imprudentemente un vehículo, se pudieran sufrir serios accidentes. Si se es indisciplinado en los hábitos alimentarios, es probable que surjan serios problemas de salud. Dios pudiera usar tal sufrimiento como un medio de disciplinar al creyente para que pueda alcanzar el «fruto apacible de justicia» (Heb 12:3-11; véase Heb 12:5, nota). Respuesta: Siempre se debe actuar con sabiduría y conforme a la Palabra de Dios, y se debe evitar cualquier cosa que aparte del cuidado protector de Dios.

(3) Los creyentes también sufren, al menos en lo profundo de su ser, porque viven en un mundo pecaminoso y corrupto. A su alrededor están los efectos del pecado; sufren aflicción y angustia cuando ven el poder que el mal ejerce sobre tantas vidas (véanse Eze 9:4; Hch 17:16; 2Pe 2:8, nota). Respuesta: Hay que pedirle a Dios que muestre su victoria sobre el poder del pecado.

(4) Los creyentes sufren por obra del diablo,

(a) Las Escrituras ponen en claro que Satanás, como «el dios de este siglo» (2Co 4:4), controla este presente siglo malo (véase 1Jn 5:19, nota; cf. Gál 1:4; Heb 2:14). Se le ha dado el poder de afligirnos de diversas maneras (cf. 1Pe 5:8-9). El relato de Job se concentra en un hombre justo y devoto que, con el permiso de Dios, fue atormentado por Satanás con indecibles sufrimientos (véase sobre todo Job 1:1-2). Jesús aseveró que una de las mujeres que sanó había estado atada por Satanás durante dieciocho años (cf. Luc 13:11; Luc 13:16). Pablo reconoció que su aguijón en la carne era «un mensajero de Satanás que me abofetee» (2Co 12:7). Cuando se participa en la guerra espiritual contra «los gobernadores de las tinieblas de este siglo» (Efe 6:12), inevitablemente se sufrirá la adversidad. A fin de que el creyente se enfrente a tales ataques, Dios le ha dado armadura espiritual (Efe 6:10-18; véase Efe 6:11, nota) y armas espirituales (2Co 10:3-6). Respuesta: Hay que ponerse toda la armadura de Dios y orar (Efe 6:10-20), resueltos a perseverar fielmente en su poder.

(b) Satanás y sus seguidores se deleitan en perseguir a los creyentes. Los que aman al Señor Jesús y siguen sus principios de verdad y justicia serán perseguidos por su fe. En realidad, tal sufrimiento por causa de la justicia pudiera ser una indicación de la genuina devoción a Cristo (véanse Mat 5:10, nota; 1Pe 4:12, nota). Respuesta: Como a todos los verdaderos creyentes se les llama a sufrir persecución y deshonra por causa de la justicia, hay que permanecer firmes y constantes, y seguir confiando en el que juzga justamente (Mat 5:10-11; 1Co 15:58; 1Pe 2:23).

(5) Más positivamente, otra razón por la que sufren los creyentes es que «nosotros tenemos la mente de Cristo» (véase 1Co 2:16, nota). Ser cristiano significa estar en Cristo, ser uno con El; como resultado el creyente participa en sus sufrimientos (véase 1Pe 2:21, nota). Por ejemplo, así como Cristo lloró angustiado sobre la ciudad impía de Jerusalén y su negativa a arrepentirse y a aceptar la salvación (véase Luc 19:41, nota), también el creyente debe llorar por el carácter pecaminoso y perdido de la humanidad. Incluida en la lista de Pablo de los sufrimientos por causa de Cristo (2Co 11:23-32; véase 2Co 11:23, nota) estaba su diaria preocupación por las iglesias que él había fundado: «¿Quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno?» (2Co 11:29). Tal angustia mental por aquellos a quienes el creyente ama en Cristo debe ser parte natural de la vida: «llorad con los que lloran» (Rom 12:15). En realidad, participar en los sufrimientos de Cristo es un requisito para ser glorificado con Cristo (Rom 8:17). Respuesta: El creyente debe agradecer a Dios que así como los sufrimientos de Cristo son suyos, también lo es la consolación de Él (2Co 1:5).

