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Comentario de Juan 11:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Juan 11:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Estaba entonces enfermo un hombre llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta.

11:1 Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, — La enfermedad y muerte de Lázaro era la ocasión para la séptima de las señales registradas por Juan.

— la aldea de María y de Marta su hermana. — Lázaro es mencionado solamente por Juan, pero sus hermanas son mencionadas por Lucas (10:38-42).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Estaba entonces enfermo. Jua 11:3, Jua 11:6; Gén 48:1; 2Re 20:1-12; Hch 9:37.

uno llamado Lázaro. Jua 11:5, Jua 11:11; Jua 12:2, Jua 12:9, Jua 12:17; Luc 16:20-25.

de Betania. Jua 12:1; Mat 21:17; Mar 11:1.

María. Luc 10:38-42.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Jesús resucita a Lázaro, luego de estar cuatro días enterrado, Jua 11:1-44.

Muchos judíos creen, Jua 11:45, Jua 11:46.

Los principales sacerdotes y los fariseos reunen un concilio contra Jesús, Jua 11:47, Jua 11:48.

Caifás profetiza, Jua 11:49-53.

Jesús se esconde, Jua 11:54.

Cuando llega la Pascua, el pueblo le busca y espera verle, Jua 11:55-57.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Betania, una pequeña aldea en la ladera sureste del monte de los Olivos, estaba ubicada a unos tres km de Jerusalén (v. Jua 11:18).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 11.
L os capítulos 11 y 12 aparecen en la perspectiva literaria del evangelista como la introducción inmediata a la pasión de Cristo. El capítulo 11, con la resurrección de Lázaro, determinará la inminencia de la muerte de Cristo; el pontífice y el sanedrín así lo acuerdan. El capítulo 12 es la “llegada” de Cristo a Jerusalén, su “entrada” mesiánico-redentora (Jua 11:51-53), para entregarse en manos de sus enemigos. Es la hora dramática de la Luz y las Tinieblas.

La resurrección de Lázaro,Jua 11:1-44.
Esta narración, relatada sencillamente por el evangelista, es uno de los hechos más prodigiosos en la vida de Cristo. Se presentó como “luz,” y ahora va a ir a la muerte por presentarse como dador de “vida.” Es el mismo del que se dijo antes: “Como el Padre resucita muertos y les da vida – de almas y cuerpos – , así también el Hijo” encarnado (Jua 5:21).

1) Vuelta de Cristo a Betania,Jua 11:1-16.
1 Había un enfermo, Lázaro, de Betania, de la aldea de María y Marta, sus hermanas. 2 Era esta María la que ungió al Señor con un ungüento y le enjugó los pies con sus cabellos, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo. 3 Enviaron, pues, las hermanas a decirle: Señor, el que amas está enfermo. 4 Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. 5 Jesús amaba a Marta y a su hermana y a Lázaro. 6 Aunque oyó que estaba enfermo, permaneció en el lugar en que se hallaba dos días más; » pasados los cuales dijo a los discípulos: Vamos otra vez a Judea. 8 Los discípulos le dijeron: Rabí, los judíos te buscan para apedrearte, ¿y de nuevo vas allá? 9 Respondió Jesús: ¿No son doce las horas del día? Si alguno camina durante el día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10 pero, si camina de noche, tropieza, porque no hay luz en él. 11 Esto dijo, y después añadió: Lázaro, nuestro amigo, está dormido, pero yo voy a despertarle. 12 Dijéronle entonces los discípulos: Señor, si duerme, sanará. 13 Hablaba Jesús de su muerte, y ellos pensaron que hablaba del descanso del sueño. 14 Entonces les dijo Jesús claramente: Lázaro ha muerto, 15 y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; pero vamos allá. 16 Dijo, pues, Tomás, llamado Dídimo, a los compañeros: Vamos también nosotros a morir con El.

Jn presenta a Lázaro por referencia a sus hermanas, sobre todo por la huella que dejó en la primitiva catcquesis la “unción” hecha por su hermana María.
El nombre de Lázaro (Dios socorrió), forma apocopada de Eleázaro, era nombre frecuente.
La escena va a tener lugar en Betania. Puede corresponder al hebreo Beth aniah. Etimológicamente podría tener, entre otros significados, el de “casa del dolor” y “casa de ruego.” Así la prefieren interpretar algunos críticos racionalistas para pensar que no tiene esta escena realidad histórica, sino simbólica. Pero también puede corresponder a la etimología de Annaniah, villorrio del A.T., en la tribu de Benjamín (Neh 11:32). Sería forma apocopada de esta raíz, ya que Nehemías conoce la forma Aniah (Neh 8:4; Neh 10:23) y Annaniah (Neh 3:23) como nombre de personas l.
Topográficamente se la identifica con el actual villorrio árabe de el-Azariye, alteración árabe del nombre latino Lazanum, nombre con que se le conocía en tiempo de Eteria, en el flanco oriental del monte de los Olivos, a unos 2.800 metros de Jerusalén. Ya es señalado en el siglo IV por los “itinerarios” y peregrinos 2.
La enfermedad de Lázaro era mortal. Sus hermanas envían un mensajero a Cristo, que distinguía con gran afecto a esta familia, para decirle que estaba enfermo. La noticia no era sólo informativa; en ello – “el que amas está enfermo” – iba la súplica discreta por su curación. La fórmula evoca el pasaje de Cana de Galilea (Jua 2:3); posiblemente es un reflejo literario del evangelista. ¿Acaso hay también una evocación simbólica de todo cristiano, al estilo del discípulo “al que Jesús amaba”?
Cristo estaba en Betania o Betabara de Perea, en Transjor-dania, donde Juan había bautizado (Jua 10:40; Jua 1:28). Al oír este mensaje, Cristo anunció que aquella enfermedad no era de muerte, sino para que la “gloria” de Dios se manifestase con ella. Los conceptos paleotestamentarios sobre el valor del dolor se iban enriqueciendo. Y se quedó aún allí “dos días” más. Como en Cana, parece que rechaza el ruego. El evangelista quiere destacar bien la presencia de Cristo. El tema joanneo de la “gloria” de Dios se destaca.
Pero a los dos días dio a los apóstoles la orden de partida para visitar a Lázaro. Mas volver a Judea, de donde había salido hacía poco a causa de las persecuciones de los judíos, era peligroso (Jua 10:39) Es lo que le recuerdan ahora los discípulos. Más El, que tantas veces esquivó peligros de» muerte, porque aún no era “su hora,” está bien consciente que ésta ya llegó o está a punto de llegar. Y se lo ilustra con una pequeña parábola. Se cita el día con la división en doce horas según el uso grecorromano. Mientras es de día se puede caminar sin tropezar; el peligro está en la noche. Aún es para él de día, aunque se acerca la noche de su pasión. Por tanto, nadie podrá aún hacerle nada. La parábola cobra también tintes de alegoría. Si se camina mientras hay luz, El es la luz, al que no podrán vencer las tinieblas (Jua 9:4-5; Jua 1:5). Y a distancia de días y kilómetros les anuncia la muerte de Lázaro. Primero, en la forma usual eufemística: Lázaro duerme, y El va a despertarle (Mat 9:18.24 par.)3. Los rabinos señalan el sueño en los enfermos como uno de los diez síntomas que juzgaban favorables a la curación 4. Los discípulos lo interpretan ingenuamente del sueño natural. Por eso no hacía falta ir a curarlo. Probablemente esta observación de los discípulos estaba condicionada algún tanto por el terror de volver a Judea a causa de la persecución que estaba latente contra ellos. A esto responden las palabras del impetuoso Tomás 5, al decir: “Vamos también nosotros a morir con El” (v 16). Este discípulo, que sólo es citado en los sinópticos en las listas de los apóstoles, en Jn aparece en relación con misterios de la glorificación de Cristo (Jua 14:5; Jua 14:20, Jua 14:24-29; Jua 21:2).
Y Cristo les anunció allí abiertamente que Lázaro había muerto. Cuando Cristo llegó a Betania, hacía ya “cuatro días que Lázaro había muerto.” El entierro se solía hacer el mismo día de la muerte (Hec 5:6.10). Pero no sería necesario suponer cuatro días completos de su muerte, pues los rabinos computaban por un día entero el día comenzado 6. El evangelista quiere destacar bien la presciencia de Cristo y la conciencia de su poder vitalizador. La Luz y Vida del mundo van a Betania.

2) Conversación de Cristo con Marta y María,Hec 11:17-37.
17 Fue, pues, Jesús, y se encontró con que llevaba ya cuatro días en el sepulcro. 18 Estaba Betania cerca de Jerusalen, como unos quince estadios, 19 y muchos judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas por su hermano. 20 Marta, pues, en cuanto oyó que Jesús llegaba, le salió al encuentro; pero María se quedó sentada en casa. 21 Dijo, pues, Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano;22 pero sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo otorgará. 23 Díjole Jesús: Resucitará tu hermano. 24 Marta le dijo: Sé que resucitará en la resurrección en el último día. 2S Díjole Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera vivirá; 26 y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees tú esto? 27 Díjole ella: Sí, Señor; yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que ha venido a este mundo. 28 Diciendo esto, se fue y llamó a María, su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está ahí y te llama. 29 Cuando oyó esto, se levantó al instante y se fue a El, 30 pues aún no había entrado Jesús en la aldea, sino que se hallaba aún en el sitio donde le había encontrado Marta. 31 Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, viendo que María se levantaba con prisa y salía, la siguieron, pensando que iba al monumento para llorar allí. 32 Así que María llegó a donde Jesús estaba, viéndole, se echó a sus pies, diciendo: Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano. 33 Viéndola Jesús llorar, y que lloraban también los judíos que venían con ella, se conmovió hondamente y se turbó, 34 y dijo: ¿Dónde le habéis puesto? Dijéronle: Señor, ven y ve. 35 Lloró Jesús, 36 y los judíos decían: ¡Cómo le amaba! 37 Algunos de ellos dijeron: ¿No pudo éste, que abrió los ojos al ciego, hacer que no muriese?

Al acercarse Cristo a Betania, alguien debió de adelantarse a dar la noticia de su llegada. Marta sale a su encuentro, mientras que María se quedó en casa, “sentada,” entre el círculo de gentes que le testimoniaban el pésame. Las visitas de duelo eran una de las obras de caridad muy estimadas por los judíos 7. El luto duraba siete días 8. Según el uso rabínico, los tres primeros días estaban dedicados al llanto, y los otros al luto. También se ayunaba (1Sa 31:13). En la época rabínica, el ritual consistía, al volver del enterramiento, en sentarse en el suelo con los pies descalzos y velada la cabeza. Los siete primeros días estaban especialmente dedicados a las visitas 9. Esta pequeña indicación sobre las dos hermanas responde al carácter de ambas tal como las presentan los sinópticos (Luc 10:38ss).
La fe de Marta aparece imperfecta. Creía en el poder de la oración de Cristo, tanto que, si él hubiese estado presente, Lázaro, por su oración, no hubiese muerto. Es la misma fe que refleja María cuando es llamada por Marta (v.32). Era, sin duda, eco de las frecuentes conversaciones y sentimientos de las hermanas aquellos días. Los sinópticos presentan casos de fe superiores al de Marta y María sin tener la intimidad de esta familia con Cristo (Mat 8:5ss par.). En todo caso, no reconoce la presencia de Cristo a distancia. Esto no es del evangelista.
Y aunque Marta dice a Cristo que cuanto pida a Dios se lo concederá, no cree en la resurrección de su hermano. Prueba es que, cuando Cristo se lo afirma, ella piensa, con desconsuelo, en la resurrección final, conforme a la creencia ortodoxa de Israel. Pero el pensamiento, progresivamente desarrollado, llega a una enseñanza de gran novedad y riqueza teológica. Jn la transmite así: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, si muriese, vivirá, y todo el que cree en mí no morirá para siempre.” 10
La fe en la resurrección de los muertos era creencia universal en la ortodoxia de Israel. Pero no sabían que el Mesías fuese el agente de esta resurrección 11.
Cristo, que se presentó como el Mesías, es el agente de la resurrección de los muertos. El es la resurrección, porque el Padre le dio el “tener vida en sí mismo” (Jua 5:26), y por eso El causa la resurrección de los muertos, tanto del alma (Jua 5:25) como del cuerpo (Jua 5:28.29).
En el A.T. (Deu 32:29; 2Re 5:7, etc.), como en la literatura rabínica, el poder de dar la vida y resucitar es atributo exclusivo de Dios 12. Cristo con esta enseñanza se está proclamando Dios. Ya lo dijo antes: “Como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere les da vida” (Jua 5:21).
Tal como está redactada aquí esta expresión: que el que cree en Cristo, “aunque muera, vivirá”; lo mismo que este creyente “no morirá para siempre,” valoradas ante el contexto de la muerte física de Lázaro, no harían pensar más que en la resurrección física.
Sin embargo, en el pensamiento de este evangelio, el contenido es, sin duda, mayor. Esa resurrección de Lázaro, causada por ser Cristo “la resurrección,” si va a ser física, esta misma resurrección está vinculada a la fe en Cristo, que da “vida” sobrenatural ( Jua 5:40; Jua 8:28; Jua 14:6; 1Jn 5:11.12), la cual trae aneja la resurrección (Jua 5:29; Jua 6:40-50; Jua 6:53-58), aquí milagrosamente anticipada. Y Lázaro creía en Cristo.
Esta es la fe que Cristo pide a Marta. Y ella le confiesa como “el Mesías” y “el Hijo de Dios,” que vino al mundo. Pero ¿confesó esto Marta? Se ven en los evangelios diversos grados de fe. Esta ya es fe pospentecostal. Aquí es una interpretación del mismo Jn 13.
En un momento determinado, Cristo hace llamar a María. La salida de ésta hizo pensar a las gentes del duelo en una fuerte emoción que la llevase a llorar al sepulcro. Y salieron con ella. Y Cristo, al verla llorar a ella y a ellos, sin duda de emoción sincera, puesto que, según ritual judío, sólo los tres primeros días estaban dedicados a las lágrimas, y se estaba ya en el cuarto, también Cristo lloró.
El verbo usado (¿αβριμάομαί ) indica, de suyo, el sonido con que se expresa una emoción de ánimo o los simples signos con los que se expresan diversas conmociones del mismo 14. Por eso, este sonido, psicológicamente, supone y complementa este estado de “conturbación” que se produce en Cristo, y que el evangelista destaca. Añadiendo que Cristo “lloró.” Y ante esta emoción traducida en lágrimas, los judíos presentes decían: “¡Cómo le amaba!”
Esta emoción y lágrimas de Cristo no son más que la emoción honda, legítima y bondadosa de Cristo ante la muerte de Lázaro, su amigo, a quien Jesús “amaba” (v.3.5). En esas lágrimas de Cristo quedaron santificadas todas las lágrimas que nacen del amor y del dolor cristianos.
Ante estas lágrimas del Señor, algunos de los judíos presentes, de los que estaban en la condolencia con María, reconociendo en Cristo un ser excepcional, pensaron si El, que había abierto los ojos al ciego de nacimiento en la piscina de Bethesda, no habría podido haber curado a Lázaro antes de que le llegase la muerte. No se imaginan que tenga el poder de la resurrección. Parecería que en el fondo de la observación hubiese un reproche por la tardanza de Cristo en llegar.

3) Resurrección de Lázaro,Jua 11:38-44.
38 Jesús, otra vez conmovido en su interior, llegó al monumento, que era una cueva tapada con una piedra. 39 Dijo Jesús: Quitad la piedra. Díjole Marta, la hermana del muerto: Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días. 40 Jesús le dijo: ¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios? 41 Quitaron, pues, la piedra, y Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; 42 yo sé que siempre me escuchas, pero por la muchedumbre que me rodea lo digo, para que crean que tú me has enviado. 43 Diciendo esto, gritó con fuerte voz: Lázaro, sal fuera. 44 Salió el muerto, ligados con fajas pies y manos, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Soltad-le y dejadle ir.

Cristo, a petición propia, va a la tumba de Lázaro. El evangelista la describe diciendo que era una “caverna” (σπήλαιον ) que tenía, para cerrarla, una piedra “sobrepuesta” o “encima de ella” (επέχειτο ). Esto hace ver que el tipo de sepulcro no era de los excavados en el fondo horizontal de la roca y cerrada su abertura de entrada por la piedra giratoria (golel), sino que estaba, conforme al otro tipo de tumbas judías, excavada en el suelo, y a cuyo fondo se bajaba por una pequeña escalera desde la abertura hecha en la superficie del suelo y cerrada por una gran piedra superpuesta 15.
Llegado a la presencia del sepulcro, Cristo experimentó nuevamente fuerte emoción. Y dio orden de “quitar” (ήραν ), no “rodar,” como se dice, v.gr., del sepulcro de Cristo, la piedra que lo cerraba.
Un grupo de personas va a cumplir la orden. Pero nadie piensa en la resurrección. Lo acusa bien la intervención de Marta, al decirle que ya va a dar el hedor de la descomposición de un cadáver al cuarto día. Según el Talmud de Jerusalén, el alma permanecía tres días sobre el cadáver, y lo abandonaba al cuarto, en que comenzaba la descomposición 16. El embalsamamiento judío no lograba, como el egipcio, la incorrupción por momificación; sólo derramaba superficialmente aromas sobre el cadáver, por respeto, y para evitar algo el hedor de la putrefacción. Esto es lo que piensa Marta: que Cristo, llevado del afecto a Lázaro, quiere ver el cadáver, lo que era presenciar el tremendo espectáculo de la descomposición. Es un detalle histórico con que el evangelista, conforme a un procedimiento que usa en otras ocasiones, quiere destacar el milagro que va a tener lugar (Jua 2:6s; Jua 6:7).
Pero Cristo, consciente de su obra, le recuerda que crea en El, pues esta fe le hará ver la “gloria de Dios,” que aquí es el poder divino que El tiene (Jua 11:41.24-26; cf. Jua 1:14).
La piedra se retiró, y, ante la negrura del sepulcro abierto, Cristo oró al Padre “elevando los ojos al cielo,” como en momentos solemnes hacía (Jua 17:1), prorrumpiendo en acción de gracias, tan frecuente en El (Mat 11:25 par.), y precisamente en voz alta, por uso judío y para instrucción de los presentes.
Era la oración con que pedía y agradecía su humanidad la obra de la divinidad que iba a realizar, con un gran valor apologético para los oyentes. Por ella verían que era obra que Dios le daba a realizar (Jua 5:19s; Jua 30:36; Jua 9:3s; 10:32:Jua 14:10), y esto les haría ver que El es el Enviado.
Terminada la oración, dio su orden a la muerte “con voz muy fuerte,” reclamada por la solemnidad del momento (Mat 8:26 par.), y también por conveniencia psicológica humana de los presentes: para que su voz entrara sensiblemente en la profundidad de aquella caverna-tumba y llevase al muerto, con su orden, la vida.
La aparición de Lázaro en el umbral del sepulcro debió de ser escalofriante, pues “salió el muerto,” y salió “ligados los pies y manos con vendas” (χεφίαις ), y “la faz rodeada” (περίεδέδετο ) “en un sudario.” 17
Ante Lázaro así presente, Cristo da la orden de desatarle, para que pueda caminar otra vez por la tierra.
Esta orden de Cristo hace ver que el milagro fue doble: primero, resucitar a un muerto, y luego, hacer que éste, resucitado, inmovilizado para moverse, fuese llevado por una fuerza sobrenatural para aparecer así en el umbral del sepulcro.

La resolución que se toma de dar muerte inminentemente a Cristo,Mat 11:45-57.
El evangelista ha seleccionado este milagro de Cristo, como luz y vida, para vincularlo, ante una resolución política de los dirigentes judíos, al acuerdo de matar a Cristo. Así, en el plan del evangelista, la vida pública de Cristo comienza con un milagro sobre la naturaleza, en las bodas de Cana, y termina con otro sorprendente sobre la vida. Y en ambos se explícita que eran para manifestar la “gloria” de Dios y de su divinidad. Viene así a quedar el cuarto evangelio estructurado, una vez más, en “inclusión semítica.”

45 Muchos de los judíos que habían venido a María y vieron lo que había hecho creyeron en El; 46 pero algunos se fueron a los fariseos y les dijeron lo que había hecho Jesús. 47 Convocaron entonces los príncipes de los sacerdotes y los fariseos una reunión, y dijeron: ¿Qué hacemos, que este hombre hace muchos milagros? 48 Si le dejamos así todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación. 49 Uno de ellos, Caifas, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada. 50 ¿No comprendéis que conviene que muera un hombre por todo el pueblo, no que perezca todo el pueblo? 51 No dijo esto de sí mismo, sino que, como era pontífice aquel año, profetizó que Jesús había de morir por el pueblo, 52 y no sólo por el pueblo, sino para reunir en uno todos los hijos de Dios que están dispersos. 53 Desde aquel día tomaron la resolución de matarle.

