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Comentario de Juan 10:22 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Juan 10:22 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Se celebraba entonces la fiesta de la Dedicación en Jerusalén. Era invierno,

10:22, 23 Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. — «Fue instituida por Judas Macabeo para celebrar anualmente la purificación del Templo (165 a. C.), que había sido profanado en 162 por orden de Antíoco Epifanes. Era parecida a la de los Tabernáculos, y los judíos la celebran hasta hoy» (VE). «No era una de las grandes fiestas, y podía ser observada en cualquier lugar sin acudir a Jerusalén» (ATR).

— Era invierno, y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón. — Los detalles de esta clase son importantes porque indican que Juan era testigo ocular.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Los sucesos de Jua 7:1-53; Jua 8:1-59; Jua 9:1-41; Jua 10:1-21 ocurrieron durante la Fiesta de los Tabernáculos, que se celebraba alrededor de mediados de octubre. La fiesta de la dedicación duraba ocho días hacia el final de diciembre; así, pasaron unos dos meses entre los versículos Jua 10:21 y Jua 10:22. Esta fiesta es conocida también como de las Luces o Hannukah. Juan observa que los sucesos de Jua 10:22 sucedieron en invierno, no como una señal del tiempo sino como una explicación de por qué el Señor eligió un lugar abrigado para enseñar (v. Jua 10:23).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

fiesta de la dedicación. La celebración judía de hanukáh que conmemora la victoria de los israelitas sobre el líder sirio Antioco IV Epífanes, quien persiguió a Israel. En 170 d.C. conquistó a Jerusalén y profanó el templo judío al erigir un altar pagano en el lugar del altar de Dios. Bajo el liderazgo de un sacerdote anciano llamado Matatías (de la familia de los asmoneos), los judíos pelearon una guerra de guerrillas contra Siria (conocida como la insurrección macabea, que tuvo lugar en 166-142 a.C.) y que logró la libertad de la dominación siria y la recuperación del templo hasta el 63 a.C., tiempo en el cual Roma (Pompeya) tomó el control de Palestina. Los judíos habían liberado y consagrado de nuevo el templo en 164 a.C., el día 25 de Quislev (alrededor de diciembre). La celebración también se conoce como la «fiesta de las luces» porque se encienden lámparas y velas en las casas judías para conmemorar el acontecimiento. Era invierno. Con esta frase Juan sugiere que el frío del invierno impulsó a Jesús a resguardarse en el pórtico de Salomón al lado E del templo, que después de la resurrección se convirtió en el lugar de reunión de los cristianos para proclamar el evangelio (vea Hch 3:11; Hch 5:12).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

10:22, 23 Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. — «Fue instituida por Judas Macabeo para celebrar anualmente la purificación del Templo (165 a. C.), que había sido profanado en 162 por orden de Antíoco Epifanes. Era parecida a la de los Tabernáculos, y los judíos la celebran hasta hoy» (VE). «No era una de las grandes fiestas, y podía ser observada en cualquier lugar sin acudir a Jerusalén» (ATR).
— Era invierno, y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón. — Los detalles de esta clase son importantes porque indican que Juan era testigo ocular.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA PRESENTACIÓN Y LA PROMESA

Juan 10:22-28

En Jerusalén se estaba celebrando la fiesta de la Dedicación. Hacía un tiempo invernal, y Jesús estaba paseando por el recinto del templo, en el pórtico de Salomón. A eso los judíos Le rodearon, y Le preguntaron:
-¿Hasta cuándo nos vas a tener en vilo? Si eres de veras el Ungido de Dios, dínoslo claro de una vez.
-Ya os lo he dicho -contestó Jesús-, y no me habéis creído. Las obras que Yo hago en nombre de Mi

Padre son Mis evidencias. Pero vosotros no creéis porque no sois del número de Mis oveSantiago Mis ovejas oyen Mi voz, y Yo las conozco, y ellas Me siguen. Y Yo les doy la vida eterna, y nunca jamás perecerán, ni Me las podrá arrebatar nadie de la mano.

Juan empieza por darnos la fecha y el lugar de esta discusión. La fecha fue la fiesta de la Dedicación, la última que se fundó de las grandes fiestas judías. Algunas veces se la llamaba la fiesta de las Luces. Su nombre hebreo es Januká. Se celebra el 25 del mes judío de kislev, que corresponde a nuestro diciembre. Caía, pues, esta fiesta hacia la Navidad cristiana, y los judíos la siguen celebrando universalmente.

