Comentario de Juan 12:20 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta.

12:20 Había ciertos griegos (Hch 13:42; Hch 13:48) entre los que habían subido a adorar en la fiesta. — Fue una ilustración adicional de que «el mundo se va tras él». Estos eran prosélitos o «temerosos de Dios» como Cornelio (Hch 10:1). (Véase 1Re 8:41-42). Estos no podían ir más allá del Patio de los Gentiles.

Juan es el único que relata este evento. A través de este libro se enfatiza que Cristo no vino para salvar solamente a los judíos, sino a todos (3:16; 4:42; 8:12; 10:16).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

y había ciertos griegos. Jua 7:35; Mar 7:26; Hch 14:1; Hch 16:1; Hch 17:4; Hch 20:21; Hch 21:28; Rom 1:16; Rom 10:12; Gál 2:3; Gál 3:28; Col 3:11.

de los que habían subido a adorar en la fiesta. 1Re 8:41-43; Isa 11:10; Isa 60:2-14; Isa 66:19-21; Hch 8:27.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

El hecho que estos griegos fueran a Jerusalén a adorar en la fiesta indica que eran prosélitos judíos. Al registrar este incidente, Juan quizás estaba insinuando que la salvación rechazada por muchos judíos se estaba dando ahora a los gentiles.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Es muy probable que los prosélitos gentiles del judaísmo que participaban de la Pascua, en su deseo de ver a Jesús, manifestaran una actitud contraria a la de los líderes de la nación cuyo deseo era matarlo. En el preciso momento en el cual las autoridades judías tramaban con furia asesinarlo, los gentiles procuraban tener su atención.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

12:20 Había ciertos griegos (Hch 13:42; Hch 13:48) entre los que habían subido a adorar en la fiesta. — Fue una ilustración adicional de que «el mundo se va tras él». Estos eran prosélitos o «temerosos de Dios» como Cornelio (Hch 10:1). (Véase 1Re 8:41-42). Estos no podían ir más allá del Patio de los Gentiles.
Juan es el único que relata este evento. A través de este libro se enfatiza que Cristo no vino para salvar solamente a los judíos, sino a todos (3:16; 4:42; 8:12; 10:16).

Fuente: Notas Reeves-Partain

LOS BUSCADORES GRIEGOS

Juan 12:20-22

Había algunos griegos entre los que asistían a la fiesta. Se dirigieron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le pidieron por favor:

-Querríamos ver a Jesús.

Felipe fue a decírselo a Andrés, y los dos juntos fueron a decírselo a Jesús.

Ninguno de los otros evangelios nos relata este incidente; pero es muy significativo que nos lo encontremos en el de Juan. El Cuarto Evangelio fue el que se escribió especialmente para presentar la verdad del Evangelio de manera que los griegos la pudieran entender y aceptar; así que es natural que sea en este evangelio en el que nos encontremos la historia de los primeros griegos que vinieron a Jesús.
No nos tiene por qué parecer extraño que hubiera griegos en Jerusalén en el tiempo de la Pascua. Puede que no fueran ni prosélitos ni «temerosos de Dios», que era como llamaban los judíos a los simpatizantes que asistían a los cultos de las sinagogas pero no habían llegado al punto de someterse a la circuncisión. Los griegos eran peregrinos inveterados, llevados de acá para allá por el deseo de descubrir cosas nuevas. «Vosotros los atenienses -dijo uno de los antiguos-, con todo lo que sabéis, ni sabéis vivir en paz ni dejar en paz a los demás.» » Vosotros los griegos -dijo otro- sois como niños, siempre jóvenes de espíritu.» Más de quinientos años antes de esto, Heródoto había viajado por todo el mundo, según decía, para descubrir cosas. A una gran distancia remontando el Nilo hay todavía una gran estatua egipcia en la que un turista griego escribió su nombre, como siguen haciendo los turistas en nuestro tiempo. Por supuesto que había griegos que viajaban con fines comerciales; pero probablemente fueron los primeros en viajar por viajar en el mundo antiguo. No hay necesidad de sorprenderse de encontrar un grupo de espectadores griegos ni siquiera en Jerusalén.
Pero los griegos eran más que eso. Eran buscadores de la verdad por encima de todo. No era raro encontrar a un griego que hubiera pasado de una escuela filosófica a otra, y de una religión a otra, y de un maestro a otro en busca de la verdad. Los griegos eran buscadores natos.
¿Cómo habrían llegado aquellos griegos a saber de Jesús y a tener interés en Él? J. H. Bernard lanza una sugerencia muy interesante. Fue probablemente en la última semana de su ministerio, como nos dicen los otros tres evangelios, cuando Jesús purificó el templo y barrió de allí a los cambistas y a los vendedores de animales. Ahora bien, aquellos traficantes ponían sus puestos en el Atrio de los Gentiles, que era el mayor y el primero de todos los atrios del templo, y del que no podían pasar los gentiles bajo pena de muerte. Estos griegos que habían ido a Jerusalén en el tiempo de la Pascua no podrían por menos de visitar el templo, y se encontrarían en el atrio de los Gentiles. Tal vez habían presenciado aquella escena terrible de la expulsión de los comerciantes de aquel mismo atrio; y tal vez querían saber más del hombre que era capaz de hacer tales cosas.