1) La reacción ante este hecho,Mat 11:45-46.
La reacción de los “muchos” judíos, pero que son precisamente, como lo indica el caso de aposición con que lo matiza, “los que vinieron” al duelo de esta familia, y que presenciaron el milagro de la resurrección de Lázaro, fue que “creyeron” en él: en su misión, en que había sido “enviado” por el Padre, y que era el objeto de la oración de Cristo al Padre (v.42) antes de resucitar a Lázaro.
Si el evangelista pone por referencia de la visita de duelo de estos judíos sólo a María, es probablemente a causa del importante papel que María va a tener muy pronto en la unción de Betania (Jua 12:1ss), y con lo cual se había hecho famosa en la tradición cristiana primitiva, como se ve por los sinópticos, y como ya antes lo supone el mismo evangelista (Jua 11:2).
En contraposición de éstos, “algunos” judíos se fueron a los fariseos y les dijeron lo que había hecho Jesús. ¿Quiénes son estos judíos? ¿A qué fueron a los fariseos?
Siempre ha sido un tema discutido en exégesis este versículo. Se propuso:
a) Puesto que todos los judíos que presenciaron el milagro creyeron, como lo exige la construcción de la frase, estos “algunos” judíos eran de los que presenciaron el milagro y fueron precisamente a los fariseos para esclarecerles. Pero si conocían su actitud, ¿podrían pensar en hacerles luz? (cf. Jua 7:45-49).
b) Aunque “muchos” creyeron, sin embargo, “algunos de ellos” fueron a los fariseos, ¿con tríalas intenciones’? ¿Por qué? ¿Por prevención para ellos mismos? También “la fe incipiente (cf. Jua 2:23-25) fundada en milagros no siempre conduce a una verdadera aceptación de Jesús” (B. Vawter). Resucitar a un muerto no era obra prohibida; ni se realizó en sábado. Teodoro de Mopsuestia pensó que fueron a acusarle de haber desenterrado un cuerpo, por lo que querrían acusarle de sacrilegio.
Mas lógica sería la segunda posición. En la vida de Cristo se ve que, ante sus milagros, algunos, sin negar el hecho, no “creen” en El (Jua 5:9ss). Pero los que niegan la fe en Cristo ante la evidencia de los milagros son precisamente los fariseos (Jua 5:10; Mat 12:22-24 par.). Acaso estos “judíos” que fueron con la noticia fuesen fariseos, y la llevasen para cambiar y contrastar opiniones.
c) Posiblemente la solución sea otra. La construcción de la frase no exige por necesidad que estos “algunos” sean precisamente de los testigos presenciales del milagro. “Muchos de los judíos, los que vinieron a María y vieron lo que hizo (Cristo), creyeron en empero algunos de los mismos fueron a los fariseos.”
La contraposición se hace entre “muchos de los judíos,” pero que son todos los que presenciaron el milagro y vinieron a María, y entre “algunos de los mismos,” que son los judíos. No exige, pues, la frase el que hayan sido los judíos testigos presenciales, sino simplemente judíos 18 (cf. Jua 12:9).
La noticia corrió por Jerusalén, y algunos judíos que la oyeron, fueron a llevarla a los fariseos, con el fin avieso de que interviniesen ante aquel nuevo caso que se contaba de Cristo. Si no, no hubiesen ido a los fariseos. La hubiesen corroborado ante todos. La misma frase de ir a ellos acusa, no información, sino delación. Y lo confirma la determinación que ellos tomaron ante este informe.

2) Caifas y los dirigentes judíos condenan a Cristo,Jua 11:47-53.
La reacción farisaica ante esta información tendenciosa era previsible.
Se convocó una reunión oficiosa de parte del sanedrín. Los “fariseos,” como enemigos mortales de Cristo ya desde el comienzo de su vida pública, y los “príncipes de los sacerdotes,” en su mayor parte saduceos, y, por tanto, ventajistas de la dominación romana, convocaron una reunión no oficial del sanedrín, como lo indica la ausencia, al menos literaria, de los “ancianos,” y al citarse el sanedrín sin artículo, que no omiten nunca cuando citan los sinópticos la reunión oficial del mismo. Era, pues, una reunión oficiosa y preliminar para ver lo que convenía hacer en vista de los “prodigios” que Cristo hacía. Estos se reconocen, aunque no crean en su origen divino. Como en el comienzo de su vida pública, los fariseos, seguramente, se los atribuyen al poder de Beelzebul (Mat 12:24 par.).
Pero, a causa de ellos, se plantean en aquella reunión la actuación de Cristo, no en lo que tenían sus prodigios de “signos,” sino egoístamente, en el sentido de su repercusión política.
De seguir así, las masas pueden reconocerle como el Rey-Mesías (Jua 6:15). Esto daría lugar a conmociones nacionalistas de independencia de Roma, y ésta actuaría entonces más opresivamente, y “destruirían nuestro lugar y nuestra nación.” La expresión “nuestro lugar (hamaqom) es el lugar por excelencia, el templo, término con que lo expresa Jn en otro lugar (Jua 4:20; cf. 2Ma 5:19).
Se discute si las palabras “por el pueblo” no hayan sido pronunciadas por Caifas, puesto que apuntan a una teología de la redención (Boismard). Sin embargo, la frase de Caifas postula, como justificación, algo equivalente, aunque tengan un matiz joanneo. Se lee en escritos rabínicos: “Es preferible que se dé la muerte a este hombre a que toda la comunidad sea castigada por su causa” (A. Wikenhauser, o.c., p.338).
Caifas, sumo pontífice, interviene, apuntando y forzando la solución. La nación había de prevalecer; el que fuese por cualquier motivo – innovador blasfemo, piadoso alucinado, patriota sincero 19 – causa de su peligro, había de morir.
El evangelista, al hablar de Caifas, añade que “era sumo sacerdote aquel año,” expresión que repite, deliberadamente, luego en el versículo 51, y más tarde en el capítulo 18:13. Esta redacción ha dado lugar a discusiones, pues es sabido que el cargo de sumo sacerdote en Israel era, según la Ley, vitalicio; pero los romanos alteraron esta ley, dándolo por el tiempo que les parecía oportuno. El 37, Caifas fue destituido por Vitelio20. Siendo el evangelista judío, ¿por qué dice que era Caifas sumo sacerdote “de aquel año”? ¿Cómo iba a ignorar esto?
Se propuso, basándose en el tratado talmúdico Yoma 21, si no sería posible que el evangelista aluda a la costumbre de aquel tiempo de conferir el pontificado inmediatamente sólo por un año, terminado el cual, se necesitaba nueva confirmación o un nuevo nombramiento 22.
La solución más lógica, y la tradicional, ya propuesta desde el tiempo de Orígenes, es que el evangelista quiso señalar que Caifas era el pontífice de aquel año excepcional (Luc 3:2) 23.
Pero el evangelista destaca que Caifas “no dijo esto de sí mismo,” sino que, por ser “pontífice de aquel año” insigne y trascendental, “profetizó” que “Jesús había de morir por el pueblo.”
En la historia de Israel, en momentos especialmente importantes, se recordaban sueños o visiones proféticas (Exo 28:30; Num 28:19; 1Re 38:6, etc.). El sumo pontífice era el órgano oficial de Dios. Y Filón reconoce en los pontífices el don de profecía, sobre todo si se hacían dignos de él por su virtud 24.
Se sugiere que Jn destaca que Caifas era sumo sacerdote, por recordar la antigua asociación entre sacerdocio y profecía.
Pero no podía ser en sentido directo una verdadera profecía, pues Dios no podía mover a Caifas a pronunciar la condena de Cristo. La palabra “profecía” tiene un sentido amplio. Jn ve en esas palabras del sumo sacerdote un indicación providencial de la muerte de Cristo 2S.
Y Jn lo valora luego él en plenitud teológica: no sólo convenía morir por la liberación espiritual de Israel, sino para que no hubiese más que un solo rebaño y un solo pastor (Jua 10:16). Era la redención universal para lograr la total reunión del universal “Israel de Dios.”
Desde aquel día tomaron la resolución firme de matarle. Los numerosos conatos que hubo para ello durante su vida, y que registrarán los evangelios, encontraron su final eficaz aquí. El “proceso” de Cristo no será más que el expediente, aparente y jurídico, para consumar esta decisión.

3) Reacciones de Cristo y de Jerusalén,Jua 11:54-57.
54 Jesús, pues, ya no andaba en público entre los judíos; antes se fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Erren, y allí moraba con sus discípulos. 55 Estaba próxima la Pascua de los judíos, y muchos subían del campo a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse. 56 Buscaban, pues, a Jesús, y unos a otros se decían en el templo: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta? 57 Pues los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes para que, si alguno supiese dónde estaba, lo indicase, a fin de prenderle.

Cristo tuvo conocimiento de esta resolución, probablemente por vía humana. Nicodemo era miembro del sanedrín (Jua 7:50) y “discípulo oculto” de Cristo (Jua 19:39). También el rumor popular, al que habrían trascendido las consignas, pudo ponerle en guardia de esperar “su hora.”
Se retiró a una ciudad llamada Efraím, “próxima al desierto de Judá,” morando allí con sus discípulos. Eusebio identifica esta villa, en su Onomasticon, con Efrén (1Cr 13:19), y ha sido identificada con la actual Taybeh, a 20 kilómetros al norte de Jerusalén 26. Esto le permitía, en caso de persecución judía, y antes de “su hora,” atravesar el desierto y establecerse en Perca. Allí estaba seguro.
El evangelista destacará varias veces la proximidad de la Pascua. Aparte del sentido histórico, quiere destacar el sentido simbólico de la Pascua de Cristo: su muerte redentora.
La proximidad de la misma hacía subir ya a muchos judíos, antes de la Pascua, para “purificarse.” Esto hace ver que el retiro de Cristo en Efrén no fue largo.
Conforme a la Ley (Num 9:10; 2Cr 30:17-18), había de celebrarse la Pascua en plena pureza “legal” (Jua 18:28). Como esta purificación exigía ritos, y el número de peregrinos que necesitaban purificarse era muy grande, de ahí el adelantarse unos días, para poder celebrar aquélla conforme a la Ley.
Entre estos “muchos judíos” que habían subido ya a Jerusalén había expectante inquietud. Cristo, que en otras ocasiones había hecho milagros y causado impresión en los mismos jerosolimitanos, máxime en los galileos; y como estaba propagada entre el pueblo la orden de los príncipes de los sacerdotes y de los fariseos, para que, “si alguno supiese dónde estaba, lo indicase, a fin de prenderle” (v.57); esto mismo, avivando el recuerdo anterior, les hizo inquietarse e interesarse por El y por su venida a la fiesta. Pero el tono no es de malevolencia, sino de simple expectación.

Historicidad del relato de la resurrección de Lázaro.
La crítica racionalista ha negado, por motivos diversos, la historicidad de este hecho. Para ella no sería más que una interpretación “mítica” (Straus), o un “piadoso fraude” (Renán), o una elaboración de la parábola de Lázaro y el epulón “puesta en acción” (Holtzman, Reville, Loisy), o negada por motivo de “imposibilidades internas” de la narración (Heit-müller). Todas estas posiciones no resisten a un análisis seriamente científico. No lo niegan por dificultades decisivas del relato, sino por su concepción apriorística de negar el sobrenatural.
Ni es él más que un caso particular de la historicidad del cuarto evangelio. De ello escribe Mollat: “El autor contradiría su intento esencial (Jua 20:31) y la noción misma del Evangelio si los “signos” que autentizan su mensaje no fuesen más que un mito despojado de todo valor histórico.” 27 Y el relato de la resurrección de Lázaro es como el culmen de los milagros signos,” que él narra para probar el mensaje de Cristo (Jua 20:30-31; Jua 21:25), al tiempo que lo sitúa en la trama histórica, que explica la causa inmediata de la muerte salvadora del mismo.
Lo único que puede científicamente preguntarse acerca de este hecho es el silencio de los sinópticos sobre el mismo.
No es ello tampoco más que un caso particular del silencio de los sinópticos, y de ellos entre sí, sobre dichos y episodios y milagros de la vida de Cristo, que son reconocidos por históricos y entre los que hay resurrección de muertos (Jairo, Nahím). Como el silencio de aquéllos, tampoco el silencio de este episodio en ellos está plenamente explicado.
La razón ordinaria que se alega es el plan redaccional y los temas – perspectivas – de las catequesis respectivas. El hecho de la resurrección de muertos por Cristo era conocido por Mt (Jua 11:5) y Lc (Jua 7:22), y los tres sinópticos relatan la resurrección de la hija de Jairo.
Lagrange hace dos sugerencias a este propósito: ¿No podría haber parecido que la resurrección de Lázaro “disminuía la impresión que debía producir en el espíritu la resurrección de Cristo?”28
Pero acaso lo que más choque no es la simple omisión que hacen los sinópticos de este relato, sino la omisión que hacen de Lázaro, cuando hablan de la unción de Betania (Mt 26ss; Mar 14:3ss), lo mismo que de los nombres de María y Marta. En cambio, los nombres de estas hermanas los transmite Lc (Mar 10:38-42), aunque omitiendo el nombre de Lázaro y la alusión a su resurrección. “En esto hay un misterio. ¿Por qué este silencio?”
Lagrange piensa que era una razón de prudencia el silenciar esta familia en la catcquesis, a causa del odio del sanedrín (Jua 12:10). En cambio, Jn, escribiendo en una época tardía, en la que Jerusalén había sido destruida por Roma, podía descorrer aquel velo y narrar sin peligro para nadie aquella escena 29. Pero si se admite para Mt y Lc una fecha de composición sobre el año 80, el argumento pierde fuerza. Sólo queda el enfoque y “fuentes” distintas de los evangelistas.
Van den Bussche, escribe: “¿Por qué los sinópticos han ignorado a Lázaro? Sin duda porque concedían más interés a los milagros realizados en Galilea, y porque, en su opinión, las discusiones con los fariseos (parábola de la viña, Mar 12:1-12 y par., por ejemplo) preparan mejor a la muerte de Jesús. Históricamente (humana y farisaicamente) hablando, hubo más de una razón para la condena a muerte de Jesús.”30

1 Albright, Bulletin Of The American School Of Oriental Researches (1923) 8ss; Abel, Géographie De La Palestine (1938) II P.243.266. – 2 Vincent: Rev. Bib. (1914) 438ss; Abel, Géographie De La Palestine (1938) II P.266-269; Perrella, / Luoghi Santi (1936) P. 197-201. – 3 Bonsirven, Textes Rabbiniques. N.1901. – 4 Llghtfoot, Horae Hebraicae Et Tolmudicae In IV Evangelio H.L. – 5 Sobre Su Nombre, Cf. comentario A Mat 10:3. – 6 Strack-B., Kommentar. I P.649. – 7 Bonsirven, Textes. N.497. – 8 Gen 50:10; 1Sa 31:13; 2Sa 10:2; Jdt 16:29; Josefo, Antiq. XVI 8:4. – 9 Strack-B., O.C., II P.544; Buxtorf, Synagoga Iudaica XXXV; Nowack, L<?Ar-Buch Der Hebr. Archáologie I P. 193-198; Llghtfoot, Horae Hebraicae Et Talmudicae In FV Evangelio H.L. – 10 Sobre Las Variantes Y Omisiones En Este Pasaje, Cf. NESTLé, N.T. Graece Et Latine (1928) Ap. Crít. A Jua 11:25.26; MOLLAT, L'Evang, S. St. Jean, En La Sainte Bible De Jérusalem (1953) P.136, Nota Al V.25. – 11 Lagrange, Le Messianisme. (1909) P.170-185; Bonsirven, Le Judatsme. (1934) I P.483. – 12 Bonsirven, Le Judaisme. (1934) I P.483. Cf. comentano A Jua 5:21-29. – 13 Lagrange, évang. S. St. Jean (1927) P.303. – 14 Zorell, Lexicón Graecum N.T. (1931) Col.422. – 15 Prat, Jesus-Christ (1947) II P.542-549. – 16 Mo'edQaton 82b; Cf. Scheftelowitz,Dé? Altoersische Uñadasjudentum P.178. – 17 Sobre Funciones Del “Sudario” Cf. Shabbath 23:4; Bonsirven, Textes Rabbini-Ques. (1955) N.700. Sobre Enterramientos Judíos, Cf. Strack-B., O.C., I P.1048. – 18 Mollat, L'évangile S. St. Jean, En La Sainte Bible De Jérusalem (1953) P.138 Nota D. – 19 Lagrange, évang. S. St. Jean (1927) P.315. – 20 Josefo, Antiq. XVIII 2:2; 4:3. – 21 Y Ma 8b.9a. – 22 Holzmeister: Zeitschr. Für Kath. Theol. (1920) 306-312; Historia Aetatis Ν . Τ : (1938)Η .234ρ .195-196. – 23 Zahn, Das Evangelium Des Johannes. (1912) H.L.; Lagraxge, évangile S. St. Jean (1927) P.314 V.49; Schepens, Pontifex Anni Illius: Rech. Scienc. Relig. (1921) 372-374. – 24 Filón, De Spec. Leg. IV 192; II 367ss. – 25 C. H. Dodd, The Prophecy Of Caiaphas, En “Neotestamentica Et Patrística” (1962) P. 134-143 [Hom. O. Cullmann]. – 26 Abel, Geographie De La Palestine (1938) II P.402; A. Fernández, Problemas De Topografía Palest. P. 134-138; Y En Est. Bíb. (1931) 222-228. – 27 Mollat, L'évang. S. St. Jean En La Sainte Bible De Jerusalem (1953) P.41. – 28 Lagrange, évangile S. St. Jean (1927) P.310. – 29 Lagrange, O.C., P.311-312. – 30 H. Van Den Bussche, El Evans., S. S. Juan (1972) P.426-427.

Fuente: Biblia Comentada

Lázaro. La resurrección de Lázaro es la señal más apoteósica y dramática del evangelio, así como la cima del ministerio público de Jesús. Ya se han presentado seis milagros: agua convertida en vino [Jua 2:1-11], sanidad del hijo de un oficial del rey [Jua 4:46-54], restauración del paralítico [Jua 5:1-15], multiplicación de panes y peces [Jua 6:1-14], caminar sobre el agua [Jua 6:15-21], y curación de un ciego de nacimiento [Jua 9:1-12]). La resurrección de Lázaro es más potente que todas estas señales e incluso más monumental que la resurrección del hijo de la viuda de Naín (Luc 7:11-16) o el de la hija de Jairo (Luc 8:40-56) porque esos dos casos de resurrección ocurrieron de inmediato tras la muerte de cada persona. Lázaro en cambio fue levantado de entre los muertos tras haber estado cuatro días en la tumba, por lo cual el proceso de descomposición ya iba muy avanzado (v. Jua 11:39). Betania. Es diferente de Betábara o «la otra Betania» que estaba «al otro lado del Jordán» que se menciona en Jua 1:28 (vea la nota allí). Se encuentra en el costado oriental del Monte de los Olivos a unos 4 km de Jerusalén (v. Jua 11:18) por el camino que conduce a Jericó. María … Marta. Esta es la primera mención de la familia en el Evangelio de Juan. El apóstol relató la historia de María la que ungió a Jesús en Jua 12:1-8, pero esta referencia puede indicar que los lectores originales ya estaban familiarizados con el acontecimiento. Cp. Luc 10:38-42.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

El pasaje anterior (Jua 10:40-42) marcó el final del ministerio público de Jesús desde el punto de vista de Juan. A partir de aquí Él comienza a recluirse de las masas para ministrar a sus propios discípulos y a quienes lo amaban a medida que se preparaba para enfrentar la muerte. Israel ya había tenido su ventana de oportunidad. El sol ya casi se ponía y la noche se acercaba. Estos dos capítulos forman la transición hacia los capítulos Jua 13:1-38; Jua 14:1-31; Jua 15:1-27; Jua 16:1-33; Jua 17:1-26; Jua 18:1-40; Jua 19:1-42; Jua 20:1-31; Jua 21:1-25 que registran la pasión de Cristo, es decir, los acontecimientos relacionados con la cruz.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Desde que comienza el capítulo Jua 11:1-57, Jesús ya se dispone a enfrentar la cruz. El poco tiempo que pasó en esta región más allá del Jordán llegó a su fin. Juan retomó la historia cuando Él ya había regresado al área de Jerusalén y faltaban pocos días para su muerte en la cruz. En esos últimos días antes de su muerte, la atmósfera en el Evangelio de Juan cambia del odio y el rechazo Jua 10:39) a un testimonio bienaventurado e inconfundible de la gloria de Cristo. A pesar de todo el rechazo y el aborrecimiento, nada pudo ocultar su gloria que se manifestó aquí en la resurrección de Lázaro. Ese milagro evidenció su gloria en tres aspectos: 1) apuntó a su deidad; 2) fortaleció la fe de los discípulos, y 3) preparó un sendero directo a la cruz (Jua 12:23). El capítulo puede dividirse de la siguiente manera: 1) la preparación para el milagro (vv. Jua 11:1-16), 2) le llegada de Jesús (vv. Jua 11:17-37), 3) el milagro mismo (vv. Jua 11:38-44) y 4) los resultados del milagro (vv. Jua 11:45-57).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

11:1 Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, — La enfermedad y muerte de Lázaro era la ocasión para la séptima de las señales registradas por Juan.
— la aldea de María y de Marta su hermana. — Lázaro es mencionado solamente por Juan, pero sus hermanas son mencionadas por Lucas (10:38-42).