(6) Dios mismo puede usar el sufrimiento en la vida como un catalizador para el crecimiento o la transformación espiritual,

(a) Con frecuencia Él usa el sufrimiento para llamar a su pueblo descarriado para que se arrepienta de sus pecados y renueve su fe y confianza en Él (véase el libro de Jueces). Respuesta: Se debe confesar el pecado conocido y examinar la propia vida para ver si hay algo que desagrada al Espíritu Santo,

(b) A veces Dios usa el sufrimiento para probar la fe, para ver si el creyente permanece fiel a Él. Esa fue la razón para permitirle a Satanás que afligiera a Job (véanse Job 1:6-12; Job 2:1-6): ¿seguiría Job entregado al Señor, o blasfemaría a Dios en su misma presencia? Santiago les llama a las diversas pruebas que enfrentan los creyentes la prueba de vuestra fe» (Stg 1:3; véase Stg 1:2, nota); a través de ellas se perfecciona la fe en Cristo (véanse Deu 8:3, nota; 1Pe 1:7, nota). Respuesta: Se debe comprender que la autenticidad de la fe resultará en «alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo» (1Pe 1:7).

(c) Dios usa el sufrimiento no sólo para fortalecer la fe, sino también para ayudar a los creyentes a crecer en carácter y rectitud. Según Pablo y Santiago, Dios quiere que los creyentes aprendan la paciencia mediante el sufrimiento (Rom 5:3-5; Stg 1:3). En el sufrimiento se aprende a depender menos de sí mismo y más de Dios y de su gracia (véanse Rom 5:3, nota; 2Co 12:9, nota). Respuesta: El creyente debe ponerse a tono con lo que Dios quisiera que él aprendiera del sufrimiento

(d) También Dios pudiera enviar aflicción y tribulación al creyente para que sea más capaz de consolar y animar a otros que sufren (véase 2Co 1:4, nota). Así la eficacia del ministerio se profundiza e incrementa (2Co 4:7-12; véase 2Co 4:11-12, nota). Respuesta: debe usar la experiencia de aflicción para alentar y fortalecer a otros creyentes.

(7) Por último, Dios puede usar, y usa, el sufrimiento de los justos para promover la causa de su reino y su plan de redención. Por ejemplo, todas las injusticias que José sufrió a manos de sus hermanos y de los egipcios formaban parte del plan de Dios «para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación (Gén 45:7; véase el ARTÍCULO LA PROVIDENCIA DE DIOS, P. 70. [Gén 45:5]). El principal ejemplo de este principio es el sufrimiento de Cristo, el «Santo y… Justo» (Hch 3:14), que sufrió persecución, agonía y muerte para que se cumpliera plenamente el plan de salvación de Dios. Eso no exime la impiedad de quienes lo crucificaron (cf. Hch 2:23), pero sí indica cómo Dios puede usar el sufrimiento de los justos por obra de pecadores para sus propios propósitos y para su propia gloria.

LA RELACIÓN DE DIOS CON EL SUFRIMIENTO DE LOS CREYENTES.

(1) Lo primero que debe recordarse es esto: Dios participa en los sufrimientos del creyente. Aun cuando Satanás es el dios de este mundo, él puede afligir la vida del creyente sólo por la voluntad permisiva de Dios (cf. Job 1:1-22; Job 2:1-13; véanse los ARTÍCULOs LA PROVIDENCIA DE DIOS, P. 70. [Gén 45:5], y LA VOLUNTAD DE DIOS, P. 966. [Isa 53:10]). Dios ha prometido en su Palabra que El no permitirá que el creyente sea probado más de lo que sea capaz de soportar (1Co 10:13).

(2) También Dios ha prometido sacar algo bueno de todos los sufrimientos y de la persecución de quienes lo aman y obedecen sus mandamientos (véase Rom 8:28, nota). José reconoció esa verdad en su propia vida de sufrimiento (véase Gén 50:20), y el autor de la Epístola a los Hebreos muestra cómo Dios usa las circunstancias dolorosas de la vida para el desarrollo y beneficio del creyente (véase Heb 12:5, nota).

(3) Además, Dios ha prometido estar al lado del creyente en su aflicción, caminar con él «en valle de sombra de muerte» (Sal 23:4; Isa 43:2). El está a su lado por medio de su Espíritu Santo, que lo consuela en todas sus tribulaciones (véase 2Co 1:4, nota). A cada uno de sus hijos El envía suficiente gracia para que pueda soportar las pruebas de la vida (1Co 10:13; véase 2Co 12:9, nota).

(4) Por último, no se debe olvidar que el Señor Jesús comparte la aflicción de los creyentes. Cuando ellos oran, tienen un compasivo sumo sacerdote que sufrió en sí mismo las diversas dimensiones de sus pruebas y sufrimientos (Heb 4:15). En realidad «llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores» (Isa 53:4); hay sanidad para los propios sufrimientos mediante los sufrimientos que El llevó en nombre de los creyentes (Isa 53:5).