El origen de la fiesta de la Dedicación se remonta a uno de los períodos de mayor tribulación y heroísmo de la historia judía. Hubo un rey de Siria llamado Antíoco Epífanes, que reinó de 175 a 164 a C. Estaba enamorado de todo lo griego. Decidió eliminar la religión judía de una vez para siempre e introducir en Palestina la vida, el pensamiento, la religión y los dioses griegos. Al principio trató de hacerlo pacíficamente. Algunos judíos aceptaron las ideas y formas nuevas, pero la mayoría se mostró resueltamente fiel a la fe ancestral.
En 170 a C. se produjo la terrible crisis. Ese año, Antíoco atacó a Jerusalén. Se dijo que perecieron 80,000 judíos, y otros tantos fueron vendidos como esclavos. Se robaron 1,800 talentos -un talento eran 21,600 gramos de plata- del tesoro del templo. El tener un ejemplar de la Torá -el Pentateucoo el circuncidar a un niño se castigaba con la muerte; a las madres que circuncidaban a sus hijos las crucificaban con sus niños colgándoles del cuello. Los atrios del templo fueron profanados; se convirtieron sus cámaras en prostíbulos; y, para colmo, Antíoco llegó hasta a dedicar el gran altar de los holocaustos a Zeus Olímpico, y a ofrecer sobre 61 sacrificios de puercos a los dioses griegos.
Fue entonces cuando Judas Macabeo y sus hermanos emprendieron su épica lucha por la libertad. En 164 a C. se ganó la guerra definitivamente; y ese mismo año se limpió y purificó el templo. Se reconstruyó el altar y se repusieron las túnicas y los objetos del culto después de tres años de contaminación. Para conmemorar la purificación del templo se instituyó la fiesta de la Dedicación. Judas Macabeo decidió que «los días de la dedicación del altar se habían de celebrar en su tiempo de año en año, por espacio de ocho días, desde el día 25 del mes de kislev, con gozo y alegría» (1 Macabeos 4:59). Por esa razón esta fiesta se llamaba a veces de la Dedicación del Altar, y otras Memorial de la Purificación del Templo.

Pero, como ya hemos visto, aún tenía otro nombre: el de la fiesta de las Luces. Se instalaban grandes iluminaciones en el templo, y también en todos los hogares. En la ventana de todas las casas judías se ponían luces. Según Shammai, se ponían ocho luces en las ventanas, y cada día se quitaba una hasta dejar sólo una el último día. Según Hillel, el primer día se encendía una sola, y cada día se añadía una más hasta tener ocho el último día. Todavía podemos ver estas luces en los hogares de los judíos practicantes hasta el día de hoy.
Estas luces tenían dos significados. El primero era como recordatorio de que la luz de la libertad había vuelto a brillar en Israel. El segundo se remontaba a una leyenda muy antigua. Se decía que, cuando se purificó el templo y se volvió a encender el candelabro de los siete brazos, sólo se pudo encontrar una vasijita de aceite sin contaminar. Esta vasija se había mantenido intacta y con el sello del anillo del sumo sacerdote. Por su capacidad material, no contenía aceite nada más que para mantener las lámparas encendidas un día; pero, milagrosamente, hubo suficiente para los ocho, hasta que se acabó de preparar otro aceite según la fórmula correcta y se consagró para su uso santo. Por eso brillaban las luces en el templo y en los hogares ocho días en memoria de la vasija que Dios hizo que durara ocho días en vez de uno solo.
No carece de significado el hecho de que debe de haber sido cerca de esas fechas cuando Jesús dijo: «Yo soy la Luz del mundo.» Cuando se encendían todas aquellas luces para conmemorar la libertad recuperada para dar culto a Dios conforme a la conciencia y tradición de Israel, Jesús dijo: «Yo soy la Luz del mundo; sólo Yo puedo iluminar el camino que conduce al conocimiento y a la presencia de Dios.»

Juan también nos menciona el lugar en que se produjo esta discusión: el pórtico de Salomón. El primer atrio del templo era el de los Gentiles. A sus dos lados había una columnata magnífica que se llamaban el pórtico de Salomón y el pórtico Real. Eran hileras de columnas impresionantes, de 12 metros de altura, con un techo encima. La gente acudía allí para orar o meditar; y los rabinos solían pasear por allí, hablando con sus alumnos y explicando las doctrinas de la fe. Jesús también iba andando por allí porque, como nos detalla Juan con un toque pictórico, «hacía un tiempo invernal.»