Fuente: Notas Reeves-Partain

DE CAMINO A LA GLORIA

Juan 11:1-5

Hubo un tal Lázaro, que procedía de Betania, la aldea donde vivían María y su hermana Marta, que se puso enfermo. María fue la que ungió al Señor con un ungüento aromático y le secó los pies con sus cabellos; y el que se puso enfermo era su hermano Lázaro. Así es que las hermanas Le enviaron recado a Jesús en estos términos: «Señor, fíjate: el que amas está enfermo.»
Cuando Jesús recibió el mensaje, dijo:
-Esta enfermedad no va a resultar fatal; más bien ha sucedido por causa de la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por este medio.
Jesús amaba a Marta, y a su hermana, y a Lázaro.

Una de las cosas más preciosas del mundo es tener una casa y un hogar al que uno puede ir en cualquier momento, y encontrar descanso y comprensión y paz y amor. Eso era doblemente cierto en el caso de Jesús, porque Él no tenía un hogar suyo propio; no tenía donde reclinar la cabeza Lc 9:58 ). En el hogar de Betania encontró algo de todo eso. Había allí tres personas que Le amaban; y allí podía encontrar descanso de las tensiones de la vida.

El mayor regalo que nadie puede hacer es dar comprensión y paz. El tener alguien al que uno puede acudir en cualquier momento sabiendo que no se reirá de nuestros sueños ni malentenderá nuestras confidencias es lo más maravilloso del mundo. Es una posibilidad para todos nosotros el tener un hogar así. No hace falta mucho dinero, ni requiere una hospitalidad exquisita. Sólo se necesita un corazón comprensivo. Nadie puede tener nada mejor que ofrecer a sus semejantes que » el don del reposo para unos pies cansados,» como ha dicho alguien; y eso era lo que Jesús encontraba en la casa de Betania en la que vivían Marta y María y Lázaro.
El nombre Lázaro
quiere decir Dios es mi ayuda, y es el mismo que Eleazar. Lázaro se puso enfermo, y sus hermanas Le enviaron recado a Jesús para notificárselo. Es encantador comprobar que el mensaje de las hermanas no incluía la petición de que Jesús fuera a Betania. Sabían que no era necesario; sabían que, con hacerle saber que tenían una necesidad, bastaría para hacerle ir. Agustín se fijó en este detalle, y dijo que era suficiente que Jesús lo supiera. Porque no es posible amar a una persona y desertarla en la necesidad. C. F. Andrews nos cuenta de dos amigos que sirvieron juntos en la Primera Guerra Mundial. Uno de ellos fue herido, y se quedó desamparado en tierra de nadie. El otro, con peligro de la vida, fue a rastras adonde estaba para ayudarle; y cuando le alcanzó, el herido levantó la mirada y dijo sencillamente: «Sabía que vendrías.» Es maravilloso saber que el simple hecho de nuestra necesidad atrae a nuestro lado a Jesús en un abrir y cerrar de ojos.

Cuando Jesús llegó a Samaria sabía que, le pasara lo que le pasara a Lázaro, El tenía poder para resolverlo. Pero, en un principio, se limitó a decir que aquella enfermedad se había presentado para la gloria de Dios y Suya. Ahora bien: eso era cierto en dos sentidos, y Jesús lo sabía. (i) La curación permitiría sin duda a la gente ver la gloria de Dios en acción. (ii) Pero había algo más. Una y otra vez en el Cuarto Evangelio, Jesús habla de Su gloria en relación con la Cruz. Juan nos dice en 7:39 que el Espíritu no había venido todavía porque Jesús todavía no había sido glorificado, es decir, porque aún no había muerto en la Cruz. Cuando acudieron a El los griegos, Jesús dijo: » Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado» (Jn 12:23 ). Y era de la Cruz de lo que estaba hablando, porque inmediatamente dijo que el grano de trigo tiene que caer en la tierra y morir para llevar fruto. En Jn 12:16 , Juan dice que los discípulos se acordaron de estas cosas después que Jesús fue glorificado, es decir, después de Su muerte y resurrección.

Está claro en el Cuarto Evangelio que Jesús veía la Cruz como Su suprema gloria y como Su camino a la gloria. Así que, cuando dijo que la curación de Lázaro Le glorificaría, estaba dando muestras de que sabía perfectamente bien que el ir a Betania y devolverle la salud, y la vida, a Lázaro, era dar un paso que Le conduciría a la Cruz. Y así fue.
Con los ojos abiertos Jesús aceptó la Cruz para ayudar a Su amigo. Sabía el precio, y estaba dispuesto a pagarlo.
Cuando nos viene alguna prueba o aflicción, especialmente si es en consecuencia de nuestra fidelidad a Cristo, lo veríamos en una luz totalmente diferente si nos diéramos cuenta de que la cruz que tenemos que asumir es nuestra gloria y el camino a una gloria aún más grande. Para Jesús, no había otro camino a la gloria que el que pasaba por la Cruz; y así debe ser siempre también para Sus seguidores.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 11

LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO (11,1-57)

Con el relato de la resurrección de Lázaro (11,1-44) empieza el preludio a la historia de la pasión, porque esa «señal», en la historia joánica de Jesús, es el motivo directo de la condena a muerte de Jesús, decretada por el sanedrín o gran consejo (11,45-53). Es éste un punto que Bultmann ha destacado atinadamente: «Se da el giro; se acerca la hora de la pasión. El motivo externo del cambio fatídico es la resurrección de Lázaro, y el evangelista ha puesto bien en claro esa su importancia». Por ello hemos de intentar hacernos una idea lo más clara posible de la óptica joánica. En el Evangelio según Juan la resurrección de Lázaro constituye, a no dudarlo, la más alta e insuperable de las «señales». Aquí no se trata de la curación de un enfermo, ¡sino de la resurrección de un muerto, que lleva cuatro días en la tumba! A ello se suma la especial significación teológica de la «señal», que se deja sentir, una y otra vez, en diferentes planos y que en su punto culminante apunta al propio Jesús como «la resurrección y la vida» (11,18-27). La narración es, pues, el verdadero preludio a la pasión de Jesús, y el lector debe saber, ya desde ahora, que el camino de Jesús no es en definitiva un camino hacia la muerte, sino un camino que, a través de la muerte, conduce a la glorificación, a la resurrección y a la vida. Así, en la visión joánica la luz de pascua brilla ya desde el comienzo sobre el camino de Jesús, que en su realidad histórica pasa ciertamente de primero por la oscuridad incomprensible del sufrimiento humano.

El motivo teológico de esos relatos de resurrección de muertos es evidentemente el de señalar a Jesús como vencedor del poder de la muerte. La fe atribuye ese poder a Jesús. Están, pues, fuera de duda el carácter y el contenido kerigmáticos de ese género literario, por lo que no dejan de plantear graves dificultades tales relatos en cuanto a su realidad histórica, pues que esos «signos y milagros» contradicen de manera radical cualquier experiencia humana. Ello no debería discutirse con una apologética falsa y superficial. En Jn 11 la cosa se agrava aún más por cuanto que esa narración se presenta como la «señal» última y suprema, que desemboca directamente en la sentencia capital del consejo supremo contra Jesús, y por cuanto la tradición sinóptica sobre Jesús no sabe del hecho absolutamente nada. En ese sentido la pregunta acerca de la historicidad de la resurrección de Lázaro sólo puede recibir una respuesta claramente negativa (*). Por ello resulta también aquí tanto más importante el contenido predicacional de la historia, expresado en forma clara e inequívoca: Jesús en persona es la resurrección y la vida. Lo cual significa que en el relato de la resurrección de Lázaro laten la primitiva fe pascual de los cristianos, la confesión de fe en el resucitado y en su permanente presencia en la Iglesia, así como la confesión de que la fe en Cristo resucitado constituye ya una participación en la vida de la resurrección. La tarea de la exégesis es la de analizar sobre todo el propósito de tales afirmaciones.

La división es relativamente simple:

1. Enfermedad, muerte y resurrección de Lázaro (11,1-44).

a) La noticia de la enfermedad de Lázaro (11,1-3).

b) Reacción de Jesús ante la noticia (11,4-6).

c) La marcha hacia Judea (11,7-16).

d) El encuentro con Marta (11,17-27).

e) El encuentro de Jesús con María; los judíos (11,26-37).

f) El signo de la resurrección de Lázaro (11,38-44).

2. La sentencia capital del consejo supremo (11,45-53).

3. Jesús se retira (11,54-57).

……………

* Insatisfactoria se me antoja la salida de Schnackenburg, para quien los sinópticos «pasan por alto la resurrección de un muerto o porque la desconocen o porque les pareció superflua al lado de los otros milagros que habían ya referido de Jesús». En cualquiera de los casos «se mantiene la conexión causal, históricamente difícil, entre la resurrección de Lázaro y la sentencia de muerte decretada por el consejo supremo».

……………

1. ENFERMEDAD, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE LÁZARO (11,1-44)

La exposición que sigue parte también aquí del texto actual, en cuya disposición es típico el trenzado de narración y diálogo, de historia del signo e interpretación.

a) La noticia sobre la enfermedad de Lázaro (Jn/11/01-03)

1 Había un enfermo, Lázaro de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta. 2 María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro estaba enfermo. 3 Enviaron, pues, las hermanas a decir a Jesús: Señor, mira que aquel a quien amas está enfermo.

La narración empieza con un relato escueto de la enfermedad de un hombre llamado Lázaro, de Betania (v. 1a). Betania era una pequeña aldea, sita al este de Jerusalén, a unos 3 km (1). El lugarejo, que en otros pasajes se menciona como el punto de permanencia de Jesús en la ú]tima semana de su vida (cf. Mar 11:1.11.12; Mar 14:3), se identifica aquí con la aldea (por lo demás desconocida) «de María y de su hermana Marta»; simultáneamente las dos mujeres son introducidas como hermanas de Lázaro. Se supone además que ambos nombres son bien conocidos; lo cual equivale a decir, que eran conocidas por la tradición (cf. el relato de Lc en que Jesús se hospeda en casa de Marta y de María, Luc 10:38-42). También la figura de Lázaro -el nombre es una abreviación del nombre hebreo Eleazar, que significa «Dios ayuda»- podría estar tomada de la tradición lucana (cf. Luc 16:19-31). No es segura en modo alguno la hipótesis de que desde el principio el nombre Lázaro de Betania se relacionase ya con una historia de resurrección de un muerto; también puede ser una creación del evangelista para su propósito. A él se remonta asimismo la idea de que Lázaro, María y Marta fueran hermanos. Los incorpora a esa función literaria, porque son importantes para su relato. Así, pues, el v. 1 tiene el carácter de una exposición. Y a la misma pertenece también el v. 2, que habitualmente se entiende como una glosa posterior, y que establece la conexión explícita con la unción de Jesús en Betania (12,1-8), aunque puede ser también original, ya que subraya la conexión objetiva entre los relatos. Como quiera que sea, la referencia ha de tomarse más en serio de lo que suele hacerse en la exégesis.

La repetida alusión final del v. 2b a la enfermedad de Lázaro da ya a conocer el alto grado de urgencia de toda la situación. La enfermedad es siempre un proceso que, en la visión bíblica, mete al hombre en el círculo funesto de la muerte, en su proximidad. Así lo expresa el v. 3 indicando que las dos hermanas comunicaron inmediatamente a Jesús la enfermedad de su hermano Lázaro por medio de un mensajero, con la esperanza sin duda de que acudiría en seguida para ayudarlos. Se trata aquí el tema de la comparecencia de mensajeros, que aparece en las historias de milagros en que se trata de casos especialmente apremiantes. Sorprende el tratamiento de «Señor» otorgado a Jesús, que ciertamente no se entiende sólo como un título honorífico cristológico, sino que apela además al poder y competencia del taumaturgo, del que se espera ayuda. Y una vez más se subraya la urgencia del caso al designar a Lázaro como un amigo especial de Jesús: «a quien amas está enfermo». ¡Y no se puede dejar en la estacada a un amigo en tal trance!

……………

1. «Betania, en la vertiente oriental del monte de los Olivos», a unos 15 estadios (3 km.) de Jerusalén, llamado hoy al Azarye.

……………

b) Reacción de Jesús ante la noticia (Jn/11/04-06)

4 Cuando Jesús lo oyó, dijo: Esta enfermedad no es de muerte, sino para la gloria de Dios: para que por ella sea glorificado el Hijo de Dios. 5 Amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 Sin embargo, cuando oyó que éste estaba enfermo, todavía se quedó dos días en el lugar donde se encontraba.

La primera reacción de Jesús a la noticia de la enfermedad de Lázaro constituye a la vez la primera referencia al plano en que se ha de contemplar y entender la historia: el plano de la kerygmática teológica. Considerada desde el punto de vista meramente humano, la respuesta sería totalmente imposible y representaría una negativa al servicio de amistad solicitado. Por el contrario, en un plano teológico-kerygmático la respuesta de Jesús tiene un perfecto sentido cuando dice: «Esta enfermedad no es de muerte, sino para la gloria de Dios» (cf. 9,3b: «… para que se manifiesten las obras de Dios en él»). La fórmula «esta enfermedad no es de muerte» no significa, desde luego -como lo demuestra la historia-, que la enfermedad no desemboque en un desenlace fatal, sino que las cosas no quedarán simplemente en ese desenlace; es decir, que la muerte no será la última palabra. Sin duda que la fórmula contiene intencionadamente un doble sentido, incluso de cara al lenguaje que en seguida van a emplear los discípulos. Esa «enfermedad» con su proceso y sus consecuencias habrá de contribuir, en definitiva, a la glorificación de Dios. Lo cual quiere decir asimismo que debe manifestar la gloria de Dios, y ello porque el Hijo de Dios, Jesús, será glorificado por causa de ella. En definitiva es la acción de Dios la que se hace patente en el curso de la historia, y sobre todo en su punto culminante. Pero la acción de Dios se cumple de tal modo en la acción de Jesús que el propio Jesús experimenta una glorificación de Dios en su propia acción salvadora y reveladora, y de manera muy particular en las «señales». Al obrar Jesús el signo, como el revelador de Dios, glorifica con él a Dios a la vez que es glorificado por Dios; lo cual equivale a refrendar y reforzar su autoridad. Al mismo tiempo, sin embargo, todo el acontecimiento apunta con su carácter simbólico a la auténtica glorificación de Jesús por Dios en su muerte y resurrección (cf. 13,31s). El concepto de glorificación conecta la historia del signo de la resurrección de Lázaro con la historia joánica de la pasión y de pascua.

El v. 5 subraya una vez más que Jesús no sólo «amaba» a Lázaro sino a los tres hermanos. Estaba abierto a su amor y amistad. Simultáneamente con esa afirmación se indica que los tres hermanos pertenecen a «los suyos», de los que se dice en 13,1b: «…tras haber amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo». De ese modo toda la narración está bajo el signo fundamentalmente positivo del amor de Jesús a los suyos, que muestra al lector cómo al final, y pese a todos los equívocos y dificultades, y pese, incluso, a la muerte misma de Lázaro, las cosas sólo pueden resultar bien. Los hombres, a los que llega el amor de Jesús, revelador y portador de la salvación, no pueden perderse. Jesús ama a Marta, a su hermana y a Lázaro. Por lo que también su comportamiento está impregnado de ese amor, aunque les pueda resultar extraño a quienes no conocen tales interioridades. Y eso es lo que ocurre precisamente cuando Jesús, tras conocer la noticia, no hace nada, sino que permanece todavía dos días en el mismo lugar (1). También ahí se puede captar una sutil referencia a la muerte y resurrección de Jesús, resucitado «al tercer día» de entre los muertos. Está fuera de duda que toda la narración de Lázaro hay que entenderla como «señal» respecto de la muerte y resurrección de Jesús.

……………

1. THEISSEN subraya el aspecto siguiente: «Jesús muestra su soberanía sobre el espacio y el tiempo de manera contrapuesta: en Jn 11 retrasa conscientemente la marcha: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto»» (p. 605.

……………

c) La partida hacia Judea (Jn/11/07-16)

7 Después de esto, por fin, dice a los discípulos: Vámonos de nuevo a Judea. 8 Dícenle los discípulos: Rabí, hace poco que los judíos querían apedrearte, ¿y otra vez quieres ir allá? 9 Respondió Jesús: ¿No son doce las horas del día? Cuando uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo. 10 Pero si uno camina de noche, tropieza, porque no tiene luz.

11 Esto dijo y después les añade: Nuestro amigo Lázaro se ha dormido; pero voy a despertarlo. 12 Dijéronle los discípulos: Señor, si se ha dormido, se pondrá bueno. 13 Jesús se había referido a la muerte de aquél, pero ellos creyeron que hablaba del descanso del sueño. 14 Entonces, por fin, les dijo Jesús claramente: Lázaro ha muerto; 15 y me alegro de no haber estado allí, por vosotros: para que creáis. Pero vámonos a verlo. 16 Tomás, llamado el Mellizo, dijo a sus condiscípulos: Vamos también nosotros a morir con él.

En esta perícopa se establece con especial claridad 1a relación interna entre la narración sobre Lázaro y el preludio a la historia de la pasión en el Evangelio según Juan. La partida hacia Betania es a la vez la marcha hacia la pasión. Juan conecta también así el motivo de la resistencia de los discípulos a la vía dolorosa de Jesús, y lo expresa mediante un hábil amontonamiento de equívocos por parte de los discípulos. El lector tiene la impresión de que los discípulos interpretan mal intencionadamente las palabras de Jesús porque temen ese camino hacia Judea. Psicológicamente se podría hablar aquí de una motivación inconsciente de los equívocos.

Es significativo que en el v. 7 tome Jesús personalmente la iniciativa de regresar a Judea; es él quien decide el tiempo y la hora de su actuación y de su camino hacia la pasión, conforme a la voluntad del Padre. Los discípulos ponen una objeción, en sí justificada, de que no hace todavía mucho que los judíos querían apedrearle (cf. 10,31.39). Ningún hombre pensaría en meterse conscientemente en un nuevo peligro de la vida, regresando a un lugar tan peligroso. Así, pues, la objeción estaba perfectamente justificada en todos los aspectos, según los criterios humanos. Jesús responde, sin embargo, con una metáfora, que sin duda contiene la posibilidad de equivoco (v. 9s): «¿No son doce las horas del día? Cuando uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo. Pero si uno camina de noche, tropieza, porque no tiene luz [porque la luz no está en él].»

La metáfora arranca de la concepción de que la luz exterior y la luz interior se corresponden y condicionan mutuamente. Compárese al respecto la metáfora de /Mt/06/22-23: «La lámpara del cuerpo es el ojo. Si, pues, tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará iluminado; pero si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo quedará en tinieblas. Y, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¡qué densas serán las tinieblas!»

A este respecto comenta H. Schurmann: «El palestinense concibe el cuerpo como una casa; y el ojo no es sólo una ventana, que permite pasar la luz, sino una fuente luminosa que ilumina la casa entera. Un ojo sano proporciona luz a la casa, mientras que un ojo enfermo hace que todo esté en la oscuridad.» Hay que comparar además el texto presente con Jua 9:4 : «Mientras es de día, tenemos que trabajar en las obras de aquel que me envió; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.»

También aquí se piensa de manera parecida. Se trata de aprovechar al máximo el tiempo que aún queda. La pregunta ¿No tiene el día doce horas? Hay que entenderla como una alusión al hecho de que todavía se dispone del tiempo suficiente, en el sentido de que el «día de la actividad» de Jesús no ha llegado aún a su fin. Y nadie puede acortar caprichosamente ese tiempo. Sólo en el no tiempo de la noche resulta todo peligroso justo por la falta de luz y la consiguiente imposibilidad de orientarse. Simultáneamente aparece la noche como el ámbito de la desgracia (cf. 13,30b: «era ya de noche»). También aquí es idea fundamental que el tiempo de Jesús no lo definen las circunstancias ni los peligros humanos, sino la voluntad de Dios. Y eso quiere decir, a la inversa, que mientras Dios determina el tiempo de Jesús, los hombres no pueden llevar a término sus proyectos tenebrosos; también ellos están sujetos a ese tiempo. Es decir, que el miedo de los discípulos es totalmente infundado. Y ése es el sentido de la metáfora: calificar el miedo de gratuito.