VICTORIA SOBRE EL SUFRIMIENTO PERSONAL. Ahora hay que referirse a un asunto importante: cuando se sufren pruebas y aflicción, ¿qué pasos se pueden dar para lidiar con tal sufrimiento a fin de ser victoriosos sobre él?

(1) En primer lugar, hay que considerar las diversas razones por las que sufren los seres humanos (véase la sección 1 de este ARTÍCULO) y cómo esas razones son pertinentes para cada uno. Si se puede identificar una razón específica, entonces hay que seguir la respuesta apropiada.

(2) Hay que creer que Dios se interesa en el creyente profundamente, sin considerar cuán severas sean sus circunstancias (véanse Rom 8:36, nota; 2Co 1:8-10, nota; Stg 5:11, nota; 1Pe 5:7, nota). Nunca el sufrimiento debe llevar a nadie a negar el amor de Dios ni a rechazarlo como su Señor y Salvador.

(3) Hay que volverse a Dios en oración ferviente y buscar su rostro. Hay que esperar en El hasta que Él libre de la aflicción (véanse Sal 27:8-14; Sal 40:1-3; Sal 130:1-8).

(4) Hay que esperar que Dios dé la gracia que se necesite para soportar la aflicción hasta que llegue la liberación (1Co 10:13; 2Co 12:7-10). Siempre se debe recordar que «somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» (Rom 8:37; cf. Jua 16:33). La fe cristiana no consiste en la eliminación de la debilidad y del sufrimiento, sino en la manifestación del poder divino a través de la debilidad humana (véase 2Co 4:7, nota).

(5) Hay que leer la Palabra de Dios, sobre todo los salmos que dan consuelo en tiempo de aflicción (e.g., Sal 11:1-7; Sal 16:1-11; Sal 23:1-6; Sal 27:1-14; Sal 40:1-17; Sal 46:1-11; Sal 61:1-8; Sal 91:1-16; Sal 121:1-8; Sal 125:1-5; Sal 138:1-8).

(6) Hay que buscar la revelación y la opinión de Dios con respecto a la situación particular: mediante la oración, la lectura de las Escrituras, la instrucción del Espíritu Santo, o el consejo de un creyente piadoso y plenamente desarrollado.

(7) Si el sufrimiento es de naturaleza física, se deben seguir los pasos esbozados en el ARTÍCULO LA SANIDAD DIVINA, P. 1284. [Mat 8:16-17].

(8) Durante el tiempo de sufrimiento, hay que recordar la predicción de Cristo de que el creyente sufrirá tribulación y aflicción en su vida (Jua 16:33). Hay que esperar con anhelante expectación aquel tiempo en que «enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor» (Apo 21:4).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Satanás … hirió a Job. Este parece ser un caso excepcional sin ningún otro paralelo exacto en las Escrituras. En los Evangelios, los demonios causaban problemas físicos cuando poseían a personas (cp. Job 13:11; Job 13:16), pero no es esto lo que vemos aquí. La voluntad permisiva de Dios operó para propósitos que Job no podía conocer. Dios estaba oculto de él junto con las razones para su sufrimiento. sarna maligna. Aunque no se puede diagnosticar con exactitud la naturaleza de la aflicción de Job, le produjo un trauma físico extremo (cp. Job 2:13; Job 3:24; Job 7:5; Job 7:14; Job 13:28; Job 16:8; Job 19:17; Job 30:17; Job 30:30; Job 33:21). Las conversaciones de Job a lo largo del libro no se pueden comprender de forma plena sin considerar la extrema aflicción física que Job padeció en una época sin medicinas ni analgésicos. Sus úlceras hubieran sido semejantes a las de los egipcios (Éxo 9:8-11) y a las de Ezequías (2Re 20:7).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Escena 5: La segunda prueba

La narración llega rápidamente a su clímax, al disolverse la cuarta escena en la quinta. Cuando Satanás se retira de la presencia de Dios finaliza la cuarta escena, y el afligir a Job inicia la quinta; no hay un intervalo de tiempo entre la autorización que Dios da del sufrimiento y la aflicción de Satanás sobre Job.