LA PRESENTACIÓN Y LA PROMESA

Juan 10:22-28 (conclusión)

Cuando Jesús estaba paseando por el pórtico de Salomón, se le acercaron los judíos. «¿Hasta cuándo nos vas a tener en vilo? -Le dijeron-. Dínoslo claro de una vez: ¿eres o no eres el Ungido prometido de Dios?»
Detrás de esa pregunta había dos actitudes mentales. Había algunos que genuinamente querían saberlo, y esperaban anhelantes la respuesta. Pero había otros que, sin duda, usaban aquella pregunta como una trampa. Querían inducir engañosamente a Jesús a que hiciera una declaración que se pudiera tergiversar, ya fuera para convertirla en un delito de blasfemia aceptable para sus tribunales, o en una acusación de insurrección de la que se encargaría el gobernador romano.
La respuesta de Jesús fue que ya les había dicho Quién era. Es verdad que no lo había dicho con todas sus letras; porque, según nos cuenta la historia Juan, Jesús había presentado Sus credenciales en privado. A la Samaritana Se le había revelado como el Mesías (Jn 4:26 ), y al que había nacido ciego, como el Hijo del Hombre (Jn 9:37 ). Pero hay algunas declaraciones que no hay por qué hacer de palabra, especialmente a una audiencia cualificada para percibirlas. Había dos cosas acerca de Jesús que Le colocaban más allá de toda duda, las expresara con palabras o no. La primera eran Sus obras. Había sido la visión de la edad de oro que había tenido Isaías: «Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se destaparán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará de gozo la lengua del mudo» (Isa 35:5-6 ). Cada uno de los milagros de Jesús era una prueba de que había venido el esperado Mesías. La segunda eran Sus palabras. Moisés había anunciado que Dios levantaría a un Profeta al Que el pueblo tendría que oír (Dt 18:15 ). El mismo acento de autoridad con que hablaba Jesús, la manera regia en que abrogó la antigua ley y puso en su lugar Sus enseñanzas, eran una prueba fehaciente de que Dios hablaba por medio de Él. Las palabras y las obras de Jesús eran una demostración de que El era el Ungido de Dios.

Pero la inmensa mayoría de los judíos no habían aceptado esas pruebas. Como hemos visto, las ovejas de Palestina conocían la llamada especial de su propio pastor, y la obedecían; esos no eran del rebaño de Jesús. En el Cuarto Evangelio subyace la doctrina de la predestinación. Las cosas suceden siempre como Dios las había programado. Juan está diciendo realmente que aquellos judíos estaban predestinados para no seguir a Jesús. De una manera o de otra todo el Nuevo Testamento mantiene en equilibrio dos ideas aparentemente opuestas: el hecho de que todo sucede conforme al propósito de Dios y, al mismo tiempo, que la libertad humana es responsable. Esos judíos se habían hecho a sí mismos tales que estaban predestinados para no aceptar a Jesús; y sin embargo, según Juan, eso no los hace en nada menos condenables.
Pero, aunque la mayoría no aceptaron a Jesús, algunos sí; y a ellos Jesús les prometió tres cosas.

(i) Les prometió la vida eterna. Les prometió que, si Le aceptaban como Maestro y Señor, si llegaban a ser de Su rebaño, toda la pequeñez de la vida terrenal se pasaría, y conocerían la gloria y la magnificencia de la vida de Dios.

(ii) Les prometió una vida que no tendría fin. La muerte no sería el fin, sino un nuevo principio; conocerían la gloria de una vida indestructible.

(iii) Les prometió una vida segura. Nada los podría arrebatar de Su mano. Eso no quería decir que no experimentarían la aflicción, el sufrimiento y la muerte; sino que, en los más dolorosos momentos y en las horas más oscuras se darían cuenta de que los brazos eternos estarían sosteniéndolos y rodeándolos. Aun en un mundo que se precipita al desastre experimentarían la serenidad de Dios.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

2. En la fiesta de Dedicación (Jua 10:22-42)

Análisis de discurso

Esta unidad se da en el contexto de la fiesta de la Dedicación (hanukkah ) y está muy relacionada con el discurso del pastor y las ovejas (vv. Jua 10:26-29). La fiesta de la Dedicación recordaba la consagración del templo en el 165 a. C. por Judas Macabeo, después de que Antíoco IV Epífanes lo profanara al sacrificar un cerdo en el altar del Señor. La fiesta duraba unos ocho días después del 15 de diciembre. Esta festividad es la celebración de las luces, cuya ceremonia se copia de la fiesta de los Tabernáculos. Durante esta festividad se leían textos como Eze 34:1-31 que tenían que ver con los pastores de Israel. La mención de esta fiesta no tiene mucho significado o simbolismo de peso en la narración de Juan, como sí lo tienen las otras fiestas.