Tras el empleo de la metáfora, Jesús informa a sus discípulos de la situación real (v. 11): «Nuestro amigo Lázaro se ha dormido, pero voy a despertarlo.» También esta información se la da en un lenguaje figurado. Personalmente Jesús, como revelador no tiene necesidad de ulteriores informes; «sabe» que en el ínterin Lázaro ha muerto, y lo expresa con la comparación del sueño de la muerte. Y también ahora los discípulos entienden mal la afirmación de Jesús. El equívoco joánico -«Señor, si se ha dormido, se pondrá bueno»- tiene carácter de sabiduría popular: el sueño de un enfermo grave se interpreta como signo de una incipiente mejoría (1). Y a la vez vuelve a señalar la repugnancia interior que los judíos sienten por volver a Judea. La frase suena a pretexto: Si Lázaro está mejor, no tenemos necesidad alguna de regresar allí.

El v. 13 explica, a modo de glosa, el equívoco por cuanto que Jesús había hablado de la muerte de Lázaro, mientras que los discípulos habían entendido la palabra en el sentido natural de sueño. Y, como los discípulos continúan sin poder o querer entender, Jesús se ve forzado a expresarse con toda claridad: ¡Lázaro ha muerto! (v. 14). Y agrega: «Me alegro de no haber estado allí por vosotros, para que creáis» (v. 15). Se trata, en definitiva, de la fe de los discípulos. Son ellos los que han de contemplar y creer en Jesús mediante el magnífico signo de la resurrección de Lázaro (cf. 2,11). Una vez aclaradas las cosas y solucionadas las dificultades, puede emprenderse el camino: «¡Vámonos a verlo!» Frente a ese gesto la actitud de Tomás el Mellizo -que por primera vez aparece aquí en su típico papel joánico de «escéptico» (2) tomando la representación de los discípulos y diciendo: «Vamos también nosotros a morir con él», se nos antoja como una reacción fatalista ante la muerte de Lázaro y el destino terrible de Jesús (v. 16). Difícilmente puede verse ahí la disposición al seguimiento: o, en el mejor de los casos, tendría el sentido de que los discípulos ni siquiera ahora se separan de Jesús, sino que forman una comunidad de destino indestructible. En la exposición joánica son la resignación y el miedo lo que domina en el círculo de los discípulos, en modo alguno la renuncia animosa del creyente.

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1. Berakh 57b: «Seis cosas son buena señal para un enfermo, a saber, el estornudo, el sudor, el movimiento del vientre, la eyaculación, dormir y soñar».

2. A Tomás lo menciona repetidas veces el cuarto Evangelio: 11,16; 14.5; 20,24.26.27.28; 21,2. Sobre la importante perícopa de Tomás en Jua 29:24-29, cf. los comentarios.

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d) El encuentro de Jesús con Marta (Jn/11/17-27)

17 Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén: como unos quince estadios. 19 Habían venido muchos judíos a casa de Marta y María, para consolarlas por lo de su hermano. 20 Cuando oyó Marta que llegaba Jesús, salió a su encuentro; María, en cambio, seguía sentada en la casa. 21 Dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. 22 Pero aun ahora, yo sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. 23 Dícele Jesús: Tu hermano resucitará. 24 Contéstale Marta: Ya sé que resucitará en la resurrección, en el último día. 25 Respondióle Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá; 26 y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto? 27 Ella le contesta: Sí, Señor, yo he creído que tú eras el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.

El encuentro de Jesús con Marta y el diálogo de revelación y de fe que se entabla entre ellos constituye el climax interior de todo el relato. Jesús, pues, ha llegado a Betania. La situación que allí encuentra es la de que Lázaro no sólo ha muerto sino que lleva cuatro días en la tumba (v. 17). Esta indicación contribuye a subrayar «el alto grado de lo milagroso», ya que destaca la dificultad gravísima que impide la ayuda de Jesús. Según la concepción judía, el alma de un difunto regresa durante los tres primeros días a la tumba, contando con un reencuentro con el cuerpo muerto, para separarse después definitivamente (1); de tal modo que también la indicación cronológica «debe excluir cualquier duda sobre la muerte ocurrida». En tal estado de cosas ¿cabe todavía hacer algo? Normalmente no.

El v. 18 nos instruye brevemente sobre la ubicación de Betania: el lugar está próximo a Jerusalén, unos 15 estadios (= 3 km). La observación está a su vez relacionada con la presencia de «muchos judíos» acudidos al lugar con el propósito de «consolar» a Marta y a María por la muerte de su hermano (v. 19). Habida cuenta también de que entre los judíos, en caso de duelo, la comunidad participa mucho más que entre nosotros hoy, y que «consolar a los tristes» era una de las principales obras de misericordia, «los judíos» de este relato tienen además otro papel importante: representan a la opinión pública, que debe hacer de testigo del milagro, y en parte también de «coro» que formule todo tipo de opiniones sobre Jesús.

Cuando llega a oídos de Marta la llegada de Jesús, noticia que le ha precedido, sale inmediatamente a su encuentro, mientras que María se queda en casa (v 20). En la diferente conducta de las dos hermanas tal vez se expresan actitudes y expectativas diferentes; la fe de Marta es a todas luces mayor que la de María. Al encontrarse con Jesús, es Marta la primera en hablar: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano» (v. 21). Palabras que no han de entenderse como un reproche, según aparece en el v. 22, sino más bien como una manifestación de confianza en la virtud salvadora de Jesús: si él hubiera estado presente, sin duda que habría sanado a Lázaro. En todo caso, incluso ahora, después de muerto Lázaro, su confianza en Jesús es inquebrantable, cuando dice Marta: «Pero, aun ahora, yo sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.» ésa es una manifestación de confianza sin reservas ni limitaciones, que atribuye a Jesús todo lo positivo sin poner condiciones ni límites de ninguna clase, dejando en manos del propio Jesús la forma en que quiera emplear su poder y ayuda. A este sentimiento de confianza total Jesús responde ante todo con la promesa segura de que «Tu hermano resucitará» (v. 23). Marta replica a su vez con la concepción tradicional de la fe en la resurrección sostenida por el primer rabinismo judío y por los primeros cristianos (2): «Ya sé que resucitará en la resurrección, en el último día» (v. 24). La respuesta inmediata de Jesús en los v. 25-26 enlaza con esa esperanza judeocristiana de la resurrección para reinterpretarla de un modo completamente nuevo con una solemne afirmación: «Yo soy», diciendo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?»

Con toda objetividad nos preguntamos qué significa esta enorme e inaudita afirmación «Yo soy» del Jesús joánico. Pues significa, en primer término, que Jesús es personalmente «la resurrección y la vida». Lo que la primitiva concepción judía esperaba únicamente del futuro, lo que el cristianismo primitivo veía iniciado ya en la resurrección de Jesús y que aseguraba ya con toda certeza el futuro (cf. sobre todo Pablo), es algo que ya se ha dado en Jesucristo, el resucitado, y que en él está presente para la fe y en la fe. No se puede, pues, decir simplemente que para la fe existe una definitiva esperanza futura en el sentido de una «resurrección escatológica de los muertos», sino que «resurrección y vida» son por sí mismas predicados escatológicos de Jesús, se «encarnan» y están presentes en él de una manera permanente. De tal modo que la fe que se dirige a él, como una comunión viva y personal con el propio Jesús, incluye a la vez la plena participación en la «resurrección y la vida».

FE/MU: En segundo lugar significa -y es algo que se sigue de lo dicho- la segura promesa de vida para los creyentes. El que cree «en mí» vivirá, aunque (todavía) esté muerto o tenga que morir (v. 25b). Es la fe en Jesucristo, la fe salvífica estrictamente cristológica, la que cuenta con esa promesa. Ciertamente que a ningún hombre, ni siquiera al creyente, se le ahorrará el trance de morir, como personalmente no se le ahorró al propio Jesús; de ahí que la muerte humano-terrena represente una tentación permanente, más aún, la tentación definitiva, a la fe. Mas, contra esa experiencia tenebrosa, opresiva y sin salida, está la promesa de Jesús: ¡Aunque haya muerto, vivirá! El v. 26 agrega, como una forma última y concluyente de refrendo a la promesa de la vida, que el creyente -que como tal es desde luego un viviente- le está prometida la plena participación en una vida que no conocerá merma. El que cree no morirá, sino que vivirá eternamente. La salvación de «la vida eterna», que va directamente ligada a la fe como tal, y que empieza ya en la hora presente, no experimentará limitación alguna por la muerte. El poder de la muerte está vencido, pese a que todos hayan de morir. La pregunta final: «Crees tú esto?», se refiere al contenido general de la afirmación: «Yo soy», a una con todo lo que ello significa para la general comprensión de «muerte» y «vida». Pues, difícilmente se podrá negar que de tales afirmaciones se sigue también una concepción radicalmente nueva de la vida y de la muerte, una nueva actitud vital. Vivir es un estar en comunión de vida con Jesucristo y con Dios por la fe y el amor; «muerte» significa la exclusión de esa comunidad de vida.

El texto constituye uno de los testimonios más importantes de la escatología joánica de presente, que puede entenderse como una corrección de la escatología tradicional según la posición que sostiene Bultmann, pero que también puede verse como un desarrollo consecuente de las premisas de fe del cristianismo primitivo, como aquí se intenta ver. El supuesto y punto de partida imprescindibles para este desarrollo ulterior es la cristología, y más en concreto la fe en Jesucristo resucitado y viviente, como el revelador y donador de la vida, enviado por Dios. En él personalmente se realiza, según la doctrina joánica, la salvación en todo su alcance y de manera definitiva. Salvación es en primer término lo que acontece con él, por lo cual tampoco es una cualidad física o humana separable de Jesús. En esa convicción hunde sus raíces la idea de la escatología de presente. De ella forma parte también, el Sitz im Leben, como encuadre vital y concreto, y como trasfondo experimental la primitiva liturgia cristiana, y quizá de un modo más concreto una determinada forma de primitiva celebración cristiana de la pascua, en la que se participaba de manera renovada en la presencia de Cristo y de su Espíritu.

En la escatología joánica de presente se da también la interpretación joánica de la existencia cristiana, según la cual la fe del hombre como tal incluye la participación presente en la salvación final, como una participación en la resurrección y la vida. Ahora bien, tal participación sólo es posible a su vez como participación en Jesús, es decir en la comunión cristiana, siendo a su vez la fe, el creer, lo que constituye esa comunidad desde el lado humano. Asimismo aquí se hace patente una vez más la unidad de donante y don: quien da la vida es la vida misma que él otorga; el resucitado es la misma resurrección. Por encima de cualquier contenido linguístico concreto, la fe joánica manifiesta la comunión de Cristo y de Dios como la realidad última de la fe, y desde luego en la experiencia permanente de contradicción y oposición por parte del mundo y de la necesidad de morir. La respuesta de Marta en el v. 27 a una pregunta de fe, p]anteada de un modo tan amplio y radical, no puede ser sino una confesión de fe radical, que en su fórmula confesional cristológica compendia toda la fe cristiana en el sentido del Evangelio según Juan (20,31): «Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.» Ese «sí», unido al «yo he creído», expresa el asentimiento pleno y firme a Jesús y su palabra. El tratamiento de Kyrios, «Señor», aparece en este relato con cierta frecuencia (en conjunto ocho veces), y tiene en el contexto de toda la narración el sentido peculiar de un titulo honorífico, puesto que Jesús aparece siempre como «Señor de la vida y de la muerte». La fe confiesa además a Jesús como «Mesías» e «Hijo de Dios», que ha venido al mundo. Esta es ]a confesión de fe cristológica, con los centros de interés específicos de Juan, que apuntan a la idea de la encarnación y a la cristología del Hijo del hombre. Con ello está ya dicho lo decisivo; la continuación de la historia no es más que su demostración gráfica.

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1. Bar Oappara ha enseñado: «La fuerza completa del duelo sólo se alcanza al tercer día. Al cabo de tres días torna el alma al sepulcro, pensando que puede volver (al cuerpo). Pero cuando ve el color (la palidez) de su rostro, que se ha mudado, se aleja de allí y lo abandona.»

2. Cf. las explicaciones correspondientes a Jn 5.21-20.

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e) El encuentro de Jesús con María; los judíos (Jn/11/28-37)

28 Y dicho esto se fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: El Maestro está aquí y te llama. 29 María al oírlo, se levanta en seguida y acude a él. 30 Pues Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún en el lugar donde Marta lo había encontrado. 3t Cuando los judíos, que estaban en la casa con María, consolándola, la vieron que precipitadamente se levantaba y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. 32 Cuando llegó María a donde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. 33 Jesús, al ver que ella lloraba y que también lloraban los judíos que habían venido con ella, se estremeció profundamente y se conmovió. 34 Luego preguntó: ¿Dónde lo habéis puesto? Y le contestaban: Señor ven y míralo. 35 Jesús se echó a llorar. 36 Decían los judíos: ¡Mira cómo lo amaba! 37 Pero algunos de ellos añadieron. éste que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho también que este hombre no muriera?

Tras este diálogo se reanuda el hilo de la narración. Marta vuelve a la casa, donde se halla su hermana María y le dice al oído: «El Maestro está aquí y te llama» (v. 28). «Al oído» significa en este pasaje que Marta le da la noticia de la llegada de Jesús aparte, a ella sola y no a los judíos que están allí reunidos. También en esta situación María pertenece al bando de Jesús. Sólo para e]la cuenta ahora la llamada de Jesús. Y se siente tan directamente tocada por esta invitación, que se levanta y acude hasta Jesús «en seguida» (v. 29). Esto que resulta un tanto incomprensible lo explica el v. 30 explicando que Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que se hallaba aún en el mismo lugar en que Marta se había encontrado con él. Evidentemente al evangelista le interesa señalar que las dos hermanas acudieron al encuentro de Jesús, aunque con diferente actitud y entorno. Tiene empeño, por tanto, en este pasaje por mostrar el claro contraste, siendo fácil ver en qué consiste el mismo: se trata del contraste entre fe e incredulidad. En esa perspectiva la escena resulta comprensible.

Todo el duelo acompañante de «los judíos» sigue a María (v. 31). Cuando aquí se dice explícitamente que los judíos estaban en casa con María «consolándola», queda claro de qué se trata: ha de quedar expuesta la impotencia humana ante el destino fatídico de Lázaro y del hombre en general, así como la situación desesperada de la incredulidad. Lo que María tiene en común con la comitiva del duelo es el llanto y, con él, el desconcierto y la impotencia. Para Juan también está claro que el propósito comprensible de proporcionar consuelo no puede lograr su objetivo por ese camino. El verdadero consuelo llega de otra parte. Hasta qué punto la comitiva del duelo está prisionera en el horizonte humano se desprende asimismo de la falsa sospecha de que María vaya a la tumba para llorar allí. No saben que Jesús puede ayudar.

MU/ICD: El v. 32 describe el encuentro de María con Jesús: la mujer cae a sus pies revelando así una menor firmeza y dominio de sí misma que su hermana, aunque dice las mismas cosas: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.»

Tampoco alienta en ella una fe plena, aunque no ha perdido su confianza en Jesús; llora con los judíos y persiste en el llanto funeral (v. 33). Si en este pasaje se dice que Jesús «se estremeció profundamente y se conmovió», no es tanto para manifestar su disgusto ante la multitud plañidera cuanto para expresar su conmoción frente al poder de la muerte y la impotencia de la incredulidad. A diferencia de Marta, en María no hay confianza alguna en que Jesús pueda abrir una posibilidad ulterior. Existe una conexión interna entre el poder de la muerte y la incredulidad.

Dado que aquí ningún consuelo humano ayuda ya nada, se justifica objetivamente que Jesús se disponga a ir a la tumba de Lázaro preguntando: «¿Dónde lo habéis puesto?» Y están dispuestos a mostrársela (v. 34). Y es en este momento cuando se dice que Jesús lloró (v. 35). Para muchos expositores modernos es éste un signo de la peculiar humanidad de Jesús. Al mismo tiempo se da noticia de otra manera de pensar con la pregunta de si quien ha abierto los ojos de un ciego no podía también haber procurado que Lázaro no muriera. Son muchos los enigmas que plantean los v. 35-37. ¿Por qué llora Jesús? ¿Llora realmente por la tristeza que siente ante la muerte de su amigo Lázaro? Ello le incluiría en la desesperación de quienes hacen duelo. No es ciertamente impensable una solidaridad de Jesús con los que están tristes (cf. Mat 5:4, que predica bienaventurados a los que lloran); pero ello más en un contexto sinóptico que joánico. ¿O es que llora Jesús por la falta de fe de los asistentes? En tal caso, la afirmación de los judíos es un equívoco joánico y una falsa interpretación típica, pues los no creyentes no serían capaces de entender que son ellos mismos por quienes Jesús llora.

Tampoco el v. 37 resulta completamente claro. ¿Se trata de una débil esperanza o más bien de un reproche? Lo único incuestionable es que se establece una conexión entre la curación del ciego y la resurrección de Lázaro. Y así todo queda flotando más o menos en el equívoco, como el llanto de Jesús.

f) La resurrección de Lázaro (Jn/11/38-44)

38 Jesús, estremeciéndose nuevamente, llega al sepulcro, que era una cueva, con una piedra superpuesta. 39 Dice Jesús: Quitad la piedra. Contéstale la hermana del difunto, Marta: Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días. 40 Respóndele Jesús: ¿No te dije que, si crees, verás la gloria de Dios? 41 Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: Padre, yo te doy gracias por haberme escuchado. 43 Yo bien sabía que me escuchas siempre; pero lo he dicho por este pueblo que me rodea, para que crean que tu me enviaste. 43 Y después de decir esto, gritó con voz potente: ¡Lázaro, sal fuera! 44 Salió el muerto, con los pies y las manos atadas con vendas, y con el rostro envuelto en un sudario. Díceles Jesús: Desatadlo y dejadlo ir.

A medida que la narración se va acercando al punto culminante, se intensifica la tensión mediante el recurso estilístico del retraso. De nuevo se «estremece» Jesús, mostrándose profundamente afectado y disgustado frente a la incredulidad, como se da a entender en las manifestaciones de la multitud, que pasan completamente por alto el asunto. Y entonces marcha a la tumba (v. 38a), que se describe como la característica tumba cueva, cerrada con una piedra. Se piensa probablemente en la forma muy difundida de tumba cueva, de la que todavía hoy se muestran numerosos ejemplos precisamente en Jerusalén y sus cercanías. Llegado allí, Jesús da orden de que retiren la piedra de la boca de la cueva (v. 39). Marta, la hermana del difunto, interviene recordando que el cadáver lleva ya cuatro días allí y que huele mal, puesto que la descomposición ya ha empezado. La observación realista tiene que subrayar la imposibilidad del propósito y, por esa vía, hacer que el lector cobre mayor conciencia de la extraordinaria importancia del suceso. Jesús replica recordando a Marta la conversación que ha tenido con ella, así como la confesión de fe de Marta (v. 40): «¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?» La reconvención remite además al comienzo de la historia; ha llegado el momento de probar claramente que esta enfermedad «no es de muerte sino para la gloria de Dios». Se advierte cómo el evangelista amontona en esta perícopa, inmediatamente antes del milagro, todos los motivos teológicos importantes del relato para señalar al lector de qué se trata. Tras esas palabras de Jesús retiran, por fin, la piedra de la entrada. Pero ahora el evangelista vuelve a introducir otro motivo retardante: una plegaria de Jesús (v. 41-42). Jesús adopta una actitud orante: «levanta sus ojos a lo alto» (cf. asimismo 17,1) y reza en voz alta. Es una acción de gracias.

En la imagen joánica de Jesús entra también su plegaria como un diálogo con el Padre (cf. 12,27 ss; 175. Pero en Juan nunca ora Jesús para sí; su oración, cuando de ruego se trata, es sobre todo una impetración a favor de los discípulos, de los creyentes o del pueblo, sin más. El tratamiento de «Padre» con que empieza la oración, es típico de Jesús. El contenido de la plegaria es, sobre todo, una acción de gracias por la seguridad de que ha sido escuchado, y que aquí se refiere en concreto al milagro inminente. Así lo confirma el v. 42 al decir que Jesús sabe que Dios le escucha «siempre» y que, por lo mismo, no tiene necesidad de pedir explícitamente la realización del milagro. Está en comunión plena y directa con Dios. La plegaria la hace más bien «por el pueblo que le rodea», «para que crean que tú me enviaste». También aquí aparece perfectamente fundada una última referencia al sentido teológico del «signo»: al igual que cuantos signos ha realizado Jesús hasta ahora, también el más imponente debe llevar al reconocimiento de Jesús como «enviado de Dios».

Concluida la oración Jesús clama con voz potente: «¡Lázaro, sal fuera!» (v. 43). Y la palabra del donador escatológico de la vida produce su efecto, resucitando al difunto Lázaro a nueva vida. El muerto sale de la cueva ligado todavía con vendas y con el sudario sobre el rostro (*). Con la indicación de Jesús de que lo desaten y le dejen ir -una conclusión típica de relato milagroso- concluye la narración.