Job había ido a sentarse sobre las cenizas fuera de la ciudad para cumplir con los ritos de duelo. Para expresar su sentido de desolación y aislamiento, se aparta de la sociedad y se identifica con la basura. Mientras se encuentra allí sentado es afligido por llagas malignas (7), y usa pedazos de vasijas de barro rotas que saca de la basura para rascarse y aliviar su comezón. Estas llagas son obviamente alguna enfermedad de la piel (cf. 7:5; 30:30), no puede probarse que fueran específicamente elefantiasis o lepra. Job tiene a la vez muchos otros síntomas, como pérdida de peso (19:20), fiebre (30:30), pesadillas (7:14) e insomnio (7:4), pero éstos bien pueden ser expresiones psicosomáticas de su depresión más bien que los efectos de la enfermedad de la piel. Otras referencias a su sufrimiento son probablemente metafóricas, como cuando se queja de que se le están pudriendo los huesos (30:17) o que se está quemando (30:30).

La esposa de Job ha de haberse sentido víctima de la injusticia de su marido, porque el resultado de toda la piedad de él ha sido exclusivamente para quitarle a sus diez hijos, su posición social y sus medios de vida. Y se espera que ella mantenga su lealtad a él a pesar de su culpabilidad por asociación que ahora le adjudican. Sea por su odio a Dios por lo que le ha hecho a Job, o por su anhelo de que el sufrimiento de su esposo acabe pronto, urge a Job a que maldiga a Dios (9) causando así su propia muerte. Job no la reprocha por sugerir que blasfeme, sino por hablar como una mujer insensata. Con esto, probablemente se refiere a las mujeres de clase baja, irreligiosas, incapaces de comprender la verdad sobre la que se basan los hechos. Job tiene cierta aristocracia, y aunque en este momento no cuenta con su riqueza, poco entiende de la situación de los permanentemente pobres (cf. 30:2-8). La respuesta de Job a su esposa es que Dios tiene la libertad de enviar el bien y el mal ya que da y también quita (cf. 1:21). No es ésta una resignación fatalista a la voluntad de un Dios imposible de conocer, sino una especie de confianza de que Dios sabe lo que está haciendo. Al decir que Job no pecó con sus labios (10), el relator no quiere significar que pecara en lo que pensaba; quiere decir que ha retrucado el reclamo del Satanás de que pecaría con sus labios maldiciendo a Dios si era atacado físicamente.

Job, siendo un señor de gran importancia (1:3), tiene amigos en varios países, aunque no podemos con certeza identificar sus procedencias. Sus intenciones hacia Job son buenas, no lo dudemos; pero es extraño que cuando ven lo mucho que sufre no le ofrecen ningún consuelo. No le dirigen para nada la palabra, sino que empiezan a tratarlo como si ya estuviera muerto. Creen que están expresando sus condolencias (y nuestro silencio receptivo hacia alguien con problemas puede ser beneficioso), pero su duelo por siete días y siete noches (13) inevitablemente produjo separación. Como lo demuestran las palabras más adelante, no pueden creer que Job no merece, en cierto grado, el sufrimiento que ahora está pasando. Aceptan sin críticas la teología ortodoxa que atribuye todo el sufrimiento a la pecaminosidad humana.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

NOTAS

(1) Véase Job 1:12, n.

REFERENCIAS CRUZADAS

m 62 Job 1:12

n 63 Éxo 9:9; Lev 13:18; Job 30:30

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

llagas malignas. No se puede identificar con certeza la enfermedad de Job, basándose en la descripción poética del libro. La enfermedad se manifestó con llagas, desfiguración de la piel de la cara (vers. 7, 12), pérdida de apetito (3:24), insomnio (7:3, 4), pesadillas (7:14), depresión (7:16) y fiebre (30:30).

Fuente: La Biblia de las Américas

sarna maligna. La segunda agresión de Satanás fue contra la persona de Job (cp. nota en Job 1:22). Job dio muestras de varios síntomas. Toda su piel fue afectada (v. Job 2:7), tenía una picazón intensa (v. Job 2:8) y sentía un gran dolor (v. Job 2:13). Su carne se llenó de gusanos y su piel se hizo dura y repugnante (Job 7:5). Supuraba y su tez se volvió oscura (Job 7:5; Job 30:30). Job también sufría de fiebre y dolor en sus huesos (Job 30:17; Job 30:30). Pudo haber padecido de elefantiasis o de leucemia de la piel. La buena voluntad de Dios incluía sufrimiento físico para Job en ese tiempo al igual que para muchos hoy día.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

O, tumores ulcerados

Fuente: La Biblia de las Américas