En cualquier caso y fuera donde fuera, este es uno de los grandes momentos de la historia evangélica, porque aquí se nos insinúa tímidamente por primera vez que el Evangelio había de llegar a todo el mundo.

Los griegos se dirigieron con su petición a Felipe en primer lugar. ¿Por qué a Felipe? No lo podemos decir con seguridad; pero es posible que fuera porque el nombre Felipe es griego, y tal vez pensaron que uno que se llamara así los trataría con comprensión. Sin embargo, Felipe no sabía qué hacer, y fue a consultárselo a Andrés. Andrés no tenía la menor duda en esos casos, y los llevó a Jesús.

Andrés ya había descubierto por aquel entonces que no había nadie que pudiera ser una molestia para Jesús. Sabía que Jesús no le volvería la espalda a ningún sincero buscador.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

2. En Jerusalén (Jua 12:20-50)

Análisis de discurso

Toda esta sección es obra del evangelista, con la que concluyen así no sólo los caps. Jua 11:1-57 y Jua 12:1-50, sino toda la primera parte del evangelio, en la que con gran fuerza creadora concluye la narración del ministerio público de Jesús con una mirada hacia la cruz. Según Jua 11:4, el propósito de la enfermedad de Lázaro era para que la gloria de Jesús se revelara. Y el resultado final de la muerte de Lázaro fue revelar a Jesús como “la resurrección y la vida” (cf. Jua 11:25).

El desarrollo de los acontecimientos finales llevarán hacia la muerte de Jesús que, según Juan, es el medio por el cual su gloria será revelada y la vida eterna o permanente será ofrecida a toda persona (cf. Jua 12:32), convirtiéndose en el clímax de los eventos iniciados en el cap. Jua 11:1-57. También es de gran importancia esta sección porque “los griegos” buscan a Jesús, también tema preponderante en la teología de Juan.

La llegada de “los griegos” que buscan a Jesús sirve para el reconocimiento de que ahora es el tiempo “para que el Hijo de hombre sea glorificado” (v. Jua 12:23). El tema de la hora de la glorificación de Jesús se renueva en los vv. Jua 12:27-28. Aquí la voz del cielo confirma la convicción de Jesús de que la hora de su glorificación ha llegado, y que al mismo tiempo es la forma cómo el nombre de Dios es glorificado.

También es evidente que en medio de un ambiente de represión y muerte brotará la vida, como parabólicamente se ilustra con el grano de trigo (v. Jua 12:24), y no sólo para Jesús, sino también para todas las personas que lo siguen y sirven (v. Jua 12:26). La victoria sobre el adversario de Dios se convierte en algo positivo y en un triunfo misionero. El enfrentamiento contra el judaísmo persiste hasta la última frase, por su ceguera espiritual, por lo que según Juan estarán sujetos a juicio (Jua 12:37-50). Ellos tendrán la luz por un brevísimo tiempo, porque Jesús se ausentará de su presencia, y entonces la luz ya no estará disponible para ellos.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

a. Unos griegos buscan a Jesús (vv. Jua 12:20-26)

TÍTULO: También respecto a este pasaje hay consenso entre las versiones, predominando: Unos griegos buscan a Jesús (RV60, RV95, DHH, BI, otras). Como la búsqueda de parte de los griegos es sólo parte del pasaje, sería oportuno mencionar también el segundo tema relevante: Unos griegos buscan a Jesús, quien proclama la llegada de su hora.

