Comentario de Juan 1:34 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Yo le he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

1:34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios. — Juan era el precursor y pregonero de Cristo, pero no lo anunció como Mesías político, sino como el Hijo de Dios. No predicó que el Mesías conquistaría los ejércitos de los romanos, sino que sería ofrecido como Cordero por los pecados del mundo. Los que escuchen a Juan aceptarán a Jesucristo como el Salvador del mundo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

éste es el Hijo de Dios. Jua 1:18, Jua 1:49; Jua 3:16-18, Jua 3:35, Jua 3:36; Jua 5:23-27; Jua 6:69; Jua 10:30, Jua 10:36; Jua 11:27; Jua 19:7; Jua 20:28, Jua 20:31; Sal 2:7; Sal 89:26, Sal 89:27; Mat 3:17; Mat 4:3, Mat 4:6; Mat 8:29; Mat 11:27; Mat 16:16; Mat 17:5; Mat 26:63; Mat 27:40, Mat 27:43, Mat 27:54; Mar 1:1, Mar 1:11; Luc 1:35; Luc 3:22; Rom 1:4; 2Co 1:19; Heb 1:1, Heb 1:2, Heb 1:5, Heb 1:6; Heb 7:3; 1Jn 2:23; 1Jn 3:8; 1Jn 4:9, 1Jn 4:14, 1Jn 4:15; 1Jn 5:9-13, 1Jn 5:20; 2Jn 1:9; Apo 2:18.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

el Hijo de Dios. Aunque los creyentes pueden ser llamados «hijos de Dios» en un sentido limitado (p. ej. el v. Jua 1:12; Mat 5:9; Rom 8:14), Juan utiliza toda la intensidad de esta frase como un título especial que apunta a la unidad e intimidad únicas que Jesús como «Hijo» sostiene de forma exclusiva con el Padre. El término incorpora la noción de la deidad de Jesús como Mesías (v. Jua 1:49; Jua 5:16-30; cp. 2Sa 7:14; Sal 2:7; vea las notas sobre Heb 1:1-9).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

1:34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios. — Juan era el precursor y pregonero de Cristo, pero no lo anunció como Mesías político, sino como el Hijo de Dios. No predicó que el Mesías conquistaría los ejércitos de los romanos, sino que sería ofrecido como Cordero por los pecados del mundo. Los que escuchen a Juan aceptarán a Jesucristo como el Salvador del mundo.

Fuente: Notas Reeves-Partain

Y yo lo he visto y tengo que testificar que éste es el Hijo de Dios. El “yo” es enfático y debe conservarse para dar fuerza a la declaración de Juan. El tiempo de los verbos “ver” y “testificar” está en perfecto, lo cual sugiere una extensión del tiempo pasado hasta el presente. Por eso es conveniente traducir los verbos con una frase que amplíe la acción de los verbos: “Yo he visto con mis propios ojos todo lo que ha pasado y tengo que decir con claridad que este hombre es el Hijo de Dios”. En este evangelio el Bautista es quien testimonia la filiación divina de Jesús. En los evangelios sinópticos el testimonio es la voz del Padre.

Existen varias lecturas para traducir a aquél de quien Juan Bautista testifica: (1) La lectura «Hijo de Dios» es la que más se acepta (RV95, DHH, BP). (2) «El escogido de Dios» parece la lectura más antigua en zonas griegas, latinas y siríacas y puede ser una variante de la expresión “el amado”, propia del evangelio de Marcos (Mar 1:11), o una corrección de “Hijo de Dios”. (3) Algunos manuscritos de menor autoridad tienen “el Hijo elegido” (Electus filius ) como solución intermedia.

Para ser más claro en cuanto a quién se refiere el título “Hijo de Dios” será mejor no traducir simplemente “él” o “éste”, pues el sujeto queda ambiguo si no se especifica si se refiere a Jesús o al Espíritu Santo: “Este hombre es el Hijo de Dios”. En algunos idiomas posiblemente sea más claro utilizar la frase “el Hijo escogido de Dios”.

Reflexión bíblica y pastoral

Juan Bautista no solo ha rechazado atribuirse títulos honoríficos, sino que presenta abiertamente a Jesús con algunos de los más grandes conocidos dentro de la tradición judía. El Cordero de Dios es una clara referencia al cordero pascual, elemento central del ritual judío de expiación de pecados. En la teología del cuarto evangelio una de las más intensas formas del amor de Dios por el mundo se manifiesta en la entrega de su Hijo, quien cumple una misión salvífica con su muerte. El cordero es un animal manso y sin poder, lo que hace aún más intensa la imagen bíblica de presentar a Jesús como el Cordero de Dios, cuyo poder no está en su capacidad de quitar vida, sino de darla, perdonando pecados y llevando a las personas al conocimiento de Dios para que tengan vida.

El Bautista presenta además a Jesús como el portador del Espíritu, como aquel en quien se ha posado el Espíritu y quien en adelante bautizará con el Espíritu Santo. Jesús no viene a anunciar juicio ni muerte, sino perdón de pecados y vida. No trae el fuego destructor del juicio, sino el fuego purificador y vivificante del Espíritu Santo. Además, es llamativo que nuevamente la esencia y persona de Jesús están en relación con un animal inofensivo, una paloma. El poder de Jesús y los símbolos que lo expresan están en oposición radical a los poderes de este mundo y sus símbolos de destrucción.

Después de las imágenes del cordero y la paloma descendiendo, el Bautista hace una afirmación que pudiera significar una síntesis de todo lo que es Jesús: el Hijo de Dios. Este evangelio presenta a Jesús como el Hijo de Dios desde el principio de la narración, mientras que en los evangelios sinópticos solo se confiesa como tal hacia el final de las narraciones. Para el evangelista toda la historia que narra está en la perspectiva de la filiación divina de Jesús. El Hijo de Dios, que se ha hecho carne, revela al Padre y el camino de salvación desde su plena humanidad. En el transcurso de este evangelio se irá ampliando y profundizando esta revelación del Hijo de Dios.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

— el Hijo de Dios: Varios mss., alguno de valor, dicen: el elegido de Dios.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

REFERENCIAS CRUZADAS

f 59 Mat 3:17; Jua 5:33

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Y yo le he visto y he dado testimonio. La forma verbal griega aquí usada enfatiza que lo que Juan había visto continuaba influyendo en su vida, y que su testimonio permanecía válido y firme.

el Hijo de Dios. Nuevamente Juan afirma la deidad de Jesús (cp. 1:1, 18; 5:18; 10:31– 39; 19:7).

Fuente: La Biblia de las Américas