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* BILLERBECK: También Jua 20:6-7 se relaciona con el texto presente ya que al describir la sepultura vacía de Jesús, menciona los paños y el sudario que aparecen reunidos en distintos lugares. Sin embargo, hay que señalar la diferencia: Lázaro sale atado todavía con las vendas, porque tiene aún que volver al mundo; mientras que en Jesús las vendas quedan en el sitio como señal, y es que como resucitado, Jesús ya no pertenece a este mundo.

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2. EL SANEDRÍN DECIDE MATAR A JESÚS (Jn/11/45-53)

45 Cuando vieron, pues, lo que había hecho, muchos de los judíos, llegados a casa de María, creyeron en él. 46 Pero algunos de ellos se fueron a los fariseos para contarles lo que Jesús acababa de hacer. 47 Los sumos sacerdotes y los fariseos reunieron al sanedrín, y decían: ¿Qué hacemos, en vista de que este hombre realiza tantas señales? 48 Si lo dejamos continuar así, todos creerán en él, y vendrán los romanos y acabarán con nuestro lugar y con nuestro pueblo. 49 Pero uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no entendéis nada; 50 no os dais cuenta de que más os conviene que un solo hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación vaya a la ruina. 51 Pero esto no lo dijo por su cuenta; sino que, como era sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación, 52 y no por la nación sola, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. 53 Desde aquel día tomaron, pues, la resolución de quitarle la vida.

Según la exposición joánica, la resurrección de Lázaro es el elemento desencadenante de la intervención de las autoridades judías contra Jesús de Nazaret. El texto de los v. 45-53 contiene el relato sobre la reunión del sanedrín y su resolución de matar a Jesús. En realidad introduce el relato de la pasión (cf. al respecto Mar 14:1-2, en que la historia de la pasión empieza con la condena a muerte; decisión que Juan ha anticipado). Para ello no hay duda de que Juan utiliza tradiciones más antiguas de un relato prejoánico de la pasión, aunque reelaborándolas con vistas a su propósito. Es curioso que en este contexto todavía no se diga nada sobre la traición de Judas. Sin duda que Juan la conoce (Cf. Jua 13:21-30 y el comentario), pero a diferencia de Mar 14:10s no refiere expresamente el hecho.

El primer efecto de la «señal», que relatan los v. 45 ss, es la crisis operada por la misma, y la división y resolución que introduce. Primero, la reacción positiva: muchos de los judíos, que habían acudido a casa de María y que habían sido testigos del suceso, entendieron perfectamente el propósito de la señal y creyeron en Jesús. Pero se llega también a una grave reacción negativa (v. 46). Algunos de los testigos presenciales acuden a los fariseos, que aquí vuelven a aparecer como los verdaderos enemigos de Jesús; lo que a su vez está condicionado por las circunstancias históricas de hacia el año 90 d.C., y acuden para denunciar lo que Jesús ha hecho. Ello provoca una reunión (v. 47) de los sumos sacerdotes y fariseos en el sanedrín.

En tiempos de Jesús eran los saduceos y sus gentes los que aún poseían la mayoría en el consejo supremo; era, por tanto, su interpretación jurídica la que prevalecía en general, aunque dentro del sanedrín hubiera ya un fuerte grupo de fariseos. Los reunidos se preguntan: ¿Qué podemos hacer, ya que este hombre realiza tantas señales? (v. 46b). Se describe así la visión joánica del efecto que producen las «señales» de Jesús. Producen, en efecto, un prestigio público y contribuyen a formar un grupo fuerte, si es que no llegan a desencadenar un movimiento de masas. E inmediatamente se advierte el peligro: si a ese Jesús se le deja actuar a sus anchas, la cosa puede resultar políticamente catastrófica. Un movimiento de masas llamaría en cualquier caso la atención de los romanos, que no dudarían en cortar por lo sano acabando «con nuestro lugar y con nuestro pueblo». El «lugar» es evidentemente el templo, y el «pueblo» no es otro que el pueblo judío. La afirmación podría deberse a Juan, y probablemente tiene un sentido equívoco. Como, cuando Juan escribe, ya han ocurrido la destrucción del templo y la aniquilación de una gran parte del pueblo judío por obra de los romanos, habría que ver aquí una referencia indirecta. Exactamente lo que entonces se quiso impedir con la muerte de Jesús es lo que ha ocurrido entre tanto. A ello responde Caifás, que era el sumo sacerdote en funciones, y que presidía también el sanedrín. Si aquí se le presenta como «sumo sacerdote aquel año», no es ciertamente porque el Evangelio según Juan cuente con una duración anual del pontificado -en realidad Caifás permaneció en el cargo desde el 18 al 37 d.C., es decir, nada menos que durante 19 años-, sino porque era el sumo sacerdote el año en que murió Jesús. Se destaca, con ello, especialmente el año de la muerte de Jesús como «año de la salvación».

Su respuesta aparece como la de un típico político realista: es preferible que muera un solo hombre por todo el pueblo, que no la ruina de todo el pueblo. En una situación tan precaria, como la que viven, conviene sacrificar a un hombre tan peligroso, ofrecérselo como carnaza a los romanos, a fin de mantener al menos la paz pública. En todo caso es mejor que una carnicería llevada a cabo por los romanos. Muchos comentaristas reconocen lo fundamentado de la atribución a Caifás de tal mentalidad realista. Y ello porque, en este aspecto, tanto las grandes familias sacerdotales como los romanos tenían intereses comunes en el mantenimiento de «la paz y el orden», lo que contribuía asimismo al mantenimiento de las respectivas posiciones de poder. De manera parecida actuó también Herodes Antipas respecto de Juan Bautista: temiendo que pudiera desencadenarse un movimiento de masas, lo hizo meter en prisión para decapitarlo poco después.

Como quiera que sea, en los v. 51-52 el evangelista aporta una observación interesante, cuando dice que Caifás no dio tal consejo por su propio impulso y cuenta; más bien se debió a que «como era sumo sacerdote aquel año, profetizó». Juan conoce, pues, la idea de que el don profético le competía al sumo pontífice en virtud de su alto ministerio, concepción que se nos ha transmitido a propósito de Hircano l (134-104 a.C.). Es verdad que esta profecía se pronuncia de manera inconsciente y, según Juan, con un sentido mucho más profundo del que pudiera suponer el sumo sacerdote. El evangelista explica la afirmación «morir por el pueblo» en un sentido soteriológico como muerte vicaria y expiatoria, y además con un alcance universal. Y es que Jesús no debía morir sólo «por el pueblo (de Israel)», «sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» (v. 52).

Late aquí la imagen de la reunificación escatológica de los dispersos, que con su muerte llevará a término Jesús, «el buen pastor que da la vida por sus ovejas». El consejo realista, y hasta cínico, del pontífice Caifás, adquiere -visto desde el plano divino de salvación- un matiz altamente positivo, del que, desde luego, el sumo sacerdote no tendría la menor idea.

Para enjuiciar esta afirmación hay que partir del hecho de que en este texto se expresa el pensamiento del circulo joánico acerca de los motivos judíos que indujeron al prendimiento y muerte de Jesús. Pero la visión joánica es más bien ésta: los sumos sacerdotes y los fariseos tenían miedo de que el movimiento suscitado por Jesús pudiera desencadenar una exaltación de las masas, lo que a su vez podría inducir a los romanos a intervenir -cosa que a menudo había ocurrido en años anteriores-, cargando no sólo contra Jesús sino contra todo el pueblo judío. De ahí el consejo de Caifás: es mejor intervenir de inmediato y echar mano al inductor de ese nuevo movimiento, ese Jesús de Nazaret, entregándolo a los propios romanos. Siempre será preferible a ser todos victimas de una carnicería por parte de los romanos.

En tal manera de ver las cosas merece atención el que el circulo joánico presente un cuadro de la situación política en Jerusalén al tiempo de la muerte de Jesús, que responde en buena medida a la situación coetánea que conocemos por otras fuentes y sobre todo por el historiador judío Flavio Josefo. Desde la perspectiva política la visión joánica está esencialmente más cercana a la realidad que el cuadro de los sinópticos. El motivo de querer evitar con el prendimiento, entrega y ejecución de Jesús un proceso que pudiera resultar peligroso para el pueblo y para su clase dirigente, resulta históricamente fiable. No hay nada que oponer.

El v. 53 cierra la perícopa con la observación de que desde aquel día la muerte de Jesús era un asunto concluso. Lo único que importará desde ahora es llevar a la práctica tal resolución.

3. JESÚS VUELVE A RETIRARSE (Jn/11/54-57)

54 Por eso Jesús ya no andaba en público entre los judíos, sino que se fue de allí a la región cercana al desierto a una ciudad llamada Efraím, donde permaneció en compañía de sus discípulos.

55 Estaba ya próxima la pascua de los judíos; muchos de aquella región subieron a Jerusalén antes de la pascua para purificarse. 56 Buscaban, pues a Jesús y se decían unos a otros mientras andaban por el templo: ¿Qué os parece7 ¿Vendrá a la fiesta o no? 57 Es que los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado ya órdenes de que todo el que supiera dónde estaba, lo denunciara, para ir ellos a prenderlo.

Si se había empezado por hablar del comportamiento de la multitud judía así como de la determinación del gran consejo del sanedrín de matar a Jesús, ahora, con el v. 54, se habla de la conducta del propio Jesús. Se retira por completo del escenario público y evita a «los judíos». Nada se dice acerca de si Jesús fue informado por alguien de la condena a muerte que pesaba sobre él, aunque en la concepción joánica tal información resultaba del todo innecesaria, puesto que Jesús sabe cuál es su situación. En la visión joánica es quizá más importante no hablar ahora de ello, toda vez que la hora de Jesús no ha llegado todavía. Aunque ahora se acerca de manera incontenible. El lugar al que Jesús se retira viene señalado como una ciudad llamada Efraím, emplazada cerca del desierto judío. «Probablemente se trata de la aldea actual de et-taijike. que en linea recta está 20 km al nordeste de Jerusalén y a una altura de 869 m». Allí habría permanecido Jesús con sus discípulos durante algún tiempo.

La perícopa siguiente (v. 55-57) prepara la pascua de la muerte de Jesús, la última semana pascual en Jerusalén, mediante una especie de cuadro ambiental. La fiesta judía de pascua estaba próxima. Juan vuelve a hablar aquí con un cierto distanciamiento de la «pascua de los judíos» (quizá para distinguirla de la ya existente festividad pascual de los cristianos). En ese tiempo era mucha la gente que se preparaba para la peregrinación de todos los años, a fin de poder participar de la fiesta pascual en Jerusalén. «Para purificarse» (o santificarse) significa aquí el previo hospedaje en Jerusalén, para alcanzar así la «pureza cúltica», necesaria para la fiesta máxima. Los peregrinos acudían de la región entera a la ciudad santa. Ahora bien, según Juan allí el centro de las conversaciones lo ocupaba Jesús: todos hablan de él, preguntan por él y le buscan, sobre todo cuando se encuentran en el templo: ¿Qué os parece? Esta vez no se atreverá a venir a la fiesta. ¿O tendrá quizá la osadía de presentarse? E1 escepticismo negativo tiene su razón de ser en el hecho de que los sumos sacerdotes y los fariseos han promulgado una orden pública de prendimiento de Jesús, que Juan precisa con todo detalle: Quienquiera que sepa el lugar de permanencia de Jesús -y se piensa sobre todo en Jerusalén- tenía la obligación de denunciarlo a las autoridades.

Los sinópticos conocen también esa orden de captura contra Jesús, por lo que su existencia no es totalmente inverosímil, toda vez que entre la «determinación de matar a Jesús» (Mar 14:1-2) y el ofrecimiento de Judas para entregarlo (Mar 14:10-11) bien puede suponerse una cierta conexión. Judas no habría hecho su ofrecimiento sin ningún motivo. Y ese motivo bien podría haber sido el anuncio público de que se quería prender a Jesús.

……………

Meditación

En la novela de Dostoievski, Rodion Raskolnikov, o Crimen y castigo, la historia de la resurrección de Lázaro representa una cima singular. El estudiante Raskolnikov, que había asesinado a una vieja prestamista y a su hermana, visita por primera vez en su habitación alquilada a una muchacha, Sonia, que había salido a la calle como prostituta y a la que ha conocido por casualidad.

«En toda esta habitación apenas si había un par de muebles. En el ángulo de la derecha había una cama, y a su lado, más cerca de la puerta, una silla. En la pared, cabecera del lecho, había junto a la puerta de la extraña habitación una mesa sencilla, cubierta con un tapete azul, y a su lado dos sillas de paja. En la pared de enfrente, cerca del ángulo agudo, había una pequeña cómoda de madera sencilla, que daba la sensación de perdida en medio de aquel vacío. Ese era todo el mobiliario.»

Cuando llega Raskolnikov ya es bastante tarde: las once de la noche. Entre Raskolnikov y Sonia se desarrolla un diálogo singular, que muy pronto se eleva a las cuestiones últimas del hombre. Raskolnikov dice: «Es la última vez que vengo a veros», aunque está allí por vez primera; lo cual da a la conversación la seriedad de lo definitivo. Después de una información introductoria sobre los patrones de Sonia pregunta Raskolnikov a la muchacha «Si hace la calle» dándole a entender que está al tanto de su actividad, de sus relaciones sociales, de las dificultades con su madrastra y con sus hermanos, de los que tendrá que ocuparse tras la muerte de su padre. Sonia defiende a su madrastra, Catalina Ivanovna: «Es tan desdichada, tan desdichada… y está enferma. Busca la justicia… Es pura… Cree que en todo debe haber justicia y la exige…» «¿Y qué será de ustedes?», pregunta Raskolnikov en tono tajante. La familia ha quedado a cargo de Sonia ¿y cómo se las va a arreglar? ¿Qué pasará ahora? Sonia, desde luego, no lo sabe, aunque defiende esa «comunión»; personalmente se lamenta de la crueldad que se experimenta con que ella se alegre del asesinato de Isabel. «¿Conocía a Isabel, la revendedora?», pregunta Raskolnikov. «Sí, pero usted… ¿la conocía también?», preguntó Sonia asombrada. «Catalina Ivanovna está tuberculosa en último grado, pronto morirá», dijo Raskolnikov, después de una pausa sin responder a su pregunta. Con lógica dura e implacable («era joven, pensaba en abstracto y, por lo mismo era cruel») muestra Raskolnikov el callejón sin salida en que se encuentra Sonia. La madrastra morirá en seguida; la situación de los hermanos es también desesperada, pero Sonia se resiste a que su hermana Polesca tenga también que hacer la calle: «¡Dios no permitirá esa abominación!» «Pues permite otras…» «¡No, no! ¡Dios la protegerá!…» «¡Dios!», clamó fuera de sí. «Acaso no hay Dios», replicó Raskolnikov con una especie de placer morboso, riendo mientras contemplaba a la pobre joven. La fisonomía de Sonia se alteró, recorriendo todo su ser un temblor convulsivo. Miró a Raskolnikov con expresión de indescriptible reproche, como si quisiera decir algo, pero sin lograr emitir una sola palabra, y estalló en sollozos, cubriéndose la faz con las manos.»

Esta escena recuerda el Sal 42: «Las lágrimas fueron mi pan día y noche, pues me dicen durante todo el día: ¿Dónde está tu Dios?» (Sal 42:4). La pregunta de si Dios existe o no, la pregunta de ¿Dónde está tu Dios?, formulada por el burlador ateo a la muchacha quebrantada no persigue sino hacer más consciente e insoportable el dolor sin salida. En esa situación se encuentra asimismo Raskolnikov.

«Hubo un prolongado silencio. Raskolnikov recorría la habitación de un extremo a otro sin mirar a la joven. Por último acercóse a ella con los ojos llameantes y la tomó por los hombros, mirando con extraña fijeza su rostro desolado. Su mirada era dura, inflamada, vidriosa; sus labios se estremecían espasmódicamente… De pronto con un gesto rápido, prosternóse y la besó en los pies. Sonia retrocedió, como lo hubiera hecho ante un demente. En efecto, Raskolnikov tenía toda la apariencia de un insano.» Y él declara: «No me he prosternado ante ti, sino ante todo el sufrimiento humano», que parece encarnado en la pobre Sonia. «Es cierto que eres una gran pecadora -añadió casi en éxtasis-, pero lo cierto es que te has inmolado y vendido en vano… ¡Sería más justo, mil veces más justo, terminar de una vez arrojándose de cabeza al agua!… También a ella se le había ocurrido esa idea… tanto que entonces no se horrorizó ni se extrañó al oírla de otros labios. Ni siquiera notaba lo que tenían de cruel esas palabras… Pero el joven comprendió perfectamente con qué monstruosa tortura la desgarraba, desde tiempo atrás su infamante situación.» Raskolnikov ve también la necesidad de que Sonia salga de aquella situación, si no ha de sucumbir a su peso. Realmente hace tiempo que debería haber sucumbido. «¿Qué misteriosa fuerza infundíale valor? Con seguridad, no era el gusto por la corrupción. Todo aquel oprobio no había hecho sino resbalar por su exterior; ni un átomo de verdadero vicio penetró en su corazón. Para Raskolnikov era visible, era la misma realidad que se erguía ante sus ojos…» Sólo la idea del pecado «y ellos» (los de su casa) le habían impedido suicidarse. Raskolnikov se empecina en la idea y le pregunta: «¿Ruegas mucho a Dios, Sonia?» Tras un breve silencio la muchacha contesta con fervor: «¿Qué sería de mí sin Dios?» «¿Pero qué hace Dios por ti?» «¡Cállese, no me pregunte nada! ¡No merece que le conteste -dijo por último con enojo y severidad… -¡él lo hace todo!» Sobre la cómoda había un libro. Raskolnikov lo había notado en sus idas y venidas por la habitación. Lo tomó y examinó: era el Nuevo Testamento, que Isabel había dado a Sonia. «Dónde está la parte que se refiere a la resurrección de Lázaro? -preguntó de improviso.» Sonia hubo de buscar el pasaje y leerlo en voz alta. Ni uno ni otro frecuentaban la iglesia, ni siquiera Sonia, lo que provoca una mueca irónica de Raskolnikov. La muchacha, sin embargo, había estado la semana anterior con ocasión del funeral por Isabel, asesinada por Raskolnikov, aunque eso Sonia no lo sabe. «¿Eras amiga de Isabel?» «Sí…, era muy buena y amable… venía a veces… no muy seguido porque no podía. Leíamos juntas, conversábamos. Dios la tendrá a su lado ahora.» Raskolnikov está excitado… también él corre el peligro de enloquecer. Insiste en que Sonia lea la historia de la resurrección de Lázaro. Sonia duda, pero acaba por hacerlo.

«Sonia abrió el libro, buscando el pasaje. Sus manos temblaban y faltábale la voz. Dos veces trató de comenzar, pero sin poder articular la primera palabra… Raskolnikov comprendía en parte por qué Sonia no podía decidirse a leer, y cuanto más lo comprendía, con más grosera insistencia reclamaba la lectura. Hacíase cargo de] sufrimiento que debía de experimentar la joven al revelarle en aquel momento cuanto poseía de más íntimo.

Adivinaba que aquellos sentimientos constituían en cierto modo su verdadero misterio… » Sonia logra dominarse y continúa la lectura entre interrupciones… «Raskolnikov la escuchaba en completa inmovilidad, sin girar la cabeza, siempre acodado en la mesa y mirando de reojo.» La joven leía profundamente agitada; «temblaba como atacada de fiebre. Era lo que él había imaginado. Se acercaba al relato concerniente al milagro inaudito, y un sentimiento de triunfo apoderábase de ella. Su voz vibrante, con sonoridades metálicas, el acento del triunfo y de la alegría, le prestaban resonancia y firmeza. Las letras bailoteaban ante sus ojos anegados en llanto, pero sabía de memoria lo que estaba leyendo.» Y leyó el texto bíblico pensando exclusivamente en su único oyente. «¡Y él, él, que también es ciego y descreído, también comprenderá, dentro de un instante, también creerá, sí, sí!…» Interrumpió la lectura con el pasaje: «Cuando vieron, pues, lo que había hecho, muchos de los judíos, llegados a casa de María, creyeron en él…» «La joven no leyó más; no hubiera podido. Y cerrando el libro se levantó con presteza de la silla.» «Esto es todo lo que concierne a la resurrección de Lázaro, balbuceó con voz quebrada y nerviosa. Luego quedó en silencio, sin atreverse a mirar a Raskolnikov, sacudida por incesante temblor. El cabo de vela, a punto de consumirse en el candelero, alumbraba en aquella miserable habitación al asesino y a la prostituta, que al azar había reunido para que leyeran juntos el libro eterno.» Tal es la historia.