Análisis textual y morfosintáctico

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta, “Algunos griegos estaban entre los que habían subido a Jerusalén para los ritos de la fiesta”. Desde Jua 11:55 todo el contexto hasta aquí es el de la fiesta de la Pascua. “Los griegos” (cf. Jua 7:35) no se usa en términos políticos o nacionalistas, sino más bien como expresión cultural para “no-judíos” o “gentiles” que habían sido prosélitos del judaísmo. No es suficiente ni exacto traducir “gente que hablaba griego”. Se sabe que hubo muchos judíos que sólo hablaban griego y que se designaban “helenistas” (cf. Hch 6:1). Estos “griegos” eran conocidos como “devotos” o “temerosos de Dios”, algo así como simpatizantes, pero que no podían comer el cordero pascual con los judíos. El texto no explicita la ciudad de Jerusalén, pero para más claridad se puede agregar.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

— algunos griegos: Se trata probablemente de personas que, sin ser de raza judía, simpatizaban con el judaísmo y participaban en la peregrinación pascual. Se daba también el caso de paganos convertidos a la fe judía con todas las consecuencias; estos últimos recibían el nombre de prosélitos (ver nota a Hch 2:11).

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La búsqueda de los griegos

Estos griegos pueden haber sido prosélitos; si era así, habrían estado en condiciones de unirse a los judíos en el culto del templo, pero no es seguro que hayan estado tan integrados. Por lo menos, eran personas que buscaban la verdad religiosa dado que habían ido a adorar. Muchos gentiles eran atraídos a las ideas del judaísmo por su énfasis moral más elevado en comparación con el paganismo. Probablemente estos hombres habían venido de Decápolis y quizá hayan conocido a Felipe que provenía de la cercana Betsaida. Se puede presumir que su intención de ver a Jesús fue promovida por un deseo de aprender de él, más que mera curiosidad. Quizá Juan los ve como ejemplos del “mundo” que estaba yendo tras Jesús.

Es difícil imaginar cómo pudieron haber entendido las primeras palabras de Jesús. Difícilmente podrían haber estado tan bien informados como los lectores de Juan sobre el significado de la hora (23). Los griegos pueden haber pensado en términos de la entrada triunfal. Pero del contexto se puede ver que para Jesús su “hora” era su cercana pasión. Esto es evidente en el tema de la glorificación y en la ilustración del grano de trigo. La fórmula de cierto, de cierto os digo (24) señala la importancia del anuncio. El principio natural de que la muerte es esencial para que surja nueva vida fue aplicado por Jesús a sí mismo por inferencia. El trigo reproduce su propia especie y Jesús veía su pasión de la misma manera. Su muerte produciría vida para muchos. El contraste entre amar y odiar (25) destaca, en agudo relieve, la elección y consecuencia envueltas en la reacción personal hacia Jesús. Amar y odiar son aquí términos relativos, que se presentan en oposición el uno al otro.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

g 719 Hch 17:4

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

griegos. Algunos sugieren que éstos eran prosélitos del judaísmo, o por lo menos interesados en el judaísmo, y probablemente de descendencia griega. Sin duda habían oído algo acerca de Jesús y asumieron que El iría a la fiesta de la Pascua. Ellos no podrían participar de la fiesta a menos que se hubieran circuncidado (Ex 12:48).