TÍTULO: Casi todas las versiones especifican el rechazo de Jesús por los judíos: Los judíos rechazan a Jesús (RV60, RV95, DHH, BA), Jesús rechazado por los dirigentes (NBE), Los jefes judíos quieren matar a Jesús (TLA). Otro énfasis presenta la BJ: Jesús se declara Hijo de Dios. Nos parece que la afirmación teológica central del pasaje pudiera ser un buen título: El Padre y yo somos uno solo.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

a. La última confrontación (vv. Jua 10:22-39)

Esta sección se divide en dos partes de fuerte carga cristológica que tienen que ver con la mesianidad y la filiación de Jesús, separadas por otro intento de lapidación por parte de los judíos (v. Jua 10:31). La primera parte responde a la pregunta: “¿Eres tú el Mesías?”, en tanto que la segunda a la pregunta: “¿Blasfema porque se llama a sí mismo hijo de Dios?”.

Análisis textual y morfosintáctico

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

1) Jesús el Mesías (vv. Jua 10:22-30)

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

En la fiesta de diciembre se presenta la última confrontación de Jesús con las autoridades judías hasta su sentencia y crucifixión. Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Aunque la indicación temporal “era invierno” aparece en el texto original al final del versículo, varias versiones la colocan al principio, vinculándola así de forma más directa con el resto del texto. La CEV anticipa la presencia de Jesús que se mencionará en el v. Jua 10:23 pero no aquí, y con ese cambio le da más agilidad a la narración y une los vv. Jua 10:22 y Jua 10:23 : «Ese invierno, Jesús estaba en Jerusalén para la fiesta de la Dedicación». También con la inversión: «Era invierno y Jesús había ido a Jerusalén para participar en la fiesta del Templo» (TLA). El dar más información en la traducción acerca de la fiesta ayuda al lector: «Era invierno, y en Jerusalén estaban celebrando la fiesta en que se conmemoraba la dedicación del templo» (DHH). Además, se debe tomar en cuenta que en otras culturas se define el invierno de otra manera, como la época de mucha lluvia, por ejemplo, por ello sería mejor traducir como: “Era la época de mucho frío y se celebraba la festividad que recordaba la consagración del templo”.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

— dedicación del Templo: Fiesta que se celebraba en Jerusalén a finales de diciembre con el fin de conmemorar la purificación del Templo que llevó a cabo Judas Macabeo a raíz de la victoria sobre Antíoco IV, rey de Siria. (Ver 1Ma 1:9; 1Ma 1:18; 1Ma 10:1-8).

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

El diálogo en la fiesta de la Dedicación

Juan vincula hechos con fiestas cuando es apropiado. Esta fiesta fue establecida primero por Judas Macabeo para señalar la rededicación del templo después de su profanación por Antíoco Epífanes en 164 a. de J.C. La mención en el v. 22 de que era invierno tiene que ver con el hecho de que Jesús estaba caminando por el pórtico de Salomón. La pregunta del v. 24 traducida ¿hasta cuándo nos tendrás en suspenso? sugiere que los judíos no eran completamente hostiles, aunque claramente estaban perplejos. Jesús dijo que él ya les había respondido en el sentido del testimonio general de sus palabras y hechos. Lo que él criticaba especialmente aquí era su falta de fe aun en los milagros. Jesús vuelve a la figura del pastor para recordar a los judíos que si fueran sus verdaderas ovejas hubieran oído su voz. Entonces destacó en especial su relación con aquellas ovejas (28). La fuerza de las palabras muestra que ellos ya habían entrado a la vida eterna, pues se usa el tiempo verbal presente. Jesús también hizo una inconfundible promesa en cuanto a su seguridad. Los que estaban familiarizados con los varios enemigos de un rebaño de ovejas en el Oriente apreciarían el tono absoluto de esa seguridad. Se refuerza por la acción del padre (29). Esto lleva a la importante declaración del v. 30: Yo y el Padre una cosa somos. El Padre y el Hijo están tan estrechamente identificados en la misión de Jesús que hay cierta idea de unidad de esencia, aunque haya separación de identidad. Tal comprensión de estas palabras está en completo acuerdo con la afirmación de 1:1.