La novela de Dostoievski gira en torno al tema de la culpa humana y del «renacimiento» a una nueva vida (ésta es la palabra propia, mientras que el «castigo» es sólo un elemento concomitante). Mas no se trata sólo del aspecto moral de la culpa, sino de algo más profundo: de su carácter religioso y teológico. El crimen, que Raskolnikov ha cometido y para cuya justificación ha ideado una interesante teoría, una especie de ideología justificatoria, que le toca sobre todo a él mismo. En un sentido más profundo el crimen le ha matado a él mismo y le ha separado de Dios. La verdadera muerte fue su incredulidad. Y entonces encuentra a la prostituta «impoluta» en lo más íntimo, la muchacha Sonia, que sólo sigue viviendo porque cree en Dios, ya que sin ello hace tiempo que hubiera puesto fin a su vida. Es ella la que le lee la historia de la resurrección de Lázaro. Raskolnikov queda profundamente impresionado y poco a poco se va abriendo un cambio para él.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

PRIMERA PARTE

El ministerio público de Jesús: Dios muestra su majestad esplendorosa al mundo (Jua 1:19-51; Jua 2:1-25; Jua 3:1-36; Jua 4:1-54; Jua 5:1-47; Jua 6:1-71; Jua 7:1-53; Jua 8:1-59; Jua 9:1-41; Jua 10:1-42; Jua 11:1-57; Jua 12:1-50)

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Análisis de discurso

De Caná a Jerusalén

Los caps. Jua 2:1-25; Jua 3:1-36; Jua 4:1-54; Jua 5:1-47; Jua 6:1-71; Jua 7:1-53; Jua 8:1-59; Jua 9:1-41; Jua 10:1-42; Jua 11:1-57; Jua 12:1-50 muestran una serie de siete milagros o señales que Jesús realiza durante su ministerio público. Por medio de ellos muestra la gloria de Dios al mundo. Esta sección, que comienza con la señal de la boda en Caná de Galilea, es conocida por los comentaristas como “el libro de las señales”.

Los 25 versículos del cap. Jua 2:1-25 se organizan en tres temas: (1) El milagro en Caná de Galilea, Jua 2:1-12. (2) La expulsión de los mercaderes del templo, Jua 2:13-22. (3) La reacción y las señales en Jerusalén, Jua 2:23-25.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Análisis de discurso

Jesús devuelve la vida a Lázaro

El relato de la muerte y resurrección de Lázaro se localiza en la mitad del evangelio de Juan, marcando lo que es central y el corazón del evangelio: así como el Padre, el Hijo también da vida a los que él quiere (cf. Jua 5:21). También es una confirmación de lo que hasta ahora Jesús ha venido diciendo de sí mismo: él es la resurrección y la vida (Jua 11:25) y una anticipación de lo que sucederá en el futuro. La historia está redactada de forma sencilla y coherente, armada como un conjunto narrativo de varias piezas o unidades que, aunque están redaccionalmente separadas, se unen estrechamente por medio de versículos de transición, como por ejemplo: Jua 11:5, Jua 11:18-20, Jua 11:28, Jua 11:33 y Jua 11:46. El relato es único en la forma como sirve al evangelista para sus propósitos teológicos y en la forma de resucitar al cuerpo de Lázaro que ya estaba en proceso de descomposición. Desde un principio, la enfermedad y la muerte de Lázaro hacen más sostenido el desenlace de la historia, sobre todo cuando, según el v. Jua 11:6, Jesús prolonga el tiempo de ejecución del milagro y aumenta así las expectativas de amigos y familiares. En los otros evangelios hay historias de resurrección (cf. Mar 5:21-43; Mat 9:18-26; Luc 8:40-56; Luc 7:11-16), pero no están narradas con la intimidad y sencillez de Juan. Es muy posible que muchos milagros se convirtieran en piezas narrativas como parábolas, como es el caso de Luc 16:19-31. Sin embargo, este desarrollo redaccional no alcanza a la resurrección de Lázaro que ha quedado como un texto más histórico que parabólico en su esencia.

El relato comienza directamente sin muchos preámbulos. Los vv. Jua 11:1 y Jua 11:2 sirven para presentar a Lázaro, alrededor del cual se organiza la narración. Él es definido por su lugar de origen y por su parentesco con María y Marta. En este capítulo la narración se organiza en las siguientes unidades redaccionales, con sus respectivos versículos de transición:

1. Enfermedad y muerte de Lázaro (Jua 11:1-16)

a. La noticia de la enfermedad de Lázaro (vv. Jua 11:1-5)

b. Camino a Betania: diálogo de Jesús con sus discípulos (vv. Jua 11:6-16)

2. Jesús es la resurrección y la vida (Jua 11:17-27)

a. Fuera de Betania (vv. Jua 11:17-20)

b. Diálogo de Jesús con Marta (vv. Jua 11:21-27)

3. Encuentro de Jesús con María (Jua 11:28-34)

4. Jesús ante la tumba de Lázaro (Jua 11:35-44)

a. Jesús lloró (vv. Jua 11:35-37)

b. Lázaro vive de nuevo (vv. Jua 11:38-44)

5. Jesús es sentenciado a muerte (Jua 11:45-57)

a. La sentencia de las autoridades (vv. Jua 11:45-53)

b. Jesús no anda públicamente (vv. Jua 11:54-57)

TÍTULO: Casi todas las versiones coinciden en el título de esta sección: Resurrección de Lázaro (RV60, RV95, DHH, BA, BJ). Algo diferente, pero con el mismo sentido: Lázaro vuelve a vivir (TLA), Muerte y resurrección de Lázaro (BI). Señalando el carácter de signo titula la BA: Séptimo signo: victoria sobre la muerte. Consideramos que el pasaje aún no narra la resurrección, y que por tanto no se debe indicar en el título. Para destacar el papel de las mujeres un buen título puede ser María y Marta avisan a Jesús de la muerte de Lázaro.

Análisis textual y morfosintáctico

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

1. Enfermedad y muerte de Lázaro (Jua 11:1-16)

La historia de Lázaro es una unidad en sí misma, la cual comienza con un estilo sencillo. Esta última de las señales del evangelio comienza sin ninguna palabra o frase de transición o de conexión con el capítulo anterior.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

a. La noticia de la enfermedad de Lázaro (vv. Jua 11:1-5)

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

La historia comienza diciendo literalmente “Y había alguien enfermo”. El pronombre impersonal alude a “uno” o “alguien”, que en español se traduce mejor por “un hombre”. Sencillamente se entiende que “había un enfermo”. La estructura es semejante a Jua 5:5, sólo que en este versículo sí se encuentra “hombre”, y así lo traducen la mayoría de las versiones modernas.

“Lázaro” es el nombre griego para el hebreo “Eleazar”, cuya forma abreviada es Le’azar, que sólo se encuentra en el Nuevo Testamento en la parábola de Luc 16:1-31. Este nombre significa “al que Dios ayuda” o también “Dios ayuda”. En cada cultura se introduce el nombre del personaje de la historia de forma diferente: Estaba enfermo uno llamado Lázaro, «Había un hombre enfermo que se llamaba Lázaro» (DHH), “Había un hombre llamado Lázaro que estaba enfermo”. De Betania se entiende “que vivía en Betania”, “que era oriundo de Betania”, «natural de Betania» (DHH, BI) o “de la aldea de Betania”. Esta Betania es diferente a la aldea mencionada en Jua 1:28. La Betania de este versículo se la identifica con El’Azariyeh, al este de Jerusalén, al otro lado de la colina conocida como “el monte de los olivos”. El nombre moderno se deriva del nombre Lázaro. Las dos hermanas, Marta y María, aparte de Juan sólo se mencionan en Luc 10:38-42. La construcción de la segunda parte del versículo es algo confusa, sobre todo por lo la repetición en el v. Jua 11:2 : María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo.

Para mayor claridad se debe redactar otra oración explicativa para Betania, como hacen algunas versiones modernas: “Betania era la aldea de María y de su hermana Marta”. Puede quedar ambiguo dejando la idea de que María no es también hermana de Lázaro. En este caso se puede expresar: “Betania era la aldea donde vivían también sus hermanas María y Marta”.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

— Lázaro: Este nombre, probablemente bastante común en tiempos de Jesús (ver Luc 16:20), es una forma abreviada de Eleazar, que significa “Dios ayuda”.

— Betania: Ver notas a Jua 1:28 y Mat 21:17.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Luc 10:38-39.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Jesús vencedor de la muerte

Este relato de la resurrección de Lázaro ha sido objetado sobre dos bases: su carácter extraordinario y el silencio de los otros Evangelios. Su carácter extraordinario es una objeción únicamente si se supone que los milagros no ocurren. Más aun, a la luz de la realidad de la resurrección de Jesucristo no puede decirse que la de Lázaro sea increíble. Aunque los Evangelios sinópticos no registran este milagro, el de Luc. contiene la historia del levantamiento del hijo de la viuda (Luc. 11:25). Algunos han sugerido que esta historia es un desarrollo de la de Luc. sobre el rico y Lázaro, pero hay pocos paralelos fuera de la coincidencia del nombre. No hay una razón válida para negar el carácter histórico del hecho.

Juan aclara la identidad de Lázaro y especialmente su relación con María quien ungió a Jesús, aunque no relata este episodio sino más adelante (cap. 12). Asume que sus lectores están familiarizados con aquello o bien que leerían el Evangelio más de una vez. Cuando registra el pedido de las hermanas usa la palabra fileo para “amor”, pero en el v. 5 se usa la más fuerte agapao. Algunos eruditos han deducido de esto y de evidencia similar que Lázaro era el “discípulo amado”, quien escribió el Evangelio. Esto significaría que estaba en el aposento alto con los apóstoles, pero eso es sumamente improbable. Las palabras de Jesús esta enfermedad no es para muerte (4) significan que el propósito de la enfermedad no era la muerte sino la glorificación del Hijo de Dios. Esto puede compararse con otras señales en este Evangelio (cf. 2:11; 9:3). La gloria de Dios es más significativa que la enfermedad.

El informe enviado a Jesús y la discusión que siguió entre él y sus discípulos provoca un importante problema teológico. El v. 6 afirma que Jesús se retardó dos días. ¿Por qué? En el contexto hay una clara conexión entre esta demora y el amor de Jesús por la familia de Betania. Por lo tanto, no se la puede considerar como una falta de cuidado. La respuesta surge de la secuela, pues Jesús quería que la experiencia de Lázaro fuera para glorificar a Dios (4) y un medio de guiar a los discípulos a la fe (15). Estos se presentan primero como temerosos por la seguridad de Jesús si volvía a Judea (7, 8). El v. 8 se relaciona con 10:31, mostrando la estrecha relación entre los caps. 10 y 11. A la luz de 10:39, las aprensiones de los discípulos son comprensibles. El distrito donde estaban entonces era menos hostil que Judea. No hay duda de que los discípulos se sintieron aliviados cuando Jesús retrasó su viaje y esperaban que lo abandonaría por completo. La referencia de Jesús a las doce horas del día a primera vista no responde la objeción del v. 8. Pero la conexión de pensamiento es que las horas del día no son afectadas por las circunstancias externas. Están para ser usadas. La hora de Jesús aún no había llegado (o sea la hora doce) y, hasta que Dios quisiera que llegara, el único curso de acción a adoptar era seguir esa misión.

Tanto los judíos como los romanos dividían las horas del día en 12 partes. Por lo tanto, esas horas no eran todas de 60 minutos sino que variaban en su duración de acuerdo con la época del año. La metáfora de la luz y las tinieblas, y las ideas de caminar y tropezar tienen el fin de contrastar el progreso continuo de Jesús con los esfuerzos torpes de los judíos para detenerlo (9, 10).

En el v. 11 encontramos otro caso, tan común en este Evangelio, de malentendidos al tomar demasiado lit. una metáfora. La idea de la muerte como sueño (12, 13) tiene paralelos en fuentes helenísticas y en el AT. No sorprende que los discípulos tomaran lit. las palabras de Jesús en vista del hecho de que el mensaje referente a Lázaro tenía que ver con su enfermedad, no con su muerte. El sueño hubiera sido una buena señal en cualquier enfermedad. Cuando Jesús anunció que se recuperaría no debe haber ocurrido en sus mentes que había necesidad de levantarlo de los muertos. De acuerdo con la explicación de Juan sobre cómo surgió la confusión (13), Jesús declaró firmemente que Lázaro había muerto, y el tiempo verbal subraya su carácter evidentemente final. A primera vista, la afirmación de Jesús de que se alegraba de no haber estado allí (14) debe haber confundido a los discípulos. Pero Jesús tenía una razón para alegrarse aparte de la resurrección de Lázaro. De acuerdo con el propósito del Evangelio Juan señala la posibilidad del desarrollo de la fe en los discípulos. Es casi como si Jesús se estuviera concentrando más específicamente en la capacitación de los doce que en la necesidad de las dos hermanas de Lázaro. Su misión estaba ligada a la necesidad de producir fe en los discípulos. Debe suponerse que Jesús buscaba una fe de tipo más pleno que la que habían demostrado los discípulos. Aunque más tarde se pone atención en la duda de Tomás, su reacción aquí no surge de la duda sino de la resignación (16).

Los vv. 17-27 enfocan una conversación entre Jesús y Marta y son la parte más teológica de todo el relato. Evidentemente Jesús fue encontrado en las afueras de Betania (cf. v. 30) y le informaron que Lázaro había muerto cuatro días antes (17). Esta afirmación no contradice el hecho de que Jesús sabía previamente de la muerte de Lázaro (ver v. 14). La proximidad de Betania a Jerusalén se menciona aquí para explicar de la presencia de tantos judíos que habían venido a consolar a las hermanas (18, 19). El acto de Marta de salir a encontrar a Jesús concuerda con el relato de ella como una persona activa en Luc. 10:38-42. María que se quedó en casa es la misma persona más reflexiva que activa que encontramos en el relato de Luc. Las palabras de Marta en el v. 21 son idénticas a las de María en el v. 32, lo que sugiere que las hermanas habían llegado a esa conclusión después de discutir las distintas posibilidades. Era claro que existía una gran fe en el poder sanador de Jesús. Pero la fe de Marta fue más lejos como lo muestra el v. 22. Pareciera que estaba alcanzando un rayo de fe al afirmar que creía que Dios respondería a cualquier pedido de Jesús. Tu hermano resucitará (23) tiene un doble significado. Marta lo tomó como una seguridad convencional de la resurrección en el día final, pero Jesús tenía otra intención. Causa poca sorpresa que Marta no haya captado la implicación de una resurrección inmediata de entre los muertos.

El punto sobresaliente del relato es el “Yo soy”, que aparece en el v. 25. Jesús se identificó tanto con la resurrección como con la vida, que son aspectos complementarios de una misma cosa. Sin embargo, el propósito de la misión del Cristo resucitado es el de traer vida en el sentido más pleno. La resurrección precede a la vida porque la nueva vida es el producto de la resurrección. El camino a esa vida es por medio de la fe y Jesús desafió a Marta al respecto. No estaba pidiendo una confesión de fe en él mismo sino en su afirmación; el énfasis aquí recae en el contenido de la fe. La respuesta de Marta (27) presenta una notable similitud con la declaración del propósito de Juan (20:31), como si esa confesión fuera el modelo sobre el cual se quiere apoyar todo el Evangelio. Es imposible decir cuánto entendió Marta del carácter mesiánico de Jesús o de que era Hijo de Dios. Pero no hay duda de que para Juan el contenido de su declaración fuera de la mayor importancia. La fe que no alcanza a un concepto tan elevado de Cristo es inadecuada.

Los vv. 28-37 retratan primero la reacción de María y luego la de los judíos que habían ido a compartir el duelo de las hermanas. La parte de María en la historia puede resumirse así: Jesús mandó a Marta que la llamara (28); ella respondió inmediatamente (29); cayó a los pies de Jesús y repitió la afirmación que había hecho Marta; sus lágrimas produjeron conmoción en Jesús, quien también lloró (33-35). Aquí se ve a María como una persona más emocional que Marta. Aun los dolientes judíos agregaron un sentido patético a la escena. Se los muestra como deseosos de consolar a María por lo cual la siguieron a la tumba (31); como tocados por las lágrimas de Jesús (36); y como reflexionando por qué él no había impedido el triste acontecimiento. El clímax aparece en las palabras se conmovió en espíritu y se turbó (33). El significado de la expresión que se traduce se conmovió en espíritu (DHH profundamente) implica ira e indignación, e inclusive ofensa. Surge un problema sobre la causa de esta reacción. Algunos han sugerido una indignación moral ante el pecado que produce la muerte y también la tristeza que se origina en ella. Pero esa indignación debe haber estado siempre en la mente de Jesús, mientras que aquí parece que hubo una ocasión especial para tal expresión. ¿Fue causada por la simpatía de Jesús hacia las hermanas? La fuerza del verbo no parece indicar eso. ¿Fue porque la expresión de dolor de los judíos no era real? Esto es al menos una posibilidad, dado que cualquier demostración de hipocresía hubiera provocado su enojo. Bien puede ser que algo del patetismo del sufrimiento humano estaba pesando sobre Jesús sabiendo que su copa de amargura estaba tan cerca. La perturbación de su espíritu surgió de dentro. Quizá fue su conocimiento de la fuerza de la incredulidad de algunos de ellos que se opondrían a él después de presenciar el levantamiento de Lázaro. La pregunta del v. 37 relaciona esta señal con la del ciego del cap. 9. Concebían la posibilidad de impedir que un hombre muriera, pero no podían concebir que se levantara a alguien de los muertos.

El relato del milagro es relativamente breve y está marcado por la reserva, pero todos los detalles tienen el aire de algo verdadero. Las palabras ¿no te dije … ? (40) se relacionan con lo que Jesús había dicho a los discípulos y no a Marta. Pero sus palabras a Marta implicaban la misma intención. O si no, pueden ser tomadas como algo dirigido a los apóstoles más que una respuesta a Marta. La oración de Jesús (41, 42) es significativa por el énfasis en la fe en su misión. La reserva del relato se ve particularmente en la sencilla descripción de Lázaro saliendo de la tumba.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

11.1 El pueblo de Betania estaba ubicado unos tres kilómetros al este de Jerusalén en el camino a Jericó. Estaba lo bastante cerca de Jerusalén para que Jesús y sus discípulos estuviesen en peligro, pero a suficiente distancia para no atraer la atención prematuramente.11.3 Cuando su hermano se agravó, María y Marta acudieron a Jesús pidiendo ayuda. Creían que podía brindarles ayuda porque habían visto sus milagros. Nosotros también sabemos de los milagros de Jesús por las Escrituras y las vidas cambiadas que hemos tenido ocasión de ver. Cuando tenemos necesidad de ayuda extraordinaria, Jesús ofrece recursos extraordinarios. No debiéramos vacilar en pedirle ayuda.11.4 Cualquier prueba que deba enfrentar un creyente puede en última instancia glorificar a Dios porque El puede sacar cosas buenas de cualquier situación mala (Gen 50:20; Rom 8:28). Cuando vienen las dificultades, ¿murmura, protesta y culpa a Dios, o ve en sus problemas la oportunidad de honrarlo?11.5-7 Jesús amaba a esta familia y a menudo les visitaba. Conocía su dolor, pero no respondió enseguida. Su demora tenía un propósito específico. El tiempo de Dios, en especial sus demoras, tal vez nos haga pensar que no responde o no lo hace como quisiéramos. Pero El suplirá nuestras necesidades de acuerdo con su programa y propósito perfectos (Phi 4:19). Aguarde con paciencia el tiempo de Dios.11.9, 10 Día simboliza el conocimiento de la voluntad de Dios, y noche, la ausencia de este conocimiento. Cuando avanzamos en oscuridad, es probable que tropecemos.11.14, 15 Si Jesús hubiese estado durante los momentos finales de la enfermedad de Lázaro, es posible que lo hubiese sanado en lugar de dejarlo morir. Pero Lázaro murió para que el poder de Jesús sobre la muerte pudiese mostrarse a sus discípulos y a otros. La resurrección de Lázaro era una demostración esencial del poder de Cristo, y la resurrección es una creencia fundamental de la fe cristiana. Jesús no solo se levantó de entre los muertos (10.18), sino que tiene poder para levantar a otros.11.16 A menudo recordamos a Tomás como «el que dudaba», porque dudó de la resurrección de Jesús. Pero aquí demostró amor y valor. Los discípulos conocían los peligros de ir a Jerusalén con Jesús e intentaron convencerlo para que desistiese de hacerlo. Tomás sencillamente expresó lo que sentían todos. Al fracasar sus objeciones, estuvieron dispuestos a ir e incluso morir con Jesús. Tal vez no entendían bien por qué Jesús iba a morir, pero eran leales. Existen peligros desconocidos al realizar la obra de Dios. Es sabio considerar el alto costo que implica ser discípulo de Cristo.11.25, 26 Jesús tiene poder sobre la vida y la muerte, así como para perdonar pecados. Esto se debe a que El es el Creador de la vida (véase Joh 14:6). Aquel que es la vida sin duda puede restaurar la vida. Todo aquel que cree en Cristo tiene una vida espiritual que la muerte no conquistará ni disminuirá de manera alguna. Cuando logramos comprender su poder y hasta qué punto es verdaderamente maravillosa la oferta que nos hace, ¡cómo hemos de hacer otra cosa que no sea entregar nuestras vidas a El! Para quienes creemos, qué maravillosa es la seguridad y la certeza que tenemos: «Porque yo vivo, vosotros también viviréis» (Joh 4:19).11.27 A Marta se le conoce especialmente por haber estado demasiado ocupada para sentarse a hablar con Jesús (Luk 10:38-42). Pero aquí la vemos como una mujer de gran fe. Su declaración es exactamente la respuesta que desea Jesús de nosotros.11.33-38 Juan enfatiza el hecho de que contamos con un Dios que se interesa por nosotros. Este retrato contrasta con el concepto griego de Dios que era popular en aquel entonces: un Dios sin emociones que no se involucra con los humanos. Aquí vemos muchas de las emociones de Jesús: compasión, indignación, tristeza, incluso frustración. Con frecuencia expresó sus emociones profundas y nunca debiéramos temer revelarle nuestros verdaderos sentimientos. El los entiende, pues los experimentó. Sea sincero y no trate de ocultarle nada a su Salvador. A El le interesa.11.35 Cuando Jesús vio a los que lloraban y se lamentaban, lloró también. Quizás se identificó con el dolor de ellos, o es posible que la incredulidad lo haya preocupado. Sea cual fuere el caso, Jesús demostró su inmenso interés en nosotros al llorar junto a nosotros cuando sufrimos.11.38 En esa época las tumbas solían ser cuevas cavadas en la piedra caliza de la ladera de una colina. Muchas veces las tumbas eran de tamaño suficiente para que las personas caminasen dentro. En una tumba se colocaban varios cuerpos. Después del sepelio, se colocaba una gran piedra frente a la entrada de la tumba.11.44 Jesús resucitó a otros de la muerte, incluyendo a la hija de Jairo (Mat 9:18-26; Mar 5:41-42; Luk 8:40-56) y al hijo de una viuda (Luk 7:11-15).11.45-53 A pesar de encontrarse frente a frente con el poder de la deidad de Jesús, algunos no quisieron creer. Estos testigos no solo rechazaron a Jesús: también tramaron su muerte. Estaban tan endurecidos que preferían rechazar al Hijo de Dios antes que reconocer que estaban equivocados. Cuídese del orgullo. Si permitimos que crezca, puede conducirnos a un pecado enorme.11.48 Los líderes judíos sabían que si no detenían a Jesús, los romanos los castigarían. Roma concedía libertad parcial a los judíos mientras se mantuviesen tranquilos y obedientes. Los milagros de Jesús a menudo provocaban disturbios. Los líderes temían que el desagrado de Roma causase mayores dificultades a su nación.11.51 Juan veía en la declaración de Caifás una profecía. Dios usó a Caifás, en su calidad de sumo sacerdote, para explicar la muerte de Jesús a pesar de que Caifás no se daba cuenta de lo que hacía.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

NOTAS

(1) “Lázaro”, אABJ17; J7-14,16,18,19,22: “Eleazar”, que significa: “Dios Ha Ayudado”.