Fuente: La Biblia de las Américas

Mayor número de emociones de lo que generalmente se piensa, agitan al espíritu humano. El caso que tenemos á la vista prueba esto de una manera notable.
¿Quién se hubiera imaginado que, cuando Cristo estuvo sobro la tierra, unos extranjeros se hubieran presentado en Jerusalén diciendo: «Señor, queremos ver á Jesús ‘»? ¿Quiénes fueran esos Griegos, qué intenciones tenían, por qué querían ver á Jesús? –todas estas son preguntas que no podemos contestar satisfactoriamente. Como á Zaqueo, puede haberlos movido la curiosidad; o como los magos del Oriente, quizá tenían sus sospechas de que Jesús era el rey prometido de los Judíos á quien esperaba todo el mundo oriental. Bástenos saber que manifestaron mayor aprecio por Jesús que Caifás y todos sus compañeros. Bástenos saber que, por causa de ellos, nuestro Señor pronunció palabras que hoy día se leen en más de ciento cincuenta idiomas desde uno á otro confín del mundo.
Según esas palabras la muerte, es la vía que conduce á la vida y la gloria espirituales. «Si el grano de trigo,» etc.
El objeto primordial de esta sentencia fue enseñar á los asombrados griegos cuál era la verdadera naturaleza del reino del Mesías. Si ellos esperaban ver á un rey semejante á los soberanos de este mundo, se habían engañado grandemente. Nuestro Señor quería que supiesen que había venido á llevar una cruz, no á ceñir una corona ; que había venido á sufrir una muerte degradante é ignominiosa; no á vivir en la holganza, rodeado de honores y esplendor; que el reinado que había venido á iniciar había de empezar con una crucifixión, no con una coronación; y que la gloria de ese reinado no tendría su origen en victorias conquistadas á filo de espada ó en tesoros do oro y plata acumulados por la avaricia, sino en la muerte del rey.
Empero, esta sentencia nos enseña también una verdad de más lata aplicación, á saber: que la muerte de, Jesucristo era la fuente de la vida espiritual del mundo. Del madero al cual el Redentor seria clavado y de los padecimientos que experimentaría, dimanarían bienes para toda la humanidad. Su muerte, como una semilla, había de ser germen de bendiciones para millones innumerables de almas.
Esta verdad profunda y poderosa fue seguida de una aplicación práctica que nos concierne á nosotros: «El que ama su vida, la perderá.» Es menester que el que quiera ser salvo esté pronto á entregar hasta su misma vida, si fuere necesario, para obtener la salvación. Es menester que renuncie al inundo con sus riquezas, sus glorias, sus placeres, sus recompensas, en la persuasión de que, haciéndolo así, recogerá una cosecha más valiosa tanto en esta vida como en la venidera. El que le tiene á la vida presente tanto apego que no puede abandonar nada en obsequio del bien de su alma, tendrá al fin amargos desengaños.
Mas el que, por el contrario, está dispuesto á abandonar aun aquello que le sea más querido en esta vida, si le sirviere de estorbo en el camino del bien, y á «crucificar » la carne con todos sus afectos y apetitos, se apercibirá al cabo que no ha perdido nada.
Las palabras de que nos ocupamos nos enseñan también que si pensamos servir á Cristo, preciso es que lo sigamos. «Si alguno me sirve,» dijo él, » sígame..
El verbo «seguir» tiene un sentido muy lato y presenta á la imaginación ideas familiares. Como el soldado sigue á su general, como el criado sigue á su amo, como el discípulo sigue á su maestro, como las ovejas siguen á su pastor, así debe el cristiano seguir á Cristo. La fe y la obediencia son distintivos de los leales servidores, y los verdaderos creyentes siempre ejercerán la una y rendirán la otra. Acaso sus conocimientos sean muy limitados, y sus debilidades y flaquezas sean muchas, acaso sea poca su gracia y vagas sus esperanzas; mas creen lo que Jesucristo dice, y procuran hacer lo que El manda.
Un cristianismo de este tipo recibe poco encomio de los hombres. Es demasiado profundo, definido, fuerte y real para que puedan apreciarlo. Servir á Jesucristo en el nombre y la apariencia es muy fácil, y muchos hombres se contentan solo con eso, pero tener pura fe en él y arreglar la vida á sus sublimes preceptos exige más abnegación do la que la generalidad de los hombres quiere ejercer en bien de sus almas. La irrisión, el ridículo, la oposición y la persecución: he aquí el único galardón que el mundo concede á los discípulos de Jesucristo. De la religión de estos puede en verdad decirse: «La alabanza de la cual no es de los hombres, sino de Dios.» Rom 2:29.
Sin embargo, no olvidemos que nuestro Señor ofrece suficientes incentivos á los que lo siguen: «Donde yo estuviere,» dice, «allí también estará mi servidor. « Recordemos constantemente estas promesas, y sigamos sin temor en el camino angosto. Que el mundo lance baldón sobre nuestro nombre y nos arroje de su sociedad: cuando vivamos con Cristo tendremos una morada de la cual no se nos arrojará jamás. Que el mundo mire nuestra religión con desprecio, y haga escarnio de nosotros: cuando el Padre nos honre en la presencia de los ángeles y de los hombres, sabremos que su alabanza lo compensa todo.

Fuente: Los Evangelios Explicados