Los opositores decidieron evitar más palabras por medio de un enfoque más tangible, o sea el apedreamiento (31). Sin embargo, Jesús continuó con más preguntas sobre sus motivos (32, 33) y ellos respondieron con acusaciones de blasfemia. Su definición de blasfemia se basaba en la presuposición de que Jesús era un mero hombre, pero sus acciones demostraban que era más que un simple hombre y es evidente la falacia de su acusación. Una imputación similar fue hecha por los opositores de Jesús en 5:18. La ley levítica (Lev. 24:16) prescribía la muerte por apedreamiento como castigo de la blasfemia. Cuando Jesús apeló a la ley en el v. 34, estaba usando el término para incluir las tres partes de las Escrituras judías, dado que la cita es del Sal. 82:6. Hay varios criterios sobre a quién se dirige Dios en este Salmo: los jueces de Israel que habían fallado en sus deberes; los ángeles que abusaron de su autoridad sobre las naciones; o Israel como un todo en la entrega de la ley. Cualquiera que sea la interpretación correcta, aquí se implica que aquellos que eran llamados “dioses” eran inferiores a aquel que había sido enviando por el Padre, el Hijo de Dios. ¿Cómo se podía acusar de blasfemia a Jesús? Cuando declaró que la Escritura no puede quebrantarse (35), usó una palabra en singular y se refirió primariamente al pasaje que estaba citando, pero el principio es sostenido por la Escritura en su conjunto. La palabra santificó en el v. 36 se usa con frecuencia en el AT para la separación de una persona para una función especial (cf. un uso similar en Juan 17:19).

La discusión concluye con una afirmación sobre las obras y la fe (37, 38). Las acciones de Jesús estaban relacionadas tan estrechamente con las obras del Padre que él podía invitar a la fe sobre esa base. Las obras de Jesús son el medio por el cual la gente puede llegar a entender la relación entre Jesús y el Padre. La fe basada en obras es inferior a la fe basada en lo que Jesús dijo. Las obras (o señales) tienen un propósito teológico: producir comprensión de la relación entre Jesús y el Padre. Los que hayan llegado a comprender esta relación íntima no tropezarán por la afirmación del v. 30, como claramente hicieron los oyentes de Jesús. Jesús estaba afirmando que es imposible diferenciar entre el Hijo y el Padre en el cumplimiento de las obras.

El regreso de Jesús al lugar del bautismo de Juan puede ser simbólico. Su ministerio público estaba llegando al final. Los vv. 41, 42 repiten el testimonio de Juan sobre Jesús y la superioridad del ministerio de éste. Un fuerte contraste se ve entre la falta de respuesta en Jerusalén y los muchos que creyeron al otro lado del Jordán.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

NOTAS

(1) “La fiesta de la dedicación (Hanuká).” J22(heb.): jagh ha·januk·káh.

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

la fiesta de la Dedicación. También conocida como Hánnukah, celebra la purificación del templo en el año 164 a.C., por haber sido profanado a manos del gobernador seléucida, Antíoco Epífanes, en el año 167 a.C. (Dn 8:9– 14).

Fuente: La Biblia de las Américas

22 super (1) Desde el año 170 hasta el año 168 a. de C, Antíoco Epífanes, rey de Siria, invadió a Jerusalén y saqueó el templo. Además, el 25 de diciembre del año 168 a. de C. sacrificó una cerda en el altar y erigió una imagen en el templo, y de éste modo contaminó y dañó el templo.Tres años más tarde, en el año 165 a. de C, Judas Macabeo, un hombre valiente de Judá, purificó y restauró el altar y el templo. El estableció el 25 de diciembre —el día en que el altar y el templo habían sido profanados—como el principio de una fiesta sagrada dé ocho días consecutivos de regocijo para celebrar el gran logro de la purificación y restauración del altar y del templo. Esta fiesta sagrada es la fiesta de la dedicación que se menciona aquí.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

la fiesta de la dedicación. Esta fiesta fue instituida en 165 a.C. por Judas Macabeo en conmemoración de la purificación y reapertura del templo, después de ser profanado por el gobernante de Siria Antíoco Epífanes en el 168 a.C. (Dan 11:31; 1Ma 4:52-59). Se le llama también la fiesta de las luces o Hanukah. La fecha cae cerca del solsticio de invierno, el 22 de diciembre.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

la fiesta de la Dedicación… → §083.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

Lit., Entonces

Fuente: La Biblia de las Américas

rtf1fbidisansiansicpg1252deff0fonttblf0fromanfprq2fcharset2 Wingdings 3; . entonces.

10.22 Esto es, la fiesta de la Dedicación g §083.

Fuente: La Biblia Textual III Edición