REFERENCIAS CRUZADAS

a 627 Luc 10:38

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Lázaro. Este nombre es la forma abreviada de « Eleazar» que significa « Dios ayuda» .

Betania. Véase coment. en Mt 21:17. El incidente aquí descrito trae a Jesús nuevamente al área de Jerusalén (v. coment. en 10:40). El evangelio no nos dice el tiempo transcurrido entre este evento y los eventos descritos en 10:40– 42.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 super (1) El Señor había dejado el judaismo y se había ido a un lugar a partir del cual podía seguir hacia Betania, que era una representación en miniatura de la iglesia.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

147 (i) Jesús espera antes de ir a ver a 1Azaro (11,1-16). Los relatos sinópticos que des­criben a Jesús resucitando a un muerto (Mc 5,22-23; Lc 7,11-16) se refieren todos a perso­nas que acaban de morir. En el relato de Láza­ro, en cambio, Jesús resucita a un muerto que ya ha sido enterrado en su tumba. El evangelista nos ofrece un signo de que Jesús es ver­daderamente el poder mismo de vida que ac­túa en la resurrección. Esta sección crea un lapso de tiempo entre la muerte de Lázaro y la llegada de Jesús necesario a fin de que no pue­da haber ninguna confusión. Lázaro no estaba en coma. Según las autoridades rabínicas, ha­bía transcurrido tiempo suficiente como para que el alma abandonara el cuerpo y se inicia­ra el proceso de putrefacción. 1. Lázaro de Be­tania: La manera de identificar a Lázaro pre­supone que el lector está familiarizado con «Marta y María». Dos hermanas, llamadas Marta y María, aparecen en Lc 10,38-42 aco­giendo a Jesús, el maestro que enseña en su casa. Betania: → Geografía bíblica, 73.95. 2. María: Jn 12,1-8 identifica a María con la mu­jer (innominada en Mc 14,3-9) que unge a Je­sús antes de la pasión.
148 La presentación del personaje de Lá­zaro en el v. 1 debe proceder en parte de la fuente usada por el evangelista. También se atribuye a la fuente la noticia acerca de la muerte cierta o inminente de Lázaro en el v. 3. El relato original probablemente continuaba describiendo la llegada de Jesús (w. 17-18), su pregunta sobre la localización de la tumba y su marcha hacia el lugar (w. 33-34.38-39). La fal­ta de sintonía con los que lamentan la muerte aparece en Mc 5,38-39. El milagro concluye con el grito de Jesús y la salida de Lázaro (w. 43-44). El relato original quizás describiera también la reacción de la multitud. Juan apro­vecha esta reacción para explicar la decisión de las autoridades de condenar a Jesús. Algu­nos exegetas consideran que, si es histórica, la conversación de Jesús con una de las herma­nas debió de ser con María porque Jesús la co­nocía mejor. Sin embargo, también la tradi­ción lucana ha conservado una conversación entre Jesús y Marta. María es la heroína del episodio de la unción. Que el evangelista no la escoja a ella sino a Marta como interlocutora de Jesús en el episodio de Lázaro probable­mente refleja la existencia de una tradición bien arraigada. Otros exegetas identifican a es­te Lázaro con el pobre de la parábola sobre el hombre rico y el pobre Lázaro (Lc 16,19-31). Sin embargo, los intérpretes de la parábola lu­cana consideran más bien que tanto el nombre de «Lázaro» aplicado al pobre, como el desa­rrollo del tema de la resurrección al final de la parábola (vv. 30-31), son ambos fruto de la re­dacción tardía de Lucas, y quizás estuvieron influenciados por la tradición que circulaba acerca de la resurrección de un tal «Lázaro» (de Betania).
149 4. tiene como finalidad manifestar la gloria de Dios: La enfermedad tiene un objeti­vo especial: es para manifestar «la gloria de Dios» a fin de que el Hijo sea glorificado (cf. 9,3) . El tema recuerda Jn 2,11 y apunta a la glorificación definitiva de la cruz (cf. 13,31-32; 17,1). 5. Jesús amaba: La comunidad de los discípulos cristianos está formada por los que Jesús (y el Padre) aman. Jn 15,13-15 demues­tra que el término «amigos» se había converti­do en sinónimo de «cristianos» en la comuni­dad joánica (también 3 Jn 15). La alusión quizás pretendiera consolar a los cristianos joánicos que se enfrentaban a la muerte a cau­sa de su «amistad» con Jesús (16,1-4a). 7. va­mos a Judea: Los discípulos objetan que la vida de Jesús corre peligro en Judea. Jesús res­ponde con la imagen de su venida (y de su in­minente partida) como la luz del mundo (cf. Jn 9,4-5). 13. Jesús hablaba de la muerte de Lá­zaro: El diálogo da pie a un malentendido acerca de la expresión «dormir» como metáfo­ra de «muerte» (cf. Mc 5,39). Jesús «se alegra» porque el incidente será ocasión para fortale­cer la fe de los discípulos (cf. v. 40). El diálogo concluye con una percepción parcialmente cierta por parte de los discípulos: el retorno de Jesús a Judea significará su muerte. 16. To­más: → Pensamiento del NT, 81:140).
150 (ii) Jesús, la resurrección y la vida (11,17-27). 17-20. El evangelista debe haber to­mado de su fuente la localización geográfica de Betania, pero aprovecha el detalle para remar­car que muchos de los testigos procedían de Je­rusalén. Se establece así el vínculo narrativo con las autoridades de Jerusalén. Dado que ha­bían pasado ya cuatro días desde su entierro, nadie puede dudar de que Lázaro retorna real­mente «de entre los muertos». 21. si hubieras estado aquí: Marta expresa la expectativa de la multitud. El que se ha hecho famoso a causa de sus milagros debería haber sido capaz de curar a Lázaro (cf. cc 32.37). La confesión de fe de Marta reconoce de forma implícita que el poder de Jesús procede de Dios. Así, Marta se distingue de las multitudes que quedan mara­villadas por las obras de Jesús y polemizan acerca de su identidad. 23. tu hermano resuci­tará: La respuesta de Marta es una afirmación de fe en la resurrección escatológica de los muertos (p.ej., 5,28-29; cf. la confesión escato­lógica en 4,25). 25-26. Tras la confesión, Jesús añrma «Yo Soy». Los w. 25b-26b identifican la «resurrección y la vida» con el don de la vida prometido a los que creen, usando una expre­sión joánica característica (cf. 1,4; 3,15.16.36; 5,24.26; 6,27.40.47; 10,10.28). El término «resu­rrección» (anastasis) aparece solamente aquí y en 5,29 en relación con la resurrección fu­tura. Exceptuando 20,9, el vb. correspondiente anistémi aparece solamente en las afirmacio­nes que se refieren al «último día» (5,29; 6,39.40.44.54). Así, la expresión «resurrección y vida» vincula un término tradicional, «resu­rrección», con el epíteto joánico por excelencia aplicado a Jesús, «vida». 27. tú eres el Mesías, el Hijo de Dios que tenía que venir a este mun­do: Estas palabras no se refieren a la revelación que Jesús acaba de hacer sino a tres afirmacio­nes cristológicas básicas del cuarto evangelio.
151 (iii) Jesús amaba a Lázaro (11,28-37). El evangelista crea una segunda escena en la cual es María quien se acerca a Jesús. María repite el comentario inicial de Marta e intro­duce así la demostración de una emoción pro­funda por parte de Jesús (w. 33b.35). El vb. embrimasthai (v. 33b) hace referencia a una reacción de enfado. Quizás deriva de una des­cripción de la reacción de Jesús ante los que se lamentaban de la muerte de Lázaro, presente en la fuente usada por el evangelista (v. 36). El evangelista interpreta el enfado como una emoción interior profunda. Incluso la multi­tud es capaz de reconocer gracias a esta reac­ción que Jesús «amaba» a Lázaro (v. 36).
152 (iv) Jesús resucita a Lázaro (11,38-44). 39. tiene que oler muy mal: La orden de Jesús ofrece una última oportunidad de recordar al lector el tiempo que hace que Lázaro ha sido enterrado. 40. si tienes fe: Solamente los discí­pulos han sido advertidos de que la muerte de Lázaro es para «manifestar la gloria de Dios» (v. 4). Mc 5,36 presenta una interjeción similar dirigida a Jairo. 41b-42. Los gestos de plegaria por parte de Jesús son siempre expresión de su relación con el Padre. El lector sabe ya que el Padre ha dado «vida» a Jesús. El evangelista deja claro que el gesto de Jesús va dirigido a instruir a la multitud. Las palabras de Jesús re­cuerdan al lector la afirmación de Marta según la cual Dios concede a Jesús todo lo que éste le pide (v. 22) y Jesús realiza en todo momento la voluntad del Padre. 43-44. Tras la interpreta­ción de su significado, la descripción del mila­gro se lleva a cabo con brevedad, simplemente para dejar constancia de que realmente ocu­rrió. 43. exclamó con voz potente: Los hechos recuerdan 5,28-29; llega la hora en que los muertos de las tumbas (como Lázaro) oirán su voz y saldrán fuera; y los que hayan obrado el bien resucitarán para la vida eterna. Así, el lector puede interpretar este episodio como el cumplimiento de las palabras de Jesús.

153 (B) LOS LÍDERES JUDÍOS CONDENAN A MUERTE A JESÚS (11,45-53). Según el evangelio, este último «signo» conduce al aumento extra­ordinario de la fe en Jesús que se expresará en la entrada en Jerusalén (cf. 11,56; 12,9.12.17-19). Jerusalén es para el evangelista el lugar desde donde las autoridades ejercen su control sobre el pueblo. De Jerusalén partió la comi­sión que fue a interrogar a JBau (1,19.24) y a investigar los milagros de Jesús (5,10.15; 9,13; 11, 46). Hemos visto ya que la mayoría de los exegetas consideran improbable que la resu­rrección de Lázaro fuera la causa histórica de la muerte de Jesús. El ataque al Templo des­crito en el episodio de la expulsión de los mer­caderes es una causa mucho más plausible. Sin embargo, en el cuarto evangelio la «ver­dad» no se encuentra nunca en el nivel de la significación literal. El evangelista ha expues­to reiteradamente la tesis de que las «buenas obras» que Jesús realiza en nombre de su Pa­dre, principalmente dar vida, son también fuente de hostilidad hacia él. Jn 7,45-52 des­cribe una asamblea de «fariseos y grandes sacerdotes» que declaran a Jesús blasfemo.
154 49. Caifás, que era el sumo sacerdote aquel año: No queda claro si el evangelista es­tá confundido y cree erróneamente que el su­mo sacerdote era elegido cada año, o bien nos ofrece simplemente una referencia temporal indicando que Caifás era sumo sacerdote «en aquel año». Jn 18,13 sugiere que Anás, suegro de Caifás, era también sumo sacerdote. El car­go de sumo sacerdote estaba controlado por las familias aristocráticas de Jerusalén y su du­ración dependía del favor de los romanos (→ Historia, 75: antes de 156). Caifás era sumo sacerdote desde el año 18 d.C. y su mandato se prolongó hasta poco después de la caída de Pi­lato en el año 36 d.C. Aunque el evangelista quizás no tenga claros los detalles, el hecho de introducir la preocupación por la reacción de los romanos ante un líder popular con Jesús durante una reunión de los representantes de la aristrocracia sacerdotal de Jerusalén es alta­mente apropiado desde el punto de vista histó­rico. El juicio ante Pilato proporcionará a Je­sús la oportunidad de distinguir su reinado del de los reyes de la tierra. Las palabras de Caifás representan el clímax de la ironía joánica. 50. es preferible: A saber, que Jesús «muera por el pueblo»; el lector joánico sabe, sin embargo, que esta muerte no evitará la destrucción «del lugar» (= el Templo) por los romanos. Esa tra­gedia fue provocada por los líderes judíos que organizaron la revuelta contra Roma durante los años 66-70 d.C. Los primeros cristianos in­terpretaron la destrucción de Jerusalén como castigo por no haber aceptado a Jesús como Mesías (cf. Lc 13,34-35; 19,41-44; Mc 12,9-11).
155 51. anunció bajo la inspiración de Dios que Jesús iba a morir por toda la nación: El evangelista deja claro que la afirmación de Caifás es fruto de una inspiración profética asociada al cargo de sumo sacerdote (cf. Flavio Josefo, Bell. 1.2.8 § 68; Ant. 13.10.7 § 299). Muestra que la muerte de Jesús «por el pue­blo», expresión asociada al carácter sacrificial de la muerte de Jesús, no debe aplicarse sola­mente a la nación judía. Jesús muere a fin de que todos los «hijos de Dios» puedan reunirse para formar un solo pueblo (cf. 1 Jn 2,2, Jesús muere «por el mundo»), 53. El episodio con­cluye con la proclamación de una sentencia de muerte contra Jesús que el lector, en base a 7,51, sabe que es ilegal. La trama urdida con­tra Jesús ha alcanzado su objetivo.
156 (C) JESÚS SE RETIRA (11,54-57). Aunque el texto no especifica de qué manera se hizo pública la decisión de las autoridades, se da por supuesto que es la causa de que Jesús se re­tire al pueblo de Efraín (la actual et-Taiyibeh, a 20 km de Jerusalén en dirección noroeste), un día de camino. 55-56. Ahora que se aproxima la fiesta de Pascua, la multitud empieza a pre­guntarse, tal como lo hizo antes de la fiesta de los Tabernáculos (7,11-13), si Jesús acudirá o no a Jerusalén. 57. habían dado órdenes: Las autoridades ordenan que les sea comunicado el paradero de Jesús a fin de arrestarlo.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

El capítulo de que empezamos á ocuparnos es uno de los más notables del Nuevo Testamento. Por su grandeza y su sencillez, por lo conmovedor y solemne de algunas de sus líneas, no hay en la literatura sagrada nada que le exceda. En si se nos describe el milagro que no se registra en ninguno de los otros Evangelios, presenta un prueba concluyente del poder divino y del carácter compasivo y tierno de nuestro Señor. Como Dios hace que los sepulcros mismos entreguen á los que en ellos moran: como hombre se apiada de nosotros en nuestro dolor. Propio y conveniente era que la victoria de Betania precediera á la escena del Calvario.
En estos versículos se nos enseña que los verdaderos cristianos están expuestos á enfermarse como cualquiera otra clase de personas.
Se nos cuenta que Lázaro de Betania era persona a quien Jesús amaba y hermano de dos piadosas mujeres bien conocidas. Sin embargo, Lázaro se enfermó de muerte. Jesús, que tenía poder sobre todas las enfermedades, pudo sin duda haber impedido la de su amigo, si lo hubiese tenido a bien; más, al contrario, permitió que Lázaro se enfermase y sufriese dolor, y languideciese y tuviese agonías como cualquiera otro hombre.
Las enfermedades, cualquiera que sea su carácter, tienen, por su misma naturaleza, que se gravosas al cuerpo y al alma. El cuerpo y el espíritu tienen entre si tan íntima relación que lo que mortifica y debilita al uno no puede menos que mortificar y debilitar al otro. Mas preciso es recordar que el hecho de que nos sobrevenga alguna enfermedad no es señal de que Dios esté airado con nosotros; muchas veces nos sobrevienen dolencias para el bien de nuestras almas. De este modo apartamos nuestros afectos de este mundo, y los contraemos a las cosas celestiales; leemos mas nuestra Biblia y oramos con más fervor; sometemos nuestra paciencia a prueba y nos convencemos de cuan importante es tener esperanza en Jesucristo; nos acordamos de cuando en cuando, que no vamos a vivir para siempre, y nuestros corazones se preparan para el gran cambio. Tengamos pues paciencia y buen ánimo cuando nos postre alguna enfermedad y estemos convencidos de que nuestro Señor nos ama tanto cuando estamos enfermos como cuando gozamos de buena salud.
En estos versículos se nos enseña, en segundo lugar, que Jesucristo es el mejor amigo que el cristiano tiene en tiempo de necesidad. Cuando Lázaro e enfermó, sus hermanas enviaron inmediatamente a buscar a Jesús, a fin de comunicarle lo ocurrido. Bello, conmovedor y sencillo fue el recado que le enviaron. No le suplicaban que viniese, o que obrase un milagro mandando que desapareciese la enfermedad. Solo le mandaron decir: «El que amas está enfermo,» y no agregaron nada más, en la confianza que considerase más acertado. He aquí la verdadera fe y la verdadera humildad de los hijos de Dios. He aquí la voluntad humana piadosamente sometida. Los siervos de Cristo, cualquiera que sea el siglo y cualquiera el clima en que vivan, harán bien en seguir este excelente ejemplo. Cierto es que cuando aquellos a quienes amamos se enferman, es de nuestro deber el usar todos los medios razonables a fin de conseguir su reposición. No debemos ahorrar esfuerzo para solicitar los mejores médicos y ayudar a la naturaleza en su gran lucha contra la enfermedad. Más en todos nuestros pasos hemos de tener presente que el Protector más sabio y más hábil está en el cielo, a la diestra del Padre. Como en infortunado Job, nuestro primer acto debe ser el hincar la rodilla en actitud de adoración. Como Exequias, debemos exponer ante Dios nuestras necesidades. Como las santas hermanas de Betania, debemos enviar una súplica a Cristo.
En estos versículos se nos enseña, en tercer lugar, que Jesucristo ama a todos los que son verdaderos cristianos. Se nos dice que Jesús amaba a Marta, y a su hermana, y a Lázaro. Según parece, estas tres personas eran de carácter algún tanto distinto. De Marta se nos dice en un pasaje que estaba cuidadosa y se encontraba turbada con muchas cosas, en tanto que María se sentaba a los pies de Jesús y oía su palabra. De Lázaro no se nos refiere nada peculiar. Sin embargo, todos tres eran amados de nuestro Señor.
Debemos de tener esto presente cuando queramos formar opinión de los méritos de los cristianos. Es menester que no olvidemos que hay diversidad de caracteres y que la gracia de Dios no cambia a los creyentes de tal manera que todos parezcan vaciados en el mismo molde. Concediendo que el cimiento sobre el cual estriba el carácter cristiano es siempre el mismo, y que todos los hijos de Dios se arrepienten, creen, son rectos, hacen fervorosas oraciones y aman las Escrituras, es preciso tomar en cuenta la variedad de sus índoles y modos de ser. No debemos, pues, menospreciar a otros porque no son exactamente como nosotros. Las flores de un jardín difieren mucho entre sí, y sin embargo, el jardinero les tiene afición a todas. Los niños de una familia pueden ser muy distintos en su presencia y en sus modales, y sin embargo, los padres ejercen para con todos ellos el mismo cuidado. Hay diversos grados y especies de gracia.
Pero los íntimos y más débiles discípulos son amados de Jesús.
En estos versículos se nos enseña finalmente, que Jesús sabe cual es la ocasión mas oportuna para hacer algo por su pueblo. Cuando supo él que Lázaro estaba enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba al recibir la noticia. A la verdad, demoró su viaje adrede, y no vino a Betania hasta que Lázaro había estado cuatro días en el sepulcro. Sin duda sabía bien lo que estaba pasando; pero no tomó medidas ningunas hasta que no se presentó la oportunidad que él creyó era la más propicia. En obsequio de la iglesia y del mundo, para el bien de sus amigos y enemigos se guardó de apresurarse.
Los hijos de Dios debieran examinar con atención la lección que de aquí se desprende. Nada contribuye tanto a que sobrellevemos con paciencia las penalidades de la vida, como la convicción íntima de que todo lo que acontece en torno nuestro ha sido guiado por una sabiduría perfecta. Hagamos por creer que todo lo que nos sucede no solo está bien hecho, sino que ha sido hecho del mejor modo posible, al tiempo más oportuno y empleando el mejor medio.
Naturalmente todos nos afanamos en el día de prueba. Cuando alguno de nuestros deudos se enferme nos sentimos inclinados a decir como Moisés: «Te ruego, oh Dios, que lo sanes ahora.» Nombre. 12.13. Nos olvidamos de que Jesucristo es omnisciente y no puede errar. El que posee verdadera fe está en el deber de decir: «Mi suerte está en tus manos. Haz conmigo como tu quieras, en la manera que quieras, lo que tu quieras y cuando quieras. Que no se haga mi voluntad sino la tuya..
Dejemos este pasaje con la resolución fija de confiar completamente en Jesucristo en todo lo que tiene referencia a este mundo, tanto en lo público como lo privado. Los asuntos de las naciones, de las familias y de los individuos son todos dirigidos por él. Cuando nos enfermamos es porque él sabe que es para nuestro bien; cuando tarda en socorrernos es, sin duda, por sabias razones. La mano que fue clavada a la cruz no hiere sin necesidad, ni nos hace aguardar por capricho.

Fuente: Los Evangelios Explicados

g Luc 10:38-39.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

Vuelve el Señor a Judea, y resucita a Lázaro. Muchos por este milagro creen en él; y otros le denuncian a los sacerdotes y fariseos, que convocando su Sinedrio, resuelven hacerle morir. Profetiza Caifás que Jesús debía morir, para que se salvase todo el pueblo. Jesús se retira a la ciudad de Efraím.

1 a. Donde moraban estas dos hermanas.

2 b. En Betania en casa de Simón el leproso (Mt 26,6; Mc 14,3). Véase el capítulo siguiente (v. 2-3).

3 c. Como si dijeran: Vos, Señor, que a todos los que necesitan de socorro se lo dais, ¿se lo negaréis ahora a aquel a quien amáis, estando enfermo?

4 d. Para muerte, que deba durar hasta la resurrección general, como la de los otros hombres; porque debía recobrar la vida poco después. San Agustín.

6 e. Para que después se descubriese más la grandeza del milagro, y para confundir con esto la incredulidad de los judíos. Si hubiera estado presente, ¿cómo hubiera podido negar a las lágrimas y ruegos de las dos hermanas la curación de Lázaro? pero quería restituirle la vida y no la salud. Si el Señor tarda, esperémosle con paciencia y resignación. Si dilata concedernos las gracias que le pedimos, es para probar nuestra fe, y para concedérnoslas después mayores.

8 f. Aunque los discípulos amaban a su Maestro, y el temor de perderle les sugería estas razones, para persuadirle a que no volviese a Judea; esto no obstante se echa de ver que nacían de amor propio y de pusilanimidad, porque veían que en la necesidad de haber de seguir al Señor, exponían ellos también su vida al mismo peligro; y por esto procuran disuadirle. Estos discípulos tan cobardes, tan flacos durante la vida, y a la vista de su Maestro, después de su muerte, Resurrección, Ascensión y venida del Espíritu Santo, hicieron frente a todos los peligros, y derramando su sangre dieron y dejaron a todo el mundo un testimonio innegable de la verdad de todos estos grandes misterios.

9 g. Los judíos en todas las estaciones del año contaban doce horas desde que salía el sol hasta que se ponía.

h. Jesucristo compara el tiempo de su vida a un día cuyas horas son todas contadas, sin que el poder de todos los hombres alcance a poderlas abreviar ni un solo momento. La noche que sucede al día es la muerte. Con esto quiso dar a entender a sus discípulos, que debía cumplir su ministerio durante su vida; y que como no había nadie que pudiese adelantar el momento de su muerte que tenía determinado, podía ir por todas partes con tanta seguridad, como los que caminan en el cuerpo del día sin riesgo de tropezar. MS. El que anduvier de dia no estropeçará.

11 i. La muerte en la Escritura, principalmente la de los justos, es llamada frecuentemente un sueño; porque en ellos no debe ser mirada como pena, sino más bien como un reposo y cesación de las miserias y trabajos de la vida. Y también porque la muerte de Lázaro se podía considerar como un sueño de pocos días.

12 j. Como si le dijeran: Si el enfermo duerme; es señal de que ha mejorado, y que no hay que temer. ¿Por qué quieres ir allá, sabiendo que te buscan para hacerte morir?

15 k. Esto es; para que se confirme, crezca y se aumente vuestra fe.

16 l. MS. Dubdoso. Este no era sobrenombre de un Apóstol, sino como explicación del de Tomás; porque Teom, y contraído, Tom, de donde se deriva Tomás, y dídumos significa la misma cosa; esto es, mellizo. San Juan escribiendo en griego, y estando entre griegos, quiso interpretar el nombre hebreo.

m. Puesto que está resuelto a ir, y le buscan para matarle, vamos también nosotros a morir con él. Al mismo tiempo que muestra este santo Apóstol un grande ardor en seguir a su Maestro, se descubre que su fe no estaba aún bien arraigada; porque se imaginaba que los judíos podrían hacer morir al Señor, aunque no quisiese. Fuera de que estas palabras que tienen un aire de movimiento heroico de querer sacrificar su vida por amor de su Maestro, encierran en el fondo un espíritu de desconfianza, de incredulidad, y aun de pretender disuadir a los otros que le sigan. Fue como hacer el último esfuerzo para obligarle a desistir del intento de querer volver a Judea (v. 8). Estas imperfecciones que vemos en los Apóstoles sirven para realzar más la virtud, eficacia y plenitud de gracia que vino sobre ellos.

18 n. Como una media legua.

19 o. MS. Por conortallas de so ermano. De la muerte de su hermano.

22 p. Después de la amorosa queja que le dio, se alentó a decirle, que aunque su hermano hubiese muerto, y estuviese enterrado de cuatro días, con todo eso estaba persuadida que Dios le concedería todo lo que pidiese; que era como pedirle que le resucitase. Con estas palabras manifiesta también que le miraba como un gran profeta, y como un santo de un gran valimiento para con Dios. San Cirilo. Pero al mismo tiempo nos enseña que se ruega a Dios con mayor eficacia, cuando con una humilde resignación nos abandonamos a su voluntad, y le pedimos que nos conceda aquello que conozca sernos más útil y conveniente. San Bernardo.

23 q. No le dice, le resucitaré; porque para esto, como Dios que soy, no necesito de valerme de otro; sino resucitará, dándonos en todos sus discursos un ejemplo admirable de humildad y de modestia. San Juan Crisóstomo.

25 r. Yo soy el que resucito y el que doy la vida: yo soy el autor de la resurrección y de la vida, y el que puedo resucitar a los muertos sin esperar el último día.

s. El que cree en mí con una fe viva y acompañada de caridad, sin la cual la fe es muerta, vivirá eternamente; porque de la muerte del cuerpo pasará a una vida bienaventurada e inmortal.

27 t. Vivo. Esta palabra falta en el texto griego.

u. El Griego: erjómenos, que vienes. Esta respuesta de Marta da a entender que el Señor le había hablado al corazón, comunicándole la luz para que le reconociese y confesase por lo que era.

28 v. En voz baja, al oído. Es verosímil que hiciese esto por no exponer a Jesucristo a los fariseos y sacerdotes, cuyos designios contra su persona no podía ignorar Marta.

30 w. Como el designio del Señor era de resucitar a Lázaro, y los sepulcros estaban fuera de poblado, por esto no quiso entrar en la aldea, e hizo llamar a María. María se levantó luego, y dejó a los judíos que estaban en su compañía, sin decirles a dónde iba.

32 x. Es muy probable que las dos hermanas estando solas, viéndose en una extrema aflicción por la muerte de su hermano, se dirían la una a la otra: ¡Ah, si el Señor hubiera estado aquí! y esto mismo le dicen luego que le ven.

33 y. Excitó en su corazón un movimiento voluntario de dolor y de aflicción, semejante en lo exterior a las pasiones y turbaciones involuntarias en los demás hombres. Con esto dio muestras de su bondad y de una tierna y viva compasión, queriendo afligirse y llorar como los otros, aunque era dueño de hacer cesar sus lágrimas resucitando a Lázaro, como lo hizo después.

34 z. Bien lo sabía el Señor; pero no quiere sin necesidad, ni emplear, ni hacer conocer la plenitud de su ciencia, y de su poder.

37 a. Sacaban esta falsa consecuencia, que no había podido hacerlo, porque no lo había hecho; debiendo inferir, que pues había podido abrir los ojos al que nació ciego, si después no había estorbado la muerte de Lázaro, fue porque no había querido, puesto que lo que quería hacer, resucitándole, era sin comparación mucho más que lo que no había hecho, que era impedir que muriese. San Agustín.

38 b. Otros trasladan: Cuya entrada habían tapado con una piedra. Los más pobres eran simplemente enterrados en tierra; pero los más hacendados tenían sepulcros aparte para sí y para su familia. Estos sepulcros eran, o grutas que la naturaleza había formado, como se hallan en crecido número en la Siria; o que hacían abrir en una roca. Después de haber depositado en ellas los cadáveres, tapaban la entrada con una piedra, para defenderlos de los insultos, principalmente de las fieras y animales.

39 c. Marta parece que no había comprendido todavía cuál fuese el designio de Jesucristo, creyendo que el mandar que quitasen la losa, era para tener el consuelo de verle; y por eso procuraba con buenas razones apartarle de este intento, para excusarle la molestia de percibir el mal olor que naturalmente echa de sí un cuerpo muerto después de cuatro días de enterrado. Pero parece más cierto que la confianza que hasta entonces había mostrado Marta, comienza a vacilar luego que percibe el hedor que se exhala del cadáver. ¡Ah, Señor! ya no es tiempo de pensar en restituirle la vida, porque ha comenzado ya todo a corromperse. Con esta exposición conviene mejor lo que el Salvador le responde. Otro caso igual nos ofrece San Pedro, cuando intrépido caminaba sobre las aguas, que en la hora que comenzó a hundirse, le abandonaron su esperanza y su fe. Dios para enseñanza nuestra permite que la fe aun de los mayores santos se vea algunas veces expuesta a extraños síntomas.

40 d. Verás una obra digna de Dios, un efecto del poder que tengo como Dios, y que hará que me glorifiquen los hombres.

41 e. El Griego: óu én ho nethnekós kéimenos, donde el muerto había sido puesto. Faltan en la Vulgata estas palabras.

f. Jesucristo unas veces hablaba como Dios, y otras como hombre. Cuando dijo a Marta que era la resurrección y la vida, habló como Dios; mas ahora obrando como hombre, alza los ojos al cielo, y da gracias al Padre, porque le había oído. Vuélvese a su Padre, para que ninguno ignorase de dónde tenía la potestad de hacer milagros, mostrando al mismo tiempo que no tenía necesidad de ruegos para ser oído, pues daba gracias antes de haber rogado, y porque sabiendo perfectamente cuál era la voluntad del Padre, hablaba ya como si el milagro estuviese hecho.

42 g. Porque, siendo verdaderamente su único Hijo por la unión inefable que se había hecho del hombre con Dios en la persona del Verbo, no podía dejar de ser oído; porque el Padre y el Hijo quieren siempre una misma cosa. Santo Tomás.

h. Acomodándose a su corta capacidad, para que poco a poco e insensiblemente se acostumbrasen a conocer al Hijo por el Padre, juzgando de él por esta unión de voluntad y de doctrina, que les mostraba haber entre los dos.

43 i. Esta es la voz de un Dios omnipotente, que tiene en su poder las llaves de la muerte y de la vida. Y esto mismo quiso el Señor que comprendiesen los que le oían clamar de esta manera. Así se obran los milagros que exceden las fuerzas y las leyes de la naturaleza. Se obran en un instante, y sin emplear más que la palabra o la voluntad. La resurrección de los muertos se obra del mismo modo que la creación; así que la una y la otra son obras de un mismo poder.

44 j. Aquí se vio un doble milagro; porque no solamente resucitó Lázaro a la voz del autor de la naturaleza, sino que atado como estaba, salió del sepulcro, quitando de este modo a los judíos todo pretexto de poder dudar del milagro, o de calumniarle de que había usado de alguna ilusión para engañarlos. Y por esta razón mandó que ellos mismos le desatasen, para que reconociesen si era verdad que estaba vivo, y que realmente andaba por su pie, el que hacía cuatro días que estaba enterrado, y con señas indefectibles de haber muerto. La manera de amortajar que acostumbraban los judíos, era cubrir con un lienzo la cabeza y la cara del difunto, y envolvían el resto del cuerpo con un paño o sábana, que fajaban con muchas vendas desde las espaldas hasta los pies.
Esta imagen sensible de la muerte y de la resurrección de Lázaro nos representa cuán difícil es que el pecador que está agobiado bajo el peso y hábito de sus pecados, se levante por último, y resucite a la gracia; y cuán poderosa es necesario que sea la voz interior de esta gracia, que le ha de restituir la vida. San Agustín. La palabra solvite creen muchos que fue dicha a los Apóstoles.

47 k. ¿Cómo nos estamos así, dicen, mano sobre mano y sin tomar providencia con este hombre que hace tantos milagros? Lo que debía servir para su desengaño, y hacerlos volver sobre sí, para que reconociesen al Señor por el verdadero Mesías, los llena de nuevo furor y rabia contra su persona.

48 l. Si dejamos a este hombre que siga predicando y haciendo milagros, todo el mundo creerá en él, y no en nosotros. Le reconocerá por rey, y los romanos, para castigar esta rebelión, volverán las armas contra nosotros, y nos exterminarán del mundo. ¿Cómo discurren de este modo los que esperaban un Mesías, que, según su opinión, los había de restituir a su antigua libertad, después de haberlos hecho triunfar de todos sus enemigos? Se ve claramente que no hablaban con sinceridad, ni por el interés de la nación; y que tan solamente aspiraban por todos los medios que les dictaba su envidia, a que el pueblo no reconociese a Jesús por el Mesías. Pero sucedió todo lo contrario; porque, queriendo impedir el exterminio de su nación, y la ruina de su ciudad, con la muerte de Jesucristo, fue esta justamente la causa de su total dispersión, y de la entera desolación de Jerusalén, quedando privados a un mismo tiempo del reino temporal que temían perder, y de la vida eterna en que no pensaban. San Agustín.

50 m. Debía saber Caifás que no es permitido hacer un mal, para que de él se siga algún bien (Rom 3,8). A la justicia es a quien se ha de obedecer, que es la ley suprema; y dejar a la divina Providencia las consecuencias que puedan resultar. Esta máxima de hacer morir a un justo, es imprudente e impía; y en suma, la salud pública y el temor de los ejércitos romanos solamente eran un pretexto con que estos hipócritas pretendían ocultar su avaricia, su ambición, y la envidia y odio que tenían a Jesús.

51 n. Dios, que había acostumbrado hablar a su pueblo por la boca del sumo sacerdote, dirigió en esta ocasión la lengua y espíritu de Caifás, para que pronunciase un oráculo, cuyo verdadero sentido él mismo no entendía. El habló de sí mismo, que convenía quitar de en medio y hacer morir a aquel hombre, para que por su causa no pereciese toda la nación; y este consejo le fue sugerido por una falsa política, que le dictaba que debía ser oprimido un inocente, por un peligro remoto e imaginario. Mas no habló de sí mismo la verdad del misterio que comprendían estas mismas palabras, esto es, que el Hijo de Dios, hecho hombre, debía morir para salvar al universo. Y así el Señor se sirvió de la boca de Caifás, como en otro tiempo de la de Balaam, para profetizar el misterio inefable de nuestra Redención. Al mismo tiempo quiso el Señor darnos a entender, cuánto respeto se debe a sus ministros y a los que están en su lugar, aunque sean malos y perversos; pues así honró el mismo Señor la dignidad de que están revestidos, y el lugar que ocupan en su nombre. Santo Tomás.

52 o. Por los gentiles que andaban derramados por todo el mundo, abismados en sus errores y vicios, y que el Señor había de convertir, para formar de ellos y de los judíos, que creyesen, un solo pueblo, una sola grey, una sola Iglesia.

53 p. Porque las reflexiones políticas de Caifás les quitaron todo escrúpulo, y así sin otro examen decretaron su muerte; y desde aquel punto comenzaron a pensar en el modo de hacerle prender, para ejecutar su malvado designio.

54 q. Portándose en esta ocasión como hombre y dando a sus discípulos un ejemplo que pudieran seguir. San Agustín.

r. El Griego: ekéithen, de allí.

s. El Griego: Efraim. Puede ser la misma que se llama Efrón en 2Cro 13,19. San Jerónimo la pone veinte millas distante de Jerusalén hacia el septentrión.

55 t. Con oraciones y sacrificios, según ordenaba la ley, para disponerse a celebrar la Pascua con mayor pureza y santidad.

56 u. Muchos intérpretes creen que estos eran enemigos de Jesucristo, que le buscaban para prenderle o para denunciarlo al Sinedrio; y esto parece que se funda en las palabras que se siguen. Otros lo explican de los judíos aficionados al Señor y a su doctrina, que deseaban verle y oírle predicar en el templo como solía.

Fuente: Notas Bíblicas

[1] Israel-Judío.

[2] La Casa de Judah.

[3] Los hijos de Israel, o Eloah, que ya estaban “esparcidos en el extranjero” sólo puede referirse a los no Judíos, o Israel- Efrayím, de las diez tribus del norte. Ningún otro grupo de personas se ajusta posiblemente a esta descripción. Nótese que no eran paganos, sino ya gente del pacto en el exilio. Nótese que son llamados “hijos de Eloah,” un termino del ultimo tiempo referido a las 10 tribus del norte de acuerdo a Ose 1:10. Ya que Judah estaba mayormente en la tierra de Israel en el tiempo de esta profecía, ciertamente apunta a Israel-Efrayím. Caifás pronuncia esto, y el Espíritu elabora al decir que es mucho mejor que Yahshua muera a que ambas casas perezcan. Ambas, tanto aquellos en la tierra, y aquellos “esparcidos en el extranjero”, retornan por Su muerte según Caifás y Juan, para que ambos rediles puedan convertirse en uno de nuevo.

[1] Una vez que el Espíritu había declarado la razón de la muerte de Yahshua, vemos un remez inmediato, o aplicación de pista, de la recolección de los exiliados de Efrayím de nuevo a casa. En vez de caminar en Judah, donde El sería arrestado prematuramente, Yahshua fue al desierto a una ciudad llamada Efrayím. Ya que Efrayím está en el desierto de las naciones, y ya que los líderes de Judah no le daban la bienvenida, El continúo en Efrayím y permaneció allí con Sus discípulos. Esto es de nuevo una declaración profética por el Espíritu en el remez/pista, que Yahshua será rechazado por los ancianos de Judah, sólo para encontrar refugio entre los esparcidos de Efrayím en el desierto de las naciones. Al hacer ésto, El permanecería allí con Sus discípulos por la mejor parte de los siguientes 2,000 años. El Espíritu pone estas Escrituras en secuencia espiritual y el mensaje es claro. Yahshua ha encontrado Su principales discípulos entre los retornados de Efrayím, y continuarán siéndolo hasta Su regreso.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[16] Dídimoo Gemelo.

Fuente: Notas Torres Amat

* En el original se dice que Lázaro vivía en Betania con María y su hermana Marta. Sin embargo, en el versículo Jua 11:2 se menciona que Lázaro es el hermano de María, de modo que su relación se identifica muy bien desde el comienzo.

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento